John William Polidori, nació el 7 de septiembre de 1795, y murió a la edad de 26 años, el 24 de agosto de 1821. John Polidori fue un escritor y médico inglés, y es conocido por sus asociaciones con el movimiento romántico. Algunos acreditan a Polidori como el creador del género vampírico de ficción fantástica. Su trabajo más exitoso fue el cuento, "El Vampiro" (1819), la primera historia de vampiros moderna publicada. Aunque al principio la historia se atribuyó erróneamente a Lord Byron, tanto Byron como Polidori afirmaron que el autor era Polidori.
John
William Polidori
nació el 7 de septiembre de 1795, en Londres, el hijo mayor de Gaetano
Polidori, un erudito político emigrado italiano, y Anna María Pierce, una
institutriz inglesa. Tenía tres hermanos y cuatro hermanas.
Su hermana, Frances Polidori, se casó con
el erudito italiano exiliado, Gabriele Rossetti y, por lo tanto, John,
póstumamente, se convirtió en tío de María Francesca Rossetti, Dante Gabriel
Rossetti, William Michael Rossetti y Christina Georgina Rossetti. William
Michael Rossetti publicó el diario de Polidori
en 1911.
Polidori fue uno de los
primeros alumnos en el, Ampleforth
College, recientemente establecido, desde 1804, y en 1810, fue a la
Universidad de Edimburgo, donde escribió una tesis sobre el sonambulismo, y
recibió su título de doctor en medicina, el 1 de agosto de 1815, a la edad 19
años.
En 1816, Polidori entró al servicio de Lord Byron, como su médico personal, y lo acompañó en un viaje por Europa. El editor John Murray, le ofreció a Polidori 500 libras esterlinas, para llevar un diario de sus viajes, que luego editó el sobrino de Polidori, William Michael Rossetti. En Villa Diodati, una casa que Byron alquiló junto al lago de Ginebra, en Suiza, la pareja se reunió con Mary Wollstonecraft Godwin, su futuro esposo de ella, Percy Bysshe Shelley, y su compañera de ella, la hermanastra de Mary, Claire Clairmont.
Una noche de junio, después de que la compañía leyera en voz alta Fantasmagoriana, una colección francesa de cuentos de terror alemanes, Byron sugirió que cada uno escribiera una historia de fantasmas. Percy Bysshe Shelley escribió, "Un Fragmento de una Historia de Fantasmas," y anotó cinco historias de fantasmas contadas por Matthew Gregory Lewis, “El Monje”, publicadas póstumamente como el, Diario en Ginebra Incluidas historias de Fantasmas, y al regresar a Inglaterra, 1816, las entradas del diario comenzaron el 18 de agosto de 1816. Mary Shelley trabajó en un cuento con su esposo que luego se convertiría en, Frankenstein. Byron escribió, y abandonó rápidamente, un fragmento de una historia, "Un Fragmento", protagonizada por el personaje principal Augustus Darvell, que Polidori utilizó más tarde, como base para su propia historia, "El Vampiro", la primera historia de vampiros moderna publicada en inglés.
Las conversaciones de Polidori con Percy Bysshe Shelley, el 15 de junio de 1816, tal como se relata en, El Diario, se consideraron el origen, o la génesis de, Frankenstein. Ambos discutieron, "la naturaleza del principio de la vida," tal como lo establece el Diario de Percy, con fecha de 15 de junio: "Mary Shelley vino por la noche ... Después, Mary Shelley y yo tuvimos una conversación acerca de los principios, si el hombre debía ser considerado simplemente como un instrumento.”
Una vez despedido por Byron, Polidori viajó a Italia, y luego regresó a Inglaterra. Su historia sobre él, "El Vampiro", que presentaba al personaje principal, Lord Ruthven, se publicó en la edición de abril de 1819, de New Monthly Magazine, sin su permiso. Mientras estuvo en Londres, vivió en Great Pulteney Street, en el Soho. Para su disgusto y el de Byron, “El Vampiro” fue lanzado como un nuevo trabajo de Byron. La propia historia de vampiros de Byron, "Fragmento de una Novela" o "Un Fragmento," se publicó en 1819, en un intento de aclarar la confusión, pero, para bien o para mal, se le siguió atribuyendo, "El Vampiro."
El largo poema teológico de Polidori, influenciado por Byron, La Caída de los Ángeles, se publicó de
forma anónima, en 1821.
Polidori murió en la casa
de su padre, en Londres, el 24 de agosto de 1821, abrumado por la depresión, y
las deudas de juego. A pesar de la fuerte evidencia de que murió por suicidio,
por medio de ácido prúsico, el forense dio un veredicto de muerte por causas
naturales.
Obras de Teatro
• Cajetan,
una obra de teatro, (1816).
• Boadicea, una obra de teatro, (1816).
Poemas
• Ximenes,
La corona y Otros Poemas, (1819).
• La
Caída de los Ángeles: Un Poema Sagrado, (1821).
• El
Vampiro: Un Cuento (1819) - un texto que, "a menudo incluso se cita como fuentes casi folclóricas sobre el
vampirismo."
• Ernestus Berchtold; o El Edipo Moderno:
Un Cuento, (1819).
• Una
Disertación Médica Inaugural que trata sobre la enfermedad llamada Oneirodynia,
para el grado de Doctor en Medicina, Edimburgo, (1815).
• El
Diario del Dr. John William Polidori, 1816, publicado póstumamente en 1911.
• Sobre
la Pena de Muerte, (1816).
• Ensayo
Sobre la Fuente del Placer Positivo, (1818).
• Bocetos
Ilustrativos de las Costumbres y Costumbres de Francia, Suiza e Italia,
(1821).
Su hermana Charlotte transcribió los, Diarios, de Polidori, pero censuró los, "pasajes
pecaminosos," y destruyó el original. Basado únicamente en la
transcripción, The Diary of John Polidori,
fue editado por William Michael Rossetti, y publicado por primera vez en 1911,
por Elkin Mathews, en Londres. Reimpresiones de este libro, The Diary of Dr. John William Polidori,
1816, relacionado con Byron, Shelley, etc., fue publicado por Folcroft Library
Editions (Folcroft, PA), en 1975, y por Norwood Editions, (Norwood, PA) en 1978.
La Universidad de Cornell reimprimió una nueva edición de, The Diary of John William Polidori, en 2009. (Wikipedia en ingles)
"El Vampiro," es una breve obra de ficción en prosa, escrita en 1819, por John William Polidori, tomada de la historia que Lord Byron contó, como parte de un concurso entre Polidori, Mary Shelley, Lord Byron, y Percy Shelley. El mismo concurso entre ellos, dio a luz a la novela, Frankenstein; o, El moderno Prometeo. El Vampiro, a menudo se considera el progenitor del género romántico de vampiros de ficción fantástica. Christopher Frayling describe la obra como, "la primera historia que fusiona con éxito, los elementos dispares del vampirismo, en un género literario coherente."
• Lord Ruthven: un afable noble británico,
el vampiro.
• Aubrey: un joven caballero rico, un
huérfano.
• Ianthe: una hermosa mujer griega, que
Aubrey conoce en sus viajes con Ruthven.
• La hermana de Aubrey: quien se
compromete con el Conde de Marsden.
• Conde de Marsden: quien también es Lord
Ruthven.
Aubrey conoce al misterioso Lord Ruthven
en un evento social, cuando llega a Londres. Después de conocer brevemente a
Ruthven, Aubrey accede a viajar con él por Europa, pero lo deja poco después de
llegar a Roma, cuando se entera de que Ruthven, sedujo a la hija de un conocido
en común. Solo, Aubrey viaja a Grecia, donde se enamora de la hija de un
posadero, Ianthe. Ella le cuenta sobre las leyendas del vampiro, que son muy
populares en la zona.
Este romance es de corta duración, ya que, lamentablemente, Ianthe es asesinada y encontrada con la garganta abierta. Todo el pueblo cree que es obra del malvado vampiro. Aubrey no hace la conexión de que esto sucede por casualidad, poco después de que Lord Ruthven llega al área. Aubrey se reconcilia con él, y se reúne con él en sus viajes, lo que se convierte en su perdición. La pareja es atacada por bandidos en el camino, y Ruthven es herido de muerte. En su lecho de muerte, Ruthven hace que Aubrey jure que no hablará de Ruthven, ni de su muerte durante un año y un día, y una vez que Aubrey acepta, Lord Ruthven literalmente muere de risa.
