William Wilkie Collins nació el 8 de enero de 1824 y murió el 23 de
septiembre 1889 a los 65 años. Wilkie
Collins fue un novelista Inglés, dramaturgo y autor de relatos cortos. Sus
obras más conocidas son, La Dama de Blanco,
La Piedra Lunar, Armadale, y Sin Nombre.
Collins nació en el seno de la familia del pintor William Collins en Londres.
Recibió su primera educación en el hogar de su madre. Luego asistió a una
academia y un internado privados. También viajó con su familia a Italia y
Francia, y aprendió los idiomas francés e italiano. Se desempeñó como empleado
en la firma de los comerciantes de té, Antrobus
& Co. Su primera novela, Iolani,
o Tahití, Tal Como Era; Un Romance, fue rechazada por los editores en 1845.
Su siguiente novela, Antonina, se
publicó en 1850. En 1851 conoció a Charles Dickens, y los dos se hicieron
amigos íntimos. Un número de obras de Collins
se publicaron por primera vez en las revistas de Dickens, All The Year Round y Household
Words. Los dos colaboraron en varias obras teatrales y de ficción, y
algunas de las obras de Collins fueron
interpretadas por la compañía de actores de Dickens.
Collins publicó sus trabajos más conocidos en la década de 1860, logrando una
estabilidad financiera y una reputación internacional. Durante este tiempo, él
comenzó a sufrir de gota, y desarrolló una adicción al opio, que tomó, en forma
de láudano, para el dolor. Él continuó publicando novelas y otras obras a lo
largo de la década de 1870 y 80, pero la calidad de su escritura declinó junto
con su estado de salud. Wilkie Collins
murió en 1889.
Biografía
Primeros Años de
Vida
Collins nació en el número 11 de la calle New Cavendish, en Marylebone, Londres,
y era hijo del conocido pintor de paisajes de la Real Academia, William Collins y su esposa
Harriet Geddes. Bautizado con el nombre de su padre, él rápidamente se hizo conocido
por su segundo nombre, que hizo honor a su padrino, David Wilkie. La familia se
trasladó a Pond Street, Hampstead, en 1826. En 1828 nació el hermano de Collins, Charles Allston Collins. Entre
1829 y 1830, la familia Collins se
movió dos veces, primero a la Plaza de Hampstead y luego a Porchester Terrace,
Bayswater. Wilkie y Charles
recibieron su educación temprana de su madre en su casa. La familia de Collins
era profundamente religiosa, y la madre de Collins
exigía sobre sus hijos estricta asistencia a la iglesia, lo que a Wilkie no le gustaba.
En 1835, Collins comenzó a asistir a la academia
del barrio de Maida Vale. De 1836 a 1838, vivió con sus padres en Italia y
Francia, lo que hizo una gran impresión en él. Aprendió italiano mientras la
familia estaba en Italia, y comenzó el aprendizaje del francés, del que finalmente
se convertiría en hablante fluido. De 1838 a 1840 asistió al internado privado
del reverendo Cole, en Highbury. En esta escuela, Collins fue intimidado por un
chico que obligaría a Collins a contarle una historia antes de permitirle que fuera
a dormir. “Fue este bruto que primero
despertó en mí, su pobre pequeña víctima, un poder por el cual, debido a él,
nunca pudiera haber sido consciente ... Cuando salí de la escuela continué la
narración de historias para mi propio placer,” diría Collins más tarde.
En 1840, la
familia se mudó a número 85 en la calle Oxford Terrace, en Bayswater. A finales
de 1840, Collins dejó la escuela y
fue aprendiz como oficinista de la empresa de comerciantes de té, Antrobus & Co, propiedad de un amigo
del padre de Wilkie. No le gustaba
su trabajo de oficina, pero permaneció empleado en la empresa durante más de
cinco años. Primera historia de Collins,
“La Última Etapa de Cochero,” fue
publicada en la Revista, Iluminated
Magazine en agosto de 1843. En 1844, viajó a París con Charles Ward. Ese
mismo año escribió su primera novela, Iolani, o Tahití, Tal Como Era; Un Romance.
En 1845, Iolani fue enviada a la editora,
Chapman y Hall, pero fue rechazada.
La novela nunca fue publicada durante su vida. Collins dijo de la novela: “Mi
imaginación juvenil se desbocó entre los nobles salvajes, en escenas que
causaron, en el respetable editor británico, que declarase que le era imposible
el poner su nombre en la portada de una novela tal.” Fue durante la
redacción de esta novela que el padre de Collins
se enteró de que sus suposiciones de que Wilkie le seguiría al convertirse en
un pintor, fueron erróneas.
William Collins
tenía la intención de que Wilkie fuera
un clérigo, y estaba decepcionado en la falta de interés de su hijo en una
carrera tal. En 1846 entró en un club de abogados de Lincoln a estudiar Derecho por
iniciativa de su padre, quien lo quería con un ingreso estable. Wilkie sólo mostró un ligero interés en
sus estudios de derecho, y pasó la mayor parte de su tiempo con la familia y en
la elaboración de su segunda novela Antonina,
o la Caída de Roma. Después de la muerte de su padre en 1847, Collins produjo su primer libro
publicado, Memorias de la vida de William
Collins, Esq., RA, publicada en 1848. La familia se mudó al número 38 de la calle Blandford Square, poco después, donde
utilizaron su sala de dibujo, en teatro de aficionados. En 1849, Collins exhibió una pintura, “Retiro de los Contrabandistas,” en la
exposición de verano de la Real Academia. Antonina
fue publicada por Richard Bentley, en febrero de 1850. Collins fue en un viaje a pie de Cornualles con el artista Henry
Brandling en julio y agosto de 1850. Collins
se las arregló para completar sus estudios de derecho, y finalmente fue llamado
a la barra en 1851. A pesar de que nunca practicó leyes formalmente, utilizó su
conocimiento jurídico en muchas de sus novelas.
Sus Primeros
Escritos de Carrera
Un
acontecimiento decisivo en la carrera de Collins
ocurrió en marzo de 1851, cuando fue presentado a Charles Dickens por un
amigo común, el pintor Augustus Egg. Se hicieron amigos y colaboradores de toda
la vida. En mayo de ese año, Collins actuó
con Dickens en la obra de Edward Bulwer-Lytton, “No Tan Malo Como Nos Parece.” Entre el público estaba la reina
Victoria y el príncipe Alberto. La historia de Collins, “Una Cama
Extrañamente Terrible,” su primera contribución a Household Words, apareció en abril de 1852. En mayo de 1852 se fue
de gira con la compañía de actores aficionados de Dickens, nuevamente
interpretando, “No Tan Malo Como Nos Parece.”,
pero con un papel más importante. La novela de Collins, Basilio, fue publicada por el publicista Bentley en noviembre.
Durante la escritura de, “Al Escondite,” a principios de 1853, Collins sufrió lo que probablemente fue su primer ataque de gota,
que lo atormentaría por el resto de su vida. Estuvo enfermo desde abril, hasta
principios de julio. Se quedó con Dickens en la localidad francesa de Boulogne-Sur-Mer,
de julio a septiembre de 1853, después viajo a Suiza e Italia con Dickens y el pintor
victoriano Augustus Egg, de octubre a diciembre. Collins publicó, “Al
Escondite,” en junio 1854.
Durante este
período, Collins amplió la variedad
de sus escritos, publicando artículos en el periódico de George Henry Lewes, El Líder, cuentos y ensayos para Bentley’s Miscellany, crítica teatral, y
el libro de viajes, Rambles Beyond
Railways. Su primera obra de teatro, El
Faro, fue realizado por la compañía teatral de Dickens en Tavistock House,
la residencia de Dickens, en 1855. Su primera colección de cuentos, After Dark, fue publicada por la
editora, Smith, Elder, en febrero de
1856. Su novela, Rogue’s Life, fue
serializada en Household Words en marzo de 1856. En esta época, comenzó Collins a utilizar el láudano para
tratar la gota. Él se convirtió en adicto a ella, una adicción contra la que
luchó más adelante en la vida.
Collins se unió al personal de Household
Words en octubre de 1856. De 1856 a 1857 colaboró estrechamente con Dickens
en la obra Profundidades Heladas,
estrenada en Tavistock. La novela de Collins,
The Dead Secret, fue serializada en Household Words de enero a junio de 1857
y publicada en forma de volumen por al editora, Bradbury & Evans. La obra de Collins, El Faro, se presentó
en el Olympic Theatre, en agosto. El Flojo Viaje de Dos Aprendices Ociosos,
basada en la gira itinerante de Dickens y Collins,
por el norte de Inglaterra, fue serializada en Household Words, en octubre de 1857. En 1858 colaboró con Dickens
y otros escritores de la historia, “Una
Casa Para Alquilar.”
En 1858, Collins comenzó a vivir con Caroline
Graves y su hija Harriet. Caroline venía de una familia humilde, habiéndose casado
muy joven, tuvo un hijo, y enviudo. Collins
vivía cerca de la pequeña tienda atendida por Caroline, y los dos pudieron
haberse conocido en el barrio a mediados de la década de 1850. Trataba a
Harriet, que él llamó “Carrie,” como
a su propia hija, y ayudó a mantener su educación. Con excepción de una breve separación,
vivieron juntos por el resto de la vida de Collins.
Aunque a Collins le disgustaba la
institución del matrimonio, él se mantuvo dedicado a Caroline y Harriet, por
considerar que eran su familia.
Según la
biógrafo Melisa Klimaszewski, “Las novelas
que Collins publicó en la década de
1860, son las mejores y más perdurables de su carrera. La Dama de Blanco, Sin
Nombre, Armadale, y La Piedra Lunar, escritas en menos de una década, muestran a
Collins no sólo como un maestro de
su oficio, sino como un innovador y provocador. Estas cuatro obras, que le
aseguraron una reputación internacional, y se venden en grandes cantidades,
aseguraron su estabilidad financiera, y le permitieron apoyar a muchos otros.”
La Dama de Blanco fue serializada en, All the Year Round desde noviembre de 1859 a agosto de 1860, y fue
un gran éxito. La novela fue publicada en forma de libro poco después que la
publicación en serie terminó, y llegó a una octava edición en noviembre de 1860.
Debido a su aumento de prestigio como un escritor, Collins renunció a su cargo en All
the Year Round en 1862 con el fin de centrarse en la escritura de la
novela. Durante la planificación de su próxima novela, Sin Nombre, Collins
continuó sufriendo de gota; esta vez afectaba sobre todo a los ojos. La publicación
seriada de, Sin Nombre, comenzó a
principios de 1862, y terminó en 1863. Collins continuo a sufriendo de gota, y
su adicción al opio se convirtió en un problema grave.
