viernes, 4 de noviembre de 2016

En Las Minas de Falun de E.T.A. Hoffman.

     Hubo una vez, en que la mina de Falun fue la mina de cobre más grande de Europa, y era conocida como el tesoro de Suecia.
     El cobre de Falun se convirtió en techos de castillos, campanas de iglesias, monedas y utensilios domésticos en todo el mundo. Cuando la mina fue cerrada en 1992, la minería estuvo en marcha durante 1000 años. Hoy en día, la Mina Falun, como parte del Patrimonio Mundial de Falun, figura en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, porque se considera tan valiosa que es una preocupación para toda la humanidad.
Bajo Tierra
     Hoy en día, existen visitas guiadas alrededor de la mina durante todo el año. El recorrido por la mina es extenso en distancia, por lo que es importante que todos los visitantes puedan caminar sin ayuda especial todo el camino. La mina está muy sucia, por lo que se recomienda que los visitantes tengan zapatos resistentes y ropa de abrigo, ya que la temperatura en la mina de Falun es casí como una nevera, con alrededor de +5 ° C. Todos los visitantes pueden pedir prestado una capa de lluvia y un casco. Uno de los guías expertos, le mostrará alrededor de la mina y le dirá todo sobre ella. Un recorrido por la mina dura aproximadamente una hora.
Sobre el Suelo
     Durante la temporada de verano, hay especialmente mucho que descubrir por encima del suelo, en la superficie. El Museo de Minas, alberga una exposición sobre el nacimiento de la mina y de la Pequeña Aldea Minera, asi como experimentos e historias para toda la familia, son presentados. El Pequeño Tren de la Mina hace un recorrido, alrededor del gran hoyo, y existen visitas guiadas a varios edificios históricos.
     Durante todo el año, la Casa del Patrimonio Mundial y varios edificios históricos están abiertos, y el paseo de la mina ofrece una vista emocionante del Gran Hoyo, la ciudad de Falun y Lugnet, sede del campeonato mundial de esquí. También hay bonitas tiendas, cafeterías, y un restaurante en el sitio.
http://www.falugruva.se/en/
En Las Minas de Falum
E.T.A. Hoffman.
    Aquella hermosa mañana de julio, a fines del siglo 18, los habitantes de Gotaborg, Suecia, acudían al muelle de Masthugget. Ansiosos esperaban el arribo de los tripulantes de un barco que regresaba de una travesía por las Indias Orientales.  Los cañones del puerto saludaban con gran estruendo a los recién llegados. Sus ecos se perdían en la inmensidad del mar. Los dueños de la compañía naviera, con rostros de satisfacción, se acercaban entre la gente, que les saludaba amablemente, pues gracias a ellos el comercio de Gotaborg florecía. Entre los marineros que desembarcaban, se encontraba Elis Frobom. Uno de los marineros le decía, “¡Tranquilízate Elis! Pronto la tendrás entre tus brazos.”
     Todos rieron. Mientras iban en el bote, sus ojos recorrían ansioso a la muchedumbre. Elis pensó, “¡No la veo!¿Porqué no habrá venido a recibirme? Tal vez me espere en casa. Ya imagino su cara de felicidad cuando sepa que podre quedarme con ella por mucho tiempo.” Su corazón latía repetidas veces con ansiedad mal contenida. Mientras tocaba la puerta, pensó, “¡Qué felicidad tenerte de nuevo entre mis brazos!” Cuando la puerta se abrió, la sonrisa de Elis desapareció. Una anciana le dijo, “¿Qué quieres?” Elis titubeó, “Y-yo, di-disculpe, s-soy Elis Frobom, vengo a ver a mi madre y…” la anciana dijo, “¡Bah!¡Qué fastidio! Tu madre murió hace tres meses. Ahora yo soy la nueva inquilina.” Elis dijo, “¡N-no puede ser!” La mujer dijo, “Pasa al ayuntamiento, ahí te darán las cosas que dejó.” Elis dijo, “¿Mi madre muerta?” La mujer dijo, “Sí, ¡Vete y deja de molestar!”
     La mujer cerró la puerta, y Elis dejó escapar una lagrima, pensando, “¡Oh, madre!¿Porqué ahora que podía acompañarte y darte comodidades?” De pronto Elis se sintió muy solo, y un frio intenso recorrió todo su cuerpo. Pensó, “¡Oh, madre!¡Cuanto has de haber sufrido!” Un complejo de culpa oprimía su corazón, y un dolor le atenazaba la garganta impidiéndole casi respirar. Elis se llevó la mano al corazón, diciendo, “¡No puedo creerlo!¡No!” En su deambular, se topó con los marineros que celebraban el Honsning. Fiestas que celebran las marinerías. La alegría contrastaba con la tristeza del joven, quien como autómata se dejaba conducir. Varios cantaban diciendo, “♫Todos beberemos y bailaremos, hasta que el sol vuelva a salir…♪” Enseguida, el festejo dio inicio. La cerveza corría a torrentes. “¡Salud!” “Ja, Ja, Ja!” Solo Elis permanecía ausente a todo cuanto le rodeaba.
