En el siglo XX, la mayoría de
los filósofos más importantes trabajaron desde dentro de las universidades,
especialmente a partir de la segunda mitad del siglo, durante el periodo
conocido como guerra fría. Algunos de los temas mas discutidos fueron la relación
entre el lenguaje y la filosofía, así como las importantes implicaciones filosóficas
de los enormes desarrollos en lógica a lo largo de todo el siglo. Las
tradiciones filosóficas más significativas y abarcadoras del siglo XX fueron
dos:
La filosofía analítica se
desarrolló principalmente en el mundo anglosajón y debe su nombre al énfasis que
al principio puso en el análisis del lenguaje por medio de la lógica formal. En
la segunda mitad del siglo, sin embargo, la filosofía analítica dejo de
centrarse solo en el lenguaje, y la unidad de la tradición recayó en la
exigencia de claridad y rigor en la argumentación, en la atención en los
detalles y en la desconfianza hacia los grandes sistemas filosóficos. Algunos
pensadores tempranos que se asocian a la tradición analítica son Gottlob Frege,
G.E. Moore, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y los integrantes del circulo
de viena, y más adelante Willard van Orman Quine, Saul Kripke, John Searle y
Donald Davison, entre otros. En su obra Principia Mathematica de 1910-1913,
Russell y Whitehead intentaron establecer una base lógica de la aritmética,
pero su intento se vio anulado en 1931 por el descubrimiento de Gödel: Sobre Proposiciones Formalmente Indecidibles
en Principia Mathematica y Sistemas Relacionados.
La filosofía analítica se
entiende como un programa filosófico especifico que usualmente se fecha entre
1900 aproximadamente y 1960. Se fecha ordinariamente con el trabajo de los filósofos
ingleses Bertrand Russell y G.E.Moore a principios del siglo XX. Ellos se
alejaron de las entonces formas dominantes de hegelianismo, objetando en
particular su idealismo y su obscuridad y comenzaron a desarrollar un nuevo tipo
de análisis conceptual, basado en los nuevos desarrollos de la lógica.
En la actualidad y
principalmente en las escuelas de la gran mayoría de los países de habla
inglesa en el siglo XX, emplearon el término Filosofía Analítica, y continua empleándose.
En países como los Estados Unidos, el Reino Unido, Canada, Escandinavia,
Australia y Nueva Zelanda, la gran mayoría de los departamentos de filosofía de
las universidades se identifican a sí mismos como departamentos “analíticos.”
a) Una tradición de hacer filosofía caracterizada por un énfasis
en la claridad y la argumentación, comúnmente alcanzadas a través de la lógica y
el análisis del lenguaje, y por un gran respeto por las ciencias naturales.
b) Algunos desarrollos
en la filosofía de inicio del siglo XX, tales como el trabajo de Bertrand
Russell y Gottlob Frege, aunados con el Positivismo Lógico. En este sentido, la
filosofía analítica tiene compromisos filosóficos específicos, algunos rechazados
por filósofos analíticos contemporáneos, en concreto:
1) La visión del positivista que considera que n hay
verdades específicamente filosóficas, y que el objeto de a filosofía es la clarificación
lógica de los pensamientos. Esto se puede contrastar con el fundacionismo
tradicional, derivado de Aristóteles, que mira a la filosofía como un tipo
especial de ciencia, la más alta, que investiga las razones fundamentales y los
principios de todo. Como resultado, muchos filósofos analíticos han considerado
a sus investigaciones como continuas con, o subordinadas a, las de las ciencias
naturales.
2) La visión de que la aclaración lógica de los
pensamientos solo puede ser alcanzada a través del análisis de la forma lógica
de proposiciones filosóficas. La forma lógica de una proposición, es una formas
de representarla , normalmente usando la gramática formal y el simbolismo de un
sistema lógico, para mostrar su similaridad con todas las otras proposiciones
del mismo tipo. Sin embargo, los filósofos analíticos disienten ampliamente
sobre cuál es la lógica formal correcta del lenguaje ordinario.
3) El rechazo de sistemas filosóficos que lo abarcan
todo, en favor de la atención en los detalles, el sentido común, y el lenguaje
ordinario.
La segunda tradición principal del siglo XX resulta aun más difícil de
caracterizar que la filosofía analítica. La Filosofía Continental se desarrollo
principalmente en la Europa Continental, de ahí su nombre, y se caracterizó por
ser más especulativa y por dar más importancia a la historia que la filosofía analítica.
La fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo, el posestructuralismo,
y la posmodernidad, son algunas de las escuelas que caen dentro de esta tradición.
Algunos de sus autores más influyentes fueron Edmund Hussrel, Martín Heidegger,
Jean Paul Sartre, y José Ortega y Gasset, en la primera mitad del siglo XX,
seguidos por Michel Foucault, Jacques Derrida, Hannah Arendt y Gilles Deleuze,
en la segunda.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, se inicia el período de la historia que también suele llamarse Guerra
Fría. Durante todo ese tiempo, entre
1945 y 1989 o durante la Guerra Fría, la humanidad vivía con el temor de que en
cualquier momento se desataría una conflagración con el uso de las armas
nucleares, por parte de cualquiera de las dos potencias: La Unión Soviética o
los Estados Unidos. Sin embargo, al mismo tiempo, se inicia una revolución tecnológica
en electrónica, física, y química, con una mayor disponibilidad de mano de obra,
producto de la paz y del aumento demográfico,
ocasionando u incremento de la producción industrial. Para mantener y aumentar
el nivel de ganancias de los empresarios, fue necesario elevar el consumo, para
lo cual se incorporó a los asalariados medios y bajos, en el mercado consumidor
de productos antes reservados a las clases privilegiadas, tales como electrodomésticos,
automóviles, etc.