A principios de
1863, viajó a los balnearios alemanes y a Italia por su salud con Caroline
Graves. En 1864 comenzó a trabajar en su novela Armadale, viajando en agosto a hacer la investigación de ello. Fue
publicada de manera serializada en, The
Cornhill Magazine, desde 1864 hasta 1866. Su obra de teatro, Ninguna Calle, co-escrita con Dickens,
fue publicada como el número de Navidad de 1867 de All the Year Round, y dramatizada en el Teatro Adelphi, el 26 de
diciembre, después de una duración de 200 noches, y antes de que fuera tomada
en la gira.
Su búsqueda de
información de base para, Armadale, lo
llevó a los Norfolk Broads y al pequeño pueblo de Winterton-on-Sea. Aquí
conoció y comenzó una relación con Martha Rudd, una niña de 19 años de edad, de
una pobre y grande familia. Unos años más tarde, ella se trasladó a Londres
para estar más cerca de él. Su novela La
Piedra Lunar fue serializada en All
the Year Round de enero a agosto de 1868. Su madre, Harriet Collins, murió
ese mismo año. Durante la escritura de La Piedra Lunar, mientras que él estaba
sufriendo un ataque de gota aguda, Caroline lo dejó y se casó con un hombre más
joven llamado Joseph Clow. Caroline había querido casarse con Collins, pero él se había resistido.
Collins y la hija de Martha Rudd, Marian nació en 1869. Después de dos años de
matrimonio, Caroline dejó a su marido y regresó con Collins. Collins divide su tiempo entre Caroline, que vivió con él
en su casa de Gloucester Place, y Martha, que estaba cerca. Cuando Collins estaba con Martha asumió el
nombre William Dawson, y ella y sus hijos utilizaron el apellido Dawson ellos
mismos. Este arreglo continuó durante el resto de la vida de Collins.
En 1870 se publicó
su novela Marido y Mujer. Este año
también vio la muerte de Charles Dickens. La muerte de Dickens causó tremenda
tristeza en Collins. Él dijo de sus primeros días con Dickens, “Nos veíamos todos los días, y estábamos tan
acostumbrados el uno al otro, como los hombres podían estar.” La segunda
hija de Collins con Martha Rudd,
Harriet Constanza, nació en 1871. La Dama
de Blanco se dramatizó y produjo en el teatro Olímpico en octubre de 1871.
Su novela, La Pobre Señorita Finch,
fue serializada en Cassell’s Magazine,
de octubre a marzo de 1872. Su novela corta, ¿Señorita o Señora? fue publicada en el número de Navidad en 1872 en
el Graphic. Su novela, La Nueva Magdalena, fue serializada
entre octubre de 1872 a julio de 1873. Su hermano menor, Charles Allston
Collins, murió más tarde en 1873. Charles se había casado con la hija más joven
de Dickens, Kate.
En 1873-74 Collins realiza una gira por Estados
Unidos y Canadá dando lecturas de su obra. Conoció a escritores
norteamericanos, incluyendo a Oliver Wendell Holmes y Mark Twain, y comenzó una
amistad con el fotógrafo Napoleón Sarony quien tomó varias fotografías de él. El
hijo de Martha Rudd y Collins, William Charles, nació en 1874. Su novela La Ley y la Dama, fue serializada en el Graphic de septiembre a marzo de 1875.
Su novela corta, El Hotel del Horror,
fue serializada de junio a noviembre de 1878. Sus últimas novelas incluyen, La Hija de Jezabel (1880), El Robe Negro (1881), Corazón y Ciencia (1883), y El Genio Maligno (1886). En 1884 Collins fue elegido Vice-Presidente de
la Sociedad de Autores, fundada por su amigo y también novelista Walter Besant.
La calidad
desigual de sus obras dramáticas y de ficción en la última década de su vida
fue acompañada por una disminución general de su salud, incluyendo una disminución
de la visión. A menudo era incapaz de salir de su casa, y tenía dificultades
para escribir. Durante estos últimos años Collins
se centró en la tutoría de escritores más jóvenes, entre ellos el novelista
Pasillo Caine, y ayudó a proteger a otros escritores de la infracción de
derechos de autor de sus obras. La escritura se convirtió en una manera para él
de luchar contra su enfermedad, y no dejar que se le mantuviera en cama. Carrie,
la hija de Caroline, también le sirvió como amanuense durante varios años. Su
última novela, Blind Love se terminó
póstumamente por Walter Besant.
Collins murió el 23 de septiembre de 1889,en el número 82 de Wimpole Street, después
de un ataque de parálisis. Está enterrado en el cementerio de Kensal Green, al
oeste de Londres. Su lápida lo describe como el autor de La Dama de Blanco. Caroline Graves murió en 1895 y fue enterrada con Collins. Martha Rudd murió en 1919.
Las obras de
Collins se clasificaron en su momento como, “novelas
de sensaciones,” un género visto hoy en día como el precursor de la novela
de detectives y la ficción de suspenso. También escribió de forma muy penetrante
sobre la difícil situación de las mujeres y sobre las cuestiones sociales y
nacionales de su tiempo. Por ejemplo, su novela de 1854, “Al Escondite,” contenía una de las primeras representaciones de un
personaje sordo en la literatura Inglésa. Al igual que muchos escritores de su
tiempo, Collins publicó la mayor
parte de sus novelas como cuentos por entregas en revistas como la de Dickens, All the Year Round y era conocido como
un maestro de la forma, creando el grado justo de suspenso para mantener a su
audiencia en la lectura, semana tras semana. Las ventas de All the Year Round aumentaron cuando La Dama de Blanco le siguió a, Historia de Dos Ciudades.
Collins disfrutó de diez años de gran éxito, tras la publicación de La Dama de Blanco en 1859.
Su siguiente
novela, Sin Nombre combinó el
comentario social - lo absurdo de la ley como se aplicaba a los hijos de padres
no casados - con un suspenso, densamente tramado, de venganza. Armadale, la primera y única de las
grandes novelas de Collins de la
década de 1860, se va a serializar en una revista que no fue All the Year Round, lo que provocó
fuertes críticas, en general, centradas en su villana transgresora, Lydia
Gwilt, y provocado en parte por el prefacio típico de confrontación de Collins. La novela era a la vez un
golpe de estado financiero para su autor y un fracaso comercial comparativo: la
suma pagada por Cornhill por los
derechos de la serialización fue excepcional, eclipsando por un margen
sustancial los precios pagados por la gran mayoría de novelas similares. Sin
embargo, la novela no pudo recuperar la inversión. La Piedra Lunar, publicada en 1868, y la última novela de lo que
generalmente se considera como la década más exitosa de la carrera de su autor,
fue, a pesar de una recepción algo fría de ambos, tanto Dickens como los
críticos, un importante retorno para formar y restablecer el valor de mercado
de un autor, cuyo éxito en el competitivo mercado literario victoriano, había
sido menguante gradualmente a raíz de su primera “obra maestra.” Visto por muchos como, representando la llegada de
la novela policíaca en la tradición de la novela inglesa, La Piedra Lunar sigue siendo una de las producciones más aclamadas
de Collins, identificada por T.S.
Eliot como, “la primera, la más larga, y
la mejor de las modernas novelas policíacas inglesas... en un género inventado
por Collins y no por Poe,” y Dorothy L. Sayers, refeririéndose a ella como,
“probablemente la historia de detectives más
fina jamás escrita.”
Diversos
factores, entre ellos los más citados son la muerte de Dickens en 1870 y por lo
tanto la pérdida de su tutoría literaria, aumentaron la dependencia de Collins sobre el láudano, y una
inclinación por el uso de sus obras de ficción para clamar contra las
injusticias sociales, parecen haber dado lugar a una disminución en las dos
décadas siguientes, en el éxito de sus novelas sensación de la década de 1860.
Sus novelas y novelas cortas de los años 1870 y 1880, si bien no son carentes
de mérito o interés literario, son generalmente consideradas como inferiores a
sus producciones anteriores y reciben relativamente poca atención de la crítica
de hoy.
La Dama de Blanco y La Piedra Lunar
comparten una estructura narrativa inusual, algo parecida a una novela
epistolar, en la que diferentes porciones del libro tienen diferentes
narradores, cada uno con una voz narrativa distinta; Armadale tiene este recurso, en menor medida, a través de la
correspondencia entre algunos personajes. La
Piedra Lunar, la más popular de las novelas de Collins, se considera precursora
de la novela policíaca, como Sherlock Holmes.
Después de La Piedra Lunar, las novelas de Collins contenían menos elementos de
suspenso y más comentarios sociales. El tema sigue siendo sensacional, pero su
popularidad disminuyó. El poeta Algernon Charles Swinburne, comentó: “¿Qué le trajo la noche de la perdición al buen
genio de Wilkie: Algún demonio le susurró-'¡Wilkie tienes una misión!’”
Resumen de la Trama
Lord Montbarry rompe su compromiso con
Agnes Lockwood para casarse con la condesa Narona. La pareja finaliza una gira
continental en Venecia, donde viven recluidos en un gran palacio en ruinas. Los
acompaña el Barón Rivar, hermano de la Condesa, y Ferrari, su mensajero.
Agnes se entera por el hermano de
Montbarry, Henry Westwick, que Montbarry, cuya vida estaba asegurada por 10.000
libras esterlinas, a favor de su esposa, ha muerto de bronquitis. El mensajero
ha desaparecido sin dejar rastro, aunque la esposa de Ferrari recibe una nota
anónima que contiene 1.000 libras esterlinas. Las compañías de seguros
investigan cuidadosamente, pero no encuentran evidencia de que Montbarry haya
muerto más que por causas naturales.
El palacio se remodela como un hotel de
moda, y la familia Westwick, hace arreglos para reunirse allí. Sin darse cuenta
de que están durmiendo en la habitación donde murió Montbarry, tres miembros de
su familia experimentan por separado insomnio, pesadillas, u olores
nauseabundos. Agnes se despierta en la noche, para ver una cabeza incorpórea
que desciende del techo. Una cabeza real se descubre al día siguiente,
descomponiéndose en un compartimento secreto, en la habitación de arriba. Henry
encuentra un juego de dientes postizos de oro, que luego su dentista confirma
que son de Montbarry.
