El Tonelero de
Nuremberg
de E.T.A. Hoffman
En mayo de 1580, la Corporación de
Toneleros, de la ilustre ciudad de Nuremberg, celebró su solemne asamblea
anual. Uno de los maestros de la junta, había fallecido un poco antes, y los representantes
eligieron a maese Martín como sucesor. La votación fue unánime, pues no existía
otro tonelero tan experto como él, razón por la cual, gozaba de la mejor
clientela. El consejero, Jacobo Paumgartner, se levantó para decir unas palabras.
“Amigos míos, al elegir a maese Martín, han obrado acertadamente. Nadie como
él merece esta dignidad, pues goza del aprecio de todos los que lo conocen.
Maese Martín es un modelo digno de todo elogio, tanto por su habilidad en el
arte de la tonelería, como por su sencillez, a pesar de las riquezas que ha
acumulado honradamente. Por ésta designación, quiero felicitarlo cordialmente.”
El nuevo maestro de la junta, se levantó con dificultad, y se dejó felicitar sin ningún entusiasmo. El consejero Jacobo estrechó su mano, diciendo, “¡Enhorabuena, Maese Martín!” Enseguida, Jacobo notó algo, y dijo, “¿Qué ocurre, amigo?¿Le disgusta a usted su designación?” Después de sentarse y ponerse cómodo, Maese Martín habló a sus compañeros, “¿Cómo quiere usted, honorable consejero, que me desagrade ocupar un puesto que merezco? Molestarme, seria como rechazar el pago por un buen trabajo. ¿Quién lo haría?” Maese Martín continuó, “Yo debía ser nombrado maestro de la junta por derecho propio, porque soy el más experto de todos los toneleros. Soy un hombre rico, y gozo del aprecio de humildes, y potentados. Incluso, pueden preguntar a su Ilustrísima, el obispo de Bamberg, y sabrán su opinión sobre mí.”
El maestro tonelero, al final de su discurso, quedó satisfecho, y esperó la aprobación y el plauso de los presentes, diciendo, “¿Y bien?” Sin embargo, la mayoría guardó silencio, y algunos mostraban descontento. Se escuchó que algunos tosieron. “¡Cof!¡Cof!” Pero maese Martín se mostró amable, y dijo, “Sin embargo, estoy muy agradecido, porque Dios iluminó su juicio en ésta elección, y prometo poner en alto el nombre de nuestro gremio. Y para celebrar el pacto de compañerismo, los espéro en mi casa, el próximo domingo. Daré un banquete, y brindaremos bebiendo buenos vinos de Hochheim, o lo que gusten de mi bodega.” Aquellas palabras, obraron milagrosamente. Todos se levantaron y alabaron a Maese Martín, diciendo unos, “¡Felicidades!” y otros, “¡Viva Maese Martín!” Mientras se despedían, Jacobo decía, “Seremos puntuales” Maese dijo, “¡Los estaré esperando!”
Enseguida Maese Martín dijo, “Mi estimado consejero Jacobo Paumgartner. Podríamos acompañarnos. Llevamos el mismo rumbo a casa.” Jacobo dijo, “Encantado, Maese Martín.” Al llegar frente a la casa de Maese Martín, el maese dijo, “Le invíto a pasar un momento a mi humilde morada, así platicamos un rato más.” Jacobo contestó, “¡Es un verdadero honor!” Una vez adentro, Jacobo notó lo lujoso de la residencia, y dijo, “¿A esto le llama usted humilde morada? Pienso que ningún otro ciudadano posee muebles tan elegantes…” El maese dijo, “¡Mmmm, así es estimado consejero! Pero tóme usted asiento, que está en su casa.”
Enseguida, el maese Martín exclamó, “¡Rosa!¡Rosa!” Una hermosa mujer hizo acto de presencia. Maese dijo, “¡Recuerda usted a mi hija, amigo consejero?” Jacobo exclamó, “Maese Martín, le digo sinceramente que el mayor tesoro que encierra su casa es ésta muchacha, ¡Que belleza!” Jacobo, el consejero agregó, “¡Ah, mi querido amigo! No será difícil que encuentre un gran partido…incluso entre nobles y patricios.” Enseguida, maese exclamó, “Hija, tráenos una botella del mejor vino de la bodega!” La muchacha fue tras el encárgo, y Maese dijo al Jacobo, “Lo que usted dijo es verdad. Reconozco la belleza de mi hija, además de otras virtudes. Pero nunca háblo de ésto frente a ella.” Jacobo dijo, “¡Qué culpa tengo yo, Maese Martín…la veo y me siento rejuvenecido!”
Maese Martin dijo, “En cuanto a buscarle un esposo entre los nobles, no me interesa en absoluto. ¡Silencio! Aquí llega nuevamente.” Mientras la mujer servía el vino en dos copas, se escuchó una voz desde afuera, “¡Buen día, maese Martín!” La mujer dijo, “Iré a ver quien es!” La bella mujer regresó, y dijo, “El señor Enrique de Spangenberg quiere saludarlo...” Martín dijo, “¡Qué alegría! Es el mas generoso y noble de mis clientes.”
El nuevo maestro de la junta, se levantó con dificultad, y se dejó felicitar sin ningún entusiasmo. El consejero Jacobo estrechó su mano, diciendo, “¡Enhorabuena, Maese Martín!” Enseguida, Jacobo notó algo, y dijo, “¿Qué ocurre, amigo?¿Le disgusta a usted su designación?” Después de sentarse y ponerse cómodo, Maese Martín habló a sus compañeros, “¿Cómo quiere usted, honorable consejero, que me desagrade ocupar un puesto que merezco? Molestarme, seria como rechazar el pago por un buen trabajo. ¿Quién lo haría?” Maese Martín continuó, “Yo debía ser nombrado maestro de la junta por derecho propio, porque soy el más experto de todos los toneleros. Soy un hombre rico, y gozo del aprecio de humildes, y potentados. Incluso, pueden preguntar a su Ilustrísima, el obispo de Bamberg, y sabrán su opinión sobre mí.”
El maestro tonelero, al final de su discurso, quedó satisfecho, y esperó la aprobación y el plauso de los presentes, diciendo, “¿Y bien?” Sin embargo, la mayoría guardó silencio, y algunos mostraban descontento. Se escuchó que algunos tosieron. “¡Cof!¡Cof!” Pero maese Martín se mostró amable, y dijo, “Sin embargo, estoy muy agradecido, porque Dios iluminó su juicio en ésta elección, y prometo poner en alto el nombre de nuestro gremio. Y para celebrar el pacto de compañerismo, los espéro en mi casa, el próximo domingo. Daré un banquete, y brindaremos bebiendo buenos vinos de Hochheim, o lo que gusten de mi bodega.” Aquellas palabras, obraron milagrosamente. Todos se levantaron y alabaron a Maese Martín, diciendo unos, “¡Felicidades!” y otros, “¡Viva Maese Martín!” Mientras se despedían, Jacobo decía, “Seremos puntuales” Maese dijo, “¡Los estaré esperando!”
Enseguida Maese Martín dijo, “Mi estimado consejero Jacobo Paumgartner. Podríamos acompañarnos. Llevamos el mismo rumbo a casa.” Jacobo dijo, “Encantado, Maese Martín.” Al llegar frente a la casa de Maese Martín, el maese dijo, “Le invíto a pasar un momento a mi humilde morada, así platicamos un rato más.” Jacobo contestó, “¡Es un verdadero honor!” Una vez adentro, Jacobo notó lo lujoso de la residencia, y dijo, “¿A esto le llama usted humilde morada? Pienso que ningún otro ciudadano posee muebles tan elegantes…” El maese dijo, “¡Mmmm, así es estimado consejero! Pero tóme usted asiento, que está en su casa.”
