sábado, 11 de agosto de 2012

Espirita de Teófilo Gautier

     Pierre Jules Théophile Gautier nació el 30 agosto 1811 y murió el 23 octubre 1872, a los 61 años. Gautier fue un poeta francés, dramaturgo, novelista, periodista, crítico de arte y crítico literario.
     Aunque Gautier era un ardiente defensor del Romanticismo, su obra es difícil de clasificar, y sigue siendo un punto de referencia para muchas de las tradiciones literarias posteriores, tales como el Parnasianismo, el Simbolismo, la Decadencia y el Modernismo. Gautier era muy estimado por escritores tan diversos como Balzac, Baudelaire, los Goncourt, Flaubert, Proust, y Oscar Wilde.
     Gautier nació en Tarbes, capital del departamento de Hautes-Pyrénées en el sudoeste de Francia. Su padre, Pierre Gautier, era un funcionario menor del gobierno muy culto y su madre era Antonieta Adelaïde Concarde. La familia se mudó a París en 1814, fijando su residencia en el antiguo barrio de Marais.
     La educación de Gautier comenzó en el prestigioso Colegio Louis-le-Grand de París. Antiguos ex alumnos incluyen Voltaire y Charles Baudelaire. Allí asistió durante tres meses antes de ser llevado a casa debido a una enfermedad. A pesar de que completó el resto de su educación en el Colegio Carlomagno, escuela donde ex alumnos célebres incluyen a Charles Augustin Sainte-Beuve. La enseñanza más importante de Gautier vino de su padre, quien lo llevó a convertirse en un estudioso del latín a los 18 años.
     Mientras estuvo en la escuela, Gautier se hizo amigo de Gérard de Nerval y ambos se hicieron amigos de por vida. Es a través de Nerval que Gautier fue presentado a Víctor Hugo, para ese entonces ya un conocido dramaturgo, autor de Hernani. Hugo se convirtió en una influencia importante en Gautier. A Victor Hugo se le acredita el haber dado a Gautier, quien era un aspirante a pintor, un apetito por la literatura. Fue en el legendario estreno de, Hernani que Gautier es recordado por llevar su anacrónico jubón rojo.
     A raíz de la Revolución de 1830, la familia de Gautier experimentó dificultades y se vio obligada a trasladarse a las afueras de París. Decidido a experimentar con su propia independencia y libertad, Gautier eligió quedarse con sus amigos en el decano barrio de París, viviendo una vida bohemia bastante agradable.
     Hacia el final de 1830, Gautier comenzó a frecuentar reuniones en, Le Petit Cénacle [El Pequéño Cenáculo], un grupo de artistas que se conocieron en el taller de Jehan du Seigneur. El grupo era una versión más irresponsable del Cenáculo de Hugo. El grupo contaba entre sus miembros a los artistas Gérard de Nerval, Alejandro Dumas, père, Borel Petrus, Brot Alfonso, José y Bouchard, y Filoteo O'Neddy.  Le Petit Cénacle pronto se ganó la reputación no solo de ser un grupo extravagante y excéntrico, sino también de ser un refugio único de la sociedad.

     Gautier comenzó a escribir poesía en 1826, pero la mayor parte de su vida la pasó como un colaborador de diversas revistas, principalmente de La Presse. Este trabajo le dio la oportunidad de viajar al extranjero y de tener muchos contactos con personas influyentes en la alta sociedad y en el mundo de las artes. A lo largo de su vida, Gautier fue un buen viajante, haciendo viajes a España, Italia, Rusia, Egipto y Argelia. Los muchos viajes de Gautier inspiraron muchos de sus escritos, incluyendo Voyage en Espagne (1843), Trésors d'Art de la Russie (1858) y Voyage en Russie (1867). La literatura viajante de Gautier es considerada por muchos como una de las mejores del siglo XIX, a menudo escrita en un estilo más personal, lo que proporciona una ventana a los gustos propios de Gautier en el arte y la cultura.
     Gautier fue un célebre abandonnée, [uno que cede o se abandona a algo] del ballet romántico, escribiendo varios escenarios, el más famoso de los cuales es Giselle, cuya primera intérprete, la bailarina Carlotta Grisi, fue el gran amor de su vida. Ella no podía corresponder a su afecto, así que Gautier se casó con su hermana de ella, Ernestina, una cantante.
     Absorbido por la Revolución de 1848, Gautier escribió casi un centenar de artículos, los que equivalen a cuatro grandes libros, dentro de un período de nueve meses, todo esto en 1848. Gautier experimentó un momento importante en su vida, cuando originales románticos, tales como Hugo, François-René de Chateaubriand, Alphonse de Lamartine, Alfred de Vigny, y Alfred de Musset, ya no participaban  activamente en el mundo literario. Su prestigio fue confirmado por su papel como director de la, Revue de París, de 1851 hasta 1856. Durante este tiempo, Gautier dejó, La Presse y se convirtió en un periodista de Le Moniteur Universel, encontrando la carga del periodismo común bastante insoportable y "humillante." Sin embargo, Gautier adquirió la editorial de la influyente revista L'Artiste en 1856. Es a través de ésta revista que Gautier publicitó la doctrina del Arte por el Arte, través de muchos editoriales.
     La década de 1860 fueron años seguros para la fama literaria de Gautier. A pesar de que fue rechazado por la Academia Francesa en tres ocasiones (1867, 1868, 1869), Charles-Augustin Sainte-Beuve, el crítico más influyente del día, puso el sello de aprobación sobre el poeta y dedicó no menos de tres artículos importantes en 1863, sobre  reseñas a obras completas publicadas de Gautier. En 1865, Gautier fue admitido en el prestigioso salón de la princesa Mathilde Bonaparte, prima de Napoleón III y sobrina de Bonaparte. La princesa ofreció Gautier una sinecura como su bibliotecario en 1868, una posición que le dio acceso a la corte de Napoleón III.

     Gautier fue elegido en 1862 como presidente de la Société Nationale des Beaux-Arts, y se rodeó por un comité de pintores importantes: Eugène Delacroix, Pierre Puvis de Chavannes, Manet, Édouard, Albert-Ernest Carrier Belleuse y Gustave Doré.
     Durante la Guerra Franco-Prusiana, Gautier regresó a París al enterarse del avance prusiano hacia la capital. Se quedó con su familia a lo largo de la invasión, muriendo finalmente debido a una enfermedad cardíaca de muchos años. Fue enterrado en el, Cimetière de Montmartre, en París.

     Temprano en su vida, Gautier se hizo amigo de Gérard de Nerval, quien le influyó grandemente en su poesía anterior. Nerval compartió en la insatisfacción de Hugo con las salidas teatrales de la época y el uso de la palabra "tragedia." Gautier admiró a Honoré de Balzac, por sus contribuciones al desarrollo de la literatura francesa.
     Como Gautier estuvo muy influenciado por sus amigos, así, rindió homenaje a ellos en sus escritos. De hecho, dedicó su colección de Poesías Dernières a sus muchos amigos, entre ellos Herbert, Madame de La Grangerie, Maxime Du Camp y la princesa Mathilde Bonaparte.
      Gautier pasó la mayor parte de su carrera como periodista en La Presse y más tarde en Le Moniteur Universel. Vio la crítica periodística como un medio de vida a un nivel de clase media. La renta era adecuada y tenía muchas oportunidades de viajar. Gautier comenzó a contribuir con críticas de arte para revistas oscuras, tan temprano como 1831. No fue sino hasta 1836 que experimentó un salto en su carrera, cuando fue contratado por Émile de Girardin como columnista de teatro y arte, para, La Presse. Durante su estancia en La Presse, sin embargo, Gautier también contribuyó con cerca de 70 artículos para Le Figaro. Después de salir de La Presse, para trabajar con Le Moniteur Universel, el periódico oficial del Segundo Imperio, Gautier escribió tanto para informar al público e influir en sus decisiones. Su trabajo en el periódico era el equivalente al de un crítico y escritor moderno de libros y  teatro.
     La crítica literaria de Gautier era más reflexiva en su naturaleza crítica, que no tenía ninguna función comercial inmediata, sino que simplemente hacia un llamamiento a sus propios gustos e intereses. Más adelante en su vida, escribió monografías sobre grandes gigantes como Gérard de Nerval, Balzac y Baudelaire, quienes también eran sus amigos.