La Condesa también ha venido a Venecia,
obligada por el Destino. Ella escribe una historia de fantasmas en forma de
obra de teatro que es, en efecto, una confesión del asesinato de Montbarry, por
parte de ella y el barón. Ferrari, muriendo de bronquitis, había accedido a
asumir la identidad de Montbarry, para perpetrar un fraude de seguros, a cambio
de las 1.000 libras esterlinas enviadas a su esposa. El cuerpo de Montbarry fue
eliminado con ácido, pero la cabeza escondida en el compartimento secreto.
Agnes y Henry regresan a Inglaterra y se casan
en privado. Nunca discuten los detalles de la confesión. (Wilkie Collins: An Ilustrated Guide. By Andrew Gasson 1998.)
El Hotel de los Horrores
de Wilkie Collins
En 1860, un
hombre acechaba, mientras el casino de Monte Carlo poseía a los ebrios por
jugar. Rivars, fumando su puro, pensaba,
“Debo estar atento.” En una mesa de
ruleta, el ruletero gritaba, “¡Negro el
diez y siete otra vez!” Lord Jack Montbarry dijo celebrando, “¡Fantástico! Es mi noche de suerte.” Tras
pedir que un empleado cambiara sus fichas, Lord Montbarry se levantó, diciendo
a su dama de compañía, “Suficiente. Te
invito a tomar un coñac.” La dama, quien era la condesa Narona, accedió,
diciendo, “¿Abandonas el juego cuando
ganas?” Montbarry dijo, “Querida,
prefiero estar contigo ahora.” Rivars, el hombre que acechaba, entró en
escena, diciendo, “¡Hermanita, me dijeron
que te hallaría aquí!” La condesa Narona dijo, “¡Rivars! ¡Ven, te presento a mi amigo!” Los tres dieron un paseo
por el casino, Rivars dijo, “Trate bien a
esta mujer, sufrió mucho.” Montbarry dijo, “Sí, ya me contó de su viudez.” Rivars dijo, “Solo el juego la ha ayudado a olvidar pesares.” Montbarry dijo, “Peligro consuelo, por poco y no la arruino completamente!”
Rivars dijo, “¿Qué significa eso?”
Montbarry dijo, “Ella apostaba hasta su
pellejo hasta ayer mismo.” La mujer llegó ebria y puso su brazo en el
cuello de Montbarry, diciendo, “¡Pero
llegaste y me sacaste a flote! Ten tu premio.” Ella le dio un beso y Montbarry
dijo, “¡Uff, me haces ruborizar!”
El dialogo
siguió cordialmente entre el noble ingles, la condesa Narona y su “hermano menor.” Mientras tanto, en una
habitación cerca del casino, una pareja de ancianos aristócratas dialogaban,
mientras abandonaban su habitación. Ella le dijo a su esposo, “No tardes. Buscare sitio junto a la
ruleta.” El anciano, quien era el Dr. Lang dijo, “Tómo un jerez y regréso enseguida.” Al acercarse al bar, el Dr.
Lang se escondió tras unas plantas decorativas, y dijo, “¿Qué veo? ¡No es posible! ¡Montbarry, con dos pájaros de cuentas! A
ese granuja yo mismo lo metí a la cárcel por estafador. ¿Tratan de engañar al
ingles? ¡Esperaré que lo dejen solo, para ponerlo sobre aviso!” Pero Rivars
sintió sobre si, aquel mirar, y pensó, “¿Qué
pasa? ¡Oh, no, ese patán intruso!” A su vez, el Dr. Lang pensó, “¿Me habrá visto? ¡Debo alejarme!” En
ese momento, en el pasillo, Rivars abordó al anciano Dr. Lang quien se retiraba
a prisa, y le dijo, “¡Espére teniente
Lang!¿No me recuerda?” El doctor Lang le dijo nervioso, “¡S-sí, solo el azar vuelve a enfrentarnos!”
Rivars le dijo, “No guardo rencor por
aquello, despreocúpese.” El doctor Lang le dijo, “¡Usted ya pagó! Me retiré, soy un viejo. ¿Qué pretendes ahora,
muchacho?” Rivars le dijo, “Hablarle
a solas, contarle mis proyectos.” El doctor Lang le dijo, “No entiendo…” Rivars le dijo, “Yo y mi ‘hermanita’ tenemos un negocito
entre manos. ¿Conoce a quien nos acompañaba?” El viejo Lang trató de evitar
un mal trance, y dijo, “¡N-no lo
conozco!” Rivars dijo, “¿No?¡Creo que
sí! Pero también puedo decírselo.” Rivars sonrió con sarcasmo ante el
viejo, y dijo, “Es Lord Monbarry, tendré
su fortuna y usted no estará para evitarlo.” Rivars sacó una navaja de su
saco y le dijo, “Ya ve, sabe demasiado.
Ahora me estorba.” Lang dijo asustado, “¡Cálmese,
callaré como una tumba…!” Rivars fue implacable y lo apuñaleó, diciendo, “¡Muere viejo, tengo demasiadas cosas
contra ti!” El hombre cayó lentamente, desangrándose, diciendo, “¡Mal…dito…! Debí matarte…aquella vez…”
Rivars le dijo, “¡Reza por tu alma, Lang,
si tienes tiempo!” El criminal volvió al casino, mientras un policía
jubilado expiraba, llenando de muerte la noche. Un macabro plan continuará sin tropiezos, Rivars pensó al
entrar al casino, “Ahora, sigamos uniendo
‘Lazos de familia. ¡Je, Je, Je!’”
Al día
siguiente, en un modesto hotel, Rivars leía el periódico del día, sentado en un
sillón fumando su pipa. Escuchó que alguien llamaba a la puerta y dijo, “¡Adelante!” Rivars se levantó y dijo, “¡Hola hermanita!¿Desayunaste con él?” Ella
dijo, “Sí, acaba de darme una sorpresa.” Rivars
dijo, jalándola violentamente, “¡Ven
acá!¿Cayó en la red?” Ella le dijo, “Me
propuso matrimonio. ¡Ay, me lastimas!” La trató con brutalidad, y besándola
dijo, “Mmmmm, ¡Te lo mereces rapazuela.”
Ella le dijo, “¡Solo hago esto…por ti!” Enseguida,
fue hacia el periódico, y le dijo, “También
tendrás mi sorpresa. ¡Lee esta noticia!” Ella dijo, “Enseguida.” La mujer leyó en voz alta, “‘…y el jerarca murió apuñalado, en el jardín del prestigioso casino.’
¡Dios mío!” Rivars dijo, “Ya ves, no
te convendría traicionarme.” Ella asustada dijo, “¿Tú lo hiciste?” Rivars dijo, “¡Sí,
un chacal menos! Haz bien lo tuyo o…” El malvado calló, para que un bofetón
hablara por él. Después de golpearla, Rivars le dio la espalda y fue a la
ventana y dijo, “Sé que me amas…y no te
dejaré. ¡Pero también has de tenerme, queridita!” Ella dijo, “Lo sé…confía en mí…” Rivars habló severamente
y dijo, “Cásate con él. En Venecia
haremos el resto. Logra que se asegure medicamente en favor tuyo. No lo
olvides.” Ella dijo, “No lo
olvidaré…mi amor…”
Más tarde,
un hombre llegaba a una casa junto a la calle, y tocaba la puerta, pensando, “Pobrecilla. Le traigo malas noticias!”
Una bella joven llorosa se asomó. El hombre dijo, “¡Agnes! ¿Qué te pasa?” Ella dijo, “Entra Henry. Discúlpame, estoy destrozada.” Henry dijo, “¿Te enteraste de que Montbarry…?” Agnes
dijo, “¡Sí, lo leí en la prensa!¡Ohh, es
horrendo!” Henry le dijo consolándola,
“Sé cuánto lo amas. Pero él escoge a otra.” Agnes dijo, “¿Porqué me había dado esperanzas?¿Por qué?”
Él le dijo, “Te lleva veinte años,
recuérdalo. ¡Yo soy tu hombre!” Ella dijo, “Henry, deja que cierren mis cicatrices.” Ella se acercó a la
chimenea, la cual estaba encendida y Henry dijo, “¿Quemas cartas suyas?” Ella dijo, “Son mías…¡Las que no me atreví a enviarle!” Henry se sirvió té en
una taza y dijo, “¿Qué esperas de mi
hermano?” Ella dijo, “¡Todo! Él y sus hijos me necesitan.”
Henry dijo, “Sí, desde que murió Julia
quedaron solos.” Ella dijo, “¡Le
ofrecí amor…y no me rechazo!” Henry le dijo, “Y después él te dijo, ‘Espero que me olvides pronto’ ¿O no?” Ella
dijo, “Pero no lo olvide, y ahora,
ahora…” Henry le dijo, irónicamente, “Ya
ves, ahora escoge a una de su propia madurez.” Enseguida, alguien tocó a la
puerta, y Agnes dijo, “Aguarda, alguien
viene…” Al abrir la puerta, una mujer de pueblo estaba ahí. Agnes dijo, “¡Señora Ferrari! Pase, por favor.” La
señora dijo, “Gracias Miss. Vengo a
pedirle ayuda.” Agnes dijo, “…Si está
a mi alcance…” La señora Ferrari dijo, “Mi
esposo ha quedado sin trabajo. Usted fue institutriz de la casa Montbarry
cuando él hizo allí una suplencia. Sus últimos patrones no pueden pagarle.
¡Necesito que usted lo recomiende otra vez!” Agnes dijo, “Lo haré, pero no sé si lord acepte.” La
señora Ferrari dijo, “¡Gracias señorita.
Sin duda él tomará su consejo!”
Mientras la
mujer se alejaba, afuera de la casa, en la banqueta, Henry dijo, “¿Por qué no le diste las ultimas noticas?”
Ella dijo, “¡No quise amargarla! Y haré
lo que me pidió.” Un gesto de desdicha enturbió sus bellos rasgos, y dijo, “¡Eso me aliviará a estar ocupada en otras
cosas!” Henry la abrazó y le dijo, “¡Eres
una amor, Agnes!¿Sabes que te quiero?” Ella dijo, “Lo sé, dame tiempo…necesito estar sola, discúlpame.” Henry se
alejó entre incertidumbres, y dijo, “Querida,
volveré. ¡Ahora atendamos esa insensatez de mi hermano! Y a su desconocida
veneciana.”