Enseguida, el maese Martín exclamó, “¡Rosa!¡Rosa!” Una hermosa mujer hizo acto de presencia. Maese dijo, “¡Recuerda usted a mi hija, amigo consejero?” Jacobo exclamó, “Maese Martín, le digo sinceramente que el mayor tesoro que encierra su casa es ésta muchacha, ¡Que belleza!” Jacobo, el consejero agregó, “¡Ah, mi querido amigo! No será difícil que encuentre un gran partido…incluso entre nobles y patricios.” Enseguida, maese exclamó, “Hija, tráenos una botella del mejor vino de la bodega!” La muchacha fue tras el encárgo, y Maese dijo al Jacobo, “Lo que usted dijo es verdad. Reconozco la belleza de mi hija, además de otras virtudes. Pero nunca háblo de ésto frente a ella.” Jacobo dijo, “¡Qué culpa tengo yo, Maese Martín…la veo y me siento rejuvenecido!”
Maese Martin dijo, “En cuanto a buscarle un esposo entre los nobles, no me interesa en absoluto. ¡Silencio! Aquí llega nuevamente.” Mientras la mujer servía el vino en dos copas, se escuchó una voz desde afuera, “¡Buen día, maese Martín!” La mujer dijo, “Iré a ver quien es!” La bella mujer regresó, y dijo, “El señor Enrique de Spangenberg quiere saludarlo...” Martín dijo, “¡Qué alegría! Es el mas generoso y noble de mis clientes.”
En pocos minutos, el consejero y Maese
Martín, departían con el viejo hidalgo Spangenberg. “¡Salud!” Enseguida
el vino hizo su efecto. “¡JA, JA, JA!” Spangenberg decía, “…y
recuerdo otra aventura de mis años mozos…” Jacobo Paumgartner olvidaba de momento
la formalidad que le daba su cargo de consejero, diciendo, “¡No lo puedo
creer!” Mas todos guardaron silencio cuando regreso la joven, quien dijo, “Les
ruego acepten ésta cena, un tanto improvisada.” Su padre se levantó, y dándole
un beso en la mejilla le dijo, “¡Eres un ángel maravilloso!” Después de
cenar, los tres alzaron sus copas. Spangenberg dijo, “¡Por esa jovencita cautivadora!”
El consejero Jacobo agregó, “¡Ah, maese Martín, ella le traerá mucha fortuna
y honores! Su yerno no puede ser un cualquiera.”
Los tres bebieron sus copas, y Jacobo dijo, “¿Ve usted que tenia razón cuando antes se lo decía? Ya me la imagíno casada con un hombre noble.” Maese Martín dijo, “Queridos señores, ¡Porqué tanto empeño en hablar de algo tan remoto? Rosa no tiene aún los dieciocho años, es demasiado joven para pensar en el matrimonio. ¡Pero, hay un punto que me gustaría dejar muy claro, al respecto! Que sea cual fuere la condición del joven que pretenda a mi hija, ella solo se casará con el que demuestre ser un experto consumado, en el arte de la tonelería…y que la chica se case con quien ella elija.” Spangenberg dijo, “¿Como?” Jacobo agregó, “Así que Rosa debe casarse con un hombre de su propio oficio.” Maese Martín dijo, “¡Dios lo quiere así!” Pero Spangenberg pregunto, “ Y si un joven de otra profesión, o un artista de talento, pidiera la mano de su hija y ella lo amára ¿no lo aceparía?”
Maese contestó firmemente, “Le pediría que me mostrase un tonel hecho por él. Y si no lo pudiera hacer, lo pondría de patitas en la calle.” Pero Spangenberg insistió, y dijo, “Y si él respondiera, ‘No puedo mostrárselo, pero en cambio, vea los planos que diseñe para la construcción de la magnifica casa que está en la plaza.’ ¿Qué hará entonces?” Maese Martín dijo, “Como he dicho antes, mi yerno será tonelero porque considero que mi profesión es la mejo del mundo. Nosotros somos los que hacemos que el vino se convierta en una bebida exquisita. Usamos matemáticas para obtener las proporciones deseadas de un tonel. Mi corazón se ensancha cuando constrúyo una gran pieza, y oigo el clip, clap, clip, clap del martillo de mis ayudantes.”
El viejo hidalgo no se daba por vencido, y dijo, “Y si fuera un patricio el que viniera a pedir la mano de su hija, ¿Que le respondería?” Maese Martín dijo, “Bueno…le diría al ilustre pretendiente, ‘Señor, si fuera usted un buen tonelero, podríamos hablar, pero…’” Spangenberg agregó, “¡Y si algún día viniera un brillante caballero que fuera inmensamente rico, e insistiera en casarse con su chica…” Maese dijo, “Le cerraría las puertas en sus mismas narices. Además, le diría, ‘¡Llame a otra puerta, insolente señor! ¡Viene usted por mi dinero¡¿y encima se quiere llevar a mi hija?”
Finalmente Spangenberg dijo, “Maese Martín, supongamos que el caballero fuera mi hijo, y que yo pidiera la mano de Rosa para él, ¿nos cerraría la puerta, y pensaría que vinimos por sus riquezas?” Maese Martín dijo, “Por nada del mundo, señor. Abriría para ustedes las puertas de mi casa de par en par, y mis bienes serian suyos. En lo tocante a Rosa le diría, ‘No puedo desear mejor yerno, mas dadas las circunstancias…’ ¡Pero, ¿para qué hablar de cosas tan remotas? Mejor brindemos.” Los tres presentaron sus copas, y Maese Martín dijo, “Por la salud de su hijo, que según sé, es el más elegante joven de Nuremberg.” Jacobo dijo, “¡Salud!” Tras beber, Jacobo agregó, “Y olvídense de este asunta tan problemático.”
Sin embargo, Spangenberg dijo, “No creerá, maese Martín, que hablaba en serio…mi hijo se casará con una de su clase. Ya ve que no era necesario que se mostrára tan excitado, al decir que Rosa no habrá de ser para mi hijo.” Maese Martín dijo, “Naturalmente! Yo contesté solo llevado por el hilo de la argumentación. En todo caso, perdone usted mi orgullo, aunque por lo demás, lo encuentro justificado, ¡Salud!”
Los tres bebieron sus copas, y Jacobo dijo, “¿Ve usted que tenia razón cuando antes se lo decía? Ya me la imagíno casada con un hombre noble.” Maese Martín dijo, “Queridos señores, ¡Porqué tanto empeño en hablar de algo tan remoto? Rosa no tiene aún los dieciocho años, es demasiado joven para pensar en el matrimonio. ¡Pero, hay un punto que me gustaría dejar muy claro, al respecto! Que sea cual fuere la condición del joven que pretenda a mi hija, ella solo se casará con el que demuestre ser un experto consumado, en el arte de la tonelería…y que la chica se case con quien ella elija.” Spangenberg dijo, “¿Como?” Jacobo agregó, “Así que Rosa debe casarse con un hombre de su propio oficio.” Maese Martín dijo, “¡Dios lo quiere así!” Pero Spangenberg pregunto, “ Y si un joven de otra profesión, o un artista de talento, pidiera la mano de su hija y ella lo amára ¿no lo aceparía?”
