domingo, 3 de mayo de 2015

El Huesped Siniestro de E.T.A. Hoffmann.

     Ernesto Teodoro Amadeus Hoffmann nació el 24 de enero de 1776, en Konisberg, Este de Prusia, en el Reino de Prusia, y murió a los 46 años, el 25 de junio de 1822, en Berlín, Branderburgo, Reino de Prusia. Ernesto Teodoro Amadeus Wilhem Hoffmann fue un autor romántico alemán de fantasía y horror, así como jurista, compositor, crítico de música, dibujante y caricaturista. Sus cuentos cortos forman la base de la famosa opera de Jacques Offbach, titulada, “Los Cuentos de Hoffmann,”  en donde Hoffmann aparece grandemente ficionalizado, como el héroe. Hoffmann es también autor de la novela, “El Cascanueces y el Rey Ratón,” de donde el famoso ballet, “El Cascanueces” se basó. 
     El ballet, “Coppélia,” se basa en dos de las historias que Hoffmann escribió, mientras que la composición para piano, “Kreisleriana” de Schumann, se basa en el personaje de Hoffmann, Johannes Keisler.
       Las historias de Hoffmann fueron muy influyentes durante el siglo 19, y él es uno de los más importantes autores del movimiento romántico. 
Su Vida
Su Juventud
       Los ancestros de Hoffmann, tanto por parte de padre como de madre, eran juristas. Su padre, Christoph Ludwig Hoffmann (1736-1797) fue un abogado en Königsberg, Prusia, ahora Kaliningrado, Rusia, así como poeta y un músico amateur quien tocó viola da gamba. En 1767, su padre se casó con su sobrina, Lovisa Albertina Doerffer (1748-1795). Ernesto Teodoro Wilhem, nacido el 24 de enero de 1776, fue el más joven de tres hijos, de los cuales el segundo murió en la infancia.
     Cuando sus padres se separaron, en 1778, su padre se fue a Insterburg, hoy Chernyakhovsk, con su hijo mayor, Johann Ludwig Hoffman (1768-despues de 1822), mientras la madre de Ernesto se quedó en Königsberg con sus familiares: dos tías, Johanna Sophie Doerffer(1745-1803) y Charlotte Wilhelmine Doerffer (1754-1779) y su hermano Otto Wilhelm Doerffer (1741-1811), quienes todos nunca se casaron. Este trió crió al joven.
     La familia, dominada por el tío, a quien Ernesto apodaba “O Weh” (Oh Dear) en un juego de sus iniciales, era pietista e incompatible. Hoffman se arrepentiría de su alejamiento de su padre. Sin embargo, él recuerda a sus tías con gran afecto, especialmente la más joven, Charlotte, a quien él apodaba, “Tía pies pequeños.” Aunque ella murió, cuando él tenía tres años de edad, él atesoró su memoria, y bordó historias alrededor de ella a tal grado que posteriormente biógrafos asumieron que ella era imaginaria, hasta que evidencia de su existencia fue encontrada después de la Segunda Guerra Mundial. 
     Entre 1781 y 1792 Hoffmann asistió a la escuela luterana o Burgshule, donde hizo buenos progresos en sus estudios clásicos. Se le enseñó dibujo por un saemann y contrapunto por un organista polaco llamado Podbileski, quien iba a ser el prototipo de Abraham Liscot en Kater Murr. Ernesto mostró un gran talento para tocar el piano, y se ocupó de la escritura y el dibujo. El entorno provincial no era, sin embargo, conducente al progreso técnico, ya pesar de sus talentos por todos lados, permaneció más bien ignorante tanto de las formas clásicas como de las nuevas ideas artísticas, que se estaban desarrollando en Alemania. Sin embargo había leído Schiller, Goethe, Swift, Sterne, Rousseau y Jean Paul, y escribió parte de una novela titulada, Der Geheimnisvolle.
     Alrededor de 1787, Hoffmann se hizo amigo de Theodor Gottlieb von Hippel el Joven (1775-1843), el hijo de un pastor, y sobrino de Theodor Gottlieb Hippel el Viejo, el bien conocido escritor amigo de Immanuel Kant. Durante 1792, ambos asistieron a algunas de las lecturas de Kant, en la Universidad de Königsberg. La amistad de ambos, aunque puesta a prueba a menudo por una creciente diferencia social, fue de toda la vida.
     En 1794, Hoffmann se enamoró de Cora Hatt, una mujer casada a quien le daba clases de piano. Ella era diez años mayor, y en 1765 dio a luz su sexto hijo. En febrero de 1765 su familia de ella protestó en contra de sus atenciones de él y, con beneplácito dudoso, Hoffmann le pidió a otro de sus tíos, que le acomodára en un empleo en Glogovia, Silesia Prusiana, hoy Polonia.
Las Provincias