Gautier, que comenzó como un pintor, contribuyó mucho al mundo de la crítica de arte. En lugar de asumir la crítica clásica del arte que incluía el conocimiento del color, la composición y la línea, Gautier fue fuertemente influenciado por la idea de Denis Diderot, de que el crítico debe tener la capacidad para describir el arte a fin de que el lector pueda "ver" el arte a través de su descripción. Muchos otros críticos de la generación de 1830 tomaron de esta teoría de la transposición de arte, la creencia de que uno puede expresar un medio artístico en términos de otro. Aunque hoy en día Gautier es menos conocido, como crítico de arte, que su gran contemporáneo, Baudelaire, Gautier fue más apreciado que Baudelaire por los pintores de su tiempo. En 1862 fue elegido para presidente de la Société Nationale des Beaux-Arts (Sociedad Nacional de Bellas Artes) con una junta que incluía a Eugène Delacroix, Edouard Manet, Gustave Doré, y Pierre Puvis de Chavannes.

     La crítica literaria de Gautier era libre de la presión en sus columnas de arte y de teatro, por tanto, fue capaz de expresar sus ideas sin restricción alguna. Él hizo una clara distinción entre prosa y poesía, afirmando que la prosa no debe ser considerada como el equivalente de la poesía. La mayor parte de las críticas de Gautier, sin embargo, eran periodísticas. Sin duda Gautier elevó el nivel de la crítica periodística de su época.
     La mayor parte de la carrera de Gautier la dedicó a escribir una columna semanal de crítica teatral. Debido a que Gautier escribió con tanta frecuencia sobre obras de teatro, empezó a considerar la naturaleza de las obras teatrales,  desarrollando los criterios por los que Gautier serِía juzgado al componer sus obras teatrales. Sugirió que el arreglo normal de los cinco actos de una obra de teatro, se podría reducir a tres: una exposición, una complicación y un desenlace. Después de haber abandonado la idea de que la tragedia era el género superior, Gautier estuvo dispuesto a aceptar que la comedia se podía igualar a la tragedia. Yendo un paso más allá, Gautier sugirió que la naturaleza del efecto teatral debe estar a favor de la creación de la fantasía en lugar de retratar la realidad porque el teatro realista, no era deseable.
     Desde un punto de vista de siglo 21, los escritos de Gautier sobre danza llegaron a ser los más importantes de sus escritos. El escritor norteamericano Edwin Denby, considerado el escritor más importante de la danza en el siglo 20, lo llamó, "de común acuerdo, el más grande de los críticos de ballet." Gautier, Denby dice, "parece informar completamente desde el punto de vista de un buscador de entretenimiento civilizado." Funda sus juicios no en principios teóricos, sino en la percepción sensorial, a partir de la forma física y la energía vital del bailarín individual. Este énfasis se ha mantenido como un punto de referencia tácita de la escritura de baile desde entonces. A través de su co-composicion del ballet Giselle, uno de los trabajos fundamentales del repertorio de la danza, su influencia sigue siendo tan grande entre los coreógrafos y bailarines como entre los críticos y balletómanos [devotos del ballet].
En 2011, Pacific Northwest Ballet presenta una reconstrucción de la obra Giselle, lo más cercana posible a su narrativa y las fuentes coreográficas originales, en base a materiales de archivos que se remontan a 1842, el año después de su estreno. (Wikipedia)
     Gautier perteneció, junto con el poeta Charles Baudelaire y el Dr. Jacques Joseph Moreau, así como muchos otros literatos e intelectuales de su época, al club dedicado a la experimentación con drogas, principalmente hachís, llamado el Club des Hashischins
En un artículo publicado en Revue des Deux Mondes, en 1846, Gautier detalló sus experimentos.



   Theophile Gautier murió el 23 de octubre de 1872 y fue enterrado en el Cimetière de Montmartre, París, Francia. (Wikipedia)








     Gautier es uno de los grandes escritores franceses, dotado especialmente para la literatura fantástica. Poeta, dramaturgo, novelista y periodista, desde muy joven mostró su admiración por E. T. A. Hoffmann y fue amigo de Gérard de Nerval, Honoré de Balzac y Victor Hugo. Su primera vocación fue la pintura, que abandonó por la poesía. De joven merodeó por los ambientes bohemios parisienses, donde se aficionó al consumo de hachís. Muy pronto demostró un afán viajero que lo llevaría a visitar —muchas veces en calidad de reportero— países como España, Italia, Rusia, Turquía, Egipto o Argelia. En 1865 fue admitido en el exclusivo círculo de la princesa Matilde Bonaparte, prima de Napoleón II y nieta de Napoleón, y en tres ocasiones le cerraron las puertas de acceso a la Academia Francesa. Entre sus obras destacan, Arria Marcela (1831), Mademoiselle de Maupin (1835), La Muerta Enamorada (1836), Esmaltes y Camafeos (1852), Avatar, y Jettatura (ambas de 1857), La Novela de la Momia (1858), El Capitán Fracasse (1863) y Espirita (1866).
     Gautier, poeta, crítico y novelista francés, es figura prominente, durante cuarenta años, de la vida artística y literaria de París. Sus primeros poemas, escritos en la década de 1830, seguían fieles a los principios del romanticismo, pero en 1832 se alejó de estas doctrinas para abrazar la idea de l'art pour l'art (el arte por el arte), puesta de manifiesto en las obras Albertus (1832) y Esmaltes y Camafeos (1852), su obra maestra. 
     Gautier opinaba que el artista no tenía ningún compromiso con la ética y que, por el contrario, su obligación era alcanzar la perfección en la forma y la expresión. La impersonalidad y las cualidades técnicas de su poesía fue un antecedente para el parnasianismo, movimiento artístico que siguió al romanticismo dentro de la poesía francesa. Gautier se convirtió en uno de los principales parnasianos, los cuales pensaban que la poesía debía estar más atenta al efecto artístico que a la vida. Gautier influyó particularmente en el trabajo de uno de los miembros más importantes del grupo, Charles Baudelaire. Como novelista, a Gautier se le conoce principalmente por su Mademoiselle de Maupin (1835), expresión de la filosofía de vida hedonista.
     Escribió también magníficas narraciones cortas de carácter exótico, entre las cuales cabe destacar, La Muerta Enamorada (1836) y, El Capitán Fracasse (1863). Además, se cuenta entre los mejores y más influyentes críticos de su época. Algunos de sus escritos de crítica son Historia del arte Dramático en Francia en los últimos Veinticinco Años (1858-1859) e Historia del Romanticismo, publicada póstumamente (1868). También escribió libros de memorias de viajes como Viajes por España (1845), Viajes por Constantinopla (1852) y Constantinopla (1854). Gautier murió el 23 de octubre de 1872, en Neuilly, a las afueras de Paris.
