Pirandello nació en una familia de clase alta en un pueblo con el curioso nombre de Kaos (Caos), un suburbio pobre de Girgenti (Agrigento, una ciudad en el sur de Sicilia). Su padre, Stefano, pertenecía a una familia rica involucrada en la industria de azufre y su madre, Catalina de Ricci Gramitto, era también de una descendencia de bien hacer, de una familia de la clase burguesa profesional de Agrigento. Ambas familias, los Pirandello y los Gramittos Ricci, fueron feroces anti-Bourbones y participaron activamente en la lucha por la unificación y la democracia ("Il Risorgimento").
Stefano participó en la famosa Expedición de los Mil, posteriormente siguiendo a Garibaldi hasta el final a la Batalla de Aspromonte y Caterina, quien había alcanzado apenas la edad de trece años, se vio obligada a acompañar a su padre a Malta, a donde había sido enviado al exilio por la monarquía borbónica. Sin embargo, la participación abierta en la causa garibaldina y el fuerte sentido de idealismo de aquellos primeros años, se transformaron rápidamente, sobre todo en Caterina, en una decepción irritable y amargada, con la nueva realidad creada por la unificación. Pirandello finalmente asimiló este sentimiento de traición y resentimiento y lo expresó en varios de sus poemas y en su novela, El Viejo y el Joven. También es probable que este clima de desilusión inculcó en el joven Luigi, el sentido de desproporción entre los ideales y la realidad, que es reconocible en su ensayo Sobre Humorismo (L'umorismo).
Pirandello recibió su educación primaria en casa, pero estaba mucho más fascinado por las fábulas y leyendas, en algún lugar entre lo popular y la magia, que su anciana criada, Maria Stella, solía contar a él más que por cualquier cuestión escolar o académica. A la edad de doce años, Pirandello ya había escrito su primera tragedia. Ante la insistencia de su padre, se inscribió en una escuela técnica, pero finalmente cambió al estudio de las humanidades en el Gimnasio, algo que siempre le había atraído.
En 1880, la
familia Pirandello se mudó a Palermo. Fue aquí, en la capital de Sicilia, que
Luigi completó su educación secundaria. Él también comenzó a leer
omnívoramente, centrándose, sobre todo, de los poetas italianos del siglo 19,
como Giosuè Carducci y Graf. A continuación, comenzó a escribir sus primeros
poemas y se enamoró de su prima Lina.
Durante
este periodo, los primeros signos de grave contraste entre Luigi y su padre
también comenzaron a desarrollarse. Luigi había descubierto algunas notas que
revelavan la existencia de relaciones extramaritales de Stefano. Como reacción
a la creciente desconfianza y falta de armonía que Luigi estaba desarrollando
hacia su padre, un hombre de físico robusto y costumbres rudas, el apego a su
madre siguió creciendo hasta el punto de profunda veneración. Esto más tarde se
expresó, después de su muerte, en las conmovedoras páginas de la novela Colloqui con i Personaggi en 1915.
Sus
sentimientos románticos por su prima, inicialmente vistos no con buenos ojos,
de repente se tomaron muy en serio por la familia de Lina. La familia exigió
que Luigi abandonara sus estudios para dedicarse al negocio de azufre de modo
que pudiera casarse con ella inmediatamente. En 1886, durante unas vacaciones
de la escuela, Luigi fue a visitar las minas de azufre de Porto Empedocles y
comenzó a trabajar con su padre. Esta experiencia fue fundamental para él y constituyó
la base de historias como Il Fumo, Ciàula
scopre la Luna ,
así como algunas de las descripciones y de fondo en la novela El Viejo y el Joven. El matrimonio, que
parecía inminente, fue pospuesto.
Pirandello entonces se registró en la Universidad de Palermo
en los departamentos de Derecho y de Letras. El campus de Palermo, y sobre todo
el Departamento de Derecho, era el centro en aquellos años del amplio movimiento
que con el tiempo se convertiría en el Fasci
Siciliani. A pesar que Pirandello
no era un miembro activo de este movimiento, si tenía estrechos lazos de
amistad con sus ideólogos principales: Rosario Garibaldi Bosco, Enrico La Loggia , Giuseppe De Felice
Giuffrida y Francesco De Luca.
En
1887, después de haber elegido finalmente el Departamento de Letras, Pirandello se trasladó a Roma para
continuar sus estudios. Pero el encuentro con la ciudad, centro de la lucha por
la unificación, en la cual las familias de sus padres habían participado con
entusiasmo generoso, fue decepcionante y nada cercano a lo que él esperaba: “Cuando llegué a Roma estaba lloviendo
mucho, era la noche y me sentí como si mi corazón estaba siendo devorado por
una morsa, pero luego me jodi como un hombre en el baño.”
Pirandello, que era un moralista muy sensible, finalmente tuvo la
oportunidad de ver por sí mismo la decadencia irreductible de los supuestos
héroes del Risorgimento en la persona
de su tío Rocco, ahora un canoso y agotado funcionario de la prefectura que le
proporcionó alojamiento temporal en Roma. La "risa desesperada," la
única manifestación de venganza por la decepción a la que fue sometido, inspiró
los versos amargos de su primera colección de poemas, Mal Giocondo (1889). Pero no todo fue negativo; esta primera visita
a Roma, le dio la oportunidad de visitar asiduamente los muchos teatros de la
capital: Il Nazionale, Il Valle, il
Manzoni. “Oh, el teatro dramático! Voy a conquistarlo. No puedo entrar en uno
sin experimentar una extraña sensación, una emoción en la sangre a través de
todas mis venas ...”
Debido
a un conflicto con un profesor de latín, Pindarello
se vio obligado a abandonar la
Universidad de Roma y fue a Bonn con una carta de recomendación
de uno de sus otros profesores. Su estancia en Bonn, que duró dos años, fue apasionada
en cuanto a vida cultural. Leyó a los románticos alemanes, Jean Paul, Tieck,
Chamisso, Heine Heinrich y Goethe. Él comenzó a traducir las Elegías Romanas de Goethe, compuso la Boreali
Elegie a imitación del estilo de las Elegías Romanas, y se puso a meditar sobre el tema del humorismo a
través de las obras de Cecco Angiolieri.
En
marzo de 1891 recibió su doctorado bajo la dirección del profesor Foerster en
Filología Románica, con una tesis sobre el dialecto de Agrigento: Sonidos y la Evolución de los Sonidos
en el Discurso de Craperallis. La estancia en Bonn fue de gran importancia
para el joven escritor, fue allí donde él forjó los lazos con la cultura
alemana que se mantendrían constantes y profundos para el resto de su vida.
Después
de una breve estancia en Sicilia, durante el cual el matrimonio planeado con su
prima fue cancelado, Pindarello regresó
a Roma, donde se convirtió en amigo de un grupo de escritores y periodistas,
tales como Ugo Fleres, Gnoli Tomaso, Ferri Giustino y Luigi Capuana. Fue
Capuana quien lo animó para dedicarse a la escritura narrativa. En 1893
escribió su primera obra importante, Marta
Ajala, que se publicó en 1901 con el título de l'Esclusa. En 1894 publicó su primera colección de cuentos, Amore senza Amori. 1894 fue también el
año de su matrimonio. Siguiendo la sugerencia de su padre se casó con una chica
tímida, retraída de una buena familia de origen Agrigento educada por las
monjas de San Vincenzo: Antonietta Portulano.
Los
primeros años de matrimonio provocado en él un nuevo fervor por sus estudios y
escritos: sus encuentros con sus amigos y los debates sobre el arte continuaron,
más vivaces y estimulantes que nunca, mientras que su vida familiar, a pesar de
la incomprensión completa de su esposa con respecto a la vocación artística de
su marido, procedió relativamente tranquila con el nacimiento de dos hijos
(Stefano y Fausto) y una hija (Lietta). Mientras tanto, Pirandello intensificó sus colaboraciones con directores de
periódicos y otros periodistas en revistas como La
Crítica y La Tavola Rotonda
en donde publicaría, en 1895, la primera parte de la Dialoghi tra Il Gran mí e Il Piccolo Me.
En
1897 aceptó una oferta para enseñar la lengua italiana en el Istituto Superiore di Magistero di Roma,
y en la revista Marzocco publicó
varias páginas más de Il Dialoghi. En
1898, con Italo Falbo y Fleres Ugo, fundó el semanario Ariel en el que publicó la obra de un solo acto L'Epilogo (más tarde cambiado el título
de la obra a La Morsa ) y algunas
novelas (La Scelta ). Los finales del siglo 19 y principios
del 20 fueron un período de productividad extrema de Pirandello. En 1900, publicó en la revista Marzocco algunas de las más célebradas de sus novelas (Lumie di Sicilia, La Paura del Sonno ...) y,
en 1901, la colección de poemas Zampogna.
En 1902 la primera serie de Beffe della
Morte e della Vita salió. Ese mismo año vio la publicación de su segunda
novela, Il Turno.
El
año 1903 fue fundamental para la vida de Pirandello.
La inundación de las minas de azufre de Aragón, en la que su padre Stefano
había invertido, no sólo una enorme cantidad de su propio capital sino también
la dote de Antonietta, precipitó el colapso de la familia. Antonietta, después
de abrir y leer la carta que anunciaba la catástrofe, entró en un estado
semi-catatónico y se sometió a un shock psicológico donde su equilibrio mental
quedó profundamente e irremediablemente agitado.
Pirandello, quien había albergado inicialmente pensamientos de
suicidio, intento remediar la situación lo mejor que pudo, aumentando el número
de sus lecciones en italiano y alemán. Además, Pirandello pidió una compensación en las revistas las que había regalado sus escritos y
colaboraciones. Sin embargo, en revista La
Antología Nueva , dirigida
por G. Cena, por su parte, la novela de Pirandello
que había estado escribiendo, mientras se daba esta situación horrible (mirando
a su mujer mentalmente enferma en la noche después de un día entero dedicado al
trabajo) comenzó a aparecer en episodios. El título era Il fu Mattia Pascal.
Esta novela contiene muchos elementos
autobiográficos que han sido fantásticamente re-elaborados. Fue un éxito
inmediato y rotundo. Traducido al alemán en 1905, esta novela abrió el camino a
la notoriedad y la fama que le permitió a Pirandello publicar para los editores
más importantes, como Treves, con el que publicó, en 1906, otra colección de
novelas cortas, Erma Bifronte. En 1908
publicó un volumen de ensayos titulados Arte
e Scienza y el importante ensayo L'umorismo
en donde se inició el debate legendario con Benedetto Croce que continuaría
con el aumento de la amargura y el veneno de ambos lados durante muchos años.
En
1909 la primera parte de la novela, I Vecchi e I Giovani fue publicada en episodios.
Esta novela narra la historia del fracaso y la represión de los Fasci Siciliani en el período de
1893-94. Cuando la novela apareció en 1913, Pirandello envió una copia de la misma a sus padres por su
quincuagésimo aniversario de bodas junto con una dedicatoria que decía que "sus nombres, Stefano y Caterina, viven
heroicamente". Sin embargo, mientras la madre es transfigurada en la
novela en la figura de otro mundo de Caterina Laurentano, el padre,
representado por el marido de Caterina, Stefano Auriti, sólo aparece en las
memorias y recuerdos, ya que, como se observó agudamente por Leonardo Sciascia,
“él murió censurado en un sentido
freudiano por su hijo que, en el fondo de su alma, es su enemigo.” También
en 1909, Pirandello comenzó su
colaboración con el prestigioso diario Corriere
della Sera, en la que publica las novelas Mondo di Carta (Mundo de
Papel), La Giara , y, en 1910, Non è Una Cosa Seria y Pensaci,
Giacomino! (Piénsalo, Giacomino!)
