Hubo una vez, en que la mina de Falun fue la mina de cobre más grande de
Europa, y era conocida como el tesoro de Suecia.
El cobre de Falun se convirtió en techos de castillos, campanas de
iglesias, monedas y utensilios domésticos en todo el mundo. Cuando la mina fue
cerrada en 1992, la minería estuvo en marcha durante 1000 años. Hoy en día, la
Mina Falun, como parte del Patrimonio Mundial de Falun, figura en la Lista del
Patrimonio Mundial de la Unesco, porque se considera tan valiosa que es una
preocupación para toda la humanidad.
Bajo Tierra
Hoy en día, existen visitas guiadas alrededor de la mina durante todo el año. El
recorrido por la mina es extenso en distancia, por lo que es importante que todos los
visitantes puedan caminar sin ayuda especial todo el camino. La
mina está muy sucia, por lo que se recomienda que los visitantes tengan zapatos resistentes y ropa de abrigo, ya que la
temperatura en la mina de Falun es casí como una nevera, con alrededor de +5 ° C.
Todos los visitantes pueden pedir prestado una capa de lluvia y un casco. Uno de los guías expertos, le mostrará alrededor de la mina y le dirá todo
sobre ella. Un recorrido por la mina dura aproximadamente una hora.
Sobre el Suelo
Durante la temporada de verano, hay especialmente mucho que descubrir
por encima del suelo, en la superficie. El Museo de Minas, alberga una exposición sobre el
nacimiento de la mina y de la Pequeña Aldea Minera, asi como experimentos e historias para
toda la familia, son presentados. El Pequeño Tren de la Mina hace un recorrido, alrededor
del gran hoyo, y existen visitas guiadas a varios edificios históricos.
Durante todo el año, la Casa del Patrimonio Mundial y varios edificios
históricos están abiertos, y el paseo de la mina ofrece una vista emocionante del Gran Hoyo, la ciudad de Falun y Lugnet, sede del campeonato mundial de
esquí. También hay bonitas tiendas, cafeterías, y un restaurante en el sitio.
http://www.falugruva.se/en/
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En Las Minas de Falum
E.T.A. Hoffman.
Aquella hermosa mañana de julio, a fines del siglo 18, los habitantes de
Gotaborg, Suecia, acudían al muelle de Masthugget. Ansiosos esperaban el arribo
de los tripulantes de un barco que regresaba de una travesía por las Indias
Orientales. Los cañones del puerto
saludaban con gran estruendo a los recién llegados. Sus ecos se perdían en la
inmensidad del mar. Los dueños de la compañía naviera, con rostros de
satisfacción, se acercaban entre la gente, que les saludaba amablemente, pues
gracias a ellos el comercio de Gotaborg florecía. Entre los marineros que
desembarcaban, se encontraba Elis Frobom. Uno de los marineros le decía, “¡Tranquilízate Elis! Pronto la tendrás
entre tus brazos.”
Todos rieron. Mientras iban en el bote, sus ojos recorrían ansioso a la muchedumbre. Elis pensó, “¡No la veo!¿Porqué no habrá venido a recibirme? Tal vez me espere en casa. Ya imagino su cara de felicidad cuando sepa que podre quedarme con ella por mucho tiempo.” Su corazón latía repetidas veces con ansiedad mal contenida. Mientras tocaba la puerta, pensó, “¡Qué felicidad tenerte de nuevo entre mis brazos!” Cuando la puerta se abrió, la sonrisa de Elis desapareció. Una anciana le dijo, “¿Qué quieres?” Elis titubeó, “Y-yo, di-disculpe, s-soy Elis Frobom, vengo a ver a mi madre y…” la anciana dijo, “¡Bah!¡Qué fastidio! Tu madre murió hace tres meses. Ahora yo soy la nueva inquilina.” Elis dijo, “¡N-no puede ser!” La mujer dijo, “Pasa al ayuntamiento, ahí te darán las cosas que dejó.” Elis dijo, “¿Mi madre muerta?” La mujer dijo, “Sí, ¡Vete y deja de molestar!”
Todos rieron. Mientras iban en el bote, sus ojos recorrían ansioso a la muchedumbre. Elis pensó, “¡No la veo!¿Porqué no habrá venido a recibirme? Tal vez me espere en casa. Ya imagino su cara de felicidad cuando sepa que podre quedarme con ella por mucho tiempo.” Su corazón latía repetidas veces con ansiedad mal contenida. Mientras tocaba la puerta, pensó, “¡Qué felicidad tenerte de nuevo entre mis brazos!” Cuando la puerta se abrió, la sonrisa de Elis desapareció. Una anciana le dijo, “¿Qué quieres?” Elis titubeó, “Y-yo, di-disculpe, s-soy Elis Frobom, vengo a ver a mi madre y…” la anciana dijo, “¡Bah!¡Qué fastidio! Tu madre murió hace tres meses. Ahora yo soy la nueva inquilina.” Elis dijo, “¡N-no puede ser!” La mujer dijo, “Pasa al ayuntamiento, ahí te darán las cosas que dejó.” Elis dijo, “¿Mi madre muerta?” La mujer dijo, “Sí, ¡Vete y deja de molestar!”
La mujer cerró la puerta, y Elis dejó escapar una lagrima, pensando, “¡Oh, madre!¿Porqué ahora que podía
acompañarte y darte comodidades?” De pronto Elis se sintió muy solo, y un
frio intenso recorrió todo su cuerpo. Pensó, “¡Oh, madre!¡Cuanto has de haber sufrido!” Un complejo de culpa
oprimía su corazón, y un dolor le atenazaba la garganta impidiéndole casi
respirar. Elis se llevó la mano al corazón, diciendo, “¡No puedo creerlo!¡No!” En su deambular, se topó con los marineros
que celebraban el Honsning. Fiestas que celebran las marinerías. La alegría
contrastaba con la tristeza del joven, quien como autómata se dejaba conducir.
Varios cantaban diciendo, “♫Todos
beberemos y bailaremos, hasta que el sol vuelva a salir…♪” Enseguida, el
festejo dio inicio. La cerveza corría a torrentes. “¡Salud!” “Ja, Ja, Ja!” Solo Elis permanecía ausente a todo cuanto
le rodeaba.