      Desde 1796, Hoffmann obtuvo empleo como secretario de su tío, Johann Ludwig Doerffer, quien vivía en Glogovia con su hija Minna. Después de pasar exámenes adicionales Hoffmann visitó Dresde, donde quedó impresionado por las pinturas en la galería, en particular las pinturas de los pintore Correggio y Rafael. Durante el verano de 1798, su tío fue ascendido a un tribunal de Berlín, y los tres se mudaron allí en agosto, a la primera residencia de Hoffmann en una gran ciudad. Fue allí que Hoffmann primero intentó promocionarse como compositor, escribiendo una opereta llamada Die Maske y enviando una copia a la reina Luisa de Prusia. La respuesta oficial le aconsejó que le escribiera al director del Teatro Real, un hombre llamado Iffland. Por el tiempo en que llegó la respuesta, Hoffmann había pasado ya su tercera ronda de exámenes, y ya había dejado Posen (Poznań) en el sur de Prusia, en compañía de su viejo amigo Hippel, con una breve parada en Dresde para mostrarle la galería.   
     De junio de 1800 a 1803 trabajo en provincias prusianas en el área de la región de la Gran Polonia y la región de Mazovia. Esta fue la primera vez que vivió sin la supervisión de los miembros de su familia, y empezó a convertirse en,  “lo que los directores de escuelas, párrocos, tíos y tías llamaban, un disoluto.” Su primer trabajo en Posen, estuvo en peligro después del carnaval del martes de ceniza de 1802, cuando caricaturas de oficiales militares fueron distribuidas en un baile. 
     Se dedújo inmediatamente quien los dibujó, y se hicieron quejas hacia las autoridades de Berlín, quienes se mostraron reacias a castigar al prometedor joven oficial. El problema se resolvió “promoviendo” a Hoffmann a Plock, en lo que fuera la Nueva Prusia Oriental, la ex capital de Polonia (1079-1138), donde los oficiales administrativos eran reubicados de Toruń. Él visitó el lugar para arreglar alojamiento, antes de volver a Posen donde se casó con “Micha” (María o Marianna Tekla Michalina Rorer) cuyo apellido polaco era Trzcińska. Se mudaron a Plock en 1802.  
       Hoffmann se desesperó a causa de su exilio, y dibujó caricaturas de sí mismo, donde se ahogaba en el lodo junto a aldeanos harapientos. Hizo uso, sin embargo, de su aislamiento, escribiendo y componiendo. Comenzó su diario el 1 de octubre de 1803. Un ensayo sobre teatro fue publicado en una revista de August von Kotzebue, Die Freimüthige, y Hoffmann participó en un concurso en la misma revista para escribir una obra de teatro. Hoffmann fue llamado, Der Preis, (“El Premio”). Hubo catorce aspirantes, pero ninguno fue juzgado digno del premio: 100 monedas de oro. Sin embargo, su obra fue señalada con mención especial. Este fue uno de los pocos buenos tiempos de un período triste de su vida, que vio la muerte de su tío J.L. Hoffmann en Berlín, su tía Sophie, y Cora Hatt, en Königsberg .
     A principios de 1804 obtuvo una posición de trabajo en Varsovia. En el camino hacia allá, Hoffmann pasó por su ciudad natal y se encontró con una de las hijas de Cora Hatt. Y se fue para nunca volver a Königsberg.         
   Varsovia
     Hoffmann se asimiló bien con la sociedad polaca; los años vividos ​​en la Polonia prusiana los reconoció como los más felices de su vida. En Varsovia, se encontró con el mismo ambiente que había disfrutado en Berlín, renovando su amistad con Zacarías Werner, y conociendo a su futuro biógrafo, un vecino y compañero jurista llamado Julius Eduard Itzig, quien cambió su nombre por el de Hitzig, después de su bautismo. Itzig había sido miembro del grupo literario de Berlín llamado el Nordstern, y le dio a Hoffmann las obras de Novalis, Tieck Ludwig, Achim von Arnim, Clemens Brentano, Gotthilf Heinrich von Schubert, Carlo Gozzi, y Calderón. Estas presentaciones relativamente tardías, marcaron su obra profundamente.
     Hoffmann se movia en los círculos de August Wilhelm Schlegel, Adelbert von Chamisso, Friedrich de la Motte Fouqué, Rahel Levin, y David Fernando Koreff.
     Sin embargo, su posición afortunada no iba a durar: el 28 de noviembre 1806, durante la Guerra de la Cuarta Coalición, las tropas de Napoleón Bonaparte capturaron Varsovia, y los burócratas prusianos perdieron sus puestos de trabajo. Las tropas se dividieron el contenido de la tesorería entre ellos, y huyeron. En enero 1807, su esposa y su hija de dos años de edad, Cäcilia , regresaron a Posen, mientras Hoffmann reflexionaba sobre la posibilidad de trasladarse a Viena o volver a Berlín. Un retraso de seis meses, fue causado por una enfermedad grave. Finalmente las autoridades francesas exigieron que todos los ex funcionarios juraran lealtad o salieran del país. Como se negaron a concederle un pasaporte a Viena, se vio obligado a regresar a Berlín. Hoffmann visitó a su familia en Posen antes de llegar a Berlín el 18 de junio de 1807, con la esperanza de seguir su carrera allí como un artista y escritor.
Berlín y Bamberg