     Entonces, dos marineros se acercaron a él, “¡Elis Frobom!¡La tristeza no cabe en este lugar!” Otro marinero le dijo, “¡Anda hombre, vamos a divertirnos! Si no disfrutas del Honsning, más vale que no vuelvas al barco, pues nunca serás un marinero completo.” Otro marinero le dijo, poniendo su mano en su hombro, y dándole un tarro de cerveza, “No niego que eres valiente, pero…no sabes beber, y a tacaño nadie te gana. Prefieres guardar un ducado en el bolsillo, que gastarlo con la gente de la tierra.” El otro marinero le dijo, “¡Anda!¡Bébelo de un trago!” Elis tomó el tarro de cerveza y engulló de un solo intento. El marinero, junto con su dama dijo, “¡Que buena garganta tienes!” Entonces, Elis se enojó, y tomando al marinero por su ropa le dijo, “¡Se beber como cualquiera de ustedes! Y ahora, ¡Lárguense!¡Que lo que me pasa no les importa!” El marinero dijo, “Vaya, vaya, eres de Nerica. Todos ahí son melancólicos, no le tienen amor a la vida del mar…” Enseguida, el marinero dijo en tono pícaro, “Te mandaré a alguien que te haga abandonar ese maldito banco al que los malos espíritus te tienen atado.”
     Poco después, una hermosa dama llegaba con Elis, diciendo, “Dime, ¿No te da gusto haber regresado sano y salvo, después de todos los peligros que sortearon?” La chica pronunció las palabras con tal ternura que hizo reaccionar a Elis, quien la vio como despertando de un sueño, diciendo, “¿Eh?” Él le dijo, “¡Ay!¡He perdido mi alegría!¿Cómo puedo unirme y tomar parte de la algarabía de mis compañeros? Anda, déjame aquí, solo serviría pare entristecerte…pero, espera…” Elis alargó su mano ofreciendo unas monedas con billetes, diciendo, “Toma esto para que te acuerdes de mi, cuando ya esté en el mar.” Ella dejo escapar unas lagrimas diciendo, “Guarda tu dinero, solo me quedo con tu pañuelo que usaré en recuerdo tuyo. ¡Ten por seguro que si vuelves, no me encontrarás aquí!” La chica no volvió a la posada. Avergonzada, se alejó seguida por la mirada de Elis. Entonces Elis dijo, “¿Por qué no me habrá tragado el mar?¡No hay nada en el mundo que me pueda dar alegría!” Un enigmático hombre hizo su aparición, diciendo, “Muy grande ha de ser tu pena, para que siendo tan joven, aborrezcas la vida, clamando por la muerte.” Elis, enjugado en lagrimas, dijo, “¿He?” Elis, al advertir la presencia de aquel hombre, sintió que en medio de su soledad, surgía una figura amiga y consoladora.
     Momentos después, el joven con gran dolor le narró su vida. “Mi niñez transcurrió feliz, al lado de mis padres y dos hermanos. Mi padre era piloto de un barco, y cierto día, se desató una tormenta. Luchó desesperado por controlar la nave que parecía juguete de las grandes olas. Pero la fatalidad intervino, y…mi hermana y yo nadamos a prisa, para que el hundimiento del barco no nos jalára. Mi padre nunca salió del barco. Así pereció mi padre y yo escapé milagrosamente. Años más tarde, mis hermanos se enrolaron en el ejército. Mis hermanos perecieron en campaña, y yo quedé como único sostén de mi madre.” El joven prosiguió su relato. “Desde niño, mi destino fue ser marino, y con lo que ganaba en mis viajes a la India, sostenía a mi anciana madre. En este viaje, además del sueldo, nos dieron una jugosa recompensa. Feliz y con los bolsillos repletos de ducados, llegué a buscarla. Pero ha fallecido, y estoy con el corazón destrozado. Ahora soy como una roca aislada, sin mínimo consuelo. Me horroriza el pensar que murió sola, sin cuidados…¿Por qué no me quedé a cuidarla y a amarla?” El hombre intervino, diciendo, “Calma.”
     Tras una pausa, el hombre agregó, “Cuando vuelvas al mar, olvidarás tu pena en poco tiempo. Los viejos tienen que morir, no hay otro remedio. Tú mismo reconoces que tu madre ya estaba vieja y achacosa.” Elis dijo, “¡Ay! Lo que me hace aborrecer el mundo es que nadie cree en mi dolor…No volveré a embarcarme. Me asquea la vida del mar. Fui feliz, y me emociona ver un barco con las velas desplegadas, deslizarse sobre las olas. Ansiaba regresar de mis viajes, porque mi madre me aguardaba, ansiosa y emocionada abría los regalos que le traía. Después de entregarle el dinero de mis ganancias, íbamos a tomar parte en la fiesta, se sentía muy orgullosa de mí, cuando bailaba conmigo. Por la noche me sentaba a su lado y le platicaba lo ocurrido en el viaje, y ella me escuchaba atenta, pero ahora…¿Quién me dará esa alegría? No, no volveré a embarcarme. ¿Cómo voy a encontrar satisfacción en un trabajo que ahora me es un verdadero suplicio?”