Entonces, dos marineros se acercaron a él, “¡Elis Frobom!¡La tristeza no cabe en este lugar!” Otro marinero le dijo, “¡Anda hombre, vamos a divertirnos! Si no disfrutas del Honsning, más vale que no vuelvas al barco, pues nunca serás un marinero completo.” Otro marinero le dijo, poniendo su mano en su hombro, y dándole un tarro de cerveza, “No niego que eres valiente, pero…no sabes beber, y a tacaño nadie te gana. Prefieres guardar un ducado en el bolsillo, que gastarlo con la gente de la tierra.” El otro marinero le dijo, “¡Anda!¡Bébelo de un trago!” Elis tomó el tarro de cerveza y engulló de un solo intento. El marinero, junto con su dama dijo, “¡Que buena garganta tienes!” Entonces, Elis se enojó, y tomando al marinero por su ropa le dijo, “¡Se beber como cualquiera de ustedes! Y ahora, ¡Lárguense!¡Que lo que me pasa no les importa!” El marinero dijo, “Vaya, vaya, eres de Nerica. Todos ahí son melancólicos, no le tienen amor a la vida del mar…” Enseguida, el marinero dijo en tono pícaro, “Te mandaré a alguien que te haga abandonar ese maldito banco al que los malos espíritus te tienen atado.”
Entonces, dos marineros se acercaron a él, “¡Elis Frobom!¡La tristeza no cabe en este lugar!” Otro marinero le dijo, “¡Anda hombre, vamos a divertirnos! Si no disfrutas del Honsning, más vale que no vuelvas al barco, pues nunca serás un marinero completo.” Otro marinero le dijo, poniendo su mano en su hombro, y dándole un tarro de cerveza, “No niego que eres valiente, pero…no sabes beber, y a tacaño nadie te gana. Prefieres guardar un ducado en el bolsillo, que gastarlo con la gente de la tierra.” El otro marinero le dijo, “¡Anda!¡Bébelo de un trago!” Elis tomó el tarro de cerveza y engulló de un solo intento. El marinero, junto con su dama dijo, “¡Que buena garganta tienes!” Entonces, Elis se enojó, y tomando al marinero por su ropa le dijo, “¡Se beber como cualquiera de ustedes! Y ahora, ¡Lárguense!¡Que lo que me pasa no les importa!” El marinero dijo, “Vaya, vaya, eres de Nerica. Todos ahí son melancólicos, no le tienen amor a la vida del mar…” Enseguida, el marinero dijo en tono pícaro, “Te mandaré a alguien que te haga abandonar ese maldito banco al que los malos espíritus te tienen atado.”
Poco después, una hermosa dama llegaba con Elis, diciendo, “Dime, ¿No te da gusto haber regresado sano
y salvo, después de todos los peligros que sortearon?” La chica pronunció
las palabras con tal ternura que hizo reaccionar a Elis, quien la vio como
despertando de un sueño, diciendo, “¿Eh?”
Él le dijo, “¡Ay!¡He perdido mi
alegría!¿Cómo puedo unirme y tomar parte de la algarabía de mis compañeros?
Anda, déjame aquí, solo serviría pare entristecerte…pero, espera…” Elis
alargó su mano ofreciendo unas monedas con billetes, diciendo, “Toma esto para que te acuerdes de mi,
cuando ya esté en el mar.” Ella dejo escapar unas lagrimas diciendo, “Guarda tu dinero, solo me quedo con tu
pañuelo que usaré en recuerdo tuyo. ¡Ten por seguro que si vuelves, no me
encontrarás aquí!” La chica no volvió a la posada. Avergonzada, se alejó
seguida por la mirada de Elis. Entonces Elis dijo, “¿Por qué no me habrá tragado el mar?¡No hay nada en el mundo que me
pueda dar alegría!” Un enigmático hombre hizo su aparición, diciendo, “Muy grande ha de ser tu pena, para que
siendo tan joven, aborrezcas la vida, clamando por la muerte.” Elis,
enjugado en lagrimas, dijo, “¿He?”
Elis, al advertir la presencia de aquel hombre, sintió que en medio de su
soledad, surgía una figura amiga y consoladora.
Momentos después, el joven con gran dolor le narró su vida. “Mi niñez transcurrió feliz, al lado de mis
padres y dos hermanos. Mi padre era piloto de un barco, y cierto día, se desató
una tormenta. Luchó desesperado por controlar la nave que parecía juguete de
las grandes olas. Pero la fatalidad intervino, y…mi hermana y yo nadamos a
prisa, para que el hundimiento del barco no nos jalára. Mi padre nunca salió
del barco. Así pereció mi padre y yo escapé milagrosamente. Años más tarde, mis
hermanos se enrolaron en el ejército. Mis hermanos perecieron en campaña, y yo
quedé como único sostén de mi madre.” El joven prosiguió su relato. “Desde niño, mi destino fue ser marino, y
con lo que ganaba en mis viajes a la India, sostenía a mi anciana madre. En este
viaje, además del sueldo, nos dieron una jugosa recompensa. Feliz y con los
bolsillos repletos de ducados, llegué a buscarla. Pero ha fallecido, y estoy
con el corazón destrozado. Ahora soy como una roca aislada, sin mínimo
consuelo. Me horroriza el pensar que murió sola, sin cuidados…¿Por qué no me
quedé a cuidarla y a amarla?” El hombre intervino, diciendo, “Calma.”
Tras una pausa, el hombre agregó, “Cuando vuelvas al mar, olvidarás tu pena en poco tiempo. Los viejos tienen que morir, no hay otro remedio. Tú mismo reconoces que tu madre ya estaba vieja y achacosa.” Elis dijo, “¡Ay! Lo que me hace aborrecer el mundo es que nadie cree en mi dolor…No volveré a embarcarme. Me asquea la vida del mar. Fui feliz, y me emociona ver un barco con las velas desplegadas, deslizarse sobre las olas. Ansiaba regresar de mis viajes, porque mi madre me aguardaba, ansiosa y emocionada abría los regalos que le traía. Después de entregarle el dinero de mis ganancias, íbamos a tomar parte en la fiesta, se sentía muy orgullosa de mí, cuando bailaba conmigo. Por la noche me sentaba a su lado y le platicaba lo ocurrido en el viaje, y ella me escuchaba atenta, pero ahora…¿Quién me dará esa alegría? No, no volveré a embarcarme. ¿Cómo voy a encontrar satisfacción en un trabajo que ahora me es un verdadero suplicio?”
