domingo, 21 de diciembre de 2014

Los Tuggs en Ramsgate de Charles Dickens

     Los Bocetos de ‘Boz,’ Ilustraciones Personas de la Vida Diaria y Cotidiana, comúnmente conocidos como Sketches by Boz, es una colección de escritos cortos de Charles Dickens publicado en forma de libro en 1836, con ilustraciones de George Cruikshank. Los 56 dibujos se refieren a escenas de Londres y la gente, y todo el trabajo se divide en cuatro secciones: “Nuestra Parroquia”, “Escenas,” “Personajes” y “Cuentos.” El material en las tres primeras secciones consiste en retratos de lápiz no narrativos, pero la última sección comprende historias de ficción. Los bocetos fueron originalmente publicados en diversos diarios y otras publicaciones periódicas entre 1833 y 1836, y luego publicaciones a destajo bajo su título actual 1837-1839.
La Historia de Boz
     El boceto “Sr. Minns y su Primo,” (originalmente titulado “Una cena en Poplar Walk”), fue la primera obra de ficción de Dickens jamás publicada. Apareció en la Revista Mensual en diciembre de 1833. Aunque Dickens continuó colocando las piezas en esa revista, ninguna de ellas llevaba una firma hasta agosto de 1834, cuando “La Casa de Huéspedes” apareció bajo el extraño seudónimo “Boz.” Un verso en la revista literaria, Bentley’s Miscellany para marzo 1837, recordó la perplejidad del público sobre este seudónimo:
“¿Quién diablos 'Boz' podría ser
Desconcertando a muchos un elfo erudito,
Hasta que el tiempo dio a conocer el misterio,
Y 'Boz' apareció como el mismo Dickens.”
     Dickens tomó el seudónimo de un apodo que le había dado su hermano menor Augusto, quien lo llamaba “Moisés” de un personaje de la novela de Oliver Goldsmith, “El Vicario de Wakefield.” Esto, “pronunciándose en forma de burla por la nariz,” se convirtió en “Boses,” que a su vez fue acortado a “Boz.” 
     El nombre permaneció asociado con la palabra “inimitable” hasta que, “Boz” con el tiempo desapareció y Dickens llegó a ser conocido simplemente como, “El Inimitable.” El nombre era originalmente pronunciado como, / boʊz / pero ahora se pronuncia generalmente /bɒz/.
Ilustraciones
     La popularidad de los escritos de Dickens, fue reforzada por la inclusión regular de ilustraciones detalladas, para resaltar las escenas y personajes claves. Cada boceto típicamente contó con dos ilustraciones en blanco y negro, así como una ilustración de la envoltura. Las imágenes fueron creadas con xilografías o grabados metálicos. Dickens trabajó en estrecha colaboración con varios ilustradores durante su carrera, incluyendo a George Cruikshank, Hablot Knight Browne (aka “Phiz”), y John Leech. La precisión de las ilustraciones era de la mayor importancia a Dickens, ya que los dibujos retratan a los personajes tal como los imaginó, y daban a los lectores información valiosa sobre las personalidades y las motivaciones de los personajes, así como la trama.
Publicación
    La primera versión de Los Bosquejos por Boz fue publicada por John Macrone en dos series: la primera como una colección de dos volúmenes en febrero de 1836, justo un mes antes de la publicación del primer número de The Pickwick Papers (1836-1837), y luego una “segunda colección” en agosto de 1836. Después que la fama de Dickens se disparó, él compró los derechos de su material a Macrone.
Contenido del Libro
Nuestra Parroquia
El Alguacil. El Motor de la Parroquia. El Maestro de Escuela.
El Cura. La Señora Mayor. El Capitán Media-Paga.
Las Cuatro Hermanas.
La Elección de Beadle.
Hombre del Agente Comercial.
Las Sociedad de las Damas.
Nuestro Vecino de Al Lado.
Escenas
Las Calles - mañana.
Las Calles - noche
Tiendas y sus Inquilinos
Scotland Yard
Siete Esferas.(Seven Dials)
Meditaciones en Monmouth-Street.
La Parada del Carruage Taxi Hackney.
El Colegio de los Civiles.
Recreaciones de Londres.
El Río.
Astleys.
La Feria de Greenwich.
Teatros Privados.
Vauxhall Gardens de Día.
Los Primeros Entrenadores.
Omnibuses.
El Último Taxista, y el Primer Granuja Omnibus.
Un Bosquejo Parlamentario.
Cenas Homenaje Públicas.
El Primero de Mayo.
Agentes de Ventas de Tiendas de Marineros.
Tiendas de Ginebra.
La Tienda del Prestamista.
Juzgados de lo Penal.
Una visita a Newgate.
Personajes
Pensamientos sobre Gente.
Una Cena de Navidad
El Año Nuevo.
La señorita Evans y el Águila.
El Salón del Orador.
El Paciente Hospitalizado.
El Apego Enfermizo del Sr. John Dounce.
El Sombrerero Equivocado. Una Historia de Ambición.
La Academia de Baile.
Gente Andrajosa-Refinada.
Logrando una Noche de Ello.
La Camioneta de Los Prisioneros.
Cuentos
La Casa de Huéspedes.
Capítulo el primero.
Capítulo segundo.
El Sr. Minns y su Primo.
Sentimiento.
Los Tuggs en Ramsgate.
Horatio Sparkins.
El Velo Negro.
La Excursión del Vapor.
El Gran Duelo Winglebury.
La señora Joseph Porter.
Un pasaje en la vida del Sr. Watkins Tottle.
Capítulo el primero.
Capítulo segundo.
El Bautismo en Bloomsbury.
La Muerte del Borracho.
Los Tuggs en Ramsgate
de Charles Dickens.
