Macbeth fue escrita por William Shakespeare. Es considerada una de sus más poderosas
y más oscuras tragedias. Ambientada en Escocia, la obra dramatiza los efectos
psicológicos y políticos corrosivos producidos cuando el mal es elegido como
una vía para satisfacer la ambición de poder.
Se
cree que la obra de teatro fue escrita entre 1603 y 1607, y está fechada más
comúnmente en 1606. El registro mas antiguo de una representación de lo que
probablemente fue la obra de Shakespeare es en abril de 1611, cuando Simon
Forman menciona haber visto la obra de teatro en el Teatro Globe. La obra fue publicada por primera vez en el Folio de 1623, posiblemente
de una transcripción. Es más probable que haya sido escrita durante el reinado
de Jacobo I de Inglaterra, quien había sido Jacobo VI de Escocia, antes de ser
sucedido por el trono ingles en 1603. Jacobo era mecenas de la compañía de
actores de Shakespeare, y de todas las obras de teatro escritas por Shakespeare
durante el reinado de Jacobo. De hecho, Macbeth
refleja claramente la relación del dramaturgo con el soberano.
Macbeth es la tragedia más corta de Shakespeare, y
cuenta la historia de un general valiente escocés llamado Macbeth, quien recibe
una profecía, de un trío de brujas, de que un día se convertirá en rey de
Escocia. Consumido por la ambición y estimulado a la acción por medio de su
esposa, Macbeth asesina al rey Duncan y toma el trono para sí mismo. Entonces
es atormentado por la culpa y la paranoia, y pronto se convierte en un tirano al
verse obligado a cometer cada vez más asesinatos para protegerse de la
enemistad y la desconfianza. Por lo tanto, el baño de sangre y la consecuente
guerra civil, rápidamente toman a Macbeth y Lady Macbeth hacia los reinos de la
arrogancia, la locura y la muerte.
La fuente de Shakespeare para la
tragedia son los registros del rey Macbeth de Escocia, Macduff, y Duncan en las
Crónicas de Holinshed (1587), una
historia de Inglaterra, Escocia e Irlanda que era familiar para Shakespeare y
sus contemporáneos, aunque los acontecimientos en la obra se diferencían
extensamente de la verdadera historia del rey Macbeth del reino de Alba o
Escocia.
En el
mundo del teatro “tras bambalinas,”
algunos creen que la obra está maldita, y no mencionan el título en voz alta,
en vez de ello, refiriéndose a ella como “la
obra escocesa.” A lo largo de muchos siglos, la obra a atraído a algunos de
los actores más reconocidos para los papeles de Macbeth y Lady Macbeth. Se ha
adaptado al cine, la televisión, la ópera, novela, cómic y otros medios de
comunicación.
Personajes
Duncan: Rey de
Escocia.
Malcolm: Hijo mayor de
Duncan.
Donaldbain: Hijo menor de
Duncan.
Macbeth: Un general en
la armada del rey Duncan, originalmente conde de Glamis, y después conde de Cawdor,
y posteriormente rey de Escocia.
Lady Macbeth: Esposa de
Macbeth y posteriormente reina de Escocia.
Banquo: Amigo de
Macbeth, y general en la armada del rey Duncan.
Fleancio: Hijo de
Banquo.
Macduff: Conde de
Fife.
Lady Macduff: Esposa de
Macduff.
Hijo de Macduff.
Ross, Lennox,
Angus, Menteith, Caithness: Señores escoceses.
Suardo: Conde de
Northumberland, General de
las fuerzas inglesas.
Joven Suardo: Hijo de
Suardo.
Seyton: Sirviente
de Macbeth.
Hecate: Reina de
las brujas.
Las Tres
Brujas: Predicen
que Macbeth será rey y un descendiente de Banquo
será rey.
Los tres
asesinos.
Porter: Portero de la
residencia de Macbeth.
Doctor: El médico de
Lady Macbeth.
Dama: Cuidadora de
Lady Macbeth.
Trama:
La obra se inicia en medio de truenos y
relámpagos, y las tres brujas deciden que su próxima reunión será con Macbeth. En
la siguiente escena, un sargento herido informa al rey Duncan de Escocia que
sus generales Macbeth, que es el Conde de Glamis, y Banquo, acaban de derrotar
a la fuerza aliada de Noruega e Irlanda, encabezada por el traidor de Macdonwald,
el Conde de Cawdor. Macbeth, pariente del rey, es elogiado por su valentía y
destreza en la lucha.
En la siguiente escena, Macbeth y
Banquo comentan sobre el clima y su reciente victoria. Mientras merodean por un
páramo, las tres brujas entran y los saludan con las profecías. Aunque Banquo las
desafía primero, ellas abordan a Macbeth, aclamándolo como el “Señor de Glamis” “Señor de Cawdor,” y le
dicen que él “será rey en lo sucesivo.”
Macbeth parece quedar en mudo silencio e impresionado. Cuando Banquo les
pregunta sobre su propio destino, las brujas le indican que él será el padre de
un linaje de reyes, aunque él mismo no logre llegar a ser uno. Mientras los dos
hombres se cuestionan sobre los pronunciamientos, las brujas se desvanecen, y otro
conde, Ross, llega e informa a Macbeth de su título recién otorgado: Conde de
Cawdor, debido a que el anterior Conde de Cawdor será castigado con la muerte
por sus actividades traidoras. Así, la primera profecía se cumple
inmediatamente, y Macbeth comienza a abrigar ambiciones de convertirse en rey.
El rey
Duncan da la bienvenida y alaba a Macbeth y Banquo, y declara que pasarán la
noche en el castillo de Macbeth en Inverness. También el rey Duncan nombra a su
hijo Malcolm como Su heredero. Macbeth envía un mensaje a su esposa por delante,
Lady Macbeth, informándole sobre las profecías de las brujas. Lady Macbeth no sufre
ninguna de las incertidumbres de su marido, y le alienta a asesinar a Duncan con
el fin de obtener la realeza. Cuando Macbeth llega a Inverness, ella anula todas
las objeciones de su marido, desafiando su hombría, y persuadiéndolo con éxito
para matar al rey, esa misma noche. Enseguida, él y Lady Macbeth planean
emborrachar a los dos chambelanes de Duncan para que se queden dormidos. A la
mañana siguiente, son el marco para enmascarar el asesinato. Los chambelanes
estarán indefensos, ya que nada recordarán.
Mientras que Duncan está dormido,
Macbeth lo apuñala, a pesar de sus dudas y una serie de portentos
sobrenaturales, los que incluyen la alucinación de una daga ensangrentada.
Posteriormente Macbeth está tan asustado que Lady Macbeth lo tiene que cuidar. De
acuerdo al plan de ella, Lady Macbeth construye el escenario con los sirvientes
dormidos de Duncan, para el asesinato, colocando las dagas ensangrentadas sobre
ellos. Temprano a la mañana siguiente, Lennox, un noble escocés, y Macduff, el
leal Conde de Fife, llegan. El portero abre la puerta y Macbeth les conduce a
la cámara del rey, donde Macduff descubre el cuerpo de Duncan. Macbeth asesina
a los guardias para evitar que éstos profesen su inocencia, afirmando su
intención de vengar al rey en un ataque de ira por sus fechorías. Los hijos de
Duncan: Malcolm y Donalbain, huyen a Inglaterra e Irlanda, respectivamente, por
temor a que el asesino de Duncan desee la muerte de ambos también. La huía de
los herederos legítimos les hace sospechar de ellos, y Macbeth asume el trono
como el nuevo rey de Escocia, siendo un pariente del rey muerto. Banquo revela
esto a la audiencia, y si bien es escéptico del nuevo rey Macbeth, recuerda la
profecía de las brujas, sobre cómo sus propios descendientes heredarán el trono.
A
pesar de su éxito, Macbeth, aún consciente de esta parte de la profecía, continúa
inquieto. Macbeth invita a Banquo a un banquete real, donde descubre que Banquo
y su joven hijo, Fleancio, partirán cabalgando en la noche. Macbeth contrata a
unos hombres para matarlos. Los asesinos tienen éxito en matar a Banquo, pero Fleancio
escapa a propósito. Macbeth se enfurece: teme que su poder siga siendo inseguro,
siempre y cuando un heredero de Banquo se mantenga vivo. En el banquete,
Macbeth invita a sus señores y a Lady Macbeth a una noche de bebida y alegría.
El fantasma de Banquo entra y se sienta en el asiento de Macbeth. Macbeth delira
con temor, sorprendiendo a sus invitados, debido a que el fantasma es visible
sólo para él mismo. Los otros entran en pánico al ver a Macbeth que rabia en contra
de una silla vacía, hasta que, una desesperada Lady Macbeth les dice que su
marido solamente está afectado por una enfermedad familiar e inofensiva. El
fantasma se aleja y regresa una vez más, haciendo y produciendo la misma rabia
desenfrenada y el miedo en Macbeth. Esta vez, Lady Macbeth despide a los
señores, y lo hacen.
Macbeth, perturbado, visita a las tres brujas, una vez más y les pide le
revelen la verdad de sus profecías para él. Como respuesta a sus preguntas, ellas
convocan a apariciones horribles, cada una de las cuales ofrecen predicciones y
profecías para aliviar aún más los temores de Macbeth.
Primeramente,
ellas convocan a una cabeza blindada, la cual le dice a Macbeth que tenga cuidado
con Macduff. En segundo lugar, un niño ensangrentado le dice que nadie nacido
de una mujer podrá hacerle daño. En tercer lugar, un niño sosteniendo un árbol
afirma que Macbeth estará a salvo hasta que el gran bosque de Birnam venga a la
colina de Dunsinane, donde está ubicado su castillo. Macbeth se alivia y se
siente seguro, porque sabe que todos los hombres nacen de mujeres y que los
bosques no se pueden mover. Macbeth también pregunta a las brujas si un hijo de
Banquo reinará algún día en Escocia: las brujas conjuran una procesión de ocho
reyes coronados, todos similares en apariencia a Banquo, y el último portando
un espejo que refleja aún a más reyes. Macbeth se da cuenta que estos son los
descendientes de Banquo habiendo adquirido el reinado de numerosos países.
Después de que las brujas realizan una danza loca y se van, Lennox entra y dice
a Macbeth que Macduff ha huido a Inglaterra. Macbeth ordena la incautación de
castillo de Macduff, y, lo que es más cruel, envía asesinos para matar a la
esposa y los hijos de Macduff. Todo el mundo en el castillo de Macduff es
condenado a muerte, incluyendo a Lady Macduff y su joven hijo.
Mientras
tanto, Lady Macbeth comienza a atormentarse por la culpa de los crímenes que
ella y su marido han cometido. Por la noche, en el palacio del rey Macbeth, en
Dunsinane, un médico y una dama comentan sobre la extraña costumbre de
sonambulismo de Lady Macbeth. De repente, Lady Macbeth entra en trance con una
vela en la mano. Lamentando Lady Macbeth el asesinato de Duncan, Lady Macduff,
y Banquo, intenta lavar las manchas de sangre imaginarias de sus manos. Sin
embargo, en todo momento ella habla de las cosas terribles que ella conoce, y
las cuales ella presionó a su marido a hacer. Ella se va, y el médico y la dama
se maravillan de su descenso hacia la locura. Su creencia de que nada puede
lavar la sangre en sus manos, es una inversión irónica de su afirmación previa a
Macbeth, de que, “un poco de agua nos limpia
de éste hecho.”
En
Inglaterra, Macduff es informado por Ross que su “castillo ha sido tomado por sorpresa y que su esposa e hijos han sido
asesinados salvajemente.” Cuando la noticia de la ejecución de su familia
le alcanza, Macduff se enferma del dolor y jura venganza. El príncipe Malcolm,
hijo de Duncan, ha logrado reunir un ejército en Inglaterra, y Macduff se reúne
con él mientras cabalga rumbo a Escocia para desafiar a los ejércitos de
Macbeth. La invasión tiene el apoyo de los nobles escoceses, quienes están consternados
y atemorizados por el comportamiento tiránico y asesino de Macbeth. Malcolm
dirige un ejército, junto con Macduff y el ingles Suardo (padre), el conde de
Northumberland, en contra de Castillo Dunsinane. Mientras que acampan en el
bosque de Birnam, a los soldados se les ordena cortar y acarrear ramas de
árboles para camuflar sus números.
Antes
de que lleguen los opositores de Macbeth, él recibe noticias que Lady Macbeth se
ha suicidado, lo que le hace hundirse en una profunda desesperación pesimista, por lo que empieza su soliloquio: “Mañana, y mañana, y mañana.” A pesar de que Macbeth reflexiona
sobre la brevedad y sin sentido de la vida, sin embargo, espera al ejército inglés
y se fortifica en Dunsinane. Macbeth está seguro de que las profecías de las
brujas garantizan su invencibilidad, pero es golpeado por el miedo, cuando se
entera de que el Ejército Inglés avanza en Dunsinane blindado con ramas
cortadas del bosque Birnam, en aparente cumplimiento de una de las profecías.
La
batalla culmina con la confrontación de Macduff contra Macbeth, mientras las
fuerzas inglesas abruman su ejército y el castillo. Macbeth se jacta de que él
no tiene ninguna razón para temer a Macduff, pues no puede ser asesinado por
ningún hombre nacido de mujer. Macduff declara que él fue nacido antes de
tiempo por cesárea, y por lo tanto, no es “nacido
de mujer” (un ejemplo de una sutileza literaria), cumpliendo la segunda
profecía. Macbeth se da cuenta demasiado tarde que ha malinterpretado las
palabras de las brujas. A pesar de que se da cuenta de que él está condenado,
continúa luchando. Macduff lo mata y lo decapita, cumpliendo así la profecía
restante.
Macduff
lleva la cabeza de Macbeth en el escenario y Malcolm explica cómo el orden se
ha restaurado. La última referencia de Malcolm a Lady Macbeth, sin embargo,
revela que “se piensa, por propias y violentas manos / se quitó la vida” sin
embargo, su método de suicidio es no revelado. Malcolm, ahora el rey de Escocia,
informa de sus intenciones benévolas para el país e invita a todos a verlo
coronado en Scone.
=
Aunque Malcolm, y no Fleancio, es
colocado en el trono, la profecía de las brujas en cuanto a Banquo (“tendrás reyes”), era conocida por el
público de la época de Shakespeare de haberse cumplido verdaderamente: Jacobo
VI de Escocia (más tarde Jacobo I de Inglaterra) fue supuestamente descendiente
de Banquo.
Fuentes
Macbeth ha sido comparada con Marco Antonio y Cleopatra de
Shakespeare. Tanto Antonio como Macbeth, como personajes, buscan un mundo nuevo,
aún a costa del mundo antiguo. Ambos
están luchando por un trono y tienen un “enemigo”
que enfrentar para lograr alcanzar ese trono. Para Antonio, su némesis es Octavio,
para Macbeth es Banquo. En un momento, Macbeth se compara a Marco Antonio,
diciendo “Me reconozco inferior a él como
Marco Antonio a Cesar.” Por último, ambas obras contienen poderosas y
manipuladoras figuras femeninas: Cleopatra y Lady Macbeth.
Shakespeare
tomó prestada la historia de varios relatos contenidos en las Crónicas de Holinshed, una historia
popular de las Islas Británicas que eran conocidas por Shakespeare y sus
contemporáneos. En las Crónicas de
Holinshed, un hombre llamado Donwald encuentra que varios de sus familiares
a la verdad, han sido muertos por su rey, el rey Duff, por relacionarse con las
brujas. Tras ser presionado por su esposa, él y varios de sus siervos matan al
Rey en su propia casa. En las Crónicas de
Holinshed, Macbeth es descrito luchando para apoyar el reino, debido a la ineptitud
del rey Duncan. Él y Banquo conocen a las tres brujas, quienes hacen
exactamente las mismas profecías como en la versión de Shakespeare. Tanto
Macbeth como Banquo, entonces juntos, traman el asesinato de Duncan, a
instancias e insistencia de Lady Macbeth. Macbeth logra un largo reinado de
diez años, antes de ser derrocado por Macduff y Malcolm. Los paralelos entre
las dos versiones son claros. Sin embargo, algunos estudiosos creen que Rerum Scoticarum Historia de George
Buchanan, coincide con la versión de Shakespeare de manera más cercana. El
trabajo de Buchanan estaba disponible en latín, en la época de Shakespeare.
En ninguna de las versiones de la
historia de Macbeth, éste mata al rey en
el propio castillo de Macbeth. Los estudiosos han visto en este cambio hecho
por Shakespeare, un intento de aumentar la oscuridad del crimen de Macbeth,
como la peor violación de la hospitalidad. Las versiones de la historia que
eran comunes en la época, narraban que Duncan moría en una emboscada, al estar
en Inverness, no en un castillo. Shakespeare combinó la historia de Donwald y
Rey Duff en lo que fue un cambio significativo en la historia.
Shakespeare hizo otro cambio relevante.
En las Crónicas de Holinshed, Banquo
es cómplice en el asesinato de Macbeth al rey Duncan. También Banquo juega un
papel importante en asegurar que Macbeth, no Malcolm, tome el trono en el golpe
que le sigue. En la época de Shakespeare, se pensaba que Banquo era un
antepasado directo del rey Jacobo Estuardo I. La descendencia estuarda de
Banquo fue refutada en el siglo 19, cuando se descubrió que los Fitzalans en
realidad son descendiente de una familia bretona. El Banquo retratado en las
fuentes históricas es significativamente diferente del Banquo creado por
Shakespeare. Los críticos han propuesto varias razones para este cambio. En
primer lugar, el retratar a un antepasado del rey como un asesino sería
arriesgado. Otros autores de la época que escribieron sobre Banquo, como John
Schelandre, en su Stuartide, también
cambiaron la historia al presentar a Banquo como un hombre noble, no como un
asesino, probablemente por las mismas razones. En segundo lugar, Shakespeare pudo
haber alterado el carácter de Banquo, simplemente porque no había necesidad dramática
de otro cómplice del asesinato. Había, sin embargo, la necesidad de dar un
contraste dramático a Macbeth, un papel que muchos estudiosos sostienen es
cubierto por Banquo.
Fecha y Texto
Macbeth fue la primera obra de
Shakespeare que escribió para un monarca que no fuera Elizabeth I, la amada
Reina Virgen, reina protestante de Inglaterra desde 1558 hasta su muerte en
1603. Tras la muerte de Elizabeth I, Jacobo VI de Escocia tomó el trono Inglés,
llegando a ser Jacobo I de Inglaterra. Para los ingleses, había muchas preocupaciones
de que Jacobo tomara el trono. A saber, se temía que intentara convertir al
país al catolicismo, siendo protestante, porque su madre era la devotamente
católica María, Reina de Escocia, quien había terminado siendo ejecutada por
Elizabeth I, y porque su esposa, Ana de Dinamarca, se rumoraba, era también
católica. Esta preocupación por la religión causó mucha agitación en Inglaterra
durante el reinado de Jacobo. Shakespeare incorpora sutilmente en este
disturbio político en la obra de Macbeth,
sin dejar de alabar el nuevo rey de Inglaterra.
Por lo
tanto, Macbeth, es entonces tanto una
historia de alabanza como una moraleja para Jacobo. Es una alabanza porque se
entiende que Jacobo es descendiente de Banquo, uno de los personajes buenos de
la obra. También incorpora muchos temas en los que Jacobo habría estado
interesado, incluyendo la brujería, los peligros de regicidio, el asesinato
deliberado de un monarca, y el árbol de la familia Real de Escocia. Sin
embargo, la obra tiene un trasfondo de moraleja para Jacobo: la ruina de
Macbeth comienza con dejar que su esposa corrompa su mente con ideas de riqueza
y poder. La implicación para Jacobo, entonces, es que mientras que tiene que
escuchar a su esposa católica, al mismo tiempo no debe dejar que lo corrompa,
en la misma forma en que Lady Macbeth corrompe a su marido. En otras palabras,
es necesario que permanezca protestante.
Macbeth no se puede fechar con precisión, debido a la
evidencia significativa de revisiones posteriores. Mientras que la obra parece
celebrar a los antepasados del rey Jacobo y la ascensión estuarda al trono en
1603, (Jacobo creía ser descendiente de Banquo), los eruditos dicen que es poco
probable que la obra haya sido compuesta antes de 1603, y sugiere que el
desfile de ocho reyes, que las brujas de Macbeth muestran en una visión, en el
Acto IV, es un elogio al rey Jacobo. La gran mayoría de los críticos piensan
que la obra fue escrita en 1606, a raíz de la Conspiración de la Pólvora, un plan aristocrático protestante para
matar al rey, debido a las posibles alusiones internas a la conspiración de 1605,
y en sus siguientes juicios. En 1605, para conmemorar la huída del rey Jacobo,
se acuñó una medalla que representa una serpiente escondida entre lirios y
rosas. Shakespeare pudo haber aludido a esta imagen cuando Lady Macbeth dice a
su marido: “Mira como la flor es inocente,
pero la serpiente está detrás.” (1.5.74-5).
Particularmente,
con respecto al discurso del portero, en la Escena III, del Acto II, en donde
da la bienvenida al infierno, a un “equivocador
o testigo falso,” un agricultor, y a un sastre, se ha argumentado que es
una alusión al juicio del jesuita Henry Garnet, el 28 de marzo de 1606 y su
ejecución el 3 de mayo de 1606, en donde la palabra,“equivocador” se refiere a la defensa de Garnet sobre su “equivocación,” o reserva mental, (el
derecho a ocultar información).
Reserva mental es una forma de engaño, que no es una mentira
absoluta. Sin embargo, la “equivocación” fue
también objeto de un tratado en1583, conducido por el jefe consejero de la reina Isabel, Lord Burghley, y de la Doctrina de la Equivocación de 1584,
por el prelado español Martín Azpilcueta, la cual se difundió por toda Europa y en Inglaterra en la
década de 1590. Pero el portero dice
que el equivocator, “cometió traición suficiente por el amor de Dios” (2.3.9-10), lo que específicamente conecta equívoco y
traición, y los ata a la creencia de los Jesuitas de que la “equivocación” es legal cuando se
utiliza, “por el amor de Dios,” fortaleciendo
la alusión a Garnet. El portero llega a decir que el equivocador, “quien cometió equivocación por amor de
Dios, aún podría no equivocar al cielo” (2.3.10-11), haciéndose eco de las
bromas siniestras que estaban en curso en la víspera de la ejecución de Garnet,
al decir sobre Garnet que sería, “ahorcado
sin equivocación” y de que en su ejecución él había pedido, “no se equivocaran con su último aliento.” La
mención del portero de un agricultor podría ser otra alusión a Garnet, quien
utilizó la palabra “agricultor” como
un alias. El “sastre inglés” que el
portero admite en el infierno (2.3.13), ha sido visto como una alusión a Hugh
Griffin, un sastre que fue interrogado por el Arzobispo de Canterbury, el 27 de
noviembre y 3 de diciembre 1607, por la parte que jugó en la “paja milagrosa,” de Garnet, una infame cabeza
de paja que fue manchada con la sangre de Garnet, que se había coagulado en una
forma que se asemejaba al retrato de Garnet, todo lo cual fue aclamado por los
católicos como un milagro. El sastre Griffin se hizo famoso y el tema de sus versos
fue publicado con su retrato en la portada.
Los
estudiosos también citan un entretenimiento visto por el rey Jacobo en Oxford,
en el verano de 1605, que contó con tres “Sibilas”
similares las hermanas extrañas de la obra de Shakespeare. Kermode conjetura
que Shakespeare podría haber oído hablar de esto y aludió a ellas con las
hermanas extrañas. Sin embargo, A. R. Braunmuller, en la edición del New Cambridge, encuentra los argumentos de
1605-6, inconcluyentes y sólo argumenta la fecha de1603 como las más
temprana. La obra no se considera que haya sido escrita más tarde de 1607, ya
que, como señala Kermode, hay “alusiones
bastante claras a la obra en 1607.”
Además,
una supuesta alusión a la obra Macbeth
apoyando la fecha a finales de 1606, es el diálogo de la primera bruja sobre la
esposa de un marinero: Con castañas en la falda, la mujer de un
navegante las masticaba y masticaba. “Dame,” dije yo“¡Atrás, condenada bruja!”
grita la asquerosa. Su marido se fue a Alepo, capitán del Tigre. (1:6-7). Esto, se ha pensado, alude al Tiger, un barco que regresó a Inglaterra, el 27 de junio de 1606, después
de un desastroso viaje, en donde muchos de la tripulación murieron a manos de
los piratas. Unas pocas líneas después, la bruja habla del marinero, “Él vivirá, un hombre olvidado/ cansado
siete noches nueve veces nueve.” (1,21-2). El barco real estuvo en el mar
567 días, el producto de 7x9x9, lo que ha sido tomado como una confirmación de
la alusión, por lo que si es correcta, confirma que la obra no podría haber
sido escrita antes de julio de 1606.
Macbeth fue impresa por primera vez en el, First Folio o
Primer Folio de 1623, y el Folio es la única fuente para el texto. El texto que sobrevivió
ha sido descaradamente alterado por manos posteriores. Más notable es la
inclusión de dos temas de la obra de Thomas Middleton, La Bruja (1615). Se ha conjeturado que Middleton pudo haber
insertado una escena adicional que implica las brujas y Hécate, pues estas
escenas había demostrado ser muy populares entre el público.
Estas
revisiones, las cuales desde la edición de Clarendon de 1869, se ha supuesto
que incluyen todo el Acto III, Escena V, y una parte del Acto IV, Escena I, se
indican a menudo en los textos modernos. Sobre esta base, muchos eruditos
rechazan los tres interludios con la diosa Hécate como inauténticos. Incluso, aún con el material de Hécate presente, la obra es llamativamente corta, por lo
que el texto del Folio, pudo derivar de una transcripción que había sido cortada sustancialmente para actuarse, o un corte
adaptado del texto mismo.
Temas y Motivos
Un tema principal dentro de Macbeth, es
la destrucción que sigue cuando la ambición va más allá de las restricciones morales.
Macbeth es un general valiente que no es naturalmente inclinado a cometer lo
malo, sin embargo, es profundamente ambicioso, y desea poder. Asesina al rey
Duncan en contra de su mejor juicio, y luego se revuelca en la culpa y la
paranoia. Hacia el final de la obra, Macbeth se encuentra en una especie de
locura jactanciosa. Por otro lado, Lady Macbeth persigue sus objetivos con una
mayor determinación, sin embargo, es menos capaz de lidiar con la culpa de su
inmoralidad. Llama la atención que Lady Macbeth, es uno de los personajes
femeninos más fuertes de Shakespeare. Ella alienta a su marido a matar sin
piedad a Duncan, y le insta a ser fuerte después, sin embargo, es ella misma con
el tiempo, quien es conducida a la muerte por el efecto de los asesinatos de
Macbeth en su conciencia. En ambos casos, la ambición, alentada por las
profecías de las brujas, es lo que impulsa a la pareja a cometer atrocidades.
Un asunto que la obra levanta, es que una vez que uno usa la violencia para la
consecución el poder que uno busca, es difícil de detenerse. Macbeth comprende
que siempre existen posibles amenazas al trono, tales como Banquo, Fleancio y
Macduff, y él se siente tentado a usar
medios violentos para disponer de ellos.
Masculinidad
Lady Macbeth manipula a su marido al cuestionar su hombría, deseando a sí misma
ser
“asexuada,” y curiosamente ella no contradice a Macbeth, cuando éste dice
que una mujer como ella debería dar a luz solo niños. En la misma forma en que
Lady Macbeth incita a su marido al asesinato, Macbeth provoca a los asesinos
que contrata para asesinar a Banquo, al cuestionar la hombría de ellos. Tales actos
muestran que tanto Macbeth como Lady Macbeth, equiparan la masculinidad con la
agresión desnuda. Siempre que discuten sobre virilidad, sigue la violencia. Su entendimiento
de la masculinidad, permite que el orden político representado en la obra, descienda
hasta el caos.
Sin embargo, en “Macbeth,” las mujeres son propensas a contener la violencia y las
malas intenciones. Las profecías de las tres brujas, despiertan las ambiciones de
Macbeth, y luego alientan su comportamiento violento, mientras que Lady Macbeth, provee el impulso y la voluntad detrás el plan de su marido. Después de leer la
carta que su marido le ha enviado, diciéndole de las profecías de las brujas
sobre él, Lady Macbeth cree que:
Eres
Glamis, y Cawdor, y serás
lo que te anuncian. Mas temo tu carácter:
está muy empapado de leche de bondad
para tomar los atajos. Tú quieres ser grande
y no te falta ambición, pero sí la maldad
que debe acompañarla.
-Lady Macbeth, Macbeth, Acto I, Escena V
Por otra
parte, el único Ser divino en aparecer es Hécate, la diosa de la brujería.
Debido a que la obra “Macbeth” traza
la raíz del caos y del mal en las mujeres, algunos críticos sostienen que es la
obra más misógina de Shakespeare. Los personajes masculinos son igualmente
brutales y propensos al mal como las mujeres, pero la agresión de los personajes
femeninos, es más sorprendente porque contradice las expectativas de cómo las
mujeres deben comportarse. El comportamiento de Lady Macbeth, ciertamente
muestra que las mujeres pueden ser tan despiadadas y ambiciosas como los
hombres. Tanto
si se trata de las limitaciones de género de la sociedad, o porque
ella no es lo suficientemente valiente para matar, Lady Macbeth se basa en la manipulación
de su marido, en lugar de la violencia, para lograr sus fines.
La obra pone por delante una definición
menos destructiva de la virilidad hacia el final. Cuando Macduff se entera de
los asesinatos de su esposa e hijo, Malcolm lo consuela sin compasión con ánimo
de tomar la noticia en forma “masculina”
y Malcolm utiliza esa “masculinidad”
para alimentar su odio hacia Macbeth. Macduff le dice al joven heredero, que él
tiene una comprensión errónea de la masculinidad. A la sugerencia de Malcolm
de, “Pelea como un hombre,”
Macduff le responde: “¡Debo hacerlo! Pero también debo sentirme
como un hombre.” (4.3.221-223). Tras conocer la noticia de la muerte de su
hijo a manos de Macbeth, Suardo recibe este hecho en forma un tanto
complaciente. Malcolm responde: “Él es digno
de más dolor [de lo que tú has expresado] / Y se lo daré.” (5.11.16-17). El comentario de Malcolm demuestra
que ha aprendido la lección que Macduff le
dio, sobre la naturaleza de la verdadera masculinidad. También sugiere que, con
la coronación de Malcolm, el orden será restaurado al Reino de Escocia.
Análisis
Macbeth es una anomalía entre las tragedias de Shakespeare en algunos aspectos
importantes. Es corta: más de mil líneas de menor longitud que, Otelo, y El Rey Lear, y sólo poco más de la mitad de larga que, Hamlet. Esta brevedad, sugieren muchos
críticos, es a causa de que la versión recibida se basa en una fuente más
extensa pero cortada, tal vez un libro de apuntes para una actuación especial. La
brevedad ha sido relacionada con otras características inusuales: el rápido
ritmo del primer acto, todo lo cual ha parecido ser, “despojado de actuación;” la rigidez comparativa de los
caracteres que no sean Macbeth, la rareza del mismo Macbeth, comparada con otros
héroes trágicos de Shakespeare.
Como una Tragedia de Carácter
Por lo menos, desde la época de Alexander Pope y Samuel Johnson, el análisis de
la obra se ha centrado en el tema de la ambición de Macbeth, comúnmente vista
como un rasgo tan dominante que define al personaje. Johnson afirmó que Macbeth,
aunque apreciado por su valor militar, es vilipendiado enteramente. Esta
opinión es recurrente en la crítica literaria, y, de acuerdo con Caroline
Spurgeon, es apoyada por el propio Shakespeare, quien intenta degradarlo, confiriendo sobre él ropas inadecuadas y haciéndolo ver en ridículo, por varios
símbolos que le aplica: Su ropa parece demasiado grande o demasiado pequeña
para él, tal como su ambición es demasiado grande, y su carácter demasiado
pequeño, para su papel nuevo e injusto como rey. Cuando él se siente como, “vestido en ropa prestada,” tras su
nuevo título como, Thane de Cawdor, profetizado por las brujas, según ha sido
confirmados por Ross, (I, 3, ll, 108-109), Banquo comenta: “Nuevos honores vienen sobre él, / como nuestras extrañas vestiduras,
no se unirá a su molde, / Pero con la ayuda de su uso.” (I, 3, II, 145-146).
Y, al final, cuando el tirano está en el valle de Dunsinania, Caithness lo ve
como un hombre tratando en vano de sujetar una amplia prenda sobre él, con un
cinturón demasiado pequeño: “No puede abrochar
en la hebilla su causa destemplada / Dentro del cinturón de la dominación
" (V , 2, ll 14-15), mientras que Angus, en un simbolismo similar,
resume lo que piensa todo el mundo, desde la subida de Macbeth al poder: “Todo el mundo conoce que la púrpura real de
su grandeza oculta un cuerpo raquítico y miserable.” (Acto V, Escena II)
Al igual que Ricardo III de Inglaterra,
pero sin la exuberancia perversamente atractiva de ese personaje, Macbeth vadea
a través de la sangre hasta su inevitable caída. Como escribe Kenneth Muir, “Macbeth no tiene una predisposición al
asesinato, él tiene simplemente una ambición desmedida que le hace ver al
asesinato como un mal menor, en comparación al hecho de no lograr alcanzar la
corona.” Algunos críticos, tales como, E. E. Stoll, explican esta
caracterización, como un vestigio de la tradición de Séneca, o medieval. El
público de Shakespeare, en este punto de vista, esperaba villanos que fueran
totalmente malos, y el estilo de Séneca, lejos de prohibir a un protagonista
malvado, lo exigía.
Aún,
para otros críticos, no ha sido tan fácil de resolver el problema de las
motivaciones de Macbeth. Robert Bridges, por ejemplo, percibió una paradoja: un
personaje capaz de expresar un horror tan convincente, antes del asesinato de
Duncan, sería probablemente incapaz de cometer el crimen. Para muchos críticos,
las motivaciones de Macbeth en el primer acto, aparecen vagas e insuficientes.
John Dover Wilson plantea como hipótesis, que en el texto original de
Shakespeare, había una escena adicional o escenas, donde marido y mujer discutían
sus planes. Esta interpretación, no es completamente demostrable, sin embargo,
el papel motivador de la ambición de Macbeth se reconoce universalmente. Las
malas acciones motivadas por su ambición, parecen atraparlo en un ciclo de creciente
maldad, como él mismo Macbeth lo reconoce:
“Estoy nadando en un mar de sangre, y tan lejos ya de la orilla, que me es
indiferente bogar adelante o atrás.” (Acto 3, Escena 4)
Como Una Tragedia de Orden Moral
Las desastrosas consecuencias de la ambición de Macbeth, no se limitan a él. Casi desde el momento del asesinato, la obra describe a una
Escocia como un país sacudido por inversiones del orden natural. Shakespeare
pudo haber previsto una referencia a la, Gran Cadena de los Seres, aunque las
imágenes de desorden de la obra, son en su mayoría, lo suficientemente específicas
para apoyar las lecturas intelectuales detalladas. Shakespeare también pudo
haber tenido la intención de elaborar un cumplido, a la creencia de Jacobo en el
derecho divino de los reyes, aunque ésta hipótesis, desarrollada con mayor amplitud
por Henry N. Paul, no es universalmente aceptada. Al igual que en su obra de
teatro, Julio César, sin embargo, las
perturbaciones en la esfera política, se reflejan, e incluso se amplifican, por
los acontecimientos en el mundo material. Entre los aspectos de las inversiones
del orden natural más a menudo representados son el sueño. El anuncio de Macbeth
de que ha “asesinado el sueño” se
refleja en sentido figurado en el sonambulismo de Lady Macbeth.
La
influencia generalmente aceptada de la tragedia medieval sobre Macbeth, es a menudo vista como
significativa, en el tratamiento del orden moral de la obra. Glynne Wickham
conecta la obra, a través de Porter, a una obra de teatro milagrosa en el
descenso de Cristo a los infiernos. Howard Felperin sostiene que la obra de
teatro, tiene una actitud más compleja hacia la, “tragedia cristiana ortodoxa” de lo que se suele admitir. Él ve un parentesco entre la obra de teatro, y
Herodes I el grande, dentro del drama litúrgico medieval.
El
tema de la androginia, a menudo, es visto como un aspecto especial del tema del desorden.
La inversión de los roles normativos de género, es más famosamente asociado con
las brujas, y con Lady Macbeth, tal como tales mujeres aparecen en el primer
acto. Cualquiera que sea el grado de simpatía con tales inversiones, en la obra
de Shakespeare, la obra termina con un retorno completo a los valores
normativos de género. Algunos críticos psicoanalíticos feministas, tales como
Janet Adelman, han conectado el tratamiento de la obra de los roles de género, a
su mayor tema de la inversión del orden natural. En este sentido, Macbeth es
castigado por su violación del orden moral, al ser retirado de los ciclos de la
naturaleza (los cuales son figurados como femeninos); la naturaleza misma, tal
como se realiza en el movimiento del bosque de Birnan, es parte de la
restauración del orden moral.
Como Una Tragedia Poética.
Los críticos a principios
del siglo XX, reaccionaron contra
lo que veían como una excesiva dependencia en el estudio del personaje, dentro de la crítica de la obra. Esta dependencia, aunque más estrechamente asociada con Andrew Cecil Bradley,
es clara ya en la
época de María Cowden Clarke, quien ofreció un preciso,
aunque fantasioso, relato de las vidas predramaticas de las protagonistas femeninas de Shakespeare. Sugirió, por ejemplo, que la niña
Lady Macbeth, a la se refiere en
el primer acto, murió durante una acción militar tonta.
La Brujería y el Mal.
En la obra, las tres brujas representan la oscuridad, el caos, y el
conflicto, mientras que su papeles son el de agentes y testigos. Su presencia comunica
traición, y muerte inminentes. Durante la época de Shakespeare, las brujas eran
vistas como peor que los rebeldes, “las
traidoras más notorias y rebeldes que pudiera haber.” No sólo eran
traidoras políticas, sino traidoras espirituales. Gran parte de la confusión
que nace de ellas, proviene de su capacidad para estar sobre las fronteras del
juego entre la realidad, y lo sobrenatural. Ellas están tan profundamente
arraigadas entre los dos mundos, que no está claro si ellas controlan el
destino, o si son simplemente sus agentes. Ellas desafían la lógica, no estando
sujetas a las reglas del mundo real. La frase de las brujas en el primer acto: "Fair is foul, and foul is fair: Hover through the fog and filthy
air" “Lo justo es sucio
y lo sucio es justo: Suspéndete a través
de la niebla y el aire sucio” se dice a menudo
para establecer el tono para el resto de la obra, estableciendo un sentido de
confusión. De hecho, la obra está llena de situaciones en las que el mal se
presenta como bueno, mientras que el bien es interpretado como mal. La línea "Double, double toil and trouble," “Doble, doble, trabajo y problemas,” comunica la intención de las brujas con claridad: Lo que
buscan es un problema para los mortales que les rodean.
Mientras que las brujas no le dicen a Macbeth que mate directamente al rey
Duncan, si utilizan una forma sutil de tentación, cuando le dicen a Macbeth que
está destinado a ser rey. Colocando estos pensamientos en su mente, ellas
efectivamente lo guían en el camino de su propia destrucción. Esto sigue el
patrón de la tentación, utilizado en la época de Shakespeare. Primero, se
pensaba en ese tiempo, que un pensamiento se colocaba en la mente de un hombre,
entonces la persona podía, ya sea, entregarse al pensamiento, o rechazarlo.
Macbeth se entrega a él, mientras que Banquo lo rechaza.
Según J.A. Bryant Jr. Macbeth también hace uso de paralelos bíblicos, entre
el asesino del rey Duncan, y el asesino de Cristo:
“No importa como lo vea uno, ya sea como historia o como
tragedia, Macbeth es distintivamente cristiano. Uno puede
simplemente contar las alusiones bíblicas como
Richmond Noble ha
hecho. Uno puede ir más allá, y
estudiar el paralelismo entre la historia de Shakespeare, y las historias de Saúl y Jezabel, el Antiguo Testamento, como Miss Jane H.
Jack ha hecho. O
uno puede examinar con W.C.
Curry, la degeneración
progresiva de Macbeth, desde el punto de vista de la teología medieval.”
Superstición y la “Obra Escocesa.”
Mientras que muchos hoy en
día dirían que cualquier
desgracia que rodea a una producción, es una mera coincidencia, los actores y otra gente de teatro, a menudo, consideran que
es mala suerte hablar de Macbeth por nombre, mientras están en el interior de un teatro, y a veces se refieren a ella indirectamente, por ejemplo, como “La Obra Escocesa.” O “MacBee.” O
cuando se refieren al personaje y no a la obra, “Señor y señora M.” o el “Rey
Escocés.”
Esto es porque que Shakespeare,
se dice, usó el maleficio de brujas reales en el texto, lo que enfureció
supuestamente a las brujas ocasionando que maldijeran a la obra. Por lo tanto, decir el nombre
de la obra dentro de un teatro, se cree que condena a la producción
al fracaso, y tal vez hasta causa lesiones físicas, o la muerte a los miembros del reparto. Hay historias de accidentes, desgracias e incluso muertes, que tienen lugar durante las interpretaciones
de Macbeth.
De acuerdo con el actor Sir Donald Sinden en la serie de televisión, Great West End Theatres, del canal, Sky
Arts, “contrario al mito popular, la
tragedia de Shakespeare, Macbeth, no es la obra de teatro de mayor mala suerte
que como la superstición quiere retratarla. ¡Exactamente lo contario! El
origen del apodo desafortunado
se remonta a los días de teatro de repertorio, cuando cada pueblo y aldea, tenían al menos un teatro para entretener al público. Si la obra no
se estaba haciendo bien, seria invariablemente retirada y remplazada con un
público complaciente e infalible. Macbeth garantizaba casa llena. Por eso,
cuando el periódico semanal de teatro, The Stage fue
publicado, enumerando lo que había en cada teatro en el país,
se notaba al instante cual show no había funcionado la semana anterior, ya que habían sido sustituidos para satisfacer a una multitud definida. Más actores han muerto durante
las representaciones de Hamlet,
que en la ‘obra
escocesa,’ como la profesión todavía
la llama. Está prohibido citar
de él entre bastidores, ya que
esto podría hacer que la obra actual
se colapse y tenga que ser reemplazada, haciendo posible el desempleo.”
Un incidente en particular que
se prestó para la superstición fue el motín de Astor Place. Ocurrido el 10 de
mayo de 1849, en el, Astor Opera House de Manhattan, Nueva York, tuvo como saldo
25 personas muertas y 120 heridas. La causa del alboroto estuvo basada en un
conflicto sobre dos interpretaciones de Macbeth,
y por lo general se atribuye a la maldición.
Existen varios métodos para disipar la
maldición, dependiendo del actor. Uno, atribuido
al actor Michael York, es abandonar inmediatamente el edificio del escenario, con la persona que pronunció el nombre, caminar alrededor de él tres veces,
escupir sobre el hombro izquierdo, decir una obscenidad, y entonces esperar de
nuevo a ser invitado en el edificio. Una práctica relacionada es girar
alrededor tres veces tan rápido como sea posible sobre el terreno, a veces
acompañado por un escupir sobre su hombro, y proferir una obscenidad. Otro “ritual” popular es el de
salir de la habitación, dar tres golpes,
ser invitado, y luego citar una frase de
Hamlet. Sin embargo, otro es recitar
versos de El Mercader de Venecia, que se cree es de
buena suerte.
Legado
Historia de las actuaciones
Desde la época de Shakespeare, hasta el Interregno o interrupción de la sucesión normal de los monarcas:
El primer actor en
interpretar Macbeth,
pudo haber sido Richard Burbage, jefe dramaturgo de la compañía de Shakespeare, Los Hombres del Rey.
La obra requería una
efigie de su cabeza, por su
escena final. El único testigo presencial de Macbeth en la
vida de Shakespeare, fue registrado
por Simón Forman, que vio una actuación en el Globe, en 1610, o 1611. Los eruditos
han luchado para explicar las diferencias entre su registro, y la obra tal, y como aparece en el folio, por ejemplo, lo siguiente no concuerda con nada en
el texto del folio:
Y cuando MackBeth
había asesinado al rey, la sangre en sus manos no podría ser lavada por ningún medio, ni las manos de su esposa, quien se encargaba
de las sangrientas dagas en ocultarlas, por
lo que ambos, se sorprendieron y ofendieron mucho.
Por el contrario, no
se hace mención de la escena de la
aparición, o de Hécate, o del hombre no nacido de mujer, o del bosque de Birnam.
Como se mencionó anteriormente, el texto del, Folio es claramente una revisión de la obra original,
probablemente adaptada por Thomas
Middleton (y, sin duda, usando los materiales de
Middleton), y es muy corta para los estándares de Shakespeare, lo
que sugiere abreviación. Esto ha llevado
a la conclusión de que la obra
tal, como la conocemos desde el Folio, fue una adaptación para una presentación cerrada, en el teatro, Blackfriars, que fue operado por, Los Hombres del Rey, desde 1608, y hasta incluso
existe la especulación de que representa
una actuación específica ante el rey Jacobo. La
obra contiene más pistas musicales que cualquier otra obra en el canon, así como un uso significativo de efectos de sonido.
La Restauración Hasta el Siglo 18.
Todos los teatros cerraron bajo el mandato puritano, el 6
de septiembre de 1642. Tras la restauración de la monarquía, en 1660, se
establecieron dos compañías con patente, o sea, con derechos de autor para
actuar a Shakespeare: la Compañía del Rey
y de la Compañía del Duque, y el
repertorio teatral existente se dividió entre ellos. Sir William Davenant,
fundador de la Compañía del Duque, adaptó
la obra de Shakespeare a los gustos de la nueva era, y su versión dominaría el
escenario por alrededor de ochenta años. Entre los cambios que hizo fueron la
ampliación del papel de las brujas, la introducción de nuevas canciones, danzas
y ‘vuelos,’ y la ampliación del papel de Lady Macduff, como contraste de Lady Macbeth.
Hubo, sin embargo, actuaciones fuera de las compañías de patente: entre las
evasiones o resistencia del monopolio de la Compañía
del Duque, hubo una versión de títeres de Macbeth.
Macbeth fue la
favorita del cronista del siglo XVII, Samuel Pepys,
quien vio la obra el 5 de noviembre
1664 (“admirablemente
actuada”), el 28 de diciembre 1666 (“la más excelentemente actuada”), diez días más tarde, el 7 de enero 1667 (“aunque la vi tarde, pero [que] parece la más excelente obra en todos los aspectos”), el 19 de abril 1667
(“una de las
mejores obras
de teatro para un escenario ...
que jamás vi”),
de nuevo, el 16 de octubre 1667 (“fue molesto ver a Young, que no es más que un mal actor, en el
mejor, actuar Macbeth en el salón Betterton, que, ¡pobre
hombre! está enfermo”), y de
nuevo tres semanas más tarde, el 6 de noviembre
1667 (“ Macbeth, que todavía nos gusta poderosamente”), una vez más, el 12 de agosto 1668, (“ví a Macbeth, para nuestro gran placer”), y finalmente el 21 de diciembre de 1668, fecha en la que el rey y la corte también estuvieron presentes en la audiencia.
La primera actuación profesional en Norteamérica fue la
de la Compañía Hallam. En 1744, David
Garrick revivió la obra, abandonando la versión de Davenant y en su lugar
promocionándola, “como fue escrita por
Shakespeare.” De hecho, ésta afirmación era completamente falsa: él retuvo
mucho de los negocios más populares de las brujas, y él mismo escribió un
extenso discurso de muerte de Macbeth. Y eliminó más del 10% de la obra de
Shakespeare, incluyendo al portero borracho, el asesinato del hijo de Lady
Macduff, y la prueba de Malcolm de Macduff. Hannah Pritchard fue su principal compañera en el escenario, haciendo su debut como su Lady
Macbeth en 1747. Más tarde
abandonaría la obra de su repertorio, al retirarse ella de los
escenarios. La señora Pritchard
fue la primera actriz en lograr el reconocimiento en el papel de Lady Macbeth. Esto sucedió, al menos en parte,
debido a la eliminación del material de Davenant, lo que hacía de ella un irrelevante contraste moral
con Lady Macduff. La interpretación de Garrick se centró en la vida interior del personaje, dotándole de una inocencia vacilante entre el bien y el mal, y siendo traicionado por las influencias
externas. Él interpretó a un
hombre capaz de observarse a sí mismo,
como si una parte de él se mantuviera
al margen de lo que había hecho,
la obra le moldeaba en un hombre de sensibilidad,
en lugar de descenderlo hacia un tirano.
John Philip Kemble actuó por primera vez a Macbeth en
1778. Aunque por lo general era considerado
como la antítesis de Garrick, Kemble, sin embargo, refinó aspectos de la
representación de Garrick en su propio estilo. No obstante, fue la “imponente y majestuosa” Sarah Siddons,
hermana de Kemble, quien se convirtió en una leyenda en el papel de lady
Macbeth. A diferencia de la representación salvaje y demoníaca de Hannah
Pritchard, la Lady Macbeth de Siddon, aunque aterradora, era, sin embargo, tiernamente
humana en las escenas en que ella expresa su pesar y remordimiento. Al representar
sus acciones como hechas por amor a su marido, Siddons desvía algo de la
responsabilidad moral por la carnicería de la obra. La audiencia parece haber
encontrado la escena de sonambulismo particularmente hipontizante: Hazlitt dijo
de ella que, “todos sus gestos eran
involuntarios y mecánicos... se deslizaba dentro y fuera del escenario casi
como una aparición.”
En
1794, Kemble prescindió del fantasma de Banquo en el conjunto, lo que permitió
a la audiencia ver la reacción de Macbeth, mientras su esposa y los huéspedes
sí podían verlo. Se confió, además, en el hecho de que la obra era tan conocida
que su audiencia ya estaría consciente de que un fantasma entra en ese punto.
Ferdinand
Fleck, notable como el primer actor alemán en presentar los papeles trágicos de
Shakespeare en su plenitud, interpretó Macbeth
en el Teatro Nacional de Berlín desde 1787. A diferencia de sus contrapartes
ingleses, Fleck interpretó el personaje como alcanzando su estatura después del
asesinato de Duncan, creciendo en presencia y confianza: Permitiendo así
contrastes, como en la escena del banquete, donde termina balbuceando como un
niño.
Siglo 19
Las actuaciones fuera de los teatros de patentes fueron instrumentos
en llevar el monopolio a su fin.
Robert Elliston, por ejemplo,
produjo una adaptación popular de
Macbeth en 1809 en el Teatro Surrey, descrita en su publicidad como, “esta inigualable
pieza de actuación pantomímica y coral,” que eludió la ilegalidad de hablar las palabras de Shakespeare a través de
la acción mímica, canto y versos ramplones escritos por J.C. Cross.
En 1809 en un intento fallido de hacer un teatro Covent Garden de lujo, Kemble instaló
palcos privados, incrementando el costo de los boletos de admisión para pagar
las mejoras. La presentación inaugural en el recién renovado teatro fue Macbeth, la cual fue interrumpida por
más de dos meses con los reclamos: “¡Viejos
Precios!” y “¡No palcos privados!”
hasta que Kemble se rindió a las demandes de los protestantes.
Edmund Kean, en el teatro Drury Lane, dio un retrato psicológico del carácter central, con un
toque común, pero fue infructuoso en el papel. Sin embargo, logró allanar el
camino para la actuación más aclamada
del siglo XIX, la
de William Charles Macready. Macready desempeñó el papel durante un período de 30 años, en primer lugar, en el Covent Garden en 1820 y, finalmente, en su interpretación en su despedida. Aunque su interpretación evolucionó en los últimos años, se observó a lo largo
una tensión entre los aspectos idealistas y los aspectos más débiles, ambos
aspectos venales dentro del personaje de
Macbeth.
Su puesta en
escena estaba llena de espectáculo, entre ellas varias procesiones
elaboradas de realeza.
En 1843 la Ley de
Regulación Teatros finalmente llevó el monopolio de las compañías de
patentes a su fin. A partir de ese
momento, hasta el final de la época victoriana, el teatro de Londres estuvo
dominado por los actores-empresarios, y el estilo de presentación era “pictórico.” El proscenio del escenario
estaba lleno de espectaculares pinturas de escenario, a menudo con una
escenografía compleja, grandes elencos en elaborados trajes, y el uso frecuente
de pinturas vivientes. El actor Charles Kean, hijo de Edmund, en el Teatro de la Princesa de Londres, desde
1850 hasta 1859, tuvo una visión de anticuario en las presentaciones de Shakespeare,
ambientando a su Macbeth en una
Escocia históricamente exacta del siglo XI. Su protagonista mujer, Ellen Tree,
creó un sentido de la vida interior del personaje: un crítico del diario
británico Times dijo, “el rostro que ella asumió... al atraer a Macbeth
en su camino al crimen, fue en realidad aterrador en intensidad, como si denotara
una hambre después de la culpa.” En
ese tiempo, los efectos especiales fueron haciéndose populares: por ejemplo en el
Macbeth de Samuel Phelps, las brujas actuaban
detrás de una gasa verde, lo que les permitía aparecer y desaparecer mediante
la iluminación del escenario.
En
1849, las
actuaciones rivales de la obra provocaron el alboroto
Astor Place en
Manhattan. El actor estadounidense de Edwin Forrest, cuyo
Macbeth se decía, que era como, “el jefe de una feroz tribu
barbárica” desempeñó el papel central en el Teatro Broadway con gran éxito popular, mientras que el “cerebral y patricio” actor ingles Macready actuando
el mismo papel en el Astor Place Opera
House, sufrió de abucheos constantes. La existente enemistad entre ambos
hombres (Forrest había silbado
abiertamente a Macready en una reciente representación de Hamlet en Gran
Bretaña) fue tomado forma. Los partidarios de Forrest, formados de la clase trabajadora y clase media
baja y agitadores anti-británicos, estaban dispuestos a atacar a los clientes
pro-británicos del la Opera House, y a Macready, a quien consideraban un hombre
de mente colonialista. Sin
embargo, Macready realizó el papel de nuevo tres días después con una casa llena, mientras que una multitud
furiosa se reunió afuera. La
milicia encargada de controlar la
situación disparó contra la
multitud. En total, según otras fuentes, 31 manifestantes murieron
y hubo más de 100 heridos.
Charlotte Cushman es
único, entre los intérpretes del
siglo XIX de Shakespeare, en la consecución de la fama en los roles de ambos sexos. Su debut en Nueva York
fue como Lady Macbeth
en 1836, y más tarde se pudo admirar en Londres en el mismo papel a mediados de la década de 1840. Helen Faucit
fue considerada la encarnación de la
feminidad para los primeros victorianos. Pero fue
por esta razón que ella fracasó en gran parte cuando finalmente actuó Lady
Macbeth en 1864: su delicado intento de encarnar
los aspectos más ásperos del personaje de Lady Macbeth sacudió con dureza a su
imagen pública. Adelaide Ristori,
la gran actriz italiana, llevó a su Lady Macbeth a Londres en 1863 en
italiano, y de nuevo en 1873,
en un corte de traducción
al Inglés, de una manera tal como
es, en efecto, la tragedia de lady
Macbeth.
Henry Irving fue el
más exitoso de los actores-empresarios
de finales de la época victoriana,
pero su Macbeth no logró ganarse el favor de la audiencia. Su deseo de credibilidad psicológica redujo ciertos
aspectos del papel: Describió a Macbeth como un soldado valiente, pero un cobarde moral, y lo actuó como
un hombre sin problemas de conciencia claramente contemplando el asesinato de Duncan antes
de su encuentro con las brujas. Similares
críticas se hicieron de Friedrich Mitterwurzer
en Alemania, cuyas actuaciones de Macbeth
tenía muchos paralelos intencionales con Irving.
La dama protagonista de Irving fue Ellen Terry, pero su lady Macbeth no tuvo éxito con el público, para quien un siglo de actuaciones influenciado por Sarah Siddons había
creado expectativas en desacuerdo
con la concepción del papel de Terry.
Macbeths europeos, de finales del siglo XIX tardío, que
aspiraron a una estatura heroica, pero a costa de la sutileza fueron Tommaso Salvini en
Italia y Adalbert Matkowsky
en Alemania se dice que inspiraron admiración, pero en realidad suscitaron
un poco de lástima.
Siglo 20 Hasta el Presente.
Dos
acontecimientos cambiaron la naturaleza de la actuación de Macbeth en el siglo XX: en primer lugar, la evolución del arte de
la actuación en sí, sobre todo por las ideas de Stanislavski y Brecht, y en
segundo lugar, el surgimiento del dictador como un icono político. Esto último
no siempre ha ayudado a las prestaciones: es difícil simpatizar con un Macbeth basado en Hitler, Stalin o Idi
Amin.
Barry Jackson, en el Teatro Birmingham Repertory, en 1923,
fue el primero de los directores del siglo XX
en vestir a Macbeth en ropa moderna.
En
1936, una década antes de su adaptación
al cine de la obra de Macbeth, Orson Welles dirigió Macbeth para el Proyecto de Teatro Negro en el Teatro Lafayette en Harlem, con actores negros y el establecimiento de la acción en Haití: con los tambores y rituales del vudú para
establecer las escenas de brujas.
La presentación apodada, El Vudú Macbeth, demostró ser
enardecedora en las secuelas de los
Disturbios de Harlem, acusándola de
burlarse de la cultura negra
y como “una campaña para parodiar
negros” hasta que Welles convenció multitudes que
con su uso de los actores negros y el vudú hacia
importantes exposiciones culturales.
El “movimiento reconstructivo”
estaba preocupado con la recreación de
las condiciones de actuación isabelinas, lo que finalmente conduciría
a la creación del Globe de Shakespeare y réplicas
similares. Uno de los vástagos del movimiento fue la reconstrucción de la pronunciación
isabelina: como ejemplo de ello
fue el Macbeth de 1951, para lo cual se emplearon
lingüistas de la Universidad del
Colegio de Londres, para crear una
transcripción de la obra en Inglés
isabelino, y enseguida, una grabación de audio de esa transcripción, de
donde los actores, a su vez, aprendieron sus líneas.
El
consenso crítico es que ha habido tres grandes Macbeths
en el escenario de habla inglésa en el siglo XX,
todos ellos comienzando en Stratford-upon-Avon: Laurence
Olivier en 1955, Ian
McKellen en 1976, y Antony Sher en 1999.
La interpretación de Olivier, dirigida
por Glen Byam Shaw, con Vivien
Leigh como Lady Macbeth,
fue inmediatamente aclamada como una obra maestra. Kenneth Tynan expresó la
opinión de que tuvo el éxito porque Olivier construyó el papel hacia un clímax al final de la obra, mientras
que la mayoría de los actores gastaron todo lo que tenían en los dos primeros actos.
La obra causó graves dificultades para la Royal Shakespeare Company, en especial
en el entonces Teatro Conmemorativo de
Shakespeare. La producción de Peter Hall, de 1967 era, en palabras de
Michael Billington, “un desastre
reconocido” con el uso de hojas reales del Bosque Birnham consiguiendo las
risas no solicidadas de las primeras noches, y la producción de Trevor Nunn de
1974, fue, Billington otra vez, “un espectáculo
religioso recargado.” Pero Nunn logró un éxito para la Royal Shakespeare Company en su producción de 1976 en el teatro
íntimo Other Place, con Ian McKellen
y Judi Dench en los papeles centrales. Un pequeño elenco trabajó dentro de un
círculo simple, y el Macbeth de
McKellen no tenía nada noble o agradable sobre él, siendo un manipulador en un
mundo de personajes manipuladores. Eran una pareja joven, físicamente
apasionada, “no monstruos, sino seres
humanos reconocibles,” pero su relación atrofiada según la acción
progresaba.
En la
Praga controlada soviéticamente en 1977, haciendo frente a la ilegalidad de
trabajar en teatros, Pavel Kohout adaptó Macbeth
a una reducción de 75 minutos con cinco actores, adecuada para “llevar un espectáculo en una maleta a los
hogares de las personas.”
El espectáculo pasó de moda en el teatro
occidental a lo largo del siglo XX. En Asia oriental, sin embargo, las
producciones espectaculares han logrado un gran éxito, incluyendo la producción
de 1980 de Yukio Ninagawa con Masane Tsukayama como Macbeth, ambientada en la
Guerra Civil Japonesa del siglo XIV. La gira del mismo director en Londres en
1987 fue muy elogiada por la crítica, a pesar de que, como la mayoría de su
audiencia, no fueron capaces de entender el significado de los gestos de
Macbeth, el enorme altar budista que dominaba el conjunto, o los pétalos que
caían de los árboles de cerezo. La producción de 1980 de la Academia Central de
Drama de Xu Xiaozhong, en Beijing, hizo todo lo posible para ser apolítico, necesario
en las consecuencias de la Revolución Cultural. Pero el público todavía
percibió correspondencias entre el personaje central, y Mao Zedong, aunque el
director había modelado en realidad a su Macbeth en Luis Napoleón. Shakespeare
a menudo se ha adaptado a tradiciones teatrales indígenas, por ejemplo, el Kunju Macbeth (o Macbeth de Opera
China), de Huang Zuolin se realizó en la inauguración del Festival Shakespeare
de China de 1986. Del mismo modo, el Barnam
Vana del dramaturgo hindú, B.V. Karanth de 1979, había adaptado Macbeth a la tradición Yakshagana de
Karnataka, India. En 1997, Lokendra Arambam creó el Escenario de Sangre, fusionando de una serie de artes marciales, la
danza y los estilos de gimnasia de Manipur, presentado en Imphal y en
Inglaterra. El escenario era, literalmente, una balsa en un lago.
La Royal
Shakespeare Company de nuevo logró un éxito crítico en la producción de Gregory Doran en 1999, en el
teatro de Strafford, El Cisne,
con Antony Sher
y Harriet Walter en los papeles centrales, demostrando una vez más
la idoneidad de la obra a los lugares más pequeños. Las brujas de Doran hablaron sus líneas
a un teatro en oscuridad
absoluta y la imagen visual de apertura fue la
entrada de Macbeth y Banquo
con las boinas
y las fatigas de la
guerra moderna, cargadas sobre los hombros de las tropas triunfantes. A diferencia de Nunn, Doran presenta
un mundo en el que el rey Duncan y sus soldados fueron
finalmente benignos y honestos, lo que aumenta la desviación de Macbeth, quien
parece realmente sorprendido por
las profecías de las brujas, y Lady Macbeth, al conspirar
para la muerte del rey. La obra
dice poco sobre política, y en su lugar
presenta poderosamente el colapso psicológico de
sus personajes centrales.
Mientras
que la obra ha sido traducida e
interpretada en varios idiomas en
diferentes partes del mundo, Media Artist fue
el primero en organizar su
adaptación en el idioma Punjabi en
la India. La adaptación de
Balram y la
obra dirigida por Samuel John ha sido reconocida
universalmente como un hito en el teatro Punjabi. El
intento único involucró expertos de teatro entrenados
y los actores tomados de un fondo rural de Punjab,
India. La música folk Punjabi empapó la obra
con el ethos nativo, mientras que el escenario Inglés de la obra de Shakespeare fue adaptado a entorno Punjabi.
Macbeth en
la Pantalla
Siglo 20
La película más antigua conocida de Macbeth fue el corto metraje estadounidense de
1905, Escena de la Muerte de Macbeth, y versiones cortas se produjeron en Italia en 1909 y
Francia en 1910. Dos versiones tempranas notables están perdidas: Ludwig Landmann
produjo una versión de 47 minutos
en Alemania en 1913, y D.W. Griffith produjo
una versión de 1916 en Estados Unidos con el
notable actor de teatro Herbert Beerbohm Tree. Se
dice que Tree había tenido grandes
dificultades para adaptarse al nuevo
medio, y en especial, limitándose
al pequeño número de líneas en el guión (mudo), hasta
que un camarógrafo ingenioso
le permitió actuar toda su parte a una cámara vacía, después de lo cual una cámara real rodó la película.
En 1947, David Bradley produjo
una película independiente de Macbeth, intentada para distribuirse entre las
escuelas, las más notables para
el diseñador de sus ochenta y
tres trajes: el que pronto
sería famoso: Charlton Heston.
El Macbeth de Orson Welles de 1948, en
palabras del director fue, “un dibujo
esbozado violentamente al carbón de una gran obra de teatro,” que se filmó
en sólo 23 días y con un presupuesto de sólo $ 700 000 dólares. Estas
condiciones de filmación permitieron sólo un único conjunto abstracto y trajes
eclécticos. El diálogo fue pre-grabado, lo que permitió a los actores llevar a
cabo tomas individuales muy largas, incluyendo una de un período de diez
minutos, rodeando la muerte de Duncan. El propio Welles interpretó el personaje
central, quien domina la película, dominando tanto por su tiempo en que aparece
en la pantalla, como por su presencia física: tomas de ángulo alto y de bajo
ángulo y foco profundo en primeros planos se utilizaron para distorsionar su
tamaño en comparación con otros personajes. Welles conservó de su propia
producción de escenario en 1936 la imagen de un muñeco de vudú, controlando el
destino del personaje central: y al final es el muñeco a quien vemos decapitado.
El aspecto alegórico de la película se ve reforzado por la introducción de
Welles de un carácter no Shakespeareano, el Santo Padre (interpretado por Alan
Napier), en oposición a las brujas, hablando versos tomados de Ross, de Angus y
el viejo, todos ellos personajes de Shakespeare. Las opiniones contemporáneas
fueron en gran parte negativas, sobre todo criticando la interpretación
antipática de Welles del personaje central. Newsweek comentó: “Su Macbeth es una criatura estática
bidimensional capaz del mal tanto en la primera escena como en las horas
finales de su reinado sangriento.”
El filme Joe MacBeth (Ken Hughes, 1955) estableció la tradición de reiniciar la historia de Macbeth entre los gángsters del siglo 20. Otros en hacerlo incluyen Hombres
de Respeto (William Reilly,
1991), Maqbool (Vishal Bhardwaj, 2003)
y el filme australiano de Geoffrey
Wright de 2006, Macbeth.
En
1957,
Akira Kurosawa utiliza la historia de Macbeth como la base para el “universalmente reconocido” Kumunosu-jo, en inglés conocido como Trono de Sangre o, la traducción
literal de su título, Castillo de la Telaraña. La película es una
pieza del periodo japonés, Jidai-Geki, del siglo
17 de la historia del Japón, recurriendo a elementos del teatro
Noh, teatro clásico japonés, especialmente en su representación del espíritu maligno que toma la parte de las
brujas de Shakespeare, y de Asaji, el personaje de
Lady Macbeth, interpretado por Isuzu Yamada, y al teatro
Kabuki en su descripción de Washizu,
el personaje de Macbeth, interpretado por Toshiro Mifune. En un
giro a final de la obra de Shakespeare,
el tirano, habiendo sido testigo del Bosque
de la Telaraña que viene al Castillo
de la Telaraña, es asesinado por una lluvia de flechas
de sus propios
arqueros.
George Schaefer dirigió
a Maurice Evans y Judith Anderson, en
una película de 1960, hecha para
la televisión, que más tarde
tuvo un lanzamiento limitado de teatro Europeo. Los tres también habían trabajado juntos en el Hallmark Hall of Fame, en una versión televisiva de la obra de 1954. Ninguno de la pareja central fue capaz de adaptar su estilo
de actuación escénica, a la
pantalla con éxito, haciendo que sus
papeles fuesen descritos por
los críticos como “recitados” en lugar
de “actuados.”
El Macbeth, de
Roman Polanski de 1971, fue la primera película del director tras el brutal
asesinato de su esposa, Sharon Tate, y refleja su determinación de, “mostrar la violencia [de Macbeth] tal cual fue...[porque] si tú no lo presentas de manera realista,
eso es inmoral y perjudicial.” Su película solo mostró las muertes sin
escenas crudas visuales, únicamente informadas por un personaje en la película,
incluyendo la ejecución de Cawdor, y cuando Macbeth apuñala a Duncan, y su violencia era, “intensa e incesante.” Hecho en las secuelas de la juvenil Romeo y Julieta de Zeffirelli, y
financiado por el magnate Playboy Hugh Hefner, la película de Polanski fue
realizada por una joven pareja sexy y líder, interpretada por Jon Finch y por Francesca
Annis, quien polémicamente interpretó la escena de sonambulismo desnuda. La inquietante
banda sonora, realizada por el grupo, Third
Ear Band, recurrió a, “la discordia y
la disonancia.” Aunque Polanski usó las palabras de Shakespeare, alteró
aspectos de la historia de Shakespeare, convirtiendo al personaje secundario
Ross en un maquiavélico despiadado, y agregando un epílogo a la obra en donde
Donalbain, hijo menor de Duncan, llega a la guarida de las brujas, indicando
que el ciclo de la violencia volvería a comenzar otra vez.
La puesta en escena Nunn
/ McKellen /
Dench, con la Royal Shakespeare Company en el teatro
The Other Place mencionada anteriormente, fue adaptada para la televisión y retransmitida por la Thames Television. Ver Macbeth película de
1978.
La película
de William Reilly de 1991,
Hombres de Respeto,
otra película donde se establece la
historia de, Macbeth
entre mafiosos, ha
sido elogiada por su exactitud en
la representación de los rituales de la mafia, diciéndose que es más auténtica
que las películas El Padrino o
Uno de los Nuestros.
Sin embargo, la película no gustó al público o
los críticos: Leonard Maltinla la encontró “pretenciosa” y “involuntariamente cómica”
y Daniel Rosenthal la describe como, “Proporcionando los trozos más risibles en la historia de la
pantalla de un Shakespeare modernizado.” En 1992 el Canal 4 de Wales produjo
un Macbeth de dibujos animados
para la serie, Shakespeare: los Cuentos Animados, y en 1997 Jeremy Freeston
dirigió a Jason Connery
y Helen Baxendale en una versión de bajo presupuesto, pero
de texto bastante completo.
En el guión de
Shakespeare, el actor que interpreta a Banquo debe entrar en el escenario como
un fantasma. Las principales versiones cinematográficas han tomado por lo
general la oportunidad de ofrecer una doble perspectiva: Banquo visible al
público desde la perspectiva de Macbeth, pero invisible desde la perspectiva de
los otros personajes. Versiones de Televisión, sin embargo, a menudo han tomado
el tercer enfoque de dejar a Banquo invisible para los espectadores, retratando
con ello el fantasma de Banquo como una mera ilusión de Macbeth. Este enfoque
se toma en la producción de 1978, de la Thames
TV, la versión de Jack Gold de 1983 para la BBC Television Shakespeare, y en la versión de 1997 de Penny
Woolcock: Macbeth en la Estado. Macbeth en el Estado, en gran medida
prescindido de lo sobrenatural, en favor del impulso droga-delincuencia, con el
realismo de los personajes quienes viven en una urbanización de Birmingham: a
excepción de los niños de tres “nerdos”
(en el sentido moderno de la palabra), quienes profetizan el destino de
Macbeth. Esta producción utiliza el lenguaje de Shakespeare, pero animó a los
actores, muchos de los cuales eran locales, no profesionales, para hablar
naturalmente.
Siglo 21.
El cine del siglo 21 ha
reinterpretado Macbeth, la reubicando “Escocia”
en cualquier parte: Maqbool en Mumbai, Scotland, Pa, en Pennsylvania,
el Macbeth de Geoffrey Wright en
Melbourne, y el Macbeth del 2001 de
Allison L. LiCalsi, en una ubicación únicamente diferenciada de la realidad de Nueva Jersey,
donde se rodó, a través de los
significantes como tartán,
banderas escocesas y gaitas. El Makibefo de Alexander Abela de 2000 se estableció entre,
y protagonizado por los residentes de Faux
Cap, una comunidad pesquera a distancia en Madagascar. La película
de Leonardo Henríquez del 2000 Sangrador (en Inglés: Bleeder) desarrolla
la historia entre los bandidos
de Venezuela y presentó una versión
de terror escandalosamente visualizada.
La película
de Billy Morrissette, Scotland, PA replantea la historia de Macbeth como una
comedia-thriller ambientada en un
restaurante de comida rápida en 1975,
y cuenta con James Le Gros en el papel de
Macbeth y Maura Tierney como Pat, el personaje de Lady Macbeth:
“No somos malas personas, Mac. sólo somos niños
con dificultades académicas que tienen que recuperar el tiempo perdido.” Christopher Walken interpreta
a un detective vegetariano: Ernie McDuff que,
en palabras de Daniel Rosenthal, “[aplica] su entrega amenazante única fuera de lo común a las líneas inofensivas.” La
presunción de Scotland,
PA, de reiniciar la historia de
Macbeth en un restaurante fue
seguida por la adaptación de ShakespeaRe-contado
en la BBC Television en 2005.
La película de 2003, Maqbool
del director hindú, Vishal Bhardwaj, rodada en hindi y urdu y ambientada en los
bajos fondos de Mumbai, se produjo en la tradición de Bollywood, pero
fuertemente influenciada por Macbeth,
por la película de 1972, El Padrino
de Francis Ford Coppola y por León,
película de Luc Besson de 1994. Se
desvía de la historia de Macbeth al
hacer el personaje de Macbeth (Miyan Maqbool, interpretado por Irfan Khan) un
solo hombre, deseando a la amante (Nimmi, interpretado por Tabbu) del personaje
de Duncan (Jahangir Khan, conocido como Abbaji, interpretado por Pankaj
Kapoor). Otra desviación es el retraso en el asesinato comparativamente: el
protagonista de Shakespeare asesina a Duncan al principio de la obra, pero, en
el caso de Maqbool, más de la mitad
de la película ha pasado por el tiempo en que Nimmi y Miyan matan Abbaji.
En 2004, una película
noruega- sueca “excéntrica,” basada en la producción de Alex Scherpf, en el Teatro Ice Globe, de la obra Macbeth, se dijo
por el crítico Daniel Rosenthal, que la obra debía, “más al co-director Bo Landin, en los
antecedentes de documentales de historia natural que a Shakespeare.” Más adaptaciones convencionales
de producciones teatrales del
siglo 21 a la televisión incluyen
la producción de la Royal Shakespeare Company de Greg
Doran filmada en
2001 con Antony Sher y Harriet Walter en los
papeles centrales, y el teatro Macbeth de Rupert
Goold, en el Festival de Teatro Chichester, televisado
en 2010 con Patrick Stewart y Kate Fleetwood
como la trágica pareja.
En el reparto de esta última obra, consideró
que la historia de su puesta en
escena, (que va de un pequeño
espacio teatral en Chichester,
a un escenario más grande en el teatro Gielgud en Londres, a un
gran auditorio en
Brooklyn, hizo más fácil para ellos el “re-escalar,” y aún una vez
más, sus actuaciones para las
cámaras.
En 2006, Geoffrey Wright
dirigió un Macbeth extremamente
violento en lengua de Shakespeare,
en el inframundo de Melbourne. Sam Worthington interpretó
Macbeth. Victoria Hill interpretó Lady Macbeth y compartió los créditos
como guionista con Wright.
El director consideró su interpretación de Lady Macbeth como la más simpática que
había visto en su vida. A pesar
del alto nivel de violencia y
desnudez (Macbeth tiene relaciones sexuales con las tres brujas colegialas desnudas, mientras que profetizan su destino), la película estaba destinada a
atraer a una audiencia
joven que se habían congregado
en Romeo + Julieta,
una película que fracasó en taquilla.
Otros Medios
Literatura
Ha habido numerosas adaptaciones literarias y series
de televisión de Macbeth. El novelista
ruso Nikolay Leskov narró una variación de la historia desde el punto de vista
de Lady Macbeth en Lady Macbeth de
Mtsensk, que a su vez se convirtió en una serie de películas y una ópera de
Shostakovich. La novela de Maurice Baring titulada, El Ensayo, de 1911 fictionaliza la compañía de teatro de
Shakespeare, Los Hombres del Rey, ensayando
ineptamente el estreno de la compañía de Macbeth
de la empresa. La obra de teatro de Gu Wuwei de 1916, titulada El Usurpador del Poder del Estado adapta
tanto Macbeth como Hamlet como una parodia de los
acontecimientos contemporáneos en china. El obra de teatro se ha utilizado como
antecedente para la ficción detectivesca (como en la novela de Marvin Kaye de 1976
Las Balas de Macbeth), pero también fue utilizada como la base de la parodia de
James Thurber del género novela policíaca El
Misterio del Asesinato de Macbeth, en el que el protagonista lee la obra Macbeth y aplicando las convenciones de
las historias de detectives, concluye que debe haber sido Macduff quien asesinó
a Duncan.
Novelas Gráficas y Cómics han
utilizado la obra de teatro, o han dramatizado las circunstancias de su
creación: el mismo Superman escribió
la obra de Shakespeare en el transcurso de una noche, en el comic de 1947, Un Escritor del Fantasma de Shakespeare.
Macbeth
se ha adaptado a obras de teatro que tratan de preocupaciones políticas y
culturales de muchas naciones. Macbett
de Eugène Ionesco satirizó a Macbeth
como una sucesión sin sentido de traición y masacre.
La
obra A'are Akogun, del autor Wale
Ogunyemi fue estrenada en Nigeria en1968, y mezcla los idiomas inglés y yoruba.
La
adaptación de Macbeth de Shakespeare
titulada Umabatha obra de 1970 por el autor sudafricano Welcome
Msomi, adapta Macbeth en la cultura
Zulú, y según el diario británico, The
Independent, la obra es, “más
auténtica que cualquier Macbeth moderno” al presentar el mundo en donde la
capacidad de lucha de un hombre es el centro de su identidad.
El
dramaturgo ghanés, Joe de Graft, adaptó Macbeth
como una batalla para hacerse cargo de una potente corporación en Ghana en su
obra de 1972, Mambo o Juguemos Juegos, Mi
Marido.
La
obra del dramaturgo criollo mauriciano, Dev Virahsawmy, Zeneral Macbeff, estrenada en 1982, adaptó la historia al criollo
local y con la situación política de las islas de la republica de Mauricio.
El
mismo autor, más adelante, tradujo para sí Macbeth
en criollo maruriciano, como Trazedji
Makbess. Y en 2000, Chuck Mike y el Taller Estudio Nigeriano de Actuación
produjeron Mukbutu como un comentario
directo sobre la fragilidad de la democracia de Nigeria en el momento.
Música y Audio
Macbeth es, con La Tempestad, una de las dos obras de teatro de Shakespeare más
representadas en la BBC Radio, con 20 producciones entre 1923 y 2005.
La
versión existente de Macbeth, en el
Primer Folio, contiene el baile y la música, incluyendo la canción “Come Away Hécate,” la cual existe en
dos colecciones de música de laúd (ambas de 1630) arreglado por Robert Johnson.
Y, a partir de la Restauración en adelante, música con frecuencia ha sido
compuesta incidentalmente para la obra: incluyendo obras de William Boyce en el
siglo XVIII. El uso de Davenant de la danza en las escenas de las brujas fue
heredado de Garrick, que a su vez influyó en Giuseppe Verdi para incorporar un
ballet alrededor del caldero de las brujas en su ópera Macbeth. La primera ópera de
Verdi influencia de Shakespeare, con libreto de Francesco Maria Piave, incorpora
una serie de notables arias para Lady Macbeth, dándole un protagonismo en la
primera parte de la obra, lo que contrasta a medida que aumenta el aislamiento
del personaje según la acción continúa: ella deja de cantar a dúo y su
confesión, mientras esta sonámbula, crudamente contrasta con el “dolor soportado” de Macduff en la
escena anterior.
Otra influencia
musical en la obra de teatro incluye el poema sinfónico de1890 de Richard
Strauss, Macbeth.
Duke
Ellington y Billy Strayhorn incorporan temas que representan los personajes
femeninos de Macbeth en su suite de jazz de Shakespeare de1957, Tan Dulce
Trueno (Such Sweet Thunder): las hermanas extrañas yuxtapuestas con Iago
(de Otelo), y Lady Mac representada por el piano ragtime porque, como Ellington lo
describió, “sospechamos que había un poco
de ragtime en su alma.”
Otra
colaboración de Jazz para crear híbridos de las obras de Shakespeare fue la de Cleo
Laine con Johnny Dankworth, en el álbum de Laine de 1964, Shakespeare & All That Jazz donde yuxtapone las instrucciones
de Titania a sus hadas en, Sueño de Una
Noche de Verano, con el canto de las brujas de Macbeth.
En
2000, Jag Panzer produjo su álbum-concepto de Heavy Metal con el título de Thane to the Throne, (Señor al Trono).
Artes Visuales
La obra ha
inspirado numerosas obras de arte. La escena donde Lady Macbeth toma las dagas,
interpretada por Garrick y Mrs. Pritchard fue una piedra de toque en la carrera
del pintor alemán, Henry Fuseli, incluidas las obras en 1766, 1774 y 1812.
La
misma actuación fue el tema de las pinturas de Macbeth de Johann Zoffany de
1768. En 1786, John Boydell anuncio su intención de fundar la Galería Shakespeare. Su principal motivación
era el ver las pinturas de Shakespeare como historia, más bien que como
contemporáneas. Así que en vez de incluir las pinturas (entonces de moda) de los actores en el
escenario en ropas modernas, él comisionó pinturas describiendo la acción de
las obras.
Sin embargo, los trabajos más notables de la colección desatendieron este principio historicista: tal como la pintura de Fuseli
describiendo al heroico y desnudo Macbeth
al toparse con las brujas.
Las pinturas de William Blake también fueron influenciadas por Shakespeare,
incluyendo su Lástima, pintura
inspirada en la frase de Macbeth, “Lástima,
como un desnudo bebe recién nacido, caminando a hojarascas la explosión.”
El
triunfo de Sara Siddons, en el papel de Lady Macbeth guió a Joshua Reynolds a
describirla como La Musa de la Tragedia.
(Wikipedia en Ingles).
Macbeth
de William Shakespeare
En
un apartado páramo de la Antigua Escocia, dos mujeres ancianas horrendas dialogaban
alrededor de un fogón. Una de ellas meneaba con una gran cuchara un caldo
caliente contenido en una gigantesca olla calentándose. Una de ellas le dijo a
la otra, “¡Pronto será nuestra reunión
con Hécate, reina de las tinieblas!” La otra contestó, “¡Oh, cuánto deseo que llegue la fecha de ese monstruoso aquelarre!”
Enseguida, otra horrible mujer barbada se unió a aquellas espantosas creaturas,
diciendo, “¡Hermanas, la luna esta hoy
coloreada de sangre!¡Hubo muchas muertes violentas en el territorio del rey
Duncan!” Una de las otra rió, diciendo, “¡Ja,
Ja, Ja!¡Claro que sí!¡Y todo eso es obra nuestra!” Otra dijo, “Nosotros instigamos al señor de Caudor para
que traicionara a Duncan su rey.” Otra de las mujeres contestó, diciendo, “¡Oh, ahora comprendo! Caudor creyó que
vencería y seria rey. Ahora yace muerto bajo un árbol. Y su cabeza cuelga,
arrancada del cuerpo, en un rama.” Aquello provocó una orgía de siniestras
risas entre las brujas, “Jo, Jo, Jo, Ja,
Ja, Ja!” Una de ellas dijo, “¡Debe
verse muy lindo así el pobre de Caudor…que tonto burlarse de nosotras…” Las
otras dos corearon aquellas burlas sacrílegas, diciendo una de ellas, “Caudor no sentía ningún respeto por la
figura tenebrosa de Hécate.” Y la otra dijo, “Pues ahora ya no sentirá nada…¡Nuestra venganza está cumplida!”
Mientras tanto, el rey Duncan
recibía en su campamento noticias de la última batalla. Su hijo Malcom, el príncipe, decía,
“¡Padre, el traidor de Caudor ha muerto!”
El rey Duncan dijo, “¡Grandiosa noticia
me traes, hijo! Ese traidor no merecía otra cosa. Pero dime Malcolm, ¿Quién ha
matado al traidor de Caudor?” Malcolm le dijo, “¡Fue
Macbeth, padre mío! ¿Quién otro podría haber tenido la fuerza para adentrarse
en el ejército enemigo?¿Y arrancar la cabeza del traidor de un solo tajo? ¿Y
salir del campo de batalla sin un rasguño, con el cadáver del traidor aún
caliente, arrastrándolo? ¿Para colgar la cabeza de la rama de un árbol?¿Y dejar
el cadáver sangrante tirado allí mismo, para que lo devoraran las hienas?”
El rey Duncan se sentía orgulloso por la lealtad sin límites de Macbeth, y
dijo, “¡Es un hombre duro y fiero que
sabe defender a sangre y fuego mi corona!” El rey decidió premiar el valor
de su vasallo, “¡Le concederé el señorío
de Caudor!Y tal vez después el de Glamis.”
Por
el camino del páramo, agotados regresaban Macbeth y Banquo a caballo. Ellos
también rememoraban lo sucedido en la última batalla. Banquo le dijo, “¿Porqué lo hiciste?¡Era nuestro amigo!¡Cuántas veces estuvimos
juntos en veladas amistosas con el señor de Caudor!” El rostro de Macbeth
parecía febril y agitado. Macbeth dijo, “No
lo sé, Banquo. De pronto me sentí invadido por una furia asesina incontrolable.
Y cuando volví en mí, lo vi al pie del árbol, degollado.” De repente, el
resplandor de una hoguera se alzaba aún lado del camino. Banquo dijo, “¡Mira allá, Macbeth!¿Quienes serán esas
horrendas mujeres?” La curiosidad les hizo aproximarse. Banquo dijo, “¡Pero si tienen barbas!” Una de las mujeres
salió al encuentro de Banquo en actitud amenazante, diciendo, “¡Cuídate mucho
de burlarte, Banquo!” Banquo le dijo, “Pero…¿Cómo sabes mi nombre?” La
mujer dijo, “Las servidoras de Hécate lo
sabemos todo.” Banquo soltó una irreverente carcajada, diciendo, “¡Entonces son brujas!¿Oyes eso,
Macbeth?¡Ja, Ja, Ja!” Lejos de intimidar a Banquo, las palabras de la bruja
lo habían divertido mucho. Banquo dijo, “Podríamos
llevar a alguna de ellas a la corte para entretener el rey Duncan.” Otra
vez, una de las hechiceras lo señaló pronunciando las palabras que Banquo no
olvidaría nunca, “¡Te advertí que no te
burlaras, Banquo ¡Dejarás de reír cuando un rey haga caer la sangre sobre tu
casa y tu semilla!” Aquella terrible profecía paralizó a Banquo.
Y
de pronto, el caballo sintió la necesidad de huir de aquel páramo siniestro. Banquo
dijo, “¡Vamos, Macbeth!¡Sigamos nuestro
camino y dejemos a estas irascibles ancianas!¡Ya bastante difícil ha sido el
día!” Pero inusitadamente, las brujas aclamaron a Macbeth. Una de ellas
dijo, “¡Oh, Macbeth, valiente señor de
Caudor!” Otra dijo, “¡Señor de
Glamis!” Y la más espantosa de ellas dijo con misterioso acento: “¡Valiente, sanguinario Macbeth, tú serás
rey!” Aquellas palabras cayeron sobre Macbeth como un ensalmo. Macbeth se
bajó del caballo y tomó ardorosamente las manos negras y sucias de la bruja,
diciendo, “¿Yo, rey?¿Por qué dices eso
anciana?” Banquo se alarmó al ver a su compañero tan cerca del grupo de
brujas, y dijo, “¡Vamos Macbeth! Estas
buenas mujeres quieren solamente una limosna por leernos la suerte. Dales algo
y alejémonos de aquí.” La bruja miró a Banquo con ironía. Y profirió una
nueva maldición: “Tu casa se llenará de
sangre, Banquo!” La bruja continuó diciendo con su voz pastosa y horrible, “Tú no ceñirás corona alguna, pero en tu
descendencia habrá reyes.”
Macbeth
había captado con ansiedad las profecías. Y pensó, “Entonces, yo seré rey. Pero serán los descendientes de Banquo quienes
me arrancarán la corona.” El veneno de la duda se había apoderado de su
ánimo. Macbeth pensó, “¡Seré rey!
Pero…¿Cómo?” Macbeth se aferraba a las manos de la bruja, gritando
enloquecido, “¿Cómo? ¿Cómo voy a llegar a
ser rey?¡Dímelo!¿Cómo?” Pero en un instante, las tres ancianas barbudas
desaparecieron, dejando solamente vapores malolientes y un rastro de ceniza
tras de sí. Banquo dijo asombrado, “¡Oh!¡No
puede ser!” Macbeth se miró las manos manchadas de ceniza sin poder creer
que aquellos seres se hubieran evaporado en el aire. Macbeth dijo, “¡Se han ido!¡Se han ido sin responder!”
Banquo
le hizo beber un poco de agua y Macbeth logró calmarse otra vez. Banquo
dijo, “Toma, bebe un poco. Lo necesitas
¡Ha sido demasiado para un solo día! Tus nervios estallaran si no descansas.
¿Quieres que nos quedemos en este páramo a reposar un poco?” Pero Macbeth
sintió de pronto un extraño pavor. Y no pensó sino en dejar aquel sitio
maldito. Macbeth montó a su caballo y dijo, “¡Vámonos
de aquí!¡No puedo resistir mas la vista de este siniestro páramo!” Banquo,
por su parte, también sintió alivio de dejar por fin aquel ambiente aún cargado
del olor a azufre que despedían las brujas, y dijo, “Esta bien, amigo mío.” Ambos volvieron a tomar el camino. Banquo
dijo, “Continuemos entonces la marcha,
para que antes del amanecer lleguemos al palacio del rey Duncan.” Y se
alejaron rápidamente de allí. Macbeth dijo, “¡Sí!¡Vámonos
Banquo! ¡No volveré a pisar este lugar!” Así, cuando la azul neblina del
amanecer helaba el aire, Banquo dijo, “¡Mira
Macbeth! Desde aquí podemos ver la torre del palacio, ¡Hemos llegado!” Macbeth
estaba excesivamente pálido y tiritaba de frio, diciendo, “¡Bendito sea Dios!¡Porque el frío es inclemente…!¡Brrr!”
El rey Duncan recibió a Macbeth
con gran alegría, diciendo, “¡Serás ahora
además de mi más cercano consejero en asuntos de guerra, el señor de Caudor!”
Las palabras del rey sumieron a Macbeth en un estupor, pensando, “¿Señor de Caudor?¡Comienzan a cumplirse las
profecías!¡Seré rey! Pero, ¿A qué precio?” El rey se extrañó por la
pasividad con que Macbeth recibió la noticia de su nuevo cargo, diciendo, “Pero, ¿Qué te pasa?¿No te alegra otro
señorío, además del que te heredaron tus padres?” Banquo intervino,
diciendo, “Los horribles acontecimientos
de la batalla lo han fatigado enormemente, señor.” Aquella explicación
tranquilizó al buen rey, quien dijo, “¡Claro!¡No
se me había ocurrido!” Enseguida, el rey le brindó su generosa hospitalidad
al caballero, “¿Por qué no descansas un
poco aquí, en mi casa, antes de ir a reunirte con tu esposa, querido amigo?”
Macbeth aceptó un poco avergonzado, sin saber porque, diciendo, “S-sí…gracias, Duncan, creo que lo haré.”
El rey dijo, “Ve tú también a
descansar un poco Banquo, ya más tarde
tendremos tiempo de hablar de la batalla.” Banquo dijo, “Si señor, ¿Vamos Macbeth?”
Pero el sueño de Macbeth no era tranquilo, y hablaba lleno de angustia
estando dormido, “¡No, no!¡No quiero la
sangre!¡No!¡No beberé esa sangre!¡ Brujas malditas!¡Nooo!” Banquo lo tuvo
que despertar, “¡Macbeth, despierta!¡Es
solo un sueño!¡Cálmate ya!” Una vez más, Banquo trató de tranquilizarlo, “Estamos en casa de Duncan. La batalla ha
terminado y no habrá más sangre.” Más tarde Banquo se presentó ante el rey
Duncan. El rey le dijo, “¿Vienes tú solo,
Banquo?¿ Macbeth?¿Acaso duerme aún?” Banquo le dijo, “No, mi señor, Macbeth se ha ido a su castillo. Deseaba reunirse con su
bella esposa…” El rey sonrió con alegre malicia, “Y ni siquiera se acordó de despedirse. ¡Oh, el amor de Macbeth por esa
hermosa hembra siempre ha sido más fuerte que su apego hacia el rey!” Banquo
se esforzaba por disculpar a su amigo: “N-no
digáis eso, rey Duncan. Macbeth es fiel a la corona. Pero estaba nerviosos y
excitado…no quiso importunaos con una despedida. Y me encargó que te dijera que
ordenará mañana en su palacio un gran festín para celebrar la victoria.”
Más
tarde, el rey Duncan comía con Banquo y algunos
caballeros y parecía divertido, diciendo,
“¿Así que se adelantó en preparar el festín?” No era fácil engañar al rey,
quien dijo, “¡Vamos, Banquo¡ Lo que pasa
es que Macbeth ha preferido descansar en el regazo de Lady Catalina…que hacerlo
en un lecho solitario y frío…aunque fuera el del rey. ¿No es verdad?” Banquo
ya no sabía que decir, “B-bueno…yo…majestad.”
Pero el rey, lejos de disgustarse estaba entusiasmado aún por la victoria
obtenida en la guerra, y dijo, “¡Anda,
Banquo, siéntate a la mesa y come!¡Celebraremos nuestro triunfo!” Pasadas
algunas horas todos habían bebido copiosamente. El rey dijo, “¡Brindemos porque Macbeth sea tan valiente
en el lecho nupcial como en la batalla!” Casi el resto de los presentes
soltaron una sonora carcajada. Siguiendo la broma del rey, todos alzaron sus
copas. El rey dijo, “¡Salud, por el
fogoso Macbeth!” El resto dijo, “¡Salud!”
Y en efecto, ya en el castillo de
Macbeth, lady Catalina sabia hacer feliz a su esposo. Estando ambos en el
lecho, lady Catalina le dijo, “¡Amor
mío!¡Así que eres ahora señor de Caudor!” Macbeth quería olvidar sus
pesadillas en los brazos de la bella mujer, diciendo, “¡Calla Catalina! Por favor, ahora no hablemos de eso. Deja que me
purifique adorando tu milagrosa piel.” Ambos eran apasionados amantes. Al
día siguiente Macbeth se levantó, diciendo, “¿Qué
hora es?” Lady Catalina dijo, “No lo
sé, cerca del mediodía. ¿Porqué preguntas?” Macbeth dijo, “¡El rey!¡El rey llegará con Banquo y los
demás señores de un momento a otro!” Lady Catalina se incorporó,
soñolienta, diciendo, “¿El rey?¿Qué es lo
que estás diciendo?” En un santiamén, Macbeth estaba vestido y dispuesto a
recibir al rey, diciendo, “Encargué a
Banquo que trajera al rey Duncan y a los demás a esta casa, para un festín.”
Los bellos ojos de Lady Catalina resplandecieron de ira. Lady Catalina dijo, “¿Y ahora me lo dices?” El sanguinario
guerreo, quien solía ser tierno y dulce con su esposa, le dijo, “¡Querida!¡Lo olvide todo en tus
brazos!¡Perdóname por no haberte advertido!” Ella suavizó el gesto, “Esta bien. No te preocupes. Daré las
órdenes necesarias a la servidumbre.”
Y cuando el rey llego al castillo con su
comitiva, entro al comedor y al ver la mesa dijo, “¡Lady Catalina!¡Qué mesa tan apetitosa!” El propio Macbeth estaba
sorprendido de la habilidad de su mujer, y pensó, “¡Pero…si hace solo una hora ni siquiera sabía que habría vistas!” Una
vez todos sentados a la mesa, el rey Duncan ensalzó la valentía de su más fiel
caballero, diciendo, “¡Catalina, tienes
por marido a un hombre que desconoce el miedo y rabia contra la traición!”
Lady Catalina sonreía mirando a su marido, y dijo, “Eso es verdad querido rey. Además, es el más bello guerrero de la
corte.” El rey se rió de buena gana, y dijo, “¡Escuchen eso!¡Díce que es el más bello!¡Oh, que dulces palabras en
boca de una mujer enamorada!” Todos se hartaron de comida y de vino. Y ya
muy entrada la noche, el rey dijo, “¡Ah,
mi cabeza!¡Voy a retirarme!” Macbeth se apresuró a conducir al rey hacia el
interior del palacio. Mientras era conducido, el rey dijo, “Pernoctaremos aquí gracias a la amistad de mi anfitrión.” Y el rey
se encaminó a las habitaciones que Macbeth había dispuesto para él. El rey
dijo, “¡Tengo un sueño terrible!¡Buenas
noches Macbeth!” Macbeth le dijo,
“¡Qué duermas tranquilo, querido rey!”
La comitiva completa fue hospedad aquella
noche en el castillo. Uno de los señores de la comitiva dijo, “¡Que duermas bien, Banquo!” Banquo
dijo, “¡Que tengas hermosos sueños
Macduff!” E inclusive los hijos del rey, tanto Malcolm
como Donalbain, dispusieron de un lujosa habitación, junto a la de su padre. Ya
en su habitación, ambos hermanos dialogaban. Malcolm dijo, “¡Ha sido muy gentil, Lady Catalina! Esta alcoba comunica con la de
nuestros padres.” Donalbain dijo, “¡Y
estaba esta noche más hermosa que nunca!”
Al otro lado del castillo, en el lecho de amor, Lady Catalina decía a
Macbeth, “Ahora…¿Ya podemos hablar de lo
que te profetizaron las brujas, amado mío? Anoche solo dijiste que ellas te
nombraron señor de Caudor, ¡Antes de que el propio rey Duncan lo hiciera!”
Un hálito de temor ensombreció el rostro de él, y dijo, “También me nombraron señor de Glamis…y esta noche, Duncan me concedió
ese señorío además del de Caudor.” Lady Catalina adivinaba en las palabras
de su marido que se avecinaba algo grandioso, y dijo, “¡Qué maravilla!” Catalina estaba fascinada de la sabiduría de las
brujas, y dijo, “¡Así que ellas lo sabían
todo, aún antes de que sucediera!” Macbeth, lenta y solemnemente habló de
la última profecía, y dijo, “Dijeron que
sería rey.” Lady Catalina recibió aquello como algo decisivo, sin miedo y
sin ninguna vacilación, y dijo, “¿Lo
dijeron?¡Pues serás rey!”
Lady Catalina tomó el rostro pálido de su esposo entre sus manos y lo
obligó a mirarla de frente, diciendo, “Ellas
son el destino, ¿No lo ves? Ellas señalan de una manera inequívoca lo que habrá
de pasar. ¡No debes tener miedo!” Él sin embargo temblaba, diciendo, “P-pero…¿cómo?¿Cómo puedo ser rey si aún
vive Duncan?” Ella lo miró altiva y serena, diciendo, “Tú lo has dicho, querido. Has encontrado sin querer la solución: ¡Él
debe morir para que tú reines!” Macbeth se tapo la cara con las manos
horrorizado, diciendo, “¡Nooo!¡Aún me
atormenta la sangre del de Caudor, que también fuera mi amigo!” Macbeth se
levantó de la cama y se paseaba desesperado de un lado a otro de la habitación,
diciendo, “¡Ahora soy señor de Caudor!
Pero además, ¡Asesino!” Macbeth tenía los ojos enrojecidos y sudaba,
diciendo, “Y ahora…para ser rey…tendría
que ser asesino y traidor ¡No, no podré!” La voz templada y lúcida de Lady
Catalina, lo sacó súbitamente de su confusión: “¡Sí podrás!” Y aún agregó, “Duncan
no deberá salir vivo de éste castillo.” Catalina sacó de un cajón dos dagas
inmensas, y dijo, “Si no lo haces tú, lo
haré yo.” Él tomó aquellas dagas aún con las manos temblorosas. Catalina le
dijo, “¡No temblarás!¡La mano de un rey
no tiembla nunca!”
Y
en un páramo cercano, una de las brujas que continuaban batiendo en una olla
grande, un guisado al calor de las brasas, dijo, “¡Esta noche no hay luna hermanas!” Otra dijo, “¡Pero habrá sangre!” La tercera bruja dijo, “¡El búho ha callado repentinamente!” La segunda bruja dijo, “¡Algo sucio y maligno se ha consumado!”
Las brujas se disponían a realizar alguno de sus satánicos ritos. Una de ellas
dijo, “¡Cantemos la canción de Hécate!”
Enseguida un extraño frenesí se apoderó de sus cuerpos. Las dos dijeron, “¡Sí!¡Sí!¡Cantemos!” Y en círculo, las viejas
barbadas entonaron aquel himno terrible: “¡Hécate!¡Hécate!
♪♫¡La de los collares negros!” Invocaron a la reina de la muerte: “¡Hécate…la de los dientes cubiertos de
sangre humana!♫♪” A cada momento las mujeres se iban poniendo más y más
frenéticas en su danza macabra. Una de ella dijo, “¡Ven, Hécate, y llena tus fauces de loba con la sangre de un rey!” No
bien hubieron pronunciado las fatales palabras, cuando con un grito de júbilo
simultáneo y pérfido, las tres desaparecieron, gritando: “¡Hécateee!”
Y
mientras tanto, en el palacio, Lady Catalina esperaba, diciendo, “¡Macbeth no viene aún!¡Oh, temo que se
haya arrepentido o que haya vacilado en el último momento! Eso significaría
su perdición y la mía propia.” Poco antes ella misma había narcotizado a
los guardias, pensando mientras lo hacía, “Dejaré
caer en sus bocas gotas de esta pócima. Será suficiente para que no puedan
despertar en dos días.” Macbeth, con las manos manchadas por la sangre de
Duncan, entró por fin, diciendo, “¡Nunca,
nunca se limpiarán mis manos de esta sangre!” Lady Catalina se tranquilizó
al verlo, diciendo, “¡Oh, lo hiciste!”
Pero él parecía delirar y se miraba obsesivamente las manos, diciendo, “¡Rojas!¡Sucias de este ungüento
repulsivo!¡Así estarán para siempre!” Ella trataba de calmarlo, diciendo, “Ven ven a lavarte, esposo mío.” Pero
Macbeth dijo, “He derramado a sangre de
mi rey…de mi benefactor, de mi amigo.” Mientras Catalina le enjugaba las
manos, le susurró: “No has sido tú.”
Él se sobresaltó, diciendo, “¿Qué dices
Catalina?” Macbeth exclamó exaltado, “¡Yo
mismo clavé en su pecho dormido los puñales!” La mujer repitió serenamente,
“No, no has sido tú, mi esposo querido.
Fue el destino. Estaba escrito que serias rey. Ya lo dijeron las brujas. Y
ahora lo eres .¡Viva por siempre Macbeth, rey de Escocia!”
Por la mañana, Macduff, uno de los sirvientes del rey, tocaba a la
puerta de su aposento, “Majestad…¡Rey
Duncan!¡Despierte!¡Es hora de volver al palacio real!” Al ver que no haba
respuesta, el sirviente dijo, “Tal vez
haya salido de su aposento. Entraré a ver.” Macduff vio con horror lo que
había sucedido. Corrió a dar a los demás la infausta nueva: “¡Banquo!¡Macbeth!¡Malcolm!¡Venid!¡El rey ha
sido asesinado!” Macbeth fue el primero en acudir, y dijo al ver a Macduff,
“¿Qué dices?¡No puede ser!¡El rey
muerto!¡Y en mi propia casa!” Algo quedaba aún por hacer para que nadie
sospechara del verdadero autor del crimen. Macbeth corrió hacia el aposento del
rey, pensando, “¡Debo apresurarme!”
Sigilosamente se acercó y manchó de sangre a los guardias dormidos por la
droga, pensando, “¡Perfecto!¡Hice bien en
manchar de sangre a los guardias!” Era necesario que hubiera algún culpable
en quien se cebara el castigo. Macbeth pensó, “¡Ellos serán acusados del crimen!” Súbitamente Macbeth clavó una
daga en el cuello de uno de ellos, pensando, “¡Pero no vivirán para defenderse de las acusaciones!” En eso
entraron los demás señores, diciendo uno de ellos, “¡Macbeth!¿Qué has hecho?¿Por qué has matado a los guardias?” Macbeth
se aproximó con la daga sangrante aún en la mano, diciendo, “¡Mi rey ha muerto!¡Y los asesinos
allí!¡Tenía que vengar su crimen enseguida!¡No podía resistirlo!” Banquo,
como los demás, estaba muy confundido, y dijo, “¿Fueron entonces los guardias quienes mataron a Duncan?” El mismo
Macbeth le hizo observar la escena, diciendo, “Míra tú mismo la sangre en sus manos, en sus vestidos y en sus
rostros…” Observándolo todo, tras una puerta a través del ojo de una
cerradura, estaba el príncipe Malcolm, pensando, “¡Es verdad!¡Oh, pobre padre mío!¡Donaldbain y yo debemos huir
inmediatamente!” Los dos hermanos se dispusieron a salir del castillo.
Donaldbain, el más joven, aún no comprendía la situación, y dijo, “Pero, ¿Porqué huir?¡Nosotros no somos
culpables!” Pero Malcolm temía que el asesino se ensañára ahora con
ellos, y dijo, “¿No te das cuenta,
Donaldbain? El que pagó a los guardias para que matara a nuestro padre, no
dudará en deshacerse de nosotros para quedar como rey de Escocia.”
Ambos hermanos salieron con
sus respectivos corceles a galope, y Donaldbain dijo, “¡Es verdad!¿Y quién crees tú que haya sido?” Malcolm dijo, “No lo sé, hermano. Cualquiera de los
señores. Por las dudas, nadie debe saber dónde encontrarnos.” Poco después,
Macduff cabalgando con Baquo le dijo, “¡Baquo!¿Irás
a las honras fúnebres del rey?” Dijo Baquo, “Sí. Iré a la ermita de San Cosme donde será enterrado.” Macduff
parecía contrariado, y dijo, “Yo no iré.
Regreso a casa con mi mujer. Vengo de palacio…¡Todo está allí tan confuso!”
Baquo quiso saber, “¿Confuso?¿Se ha
descubierto acaso quién pagó a los guardias por efectuar el crimen?”
Macduff tenía la mirada triste. Baquo insistió, “¿Es eso?¡Dime! ¿Quien fue?” Macduff lo dijo al fin, “Malcolm y Donaldbain…ellos mataron a su
padre.” Aquello no le parecía posible a Baquo, y dijo, “¿Ellos?¡No puede ser! Pero…¿Dónde están ahora?¿Acaso serán
ajusticiados?” Pero las circunstancias coincidían para señalar a los
príncipes como culpables. Macduff dijo, “Han
huido. Nadie sabe dónde se esconden. Cuando Macbeth fue a darles la noticia, ya
habían partido. ¡Deben estar ahora muy lejos de Escocia!” Algunas semanas
después del entierro del rey Duncan, Macbeth fue coronado. Algunos de los
presentes gritaron, “¡Viva el nuevo
monarca!¡Viva Macbeth!¡Viva!” Terminado el ceremonial, Macbeth y Lady
Catalina se abrazaban felices, diciendo ella, “¡Oh, Macbeth!¿Lo ves?¡Ya eres el hombre más poderoso de Escocia!¡Ja,
Ja, Ja!” Macbeth no estaba aún acostumbrado a llevar puesta la corona, y la
tumbó. Lady Catalina impidió que la corona se estrellara contra el suelo,
diciendo, “¡Oh, la corona!¡Oh, gracias a
Dios!” Pasado el susto, Macbeth dijo, “¡Estuvo
a punto de estrellarse!¡La salvaste!¡Como siempre me salvas a mí!¿Qué haría yo
sin ti, Catalina?” Lady Catalina tuvo una ingeniosa idea, “La pondremos aquí en la cama. Así nunca
olvidaras que eres rey, ni siquiera cuando duermas o cuando ames a tu esposa.”
Sin embargo, lo más importante para el nuevo rey, en ese momento, era ser el
amante de Catalina, y dijo, “¡Te adoro
mujer mía!”
Mientras tanto, Baquo y se reunía con su familia. Uno de sus hijos le
decían al verlo llegar, “¡Papá, papá!”
y el otro, “Déjame que lleve yo el
caballo a la cuadra padre!” Baquo recordó entonces la profecía de las
brujas, pensando, “Sera posible que la
sangre caiga algún día sobre ustedes, mis amados hijos?” La esposa de Baquo
notó su preocupación, y dijo, “Banquo,
¿Pasa algo malo?¿Porqué pareces tan preocupado?” Él dijo, “No, no…querida. No es nada.” Su hija
Nira solía ser muy afectuosa con él, y dijo,
“Papá…¿se sabe algo de los hijos del rey Duncan?” Baquo adoraba a su hija,
y dijo “No, mi pequeña. Aún no se sabe
nada de cierto. Es posible que se hayan refugiado en Inglaterra con el rey
Eduardo, quien fuera muy amigo de Duncan.” La jovencita pronto delató sus
sentimientos por uno de los príncipes, y dijo “¡Pero ellos no mataron a Duncan!¡Es una infamia que los hayan acusado
de dar muerte a su propio padre, a quien querían tanto!¡Malcolm no es un
asesino!” Banquo volvió a recordar las palabras de las brujas, “Aquella vieja pronosticó que yo no sería
rey. Pero que sí habría reyes entre mis descendientes. ¿Se refería acaso a
Nira?¿Es que ella y Malcolm…?” Avergonzada al darse cuenta de que había dicho
demasiado, Nira quiso eludir la mirada penetrante de su padre. y retirarse.
Pero…él le dijo, “¡Espera, hija!” Banquo
tenía que saber qué había entre Malcolm y su hija, y dijo, “Estas enamorada de Malcolm, ¿No es así? Pero, dime, ¿Él te
corresponde?” Dulces lágrimas rodaron por las mejillas de Nira, y dijo, “¡Oh, padre!¡Él iba a hablar con el rey
Duncan para que lo autorizara a pedirte mi mano! Y ahora…esta extraña
desaparición. Seguramente huye del verdadero asesino de su padre.” En ese
momento, regresó Fleancio, el hijo de Banquo, de la cuadra, diciendo, “Ya está padre. Le di un poco de hierba
fresca a tu caballo.” Banquo dijo, “Gracias
hijo mío.”
Banquo
miraba angustiado a sus hijos mientras las profecías se repetían dentro de su
cabeza atormentándolo, pensando, “¿Cuál
de ellos morirá?¿Cual de ellos verá a su hijo coronarse rey?” Flenacio notó
la angustia de su padre, y dijo, “¿Qué
pasa papá?¡Pareces muy triste!” Pero el caballero no iba a hablar de algo
tan triste y aterrador, y solo dijo, “¡Nada,
nada! Estoy cansado…eso es todo. ¡Vamos a cenar! Después me iré directo a la
cama.”
Algunos
meses después el nuevo rey comenzaba a sentir su corona amenazada. Un día
observando a Banquo pensó, “Allá va
Banquo, ¿De qué hablará?¿Se habrá atrevido a contarle a alguien lo que me
habían profetizado las brujas? Yo le pedí que callara.” En cualquier
pequeño detalle, Macbeth creía ver un peligro. “No sé de qué habla tanto con ese caballero. Tal vez de mí. ¡Oh, no me
siento tranquilo!¿Habrá adivinado Banquo quien mató a Duncan?” Macbeth
decidió algo en ese momento que alivió un poco su miedo. “¡A partir de esta noche, no temeré más que Banquo se vuelva contra
mí!” Y esa misma noche, en los alrededores del palacio de Banquo, dos hombres
tramaban algo fuera del palacio. Uno de ellos dijo, “¿Estarán todos en el castillo?” El otro hombre dijo, “Sí, allí están. ¡Mira las luces!” El
primer hombre dijo, “¿Porqué querrá el
rey que los matemos a todos?¡Dijo que los dos hijos de Banquo deben morir
también!” El otro hombre dijo, “No lo
sé, ni me importa. Sus razones tendrán.” Los dos asesinos se disponían a
librar al rey de una de sus pesadillas. El hombre dijo, “Una vez hecho el trabajo, él pagara y nosotros nos largaremos muy
lejos. ¡Lo demás no debe importarnos!”
Mientras
tanto en el interior del palacio todo era paz y confianza. La hija de Banquo
dijo a su madre, “¿Puedo cantar un
romance, madre?” La mujer dijo, “No hija, tu padre duerme.” Banquo apareció
aún bostezando. La mujer dijo, “Míralo,
ya despertó.” Banquo se dirigió a su hija que parecía melancólica, y dijo, “Nira, ¿quisieras traérle un vaso de vino a
tu padre?” La muchacha se apresuró a complacer a su padre, y dijo, “¡Claro papá!¡Bajaré al sótano para traerte
del más fresco vino que haya en la casa!” La mayor parte del palacio estaba
en sombras. Nira dijo, “¡Qué torpe soy!¡Ni
siquiera traje algo con qué encender una tea! En fin…caminaré en la oscuridad. Por suerte conozco bien el
camino.” Prender una tea en ese momento hubiera significado la muerte para
la hija de Banquo.
Los mercenarios de Macbeth se apresuraban, ansiosos por cumplir con su
espantosa tarea. Uno de ellos dijo, “¡Shhhh!¡No
hay que hacer ruido! Ese es el salón cuyas ventanas veíamos iluminadas desde el
bosque…” Bruscamente irrumpieron en el salón familiar, con las dagas
en las manos. La esposa de Banquo dijo al verlos, “¡Dios mío!”, Banquo dijo, “¿Quiénes
son ustedes?” Por toda respuesta, el asesino clavó su hoja en el estómago
de Fleancio. Banquo gritó, “¡Hijo Mío!”
El otro hombre dijo, “¡Ja, sí, aquí está,
querido Banquo!” Banquo intentó alcanzar una arma, pero era demasiado
tarde. Al abalanzarse sobre el asesino dijo, “¡Maldito asesino!” Pero el hombre lo recibió con una daga en su
estómago, diciendo, “¡El rey me encarga
saludarte a ti y a tu familia, Banquo!¡Ja, Ja, Ja!” Los esbirros del rey se
dirigieron entonces a la desvalida mujer quien retrocedió aterrada, diciendo, “¡No, No!¡No me toquen, enviados del
diablo!” Ella desesperada intentaba retroceder pero detrás de aquella
ventana solo estaba el vacio. La mujer dijo, “¡Nooo!” Entones se oyó un angustiado grito caer al vacío.
Hasta
las profundidades del sótano llegó el eco de aquella terrible llamada de
auxilio. Nira dijo, “¿Eh?¿Qué fue
eso?¡Parecía un grito de mujer!” Nira sintió la necesidad de subir a ver
qué era lo que pasaba, diciendo, “¿Quién
pudo haber gritado de esa manera?¡Fue horrible!” Providencialmente la
bodega de vinos del castillo se hallaba situada al final de una larga galería.
Nira dijo, “¡Oh, no veo nada!” Así
que cuando llegó hasta el lugar del crimen, los victimarios de sus padres ya no
estaban ahí. Nira dijo, “¡Dios mío!¡No!”
Aquellos
hombres habían decidido huir cuanto antes, temiendo ser descubiertos. Uno de
ellos dijo, mientras caminaban por el bosque, “¡El rey se enfurecerá!¡Solo estaba Fleancio!¡Quedó viva la hija de
Banquo!” El otro hombre dijo, “Hemos
hecho lo que era posible. Además, ¿qué daño le puede hacer al rey una
muchacha?” Esa noche, como tantas otras, el rey era agasajado por su corte,
quienes le decían, “¡Viva su majestad, el
rey Macbeth!¡Vivaaa!” Y de pronto, el rey abanicaba su espada haciendo como
que veía a una persona, y diciendo, “¡Oh,
nooo!¡No!¡Tú no puedes estar aquí!¡Tú no!” Los miembros de la corte no
comprendían qué podía poner en ese estado al rey. Uno de ellos dijo, en voz
baja, “¿Qué le sucede?” Otro le dijo,
“No lo sé…le habla al sillón. ¿Estará
enloqueciendo?”
Lady Catalina fue inmediatamente en
ayuda del monarca, que efectivamente parecía haber enloquecido. Y dijo, “No
se preocupen…no es nada. Suelen darle estos ataques de nervios. Se pondrá bien.” Algo
había en ese sillón que despertaba su pánico. El rey decía, “¡Vete,
vete de aquí!¡Tú estás muerto!¡Tienes que estar muerto!” Lady Catalina
dijo, “Querido…contrólate. ¿No ves que te están oyendo? Anda, ven, ven
a recostarte un poco.” Lady Catalina despidió a los comensales, y
dijo, “Por favor, disculpen al rey, ahora está enfermo.
Retírense, y permítanle reposar.” La corte en pleno se retiró del
castillo sin poder creer lo que había presenciado. Uno de ellos dijo, “¡Pero
si no había nada en el sillón!” Y cuando el rey todavía confuso y
tambaleante, se retiraba a su dormitorio, llegaron al palacio sus esbirros,
diciendo, “¡Señor, señor, queremos hablarte!” La orden estaba
cumplida. El hombre le dijo al rey, “Banquo ha muerto. Su esposa y su
hijo también.” Sin embargo, el otro hombre dijo, “Pero su hija
aún vive. No estaba en el castillo.” Aquello renovó los terrores del rey,
quien dijo, “¡Maldición!¡Nira vive!¡Y mientras un vástago de Banquo
viva, mi corona no está segura!” Nira se había convertido en un peligro
inmediato para la corona.
El rey dijo, “¡Búsquenla!¡Mátenla!¡Den
con ella donde quiera que se encuentre! Si me traen una prueba irrefutable de
su muerte tendrán dos bolsas de monedas de oro como estas!” Como chacales
aquellos hombres salieron en búsqueda de la presa para cambiar en moneda de
otro la vida de una muchacha. El rey dijo a Lady Catalina, “¡La encontrarán, sin duda, no te preocupes!¡Míralos, son como
sabuesos!¡El olor del oro los excita y los hace crueles!”
Mientras
tanto Nira buscaba protección en casa de Macduff, quien le dijo, “¡Pero querida Nira!¡En qué estado vienes!
¡No debiste cabalgar así de noche!” Nira temblaba de frio y parecía a punto
de desfallecer. La esposa de Macduff le dio un cobertor, diciendo, “Abrígate pequeña.” Nira dijo, “¡E-ese m-maldito asesino!” Macduff
escuchó entonces la espantosa descripción de Nira hacia de la muerte de sus
padres: “…fue él…fue el asqueroso
Macbeth…estoy segura. Él debe también haber asesinado al rey Duncan.” El
caballero lo comprendió todo, y su dolor y su rabia fueron infinitas, y dijo, “¡Mi pobre amigo Banquo muerto!¡Y su dulce
esposa , y tu valeroso hermano!¡Pobre niña, tienes razón en llamar asqueroso y
maldito al tirano!” Nira lloraba desconsolada. Macduff la abrazó y dijo, “¡Llora, llora, pequeña!¡Yo te protegeré! Aquí estarás segura. Mañana
mismo partiremos para Inglaterra, a reunirnos con Malcolm y el rey Eduardo que
preparan el derrocamiento del tirano.”
Al
amanecer del siguiente día, Macduff y
Nira se preparaban para partir. Ambos iban a caballo, y Macduff se despidió, “Esposa mía. Cuídate mucho. Si vienen a
preguntar por mí de parte de Macbeth, di que ignoras hacia donde fui. ¡Niños
pórtense bien!¡Quiero estar orgulloso de ustedes!” El pequeño dijo, “¡Adiós papá!” Unos minutos después
marchaban a todo galope, hacia Inglaterra.
Esa mañana, en el castillo de Banquo, dos malhechores tramaban un ataque siniestro. Uno de
ellos dijo al acercarse a la puerta, “¡Aquí
no hay nadie! ¡La servidumbre debe de haberse asustado al ver los cadáveres y
huyó!” El otro hombre dijo, “¡Busca,
busca bien! Alguna señal debe haber que nos indique a dónde fue la chica.”
Al no encontrar nada en el castillo, los malhechores decidieron preguntar a uno de los
lugareños: “¿No has visto a la señorita
Nira muchacho?¡Le traemos un regalo del rey! Pero no está en casa.” El niño
ingenuamente dijo lo que sabía: “Yo la vi
partir a caballo, muy entrada la noche. Iba hacia la arboleda de San Simón.”
Los asesinos pensaban que podían dar ahora muy fácilmente con su linda presa.
Uno de ellos dijo, “¿No es detrás de la
arboleda que queda el señorío de Macduff?” El otro dijo, “¡La muchacha se refugió allí!¿Cómo no se
nos había ocurrido?” Sin embargo, ambos no sabían lo que debían hacer, pues tuvieron una duda. Uno
de ellos dijo al otro, “¿Qué pasa?¿Porqué
te detienes?” Él dijo, “Estoy
pensando que el rey no nos ha ordenado hacer algun daño en contra Macduff…y, si él protege a
la muchacha…” Decidieron consultarlo antes de hacer cualquier acción. Uno de ellos dijo, “¡Tenemos que preguntar al rey Macbeth!¡Él nos dirá
muy claro lo que quiere que hagamos!” Su compañero dijo, “Sí, eso evitará que después se enfurezca
contra nosotros si las cosas no salen bien.”
En
ese momento, en el palacio de Escocia que ahora ocupaba Macbeth, también se hablaba de Macduff. Uno de sus mensajeros
le dijo, “Vengo del palacio de Macduff,
majestad. Él no está allí. Su esposa ignora su paradero, pero uno de sus
palafreneros me conto que se había escuchado que se iba a Inglaterra.” El
rey Macbeth, como era ya demasiado frecuente, montó en cólera. “¿A Inglaterra dices?¡En Inglaterra esta Malcolm, cobijado por el rey
Eduardo! ¡Y sé por mis espías que pretende derrocarme!¡Macduff me ha
traicionado!” El rey comenzó a pasear nerviosamente por todo el salón
hablando solo. “¡Ya me lo
sospechaba!¡Comencé a pensar mal de él cuando empezó a negarse a venir a mis
reuniones!¡Hace meses que no pisa el palacio!” De pronto el rey Macbeth se detuvo y
comenzó a llamar a gritos a la guardia: “¡Guardias,
a mí!” Enseguida un grupo de guardias acudieron a su llamado. El rey Macbeth dijo, “¡Id al castillo del traidor Macduff que se
ha pasado al bando del parricida Malcolm!¡Matad a su mujer y a sus hijos y
destruidlo todo!” El mensajero no podía creer lo que oía, y pensó, “¡Dios mío!¿Será posible tanta crueldad?¡Si
he de imaginarme que esa sería su reacción, no le hubiera traído ninguna
información a este tirano loco!”
Por
la tarde el mensajero corroboró que, por desgracia, se habían cumplido las
órdenes del rey. El mensajero pensó en su caballo, “¡Pobre caballero Macduff!¡Su propiedad arrasada! ¡No debí decir nada
al rey!¡Me siento culpable todo esto!”
Aquel hombre se sentía asqueado por tanta crueldad, pensado, “¡Qué horror!¡Macbeth está completamente
loco! Si no pude evitar esta desgracia, al menos iré a pedir perdón a Macduff,
y a prevenirlo para que no vuelva a Escocia por el momento.”
Esa
noche la luna rielaba sobre el páramo y las brujas celebraban sus horribles
ritos. Una de ella decía, “¡Bendícenos
Hécate!¡Macbeth, nuestro protegido ha cubierto de sangre al país entero!”
De pronto se oyeron pasos. Alguien se acercaba al lugar del aquelarre. Una de
las brujas dijo, “Shshsh, ¡alguien se
acerca!” Era justamente el rey Macbeth, quien dijo, “Soy yo sabias ancianas…vengo a haceros algunas preguntas.” La
brujas lo recibieron con risitas burlonas y miradas maliciosas, diciendo una de
ellas, “¡Paso a Macbeth, hermanas!” y
otra riendo, “¡Ji. Ji. Ji!” En aquel
tenebroso lugar solo podían hacerse preguntas de muerte.
El
rey Macbeth dijo, “Quiero saber cuándo perderé mi
corona…y ante qué hombre resultare vencido.” La respuesta profética no
tardo en producirse. “Tú solo serás vencido, rey Macbeth, cuando el bosque de
Birnam avance hacia ti.” El rey se animó al escuchar esto, y dijo, “¿Y cómo podría avanzar el bosque de Birnam?
¡Quiere decir que nunca seré vencido! ¡Oh, conservaré por siempre mi corona!”
Otra de las ancianas pronunció la respuesta a la otra pregunta: “Solo aquel que no ha nacido de mujer podrá
vencerte Macbeth.” En un arrebato de inusitada alegría, Macbeth beso la
sucia mano de la bruja, diciendo, “¡Gracias
gracias, sabias ancianas!” Macbeth se sentía seguro de su triunfo, y dijo, “¡Seguiré siendo el rey de Escocia! ¡No ha
nacido aún quien pueda vencerme!”
Las
brujas rieron. De pronto, quiso hacer una última pregunta: “Decidme, buenas ancianas…¿Reinarán algún día los hijos de Banquo?”
Esta vez la respuesta fue espectral. En una visión, Macbeth y Banquo vieron al fantasma de Banquo desfiló ante los
ojos atónitos del rey, con un espejo en la mano detrás de él. Vinieron otros
espectros, todos con espejos y coronas. El rey dijo, “¡No, no Banquo!¡Tú no!” Un joven escudero se aproximó al escuchar
los gritos del rey, diciendo, “¡Señor,
señor!¿Qué os pasa?¿Puedo ayudaros?” El rey solo dijo, “¡No, no Banquo!¡Vete!” El escudero compadeció entonces al monarca
al verlo ahí llorando, tan desvalido. El rey golpeaba a un árbol, diciendo, “¡Oh, no!¡No, no!” El escudero pensó, “¡Pobre rey Macbeth!¡Es verdad que esta
volviéndose loco, al igual que su esposa que antes fuera tan bella.”
En todo el reino había corrido
el rumor de que la reina enloquecía. En el palacio del rey, un doctor y una
sirviente conversaban al ver a la reina caminar como sonámbula. La mujer dijo, “¡Mire doctor! Casi no duerme, pero cuando logra conciliar el sueño camina dormida por todo el castillo.” El
médico estaba desconcertado, y dijo, “¡Además
ha envejecido terriblemente en solo unos meses! Pobre Lady Catalina, su alma no
puede ya con tantas amarguras y temores.” La reina parecía huir de algo que
volaba por el aire, y sacudía a la vez sus manos frenéticamente, diciendo, “¡No quiero más puñales!¡No, no los
quiero!¡Me arde en las manos la sangre de aquel viejo!¡Me persiguen!¡No los
quiero!” Un estremecimiento recorrió la piel del médico, quien dijo, “¡Qué palabras terribles hemos
escuchado!¡Así que ellos asesinaron al rey Duncan!¡Sin duda se refiere a él
porque recuerdo que el criminal clavó en su pecho dos puñales!¡El remordimiento
no la deja vivir!”
Y
mientras tanto, el ejército de Inglaterra al mando del rey Eduardo avanzaba
hacia Escocia para derrocar a Macbeth.
Junto al rey Eduardo cabalgaban el príncipe Malcolm y el caballero Macduff.
Malcolm dijo, “De un momento a otro
veremos el valle tras el cual esta Escocia.” El rey Eduardo dijo, “Sí, mi querido Malcolm. Allí podrás vengar
a tu padre muerto.” Uno de los soldados de avanzada se acerco al rey
Eduardo, y dijo, “¡Majestad!¡Un hombre se
acerca a caballo!¡Es un escocés!” El rey sabía enseguida de quién se
trataba, y dijo, “Macduff, adelántate tú
y mira quién es el que se aproxima. Si puede ser amigo o traidor.” Macduff
reconoció enseguida al mensajero del rey Macbeth, quien dijo, “Debo hablar contigo y con el príncipe
Malcolm.”
Macduff
dijo, “¡Dejen que pase, guardias!”
Aquel hombre sabía lo que le dolería a Macduff
saber lo que le había hecho el tirano Macbeth a su familia. El mensajero dijo, “¡Oh, Macduff, qué daría yo por traerte
buenas nuevas, pero debo comunicarte algo espantoso!” Macduff no esperaba
aquello, y dijo, “Vamos, di de una vez lo
que sea. Debo volver a las filas con el rey Eduardo.” Con voz temblorosa el
rey habló, “Tu mujer y tu hijos pequeños
han sido asesinados por los hombres de Macbeth. Tu castillo y tus tierras
fueron arrasados y devastados, también por orden del rey.” El dolor golpeo de una forma tan cruel a
Macduff, que estuvo a punto de caer del caballo, diciendo, “¡No puede ser!” El mensajero dijo, “¡Cuidado!¡Por Dios ten fuerza!¡No desmayes ahora que Escocia te
necesita para hacer justicia!”
Macduff regresó a su puesto, escoltado por varios de los hombres. El rey
Eduardo, al verlo llegar dijo, “¡Pero si
allí traen a Macduff!¿Qué pudo haberle pasado?¡Parece estar a punto de desmayarse!”
Macduff no podía más. El rey dijo al mensajero, “Pero, ¿qué le sucede? ¿Quién eres y qué has hecho para ponerlo en ese
estado?” El mensajero explicó al rey Eduardo: “¡Oh, soberano de Inglaterra!¡Macbeth, al enterarse de que este noble
caballero había abandonado el país para unirse a tus ejércitos, mando matar a
su familia y devastar su propiedad!” Malcolm intrigado se aproximó al rey.
El rey le dijo, “Malcolm, ese hombre ha
perdido cuanto tenía en el mundo, a causa del enloquecido tirano que mató a tu
padre. Ahora nadie podrá salvar al enemigo de su furia.”
Mientras
tanto, en el palacio real de Escocia, lady Catalina seguía sufriendo de
alucinaciones. La reina huía de algo invisible, diciendo, “¡No, quítenme estos puñales!¡Me persiguen!¡Van a clavarse en mi
espalda!” La dama de compañía que la cuidaba advirtió el peligro, al ver que la
reina estaba en una terraza alta del castillo, y le dijo, “¡Oh, señora, no!¡No haga eso!” Nadie podía evitar su trágico
final. La reina cayo al vacio, gritando, “¡Ayyyy!”
El rey fue enterado enseguida de la muerte de Lady Catalina. Un soldado
le dijo, “¡Señor, la reina ha muerto!”
El dolor del tirano Macbeth no fue menor que el de Macduff, y dijo, “¡Muerta!¡Muerta ella que era mi voluntad mi
ambición suprema…muerta mi amante, mi mujer, mi amiga!” Macbeth dejo las
armas para ir junto a su amada, diciendo, “¡Catalina!¡Tu
no debieras haber muerto ahora!¡Tu no debieras morir!” Y se postró ante su
cuerpo ya sin vida, diciendo,“¿Cómo puede un
simple mortal como yo resistir esto?¿Cómo podría ya luchar si tú no estás ya
conmigo?” Besó por última vez su mano blanca y delicada, diciendo, “¡Amor mío!¿Qué puede importarme ya la
guerra o la corona, o el poder, o la vida misma? Estoy muriendo contigo.” Y
quiso sentir una vez más el roce de sus labios ahora fríos, diciendo, “Tú descansaras. Dormirás desde ahora pero
yo viviré despierto y adorándote.” Macbeth estaba desesperado, vencido, “¡Oh, cómo no aparece ahora, que no deseo
sino morir, ese hombre no nacido de mujer que el destino ha señalado para
acabar conmigo.” Entró en ese momento un soldad, diciendo, “Señor, el vigía dice que el bosque de
Birman se mueve, y viene hacia nosotros!”
En el bosque de Birman, los
ejércitos del rey Eduardo estaban preparados para el ataque. Uno de los
caballeros dijo, “¡Todos a taparse con
las ramas! Avancen al frente, hacia el castillo!” Desde la almena de la
torre del vigía, Macbeth lo vio con sus propios ojos: ¡El bosque de Birman se
movía lentamente! Macbeth dijo, “¡La
profecía!¡La profecía de las brujas! ¡Me arrancarán la corona! Pero, ¡Lucharé
hasta el fin!” De pronto, y al pie mismo de las murallas del castillo, el
bosque de Birman descubrió su verdadera identidad. Los soldados del rey Eduardo
gritaron, “¡Al ataque!” Desde las
almenas del castillo, los soldados del rey Macbeth gritaron, “¡Son los ingleses!¡Disparen!” Dio comienzo
la batalla. Los soldados ingleses que escalaban las murallas del castillo con
escaleras decían, “¡Venimos a librar a
Escocia del tirano Macbeth!” Pronto los ingleses lograron entrar al
castillo, gritando, “¡Viva el rey
Eduardo!¡Muera Macbeth, asesino!” Comenzó el combate cuerpo a cuerpo. Un
soldado ingles gritó, mientras hería a un soldado escocés, “¡Muere maldito esbirro del usurpador!”
Macduff,
en su caballo, estaba al frente del asalto, diciendo, “¡Morirá todo aquel que se interponga entre mi sed de venganza y ese
maldito infanticida!” Un soldado quiso detenerlo, y Macduff lo hirió con su
espada, diciendo, “¡Te lo advertí!”
Macduff se apeó de su caballo, dispuesto a encontrar al hombre a quien más
odiaba en el mundo. Diciendo, “¡Te
encontraré Macbeth!¡La sangre de mis hijos caerá sobre ti!¡Lo juro!” Pero
el palacio estaba desierto. Macduff gritaba, “¡Macbeth!¿Dónde te escondes cobarde?” Macduff abrió todas las
puertas, incluso la de la cámara de la reina. Macduff exclamó, “¡Oh, pero si es Lady Catalina!” Macduff
se aproximó a Lady Macbeth, sigilosamente, diciendo, “¡Esta muerta!” Entró de pronto, el rey Macbeth, diciendo, “¡Aparta sacrílego!¡No la toques!¡Ni
siquiera muerta puedes respetar a una mujer!¡Yo te enseñaré a guardar lealtad
al rey y respeto casto a la reina!” Macbeth le gritó, expresándole su
profundo desprecio, “¡Estás loco!¡Pero,
nada te salvara de mi odio, Macbeth!¡Ni siquiera la piedad que inspiran los lunáticos
perdidos!” Macbeth confiaba en su diestro manejo de la espada, tanto como
en su profético destino, diciendo, “¡Por
mucho que sea tu odio nunca podrás vencerme, Macduff!¡Date por muerto!”
Aquella
fanfarronada de Macbeth, irritó más aún a su enemigo, quien dijo, “¡Cerdo asqueroso!¿Por qué no ha de poder vencerte
un hombre cuerdo y recto como yo?” Macbeth aún confiaba en las palabras de
las brujas, y dijo, chocando su espada con la de Macduff, “¡Las brujas lo han dicho!¡Y ellas son la voz pura de mi destino!¡Profetizaron
que solo aquel que no había nacido de mujer, vencería a Macbeth!” Sin
embargo Macduff parecía tomar ventaja, e inclusive se reía burlonamente.
Diciendo, “¡Ja, Ja, Ja!¿Confías en las
brujas, Macbeth? Entonces estas irremediablemente perdido.” Y de pronto
Macduff hundió su acero en Macbeth, diciendo, “¡Muere como has hecho morir a tantos inocentes!” Macbeth dijo, “¡Aaagh!¡No, no puede ser!” La última
profecía se había cumplido…Macduff dijo, “¡Las
brujas no se equivocaron, Macbeth!¡A mí me sacaron del vientre de mi madre
cuando ella había muerto!¡Así nací!”
Poco después, en el mismo
palacio real de Escocia, se celebraban las bodas del rey Malcolm, y la reina
Nira, la última descendiente del desdichado Banquo. Uno de los presentes gritó,
“¡Vivan los jóvenes y enamorados reyes de
Escocia!” Y varios de los presentes gritaron, “¡Que vivan!”
Tomado
de Novelas Inmortales, Año IV, No.
181. Mayo 6 de 1981. Adaptación: Dolores Plaza. Segunda Adaptación: José
Escobar.
Gran trabajo. Realmente bueno. Gracias por colaborar por mi amor por esta pieza.
ResponderEliminar