Una semana
más tarde, en el puerto de Southampton, Henry y su hermano Francis dialogaban en
el muelle, en espera de un barco. Tanto
Francis como Henry eran hermanos de Jack Montbarry. Francis, dijo irónicamente, “¿Qué opinas de la ‘novia madura’ de nuestro
hermano?” Henry dijo, “No sé. Solo que
debemos tomar precauciones.” Francis dijo, “¡Ah! nuestro hermano Jack Montbarry le heredó todo a su familia de ella,
en caso de que él falte. Acuérdate.” Henry dijo, “Pero hay otras formas de estafar. Francis.” Lord Jack Montbarry
apareció derrochando alegría, diciendo, “¡Hola,
hermanos. He aquí a mi prometida!” El arríbo y la presentación fue muy
cordial. Henry se presentó, “Mucho gusto,
señora…” Ella extendió su mano y dijo, “Condesa
Narona. ¡Usted debe ser Henry!” Alguien a bordo del barco, desde cubierta,
trazaba sus planes. Era Rivars, quien pensó, “Éste es mi paso más difícil. ¡A ello!” Rivars bajó a tierra y
dijo, “Lord, ya controlé el envío de
equipajes.” Jack Montbarry le dijo, “¡Ven
Rivars, que mis hermanos sepan de mi futuro cuñado!” Ya fuera del área portuaria, frente al
carruaje, Lord Montbarry dijo a Henry, “¿Nos
acompañas a la estación, hermano?” Henry le dijo, “Ahí te veré. He de ir con Francis.” Cuando el carruaje avanzó,
Francis dijo, “Ahí van, ¿Qué opinas?”
Henry dijo, “Extraña dama, y ese tal
Rivars no me gusta.” Francis dijo bromeando, “Deberías estar contento.” Henry dijo de forma molesta, “¿Debo estarlo por qué Jack Montbarry
abandonó a Agnes? ¡Hablas mucho!” Francis dijo, “Lo dije en broma. Olvídalo.” Henry dijo, “Solo deseo hablar a solas con mi hermano.”
Por su
parte, Montbarry, Rivars y la condesa Narona llegaron a la estación del tren al
tiempo justo. Montbarry dijo, “¡Apúrate,
nuestro tren parte!” Rivars dijo, “Descuida,
soy más ágil que tú.” Francis y Henry también llegaron a la estación y al
subir al tren localizaron pronto a la pareja. Francis dijo a Montbarry, “Jack, cuéntanos cómo…!” Montbarry lo
interrumpió, y dijo, “Shhh. Ella duerme,
está muy fatigada.” Entonces Francis preguntó susurrando, “¿Qué ha sido de Rivars?” Montbarry dijo
susurrando también, “Viaja solo en otro
vagón. Es un hombre discreto.” Mientras ellos susurraban, Henry notó algo y
dijo, “¡Qué raro! Creo que ella no
duerme, ¡Escucha!” Henry no pudo asegurarlo pero ella pareció darle la
razón, esbozando una leve sonrisa. Henry pensó, “¡Cielos! Debe ser mi imaginación…” Henry se alejó hacia el vagón
del comedor, pensando, “Buscaré a Rivars.
Debo hablarle.” Cuando lo divisó, pensó, “¡Allí está!” Aquel hombre, Rivars, parecía sumido en un hondo
meditar, mientras a distancia, sin darse cuenta, un joven lo dibujaba. Henry
pensó, “¡Ah! No sé qué decirle, aún.”
Cuando Henry llegó aún lado de él, dijo, “Caballero,
lo buscaba…” Rivars hizo como que sacaba una navaja sintiéndose desconfiado
y dijo, alterado, “¡Rayos y truenos!”
Henry se sentó frente a él y le dijo, “¿Qué le pasa?¡Soy yo, Henry Montbarry!”
Rivars dijo, “Disculpe…sufro de los
nervios…” Ambos se miraron, midiéndose con severidad. Henry rompió el hielo
y dijo, “Mi hermano escribió que tiene un
palacio…” Rivars dijo, “¡En Venecia!
Él y mi hermana residirán allí.” Henry dijo, “¿No podrán hacer vida privada?” Rivars rió, “¡Ja, Ja, Ja! Es mi casa. Seré yo quien pierda intimidad.” Henry
preguntó, “¿Estarán un tiempo en
Londres?” Rivars dijo, “Por lo que
se, solo cuanto dure la boda. Vine invitado por ellos…” En ese instante el
joven dibujante interrumpió, diciendo, “¡Disculpen
caballeros!” Enseguida, el joven se dirigió a Rivars, diciendo, “He dibujado su rostro, muy interesante.
¿Lo comprará usted?” Rivars dijo, “¿Qué
dices?” Rivars lanzó un golpe feroz al joven diciendo, “¡Te enseñare granuja!” El joven quedó tirado en el suelo. Henry
dijo, “¿Porqué actúa así?” Rivars
dijo, “No tolero lo que hizo sin mi
consentimiento.” Henry dijo, “Golpeó
a un chico que solo trabaja.” Rivars dijo, “Amigo, yo me hago respetar.” Rivars rompió el dibujo sobre papel,
y dijo, “He aquí lo que pasa con tu
dibujo, muchacho. ¡Ahora piérdete de vista!” Henry dijo, “Su actitud deja que desear.” Rivars
dijo, “¡Así soy! Déjeme solo, es mejor
para ambos.” Henry se alejó sintiendo una furia contenida, pensando, “¡Insultante! Yo le daré su merecido en
nombre de ‘La Familia’…¡Puaj!” Enseguida se dio una orden perentoria a sí
mismo. Y pensó, “Pero ya sé qué tipo de
hombre es. ¡Vigílalo Henry!”
Mientras
tanto, el expreso Southampton-Londres, rasgaba la niebla, llevando el drama con
él. A los dos días, Anges iba a la puerta, pensando, “Alguien llamó a mi puerta.” Abrió la puerta y un chiquillo dijo, “¿Miss Anges Lockwood? ¡Mensaje para usted!”
Anges tomó la carta y dijo, “Gracias
pequeño.” Anges leyó, “‘Miss
Lockwood, la condesa Narona tiene el gusto de invitarla a tomar el té. Espere a
las diez junto al puesto de periódicos de Picadilli Circus, pasaremos a
recogerla.’¡Por todos los diablos!” Agnes miró el reloj y dijo, “¡Son las 9:30! El tiempo justo para ir para
allá.” Salió apurada en busca de su carricoche, y al salir se topó con
Henry, quien le dijo, “¡Hey!¿Porqué
corres mujer?” Ella le dijo, “¡Ahora
no puedo atenderte, después te explico!” Al subir a su carricoche, le
gritó, “¡Picadilli Circus a todo galope!”
Henry pensó, “¿Qué ira a hacer ahí?¡Muy
extraño!” Agnes pensaba, mientras viajaba en el carricoche, “Esa condesa es la prometida de Jack Montbarry, ¿Por
qué me llamara a mí, tan de repente?” Poco después, el chofer dejaba a
Agnes y le decía, “¿Esperaré a la
señora?” Agnes le contestó, “No.
Pasarán por mí.” Después de esperar un tiempo, Agnes pensó, “¡Tal vez hice mal en no aceptar la
compañía de Henry!” En ese instante escuchó la voz de Henry que le gritó, “¡Cuidado miss!” Ella dijo, “¿Qué sucede?” Un carruaje con caballos
desbocados estuvo a punto de arrollar a Agnes. Henry alcanzó a lanzarla hacia
un lado, gritando, “¡Aún costado!”
Ya en el
suelo, Agnes dijo, “¡Cielos!¿Cómo
llegaste tan providencialmente?” Henry le dijo, “Te seguí, sospechando peligro, ¡y acerté!” Agnes dijo, “Ha sido un accidente. El caballo de
desbocó.” Henry dijo, “¿Te parece?¡No
logré ver al cochero!” Ambos se levantaron. Agnes dijo, “¿Puedes decirme la hora?” Henry dijo, “Las diez en punto.” Un nuevo coche se
detuvo. El cochero dijo, “¿Miss Lockwood?
Tengo orden de llevarla.” Ella dijo, “Sí,
vamos ¡Mas tarde ve para la casa, Henry!” Agnes subió al carruaje, y Henry
se alejó caminando, y dijo, “¿Lo hicieron
a propósito?¡Bah, ella no tiene enemigos!” De pronto, en una parada de
cocheros, arriba de un carruaje, un cochero decía, “¡…y lo raro es que ni me robaron la capa!” Henry se acercó,
pensando, “¡Rayos, conozco ese vehículo!”
Henry llegó hasta el cochero y le dijo, “Disculpe,
soy periodista, ¿Qué pasó?” El cochero dijo, “¡Un robo, con devolución, joven! Yo estaba ahí comiendo algo caliente.
Cuando salí faltaba mi carro. Lo hallé poco después en un callejón cercano.” Henry
dijo, “¡Qué curioso!” Henry se retiró
satisfecho de la información. A distancia el cochero le grito, “¡Oiga, le regalo la noticia!” El
acompañante del cochero dijo, “Mejor
véndesela tonto, Ja, Ja.” Henry ignoró que lo espiaban de cerca. Era
Rivars, quien pensó, “¡Ese idiota arruinó
el ataque! Se atraviesa de nuevo en mi camino. ¡Lo lamentará!”
Mientras
tanto en un café de moda, Agnes llegaba, diciendo, “Condesa Narona, me llegó su mensaje.” La condesa dijo, “Ah, sí hija. Siéntese por favor.”
Mientras eran servidas, Agnes sintió la mirada cruel, fija de la condesa, y se
estremeció, pensando, “¡Oh, tiene fuerte
personalidad!” La condesa dijo, “Eres
dulce y joven, tal como le dijo Montbarry.” Agnes dijo, “¿Ahora importa eso?” La condesa Narona
dijo, “Tal vez. ¡Él escogió una mujer más
madura.” Agnes dijo, “Señora, dígame
porque me llamó.” Narona mostró un fajo de dinero, y dijo, “Toma cien libras, hija. ¿Alcanza?”
Agnes dijo, “No entiendo…” Narona le
dijo, “Quiero que te alejes de él. ¡Me
dijo que sentía dejarte!” Agnes le dijo, “¡Condesa, su dinero me ofende!” Anges se levantó, y dijo, “¡Me voy, no me dio gusto conocerla!” Narona
dijo, “¡Espera, hija, debes comprender…!”