El hombre dijo, “Te he escuchado, joven Frobom. Y náto que eres de sentimientos nobles. Abandona el mar…Eres joven y fuerte. Sigue mi consejo, ve a Falun y hazte minero. Se que pronto prosperarás. Tienes dinero, compra acciones.” Elis le dijo, “¿Qué dice?¿Me Aconseja que abandone la luz del día, para meterme bajo la tierra?¿Quiere que haga un trabajo de topo, arrancando a la tierra sus tesoros por vil ganancia?” El hombre le dijo, “¡Qué estúpida es la gente…!¡Desprecia lo que no comprende! La laboriosidad y sabiduría del minero tienen como recompensa el desentrañar los secretos de la naturaleza. Se adquiere agudeza visual y se descubren las piedras preciosas y las maravillas que arriba se ocultan. Acabo de llegar de las minas de Falun, en las que trabajé desde muy joven, y…”
Tal era la vehemencia de las palabras del viejo, que el joven se sintió transportado al centro mismo de la mina. En su viaje imaginario, Elis exclamaba, “¡Oh!¡Esto es maravilloso!¡Jamás vi algo parecido!” Con su relato, el viejo lo transportó al fondo de la tierra, y un poder sobrenatural lo aprisionaba allí. Aún en su fantasía, Elis exclamó, “Es un jardín encantado que desde niño presentí existía.” El hombre dijo, “Te he descrito las maravillas que la naturaleza ha creado alla abajo. Ahora piénsalo y decídete.”
Tras una pausa, el hombre agregó, “Cuando vuelvas al mar, olvidarás tu pena en poco tiempo. Los viejos tienen que morir, no hay otro remedio. Tú mismo reconoces que tu madre ya estaba vieja y achacosa.” Elis dijo, “¡Ay! Lo que me hace aborrecer el mundo es que nadie cree en mi dolor…No volveré a embarcarme. Me asquea la vida del mar. Fui feliz, y me emociona ver un barco con las velas desplegadas, deslizarse sobre las olas. Ansiaba regresar de mis viajes, porque mi madre me aguardaba, ansiosa y emocionada abría los regalos que le traía. Después de entregarle el dinero de mis ganancias, íbamos a tomar parte en la fiesta, se sentía muy orgullosa de mí, cuando bailaba conmigo. Por la noche me sentaba a su lado y le platicaba lo ocurrido en el viaje, y ella me escuchaba atenta, pero ahora…¿Quién me dará esa alegría? No, no volveré a embarcarme. ¿Cómo voy a encontrar satisfacción en un trabajo que ahora me es un verdadero suplicio?”
El hombre dijo, “Te he escuchado, joven Frobom. Y náto que eres de sentimientos nobles. Abandona el mar…Eres joven y fuerte. Sigue mi consejo, ve a Falun y hazte minero. Se que pronto prosperarás. Tienes dinero, compra acciones.” Elis le dijo, “¿Qué dice?¿Me Aconseja que abandone la luz del día, para meterme bajo la tierra?¿Quiere que haga un trabajo de topo, arrancando a la tierra sus tesoros por vil ganancia?” El hombre le dijo, “¡Qué estúpida es la gente…!¡Desprecia lo que no comprende! La laboriosidad y sabiduría del minero tienen como recompensa el desentrañar los secretos de la naturaleza. Se adquiere agudeza visual y se descubren las piedras preciosas y las maravillas que arriba se ocultan. Acabo de llegar de las minas de Falun, en las que trabajé desde muy joven, y…”
Tal era la vehemencia de las palabras del viejo, que el joven se sintió transportado al centro mismo de la mina. En su viaje imaginario, Elis exclamaba, “¡Oh!¡Esto es maravilloso!¡Jamás vi algo parecido!” Con su relato, el viejo lo transportó al fondo de la tierra, y un poder sobrenatural lo aprisionaba allí. Aún en su fantasía, Elis exclamó, “Es un jardín encantado que desde niño presentí existía.” El hombre dijo, “Te he descrito las maravillas que la naturaleza ha creado alla abajo. Ahora piénsalo y decídete.”
Sin despedirse, el anciano se alejó. Al verlo por la ventana, Elis pensó,
“Es asombros lo que puede haber en las entrañas de la tierra.” Más tarde pidió
un cuarto en la posada, la fiesta había terminado. Apenas se echó en la cama,
el sueño lo venció de inmediato, transportándolo a regiones ignotas. De pronto,
el cielo se convirtió en una bóveda oscura, cubierta de diamantes. Elis se veía
a sí mismo viajando en una barco de noche. De repente, dijo en el sueño, “¡Oh
no!¡Tengo que regresar al puerto!” De las olas nacían flores caprichosas de
metal refulgente. Se sumergió en una especie de espiral. Elis se sentía
empujado por una fuerza desconocida. La angustia lo dominaba, pero…pronto se
vio rodeado de hermosas mujeres suspendidas, junto a él. Elis pensó, “¡Q-Qué
maravilla!” Al ver la sonrisa de las jóvenes, Elis pensó, “Es extraño, tengo
una sensación inexplicable de dolor y de bienestar.” Dentro de su alma veía un
mundo de amor, de ansiedad y deseos ardientes. Elis pensó, “¿Se-Será esto el
paraíso?” Y cuando llegó al suelo, éste cedió a su peso, y de pronto…un voz
dijo, “¿Qué te parecen estas maravillas Elis Frobom?” El terror se apoderó de
él, al ver al minero convertido en un gigante e intentó huir, pero…una hermosa
mujer apareció. Elis dijo, “Cielos, ¡Qué belleza! Fascinado por aquella mujer,
intentó acercarse, mas el encanto se convirtió en angustia. Elis exclamó,
“¡O-Oh, no!” El minero le dijo, “¡Cuidado Elis Frobom! Ella es la reina de las
minas…¡Mira hacia afuera!”
En eso, una dulce voz pronunciaba su nombre con acento dolorido…era la voz de su madre. “Elis, mi querido Elis.” A través de la grieta, creyó ver la figura de su madre, pero no era ella. La mujer suplicaba, “Elis, Eliiis. ¡Sácame de aquí. Quiero regresar al mundo y disfrutar de su hermoso cielo!” El minero dijo, “Ten cuidado Elis, sé fiel a la reina!” Al ver nuevamente a la reina, un grito desgarrador brotó de su garganta, repercutiendo en las profundidades. “¡NOOOO!”
En eso, una dulce voz pronunciaba su nombre con acento dolorido…era la voz de su madre. “Elis, mi querido Elis.” A través de la grieta, creyó ver la figura de su madre, pero no era ella. La mujer suplicaba, “Elis, Eliiis. ¡Sácame de aquí. Quiero regresar al mundo y disfrutar de su hermoso cielo!” El minero dijo, “Ten cuidado Elis, sé fiel a la reina!” Al ver nuevamente a la reina, un grito desgarrador brotó de su garganta, repercutiendo en las profundidades. “¡NOOOO!”