     Gautier publico “Viaje a Rusia” en 1867. En el invierno de 1858, Gautier, “el poeta impecable, el perfecto mago de las letras francesas y maestro y amigo,” de Charles Baudelaire, se desprende de la “nostalgia azur” que siente por el Mediterráneo y se lanza al “vértigo del Norte,” a la gran Rusia.En pleno invierno, habiendo superado ya el trayecto que cruza Alemania, Gautier enlaza San Petersburgo con Moscú, dando lugar a las primeras muestras de la irresistible belleza de sus descripciones. Su visión pictórica -colorista y plástica- alcanza desde las extensas llanuras colmadas de nieve hasta la tregua que representan los salones de las estaciones de tren, con sus amplias cristaleras y plantas tropicales, puntos de encuentro en los que confluyen milagrosamente las distintas Rusias que conforman el imperio. Y así llegamos a Moscú, y así sentimos nosotros, los lectores, la fascinación y el desafío descriptivo que supuso para Gautier recorrer sus plazas y sus catedrales, y ante todo, el Kremlin.La historia nos cuenta que Gautier no pudo o no supo adaptarse de nuevo a París. La llamada del “vértigo del Norte” le devuelve a Rusia en verano, y si antes la recorrió en ferrocarril, ahora es el río Volga quien le acompaña en su periplo. Si antes el murmullo del diablo del viaje le incitaba a visitar el Kremlin, ahora le guía hacia Nizhni-Nóvgorod, ciudad que albergaba en esos tiempos una importante feria que reunía toda clase de razas y dialectos; persas, siberianos, tártaros de Manchuria, armenios... a la espera de los chinos. (Librerias Ojanguren)

     La Muerta Enamorada (1836), sigue alzándose hoy como la obra maestra de su autor y como uno de los relatos de vampiros más apasionantes de la historia de la literatura. Publicada treinta y seis años antes que Carmilla de Sheridan Le Fanu, aparece aquí por primera vez el mito de la muerta que logra sortear la frialdad de la tumba alimentándose con la sangre de su amante. En esta ocasión, la afortunada víctima es un joven cura rural que olvida los hábitos entre los brazos de la bella Clarimonde. Con ella vivirá en un tórrido paraíso carnal que cada día lo acercará más a las puertas del infierno. (Librerias Ojanguren)


Mademoiselle de Maupin. Double amour (1835)
    En septiembre de 1833, Gautier fue solicitado para escribir una novela histórica basada en la vida de la estrella de la ópera francesa Mademoiselle de Maupin, que era una espadachín de primera categoría y, a menudo andaba disfrazada de hombre. Originalmente, la historia iba a ser acerca de la histórica Maupin , quien le prendió fuego a un convento por el amor de otra mujer, pero más tarde se retiró a un convento a sí misma, poco antes de morir en sus treinta. Gautier en cambio convierte la trama en un triángulo amoroso entre un hombre sencillo, d'Albert, y su amante, Rosette, quienes se enamoran de Madelaine de Maupin, quien se disfraza de un hombre llamado Teodoro. El mensaje decodificado bajo de la versión de Gautier sobre la leyenda infame, es el pesimismo fundamental acerca de la identidad humana, y tal vez toda la época romántica. La novela consta de diecisiete capítulos, la mayoría en forma de cartas escritas ya sea por d'Albert, o Madelaine. La mayoría de los críticos se centran en el prefacio de la novela, que promovía la idea del arte por el arte a través de su máxima, de que "todo lo útil es feo." (Wikipedia)
     Librerias Ojanguren ofrecen la primera traducción al castellano de Madelaine de Maupin, una de las obras más subversivas de la narrativa francesa del siglo XIX. La obra cuenta la historia de una mujer que, harta de los hombres, decide hacerse pasar por uno de ellos. Así, la joven muchacha se convierte en Théodore, un joven de una extraordinaria belleza que seduce por igual a hombres y mujeres hasta el punto de que el apuesto y viril D’Albert, siempre en busca de la mujer ideal, se enamora de él, obligándole a romper con todas sus ideas preconcebidas y a entrar en un embarazoso y divertidísimo juego de seducción y desconcierto. Obra sin parangón sobre el amor, mascarada sobre la condición de la mujer y las relaciones sentimentales, Mademoiselle de Maupin llega por fin al lector español. (Librerias Ojanguren)


El Romance de la Momia (1858)







Un clásico de la novela histórica ambientada en el antiguo Egipto. Ésta es la historia de la bella Tahoser, que logró cautivar a Ramsés II, aunque su corazón se inclinó por el rico campesino Poëri. Tahoser intentó conquistarlo trasformándose en dama de su servicio. Se enteró entonces de que estaba casado y era de ascendencia hebrea, un pueblo considerado esclavo por los egipcios. El faraón secuestró a Tahoser, pero ésta sólo aceptaría su amor si liberaba a los judíos de la esclavitud... (Librerias Ojanguren)
     La Maja y el Torero (1847). En la década de 1840 una joven, Melitona, se enamora del valiente torero Juancho. Una novela romántica en la que el amor y la muerte se encuentran entre el entramado galdosiano y miserable de los barrios bajos. Entre el color gris del ambiente la pasión destaca como una muleta roja. Esta rapidez en resolver todo problema de estilo y de composición hace pensar en la severa máxima que una vez dejó caer Gautier ante mí en el curso de la conversación, y de la que él ha hecho sin duda un constante deber: "Todo hombre, al que una idea, por sutil e imprevista que se la suponga, lo encuentra sin recursos, no es un escritor. Lo inexpresable no existe”. Charles Baudelaire. (Librerias Ojanguren)
      Avatar (1857), es una apasionante novela breve en la que Théophile Gautier nos introduce, de forma fascinante y magistral, en una de las historias de amor más bellas de la literatura del siglo XIX. En ella el amor se presenta como una fuerza arrolladora que obliga al personaje a cometer acciones a las que jamás se prestaría si el sentimiento amoroso no fuera lo más importante de su vida. Desde la primera frase de Avatar: “Nadie podía comprender la enfermedad que minaba lentamente a Octave de Saville,” el lector queda tan fascinado que ya no puede interrumpir la lectura hasta saber qué depara el destino al personaje y, sobre todo, cómo el autor resuelve el enigma que tan misteriosamente plantea. (Librerias Ojanguren)
     Le Capitaine Fracasse (1863). Este libro se le prometió al público en 1836, pero finalmente fue publicado en 1863. La novela representa una época diferente a las novelas de Gautier. Es un proyecto que Gautier había querido completar a principios de su juventud. La historia se centra en un soldado llamado Fracasse cuyas aventuras retratan episodios de caballerosidad, valentía y sentido de aventura. Gautier sitúa la historia en su época histórica favorita, la de Luis XIII. La novela se describe mejor como un típico cuento de hadas de capa y espada, donde todos viven felices para siempre. (Wikipedia)
Espirita
de Teófilo Gautier.
     Una fría tarde de noviembre Guy de Malivert se encontraba descansado cómodamente frente a la chimenea, pensado, “Definitivamente no saldré hoy. Ya me tienen cansado las fiestas y reuniones. Leeré un poco y luego me iré a la cama.” Guy continuó en sus pensamientos, “Quizá debería trabajar en el libro que estoy escribiendo, pero no estoy de humor. Me sería difícil concentrarme.” Guy siguió mirando a la hoguera de su chimenea, “No sé qué me sucede últimamente. Todo lo que hasta hace poco me parecía atractivo, ahora me aburre. Prefiero estar solo y tranquilo.”
    Mientras tanto, Elisa conversaba con una amiga, “¿Asistirá a tu reunión Guy, esta noche Elisa?” Elisa dijo, “Por supuesto, siempre es de los primeros en llegar y el último en retirarse.” La amiga dijo, “¡Qué suerte tienes! Guy es el soltero más codiciado de París.” Elisa dijo, “Lo sé, pero ya las madres que buscan marido para sus hijas pueden olvidarse de él. Guy y yo nos casaremos.” La amiga le preguntó, “¿Ya fijaron la fecha de la boda?” Elisa dijo, “Aún no, aunque no tardaremos en hacerlo. Ya llevamos casi dos años de relaciones.” La amiga dijo, “Ya deberían haberse casado. Él tiene 29 años y tú 25, además eres viuda y con una gran fortuna. Fuiste muy inteligente al casarte con un hombre mayor que te dejó millonaria tres meses después de la boda.” Elisa dijo, “Sabes que contraje ese matrimonio por complacer a mis padres, pero ahora nada me impide que me una al hombre que amo.” La amiga dijo, “Espero sea la primera en enterarme cuando tengas la fecha…bueno, querida, tengo que irme…” Elisa dijo, “¡Te espero esta noche! Vendrá un pianista que encantará a tu marido, tan amante de la música.”
     Cuando Elisa quedó sola pensó, “Hace dos días que Guy no ha venido. Le enviaré una nota recordándole que no falte hoy. Aunque todos piensan que nuestra relación es oficial, él aún no se ha pronunciado al matrimonio. Voy a tener que hacer algo para que se decida. Ya es hora de que formalicemos nuestra situación.” Una hora después llegó el mayordomo de Guy, diciendo, “Señor, acaban de traer esta carta…” Guy dijo, “Es de Elisa. Gracias Jack.” A continuación, Guy leyó la misiva, diciendo, “Me recuerda la reunión de esta noche. Tener que salir con este frío, estando tan a gusto aquí.” Guy dejó la carta y pensó, “No iré. Elisa esta cada día mas fastidiosa y actúa como si tuviera derechos sobre mi.” Tranquilamente Guy volvió a tomar el libro que leía, pero algo le impedía concentrarse. Entonces Guy pensó, “Debo enviarle una disculpa a Elisa. No esta bien que no asista sin siquiera avisarle.” Guy tomó la pluma y pensó, “¿Qué le diré? No se me ocurre nada convincente.” Guy escribió, “Elisa: Creo que debemos terminar esta relación que solo nos llevará a encadenarnos a una desgracia eterna. Eres lo bastante bella y tienes tantos admiradores que sé no te heriré al decirte que no te amo. Guy” De repente Guy leyó lo que había escrito y pensó, “¡Pero cómo pude escribir esto! Estoy loco o sonámbulo. Nunca pensé decirle tales cosas. No soy del tipo que termina una relación por carta.” Guy continuó pensado, “Aunque, si la mandara, se rompería para siempre ese fastidioso lazo con que Elisa pretende tenerme unido a ella. Pero, ante todo soy un caballero y no me sentiría bien actuando así. Le enviaré otra nota.” Guy tomó la pluma y dijo, “No, es mejor que me arregle y acuda a su reunión. Ya me había comprometido a ello.” En eso se escuchó un suspiro, “¡Ahhh!” Guy volteó, y dijo, “¿Quién suspiró? Que tonto soy. Si estoy solo aquí.”