     El hombre dijo, “Te he escuchado, joven Frobom. Y náto que eres de sentimientos nobles. Abandona el mar…Eres joven y fuerte. Sigue mi consejo, ve a Falun y hazte minero. Se que pronto prosperarás. Tienes dinero, compra acciones.” Elis le dijo, “¿Qué dice?¿Me Aconseja que abandone la luz del día, para meterme bajo la tierra?¿Quiere que haga un trabajo de topo, arrancando a la tierra sus tesoros por vil ganancia?” El hombre le dijo, “¡Qué estúpida es la gente…!¡Desprecia lo que no comprende! La laboriosidad y sabiduría del minero tienen como recompensa el desentrañar los secretos de la naturaleza. Se adquiere agudeza visual y se descubren las piedras preciosas y las maravillas que arriba se ocultan. Acabo de llegar de las minas de Falun, en las que trabajé desde muy joven, y…”
     Tal era la vehemencia de las palabras del viejo, que el joven se sintió transportado al centro mismo de la mina. En su viaje imaginario, Elis exclamaba, “¡Oh!¡Esto es maravilloso!¡Jamás vi algo parecido!” Con su relato, el viejo lo transportó al fondo de la tierra, y un poder sobrenatural lo aprisionaba allí. Aún en su fantasía, Elis exclamó, “Es un jardín encantado que desde niño presentí existía.” El hombre dijo, “Te he descrito las maravillas que la naturaleza ha creado alla abajo. Ahora piénsalo y decídete.”
     Sin despedirse, el anciano se alejó. Al verlo por la ventana, Elis pensó, “Es asombros lo que puede haber en las entrañas de la tierra.” Más tarde pidió un cuarto en la posada, la fiesta había terminado. Apenas se echó en la cama, el sueño lo venció de inmediato, transportándolo a regiones ignotas. De pronto, el cielo se convirtió en una bóveda oscura, cubierta de diamantes. Elis se veía a sí mismo viajando en una barco de noche. De repente, dijo en el sueño, “¡Oh no!¡Tengo que regresar al puerto!” De las olas nacían flores caprichosas de metal refulgente. Se sumergió en una especie de espiral. Elis se sentía empujado por una fuerza desconocida. La angustia lo dominaba, pero…pronto se vio rodeado de hermosas mujeres suspendidas, junto a él. Elis pensó, “¡Q-Qué maravilla!” Al ver la sonrisa de las jóvenes, Elis pensó, “Es extraño, tengo una sensación inexplicable de dolor y de bienestar.” Dentro de su alma veía un mundo de amor, de ansiedad y deseos ardientes. Elis pensó, “¿Se-Será esto el paraíso?” Y cuando llegó al suelo, éste cedió a su peso, y de pronto…un voz dijo, “¿Qué te parecen estas maravillas Elis Frobom?” El terror se apoderó de él, al ver al minero convertido en un gigante e intentó huir, pero…una hermosa mujer apareció. Elis dijo, “Cielos, ¡Qué belleza! Fascinado por aquella mujer, intentó acercarse, mas el encanto se convirtió en angustia. Elis exclamó, “¡O-Oh, no!” El minero le dijo, “¡Cuidado Elis Frobom! Ella es la reina de las minas…¡Mira hacia afuera!”
      En eso, una dulce voz pronunciaba su nombre con acento dolorido…era la voz de su madre. “Elis, mi querido Elis.” A través de la grieta, creyó ver la figura de su madre, pero no era ella. La mujer suplicaba, “Elis, Eliiis. ¡Sácame de aquí. Quiero regresar al mundo y disfrutar de su hermoso cielo!” El minero dijo, “Ten cuidado Elis, sé fiel a la reina!” Al ver nuevamente a la reina, un grito desgarrador brotó de su garganta, repercutiendo en las profundidades. “¡NOOOO!”
     Elis despertó con la angustia dibujada en su rostro, y el corazón parecía salirse de su pecho, diciendo, “¡Qué pesadilla tan espantosa! El minero llenó mi cabeza de fantasías, jamás había sentido tanto pavor. ¡Saldré a caminar, el aire fresco del mar me calmará!”
     El bullicio y la alegría del Honsing aún reinaba, pero Elis permanecía indiferente a todo aquello, y pensaba, “Nada me interesa, no tengo ningún aliciente para permanecer aquí. Aunque tal vez si viera nuevamente a la chica de anoche, fue tan amable conmigo que…ojalá la encontrára…¡No! De seguro se convertiría en el viejo minero y…es extraño, ese hombre me inspira terror y sin embargo deseo encontrarlo para que me siga platicando las maravillas de las minas.” Atormentado por contradictorios pensamientos, quedó contemplando el vaivén de las olas cuando, vio de nuevo la imagen del rostro de una mujer. Elis dijo, “¡Oh, noooo!¡Aun estoy soñando!” Sus compañeros le arrancaron de su sueño, pero él creía escuchar voces por doquier que le decían, “¿Qué vas a hacer aquí? ¡Vete, vete! Las minas de Falun son tu patria. Allí encontrarás todas las delicias.” Elis dijo, “Esto es un sueño horrible.”
     El joven deambuló por las calles y al cuarto día, estaba en la salida del camino a Gefle, cuando, vio pasar al viejo minero, y entonces pensó, “Es el viejo minero, pero, ¿Por qué no me habló?” Una fuerza extraña lo impulsó a seguirlo. Elis pensó, “Este camino conduce a Falun.” Cuando el camino se hacía dudoso, el anciano se aparecía para desaparecer enseguida. Elis pensaba, “¡Allá va!” Observando desde una elevación, Elis pensó, “¡Estas tierras son imponentes!¿Serán las que el viejo descubrió?” Nuevamente el viejo hizo su aparición, y después de llamarle, volvió a desaparecer entre las piedras. Elis pensó al verlo, “¿Ya habré llegado a Falun?” El joven aguardó a que se acercáran unas personas, y les hizo una pregunta, “¿Cómo se llaman esos lagos?” Uno de los personajes que parecía predicador, le dijo, “Son los lagos Rumm y Warpan, y ahí está situada la ciudad de Falun. En la cumbre del Gruffis veras la gran cima." Los hombres siguieron su camino Elis continuó en sentido contrario, pensando, “¡Al fin! Ahí está el objetivo de mi viaje.”