     1890, en Surrey, uno de los tantos barrios de Londres, Inglaterra, la familia Tuggs poseía una pequeña tienda de comestibles. Esa tarde de fines de marzo, cada uno se encontraba ocupado en las labores que le correspondían. Joseph Tuggs despachaba azúcar, té, arroz…Su esposa, Emily Tuggs, ocupada en la sección de quesos y jamones. El joven, Simón Tuggs, ordenando las cuentas, cosa a la que se dedicaba sin mucho ánimo, diciendo, “Las ganas no son muy buenas.” Y la señorita Clara Tuggs, que con desagrado ayudaba a su madre en las labores de la casa, pensando, “Ah, qué vida…¡Ya no soporto más!” Así estaban las cosas cuando un coche se detuvo frente a la tienda y descendió un pasajero, diciendo, “Ésta debe ser…es el número 78.” Decidió entrar y preguntó, “¿El señor Joseph Tuggs?” El hombre tras el mostrador dijo, “Yo soy. ¿En qué puedo servirlo?” El hombre dijo, “Soy el señor Conrad Hunter, y vengo de Temple.” Joseph Tuggs dijo, “¿De Temple?” Esa palabra mágica atrajo la atención de toda la familia quienes estaban en la tienda, y dijeron al unísono, “¡De Temple!” 
     Hunter, el visitante, les dijo, “Así es, señores. Vengo de parte del señor Cover, el abogado que lleva el difícil caso que le encomendaron.” El señor Tuggs dijo, “¿Y qué noticias nos trae?” Hunter dijo, “Tengo la satisfacción de decirles que no pueden ser mejores.” El señor Tuggs dijo, “¿Eso significa que…?” Hunter dijo, “Exactamente lo que está pensando. ¡Ustedes ganaron!” El señor Tuggs dijo, “¿Escucharon?¡Ganamos!” Hunter explicó, “El juicio por la herencia de su tio, el señor Tomas Tuggs, llegó a buen término. Por lo tanto, desde ahora, son dueños de 20 mil libras.” La señora Tuggs dijo, “¡Simón, hijito!¡Clara, trae agua!” Clara llegó diciendo, “¿Qué sucede?” La señora Tuggs dijo, asistiendo a su hijo desmayado, “Mi hijo es muy sensible y la noticia lo impresionó.” Hunter dijo, “Me doy cuenta.” El señor Tuggs dijo, “Simón, hijo, ánimo.” La señora Tuggs le acercó un vaso con agua diciendo, “Hijo, bebe.” Simón se recuperó y dijo, “No se preocupen, ya me siento mejor…” La señora Tuggs dijo, “Hijo, toma las cosas con calma.”
     Cuando Simón volvió en sí, dijo, “¡Qué victoria, padre!¡Hemos ganado!” Acto seguido, presa de sus emociones, se volvió a desmayar. Su madre dijo, “¡Se volvió a desmayar!¡Simón!¡Hijito!” El señor Joseph dijo, “Llevémosle adentro. Clara, cierra la tienda.” Enseguida Joseph dijo al señor Hunter, “Ayúdenos, por favor. La emoción ha sido demasiado para él.”
     Poco después, en la vivienda de los Tuggs, Simón despertaba, diciendo, “¿Q-que pasó?¡Ah, la herencia!¡Somos ricos!” Clara, su hermana le dijo, “Sí, querido, así es.” Joseph, su padre dijo, “Aquí están los papeles que lo confirman. ¡Las 20 mil libras son nuestras!” Clara dijo, “¡Papá, cálmate! Ya sabes que cualquier cosa impresiona a Simón.” Joseph dijo, “Tienes razón…Hijo hemos recibido algo de dinero.” Simón dijo, “¿Algo?¡Padre, 20 mil libras son una fortuna!” 
     Esa noche, durante la cena, la familia deliberó largamente acerca del futuro. El señor Tuggs dijo, “Hay que dejar el negocio. ¡Dejaremos de ser tenderos!” Clara dijo, “Sí, lo venderemos.” La señora Tuggs dijo, “Simón podrá seguir la carrera de Leyes. Sera un brillante abogado. ¡Ah ya lo veo en el parlamento!” Simón dijo, “Mi nombre será Cymón en el futuro.” Clara dijo, “Y yo me llamare Carlota. Clara es demasiado vulgar.” La señora Tuggs dijo, “A mí me dirán mamá y a su padre papá, como lo hace la gente de alcurnia.”  Clara dijo, “Y papá abandonará sus costumbres vulgares.” El señor Tuggs dijo, “Procuraré que así sea hija.” Y cumpliéndolo, el señor Tuggs continuó comiendo salmón con el cuchillo. Clara dijo, “Tenemos que mudarnos. Este barrio ya no corresponde a nuestra categoría.” El señor Tuggs dijo, “Tienes razón. Aquí todos nos conocen y nos tratan como iguales.” El señor Tuggs dijo, “Además, de ahora en adelante, debemos rozarnos con gente de nuestra alcurnia.” 
     Clara dijo, “En Surrey solo hay empleadillos y estudiantes pobres.” La señora Tuggs dijo, “Así es, hija. Joseph, en cuando vendamos la tienda, nos tomaremos unas vacaciones.” Simón dijo, “Fantástico mamá; siempre he soñado con pasar un verano en un balneario de moda.” Clara dijo, “¿A cuál podremos ir?” Simón dijo, “¿Qué tal Grovesend?” Clara dijo, “¡Cymon, a Grovesend solo van obreros! ¡Qué horror estar entre esa gente vulgar!” La señora Tuggs dijo, “¿Y si fuéramos a Margate? Me han dicho que tiene bonitas playas.” Simón dijo, “¿Margate? Ahí solo van tenderos.” Clara dijo, “¿Qué tal Brighton?” El señor Tuggs dijo, “No, dicen que el camino está fatal.” Simón dijo, “Ya tengo el lugar adecuado…¡Ramsgate!” Clara dijo, “¡Ramsgate, el sitio de moda, donde va solo gente bien! ¡Maravilloso, hermano!” Simón, dijo, “Así son siempre mis ideas, Cla…Carlota.” Clara dijo, “¡Cuantas veces soñé con ir allí. Y ahora mi sueño se cumplirá.” La señora Tuggs dijo, “Joseph, quizá allí nuestros hijos hijos encuentren una pareja digna de ellos y nuestra fortuna.” Joseph Tuggs dijo, “¿Por qué no? Ahora nada nos impide emparentar con la nobleza.” La señora Tuggs dijo, “Pues bien. Mañana mismo ponemos en venta la tienda. Sera fácil deshacernos de ella.” Joseph Tuggs dijo, “Carlos Robinson. Más de una vez me ha suplicado que se la venda. A primera hora iré a hablar con él.” La señora Tuggs dijo, “No olvides sacarle el mayor precio posible. Una libra más es una libra.” Clara dijo, “Ay mama, estás hablando como una tendera. La gente bien no se preocupa por una libra más o menos.” La señora Tuggs le dijo, “Hija, mientras más aumentemos nuestra fortuna, mejor.”