En este punto la fama de Pirandello como escritor fue cada vez mayor. Su vida
privada, sin embargo, fue envenenada por la sospecha y los celos obsesivos de
Antonietta, que comenzó a tornarse violenta físicamente.
En
1911, mientras que la publicación de novelas y relatos cortos continuó, Pirandello terminó su cuarta novela, Suo Marito, republicada póstumamente
(1941), totalmente revisada y en los primeros cuatro capítulos, con el título Giustino Roncella nato Boggiòlo. Durante
su vida, el autor nunca volvió a publicar esta novela, por razones de
discreción. Dentro de esta novela, hay referencias implícitas a la escritora
Grazia Deledda. Pero la obra que absorbió la mayor parte de sus energías en
este momento era la colección de cuentos, La
Venganza de Cane,
Quando il S'E capito Giuoco, Il treno ha
fischiato, Filo d'aria y Berecche e la guerra. Se publicaron todos de
1913-1914 y son todos los que ahora se consideran clásicos de la literatura
italiana.
Dado
que Italia entró en la
Primera Guerra Mundial, el hijo de Pirandello, Stefano, se ofreció como voluntario para los servicios
y fue hecho prisionero por los austriacos. En 1916, el actor Angelo Musco recitó
con éxito la comedia en tres actos que el escritor había extraído de la novela Pensaci, Giacomino! y la comedia
pastoral Liolà.
En
1917, la colección de novelas cortas, E Domani
Lunedì (Y Mañana, lunes ...) fueron
publicadas, pero el año estuvo marcado principalmente por importantes
representaciones teatrales: Così è (se vi
pare) (Tienes razón (si te parece))
, i ciancianeddi Il y A cu birrita 'dell'onestà Piacere (El Placer De La honestidad). Un año más
tarde, Non è Una Cosa Seria (Pero No es Nada Grave) y Gioco delle parti Il (El juego de Roles) fueron ambos producidos
en el escenario. Mientras tanto, con el fin de la guerra, el hijo de Pirandello, Stefano, volvió a casa.
En
1919, a Pirandello
no le quedó otra alternativa que tener a su mujer internada en un asilo. La
separación de su esposa, hacia quien, a pesar de los celos mórbidos y las
alucinaciones, siguió sintiendo una atracción muy fuerte, causó un gran
sufrimiento de Pirandello quien, aun
en fecha tan tardía como 1924, creía que todavía podía cuidar adecuadamente de
ella en casa. Antonietta, sin embargo, no podría abandonar el asilo, que era a
la vez su prisión y su protección contra el resurgimiento de los fantasmas de
su mente abrumada, que la hicieron ser la enemiga apasionada de un hombre, cuyo
mundo era profundamente ajeno e irremediablemente distante de ella.
1920
fue el año de las comedias, tales como Por
Tutto Bene, Come Prima Facie Meglio Di, y La
Morli Signora. En 1921, la Compagnia di Dario Niccomedi escenificó, en el
Valle di Roma, la obra, Sei Personaggi en
Cerca d'Autore, Seis Personajes en
Busca de Autor. Fue un fracaso estrepitoso. El público se dividió entre
partidarios y adversarios, los últimos de los cuales gritaron: "¡Asilo, asilo!" El autor, que
estuvo presente en la representación de su hija Lietta, se vio obligado a
correr casi literalmente fuera del teatro a través de una salida lateral para
evitar a la multitud de enemigos. El mismo drama, sin embargo, fue un gran
éxito cuando se presentó en Milán. En 1922 y nuevamente en Milan, Enrico IV fue representada por primera
vez y fue aclamada universalmente como un éxito. La fama de Pirandello, en este punto, había pasado
las fronteras de Italia, el Personaggi
Sei se llevó a cabo en Inglés en Londres y en Nueva York.
En
1925, Pirandello, con la ayuda de
Mussolini, asumió la dirección artística y la propiedad del Teatro d'Arte di Roma, fundada por el Gruppo degli Undici. Él declaró
públicamente que era "... un
fascista porque soy italiano". Por su devoción a Mussolini, la revista
satírica Il Becco Giallo solía llamarlo
him P. Randello (randello significa club,
italiano). Algunos círculos académicos argumentan que su relación con Mussolini
fue un movimiento de su carrera calculado, dándole a su teatro publicidad y subsidios.
Su obra de teatro, Los Gigantes de la Montaña , se ha
interpretado como evidencia de su constatación de que los fascistas eran
hostiles a la cultura y, sin embargo, durante una aparición más tarde en Nueva
York, Pirandello distribuyó un
comunicado anunciando su apoyo a la anexión italiana de Abisinia. Incluso más
tarde, dio su medalla de Preimo Nobel al gobierno fascista que la fundió para
Campaña de Abisinia. En cualquier caso, su apoyo a Mussolini le trajo fama
internacional y una gira mundial, presentando su trabajo en Londres, París,
Viena, Praga, Budapest, Alemania, Argentina y Brasil.
Expresó
públicamente su creencia apolítica, diciendo: "Yo soy apolítico, sólo soy un hombre en el mundo ..." Él
tenía continuos conflictos con los líderes fascistas famosos. En 1927 rompió su
carnet de socio fascista en pedazos delante de la aturdida secretario general
del partido fascista. Por el resto de su vida, Pirandello estubo siempre bajo la estrecha vigilancia de la policía
secreta fascista, la OVRA.
El
arte de Pirandello surge de un clima
de profunda decepción histórica y cultural. La herida causada por la traición
de Il Risorgimento nunca se curó
definitivamente en el alma del escritor. Pirandello
agregó a un difuso sentimiento de desilusión en Italia a finales del siglo
19, un desdén sureño, por la política de la nueva Italia unificada con respecto
a los problemas del sur. Pirandello
adaptó el título de un discurso de F. Brunetière, Banqueroute de Science para describir la actitud que él sentía
hacia Il Risorgimento: La Bancarotta del Patriottismo (La
Bancarrota de Patriotismo).
Esta es la frase que utilizó en su novela
I Vecchi ei Giovani (El Viejo y el Joven)
(1909-1913), una "populosa y
extremadamente amarga," novela que parece indicar un alto brusco en la
búsqueda del autor en la conciencia individual que había comenzado en Il Fu Mattia Pascal (El Difúnto Mattia Pascal).
En I Vecchi e I Giovani, Pirandello traza un vasto fresco
histórico, que se inscribe dentro de toda una tradición del sur de Italia de la
escritura, comenzando con el Vicerè
de Roberto. La novela, ambientada en Sicilia durante el período de la Fasci
Siciliani , delinea el "fracaso
... de los ntres mitos" (del Risorgimento, de la unidad, del
socialismo), reemplazándolos con un vacío
"sin esperanza ... sin posibilidad de la redención." Pero a pesar
de las conexiones bien documentadas y evidentes a un panorama preciso de la crisis,
hay una clara impresión de que la discordancia de Pirandello con la realidad era pre-existente. El profundo
descontento y malestar general, las razones de la infelicidad yacen dentro de
él, como es siempre el caso, al igual que tal descontento yace "en cada persona de naturaleza
introspectiva, está en cada persona de un carácter poético." Según
Eugenio Montale, con respecto a lo anterior, Pirandello se refería a sí mismo.
Por otro lado, es probable que sea precisamente ese desacuerdo con la realidad,
lo que constituye la verdadera riqueza de artista que, a causa de su
incapacidad de adaptación, debe abandonar los caminos trillados para recorrer
caminos nuevos y diferentes u olvidados.
Animados
por una furiosa necesidad de despejar todas las certezas falsas, Pirandello
desmonta sin piedad cada punto ficticio de referencia. Este inicial, y resuelto
epojé abre horizontes de desconcertante inquietud. La realidad es vista como
sin orden y contradictoria e inalcanzable. Evade cualquier intento de
clasificación y viola sistemáticamente el nexo obligatorio de causa y efecto
que, incluso aún cuando parece ahogar en una inquebrantable concatenación la
más mínima chispa de la libertad, nos permite conocer, predecir y por lo tanto
dominar.
Ya
en la primera novela de Pirandello, L'Esclusa, parece claro que nada es
predecible, por el contrario, cualquier cosa y todo puede suceder. No hay
anclaje seguro o hechos objetivos que pueden ser correlacionados con los
juicios y comportamientos. ¿Qué es un hecho para Pirandello? Sólo una simple concha
vacía que se puede rellenar con un significado mutable según el momento y el
sentimiento predominante. Un irrelevante grano de arena puede asumir la aplastante
consistencia de una avalancha que abruma. Esto es lo que pasa con Marta Ajala,
la protagonista de l'Esclusa, quien, siendo
sorprendida por su marido en el acto horrible de leer una carta de un amante,
es arrojada fuera de la casa a pesar de que no ha hecho nada malo. Pero ella
será aceptada y tomada de nuevo, y aquí radica la genialidad humorística, esto
sucede sólo después de que ella ha cometido realmente el hecho por el que fue
acusada injustamente al principio.
La
oscura voluntad que domina en gran medida en la primera novela, sale a la luz
en Il Turno (1902), la segunda novela
de Pirandello. Aquí se manifiesta a
si mismo como el accidente irracional, descuidado y malévolo, que se desvía al
subvertir todos los planes humanos o programas para el futuro. Las expectativas
de Marcantonio Ravi no son ciertamente ilusiones quiméricas, sino que
representan la proyección normal en el futuro de lo que ha ocurrido muchas veces
antes y que es de suponer, va a suceder de nuevo.
Su
atractiva hija Stellina, piensa que el sabio Marcantonio, la sacrificara a ella
por un corto tiempo al casarse con el viejo pero rico don Diego, que, según
todas las predicciones del sentido común, va a morir muy pronto. Stellina
entonces será inmensamente rica y podrá casarse con su verdadero amor, Pepe
Alletto. ¿No es el plan perfecto de Marcantonio? Pero, como todo el mundo sabe,
a veces las cosas no salen según lo planeado y, en este caso, Don Diego, a
pesar de un ataque de neumonía, encuentra la fuerza para sobrevivir. Sin
embargo, el abogado Ciro Coppa, quien después de la anulación del odioso primer
matrimonio llega a ser el segundo marido de Stellina muere de repente y de
forma inesperada. Tal vez ahora finalmente será el turno de Pepe. Pero, ¿quién
puede estar seguro?
La
realidad es, en el más profundo nivel, incognoscible. Una ley secreta maneja el
gran espectáculo y, a menudo diseños caprichosos de circunvoluciones y desconcertantes
coincidencias, no son ciertamente explicables a la luz de una visión
determinista del universo. En este confuso laberinto el hombre se pregunta a sí
mismo sobre sí mismo, pero realiza el descubrimiento aterrador de la
incertidumbre de su identidad. La oscuridad de la realidad externa encuentra de
esta manera, en una especie de misticismo irónico y de cabeza, una correlación
en el interior oscuro que pone en crisis la estabilidad misma del ser.