Maese contestó firmemente, “Le pediría que me mostrase un tonel hecho por él. Y si no lo pudiera hacer, lo pondría de patitas en la calle.” Pero Spangenberg insistió, y dijo, “Y si él respondiera, ‘No puedo mostrárselo, pero en cambio, vea los planos que diseñe para la construcción de la magnifica casa que está en la plaza.’ ¿Qué hará entonces?” Maese Martín dijo, “Como he dicho antes, mi yerno será tonelero porque considero que mi profesión es la mejo del mundo. Nosotros somos los que hacemos que el vino se convierta en una bebida exquisita. Usamos matemáticas para obtener las proporciones deseadas de un tonel. Mi corazón se ensancha cuando constrúyo una gran pieza, y oigo el clip, clap, clip, clap del martillo de mis ayudantes.”
El viejo hidalgo no se daba por vencido, y dijo, “Y si fuera un patricio el que viniera a pedir la mano de su hija, ¿Que le respondería?” Maese Martín dijo, “Bueno…le diría al ilustre pretendiente, ‘Señor, si fuera usted un buen tonelero, podríamos hablar, pero…’” Spangenberg agregó, “¡Y si algún día viniera un brillante caballero que fuera inmensamente rico, e insistiera en casarse con su chica…” Maese dijo, “Le cerraría las puertas en sus mismas narices. Además, le diría, ‘¡Llame a otra puerta, insolente señor! ¡Viene usted por mi dinero¡¿y encima se quiere llevar a mi hija?”
Finalmente Spangenberg dijo, “Maese Martín, supongamos que el caballero fuera mi hijo, y que yo pidiera la mano de Rosa para él, ¿nos cerraría la puerta, y pensaría que vinimos por sus riquezas?” Maese Martín dijo, “Por nada del mundo, señor. Abriría para ustedes las puertas de mi casa de par en par, y mis bienes serian suyos. En lo tocante a Rosa le diría, ‘No puedo desear mejor yerno, mas dadas las circunstancias…’ ¡Pero, ¿para qué hablar de cosas tan remotas? Mejor brindemos.” Los tres presentaron sus copas, y Maese Martín dijo, “Por la salud de su hijo, que según sé, es el más elegante joven de Nuremberg.” Jacobo dijo, “¡Salud!” Tras beber, Jacobo agregó, “Y olvídense de este asunta tan problemático.”
Sin embargo, Spangenberg dijo, “No creerá, maese Martín, que hablaba en serio…mi hijo se casará con una de su clase. Ya ve que no era necesario que se mostrára tan excitado, al decir que Rosa no habrá de ser para mi hijo.” Maese Martín dijo, “Naturalmente! Yo contesté solo llevado por el hilo de la argumentación. En todo caso, perdone usted mi orgullo, aunque por lo demás, lo encuentro justificado, ¡Salud!”
De ahí en adelante, la atmosfera cambió, a
pesar de los buenos propósitos del consejero, quien dijo, “Este es el mejor
vino que he tomado…” Spangenberg se dispuso a salir de la casa a la que
momentos antes llegára con tanto placer, diciendo, “¡Criados, preparen mi
caballo!” Jacobo se acercó Maese Martín, para que no se sintiera mal, y
maese dijo, “Es mi más antiguo cliente. No sé qué le pudo haber molestado
tanto.” Jacobo le dijo, “Querido amigo, antes de irme, le diré algo. Estoy
seguro que usted es un hombre realmente bueno, y su orgullo es comprensible.
Pero no debe convertirse en vanidad.”
Maese Martín dijo, “¿Cómo?” Jacobo explicó, “Esta mañana, usted se colocó por encima de los demás compañeros. Todos sabemos que es el mejor, pero ¿Para qué provocar la indignación y el desagrado? Y ahora, ¿porqué rechazar a Spangenberg, un hombre poderoso, dando casi a entender que lo guía el afán del dinero? Nada le costaba el haber contestado que en caso de que se presentára semejante oportunidad, cambiaría su resoluciones, para aceptar como esposo de Rosa a su hijo. Así, el señor Spangenberg hubiera olvidado sus argumentos, y usted no se hubiera comprometido.” Maese Martín dijo, “Tal vez me equivoqué, pero él me forzó, al insistir con tanto empeño a sus supuestos." El consejero Jacobo siguió, "Además, ¿Por qué querer casar a Rosa con un tonelero? Deje que ella elija a quien más le convenga.”
Maese Martín dijo, “Por favor, siéntese, mientras nos tomamos otra copa, le diré la verdadera razón de mi insistencia.” Ambos se sentaron, y Maese Martín dijo, “Usted sabe, mi querido amigo, que mi esposa murió pocos días después del nacimiento de Rosa.” Jacobo dijo, “¡Aja!” Maese continuó, “Vivía en ese entonces con nosotros la abuela; una anciana ciega, sorda, y paralítica, siempre postrada. Un día, milagrosamente poco después del bautizo, extendió los brazos, y con una sonrisa, la anciana pidió a la áma que le diera a la niña. Hacia tiempo que no se movía, sin embargo cargó a la niña, diciendo, ‘Rosa, mi querida niña.’ Y con voz clara y brillante, comenzó a cantar, ‘♪ Escucha tu destino, dulce niña:♫ ¡Ojalá no conozcas los sufrimientos de la miseria!♪ ¡No te dejes llevar por deseos vanos!♫ ¡Se te dará una vasija brillante de la que saldrán destellos. Abraza dulcemente a quien te la de. La vasija te dará con abundancia riquezas, honra, y felicidad.♪’ La abuela dejó de cantar, y a los pocos segundos murió.” Jacobo guardó un tiempo de silencio, y dijo, “En ésta historia tan rara, no veo la profecía que Rosa tenga que casarse con un tonelero.”
Maese se levantó, y dijo, “¡Pues no hay nada mas claro! La profecía de la abuela es simple. Quien le entrégue una vasija brillante, no puede ser sino un tonelero. Y al nombrar los raudales de luz, se refiere al vino que fermenta. Eso es obvio, no cabe otra interpretación.” Jacobo dijo, “Usted interpreta las cosas a su gusto, maese Martín. Le aconséjo que deje que Rosa elija.” Maese Martín dijo, dando un golpe en la mesa, “¡Y yo digo que mi yerno será un experto tonelero!” El consejero estuvo a punto de encolerizarse, dejo pasar unos segundos y se tranquilizó, y dijo, “Es tarde y con su permiso me retiro.”
Maese Martín le dijo, “Le acompáño hasta la puerta.” Cuando los tres salieron, notaron que afuera de la casa, había una mujer con un niño en brazos, y otros dos niños a su lado. Rosa dijo, “¡Dios mío! Valentín murió. Aquí vienen su mujer y sus hijos.” Maese Martín dijo, “¡Qué desgracia! Era el más hábil de mis oficiales; se hirió mientras trabajaba. Se le infectó la herida, y seguramente la gangrena lo llevó a la muerte.” Y así era en efecto. Maese continuó, diciendo a la señora, “Valentín estuvo a mi servicio, y no la abandonaré en su pena, buena mujer. Desde hoy se instalarán frente a mi taller. Mañana enterraremos a su esposo, y prometo educar a sus hijos como si fueran míos. Acépte mi decisión.” El consejero no pudo contener la emoción, y dijo, “Maestro, es usted un hombre excepcional. No hay forma de enfadarse con usted.”
Maese Martín dijo, “¿Cómo?” Jacobo explicó, “Esta mañana, usted se colocó por encima de los demás compañeros. Todos sabemos que es el mejor, pero ¿Para qué provocar la indignación y el desagrado? Y ahora, ¿porqué rechazar a Spangenberg, un hombre poderoso, dando casi a entender que lo guía el afán del dinero? Nada le costaba el haber contestado que en caso de que se presentára semejante oportunidad, cambiaría su resoluciones, para aceptar como esposo de Rosa a su hijo. Así, el señor Spangenberg hubiera olvidado sus argumentos, y usted no se hubiera comprometido.” Maese Martín dijo, “Tal vez me equivoqué, pero él me forzó, al insistir con tanto empeño a sus supuestos." El consejero Jacobo siguió, "Además, ¿Por qué querer casar a Rosa con un tonelero? Deje que ella elija a quien más le convenga.”
