lunes, 22 de febrero de 2016

Literatura inglesa el Siglo XX

     Después del esteticismo fin du Siécle, vuelven a resurgir cualidades literarias más vigorosas.
     Rudyard Kipling (1865-1936), llamado “el poeta del imperio,” escribe, Baladas del Cuartel, El Libro de las Selvas Vírgenes, Kim, etc. En todos estos poemas y narraciones ensalza el valor y el sentido de responsabilidad, y enaltece la misión del hombre blanco.
     G.K. Chesterton (1874-1936) escribe: El Hombre que Fue Jueves y, El Candor del Padre Brown. Aunque su genio es esencialmente humorístico, se erige un campeón de la ortodoxia y de los valores tradicionales, lo mismo que su amigo,
      Hilarie Belloc (1870-1953), autor de una Historia de Inglaterra, y de varias biografías.
      Herbert George Wells (1866-1948), es un autor fecundo, cuyas obras más conocidas son sus fantasías populares sobre temas científicos, y sus audaces teorías políticas y sociales: La Guerra de los Mundos.
      Joseph Conrad (1857-1924), aunque polaco de nacimiento, llega a ser un maestro de la prosa inglesa: Tifón, Lord Jim, El Negro del “Narciso,” Nostromo.
     Arnold Bennett (1867-1931) escribe vigorosos relatos sobre la clase media provinciana: Cuentos de Viejas.
     John Galsworthy (1867-1933), con más sensibilidad, describe los cambios que trae la vida moderna en el mundo de la alta burguesía, a través de un extenso ciclo novelesco, La Saga de los Forsyte.
     William Somerset Maughan (1874-1965) posee fina ironía y emplea técnica perfecta para sostener el interes de sus argumentos: Servidumbre Humana.
     Aunque el teatro es ampliamente dominado por Bernard Shaw, cuya producción es enorme y regular durante cerca de medio siglo, deben mencionarse las obras de Arthur Pinero (1855-1934), La Segunda Señora Tanqueray, y las de los novelistas Galsworthy, Bennett y Maughan.
     También hay que recordar a James Barrie (1860-1937) por su encantadora e inimitable combinación de fantasía, capricho y sentimentalismo, Peter Pan.   
     Cultivan con distinción las formas tradicionales de la poesía: Robert Bridges (1844-1930), Testamento de Belleza,
John Masefield (1878-1967), El Zorro Reynald, y Walter de la Mare (1873-1956).
     Thomas Hardy, después de abandonar la novela, expresa su profundo pesimismo en poesías de estilo elegiaco, escritas con sencillez y distinción.
     Las experiencias de la Primera Guerra Mundial, dan lugar a dos actitudes opuestas: el idealismo romántico de Rupert Brooke (1887-1915), y el amargo e intransigente realismo de Siegfried Sassoon (1886-1989), Contraatacante,
y de William Owen (1893-1918), Extraña Reunión.
     Entre los grandes libros de guerra, merece destacarse el de T. H. Lawrence (1888-1935), Los Siete Pilares de la Sabiduría , una narración más bien romántica, en excelente prosa, de sus campañas en el desierto arábigo.
     Después de la guerra, se siente la necesidad de formas nuevas, tanto como de nuevas ideas: la literatura mas importante de los años siguientes, será ampliamente experimental.
     James Joyce, ya citado, es el creador de las técnicas nuevas más prominentes de la novela, muchas de las cuales se usan también en la poesía .
     Explotadora sutil e imaginativa de nuevas regiones de la sensibilidad  y nuevos modos de expresión es Virginia Wolf (1882-1942): La Señora Dalloway, Hacia el Faro.
     Aunque emplea la estructura tradicional de la novela, David Hebert Lawrence (1885-1930), por sus preocupaciones sexuales y su gran franqueza, deja a la novela en libertad para que realice una intima discusión de los complejos freudianos.