     Un mes después, en el vaporcito que los conducía a Ramsgate, Clara decía, “Esto es verdaderamente el Paraíso.” La señora Tuggs dijo, “Estoy tan feliz. ¡En lugar de estar vendiendo manteca y chorizos, me encuentro aquí!” Clara dijo, “¡Mamá, no digas esas cosas y menos tan fuertes! Alguien puede oírte.” La señora Tuggs dijo, “Tienes razón. Lo que pasa es que aún no me acostúmbro a ser tan rica.” Clara dijo, “Pues es mejor que lo aceptes y te olvides de esa horrible vida.” La señora Tuggs dijo, “Sí, te aseguro que no vuelvo a decir nada semejante…¡Que elegante se ver tu padre! ¿Verdad?” Clara dijo, “No está mal, pero el sombrero se ve un poco viejo.” La señora Tuggs dijo, “Y eso que le puse una cinta dorada alrededor de la copa. Eso le da mucha categoría.” Alegres y animosos, los Tuggs se desplazaron entre los demás pasajeros. El señor Tuggs dijo, “Encantador todo esto, ¿Verdad hijo?” Simón dijo, “Impresiona el alma…eso es. ¡Impresiona el alma!” Un hombre se acercó en la cubierta a ellos y les dijo, “Una mañana deliciosa. ¿No es así, caballeros.” 
      Simón dijo, “Yo diría que celestial.” El hombre dijo, “Veo que es usted un entusiasta de las bellezas naturales.” Simón dijo, “En efecto.” El hombre dijo, “¿Ha viajado mucho?” Simón dijo, “Bueno…algo…” El hombre dijo, “Supongo que ha visitado Francia, Italia, Alemania.” Simón titubeó, diciendo,  “Este…no.” Simón habia respondido con un tono como si quisiera dar a entender que había llegado a medio camino, y se había regresado. El señor Tuggs dijo, “Mi hijo pronto hará ese viaje. Visitará muchos países.” El hombre dijo, “¿Es su hijo? Naturalmente usted querrá que haga ‘Le Grand tour’ ¿No es cierto?” Joseph pensó, “¿Qué significará ‘Le grand tour’?¿Donde se comprará?” El hombre agregó, “Le doy toda la razón. Es indispensable para todo joven bien.” Una dama bellísima se acercó, diciendo, “Walter, querido.” El hombre dijo, “Belinda, mi amor. ¿Qué sucede?” La mujer dijo, “¿Por qué me has dejado tanto tiempo sola?” La bellísima joven produjo en Cymon el efecto de un rayo deslumbrante. 
     El hombre dijo, “Pero mi vida, solo fueron unos minutos. Me puse a platicar con estos distinguidos caballeros y…” Ella dijo, “Y entre tanto unos jóvenes me han molestado con sus miradas impertinentes.” El hombre dijo, “¡Cómo!¿Quién se ha atrevido?” la mujer dijo, “¡Walter, cálmate, te lo suplico!” Walter dijo, “¿Calmarme?¡Yo los máto!” Joseph dijo, “Caballero serénese. Está llamando la atención.” Belinda, su esposa, dijo, “Walter, por favor, escucha a este señor. Todos nos miran.” Walter dijo, “Esta bien. Reconozco que su intervención ha sido muy oportuna caballero.” Walter agregó, “Me ha salvado del delito de homicidio. Le estaré eternamente agradecido señor…” Los Tuggs se presentaron, “Cymon Tuggs. Este es mi padre, Joseph Tuggs.” Walter dijo, “Es un honor conocerlo. Soy Walter Brook y esta dama es mi esposa Belinda.” Belinda dijo, “Ha sido una gran suerte que estuvieran ustedes con mi marido.” Y la bella joven envolvió al joven Cymon con una cálida mirada de sus preciosos ojos. Enseguida se escuchó una voz, “¡Joseph, Cymoon!” Cymon dijo, “¡Oh, mi madre y mi hermana nos buscan!” Cymon fue por ella y se hicieron las presentaciones. Los Tuggs procuraron mostrar el tono más desenvuelto posible. Belinda dijo, “Así que van a Ramsgate…¡Qué casualidad, nosotros también!” La señora Tuggs dijo, “Pensamos pasar allí por lo menos un mes.” Walter dijo, “Nosotros también. Es un capricho de Belinda. Yo prefiero la Costa Azul. Para mí no hay nada como Niza.” La señora Tuggs dijo, “No me dirá que la Costa Azul…¿También tiene arena?” Carlota dijo, “¡Mama!” Walter dijo, “¡Oh, qué sentido del humor de la distinguida señora!” Carlota dijo avergonzada, “Si, mamá es muy bromista. ¡Oh, de pronto me ha dado sed!” Joseph dijo, “Vamos a tomar algo. Nos harían el honor de acompañarnos.”
     Más tarde, Ya en el restaurante del crucero, ambas familias comian. Entonces Belinda dijo a Walter, “¿No te parece que éste caballero tiene un extraordinario parecido con el marqués de Carriwini?” Walter dijo, “Tienes razón. Desde que lo vi me llamó la atención.” Belinda dijo, “A mí también. Al acercarme, pensé que platicabas con él. Es un parecido increíble. ¡Obsérvalo! El mismo aire del marqués. Idéntica forma de pasarse la mano por el cabello.” Walter dijo, “¡Realmente extraordinario!” Cymon dijo, “¡Bah! Coincidencias.” Walter les dijo, “¿No conocen al marques?” Joseph dijo, “Este…No hemos tenido el gusto.” Belinda dijo, “¡Ah! Es un hombre tan simpático, y su fama de elegante y distinguido es reconocida en todo Londres.” Walter dijo, “En efecto, además es un hombre muy bien parecido. Sí…se diría que usted es su doble.” La señora Tuggs pensó, “¡Que gente tan fina y encantadora!”