     Cuando se encontró delante de aquella tétrica abertura, la sangre se heló en sus venas. Elis dijo, “¡Oh, Dios, Que desolación!” Sin pestañear, y mudo de estupor, contemplaba la sima de Falun. Elis dijo, “¡Por Neptuno, esta es la entrada del infierno!” Elis vivía una pesadilla, y permanecía petrificado, sin poder pronunciar palabra. Un temblor cimbraba su cuerpo y su mente se desquiciaba representando el fondo de la mina como un abismo infernal. Cuando los mineros con trajes de faena salieron, Elis los confundió con figuras irreales, pensando, “¡El mal brota del averno!” Se mareó, sintiendo un vértigo y le pareció que unas manos fantasmales lo arrastraban al abismo. Elis gritó, “¡Noooo!¡Dejenmeee!” Y con un esfuerzo sobrehumano, se alejó tambaleante de la boca de la mina. Y cuando volvió a bajar por el monte, libre ya de aquel terror, Elis levantó sus manos al cielo, y dijo, “¡Dios mío!¿Que son todos los horrores del mar comparados con esto? Por muy fuerte que sea la tormenta, por negras que aparezcan las nubes uniéndose con las encrespadas olas, no tarda en renacer la claridad. ¡No, no me mezclaré con esos gusanos de la tierra, no podrías habituarme a esa vida triste!”
     El joven se encaminó a la plaza del mercado de Helsingtorget. Era una hermosa ciudad. Elis pensó, “Pasaré aquí la noche, y mañana regresaré a Gotaborg. Al parecer los mineros celebran una fiesta.” Elis observó que un hombre que parecía el líder de ellos, se disponía a decirles unas palabras. Elis pensó, “De seguro ese hombre es de Dalarne. ¿Quién será?” Todos los mineros querían darle la mano, y él tenía una palabra amable para cada uno. El Hombre dijo, “¡Los felicito!¡Este año han realizado un magnífico trabajo!” Elis preguntó, “¿Quién es ese individuo?” Un hombre le dijo, “Es Pehrson Dahlsjö, propietario de un Bergsfralse, terrenos dedicados a la explotación de minas de cobre y plata, en Stora Koppaberg.” El joven Elis Frobom, contemplaba aquella gente de rostro y costumbres nobles, olvidando sus pesadillas, pensando al verlos, “¡Que distinta esta alegría a la de los marineros. ¡Me agrada!” No pudo contener las lágrimas, cuando un chico entonó una canción en la que elogiaba las delicias de la vida del minero. Entonces sobre la escalinata que daba a un palacio, Pehrson dijo, “¡Pasen todos!¡Sean bienvenidos!” Uno de los del publico, dijo, “¡Bravo por el señor Pehrson Dahlsjö!” Otra pareja dijo, “¡Dios lo conserve por muchos años!” Sin darse cuenta, Elis siguió a los mineros, hasta el umbral del palacio, donde permaneció estático.
    De pronto, al abrirse una puerta, hizo su presencia una joven hermosísima. Elis pensó, “¡Oh!¡Qué joven tan hermosa!” La joven estrechó las manos de todos. Mientras un hombre besaba su mano, dijo, “¡Bienvenida seas, Ulda Dahlsjö!” Otro de los caballeros dijo, “¡Eres la bendición que el cielo ha enviado a nuestro jefe!” El corazón de Elis palpitaba frenético al ver a la chica, no apartaba los ojos de ella, pensando, “¡Es tan hermosa, tan dulce!” Una chispa repentina encendía su ser, despertando todas sus ansias de amar, pensando, “Siento que la conozco…y la amo…sí, ¡La amo!” De pronto recordó, y pensó, “¡Es ella! La chica del sueño que me tendía los brazos. ¡Bendito sueño!¡Ahora comprendo su significado! Pero, ¿Cómo va a fijarse en un extraño, miserable y triste como yo? Hubiera sido preferible morir antes de conocerla, ¡Ya no podre vivir sin verla!” La cercanía de la chica lo hizo pronunciar su nombre en un susurro, “Ulda” Ella dijo, “¿Eh?” Lo vio, se acercó y le dijo, “Eres forastero, ¿Verdad?” Elis temeroso dijo, “S-Sí.” Ulda le dijo, “Pero no te quedes ahí, pasa. Ven, alégrate con nosotros, ¿Cómo te llamas?” Elis dijo tímidamente, “Y-Yo soy E-Elis Frobom.” Ulda le acercó una botella y le dijo, “¡Bébe, amigo mío y sé bienvenido!” Elis tomó un vaso, diciendo, “Gra-Gracias.”
