miércoles, 23 de diciembre de 2020

El Conde de Artoff, de Pouson Du Terrail


     Pierre Allexi Joseph, Ferdinand de Ponson du Terrail, conocido con el título de, vizconde de Ponson du Terrail, nacido el 8 de julio de 1829 en Montmaur, y fallecido el 20 de enero de 18712 en Burdeos, fue un escritor francés.

     Escritor popular, escribió 200 novelas y series en veinte años. Considerado una figura clave de la novela popular, es uno de los maestros de la telenovela, notablemente famoso por su personaje Rocambole, cuyo nombre ha pasado a la lengua francesa con el adjetivo de, "increíble."  Su prematura muerte se debió en parte al sufrimiento y la fatiga que soportó durante su participación en la guerra de 1870.

Biografia

     Terrail, nació de, el noble, Ferdinand Marie de Ponson y Marie Suzanne Bénédicte Toscan du Terrail, sus padres vivían entonces en Simiane-la-Rotonde, cuna de la familia Simiane. De una antigua familia de militares, que decía ser descendiente de Bayard, Sieur du Terrail, era sobrino del general Toscan de Terrail.

     De 1838 a 1844, Terrail fue estudiante en la universidad de Apt (Vaucluse). En 1845, con unos dieciséis años, estudia en el Lycée de Marseille, ahora Lycée Thiers, para ingresar en la Escuela Naval. Había en este instituto una maestra de estudios, llamada Suzini, que había vivido en París, adonde ella había ido, como tantos jóvenes, con la esperanza de adquirir gloria y fortuna en la literatura, antes de regresar, y enseñar en Provenza.
     Sin embargo, conocía perfectamente a todos los escritores famosos y, como había entablado amistad con el joven Ponson du Terrail, le hablaba a menudo de estos escritores, y le introducía en las costumbres de la literatura contemporánea. Du Terrail, el guardiamarino de la escuela naval, también soñaba con la gloria literaria y, en lugar de estudiar, se dedicaba a leer, e incluso a intentar escribir novelas. Como resultado, reprobó el examen. Apenas recuperado de este fracaso, du Terrail llamó, con un manuscrito bajo el brazo, a la puerta del director del Courrier de Marseille y, ocho días después, su texto apareció en forma seriada en el Courier, bajo el seudónimo de “Georges Bruck”. Era la historia de un primer amor, que difícilmente insinuaba el tipo que el ex alumno del instituto de Marsella, se permitiría ser más tarde.

     Llegado a París a fines de 1847, du Terrail ingresó, durante la Revolución de 1848, en la guardia móvil, donde rápidamente fue elegido oficial, habiendo abandonado la carrera naval por su falta de aptitud para las matemáticas. La lectura de Jérôme Paturot decidió su vocación de novelista. Sus comienzos fueron dolorosos, se puso a trabajar a las cinco de la mañana para descansar cuando terminaba su labor diaria, una labor prodigiosa que duró veinte años. A partir de 1850, suministró a varios periódicos una gran cantidad de novelas seriadas, lo que le otorgó uno de los primeros puestos en esta especialidad.
     Sus primeros ensayos literarios, que aparecieron en, La Mode et l'Opinion Publique, siguen la tradición de la novela gótica. Por ejemplo, su novela, La Baronne Trépassée (1852) es una historia de venganza ambientada alrededor de 1723 en la Selva Negra. En la misma línea que, La Ciudad de los Vampiros, de Paul Féval, es una parodia de las historias de vampiros.

     En 1857, comenzó a escribir la primera novela del ciclo, Rocambole (a veces también llamada Les Drames de Paris): L'Héritage Mystérieux, que apareció en el periódico, La Patrie. Su objetivo principal es aprovechar el éxito de, Los Misterios de París de Eugène Sue. Rocambole se convierte en un gran éxito popular, proporcionando a Ponson du Terrail, una fuente de ingresos importante y duradera.
     En total, escribió nueve novelas protagonizadas por Rocambole que, no contentas con pasar a la lengua francesa, también dieron lugar al adjetivo "rocambolesque."  La última novela de Rocambole le valió a, La Petite Presse, en agosto de 1866, una tirada de más de 100.000 ejemplares. Rocambole se convierte en un verdadero fenómeno social, la palabra "rocambolesque" hace su aparición en el vocabulario, para designar una historia complicada e improbable.
     El éxito de Ponson du Terrail, que escribe muy rápido y sin releerse a sí mismo, despierta celos: las malas lenguas lo apodan “Fragmento de Portal” o “Ponton du Sérail” y se divierten parodiando su generoso estilo con pastiches, tales como, "Con una mano levantó su daga, y con la otra le dijo ...", "Cuando se levantó estaba muerto" o "Sus manos estaban tan frías como las de una serpiente", que algunos acabarán creyendo que tales frases, emanaban realmente de su pluma. Esto sucedió, incluso a pesar de que años antes de su muerte, investigadores y curiosos, de, L'Intermediaire, hubieran señalado el origen de esta última broma, debida a un periodista de, Le Figaro. Sin embargo, esto no impidió que la misma revista atribuyera, varios años después, otras pifias legendarias al mismo autor.

     Su intensa producción literaria le permite, en todo caso, conducir un gran tren, como conducir su carruaje por el bosque y hacer cabriolas con su caballo, lujo insólito del que no se le perdonó, y del que se vengó con ataques que resultaron en provecho del que era su objeto. Como apreciaba lo que ganaba, solo para compartirlo con sus amigos, su casa en Auteuil estaba abierta a sus amigos. En otra ocasión, en una fiesta, había jugado apostando mucho dinero, y se encontró perdido, Charles Schiller de, La Patria, le había sugerido: "Haz una copia, copiar es dinero.” Los invitados se marcharon, Ponson volvió a encender las velas, se sentó a su mesa y esa noche escribió, The Marquise's Oranges, una novela que, al día siguiente, proporcionó dinero a su autor.

     El 14 de junio de 1860, en Orleans, du Terrail se casó con Louise Lucile Jarry, hija de Alexandre Isidore, alcalde de Donnery, y Geneviève Lucile Morand. En su boda están presentes el arquitecto Victor Charles de Montullé, el abogado y escritor, Frédéric Thomas, el artista de telenovelas, Étienne Joseph Enault, y el abogado y periodista, Emmanuel Gonzales. Con motivo de su matrimonio, descubre los múltiples errores en el registro de su estado civil. En Montmaur, su nombre es, “Deponson” en lugar de “de Ponson.” En Orleans, se llama "Duponson". En consecuencia, debe corregir su estado civil y firmar su certificado de matrimonio civil, "P. A. de Ponson," y el acto religioso, "A. de Ponson du Terrail".

     Ponson du Terrail vivía en dos propiedades en Orléanais: Les Charmettes en Donnery, y La Reinerie en Fay-aux-Loges. El 19 de febrero de 1861, adquirió la propiedad de Charmettes en Donnery, que toma su nombre de los antiguos propietarios de Charmet, comerciantes de vino parisinos. Esta gran casa bordea el Canal de Orleans. Hizo construir allí un chalet, que le permitía guardar sus coches en la planta baja, y que le servía de estudio arriba. Tuvo algunos problemas con la administración del canal, lo que le llevó a demoler un balcón que había agregado sin autorización, y que daba al camino de sirga. Cada año, desde finales de verano hasta principios de invierno, viene regularmente desde París para vivir en ésta casa, porque es temporada de caza. También vivía en la Reinerie, propiedad de su suegra. Pero el inventario elaborado después de su muerte, muestra que no tenía nada allí. Todos sus efectos y muebles estaban en Charmettes.

     A finales de 1865, dirigió cinco diarios, grandes y pequeños, cinco novelas serializadas a la vez y, durante más de veinte años, suministrando a toda la prensa parisina (L'Opinion Nationale, La Patrie, Le Petit Journal, etc.) en forma serializada. Entre el número estaba el periódico, Le Moniteur Universel, luego el diario oficial. Haciéndose muy popular, por esta colaboración, fue condecorado con la Legión de Honor en 1866.

     Entre 1865 y 1871, escribió varias novelas ambientadas en la región de Orleans: Le Chambrion (1865);
     Le Nouveau Maître d´Ecole (1865), en el que contó mucho para la Legión de Honor, que obtendría en 1866;
La Viuda de Sologne (1866);
Las Memorias de un Gendarme (1867); 
Mi Pueblo (1867-1868);
Le Grillon du Moulin (1868);

Maître Rossignol, le Libre Penseur (1869);

El Herrero del Cour-Dieu (1869-1870);
Los Misterios del Bosque (1871).

Saint-Donat es el nombre que Ponson du Terrail da a Donnery, su pueblo adoptivo, en varias novelas: El Nuevo Maestro de Escuela y dos de las novelas que componen, Mon Village: La Mère Miracle, y Brigadier La Jeunesse.