Aubrey regresa a Londres, y se sorprende cuando Ruthven aparece poco después, vivo y coleando, y viviendo bajo una nueva identidad. Ruthven le recuerda a Aubrey su juramento, y luego comienza a seducir a la hermana de Aubrey. Indefenso para proteger a su hermana, Aubrey sufre una crisis nerviosa. Al recuperarse, Aubrey se entera de que Ruthven está comprometido con su hermana, y que se casarán el día en que termine su juramento. Aubrey le escribe una carta a su hermana, explicándole todo por si le pasa algo, antes de poder avisarle en persona. Aubrey, de hecho, muere y su carta no llega a tiempo. Ruthven se casa con la hermana de Aubrey, y la mata en su noche de bodas; la encuentran sin sangre, y Ruthven se ha ido a la noche.
“El
Vampiro,”
fue publicado por primera vez el 1 de abril de 1819, por Henry Colburn, en la, New Monthly Magazine, con la atribución
falsa "A Tale by Lord Byron", o
sea, Un Cuento Escrito por Lord Byron.
El nombre del protagonista de la obra, "Lord
Ruthven", se sumó a ésta suposición, ya que ese nombre se usó
originalmente en la novela Glenarvon
de Lady Caroline Lamb, del mismo editor, en la que una figura de Byron, apenas
disfrazada se llamaba, Clarence de Ruthven, Conde de Glenarvon. A pesar de las
repetidas negativas de Byron y Polidori,
la autoría a menudo no se aclaró. En el siguiente número, fechado el 1 de mayo
de 1819, Polidori escribió una carta
al editor, explicando, "que aunque
la base es ciertamente de Lord Byron, su desarrollo es mío".
El cuento fue publicado por primera vez en forma de libro, por Sherwood, Neely y Jones, en Londres, Paternoster-Row, en 1819 en octavo, como, The Vampyre; A Tale, en 84 páginas. La anotación en la portada señaló que fue: "Ingresado en Stationers 'Hall, el 27 de marzo de 1819." Inicialmente, el autor se dio como, Lord Byron. Las impresiones posteriores eliminaron el nombre de Byron, y agregaron el nombre de Polidori, a la página del título.
La historia fue un éxito popular inmediato, en parte debido a la atribución de Byron, y en parte porque explotó las predilecciones de terror gótico del público. Polidori transformó al vampiro de un personaje del folclore, a la forma que se reconoce hoy: un demonio aristocrático que se aprovecha de la alta sociedad.
La historia tiene su génesis en el verano de 1816, el año sin verano, cuando Europa y partes de América del Norte, sufrieron una severa anormalidad climática. Lord Byron y su joven médico, John Polidori, se hospedaban en, Villa Diodati, junto al lago de Ginebra, y recibieron la visita de, Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley, y Claire Clairmont. Mantenidos en el interior de la Villa por la, "lluvia incesante," de ese, "verano húmedo y desagradable", durante tres días en junio, los cinco personajes se dedicaron a contar cuentos fantásticos, y luego a escribir los suyos propios. Impulsada por historias de fantasmas, como la, Fantasmagoriana, una antología francesa de cuentos alemanes de fantasmas, y, Vathek de William Beckford, asi como ingestas de cantidades de láudano, Mary Shelley produjo lo que se convertiría en, Frankenstein, o The Modern Prometheus. Por su parte, Polidori, inspirado en una novela no terminada de vampiros, de Byron, titulada, "Fragmento de una Novela" (1816), también conocida como "Un Fragmento" y "El Entierro: un Fragmento", y en, "dos o tres mañanas ociosas," produjo, "El Vampiro."
El trabajo de Polidori tuvo un impacto inmenso en la sensibilidad contemporánea, y pasó por numerosas ediciones y traducciones. Esa influencia se ha extendido a la era actual, ya que el texto se considera, "canónico" y, junto con, Drácula, de Bram Stoker y otros, "a menudo incluso se cita como fuentes casi folclóricas sobre el vampirismo."
Una adaptación apareció en 1820, con la novela, Lord Ruthwen Ou Les Vampires, de Cyprien Bérard , atribuida falsamente a Charles Nodier, quien luego escribió su propia versión dramática, Le Vampire, una obra que tuvo un enorme éxito, y provocó una "locura de vampiros," en toda Europa. Esto incluye adaptaciones operísticas del compositor alemán, Heinrich Marschner, en, Der Vampyr, con el libreto del alemán, Peter Josef von Lindpaintner ambos publicados en el mismo año. Nikolai Gogol, Alexandre Dumas, y Aleksey Tolstoy, produjeron cuentos de vampiros, y los temas del cuento de Polidori, continuarían influyendo en, Drácula, de Bram Stoker y, finalmente, en todo el género de vampiros. Dumas hace una referencia explícita a Lord Ruthven en, El Conde de Montecristo, llegando incluso a afirmar que su personaje, "La condesa G..." había conocido personalmente a Lord Ruthven.En la serie Anno Drácula, de Kim Newman, Lord Ruthven es un personaje destacado. En el universo de Anno Drácula, Ruthven se convierte en una figura destacada de la política británica, tras el ascenso de Drácula al poder. Es un primer ministro conservador en el período de la primera novela, y continúa en el poder durante todo el siglo XIX. Descrito como el, "Gran Superviviente Político", a partir de 1991, sucede a Margaret Thatcher, como Primer Ministro.
En 1819, se publicó, The Black Vampyre, una novela estadounidense de, Uriah D'Arcy, aprovechando la popularidad de los vampiros.
En 2016 se anunció que el estudio, Britannia Pictures, lanzaría una
adaptación de largometraje de, El Vampiro. La producción de la película estaba
programada para comenzar a fines de 2018, y el rodaje se llevó a cabo en el
Reino Unido, Italia y Grecia. La película sería dirigida por Rowan M. Ashe y su
estreno estaba previsto para octubre de 2019.
Las adaptaciones anteriores de la historia de Polidori incluyen la película de 1945, The Vampire's Ghost, protagonizada por John Abbott como el personaje de Lord Ruthven, "Webb Fallon", con el escenario cambiado de Inglaterra y Grecia, a África. Además, The Vampyr: A Soap Opera, basada en la ópera, Der Vampyr, de Heinrich Marschner y la historia de Polidori, fue filmada y transmitida por la BBC 2, el 2 de diciembre de 1992, con el nombre del personaje de Lord Ruthven cambiado a "Ripley", quien es congelado a fines del siglo XVIII, pero revive en los tiempos modernos, y se convierte en un exitoso hombre de negocios.
En Inglaterra, la obra de James Planché, The Vampire, or The Bride of the Isles,
se representó por primera vez en Londres, en 1820, en el Lyceum Theatre, basada
en, Le Vampire, de Charles Nodier,
que a su vez se basó en Polidori.
Dichos melodramas, fueron satirizados en
Ruddigore, una ópera cómica, por Gilbert. y Sullivan (1887), un personaje
llamado Sir Ruthven debe secuestrar a una doncella o morirá.
En 1988, el dramaturgo estadounidense, Tim Kelly, creó una adaptación de salón de, The Vampyre, para el escenario, popular entre los teatros comunitarios y los clubes de teatro de la escuela secundaria. (Wikipedia en Ingles).
de John William
Polidori
Era casi la media noche, cuando Ana Scarlett, una jovencita inglesa de solo 16 años, escribía un dramático recado para sus padres. Era una carta de despedida. “No sufran por mí, porque seré feliz como nunca antes he sido. Me reuniré con el hombre que ámo, y dedicaré mi vida entera a él. Ana.” Sin llevarse sino la ropa que tenía puesta, la jovencita salio de la casa paterna. Algunos oscuros nubarrones casi ocultaban la cara de la luna, y el viento arreciaba amenazando tormenta. Pero ella no advertía nada. Ni siquiera sentía frio, a pesar de su ropa ligera. El amor que sentía por aquel hombre, ofuscaba su mente por completo. Por fin llego a la casa de su amado, una mansión tétrica situada a las afueras de Londres. El dueño de la mansión en persona le franqueó la entrada. “¡Bienvenida, mi pequeña Ana! Despedí a los sirvientes esta noche para que estuviéramos solos, como te lo habia prometido.”