Volvier
los ojos de uno, hacia la conciencia de uno mismo significa ver con horror la
amenaza de la desintegración, de desagregación del Yo. En 1900, Pirandello ya
había leído el breve ensayo de Alfred Binet, Les Alteraciones de la Personnalité (1892) sobre las alteraciones
de la personalidad. Citó varios extractos de su artículo Scienza e Critica Estetica. Las observaciones experimentales de
Binet habían al parecer científicamente demostrado la extrema mutabilidad de la
personalidad: un conjunto de elementos psíquicos en coordinación temporal, que
puede derrumbarse fácilmente, dando lugar a distintas personalidades igualmente
equipadas con voluntad e inteligencia, que cohabitan en el mismo individuo.
Pirandello comparte la opinión de que el yo no es unitario. Lo
que parecía un núcleo irreductible y monolítico se multiplica como en un
prisma, el yo exterior no tiene la misma cara que el yo secreto, es sólo una
máscara que el hombre inconscientemente asume con el fin de adaptarse al
contexto social en el que encuentra a sí mismo, cada uno de una manera
diferente, en un juego de perspectivas móviles.
Obligado
sólo por un sentido interior de necesidad, amueblado con diferentes
instrumentos y con el objetivo de otras perspectivas, Pirandello se aventura por propia iniciativa, hacia un territorio
que más tarde se terminan en el psicoanálisis freudiano y la psicología
analítica de Carl Jung. Jung publicó su obra El Yo y el Inconsciente en 1928. En este trabajo, Pirandello intenta investigar
científicamente la relación entre el individuo y la psique colectiva, entre el
ser que aparece y el ser profundo. Jung llamó al ser que aparece una persona diciendo que "... el término es realmente apropiado
porque originalmente persona era la máscara que usaban los actores y también se
indica la parte que él representaba". El personaje es "lo que se presenta," una
fachada tras la que se esconde el verdadero individuo o ser.
Es
difícil no ser sorprendido e impresionado por la sabiduría de Pirandello, quien había estado
empleando estos conceptos en su arte a partir de su primera novela. Pero dentro
del género de las novelas, fue con Mattia
Pascal que Pirandello que
inauguró la serie de personajes a quien él asignaría a la ardua tarea de buscar
su propia autenticidad en este sentido heideggeriano. Pero en el vacío dejado
por su presunta muerte, de hecho, Mattia rápidamente reconstruye otra persona
que, sólo en apariencia es diferente de la primera, en realidad representa su grotesco
doble. El viaje de Mattia, sin ningún destino preciso o utilidad práctica,
puede asemejarse a la versión moderna del gran tema romántico de la vagancia.
Pero Mattia no tiene nada en común con el
alegre bueno para nada de Joseph von Eichendorff, quien con el único
acompañamiento de su violín abandona el hogar paterno y abre los ojos ingenuos
al transitorio espectáculo del mundo. Y él también no tiene nada de Knulp, el
más moderno vagabundo de Hermann Hesse y otros personajes de este género. Él no
es un hombre inocente o ingenuo, libre de todas las constricciones de la
sociedad. Sus viajes no son felices, pero están llenos de los olores acres de
las vías del tren y las estaciones y son un conjunto obsesivo y poco concluyente
de los movimientos que al final lo llevarán de vuelta fatalmente al punto de
partida.
La
disociación de Mattia del universo burgués basado en el dinero y la ganancia sólo,
se manifiesta vengativamente en el ejercicio de su virilidad con Oliva la hermosa,
la esposa del ávido administrador, Batta Malagna, quien había sustraído
previamente de él, todas las pertenencias de Mattia. Oliva se embaraza y a
través de un juego sutil de las sustracciones y adiciones grotescas todo el
mundo es finalmente recompensado.
Este
no es el eros de Klein, el protagonista de la novela corta de Hesse, Klein y Wagner, publicada en 1920, la
cual ofrece analogías sorprendentes con Mattia Pascal. Klein, un pequeño y
miserable burócrata, exactamente igual a Mattia, huye horrorizado de su propia
personalidad exterior en busca de su ser más profundo. En el camino, se
encuentra con la bailarina Teresina y experimenta la franca fascinación sexual
de los cabellos rubios, de los gestos en confianza y agudos, de las medias
apretadas en sus piernas suaves y largas. Un tímido reservado, por otra parte,
mantiene a Mattia (y su autor) lejos de la poderosa fuerza, perturbadora de
Eros que se transforma en una dulce atracción enfermiza, con olor a polvos de
talco, por la exangüe Adriana, sorprendida con su camisón en la casa de
Paleari.
Pirandello es un autor que no se deja tomar por sorpresa en los
territorios del inconsciente, su arte no es un escape en las sombras ni
representa un plano de conflicto directo con los fantasmas interiores del
hombre. Sus escritos, aunque perfectamente en línea con gran parte del arte de
finales del siglo 19 y principios del siglo 20, nunca se ahoga en desagregación
pero lúcidamente transcrito. La atmósfera onírica y alucinatoria de las pinturas
de O. Redon o de los diseños de A. Kubin son completamente ajeno a la
sensibilidad de Pirandello.
En Pirandello,
el inconsciente no tiene dos aspectos, uno positivo y uno negativo, uno que
puede destruir y que puede salvar. El elixir del diablo nunca puede llegar a
ser el néctar de los dioses. Es por eso que el claro escrutinio de los
monólogos interiores de tantos personajes (Mattia Pascal, Vitangelo Moscarda,
Enrico IV, etc.) se convierten en una pura corriente
pura de la conciencia como en el Ulysses
de Joyce, sino que se mueve dentro de los límites de una conciencia,
humorísticamente recompuesta sólo para registrar, de manera desconcertante pero
también de manera grandemente lúcida, a través de la narración, su propia
derrota. El mordaz y doloroso escrito asume de esta manera la responsabilidad
de representar el único hilo común de una precaria y comprometida identidad.
El
compromiso de Pirandello como
narrador y dramaturgo gira en torno a la imposibilidad de la liberación. Y, a
veces, la estructura narrativa y dramática en sí hace, hincapié en la quemante derrota,
volviendo a conectar los puntos de partida con los puntos finales, en una especie
de trágico carrusel. El carácter casi siempre ejemplifica o lúcidamente
denuncia su derrota. En una Sicilia, que fue permeada por crueles prejuicios
con olor a agua bendita transformada en un cenicero, personajes anti-heroicos, "poveri christi," traza el
gráfica de la soledad y de la alienación. El autor les sigue en el enredado caos
con esa "compasión implacable,"
que representa la riqueza ingrata de su visión humorística en la que se mezclan
el dolor y la risa, la participación y el desapego.
La
novela Suo Marito (1911) señala un
momento especialmente importante en la producción narrativa de Pirandello. La protagonista, Silvia
Roncella, es un escritora. Con ella, Pirandello intenta investigar los procesos
de creación artística y las relaciones entre el arte y la vida. El artista para
Pirandello, lo que está muy cerca de
Schopenhauer, se aleja completamente de las relaciones normales entre las cosas
y de los impulsos de su personalidad individual (principium individuationis) con el fin de captar la esencia más
allá de la existencia. Silvia es un verdadero artista. En ella, la actividad
creadora está dictada exclusivamente por una "necesidad,"natural.
Contrapuesta a ella esta, su esposo
Giustino, que trata miles de diferentes vías con el fin de asegurar que el arte
de su esposa reciba un reconocimiento concreto (¡económico, por supuesto, económico!).
Es él quien pasa su tiempo charlando con los actores mientras ponen en escena
dramas de su esposa, él es el que sugiere, quien estimula, quien establece
relaciones con los críticos y periodistas. Sin él, tal vez nadie sabría de su
esposa y de sus cualidades artísticas. Este menudo hombre es descrito por Pirandello con gran vivacidad en una
niebla de lástima y desprecio. Giustino es simplemente hecho de esa manera. Él
tiene que doblar todo, incluso las más altas cosas, a la dimensión de la
utilidad. Silvia es lo contrario absolutamente, ella es la voz de la supremamente
desinteresada creación artística y experimenta momentos de pura contemplación,
cuando se olvida, se convierte en "el
ojo límpido del mundo".
La
agrupación, deliberadamente no amalgamada, de lo antiguo y lo nuevo, de
tormentos lúcidos de la razón y de los deseos desesperados de lugares inmemoriales
de descanso, representa la cifrada característica de este sorprendente autor
que ciertamente no atenúa los contrastes y contradicciones.
La
novela Quaderni di Serafino Gubbio Operatore
(1925) nos introduce en el mundo del cine, un mundo con el que Pirandello tenía una relación
contradictoria y problemática. Aunque estuvo fascinado por ella, la condenó
como una degeneración mecánica de la actividad creadora del artista. Con el personaje
de Serafino Gubbio, operador de cine, Pirandello
reflexiona sobre el papel cada vez más invasor de la ciencia y la tecnología.
La inseguridad del hombre moderno, la multiplicación de perspectivas, la falta
de un punto único de referencia se deben, en su opinión, a la falta de una cultura
positivista para responder a las necesidades y preguntas últimas del hombre. La
ciencia ha corrompido los ingenuos márgenes de la religión y se fracturado la
perspectiva antropocéntrica, la fuente de la seguridad para el hombre en el
pasado. El hombre; la medida del universo, el libre forjador de su propio
destino, que pudo hacer que Pico della Mirandola exclamara con orgullo:
“¡Qué cosa tan divina es
el hombre!" Ahora
es sólo un "pequeño gusano",
con la conciencia de ser tal. Y es sin duda el más infeliz de las criaturas. El
“animal” de hecho, sólo sabe lo que le es necesario para vivir, el hombre tiene
en sí algo "superfluo", porque él propone a sí mismo "el tormento de ciertos problemas
destinados a permanecer sin resolver en este mundo," como Stefano
señala con lucidez. De ahí la superioridad del hombre sobre los demás animales,
porque Pirandello, siguiendo las
huellas de Leopardi en el Operette Morali
y el "sublime" Canto Notturno, se siente abrumado por
pesadas preguntas sin respuesta.
En
estos tiempos dominados por la tecnología, sin embargo, el
"superfluos" del hombre puede ser ofrecidos, en una especie de
éxtasis irónico y de cabeza, a un inanimado y cruel Moloch, como le ocurre a
Serafino que alcanza el estado perfecto de la indiferencia, adaptando a si
mismo por completo, los mecanismos imperiosos de la cámara y llegando a ser, al
final de la novela, totalmente mudos, enterrados en un aséptico “ silencio de las cosas".
En
esta extraña geografía de naufragios, un solo personaje, el muy lúcido
Vitangelo Moscarda, protagonista de la última novela de Pirandello, Uno, Nessuno e Centomila, se acerca a
una autenticidad sufrida. Después de la dislocación humorística inicial del personaje (todo el mundo a su alrededor ha formado por si mismo una persona
"Vitangelo," pero él va a
fracturar malévolamente estas inconsistentes máscaras), y con la complicidad de
un espejo, trata de sorprender a la cara interior de su verdadero yo. Pero el
espejo no ofrece ninguna garantía de conocimiento, y el resultado es más que
una duplicación tragicómica. En páginas dominadas por aguda tensión, Pirandello diseña el drama cómico de lo
improbable del conocimiento de un yo interior que, como Prometeo, cambia
continuamente y elude todo intento de ser comprendido.
La
alienación de uno mismo experimentada por Italo Svevo a través de los diversos "accidentes" de la existencia
en su irónico libro, Zeno di Coscienza
se convierte aquí en una inmersión vertiginosa en la búsqueda del profundo yo.