Si bien la acción es puramente ficticia, varios personajes realmente existieron, y sus nombres se cambiaron ligeramente.
     En la novela, El Nuevo Maestro de Escuela, pinta un sabroso retrato del alcalde de Saint-Donat y su esposa (sus suegros). El de la mujer es particularmente picante, aunque se ha suavizado desde que apareció la primera prueba de la novela en su archivo de Legion de Honor.

     En agosto de 1870, al inicio de la guerra franco-alemana de 1870, comenzó a escribir un nuevo episodio de la saga Rocambole. Tras la rendición de Napoleón III a los alemanes, tomó parte activa en la defensa del país, al tomar las armas. Habiendo abandonado la capital sitiada para llegar a su casa en Orleans, luchó por montar un cuerpo de francotiradores compuesto por campesinos y cazadores, y que operaran en el bosque de Marchenoir. Los periódicos parisinos y locales hablaron extensamente de ello, pero se duda de la eficacia de este cuerpo libre, que se integró así rápidamente en el ejército regular.
     Después de que los alemanes prendieran fuego a su castillo, se vio obligado a abandonar la región, a finales de noviembre de 1870, para seguir al gobierno provisional hasta Tours, y luego a Burdeos. Allí sucumbió a la epidemia de viruela a las cinco de la tarde, en el 94 de la rue de Pessac cerca de la Place Amédée-Larrieu. En su última morada, estuvieron, junto a su cama, el sacerdote que le había administrado los últimos ritos, su anciana madre, y su joven esposa. Dejó inconclusa la saga de Rocambole. Su último serial, publicado seis meses antes de su muerte, en el Petit Moniteur, cuando estalló la guerra, se tituló, Los Franceses en Berlín.

     Una gran multitud asistió a su funeral, el 1 de febrero en la iglesia de Sainte-Eulalie en Burdeos, a pesar de las preocupaciones sobre la guerra. Estuvieron Dalloz, Joubert, Claudin, Debans, du Moniteur, Gibiat y Léon Dupont, du Constitutionnel, Ganesco, de la Liberté, Jenty y Garcin, de Francia; la prensa de Burdeos estuvo representada por Doinet, del Journal de Bordeaux, y Ribadieu, de La Guienne; también acudieron Alphonse Royer, ex director de la Ópera, y varios artistas de los teatros de París; André de Bellecombe, de la Société des gens de lettres, Filippi, del Ministerio del Interior, etc.
     Primero fue enterrado en el cementerio de Chartreuse, donde Dalloz pronunció un discurso, y donde un destacamento de la quinta línea le rindió los honores militares adscritos al grado de caballero de la Legión de Honor. Luego su cuerpo fue devuelto a París en 1878, donde fue enterrado, el 9 de marzo, en presencia de Alexandre Dumas, Emmanuel Gonzalès, Baron Taylor, Édouard Dentu, Pierre Zaccone, Élie Berthet, Jules Noriac, Félix Duquesnel, Boisgobey, Gustave Aimard, Camille Debans, Charles Chincholle, Pierre Véron, Champion, Léonce Peragallo, Jules Moret, Eugène Ritt, en el cementerio de Montmartre, donde ninguna inscripción, ni siquiera su nombre, indica su entierro a la atención del visitante.

     Su posteridad literaria es tal que continúa publicando incluso después de su muerte. Al menos, así es la publicación, bajo su nombre, de La Juive du Château-Trompette en feuilleton en el Petit Bordelais, en 1871, probablemente debido a Charles Chincholle. (Wikipedia en Frances)

El Conde de  Artoff

de Pouson Du Terrail

     Una noche de verano de fines del siglo XIX, en el viejo París, una esbelta silueta con Frac y galera se deslizaba brincando por los tejados. Era Rocambole, legendaria figura de origen dudoso, entre aristócrata y procedente de los bajos fondos. Frecuentador de techos, recorría con curiosidad lugares controlados por el hampa, cuando observó algo y pensó, “¡Rayos, ésta dama se expone demasiado!” De pronto, un hombre golpeó al cochero, diciendo, “De prisa Luc, yo me encargo de éste tipo!” Mientras tanto, Luc, tomaba a la fuera a la dama, quien gritaba, “¡Maldito, suélteme, suélteme!” El otro hombre dijo, “¡Luc, te digo que te apures!” Luc dijo, “¡Ya voy, es que ésta gatita tiene uñas largas!” En ese momento, con un salto de tigre desde arriba, Rocambole hizo su aparición, abalanzándose contra los delincuentes y diciendo, “¡Basta ratas de albañal, la función ha terminado!”

     Uno de los delincuentes dijo, “¡Un entrometido, qué mala suerte!” Rocambole tiró un fuerte puñetazo, diciendo, “¡Tóma desgraciado!” Enseguida dio un veloz giro, tiró un puntapié feroz, y nockeó al segundo. Inmediatamente Rocambole se dirigió a la dama y dijo, “Madame tuvo usted suerte…¡Por Dios eres tú Bacará!” Bacará, la mujer dijo, “Sí, buen amigo. Hemos hecho muchas cosas a dúo. ¡Ahora me preocupa el cochero!” Rocambole se arrodilló para revisar al cochero quien yacía en el suelo, y dijo, “Fue solo un golpe de cachiporra, ya se despierta.” Bacará dijo, “Eso me alegra. ¡Cuidado!” El aviso llegó un poco tarde y un hombre, se abalanzó con una navaja sobre Rocambole, diciendo, “¡Prueba mi filo, intruso!” Rocambole se volteó, y exclamó, “¡Maldito!¡Ohh!” El agresor huyó junto a otro hombre, quien no era otro qu3e Luc, y le dijo, “¡Piojo, fuiste imprudente, heriste a Rocambole!” Piojo el agresor dijo, “¿Rocambole?¡Diablos, no sabía, qué horror!” En plena fuga el miedo ganó a aquellos maleantes. Piojo continuó, “¡El hampa lo respeta, nuestro propio ambiente se nos echará encima! ¡Debemos cambiar de aires, Luc!”

     Mientras tanto Bacará y el cochero cargaban a Rocambole. Bacará dijo, “¡Rápido, Phillipe, ayúdame a subirlo, sé quién lo cuidará mientras sana su herida!” El cochero azotó los caballos y el vehículo corrió por laberínticas callejas, mientras nuestro héroe perdía sangre, desmayado. Horas después, Rocambole recobró trabajosamente el sentido, y dijo, “¿Dó-Dónde estoy? ¡Luces…y un colchón blando! ¡Demonios, me siento muy mal!” Una ancana se acercó con una toalla mojada en sus mano la cual puso en la fiebre de Rocambole, diciendo, “Reposa, muchacho, la tía Fipart vuelve a ocuparse de ti, como cuando eras un cachorrito.” Rocambole dijo, “¡Vieja, me recogiste de un basurero hace veinticinco años! ¿Cómo diste ahora conmigo?” La anciana dijo, “Bacará te trajo y volvió a irse.” La anciana agregó, “Tú la salvaste a ella. Ella te salvó a ti. ¿Cuántas veces ha ocurrido? ¡Bah, eso no importa, reposa!” En ese momento un joven llegaba a la pobre habitación. Rocambole dijo, “¡Ne-Necesito convalecer! ¿Quién esa niña?” La anciana dijo, “¿Sara la judía? ¡Es una personita muy rara. Jajaja!” Rocambole dijo, “¿Sara la judía? ¡Na-Nada sé de ella!” La anciana le dijo, “También la recogí, como a ti. ¡Duerme, lo necesitas!”

     Días y noches transcurrieron, mientras la vida de la vieja bruja seguía su rutina, entre negocios turbios y deshechos vendibles recogidos al azar. Por su parte, Rocambole conocía a esa niña, y aún postrado en su cama, le decía, “¡ya me siento más fuerte! Sara, me simpatizas, háblame de ti.” Sara le dijo, “¡Oh, soy simple y débil! Procuro ayudar a tía Fipart, aunque sea con mi extraño don…” En ese momento Sara descubrió una bola de cristal, y dijo, “Tía quiere que lo mantenga en secreto, pero me dijo que tú eras de confiar. ¡Te mostraré!” Rocambole pensó, “¡Una bola de cristal! ¿Es una gitanilla?” Sara, sentada en una mesa, comenzó a mover sus manos sobre la bola, y dijo, “Mmm…bolita mía. ¿Qué tienes para mí? ¡Oh, Alitas de paraguas sufre un leve accidente!” Rocambole pensó, “¿Alitas de paraguas? ¡Por Dios¡”

     Enseguida Sara dijo, “Es todo. Debo ser rápida…mi mente se cansa mucho.” Rocambole dijo, “Cálmate Sara.” Justo entonces se escuchó un chillido. ¡CHIIIIRRS! Rocambole se incorporó y dijo, “¡Truenos¡¿Qué es ese silbido?” Entonces observó algo volar y dijo, “¡Un murciélago…’Alitas de Paraguas’ ya veo!” Sara dijo, “No lo pierdas de vista.” Despierto por un rayo solar, el animal huyó y al cruzar y al cruzar la ventana, tuvo un leve accidente. Rocambole dijo, “Si alguien se entera de tu habilidad, podría tratar de aprovecharla para hacer daño.” Sara dijo, mientras encubría la bola de cristal, “¡Tía Fipart lo sabe! De ahí que guardemos el secreto.” Sara agregó, “¡También me pidió que te entretuviera! ¿Jugamos ajedrez?” Rocambole dijo, “¡De acuerdo! Pero no uses tu bola o perderé siempre.” Desde entonces compartieron momentos gratos, y acabaron por hacerse grandes amigos.”