El hombre parecía ansioso de tenerla en sus brazos, y le dijo, “¡Ven a mí, dulce hermosa doncella!” Ana le dijo, “¡Oh, Stephen, te adoro!” Sus bocas se unieron en pasión. Después del beso, ella le dijo, “¿Me llevaras lejos de aquí? ¿Me guardaras siempre a tu lado, amor mío?” Entonces los labios de Lord Ruthwen, pronunciaron unas palabras cuyo pavoroso sentido ella aun no entendía. “¡Serás parte de mi para siempre, querida!¡Sangre de mi sangre!” Ana le dijo, “¡Cuan feliz soy de oírte decir eso, Stephen, pues solo deseo ser tuya!” Aquel hombre siniestro, sacaba en ese momento un cuchillo, y se lo mostro a la ingenua chiquilla, que retrocedió aterrada, gritando, “¿Qu-Qué es eso? ¡Dios mío!” Ruthwen le dijo, “¡Tu muerte me dará vida!” Los sensuales labios del galante hombre de mundo, se convirtieron de pronto, en las oscuras y horripilantes fauces de un vampiro. “¡Aaagh!¡Beberé tu sangre, Ana Scarlett!” La jovencita creía estar viviendo una terrible pesadilla. Retrocedió sintiendo que una fuerza ultra terrena comenzaba a paralizarla. Ella le dijo, “¡N-No, no te me acerques, no me hagas daño, Stephen!” Un grito desgarrador rompio la quietud de la noche, La luna habia sido cubierta, por los espesos nubarrones. ¡AAAAAAGH! Lord Ruthwen habia abierto una herida en la garganta de la doncella, y bebía voluptuosamente su sangre. De pronto, el olor a quemado y la vista de las llamas que incendiaban lo cortinajes de la habitación, interrumpieron el siniestro banquete. En solo segundos el fuego rodeo al vampiro y a su víctima. Pero aquel ser, fortalecido por la sangre que robara a la desdichada jovencita, logro escapar dando un salto y arrojándose por la ventana. Cundió la alarma y los vecinos corrieron a apagar las llamas. Entre la gente, uno de ellos dijo, “¿Es que alguien vivía ahí?” Otro de ellos dijo, “Dicen que la habitaba un extravagante, que solo viene una o dos veces por año.” Un arrojado ciudadano logro salir de la mansión, con el cuerpo de la muchacha asesinada, diciendo, “¡Paso paso!¡Es Ana Scarlett!¡Y está muerta!” Una de las personas dijo, “¿Ana Scarlett?¿Y qué hacia una señorita distinguida en una casa como esa?” Otro hombre dijo, “¡Ahora ya no lo sabremos!” El hombre que la cargaba, la depositó en el suelo, y dijo, “No es el fuego, lo que la ha matado. ¡Tiene la garganta cercenada!” Una mujer exclamó, “¡Dios Padre Todopoderoso!” Un hombre dijo, “Que el señor me perdone, pero…¡Esto parece cosa de Satanás!” Otro hombre dijo, “Yo más bien sospecho que ese Lord tan extraño, es una especie de vampiro.” Al amanecer, el incendio amainó, y todos comenzaron a retirarse. Uno de los hombres dijo, “El fuego es el enemigo número uno de esos muertos-vivos. ¡Ojala en este caso haya terminado con él!”Unas horas después, se charlaba y se reía alegremente en la tertulia mañanera de la casa de Lady Catherine Mercer, quien decía, “¡Ja, Ja, Ja! Es usted incorregible, Thomas Aubrey.” Aquella era una hermosa viuda, a quien numerosos caballeros londinenses cortejaban. Lady Mercer decía, “¡Mire que decir que me ama con locura!¡Qué muchacho tan descarado!” El joven le decía, “No es más que la verdad, señora mía.” Lady Mercer le dijo, “A su edad, jovencito, se muere uno de amor un día, y otro se muere de tedio. ¡Bien lo sé! Más pronto de los que usted piensa, suspirará por alguna otra chiquilla, y se olvidará de lo que ha dicho sentir por mí.” El mayordomo se Lady Mercer se presentó y susurró algo a la dama, con aire grave y sombrío. Thomas Aubrey, sin embargo, no pudo escuchar lo que hablaba, y dijo a otro acompañante, “¿Qué ocurrirá? Ella se ha puesto lívida.” Segundos después, ella gritaba sin poderse contener: “¡Noooo!¡Él no puede haber muerto!¡Un incendio!¡Un horror!” Y de repente Lady Mercer cayó sin sentido. Uno de los invitados exclamó, “¡Mi Lady!” Los demás invitados se retiraron prudentemente. Thomas no quiso marcharse hasta que Lady Mercer hubiera vuelto en sí. Al tiempo, Mercer se sentó y tras rehabilitarse, Thomas le dijo, “¿S-Se encuentra mejor, señora?” Ella le dijo, “¡Oh, s-sí, creo que sí! Ahora recuerdo…Lord Ruthwen…esa jovencita Scarlett…un incendio. ¡Qué triste!” Lady Mercer agregó, “No se impresione, Thomas. La impresión me ha puesto asi, pero estoy reponiéndome. Vuelva a su casa y déjeme sola.” Antes de que Thomas se retirára, dijo al mayordomo, “Si Milady necesita algo, cualquier cosa y a cualquier hora que sea, llámeme Joseph.” Joseph dijo, “Lo haré, señor.” Sin embargo, a Lady Mercer nadie la podía ayudar, pues pensaba, “Mi amado Stephen no puede haber muerto. ¡Oh, aunque él no me haya preferido nunca, aunque haya preferido a esa insulsa Ana Scarlett, no le deseo ningun mal! Pensar que fui yo misma quien, estúpidamente, le presenté a la pequeña Ana. ¿Cómo iba a suponer que un hombre de mundo como él, desdeñára mi pasión y…se enamorára de esa niña inocente?” Su dolor no tenía límites. Lady Mercer siguió pensando, “¡Oh, Stephen!¡Stephen!¡Cuanto te amo a pesar de tu crueldad y de todas las cosas horribles que murmuran respecto a ti!”
Al día siguiente se celebraron las honras fúnebres de la pobre Ana. Mientras el enterrador trabajaba con la pala, el sacerdote dijo, “De la tierra has nacido y a ella volverás.” Lady Mercer asistió a la ceremonia acompañada de Thomas Aubery. Lady Mercer abrazó a la madre de Ana, y le dijo, “¡Cuan doloroso es para todos nosotros lo que ocurrió, querida señora Scarlett!” Cuando los deudos y los amigos de la difunta se retiraban, se escuchó una voz que dijo, “¡Catherine!” Catherine, quien iba acompañada volteó y exclamó, “¿Eh?” Enseguida, Catherine se abalanzó ante un caballero y exclamó, “¡Stephen!¡Eres tú!¡Estas vivo!” la alegría de la dama, al ver que el objeto de su amor no habia perecido en el incendio, fue genuino. Sin embargo, no hizo sino permitir que lo abrazara. Ella exclamó, “Temí y recé tanto por ti, querido mío. ¡Esto es un milagro!” A Thomas, aquella escena no le gustó, y pensó, “Ese caballero es el misterioso amor de Lady Mercer, el hombre que ella adora y que la hace sufrir. Me habían dicho que existía, y no quise creerlo. ¡Qué estúpido he sido! Por eso se desmayó cuando supo del incendio.”
Entre tanto, Lord Ruthwen explicaba, “Yo no estaba en la casa cuando sucedió el terrible…accidente. ¡Oh, pobre muchacha!” Lady Catherine Mercer dijo, “De cualquier modo, no hubieras podido hacer nada por ella Stephen.” Thomas los interrumpió y dijo, “¿Desea permanecer aquí, Milady? Si lo prefiere, me márcho.” Catherine dijo, “¡No, no! Venga, mi querido Thomas. Voy a presentarle a un hombre verdaderamente extravagante y maravilloso!” Hubo una pausa de silencio, y enseguida Catherine agregó, “Lord Ruthwen pertenece a una de las familias inglesas más antiguas, pero pasa la mayor parte del año viajando por todo el mundo. ¡Es el hombre más culto, seductor, y refinado que conozco! Y me dará mucho gusto que se hagan amigos.” Antes de que Thomas extendiera su mano, en señal de amistad, Catherine lo presentó, “Thomas Aubrey es mi más joven y mejor amigo, Stephen. Él y su hermana han tenido la desgracia de quedarse huérfanos hace poco, y está más necesitado que nunca de compañía.” Ambos se dieron la mano, y Stephen exclamó, “¡Encantado, señor Aubrey!” Sin embargo, Lord Ruthwen, mostró una amable indiferencia, mientras que Thomas, trató de disimular su irritación y celos. Minutos después, Lady Mercer se alejaba tomada del brazo del sombrío caballero. Thomas pensó, “Ese sujeto es extraño. Al tocar su mano, sentí un escalofrío, y no creo que se debiera a los celos que me inspira.” Desde entonces, con mucha más frecuencia de lo que él hubiera querido, Thomas se encontró con Lord Ruthwen en las reuniones de Lady Mercer.