Maese Martín dijo, “Por favor, siéntese, mientras nos tomamos otra copa, le diré la verdadera razón de mi insistencia.” Ambos se sentaron, y Maese Martín dijo, “Usted sabe, mi querido amigo, que mi esposa murió pocos días después del nacimiento de Rosa.” Jacobo dijo, “¡Aja!” Maese continuó, “Vivía en ese entonces con nosotros la abuela; una anciana ciega, sorda, y paralítica, siempre postrada. Un día, milagrosamente poco después del bautizo, extendió los brazos, y con una sonrisa, la anciana pidió a la áma que le diera a la niña. Hacia tiempo que no se movía, sin embargo cargó a la niña, diciendo, ‘Rosa, mi querida niña.’ Y con voz clara y brillante, comenzó a cantar, ‘♪ Escucha tu destino, dulce niña:♫ ¡Ojalá no conozcas los sufrimientos de la miseria!♪ ¡No te dejes llevar por deseos vanos!♫ ¡Se te dará una vasija brillante de la que saldrán destellos. Abraza dulcemente a quien te la de. La vasija te dará con abundancia riquezas, honra, y felicidad.♪’ La abuela dejó de cantar, y a los pocos segundos murió.” Jacobo guardó un tiempo de silencio, y dijo, “En ésta historia tan rara, no veo la profecía que Rosa tenga que casarse con un tonelero.”
Maese se levantó, y dijo, “¡Pues no hay nada mas claro! La profecía de la abuela es simple. Quien le entrégue una vasija brillante, no puede ser sino un tonelero. Y al nombrar los raudales de luz, se refiere al vino que fermenta. Eso es obvio, no cabe otra interpretación.” Jacobo dijo, “Usted interpreta las cosas a su gusto, maese Martín. Le aconséjo que deje que Rosa elija.” Maese Martín dijo, dando un golpe en la mesa, “¡Y yo digo que mi yerno será un experto tonelero!” El consejero estuvo a punto de encolerizarse, dejo pasar unos segundos y se tranquilizó, y dijo, “Es tarde y con su permiso me retiro.”
Maese Martín le dijo, “Le acompáño hasta la puerta.” Cuando los tres salieron, notaron que afuera de la casa, había una mujer con un niño en brazos, y otros dos niños a su lado. Rosa dijo, “¡Dios mío! Valentín murió. Aquí vienen su mujer y sus hijos.” Maese Martín dijo, “¡Qué desgracia! Era el más hábil de mis oficiales; se hirió mientras trabajaba. Se le infectó la herida, y seguramente la gangrena lo llevó a la muerte.” Y así era en efecto. Maese continuó, diciendo a la señora, “Valentín estuvo a mi servicio, y no la abandonaré en su pena, buena mujer. Desde hoy se instalarán frente a mi taller. Mañana enterraremos a su esposo, y prometo educar a sus hijos como si fueran míos. Acépte mi decisión.” El consejero no pudo contener la emoción, y dijo, “Maestro, es usted un hombre excepcional. No hay forma de enfadarse con usted.”
En tanto, a unos kilómetros de la ciudad
de Nuremberg, un joven descansaba, diciendo, “A ti vuelvo, mi querida patria.
Mi pecho salta de gozo, pues me acerco a la Rosa de mis amores.” Enseguida
sacó un trozo de cera y empezó a modelarlo. Otro joven se acercó, y dijo, “¡Amigo, es
muy hermoso lo que estas modelando!” El joven, quien se llamaba Federico, dijo, “Es una nadería. Lo
hice solo para entretenerme.” El otro joven, quien se llamaba Reinhold, dijo, “Si esto es una nadería,
debes de ser un joven de mucho talento. Además, te escuche cantar y lo haces
bien. Dime, ¿A dónde vas?” Federico contestó, “A Nuremberg, mi
patria. Pero como ya anochéce, dormiré en la aldea más cercana, y mañana
partiré a primera hora.” El joven Reinhold dijo, “Siendo así, podríamos ir
juntos. Mi nombre es Reinhold y también
voy a Nuremberg. Si gustas buscamos juntos alojamiento.” Reinhold se sentó
en la maleza, y dijo, “¿Eres orfebre o escultor?” El muchacho dijo, “Me
llámo Federico, y no soy artista, soy
tonelero. Ahora voy a Nuremberg a trabajar en el taller de un afamado maestro.”
Reinhold le dijo, “¡Yo también soy tonelero!” Federico le dijo, “Mas
bien pareces un comerciante próspero.” Reinhold le dijo, “Mira mi
delantal de tonelero. Lo que sucede es que vengo de Estrasburgo, y allá los
artesanos de visten como nobles.”
Ambos se pusieron de pie, y se alistaron para partir, y continuar su camino. Reinhold dijo, “Al escucharte cantar, pensé que tu cánto era de amor.” Federico dijo, “Me inspiras confianza, y me parece que vamos a ser buenos amigos. Desde pequeño, soñé con ser artista, y cuando pude, trabajé con el famoso platero, Juan Holzschner.” Ambos caminaban rumbo a la aldea, Federico continuó, “Maese Martín, el tonelero, iba con frecuencia a la casa de mi maestro, acompañado de su hija. Y sin darme cuenta, me enamoré de ella profundamente. Marché a Augsburgo, pero no podían vivir sin pensar en Rosa. Me enteré de que Maese Martín solo aceptaría como yerno a un experto tonelero, y aquí estoy, hecho un experto tonelero. Espero que Maese Martín me acepte como oficial, pero mi duda es si Rosa me llegará a amar algún día.” Reinhold le dijo, “¿Ella te dio alguna vez pruebas de amor?” Federico le dijo, “¡Nunca! Pero siempre me trataba con dulzura.” Reinhold dijo, “Entonces no se ha perdido para ti la esperanza.” Enseguida, Federico notó un cambio de tono en la voz de Reinhold, y le dijo, “¿Qué te ocurre?” Reinhold tomó el laúd y dijo, “Nada, compañero…mejor vayamos a la aldea mientras toco el laúd.” Y cantando siguieron el camino a la aldea.
Ambos se pusieron de pie, y se alistaron para partir, y continuar su camino. Reinhold dijo, “Al escucharte cantar, pensé que tu cánto era de amor.” Federico dijo, “Me inspiras confianza, y me parece que vamos a ser buenos amigos. Desde pequeño, soñé con ser artista, y cuando pude, trabajé con el famoso platero, Juan Holzschner.” Ambos caminaban rumbo a la aldea, Federico continuó, “Maese Martín, el tonelero, iba con frecuencia a la casa de mi maestro, acompañado de su hija. Y sin darme cuenta, me enamoré de ella profundamente. Marché a Augsburgo, pero no podían vivir sin pensar en Rosa. Me enteré de que Maese Martín solo aceptaría como yerno a un experto tonelero, y aquí estoy, hecho un experto tonelero. Espero que Maese Martín me acepte como oficial, pero mi duda es si Rosa me llegará a amar algún día.” Reinhold le dijo, “¿Ella te dio alguna vez pruebas de amor?” Federico le dijo, “¡Nunca! Pero siempre me trataba con dulzura.” Reinhold dijo, “Entonces no se ha perdido para ti la esperanza.” Enseguida, Federico notó un cambio de tono en la voz de Reinhold, y le dijo, “¿Qué te ocurre?” Reinhold tomó el laúd y dijo, “Nada, compañero…mejor vayamos a la aldea mientras toco el laúd.” Y cantando siguieron el camino a la aldea.