     Elis se sentía trasladado al quinto cielo en un delicioso sueño, y pensó, “Si estoy soñando, no quiero despertar, pues me sentiría más desgraciado aún.” La bebida reconfortante y la presencia de Pehrson, le hicieron sentir bien. Pehrson le preguntó, “¿De dónde vienes?¿Qué te trajo a Falun?” Elis le narró toda su vida, y al concluir, “Por lo que ahora siento horror por la vida del mar. Algo desconocido me atrajo a las minas y quiero entrar de obrero.” Elis se sorprendió de sus propias palabras, pero le parecía que estaba obligado a presentar tal actitud ante Pehrson. El hombre meditó unos instantes y enseguida dijo, “No puedo permitir que por una ligereza te apartes del camino que has seguido hasta ahora. Primero conoce las dificultades y los trabajos de los mineros, antes de decidir a compartir su vida. Hay una vieja creencia entre nosotros. Los elementos con los que ha de luchar el minero lo aniquilan, si no se esfuerza por dominarlos, si deja que otras ideas lo distraigan, si se debilitan sus fuerzas, si flaquea en el trabajo entre la tierra y el fuego. Pero si estás seguro de tu vocación, no puedes llegar a mejor hora. Puedes quedarte aquí, mañana el capataz te indicará lo que debes hacer.”
     Elis ya no pensaba en el terror que le causara el gran pozo donde viera la imagen infernal. Pensó, “Veré a Ulda todos los días, viviré bajo su mismo techo.” Pehrson acompañó a Elis frente a unos caballeros y dijo, “Les presento a Elis Frobom, pretende entrar como obrero en minas.” Los caballeros dijeron, “¡Bravo!” aplaudiendo. Uno de los caballeros dijo, “Es fuerte y parece hábil.” Otro dijo, “Seguramente será un buen obrero.” Uno de los caballero se acercó a Elis, estrechó su mano y dijo, “Soy capataz en el trabajo de la mina de Dahlsjö, me pongo a tu disposición, te enseñaré de todo lo que necesites saber.” Elis dijo, “Gracias señor.” Entre trago y trago, el viejo le habló de los primeros trabajos que tenía que realizar. El hombre dijo, “Si tienes duda, consúltame antes de actuar.” De pronto, Elis recordó las enseñanzas del viejo minero de Gotaborg, y las repitió punto por punto. El hombre dijo, “¡Increíble!¿De dónde has sacado todos esos conocimientos, Elis Frobom? Te pronostíco que pronto serás uno de los mejores operarios.” Elis le dijo, “Ese es mi deseo.”
     Ulda iba de un lado para otro atendiendo a los invitados, pero cuando pasaba junto a él, le dijo, “Ya no eres un extraño sino uno de la casa. Tu patria ya no será el mar traidor, sino Falun, con sus ricos montes.” Elis dijo, “¡Así será Ulda!” La chica lo ataba en forma especial Una mutua simpatía había nacido entre ambos, ante la complacencia de Dahlsjö. Al día siguiente Elis recibió fuerte impresión al encontrarse de nuevo en la boca de la mina. Elis pensó, “¡Oh Dios, tengo que sobreponerme por Ulda!” El humo le oprimía el pecho, se sentía asfixiar. Elis Pensó, “¡Debo resistir!¡Tengo que hacerlo!” Mientras bajaba una inmensa escalera pensó, “En este pozo, toda mi agilidad de marinero no me sirve para nada.” Y cuando por fin se detuvieron, el viejo le dijo, “Ya te indiqué lo que tienes que hacer, adelante, inicia tu labor.” Elis dijo, “Si.” Elis inició su trabajo, y al recordar a Ulda, olvidó todos sus temores y las dificultades de la penosa labor. Elis pensó, “¡Pronto te veré, querida Ulda! Le demostraré a Pehrson mi capacidad y resistencia en el trabajo. Solo así podre acariciar la esperanza de pretender a Ulda.”
     El tiempo pasó, Elis trabajaba con ahínco y en poco tiempo estuvo a la altura de los obreros más experimentados. Al mirar el producto de su trabajo, el viejo dijo, “Ya lo decía, eres de los mejores.” El joven también se había ganado el cariño de Pehrson Dahlsjö, a quien le dijo, “Realmente es fascinante mi trabajo, señor.” El cariño de los jóvenes también se acrecentaba, y ese día Ulda dijo, “Papá me dijo que harás un trabajo peligroso.” Elis dijo, “Sí, lograré llegar al fondo del túnel nuevo.” Ulda se preocupó, y le dijo, “Sé cauteloso Elis, y evita una desgracia, por favor.” Elis le dijo, “No te aflijas y sonríe, que pronto estaré de regreso.” Y cuando el joven se marchó, Ulda pensó, “¡Dios, protégelo! Lo amo tanto que no soportaría que algo le pasara.” Elis por su parte pensó, “¡La amo, la amo más que a mi vida! Las horas me parecen siglos cuando no la veo, pero…¿Sentirá ella lo mismo por mi?”