     La plática continuó amable, simpática y llena de alegre gratitud por parte de la familia Tuggs. Belinda continuó la conversación, “Ah, si hubieran asistido al baile de lady Monre. Fue el evento social de la temporada, ¿Verdad querido?” Walter dijo, “Así es, aunque la recepción que dieron los condes de Hunterhall no se quedo atrás.” Enseguida Belinda dijo, “¡Walter, querido, mira a la señora Tuggs! En éste instante, ¿a quien te recuerda?” Walter dijo, “¡A la duquesa viuda Dobbletton!” Belinda dijo, “¡Exactamente! Mismo perfil, sus mismos delicados movimientos, pero sobre todo, su misma distinción y dignidad.” Walter dijo, “Creo que si la duquesa estuviera aquí, pensaría que es su alma gemela.” La señora Tuggs dijo, “¡Oh, quizá ustedes exageran!” Belinda dijo, “¡Nada de eso! Le asegúro que conozco muy bien a la duquesa. Es más, tómo con ella el té, todos los viernes.” La señora Tuggs dijo, “¡Oooh!” Walter dijo, “Es una dama encantadora. Por cierto, su hija Lady Marian es una de las jóvenes más solicitadas de la sociedad.” Belinda dijo, “Quizá usted Carlota, la conoce. Es de su edad. ¿No la habrá encontrado en algún baile?” Carlota dijo, “Este…no recuerdo…” Belinda dijo, “Oh, bueno. Ya tendré oportunidad de presentársela. Seguramente harán buena amistad.” Carlota pensó, “Eso significa que nos seguiremos tratando. ¡Esto es magnífico!”
    La amena conversación continuó, hasta que vieron aparecer el muelle de Ramsgate. Entonces la señora Tuggs dijo, “En unos momentos vamos a desembarcar. Espero que nos veamos a menudo.” Carlota dijo, “Eso sería muy agradable.” Belinda dijo a Cymon, “Es increíble como uno puede simpatizar tanto con personas que no ha visto antes. Los siento como amigos de toda la vida.” Cymon dijo, “Yo también señora.” Belinda le dijo, “Nada de formulismos. Dime Belinda.” Cymon dijo, “S-sí, claro.” Ambas familias bajaron al muelle. Entonces Belinda dijo a Joseph, “Señor Tuggs, ¿Tienen ya alojamiento?” Joseph dijo, “No, pero supongo que no será difícil encontrar.” Belinda dijo, “En ésta época el balneario está lleno, pero siempre hay lugar para personas de categoría como ustedes.” Joseph dijo, “Eso pensé y por ello no me preocupe de hacer reservaciones.” Belinda dijo, “Cymon, me ha sido grato conocerle…” Cymon le dio la mano y dijo, “yo…yo…” Walter dijo, “Belinda, mi amor, debemos ver nuestro equipaje.”
     Tras un apretón de mano, que dejo a Cymon con sus delicados nervios en tensión, la hermosa señora partió. Su madre le dijo, “Cymon, ¿Qué miras? Vamos, ya hay que desembarcar.” Como en trance, Cymon siguió a su familia sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, pensando, “Es la mujer más hermosa, delicada, elegante que han visto mis ojos.” Sin darse cuenta, Cymon pisó a un hombre, quien le dijo, “¡Auch!¿Es ciego o tonto?¡Fíjese por dónde camina, bobo!” En el muelle, todo era movimiento y acción. Un hombre decía, “Señor, ¿Le llévo su equipaje?” Otro decía, “Señor, en mi coche cabe toda la familia y las maletas.” Finalmente eligieron uno de los carruajes. Cuando estuvieron instalados, el cofer les dijo, “¿A dónde los llevo?” La señora Tuggs dijo, “No tenemos alojamiento. Habrá un buen Hotel, donde…” Joseph la interrumpió, diciendo, “¿Hotel?¡Ni soñarlo! Los mejores están llenos y los otros también.” La señora Tuggs dijo, “Entonces, ¿Qué haremos?” Joseph dijo, “Podríamos rentar una casa.” Después dijo mirando al chofer, “¿No sabe de alguna?” El chofer dijo, “Eso sí. Sé de varias.” En ese momento, se inició el triste peregrinar de la familia Tuggs. Después de preguntar en una casa disponible, Joseph dijo desanimado, “¡Dicen que una casa y rentan una pieza!¡Es el colmo!” Cymon dijo, “¡Estoy terriblemente cansado! Creo que me va a dar…” La señora Tuggs dijo, “¡Cymon, no es el momento! Espera que estemos instalados para desmayarte.” Cymon dijo, “¡Madre! Es decir ‘Mamá’…¡Oh que incomprensión!”
     El tiempo pasó y por fin, cuando empezaba a caer la tarde, la familia eligió finalmente una casa. La señora Tuggs dijo, “No está mal. Tiene tres grandes habitaciones y tendremos sirvienta pero piden cinco guineas al mes.” Joseph dijo, “Con razón está desocupada. Bueno, qué remedio, aquí nos quedamos.” Una hora después, la familia se encontraba cenando en su nueva residencia. Cuando Joseph oleó la cena dijo, “¡Magníficos camerones!” Carolina corrigió, “¡Camarones, papá!” Joseph comenzó a degustar la cena y dijo, “Finalmente camarones o ‘camerones’ da lo mismo.” Cymon miró a su padre con lastima mezclada con malignidad, y dijo, “¡Qué diría el señor Brook si oyera semejante vulgaridad!” Carolina dijo, “¿Y qué pensaría la señora Brook si viera a mamá comiéndoselos con cabeza y todo?” Cymon dijo, “¡No soporto la idea!¡Pensar que la comparó con la duquesa viuda de Dobbletton!” 