El carácter melancólico de Thomas Aubrey y la reciente perdida de sus padres, asi como su imposible amor por la dueña de la casa, le habían convertido en un joven solitario y meditabundo. Por lo tanto, en las reuniones Thomas pensaba, “¿Qué sentido tiene venir aquí, noche a noche? Ella lo áma a él, y yo sufro en silencio. ¡Qué triangulo tan absurdo!” En ese momento, Lord Ruthwen se le acercó, y le dijo, “¿Se aburre usted, señor Aubrey?” Thomas dijo, “¿Eh?¡No, claro que no! Yo solo…” Lord Ruthwen le dijo, “Reconozco en ese aire triste y en esa expresión de tedio, algo de lo que fue mi juventud, ¿Sabe? Yo en realidad he sido siempre poco afecto a las reuniones sociales. Más bien gusto estar solo. ¡Por eso viajo mucho!” Hubo un pausa de silencio y enseguida Lord Ruthwen dijo, “¿Le agradaría acompañarme a dar un paseo por el jardín? ¡No hay como la noche para percibir el aroma de las flores!” Algo como una extraña y gradual sensación de paz, de indiferencia, de serenidad fue apoderándose de Thomas Aubrey. Mientras ambos caminaban por el jardín, Lord Ruthwen le dijo, “Como el incendio destruyó mi casa, he tenido que mudarme al club. Lo que más sentí, aparte claro de la muerte de esa pobre muchacha, fue la perdida de mis libros. Habia ejemplares muy antiguos en la biblioteca.” El tiempo pasó sin que el joven lo advirtiera. Después del recorrido por el jardín, se despidieron de su anfitriona, y Thomas acompañó a Lord Ruthwen al club. Al despedirse, Lord Ruthwen extendió su mano, y dijo, “Le agradezco que me haya escuchado, y que haya tenido la paciencia de seguirme tolerando hasta aquí, joven amigo.” Thomas le dijo, “¡Oh, no, mi Lord! La verdad es que lo escúcho con mucho gusto, ¡Créamelo!” Cuando Thomas caminó de regreso a su casa, iba más sereno y optimista, pensando, “¡Qué curioso! Apenas ésta tarde, a nadie odiaba yo más que a Lord Ruthwen, y ahora nada deseo con más sinceridad que ser su amigo. Todo lo que me ha contado sobre sus libros, sus viajes, sus antepasados…¡Es fascinante!”
A la mañana siguiente, Thomas desayunaba con su hermana y sus tutores. Mientras comían, su hermana le preguntó, “¿Es verdad que frecuentas a ese misterioso caballero, cuya casa se incendió?” La voz de Thomas se escuchó entusiasmada, “Anoche tuve con él una larga platica. Yo le habia juzgado mal, pero, ¡Es el hombre más inteligente, e interesante que conozco!” A su hermana le complacía burlarse de los amigos de Tom, y le dijo, “La gente dice que habia una chica asesinada en la casa de ese señor. Y que se sospecha que él mismo provocó el incendio, para ocultar el crimen.” Aquello irritó al joven Thomas, quien se levantó y dijo en voz alta, “¡Eso es una infame mentira! Y tú no deberías andar escuchando chismes morbosos, y comentarios de tan mal gusto, Beth. La chica se suicidó. A esa conclusión ha llegado la policía. ¡Y esa es seguramente la verdad!” Beth le dijo, “No te pongas asi por un simple comentario, Thomas. Anda, ven y dame un abrazo.” Aquellos dos jovencitos se habían querido siempre, pero desde que sus padres faltaban, los lazos entre ellos se estrecharon considerablemente. Tom la abrazó y le dijo, “Siempre logras hacerme rabiar, chiquilla.” Beth le dijo, “Es que eres un hermano muy gruñón, Tommy. Te enojas con gran facilidad.” Thomas le dijo, “Ese hombre es importante para mí, Beth. Puede enseñarme muchas cosas. Es realmente sabio. La gente habla mal de él porque es distinto a los demás, y nadie lo comprende. Es un solitario como yo.” Beth le dijo, “No volveré a repetir las tonterías que dicen por ahí. Te lo prometo. Además, le estaré agradecida por siempre a ese señor, porque debido a su amistad, ahora te encuentro más vital y emprendedor que otros días. ¡Ya estaba harta de ver tu cara triste!”
Fue haciéndose costumbre para Thomas Aubrey cenar con su nuevo amigo en algún café del centro de la ciudad, noche tras noche. Asi, una noche mientras cenaban, Thomas le preguntó, “¿Entonces es verdad que planea emprender un largo viaje por el continente?” Lord Ruthwen le contestó, “Tengo una casa en Roma, y otra en un pueblecito griego. Pasaré descansando ahí la mayor parte del invierno.” Thomas le preguntó, “Pero, y Lady Mercer…¿viajará con usted?” Ruthwen respondió con aire confidencial, “De ninguna manera, amigo mío. Yo…le confieso no sentir ninguna inclinación especial por ella; solo agradecimiento por las muchas atenciones que he recibido de su parte.” Thomas le dijo, “P-perdone que haya sido tan imprudente, creí…” El tono de voz de Lord Ruthwen se volvió algo cínico, “No se apene, querido. Ya me habia dado cuenta de que usted se sentía o se siente atraído por Catherine Mercer. ¡Es tan bella! Pero mi caso es distinto. Yo prefiero a las jovencitas. ¡Ellas son mi verdadera debilidad!” Lord Ruthwen agregó, “Asi que lo que murmuran sobre la seducción de Ana Scarlett, es cierto. Tenía solo dieciséis años. ¡Y posiblemente se suicidó por amor!” Asi, Thomas poco a poco fue descubriendo que Ruthwen, no solo era afecto a seducir a adolescentes, sino también al juego de azar. Curiosamente solía ganar fabulosas cantidades de dinero alguna noche, exclamando, “¡Ja, Ja, Ja!¡El ocho ha caído otra vez!¡Lo sabía!” Y la noche siguiente lo perdía todo sin desesperarse, y brindaba, diciendo, “Así es la vida, Thomas. Parte del tiempo nos toca absorber dinero, amor, placer, energía, y luego nos dedicamos el resto de nuestra vida a gastar lo que habíamos creído que sería siempre nuestro.”
Pero en una ocasión, Thomas presenció algo aún más peculiar respecto al carácter de su amigo. Pues un día, hombre se acercó a Ruthwen, diciendo de forma desesperada, “¡Milord!¡Milord!¡Ayúdeme!¡He gastado todo mi dinero y aún he quedado debiendo al casino!¡Van a meterme a la cárcel!” Pero, después de negarle la ayuda, Ruthwen le dijo al hombre, “Yo solo ayudo a los libertinos. Dime, ¿Eres un rufián que tiene el vicio del juego además de otros vicios, o solo un desdichado que casualmente ha venido a servir de pasto a los jugadores profesionales?” El hombre no sabía que responder y solo exclamó, “Yo…” Entonces, en ese momento, un croupier salió del casino acompañado de un policía y señalando al hombre, diciendo, “¡Es él, señor policía! Robó varias joyas a una dama la otra noche, y ahora golpeó al portero que le impidió la entrada al casino. Es un estafador y un ladrón profesional.” Súbitamente Lord Ruthwen intervino a su favor, diciendo, “¡Espere! Yo conozco al señor. El croupier lo confunde con otro, sin duda, pues él ha estado conmigo todo el tiempo desde hace varios días y no es ningun delincuente.” Ni el gendarme ni el croupier se atrevieron a contradecirle. Entonces, el gendarme le dijo, “Si usted lo dice, milord…le ofrecemos mil disculpas.” El croupier también se disculpó, y dijo, “¡He sido un torpe! Sí…¡Je, Je!¡Buenas noches!” Thomas Aubrey no sabía que pensar de todo aquello, y aún se sorprendió más cuando, una vez que se hubieron ido el gendarme y el croupier, Lord Ruthwen le dio unas monedas al hombre, diciendo, “Toma, pillo, ¡Gástate éste dinero en cerveza, y juégatelo si te parece!” El hombre dijo, “¡Es usted muy amable, señor!” Cuando ambos iban subiendo al carruaje, Thomas le preguntó, “¿Por qué lo defendió? ¡Ni siquiera lo conocía!” Ambos se dispusieron dentro del carruaje, entonces Lord Ruthwen dijo, “Descubrí que él es signo de la maldad natural, querido Aubrey. Y yo admiro la capacidad destructiva, feroz, que para hacer el mal tienen algunos hombres y mujeres. La bondad es demasiado pasiva y conformista. ¡Me aburre!” Thomas le dijo, “¿Entonces si ese hombre hubiera sido bueno no lo hubiera protegido?” Ruthwen le dijo, “¡De ninguna manera, Thomas! Solo en la perversidad encuentro ingenio y gracia. Un hombre bondadoso es para mí un ser simple y despreciable.”