Más allá de las deformantes estratificaciones exteriores que, al igual que las
máscaras expresionistas de George Grosz o Dix Otto, rigidizar pero no expresan,
el yo, privado de un núcleo, está totalmente perdido y aquí no existe si no
como transformación y mutabilidad. Pirandello,
en esta novela, se hace eco del punto de vista de David Hume, del yo como un
conjunto de sensaciones transitorias. El monólogo interior de Vitangelo
acompaña las fases de su búsqueda y su descubrimiento con un comentario
interior, muy moderno en estilo, sorprendentemente dúctil en el tono y en el
registro expresivo.
Vitangelo,
después de haber llevado a la crisis el yo sin vacilar hasta sus consecuencias
extremas, en las páginas finales se enfoca en la liberación. Él abandona todo
vínculo con la realidad. El camino hacia la autenticidad debe pasar por el
itinerario de la renuncia y de la soledad. Finalmente liberado, Vitangelo se siente
en todos los sentidos fuera de sí mismo. Es una experiencia que um místico
conoce bien. Como Meister Eckhart lo expresó así: "En el momento en que soy esto o aquello, no soy nada ni tengo
nada. Desconectate tu mismo, de manera que ya no eres, ni tienen, esto o
aquello, y entonces estarás en todas partes ... cuando tú no es ni esto ni
aquello, eres todo."
Vitangelo,
no "accidentalmente," sino
con un acto de voluntad renaciente, reduce el yo a la sensación de sentir su
propia existencia en las cosas que le rodean. El yo que permanece es el
profundo yo en perpetua transformación, donde no existen barreras más entre
interior y exterior: “Este árbol, que
respiro sacudiendo las hojas nuevas. Yo soy ese árbol. Árbol, nube, el libro de
mañana o el viento, el libro que he leído, el viento que bebo. Todos lo
exterior, caprichoso.”
La Tía Mimma
de Luigi Pirandello
Una noche de enero en un
pueblo de Sicilia, una mujer sufría los dolores del embarazo. La señora de la
casa decía, “Tía Mimma, ¡Por fin llegó!
Desde hace dos horas la pobre Antonia empezó con los dolores y cada vez son mas
fuertes.” La tía Mimma explicó, “Tuve
que atender a la mujer de Pietro Massarini. Fue una niña…” La tia Mimma
empezó a trabajar y la mujer no acababa de sufrir los dolores. La tía Mimma
decía, “Vamos, debes ser fuerte y no
olvidar lo que dijo nuestro Señor: 'Parirás con dolor.' En cada madre los
dolores redimen ante Dios el pecado original.” Poco después, fuera de la
habitación, la hermana de la paciente hablaba con el futuro papá, diciendo, “No
te angusties Enrico; ella saldrá bien. La tía Mimma esta a cargo de todo.”
Enrico preocupado dijo, “Mi pobre
Antonia. Está sufriendo mucho.” La
hermana de Antonia dijo, “Es el precio que
pagamos las mujeres por un hijo.” Enrico dijo, “Si usted estuviera adentro de la habitación me sentiría más tranquilo.
Por favor, vaya a ver qué sucede.” La señora dijo, “No, la tía Mimma me dijo que saliera. Igual hizo con mi madre cuando
nació Antonia. No le permitió estar en el cuarto.” Cuando escucharon la voz
de un niño llorar, Enrico dijo, “¡Ya
nació!” Momentos mas tarde, la tía Mimma cargaba al recién nacido en sus
brazos, diciendo, “Bien. Aquí está este
hermoso niño, fuerte y robusto como pocos de los que he traído al mundo.”
Enrico dijo, “Mi hijo…¡Soy el padre de
esta criatura!” La tía Mimma dijo, “Antonia
esta muy cansada. No fue un parto fácil. Hay que dejarla dormir. Cuando se
despierte, ya saben: que tóme caldo de gallina.” Enrico dijo, “Lo que usted diga, tía Mimma.” Cuando
entraron a la habitación la tía Mimma dio el niño a Antonia. Entonces la señora
dijo, “Está muy pálida. Apenas puede
abrir los ojos.” La tía Mimma dijo, “Se
repondrá pronto. Así son todas las primerizas. Bueno, me voy. Estoy cansada.
Hoy he traído tres niños al mundo.”
Debido a su profesión en el
pueblo, la persona más respetada, considerada y admirada era la tía Mimma. Una
mañana, un trabajador madrugador del pueblo, vio pasar a la Tía Mimma y le dijo, “Buenos días tía Mimma,” ella le dijo, “Buenos los tenga usted don Emilio.”
Enseguida tía Mimma encontró a Rosa, y le dijo, “¿Qué tal Rosa? ¿Cómo están los traviesillos de tus hijos?” Rosa
dijo, “Muy bien, creciendo sanos y
fuertes. El pequeño Mario estuvo con catarro pero ya se encuentra
perfectamente.” Tía Mimma dijo, “Me
alegra saberlo. Todos son como mis hijos y por todos me preocupo siempre.”
Rosa dijo, “Bien lo sabemos. ¡Ay, qué habría
sido de nosotras sin usted!” Tía Mimma dijo, “Pueden estar tranquilas que aún pienso vivir muchos años.” Rosa le
dijo, “Pues yo creo que nuevamente la voy
a necesitar.” Tía Mimma preguntó, “¿No
me dirás qué…?” Rosa dijo, “Sí…no
imagine que tan pronto pero…” Tía Mimma dijo, “Bueno, no te preocupes. Saldrás con bien, para eso estoy aquí.”
Rosa dijo, “Gracias Tía Mimma.” Tía
Mimma continuó, “Ahora voy a visitar a
Roberta Casserini; anoche tuvo una linda niña.” Rosa le dijo, “Me alegro. Después de dos varones, Roberta
deseaba una mujercita.”
En tanto, en una calle
cercana, dos hermanitos y dos niñas conversaban, “Luigi, dile a Lucía cuanto pagó papá por mi.” Luigi dijo, “No me acuerdo, pero fue mucho dinero…¡Más
de cien onzas…!” Una de las niñas dijo, “Estas
mintiendo. Nadie puede costar tanto.” Lucía, la otra niña dijo, “Pues, yo si. Mi papá no miente, además, él
tiene suficiente dinero.” El hermanito mayor dijo, “También mis padres pagaron muchas onzas por mi; como soy el mayor,
costé más que mis hermanos.” Una de las niñas dijo, “No lo creo, si los niños fueran tan caros, los padres no tendrían mas
que uno o dos, y ustedes son ocho hermanos.” Lucía dijo, “Lo que pasa es que tu acabas de llegar a
este pueblo. Quizá en donde vivías son más baratos.” Luigi dijo, “Es que estamos muy lejos de Palermo, que es
de donde traen a los bebes.” Una de las niñas dijo, “¿Hay que ir a buscarlos a Palermo? No les creo.” Luigi dijo, “Allá viene la tía Mimma. Pregúntale a ella;
ya veremos si después continúas dudando.”
Los niños corrieron hacia la
anciana. Entonces, uno de los niños dijo, “Tía
Mimma, Lucía dice que no venimos de Palermo y que los niños no cuestan tan
caros como nos han contado.” Tía Mimma dijo, “No debes hablar así, pues soy yo quien va a comprar a los niños.” Lucía
dijo, “¡Usted!” Tía Mimma dijo, “Yo he ido por todos los niños de este
pueblo y también por sus padres…” Lucía dijo, “¿Y va a Palermo?” Tía Mimma dijo, “Exactamente. Allí elijo al que me han encargado. A veces un niño,
otras veces una niña…” Tía Mimma continuó la explicación “Uno se marcha de noche, y al otro día, los
papás ya tienen a su hijo.” Lucia dijo, “Palermo
esta muy lejos. No se puede ir y venir en una noche y volver. Lo sé porque una
vez mi papá tuvo que ir y el viaje les tomó tres días.” Luigi dijo, “La Tía
Mimma va y regresa en una noche. Lo ha hecho cientos de
veces, ¿Verdad Tía Mimma?” Tía Mimma dijo, “Sí, durante mas de treinta años ya he perdido la cuenta.” Pero
Lucias preguntó, “Y, ¿En qué vehículo,
que sea más rápido que el tren, viaja?” Tía Mimma explicó, “Voy en una carroza de marfil, tirada por
dos caballos blancos, sin cascabeles.” Lucía preguntó, “¿Por qué sin cascabeles?” Tía Mimma dijo, “Para no hacer ruido.” Lucía
dijo, “Y, ¿Tiene que ir en la noche?¿No
le da miedo las oscuridad?” Tía Mimma respondió, “No, las estrellas y la luna alumbran lo suficiente para no perderse en
el camino.”
Los pequeños miraban a la
Tía Mimma como si se tratara de un ser
maravilloso. Lucía dijo, “¿A mí también
me habrán comprado en Palermo?” Tía Mimma dijo, “Seguramente porque eres muy inteligente y bonita…adiós, niños…” Mientras
la vieron partir, Flavia preguntó, “¿Será
una hada, la tía Mimma?” Luigi dijo, “Yo
creo que si…le pregunté a mi mamá y dijo que no lo sabe, pero que es verdad que
va a Palermo a buscar niños.” Luigi preguntó, “¿Dónde guardará las carroza y los caballos?” su hermanito le dijo, “No puede ser en su casa, tiene un patio
muy pequeño. Allí no cabrían.” Flavia dijo, “La semana pasada mi mamá amaneció sintiéndose mal. En la tarde la fue
a visitar la Tía Mimma. Y
esa tarde mis padres compraron a mi hermano. La
Tía Mimma lo fue a buscar a Palermo.”
Lucía preguntó, “¿Y no viste cuando llegó
la carroza?” Flavia dijo, “No, porque
como mi madre se sentía enferma me llevaron con mi abuela. Al día siguiente
cuando volvía mi casa, mi hermano ya estaba ahí.” Luigi le dijo, “A mi me sucedió lo mismo cuando nació mi
hermano. Una mañana mi padre decidió llevarme a la casa de mi tío. Una semana
después, al regresar, encontré a Gino. La tía Mimma aprovechó un viaje a
Palermo y lo trajo.” Lucía dijo, “Yo
tengo cinco hermanos. No creo que mis padres compren otro. Mi papá no es rico.”
Mientras los niños
permanecían en su mundo de fantasía creado por la tía Mimma, una mujer del
pueblo embarazada dialogaba con la tía Mimma, “Ya me siento muy cansada. Ojalá éste bebé llegue hoy.” La tía Mimma le dijo, “Ya le he dicho que aún falta para el alumbramiento, por lo menos una
semana. Tenga paciencia…” La mujer le dijo, “¡Ay tía Mimma, qué sería de éste pueblo sin usted! No hay duda que ha
dedicado su vida a un oficio muy hermoso, pero también muy sacrificado. A veces
debe pasar noches enteras en vela; pues no solo tiene que atender a una de
nosotras, sino a dos y hasta tres.” La tía Mimma dijo, “Eso no me importa…la verdad esto de traer niños al mundo, es a veces
bastante triste. Cuando el bebé llega a casa de señores adinerados, es una felicidad
para los padres y también para el pequeño. Pero cuando llega a casa de un
pobre, se me rompe el corazón…y son tantos los que recibo en esas condiciones.”
La mujer le dijo, “La entiendo tía Mimma.
En los 35 años que lleva trabajando, en el pueblo todas las madres hemos
requerido de sus servicios.” La tía Mimma le dijo, “Y así seguirá siendo. Sólo he ayudado a nacer a lo niños de aquí y lo
haré hasta el día de mi muerte.” La mujer le dijo, “Tía Mimma, no hable de muerte. En nadie confiaríamos como en usted. .
Si faltara, creo que nadie querría ya tener hijos.”