     Poco después, Guy se encontraba en el interior de su coche rumbo a casa de Elisa D`imbercourt, pensado, “Qué extraño. Juraría que escuché un suspiro, y era un suspiro de mujer. Pero es absurdo. Allí solo estaba yo. Debe haber sido el viento que se cuela por la chimenea. Estoy demasiado sensible.” Pero no solo el suspiro intrigaba a Guy, quien pensaba, “¿Qué me indujo a escribir esa carta? Fue como si otra voluntad estuviera guiando mis dedos. No comprendo lo que sucede.” 
     Tratando de aclarar sus ideas, Guy llegó a casa de Elisa, quien le dijo al verlo, “Guy, querido. ¡Qué tarde vienes!” Guy dijo, “Perdóname pero estaba trabajando y se me pasó la hora.” Elisa comentó, “Es poco amable de tu parte decirme que me olvidas por el trabajo.” Guy dijo, “Ya sabes que cuando me pongo a escribir me aparto del mundo.” Elisa dijo, “Sí, así son los escritores. Tendré que acostumbrarme.” Guy pensó, “Podría decirle ahora que no será necesario, pero no es el momento para aclaraciones.”
     Elisa fue requerida por los invitados y Guy se retiró a un costado del salón. Mientras Elisa recibía a un invitado, Guy lo observó y pensó, “Acaba de llegar el barón de Feroe. Me cae bien, aunque es bastante especial. Nadie sabe en qué se ocupa y qué hace en París.” Guy observó como Elisa y el barón se saludaban, y continuó pensando, “No se le conocen amistades íntimas, y aunque acepta invitaciones, su trato es amable pero distante con todos. A veces desaparece durante meses y según se dice va a Suiza a donde vive su familia. En todo caso, a mí me agrada.” El barón de Feroe se acercó con Guy, y le dijo, “Muy pensativo lo veo, señor Malivert. ¿Admira a las hermosas damas que adornan el salón?¿Quizá a alguna en especial?” Guy dijo, “Oh. No, querido barón. No es mi intención comprometer mi corazón con ninguna. Por muy bella que sea.” El barón dijo, “¿Y qué hay de la señora D`imbercourt, con quien aseguran usted se casará pronto?” Guy dijo, “Es bien sabido que nada agrada mas a la gente que inventar bodas, pero yo no estoy dispuesto a complacerles. Me quedaré soltero.” El barón le dijo, “Hace bien. No se sujete a ningún lazo terrestre. Permanezca libre para el amor que quizás le va a visitar.” El barón agregó, “Los espíritus no lo pierden de vista y pudieran arrepentirse en el otro mundo de una falta cometida en éste.” Guy le dijo, “No le comprendo. Por favor, explíqueme lo que…” En ese momento llegó Elisa, diciendo, “Guy, te he estado buscando. Con su permiso barón, me lo llevo.” El barón dijo, “No se preocupe. Y ya me retiro. Debo asistir a una recepción en la embajada de Austria, ¡Buenas noches!”
     Al siguiente día, Guy caminaba por las calles frías de París, pensado, “Estoy cansado, dejaré unos días el trabajo.” En esos mismos momentos, Elisa recibía una visita, “Querida Elisa, qué agradable estuvo tu reunión anoche. Como siempre, las cosas que tú haces salen perfectas. Tenía que venir a decírtelo.” Elisa le dijo, “Gracias, Elvira. Me agrada que mis amistades se encuentren a gusto en mi casa.” Elisa le dijo, “Tú te veías muy hermosa…a propósito, ¿Se encontraba de mal humor Guy?” Elisa le dijo, “No, ¿por que lo dices?” Elvira le dijo, “Llegó tarde, no habló con nadie y fue uno de los primeros en retirarse. Decididamente no actúa como un enamorado.” Elisa le dijo, “Ya sabes que los escritores son un poco especiales. Guy ha tenido mucho trabajo. Está preparando un nuevo libro.” Elvira comentó, “Ah, entonces es eso. Y tú, tan comprensiva. Definitivamente serás una excelente esposa.” Elisa dijo, “Esa es mi intención.” Elvira continuó, “¿Y cuando es la boda? ¿Ya tienen fecha?” Elisa le dijo, “Aún no. Pero creo que pronto les daré la sorpresa.”
     Después de despedir a su “amiga,” el rostro de Elisa se contrajo, y pensó, “La muy ladina vino solo a molestarme. Ya estoy cansada de que me pregunten cuando me caso. Guy me esta poniendo en un plan muy desagradable. Voy a tener que hacer algo o quedaré en ridículo ante todos. Quizá he tenido demasiada paciencia. A los hombres hay que presionarlos un poco para que se decidan.”
     Entretanto, Guy, casi sin darse cuenta había dirigido sus pasos a casa de Elisa, pensado, “No hay razón para que no la visite. Somos buenos amigos. Es simpática, bonita y frecuenta a la misma gente que yo. No voy a negar que me agrada pero no lo suficiente como para perder mi libertad. Ella deberá comprenderlo.” Al tocar en la puerta de la mansión de Elisa, Guy escuchó una voz en su espalda, que decía, “No entres.” Guy volteo y pensó, “¿Quién habló? Estoy seguro de haber escuchado una voz, pero no hay nadie en la calle. Me estoy volviendo loco o alucino. ¿Obedeceré o no a ese extraño aviso?” En esos momentos, un mayordomo abrió la puerta y dijo, “¡Oh! Buenos días señor.” La inoportuna presencia del criado le obligó a entrar. Elisa dijo al verlo, “¡Guy, qué agradable sorpresa! Justamente iba a escribirte una notita pidiéndote que vinieras.” Guy le dijo, “Entonces, adiviné tus pensamientos.” Platicaron un momento pero Guy se dio cuenta que Elisa estaba nerviosa y preocupada. Guy le dijo, “¿Te sucede algo? Quizá he sido inoportuno, si es así, me retiro.” Elisa le dijo, ¡No! sabes que nada me agrada más que verte. Siempre tus visitas me parecen escasas, por más que otros las crean frecuentes.” 
     Guy le dijo, “Tú eres libre para recibir a quien quieras, sin tener que dar cuenta de tus actos. ¿Porqué te preocupas de lo que digan?” Elisa le dijo, “Es verdad que no dependo de nadie, pero a la vez dependo de todo el mundo. Sabes cómo es la gente. Una mujer nunca esta emancipada, aunque sea viuda y dueña en apariencia de sus actos. Yo debo cuidar mi reputación y tú me comprometes.” Guy le dijo, tomándola de los hombros, “¿Yo comprometerte? No entiendo porqué. Tú me recibes como un invitado más. ¿Acaso se murmura de todas tus amistades?” Elisa le dijo, “O eres muy modesto o te gusta hacerte el inocente. Se habla de las atenciones que me haces, aunque yo no veo en ello ningún mal.” Guy le dijo, “Pues bien. Si es así, espaciaré mis visitas. Creo que no estaría mal que hiciera un viaje para acallar murmuraciones. Iré a Grecia.” Guy se dio la vuelta y siguió hablando, “Conozco toda Europa, pero no he estado en Grecia. Creo que es el momento de enmendar esa falta.” Elisa pensó, “No reacciona como yo esperaba. Tendré que ser más directa. No le daré escapatoria.” Enseguida, Elisa le dijo, “¿Por qué ir a Grecia?¿Acaso no hay un remedio mas sencillo para acallar a los habladores, que abandonar Francia?” Guy le dijo, “Podría ser, pero mi viaje cortará el mal de raíz. Cuando vuelva, ya todos habrán olvidado el asunto.”