     La señora Tuggs dijo, “Debo tener más cuidado con mis modales, ¡Ah, siempre dije que algunos de mis antepasados debiéron haber sido nobles! Tú heredaste esa  nobleza, Cymon. Por eso eres tan sensible, como todos los grandes hombres. Ya ves…eres igual al marqués…bueno, de lo que sea.” El señor Tuggs dijo, “Debemos conservar la amistad de los Brooks, es gente muy distinguida.” La señora Tuggs dijo, “Nos introducirán en su círculo. Ya ves que ofreció presentarle una Lady a Carlota.” Carolina dijo, “Este invierno pienso tener una temporada social muy importante y te va a costar bastantes libras, papá.” El señor Tuggs dijo, “¡No importa! No voy a permitir que mi hija se presente en la corte como una pordiosera.” 
     Carolina dijo, “Cymon. ¿Piensas en Belinda? Que belleza de mujer, ¿Verdad?” Cymon dijo, “Un verdadero Ángel, ¡Qué ojos!¡Qué cutis!¡Qué Boca!” El señor Tuggs dijo, “Hijo, no olvides que es una mujer casada.” Cymon se levantó y dijo, “¡Padre, porqué tienes que llevar de nubes mis sueños y hacer ruinas mis remotas esperanzas! ¿Por qué me atormentan?¿No basta con…con…?” Cymon se detuvo. Nunca se supo si por falta de palabras o de aliento. Cymon dijo, “¡Me voy a mi habitación!” La señora Tuggs dijo, “¡Hijo, hijito, cálmate! Nunca ha sido bueno para ti agitarte.” Pero el joven con aire solemne y lleno de dignidad se retiró. La señora Tuggs dijo, “¡Oh, Joseph, no debiste…!” Joseph Tuggs dijo, “Solo le hice una advertencia.” La señora Tuggs le dijo, “Sabes lo sentible que es. Con cualquier cosa excita sus nervios.” Carolina dijo, “Y en este momento lo que más lo pone de nervios es la belleza de Belinda.”
     Al día siguiente, la familia dió un paseo por la playa del balneario. Joseph dijo, “¡Qué animación. Cuanta vida, cuanto bullicio…!” La señora Tuggs dijo, “Joseph, rentemos sillas en la playa.” Momentos después, la señora Tuggs dijo, “En mi vida había estado tan…¡Ayy! Joseph, me hundooo!” La señora Tuggs solo se había caído en la arena. Carolina dijo, “Mamá, qué escándalo, todos nos miran!” La señora Tuggs dijo, “¡Ay, hija, es que creí que me tragaba la arena! Bueno, ya pasó.” En ese momento llegaba Walter Brooks y Belinda. Belinda dijo, “¡Querida Carlota, por fin los encuentro!” Cymon al ver a Belinda pensó, “¡Oh, está aún más bella que ayer!¡Mi corazón va a estallar…la ámo!” Carolina dijo, “Belinda, que alegría verte.” Carolina les dijo, “¿Cómo están?¿Durmieron bien?” Luego que tuvo lugar el más afectuoso cambio de saludos, Joseph Tuggs dijo, “Por favor siéntense. Pediré otras sillas.” Walter Brooks dijo, “Gracias. Muy amable.” Empezó la amena plática y de pronto, Walter dijo, “Belinda. Amor mío…” Belinda dijo, “Si, Walter querido…” Walter dijo, “Allá esta Harry Thomson.” Belinda dijo, “¿Dónde?” Walter apuntó hacia la playa y dijo, “Bañándose, mi amor.” Belinda dijo, “Tienes razón…No nos ha visto, sin duda.” Walter dijo, “¡Y está acompañado por la señora Mary Golding!” Belinda dijo, “¡Es cierto! Al que no veo es al señor Golding.” 
     Walter dijo, “Yo tampoco, míralos. Se toman de las manos. Eso no me parece bien.” Belinda dijo, “Walter, él solo la ayuda a evitar esa fuerte ola. Querido, son personas de la alta sociedad. En nuestro circulo, eso no es mal visto. Nadie va a pensar mal de la señora Golding porque se baña con el señor Thomson. Lo que pasa es que tu eres muy celoso.” Walter dijo, “Sí, soy muy celoso porque te adóro y eres la mujer más hermosa del mundo.” Enseguida Cymon dijo, “¿Escuchaste, papá? Nada de malo hay si platíco o doy un paseo con la señora Brooks. Es privilegio de la aristocracia.” Joseph Tuggs dijo, “No deja de parecerme una costumbre bastante singular.” Enseguida Joseph dijo, “¿Dónde piensan comer hoy?” Walter dijo, “la verdad…aún no hemos decidido nada…” Walter dijo, “¿Qué tal si vamos a Pegwell? Es el lugar de moda.” Joseph dijo, “Sí, es una excelente idea.” Los Tuggs jamás habían oído hablar del lugar pero como si se hubieran puesto de acuerdo, no permitieron que se notára. Enseguida, Walter dijo, “Queda un poco lejos y hace demasiado calor para ir a pie.” Belinda dijo, “Walter, querido. A mí me gustaría ir en borriquillo. ¡Es tan divertido!” Carolina dijo, “Entonces, a mi también.” Walter dijo, “Entonces, para nosotros un coche y para ustedes borriquillos…aunque…no sé si estaría bien…” Belinda dijo, “¿Qué no estaría bien?” Walter dijo, “Que vayan solas. Pero si el joven Cymon tuviera la gentileza de acompañarlas…” Cymon dijo, “Yo no podría. No soy buen jinete…la verdad, no creo que…” Belinda dijo, “¡Oh, claro que puede!¿Se negara a darme ese gusto?” Y las sedosas y largas pestañas aletearon como dos mariposas sobre los verdes ojos clavados en el pobre Cymon, quien dijo, “P-por supuesto que no…”