Sollozando, Narona susurró algo a Agnes, “¡No
me odies, hay alguien más detrás de todo esto!” Agnes dijo, “¿Cómo dice?¿Confiará en mi?” De pronto,
la condesa cambio su actitud, y dijo, “¡Olvídalo,
ahí viene mi hermano!” Agnes pensó, “¿Será
ese tipo a quien ella se refería?” Narona dijo, “Hola Rivars, pedía consejo sobre los hijos de Montbarry a su
institutriz.” Rivars dijo, “¡Hummm!¿Acabaron
ya?” Agnes dijo, “Sí, yo ya me iba.
Celébro conocerles.” Rivars dijo, “Espero
que haya conseguido un nuevo empleo, miss.” El hombre se alejó empujando
casi a Narona. Agnes pensó, “¡Humm! Él
parece dominarla. ¿Y qué me habrá querido decir?”
De regreso
a su casa, en el carruaje, Agnes pensaba, “¡Ambos
no me agradan! Pero ella parece sufrir. Al final me dio pena…” Al llegar a
su casa, Agnes descendió del carruaje y encontró a Henry sentado al pie de la
puerta de su casa, esperándola. Agnes dijo al verlo, “¡Henry! ¿Desde cuándo estas aquí?” Henry dijo, “Eso no importa, ¡Cuéntame lo que sucedió!” De
esa manera Henry lo supo todo. Agnes terminó su relato, diciendo, “…y luego se fueron. ¿Hice mal en ir?”
Henry dijo, “Hiciste bien pero no en ir sola,
¡Casi te matan!” Agnes dijo, “¿Crees
que no fue un accidente?” Henry dijo, “No
lo fue. Estoy seguro. ¡Agnes, Agnes…!” Henry la besó en la boca, impulsivo,
y ella se resistió al principio, cediendo luego poco a poco, necesitada de amor
y protección. Ambos permanecieron abrazados, reconociéndose. Agnes dijo, “¿Qué haremos ahora?” Henry dijo, “Detener la boda es imposible. Además no hay
motivos para tratar de hacer razonar a mi primo.” Agnes dijo, “Por mí no lo hagas. ¡Ahora me debo a ti!” Agnes
dio una carta a Henry y dijo, “Toma, es mi
recomendación para ese mayordomo.” Henry dijo, “¡Oh, sí, Ferrari, yo me haré cargo!” Ya afuera de la casa, ambos
se despidieron. Henry dijo, “No salgas.
Evitemos otros accidentes.” Ella le dijo, “Esta bien, me encerraré hasta que vuelvas.”
Más tarde,
Henry llegaba a la mansión victoriana de los Montbarry, pensando, “¡Qué quietud…suele haber más movimiento por
aquí!” De repente, ¡BANG! Se oyeron varios disparos. Henry se lanzó al
suelo, diciendo, “¡Maldición!¡Alguien
quiere matarme!” Henry se levantó y huyó por el parque, sin ver a su
enemigo, diciendo, “¡Debo entrar a la
casa…antes de que esas balas entren en mi!” Casi a punto de llegar, Rivars
se salió al encuentro con una pistola apuntando, diciendo, “¡Alto villano!” Henry asustado dijo, “Baje esa arma, no tire!” Por varios segundos el dedo de Rivars
se curvo contra el gatillo. Rivars dijo apuntando, “Caballero, turba mis ejercicios de tiro. Así que…” Henry pensó, “¡Cielos, sus ojos destilan muerte!”
Rivars bajó el arma y dijo, “¡Ja, Ja, Ja!
¿Creyó que se acababa el mundo?” Henry dijo, “¡Esas bromas son sádicas, Rivars!” Rivars dijo, “Seremos parientes, acostúmbrese a mí. ¡Solo
quería demostrar mi puntería!” Henry dijo, “Me falló por milímetros.” Rivars dijo, “Quise fallar esta vez. ¡Pase, el Lord lo espera!” Henry dijo, “Rivars, la próxima vez estaré listo.”
Rivars dijo, “¡Cuando guste, mi querido
rival! ¡Jo, Jo, Jo!” Mientras avanzaba, Henry pensó, “¡Uf, nunca estuve tan cerca de la muerte!”
Henry fue
conducido ante el dueño de la casa. Montbarry al verlo le dijo, “¡Henry! Siéntate, sé a lo que vienes.”
Henry dijo, “¿Cómo lo sabes, primo?” Montbarry
dijo, “Porque sé lo que sientes por
Agnes.” Henry tomó una botella y dijo, “Disculpa,
tomaré whisky. ¡Lo necesito!” Montbarry dijo, “¡Estas nervioso! ¿Acaso ese disparo…te asustó?” Henry dijo, “Rivars es un peligro para cualquiera.” Montbarry
le dijo, “¡Para mí no, su enorme cultura
me fascina!” Montbarry se acercó a la ventana de su habitación y observó a
Rivars, desde el segundo piso de la mansión, y dijo, “Por fin mi vida tiene sentido. Narona viene bien para mi, y Agnes
tendrá un joven de su edad.¡Henry cuídala! Yo viviré en Venecia con la condesa
y su hermano. ¡Lo ayudaré a un grandiosos proyecto!” Henry dijo, “¿Proyecto? Háblame de él.” Montbarry
dijo, “Disculpa pero callaré, ¡Prometí no
divulgarlo! ¡Cuando sea el momento lo sabrás antes que nadie! Nos vemos en la
boda.” Henry sacó algo de su saco y dijo, “¡Espera, tengo algo para ti!” Montbarry leyó la misiva y dijo, “¿Agnes me aconseja a ese Ferrari? Está
bien. Dile que le daré empleo.” Henry dijo, “Gracias Jack, eres un hombre de bien.”
Mientras
salía y se alejaba de la mansión, Henry sintió de nuevo aquel mirar, y pensó, “¡Rivars tiene ojos hipnóticos! ¿Acaso
convenció así a mi primo…? ¡Basta, no exageremos!”
Días más
tarde, Henry y Agnes descendían de un carruaje frente a una catedral. Era la
fastuosa boda de Lord Montbarry y la condesa Narona. Agnes dijo, “Henry, conste que vine a instancias tuyas a
la boda.” Henry dijo, “Entiende a
Jack, sigue teniéndote afecto.” Agnes le preguntó, “¿Llevará a sus chicos a Venecia?” Henry dijo, “No, unos tíos galeses se encargarán de ello.” En la catedral, los
sones del órgano culminaban una boda extraña de dos viudos: Jack Montberry y la
condesa. Ambos se acercaron a la multitud, y Agnes dijo en voz baja, “Ah, gracias a ti ya no lamento esto.” Henry
le dijo también en voz baja, “Espera,
tengo curiosidad por lo que pasará.” Henry se refería al fotógrafo, que
preparaba su cámara para inmortalizar el magno instante. Cuando estuvo listo,
el fotógrafo dijo, “¡Señores, sonrían
hacia aquí!” Las reacciones de ambos fueron opuestas. En vez de sonreír, se
pusieron serios. Montberry dijo, “¡Querida,
seamos fotogénicos!” Entonces en un ataque de celos, Rivars pensó, “¡Maldito entrometido, no…hagas eso!” El
flash de magnesio estalló teatralmente. Solo dos observadores notaron aquello.
Henry dijo en voz baja, “¿Viste el gesto
de Rivars?” Agnes dijo en voz baja, “¡Terrible!
Se puso pálido, ¿Porqué?” Henry dijo, “No
sé. Tendré que averiguarlo.” Agnes dijo, “Cuídate Henry. Este hombre rezuma maldad.” Como corroborando el
juicio de Agnes, Rivars se volvió y los miro en forma atroz. Novios y cortejo
se alejaron rápidamente. Agnes dijo, “Allí
van. ¿Se acabó todo?” Henry dijo, “Todavía
no. Se me acaba de ocurrir algo.” Ambos volvieron al recinto de la iglesia
y Henry se dirigió al fotógrafo, a quien le dijo, “¡Buena foto amigo! ¿Mandará una foto a mi periódico?” El fotógrafo
dijo, “Lo haré, Henry. Fue todo un
acontecimiento.” Después, Henry y Agnes se alejaron. Agnes preguntó, “¿Porqué se lo pediste?” Henry dijo, “A Rivars no le gustan los dibujos ni las
fotos pero esta vez debió aceptarlo. ¡Investigaré!”
Al día
siguiente, el nuevo matrimonio y Rivars tomaban un paquebote hacia el
Adriático. Abajo, otros dos se despedían: el señor y la señora Ferrari, quien
dijo, “¡No dejes de escribirme, te
extrañaré!” El señor Ferrari dijo, “Lo
haré, mujer. Ve tranquila.” La señora dijo, “Mantente siempre abrigado, no olvides tus débiles pulmones.” El
señor Ferrari dijo, “Lo sé, lo sé.”
Minutos después, ya desde cubierta, Henry gritó, “¡Hasta pronto, volveré con buenas libras!” Su esposa le dijo, “Adiós amor. Regresa sano.” El barco se
alejo, y la buena mujer no supo que su instinto acertaría en cuanto a Ferrari y
también al lord ingles.
Semanas más
tarde, Henry entraba a una tienda de ropa, que era su propio negocio, pensando,
“Aún me preocupan los que se fueron. ¡El
trabajo me distraerá!” Al entrar, dejó su sombrero y su saco y dijo, “¡Hola Forbes!¿Alguna novedad?” Forbes
le dijo, “Dejaron para ti este sobre.” Henry
dijo, “¡Formidable! Préstame tu lupa.” Forbes
fue por su lente y lo entregó a Henry, preguntando, “¿Quieres ver los detalles de una foto?” Henry contestó
afirmativamente, y enseguida enfocó con la lupa el rostro de Rivars, “¡Quedó muy bien! Amigo, tengo un trabajo
para ti.” Henry entregó la foto a Forbes y le dijo, “¿Dices que puedes localizas cualquier rostro? Pues búscame a ese.” Forbes
dijo, “¡Hum! Qué raro, ya creo haberlo
visto…lo haré. ¿Vuelves a irte?” Henry le dijo, “Sí, llama a mi suplente. ¡Avísame cuando sepas del de la foto!” Antes
de cerrar la puerta, Henry dijo, “¡Debe
ser conocido o no temería tanto a quienes copian sus rasgos.” Forbes dijo, “Esta bien. Dame tiempo.” Minutos
después, mientras caminaba por la ciudad, Henry pensó, “Agnes dijo que fuera a su casa. ¿Habrá ocurrido algo importante?” Un
carruaje se detuvo a su lado. De la ventanilla salió el antebrazo y la cabeza
de Agnes, quien dijo, “¡Henry, no pude
esperarte y vine por ti!” Henry dijo, “Muy
bien, te acompáño.” Henry subió al carruaje, y Agnes dijo, “Me llamó la señora Ferrari. Su voz sonaba
mal.” Henry dijo, “¡Tal vez recibió
noticias del esposo!” El carruaje se interno por calles pobres. Agnes dijo,
“¡Ella me dio su dirección…vive por acá!”