Así estaban las cosas hasta
que una mañana un hermano y una hermana se abrazaban en la estación de
ferrocarril. El hermano le decía, “¡Hermana,
qué alegría verte! Me parecía que este día no iba a llegar nunca.” Ella le
dijo, “A mi también, pero ya ves, aquí
estoy y me quedaré a tu lado.” Poco después ambos llegaban a una casa. Al
entrar, la hermana dijo, “La casa es tal
como me a imaginaba, Guido, ¡Me encanta!” Guido, su hermano, dijo, “Me alegro. La compré pensando en tí.”
Ella le dijo, “Hermano, no tengo con qué
agradecerte todo lo que has hecho por mi. Desde que murieron nuestros padres,
me has protegido y cuidado. Gracias a ti pude estudiar y obtener un título en
la universidad. Ahora ya no seré una carga.” Guido dijo, “No vuelvas a decir eso. La mayor
satisfacción en mi vida ha sido darte una educación completa.” Ella le
dijo, “Guido, no hay otro hermano mejor
que tu en el mundo. Se que puedes mantenerme, pero deseo trabajar.” Guido
le dijo, “Si quieres hacerlo, no seré yo
quien se oponga…pero es preciso que sepas algo…sentémonos y te lo diré…”
Ambos se sentaron en un sofá
de la sala. Guido continuó, “En el año
que llevo aquí, me he dado cuenta de que la gente es un poco…digamos, apegada a
sus costumbres.” Ella le dijo, “Eso
es natural, si así sucede en las ciudades, con mayor razón en los pueblos.”
Guido le dijo, “Pues, en este caso, te
perjudica. Por lo que he visto y escuchado, no va a ser fácil que te acepten.” Ella
dijo, “¿Por qué? Aquí vive una mujer a la que todos llaman Tía Mimma, que es la que trae
al mundo a todos los niños de este pueblo desde hace 35 años.” Ella dijo, “Si es así, debe ser alguien mayor y no le
vendrá mal una ayuda.” Guido dijo, “No
creo que le agrade la idea. La
Tía Mima es considerada alguien muy especial en el pueblo,
casi la veneran.” Ella dijo, “Es
lógico y eso no me importa. No es mi intención quitarle su lugar, pero las
pacientes podrán decidir con quién prefiere atenderse. Además, después de 35
años, debe estar cansada, y quizá, desea retirarse. Como no había quién la
supliera, no podía hacerlo. Pero ahora he llegado yo, con mi flamante título
universitario. Fui unas de las mejores alumnas. Adoro mi profesión. Es tan
maravilloso ver nacer a un niño, sentirlo llorar por primera vez. Te aseguro
que estoy deseosa de empezar a trabajar.” Guido dijo, “Quizá lo mejor será que hables con el médico, es un hombre muy amable.
Él podría indicarte la mejor forma de abrirte paso.” Ella le dijo, “Es una buena idea, seguramente como médico
me apoyará.” Guido dijo, “Espero que
así sea, Elvira. Yo mismo te acompañaré para presentártelo.” Ella le dijo, “Gracias, hermano. Ya verás cómo muy pronto
me habré hecho de una buena clientela.” Guido dijo, “Todo está en que sepas ganarte la confianza de las mujeres. Debes
actuar con mucha cautela. Esto es muy diferente a Turín.”
Al día siguiente, los
hermanos hicieron la visita al médico del pueblo, quien los recibió diciendo, “Me da gusto que se quede en este pueblo,
señorita. Y la felicito por su titulo, ¿Piensa usted ejercer su profesión?”
Ella dijo, “Así es doctor.” El doctor
dijo, “Ya le habrá contado su hermano que
aquí tenemos una partera que atiende desde hace 35 años.” Ella dijo, “Así es. Pero no creo que eso sea problema.
También me ha dicho que es una mujer mayor, y por lo tanto quizá ya desea
retirarse.” El doctor le dijo, “No la
tía Mimma. Además, todos los habitantes de aquí confían en ella como en sus
ojos. Trajo al mundo a los que ahora son padres y madres. Los hombres la
respetan; las mujeres la quieren; los niños la miran como a un ser
sobrenatural.” Ella dijo, “¡Para los
niños es un ser sobrenatural!¿Por qué?” El doctor dijo, “Pues la tía Mimma ha creado toda una
leyenda acerca de la llegada de los bebés. Un verdadero cuento de hadas.”
Cuando el doctor terminó de
contar la historias de la carroza de marfil, los caballos blancos y los viajes
Palermo, agregó, “Las madres están
encantadas, pues es una forma fácil de responder, a veces las inoportunas
preguntas de los pequeños.” La doctora le dijo, “Comprendo. Quizá yo no sepa inventar esas historias, pero les daré una
atención esperada. Doctor no es mi intención quitar la clientela a la tía
Mimma, pero sí trabajar.” El doctor dijo, “Lo entiendo. Tendrá que ganarse la confianza de las familias…es usted
muy joven…” Ella dijo, “Pero no por
eso menos competente. Estuve seis meses en el hospital de Turín y el jefe
médico me felicitó por mi desempeño.” El doctor dijo, “Estoy seguro de que es usted muy capaz. En lo personal,, me alegro de
que alguien con su preparación se quede entre nosotros. Si por mí fuer, tendría
usted trabajo ahora mismo. Pero es poco lo que puedo hacer. La gente no es
fácil de convencer. La tía Mimma lleva demasiados años como partera. Nadie dejaría
de llamarla en el momento del alumbramiento.” La doctora dijo, “Doctor, no es mi intención quitar la
clientela a la tía Mimma, pero si trabajar.” El doctor dijo, “La entiendo, tendrá que ganarse la
confianza de las familias…es usted muy joven…” Ella dijo, “Pero no por eso menos competente. Estuve
seis meses en el hospital de Turín y el jefe médico me felicitó por mi
desempeño.” El doctor le dijo, “Estoy
seguro de que es usted muy capaz, en lo personal me alegro de que alguien con
su preparación se quede entre nosotros. Si por mí fuera, tendría usted trabajo
ahora mismo. Pero es poco lo que puedo hacer. La gente no es fácil de
convencer. La tía Mimma lleva demasiados años como partera. Nadie dejaría de
llamarla en el momento del alumbramiento.” Ella dijo, “Doctor solo pido que se me de la oportunidad, y no me daré por vencida
hasta que se me conseguirla.”
Así estaban las cosas en el
tranquilo pueblo, hasta que una mañana tía Mimma llegó a saludar a Ramona. “Bueno días Ramona, ¿Cómo están los niños?”
Ella le dijo, “Muy bien, gracias a
Dios…tía Mimma, ¿No se ha enterado de la noticia?” Tía Mimma dijo, “No, ha sucedido algo especial?” Ella le
dijo, “Bueno, que llegó a vivir al pueblo
la hermana de Gino Mosti, el joven arquitecto que hace un año se instaló aquí.”
Tía Mimma dijo, “¡Ah! Debe ser la joven
con la que me cruce hace poco en la plaza. Camina con aires de reina…y lleva
sombrero. ¡Habrase visto cosa semejante!” Ramona dijo, “La misma. Es una señorita de ciudad, muy bonita, muy arreglada.” Tía
Mimma dijo, “Seguro no tarde en
marcharse. Aquí no hay distracciones para jóvenes como ella. Le aseguro que
antes de quince días…” Ramona dijo, “No,
tía Mimma. Supe que vivirá con su hermano, pues va a trabajar aquí.” Tía
Mimma dijo, “¿Trabajar esa muchachita? Y,
¿en qué?” Ramona dijo, “Está
diplomada en la universidad de Turín…estudió obstetricia…o, en buen cristiano,
para partera.” La tía Mimma se exaltó, y dijo, “¿Qué dice? Una joven soltera ponerse a practicar semejante profesión,
¡Es cosa de santiguarse, c las dos manos, señor Dios!” Ramona dijo, “También yo casi me fui de espaldas cuando
lo supe.” La tía Mimma dijo, “¡Qué
desfachatez! Una chica tan joven y que sabe de esas cosas…¡No puede ser una
criatura de Dios!” Ramona dijo, “Lo
que es yo, no recurriría a ella por ningún motivo.” Tía Mimma dijo, “Claro que no, ¡Imagínese! No creí que
viviría para ver algo semejante. Tendrá que irse. En este pueblo no hay cabida
para desvergonzadas.” Ramona dijo,
“Lo mismo pienso yo, tía Mimma.”
Una semana después, tía Mimma
estaba en casa de doña Estela y doña Leticia, dos damas del pueblo. Una de las
mujeres le dijo a tía Mimma, “¿Le sirvo
un cafecito Tía Mimma?” Tía Mimma dijo, “No
gracias, nada de café. ¡Agua, necesito agua!” La mujer le dijo, “Está muy alterada tía Mimma, debe calmarse,
no hay razón para que…” Tía Mimma dijo, “¡Cómo
puede decirme que no hay razón!¡Ha puesto una placa en la puerta de su casa!”
La otra mujer dijo, “¿Quién ha puesto una
placa?” Tía Mimma dijo, “La diablesa,
porque no puede ser una criatura de Dios. Una placa con su nombre y profesión.”
La mujer dijo, “¡No lo puedo creer!”
Tía Mimma dijo, “Como lo oye. Dice,
Señorita Elvira Mosti, ¿Se dan cuenta? `Señorita, esa muchachita no tiene
vergüenza. No sabe lo que es eso. Y debajo del nombre, dice: Diplomada, ¿Qué
quiere decir diplomada?” Una de las mujeres dijo, “Que tiene un título, tía Mimma.” Tía Mimma dijo, “¡Ah, el título! La vergüenza titulada.
¿Quién va a llamar a esa descarada?¿Lo harían ustedes?” Una de las mujeres
dijo, “¡Jamás! Imagínese permitir que
alguien tan joven…¡Oh, no!¡Qué vergüenza!” La tía Mimma dijo, “Dicen que habla como un carretero…que dice
a las claras todas las palabras como si fuera una cosa natural.” La otra
mujer dijo, “¡Qué horror!” La mujer
dijo, “Puede estar tranquila tía Mimma,
estoy segura de que nadie querrá atenderse con ella.” Tía Mimma dijo, “Le confieso que no tengo ningún temor, al
respecto. Cómo podría sabiendo cómo piensan las mujeres de este pueblo. Todas
educadas en el temor de Dios y el respeto a las cosas santas, y ¡No hay nada
más sagrado que traer un hijo al mundo. Pero ella no sabe de eso. Es capaz de
decirle a los niños que no han sido comprados en Palermo…explicarles cómo los
recibió la mamá…” La mujer dijo, “¡Eso
no!¡No lo permitiremos! No se preocupe tía Mimma, ella se irá. Nada tiene que
hacer en este pueblo.”