     Una hora después, un carruaje aguardaba la salida. Cymon, Belinda y Carlota estaban montados en sus asnos, esperando la salida. Walter dio una instrucción, antes de partir, “Los dos muchachos a pie irán con ustedes para empujar a los burros en caso de que se nieguen a caminar.” Se pusieron en marcha y uno de los hombres de a pie dijo, “¡Arre, arre, burro!” Carolina dijo a Belinda, “¡Ay, que valiente es usted!¡No vaya a ir al galope, que me da miedo!” Continuaron avanzando, y Belinda dijo, “¡Que día tan hermoso, querida Carlota!” Carlota dijo, “Encantador, todo esto es una belleza, ¿Verdad, Cymon?” Antes de responder, Cymon miró fijamente a Belinda, “Sí, nunca vi nada más bello que lo que contemplo ahora.” Belinda bajó los párpados he hizo que su montura quedara algo rezagada, de inmediato Cymon la imitó. Enseguida Cymon le dijo, “¡Ay, Belinda, desde que la conocí ayer, mi corazón ya no me pertenece.” Belinda le dijo, “Cymon, por favor…¡Yo pertenezco a otro! ¡Es terrible! Pero ayer al verlo…¡Oh si no estuviera…!” Cymon dijo, “¡Por favor, no calle!¿Que iba a decir?” Belinda dijo, “Si no estuviera casada…mi destino hubiera sido ser amada por un joven de noble aspecto. Con un espíritu sensible capaz de experimentar y apreciar mis sentimientos.” Cymon dijo, “¡Belinda, será posible! Usted también experimenta esa atracción divina que nos une.” En ese sublime momento, el burro de Cymon decidió no caminar. Cymon dijo, “¡Eh, Ale, Ale!...¡Vamos bestia, no te quedes parado, Ale!” Sea porque el animal se indignó por el tono de la orden o sintiera deseos de aventajar a su compañero, partió como un rayo. Cymon le gritó, “¡DETENTEEE!” Belinda dijo, “¡Cymon!” Como si supiera que se encontraba a unos metros del hotel Pegwell, el malvado animal se dirigió directo a la entrada. Joseph Tuggs gritó, “¡Cymon!” La señora Tuggs dijo, “¡Hijito!” Carlota dijo, “¡Hermano!” Mientras tanto Cymon gritaba, “¡DETENGANLOO!” Y allí el burro decidió frenar en seco, lanzándolo por el aire, no dando a su jinete la oportunidad de desmontar con elegancia. Uno de los encargados del hotel dijo, “¡Qué manera tan singular de llegar!” Dos empleados del hotel lo levantaron. Al recuperarse, Cymon exclamó, “¡Aaaay!” La señora Tuggs dijo alarmada, “¡Hijito, hijito!¡Oh, puede tener un hueso roto. Tengan cuidado.” Uno de los empleados dijo, “¿Se encuentra bien, señor?” Cymon dijo, “Sí…creo que sí…”
     Después que todo se restableció, Walter dijo, “No hay que alarmarse, fue una caída sin importancia.” Belinda dijo, “Salvo éste pequeño incidente, el paseo fue delicioso, ¿verdad?” Carolina dijo, “Realmente encantador. Tanto que no me importaría repetirlo.” Walter dijo, “¡Nada de eso! Todos regresaremos en coche.” Superado el pequeño incidente, pasaron a comer. Ya en la mesa, la señora Tuggs dijo, “Estos came…camarones están deliciosos.” Walter dijo, “Y la mantequilla es de la mejor calidad. Y les aseguro que yo sé muy bien lo que háblo.” Cuando terminaron de comer y llegó el momento de pagar la cuenta, Walter dijo, “Belinda, mi amor, dame mi billetera.” Belinda dijo, “¿Tu billetera? Yo no la tengo Walter querido.” Walter dijo, “¡Cómo!¿No te la di en la mañana?¡Oh, que olvido!” Joseph Tuggs dijo, “Señor Brooks, ¿No pretenderá usted pagar?, son ustedes nuestros invitados.” Walter le dijo, “No puedo aceptar. Usted pagó las sillas en la playa, el coche, los burritos…” El señor Tuggs dijo, “Señor Brooks, no insista. Como gente bien que somos, no vamos a discutir por una cuenta. ¡Joseph paga!”
     Al separarse ambas familias, quedaron en verse en la noche, en el casino. Horas después, cuando los Tuggs se vieron con los Brooks, Cymon dijo, “Belinda, está usted encantadora…que digo, ¡Maravillosa!” Belinda dijo, “Y usted tan elegante, tan guapo…le aseguro que el marqués de Carriwini sentirá envidia al verlo.” Ambas familias se sentaron a la mesa en el salón de baile. Enseguida, Walter dijo, “Belinda, mi amor, ¿Quieres bailar?” Ella dijo, “¡Oh, sí, Walter querido!” Cymon los vio deslizarse por la pista y sintió como si una espada traspasara el corazón, pensando, “Todas las demás mujeres son insignificantes, desaparecen ante la presencia de ella.”
     Los días siguientes fueron todos similares: Por la mañana, playa, a medio día, comida en Pegwell, y por la noche, casino. Habían transcurrido tres semanas cuando una noche, Carolina vio a Belinda en el casino y le dijo, “¡Belinda, vienes sola!¿Y tu marido?” Belinda dijo, “Tuvo que partir de urgencia a Londres. Estará ausente tres días.” Carolina dijo, “¡Oh, qué lástima! Pero supongo que eso no impedirá que te unas a nosotros.” Belinda dijo, “No. Walter los estima mucho y no le parecerá mal.” Cymon sintió que el cielo se abría para él, pensando, “¡Diez días! Podré estar cerca de ella sin la odiosa presencia del marido.” Desde ese momento no se separó del lado de la beldad, aunque sin atreverse a otra cosa que contemplarla, pero una tarde, estando ambos en un acantilado frente al mar, Cymon le dijo, “Belinda quería decirle…” Belinda dijo, “¡Por favor, cálle! Déje que hablen nuestros corazones. Es maravilloso cómo se comprenden.” Cymon le dijo, “Sí, pero sería yo tan feliz si pudiera tocar sus manos, cubrirlas de besos…” Belinda dijo agresivamente, “¡No Cymon, no! Quizá ya no podríamos separarnos y, entonces…¿Qué sería de nosotros?” Cymon dijo, “Tiene razón…¡Oh, Belinda, si supiera cuanto sufro!” Belinda dijo, “Y yo…pero es nuestro destino y solo nos queda aceptarlo.”