Al llegar, la señora Ferrari los recibió, y dijo, “¡Por suerte llegaron, pasen!” Mientras Henry ayudaba a bajar del
carruaje a Agnes, ella dijo, “Vine apenas
recibí su mensaje.”
Ya dentro
de su casa, la señora Ferrari mostro unas cartas, diciendo, “Cartas de mi esposo. ¡Muy extrañas!”
Henry dijo, “¿Porqué dice eso?” La
señora Ferrari dijo, “Escuchen lo que
dice la carta penúltima, ‘…surge algo formidable para ambos. Nadaremos en oro,
queridita.’ He aquí la última, ‘Todo listo, pero por un tiempo no sabrás de mi.
Te indicaré en qué país volveremos a estar juntos.’” Henry dijo, “¿Se habrá metido en un lío?” La señora
Ferrari dijo, “¡Es un hombre impulsivo y
enfermo, señor! Tengo la sensación de algo irreparable.” La señora Ferrari
dijo, “¿Tratarán de ayudarme? Yo no poseo
los medios.” Henry dijo, “Lo haremos.
Si vuelve a escribir, avísenos.” Ambos partieron de nuevo en el carruaje.
Agnes dijo, “¡Temo por él, pobrecillo!”
Henry dijo, “Haremos lo humanamente
posible Agnes.” Pronto volvían al centro de la ciudad nocturna. Una vez
allí, Agnes y Henry decidieron cenar juntos.
Henry y
Agnes entraron a un lujoso restaurante de la ciudad, y cuando se instalaron en
la mesa, Henry dijo, “Ésta pobre mujer me
dió lástima.” Agnes dijo, “Henry,
vives muy al margen de los tuyos. Nunca sabes qué sucede dentro de tu familia.”
Henry dijo, “Yo y Francis somos lobos
solitarios…¿Porqué lo dices?” Agnes dijo, “Tu tía Alice recibió otras cartas desde Venecia.” Henry dijo, “Cuéntame.” Agnes dijo, “¡Al fin Montbarry cae! Hizo un seguro de
vida, beneficiando a la condesa. Mil libras esterlinas, Henry.” Henry dijo,
“¡Diablos!¿Rivars intervendría también?”
Agnes dijo, “Quizás. Imagínate, hizo una
inversión a favor de ese tipo.” Henry dijo, “Jack Montbarry me mencionó algo, ¿De qué se trata?” Agnes le dijo,
“Dice Alice que no hable de ello con
nadie.” Henry dijo, “¡Caray!¡Esto no
me gusta!” Mientras salían del
restaurante, Agnes dijo, “¡Y hay más
pero…tómalo con calma!” Ambos caminaron continuando su conversación, en la
noche de la ciudad. Henry le dijo, “¡Oh,
deja los misterios y dime!” Agnes dijo, “Jack
ha enfermado. El clima de Venecia lo dañó.” Henry dijo, “¿Él informó de su propia salud?” Agnes
dijo, “La condesa mando su carta también.
¡La tengo conmigo!” Henry dijo, “¿Me
la muestras?” Un farol de gas ayudo a leer a Henry, “…dígale a miss Lockwood que no me odie; no soy responsable de lo que
sufre mi esposo.” Agnes dijo, “¿Ves?
¡Ella sigue temiéndome!” Henry dijo, “Deja
todo a mi cargo. Algo se me ocurrirá.” Agnes dijo, “¡Mi amor, tengo miedo por el pobre Jack!” Por toda respuesta, él
la besó largamente.
Al día
siguiente en el periódico, Henry estaba sentado en su oficina, y llego Forbes,
con una fotografía, y le dijo, “¡Hola
compañero, localicé a ese fulano!” Henry le dijo, “¡Qué bueno! Dime.” Forbes le dijo, viendo a la fotografía, “Brian Asquit, médico traficante de drogas y
preso tres años por matar a un colega…” Henry dijo, “Dificultades entre maleantes, ¿Eh?” Forbes dijo, “Detenido en 1857, por el teniente Lang…” Henry
dijo, “¡Espera! Hay una horrible
coincidencia. ¡Sí!” Forbes dijo, “No
comprendo.” Henry dijo, “¡Elemental!¡Lang
murió en Montecarlo asesinado extrañamente…!¡Justo cuando mi primo, la condesa
y Rivars estaban ahí! Ese desgraciado asesino…Ahora me entéro que Lang detuvo a
Rivars. ¡Lang conocía a Montbarry!” Forbes dijo, “Tal vez el viejo quiso ayudarlo y no pudo.” Henry dijo, “¡El maldito mató a quien trató de arruinar
su plan!” Forbes dijo, “Con razón
temía ser fotografiado.”
El resto de
ese día y otros Henry lo pasó meditando sumido en profundas dudas, pensando, “¿Qué puedo hacer? ¡Me siento como un ser contemplando
un drama, sin poder actuar para impedirlo!” Mientras tanto en la bella y
lúgubre Venecia, un antiquísimo palacio parecía deshabitado. La condesa Narona y
Rivars dialogaban. Rivars revisaba unos papeles, diciendo, “¿Regresó tu esposo de la agencia de seguros?” La condesa dijo, “Sí, dice que el tramite acabó.” Rivars
dijo, “Llegó el momento, haz tu parte!”
Ella dijo, “E-está bien, querido.”
Entonces, la condesa se fue al cuarto de servicio donde estaba Ferrari, y entró
con una charola, diciendo, “¡Vengo con su
medicina, Ferrari!” Ferrari, quien estaba recostado en la cama, dijo, “¡Ja, tiene gracia…la patrona sirviendo a su
criado! ¿O será que me cuidan bien para que cumpla mi nuevo papel?” La
condesa dijo, “Calle, tome su medicina.”
La condesa pensó, “¡Pobre hombre, no
sabes lo que bebes!” Ferrari dijo, “No
olvide…que…deberán pagarme lo acordado.” La condesa pensó, “Pero antes retorcemos esos delicados
pulmones. ¡Ahora duerme, pronto…ya no despertarás!”
En otra
parte de la misma mansión, Montbarry y Rivars dialogaban, mientras caminaban
rumbo al sótano de la mansión. Montbarry le preguntó, “¿Cómo van esos experimentos?” Rivars le dijo, “Hay grandes progresos, venga y se los mostraré!” Ambos bajaron por
una trampa escondida, rumbo al sótano de la mansión. Rivars dijo, “Su capital me ayudó con importantes
ingredientes.” Montbarry dijo, “¡Ah,
trasmutaremos plomo en oro! ¿Eh?” Bajo tierra se abrían profundas cavernas.
Montbarry dijo, “Hace frio aquí, el lugar
es malsano.” Rivars dijo, “¡Es el
único lugar donde nadie perturba mis trabajos!” Allí abajo funcionaba un
completo laboratorio. Montbarry dijo, “¡Todo
esto es para mí muy complejo!” Rivars dijo, “Ya verá. He conseguido una pasta perfecta.” El ingles solo tuvo
ojos para aquello, se acercó a oler un matraz de cristal y dijo, “Puede ser, sí…¡Pero qué mal huele!”
Rivars dijo, acercándose con un puñal en la mano, “Eso es
de segunda importancia, Jack.” Rivars clavó el puñal en su espalda, y dijo,
“¡Ahora, considérese muerto!”
Montbarry reaccionó, diciendo, “¿Qué?¡Oh-oh,
aghhhh!” Con su último esfuerzo, Montbarry golpeó al agresor, diciendo, “¡Criminal, pensar que creí en ti!” Al
caer, Rivars quebró con su cara unos matraces bullientes. Rivars sintió su cara
quemada por el ácido salpicado, diciendo, “¡AAAA-AAAY!¡AYYY!¡ARGGG!”
Montbarry, ya herido de muerte dijo, “¡Bestia…me
matas…pero tienes lo tuyo…!” Rivars se agarraba la cara, diciendo, “¡OGGGG!” Sangrando por la boca,
Montbarry dijo, “¡Entiendo…tú liquidaste
a Lang…uhhhh!” El ingles expiró con una sonrisa en los labios. Rivars dijo,
“Maldito, pero debo seguir con mi plan.”
Aguantando el dolor, Rivars subió una escalinata con el cuerpo muerto de su “cuñado,” cargándolo. Enseguida Rivars
arrojó el cuerpo al foso del castillo, diciendo cruelmente, “¡Montbarry, conviértete en…nada!”
Más tarde,
en uno de los recintos del palacio, llegaba Rivars con la cabeza vendada. La
condesa le dijo cuando lo vio, “¡Dios
mío!¿Qué te paso?” Rivars dijo, “¡Que
no te impórte!¡Eres viuda otra vez!” La condesa empezó a llorar, diciendo, “Pobre hombre, conmigo fue muy bueno.”
Rivars dijo enfurecido, “¿Te apiadas de
él?¡Estúpida!” Rivars le dio una bofetada, diciendo, “¡Recuerda, que si me delatas acabo contigo!” Rivars se
tranquilizó, y dijo, “Vayamos a lo otro.
¿Y Ferrari?” Ella dijo, “Esta débil.
La Tisana corroe sus pulmones.” Rivars se acerco a la puerta y dijo, “¡Pues acabemos, déjame hacerlo ahora
mismo!” la condesa dijo, “¡Cielos,
solo sabes…destruir!” Rivars llego con Ferrari y le dijo, “¡Hola hermano!¿Cómo te sientes?”
Ferrari dijo, “Muy mal, patrón. No podre
hacer ese trabajo.” Rivars dijo, “¡Sí,
podrás hacerlo!¡Vamos, apóyate en mi!” Ferrari se levanto lentamente y
dijo, “¡Despacio, patrón, sufro mucho!
(Cof-cof)” Ambos dejaron, poco a poco las habitaciones de servicio. Rivars
le dijo, “Sustituirás a Montbarry, ¿No te
emociona eso?” Ferrari dijo, “Sí. Me
haré pasar por él…pero…¿Porqué?” Rivars dijo, “¡Haz lo tuyo sin preguntar, o no cobrarás!” Ferrari dijo, “Sí patrón, lo que usted diga.” Ambos
subieron una escalera y llegaron arriba, entrando a una majestuosa habitación.