Al otro día, ambos caminantes, se
levantaron para seguir su travesía, con nuevas galas y nuevos bríos. Ya en el
camino, Reinhold dijo a Federico, “¿Vestido así parezco tu compañero?” Federico
le dijo, “Así, sí.” Reinhold le dijo, “Disculpa mi extraño
comportamiento de ayer…de repente me sentí desconsolado, pero ahora estoy
feliz.” Ambos se sentaron a descansar en una banca. Reinhold dijo, “Pienso
que podríamos llegar a ser grandes amigos…” Federico agregó, “Además vamos
a trabajar en el mismo oficio.” Federico hizo una pausa, y agregó, “Y en
el caso de que tú resultáras más diestro en el oficio, yo no me molestaría.”
Reinhold dijo, “Yo te puedo asesorar sobre cálculo de medidas y no temeré a
tu competencia.” Federico dijo, “Pero, ¿Porqué hablamos de rivalidad?¿No
me digas que vamos a competir también por Rosa?” Reinhold dijo, “¿Pero
quién habla de la chica? Mejor sigamos nuestro camino.” Mas adelante, al
llegar a Nuremberg, Reinhold dijo, “No sé a casa de que maestro dirigirme
para pedir trabajo.” Federico se detuvo y dijo, “¡Vayamos los dos al
taller de maese Martín! Quizá nos de trabajo a los dos.” Reinhold dijo, “¡Buena
idea!”
Los jóvenes llegaron el día de la celebración
del banquete de Maese Martín, quien dijo al recibirlos, “¿Eres tú, mi buen
Federico?¿Ya aprendiste la noble profesión de tonelero?” Federico dijo, “¡Sí,
señor!” Maese Martín los invitó a pasar, y dijo, “¡Muy bien, hijo!
Aunque el viejo loco, Holzschner, asegura que tú has nacido para modelar imágenes.”
Enseguida, Federico dijo, “Él es Reinhold, y también conoce el oficio.” Reinhold
dijo, “Sí, señor, y necesito trabajo.” Maese Martín dijo, “Pues están contratados
porque llueven los encargos, y escasean los operarios. Adelante, adelante.”
Maese Martín los condújo al salón, y al abrir la puerta del salón, dijo, “El
banquete casi llega a su fin, pero Rosa los atenderá como se merecen.” Rosa
se acercó, y Maese Martín dijo, “Hija, atiende a éstos jóvenes que también desempeñan
nuestro oficio.”
Mientras ambos jóvenes cenaban, dialogaban
con Rosa. La diferencia de caracteres entre ambos jóvenes, era evidente. Reinhold
decía, “…y así recorrí todas las ciudades.” Enseguida, Reinhold dijo, “Porqué
tan callado, Federico? ¡Ea! Bebamos por la salud de Rosa.” Federico se
levantó, tomó su copa de vino, y dijo, “¡Salud por quien nos hospeda tan generosamente!”
Momentos después, Federico dijo, “¡Dios míos, qué feliz me siento! Rosa,
¿Sería atrevimiento de mi parte preguntar si te has acordado una vez de mí?” Rosa
le dijo, “¿Cómo podría haberme olvidado de ti, si siempre jugaste conmigo
cuando era pequeña?” Federico se levantó, se acercó a Rosa, y exclamó, “¡Oh,
mi querida Rosa!” Rosa dijo, “Siempre esperé impaciente tu regréso. Me
extraña que te hayas hecho tonelero, siendo un excelente artista.” Federico
le dijo, “¡Lo hice por ti!” Inmediatamente se arrepintió de su audacia.
Rosa dijo, “Me parece que Maese Vollrad va a cantar.” Mientras maese Vollrad se presentaba, Rosa dijo, “¡Qué lindo canta!” Después de varias canciones, maese Vollrad dijo, “Ahora invíto a pasar al frente a quien guste cantar.” A continuación, fue el turno de Reinhold, “♪¿Dónde está la fuentecilla del vino exquisito?♫ En las sombras de un tonel.♪ De ahí salen raudales de oro.♫” Los aplausos no se hicieron esperar. A todos gustó la canción, pero a nadie tanto como a maese Martín, quien exclamaba, “¡Bravo!¡Bravo!” Cuando la fiesta terminó, los invitados comenzaron a retirarse y despedirse. “¡Buenas noches, maese Martín!” “¡Ha sido una gran fiesta!” Enseguida, Maese Martín, se dirigió a Reinhold y Federico, y les dijo, “Y ustedes vayan a la alcoba de la casa que se les asignó.”
Rosa dijo, “Me parece que Maese Vollrad va a cantar.” Mientras maese Vollrad se presentaba, Rosa dijo, “¡Qué lindo canta!” Después de varias canciones, maese Vollrad dijo, “Ahora invíto a pasar al frente a quien guste cantar.” A continuación, fue el turno de Reinhold, “♪¿Dónde está la fuentecilla del vino exquisito?♫ En las sombras de un tonel.♪ De ahí salen raudales de oro.♫” Los aplausos no se hicieron esperar. A todos gustó la canción, pero a nadie tanto como a maese Martín, quien exclamaba, “¡Bravo!¡Bravo!” Cuando la fiesta terminó, los invitados comenzaron a retirarse y despedirse. “¡Buenas noches, maese Martín!” “¡Ha sido una gran fiesta!” Enseguida, Maese Martín, se dirigió a Reinhold y Federico, y les dijo, “Y ustedes vayan a la alcoba de la casa que se les asignó.”
Algunas semanas mas tarde, Reinhold y Federico
trabajaban juntos en la elaboración de un gran tonel. Maese Martín, pensó al
verlos, “Son buenos chicos. Reinhold es bueno para las medidas, y a Federico,
nadie lo iguala con el mazo…siempre cantando.” Los jóvenes trabajaban
alegremente, en especial cuando Rosa visitaba el taller. Un buen día, maese
Martín se dirigió a los jóvenes, y les dijo, “Estoy muy satisfecho con su
trabajo, pero estoy preocupado. He sabido que éste año, la vendimia será excelente.
Según un astrologo, las vides de la comarca darán cien veces mas que cada año…los encargos se incrementarán. De entrada, el obispo de Bamberg, el mas fino catador
de vinos de Alemania, me ha encargado un tonel gigantesco.” De repente,
Maese Martín dijo, “Necesito otro oficial, experto y activo como ustedes, pero…”
En ese momento, un joven se acercó, y entró al taller, diciendo, en voz alta, “¡Hola!
¿Es éste el taller de Maese Martín?” Maese Martín dijo, “¿Por qué tanto
escándalo?” El joven rió, Y dijo, “¡Ja, Ja, Ja! Es usted tal cual me lo
describieron.” Maese Martín dijo, “¿Qué se le ofrece?”