Pero a pesar de la seguridad
con que la tía Mimma hablaba, y las palabras de sus clientas, la joven se había
transformado en una obsesión para la tía Mimma. Mientras la doctor pasaba junto
a ella bien vestida, la tía Mimma pensaba al verla, “Allá viene contoneándose. Ya debería haberse marchado. Bien claro le
hemos dejado ver que su presencia no es grata en el pueblo.” Como siempre
que encontraba a la joven, le mostraba ostensiblemente su desagrado y mala
voluntad, tía Mimma se tapaba los oídos pensando, “¡Qué estrépito hacen sus tacones! Los hace resonar como si dijeran:
¡Que paso yo…que paso yo!” Poco
después la doctora llegaba a su casa con
su hermano, quien le decía, “¿Cómo te fue
esta mañana?” Ella le contestó, “Igual
que siempre. Nadie vino a buscarme. Salí y ví a varias mujeres embarazadas,
pero apenas respondieron mi saludo.” Guido le dijo, “Hermana, te lo advertí. Mientras la tía Mimma esté aquí, no tendrás la
menor oportunidad.” Elvira dijo, “Entonces
tendrá que irse…” Guido dijo, “Elvira,
¿Qué estás diciendo?” Elvira dijo, “Lo
que oíste, Guido. Yo no empecé esta guerra. Fue ella, la tía Mimma, hoy la
encontré cuando atravesaba la plaza. Como siempre, se tapó los ojos y dio
vuelta la cara, como si yo fuera alguien indigno de mirarse. Y no solo eso. He
sabido que habla pestes de mí. No me conoce Guido, jamás hemos cruzado una
palabra. Yo tengo tanto derecho como ella a trabajar.” Guido le dijo, “Elvira, recuerda que es una mujer
ignorante. Ella no fue a la escuela y mucho menos a la universidad como tú. El
lugar que ha logrado en este pueblo es lo más importante de su vida y creo que
teme perderlo, por ello te hace la guerra.” Elvira le dijo, “Si es así, peor para ella. Bien sabes que
mi intención no era perjudicarla. Pero ahora deberá atenerse a las
consecuencias.” Guido le dijo, “¿Qué
piensas hacer?” Elvira le dijo, “Ya lo veras querido hermano, ya lo veras.”
Transcurrieron quince días, y
una mañana tía Mimma se encontró en la calle con el doctor, y pensó, “Es la segunda vez que me topo con el doctor
y al verme se da la vuelta. Estoy segura que trata de evitarme. Porque me vió.
De eso estoy segura. Hay algo raro en esto. Hay algo raro en esto. ¿Por qué no
quiere saludarme? ¿Porqué? Algo sucede. Mi instinto me lo dice…Noté extraña a María
Caselli cuando pasé a visitarla…me pareció nerviosa. ¿Será solo mi
imaginación…?”
Esa tarde la tía Mimma
visitaba al boticario del pueblo, “¿Qué
tal tía Mimma? ¿Desea que le prepare una medicina?” La tías Mimma dijo, “No…bueno, sí…una pomada para las heridas.
Le prometí a Elena Pollini que se la llevaría cuando fuera a visitarla.” El
boticario le dijo, “Termíno esto y se la
preparo. Si quiere se la mando dejar.” Tía Mimma dijo, “No, no, la espero…estoy muy molesta, señor Mariotti, muy molesta…” El
boticario le preguntó, “¿Porqué tía
Mimma?” Ella le dijo, “En la mañana
encontré al doctor y me volvió la cara; no es la primera vez…hace dos días
sucedió lo mismo…Pensé que no me había visto pero ¡qué va!¡Claro que me vio! Y
sé el porqué de su actitud. La desvergonzada fue a visitarlo; seguro que para
encomendase a él. ¡Sabe dios que mohines le habrá hecho! Como saben hacerlo
esas ‘forasteruchas’…” El boticario le dijo, “Tía Mimma, no hable así! El doctor es un hombre muy serio.” Ella
dijo. “¡Qué serio ni qué nada! Esa
muchacha no sabe de decencia, pero si sabe cómo tratar a un viejo médico que la
chochea…dos ‘carantoñas,’ dos ‘caricitas,’ y como la paja arde…los hombres
jóvenes…, y en este caso, ¡También los viejos sin temor de Dios!” El
boticario dijo, “¡Tía Mimma Usted no
puede creer eso! La joven Mosti es una señorita que estudió en la universidad,
tiene un diploma y…” Ella dijo,
“¡Diploma, diploma…! ¿Para qué sirve? Lo que hace falta es la experiencia.
¡Solo eso, señor Mariotti, experiencia!” El boticario le dijo, “Y también el diploma, tía Mimma…” Ella
dijo. “¿Acaso tengo yo diploma? Y hace 35
años que a todos los de por aquí, incluso a usted, los he traído al mundo.
¡Cuántos viajes he hecho a Palermo!¡Este pequeño lo traje hace siete años! A
todos los he comprado sin diploma, ¿Para qué sirve el diploma?” El
boticario dijo, “Está bien tía Mimma…si
usted lo dice…la experiencia es importante…pero…”
Cuando la mujer se marchó, el
boticario pensó, “Si supiera lo que le
espera…con razón el médico no se atreve a mirarla…y yo…mejor no digo nada…¡Ya
lo sabrá…!” Una semana después tía Mimma recibía una correspondencia. Tomó
el sobre y pensó, “Dijo el cartero que
viene de la prefectura de la capital del distrito…a mí nunca me había llegado
una carta como esta, con tantos sellos.” La tía Mimma la abrió y pensó, “Habla de un diploma…que debido al artículo
35…debo presentar un diploma…pero¡Yo no tengo ninguno…!” En ese instante
llamaron a la puerta. Era un oficial uniformado, quien se presentó, “Buenas tardes. Vengo de parte del señor
alcalde, quiere que vaya…” Tía Mimma lo interrumpió, diciendo, “¿Ya se siente mal su mujer? ¿Tan pronto?
Según mis cálculos le faltan por lo menos dos semanas…” El oficial dijo, “No, no quiere que vaya a su casa, sino a la
alcaldía.” Tía Mima dijo, “Y ¿para
qué? Nada tengo que hacer allí.” El oficial dijo, “Yo no sé; vaya y usted lo sabrá.” Tía Mimma dijo, “Está bién, espere que me ponga mi manto.”
Poco después, el alcalde
recibía a tía Mimma, diciendo, “Tía
Mimma, lamento molestarle…pero…ha llegado esta carta…viene de la prefectura…no
sé qué hacer…le prohíbe el ejercicio de su profesión…” Ella dijo, “¿A mí?” El alcalde dijo, “Sí…porque no tiene diploma, querida tía
Mimma, la ley…” Ella lo interrumpió, diciendo, “¿Qué ley?¿Es alguna ley nueva?” El alcalde dijo, “No, nueva no. Para nosotros aquí, estaba
usted sola, y desde hace muchos años la conocemos; la queremos y tenemos toda
la confianza en usted. Y por eso dejamos pasar las cosas; pero, ¡También
nosotros hemos contravenido la ley, tía Mimma! Esas malditas formalidades,
¿Comprende?” Tía Mimma dijo, “No, no
comprendo, yo lo traje a usted al mundo, también a sus dos hijos y pronto
traeré al tercero…¿Cómo puedo comprender?” El alcalde dijo, “Tía Mimma, para mí esto es muy
difícil…mientras estuvo usted sola no hubo problema, pero ahora ha venido la
otra…Ha sabido que usted no tiene diploma, y en vista de que nadie la llama, ha
reclamado a la prefectura y usted ya no puede ejercer…O tendrá que ir a
Palermo, ¡Esta vez en serio! a la universidad para obtener el diploma como
ella.” Tía Mimma dijo, “¿Yo?¿A
Palermo?¿A mi edad?¿Después de 35 años de profesión me hace esta afrenta?¿Se
necesita diploma para estas cosas?¿Que tienen que enseñarme los mejores
profesores; a mí que hace 35 años trabajo en esto? Y ahora salen con que debo
ir a la universidad de Palermo.” El alcalde dijo, “Desgraciadamente así es, pero son solo dos años. Pasan pronto, es puro
formulismo, usted no tiene nada que aprender. Debe ir para obtener ese pedazo
de papel.¡Hágalo!No se dé por vencido ante esa jovenzuela.” Tía Mimma dijo,
“Pero si yo nunca me he movido de aquí.
En Palermo me perdería…” El alcalde le dijo, “No diga eso. ¿Cómo se va a perder en Palermo? cuando no pasa el die en
que no vaya.” Tía Mimma empezó a llorar, y dijo, “¡Oh! Nunca me imaginé que esto me pudiera suceder…nunca…”
Tía Mimma salió de la
alcaldía llorando de tal forma que partía el corazón. Enseguida se dirigió a
casa de cada una de sus clientas. Allí, sentada en un sillón, en casa de una de
ellas, Tía Mimma decía en lagrimas, “…y
tendré que ir a Palermo…¡Aaaayyy, no puedo creerlo todavía…!” Una de sus
clientas le decía, “¡Cálmese, tía Mimma! No
vamos a atendernos con esa jovencita. Nosotras la esperaremos…” Tía Mimma
dijo, “¿Dos años? Sé bien lo que es la
vida…tendrán que recurrir a ella. A esa malvada que ha venido a transformar mi
vida en un infierno.” La clienta dijo, “Yo
ya tengo cinco hijos. Le prometo que el sexto no llegará si usted no está para
recibirlo.”
En todas partes trataban de
darle ánimo, pero nada podía conformarla. Una de las mujeres le dijo, “Por favor, no llores más…será una
experiencia nueva…a su regreso podrá contarnos cómo es Palermo.” Tía Mimma
dijo, “No sé ni cómo me las arreglaré
allá…sola en esa ciudad, sin conocer a nadie. ¿Porqué tenía que venir esa
malvada a hacerme daño?”
Al encontrar a los niños en
la calle, tía Mimma no podía contener su desesperación, diciendo, “Mis queridos niños, me voy a Palermo…cuanto
los voy a extrañar…pero tengo que ir…” Las niñas la miraban sin comprender.
Una de ella dijo a sus compañeritas cuando la tía Mimma se fue, “¿Porqué esta tan triste? La tía Mimma va
casi todos los días a Palermo.” La otra pequeña dijo, “Les habrá ocurrido una desgracia a los bebes que están allí para ser
comprados.”
Un día antes de la partida,
la tía Mimma fue a la farmacia. Entonces el boticario le dijo “Tía Mimma, ¿Dónde va a vivir en Palermo?”
Ella le dijo, “Aún no lo sé. Mi sobrino
Pedro fue a buscar un lugar donde pueda quedarme. Él me esperará allá y se
quedará tres días conmigo…para ayudarme a que me ubique en esa ciudad. Cuando
él regrese me quedaré sola. ¡Ay, estoy tan asustada!” El boticario le dijo,
“Valor, tía Mimma. Seguramente al
principio se sentirá perdida, pero luego, Palermo no tendrá secretos para
usted.”
Al día siguiente, tía Mimma
viajaba a Palermo por tren, y mientras miraba por la ventana del vagón,
pensaba, “¿Estará mi sobrino esperándome?
Si no es así, ¡Qué voy a hacer! Ay, señor, apiádate de mí! Yo sola en esa
ciudad.” Aturdida por el viaje en ferrocarril, tía Mimma descendió en la
estación. Entre la multitud, su sobrino Pedro alcanzó a mirarla, y gritó, “¡Tía Mimma…Tía Mimma…!” Ella lo vio y
dijo, “Gracias a Dios que allí esta…esto
es tan grande…estoy muy asustada…” Tía Mimma se dejó llevar como una niña,
sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca, diciendo, “No me vayas a soltar Pedro; no sea que me
pierda entre tanta gente.” Pedro le dijo, “No te preocupes, tía, ya te acostumbrarás. Vamos a tomar un coche y
te llevaré a la posada donde vivirás.” Poco después, llegaron a la posada,
y Pedro le dijo, “Aquí estarás cómoda. No
es caro y queda cercas de la universidad. Mañana te acompañaré para que te
inscribas. ¿Quieres comer algo?” Ella dijo, “No, solo deseo dormir y al despertar comprobar que todo esto no es más
que una pesadilla.”