     Ante aquella respuesta tan frívola, Elisa palideció, pero no se dio por vencida, y dijo, “Guy, yo quedaré en muy mal plan. La única solución es…” El criado interrumpió, diciendo, “Señora, el barón De Feroe acaba de llegar.” Elisa pensó, “¿Qué viene a hacer aquí en este momento?” Enseguida Elisa dijo, “Hágalo pasar, Charles.” Guy pensó, “¡Qué hombre tan inoportuno!” El barón entró, diciendo, “Señora, pasaba por aquí y pensé en presentarle mis respetos y agradecerle nuevamente su invitación de anoche.” Elisa pensó, “¿Quién quiere su agradecimiento? Ha echado a perder mi mejor oportunidad. Ya tenia acorralado a Guy.” El barón, haciendo caso omiso al desagrado de Elisa, se sentó a platicar, diciendo, “Me parece que la presentación de Tristán e Isolda, estuvo soberbia, aunque Wagner no es uno de mis favoritos.” Elisa pensó, “Wagner y la ópera me tienen sin cuidado. Lo que quiero es que se vaya y me deje sola con Guy.” Pero no fue el barón quien se levantó. Guy dijo, “Yo me despido. Tengo unas cosas que hacer.” Elisa le dijo, “Por favor. Quédate un poco más. Tenemos que hablar, y…” Guy le dijo, “Lo siento, pero me es imposible. Regresaré otro día.” El barón dijo desde su asiento, “Me dio gusto saludarlo, señor Malivert.”
     Sin hacer caso a la muda súplica de Elisa, Guy salió rápidamente de la casa, pensado, “Son demasiadas coincidencias. Primero escuché una voz que decía que no entrara y luego aparece el barón. Llegó justo a salvarme de una desagradable situación. Fue como si lo hubieran enviado en mi ayuda. Yo no creo en cosas sobrenaturales. Pero algo me dice que lo que ha sucedido en estas últimas horas no es normal.”
     Por la noche en el club, Guy y el barón se volvieron a encontrar. Al verle, Guy saludó, “Buenas noches barón.” El barón le dijo, “Sabía que vendría y lo esperaba. Imagino que desea platicar. Aquí podremos hacerlo tranquilamente. Antes que nada quiero excusarme por el consejo enigmático que me permití darle en casa de la señora D`Imbercourt. No lo hubiera hecho de no haber reconocido en signos perceptibles que usted ha recibido recientemente la visita de los espíritus. O al menos que el mundo invisible trata de ponerse en comunicación con usted.” Guy le dijo, “La verdad no me molestó su consejo. Por el contrario, lo he buscado porque necesito hablarle de lo que me está sucediendo. Creo que usted está al corriente de las cosas sobrenaturales. No me equivóco, ¿verdad?” El barón le dijo, “No. Jamás hablo de ello con nadie, pues no es un tema que se pueda tratar con cualquiera. Pero de usted se están ocupando fuera de la esfera en que habitualmente se encierra la vida común.” Guy le dijo, “Algo extraño flota a mi alrededor. Permítame contárselo.” Guy le refirió lo que había sucedido la noche anterior y ese mismo día. El barón le escuchó con atención pero sin sorprenderse. Entonces dijo, “Señor de Malivert, ¿Ha muerto alguna dama por amor a usted?” Guy contestó, “No, que yo sepa la verdad. No me creo capaz de inspirar una pasión así. Por otra parte, yo no he sentido por nadie un amor tan grande como para renunciar a mi soltería.”
     El barón le dijo, “Eso no quiere decir que sea incapaz de amar. Sin duda usted esta reservado a destinos más elevados. Pero aún es tiempo. El solo consentimiento de nuestra voluntad, da acción a los espíritus sobre nosotros. Esta usted en los umbrales de un mundo misterioso, lleno de ilusiones y tinieblas donde se combaten influencias buenas y malas.” Guy le dijo, “¿Debo temer aventuras peligrosas en este mundo invisible que nos rodea?” El barón le dijo, “No. Nada apreciable por la vida humana le sucederá. Pero su alma puede quedar turbada profundamente y para siempre.” Guy le preguntó, “¿Es de naturaleza peligrosa el espíritu que se ocupa de mi?” El barón le dijo, “No. Es un espíritu de amor, pero el cielo tiene su vértigo como un precipicio.” Guy le dijo, “Sin embargo, usted me indicó que me abstuviera de lazos terrestres.” El barón dijo, “Era necesario prevenirle para que estuviera libre en caso de que hubiera contestado a las manifestaciones del espíritu. Pero, puesto que no lo ha hecho todavía, quizá obre mejor continuando su vida habitual.” Guy dijo, “¿Y casarme con Elisa D`Imbrercourt?” El barón le dijo, ¿ porqué no? Es bella, joven. Le ama y quizás le haga feliz…” Guy le dijo, “Es un riesgo que no quiero correr. Ella no me interesa en absoluto. Si me he mantenido soltero es porque espero el verdadero amor. Si nunca lo encuentro, entonces no me casaré. Prefiero estar solo que unirme a alguien por compromiso.” El barón le dijo, “Entonces, regrese a su casa, donde indudablemente recibirá nuevas comunicaciones. La concentración es muy importante. Solo piense en que quiere que el espíritu que le busca, se presente. ¡Que ese es su único deseo!”
     Cuando Guy llegó a su casa, se sentó en un sillón de su sala, frente a un espejo, y pensó, “Espíritu misterioso, preséntate. Deseo saber quien eres, qué deseas.” Largo rato estuvo formulando el deseo y de pronto…el espejo se empezó a iluminar ante la mirada de Guy, quien dijo, “¡El espejo! Una claridad sale de él.” Aunque era valiente, no pudo menos que sentir que un escalofrío le recorría el cuerpo, pero no apartó los ojos del espejo. Mientras miraba Guy pensó, “Algo se esta formando en él. ¡Es una mujer! La mas hermosa que han visto mis ojos.” Apenas pudo contemplar unos segundos y la imagen despareció. Guy inquieto dijo, “No te vayas, regresa…regresa. Espirita.” Casi sin darse cuenta y por no saber como llamarla, la había bautizado así. Guy se levantó, pensando, “¿Quién será? ¿Fue ella la que me dictó la carta que escribí a Elisa? ¿Fue ella la que suspiró? Podría estar contemplándola toda la vida. Verla y amarla fue todo uno. Me siento encadenado a su imagen para siempre.” De pronto, una terrible idea cruzó por su mente. “¿Y si Espirita no vuelve? ¿Cómo soportaré las tinieblas después de haber contemplado la verdadera luz?”
     Al día siguiente, para calmar su excitación nerviosa, salió a dar un paseo a caballo a un lago congelado. Montado en su corcel, Guy dijo, “Parece que hoy todo el mundo vino al lago. No importa el frío, con tal de hacer lo que está de moda.” Estuvo largo rato contemplando a los patinadores y cuando se alejaba de ahí, escuchó una voz que salía de un carruaje, “¡Guy!” Aún arriba de su caballo, Guy volteó y después de descubrir quién era, pensó, “¡Elisa! No tengo más remedio que acercarme a saludarla.” Dentro del carruaje, Estela dijo, “Me alegro de haberte encontrado. En mi palco hay un lugar para ti en el teatro esta noche.” Guy le dijo, “No podré asistir. Estoy invitado a una cena y…” 
     De repente Guy volteó hacia donde iba un carruaje sin capacete, y dijo, “¡Espirita, va en ese coche!” Su caballo se encabritó, y entonces Guy dijo, “Quieto, Grimalki…perdona, Elisa pero mi caballo está impaciente.” Antes que la dama pudiera responder, Guy se lanzó tras el carruaje, pensado, “Es ella, no hay duda, ¿Cómo puede encontrarse aquí tan visible para otros como para mí?” Por más esfuerzos que hacía, no podía alcanzarlo. El carro iba demasiado rápido, y además, una berlina avanzaba para encontrarlo. Mientras lo perseguía, Guy pensaba, “¡Oh, no! Van a chocar.” Entonces Guy vio algo increíble y pensó, “¡Dios santo, pasó a través de la berlina! Olvido que es inmaterial. Que ningún accidente terrestre puede tocarla. Voy a ir al club, ya es hora de comer y el barón debe estar allí. Necesito hablar con él de todo esto.”
     Guy no se equivocaba, pues el barón se encontraba ahí, como si lo estuviera esperando. Sentado frente al barón, Guy le explicó, “Todos pudieron verla en su elegante carruaje. Ahora se preguntarán quien es y nadie podrá responder.” El barón le dijo, “La visión ha sido solo para usted y la condesa, pues quería que ella también la viera. Si la señora D’Imbercourt habla sobre la hermosa dama del carruaje, nadie sabrá lo que quiere decir.” Guy dijo, “Y seguro que lo hará. Se dio perfecta cuenta que yo iba tras Espirita.” El barón preguntó extrañado, “¿Espirita?” Guy le dijo. “Así la he bautizado. Es un espíritu pero su imagen es delicada y hermosa. Solo podría llamarla así: Espirita.” El barón le dijo, “Me temo que usted se ha enamorado de ella. Le advertí que era un peligro, pues su alma se ha encadenado.” Guy dijo, “Si, la amo desde que la vi anoche en el espejo. Las demás mujeres ya no existen para mí. Estoy ansioso porque regrese, ¿Cuándo será?” El barón le dijo, “Muy pronto. Mis correspondencias de ultratumba me advierten que se ocupan mucho de usted.” Guy preguntó, “¿Será en esta noche o mañana?¿En mi casa o en un sitio imprevisto como ha ocurrido hoy?” El barón respondió, “No puedo decirlo. Los espíritus para quienes no cuenta el tiempo, no tienen hora, puesto que flotan en la eternidad.”