Elis despertó con la angustia dibujada en su rostro, y el corazón
parecía salirse de su pecho, diciendo, “¡Qué
pesadilla tan espantosa! El minero llenó mi cabeza de fantasías, jamás había
sentido tanto pavor. ¡Saldré a caminar, el aire fresco del mar me calmará!”
El bullicio y la alegría del Honsing aún reinaba, pero Elis permanecía
indiferente a todo aquello, y pensaba, “Nada
me interesa, no tengo ningún aliciente para permanecer aquí. Aunque tal vez si
viera nuevamente a la chica de anoche, fue tan amable conmigo que…ojalá la
encontrára…¡No! De seguro se convertiría en el viejo minero y…es extraño, ese
hombre me inspira terror y sin embargo deseo encontrarlo para que me siga
platicando las maravillas de las minas.” Atormentado por contradictorios
pensamientos, quedó contemplando el vaivén de las olas cuando, vio de nuevo la
imagen del rostro de una mujer. Elis dijo, “¡Oh,
noooo!¡Aun estoy soñando!” Sus compañeros le arrancaron de su sueño, pero
él creía escuchar voces por doquier que le decían, “¿Qué vas a hacer aquí? ¡Vete, vete! Las minas de Falun son tu patria.
Allí encontrarás todas las delicias.” Elis dijo, “Esto es un sueño horrible.”
El joven deambuló por las calles y al cuarto día, estaba en la salida
del camino a Gefle, cuando, vio pasar al viejo minero, y entonces pensó, “Es el viejo minero, pero, ¿Por qué no me
habló?” Una fuerza extraña lo impulsó a seguirlo. Elis pensó, “Este camino conduce a Falun.” Cuando el
camino se hacía dudoso, el anciano se aparecía para desaparecer enseguida. Elis
pensaba, “¡Allá va!” Observando desde
una elevación, Elis pensó, “¡Estas
tierras son imponentes!¿Serán las que el viejo descubrió?” Nuevamente el
viejo hizo su aparición, y después de llamarle, volvió a desaparecer entre las
piedras. Elis pensó al verlo, “¿Ya habré
llegado a Falun?” El joven aguardó a que se acercáran unas personas, y les
hizo una pregunta, “¿Cómo se llaman esos
lagos?” Uno de los personajes que parecía predicador, le dijo, “Son los
lagos Rumm y Warpan, y ahí está situada la ciudad de Falun. En la cumbre del
Gruffis veras la gran cima." Los hombres siguieron su camino Elis continuó en
sentido contrario, pensando, “¡Al fin!
Ahí está el objetivo de mi viaje.”
Cuando se encontró delante de aquella tétrica abertura, la sangre se
heló en sus venas. Elis dijo, “¡Oh, Dios,
Que desolación!” Sin pestañear, y mudo de estupor, contemplaba la sima de
Falun. Elis dijo, “¡Por Neptuno, esta es la entrada del infierno!” Elis vivía
una pesadilla, y permanecía petrificado, sin poder pronunciar palabra. Un
temblor cimbraba su cuerpo y su mente se desquiciaba representando el fondo de
la mina como un abismo infernal. Cuando los mineros con trajes de faena
salieron, Elis los confundió con figuras irreales, pensando, “¡El mal brota del
averno!” Se mareó, sintiendo un vértigo y le pareció que unas manos fantasmales
lo arrastraban al abismo. Elis gritó, “¡Noooo!¡Dejenmeee!”
Y con un esfuerzo sobrehumano, se alejó tambaleante de la boca de la mina. Y
cuando volvió a bajar por el monte, libre ya de aquel terror, Elis levantó sus
manos al cielo, y dijo, “¡Dios mío!¿Que
son todos los horrores del mar comparados con esto? Por muy fuerte que sea la
tormenta, por negras que aparezcan las nubes uniéndose con las encrespadas
olas, no tarda en renacer la claridad. ¡No, no me mezclaré con esos gusanos de
la tierra, no podrías habituarme a esa vida triste!”
El joven se encaminó a la plaza del mercado de Helsingtorget. Era una
hermosa ciudad. Elis pensó, “Pasaré aquí la noche, y mañana regresaré a
Gotaborg. Al parecer los mineros celebran una fiesta.” Elis observó que un hombre
que parecía el líder de ellos, se disponía a decirles unas palabras. Elis
pensó, “De seguro ese hombre es de
Dalarne. ¿Quién será?” Todos los mineros querían darle la mano, y él tenía
una palabra amable para cada uno. El Hombre dijo, “¡Los felicito!¡Este año han realizado un magnífico trabajo!” Elis
preguntó, “¿Quién es ese individuo?”
Un hombre le dijo, “Es Pehrson Dahlsjö,
propietario de un Bergsfralse, terrenos dedicados a la explotación de minas de
cobre y plata, en Stora Koppaberg.” El joven Elis Frobom, contemplaba
aquella gente de rostro y costumbres nobles, olvidando sus pesadillas, pensando
al verlos, “¡Que distinta esta alegría a la de los marineros. ¡Me agrada!” No
pudo contener las lágrimas, cuando un chico entonó una canción en la que elogiaba
las delicias de la vida del minero. Entonces sobre la escalinata que daba a un
palacio, Pehrson dijo, “¡Pasen
todos!¡Sean bienvenidos!” Uno de los del publico, dijo, “¡Bravo por el señor Pehrson Dahlsjö!”
Otra pareja dijo, “¡Dios lo conserve por muchos
años!” Sin darse cuenta, Elis siguió a los mineros, hasta el umbral del
palacio, donde permaneció estático.
De pronto, al abrirse una puerta, hizo su presencia una joven
hermosísima. Elis pensó, “¡Oh!¡Qué joven
tan hermosa!” La joven estrechó las manos de todos. Mientras un hombre
besaba su mano, dijo, “¡Bienvenida seas,
Ulda Dahlsjö!” Otro de los caballeros dijo, “¡Eres la bendición que el cielo ha enviado a nuestro jefe!” El
corazón de Elis palpitaba frenético al ver a la chica, no apartaba los ojos de
ella, pensando, “¡Es tan hermosa, tan
dulce!” Una chispa repentina encendía su ser, despertando todas sus ansias
de amar, pensando, “Siento que la conozco…y la amo…sí, ¡La amo!” De pronto
recordó, y pensó, “¡Es ella! La chica del
sueño que me tendía los brazos. ¡Bendito sueño!¡Ahora comprendo su significado!