El joven dijo, “Soy tonelero, y busco trabajo. Los papeles no los traigo conmigo, pero se los traeré después.” Maese Martín aceptó. Y sin esperar más, el joven dijo, “¿Qué es lo primero que hay que hacer?” Maese Martín lo dirigió a un tonel gigantesco, y le dijo, “Veremos…pule con la doladera los aros de éste barril.” Maese Martín pensó, “Es hábil y rápido, además, me recuerda a alguien conocido.” Una vez que terminó la asignación, el joven dijo, “¿Duda todavía, Maese Martín, de que soy un experto oficial?” Enseguida el joven quiso lucirse, y tomó un mazo, y empezó a golpear y doblar unas maderas. Maese Martín dijo, “¡Basta muchacho!¿Quieres acabar con mi taller?” El joven se detuvo, y dijo, “Pensé que necesitaba obreros robustos, pero quizá me sobrepasé. Acépteme y cumpliré en todo.” Maese Martín dijo, “Muy bien…” Enseguida, Reinhold y Federico volvieron a lo suyo, y siguieron cantando, “♪Las flores de mi jardín…♫” El joven dijo, “¿Qué es eso? Parecen ratones chillando. Les demostraré cómo se canta. ♪ALAÉ, ALAÉ♫ALAÉEE…♪”
Enseguida acudieron Rosa y la viuda Marta. Pero cuando el joven vio a Rosa, dijo, “¡Oh, encantadora muchacha! De haber sabido que estabas cerca, no hubiera ofendido tus delicados oídos con mi salvaje canción.” Mientras Maese Martín reía deliciosamente, el joven dijo, “¡Shshsst! Guardemos todos silencio cuando éste ángel esté en el taller, para escuchar su dulce voz.” Mientras Maese Martín reía, dijo, “¡Eres el tipo más raro que haya entrado en mi taller! Ahora tratas a mi hija como una princesa.” El joven dijo, “Conozco a Rosa, y es la criatura mas graciosa y noble sobre la tierra.” Maese Martín dijo, “Bien muchacho, toma a mi hija como una reina, si lo deseas, pero que el trabajo no pare.” En ese momento, Federico le acercó una silla a Rosa para que se sentara. Ella dijo, “¡Gracias!”
El joven dijo, “Soy tonelero, y busco trabajo. Los papeles no los traigo conmigo, pero se los traeré después.” Maese Martín aceptó. Y sin esperar más, el joven dijo, “¿Qué es lo primero que hay que hacer?” Maese Martín lo dirigió a un tonel gigantesco, y le dijo, “Veremos…pule con la doladera los aros de éste barril.” Maese Martín pensó, “Es hábil y rápido, además, me recuerda a alguien conocido.” Una vez que terminó la asignación, el joven dijo, “¿Duda todavía, Maese Martín, de que soy un experto oficial?” Enseguida el joven quiso lucirse, y tomó un mazo, y empezó a golpear y doblar unas maderas. Maese Martín dijo, “¡Basta muchacho!¿Quieres acabar con mi taller?” El joven se detuvo, y dijo, “Pensé que necesitaba obreros robustos, pero quizá me sobrepasé. Acépteme y cumpliré en todo.” Maese Martín dijo, “Muy bien…” Enseguida, Reinhold y Federico volvieron a lo suyo, y siguieron cantando, “♪Las flores de mi jardín…♫” El joven dijo, “¿Qué es eso? Parecen ratones chillando. Les demostraré cómo se canta. ♪ALAÉ, ALAÉ♫ALAÉEE…♪”
Enseguida acudieron Rosa y la viuda Marta. Pero cuando el joven vio a Rosa, dijo, “¡Oh, encantadora muchacha! De haber sabido que estabas cerca, no hubiera ofendido tus delicados oídos con mi salvaje canción.” Mientras Maese Martín reía deliciosamente, el joven dijo, “¡Shshsst! Guardemos todos silencio cuando éste ángel esté en el taller, para escuchar su dulce voz.” Mientras Maese Martín reía, dijo, “¡Eres el tipo más raro que haya entrado en mi taller! Ahora tratas a mi hija como una princesa.” El joven dijo, “Conozco a Rosa, y es la criatura mas graciosa y noble sobre la tierra.” Maese Martín dijo, “Bien muchacho, toma a mi hija como una reina, si lo deseas, pero que el trabajo no pare.” En ese momento, Federico le acercó una silla a Rosa para que se sentara. Ella dijo, “¡Gracias!”
Al final de la jornada, Maese Martín dijo,
“El domingo próximo, los compañeros darán un concierto en la iglesia, y me gustaría
que tomaran parte en él. Conrado no quiere ir.” Cuando llego el domingo, tanto
Reinhold como Federico, presentaron sus canciones, pero quien mereció los
mayores aplausos, fue Federico. Momentos después, Maese Martín dijo, “Demos
un paseo por la pradera de los álamos.” Rosa dijo, “¡Sí, vayamos!”
Al llegar a la pradera, el grupo fue testigo de un torneo de peleas, donde
Conrado participaba. Cuando Conrado terminó victorioso del torneo, dijo en tono
desafiante, “¿Alguien más desea medirse?” Reinhold y Federico guardaron
silencio. Maese Martín dijo, “Acércate, muchacho.” Conrado se arrodilló
frente a Rosa, y dijo, “Como vencí a todos, le ruego a usted me dé, como
premio, el adorno de flores que porta.” Rosa le dijo, “Tome, noble
caballero, de parte de la dama de sus sueños. ¡Ja, Ja, Ja!” Maese Martín
dijo, “¡Basta ya de tonterías!” De ésta manera terminó el día.
Al otro día, Rosa pensaba, “Ayer fue un
día único.” Rosa comentó a la señora Marta los pormenores del día anterior.
“…y hasta aquí llega la historia.” La señora Marta le dijo, “¡Ay
Rosa! Pronto tendrás que elegir entre tres galanes.” Rosa dijo, “¡Por
Dios!¿Has dicho tres galanes?” Marta le dijo, “Sí, ya debiste haberte dado
cuenta, que los tres están enamorados de ti.” Rosa dijo, “No diga eso,
señora Marta.” La señora Marta dijo, “Me he dado cuenta cómo te ven Reinhold
y Federico cuando vas al taller. ¡Y con qué modales tan finos te trata Conrado!
¡Y los tres son tan guapos! Si me preguntas mi opinión, prefiero a Federico. Es noble, sencillo...y se sonrojas cuando le hablas.” Rosa dijo, “Me gusta Federico, es cierto, ¿Pero no merece Reinhold la misma atención?” Marta dijo, “¡Reinhold es el más guapo! Reinhold se me hace un tanto afectado, como...demasiado elegante para ser tonelero.” Rosa dijo, “¿Y Conrado?” Marta dijo, “Lo veo como una mezcla de carácter honrado y violento, pero es buen muchacho.” Rosa dijo, “No estoy de acuerdo con lo que dijo de Reinhold... Me dice cosas tan lindas y es sincero.” Marta dijo, “¡Ah, picaruela! Con que prefieres a Reinhold, no es mi favorito, pero, en fin.” Rosa dijo, “¡Señora Marta, por favor! Dejemos estas cosas y que sea el tiempo el que decida.”
Un día, Maese Martín llegó al taller, mientras Federico trabajaba, y le dijo, “¿Qué es esto?¡Insensato, has echado a perder ésta maravillosa madera de roble!” Federico se alteró, y dijo, aventando el mazo, “¡No pienso seguir trabajando aquí! En éste oficio que elegí, solo por amor a Rosa...” Tras una pausa, y un silencio, Federico agregó, “Yo soy artista ante todo, y vuelvo con mi digno maestro, Juan Holzschner.” Maese Martín, dijo, “¡Todos son unos impostores!¡Me han engañado vilmente, fuera de aquí!” Maese Martín se retiró a su sillón, y pensó, “¡Confiaba tanto en Reinhold, y en Federico!” Un día, Maese Martín recibió dos gratas visitas. Eran Jacobo, el consejero, y Juan Holzschner. Jacobo le dijo “Federico es un buen muchacho, un gran artista, y merece la mano de su hija. Él está sufriendo mucho.” Juan Holzschner dijo “Por eso vinimos a abogar por él.”