     Una semana después, cuando él pudo levantarse, Rocambole se asomó por la ventana de la habitación y pensó, “¡Oh, lo que veo es muy interesante!” Rocambole siguió observando y pensó, “¡Bacará y un caballero desconocido hablan con tía Fipart! ¿Qué se traen entre manos?” Después que los visitante se marcharon tía Fipart entro a la vivienda, y Rocambole dijo, “¡Vieja, vi a esos dos! ¿Qué significa su presencia aquí?” La anciana dijo, “Bacará y un tal Conde Artoff…¡Han venido muchas veces a preguntar cómo va tu convalecencia!” Rocambole le dijo, “¡Vaya, al menos pudiste hacerlos pasar!” La anciana dijo, “¡La invité y no quiso, ahora lo sabes porque acabas de verla, sino me callaría! Hijo, estas débil. Cocinaré para que el alimento vuelva a darte fuerzas.” Rocambole dijo, “Está bien.” Más tarde, los tres comían sumidos en un hondo silencio. Rocambole pensaba, “¡Nada más me dirá la vieja zorra, por mucho que la trabaje! Me gustaría saber que le dijeron…”

     Pasaron más días y una mañana, Rocambole completamente restablecido dejó la casucha. Huyendo con su capa y sombreo de copa, Rocambole salió por una ventana superior y caminando por los tejados pensó, “Saldré por aquí. Mi atuendo no se presta a estas viejas calles menesterosas.” Sara la judía, lo despidió sin que él la viera, y viéndolo desde su ventana, pensó, “¡Adiós Rocambole, somos como hermanos, te amo!” Más tarde, Bacará y su extraño acompañante, salían de la fastuosa mansión que ella habitaba, como viuda de una de los nobles más ricos de Francia. Mientras ambos se iban en un carruaje, alguien los espiaba. Era Rocambole y pensó, “¡Llegue tarde a hablar con ella! Pero algo me dice que conviene no perderla de vista…”
    En ese momento pasaba otro carruaje y Rocambole lo abordó, diciendo al cochero, “¡Cochero, siga a la otra Berlina, le pagaré bien!” El cochero dijo, “De acuerdo caballero, suba.” Ya dentro del coche, Rocambole pensó, “¿En qué andará ella con ese Artoff? ¡Fue raro verla aquella noche en casa de la tía, y tal preocupación por mi salud me intriga!” Pocos minutos después, el cochero dijo, “Caballero, ahí bajan. Se acabó la persecución.” Rocambole descendió y dijo, “¡Perfecto, tome y guárdese el vuelto!” Enseguida, mientras Bacará y el hombre caminaban, Rocambole se escondió detrás de un árbol, pensando, “¡Por ahora no me dejaré ver! Pero conozco este lugar. Sé por fui a donde van…¡Y me les adelantaré!” Seguro de sus pasos, Rocambole se metió por una complicada red de pasajes que muy pocos sabían recorrer.

     Al mismo tiempo, mientras caminaban, Bacará dijo, “Artoff, ten cuidado, cruzaremos una serie de trampas.” Al entra a una habitación obscura, un ladrillo flojo accionó la entrada a un ducto oscuro y húmedo, en el cual se metieron sin titubear. Bacará tomó una vela encendida y dijo, “Acá hay velas. ¡Qué mal sitio! ¿Verdad? La poca oxigenación hace que sea difícil mantener esta llamita…” Poco a poco se internaron por una ruta muy escogida del complicado sistema de galerías subterráneas. Ambos iluminaban su camino con la ayuda de una vela encendida. Entonces Bacará dijo, “¡Detente! Antes de pisar ese escalón, mira qué hago.” Bacará se inclinó y tras recoger una piedra, la lanzó hacia enfrente. Artoff dijo, “Parece un desnivel inofensivo.” Al ser tocado por la piedra el escalón activó un mecanismo mortífero. ¡ZACCC! Una lanza cayó del techo. Artoff dijo, “¡Truenos, esto acabaría con cualquiera!” Bacará dijo, “Ya acabó con cientos, Artoff. ¡Vamos, pasemos por encima sin pisarlo!” Tras muchos ascensos y descensos, recodos, túneles abiertos, y cerrados, alcanzaron una inmensa bóveda, una laguna negra solo atravesable por un puentecillo movedizo. Enseguida, Bacará alumbró un tramo negro del barandal del puente, y dijo, “¡No toques ese pequeño tramo negro! De hacerlo, el puentecillo se abriría en dos, y caeríamos en una muerte segura.” Bacará agregó, “Son aguas aceitosas que no dejan flotar, y el pozo es profundo. ¡En su fondo se pudren muchos cadáveres!” Artoff dijo, “¡Un lugar digno de todo el mal que esconde!” Bacará dijo, “¡Sí, digno del ‘Club de los Explotadores’! Ahora calla. Usaré el llamado cifrado.” Bacará tocó en una puerta. ¡TOC TOC TOC TOC! Dos hombres aparecieron con pistolas en mano. Uno de ellos dijo, “¡Y bien, usaron la contraseña! ¿Son socios nuevos?” Bacará dijo, “¡Solo mi amigo, yo soy miembro fundador, y el gran líder me conoce!” El hombre dijo, “Pasen, los anunciaré al gran líder. ¿Sus nombres?” Bacará dijo, “Solo dígale, la dama #2-X. Él entenderá!”
     Fueron recibidos enseguida. Un caballero  con un lente en un ojo. Monsieur Guillermo, dijo, “¡Bacará, mi querida y bella amiga, qué placer volver a verte! Pierre déjanos solos.” Pierre dijo, “A la orden.” Monsieur Guillermo dijo, “Pasen a mi humilde morada. ¿Quién es este caballero que te acompaña querida?” Bacará dijo, “El conde Artoff, ex˗miembro de la Sureté.” El hombre dijo, “¿De la sureté, de la policía francesa? ¡Por Dios!” Bacará dijo, “Dije ex˗miembro, Monsieur Guillermo. Está ansioso de demostrar que merece ser socio honorario del club.” Monsieur Guillermo, extendió su mano, y dijo, “¡Hum, tóme un puro! ¿Cómo lo piensa demostrar?” Bacará dijo, “A eso voy Monsieur. ¡Escúcheme a mí. Soy miembro fundador. Tengo der3echo a recomendar a un nuevo socio.” Ninguno de los tres imaginó que alguien los espiaba. Bacará continuó, “Ya le expliqué a mi amigo que el ingreso es difícil, y consta de una serie de pruebas…¡En fin, vamos al grano!” Detrás de un cuadro de una pared de la habitación, había un orificio por medio del cual, Rocambole veía y escuchaba todo. Rocambole pensó, “¡Esto se pone interesante!” Rocambole continuó, “¡Hace años, simulé formar parte de esta organización de criminales! Para entrar al club hay un complicado camino del cual generalmente no se sale vivo. Pero hay otra entrada solo usada por Guillermo de Kergaz, el gran líder, maestro del mal. ¡Años atrás me consideró su hijo adoptivo, y me la mostró! Ahora la utilicé sin que nadie me viera. ¡Pero oigamos!” Minutos más tarde, Rocambole pensó, “¡Ya oí todo lo que me hace falta! ¿Qué tramará Bacará, con lo que le dijo a Guillermo? Por lo pronto, debo saber qué pasa conmigo. ¡Solo ella me lo dirá!”

    Después de que Rocambole salió del laberinto, Luego salió la pareja, y los recogió aquel coche. Bacará dijo, “¡A casa, Phillipe!” Con asombrosa agilidad, Rocambole se trepó, y ocupó otro lugar del carricoche, en la parte de atrás, sin ser visto por sus ocupantes. Tras unos minutos, Bacará descendió del carruaje y dijo a Artoff, quien continuó su viaje, “¡Ya llegamos Artoff! Todo va viento en popa, ¿Eh?” Artoff dijo, “Sí, pero es peligroso. ¡Iré a ultimar detalles!” Bacará dijo, “Buena suerte Artoff.” Enseguida volteó y dijo, “¿Y tú? ¿Qué haces ahí?” Rocambole le dijo, “Preveo un festín, querida. ¿No piensas invitarme?” Ante la sorpresa, Bacará dijo, “¡Oh, nunca sé qué hacer contigo, me asombras!” Rocambole le dijo, “No hagas nada. Deja que sea yo quien decida.” Rocambole tenía puesto su antifaz, y se acercó, y besó largamente aquella boca ansiosa, una vez más, como ocurría a cada momento.
    Enseguida Rocambole le dijo, “Ahora deberás decirme qué hacías aquella noche cuando te asaltaron.” Bacará dijo, “Debía reunirme a escondidas con el conde Artoff.” Rocambole dijo, “¡Hum!¿Un ex˗miembro de la Surete?” Bacará dijo, “¡Por Dios!¿Cómo sabes?¿Guillermo de Kergaz acaba de decírtelo, o estabas allí cecas?” Rocambole le dijo, “Fue lo segundo, amiga mía. ¿Puedo saber qué planean tú y Artoff, y qué puedo hacer por ustedes?” Bacará le dijo, “¡No es cosa tuya! Me libraste de dos rufianes. Respondí ayudándote cuando sangrabas. Te pediré algo…” Rocambole dijo, “Soy todo oídos.” Bacará la dijo, dándole la espalda, “¡Si estás conmigo, no intervengas! Adiós.” Rocambole dijo, mientras Bacará se alejaba, “¡Espera, eso no significa nada!” Bacará entró a su casa y cerró la puerta. Rocambole pensó, “¡Bueno, me cerró la puerta en las narices! Pero su beso decía otras cosas. Deberé seguir actuando solo, pues.”