     Y ese día, al terminar las labores de la mina, Ulda lo recibió, diciendo, “¡Elis, que alegría!¿Estás bien?” Elis dijo, “Sí, te dije que no había de que preocuparse.” Dahlsjö pensó al verlos, “¡Mmmmh! Me da gusto que los chicos se lleven bien.” Elis dijo, “Señor Dahlsjö, todo salió perfecto, el capataz le dará el informe.” El tiempo pasó, y un día, Dahlsjö brindando con Elis con copas de vino, dijo, “Elis, tu trabajo te ha brindado una gran cantidad de ducados. Creo que ahora estás en condición de tener participación en alguna mina, además, estoy seguro de que…¡Hum! Cualquier minero se consideraría muy honrado…si te quisieras casar con alguna de sus hijas.” Elis estuvo a punto de confesarle su amor por Ulda, pero una invencible timidez lo detuvo. Elis pensó, “Debo aprovechar y pedir la mano de su hija…pero, ¿Y si ella no me ama?” Entonces dijo, “Yo quiero A-Agradecerle todo el afecto y bondad que tiene para mí y…” Dahlsjö le dijo, “¿Y qué, hijo? Anda, dime, ¿Qué más deseas?” Elis le dijo, tímidamente, “Que…que me acépte usted en sociedad…” Dahlsjö le dijo, “¡Claro que sí!¡Tenlo por seguro!”
     Un día cuando estaba trabajando en lo más profundo del pozo, Elis escuchó un ruido: ¡TRACK!¡TRACK! Elis dijo, “¿Eh?” Elis pensó, “¿Y ese ruido? Proviene de la galería de abajo, pero…nadie, a excepción mía, ha bajado hoy.” Elis avanzó con su linterna y con mucha atención escuchó los golpes que se acercaban más. Elis pensó, “¿Quién podrá ser? ¿Qué es esto? ¡Oh!” El viejo hizo su aparición, diciendo, “Muy bien, muy bien, Elis Frobom, así me gusta verte trabajar aquí. ¿Qué te parece ésta vida?” Elis quiso preguntarle en qué forma había llegado hasta ahí, pero…el viejo minero siguió picando piedra, diciendo, “Mira qué hermoso filón de ferrilita, pero tú, obrero inútil, no te fijas en ello, como si se tratára de escoria de plata. Aquí no eres más que un topo ciego, marchas detrás del cobre puro. Tú aspiras a conquistar a la hija de Dahlsjö, por eso no pones entusiasmo en el trabajo. ¡Ten cuidado, no desprecies al príncipe de los metales o te hará caer contra las piedras!¡Ulda no será nunca tuya, te lo aseguro!”
    Sin poder contenerse ante las palabras del viejo, Elis se alteró, diciendo, “¿Qué haces aquí? Vete por donde has venido o veremos quién de los dos sale vivo de éste pozo.” El viejo soltó una sonora carcajada, “¡Ja, Ja, Ja!” Enseguida, el viejo se perdió en los oscuros túneles. Tras seguir su trabajo, Elis pensó, “No puedo ni sostener el martillo. Es mejor que suba con los demás.” Cuando llegó a la boca del pozo, en la superficie, dentro de la mina, subiendo por la escalera, uno de los mineros le dijo, “¡Dios mío!¿Qué te ha ocurrido, Elis? ¡Pareces un cadáver. Ven y tomate un trago, seguramente el vapor de azufre te afectó.” Elis contó lo que le había sucedido, así como la forma en la que conociera al viejo de Gotaborg.
     Uno de los mineros dijo, “¡Increíble!” Y comenzó a contar la siguiente historia, “El viejo Tornberg trabajó aquí hace cien años, era el más experimentado, laboraba días enteros sin salir del pozo. Lograba contagiar su entusiasmo a la gente, pero profetizaba grandes desgracias, diciendo, ‘El que no sienta verdadero amor por las piedras y los metales, sufrirá las consecuencias.’ En el año de 1687, el día de San Juan, ocurrió un terrible terremoto. No se supo más de Torbern, tal vez pereció en el fondo del pozo, pero nunca se encontró su cadáver. Muchos como tú, aseguran haberlo visto dándoles útiles consejos.” Elis dijo, “Me mostró un buen filón de ferrilita.” El minero dijo, “¡Bien! Debe tratarse de una vena de hierro que mañana trataremos de descubrir. Por ahora, vete a descansar.”
      Al llegar a la mansión, a Elis le extrañó que Ulda no fuera a su encuentro, como todos los días, y pensó, “¿Porqué no ha venido?” Elis quedó paralizado al ver a su amada junto a otro hombre, no podía apartar la vista de ellos. Entonces escuchó la voz de Dahlsjö, quien dijo, “¡Elis ven, quiero hablar contigo!” Elis, contrariado, se dejó conducir. Su cerebro se negaba a coordinar sus ideas, pensando, “¡No, no puede ser cierto!¡Nooo!” Ya dentro de la mansión, Dahlsjö dijo a Elis, “Elis, ahora podrás demostrarme tu cariño y fidelidad. Te he considerado un hijo y ahora lo vas a ser de verdad. El joven que viste junto a Ulda, es Erico Olawsen, de Gotaborg. Le he concedido la mano de mi hija, se la llevará y tú te quedarás conmigo como mi único sostén de mi vejez. Espero que no se te ocurra dejarme ahora que Ulda me abandona…espera…óigo que me llama Olawsen.” Elis pensó, “¡Oh, ella se casa!” Elis sintió que le destrozaban el corazón con mil puñales, era tanta su pena que no podía llorar. Elis pensó, “¿Por qué tiene que ser así?¿Por qué?” Sin poder resistir tal tortura mental, Elis salió de la casa desesperado. Ulda le gritó, “¡ELIS, ELIIIS!” Sin pensar en el peligro, Elis penetró en la mina, gritando, “¡TORBERN, TORBERN!” Después de prender una lámpara, se dirigió al pozo en que estaba esa tarde, sin que el viejo se presentára. Elis gritaba, “¿Porqué no vienes, Torbern?” Y cuando llegó al fondo, dijo, “¡Oh! ¡El filón!¡Es grandísimo!¡Esto es fantástico!¡Maravilloso!”