Pero, ¿Cómo va a fijarse en un extraño, miserable y triste como yo? Hubiera
sido preferible morir antes de conocerla, ¡Ya no podre vivir sin verla!” La
cercanía de la chica lo hizo pronunciar su nombre en un susurro, “Ulda” Ella dijo, “¿Eh?” Lo vio, se acercó y le dijo, “Eres forastero, ¿Verdad?” Elis temeroso dijo, “S-Sí.” Ulda le dijo, “Pero no te quedes ahí, pasa. Ven, alégrate
con nosotros, ¿Cómo te llamas?” Elis dijo tímidamente, “Y-Yo soy E-Elis Frobom.” Ulda le acercó una botella y le dijo, “¡Bébe, amigo mío y sé bienvenido!” Elis tomó
un vaso, diciendo, “Gra-Gracias.”
Elis se sentía trasladado al quinto cielo en un delicioso sueño, y
pensó, “Si estoy soñando, no quiero
despertar, pues me sentiría más desgraciado aún.” La bebida reconfortante y
la presencia de Pehrson, le hicieron sentir bien. Pehrson le preguntó, “¿De dónde vienes?¿Qué te trajo a Falun?” Elis le
narró toda su vida, y al concluir, “Por
lo que ahora siento horror por la vida del mar. Algo desconocido me atrajo a
las minas y quiero entrar de obrero.” Elis se sorprendió de sus propias
palabras, pero le parecía que estaba obligado a presentar tal actitud ante
Pehrson. El hombre meditó unos instantes y enseguida dijo, “No puedo permitir que por una ligereza te apartes del camino que has
seguido hasta ahora. Primero conoce las dificultades y los trabajos de los
mineros, antes de decidir a compartir su vida. Hay una vieja creencia entre
nosotros. Los elementos con los que ha de luchar el minero lo aniquilan, si no
se esfuerza por dominarlos, si deja que otras ideas lo distraigan, si se
debilitan sus fuerzas, si flaquea en el trabajo entre la tierra y el fuego.
Pero si estás seguro de tu vocación, no puedes llegar a mejor hora. Puedes
quedarte aquí, mañana el capataz te indicará lo que debes hacer.”
Elis ya no pensaba en el terror que le causara el gran pozo donde viera
la imagen infernal. Pensó, “Veré a Ulda
todos los días, viviré bajo su mismo techo.” Pehrson acompañó a Elis frente
a unos caballeros y dijo, “Les presento a
Elis Frobom, pretende entrar como obrero en minas.” Los caballeros dijeron,
“¡Bravo!” aplaudiendo. Uno de los
caballeros dijo, “Es fuerte y parece
hábil.” Otro dijo, “Seguramente será
un buen obrero.” Uno de los caballero se acercó a Elis, estrechó su mano y
dijo, “Soy capataz en el trabajo de la mina
de Dahlsjö, me pongo a tu disposición, te enseñaré de todo lo que necesites
saber.” Elis dijo, “Gracias señor.”
Entre trago y trago, el viejo le habló de los primeros trabajos que tenía que
realizar. El hombre dijo, “Si tienes
duda, consúltame antes de actuar.” De pronto, Elis recordó las enseñanzas
del viejo minero de Gotaborg, y las repitió punto por punto. El hombre dijo, “¡Increíble!¿De dónde has sacado todos esos
conocimientos, Elis Frobom? Te pronostíco que pronto serás uno de los mejores
operarios.” Elis le dijo, “Ese es mi
deseo.”
Ulda iba de un lado para otro atendiendo a los invitados, pero cuando
pasaba junto a él, le dijo, “Ya no eres
un extraño sino uno de la casa. Tu patria ya no será el mar traidor, sino
Falun, con sus ricos montes.” Elis dijo, “¡Así será Ulda!” La chica lo ataba en forma especial Una mutua
simpatía había nacido entre ambos, ante la complacencia de Dahlsjö. Al día
siguiente Elis recibió fuerte impresión al encontrarse de nuevo en la boca de
la mina. Elis pensó, “¡Oh Dios, tengo que
sobreponerme por Ulda!” El humo le oprimía el pecho, se sentía asfixiar.
Elis Pensó, “¡Debo resistir!¡Tengo que
hacerlo!” Mientras bajaba una inmensa escalera pensó, “En este pozo, toda mi agilidad de marinero no me sirve para nada.” Y
cuando por fin se detuvieron, el viejo le dijo, “Ya te indiqué lo que tienes que hacer, adelante, inicia tu labor.”
Elis dijo, “Si.” Elis inició su
trabajo, y al recordar a Ulda, olvidó todos sus temores y las dificultades de
la penosa labor. Elis pensó, “¡Pronto te veré,
querida Ulda! Le demostraré a Pehrson mi capacidad y resistencia en el trabajo.
Solo así podre acariciar la esperanza de pretender a Ulda.”
El tiempo pasó, Elis trabajaba con ahínco y en poco tiempo estuvo a la
altura de los obreros más experimentados. Al mirar el producto de su trabajo,
el viejo dijo, “Ya lo decía, eres de los
mejores.” El joven también se había ganado el cariño de Pehrson Dahlsjö, a
quien le dijo, “Realmente es fascinante
mi trabajo, señor.” El cariño de los jóvenes también se acrecentaba, y ese
día Ulda dijo, “Papá me dijo que harás un
trabajo peligroso.” Elis dijo, “Sí,
lograré llegar al fondo del túnel nuevo.” Ulda se preocupó, y le dijo, “Sé cauteloso Elis, y evita una desgracia,
por favor.” Elis le dijo, “No te
aflijas y sonríe, que pronto estaré de regreso.” Y cuando el joven se
marchó, Ulda pensó, “¡Dios, protégelo! Lo
amo tanto que no soportaría que algo le pasara.” Elis por su parte pensó, “¡La amo, la amo más que a mi vida! Las
horas me parecen siglos cuando no la veo, pero…¿Sentirá ella lo mismo por mi?”
Y ese día, al terminar las labores de la mina, Ulda lo recibió,
diciendo, “¡Elis, que alegría!¿Estás
bien?” Elis dijo, “Sí, te dije que no
había de que preocuparse.” Dahlsjö pensó al verlos, “¡Mmmmh! Me da gusto que los chicos se lleven bien.” Elis dijo, “Señor Dahlsjö, todo salió perfecto, el
capataz le dará el informe.” El tiempo pasó, y un día, Dahlsjö brindando
con Elis con copas de vino, dijo, “Elis,
tu trabajo te ha brindado una gran cantidad de ducados. Creo que ahora estás en
condición de tener participación en alguna mina, además, estoy seguro de
que…¡Hum! Cualquier minero se consideraría muy honrado…si te quisieras casar
con alguna de sus hijas.” Elis estuvo a punto de confesarle su amor por
Ulda, pero una invencible timidez lo detuvo. Elis pensó, “Debo aprovechar y pedir la mano de su hija…pero, ¿Y si ella no me
ama?” Entonces dijo, “Yo quiero
A-Agradecerle todo el afecto y bondad que tiene para mí y…” Dahlsjö le
dijo, “¿Y qué, hijo? Anda, dime, ¿Qué más
deseas?” Elis le dijo, tímidamente, “Que…que
me acépte usted en sociedad…” Dahlsjö le dijo, “¡Claro que sí!¡Tenlo por seguro!”