     Displicente, Rocambole caminó por las calles, y nadie supo que en aquel elegante caballero, se ocultaba la persona del gran Rocambole, azote de delincuentes. Poco después, con las primeras sombras de la noche, Rocambole regreso para ver y ser testigo de otra salida furtiva de la dama, en un carruaje. Una vez más, Rocambole hizo una persecución discreta y a la distancia, en otro carruaje. Luego de una sinuosa travesía, alguien bajó del vehículo. Bacará bajó del carruaje y dijo, “¡Phillipe, mantente cerca, oculto pero a mano.” Rocambole no perdió el detalle y tras observar, pensó, “¡Ella en ropajes de guerra! Me recuerda aventuras que compartimos. ¡Ah, pero se reúne con alguien!” Rocambole pudo identificar al personaje y pensó, “¡Es Artoff! Todo estaba planeado. Lo oí en el club cuando se lo plantearon a Guillermo…” Enseguida,
     Rocambole escalo una pared, en la penumbra, y pensó, “Buscaré un lugar seguro. ¡El gran líder no es tonto, también vendrá. ¡Y no quiero que me sorprenda!” ya en el techo de un edificio, caminando sobre el tejado de una cumbrera, viendo en las alturas hacia las calles, Rocambole pensó, “¡Aquí estoy bien! Esto está muy escarpado, y alguien con menos agilidad que yo, se despeñaría en el acto.” Sin que Bacará y Artoff supieran, tres espectadores más forzaron la puerta de aquel molino. Uno de ellos dijo, “No hagan ruido. Quiero que esos dos no me sientan.” Ya dentro, antes de subir las escaleras, el hombre dijo, “Quédense abajo con las armas listas, por cualquier imprevisto. Yo miraré todo desde arriba.” Uno de los hombres dijo, “Así lo haremos, gran líder.” Rocambole, supo de el al instante, pues mientras el hombre sacaba la cabeza de la ventana, Rocambole lo veía desde lo alto del tejado, pensó, “¡Salud Kergaz, director corrupto y asesino! ¡Ya sabía que no estabas ausente!”

     Justo a media noche, apareció un ruidoso carruaje muy custodiado. De repente encontraron un cuerpo tirado en medio del camino. El copiloto del carruaje dijo al chofer, “¡Espera, ahí hay alguien tirad o muerto!” El chofer hizo la maniobra y dijo, “¡Tienes Razón!¡So, so, sooo!” La escolta se adelantó para revisar al cuerpo, mientras el copiloto dijo, “¡Vigilen, no vaya a ser una emboscada!” El chofer dijo, “Carguemos al caído, no podemos pasarle por encima.” De repente, todo sucedió con asombrosa rapidez. Uno de los guardias jinetes fue alcanzado y atrapado por una reata que lo tiró del caballo. Una mujer disfrazada de bandolero, pegó en la nalga del caballo y dijo, “¡Jaa! ¡Huye caballito, Necesito que tu jinete muerta el polvo!” A continuación, dos hombres de a pie se enfrentaron a la mujer. Uno de ellos dijo, “¡Diantres es un asalto!” El otro dijo, “Es hábil, pero insuficiente, somos dos contra uno. ¡Saquemos las pistolas!” En eso, el supuesto caído entró en acción, y encañonando dos armas, dijo, “¡Quietos o los perfóro! Suelten las armas, perros.” El supuesto caído, estaba encapuchado, y golpeó a los dos hombres, quienes cayeron desmayados. Después, dijo a la mujer bandolera, mientras escalaba hacia el maletero del carruaje, “Mantén a estos dos a raya, esto no llevará más de medio minuto.” La mujer encañonó al chofer y el copiloto, y les dijo, “¡Ya oyeron, señores!”

     Desde las alturas, por el tejado de un edificio que daba a la calle, Rocambole observaba, pensando, “¡Roban la nómina de pagos de la Sureté! Absurdo. Ya casi puedo leer en los periódicos, ‘¡La Policía fue Asaltada!’ Imagino que habrá grandes ofensas y burlas para nuestro ‘Brazo de la Ley’” A pocos centímetros de Rocambole, hacia abajo, un hombre observaba a la calle, por la ventana, pensando, “¡Extraordinario! Claro que no lo creeré a pie juntillas, podría ser un ardid para engañarme…” Por su parte, Rocambole pensaba, “¡Guillermo de Kergaz tiene a dos socios muy eficientes trabajando ahí abajo! ¿Lo aceptará así?” De pronto, Rocambole tuvo una ocurrencia, y amarrando un frasquito destapado a una cuerda, dijo, “Éste somnífero es muy fuerte, de mi propia invención! Le jugaré una broma al gran líder.” Absorto en el asalto, Kergaz no vio el recipiente que descendía, pero el efecto de su gas fue rápido. Kergaz pensó, “¡Ohh! Vaya sueño brusco el que me ha vencido.” Kergaz perdió el sentido, sin ver que Rocambole bajaba y se metía por la ventana. Ya dentro, Rocambole se acercó a Kergaz y pensó, “¡Le sacaré una buena suma! Cuando lo sepa no podrá recordar en qué gastó ese dinero. ¡Je!”

     Mientras tanto abajo, uno de los bandoleros metía al último hombre en el carruaje, y decía, “¡Ya desmayamos a los cuatro, acabemos con este asunto!” Luego, el hombre dio un latigazo a uno de los caballos y dijo, “¡Vamos potro! ¡Coreee!¡Tú y tus compañeros llevaran a esos cuatro al azar, por calles oscuras!” Y así, cargando bolsas de dinero, ambos se perdieron en la noche. Por otro lado, listo para saltar desde la alta ventana, Rocambole pensó, “Dieron un buen golpe. ¡Y yo también! Es hora de salir de aquí.” Haciendo una maniobra, Rocambole saltó al aire y pensó, “Mi peso accionará las aspas, así descenderé quince metros sin tropezar adentro con rufianes.” Rocambole huyó costeando aquel arroyuelo del mismo modo que había llegado. Media hora más tarde, en la parte baja del molino, uno de los rufianes dijo, “¡Oye, el líder tarda mucho!¿No es curioso?” Su compañero dijo, “¡Sí, hay algo raro, subiré a ver!” Cuando el hombre llegó a la planta alta, Kergaz estaba despertando, y el hombre le dijo, “¡Señor!¿Qué le sucede?” Kergaz le dijo, “U-una baja presión, tal vez…perdí el sentido, pero ya pasó. ¡Vámonos!” Ya en la parte baja del molino, uno de los rufianes dijo, “¿Quiere que lo ayudemos?” Kergaz les dijo, “¡Apártense patanes, estoy bien! Además, vi todo lo que quería ver. ¡Vámonos de regreso al club!” Los tres fueron por un carruaje, y su retirada entre calles sórdidas, fue lo último que sucedió aquella noche.