Maese Martín recapacitó y dijo, “Amigos míos, han defendido con interés al joven, que me considero obligado a perdonarle. En cuanto a mi hija...” Juan Holzschner, dijo, “Si no lo acepta como yerno, se irá a un país lejano...” Enseguida, Juan mostró una copa de oro, y mostrándosela a Rosa, le dijo, “Él te la envía como recuerdo de despedida.” Rosa dijo, “¡Qué hermosa copa!” Maese Martín tomó la copa y dijo, “El trabajo es excelente, si el joven la vende...” Enseguida Maese se dirigió a Rosa, y le dijo, "Rosa, ¿Amas a Federico?" Ella le dijo, "No lo puedo negar. Lo quiero más que a mi vida." Maese Martín dijo, "¿Acaso no se realiza en ésta copa, la predicción de la abuela?...señores, doy mi consentimiento para el matrimonio." Federico se hizo presente, y dijo, "¡Oh, querido maestro! Volveré al arte, pero antes terminaré el gran tonel..." Maese Martín, dijo complacido, "¡Muy bien, hijo! En ti se ha cumplido la predicción."
Se llegó el día de la boda, y mientras Rosa se preparaba, una pareja llegó a caballo. Maese Martín salio, y dijo, "¡Adelante, mi amigo Enrique Spangenberg!" Aún lado, en otro caballo venían un hombre y una mujer atrás. Maese Martín dijo, "¡Cielo Santo!¡Es Conrado!" Conrado dijo, "El mismo, soy Conrado y pido perdón a mi maestro por haberlo ofendido tanto." Maese Martín dijo, "Eso está olvidado, joven. Hoy es un día especial para mi, y estoy feliz. Por favor, pasen a casa." Cuando Conrado entró, saludó a Rosa, y le dijo, "Permíteme, querida Rosa, participar en tu felicidad, y espero me perdones los furiosos arrebatos de otros tiempos."
Enseguida, Enrique Spangenberg dijo, "Este es mi hijo Conrado, y ella su prometida. Como verán, se parece a Rosa...¿Recuerda cuando le pregunté si lo aceptaría como yerno? Lo hice porque mi hijo estaba muy enamorado de su hija, y para estar cerca de ella, se colocó en su taller como oficial. El problema que tuvo con usted, le curó sus fantasías, y gracias a ello, encontró a esta noble heredera, quien también se llama Rosa." Maese Martín dijo, "¡Y es idéntica a mi Rosa!"
Juan Spangenberg dijo, "Amigo, cada uno de nosotros, tenemos un doble en algún lugar del mundo." Enseguida, la compañera de Conrado dijo a Rosa, "Toma el adorno que diste a Conrado como premio, y que guardó con mucho amor hasta que me conoció. Noble dama, sé que Conrado te conoció antes que a mi, y solo mi nombre y mis rasgos llamaron su atención. Era tu recuerdo lo que buscaba en mi, y no te guardo por ello ningún rencor." En ese momento salió Federico, y , poco despues, llegó Reinhold. Entonces Federico dijo, "¡Reinhold!¡Mi querido Reinhold!" Ambos se abrazaron, y Reinhold dijo, "Sabía que todo se arreglaría a la medida de tus deseos."
La profecía se había cumplido para la hermosa Rosa, y el noble Federico. El feliz tonelero de Nuremberg, levantó la radiante copa que irradiaría su enigmática luz. Maese Martín dijo, "¡Que mi hija y mi yerno sean muy felices!"
Tomado de, Novelas Inmortales, Año XV, No. 728. Octubre 30 de 1991. Guión: Jose Luis de los Santos. Adaptación: C.M. Lozada.
Mientras tanto en el taller, Maese Martín veía a sus tres oficiales trabajar en el gran tonel, y decía, “Esto es lo que se llama una hermosa obra...el tonel del obispo.” Enseguida, un hombre llegó. Maese Martín dijo, “Maestro Holzschner ¿Qué lo trae por aquí?” Holzschner dijo, “Bueno, vine a saludar a mi antiguo discípulo, además necesito un buen tonel para mi bodega.” Después de ver el gran tonel, casi terminado, Holzschner dijo, “Ése es el que me conviene, ¿Cuánto cuesta?” Pero Maese Martín dijo, “Éste es encargo especial para su ilustrísima, el obispo de Bamberg. Querido maestro, prometo hacerle uno más sencillo que resultará más económico...para después de la vendimia. ¿Le parece?” El viejo orfebre se sintió ofendido, y dijo, “Mire usted, mi dinero vale tanto como el del obispo...ya encontraré otro taller donde haya toneles igual de buenos.”
La cólera invadió de pronto a Maese Martín. Y al ver a Conrado, trabajando en el tonel, pronto encontró en quien descargarla, diciendo, “¡Estúpido!¡Vas a romper esa obra de arte!” Entonces Conrado dio un mazazo al tonel, diciendo, “¿Y qué?¿No lo puedo romper si me da la gana?” Entonces Maese Martín le dio un tablazo en la espalda a Conrado, diciendo, “¡Toma insolente!” Conrado reaccionó dando un mazazo a Maese Martín. Cuando lo tuvo en el suelo, Conrado iba a rematarlo con un mazazo, pero, Holzschner dijo, “¡Oh, no!” Conrado se detuvo, y Holzschner se acercó a ayudar a Maese Martín, y dijo, “¡Qué salvajismo!” Maese Martín intentó incorporarse, diciendo, “¡Destruyó mi gran tonel!”
La cólera invadió de pronto a Maese Martín. Y al ver a Conrado, trabajando en el tonel, pronto encontró en quien descargarla, diciendo, “¡Estúpido!¡Vas a romper esa obra de arte!” Entonces Conrado dio un mazazo al tonel, diciendo, “¿Y qué?¿No lo puedo romper si me da la gana?” Entonces Maese Martín le dio un tablazo en la espalda a Conrado, diciendo, “¡Toma insolente!” Conrado reaccionó dando un mazazo a Maese Martín. Cuando lo tuvo en el suelo, Conrado iba a rematarlo con un mazazo, pero, Holzschner dijo, “¡Oh, no!” Conrado se detuvo, y Holzschner se acercó a ayudar a Maese Martín, y dijo, “¡Qué salvajismo!” Maese Martín intentó incorporarse, diciendo, “¡Destruyó mi gran tonel!”
Por la tarde, Conrado se despidió de sus compañeros de oficio, diciendo, “Amigos, no piensen que soy un miserable asesino. Por favor, despídanme de mi adorada Rosa.” Desde aquel día, tampoco Reinhold apareció por el taller, y el lugar ya no fue el mismo. Entonces, Federico pensó, “Desde que Reinhold no viene, Rosa no se aparece por aquí. Sin duda lo prefiere a él.” Un domingo por la tarde, Federico decidió visitar a su amigo, y se llenó de sorpresa, al entrar a su habitación, y ver una pintura de retrato de Rosa, reclamando, “¡Es Rosa!” Reinhold llegó, y dijo, “¿Qué parece el retrato?”
Federico le dijo, “¡Eres un gran artista!” Tras una pausa, Federico le dijo, “¡Oh, amigo, has logrado inmortalizarla en un lienzo y...ella te prefiere, lo mejor será retirarme!” Pero Reinhold le dijo, “No, no te irás porque las cosas te pueden ser favorables. Ahora ya sabes que soy pintor, y no tonelero. Estudié en Italia. Recorrí toda Alemania, y en Nuremberg, vi a Rosa. Me enamoré perdidamente. ¡Es tan bella! Supe del requisito que exigía Maese Martín para pretender a Rosa, y dejé el arte, al igual que tú. Al llegar, me di cuenta que Rosa no ve veía con indiferencia.” Federico dijo, “Descubrió en ti al artista, y en mí solo ve al tonelero.” Reinhold dijo, “Te diré lo que ocurrió ayer, Le confesé a Rosa mi afecto, y le metí al decir que tenía el consentimiento de su padre. Ella al escucharlo lloró amargamente, y dijo, ‘Me someteré a la voluntad de mi padre.’ Ella no me áma, y triste, vuelvo a mi arte.”