     Esa noche en su casa, Guy observó a una mujer escribiendo en su escritorio.  Guy dijo, “Es su brazo. Por lo delicado solo puede ser de ella. Es una señal. Yo soy el que debe escribir.” Tomó la pluma y con el corazón palpitante por una temerosa esperanza, aguardó, pensando, “¿Qué mensaje me enviará?” Al cabo de unos segundos le pareció que otros pensamientos reemplazaban los suyos y empezó a escribir como impulsado por una fuerza extraña. No supo cuanto tiempo la pluma estuvo corriendo sobre el papel. De pronto se detuvo. Tomó lo que había escrito y se puso a leerlo en su pensamiento, “Se que no necesito tranquilízate, pues tu intrépido corazón no ha vacilado a mi llamada hacia lo desconocido. Cuando el barón De Feroe te ha preguntado si una mujer había muerto de amor por ti, estaba más cerca de la verdad de lo que él creía. Sin que te hayas dado cuenta, mi existencia ha pasado cerca de la tuya. La primera vez que te vi fue en el convento de los pájaros. Ibas a visitar a tu hermana que estaba allí como yo, de pupila, pero en una clase más adelantada. Yo pensaba al verte, ‘Que amable es el hermano de Sofía con ella. Y tan buen mozo, ¿Cómo me gustaría conocerlo. He escuchado que es un gran escritor. Quizá algún día tenga la oportunidad de hablar con él.’ Yo te admiraba desde lejos y fui enamorándome de ti. Al recordarte yo pensaba, ‘¡Qué bien se veía hoy con ese traje gris! Me habría gustado tanto que se fijara en mí. Pero soy solo una niña. Tantas mujeres hermosas que conocerá. Si solo se imaginára cuánto lo ámo.’ 
     Los estudios de Sofía terminaron y se retiró del convento. Ya no te volví a ver. Yo solía dibujar tu rostro, y cuando lo hacía, pensaba, ‘Nunca me miró. No se dio cuenta de mi existencia. Si supiera lo que significa para mí.’ Tu imagen no se borraba de mi mente. Sin sospecharlo, te habías adueñado de mi corazón. Cuando gané un premio de literatura, pensé que te pondrías contento si lo supieras. Llenabas todos mis sueños e ilusiones. Yo pensaba, ‘Cuando salga de aquí y asista a bailes, podré encontrarlo. Entonces se acercará a mí y será como tantas veces he imaginado.’ Así pasaron dos años y llegó el momento en que yo también abandoné el colegio, pensando, ‘Ahora está más cercano el momento de volver a verlo. ¿Me encontrará bonita? ¿Le agradaré? ¿Y si no se da cuenta de mi presencia?...no. Sé que cuando me vea sabrá que somos el uno para el otro.’ Cuando mis padres llegaron por mí al convento, mi madre me dijo, ‘Hija, ¿Ya te despediste de todas tus compañeras y maestras?’ Yo le dije, ‘Si madre. Podemos irnos.’
     Mientras partíamos yo pensaba, ‘Si supieran cuanto he esperado este momento, que no he dejado ni amistades ni recuerdos. Todos mis pensamientos han sido para él.’ Mis padres frecuentaban la gran sociedad y yo me vi de inmediato inmersa en ese círculo. Al llegar una carta mi madre decía, ‘Otra invitación para un baile. Creo que esta temporada será muy llena de compromisos. Ya ésta es la cuarta que llega.’ Yo le decía, ‘Me siento un poco aturdida después de la tranquilidad del convento, es como entrar a un torbellino.’ Mi madre decía, ‘Ya te acostumbrarás. Mañana por la noche iremos al teatro. Se inicia la temporada y todo París estará allí.’ Yo le decía, ‘Entonces seguro que él no faltará. Cómo late mi corazón de solo pensar que lo veré.’ 
     Esa noche me arreglé con todo el esmero que permiten las grandes ilusiones. Mi ayudante me decía, ‘Señorita, qué hermosa se ve.’ Yo pensaba, ‘¿Le agradará el azul? Ojalá sea su color favorito.’ Al entrar al teatro, sentí que me ahogaba la emoción y mis ojos te buscaron ansiosos. Mi padre decía, ‘Nuestra hija está causando sensación. Todo mundo observa hacia nuestro palco.’ Yo pensaba, ‘No me importa la atención de la gente. Solo deseo que él note mi presencia. De repente yo lo miraba, y pensaba, ‘Allá está. ¡Oh, siento que me voy a desmayar de emoción! No ha cambiado, esta tal y como lo recuerdo.’ Estaba tan pendiente e ti que no supe lo que sucedía en el escenario, y cuando terminó el primer acto,…me di cuenta que dejó su lugar para ir a saludar a esa hermosa mujer, y pensé, “¿Estará enamorada de ella? No, su actitud es casi indiferente, pero ella demuestra que él le agrada. Mi padre decía, ‘Mira quien está en el palco de los Leroux, querida: Guy de Malivert. No sabía que ya había vuelto de España.’ Mi madre decía, ‘Hace unos días escuché que piensa presentar su nuevo libro. Seguramente será un éxito como los anteriores.’ Yo pensaba, ‘No es un desconocido para mis padres. Eso hace más fácil la aproximación. No debo estar triste si no me ve hoy.’ Esa noche soñé contigo y al despertar todavía sentía en mis labios el beso que te dí dormida.
     Algunas semanas después recibimos una invitación para un baile que ofrecía la duquesa Malrios. Mi madre dijo, ‘Es un gran honor ser invitados por la duquesa. A sus salones solo tiene acceso la crema y nata de la sociedad.’ Mi padre dijo, ‘Siempre se encuentran allí los personajes de moda. Es el sitio ideal para codearse con lo mejor de las artes y las letras.’ Mi madre decía, ‘Tendré que ocuparme especialmente de tu traje, hija. Deseo que te veas esplendorosa.’ Yo pensaba, ‘Seguramente Guy también irá. Esta vez sí que no dejará de fijarse en mí.’
     Cuando llegó la gran noche, yo estaba tan emocionada como nerviosa. Mi padre decía, ‘No creo exagerar al decir que serás las más hermosa hija.’ Mi mamá decía, ‘Tienes algo especial, como si una aureola de felicidad te rodeara.’ En la fiesta no me faltaron invitaciones para bailar, y mientras giraba al compás de la música, no cesaba de buscarte. Mientras platicaba con otro hombre, yo pensaba, ‘¿Y si no viene? Yo me arreglé solo para él.’ Al verlo pensé, ‘¡Oh, allá está! Ahora pasaremos juntos a él. Nuestros ojos se encontrarán y ya no podremos apartar la mirada…Ni siquiera se dio cuenta de mi presencia pero, por lo menos está aquí y aún el baile no termina.’ No te perdía de vista ni un instante. 
     De pronto, mi corazón pareció salir de mi pecho. Yo pensé, ‘Viene para acá. No podrá pasar sin verme. Pero enseguida llegó una pareja y le joven dijo a mi madre, ‘Estábamos admirando a si hija. No hay duda que es la joven solicitada de la noche.’ Yo pensé, ‘¿Porqué tenían que venir en este momento? El destino se empeña en poner una barrera entre él y yo.’ Te vi perderte y entre los invitados desapareció toda mi alegría y me sentí profundamente desalentada. Mi madre me dijo, ‘Hija has rechazado a todos los caballeros que solicitan bailar contigo.’ Recuerdo haberle dicho, ‘Me siento cansada madre.’ Por más que te busqué no te volví a ver. Seguramente te habías retirado temprano. Regresé a la casa con la muerte en el alma. Recostada en mi casa, llorando pensaba, ‘¿Porqué no me sacó a bailar? Todos me miraron, me lisonjearon, menos él. No podía haber mejor ocasión para conocernos, ¿Acaso estoy siendo castigada por amarlo tanto?’ Mi ánimo decayó y ya no quería salir. 