Ferrari dijo al entrar, “¡Je! Tendré un
cuarto de primera, ¿Eh?” Rivars dijo, “Así
es, haz de cuenta que eres noble.” Ferrari se acostó en la cama y dijo, “En realidad haré poco, para lo que
cobraré…¡Uf!” Rivars dijo, “Déjame
taparte, necesitas calor.” De pronto, Ferrari en su debilidad, vio el
peligro, y dijo, “Pero…que hace. ¡Oh, no
puedo moverme…!” Rivars puso una almohada en la cara de Ferrari, para
obstruir su respiración. Una almohada sostenida firmemente lo ahogó. Ferrari
dejo escapar un sonido gutural, “¡MFFFH!”
Rivars dijo, “¡Adiós patán, ya hiciste tu
parte…gratis!”
Minutos
después, la condesa llegaba a la escena del crimen, diciendo entre lagrimas, “Lo hiciste, no tienes corazón.” Rivars
le dijo, “¡Cálmate, llora con calma a tu
Lord!¡Ja!” Esa misma noche, un medico local termino con todo. Después de
revisar el cuerpo de Ferrari, dijo, “¿Lord
Montbarry, dicen? Haré el acta de defunción enseguida.” Rivars le dijo, “También soy médico. Tuvo una congestión
pulmonar.” Mientras el doctor hacia el acta, dijo, “Sí, claro. Una congestión…¡De eso falleció!” Las exequias se
cumplieron con rapidez, y fuera de los “dolientes,”
solo damas vecinas había, que creían que el muerto era Lord Montbarry. En
barcas y góndolas, por los canales, se condujo al cuerpo hasta su última
morada. Al día siguiente, Rivars anduvo activo, mientras caminaba por la
ciudad, pensaba, “Ahora, cumplamos
trámites legales, ¡Je, Je!” Mientras en el banco, contaba el dinero en la
caja, pensó, “¡Ante todo, cobro el cheque
de Lord, que en paz descanse por su ‘ayuda’ ¡Je!” También la condesa actuó su
papel al cobrar su seguro y al vender la enorme mansión de su primer esposo.
Días
después, en la mansión, la condesa le dijo a Rivars, “¡Querido, llegan los nuevos compradores a valuar la casa!” Mientras
hacia su maleta, Rivars dijo, “¡Cielos.
No los esperaba tan pronto…Avisé a Londres del deceso. Tenemos el dinero, los
pasajes a Nueva York, pero me falta algo.” La condesa le dijo, “Eso que te falta hazlo pronto. Los
entretendré afuera.” Una vez más, Rivars descendió a aquel infierno en el
sótano, hecho de cueva, y al llegar a un recinto, encontró un cazo de acero y
tomó unas tenazas del piso, y dijo, “No
me importan estos restos, ni el laboratorio, pero en cambio…” Con las
tenazas, Rivars sacó algo del recipiente de acero, era una cabeza en calavera,
y lo puso en una caja sin tocarlo, diciendo, “Debo esconder bien esto. ¡Hay un lugar perfecto!” El hedor era
insoportable. Rivars tomó la caja y se dispuso a partir, y tapando sus narices
con un pañuelo pensó, “¡Puf! Luego
recibiré a los visitantes.”
Más tarde,
Rivars y la condesa recibían a dos visitantes. Rivars les dijo, “Represénto a la condesa Narona, cuyo primer
esposo le dejó ésta casa.” Uno de los caballeros dijo, “Muy bien, ¿Podemos examinar sus habitaciones?” Rivars los pasó a
una enorme sala y dijo, “Vean, enorme
salón. ¿A qué destinarán el edificio?” El caballero dijo, “A un hotel de lujo, éste sería el Lobby.” Rivars
se divirtió haciendo aquello. Enseguida los guió hacia las escaleras al segundo
piso y dijo, “¡Vengan por acá, lo que
verán los asombrará!” Pasaron rumbo a otra habitación y antes de abrir la
puerta, Rivars dijo, “Esta es la mejor
recamara: el dormitorio del antiguo dueño y del finado Lord.” El caballero
dijo, “¡Déjenos ver!” Entraron y por
un instante miraron aquello admirados. Uno de los caballeros dijo, “Estupendo ambiente. Estupenda habitación.
La dejaremos como está.” El otro caballero dijo, “¡Snif! Alcánzo a notar un leve olor feo.” Rivars fue a la ventana
y abrió las ventanas de par en par, diciendo, “¡Ja, Ja! Es desinfectante echado luego del velorio. ¡Se disipará en
seguida!” Salieron de la habitación y al bajar las escaleras, Rivars dijo, “Bien, mi apoderada aceptara un cincuenta
por ciento, al contado, ¿correcto?” El caballero dijo, “Si, ya se convino en ello y traemos la suma.” Los tres
caballeros, bajaron al primer piso, y estando en el vestíbulo, el caballero
extendió su mano a Rivars con una fuerte cantidad de dinero, diciendo, “Sírvase caballero.” A su vez, Rivars
extendió unos documentos, diciendo, “He
aquí sus derechos de propiedad. Confío en que me den la cantidad justa. Tóme
las llaves, en nuestra ausencia podrán seguir estudiando reformas.” El
caballero le dijo, “Gracias. ¿Ustedes
estarán en Venecia?” Rivars dijo, “Viajaremos…¡A
la India!¡A Brasil!¡Quién sabe!” El caballero le dijo, “Que disfruten de su crucero, señor Rivars.” Una sonrisa llenó el
rostro herido de Rivars, al verlos alejarse. Y pensó, “¡Adiós chicos. Iremos a Nueva York. Pero claro, ustedes lo ignorarán!”
Un día
después, Rivars y la condesa Narona se embarcaban desde Venecia. Al subir al
barco, Rivars dijo, “Vamos querida.
Gocemos de dinero nuevo.” La condesa Narona dijo, “Goza tu. Yo no puedo olvidar lo que pasó.” Rivars dijo, “No te preocupes mujer. Esta noche olvidarás
eso…y todo lo demás. ¡Jo!” El barco bajo por el Adriático lentamente, hasta
que lo envolvió la noche. En el bar de abordo, ambos tomaban una copa. Rivars
dijo, “Querida, he descuidado nuestras
relaciones. ¿Salimos a cubierta a dar un paseo romántico?” Ella dijo, “De acuerdo, pero antes brindemos.”
Rivars dijo, “¿Por qué?” La condesa Narona
dijo, “Por nuestro amor, y el éxito.
¡Salud!” Sin notar que los observaban, ambos bebieron varias copas. Uno de
los observadores le dijo al otro, “¿Es el
que buscábamos?” El otro dijo, “Sí,
pero no tenemos pruebas para pescarlo. ¡Hay que agarrarlo in-fraganti delito,
pese a las denuncias de la familia Montbarry!” Mientras tanto, Rivars se
levantó de la mesa, y dijo, “¿Vamos,
querida?” Ella dijo, “Por supuesto.”
Era de noche y salieron a cubierta a dar un paseo, tomados del brazo. Rivars
dijo, “¿Nos acodamos a la barandilla?”
Ella dijo, “No, mejor vamos a la piscina.
Siempre me han gustado.” Ambos se acercaron a la piscina, y Rivars la tomó
de los hombros y dijo, “Ven mi amor.
Quiero besarte.” Ella dijo, “Haz-hazlo…”
De pronto, Rivars la empujó, diciendo, “¡Al
agua, desgraciada!” Ella lo agarró, diciendo, “¡Ahh…pero vendrás conmigo!” Ambos cayeron ruidosamente. Ella
jalándolo por un brazo, se aferró a él. ¡SPLASH! Narona luchó en el agua, y
mientras lo empujaba al fondo, pensó, “¡Idiota,
no sabes nadar…y olvidaste que nací en Venecia entre canales! Eso es, llena de
agua tus pulmones.”
Un minuto
después, la gente de abordo escuchó el escándalo. Un pasajero dijo a otro, “¡Demonios, algo ha sucedido, corre!”
Ambos y además otros dieron con un cuadro espeluznante. El cuerpo inerte de
Rivars flotaba en la alberca, y uno de los pasajeros gritó, “¡Está muerto!” la condesa Narona gritó
desde el agua, “¡Ayúdenme a sacarlo!
Bebió mucho, resbaló y no pude sacarlo a tiempo…” Un poco más tarde,
mientras otros acomodaban al fallecido, la condesa mojada y cubierta con una
cobija, dialogaba con un pasajero, diciendo, “¿Qué podemos hacer?” El pasajero dijo, “Ya nada, señorita. Ese hombre está muerto…Tal vez para bien de la
humanidad.” Por un instante ella miró al cuerpo muerto con ganas de
escupirlo, y pensó, “¡Bestia, pensar que
un día te amé!” Y sintió una enorme dicha sin saber que la locura la invada
poco a poco.
Meses más
tarde en Londres, Francis, un primo de Henry, pensaba al ir llegando a un
hotel, “Espero que Henry no haya salido.”
Cuando entró al hotel se dió cuenta que ahí estaba y dijo, “¡Hola primo, quiero hablar contigo!” Henry dijo, “Esta bien, Forbes seguirá con lo que hago.”
Caminando ambos por una banqueta de la ciudad, Francis dijo, “Me cáso, ¿Sabes?” Henry le dijo, “¡Enhorabuena! Celebrémoslo con un té.”
Ya instalados, Francis le dijo, “Henry,
escribo un drama como el que vivimos. Y pasaré mi luna de miel…en Venecia.” Henry
dijo, “¡Cielos! ¿No te bastó?” Henry continuó explicando, “Jack Montbarry murió y la autopsia reveló
que el fallecido era en realidad Ferrari. Denunciamos a Rivars pero se ahogó.”
Francis dijo, “Una deliciosa historia de
crímenes. Ya ves.” Henry lo cuestionó, “¿Por
qué volver a eso?” Francis dijo, “Quiero
conocer el hotel que hicieron de esa mansión, y también mi futura esposa.
Podrían acompañarnos tú y Agnes, ¿Qué opinas?” Henry dijo, “Sí, tal vez allí cerremos ese mal
asunto…¡Está bien, convenceré a mi novia!” Francis dijo, “¡Estupendo! Incluso, nos divertiremos,
primo.”