Federico le dijo, “¡Eres un gran artista!” Tras una pausa, Federico le dijo, “¡Oh, amigo, has logrado inmortalizarla en un lienzo y...ella te prefiere, lo mejor será retirarme!” Pero Reinhold le dijo, “No, no te irás porque las cosas te pueden ser favorables. Ahora ya sabes que soy pintor, y no tonelero. Estudié en Italia. Recorrí toda Alemania, y en Nuremberg, vi a Rosa. Me enamoré perdidamente. ¡Es tan bella! Supe del requisito que exigía Maese Martín para pretender a Rosa, y dejé el arte, al igual que tú. Al llegar, me di cuenta que Rosa no ve veía con indiferencia.” Federico dijo, “Descubrió en ti al artista, y en mí solo ve al tonelero.” Reinhold dijo, “Te diré lo que ocurrió ayer, Le confesé a Rosa mi afecto, y le metí al decir que tenía el consentimiento de su padre. Ella al escucharlo lloró amargamente, y dijo, ‘Me someteré a la voluntad de mi padre.’ Ella no me áma, y triste, vuelvo a mi arte.”
Mas tarde, Reinhold se despedía montado en su caballo, diciendo, “¡Adiós, amigo! Nos volveremos a ver. Todo saldrá bien.” Federico le dijo, “¡Adiós, amigo!” Al otro día, Federico trabajaba en la reconstrucción del gran tonel. Entonces, Maese Martín dijo, “Reinhold nos ha dejado, siguiendo el camino de Conrado. Era un gran pintor, y se burló de mí.” Federico detuvo su trabajo para escucharlo. Maese Martín dijo, “Él parecía un hombre honrado, espero que tú sigas fiel al trabajo, y a mí.” Maese Martín agregó, “Si tú solo logras hacer un tonel como el que estamos terminando y...si te ganas el amor de Rosa, serás mi yerno.”
Algunas veces Federico veía a Rosa, pero le decía, “Ya no eres la misma de los días en que estaba Reinhold, amable y encantadora.” Rosa le decía, “¿Tienes algo más que decirme, Federico?” Federico se turbaba, y decía, “No, Na, nada.” Por su parte, Maese Martín, trajo los materiales para hacer un tonel, y le dijo a Federico, “Aquí está el material que necesitas. Puedes empezar desde hoy.” Sin embargo, Federico se aburría y extrañaba el arte. Entonces decidió visitar a su antiguo maestro, y le dijo, “Quisiera hacer una obra de pequeñas dimensiones con el oro que he venido reuniendo.” Su antiguo maestro le dijo, “Cuenta con mi taller.” Federico se entregó con empeño a su obra, olvidándose casi del taller de tonelero.
Algunas veces Federico veía a Rosa, pero le decía, “Ya no eres la misma de los días en que estaba Reinhold, amable y encantadora.” Rosa le decía, “¿Tienes algo más que decirme, Federico?” Federico se turbaba, y decía, “No, Na, nada.” Por su parte, Maese Martín, trajo los materiales para hacer un tonel, y le dijo a Federico, “Aquí está el material que necesitas. Puedes empezar desde hoy.” Sin embargo, Federico se aburría y extrañaba el arte. Entonces decidió visitar a su antiguo maestro, y le dijo, “Quisiera hacer una obra de pequeñas dimensiones con el oro que he venido reuniendo.” Su antiguo maestro le dijo, “Cuenta con mi taller.” Federico se entregó con empeño a su obra, olvidándose casi del taller de tonelero.
Maese Martín recapacitó y dijo, “Amigos míos, han defendido con interés al joven, que me considero obligado a perdonarle. En cuanto a mi hija...” Juan Holzschner, dijo, “Si no lo acepta como yerno, se irá a un país lejano...” Enseguida, Juan mostró una copa de oro, y mostrándosela a Rosa, le dijo, “Él te la envía como recuerdo de despedida.” Rosa dijo, “¡Qué hermosa copa!” Maese Martín tomó la copa y dijo, “El trabajo es excelente, si el joven la vende...” Enseguida Maese se dirigió a Rosa, y le dijo, "Rosa, ¿Amas a Federico?" Ella le dijo, "No lo puedo negar. Lo quiero más que a mi vida." Maese Martín dijo, "¿Acaso no se realiza en ésta copa, la predicción de la abuela?...señores, doy mi consentimiento para el matrimonio." Federico se hizo presente, y dijo, "¡Oh, querido maestro! Volveré al arte, pero antes terminaré el gran tonel..." Maese Martín, dijo complacido, "¡Muy bien, hijo! En ti se ha cumplido la predicción."
Se llegó el día de la boda, y mientras Rosa se preparaba, una pareja llegó a caballo. Maese Martín salio, y dijo, "¡Adelante, mi amigo Enrique Spangenberg!" Aún lado, en otro caballo venían un hombre y una mujer atrás. Maese Martín dijo, "¡Cielo Santo!¡Es Conrado!" Conrado dijo, "El mismo, soy Conrado y pido perdón a mi maestro por haberlo ofendido tanto." Maese Martín dijo, "Eso está olvidado, joven. Hoy es un día especial para mi, y estoy feliz. Por favor, pasen a casa." Cuando Conrado entró, saludó a Rosa, y le dijo, "Permíteme, querida Rosa, participar en tu felicidad, y espero me perdones los furiosos arrebatos de otros tiempos."
Enseguida, Enrique Spangenberg dijo, "Este es mi hijo Conrado, y ella su prometida. Como verán, se parece a Rosa...¿Recuerda cuando le pregunté si lo aceptaría como yerno? Lo hice porque mi hijo estaba muy enamorado de su hija, y para estar cerca de ella, se colocó en su taller como oficial. El problema que tuvo con usted, le curó sus fantasías, y gracias a ello, encontró a esta noble heredera, quien también se llama Rosa." Maese Martín dijo, "¡Y es idéntica a mi Rosa!"
Juan Spangenberg dijo, "Amigo, cada uno de nosotros, tenemos un doble en algún lugar del mundo." Enseguida, la compañera de Conrado dijo a Rosa, "Toma el adorno que diste a Conrado como premio, y que guardó con mucho amor hasta que me conoció. Noble dama, sé que Conrado te conoció antes que a mi, y solo mi nombre y mis rasgos llamaron su atención. Era tu recuerdo lo que buscaba en mi, y no te guardo por ello ningún rencor." En ese momento salió Federico, y , poco despues, llegó Reinhold. Entonces Federico dijo, "¡Reinhold!¡Mi querido Reinhold!" Ambos se abrazaron, y Reinhold dijo, "Sabía que todo se arreglaría a la medida de tus deseos."
La profecía se había cumplido para la hermosa Rosa, y el noble Federico. El feliz tonelero de Nuremberg, levantó la radiante copa que irradiaría su enigmática luz. Maese Martín dijo, "¡Que mi hija y mi yerno sean muy felices!"
Tomado de, Novelas Inmortales, Año XV, No. 728. Octubre 30 de 1991. Guión: Jose Luis de los Santos. Adaptación: C.M. Lozada.
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