Además de aumentar el consumo,
las mejoras en el nivel de vida de los asalariados hacían disminuir los
reclamos y los alejaban de los posibles conflictos sociales. A este modelo
basado en el consumo masivo se lo denominó, sociedad de consumo. Dos elementos
fundamentales ayudaron a instalar el consumismo: la publicidad y las ventas a crédito.
Se estimulaba a través del cine,
la radio, la televisión, de los diarios y de las revistas, el deseo de acceder
a un mundo ideal y fantástico, al cual solo se ingresaba comprando determinadas
“marcas” de productos. Para triunfar en la vida, había que manejar tal automóvil,
beber determinada gaseosa o vestir la ropa de los famosos. Incluso, las
manifestaciones artísticas, como la música, el cine, el teatro, o la
literatura, eran impuestas por la propaganda de las de las empresas discográficas,
las distribuidoras cinematográficas y por las empresas teatrales o editoriales.
Había nacido la cultura de masas, en la
que era más importante la difusión que la creación artística en sí misma. Tenía
más valor lo más conocido que lo más creativo o mejor producido. Prevalecía lo
comercial sobre lo artístico.
A partir de los años 50s, la modernización
socioeconómica comenzó a expresarse claramente en el arte, la literatura y en
otras manifestaciones culturales. A su vez, la expansión de los denominado medios
masivos de comunicación, implicó una nueva y compleja relación entre las
diferentes culturas. Sobre todo, porque el poder político y económico de los países
centrales también iba a mostrarse en un capacidad, hasta ese momento impensable,
de difundir sus valores culturales a otros pueblos. A su vez, en el interior de
cada sociedad, también existían determinados valores predominantes, es decir,
un cuerpo de ideas coherentes que explicaban una particular visión del mundo e impregnaban
la vida social y cultural de cada una de estas comunidades. Y en toda sociedad,
paralelamente a esta cultura dominante, surgieron grupos que se plantearon
otros valores, otras ideas sobre lo que estaba bien y estaba mal, y que
cuestionaron los valores, los modos de relación y el sistema político de una época.
Esos grupos comenzaron a
surgir en los años de posguerra, al calor de la urbanización y el crecimiento
de la matricula estudiantil en todos los niveles. Fueron movimientos que cuestionaron
la forma en que estaba ordenada la sociedad y que se pronunciaron por
alternativas de vida distintas de las formas en que habían sido educados por
sus mayores. Estas voces fueron, a
veces, subculturas que expresaron a subgrupos de la sociedad, como pueden ser
los jóvenes que utilizaban una manera particular de vestirse, hablar, etc., o
auténticas contraculturas, es decir, en corrientes de opinión que planteaban
valores contrarios a los predominantes en la sociedad de la que eran parte.
La complejidad de este
proceso de intercambio cultural estuvo dada, también, porque los modernos
medios de difusión fueron parte de la Guerra Fría. Estos medios, controlados
por países centrales, comenzaron a irradiar a todas partes del mundo sus
valores y hábitos culturales, como los que se correspondían con el mundo
occidental y cristiano frente al ateísmo socialista. Otro importante elemento
de propaganda fueron loso comics, donde héroes dotados de poderes sobrehumanos,
como Superman o el Capitán América, lograron proteger al mundo occidental de la
constante amenaza de sus enemigos.
Frente a esta influencia
cultural, marcada y guiada por la sociedad de consumo, nacieron en la posguerra
pensamientos alternativos a los dominantes, es decir, verdaderos movimientos
contraculturales: Todos dieron muestras de inconformismo, rebeldía y
resistencia a la imposición cultural a la que se sentían sometidos.
La denominada cultura beat se
originó en los Estados Unidos y fue la expresión de una generación que no creía
en los mitos de los adelantos científicos que habían producido la automatización,
ni en la elaboración del dinero como medio de satisfacción. Allen Gisnberg y
Jack Kerouac fueron, a través de poesías y cuentos que transitaban en revistas subterráneas,
underground, sin circulación comercial, típicos representantes de una búsqueda por
separarse de una sociedad que consideraban arbitraria y falsa. En ella los
hombres, afirmaban ellos, habían perdido la capacidad de comunicarse y vivir,
producto todo ello de los bombardeos publicitarios que alentaban únicamente la
superficialidad del confort: el auto, la casa, el televisor, etcétera. Para
manifestar su disconformidad, alentaron la resistencia al consumo.
En Europa, junto al
desarrollo del estado de bienestar que daba lugar a la “sociedad del ocio,” la
resistencia cultural se expresó también en el terreno filosófico: Autores como
Hebert Marcuse o Jean Paul Sartre
adquirieron notoriedad en los 50s, aunque sus libros y figuras fueron celebres
en los 60s. La búsqueda de lo auténticamente latinoamericano fue parte de ese
pensamiento alternativo, y la crítica apuntó a padecimientos de sus habitantes
por parte de dictaduras o regímenes que permitían y alentaban el despojo económico,
acompañado de la destrucción de la identidad cultural propia. Julio Cortázar,
Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, y José María Aguedas entre otros, fueron parte
de esa generación que, en sus novelas, expresaron la resistencia y alternativa
cultural en Latinoamérica.
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