     Una enorme tristeza me embargaba. Mi madre me dijo al verme, ‘¿Qué tienes, hija? Te nóto melancólica, desanimada, ¿Acaso no estás contenta de haber regresado a casa?’ Le dije, ‘Si, madre, debo acostumbrarme al gran cambio de mi vida. En el colegio todo era tan tranquilo.’ Mi madre me decía, mientras me peinaba, ‘Últimamente no quieres ir a ninguna parte. Eso no está bien, hija. El sábado tenemos una cena y no puedes negarte. Es en casa de los señores Moureuse. Será una reunión íntima y agradable. Entre los invitados estarán dos escritores famosos. Uno de ellos es Guy de Maulivert. Te he visto leer sus libros y sé que te agradará conocerlo.’ Yo pensé, ‘¡Guy! Será imposible que no note mi presencia. Estaremos sentados en la misma mesa.’ Mi madre me dijo, ‘¿Qué dices? No me harás quedar mal negándote a ir, ¿verdad?’ Yo le dije, ‘¡Oh, no madre! Iré con mucho gusto.’
     Los días que me separaban del sábado me parecieron inmensamente largos. Yo pensaba, ‘¿Y si por casualidad lo sentaran junto a mi? Quizá lo ubiquen al frente, donde podremos mirarnos durante toda la cena. Luego cuando nos levantemos de la mesa, no se apartará de mi lado y platicaremos en un rincón.’ Llegué a la cena, llena de ilusiones. A cada instante mi ansiedad por verte era mayor. Sin embargo, llegado el día, ya dentro de la reunión, el anfitrión le decía a mi padre, ‘Es extraño que Guy aún n haya llegado. Él es muy puntual.’ Mi padre decía, ‘Me prometió asistir. Dijo que regresaría hoy en la mañana de Lyon y que a las nueve estaría aquí.’ En ese instante llegaba un mayordomo, diciendo, ‘Señor, acaban de traer este telegrama.’ El señor Moureuse dijo, ‘Gracias Luis.’ Revisó el telegrama y dijo, ‘Es de Guy. Dice que perdió el tren y le será imposible llegar.’ Al escuchar aquello yo pensé, ‘¡Oh, no! Otra vez el destino se empeña en impedir que me conozca.’ Mi decepción fue tan grande, que a pesar de mis esfuerzos no podía sobreponerme, pensando, ‘Qué ironía, el lugar reservado para él era a mi lado. Los invitados me hablaban y parecía que no los escuchaba.’
     Ya en mi casa, horas después recostada en mi cama, ya a solas me puse a reflexionar fríamente sobre mi situación, pensado, ‘¿Acaso la insistencia de las circunstancias en separarnos será un aviso del destino que debo obedecer? Quizá hago mal en obstinarme y atravesarme en su camino. ¿No estaré buscando mi desgracia insistiendo?’ Pero si así hablaba mi razón, mi corazón no estaba dispuesto a escucharlo. Yo pensaba, ‘Nada me importa, ¡Lo amo! No es un pecado querer y no creo merecer un castigo por ello.’
     Días después me enteré de su marcha y me pareció que París perdía todo su encanto. Mi madre me dijo, ‘Hijita, ¿Te sientes bien? Estas muy pálida e incluso creo que has adelgazado.’ Yo le dije, ‘No tengo nada, madre. Solo me encuentro un poco cansada.’ Mi madre me dijo, ‘Me tienes preocupada. Ayer en casa de la condesa de Belantour, solo bailaste dos veces. El resto del tiempo lo pasaste en un rincón.’ Yo le dije, ‘No tenia deseos de hablar. Siempre se dicen las mismas cosas.’ Mi madre me dijo, ‘No debes aislarte así. Hay jóvenes agradables y varios de ellos interesados en ti. Todos de excelentes familias.’ Yo le dije, ‘Pero yo no me siento atraída por ninguno.’ Mi madre me dijo, ‘Ya lo sé. Dos han pedido tu mano y a los dos has rechazado. Tu padre y yo no queremos presionarte. Eres muy joven y también nuestra única hija. No hay razón para precipitarse a un matrimonio que, por no ser de tu completo agrado puede terminar en una desgracia. Lo que me preocupa es tu falta de ánimo. Te nóto tan triste, como si tuvieras un gran pesar. Confía en mí. Si hay algo que te aflige, dímelo. Nadie te comprenderá mejor que yo.’ Yo le dije, ‘No te preocupes, mamá. No tengo nada. Hemos asistido a muchas fiestas y reuniones, y creo que eso me ha agotado.’ Quizá debí abrirle mi corazón a mi madre. Pero no me atreví. Y pensaba, ‘¿Cómo puedo decirle que amo a un hombre con el que nunca he hablado y al que solo he visto de lejos muy pocas veces?’
     Antes de que terminara el invierno, me enteré que habías regresado de Egipto. Entonces noté que dos damas charlaban, ‘Qué suerte tiene Elisa D’Imbercourt de ser la elegida de Guy de Malivert.’ La otra dama dijo, ‘Desde que regresó de París la visita a diario. Al parecer está muy enamorado. Van a todas partes juntos. Quizá tengamos boda muy pronto.’ Entonces yo pensé, ‘Si es verdad lo que dicen, todo está perdido para mí.’
     Quise conocer a mi rival y no tardé en lograrlo. Fue en el teatro. Escuché a una de las jóvenes decir, ‘Allá está Elisa D’Imbercourt, tan bella y elegante como siempre. Al verla, y pensé, ‘Sí. No se puede negar que es hermosa, pero fría como una estatua de hielo.’ Los rumores sobre su casamiento aumentaban y yo veía derrumbarse mis sueños, pesando, ‘¡Se casa!...no, no puedo creerlo. Solo son habladurías. Es una boda inventada por la sociedad. Ahora más que nunca debo buscar un encuentro. Cuando me conozca solo yo reinaré en su corazón.’ Yo me aferraba a esa esperanza hasta que una mañana, los vi bajando de un carruaje. Entonces pensé, ‘Dios mío. Tenía que verlos juntos para convencerme que todo está perdido para mí. Señor, ayúdame a soportar éste dolor, ¿Qué voy a hacer?¿Cómo podré vivir sabiendo que jamás tendré su amor? Nunca podría casarme con otro. Lo amo y lo amaré siempre, ¡Nadie podrá reemplazarlo en mi corazón!’
     Aunque trataba de no demostrar mi enorme sufrimiento, mis padres no pudieron dejar de notarlo. Mi padre dijo, ‘Hijita, estamos muy preocupados por ti. Desde hace algunos días apenas comes y has perdido el color de tus mejillas.’ Mi madre me dijo, ‘¿Acaso te sientes enferma? Si es así dínoslo. No nos tengas en esta angustia.’ Mi padre me dijo, ‘Quizá sería bueno un cambio de aires. He pensado que salgamos de viaje, ¿Te agradaría conocer Italia?’ Le dije, ‘No, padre yo…yo he decidido ser religiosa.’ Mi madre dijo, ‘¡Hija, no! No puedes renunciar al mundo querida. Eres nuestra única hija, nuestro mayor tesoro.’ Mi padre dijo, ‘Eres tan joven, tal hermosa. La vida en un convento es muy dura, y tu tan delicada.’ A pesar de las súplicas de mis padres, nada me hizo cambiar de decisión e ingresé al convento de las hermanas de la misericordia. Cuando vi cerrar la puerta del convento, pensé, ‘El mundo queda tras esas rejas, y Guy en él.’
     Mi vida transcurría entre la oración y el trabajo. Las novicias teníamos una hora de recreo diariamente. Yo pensaba, ‘Dentro de poco tiempo haré mis votos. ¡Me siento tan feliz! El resto de mi vida estará consagrada a Dios.’ Recuerdo que una compañera me dijo, ‘Cuando te impongan el hábito, pide una gracia al cielo. Se te concederá. No importa cuál sea.’                                           Yo le pregunté, ‘Quién te dijo eso?’ Ella me dijo, ‘Una de las religiosas del colegio donde me eduqué. Yo le rogaré a Dios que me conceda servirle con humildad.’ Otra religiosa dijo, ‘Yo le pediré que proteja a mi familia.’ Entonces yo pensé, ‘Una gracia, puedo pedir una gracia.’
     Trascurrieron los meses y llegó el día de mis votos. Por última vez vestí un traje mundano. Ante el altar pensé, ‘Señor, aquí estoy como tu sierva. No me abandones.’ Una monja me cortó mis cabellos. Ya despojada de toda vanidad, me puse el hábito de la orden. Me arrodillé pensando, ‘Dios mío. Permíteme que pueda revelar mi amor a Guy después de muerta.’