Un día cuando estaba trabajando en lo más profundo del pozo, Elis
escuchó un ruido: ¡TRACK!¡TRACK! Elis dijo, “¿Eh?”
Elis pensó, “¿Y ese ruido? Proviene de la
galería de abajo, pero…nadie, a excepción mía, ha bajado hoy.” Elis avanzó
con su linterna y con mucha atención escuchó los golpes que se acercaban más.
Elis pensó, “¿Quién podrá ser? ¿Qué es
esto? ¡Oh!” El viejo hizo su aparición, diciendo, “Muy bien, muy bien, Elis Frobom, así me gusta verte trabajar aquí.
¿Qué te parece ésta vida?” Elis quiso preguntarle en qué forma había
llegado hasta ahí, pero…el viejo minero siguió picando piedra, diciendo, “Mira qué hermoso filón de ferrilita, pero
tú, obrero inútil, no te fijas en ello, como si se tratára de escoria de plata.
Aquí no eres más que un topo ciego, marchas detrás del cobre puro. Tú aspiras a
conquistar a la hija de Dahlsjö, por eso no pones entusiasmo en el trabajo.
¡Ten cuidado, no desprecies al príncipe de los metales o te hará caer contra
las piedras!¡Ulda no será nunca tuya, te lo aseguro!”
Sin poder contenerse ante las palabras del viejo, Elis se alteró,
diciendo, “¿Qué haces aquí? Vete por
donde has venido o veremos quién de los dos sale vivo de éste pozo.” El
viejo soltó una sonora carcajada, “¡Ja,
Ja, Ja!” Enseguida, el viejo se perdió en los oscuros túneles. Tras seguir su trabajo,
Elis pensó, “No puedo ni sostener el
martillo. Es mejor que suba con los demás.” Cuando llegó a la boca del
pozo, en la superficie, dentro de la mina, subiendo por la escalera, uno de los
mineros le dijo, “¡Dios mío!¿Qué te ha
ocurrido, Elis? ¡Pareces un cadáver. Ven y tomate un trago, seguramente el
vapor de azufre te afectó.” Elis contó lo que le había sucedido, así como
la forma en la que conociera al viejo de Gotaborg.
Uno de los mineros dijo, “¡Increíble!” Y comenzó a contar la siguiente historia, “El viejo Tornberg trabajó aquí hace cien años, era el más experimentado, laboraba días enteros sin salir del pozo. Lograba contagiar su entusiasmo a la gente, pero profetizaba grandes desgracias, diciendo, ‘El que no sienta verdadero amor por las piedras y los metales, sufrirá las consecuencias.’ En el año de 1687, el día de San Juan, ocurrió un terrible terremoto. No se supo más de Torbern, tal vez pereció en el fondo del pozo, pero nunca se encontró su cadáver. Muchos como tú, aseguran haberlo visto dándoles útiles consejos.” Elis dijo, “Me mostró un buen filón de ferrilita.” El minero dijo, “¡Bien! Debe tratarse de una vena de hierro que mañana trataremos de descubrir. Por ahora, vete a descansar.”
Uno de los mineros dijo, “¡Increíble!” Y comenzó a contar la siguiente historia, “El viejo Tornberg trabajó aquí hace cien años, era el más experimentado, laboraba días enteros sin salir del pozo. Lograba contagiar su entusiasmo a la gente, pero profetizaba grandes desgracias, diciendo, ‘El que no sienta verdadero amor por las piedras y los metales, sufrirá las consecuencias.’ En el año de 1687, el día de San Juan, ocurrió un terrible terremoto. No se supo más de Torbern, tal vez pereció en el fondo del pozo, pero nunca se encontró su cadáver. Muchos como tú, aseguran haberlo visto dándoles útiles consejos.” Elis dijo, “Me mostró un buen filón de ferrilita.” El minero dijo, “¡Bien! Debe tratarse de una vena de hierro que mañana trataremos de descubrir. Por ahora, vete a descansar.”
Al llegar a la mansión, a Elis le extrañó que Ulda no fuera a su
encuentro, como todos los días, y pensó, “¿Porqué
no ha venido?” Elis quedó paralizado al ver a su amada junto a otro hombre, no
podía apartar la vista de ellos. Entonces escuchó la voz de Dahlsjö, quien
dijo, “¡Elis ven, quiero hablar contigo!”
Elis, contrariado, se dejó conducir. Su cerebro se negaba a coordinar sus
ideas, pensando, “¡No, no puede ser
cierto!¡Nooo!” Ya dentro de la mansión, Dahlsjö dijo a Elis, “Elis, ahora podrás demostrarme tu cariño y
fidelidad. Te he considerado un hijo y ahora lo vas a ser de verdad. El joven
que viste junto a Ulda, es Erico Olawsen, de Gotaborg. Le he concedido la mano de mi hija,
se la llevará y tú te quedarás conmigo como mi único sostén de mi vejez. Espero
que no se te ocurra dejarme ahora que Ulda me abandona…espera…óigo que me llama
Olawsen.” Elis pensó, “¡Oh, ella se
casa!” Elis sintió que le destrozaban el corazón con mil puñales, era tanta
su pena que no podía llorar. Elis pensó, “¿Por
qué tiene que ser así?¿Por qué?” Sin poder resistir tal tortura mental, Elis salió de
la casa desesperado. Ulda le gritó, “¡ELIS,
ELIIIS!” Sin pensar en el peligro, Elis penetró en la mina, gritando, “¡TORBERN, TORBERN!” Después de prender
una lámpara, se dirigió al pozo en que estaba esa tarde, sin que el viejo se
presentára. Elis gritaba, “¿Porqué no
vienes, Torbern?” Y cuando llegó al fondo, dijo,
“¡Oh! ¡El filón!¡Es grandísimo!¡Esto es
fantástico!¡Maravilloso!”