    Una inmensa claridad iluminó la mina y entonces, un grupo de mujeres hermosas desnudas aparecieron ante su vista. Elis dijo, “¡El sueño que tuve en Gotaborg se hace realidad!” Una mujer se acercó y lo besó. A Elis le invadió una deliciosa sensación y se dejaba arrastrar por ella cuando, escuchó gritar su nombre, “¡ELIS FROBOM!¡ELIS FROBOM!” Las voces que Elis escuchó, provenian de Pehrson y el capataz, quienes iba en su busqueda. Cuando el grupo localizó a Elis, Dahlsjö le dijo, “¿Qué haces aquí, insensato?” el capataz dijo, “¿Acaso ignoras el peligro al que te expusiste?” Elis dijo, “¿Eh?” El joven en silencio siguió a Dahlsjö, quien dijo, “¡Loco!¡Tuviste suerte de que te vieran entrar aquí!” Por su parte, Ulda nerviosa aguardaba impaciente hasta que, al verlo llegar dijo, “¡Gracias a Dios son ellos!” Sin poder controlar la emoción, la chica salió al encuentro del joven, diciendo, “¡Eliis!¡Mi amor!” Dahlsjö dijo, “¡Tonto! Yo sabía desde hace tiempo que amabas a mi hija, y por eso trabajabas con tanto ahínco. No puedo desear nada mejor que tener un yerno como tú, trabajador y honrado.” Elis dijo, “Pero…yo…”
     Ulda dijo, “¡Oh, Padre, ahora sé que él me ama tanto como yo!” Dahlsjö dijo, “Elis, porque no te explayaste conmigo y me hablaste del amor que sentías por Ulda?” Entonces Elis le dijo, “Pero usted dijo que Olawsen…”  dijo, “Yo inventé esa historia porque quería probar si los sentimientos de mi hija eran firmes. Olawsen solo me ayudó en el plan…te daré a mi hija, Elis Frobom, lo repito, no podría encontrar yerno mejor.” Elis le dijo, “Gracias señor Dahlsjö, ¡Es tanta mi dicha, que creo estar soñando!” Entonces, Ulda lo abrazó, diciendo, “¡No cariño, es una hermosa realidad!”
Pehrson Dahlsjö invitó a los mineros a comer para darles la noticia de la próxima boda. Uno de los invitados dijo, “¡Que novia más linda se lleva Elis Frobom!” El capataz dijo, “¡Que el cielo bendiga a la pareja!”
     A pesar de la felicidad que le embargaba, las emociones de la noche anterior lo apartaban de todo. Ulda le dijo, “Elis, ¿No estás contento?” Elis la abrazó y dijo, “Sí, ¡Claro! Todo se ha arreglado, ¡Seremos felices!” Ulda dijo, “¡Desde luego que si, amor mío! No lo dudes.” Cuando Elis quedó solo en su habitación, sentía una mano de hielo que lo oprimía. Era el viejo Torbern, quien en su aparición le dijo, “¿Es posible que toda tu aspiración sea conseguir a Ulda?” Una angustia indecible se apoderaba de él. Torbern le insistió, “¿No has contemplado el rostro de la reina?” Elis le dijo, “¡De-Déjeme en paz!” Torbern lo tomó por la fuerza y llevándolo le dijo, “¡Insensato! Debes ser fiel a la reina, no puedes despreciarla.” Elis gritó, “¡Nooo!¡Auxilioo!”
     A la mañana siguiente, Elis despertó sudando. Después de arreglarse salió al patio y pensó, “¿Por qué el viejo Torbern es mi enemigo?¿Qué relación hay entre las minas y mi amor por Ulda?” Dahlsjö lo veía desde la mansión a través de la ventana y pensó, “Seguramente su trastorno se debe a lo que creyó ver en la mina…sí, pronto se le pasará.” Ulda tranquila trataba e intentaba que su novio le dijera la causa de su inquietud, diciéndole, “¿Qué te sucede?¿Que es lo que te aleja de mi?¡Dime por favor!” Elis iba a hablar, pero algo misteriosos se lo impidió. Todas las delicias que viera en el pozo, se convertían en un tormento indecible. Ulda insistía, ante la mirada perdida de Elis, diciendo, “¡Elis!¡Elis!” Dahlsjö propuso que Elis no bajára por un tiempo a la mina, por lo que los jóvenes vieron a plenitud su noviazgo. Gracias a eso, Ulda decía, “¡Que feliz me siento Elis!” Elis le dijo, “Tu amor ha hecho el milagro de borrar la pesadilla que me consumía, ahora ya nada ni nadie vendrá a destruir nuestra dicha.” Ulda lo abrazó, y dijo, “¡Sí, mi amor!”
     Cuando por fin volvió a la mina, Elis volvió a encontrarse con la mágica mujer, y al tenerla en sus brazos, pensaba, “¡Oh, siento de nuevo ésta angustia! Ulda, la mina…¿Que es lo que quiero?” A partir de ese día, su actitud volvió a cambiar. Ulda, recargada en su hombro le dijo, “Dentro de pocos días se hará realidad nuestro sueño.” Elis le dijo, “Si pudieras ver las maravillas que existen debajo de la tierra. No hay nada que se compare a la belleza de las profundidades…” Ulda dijo, “¡Oh, No! Otra vez ese delirio.” Al verlo vagante, con la mirada perdida, el capataz dijo, “¡Pobre muchacho!¡Ha debido encontrarse con el malvado Torbern!” Dahlsjö le dijo, “No creas en tales cuentos, lo que lo tiene trastornado es la proximidad de la boda.”