Ya en su casa, Thomas meditaba, y se hallaba cada vez más confundido, pensando, “Quizá debiera alejarme de él. Lo que hace y lo que dice…¡No sé! ¡No sé! Tal vez se trate solo de una pose extravagante, pero esa chica murió efectivamente en su casa, y él confiesa con todo cinismo haberla seducido. Todo esto es tan confuso.” Sin embargo, algo le fascinaba de aquel extraño personaje, y Thomas continuaba frecuentándolo, a pesar de sus sensatas previsiones. Una tarde mientras caminaban ambos por el muelle, Ruthwen le dijo, “¿Alguna vez ha salido de Inglaterra, Thomas?” Thomas le dijo, “Aún no, y desde niño sueño precisamente con conocer Grecia y Roma, las cunas de la civilización latina.” Thomas agregó, “He leído a Homero, a Esquilo, a Eurípides, a Virgilio, a Platón. He estudiado con ahínco griego y latín. Hablo y escribo correctamente el italiano, y…¡Algún día recorreré las ruinas de la vieja Grecia. Visitaré las catacumbas romanas. Imaginaré presenciar una tragedia o una comedia antigua en el coliseo, o en el Anfiteatro…!” Ruthwen se detuvo y le dijo, “Y, ¿Por qué no me acompaña, querido amigo? Yo conozco esos lugares como la palma de mi mano. Estaría encantado de servirle de guía.” Thomas titubeo y dijo, “P-pues…no lo habia pensado. Tendría que consultarlo con mis tutores.”
Esa misma noche Thomas lo consultaría con sus tutores, quienes no reaccionaron de la manera más favorable. Su tutor le dijo, “¿Has enloquecido, muchacho? ¡Ir de viaje con ese hombre del que la gente habla horrores sin fin! No contarás con mi anuencia.” Como a todos los jóvenes, las negativas estimularon en Aubrey el deseo de contradecir, y dijo, “Este mes he cumplido la mayoría de edad, señor tutor, y manejaré éste asunto por mí mismo.” Algunas semanas después, mientras alistaba su maletas, Beth le preguntó, “¿Cuándo te iras, Tommy?” Thomas le dijo, “Mañana. Pasaré un año viajando por Grecia e Italia.” Dejando a su hermana en la casa paterna, bajo la custodia de sus tutores, Thomas emprendió aquel recorrido por Europa que le traería tan imprevistas consecuencias. Con él se hallaba quien se habia convertido en su acompañante perenne: El misterioso Lord Ruthwen. Lady Mercer, entre tanto se enjugaba las lágrimas, pensando, “Al menos podía verle casi todos los días…pero ahora he perdido a Stephen. Cuando vuelva, quizá lo haga casado con alguna tonta jovencita.”
Algunos días más tarde, Lord Ruthwen y Thomas Aubrey se hallaban en la ciudad de Roma, paseando en un carruaje abierto. Y al pasar por el coliseo, Thomas exclamó, “¡Me parece increíble que esté mirando el coliseo!¡Qué maravilla!” En cuanto algunas familias romanas, amigas de Lord Ruthwen, supieron de su llegada, le invitaron a fiestas y reuniones. Una noche, él y Thomas Aubrey se presentaron al suntuoso baile que daban los condes de Mongeri. Allí les fue presentada una hermosa joven llamada Rosanna Algieri. Lord Ruthwen pareció fascinado desde el primer momento por la belleza cándida y adolescente de la chica. Una vez terminado el baile, mientras Thomas se preparaba para descansar, pensó, “Ella responde exactamente al tipo de mujer que le atrae a Stephen. Esperemos que no se meta en algún nuevo lio.” Sin embargo, desde entonces la actitud de Ruthwen cambió. Se le notaba ansioso, casi compulsivo. Un día Ruthwen rompió su compromiso con Thomas y dijo, “Siento no poder acompañarte a recorrer las catacumbas, Thomas, pero Rosanna me espera.” Lord Ruthwen no pensaba sino en seducir a la jovencita, y la asediaba día y noche con regalos, paseos, halagos. Ella comenzó a cambiar, y un día, mientras daban un paseo, ella le dijo, “Nunca había mentido a mis padres, Stephen, pero esta tarde tuve que hacerlo. Me prohibieron seguir entrevistándome contigo. Dicen que eres un excéntrico de quien se cuentan en Londres cosas terribles.” Lord Ruthwen le dijo, “¿Qué cosas, querida mía?” Rosanna le dijo, “¡Oh, pues…! D-Dicen que hace unos meses murió una chica…” Lord Ruthwen adopto entonces un tono de triste sinceridad. “¡Ah, nunca dejaran ni dejare yo mismo de culparme por aquello! Se trataba de una creatura delicada y sensible, que huyo de la casa de sus padres sin que yo tuviera tiempo de enterarme. Entró en la mansión sin estar yo presente y se suicidó, prendiendo además fuego a la casa.” Lord Ruthwen habia logrado conmover a Rosana, quien dijo, “¡Pobrecilla!¡Debe haberte amado mucho, Stephen!” Stephen dijo, “Es fácil amar a los dieciséis años. También es fácil hacer locuras, ¡Ah, si yo hubiera estado allí, talvez hubiera podido haber evitado la catástrofe!” Rosanna le dijo, “No debes culparte por eso. Tú la amabas…¿No es verdad?” Lord Ruthwen le dijo, “Creí amarla, Rosanna, nunca he podido sentir por ninguna otra mujer lo que ahora siento por ti.” Rosanna bajó la vista, en un gesto de encantadora timidez, y dijo, “¡Oh, Stephen!¡Yo…!” Ruthwen la tomó por el talle dominante seductor, y ella se sintió completamente despojada de su voluntad. Stephen le dijo, “Mi amor puede abrir para ti un mundo nuevo desconocido, de profundas y terribles emociones.” Stephen la tomó de los hombres y le dijo, “¡Todo tu cuerpo tiembla! ¿Por qué, mi pequeña?¿Acaso tienes miedo?” Rosanna le dijo, “Sí, Stephen. No sé por qué, pero temo. Presiento que ese amor tuyo va a conducirme a una especie de abismo.” La aya de Rosanna apareció en ese momento, gritando, “¡Rosanna! Es hora de volver a casa…” Cuando iban de regreso en el carruaje, la aya le dijo, “Eres una insensata, niña. Accedí a acompañarte a ésta entrevista y a no decir nada a tus padres, pero no lo haré más, si sigues alejándote al interior del parque con ése hombre y dejando que te abrace.” Pero la muchachita confiaba enteramente en el cariño que aquella mujer le habia profesado siempre. Rosanna le dijo, “¡No me regañes tanto, aya! ¿Acaso tu nunca estuviste enamorada?”
Algunos días después, mientras cenaban, Aubrey recordó a Lord Ruthwen, “Habíamos pensado partir a Grecia por estas fechas. ¿Desea que haga los arreglos para el viaje?” Lord Ruthwen le dijo, “¿Grecia?¡Oh! No puedo alejarme ahora de Roma, amigo mío. ¿Le molestaría mucho ir sin mí? Mi casa de Atenas estará a su entera disposición.” Luego de asegurar a Ruthwen que no le significaría problema alguno partir él solo, Aubrey pensó, “¡Vaya si está enamorado de esa jovencita! Nunca creí que alguien tan aparentemente frio y circunspecto como él, se apasionara asi.” Sin embargo, en cuanto Thomas desembarcó en un puerto griego, se olvidó por completo de su peculiar amigo, y pensó, “¡Disfrutaré enormemente con solo respirar el aire y bañarme del sol que acunó a los héroes de Homero!”
Thomas Aubrey visitó las ruinas de los antiguos edificios atenienses, tomando notas y haciendo dibujos. No solo le interesaba lo referente al pasado y los tiempos heroicos. También le fascinaban las costumbres de los griegos modernos, y se deleitaba frecuentemente observando los bailes y escuchando la música de los campesinos. Le parecía estar viviendo en dos épocas a la vez, la antigua y la actual. Mientras dibujaba a un transeúnte en una taberna, Thomas pensaba, “Ese campesino podría ser la reencarnación de Dionisio, el Dios griego del vino, de la cosecha, de la alegría y el placer desenfrenados, el mismo que los romanos llamaron Baco.” Decidió comprar un caballo y recorrer hasta los más escondidos pueblecitos. Pernoctaba en cualquier lugar donde le sorprendieras las sombras de la noche.