     Ya en la residencia, con su madre y su hermana, Cymon se sentía cada día mas enamorado y trataba de resignarse a su suerte. Su madre le decía, “Hijo, me preocupas. ¿Qué tienes? Dímelo.” Cymon le dijo, “¡Ay, madre…si te contára! Pero, para qué…es mejor que cárgue solo con mi cruz.” Y como haciendo un supremo esfuerzo, se levantó y salió con actitud de quien va al suicidio. La señora Tuggs dijo, “Carlota, ¿Qué le sucede a tu hermano?” Carlota dijo, “¡Quién sabe, mamá!¡Es tan especial!¡Por todo se deprime o se desmaya!” La señora Tuggs dijo, “Hija, no hables así del pobre Cymon! Es un joven sensible…” Carlota dijo, “No le hagas caso a Cymon, lo que más le agrada es llamar nuestra atención.”
     Transcurrieron diez días, y un día, sentados en una banca al aire libre, Belinda dijo a Cymon, “Walter regresa mañana…” Cymon dijo, “Sí, lo sé…mañana ya estará aquí…” Belinda le dijo, “¡Oh, Cymon, el casto deleite de este amor platónico, debe terminar para siempre!” Cymon le dijo, “¡No digas para siempre, Belinda!¡Por favor!” Belinda dijo, “Es preciso, Cymon.” Cymon dijo, “¿Porqué? Una amistad como la nuestra, tan inofensiva, no ofende a nadie. Tu esposo no podría oponerse a ella.” Belinda dijo alarmada, “¡Cuan poco lo conoces! Es celoso y vengativo. ¡Feroz en la venganza y loco en los celos!” Cymon dijo, “Pero nosotros no hemos hecho nada…” Belinda dijo, “Cymon, él no comprende nada. ¿Quieres que te vea asesinado ante mis propios ojos?” Cymon dijo asombrado, “¡Asesinado!” El pobre Cymon Tuggs se imaginó ese espantoso espectáculo. Imaginó que Walter lo traspasaba con una espada diciendo, “¡Muere canalla traidor!” Y en ese instante, un terrible miedo envolvió su amor. Cymon dijo, “¡Noooo!¡Asesinado nooo!” Belinda le dijo, “Entonces déjame ésta noche para siempre.” Cymon dijo, “¡Belinda, que cruel puede ser la vida con dos seres que se aman tanto!” Belinda le dijo enfáticamente, “¡No lo digas!¡Vámonos, te lo suplico!” Cymon dijo, “Antes quiero que sepas que nunca te olvidaré.”
     Llenos de tristeza, caminaron hasta la casa donde se alojaban los Brook. Cymon la tomó de las manos y le dijo, “Buenas Noches, Belinda…” Belinda dijo, “Buenas noches. Cymon, yo…” La institutriz abrió la puerta y dijo, “¿El señor no va a pasar?” Entonces Belinda dijo, “Quizá aun no sea tan tarde y…” El joven no pudo resistir la velada invitación, pero apenas estuvo en el salón de la casa, dijo, “No debí entrar. Qué caso tiene…Es mejor que me vaya.” Belinda le dijo, “Cymon, quiero que sepas que si en cualquier época de mi vida yo…” Entonces se escuchó la voz de Walter, “¡BELINDAAA!” Belinda dijo, “¡Mi marido!” Cymon dijo, “¿Qué?” El más terrible horror se pintó en la cara de la joven dama. Belinda dijo, “¡La cortina!¡Escóndete tras la cortina!” Cymon dijo, “¿Por qué? No hemos hecho nada malo…” Belinda insistió, “¡Cymon escóndete!¡Si te encuentra aquí, te matará!” Cymon dijo, “Pero…” Belinda dijo, “¡Rápido!¡Ya viene! Él no entiende razones.” Cymon dijo, “No creo que…”
     Belinda apenas tuvo tiempo de ocultar a Cymon cuando Walter apareció, diciendo, “Belinda, amor mío…” Belinda dijo, “Walter, qué sorpresa! No te esperaba hasta mañana…¡Ah, vienes con los Tuggs!” Walter dijo, “Fui a buscarte a su casa creyendo que estarías allí.” Belinda dijo, “Oh, no, aquí te aguardaba ansiosa.” Walter dijo, “Los invité a tomar algo. He extrañado a estos buenos amigos.” Belinda dijo, “Lo imagino Walter querido…por favor, siéntense.” Walter le dijo, “Belinda, amor, te tengo otra sorpresa. Espera un minuto.” Walter salió y no tardo en regresar. Walter regresó acompañado y dijo, “Miren a quien encontré en el vapor.” Belinda dijo, “¡Capitán Slaughter!¡Qué gusto me da volver a verlo!” Después de efusivos saludos, Walter dijo, “Sentémonos. Belinda, mi amor, sírvenos Brandy.” Belinda dijo, “De inmediato Walter querido.” En su escondite, Cymon pensaba, “¡Oh, no!...Hasta que hora van a estar aquí, y yo sin poder moverme. Apenas me atrevo a respirar.” 
     Mientras tanto en la sala, Walter decía, “Capitán, ¿Un cigarrillo?” El capitán dijo, “Sí, gracias. ¡No hay nada como un buen brandy y un cigarro!” Walter dijo, “Señor Tuggs, ¿Desea uno?” Joseph Tuggs dijo, “No, gracias. Hace mucho dejé de fumar. Cymon no soporta oler el humo del tabaco.” Carlota dijo, “El pobrecito de inmediato se siente enfermo.” Walter dijo, “Ahora recuerdo que una vez me lo comento.” A continuación, Walter y el capitán prendieron sus cigarros y empezaron a echar humo con la mayor tranquilidad. Walter dijo, “Delicioso, ¿verdad capitán?” El capitán dijo, “Excelente tabaco, realmente excelente.” El humo llenó la habitación, y se abrió paso entre las corinas. Cymon, quien estaba escondido tras ella, pensó, “Ya no puedo más…tengo que aguantarme, tengo que…” Inútil, no pudo, y comenzó a toser, “¡Cof, cof, cof…!” Walter dijo, “¡Oh, perdón señora Tuggs! No sabía que a usted también le molestaba el humo.” La señora Tuggs dijo, “¿Molestarme? No, de ninguna manera.” Walter insistió, “Pero la hace toser.” Ella dijo, “¿A mí? No. No…”  Walter dijo, “Señora, acaba usted de toser.” La señora Tuggs dijo, “¿Yo? Por supuesto que no he tosido señor Brooks.” Walter dijo, “Alguien tosió, estoy seguro.” El capitán Slaughter dijo, “A mí también me lo pareció…pero quizá fue solo mi imaginación.”