     Por el contrario, la vaguedad, la descripción de una situación mediante unos cuantos detalles, registrados con precisión, aunque dejando indefinidas las partes esenciales, se convierte en una nueva técnica en manos de Katherine Mansfield (1888-1923): Bienaventuranza, Garden Party.
     Un procedimiento similar, pero empleando exclusivamente la forma dialogada, es el usado desde entonces brillantemente por Henry Green (1905-1973) y por Ivy Compton-Burnet (1884-1969).
     Desde luego, muchos novelistas de talento recurren a las formas tradicionales para expresar sus ideas.
     Los principales satíricos son: Aldoux  Huxley (1894-1963), Contrapunto, Un Mundo Feliz.
     Erick Linklater (1899-1974), Private Angelo.
     Evelyn Waugh (1903-1966) Nueva Visita a Brideshead, y, principalmente,
     George Orwell (1903-1950), Rebelión en la Granja, y, 1984.
     E. M. Forster (1879-1970) explora con gran comprensión una psicología extranjera en, Pasaje a la India.
     Charles Langbridge Morgan (1894-1958), La Fuente, es elegantemente platónico, y,
J. B. Priestley (1894-1984), en, Los Buenos Compañeros, vigorosamente picaresco,
     Robert von Ranke Graves (1895-1985), reconstruye la historia clásica a través de Yo, Claudio, y es también creador de poemas satíricos.
     Graham Greene (1904-1991), La Médula de la Cuestión, El Poder y la Gloria, escritor profundamente católico, trata de los diversos aspectos del pecado, y de la redención.
     En la poesía, tanto la rima como el ritmo son muy combatidos. Quien ejerce mayor influencia es Thomas Stearns Elliot (1888-1965), norteamericano naturalizado británico. Su Tierra Baldía, expresa la angustia del hombre moderno y la desilusión que sigue a la guerra, pero también señala a los siglos pasados como fuente de belleza y de los valores espirituales. El poema, que se publicó en 1992, tuvo gran resonancia. Aún más que el tema, llamó la atención su forma.
     El verso libre con estilo denso en que abundan las elipsis y alusiones eruditas, inició una nueva corriente de poesía “difícil” en la literatura inglesa. Tras su adhesión al anglicanismo, la poesía de Eliot adquiere gran hondura y refleja la influencia de Dante: Miércoles de Ceniza, y de los místicos españoles: Cuatro Cuartetos. En los ensayos críticos, igual que en sus versos, Eliot reconoce su deuda con las grandes literaturas del pasado, desde la Biblia hasta los simbolistas franceses, y contribuye a la revalorización de varios poetas ingleses del siglo XVII, al mismo tiempo que quita importancia a los románticos.
Gerard Manley Hopkins (1844-1889), jesuita, cuyos poemas publica en 1918 Robert Bridges, ejerce gradualmente notable influencia. Emplea la aliteración a la antigua manera anglosajona.
Alrededor del año treinta, aparece un grupo de jóvenes poetas a quienes se los llama a veces “nuevas firmas.” Se interesan, en general, por la filosofia marxista y desean recuperar la poesía para un público más amplio, mediante el empleo de imágenes actuales y del lenguaje de todos los días.
     El más distinguido del grupo es Wystan Hugh Auden (1907- 1973), que se naturaliza ciudadano norteamericano.
     Edith Sitwell (1887- 1964) es una poetisa independiente, ms bien esotérica, que alcanza estatura universal en sus poemas de la Segunda Guerra Mundial.
     Dylan Thomas (1914-1953) es un poeta lírico galés de gran exuberancia verbal, que se deleita en los detalles de la naturaleza y la humanidad, que él entrelaza con sus obsesionantes fantasías celticas: El Mundo en que Vivo.
     En cuanto al teatro, el acontecimiento más interesante es el regreso de la poesía a la escena. T. S. Eliot, con Asesinato en la Catedral, y más tarde con, Cocktail Party, y El Secretario Privado, señala el camino.