     A la mañana siguiente, una pareja se presentaba con unas bolsas de dinero. Eran el conde Artoff y Bacara. Monsieur Guillermo los recibía. “¡Ah, son ustedes! Dije que les hicieran entrar  en seguida. Veo que traen un botín generoso.” El conde Artoff dijo, “Aquí está todo señor, mi tributo para merecer su permiso de ser miembro del club.” Monsieur Guillermo dijo, “¡Hum! No está mal. Pero faltan otras pruebas.” Al mismo tiempo, dos hombres tomaban al conde Artoff por prisionero. Bacara dijo, “¡Por Dios!¿Qué es esto, Monsieur Guillermo?” Monsieur Guillermo dijo, “Lo de siempre, ya sabias. Ahora apártate. ¡Ustedes procedan!” Mientras se llevaban al conde Artoff, Bacara dijo a Monsieur Guillermo, “¿Es necesario que Artoff pase por esto?” Monsieur Guillermo dijo, “Sí, el necesita miembros seguros. ¡Cálmate. Si todo sigue bien, tendré nuevos panes para ti.” Fue una hora de angustia para ella, sabiendo que su amigo era sometido a tormentos mayores, mientras al gran líder la miraba. Con ojos crueles y burlones. Por fin, se escuchó un toquido en la puerta, y Guillermo dijo, “¡Esta bien, amigos. Pueden pasar!” Los hombres trajeron al conde Artoff cargándolo y lastimado.  Guillermo dijo, “¡Ajá! Hummm…lo vapulearon bie, ¿Eh? ¿Fue correcto el interrogatorio?” Uno de los hombres dijo, “Sí, casi no se quejó, y expresó su odio por la Sureté.” Enseguida, lo soltaron y Artoff cayó al suelo. El hombre continuó diciendo, “Dice que un alto funcionario mató a su esposa por nn colaborar con él en un soborno ¡Que solo desea vengarse, y por ello quiere ser miembro de nuestro club!” Guillermo, quien fumaba un puro, dijo, “Interesante…¡Bien, lo recibiremos!” Bacara intento ayudarlo a ponerse de pie, mientras el conde decía, “¡Ayúdame amiga…¡Ya!¡Caminaré por mí mismo!” Guillermo dijo, “¡Así me gusta!¡Un valiente! Ahora, salgan. Tengo otros planes para ambos.” Cuando la pareja hubo salido, Guillermo dijo, “¡Bueno, ya se fueron! No los pierdan de vista.”

    Esa tarde, alguien lujosamente ataviado golpeó una de las ruinosas puertas de un sórdido arrabal. Una mujer anciana abrió la puerta de su vivienda y dijo, “¡Ah, qué caray!¿Un rico caballero en mi casucha?” El hombre se quitó el sombrero y dijo, “Madame, sus harapos no ocultan su nobleza. ¿Me permite pasar?” La mujer lo dejó pasar y dijo, mientras cerraba la puerta, “Tiene razón, he sabido de grandes épocas. ¿Qué busca?” El hombre dijo, “A un tal marques D’Ors. ¡Me dijeron que aquí lo encontraría.” La anciana pensó, “¡Marques D’Ors! El nombre secreto de Rocambole. ¡Casi nadie lo conoce, éste debe ser un hombre de su confianza!” Enseguida la anciana dijo, antes de salir de la casa, “¡Sé dónde puedo hallarlo!¡Me dispensa unos minutos?” El hombre dijo, “Por supuesto, madame.” El visitante no era otro que Kergaz, disfrazado, y apenas vio que la anciana se alejaba por la ventana, pensó, “¡Magnífico! Tendré tiempo para hacerlo.” Kergaz abrió una puerta y entro a una habitación donde estaba la adivinadora judía, y dijo, “¡Hola! Eres Sara la judía. ¡He oído hablar de ti!”
    La mujer estaba frente a su bola de cristal, y dijo, “No tengo importancia señor, salvo…” Kergaz la interrumpió, y dijo, “¡Déjame decirlo a mí! Prever el futuro. ¿Eh? Solo que debe ser mentira.” Sara dijo, “No señor. Es verdad. ¡Se lo demostraré!” Sara dijo, “Ahora verá lo que le dije. ¡Si tía Fipart se enterara de esto!” Kergaz dijo, “No te preocupes. Sé guardar un secreto. ¡Adiós!” Cuando la mujer le dio su predicción, Kergaz se sentó, y pensó, “¿Un caballo muy lindo? ¡Bah, talvez ella se fantaseó, espero no haber perdido el tiempo!” Poco después, llegó Rocambole con tía Fipart, y tras ver a Kergaz, dijo, “¿Quién?¡Oh, no esperaba verlo aquí!” Enseguida, Kergaz tomó la mano de tía Fipart, y dijo, “¡Y bien. Madame. Déjeme besar su mano que supo del gran mundo!” Rocambole dijo, “¡Hum! Salgamos. Hay donde hablar a solas.” Ambos caminaron por las calles del arrabal. Rocambole dijo, “Usted se expone, maestro. ¿Ha venido sin escolta?” Kergaz le dijo, “No te preocupes. Sé disfrazarme, y siempre hay un miembro del club ceca de mí.” Cuando iban a cruzar la calle, un carruaje se les vino encima. Rocambole detuvo a Kergaz y dijo, tomándolo del brazo, “¡Diablos, échese atrás o será atropellado!” Después que el carruaje pasó, Rocambole dijo, “¡Ese bello animal estuvo por pisarlo!” Kergaz dijo, “¿Bello animal? ¡Ah, ‘un caballo muy lindo’ sí!”

      Rocambole llevo a su acompañante a un establecimiento de pésima fama. Pero Kergaz pensaba, “¡Sara la judía acertó! Es lo que yo buscaba.” Ambos se sentaron. Pidieron una bebida y comenzaron as hablar entre gente de aspecto patibulario, que entraba y salía. Rocambole dijo, “¿Qué quieres de mí? ¡Actualmente no estoy en el club!” Kergaz le dijo, “Eso me conviene, pues se trata de algo personal.” Kergaz agregó, mostrando una faja de dinero, “Familiar, mejor dicho! La cosa será solo entre tú y yo, puedo anticiparte esta suma. ¿Qué opinas?” Rocambole dijo, “¡Es mucho dinero, será difícil que me niegue!” Rocambole lo tomó, y Kergaz le dijo, “¡Guárdalo, si todo sale bien habrá más! Se trata de acabar con Armando de Kergaz, mi hermano.” Rocambole preguntó, “Dicen que tiene un castillo en Cherburgo, ¿Es así?” Kergaz le dijo, “¡Sí! Quiero ese castillo, su bella esposa y todo el dinero familiar, del cual me desheredó nuestro padre.” Rocambole le dijo, “¿Cómo es posible que haya sucedido?” Kergaz le dijo, “¡Perdí en el juego, luego asalté y maté a alguien que me ganó, cuando era muy joven! Mi padre lo supo y me desheredó…hasta que envenené a mi padre sin que nadie lo supiera.”
     Rocambole dijo, “Ya veo, mató a dos, luego no le importó seguir matando.” Kergaz dijo, “¡Así es!¡Luego fundé el club! Todo fue perfecto, salvo que no supe sacarme la espina de mi hermano.” Rocambole dijo, “¿Él sabe de ese odio suyo?” Kergaz dijo, “¡No, me trata con cariño! Durante años he urdido un plan, tú me ayudarás a eliminarlo. ¡Presta atención!” Rocambole le dijo, “¡Un momento! Sé que usted no confía en nadie, sin asegurarse de que no lo traicionarán…” Kergaz dijo, “¡Cálmate, en este caso hare una excepción!” De ese modo, aquel genio del mal, desarrolló su plan, y dijo, “Ante todo, muchacho, cuenta con unos días para ensayar tu infalible, ‘toque de la muerte’ ¿De acuerdo?”

    Esa misma noche, mientras tía Fipart volvía de su cotidiana recolección de cacharros en un saco, pensó, “¡Ha, caminé mucho y estoy cansada!” De pronto un hombre que se acercó por atrás, sin que ella lo viera, le apretó la boca con su mano y le dijo, “¡A callar vieja, o te asfixio!” La anciana dejó escapar un murmullo, “¡Mmmffhh!” Casi enseguida, Sara se levantó al escuchar ruidos afuera de la vivienda, y dijo, “¿Es usted, tía Fipart?” Dos hombres entraron a la vivienda, y uno de ellos sujetaba a la anciana. El otro dijo, “¡Calma pequeña, colabora o matamos a la vieja!” Sara dijo, mientras la sujetaban, “¡No le haga daño, es anciana y débil! Colaboraré…” Mientras amarraba a la anciana, el hombre dijo, “Se ayudarán mutuamente. ¡Si la vieja habla, tu mueres, si nos traicionas, morirá ella! Vámonos.” En pocos segundos se consumió aquel secuestro ordenado por Guillermo de Kergaz, en ausencia de Rocambole.

     Mientras tanto, Rocambole se había alojado en un hotel discreto, y ensayaba cierta estocada con su espada, pensando, “¡Cada vez me sale mejor! Veamos una vez más…!” La acción fue vertiginosa. Rocambole dijo, “¡Medio giro por abajo, florete hacia arriba! ¡Touché!” Su satisfacción fue notoria. Rocambole pensó, “¡Perfecto mi ‘Toque de la muerte’! Kergaz pidió que lo ensayara una semana aquí…¡Me pregúnto si podre desbaratar su insano proyecto!”