     Los días en el convento pasaban lentamente y yo languidecía entre aquellos fríos muros, sin poder olvidarte. Arrodillada oraba, ‘Señor, dame paz. Me siento culpable porque él está siempre en mis pensamientos. ¡No puedo arrancarlo de mi corazón!’ Seis meses después yo era una sombra de mi misma. Y esperaba con ansias la muerte, orando, ‘Sé que iré a un lugar donde estaré llena de paz y quizá Dios me permita cumplir mi deseo.’ Rodeada de las hermanas del convento, exhalé mi último suspiro. Escuché a una madre decir, ‘Debemos sentirnos contentas. Nuestra hermana ya está con el señor.’
     La palabra humana no puede expresar la sensación de un alma libre de su prisión corporal. Pero yo no olvidaba la tierra. Mi amor me seguía más allá de la tumba. Ahora yo podía leer en tu corazón. Mi deseo se cumplía. Yo pensaba, ‘Él no ama a nadie. Su alma está libre y puede ser mío eternamente.’ Fui testigo invisible de tu vida, y empecé a guiar tus ideas preparándote para mi aparición. Lo demás tú ya lo sabes, ¿Debo remontarme más allá o permanecer aquí abajo? ¿Será la sombra más dichosa que la mujer…?”
     Al terminar de leer la carta, Guy se preguntó a si mismo, “¿Cómo es posible que haya dejad escapar, aún sin darme cuenta, tanta felicidad? Necesito volver a verla, decirle que su amor y sufrimiento no han sido en vano. Que yo la amo. ¿Me oirá si le hablo?” Pero esa noche no obtuvo respuesta y al día siguiente, recibió la visita del barón. El barón entró a su escritorio, diciendo, “Buenos días. Me he tomado la libertad de entrar sin anunciarme. Vengo sin cumplidos a que me invite a desayunar.” Guy le dijo, “¡Por supuesto! Estaba pensando justamente en usted. Tengo cosas muy importantes que comunicarle.”
     Mientras desayunaba, Guy le relató lo que había sucedido la noche anterior. Guy dijo, “Me pregúnto si no seré presa de alguna alucinación.” El barón le dijo, “Deseche esa idea que hará huir al espíritu. La menor duda ocasionará una ruptura. Un fenómeno excepcionalmente concedido, reúne en el cielo almas que deberían haberse encontrado en la vida. No desaproveche su oportunidad.” Guy le dijo, “Hay algo que deseo saber. ¿Cómo se llamó Espirita en la tierra?” El barón le dijo, “Vaya al cementerio de Lachrise. Junto a la capilla verá una tumba de mármol blanco que tiene una cruz lisa. Sobre la tumba está esculpida una corona de rosas. Pero, ¿Qué importa ya el nombre terrestre cuando se trata de un amor eterno?” Guy le dijo, “De todos modos quiero saberlo. Pronunciaré su nombre y espero que ella me escuche.”
     Apenas el barón se marchó corrió a la florería y con un ramo de lilas blancas se dirigió al cementerio. Con lágrimas leyó el nombre de Espirita en la tumba: Lavinia D’Aufideni, diciendo, “Lavinia…Lavinia…” Pasaron dos días desde su visita al cementerio. Espirita se aparecía constantemente y él deseaba estar a su lado. Mientras escribía, pensaba, “Desde que ella me acompaña, mi inspiración es mayor. Nunca había escrito con la facilidad que lo hago ahora.” Eran ya tan familiares sus visitas que cuando Espirita aparecía, Guy decía, “Estabas aquí. ¿Por qué no me avisaste?” Espirita le dijo, “No quería interrumpirte. Es tan hermoso lo que escribes. Has trabajado mucho hoy.” Loco de amor, Guy se olvidaba que ella era solo un espíritu, diciendo, “¿Dónde estas? ¡No te vayas!” Espirita le decía, “Guy, mi amado. No sufras. No te atormentes.”
     Las ausencias de ella se le hacían cada vez más insoportables. Una noche tomó una decisión. Guy tomó una pistola  y pensó, “Puesto que ella no puede ser mortal, yo iré a su lado.” Cuando Guy colocó el cañón en si sien, Espirita apareció, diciendo, “¡Guy, no lo hagas! Tu muerte así nos separaría para siempre. Debes soportar la vida para que podamos amarnos en la eternidad.” Guy dijo, “Yo solo quiero ir a tu lado, fundir en una sola nuestras almas.” Espirita le dijo, “Así será, pero cuando llegue el momento. Ten paciencia amor mió.” Guy le dijo, “Está bien, amada mía. La tendré si tu estas a mi lado.” Espirita le dijo, “¡No te abandonaré! Donde quiera que vayas me tendrás junto a ti.” Guy dijo, “¡Grecia! Iremos a Grecia, como si fuera nuestro viaje de novios.”
     Días después, Guy se embarcaba en Marsella. Mientras el aire le pegaba en cubierta, Guy pensaba, “Ahora todo lo veo diferente. Me siento dichoso, libre. A ella debo este cambio. ¡Mi adorada Lavinia!” En los momentos menos sospechados, Espirita se reunía con él y sus almas platicaban durante horas. Junto a cubierta, a su lado Espirita le decía al ver una puesta de sol en el mar abierto, “¡Qué hermoso espectáculo! Cómo lo habría disfrutado cuando aún habitaba la tierra y me llamaba Lavinia.” Guy dijo, “Jamás una puesta de sol me había parecido más hermosa. Desde que tu estas conmigo todo tiene mayor significado. No sabes cuanta es mi impaciencia por la otra vida. ¿Cómo deseo estar en tu mundo tu recorreremos juntos sin que nada nos vuelva a separar!” Espirita le dijo, “Si me guardas fidelidad, si tu pensamiento no se inclina a nada inferior, estaremos unidos eternamente.”
     Llevaban dos semanas en Atenas cuando Guy le dijo a su mayordomo, “Jack, he decidido hacer una excursión por las montañas. Contrataré un guía y partiré ésta tarde.” Jack le dijo, “Señor, quizá no sea buena idea. No me gusta la gente de aquí. Usted es muy confiado.” Guy le dijo, “Sí, ya se que a ti solo te agrada estar en Francia, y estos viajes te ponen de mal humor y sospechas de todos. No te preocupes. Solo me ausentaré una semana. Quizá cuando vuelva, regresemos a París.” Jack le dijo, “Usted sabe que yo lo acompaño a donde vaya, pero no hay nada como Francia.”
     Horas después, Guy y el guía salían de Atenas. Cabalgaron hacia las montañas, y cuando caía la tarde, el guía le dijo, “Señor, a unos kilómetros de aquí hay un refugio. Allí podemos pasar la noche.” Guy le dijo, “Me parece bien. Mañana me gustaría llegar a la cima. Da la impresión que toca el cielo.” Minutos después Guy pensaba, “Siento una enorme paz. Espirita no ha aparecido pero es como si estuviera a mi lado.” De pronto tres bandoleros salieron de su escondite, y uno de ellos dijo, “¡Deténganse!” Lleno de temor, el guía dijo, “¡Son bandidos, señor!¡Dios nos ayude!” Pero Guy dijo, “Se las tendrán que ver conmigo.” Rápidamente Guy sacó su pistola. Una serie de disparos se escucharon. Guy cayó herido. Uno de los malhechores dijo, “¡Quitémosle todo!”  
    Cuando los malhechores se disponían a despojar a Guy, Espirita se manifestó, haciéndose visible a ellos, quienes asustados dijeron, “¡Oh, miren!¡Es una aparición!¡Huyamos!” El pobre guía perdió el conocimiento aterrado por la visión.” En ese mismo momento en París, el barón sentado en su sillón, sintió algo, y pensó, “Algo está sucediendo. Presiento una revelación.” En ese momento se desplegó una revelación, y el barón pudo ver el espíritu de Guy, entonces pensó, “¡Guy!¡Es él! Creo que llegó su hora.” Enseguida vio que Guy y Lavinia se reunían, y pensó, “Sí, son ellos. Guy y Lavinia.” Ambos fueron acercándose hasta fundirse como una perla única. El barón pensó, “Ya están felices para siempre. Sus almas reunidas forman un ángel de amor.”
Tomado de Novelas Inmortales, Año XXVIII. No. 614, Agosto 23 de 1989. Guion: Herwigd Comte. Adaptación: R. Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar.