Gabrielle-Suzanne
Barbot de Villeneuve, nacida en el
año de 1695, y fallecida el 29 de diciembre de 1755, fue una escritora francesa
influenciada por Madame d'Aulnoy, Charles Perrault, y varios escritores Preciosistas.
Barbot de
Villeneuve nació en La Rochelle. Ella es conocida sobre todo por
su novela, La Bella y la Bestia, que
es la variante más antigua conocida del cuento de hadas de, La Bella y la Bestia. Publicada por primera vez en, El Joven Americano y los Cuentos Marinos, es
de más de un centenar de páginas, que contienen muchos argumentos secundarios,
y que implican una verdadera bestia salvaje, es decir, a un “estúpido,” o sea, una Bestia que no sólo cambia de
apariencia. Su larga versión fue abreviada, reescrita y publicada por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, para
producir la versión más comúnmente relatada.
En 1767 Barbot de Villeneuve escribió una novela, La Jardinera de Vincennes. Ella era un amiga cercana del polémico
escritor Claude Jolyot de Crébillon. Murió en París. (Wikipedia Ingles).
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont nació el 26 abril de 1711, y murió el 8 de septiembre
de 1780. Leprince fue una novelista francésa que escribió la versión más
conocida de La Bella y la Bestia.
Ella tenía una relación con el espía británico Thomas Pichon (1757-1760).
Ella nació en Rouen en 1711, y murió en 1780. Perdió a su madre cuando
sólo tenía once años, pero escribió que ella no lloró su muerte. La familia era
muy pobre y varios de sus hermanos tuvieron que ser enviados en adopción. Ella
escribió que su madre habría sufrido terriblemente por no poder mantener el
contacto con sus hijos, o por establecer qué había sido de ellos. Por
consiguiente, sentía intuitivamente que la muerte de su madre fue una
bendición.
De 1725 a 1735, enseñó a los niños pequeños en Ernemont, a unos diez
kilómetros de Rouen. Posteriormente, obtuvo una posición de prestigio como
profesora de cánto para los niños en la corte del duque de Lorena, Stanisław Leszczyński,
en Lunéville, Francia.
Su primer matrimonio, en 1743, fue desastroso y fue anulado después de
dos años. El duque de Lorena, pagó personalmente su dote, una suma enorme, para
que pudiera casarse bien, pero su marido utilizó la dote para pagar sus deudas,
y entonces utilizó el resto para comprar un hotel. Allí, él llevó a cabo
fiestas salvajes con entretenidos personajes de dudosa reputación. Después de
que su marido contrajo una enfermedad contagiosa, como resultado de su estilo
de vida, ella fue capaz de obtener la anulación del matrimonio, pero ella
conservó el nombre de su marido.
En 1746, Leprince salió de
Francia para convertirse en institutriz en Londres. Ella escribió, La Bella y la Bestia y Otros Cuentos de Hadas Clásicos Franceses,
y después de una carrera editorial exitosa en Inglaterra, se volvió a casar,
dio a luz a muchos niños, y dejó Inglaterra para vivir la resto de su vida en
Saboya.
Su primera obra, la novela moralista, El
Triunfo de la Verdad (Le Triomphe de
la Vérité), fue publicada en 1748. Continuó su carrera literaria con la
publicación de muchos libros de texto. A continuación, comenzó a publicar
colecciones que calificó de “revistas”
de cuentos y poemas educativos y morales para los niños. Ella fue uno de los
primeros autores en escribir cuentos de hadas para niños. Leprince también escribió otras obras, sobre la
base de los temas tradicionales de cuentos de hadas.
Otra narrador muy conocida de la época, Gabrielle -Suzanne Barbot de Villeneuve, escribió una historia
titulada, La Bella y la Bestia. Leprince de Beaumont revisó y abrevió ésta
historia considerablemente, en la forma en la que es más comúnmente conocida, y
siempre incluyó la versión revisada en las muchas “revistas” que publicó en los
próximos 30 años. El éxito de ésta versión revisada más corta es la razón por
la que Leprince de Beaumont es
considerada comúnmente como la autora de la historia clásica. (Wikipedia Ingles).
“La
Bella y la Bestia” (en francés: La Belle et la Bête) es un cuento de hadas tradicional. La
primera versión publicada fue una interpretación de la autora francésa, Gabrielle -Suzanne Barbot de Villeneuve,
publicada en, El Joven Americano y los
Cuentos Marinos, en 1740. La versión
escrita más conocida fue un compendio de su obra publicada en 1756 por Jeanne
-Marie Le Prince de Beaumont, en Tienda
de Niños o los Diálogos Entre una Institutriz y Varios de sus Estudiantes
Sabios. La traducción en Inglés apareció en 1757.
Las variantes de la
historia son conocidas en toda Europa. En Francia, por ejemplo, Zémira y Azor, una ópera cómica, es una
versión operística de la historia, escrita y compuesta por Marmontel Grétry en
1771, que tuvo un enorme éxito hasta bien entrado el siglo 19, que se basa en
la segunda versión de la historia. Amour
Pour Amour, por Nivelle de la Chaussée, es una obra de teatro de 1742 sobre
la base de la versión de Villeneuve.
Argumento
Un rico comerciante
vive en una mansión con sus tres hijas. Todas ellas son muy hermosas, pero sólo
la más joven, de veinte años de edad, Belle, es preciosa y pura de corazón. Sus
hermanas, en cambio, son malvadas y egoístas. El comerciante finalmente pierde
toda su riqueza en una tempestad en el mar. Él y sus hijas están, en
consecuencia, obligadas a vivir en una pequeña casa de campo, y trabajar para
ganarse la vida. Después de algunos años de esto, el comerciante se entera de
que una de las naves de comercio que había enviado fuera, ha llegado de nuevo
en el puerto, después de haber escapado a la destrucción de sus compatriotas.
Regresa a la ciudad para descubrir si contiene algo valioso. Antes de irse, les pregunta a sus hijas si les gustaría que él les trajera todos los regalos de vuelta para ellas.
Las dos mayores le piden joyas y vestidos finos, creyendo que su riqueza ha regresado.
Belle está satisfecha con la promesa de una rosa, ya que ninguna crece en su
parte del país. El comerciante, a su pesar, se encuentra que la carga de su
nave ha sido tomada para pagar sus deudas, dejándolo sin dinero para comprar a
sus hijas sus regalos prometidos.
Durante su regreso, el
comerciante se pierde en un bosque. Buscando refugio, él entra en un palacio
deslumbrante. Se encuentra dentro de mesas cargadas de comida y bebida, que
parecen haber sido dejadas para él, por el propietario invisible del palacio.
El comerciante acepta éste regalo y pasa la noche allí. A la mañana siguiente,
cuando el comerciante está a punto de irse, él ve un jardín de rosas y recuerda
que Bella había deseado una rosa. Al escoger la rosa más bella que pueda
encontrar, el comerciante se enfrenta a una horrible “Bestia,” que le dice que por tomar su posesión más preciada,
después de aceptar su hospitalidad, el comerciante debe morir. El comerciante le
suplica ser puesto en libertad, con el argumento de que sólo había recogido la
rosa como un regalo para su hija menor. La bestia está de acuerdo en que le dé la
rosa a Belle, pero sólo si el comerciante vuelve.
El comerciante se
siente mal, pero acepta ésta condición. La Bestia lo envía en su camino, con
joyas y ropa fina para sus hijas, y hace hincapié en que Belle nunca debe saber
acerca de su trato. El comerciante, al llegar a casa, trata de esconder el
secreto ante Bella, pero ella curiosea con su padre y voluntariamente va al
castillo de la Bestia. La Bestia la recibe amablemente y le informa que ella es
ahora dueña del castillo, y él es su siervo. Él le da su ropa de lujo y
alimentos, y lleva a cabo largas conversaciones con ella. Cada noche, la Bestia le
pide a Belle se case con él, sólo para ser rechazado cada vez. Después de cada
rechazo, Belle sueña con un apuesto príncipe que le ruega a ella le responda
por qué ella sigue negándose, a lo que ella responde que ella no puede casarse
con la Bestia, porque ella lo ama sólo como un amigo. Belle no hace la conexión
entre el apuesto príncipe y la bestia y se convence de que la bestia está
sosteniendo el príncipe cautivo en alguna parte en el castillo. Ella busca y
descubre varias habitaciones encantadas, pero nunca al príncipe de sus sueños.
Durante varios meses,
Bella vive una vida de lujo en el palacio de la Bestia, logrando todos sus
caprichos provistos por sirvientes, con un sinfín de riquezas para divertir a
ella, y un suministro interminable de exquisitas galas que vestir.
Eventualmente, ella se llena de nostalgia, y le pide a la Bestia que le permita
ir a ver a su familia. Él se lo permite, con la condición de que vuelva exactamente
una semana después. Bella está de acuerdo en esto, y se le permite visitar su
hogar, llevándose como ayuda, un espejo encantado y un anillo. El espejo le
permitirá ver lo que está pasando en el castillo de la Bestia, y el anillo le
permitirá regresar al castillo en un instante, cuando lo gire tres veces
alrededor de su dedo. Sus hermanas mayores se sorprenden al encontrarla bien
alimentada y vestida con sus mejores galas. Ellas sienten envidia cuando se
enteran de su vida feliz en el castillo, y, al oír que ella debe regresar a la
Bestia en un día determinado, le ruegan que se quéde un día más, hasta el grado de ponerse cebolla en sus ojos para que parezca como si fuera llanto. Ellas tienen la
esperanza de que la Bestia se enfade con Bella, por romper su promesa, y se la coma viva. El corazón de Bella es movido por una falsa muestra de amor de
sus hermanas, y ella está de acuerdo en quedarse.
Bella comienza a
sentirse culpable por romper su promesa a la Bestia, y utiliza el espejo para
verlo de nuevo en el castillo. Ella se horroriza al descubrir que la Bestia
está yaciendo medio muerto de angustia, cerca de los rosales que su padre había
robado, por lo tanto, inmediatamente utiliza el anillo para volver a la Bestia.
Bella llora sobre la
bestia, diciendo que ella lo ama. Cuando las lágrimas le golpean, la Bestia se
transforma en el apuesto príncipe de los sueños de Bella. El príncipe le
informa que desde hace mucho tiempo, un hada lo convirtió en una horrible
bestia, después de que él se negó a dejarla entrar por la lluvia, y que sólo al
encontrar el verdadero amor, a pesar de su fealdad, se podría romper la maldición.
Él y Bella se casan y viven felices para siempre, juntos.
La Versión de
Villeneuve
El cuento de
Villeneuve incluye varios elementos que omite el de Beaumont. Principalmente,
se da la historia de fondo de ambos, la Bella y la Bestia. La Bestia era un príncipe
que perdió a su padre a temprana edad, y cuya madre tuvo que librar una guerra
para defender su reino. La reina lo dejó al cuidado de una hada malvada, que
intentó seducirlo cuando se convirtió en un adulto; cuando se negó, ella lo
transformó en una bestia. La historia de Bella revela que ella no es realmente
la hija de un comerciante, sino la hija de un rey y un hada buena. El hada
malvada había intentado asesinar a Bella para que pudiera casarse con su padre
el rey, y Belle fue puesto en el lugar de la hija muerta del comerciante para
protegerla. También dio al castillo una magia elaborada, que oscureció las
piezas más vitales de la misma. Beaumont
recortó considerablemente el elenco de personajes, y simplificó la historia a
una simplicidad casi arquetípica.
La Bella y la Bestia
de Leprince de Beaumont
Bagdad, ciudad con
características muy singulares, de hermosas terrazas y grandes torres, donde el
medio de vida es el comercio, surgió desordenadamente a lo largo de los siglos,
sin importar a nadie la diferencia en el estilo de sus casas. Muchos palacios
ostentaban frisos de mármol, fachadas esculpidas y bellas ventanas que se
abrían en muros de rústicos ladrillos. Éstos palacios, evidenciaban las riquezas
rápidamente obtenidas por sus propietarios. La población estaba compuesta en su
mayoría, por mercaderes. En el mercado, un hombre que vendía telas mostraba una
y decía, “Es la mejor tela que pueden
encontrar en el mundo.” El tráfico comercial de este lugar con los países
de ultramar, era activo e intenso. El comprador dijo, “Me parece estupenda, pero es muy cara.”
Del puerto partían muchas
naves cargadas de mercancía, y otras llegaban de tierras lejanas con variados
productos. A cada llegada de una flota, o a cada partida, los barcos
mercantes siempre eran esperados con ansiedad por todos. La gente se reunía en
la plaza principal, cercana al puerto, para recibir a los navegantes. Uno de
los que esperaba, gritaba, “¡Ya llegó el
barco esperado!” El arríbo de una flota, era siempre anuncio de prósperos
negocios para la ciudad. Los habitantes se entregaban a demostraciones de
alegría. Uno de los presentes en el muelle, decía, “Por fin llegó la mercancía que encargamos.” Otro dijo, “¡A beber todos! Yo invíto.” Las
familias de los mercaderes, invertían parte de las ganancias en el
embellecimiento de sus casas. Otros, gastaban en la elevación de sus torres
alemandas. Por eso las construcciones ofrecían esa serie de agregados y adornos
postizos, que tanto llamaban la atención de los visitantes extranjeros.
El
mercader más rico y respetado de aquella ciudad era Alibán, un caballero viudo,
padre de tres hijas y tres hijos. Al ver a sus hijos, Alibán pensaba, “Ahh, ¡Qué orgulloso me siento de mis hijos!
A pesar de su juventud, han demostrado tener grandes aptitudes para el
comercio.” Vidarbi era el mayor
de los hermanos y como tal sostenía la mayor responsabilidad después de su
padre. Mientras consultaba el inventario de la bodega, Vidarbi pensaba, “No hay nada como el perfecto control del
almacén.” Cuando Alibán no se encontraba en la tienda, él era quien tomaba
las riendas del negocio. Vidarbi pensaba, “Nuestra
tienda es la más grande y mejor surtida de la ciudad.”
Agni le seguía en edad y responsabilidad. Él, se encargaba de tener
en perfecto orden la tienda, pensando, “De
esta manera las telas lucirán mejor.” Agni era un experto conocedor de todo
el material que llegaba y se vendía en aquel lugar. Agni pensaba, “Los colores y texturas atraerán a los
compradores.” Damaianti era el
menor de los hombres, él se encargaba de atender al público, y era un excelente
vendedor. Su carácter amable y servicial, le procuraba la simpatía de los
clientes de la tienda. Los tres estaban casados y tenían hijos, por lo que
vivían felices con sus respectivas familias. Un día, su padre les dijo a los
tres, “Los negocios marchan viento en
popa, y me alégro. Todo es debido al empeño y dedicación de ustedes, así que es
justo que reciban lo que se merecen.” Vidarbi dijo, “Padre, tus consejos han dado frutos. Si nosotros hemos funcionado es
porque nos has enseñado a seguir tu ejemplo.” Su padre les dijo, “De cualquier manera, todo trabajo merece
recompensa.” Su padre le extendió una bolsa de dinero, diciendo, “Con esto no tendrás necesidad de nada.”
Vidarbi dijo, “Gracias señor padre, el
señor te dé más.”
Las hijas de Alibán eran
bellísimas y muy cultas. Educadas con esmero por ilustres maestros. Sabían
música, danza, pintura, idiomas, literatura. La mayor de ellas, Nala, era
arrogante y altiva, y pensaba, “El hombre
que se case conmigo, debe ser guapo, poseer riqueza, y un título nobiliario.”
Las bellas hijas eran muy delicadas y hacían buen papel en las reuniones
sociales, a las que acudían con frecuencia. Indra era la segunda de las mujeres
y, al igual que su hermana mayor, era déspota y prepotente. Mientras Indra
pintaba, pensaba, “Este cuadro de un
paisaje es digno de un gran palacio. El marido que me tóque, debe apreciar todo
mi arte.” Las dos hijas mayores, conscientes de su riqueza y de la
importancia de su hogar, anhelaban grandes cosas. Mientras las dos arreglaban
el mobiliario del castillo, una de ellas decía, “Creo que nos hace falta un adorno en el jardín.” No pasaba un año
sin que pidieran a su padre que agregára un adorno al palacio o a su fachada.
Su hermana le contestó, “Si, tienes toda
la razón, falta una gran fuente.” Lo mismo era un zócalo de mármol que una
nueva puerta, una estatua o un friso. Así el castillo adquiría la fisionomía de
un mueso en crecimiento, en el que se podía ver el lujo por doquier.
La hija menor de toda la
familia, era completamente diferente a sus hermanas. Tenía el nombre de Bella.
Era muy modesta. A pesar de ser tan culta como sus hermanas mayores, no hacia
alarde de sus dotes. Bella solía tomar un jilguero en su mano y le decía, “Canta, canta, que tus bellos trinos endulzan
mi alma. Eso es, cántame así todas las mañanas.” Además de recibir cultura, ella pasaba algunas horas en la cocina para aprender a ser una ama de casa,
pensando, “Este platillo le va a gustar
mucho a mi padre.” Su carácter tierno y romántico, le ganaba la simpatía de
todo aquel que la tratára. Bella pensaba,
“Ojalá a mis hermanas también les gúste.” No era raro que Bella se mezclara
con las chicas del pueblo en la plaza, adonde acudían a recibir a los jóvenes
navegantes que llegaban de los barcos. Un día, una de esas chicas le dijo a
Bella, “Deberías esperarte a que llegue
la flota.” Bella dijo, “Me gustaría
pero no puedo.” Otra de las chicas dijo, “Pues no sabes de lo que te pierdes.” Ora le dijo, “Es verdad. Vienen unos marinos guapísimos.”
Bella dijo, “Eso no me atrae mucho. No
gáno nada viéndolos.” Una de las chicas le dijo, “¿No piensas casarte alguna vez?” Otra le dijo, “Son muchos los jóvenes que te pretenden.” Bella
dijo, “Me casaré cuando me llégue la
hora. Antes han de casarse mis hermanas mayores.” Una de las chicas le
dijo, “Tienes razón, esa es la
costumbre.” Bella dijo, “Pero creo
que ellas no tienen apuro por hacerlo.” Una chica le dijo, “A ti te tocará un hombre guapo y galante.” Otra
dijo, “Talves un príncipe que al verte, se
enamóre perdidamente.” Otra dijo,
“Si, te mereces lo mejor.” Bella dijo, “Será
lo que tenga que ser. Me confórmo con que me áme tanto como yo a él. Y ahora me
voy, porque tengo cosas que hacer.” Una de las chicas le dijo, “Esta bien, pero te esperamos a la fiesta de
noche.”
Era cierto que varios jóvenes
de la ciudad le habían propuesto matrimonio a Bella, pero ella los rechazaba
con amable donaire, pensando, “El amor ha
de llegar a mi, cuando menos lo espére.” Bella siempre alejaba a los
pretendientes sin ninguna demostración de orgullo o desdén, pensando, “Por lo pronto esperaré a ver felices a mis
hermanas.” Pero sus hermanas desdeñaban a los partidos que se les
presentaban, tachándolos de vulgares mercaderes. Sin embargo, esa noche Bella
se arreglaba, y al verla, una de sus hermanas le dijo, “¿Porqué te estás arreglando, Bella?” Bella dijo, “Hay fiesta en la
plaza y voy a ir.” Nala le dijo, “¿Cómo
te atreves a rozarte con esos plebeyos?” Indra dijo, “Sí, son unos corrientes sin cultura.” Bella dijo, “Son mercaderes como nuestro padre. Entre
ellos podría encontrar un buen marido.” Nala dijo, “¿Estás loca? Nosotras estamos destinadas a ser marquesas o duquesas.
Nuestros maridos deben de ser aristócratas.” Indra dijo, “Claro, no podemos rebajarnos a casarnos con
mercaderes.” Estas expresiones de recházo, alejaban a los pretendientes, y
solo insistían los cazadores de fortuna. Bella dijo, “Bueno, pues yo voy a divertirme un poco con ellos.” Indra dijo, “Eres la vergüenza de la familia. Por tu
culpa es que muchos de ellos nos consideran sus iguales.” Nala dijo, “Te deberías de casar ya con alguno de ellos
y alejarte de la familia.”
Sin embargo, Bella no
prestaba atención a los conceptos de sus hermanas y se divertía a su manera,
pensando, “Es muy bonito ver a toda la
gente alegre y feliz.” Por eso Bella era tan apreciada por compartir juegos
y alegrías con toda la gente humilde. Bella pensaba, “Me siento dichosa entre ellos. Son muy buenos.” Y mientras Bella
se divertía, sus vanidosas hermanas pasaban muchas horas en sus ensayos
sociales. Nala le decía a Indra, “Eso es.
Mueve un poco mas tus hombros.” Lo mismo ambas practicaban pasos de danza
que inclinaciones cortesanas en su nobleza futura. Indra decía, “Eso es. Cuando seas duquesa no quedarás
mal.” Ambas estaban convencidas de que algún día tendrían por marido a un
hombre con título nobiliario. Indra decía a su hermana, “Te falta un poco. Fíjate en mi para que lo hagas mejor.” En
especial, ambas leían sobre costumbres e historias de aristócratas, con el fin
de conocerlos mejor. Indra decía a su hermana, “¿Te fijas en el estilo, en la gracia y en la sencillez?”
El viejo Aliban seguía
haciendo buenos negocios que aumentaban constantemente su fortuna, pensando, “La fortuna me favorece de manera generosa.”
Aunque desconocía la manera de pensar de sus hijas, Bella era la que estaba
más cerca de él. En una ocasión, se le ofreció la oportunidad de llevar a cabo
una compra de géneros preciosos en un país lejano. Las ganancias iban a ser
fabulosas, pero para ello era necesario invertir grandes sumas de dinero. El
comerciante le dijo a Aliban, “Te digo
que vale la pena realizar ese negocio.” Aliban dijo, “Parece que es una buena oportunidad. Lo pensaré bien.” El hombre
le dijo, “No tardes mucho en darme una
respuesta, ya que hay que partir de inmediato, y otro puede querer el negocio.”
Aliban dijo, “Lo sé, pero hay que
estudiar algunas cosas.” El comerciante le dijo, “Siempre has sido audaz y valeroso. Por eso la fortuna está contigo. No
le des la espalda ahora.” Aliban dijo, “Aunque
aceptára, no tengo todo el dinero necesario.” El hombre dijo, “En eso solamente tú puedes decidir lo que
harás.” Aliban dijo, “Por eso te pido unos días de plazo.” El hombre dijo, “Hemos hecho muchos negocios juntos y
conozco tu generosidad, así que esperaré que resuelvas.” Aliban dijo, “Pronto tendrás noticias mías.”
El rico mercader vendió casi
todas sus posesiones, y contrajo deudas con varios de sus amigos. Con esas
maniobras reunió un gran capital, pensando, “Tengo
el dinero listo y realzare el negocio. Mi fortuna se multiplicará varias
veces.” Decidido, Aliban fleteó muchas naves para traer la mercadería
adquirida. Aliban dio la mano al mercader y le dijo, “En tus manos están mi fortuna y mi suerte.” El comerciante dijo, “Lo sé, así que te prometo estar de vuelta
tan rápido como sea posible, no temas.” Aliban le dijo, “Que la suerte te lleve y te traiga con bien.” Aliban pensó, “Tengo plena confianza en que todo va a
salir bien, y que muy pronto incrementaré mi fortuna.” Lleno de esperanza e
ilusiones, Aliban vio partir a la flota, pensando, “Ahora solo me resta aguardar el regreso.”
Durante varios meses Aliban
esperó ilusionado, pensando, “Ya está
cercano el día. Falta muy poco.” La llegada de la flota señalaría el día en
que él y su familia se verían en la cumbre de la riqueza. Aliban pensaba, “Con lo que ganemos, mis hijos se podrán
independizar.” Pero el tiempo pasaba y no se recibían noticias del
cargamento. Un día, Vidarbi le dijo a su padre, “Pare mío, casi no tenemos mercancía en nuestra bodega.” Aliban
dijo, “No pierdas la paciencia, pronto la
volveremos a llenar.” Vidarbi dijo, “Pero
es que pronto nos quedaremos sin clientes, mientras otros aumentan sus ventas.”
Aliban dijo, “Hay que saber esperar hijo
mío, no lo olvides.” Sin embargo, por todos lados Aliban recibía presiones.
Vidarbi le dijo, “Padre mío, no quisiera
decírtelo, pero al no tener ventas no ganamos dinero y yo lo necesito.”
Aliban dijo, “Lo comprendo, tus hermanos
y tu necesitan mantener a sus familias, pero hay que sostenerlos.” Vidarbi
dijo, “No creo que podamos hacer eso por
mucho tiempo.”
Aunque trataba de confortar a
sus hijos, Aliban mismo comenzaba a sentirse desesperado por la situación.
Aliban encontró a Vidarbi dormido, y pensó, “Pobre
hijo mío. Se aburre notablemente.” Aliban sabía que todo aquello no iba a
poder sostenerse por mucho tiempo, y temía que llegara ese día. Aliban pensaba, “Al no haber clientes, no tiene nada que
hacer.” Pero no solo era en su negocio, donde Aliban recibía presiones, sino
también en su propio hogar. Un día llegó Nala y le dijo, “Padre, necesito comprarme un vestido nuevo.” Indra dijo, “Sí, queremos que nos digas si es un castigo
que nos impones al no darnos dinero para nuestros gustos.” Nala dijo, “Y si es un castigo, dinos ¿Cuál es el
motivo?” Aliban dijo, “No, hijas
mías. No les he impuesto ningún castigo. Simplemente que aún espero mi carga
del mar.” Nala dijo, “Pues haz algo
para que llegue pronto. Tú sabes que no podemos estar sin estrenar algo casa
semana.” Indra dijo, “Si nos quieres,
debes hacer algo por nosotras.”
Realmente se Aliban se
encontraba en un callejón sin salida, pensando, “Todo esto ya empieza a preocuparme seriamente. Nunca había pasado
tanto tiempo para recibir un embarque.” Solo su hija Bella entendía la
situación, y decía, “Padre, no debes
preocuparte. Tú me has enseñado que las cosas llegan cuando deben hacerlo.”
Su hija lo abrazó, y Aliban dijo, “Tienes
razón, hija mía. Nadie puede adelantar el tiempo.” Bella le dijo, “Tu fe y tu entereza son los que te han dado
el triunfo siempre, y tal vez ahora éste se acerque ya.” En ese preciso
instante, al fín recibía un mensaje sobre su embarque. Nala llegó diciendo, “¡Padre! Te han traído una misiva con
urgencia.” Aliban dijo, “¡Al fin!”
Con ansiedad incontenible el mercader tomó el mensaje y lo leyó presuroso. Era
un triste mensaje para Aliban y su familia. Bella dijo, “¿Y bien?¿Cuando llegan los barcos?” Nala dijo, “¿Ya nos podrás comprar los vestidos nuevos?” Aliban levantó su
mirada, llena de asombro y dijo, “Mi
amigo, el capitán de un barco me da una mala noticia. Una furiosa tempestad
azotó a la flota que traía mi embarque. Y las naves se dispersaron y no hay
noticias de ellas. Tal vez naufragaron. Eso quiere decir que… ¡Estoy
completamente arruinado!”
Todos los cálculos e
ilusiones del rico mercader se habían venido abajo como un castillo de naipes. Nala
dijo, “¿Cómo es posible que haya sucedido
esto?” Indra dijo, “¡No, no puedo
creerlo! Esto debe ser una broma. Padre, tiene que solucionar el problema.” Nala
dijo, “Claro, para eso eres nuestro
padre. ¡Haz algo!” Para pagar parte de las grandes deudas contraídas,
Aliban vendió su palacio y todos los objetos de su patrimonio. Reducido a la
pobreza Aliban reunió a su familia y les dijo, “Hijos míos, ha llegado el momento de hablarles claro. No tengo nada
que ofrecerles y ustedes tienen obligaciones con sus familias. Así que les pido
que comiencen por su cuenta, tal y como yo lo hice en mi juventud.” Vidarbi
dijo, “Así lo haremos padre mío.”
Agni dijo, “Quisiéramos ayudarte, pero no
nos es posible.” Damaianti dijo, “No
obstante, estaremos al pendiente de ti.” Aliban dijo, “Lo sé, pero no se preocupen. Sabré salir adelante.”
En medio de todo aquello, las
hijas continuaban con sus ideas absurdas y ambiciosas. Indra dijo a su hermana,
“Antes de que vengan por todos los
muebles, tomaré una decisión. ¡Me casaré con Yaseth! Es guapo, rico y según me
ha contado es heredero de un marquesado.” Nala dijo, “Pues yo me casare con Said, aunque solo es un conde, podré ingresar a
la corte.” A ellas las pretendían dos nobles hundidos en la miseria que las
veían como su posible salvación. Y aunque ellas les habían dado largas, ahora
era diferente. Mientras abrazaba a Nala, Yaseth dijo, “En el pueblo he oído una noticia que no he querido creer. Se dice que
tu padre esta arruinado.” Nala le dijo, “Por
desgracia es cierto, pero, nos casaremos y nos iremos a vivir a tu palacio, ¿No
es eso lo que tú querías?” Yaseth dijo, “Nala,
ahora las cosas han cambiado.” Nala dijo, “¿Qué quieres decir con eso Yaseth?” Yaseth dijo, “Que una persona de mi abolengo no puede
casar con la hija de un miserable mercader.” Nala dijo, “Pero…tú me dijiste que me amabas por mis
encantos y mi cultura. Me suplicaste matrimonio.” Yaseth dijo, “Eso era antes, ahora ya no me interesa en
lo mas mínimo.” Nala dijo, “Pero es
que…yo sí te amo.” Yaseth dijo, “Es
inútil. Busca a uno de tu clase.”
Ahora las dos hermanas tenían
que enfrentar el momento de la verdad, por dura y cruel que ésta fuera. Indra
dijo a Said, “Said, ¡Mi padre esta
arruinado!” Said dijo, “¡Queee! ¿Cómo
podremos casarnos? ¿Aún quieres que nos casemos?” Nala dijo, “Sí, como me lo habías propuesto.” Said
dijo desconcertado, “Imposible, eso era
antes.” Nala dijo, “Entonces solo me
buscabas por el dinero de mi padre? ¿No era verdad que me amabas?” Said
dijo, “Si, pero tu dinero te hacía más
interesante. Pero ahora ya no tiene caso que sigamos con esta relación, así que
es mejor que nos digamos adiós.” Nala dijo, “¡Es lo mejor! Nunca debí creerte.” Al tremendo revés económico,
ahora tenían que agregarle aquella desilusión sentimental. Nala pensó, “Ya no seré condesa.” Mientras tanto, un
apuesto joven decía a Bella, “No me
importa otra cosa que hacerte mi esposa.” Solo Bella seguía recibiendo
ofrecimientos matrimoniales que rechazaba con mayor firmeza, diciendo, “Te lo agradezco que te fijes en mí, pero no
me puedo casar.” El joven le dijo, “Bien
sabes que a mi lado nada te faltará y podrás vivir como estabas acostumbrada.”
Bella dijo, “Sí, pero ahora mi padre me
necesita más que nunca.” El joven dijo, “Lo
traeremos a vivir con nosotros y te prometo que…” Bella lo interrumpió y
dijo, “Es inútil que insistas. Mejor
sigamos con nuestra amistad como hasta ahora.”
Con aquello, Aliban decidió
hablar con sus hijas, pensando, “Esto
será un duro golpe para mis niñas.” Una vez estando frente a ellas Aliban
les dijo, “Mañana debemos entregar el
palacio y todo lo que en él hay, así que nos iremos al campo.” Indra dijo, “Era lo único que nos faltaba.” Aliban
dijo, “He comprado una modesta casita y
en su huerta que yo cultivaré, obtendremos para el diario sustento.” Nala
dijo, “¿Viviremos como campesinos?”
Bella dijo, “¿Y por qué no? Es una vida
decorosa como cualquier otra.” Indra dijo, “Tú lo dices porque no tienes aspiraciones.” Nala dijo, “Siempre serás
una conformista.” Con ésta y otras actitudes, Bella demostraba que el golpe
económico sufrido por su padre, no le afectaba a ella. Su padre le decía, “Gracias hija mía. Tú me das fuerzas para
continuar.” El espíritu gentil y bondadoso de Bella aceptaba aquel momento
como una prueba más de la vida. Bella decía a su padre, “Yo siempre estar a tu lado padre mío.”
Con empeño y decisión, Bella
se puso a la tarea de dirigir la vida familiar en la nueva vivienda. Bella no
se conformaba con realizar la limpieza general, sino que cocinaba todo lo que
sabía, pensando, “Este platillo es el
favorito de mi padre.” También Bella ayudaba a su padre en lo quehaceres de
la huerta, siempre con cariño y dedicación. Al verla trabajar en el jardín,
Aliban le decía, “Vas a resultar mejor
que yo en estos menesteres.” Bella le decía, “Todo lo he aprendido de ti. Además, cuando se da amor a la tierra,
ella te responde con frutos.” Aliban le dijo, “Y a ti te entrega los mejores frutos de su seno.” Y por si aquello
fuera poco, Bella se daba tiempo para dedicarse a finas labores de agujas, y
bordando bajo un árbol, escuchaba el cánto de los jilgueros, diciendo, “Eso es, canten, sus trinos me inspiran.
Ustedes son mis mejores compañeros de labor.” Los tejidos y bordados que
salían de sus manos, eran vendidos a buen precio. El producto de esas ventas
bastaba para cubrir los gastos menores de la casa. Bella decía a su padre, cuando
entregaba el dinero de las ventas, “Toma,
padre. Esto es lo de los bordados que hice.” Aliban dijo, “El señor me premió al tenerte como hija.”
Bella dijo, “Simplemente no deseo verte preocupado ni triste.”
Por otra parte, las hermanas
mayores no aportaban nada positivo. Indra decía a su padre, “Nunca debiste invertir todo nuestro
capital.” Nala decía, “Ahora vivimos
como infelices campesinos.” Indra dijo, “Ya
se sabe que el mar es traicionero, y a sus profundidades van a parar las
ilusiones de los improvisados.” Nala dijo, “Por tu culpa estamos en esta miseria.” Aliban se deprimió y dijo, “Tienen razón. ¡Yo soy el culpable!” Más
de una vez, Aliban pidió a sus ingratas hijas mayores por la vida de
privaciones que llevaban, diciendo, “¡Perdónenme
hijas! Nunca creí hacerles tanto daño.” Bella hacia todo lo posible por
aliviar la congoja del comerciante. Trabajaba en todo momento, cantando, “La vida es hermosa ♪ si se sabe vivir. El
sol y la lluvia ♫ la flor y el trigal ♪” Sus armoniosas y alegres melodias, ponían
un toque de dicha en aquella humilde casita. Pasaron los meses y un crudo
invierno pronto llegó, pero nada venía a cambiar la triste situación de Aliban
y sus hijas.
Un día le llevaba un mensaje
importante. Su hijo Vidarbi dijo cuando recibió la misiva, “¡Padre!¡Padre! Venga pronto.” Aliban leyó el mensaje y dijo, “Una de las naves de la flota dispersa, se
salvó y está por llegar a la ciudad con todo su cargamento. No todo está
perdido como yo creía. Magnífico.” Vidarbi y Agni corrieron en sus caballos
a dar la noticia a su tercer hermano, Damaianti. Aquello era un rayo de luz en
su oscura tristeza. Las hijas mayores, Indra y Nala, comenzaron a nombrar los vestidos
y las joyas que deseaban que su padre les comprára. Indra dijo, “Tenemos que lucir bien al reanudar nuestra
nueva vida.” Y mientras Alibán se disponía a partir a la ciudad, Bella fue
a preparar el almuerzo. Hasta ahí fue a buscarla su padre, el comerciante,
diciendo, “Tus hermanas me han pedido
muchas cosas, perfumes, vestidos y joyas, pero ¿Tú no pides nada?” Bella
dijo, “Es que yo no necesito nada,
padre.” Alibán dijo, “Eres la más
sensata de todos y sabes que aún no hemos resuelto nuestra situación.. Un barco
con todo su cargamento nos ayudará bastante, así que dime, ¿Qué quieres que te
traiga de la ciudad?” Bella dijo, “Te
lo agradezco pero no necesito nada padre.”
Poco después del mediodía,
Alibán se dispuso a montar para partir y al despedirse, Indra le dijo, “No olvides nada de lo que te encargué.” Albión
dijo, “Descuida hija.” Enseguida,
Alibán miró hacia Bella y le dijo, “Bella,
¿Aún no…?” Bella dijo, “Solo una rama
florida, padre; una rama de rosal con capullos en botón.” Cuando Alibán
llegó a la ciudad, una muchedumbre de acreedores lo rodeó. El cargamento cubrió
sus deudas y apenas le quedó dinero para la paga de la tripulación. Alibán tomó
una bolsa de dinero y la dio al capitán del barco sobreviviente, y dijo, “Con esto quedamos en paz. Laménto lo
sucedido.” Al ir de regréso con su caballo, Alibán dijo, “He quedado libre de deudas. Ahora a casa.” Alibán
llevaba ciertas congojas, al pensar en las agrias protestas que seguramente le
harían sus hijas mayores, y pensó, “No
debí haberles dado todo desde el principio.” Sumido en sus tristes
pensamientos, no espoleó a su caballo. El animal avanzaba a paso lento,
pensando, “No pude comprarles un simple
regalo tan solo.” No llevaba ni la mitad del camino cuando el rumor del
trueno lejano lo hizo reaccionar, pensando, “Viene
una tormenta y me va a agarrar en medio del bosque.” El cruce de Alibán con
su caballo a través de la maraña, resultaba muy peligroso de noche. Alibán
pensaba, “Ojalá logre llegar con bien a
mi casa.” Cuando Alibán se encontraba en el corazón del bosque, la terrible
tormenta se desencadenó y Alibán pensó,
“Santo Dios, qué oscuridad, ¡No sé dónde me encuentro ahora!” Los aullidos
de los lobos se mezclaban con el fragor de las ramas golpeadas por la lluvia
torrencial, y los silbidos del furioso viento.
Aunque la lluvia no le
permitía ver bien, de pronto descubrió una elevada construcción. Alibán pensó, “Ojalá no sea una alucinación mía.” Como
pudo avanzó, y llegó a una avenida bordeada de estatuas que lo llevó ante un
importante castillo. Alibán bajó de su caballo, entró pensando, “Pediré posada esta noche.” Llegó hasta
una amplia escalinata de mármol que conducía a un portón de cedro ricamente
tallado. Alibán pensó, “Nunca había oído
hablar de este sitio.” La puerta estaba abierta. No se veía centinelas, ni
sirvientes, así que Alibán recorrió el silencioso lugar. Alibán pensó, “Todo está fastuosamente amueblado con un
excelente gusto.” Alibán recorrió todo el lugar sin encontrar un solo ser
viviente, y de esa manera llegó hasta la terraza del jardín, pensando, “¡Qué paz y que tranquilidad se respiran
aquí!” De pronto, sus ojos descubrieron un soberbio rosal, y recordó lo que
le pidiera Bella. Caminó hasta el rosal con la idea de cortar una rama cuajada
de capullos. Alibán pensó, “Por lo menos a una de mis hijas, sí podré hacerla feliz.” En el momento en que la deseada
ramita era arrancada, se oyó un estruendo infernal, “¡NOOOOO!” De un macizo de madreselva, salió una figura humana con
rostro bestial, increpando al intruso, diciendo, “¿Quién te ha dado permiso de entrar a mi propiedad?” Alibán
pensó, “Di-dios mío, ¿Qué es eso?”
Con la rosa en la mano, Alibán le dijo, “Me
perdí en el bosque, señor, y…”
La Bestia le dijo, “¿Cómo llegaste a aquí?” Alibán dijo, “En mi caballo. Pensaba pedir permiso para pasar la noche en un rincón del castillo.” La Bestia dijo, “¿Porqué arrancaste una rama de mi rosal?” Alibán dijo, “Es un regalo que le prometí a una hija mía.” La Bestia dijo, “¿Una rama de regalo?¿Tu hija no será bruja?” Alibán dijo, “No, Bella jamás podría ser bruja. Te lo asegúro.” La Bestia le dijo, “No me fio de la palabra de un intruso.” Alibán dijo, “Te devuelvo la rama, perdóname y me marcharé.” La Bestia dejó escapar una sonora carcajada, “¡Ja, Ja, Ja!” La risa del monstruo heló la sangre de Alibán. La Bestia dijo, “Nadie sale con vida de este castillo, si comete el más pequeño daño a mis propiedades.” Alibán dijo, “Si conocieras a mi hija, comprenderías porque me atreví a cometer tal acción.” La Bestia dijo, “Si no es una bruja, ¿Puedes traerla aquí?” Alibán dijo, “Si me dejas ir por ella, lo haré.” La Bestia dijo, “Te perdóno la vida si la traes al castillo.” Alibán dijo, “Te lo juro por lo más sagrado.” La Bestia dijo, “Permanecerá conmigo todo el tiempo que sea necesario, para asegurarme de que no has intentado un maleficio. Debes prometerme que no la forzarás con ruegos ni amenazas. Ella debe venir por su propio gusto.” Alibán dijo, “No se opondrá si se trata de salvar mi vida.” La Bestia le dijo, “¿Tanto confías en tus hijas?” Alibán dijo, “En dos de ellas no, pero en Bella si.” La Bestia dijo, “Bien, llévale un vestido y unas joyas, quiero que tu hija venga a mi palacio ricamente ataviada.” Alibán dijo, “Ten la seguridad que así lo haré, señor.”
La Bestia le dijo, “¿Cómo llegaste a aquí?” Alibán dijo, “En mi caballo. Pensaba pedir permiso para pasar la noche en un rincón del castillo.” La Bestia dijo, “¿Porqué arrancaste una rama de mi rosal?” Alibán dijo, “Es un regalo que le prometí a una hija mía.” La Bestia dijo, “¿Una rama de regalo?¿Tu hija no será bruja?” Alibán dijo, “No, Bella jamás podría ser bruja. Te lo asegúro.” La Bestia le dijo, “No me fio de la palabra de un intruso.” Alibán dijo, “Te devuelvo la rama, perdóname y me marcharé.” La Bestia dejó escapar una sonora carcajada, “¡Ja, Ja, Ja!” La risa del monstruo heló la sangre de Alibán. La Bestia dijo, “Nadie sale con vida de este castillo, si comete el más pequeño daño a mis propiedades.” Alibán dijo, “Si conocieras a mi hija, comprenderías porque me atreví a cometer tal acción.” La Bestia dijo, “Si no es una bruja, ¿Puedes traerla aquí?” Alibán dijo, “Si me dejas ir por ella, lo haré.” La Bestia dijo, “Te perdóno la vida si la traes al castillo.” Alibán dijo, “Te lo juro por lo más sagrado.” La Bestia dijo, “Permanecerá conmigo todo el tiempo que sea necesario, para asegurarme de que no has intentado un maleficio. Debes prometerme que no la forzarás con ruegos ni amenazas. Ella debe venir por su propio gusto.” Alibán dijo, “No se opondrá si se trata de salvar mi vida.” La Bestia le dijo, “¿Tanto confías en tus hijas?” Alibán dijo, “En dos de ellas no, pero en Bella si.” La Bestia dijo, “Bien, llévale un vestido y unas joyas, quiero que tu hija venga a mi palacio ricamente ataviada.” Alibán dijo, “Ten la seguridad que así lo haré, señor.”
La Bestia fue por el vestido y
las joyas, y luego le dijo, “Te espéro
mañana en la noche, con ella, veremos qué resulta del encuentro de…¡La Bella y
la Bestia!” Alibán le dijo, “Señor,
de qué Bestia hablas?” Él le dijo, “¡De
mí! Yo soy la Bestia, ¿No has visto mi rostro tan bestial? Como mi cara es, así
es todo en éste castillo. La apariencia es engañosa, en medio de las bellezas
de éste parque, suceden cosas espantosas.” Alibán dijo, “Mañana vendré con mi hija, lo júro.” Con un sinfín de temores
internos, se puso en marcha en su caballo, pensando, “Oh, pobre hija. Sufrirá por mi culpa.”Y al alba llegó a su casa.
Entonces narró a sus hijas los pormenores de su aventura. Indra le dijo, “Tú tienes la culpa por arrancar la rama
del rosal.” Nala le dijo, “Sí, todo
por complacer a Bella. Siempre todo para ella.” Indra le dijo, “Pues ahora cumple tu promesa, o morirás por
necio.” Nala le dijo, “Lo bueno es
que no mencionaste a Indra, o a mí. Así que nosotras podremos estar tranquilas.”
Las hermanas se retiraron y Bella le dijo a su padre, “No te aflijas Padre. Procura descansar. Mañana nos pondremos en
camino. Estoy segura de que convenceré a la Bestia de tus limpias intenciones.”
Alibán le dijo, “Pero es que…¡Tienes
que vivir con él!” Bella le dijo, “Si
es para salvar tu vida, lo haré con gusto. No creo que sea tan horrible vivir en
compañía de un ser así.” Alibán le dijo, “Y todo por la tontería de arrancar una rama.”
Al día siguiente, Bella dejo
todo ordenado en su casa, y dijo a sus hermanas, “Cuiden mucho a mi padre. Que nada le falte. Les dejaré dinero y las
joyas que me mando la Bestia.” Pero Bella no sabía lo que pensaban ellas.
Indra dijo a su hermana, “Ni loca le daré
una parte de esto a mi padre.” Nala le dijo, “No, sería capaz de malgastarlo como todo.” El vestido que la
Bestia le mandára, era del color de la noche, con tonos plateados y dorados.
Mientras viajaba en el caballo con su padre, Bella pensó, “Todo lo que haga por mi padre estará bien.” Bella parecía una
princesa que marchaba serenamente a su boda. Solo sus oscuros cabellos parecían
presagiar la vida terrible que le esperaba con la Bestia. Al llegar ambos, el
castillo estaba iluminado como si estuviera preparado para recibir a un
personaje importante. Bella dijo, “Padre,
el sitio no es tan aterrador como imaginé.” Pero ni en el parque, ni en los
largos corredores, ni en los amplios salones, se veía persona alguna. Su padre le
dijo, “No te dejes guiar por su engañosa
apariencia.”
Entraron en el vasto y
suntuoso comedor. La mesa estaba preparada de manera exquisita y elegante.
Padre e hija permanecieron callados, expectantes, y la Bestia apareció,
diciendo, “¿Has venido espontáneamente, o
alguien te ha obligado?” Bella pensó, “¡Cielos!
Su rostro es horrible…” La voz de la Bestia se había escuchado doliente.
Bella dijo, “Estoy aquí porque así yo lo
he decidido.” La Bestia dijo, “Perfecto.
En el piso superior encontrarás tu cuarto. Tu padre puede irse mañana. Al
anochecer te veré en este mismo lugar. ¡Hasta mañana!” Bella dijo, “Será como tú digas.” Y al quedarse a
solas, su padre le dijo a Bella, “Hija,
realmente es horrible su aspecto.” Ella dijo, “Sí, pero, ¡Qué modos más gentiles! Además, en su voz se nota que no
es feliz.” Alibán dijo, “Cierto, su
acento es el de una persona con el corazón acongojado. Grande ha de ser su
sufrir.”
Esa noche durmieron con
tranquilidad, y al día siguiente, Alibán le dijo desde su caballo a Bella, “No podré vivir en paz mientras estés aquí.”
Bella dijo, “No te preocupes, padre mío.
Estaré bien, te lo aseguro.” Después de que su padre se fue, ella recorrió
el lugar, pensando, “Ya que estaré
viviendo aquí, quiero disfrutar de toda esta quietud y bellezas tan naturales.”
Por la tarde, fue a la biblioteca y se encontró con libros ricamente
encuadernados. Hojeó algunos volúmenes, pensando, “¡Cuánta riqueza cultural hay en este lugar!” Junto a un grueso
libro encuadernado con pergamino, vio un letrero que decía, “Aquí eres la reina, ¡Ordena!” Bella pensó, “¿Será para mí esto? ¡Ah, me gustaría saber de mi padre!” Como si
le hubiera leído el pensamiento, el espejo de la pared se empañó. Bella pudo
ver con claridad a su padre llegar a su casa, y a sus hermanas derramar
fingidas lágrimas al verlo. Bella pensó, “Mi
pobre padre está desconsolado. Me duele verlo así.” Después de aquella
visión sobre su familia, sintió gratitud hacia la Bestia. Por la noche, Bella
pensó, “¿Iré a cena sola, o vendrá él?” No
bien se sentó, se abrió la puerta y entró La Bestia, diciendo, “¿Me permites acompañarte mientras cenas?”
Bella dijo, “Eres el dueño y no requieres
de mi permiso.” La bestia dijo, “No.
Tú aquí eres la reina. Si te disgusta mi presencia, me retiraré de inmediato.”
Bella dijo, “Quédate, no me molestas.”
En el horrible rostro de la Bestia se reflejo una gran alegría, y en silencio
manifestó su agradecimiento.
Por un momento estuvieron en silencio, y
entonces la Bestia le dijo, “Me
encuentras repulsivo, ¿verdad? Debe ser penoso para ti fijar tu mirada en mi
rostro.” Bella no respondió enseguida. No quería mentir, pero tampoco
quería herir a aquel hombre de cara bestial, pensando, “Sufre mucho, y no lo puede ocultar.” Al cabo de unos instantes,
Bella respondió, “A pesar de tu
apariencia, sé que dentro de ti hay una gran bondad, y eso despierta en mi una
profunda simpatía.” La Bestia dijo, “Mi
rostro debe reflejar crueldad y estupidez.” Bella dijo, “Tus palabras y tus actos son los de un ser
sensato y generoso.” La Bestia dijo, “Gracias
Bella, tus palabras me llegan al corazón. ¡Pobre corazón mío!¡Atormentado por
la fealdad de mi rostro!” Bella dijo, “Tu
manera de ser, te hace diferente. Sé que eres un hombre bueno y de bellos
sentimientos.” La Bestia, con voz insegura, preguntó, “¿Podrías aceptar para siempre mi compañía?” Bella dijo, “Aceptaría, si eso te hiciera menos
desgraciado.” La Bestia dijo, “Te
casarías conmigo?” Al oír ésta pregunta, ella bajó la cabeza. No quería
mortificar a aquel ser infeliz, martirizado por su fealdad. La Bestia
comprendió, y en medio de un gran silencio, se levantó lentamente y se retiró
arrastrando los pies. Bella pensó, “¡Dios
mío! ¡Lo herí!” Bella lo siguió con una mirada triste, que revelaba la
congoja de su alma, pensando, “¡Oh¡ No
quise hacerlo sufrir.”
La muchacha se retiró a
dormir, y durante la noche despertó varias veces pensando en la pena de la Bestia. Aquella pesadilla, de que él sufrió, no la dejaba dormir tranquilamente,
pensando, “Siento su sufrimiento. Sé que
le hice daño. Piensa que me es repulsivo.” A la noche siguiente, la Bestia
se presentó a la cena y Bella ya lo esperaba con ansiedad. La Bestia dijo, “No sabes qué placer me causa platicar contigo.” Más tarde
continuaron su charla en la sala. Bella dijo, “También para mí es grato estar a su lado.” La Bestia dijo, “Tú haces que me sienta diferente.” Noche
a noche hablaban de diversas cosas, y cuando él hacía alusión a su fealdad, ella
lo consolaba, diciendo, “Un castillo no
se puede comprar solo por su fachada.” La Bestia dijo, “Pero eso es lo que llama la atención de la gente.” Bella dijo, “Gente ignorante, que puede encontrarse con
un castillo en ruinas por dentro. Lo importante esta en el interior.”
Día a día, ellos encontraban
más grato el acercamiento que sostenían por las noches. Durante el día, Bella
preguntaba al espejo por su familia. Así supo que Nala se había casado. Bella
dijo, “Es un rico comerciante que le dará
todo lo que desea.” Nala se había casado deseando salir de la pobreza en la
que vivía con su padre, pero no por amor. Ella decía a su marido, “Ya te dije. Quiero muebles nuevos.” Su
marido si la amaba, y deseaba tenerla contenta. Nala también le decía, “Además debo comprarme ropa y joyas.” Su esposo decía, “Como tú quieras, mi vida.” Gracias
al ejemplo de su hermana, y para no cargar con la responsabilidad de su padre,
Indra se casó. Mientras el esposo la besaba, Indra pensó, “Ahora si podré hacer todo lo que yo quiera.” Bella se enteró por
el espejo, que Indra se había casado con un rico mercader que siempre la
pretendió. Bella vio a través del espejo, como el hombre le dijo a Indra, “Me has hecho el hombre más feliz del
mundo.”
De aquella manera, Bella sabia
sobre su familia y se sentía más tranquila del cauce de las cosas. Pero le
dolía saber que su padre estaba solo. Bella pensó, “Mi padre se ha quedado solo
y eso no me gusta, pero yo prometí algo, y tengo que cumplir." Tanto Bella como
la Bestia se encontraban en las noches. La Bestia decía, “He notado que tu simpatía hacia mí, es cada vez mas profúnda.”
Bella dijo, “Me alegra que lo hayas
advertido, porque es cierto.” La Bestia dijo, “¿Puedo aspirar a que llegues a quererme?” Bella dijo, “El hecho de que esté a gusto en tu
compañía, significa que siento un profúndo afecto por ti.” La Bestia dijo, “¿Puedo esperar que un día te unas a mi?” Bella
dijo, “Ya lo estoy, y me siento feliz.”
La Bestia dijo, “Solo espero que algún
día sientas un poco de amor por mí. Pero sé que jamás me aceptarás como
esposo.” Ella bajó la cabeza en silencio, como total respuesta.
Una noche, la Bestia dijo, “Te nóto triste, ¿Qué te sucede?” Bella
dijo, “Mi padre está enférmo y solo. Nadie lo atiende.” Bella le preguntó, “¿Puedo ir a cuidarlo mientras le dúre la
enfermedad?” La Bestia le dijo, “Lo
que más me importa en el mundo es tu felicidad. Mañana mismo estarás en tu
casa. Yo me encargaré de ello.” La Bestia agregó, “Bella, yo no puedo vivir sin ti. Prométeme que volverás.” Bella
dijo, “Lo haré en cuanto mi padre sáne.
Debe ser muy horrible su soledad.” La Bestia le dijo, “Y será peor para él, después de haberte conocido.” Bella dijo, “Yo también me he acostumbrado a ti, y me
gusta estar en este lugar. Ten por seguro que volveré.” La Bestia dijo, “Tus palabras me hacen feliz.” Enseguida,
la Bestia sacó un anillo, y se lo entregó, diciendo, “Toma, cuando quieras volver, colócalo junto a tu lecho, y amanecerás
aquí. Mañana estarás en tu casa.” Bella dijo, “No cabe duda que eres muy gentil.”
Al día siguiente, Bella
despertó en la casa de su padre, y junto a ella un baúl con vestidos y joyas. Bella
pensó, “No olvidó un solo detalle. Es un
gran hombre.” Enseguida, Bella buscó a su padre y lo encontró postrado,
enfermo y desalentado. Sin embargo, cuando vio a su hija se alegró, diciendo, “¡Hija, qué felicidad verte de nuevo!”
Bella dijo, “A mí también me llena de
gozo verte padre mío, y espero que te recuperes pronto de tu enfermedad.”
Alibán le dijo, “Contigo a mi lado no
será difícil.” Cuando Bella se encontró con sus hermanas y ellas la vieron
elegante y radiante de felicidad, enfurecieron. Indra le dijo, “Por lo que se ve estas feliz con un
monstruo.” Bella dijo, “Sí, él es un hombre maravilloso.” Indra
le dijo, “Aún así no me gustaría
conocerlo por nada del mundo.” Nala dijo, “Ni a mí. Tal vez me devoraría.” Y mientras Bella cuidaba a su
padre, ellas comentaban. Indra dijo, “No
sé porque ese monstruo no se la ha tragado entera.” Nala dijo, “Tal vez la está engordando para ese fin.”
El tiempo trascurrió, y Alibán
se restableció por completo, por lo que Bella se sentía feliz. Alibán le dijo a
Bella, “Espero que me den un crédito para
volver a la ciudad.” Bella le dijo, “Padre,
me dará mucho gusto que vuelvas al comercio.” Alibán dijo, “Si, estoy seguro que recobraré mi fortuna, y
todo volverá a ser como antes, tú y yo juntos.” En medio de su felicidad,
Bella se había olvidado de la Bestia y de la promesa que le hiciera de volver.
Una noche, Bella soñó que se hallaba en un inmenso jardín. Negras enredaderas le
impedían el paso al castillo. En el sueño, Bella gritaba, “¡Bestia!¡Bestia! ven por mí.” Su despertar fue violento y
dramático, pensando, “Soy una egoísta. He
pensado solo en mí. Él no merece que le haga esto. No lo merece.” Con
determinación, Bella colocó el anillo en su
lecho, pensado, “Me ha dado tanta ternura, que no puedo pagarle con una traición.”
Al amanecer Bella despertó en
el castillo. Se vistió cuidadosamente para ir a su encuentro, pensando, “Sé que le dará tanto gusto como a mí, que
nos volvamos a encontrar.” Pero al
ir a buscarlo al comedor, al salón, y a la biblioteca, no lo encontró, y pensó, “Nunca le pregunté dónde estaba en el
día.” Bella no sabía a dónde ir. Quería verlo pero todos sus esfuerzos habían
sido inútiles. Bella pensó, “Ya falta
poco para que amanezca, no lo veré hasta en la noche.” Bella se sentía
triste y culpable de no estar al lado de él, pensando, “Debí de haber regresado cuando se lo prometí. Le fallé y tal vez él me
perdóne.”
De pronto, sus ojos lo encontraron. Estaba ahí, tirado junto a un gran árbol del jardín. Bella pensó, “¡Oh, No!¡Está…muerto!” La Bestia estaba inmóvil, y por un momento, no supo qué hacer. Bella pensó, “¡Yo lo he matado!” Corrió a su lado, y le dijo, “¡No te mueras! No puedo vivir sin ti.” La Bestia dijo al despertar, “Bella…Bella, ¿Has vuelto por fin?” Bella dijo, “Sí, he vuelto para quedarme por siempre a tu lado. Te amo. Nos casaremos cuando quieras.” La Bestia dijo, “¿Estás segura de lo que dices?” Por toda respuesta, ella le dio un beso con todo el amor que sentía por él, y con el cual quería darle nuevos bríos de vivir. En ese momento, se transformó todo a su alrededor, y entonces, un joven caballero dijo, “Tu amor ha roto el maleficio al que estaba sometido. Una bruja, por no quererme casar con su hija, me maldijo, y me condenó a ser un monstro, hasta que una mujer me amara limpiamente tal y como era.”
De pronto, sus ojos lo encontraron. Estaba ahí, tirado junto a un gran árbol del jardín. Bella pensó, “¡Oh, No!¡Está…muerto!” La Bestia estaba inmóvil, y por un momento, no supo qué hacer. Bella pensó, “¡Yo lo he matado!” Corrió a su lado, y le dijo, “¡No te mueras! No puedo vivir sin ti.” La Bestia dijo al despertar, “Bella…Bella, ¿Has vuelto por fin?” Bella dijo, “Sí, he vuelto para quedarme por siempre a tu lado. Te amo. Nos casaremos cuando quieras.” La Bestia dijo, “¿Estás segura de lo que dices?” Por toda respuesta, ella le dio un beso con todo el amor que sentía por él, y con el cual quería darle nuevos bríos de vivir. En ese momento, se transformó todo a su alrededor, y entonces, un joven caballero dijo, “Tu amor ha roto el maleficio al que estaba sometido. Una bruja, por no quererme casar con su hija, me maldijo, y me condenó a ser un monstro, hasta que una mujer me amara limpiamente tal y como era.”
Bella, con la grandeza de su
amor, logró romper la cadena del mal, a la cual la Bestia estuvo sometida por
largos años.
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