Una inmensa claridad iluminó la mina y entonces, un grupo de mujeres hermosas desnudas aparecieron ante su vista. Elis dijo, “¡El sueño que tuve en Gotaborg se hace realidad!” Una mujer se acercó y lo besó. A Elis le invadió una deliciosa sensación y se dejaba arrastrar por ella cuando, escuchó gritar su nombre, “¡ELIS FROBOM!¡ELIS FROBOM!” Las voces que Elis escuchó, provenian de Pehrson y el capataz, quienes iba en su busqueda. Cuando el grupo localizó a Elis, Dahlsjö le dijo, “¿Qué haces aquí, insensato?” el capataz dijo, “¿Acaso ignoras el peligro al que te expusiste?” Elis dijo, “¿Eh?” El joven en silencio siguió a Dahlsjö, quien dijo, “¡Loco!¡Tuviste suerte de que te vieran entrar aquí!” Por su parte, Ulda nerviosa aguardaba impaciente hasta que, al verlo llegar dijo, “¡Gracias a Dios son ellos!” Sin poder controlar la emoción, la chica salió al encuentro del joven, diciendo, “¡Eliis!¡Mi amor!” Dahlsjö dijo, “¡Tonto! Yo sabía desde hace tiempo que amabas a mi hija, y por eso trabajabas con tanto ahínco. No puedo desear nada mejor que tener un yerno como tú, trabajador y honrado.” Elis dijo, “Pero…yo…”
Ulda dijo, “¡Oh, Padre, ahora sé que él me ama tanto como yo!” Dahlsjö dijo, “Elis, porque no te explayaste conmigo y me hablaste del amor que sentías por Ulda?” Entonces Elis le dijo, “Pero usted dijo que Olawsen…” dijo, “Yo inventé esa historia porque quería probar si los sentimientos de mi hija eran firmes. Olawsen solo me ayudó en el plan…te daré a mi hija, Elis Frobom, lo repito, no podría encontrar yerno
mejor.” Elis le dijo, “Gracias
señor Dahlsjö, ¡Es tanta mi dicha, que creo estar soñando!” Entonces, Ulda lo abrazó, diciendo, “¡No cariño, es una hermosa
realidad!”
Una inmensa claridad iluminó la mina y entonces, un grupo de mujeres hermosas desnudas aparecieron ante su vista. Elis dijo, “¡El sueño que tuve en Gotaborg se hace realidad!” Una mujer se acercó y lo besó. A Elis le invadió una deliciosa sensación y se dejaba arrastrar por ella cuando, escuchó gritar su nombre, “¡ELIS FROBOM!¡ELIS FROBOM!” Las voces que Elis escuchó, provenian de Pehrson y el capataz, quienes iba en su busqueda. Cuando el grupo localizó a Elis, Dahlsjö le dijo, “¿Qué haces aquí, insensato?” el capataz dijo, “¿Acaso ignoras el peligro al que te expusiste?” Elis dijo, “¿Eh?” El joven en silencio siguió a Dahlsjö, quien dijo, “¡Loco!¡Tuviste suerte de que te vieran entrar aquí!” Por su parte, Ulda nerviosa aguardaba impaciente hasta que, al verlo llegar dijo, “¡Gracias a Dios son ellos!” Sin poder controlar la emoción, la chica salió al encuentro del joven, diciendo, “¡Eliis!¡Mi amor!” Dahlsjö dijo, “¡Tonto! Yo sabía desde hace tiempo que amabas a mi hija, y por eso trabajabas con tanto ahínco. No puedo desear nada mejor que tener un yerno como tú, trabajador y honrado.” Elis dijo, “Pero…yo…”
Ulda dijo, “¡Oh, Padre, ahora sé que él me ama tanto como yo!” Dahlsjö dijo, “Elis, porque no te explayaste conmigo y me hablaste del amor que sentías por Ulda?” Entonces Elis le dijo, “Pero usted dijo que Olawsen…” dijo, “Yo inventé esa historia porque quería probar si los sentimientos de mi hija eran firmes. Olawsen solo me ayudó en el plan…te daré a mi hija, Elis Frobom, lo repito, no podría encontrar
Pehrson Dahlsjö invitó a los mineros a comer para darles la noticia de
la próxima boda. Uno de los invitados dijo,
“¡Que novia más linda se lleva Elis Frobom!” El capataz dijo, “¡Que el cielo bendiga a la pareja!”
A pesar de la felicidad que le embargaba, las emociones de la noche
anterior lo apartaban de todo. Ulda le dijo, “Elis, ¿No estás contento?” Elis la abrazó y dijo, “Sí, ¡Claro! Todo se ha arreglado, ¡Seremos
felices!” Ulda dijo, “¡Desde luego
que si, amor mío! No lo dudes.” Cuando Elis quedó solo en su habitación,
sentía una mano de hielo que lo oprimía. Era el viejo Torbern, quien en su aparición le dijo, “¿Es posible que toda tu aspiración sea
conseguir a Ulda?” Una angustia indecible se apoderaba de él. Torbern le insistió,
“¿No has contemplado el rostro de la
reina?” Elis le dijo, “¡De-Déjeme en
paz!” Torbern lo tomó por la fuerza y llevándolo le dijo, “¡Insensato! Debes ser fiel a la reina, no
puedes despreciarla.” Elis gritó, “¡Nooo!¡Auxilioo!”
A la mañana siguiente, Elis despertó sudando. Después de arreglarse
salió al patio y pensó, “¿Por qué el
viejo Torbern es mi enemigo?¿Qué relación hay entre las minas y mi amor por
Ulda?” Dahlsjö lo veía desde la mansión a través de la ventana y pensó, “Seguramente su trastorno se debe a lo que
creyó ver en la mina…sí, pronto se le pasará.” Ulda tranquila trataba e intentaba que su novio le dijera la causa de su inquietud, diciéndole, “¿Qué te sucede?¿Que es lo que te aleja de
mi?¡Dime por favor!” Elis iba a hablar, pero algo misteriosos se lo
impidió. Todas las delicias que viera en el pozo, se convertían en un tormento
indecible. Ulda insistía, ante la mirada perdida de Elis, diciendo, “¡Elis!¡Elis!” Dahlsjö propuso que Elis
no bajára por un tiempo a la mina, por lo que los jóvenes vieron a plenitud su
noviazgo. Gracias a eso, Ulda decía, “¡Que feliz me
siento Elis!” Elis le dijo, “Tu amor
ha hecho el milagro de borrar la pesadilla que me consumía, ahora ya nada ni
nadie vendrá a destruir nuestra dicha.” Ulda lo abrazó, y dijo, “¡Sí, mi amor!”