    Mientras tanto, en el club de los explotadores, Guillermo de Kergaz recibía a Bacara. “¡Llegas justo a tiempo, mujer! Voy a decirte que he planeado para ti y el conde Artoff.” Tras una pausa, Guillermo agregó, “Haré una serie de asaltos simultáneos en casa de nobles. ¡Quiero que tú y tu amigo sondeen antes cada una, para conocer sus tesoros!¿Qué te parece?” Bacara le dijo, “Será fácil, ya nos vio actuar la otra noche…” Guillermo le dijo, “Si me convencen, compartirán conmigo un tesoro más grande. ¿Qué opinas?” Bacara le dijo, “¡Que ha de tratarse de un botín realmente fabulosos!” Guillermo le dijo, “Lo es amiga, solo espero cierto libro antiguo…” De pronto, Bacara dijo, “¡Espere! Creo oír un llanto de niña. ¿O me equivoco?” Ambos fueron a una habitación  y al abrir la puerta, vieron como Sara yacía en una cama, llorando. Guillermo dijo, “¡No importa, llora en sueños la pobrecilla! Es hija de uno de mis hombres.” Bacara pensó, “¡Por Dios, el maldito trajo a Sara la judía!” Poco después, ambos pasaron a sentarse. Guillermo dijo, “No tiene importancia. Te hablaba de un tesoro…”
     Pero Bacara no lo escuchaba y pensaba, “La conocí en cada de tía Fipart, cuando lleve herido a Rocambole. ¡Kergaz la hizo secuestrar!” Guillermo continuaba, “…tesoro que pronto será nuestro, lo veras!” Bacara le dijo, “Usted hablo de un libro antiguo, maestro…” Alguien toco a la puerta, y Guillermo dijo, “¡Hablando de libros, creo que se trata de él! ¡Pasen!” un hombre entro con un libro en sus manos y se lo entrego a Kergaz, quien dijo, “¿Qué ocurrió?” El hombre dijo, “El viejo ingeniero cantó todo, lo que usted busca está señalado ahí, en el libro. El viejo murió en el fondo de las aguas oscuras.” Guillermo tomó el libro y dijo, “¡Ah, magnifico! Era la pista que faltaba. Parece mentira que se trate de un lugar tan conocido.” Bacara pensó, “¿Tan conocido?¡Debo enterarme de esto!”
     De pronto, Kergaz se levantó, y dejando el libro dijo, “¡Oh, la niña llora otra vez! Permíteme, regreso en seguida.” Inmediatamente Bacara tomó el libro y pensó, “¡Me dejo sola! Debo mirar esto, aunque si me sorprenden, viendo la página señalada, moriré, pero si no lo hago ahora, no volveré a tener oportunidad de hacerlo.” Después de revisar la página señalada, Bacara pensó, “¡Hum! Una especie de cripta bajo una muralla. ¡Y él dijo, ‘Lugar tan conocido’! Interesante…” Poco después, Guillermo regresaba diciendo, “Extraña a su padre, la pequeña. ¡Estará poco tiempo aquí, hasta que su padre se porte bien! ¡Ja!” Bacara se levantó, extendió su mano a Guillermo y dijo, “Ahora me voy. Prepararé con Artoff éste asunto.” Guillermo extendió su mano y dijo, “Háganlo. Más tarde hablaremos en detalle de él. ¡Hasta entonces!” Bacara se fue, pensado, “’Hasta que su adre se porte bien’ ¡Solo puede tratarse de Rocambole! Ahora sí lo necesito.”

     Dos días más tarde, un carruaje avanzaba por el camino que bordeaba la costa atlántica de Francia. Su destino era un solitario castillo, en la localidad de Cherburgo. Allí, alguien esperaba con ansiedad su arribo, era Guillermo de Kergaz, quien tras divisar el carruaje por la ventana, pensaba, “¡Al fin viene! Yo llegué diez horas antes que él, y le hablé del ‘brasileiro’ a mi hermano.” Guillermo fumaba una pipa, y continuó pensando, “¡Y Armando tragó el anzuelo! Sí, un comerciante sudamericano le conviene a Armando, que trafica con pieles  venidas de los mares del norte.” Poco después, el visitante ya era recibido por Armando de Kergaz, quien decía, “¡Bienvenido señor Íñigo, Marqués de los Montes!” El hombre extendió su mano y dijo, inclinando su cabeza, “¡Placer en conocerle vosé! Su hermano Monsieur Guillermo, me recomendó ésta visita…” Armando le dijo, “Él hizo bien, mi casa se honra con su presencia.” En ese momento llegaba Guillermo, y Armando dijo, “¡Allí está mi buen Guillermo, Marqués!” Guillermo extendió si mano, y dijo, “¡Me da gusto que haya venido, como se lo dije!” Una mujer hizo su aparición, y Armando dijo, “¡Ah, mi esposa Juana!” Íñigo dijo, “¡Oh, oh…es muito bela!” Cuando la mujer se acercó, Armando dijo, “¡Parece que has deslumbrado a nuestro visitante, querida!” Juana dijo, “Veo que es un caballero muy cortes. También le doy la bienvenida.”
     Y Rocambole, que no era otro que el marqués Íñigo, miró con tanta intensidad y garbo a la dama, que tras besar su mano, ella no pudo evitar bajar los ojos y ruborizarse. Enseguida, Guillermo, tomó a Íñigo aparte, y le dijo, “Debo volver a Paris, marqués. ¿Necesita algo desde allá?” Rocambole dijo, “No, solo confió en negociar bien con su germano.” El mismo carruaje que trajo al ‘brasileiro’ llevó a Guillermo de Kergaz. Mientras veían alejarse a Guillermo, Arando dijo, “Allá va. ¡Un hombre ocupado! Y yo también.” Enseguida Armando dijo, a la vez que entraban a la casa, “Vamos a lo nuestro. ¿Tratamos los detalles en mi despacho, caballero?” Rocambole dijo, “Vosé tein una bonita idea, Monsieur.” Ya en el despacho, Rocambole abrió una maleta belis lleno de joyas, y dijo, “Ante tudo, eu confío em vosé, ¡Guarde bien mis cruzeiros y diamantes de amazonias, por favor!” Armando dijo, “Con mucho gusto, ¡Lleva una fortuna encima!” Mientras Armando guardaba las alhajas en una caja fuerte empotrada en la pared, Rocambole dijo, “Negocios son negocios. Dineiro hace falta. ¡Ja!” Armando dijo, “Tiene razón, aquí estarán bien. Mi caja es segura.”

     Durante horas regatearon precios y calidades, y Rocambole se reveló como un magnifico negociante. Más tarde, Armando servía dos tragos de licor, diciendo, “¡Todo excelente! ¡Brindemos por nuestra sociedad!” Ambos bebieron en silencio, y Rocambole supo que se había ganado al noble. Luego se retiraron, y la paz del castillo no pronosticó la violencia que aún se desataría allí. Al dio siguiente, Rocambole madrugó, y al levantarse miró por la ventana, pensando, “¡Siempre me gustaron los amaneceres marinos! Disfrutaré de todo esto, mientras espero…” Después de unos minutos, Armando se presentó, diciendo, “¡Buenos días, marques! Debo ir a el Havre por las pieles. Volveré mañana mismo antes del alba.”
     Rocambole dijo, “¡Oh, me aburriré! Pero vaya. Eu estaré béin.” Antes de retirarse Armando dijo, “Guillermo vendrá ahora mismo. ¡Conozca el lugar, mi esposa es una excelente anfitriona!” Rocambole dijo, “¡Oh, sí!¡Y muito bela tambéin!” Rocambole miró el carruaje del noble, hasta que se perdió de su vista, y pensó, “Bueno, esto me facilitará todo, supongo.” Más tarde, Rocambole miró por la ventana del salón a Juana, quien paseaba en el jardín, y pensó, “¡Oh, lalá! Rocambole sé buen galán. ¡Ahora!” Rocambole salió al jardín y se acercó a la hermosa mujer, diciendo, “Madame, nada más belo que una mulher con flores.” Juana dijo, “¡Gracias, en su tierra debe ser un conquistador!” Rocambole le quitó las flores que la mujer llevaba en las manos, y le dijo, “¡En meu terra y en tudo mundo! Deme, podrá juntar mais con sus manos libres.” Juana dijo, “Sí, gracias marqués.”

    Durante un rato, se pasearon y hablaron. Y la dama se sintió halagada, sin adivinar a donde llegarían aquellos coqueteos inocentes. Rocambole se alegró de todo aquello, y pensó, “¡Es una buena esposa, solo me atiende bien! Pero ésta comedia conviene a mis intereses.” Mientras tanto, en un lugar oculto de Paris, Sara observaba su bola de cristal, frente a Guillermo, quien le dijo, “Sara, quiero liberarte, pero pagarás por tu libertad. ¿Estás dispuesta a adivinar cierto futuro?” Sara le dijo, “¡Sí, lo que sea. Mi tía y mi medio hermano, andan buscándome!” Guillermo le dijo, “Escucha pues. Todo comienza en un enorme castillo, donde habrá un duelo. Un duelo. Busca, busca en tu bola de cristal. ¿Cómo acabará todo?” Sara observó su bola de cristal, y dijo, “Mmm…un duelo, ¡Sí! ¡El castillo!¡Un joven parecido a Rocambole…su rival…un noble…otros que observan y que no alcanzo a distinguir bien…!” Sara hizo una pausa, y dijo, “Mmm…¡Dura lucha! ¡Confusión! ¡Cae uno…y no es mi medio hermano…herido…mucha sangre…!” Guillermo se desesperó, y dijo, “¡Quién cae? ¿Quién muere entonces? ¡Dilo!” Sara se abrumó, y con lágrimas en los ojos dijo, “¡Oh, no veo más, todo es niebla…estoy cansada!” Guillermo pensó, “¡Qué torpe soy, al gritarle la perturbé Pero con lo que me dijo es suficiente…” Sara dijo, “¿Me dejará libre, como prometió?” Guillermo le dijo, “Sí, más tarde. Ahora reposa. ¡Necesitas descanso!” A continuación, Guillermo salió de su despacho. Uno de sus hombres le dijo, “¿Se va, gran líder? ¿Y la pequeña?” Guillermo le dijo, “Creo que la soltaremos. ¡Déjenla en mi despacho, se siente cómoda en él!” De inmediato, Guillermo se dirigió a la estación de trenes. El convoy partió hacia Cherburgo. Ya en el viaje, el pasajero no dejaba de hacer planes siniestros, y mientras leía el periódico y fumaba su pipa de tabaco, pensaba, “¡No morirá Rocambole, según la niña! ¿Entonces quién? ¡Armando, claro, su rival! ¡Ja!”