Una tarde, le tocó aislarse en la rustica posada, y al entrar dijo al posadero, “Dame vino y algo de comer.” El posadero le dijo, “Enseguida, señor.” Una vez sentado, mientras el posadero le servía, Thomas le preguntó, “¿Hay por aquí algún sitio digno de visitarse? ¿Ruinas de un templo antiguo, por ejemplo?” El posadero respondió con cierto aire misterioso, “Hay un bosque, un circulo formado por las tumbas de los ancianos sacerdotes de un viejo culto. Nadie sabe qué era lo que ellos adoraban, pues los epitafios no están escritos ni en griego.” Aubrey pensó que aquel tono temeroso del posadero, era solo un truco para interesarlo, y no se inmutó, y dijo, “Dime, ¿Cuánto cobrarías por guiarme hasta ese lugar? ¡Me gustaría verlo!” El posadero le dijo, “No encontraras a nadie en esta aldea que se atreva a pisar ese sitio. Puedo darle un caballo fresco en la mañana, si desea emprender usted mismo el recorrido hasta allá. Avanzando siempre hacia el sur, tarde o temprano llegara a las tumbas.”
Al amanecer, mientras ensillaba su caballo, Aubrey estaba ansioso de ver algo nuevo. Antes de partir, el posadero le dijo, “Recuerde lo que le he dicho, viajero. No permita que la noche le sorprenda aun en el bosque. Regrese antes de que los rayos del sol se apaguen, ¡O no volverá nunca más!” Los temores de aquel anciano eran auténticos, y agregó, “No hace mucho, quizá un año y medio, una pobre muchacha se perdió en la arboleda, y cuando la hallamos, ¡No solo estaba muerta, sino horriblemente mutilada! La gente dice que hay vampiros en ese bosque. Que talvez son los mismos ancianos sacerdotes del culto antiguo, que hicieron un pacto con algún ser diabólico, y se mantienen vivos…asesinando devorando jóvenes doncellas. ¡Tenga cuidado!”
Aubrey se internó en el bosquecillo que en aquella hora de la mañana parecía ciertamente placido e inofensivo. Mientras cabalgaba, Thomas pensaba, “Esta gente es realmente muy supersticiosa. Sacerdotes antiguos, vampiros, doncellas sacrificadas, ¡Bah!” Al medio día aun no llegaba a su destino. Thomas desmontó su caballo y pensó, “¡Uf! Esas ruinas están más lejos de lo que creí.” Se sentó en la maleza, recargado en un árbol e iba a almorzar cuando escuchó una voz que dijo, “¡Ningun mortal debe comer en el bosque sagrado!” Thomas oyó un ruido y exclamó, “¡Eh?” Ante sus ojos atónitos apareció la más hermosa mujer que habia visto en su vida. Una joven rubia vestida de blanco que parecía la encarnación fantasmagórica de alguna antigua vestal. Thomas exclamó, “¿Q-Quién eres?” Cuando Aubrey creyó que ella iba a desaparecer en el aire como un fantasma, la joven se le aproximó con una serena sonrisa. La mujer le dijo, “Soy Ianthe, hija del posadero. Vivo en la aldea y suelo bailar en este bosque por las mañanas.” Thomas exclamó, “¿Bailar?” La mujer se le acercó y le dijo, “Una noche, cuando era casi una niña, soñé con una antigua danza ritual. Desde entonces supe que estaba destinada a bailar sobre las tumbas sagradas. ¡Ven conmigo y lo veras!” Ella lo tomó de la mano y lo guio hasta que llegaron a un claro del bosque y allí, él le dijo, “¡Éste es el lugar que me habia descrito el posadero! Son trece tumbas antiguas dispuestas en círculo alrededor de este extraño obelisco.” Thomas se acercó a la base del obelisco y dijo, tras revisar unos bajorrelieves, "Tenía razón. Éstos signos no son griegos ni turcos. ¡Qué raro!” Ianthe entonces le hizo notar algo aún más enigmático. “Observa extranjero. La sombra del obelisco señala hacia aquella tumba.” Entonces Thomas asombrado dijo, “¡Esto no debería suceder! Es pleno mediodía…¡Ningún objeto proyecta sombra a esta hora! Y sin embargo, yo mismo puedo ver la, de este inquietante obelisco.” Thomas examinó inútilmente los signos en bajo relieve que habia en la tumba, que la sombra del obelisco señalaba, y dijo, “¿Qué querrán decir estos signos? ¡Es imposible saber si la persona enterrada aquí, vivió en época reciente, o en época remota! Aunque lo erosionado de la piedra que conforma la losa, indica que éste sepulcro es antiquísimo.” Entonces la joven exclamó, “¡Oh!¡Allí está¡¿La escúchas? Nadie sabe de dónde viene, pero es la música más divina y terrible que puede oírse.” Thomas exclamó, “¿M-Música?” Entonces, poseída por una especia de éxtasis, Ianthe comenzó a moverse trazando los primeros pasos, de lo que era indudablemente una extraña danza pagana, exclamando, “¡Aaaah!¡Sí!¡He de bailar!¡He de bailar!” Thomas pensó al verla, “¡Pobre criatura!¡Está completamente loca!¡Yo no oigo nada!” Fascinado, Thomas contempló cómo ella parecía volar, haciendo piruetas, y saltando siempre alrededor de las siete tumbas, con un ritmo que al principio fue lento, y poco a poco, fue volviéndose frenético. Mientras bailaba, Ianthe exclamaba, “¡Señores de la muerte!¡Señores de la vida!¡Aaaah!” Y deteniéndose sobre la tumba señalada por la sombra del obelisco, giró y giró vertiginosamente, mientras gritaba. “¡Señores de la muerte!¡Señores de la vida!¡Os ofrezco la flor y el fruto!” De pronto cayó como fulminada sobre el mismo sepulcro. Thomas exclamó, “¡Ianthe!” Su cara reflejaba un extraño placer, cuya fuente estaba lejos de ser adivinada por Aubrey, quien exclamó, “¡Muchacha! ¿Te sientes bien?” Ella seguía diciendo, “¡Oh, señor de la muerte! Te ofrezco…” De pronto, Ianthe pareció volver en sí, y levantándose de la tumba, exclamó, “¿Q-Qué ocurre?¿Q-Qué hago aquí?” Temiendo conmocionarla, y provocar otro ataque de lo que él suponía locura, prefirió no explicar nada. Thomas la tomó del brazo, y le dijo, “Ven, te llevaré a casa.” Ambos caminaron juntos, pero hubo algo en lo que Aubrey ya no reparó, y era que la extraña sombra del obelisco, ya no se proyectaba en el suelo.
Esa tarde, ya en la posada, Thomas bebía un vaso de vino cuando dijo, “¿Cómo se encuentra su hija?” El posadero le dijo, “¡Oh, ya está mejor, caballero! Le agradezco que la haya acompañado hasta aquí. He tratado de evitar que pise siquiera ese bosque, pero es inútil. Cada mañana se escapa, se viste esa túnica extraña, y…¡Dice que tiene que danzar allí!” Por la noche, el sueño del viajero fue angustiante y agitado. En el sueño, la enigmática figura de la jovencita griega, le guiaba hacia el interior del bosque. Thomas le decía, “¿A dónde me llevas, Ianthe?” Ella le decía, “Al lugar donde se unen la vida y la muerte.” Ianthe se recostaba voluptuosamente sobre una tumba, diciendo, “Ven, serás mi amado esta noche.” Atraído por aquella terrible sensualidad, Thomas iba a besarla, exclamando, “¡Oh, Ianthe!” Cuando de pronto, la bella criatura se convertiría en un ser hambriento y repugnante, de largos y blanquísimos colmillos.
Thomas se despertó muy angustiado, pensado, “¡Oh, menos mal que ha sido solo un sueño!” Pero justo en este instante, el posadero entró en su habitación, lívido de terror, diciendo, “¡S-Señor…S-Señor…mi hija!¡Se ha internado en el bosque!” Con objeto de encontrar a Ianthe, inmediatamente los aldeanos se internaron en la arboleda, llevando cada uno, una pequeña cruz bendita de madera, y una antorcha. Mientras Thomas corría con ellos, pensaba, “¡Dios mío! Realmente creen que hay vampiros.” De pronto, se escuchó un grito desgarrador. El posadero gritó, “¡Es la voz de mi hija!” Uno de los hombres gritó, “¡Es por aquí!¡Es en el círculo de las tumbas!” Allí sobre la tumba, alrededor sobre la cual, Thomas la habia visto bailar por la mañana, se hallaba el cuerpo sin vida de la jovencita, con la garganta cercenada. Thomas acercó la tea encendida, y exclamó, “¡Desdichada criatura!” El posadero exclamó, “¡I-Ianthe…hija…hijita…!”