Al día siguiente, una de las
compañeras de universidad de tía Mimma le hacía preguntas, “Abuela, ¿Está segura que va a estudiar con nosotras?” Tía Mimma
dijo, “Sí…yo…me obligan a obtener el
diploma…” Ella le preguntó, “¿A
usted? Pero, ¿Porqué?” Tía Mimma dijo, “Yo
soy la comadrona del pueblo, la que hasta hace dos semanas compraba los niños
para llevárselos a sus padres…” La muchacha dijo, “¿Comprar los niños?¿De qué habla abuela?” Entonces tía Mimma dijo,
“Así explico a los pequeños la llegada de
sus hermanos. Les digo que vengo a Palermo en una carroza de marfil…” Todas
empezaron a reír. Una de las mujeres dijo, “Abuela,
¿Qué edad tiene usted?” Ella dijo, “Cincuenta
y siete años…he traído niños al mundo desde hace 35…y ahora debo estudiar. Ya
quisiera una diplomada tener mi práctica…” Una de las jóvenes dijo, “Pero usted ha ejercido fuera de la ley,
¿Cómo han podido permitírselo?” Otra joven dijo, “Ahora
verá que su práctica no es nada con los conocimientos que se adquieren aquí.”
Todas comenzaron a reír. En ese momento llegó uno de los maestros, diciendo, “Buenos días. ¿Porqué tanto barullo
señoritas?” Una alumna dijo, “¡Una
abuela comadrona, profesor; una abuela comadrona!” El profesor que presumía
de saber mantener la disciplina en la clase, tuvo que hacer un esfuerzo para
ocultar una carcajada, diciendo, “¡Silencio!¡A
sus lugares!¡Basta de escándalo!” De inmediato, las jóvenes obedecieron y
él enfrentó a la tía Mimma, diciendo, “Así
que durante 35 años ha ejercido sin título, sin conocimientos. Y ahora pretende
obtener su diploma.” Tía Mimma dijo, “Sí,
me obligan a ello.” El profesor dijo, “Y
hacen bien, pero hace dos meses que se inicio el curso, ¿Cómo se las va a
arreglar para ponerse al día en las lecciones?” Tía Mimma dijo, “Con la práctica profesor…con la práctica…” Todas
las muchachas rieron. El profesor dijo, “¡Silencio!...yo
he hablado ya sobre el fenómeno de la gestación, y hora estamos en las leyes de
correlaciones orgánicas. Usted dice que tiene práctica, pero…¿Qué es la
práctica? Solo conocimientos implícitos y eso no es suficiente.” Tía Mimma
dijo, “No comprendo nada de lo que habla.
Dice que la práctica no sirve…entonces estos años en que yo he recibido niños
¿Qué son…?” El profesor dijo, “El
conocimiento para que sea completo, necesita convertirse de implícito a
explícito, es decir, que se manifieste, que salga afuera…”
Después de ésta explicación
que dejó embobadas a las estudiantes, el profesor dijo, “Vamos a ver cuánto sabe. Hábleme sobre el diámetro fetal.” Tía
Mimma dijo, “¿Sobre el qué…?” Todas
las jóvenes soltaron la carcajada. Obligada a contestar, la tía Mimma provocó
con sus respuestas las risas de sus compañeras y no pudo contener las lágrimas.
El profesor dijo, “¡Basta! Suspenderé a
as que continúen riendo. Jamás en mi clase he permitido tal desorden. No
disculparé otra falta de disciplina.” Cuando se hizo el silencio, el profesor
soltó una severa reprimenda como si no hubiera reído también. Y dijo, “¿Y usted cómo se atreven a presentarse en
tal estado de ignorancia? Es una vergüenza venir a hacer el papel de una niña
llorona.” La tía Mimma solo atinó a asentir con la cabeza y luego, se
levantó. Entonces el profesor dijo, “¿A
dónde va? Siéntese y escuche. Tiene mucho que aprender.” El profesor
continuó su clase, “Como vimos en clases
anteriores, el diámetro fronto occipital…” Entonces la tía Mimma pensó, “Yo creía saberlo todo después de 35 años de
ejercicio de la profesión, y ahora me doy cuenta que no se nada; que no
entiendo nada…”
Cuando terminó la clase, el
profesor se acercó a la tía Mimma y le dijo, “No se desespere. Poco a poco irá comprendiendo. Ya verá que pronto todas
las palabras que ahora le parecen difíciles, le serán familiares.”
Pero a medida que
transcurrían los días, se sentía más y más confundida. Mientras leía en su
recamara, tía Mimma deletreaba, “Bi-bis-cro-bis-crom-i-a-biscromia-briscomial…nunca
podré retener todos estos nombres.” Se aplicaba con paciencia infinita por
las noches, tratando de aprender todo aquello que cada vez le parecía más
incomprensible, pensando, “Nunca imaginé
que las cosas que yo hacia en forma tan fácil, tuvieran tantas complicaciones.”
Pero aún no había pasado por lo peor: la clase de obstetricia práctica.
Entonces, en un consultorio con cama, y una paciente, y además, todas las
alumnas presentes, el profesor dijo a tía Mimma, “Usted va a revisar a la paciente y me dirá cuánto tiempo le falta para
el alumbramiento. ¡Empiece!” La tía Mimma dijo, “Pero…todos debes salir…no puedo hacerlo delante de estas jóvenes y
usted.” El profesor le dijo, “¿Qué
está diciendo? Haga lo que le digo si no quiere que la saque de la clase para siempre.”
Tía Mimma pensó, “No es posible que no
tengan consideración a la parturienta…yo que siempre he considerado un
nacimiento como un rito sagrado.”
Asustada se equivoca; el
profesor no la deja actuar como ella sabe, sino según los preceptos y reglas
que le ha enseñado, diciendo, “Muy mal. No
ha hecho nada con la precisión y limpieza que tanto les he inculcado.” Así,
la tía Mimma solo se siente segura en su mísera habitación, y piensa, “Voy a regresar. Ya no soy capaz de seguir
recibiendo críticas, burlas. Es mejor volver al pueblo donde todos me respetan
y quieren. Durante los años que trabajé, logré reunir unos buenos ahorros que
me bastarán para pasar mi vejez. Viviré tranquila y descansada, mirando
satisfecha a los niños y sus papás, a todos aquellos que ayudé a venir al mundo
sin diploma. A los que fui a buscar en mi carroza de marfil por las noches,
para que no hubiera ruido que los asustara. Pero eso significaría darme por
vencida ante esa descarada, que a esta hora, de seguro debe estar ocupando mi
lugar.”
Y tía Mimma no se equivocaba,
porque en esa hora, al mismo tiempo, en el pueblo, la doctora tenia una niña en
sus brazos, diciendo, “Es una niña
preciosa, mi querida señora.” La señora le dijo, “Gracias señorita. Ha sido usted muy buena, y me tuvo tanta paciencia.”
La doctora le dijo, “Estaba usted
sufriendo mucho, pero ya ve que valió la pena. Mire a su hijita, ¿No es
divina?” Ella la tomó entre sus brazos y dijo, “Sí, después de dos varones deseaba tanto una niña.” La doctora se
dispuso a retirarse diciendo, “Pasaré a
visitarla por las tarde. Descanse y verá que en do o tres días se sentirá
perfectamente.” Ella dijo, “Haré todo
lo que me ha dicho. A pesar de que sentí fuertes dolores no padecí tanto
durante el parto como con mis otros hijos.”
Esa tarde en el pueblo, Guido
visitó a su hermana, y al notarla cansada le dijo, “Te ves cansada, ¿Tuviste un día pesado hoy?” Ella dijo, “Sí, nacieron dos bebes. Estaba atendiendo a
la mujer de herrero cuando me avisaron que la esposa del dueño de la tienda de
telas, me necesitaba.” Guido le dijo, “¿Y
qué hiciste?” Ella dijo, “Le mandé
decir que estaba ocupada y que en cuanto terminara iría con ella.” Guido le
dijo, “He sabido que la tía Mimma en un
caso así prácticamente dejaba a la que atendía si la que la mandaba llamar era
de mayor importancia social.” La doctora dijo. “Pero a pesar de que yo trato a todas por igual, que tengo infinita
paciencia con cada una, no me siento aceptada.” Guido le dijo, “Bueno, no te puedes quejar, desde que la tía
Mima se marchó a Palermo te llaman a ti.” Ella dijo, “Lo hacen porque no tienen alternativa, pero no me quieren Guido…no
confían en mí, como en la tía Mimma.” Guido le dijo, “Quizá tiene razón. Tu forma de hablar, de vestir, es totalmente
diferente a la de ellas. Te sienten superior y eso las cohíbe.” Ella dijo, “¡Sí, eso es! Gracias hermano; me has dado
la solución. Desde mañana las cosas cambiarán.” Guido le dijo “¿Qué vas a hacer?” Ella dijo, “Ya lo veras. Te aseguro que en muy poco
tiempo todo el pueblo me adorará.” Guido dijo. “No lo dudo. Eres tremenda cuando te propones algo.”
Al día siguiente, la doctora
se veía frente al espejo con una pañoleta enredada en la cabeza, diciendo, “Sí, así es…quizá un poco más floja hacia
adelante…y luego el mantón…veremos que dicen ahora las señoras.” La doctora salió a la calle diciendo, “Buenos días, señora, me da gusto
saludarlas…” Una de ellas le dijo dudosa, “Buenos… días...” Y cuando la doctora se fue, una de ellas le dijo
a la otra, “No puedo creerlo, pero si es
la señorita Elvira, y va vestida como nosotras.¡Qué rebonita se ve!” La
otra le dijo, “Siempre nos dice señoras, y
habla tan bonito…me gusta escucharla y hasta estoy aprendiendo muchas de las
palabras que ella dice.”
Poco después Elvira era
recibida en casa de una de sus pacientes. Ya estando ambas en la sala, Elvira
le dijo, “Ayer recibí tu recado, pero no
pude venir, pues tuve que atender dos partos. Ahora aquí estoy para servirla.” La
paciente le dijo, “Qué diferente se ve
usted así. Me siento con más confianza para decirle lo que me preocupa.”
Elvira le dijo, “Tenga la seguridad que
la ayudaré en todo lo que me sea posible.” La mujer le dijo, “Se trata de mi hijo. Dentro de dos mese
nacerá el nuevo bebé y me preguntará de dónde vino. La tía Mimma les decía que
iba a comprarlos…” Elvira interrumpió, “¡Ya
sé! pues bien, yo también puedo ir a Palermo, ¿No cree?” La mujer le dijo, “Se lo agradezco. Pensé que como estudió en
la universidad...” Elvira dijo, “Nada
tienen que ver mis estudios con la inocencia de los niños. Y ahora, permítame
explicarle algunas cosas que debe saber antes del parto.” Ella dijo, “¿No le agradecería tomar un cafecito
mientras platicamos?”
Desde ese día también Elvira
empezó a contar la fábula de la compra de los niños en Palermo. Cuando los
niños se le arremolinaban, y una de ellos le preguntaba, “¿Yo también fui comprado y traído en la carroza de marfil?” ella
decía, “¡Por supuesto! Las hadas cantaban
cuando pasó junto al lago y las ondinas bailaban sobre el agua de felicidad
sobre el agua de felicidad por tu llegada.” No tardó de esa forma en
ganarse el afecto de todo el pueblo. En la tienda de abarrotes, tres damas
charlaban. Una de ella decía, “Ayer
estuvo la señorita Elvira en mi casa, ¡Qué diferente es a la tía Mimma! Quien
nos decía que debíamos sufrir pues esa era la voluntad de Dios.” Otra de
las damas decía, “En cambio la señorita
nos explica como Dios ha dispuesto y ha querido que sea la cruz de la
maternidad y en forma que se puede comprender.” Otra de las mujeres dijo, “Además, es tan comprensiva. La tía Mimma
nos trataba como si no tuviéramos derecho a quejarnos. Era tan tosca.” Otra
dijo, “Cuando nació mi hijo, hace dos
meses, fue tan distinto de cuando tuve al mayor. Me hablaba con tanto cariño
con tanta paciencia…” Una de las damas dijo, “En cambio, la tía Mima le dejó en medio de mis dolores para ir a ver
a otra señora y regresó casi cuando el niño había nacido.” Otra de las
damas dijo, “¡Qué preciosidad de chica!
¡Bella de cara y de corazón! Para todos tiene una palabra amable, un gesto de
cariño.”
Transcurrieron los dos años,
y tía Mimma se arreglaba con un sobrero y un vestido muy vistoso, diciendo, “Por fin ha llegado el momento de regresar
al pueblo. Ya veremos que dice esa muchacha cuando vea que llevo el diploma que
tanto me pedían. Y llegaré de sombrero, como lo hizo ella. Tengo todo el
derecho de usarlo después de haber estado dos años en la universidad. Ahora
estoy al mismo nivel de esa descarada graduada en Turín: al mismo nivel de
estudios y ropa.”
Una semana después, tía Mima
caminaba por el pueblo. Al ser observaba por tres damas, una de ellas dijo, “Pero, ¡si es la tía Mimma!” otra dijo, “¡Es de verla y no creerlo! Lleva sombrero…”
Pero cuando tía Mimma vio a Elvira, pensó, “No puede ser, esa infame se viste como yo lo hacía, claro, seguro
que así logró hacerse simpática a la gente del pueblo.” Furiosa pasó junto
a Elvira que ni siquiera la miró. Poco después la tía Mimma era arremolinada
por unos pequeños, a quienes dijo, “¿Ya
no se acuerdan de mí? Soy la tía Mimma, la que las fue a comprar a Palermo.”
Pero una de las niñas, Flavia, la pequeña de rizos de oro, le dijo, “Tú eres muy fea, en cambio la señorita
Elvira es cariñosa y dulce. Fue ella quien nos trajo.” Tía Mimma le dijo, “Flavia, tú no piensas así, ¿verdad? Yo te
traje en la carroza de marfil. Tu papá pagó mucho dinero por ti, pues quería
que tuvieras los ojos azules.” Flavia le dijo, “Usted dijo que había pagado por mi 200 onzas y eso es
mentira. Según la señorita Elvira, yo costé mas de mil liras, porque soy muy
bonita.” Y después de hacerle muecas y reírse de su sombrero, los niños se
alejaron. La tía Mimma viéndolos a la distancia, pensó, “¿Será posible que estas criaturas que tanto me querían y respetaban,
ahora se porten como unos pillastres impertinentes conmigo?”
En los días siguientes tía
Mimma se dedicó a visitar a sus clientas dispuesta a recuperarlas. Una de sus
clientas la recibió diciendo, “Me da
gusto volver a verla, tía Mimma, supe que había regresado…” Tía Mimma dijo, “Y muy a tiempo por lo que estoy viendo,
¿Para cuándo tendré que ir a Palermo?” Su clienta se volteó dando la
espalda y titubeante dijo, “Bueno…yo…lo
lamento tía Mimma, pero ya me comprometí con la señorita Elvira…ella me
atenderá…yo no sabía que usted regresaría y…” Tía Mimma dijo, “Comprendo, no se preocupe…para la próxima
vez será. Al fin que tendrá otros hijos y yo iré por ellos.” La mujer dijo, “Ay, tía Mimma, espero que no lleguen más.
Ya basta con esta cruz de tener hijos.” Después de escucharla, tía Mimma
pensó, “Está mintiendo. No quiere
comprometerse. Todas dicen los mismo…no desean que yo las atienda.”
Al regresar a su casa,
ardiendo de cólera, tía Mimma se detuvo en la farmacia. El boticario le dijo, “Cálmese tía Mimma. Se va a enfermar si
continúa haciendo tantos corajes.” Ella le dijo, “Y ¿Cómo quiere que me calme ante tal traición? Si querían una
comadrona como yo era antes, para que me mandaron a Palermo. Esa descarada
usurpó mi vestimenta, y ya me enteré que también mis historias de ir a comprar
niños a Palermo. Y mis clientas, muchas de las que yo traje al mundo, no se lo
reprochan. Deberían decirle: tú obligaste a la tía Mimma a estudiar dos años en
la universidad.” El boticario le dijo, “No
debe tomarlo así.” Pero la mujer no era capaz de escuchar, vomitaba su
furia y decepción, diciendo, “Deberían
decirle que se marche, que ya he regresado, pero se encogen de hombros y se
disculpan diciendo que están comprometidas con ellas. Los niños ya no me
respetan, ya no me quieren. No es justo. Yo ahora se tanto como esa usurpadora
que me ha robado todo.” El boticario le dijo, “Tía Mimma, está usted muy alterada. Ya verá como pronto la llaman. En
este pueblo las mujeres solo saben tener hijos.” Tía Mimma dijo, “Pero quieren que las atienda ella. Es una
sinvergüenza, una hipócrita cuando me ve, cruza la calle porque no se atreve a
mirarme de frente. La voy a obligar a que lo haga, a ver si tiene el valor de
hablarme a mí de carrozas de marfil y de comprar niños.” El boticario le
dijo, “No debe molestarse por eso, al
contrario, debería de alegrarse de que se sirva de su ejemplo.” Tía Mima dijo, “¿Alegrarme? He sido traicionada. Esa ladrona quería mi clientela, mi
vestimenta, mis historias…y trajo un diploma para poder robarme todo.” El
boticario pensó, “Pobrecilla, nada de lo
que le diga la calmara. Lo mejor que podría hacer es quedarse en su casa
descansando.”
Ya en su casa, la pobre mujer
no tenia consuelo. Durante horas lloró su frustración, el dolor de sentirse rechazada,
diciendo, “Dos años de humillaciones,
esfuerzos, angustias…y todo para qué…para que me digan que la prefieren a
ella.” Tía Mimma veía pasar los días sin que nadie solicitara sus servicios,
hasta que una noche, una mujer toco a su puerta, y al abrirle, ella le dijo, “Tía Mimma, venga a mi casa. Mi hija, está a
punto de dar a luz. Es su primer niño y sufre mucho. Por favor, ayúdela.”
Tía Mimma le dijo, “¿Yo? ¿No me dijo
usted que estaba comprometida con la ‘señorita’ Elvira?” La mujer le dijo, “Sí, pero ella atiende otro parto y no puede
venir…así que…” Tía Mimma dijo, “Llaman
a la tía Mimma, ¿qué se creen que soy? ¿Un trapo viejo para tapar agujeros?
¡Pues no voy!” La mujer desesperada empezó a suplicar, “Por favor. Mi hija puede morir. Por caridad, no se niegue...” Tía
Mimma dijo, “Está bien. Iré. Espere un
momento.” Tía Mimma se puso su sombrero, y pensó, “Ahora les demostraré lo que aprendí en la universidad. Que sé como las
otra todas las reglas de la ciencia y los preceptos de la higiene.”
Llegaron a la casa de la mujer, y la tía Mimma
se dispuso a trabajar. Pero por tanto querer mostrar las reglas de la ciencia y
los preceptos de la higiene, olvidó cómo traer un niño al mundo. Entonces la
mujer le dijo a una de sus hijas, “Hay
que ir por la señorita Elvira. La tía Mimma no sabe lo que hace. El niño no
nace y están a punto de morir madre e hija.” La hija le dijo, “Es mejor traer al médico. Esa vieja loca va
a matar a mi hermana.”
Al día siguiente, tres
mujeres dialogaban en la tienda de abastos. La propietaria que atendía en el
mostrador les dijo, “¿Ya se enteraron de
lo que sucedió anoche con la hija de doña Martina?” Una de las mujeres
dijo, “No, ¿qué pasó?” La mujer les dijo, “Casi muere en manos de la tía Mimma. Tuvieron que llamarla porque la
señorita Elvira estaba ocupada y no podía atenderla. Pues resulta que la tía
Mimma no aprendió nada en la universidad y lo poco que sabia se le olvidó.
Estuvo a punto de matar a madre e hijo.” Una de las mujeres dijo, “¡Virgen santa, será posible! Y pensar que
estuvimos en sus manos por más de 30 años.” La mujer detrás del mostrador
dijo, “¡Qué suerte que llegara la
señorita Elvira! Me imagino que después de esto, nadie volverá a llamar a la
tía Mimma.” Una de las mujeres dijo, “Por
supuesto que yo no. Yo, por lo menos, o podría confiar en ella.” La otra
mujer dijo, “Y tiene el descaro de decir
que la señorita Elvira le quitó el trabajo y que nosotras a traicionamos.” La ora mujer dijo, “No hay duda que ha perdido el juicio. Pobre mujer, me da lástima.”
Todo había terminado para la
tía Mimma. Ya nadie quiso saber de ella. Todos los días caminaba por el pueblo
destilando veneno, diciendo al boticario, “Allá
va el burro del médico. Mire que decir que yo no sé mi profesión. Durante 35
años traje niños al mundo y luego fui a la universidad dos años. Pero claro, lo
hace para favorecer a esa sinvergüenza que vino a robarme el pan. Me imagino de
qué artes se habrá valido la muy ladrona.” El boticario le dijo, “Tía Mimma, no hable así. El doctor es
hombre respetable.” Ella dijo, mientras se iba, “¡Ja! Era respetable hasta que esa mujerzuela llegó al pueblo, que se
dejó envolver por una cara bonita y quizá por otras cosas que no soy capaz de
decir.” El boticario al verla partir, solo dijo, “¡Pobre tía Mimma! Esta demasiado amargada para entender razones.”
Después de desahogarse, tía
Mimma regresaba a su casa a llorar. Así, dos mujeres dialogaban entre ellas, “La tía Mimma se ha dado a la bebida. ¡qué
bajo ha caído!” La otra mujer le dijo, “No
puede ser, ¿Cómo se enteró?” La mujer dijo, “Según la muchacha que le ayuda, cuando está en su casa no hace más que
llorar, y ese es uno de los efectos que suele producir el vino.” La otra
mujer dijo, “Es verdad. Quien lo iba a
decir. Ya no se puede confiar en nadie. ¡La tía Mimma borracha!¡Qué horror!”
En tanto, Elvira Mosti, va de
casa en casa con el pañuelo en la cabeza y una actitud modesta, pero de cuando
en cuando, deja escapar una sonrisa maliciosa. Entonces una de sus clientas le
dice, “Se ve cansada señorita Elvira. Le
damos mucho trabajo, ¿verdad?” Y ella dice, “Sí, yo esperaba que la tía Mimma me ayudara. Es una lástima que se
haya abandonado. Los papás de por aquí tienen demasiado dinero para gastarlo en
hijos, y día y noche me obligan a subir a la carroza de marfil para viajar a Palermo.”
Tomado de Novelas Imortales, Año XVI, No. 849, febrero 23 de 1994. Guión: Herwigo Comte. Segunda Adaptación: José Escobar.
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