Una semana
más tarde, el barco zarpaba. Antes de abordar en el muelle, Francis dijo a
Agnes, “Agnes, tú y Jane son razonables
con nosotros!” Agnes dijo, “¡No sé
porque los acompañamos en sus locuras!” Ya abordo, Jane y Francis
disfrutaron del viaje, abrazándose ante la luz de la luna en la cubierta. A
distancia, Henry dijo a Agnes, “¡Los
envidio. Son muy felices!” Agnes dijo, “Pronto
estaremos como ellos, mi amor.” Luego de un crucero de la alegría, llegaron
a la tristeza refinada de la “Perla del
Adriático.” Al llegar a Venecia, fueron conducidos en góndola, al “Hotel Gondolieri.” Al llegar al Hotel,
antes de bajarse de la góndola, Jane dijo, “¿No
es romántico todo esto?” Francis dijo, “Es
intrigante, ¿Qué se hizo Jack? tal vez tras estos muros…” El edificio
remozado tenía un buen aspecto. Al abandonar la góndola y estar frente al
hotel, Francis dijo, “Miren, y pensar que
Jack vivió aquí.” Henry dijo, “¡Entremos!
Las reservaciones están hechas.” Enseguida, Francis se presentó ante el gerente,
“¡Buenas tardes, soy Francis Montbarry!” El
gerente dijo, “¡Ahh, si. Les daré los
cuartos que ocuparán! Para el matrimonio, el 112. Mister Henry, el 113. Y el
114, Miss Agnes Lockwood.” Francis dijo, “¡Perfecto!”
Cuando ya
se acomodaban, Agnes le dijo a Henry, “¿Sabes
qué? Tengo curiosidad de conocer el cuarto donde vivió Jack.” Henry le
dijo, “Lo averiguare enseguida, querida.”
Henry bajó de inmediato y dijo al gerente, “Señor gerente, ¡muéstrenos el dormitorio del antiguo dueño!” El
gerente dijo, “¡Ah, es el único que
mantuvimos tal cual!” No notaron que alguien los espiaba, alguien los
escuchaba. El gerente continuó, “Pero
está ocupado por una norteamericana de edad. Quizás hablando con ella…”
Henry le dijo, “¡Hágalo, mi novia quiere
verlo un minuto!”
Las dos
parejas pasearon por el resto del día por la plaza de San Marcos. La música de
canto y mandolina los acunó. Sentados en una mesa al aire libre, siendo
atendidos por unos meseros, Agnes dijo, “¡Henry,
nunca esperé conocer lugar tan bello!” Henry dijo, “Cuando nos casemos, volveremos querida.” Pronto regresaron al
hotel, y el gerente los recibió, diciendo, “¡Buenas
noches! Hablé con Miss James, la norteamericana que ocupa el cuarto del antiguo
dueño, y se ofreció amablemente.” Agnes dijo, “¿Accede a que vea ese dormitorio?” El gerente dijo, “Acepta que por esta noche, la señora
duerma en él. Ya me dejo la llave.” Henry dijo, “¡Estupendo! ¿Nos comunica con esa dama?” El gerente dijo, “Ella salió y dijo que volverá tarde. ¡Venga
señorita, le abriré el dormitorio!” Agnes dijo, “Ay, esto me llena de emoción…” Al entrar a la habitación, Agnes
dijo, “¡Cielos, es una recamara
hermosísima!” El gerente dijo, “¡Ejem!
¡Lo mejor de la casa, todo un orgullo!” Después de unos minutos, Agnes
dijo, “¡Ahora salgan, me acostaré! ¿Traes
mi pijama, Jane?” Jane dijo, “Se lo
traeré emperatriz ¡Ji!”
Más tarde,
mientras se arreglaba frente a un tocador, Agnes dijo, “Pobre Jack. Éste es mi último homenaje a su misteriosa desaparición…”
Enseguida apagó la luz y pensó, “Trataré
de dormir. Hay algo extraño en este ambiente.” Se acostó y durmió con ideas
confusas. Agnes dijo, “No debí de aceptar
el trueque de piezas…¡Qué amable la americana…yo…!¡Hum!” Por horas durmió
pesadamente. Toda Venecia repitió aquel sueño profundo e inmóvil. Pero en algún
momento Agnes despertó, diciendo, “¡Uf,
algo se movió cerca…!¿Un ratón?” Una mano fría tapo su boca y la venció de
horror, “¡MFFGHH!” Una voz le dijo, “Calma queridita, no despiertes a los
demás.” Alguien estaba a su lado. La persona dijo, “¿Me recuerdas preciosa?” Agnes dijo, “¡Cielos! ¿Condesa…Narona?” Agnes vio en aquel rostro la locura.
La
condesa Narona dijo, “¡Te esperé, sabía
que vendrías a compartir mi sufrimiento!” Agnes le dijo, “¿Qué quieres de mi?” La condesa dijo, “¡Que me saques tu maldición! La sentí…desde
que te quite a Montbarry.” Agnes dijo, “¡No,
nunca hice eso! ¿Qué fue de él?” La condesa le dijo, “¿De veras quieres saberlo…hija?” Agnes dijo, “Por favor, sí, dígamelo. ¡Hay un olorcito…!” La condesa señaló
hacia arriba y dijo, “¡Pues mira sobre
ti, ve lo que he estado viendo todas las noches, sin dormir en paz!” Agnes
pensó, “¡Pobre mujer…!” Al notar lo
que le mostraban, Agnes sintió un espanto atroz, y dijo, “¡Aaayyy!” El macabro objeto, la cabeza en calavera, oscilaba apenas
por un hueco del cielorraso con moldura.
Aquel grito
despertó a Henry, quien dijo, “¡Por Dios,
ese grito pareció de Agnes!” Una mujer desconocida se le unió, y dijo, “¡Joven, pronto, gritaron en este cuarto!”
Henry desesperado dijo, “¡Agnes, Agnes…!”
Cuando Henry entró al cuarto, vio que Agnes se había desmayado, Henry dijo, “¡Querida, aquí vengo para ayudarte!” Después
de la ayuda, Agnes reaccionó en pocos segundos, y dijo, “¿Qué-qué pasó? ¡Ay, la condesa Narona!” Henry dijo, “¿De qué hablas?” Agnes dijo, “Miren ahí arriba…¿Eh? ¡Ya no hay nada!”
Henry dijo, “¿Hablaste de la condesa?” Henry
recordó entonces y dijo, “¡Oh, esa mujer
que estaba en el pasillo…!” Henry de pronto comprendió, y dijo a Francis
que ya había llegado con Jane, “¡Ya sé!
Encárguese de Agnes, Francis!” Francis le dijo, “Lo haremos, pero, ¿Qué demonios sucede?” Henry subió al piso superior
inmediatamente, pensando, “¡Entiendo, la
tal Miss James nos engañó, y ocupa el cuarto 114!” Al abrir la puerta de la
habitación, que quedaba arriba de la habitación 114, dio con una horrible
realidad. Henry abrió la puerta, diciendo, “¡Debo
consultarla…!¡Oh, demasiado tarde!” Henry encontró a la Condesa Narona,
muerta en el piso, con un líquido derramado y un frasco abierto. Henry se
acercó y dijo, “¡Envenenada! Pobre mujer,
descanse en paz.” Enseguida se acercó a un escritorio y dijo, “¡Papeles! Los tomare para examinarlos.”
Después notó una marca en el piso y dijo, “¿Qué
señal trazó sobre esa piedra?” Henry presionó allí y se abrió una pequeña
trampa. Henry dijo, “¡Demonios, hay algo
ahí dentro!” Henry introdujo su mano y al tocar aquello dijo, “¡Horrible! ¿Una calavera? ¡La dejaré para
las pericias policiales!”
Media hora
más tarde, Henry volvió a reunirse con sus amigos. Francis le dijo, “¿Qué te detuvo, primo?” Henry dijo, “La lectura de estos papeles confesionales.
Narona escribió todo aquí. Mataron a Jack, pero para evitar sospechas, lo sustituyeron por Ferrari.” Francis preguntó, “¿Qué fue de Jack?” Henry dijo, “Jack
fue disuelto en ácido…menos su cabeza de huesos más resistentes. ¡Rivars la
escondió en la trampa del techo! Ella hizo funcionar el mecanismo, para
impresionar a Agnes, ¡Narona mató a Rivars, luego volvió al hotel!”
Al día
siguiente, el gerente despidió a los huéspedes, diciendo, “Señores, gracias por su ayuda. Mi hotel queda limpio de asuntos
turbios.” Henry dijo, “Le aconséjo
que elimine ese cruel mecanismo.” Se alejaron de allí para siempre.
Mientras bajaban los escalones para abordar la góndola, Henry dijo, “Agnes, prometí un regreso…pero no lo
habrá.” Agnes dijo, “¡Claro que no,
mi amor, me niego más que tú!” Viajando sobre la góndola, Jane preguntó, “¿Comprobaron que la calavera se trataba de
Jack?” Henry dijo, “Sí, tenía dos
dientes de oro.” Henry entrego los papeles a Francis diciendo, “¡Dejemos ese tema horrible! Tóma, estas
memorias tal vez te sirvan.” Francis las tomó y dijo, “¡Así será, completaré con ellas mi drama! Después de todo, fue una rara
luna de miel.” Jane dijo, “¡Calla, no
seas sádico, queridito!” Enseguida, los cuatro tomaron el primer barco para
España. Estando en cubierta a bordo, Henry dijo, “Agnes, en Gibraltar nos casaremos. ¿Qué te parece?” Agnes dijo, “Supongo que no tengo otra alternativa…”
De pronto, los cuatro soltaron una carcajada que liberó las tensiones
padecidas, “¡Ja, Ja, Ja!” Henry dijo, “Quisiste decir que si, ¿Eh, Agnes? ¡Ja,
Ja, Ja!” Henry y Agnes se besaron con pasión. Jane aplaudió diciendo, “¡Bravo por los novios!” Francis
aplaudió también, diciendo, “Seremos
padrinos de boda, claro.” Pero Henry y Agnes miraron atrás, hacia aquel
escenario de horror, y supieron que nunca lo olvidarían. Venecia, con su nostalgia
los despidió, mientras el barco los llevaba a un mundo feliz, lleno de
concordia y futuro.
Tomado de Novelas
Inmortales, Año VI No. 293, Junio 23 de 1983. Adaptación: Raúl Prieto Cab.
Segunda adaptación: José Escobar.
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