Mientras el posadero y los aldeanos se llevaban a la víctima de aquel crimen atroz, Aubrey recogió un puñal de plata labrada que habia junto a la tumba, pensando, “¡Curioso! Juraría que es una antigua daga florentina.” Poco después, se celebró el sencillo funeral de Ianthe. Thomas dejó caer una flor sobre el ataúd, y pensó, “Esta flor es del bosque que tanto amabas, pequeña, y que al final, fue el escenario de tu muerte.” Tras aquella experiencia tan terrible, Thomas decidió volver a Atenas, y al entrar en la antigua casona, recibió una noticia por el mayordomo, “Joven Aubrey, Lord Ruthwen ha llegado ésta mañana de Italia.” Cuando el mayordomo se fue, Thomas pensó, “¡Qué raro! Ruthwen me aseguró que no abandonaría Roma en varios meses.” Cuando se vieron, Ruthwen se veía rejuvenecido y rozagante. Ruthwen le dijo, “¿Se ha divertido en Grecia, querido Aubrey?” Thomas le dijo, “Me divertía, sí. Hasta que estuve en una aldea…¡Y vi morir a una muchacha brutalmente!” Tras escuchar eso, los labios de Lord Ruthwen se tensaron, y sus ojos adquirieron un cierto brillo maléfico, exclamando, “Una jovencita, ¿Eh?” Pero, enseguida, se tornó de nuevo amable y solícito, y Ruthwen dijo, “Se ve usted muy pálido y cansado, amigo mío. Suba a su habitación, y duerma un poco. Después charlaremos.”
Aubery, sin embargo, no se atrevía a cerrar los ojos, pues una idea pavorosa rondaba su mente. “¿Por qué ha llegado él ahora a Grecia? Ese gusto suyo por las jovencitas inocentes…la muerte de Ana Scarlett, y la de Ianthe, parecieran tener mucho en común…¡Oh, no! Debo estar enloqueciendo. Es imposible que Stephen sea un asesino.” Aubrey fue a la barra de licores que había en su habitación, y pensó, “Beberé un poco de brandy, y leeré un libro. Tal vez eso me distraiga.” Aubrey fue a la biblioteca, y pensó, “No lo habia notado antes pero, en ésta casa, la mayor parte de los libros son muy antiguos. Stephen tiene, por lo visto, la manía de confeccionar joyas bibliográficas.” De pronto, algo le sorprendió, y pensó, “¡N-No puede ser!” Sacó nerviosamente un viejo volumen de la estantería. Aubrey pensó, “¡Aquí está el mismo símbolo!¡Lo recuerdo bien!” En la tapa del libro, se dibujaba claramente un extraño jeroglífico, que Aubrey reconoció enseguida, como el mismo que habia visto en la tumba, sobre la cual Ianthe murió. Al abrir el libro, dio además con un párrafo significativo, “…y los hombres iniciados en el rito de la vida eterna, deberán sacrificar una doncella núbil y pura, cada año, hacia el invierno, bebiendo la sangre de esa doncella, se conservarán siempre jóvenes.” Todo concordaba, Aubrey pensó, “¡Ana Scarlett murió hace poco más de un año!¡Dios mío! Ianthe fue la víctima propiciatoria de este invierno.” Poseído por una gran ansiedad, Thomas decidió saberlo todo de una vez y entró a la recamara de Lord Ruthwen, pensando, “Éste es su dormitorio. Aquí debe hallarse lo que busco.” Aubrey abrió el baúl que Lord Ruthwen había usado en su viaje de Roma a Atenas, y buscó algo ávidamente entre la ropa, pensando, “Si estoy en lo cierto…encontraré la prueba del asesinato de Ianthe.” Por fin, Aubrey encontró algo, y pensó, “¡Es la funda de la daga florentina, como lo sospechaba!” Enseguida, Thomas sacó de su bolsillo un pequeño cuchillo de plata, que llevaba envuelto en su pañuelo, y al ingresarlo en la funda pensó, “No hay duda. ¡Casan perfectamente!” De pronto una voz amenazante surgió del umbral. Lord Ruthwen abrió la puerta de la recamara, y entró diciendo, “¿Encontró lo que buscaba, joven Aubrey?” Por un momento, Thomas se sintió invadido por el pánico. Lord Ruthwen le dijo, “Déme esa daga. Es una joya perfecta, sagrada, que tiene más de dos siglos de haber sido labrada de plata pura. Aquellos estúpidos aldeanos, con sus gritos y sus cruces, me hicieron olvidarla junto a la tumba.”
A pesar del peligro, una ola de furor invadió al joven, quien dijo, “¡Maldito asesino!¡Mataste a la pobre Ana, y después a Ianthe! ¿Quién será tu próxima víctima? ¿Tal vez la inocente Rosanna que conocimos en Roma?” Lord Ruthwen le dijo, “¡Oh, no muchacho! Si ello te tranquiliza, te diré que Rosanna está a salvo. Sus padres se enteraron de nuestras entrevistas, y la recluyeron en un convento. Por eso tuve que regresar antes de lo esperado, al bosque donde yacen mis hermanos y correligionarios.” Thomas lo señaló con el dedo, diciendo, “¿Correligionarios?¿Quieres decir que esas tumbas…?” Lord Ruthwen le dijo, “Sí, mi joven y curioso amigo. Los otros doce iniciados que yacen en el cementerio, alrededor del obelisco, son muertos-vivos, como yo, y hay por todo el mundo numerosos y sagrados cementerios iguales o parecidos a ese, en el que yo fui enterrado hace siglos y sobreviví, llevando a cabo, año con año, el sacrificio ritual.” Inmutable, imbuido en una terrible y fría maldad, Lord Ruthwen llevó su mano helada al cuello de Aubrey, diciendo, “No voy a beber tu sangre, Thomas. Pero debo matarte, para que no me sigas importunando.” Al parecer, Lord Ruthwen se habia olvidado de la daga, y haciendo gala de una fuerza terrible, estrangulaba a Aubrey. Pero con un movimiento rápido, el joven Thomas clavó el puñal florentino en el pecho de Lord Ruthwen. El vampiro soltó a su víctima, y retrocedió. Su rostro se habia vuelto casi como el de un muerto, aunque ni una sola gota de sangre brotó de la herida.
Aubrey trató de huir, mientras Ruthwen luchaba por arrancarse la daga del pecho. Al sacarse la daga, una diabólica carcajada le hizo saber al joven ingles que habia fallado. Lord Ruthwen dijo, “¡Ja, Ja, Ja!¡Mira estúpido chiquillo! Ninguna daga puede hacerme daño. Ni siquiera tengo rastro de la herida.” Lord Ruthwen le lanzó la daga a Aubrey, diciendo, “¡Toma! Te regalo mi pequeño puñal. ¡Ja, Ja, Ja! Has leído demasiadas historias insulsas, sobre vampiros que pueden ser destruidos por balas, o dagas de plata. ¡Ja, Ja, Ja! Te dejaré vivo, para que lo recuerdes. Soy un iniciado, un sobreviviente. Y por tanto, indestructible.”
El siniestro personaje salio por donde habia entrado, sin pretender ya nada contra Aubrey, quien lo contemplaba a punto de desmayarse de horror. Lord Ruthwen le dijo antes de irse, “No te olvides de mí. En cualquier momento puedo reaparecer en tu vida…¡Y no vuelvas jamás a ponerte en mi camino, Thomas Aubrey!”
Unos días después, el joven Thomas regresaría a Inglaterra. Durante el trayecto, tiró aquella daga al mar. Su hermana Elizabeth le recibió efusivamente, con una brazo, y diciendo, “¡Oh, Tommy!¡Me alegra tanto que ya estés de vuelta!” El estado físico y mental del muchacho no era bueno, pero se esforzaba por sonreír. Elizabeth le dijo, “Te ves muy pálido. ¡Y tienes que ponerte bien! Porque el mes próximo celebraremos mi cumpleaños.” Sin embargo, Aubrey, a pesar de sus esfuerzos por parecer sano, cayó en cama con altas fiebres. Por la mañana, la posadera le trajo almuerzo a la cama, y dijo, “¡Pobrecillo!¿Qué le habrá provocado esto?” Elizabeth dijo, “Debe ser alguna enfermedad que pescó en Italia y Grecia.” Y por las noches, su estado empeoraba, y en presencia de Elizabeth, la posadera, y el doctor, Aubrey deliraba diciendo, “¡No, Nooooo! ¡En la tumba no!¡En la tumba no!¡Ah, maldito!” Elizabeth dijo al doctor, “Siempre repite las mismas palabras. Parece como si tuviera un sueño obsesivo y enfermizo.” Gracias a los cuidados de su hermana, sin embargo, Thomas logró reaccionar y mejorarse. La fiebre fue bajando, poco a poco, y comenzó a alimentarse normalmente. Cuando Thomas se recuperó, mientras Elizabeth lo cuidaba en su cama, le dijo, “Thomas. Si estás bien para el catorce de éste mes, celebraremos el baile, ¿recuerdas? Cumplo dieciocho años.”