     Continuaron fumando. El humo llenaba la habitación. Entonces Cymon dijo, “¡Ay, Dios, ya no…! ¡Cof, Cof, Cof!” Walter dijo, “¡Fue una tos, ahora si no hay duda! ¿No fue usted señora?” La señora Tuggs se impacientó, y dijo, “¡Le he dicho que no, señor Brook!” Walter continuó interrogando y dijo, “Ni usted señor Tuggs…ni usted señorita Carlota.” Joseph Tuggs dijo, “Yo no.” Carlota dijo, “Yo tampoco.” Walter dijo, “¿Y entonces quién?” El capitán Slaughter dijo, “Creo que puedo decirlo.” El capitán se puso de pie y fue hacia las cortinas. De un tirón, el capitán abrió la cortina y apareció, Cymon. Walter dijo, “¡Qué significa eso!” Joseph Tuggs dijo, “¡Cymon!” Walter se alteró y dijo, “¡Slaughter, deme su sable, yo lo máto!” Belinda se arrodilló a su lado, diciendo, “¡Walter querido, perdón!¡Perdón!” Cymon se sentó en el piso lleno de miedo. La señora Tuggs fue a él, diciendo, “¡Cymon!¡Hijito!” Walter insistía, “¡Démelo!¡Démelo!” El capitán decía, “¡Walter, que vas a ser!” Walter dijo, lleno de cólera, “¡Lo voy a matar!¡Lo partiré en dos con la espada!” Belinda dijo, “¡Noooo, Walter!” 


     Slaughter dijo, “Walter, usted es un caballero. Un duelo es lo indicado en estos casos.” Walter dijo, “¡Sí, un duelo! Arregle todo, Slaughter lo encárgo de ello.” Y dando una mirada de olímpico desprecio, Walter se dirigió con aire digno a la puerta. Belinda dijo, “Walter, querido, te juro…” En breve, Belinda despidió a la familia Tuggs, diciendo, “Señor Tuggs, retírese con su familia. Yo iré mañana a visitarle.”
     Al día siguiente, ya en casa, ni que decir de la angustia de la familia Tuggs. Joseph Tuggs dijo, “Cymon, ¿Cómo pudiste?” Cymon, quien estaba en cama dijo, “¡Juro que no hice nada! Todo fue un malentendido. Soy inocente, padre.” Y casi llorando contó, cómo habían sucedido las cosas. Su madre dijo, llevándole un té, “¡Ay, hijo, te creemos pero las apariencias te acusan!¿Cómo convencer al señor Brook?” Carlota dijo, “Jamás lo lograríamos. ¡Pobre de su esposa, es capaz de matarla!” Al día siguiente, Slaughter se presentó a casa de los Tuggs, y dijo a Joseph, “Vengo para que nombren a sus padrinos. Espero que el joven sea buen espadachín. El señor Brook es campeón de esgrima.” La señora Tuggs dijo, “¡Oh, no! Joseph. Tenemos que hacer algo. Cymon jamás ha tomado una espada.” Joseph dijo al capitán, “¿No habría forma de arreglar este asunto sin llegar a un duelo?” Slaughter dijo, “Señor Tuggs, es una cuestión de honor.” 
     Joseph le respondió, señalando a su hijo, quien se encontraba postrado, “Lo sé, pero mi hijo está con una afección nerviosa.” Slaughter dijo, “Lo lamento mucho, en ese caso, trataré de que se llegue a una solución conveniente para todos…” Y el amable capitán por supuesto que la encontró. Después de unos minutos, la señora Tuggs decía, “Hijo, ya no tienes de que preocuparte. Todo está arreglado.” Joseph le dijo, “Espero que esto te sirva de lección para que no vuelvas a poner los ojos en una mujer casada.”
     Los Tuggs habían perdido una agradable amistad y 1500 libras de su capital. Carolina dijo, “Lo que más siento es que ya no conoceré a lady no se qué.” Su madre dijo, “¡Y yo que ya te veía frecuentando la corte!” Y mientras ellos lamentaban lo sucedido, Belinda se reía, diciendo, “¡Ja, Ja, Ja!¡Jamás nos habían tocado unas victimas más fáciles!” Walter reía también con el dinero en sus manos, diciendo, “¡Ja, Ja, Ja! No imaginé que nos costaría tan poco trabajo obtener 1500 libras.” Slaughter reía también, “¡Ja, Ja, Ja!” Belinda dijo, “¡Ay Walter, cómo que no! Desde que los vimos subir al vapor supimos que eran los tontos que necesitábamos!” Walter dijo, “Belinda, amor mío, reconozco que tienes razón.” El capitán Slaughter dijo, “Casi se pusieron de rodillas para agradecerme que me llevara las 1500 libras.” Walter dijo, “Debimos haberles pedido dos mil. También las habrían pagado.” Belinda dijo, “Yo estoy contenta de que todo haya terminado. Ya no soportaba a ese bobo de Cymon ni a la cursi de su hermana. Ni qué decir de la mamá. Desde que la compare con la duquesa empezó a actuar como si fuera una noble. ¡Ja, Ja, Ja!” Walter dijo, “Y no sabía ni comer. Son unos pobres diablos. ¿No es así, Slaughter?” El capitán dijo, “¡Ja!¡Ricos diablos diría yo!” Walter dijo, “Bueno, mañana dejamos Ramsgate. Ojalá en el vapor encontremos otra familia Tuggs.”
     Por suerte para ellos no es difícil en este mundo encontrar familias Tuggs. Ya una vez en el vapor, Walter dijo a Belinda, “Belinda mi amor…” Belinda le contestó, “Sí, ya sé, Walter querido: A trabajar…”
     Tomado de Novelas Inmortales. Año XV. No. 737. Enero 1ro. De 1992. Guión: Herwigd Comte. Segunda adaptación: José Escobar.

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