    Sin embargo, demasiado rápido llegó carta para “Monsieur Íñigo,” en el castillo de los Kergaz. Rocambole dijo al mensajero, dando un billete, “¡Es para ti, muchacho, toma tu propina y espera aquí afuera!” Rocambole entró a leer a solas, y dijo, “¡De Bacara! Supo en el club a donde vine, y bajo qué nombre. ¡Y lo que dice es asombroso!” Rocambole continuó, “Raptaron a Sara. La tienen como rehén. ¡Cumple el plan del líder, o ella morirá! Yo y Artoff intentaremos rescatarla cuanto antes, luego iremos a avisarte…” Después de terminar la carta, Rocambole pensó, “Guillermo juega sucio. ¡Perro! Pero tengo un plan para desenmascararlo ante su propio hermano.”
     A continuación, Rocambole se puso a escribir una carta, diciendo, “Contestaré a Bacará. ¡Sé cómo llegar a la guarida del líder, sin pasar por el club! Solo así, ella y Artoff podrán liberar a la niña.” Rocambole escribió, “…y si la salvas, avísame dándome una señal de esta manera. Lleva puesto el collar que estuviéron a punto de robarte cuando te salvé. Roc.” Tras terminar la carta, Rocambole dijo, “¡Es todo, mandemos esto!” Después de poner la carta en un sobre, Rocambole salió del despacho de Armando, pensando, “Ya no hay tiempo para enviar la carta. La carta jamás llegaría a tiempo. Pero me queda otro recurso.” Cuando Rocambole llego con el mensajero, le entregó la carta y le dijo, “Muchacho, mánda esto por el telégrafo, ese invento de Morse.” Enseguida Rocambole le dio unos billetes y le dijo, “¡Toma, no lo olvides, y guarda lo que te sobre.” El mensajero dijo, “¡Es mucho, señor! Gracias. Confíe en mí.” Mientras Rocambole veía partir al mensajero, pensó, “Ahora, le seguiré el apunte al líder para despistarlo. ¡Su hermano dijo que regresaría mañana antes del alba! Hum, tengo otra ocurrencia…”

     Al caer la noche, llegó el convoy del tren a Cherburgo. Guillermo de Kergaz, listo a ultimar su venganza, descendió del vagón con determinación. En media hora un carruaje lo condujo al castillo. Al llegar, Guillermo observó a Rocambole en una de las terrazas del castillo, y pensó, “¡Allí está Rocambole! Ya sabe que llegué. Es la señal para que ponga en marcha el complot.” Desde arriba de la terraza, Rocambole lo vio, y pensó, “¡Guillermo enciende su puro! La llamita quiere decir, ‘¡Adelante!’ Ese perro es organizado.”

    Varias horas después, la confiada Juana se preparaba para dormir con la ventana abierta. De pronto, Juana digo, “¿Ruidos en la ventana?¿Qué es?¡Por Dios santo!” Era Rocambole quien apareció en la ventana. Ella dijo, “¡Usted! ¿Cómo osa presentarse aquí?” Rocambole dijo, “¡Mulher, no aguanto mais! ¡La amé desde que la ví, no me rechace.” Enseguida, Rocambole se acercó a ella y tomándola de los hombros, dijo, “¡Quiero darte un besito, solo un besito de amor!” La mujer lo rechazó, diciendo, “¡Salga intruso!¡Déjemee!¡Ayyy!” En ese momento, Guillermo abría la puerta, diciendo, “¡Maldito, ofendes a mi familia, tendré que matarte!” Rocambole le dijo, “¿Ma…Matarme? ¡Por Deus estoy desarmado!” Guillermo dijo, “¡No soy un criminal, será un duelo limpio!¡Al amanecer, en la terraza del castillo!” Rocambole dijo, “!S-S-Sí, Monsieur!” Rocambole se retiró, y Guillermo dijo, “Duerme tranquila, Juana, yo lavaré tu honor mancillado y el de mi hermano ausente.” Cuando Rocambole entré en su cuarto, pensó, “¡Todo va como él lo planeó! A partir de ahora introduciré cambios que él no imagina. ¡Eso es!” Mediante una cuerda, Rocambole descendió peligrosamente en la obscuridad, pensando, “¡Hasta el amanecer, Guillermo me creerá en el cuarto! Faltan cuatro horas, el tiempo que necesito.”