Cuando por fin volvió a la mina, Elis volvió a encontrarse con la mágica
mujer, y al tenerla en sus brazos, pensaba, “¡Oh,
siento de nuevo ésta angustia! Ulda, la mina…¿Que es lo que quiero?” A
partir de ese día, su actitud volvió a cambiar. Ulda, recargada en su hombro le
dijo, “Dentro de pocos días se hará
realidad nuestro sueño.” Elis le dijo, “Si
pudieras ver las maravillas que existen debajo de la tierra. No hay nada que se
compare a la belleza de las profundidades…” Ulda dijo, “¡Oh, No! Otra vez ese delirio.” Al verlo vagante, con la mirada
perdida, el capataz dijo, “¡Pobre
muchacho!¡Ha debido encontrarse con el malvado Torbern!” Dahlsjö le dijo, “No creas en tales cuentos, lo que lo tiene
trastornado es la proximidad de la boda.”
Semanas después, Ulda le decía muy contenta a su padre, “Padre, me siento muy feliz. Elis está más
tranquilo. Ya no habla de la mina ni de los fantasmas.” Dahlsjö dijo, “Se los dije, estaba trastornado por su amor
a Ulda.” Por fin llegó el día de San Juan, fecha fijada para la boda. Era
muy de mañana cuando Elis tocó a la puerta de la mansión. Ulda abrió la puerta
y al ver la expresión de su prometido, retrocedió asustada. Su cara estaba
demacrada. Tenía ojeras negras, y su mirada era maligna. Ulda exclamó, “¡Oooh!” Elis le dijo, “Vengo a decirte, que estamos al borde de la
mayor dicha que pueden alcanzar los mortales. Esta noche me ha sido revelado
todo. En el fondo del pozo, encerrado en clorito y mica, está el granate cereza
en el que residirá nuestra dicha, y que te he de dar como regalo de boda. Si
nos miramos en él, unidos por amor fiel, estaremos unidos para siempre…solo
falta que sáque a la luz esa piedra. Iré por ella ahora mismo. ¡Adiós mi amada
Ulda, pronto volveré!” Ulda le dijo, desesperada, “¡Espera Elis!¡No te vayas por favor!” Ulda lo tomó del cuello, y
le dijo, “¡No te vayas Elis, te lo
suplico!” Elis le dijo, “Tengo que
hacerlo o no tendré un momento de tranquilidad. No temas, pronto estaré
contigo.” Poco después, en ese mismo día, la gente iba llegando a la
iglesia. Una de las personas dijo, “¡La
ceremonia será hermosa!” Otro dijo, “¡Claro,
se casa nada menos que la hija del patrón!” Todos aguardaban impacientes en
el atrio de la iglesia de Kopparberg. Ulda pensaba, “Dios mío, Elis no regresa.”
Era ya el mediodía cuando un minero llegó gritando, “¡Hubo un
hundimiento en la mina grande!” Otro gritó también, “Al parecer, alguien estaba ahí.” Ulda gritó llena de angustia,
“¡NOOO!¡ELIS…MI ELIS!” Y se desmayó. Dahlsjö dijo, “¡Hija!”
Por la boda, nadie había ido a trabajar. Dahlsjö dijo, sosteniendo a su
hija, “¡No es posible!” El capataz
dijo, “Solo Elis pudo estar ahí. Nadie se
atrevería a estar solo.”
Cuando Ulda recobró el conocimiento, platicó a su padre lo que Elis le dijera,
todos acudieron al rescate pero fue inútil. Pehrson Dahlsjö pensó, “¡Qué desgracia!¡Ahora que todo iba a ser
felicidad!” Los años pasaron, Pehrson murió y Ulda desapareció de Falun,
sin dejar ningún rasto. Cincuenta años después, el día de San Juan, los mineros
encontraron el cuerpo de un hombre fallecido. Uno de los mineros dijo, “¡Es un cadáver!¡Saquémoslo a la superficie!” Otro dijo, “Sí, ¿Quién será?” Era Elis, y el tiempo lo había respetado; sus ropas y aún las flores que llevaba en el pecho, se conservaban bien.
Los mineros improvisaron una camilla para cargarlo, y una vez lista, con el cadáver
en ella, uno de los mineros dijo, “¡Vamos
a llevarlo a Falun!” Pero en ese instante escucharon la voz de una mujer
decir, “¡Esperen!¡Aguarden por favor!”
Era la viejita de San Juan, así le conocían, pues cada año iba a la sima y después
de llorar desconsolada, desaparecía. Y cuando estuvo frente al cadáver, Ulda
exclamó, “¡ELIS FROBOM!¡MI ELIS!”
Entonces, Ulda miró a su alrededor, y dijo a los presentes, “Yo soy Ulda Dahlsjö, y hace 50 años en éste día, iba a casarme con él. Cuando me marché a Ornas, Torbern me consoló diciéndome que, volvería a ver a Elis, por eso he venido año tras año, llena de amor y esperanza, hoy le vuelvo a ver. ¡Elis mío…mi amado!” Todos los presentes contemplaban la escena, el llanto desgarrador de la anciana los conmovía. Un minero dijo, “¡Pobre mujer!” Y otro, “¡Qué destino tan cruel!” Los sollozos de la anciana se hicieron inteligibles y cuando trataron de separarla del cadáver, el minero exclamó, “¡Oh No!¡La mujer ha fallecido!” Entonces al mismo tiempo, otro minero dijo, “¡Miren!¡El cadáver se convierte en polvo!” En la iglesia de Kopparberg, donde cincuenta años antes debía casarse la feliz pareja, fue enterrado el cuerpo del joven y el despojo mortal de Ulda, la novia que había sido fiel hasta la muerte.
Entonces, Ulda miró a su alrededor, y dijo a los presentes, “Yo soy Ulda Dahlsjö, y hace 50 años en éste día, iba a casarme con él. Cuando me marché a Ornas, Torbern me consoló diciéndome que, volvería a ver a Elis, por eso he venido año tras año, llena de amor y esperanza, hoy le vuelvo a ver. ¡Elis mío…mi amado!” Todos los presentes contemplaban la escena, el llanto desgarrador de la anciana los conmovía. Un minero dijo, “¡Pobre mujer!” Y otro, “¡Qué destino tan cruel!” Los sollozos de la anciana se hicieron inteligibles y cuando trataron de separarla del cadáver, el minero exclamó, “¡Oh No!¡La mujer ha fallecido!” Entonces al mismo tiempo, otro minero dijo, “¡Miren!¡El cadáver se convierte en polvo!” En la iglesia de Kopparberg, donde cincuenta años antes debía casarse la feliz pareja, fue enterrado el cuerpo del joven y el despojo mortal de Ulda, la novia que había sido fiel hasta la muerte.