W. H. Auden y Christopher Isherwood (1904-1986), naturalizado norteamericano, son autores de, Ascenso de F.6.
     Christopher Fry (1907- 2005) escribe algunas obras en que la riqueza poética compensa la debilidad de la acción: Que No Quemen a las Damas, Lo Oscuro Está Bastante Claro.
En el periodo que sigue a la Segunda Guerra Mundial, debutan en la letras los escritores de la generación joven, algunos con brillantes y novedosas ideas. El hecho más notable de éstos años, o el más fácil de clasificar, fue la aparición de novelistas y dramaturgos, conocidos como los “jóvenes iracundos.”
     La mayoría de ellos repudia este apodo; en efecto, representan valores individuales muy distintos. Sin embargo, tienen rasgos comunes. Todos ellos se rebelan contra el desprendimiento altanero y refinamiento inútil de las clases superiores y sostienen los valores de la gente trabajadora, deleitándose con su vigor, vulgaridad, irreverencia y adaptabilidad.
     Estos sentimientos se expresan, a veces, con dramática intensidad, pero, más a menudo, dando rienda suelta a un bullicioso humor; los encontramos en las divertidas novelas Kingsley Amis (1922-1995), Jim el Afortunado, Me Gusta Aquí, Toma Una Chica Como Tú,
en las de John Wain (1925-1995), Apresúrate a Bajar,
o de Alan Sillitoe (1928-2010), Sábado en la Noche y Domingo en la Mañana,
así como en la comedia de John Osborne (1929-1994), Recuerda con Ira, que contiene una acerba critica a la estructura social británica.
     Otros escritores estuvieron influidos en forma más directa por las corrientes literarias de la posguerra en el resto de Europa. Samuel Becket (1907-1989) es un poeta, dramaturgo y novelista de origen irlandés que vive en París y escribe en ingles o francés. Sus obras están llenas de obsesionante angustia y experimentos estilísticos que dejan a uno perplejo.  
     La influencia nihilista y reminiscencias del teatro de Jarry y de Ionesco se evidencian en su comedia Esperando a Godot, así como en las de Harold Pinter (1930-2008) La Fiesta de Cumpleaños, y El Cuidador. Ambos autores caen en el pecado de moda en el teatro actual: el exceso de dialogo y de la dialéctica; sin embargo, Pinter sabe proporcionar una buena diversión con un mínimo de acción.
     Lawrence Durrel (1912-1990) escribe prosa fina, menos experimental. Logro gran éxito con el cuarteto de  novelas que se publicaron en español con el título, Cuarteto de Alejandría y que se describen como “un intento de dar forma artística al principio científico de la relatividad.”
     El pensamiento de Kafka y Sartre se refleja en la originales e irónicas novelas de Iris Murdoch (1919-1999), Cabeza Degollada, El Rojo y el Verde, así como en la breve alegoría, El Rey de las Moscas, de William Golding (1911-1993), en la que aún los niños contemplan con desilusión la naturaleza humana.
     A lo largo del siglo el arte de la biografía y de la autobiografía goza de gran popularidad.
     La nueva actitud hacia la biografía se debe en gran parte a Lytton Strachey (1880-1932), quien en su biografía de la reina Victoria trata el tema con satírica irreverencia, logrando gracia en el retrato con muchos detalles íntimos y chispeantes.
     Otro maestro del género es Philip Guedalla (1889-1945), El Duque, Los Cien Años. La generación anterior y la Primera Guerra Mundial están descritas por Siegfried Sasoon, el poeta, en Recuerdos del Cazador de Zorros.
     La más famosa autobiografía de la época, las Memorias de la Guerra, de Winston Churchil (1874-1965), abarca un copioso relato escrito en su inimitable prosa victoriana. También escribe una biografía de su antepasado, Marlborough.
     Otro distinguido narrador de la vida contemporánea, más personal que el anterior, es sir Osbert Sitwell (1892-1969), La Mano Izquierda es la Que Sueña, Risas en el Cuarto Contiguo.    
       Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags. 475 y 476.                                                                       

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