     Mientras tanto, en los conductos oscuros de París, un hombre y una mujer, entraban a una habitación, por medio de un conducto secreto. La mujer era Bacara, quien dijo, “¡Vamos de prisa, Artoff, sigamos las instrucciones de Rocambole, que conoce esta entrada secreta!” Cuando entraron a la habitación de Sara, Bacara aluzó la habitación con una vela, y dijo, “¡Llegamos! Aquí está Sara. Que no vaya a gritar.” Artoff dijo, “Déjala a mi cargo.” A continuación Artoff, la tomó, apretando su boca, diciendo, “¡Calla pequeña! Somos amigos, cállate.” Sara exclamó, “¡Ñññmmppfgh!” La niña comprendió, y en pocos segundos corrían con ella sana y salva hacia la salida. Apenas media hora después, Bacara y Artoff abordaban un tren. Bacara dijo, “¡Ya la dejamos con tía Fipart, y amigos que la cuidan! Vamos a Cherburgo, no sé si habrá tiempo…”
     Ambos viajaron sin hablar, pensando casi en lo mismo: Si llegaban tarde, habría crímenes irreparables. Mientras tanto, en Cherburgo un hombre viajaba en carruaje, pensando, “¡Llegaré antes del alba, como prometí! Los negocios esperan, debo ser puntual.” De pronto alguien detuvo temerariamente los caballos de tiro. Era un hombre a caballo, quien dijo, aquietando a los caballos, “¡Sooo!¡So, soooo!¡Paren, eso es trotadores!” Armando quien iba en el carruaje se asomó por la ventanilla y dijo, al ver al hombre a caballo, “¿Quién demonios?¡Cielos, es Íñigo!” Rocambole dijo, “Lo soy…y no lo soy. ¡Preste atención, Monseur!” Rocambole explicó, al tiempo que se quitaba el bigote postizo, “¡Todo era una patraña, urdida por su hermano! Mire, se que no va a creerme, deberá creerle a él…” Armando dijo, “¿De qué habla? ¡Esto es inaudíto!” Rocambole ya a pie, abrió la puerta del carruaje, entró y dijo, “Lo es, sí. ¡Hay un complot contra usted! Mejor hablemos, necesito que usted haga su papel, también.” En aquella forma, Rocambole y Armando Kergaz hicieron un arreglo formal con lujo de detalles. Más tarde, el carruaje se detuvo, Rocambole se bajó del carruaje y dijo, “¡Estamos cercas de su castillo! Espere aquí, y cuando empiece a aclarar, llegue. ¿Entendido?”
     A continuación, Rocambole escaló hacia la ventana de su habitación, con una soga, pensando, “¡Apenas llego a tiempo, en menos de un minuto, empieza a amanecer, y cualquiera me verá subir por aquí, si no me doy prisa!” El primer albor entró por la ventana junto con él. Rocambole pensó, “¡Ya está! Ahora debo volver a ser Íñigo…” Poco después, Rocambole subió a la azotea del castillo, y dijo a Guillermo, “Buenos días, señor. ¿Estamos solos?” Guillermo le dijo, “Sí, Armando no puede tardar. ¡Cuando él entre, simularemos que estamos por pelearnos!” Como fue acordado, Armando Kergaz llegó casi enseguida. Y desde abajo del castillo, observó el duelo de espadas. Escuchó de una de los duelistas dijo, “¡Toma un florete, vamos a batirnos!” y el otro dijo, “¡Como vocé quiera, este duelo será a morte!” A los pocos segundos, Guillermo dijo, “¡Atención, ya nos oyó, y sigue corriendo!” Y Rocambole dijo, “¡Todo va a salir bien, gran líder!” Cuando Armando estuvo frente a ellos, dijo, “¡Por Dios, Guillermo! ¿Qué locura es ésta?” Guillermo dijo, al tiempo que seguía batiéndose, “¡Éste maldito ofendió a Juana, y lavará con sangre su osadía!” En ese momento, Armando arrebató la espada a Guillermo y dijo, “¡Entonces dame eso! ¡Aprecio tu gesto, pero Juana es mi esposa y yo defenderé el honor de ambos!”
    De pronto, los tres miraron hacia abajo, llegar un carruaje. Armando se detuvo y dijo, “¡Esperen!¿Qué coche llegó?” Un hombre y una mujer salieron del carruaje. Guillermo se sobresaltó, y pensó, “¡Bacará y Artoff! ¿De dónde salen los desagraciados? ¡Bah, no importa, esto ya está en marcha!” Enseguida, Armando dijo, “¡Sigamos con lo nuestro!¡En guardia Íñigo!” El combate se reanudó. Rocambole dijo, “¡Cuando vocé quiera!” Mientras los duelistas se batían, Guillermo pensaba, “¡Todo va perfecto! Rocambole dará pronto su ‘toque’ y adiós odiado hermano. ¡Entonces iré por aquel tesoro, Je!” Sin embargo, mientras Rocambole se batía, pensó, “Vía bacará mostrarme el collar. ¡La niña está libre! Puedo actuar sin temores, pues.” Enseguida, Rocambole arreció el combate, diciendo, “¡Atrás infeliz, es hora de acabar contigo!” Entonces Guillermo pensó, “Ahora será, ahora…¡En un segundo!” Entonces Rocambole se lanzó a ensayar aquella estocada, pensando, “¡Esto debe salir muy bien, si fallo, todo se echará a perder!”
     Rocambole dio la estocada, diciendo, “¡Touché!” Armando exclamó, “¡AAAARRGH!” Rocambole se acercó a su víctima y dijo, “¡Pierde mucha sangre, le quedan segundos de vida!” Guillermo dijo, “¡Perfecto, acabó la farsa, socio!” Guillermo agregó, “¡Todo lo de él es mío! ¡Mujer, castillo,  dinero, tesoro familiar! ¡Todo!” En ese momento, Armando terminó la farsa y se levantó del suelo, donde fingía estar muerto, y dijo, “Te has delatado, Guillermo, buscabas traicionarme!” Guillermo se hizo para atrás, diciendo, “¡Pe-Pe-Pero…!¿No estás herido de muerte?” Armando sacó un pedazo de carne y cuero del pecho, y mientras Rocambole la rompía con su espada el cuero, Armando dijo, “¡No, es una vejiga con sangre de gallina, que hace un momento me consiguió un vecino!” Rocambole dijo, “El plan era pincharla sin herirlo, con mi Touché.” Guillermo se alteró, y dijo, “¡Una trampa! Una trampa contra mí. ¡Es inaudito!” En ese momento llegaban Artoff y Bacara. Artoff dijo, “Ahora entréguese. Soy Artoff. ¡De la Sureté!”
    Guillermo se abalanzó contra Rocambole, diciendo, “¡Rocambole! ¡Tú lo hiciste, tú me vendiste, ahora lo pagarás con tu vida!” Artoff gritó, “¡Cuidado, está enloquecido!” Nuestro héroe, hizo una de sus asombrosas acrobacias, desplazándose rápidamente, mientras Guillermo le decía, “Te mataré, y…eh…eh…” Guillermo cayó hacia el vacío, desde la altura del castillo. Rocambole quedó colgado en el muro. Armando se acercó y le ayudó a subir nuevamente, diciendo, “Era mi hermano, pero lo mereció. ¡Suba, amigo!” Artoff dijo, “Tuvo una muerte horrible, pero causó muchas otras.” El cuerpo de Guillermo yacía en la tierra, y desde arriba, Bacará dijo, “¡Vean dónde cayó! Al respecto, tengo cosas que informarle, señor de Kergaz…” Armando dijo, “Le escúcho, madame…”
     Bacara dijo, “Él habló de un tesoro. ¿No? ¡Pues murió a pocos centímetros del mismo, que está emparedado en esa muralla, justamente.” Armando dijo, “¡Por Dios, mandaré remover ese muro!” Bacará dijo, “Y no es todo. ¡Una niña adivina, supo de antemano cómo acabaría  todo! Me lo contó cuando la salvamos de su secuestro!” Bacara agregó, “Ella lo previó ante Guillermo, sin ver el final. ¡Él supo que moriría su hermano, cuando en realidad sería él quien perdería la vida! Artoff y yo somos de la Sureté. ¡Buscamos desbaratar el club de los explotadores, que este hombre comandaba, y debimos pagar cara nuestra investigación!” Artoff dijo, “Yo hasta fui torturado. Simulamos un asalto. ¡Pero tuvimos éxito!” Bacara dijo, “Sí, pudimos entrar en la organización. Ahora será fácil prender a sus miembros, pues tengo el archivo.” Armando dijo, “El plan de Rocambole fue hábil. ¡Yo solo hubiera creído si mi propio hermano se delataba! Y todo estuvo en función de ello, que al final resultó.” Armando hizo una pausa y dijo, “A propósito de él, ¿Dónde está ahora?” Bacara dijo, “Siempre desaparece así. ¡Es un extraño joven!”

    El desaparecido entraba en aquel momento al despacho del dueño de la casa, pensando, “¡Bueno arriesgué demasiado. Creo que merezco una buena recompensa!” Rocambole movió un cuadro y comenzó a maniobrar la combinación de una caja fuerte, pensando, “Robé al gran líder, luego me pagó, ¡Sin embargo, no desperdiciaré lo que sé que hay aquí, en esta caja fuerte, de combinación sencilla.” Rocambole comenzó a sacar los fajos de dinero en papel, pensando, “Me llevaré esto. Pertenecía a un brasilero. ¡Que ya no existe! Una buen a fortuna en efectivo y en diamantes. ‘¡Y Muito obrigado, Je!’ ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón. ¡Esto pertenecía al club de asesinos!” De prisa Rocambole bajó las escalinatas, buscando salir furtivamente de aquel castillo. Mientras corría por la maleza, Rocambole pensó, “¡Ya eché un vistazo a estas costas! Algo me espera tras esos arrecifes!” Mientras tanto, desde arriba del castillo, Armando decía, “¡Miren, allá va ese hombre!” Artoff dijo, “Déjenlo, es inútil. Nadie podría detenerlo en este momento.” Bacara dijo, “Unos dicen que es un delincuente; otros que es un santo. ¿Quién tiene la razón? ¡Para nosotros es ésto último, pero la Sureté no nos creería!” Artoff dijo, “Tienes razón, Bacará. Es mejor dejar todo como está.”

    Rocambole llegó a una pequeña ensenada oculta, pensando, “¡Ahhh, el aire marino me hace bien, impregna de yodo y de salitre!” Rocambole subió a un bote y comenzó a remar, pensando, “Y remar en la mañana es excelente ejercicio. ¡Vamos, es una única forma en que nade me siga!” Con vigorosos golpes de remo, puso distancia en pocos segundos entre él y las costas escarpadas. Pronto se hizo pequeño, después fue un punto, y luego nada; solo la inmensidad azul del atlántico.

     Más tarde, en el castillo, fue extraído el cuantioso tesoro, después de romper el muro, y aquello fue noticia durante varios días en todo el país. Al día siguiente, en un parque  de la ciudad de París, un papelerito voceador gritaba, “¡EXTRAAA!¡CON EL TESORO DEL CASTILLO DE KERGAAAZ!” Rocambole vestido de caballero daba un paseo con su hermana, Sara, y dijo, “Mira eso, Sara.” Rocambole compró el periódico y se sentó a leer en una banca con Sara, diciendo, “Todo salió bien. También se dice que el club de los explotadores fue desbaratado. ¿Qué opinas?” Sara dijo, “¡Que una dama te guiña su ojo, hermanito!” Rocambole vio la foto del periódico, y dijo, “Cierto, aquí está Bacará. Ella y Artoff fueron los héroes…sí, ella me hace un guiño.” Sara dijo, “Y no tengo mi bola de cristal, pero puedo adivinar el porvenir. ¿Qué te parece?” Rocambole dijo, “Hasta que no lo vea, no lo creo.” Sara dijo, “¡Mmm! ¡Pronto un galán me besará!” Rocambole pensó, “¡Ah, ésta pequeña es pícara…y deliciosa!” Rocambole le besó en la frente, diciendo, “Aquí está mi beso. ¡Tú vaticínio es acertado!” Sara sonrió, y dijo, “¡Sí, sí, yo nunca fállo! ¡Ja, Ja, Ja!”

     La vida siguió su curso en París, y nadie pudo suponer que aquel joven que ´paseaba con una niña, era en realidad, el famosos Rocambole, azote de delincuentes, en espera de un nuevo caso que desentrañar.

Tomado de Novelas Inmortales. Año X. No. 490. Abril 8 de 1987. Adaptación: Remy Bastien. Guion: Raúl Prieto. Segunda adaptación: Jose Escobar.