     Semanas después, Ulda le decía muy contenta a su padre, “Padre, me siento muy feliz. Elis está más tranquilo. Ya no habla de la mina ni de los fantasmas.” Dahlsjö dijo, “Se los dije, estaba trastornado por su amor a Ulda.” Por fin llegó el día de San Juan, fecha fijada para la boda. Era muy de mañana cuando Elis tocó a la puerta de la mansión. Ulda abrió la puerta y al ver la expresión de su prometido, retrocedió asustada. Su cara estaba demacrada. Tenía ojeras negras, y su mirada era maligna. Ulda exclamó, “¡Oooh!” Elis le dijo, “Vengo a decirte, que estamos al borde de la mayor dicha que pueden alcanzar los mortales. Esta noche me ha sido revelado todo. En el fondo del pozo, encerrado en clorito y mica, está el granate cereza en el que residirá nuestra dicha, y que te he de dar como regalo de boda. Si nos miramos en él, unidos por amor fiel, estaremos unidos para siempre…solo falta que sáque a la luz esa piedra. Iré por ella ahora mismo. ¡Adiós mi amada Ulda, pronto volveré!” Ulda le dijo, desesperada, “¡Espera Elis!¡No te vayas por favor!” Ulda lo tomó del cuello, y le dijo, “¡No te vayas Elis, te lo suplico!” Elis le dijo, “Tengo que hacerlo o no tendré un momento de tranquilidad. No temas, pronto estaré contigo.” Poco después, en ese mismo día, la gente iba llegando a la iglesia. Una de las personas dijo, “¡La ceremonia será hermosa!” Otro dijo, “¡Claro, se casa nada menos que la hija del patrón!” Todos aguardaban impacientes en el atrio de la iglesia de Kopparberg. Ulda pensaba, “Dios mío, Elis no regresa.”
     Era ya el mediodía cuando un minero llegó gritando, “¡Hubo un hundimiento en la mina grande!” Otro gritó también, “Al parecer, alguien estaba ahí.” Ulda gritó llena de angustia, “¡NOOO!¡ELIS…MI ELIS!” Y se desmayó. Dahlsjö dijo, “¡Hija!”
Por la boda, nadie había ido a trabajar. Dahlsjö dijo, sosteniendo a su hija, “¡No es posible!” El capataz dijo, “Solo Elis pudo estar ahí. Nadie se atrevería a estar solo.”
     Cuando Ulda recobró el conocimiento, platicó a su padre lo que Elis le dijera, todos acudieron al rescate pero fue inútil. Pehrson Dahlsjö pensó, “¡Qué desgracia!¡Ahora que todo iba a ser felicidad!” Los años pasaron, Pehrson murió y Ulda desapareció de Falun, sin dejar ningún rasto. Cincuenta años después, el día de San Juan, los mineros encontraron el cuerpo de un hombre fallecido. Uno de los mineros dijo, “¡Es un cadáver!¡Saquémoslo a la superficie!” Otro dijo, “Sí, ¿Quién será?” Era Elis, y el tiempo lo había respetado; sus ropas y aún las flores que llevaba en el pecho, se conservaban bien. Los mineros improvisaron una camilla para cargarlo, y una vez lista, con el cadáver en ella, uno de los mineros dijo, “¡Vamos a llevarlo a Falun!” Pero en ese instante escucharon la voz de una mujer decir, “¡Esperen!¡Aguarden por favor!” Era la viejita de San Juan, así le conocían, pues cada año iba a la sima y después de llorar desconsolada, desaparecía. Y cuando estuvo frente al cadáver, Ulda exclamó, “¡ELIS FROBOM!¡MI ELIS!” 
     Entonces, Ulda miró a su alrededor, y dijo a los presentes, “Yo soy Ulda Dahlsjö, y hace 50 años en éste día, iba a casarme con él. Cuando me marché a Ornas, Torbern me consoló diciéndome que, volvería a ver a Elis, por eso he venido año tras año, llena de amor y esperanza, hoy le vuelvo a ver. ¡Elis mío…mi amado!” Todos los presentes contemplaban la escena, el llanto desgarrador de la anciana los conmovía. Un minero dijo, “¡Pobre mujer!” Y otro, “¡Qué destino tan cruel!” Los sollozos de la anciana se hicieron inteligibles y cuando trataron de separarla del cadáver, el minero exclamó, “¡Oh No!¡La mujer ha fallecido!” Entonces al mismo tiempo, otro minero dijo, “¡Miren!¡El cadáver se convierte en polvo!” En la iglesia de Kopparberg, donde cincuenta años antes debía casarse la feliz pareja, fue enterrado el cuerpo del joven y el despojo mortal de Ulda, la novia que había sido fiel hasta la muerte.
Tomado de Novelas Inmortales. Año XIV. No. 706. Mayo 29 de 1991. Guion: Guadalupe Liévano. Adaptación: C.M. Lozada. Segunda Adaptación: José Escobar.                                               

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