No queriendo desilusionar a Beth, Aubrey hizo un esfuerzo, y logró estar mucho más fuerte para la fecha en que se celebraría la fiesta de cumpleaños. El día llegó, y mientras Thomas Aubrey se arreglaba, el posadero le dijo, “¿Estás seguro que deseas asistir, muchacho?” Thomas dijo, “¡Oh, sí, sí!¡Le prometí a mi hermana que presidiría la fiesta!”
Numerosos familiares y amigo de los dos hermanos se reunieron. La noche prometía ser alegre y bulliciosa, sobre todo para Beth. Lady Mercer se presentó en la fiesta, bella y dulce como siempre. Y cuando Lady Mercer vio a Thomas, le dijo, “Vamos a tomar un poco de aire a la terraza, querido Thomas, te ves cansado.” Thomas le dijo, “Lo estoy, amiga mía. Pero por Beth debo hacer el esfuerzo.” Pero Elizabeth, la hermana de Thomas, se estaba divirtiendo realmente, asediada por un numeroso grupo de apuestos y elegantes jóvenes. Mientras Elizabeth revisaba su libreta de invitados decía, “George Smithson, Howard Laughton…!¡Oh!¡Creo que mi libreta de baile está llena!” Elizabeth cerró la libreta y dijo, “¿Quién es el primero?” Uno de los caballeros invitados dijo, “Soy yo, Mademoiselle.” Pero en el momento en que iba a iniciarse la danza, se escuchó una voz que dijo, “¡El primero debo ser yo!” Elizabeth exclamó, “¿Eh?” Un hombre que avanzó lentamente hacia ella, seductor, seguro de sí mismo, elegante e irresistible para la imaginación novelesca y cándida de una jovencita como ella, era quien habia pronunciado aquellas palabras. Beth exclamó, “¿Q-Quien es usted?” Lord Ruthwen le dijo, “Me llamo Stephen Ruthwen.” Y fue efectivamente con el que Elizabeth Aubrey inicio su primer baile, olvidándose de todo lo demás.
De pronto, convertido en un torbellino de furia, Thomas se precipitó en el salón. Un hombre lo detuvo, gritando, “¡Espére!” Mientras Thomas gritaba, “¡No toques a mi hermana, maldito asesino!” El hombre lo detuvo y gritó, “¡Dios mío!¡Ayúdenme a sujetarlo!¡Se ha vuelto loco!” Thomas gritaba, “¡Ella no!¡Beth!¡Aléjate de ese hombre!” Ayudado por varios invitados, el tutor logró subir a Thomas a la habitación, mientras éste gritaba, “¡Suéltenme estúpidos!¡Debo estar allí!¡Debo impedir que haga con ella lo que hizo con las otras…!¡Debo salvar a Beth!” Poco después, el tutor decía a Elizabeth, “Mandaré traer al médico. ¡Pobre Thomas! Esa fiebre que tuvo debe haberle afectado el cerebro. No hace sino gritar desvaríos.” Elizabeth se preocupó, y dijo, separándose del tutor, “Debo hablar con él.” Pero el tutor le dijo, “¡No lo hagas! Al verte, volverá a excitarse y a gritar. Espera a que venga el médico.” Lord Ruthwen que se habia mantenido discretamente cerca de Beth, intervino, diciendo, “Es prudente lo que el señor le aconseja, querida joven. Venga conmigo. Le ayudaré a calmar y despedir a sus invitados.” Lady Mercer observó la escena, pensativa. “¿Qué habrá ocurrido en ese viaje a Italia y Grecia, para que Thomas le haya tomado a Stephen tal odio?¿Estará realmente loco ese pobre muchacho?”
Poco después, el propio Lord Ruthwen se despedía, y besando la mano de Elizabeth, le dijo, “Siento que la fiebre que, sin duda, contrajo en Grecia, le haya afectado de modo tan terrible a su hermano, miss Aubrey. Y no se preocupe por el penoso incidente. Llámeme si en algo puedo ayudar.” Elizabeth le dijo, “Lo haré, mi lord.” Lo que siguió fue un continuo calvario para Thomas Aubrey. El médico, convencido de que era un paranoico, y podía lastimar a su hermana, le habia prohibido a ésta visitarlo. Y sus continuos accesos de furia, eran calmados por la fuerza, atándolo. Thomas gritaba, “¡BEEETH!¡SACAME DE AQUÍ!¡POR PIEDAD, TE LO SUPLICOOOOO!” Finalmente los tutores convencieron a la chica de que pasára una temporada en casa de Lady Mercer, quien le dijo al recibirla, “¡Oh, Beth, no es justo que tú, tan joven y linda, te veas imposibilitada de comer y de dormir por la terrible enfermedad de tu hermano! En cuanto él se encuentre mejor, podrás volver.”
Lord Ruthwen visitó desde ese momento asiduamente, la casa de su antigua amiga. Con el tiempo, la fuerte atracción que aquel hombre ejercía sobre Elizabeth Aubrey, no le pasó desapercibida a la Lady Mercer, quien al mirarlos caminar por el jardín, pensó, “¡Debo hablar con Stephen!” Y asi lo hizo. Un día, mientras comían juntos, Lady Mercer le dijo a Lord Ruthwen, “Esa chica es cándida y sencilla, Stephen…No juegues con sus sentimientos, te lo suplíco.” Pero la respuesta de Ruthwen desconcertó por completo a Catherine Mercer, “No se trata de un juego, amiga mía, ¡Estoy enamorado y voy a casarme con ella!” Pasaron dos meses, y Thomas seguía en su cautiverio en el hospital. Los médicos le mantenían en calma a base de sedantes, y solo por el hecho de que los accesos de furia, habían desaparecido, le creían casi muerto. Un día, mientras Thomas se apoyaba caminando con un bastón y el apóyo de una enfermera, ésta le dio ánimo, y le dijo, “¿Lo ve? En cuanto mejore el tiempo, podremos salir de paseo.”
Asi llegó el invierno, y una mañana las campanas replicaron incesantes. TAM-TAM. Entonces, mientras Thomas estaba desayunando, le preguntó a la enfermera, “¿Por qué tocan las campanas, enfermera?” La enfermera le dijo, “¡Oh, señor Aubrey! Es que su linda hermana se casa hoy con un rico y elegante caballero.” Hubo una pausa, y la enfermera agregó, “Se llama…se llama…Lord Ruth…” Aubrey no espero oír más, y exclamó, “¡Nooooo!” rompiendo los platos que contenían su desayuno, sobre la mesa. En ese momento, la ceremonia nupcial terminaba; y Lord Ruthwen se disponía a marcharse de luna de miel, con su esposa. Fuera de la iglesia, la multitud gritaba, “¡Vivan los novios!” “¡Felicidad!” El desdichado Thomas Aubrey apareció de pronto gritando, en la calle, frente al carruaje que veía hacia él, “¡Detenganloooo!¡Va a matarla! Será su sacrificio para conservarse vivo.” Furioso, Lord Ruthwen, al ver a Thomas frente a su carruaje en la calle, tiró con fuerza sobrehumana al cochero, tumbándolo, para lanzarlo hacia la calle, diciendo, “¡Baja de ahí!” Mientras tanto, Elizabeth gritaba, “¡Oh, no, dios mío!¡Para Stephen!¡Detente!¡Por favor!” Pero Ruthwen no se detuvo hasta atropellar espantosamente a Aubrey.
Aquel carruaje, con su macabro conductor, se perdió a lo largo de la calle, dejando tras de sí un rastro de sangre, mientras Lord Ruthwen azotaba a los caballos, diciendo, “¡Te advertí que no te atravesaras de nuevo en mi camino, Thomas Aubrey!¡Je!¡Je!¡Je!” Aquella noche, Elizabeth fue encontrada sobre una tumba que presentaba, a modo de epitafio, un signo desconocido. Aún vestida de novia. Habia muerto de una horrible herida en la garganta.
Tomado de, Novelas Inmortales, Año VIII, No. 408, Septiembre 11, de 1985. Adaptación: Rémy Bastien. Segunda adaptación: José Escobar.