     Los próximos quince meses, fueron algunos de los peores en la vida de Hoffmann. La ciudad de Berlín también fue ocupada por las tropas de Napoleón. Obteniendo solamente magros subsidios, recurrió con frecuencia a sus amigos, constantemente pidiendo  dinero prestado y aún así pasaba hambre durante días a la vez; se enteró de que su hija había muerto. Sin embargo, se las arregló para componer sus, Seis Cantares, para un coro a capella: uno de sus mejores composiciones, que más tarde atribuiría a Kreisler, en Lebensansichten des Katers Murr. (Vida y Opiniones de Kate Murr).


     El 1 de septiembre de 1808, Hoffmann llegó con su esposa a Bamberg, donde comenzó a trabajar como director de teatro. El director, el Conde Soden, se fue casi inmediatamente, mudandose a Würzburg, dejando a un hombre llamado Heinrich Cuno a cargo. Hoffmann fue incapaz de mejorar los niveles de rendimiento, y sus esfuerzos, provocaron intrigas en su contra, lo que se tradujo en que él perdiera su trabajo por Cuno. Hoffmann comenzó a trabajar como crítico musical del Allgemeine Musikalische Zeitung, un periódico en Leipzig, y sus artículos sobre Beethoven fueron especialmente bien recibidos y muy bien considerados por el propio compositor. Fue en sus páginas que el personaje, “Kapellmeister Johannes Kreisler” hizo su primera aparición.



     El gran éxito de Hoffmann llegó en 1809, con la publicación de Ritter Gluck, una historia sobre un hombre que conoce, o cree que ha conocido, el compositor Christoph Willibald Gluck (1714-1787) más de veinte años después de la muerte de este último. El tema alude a la obra de Jean Paul, quien habia inventado el término Doppelgänger, o el Doble de una persona viviente, una década anterior, y continuó para imponer una poderosa influencia sobre Hoffmann, convirtiéndose Hoffmann en uno de sus primeros admiradores. 


     Con esta publicación, Hoffmann comenzó a utilizar el seudónimo de E.T.A. Hoffmann, diciéndole a la gente que la "A" era por Amadeus, en homenaje al compositor Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Sin embargo, Hoffmann continuó utilizando Wilhelm en los documentos oficiales durante toda su vida, y las iniciales E.T.W. aparece también en su lápida.


     Al año siguiente, Hoffmann fue contratado en el Teatro de Bamberg como tramoyista, decorador, y dramaturgo, además de dar clases particulares de música. Se hizo tan enamorado de una joven estudiante de canto, Julia Marc, que sus sentimientos eran evidentes cuando estaban juntos, por lo que la madre de Julia, rápidamente le encontraron un partido más adecuado. Cuando José Seconda le ofreció a Hoffmann un puesto como director musical de la compañía de ópera (entonces presentándose en Dresde, Hoffmann aceptó, abandonando Bamberg el 21 de abril 1813.
Dresde y Leipzig

     Prusia había declarado la guerra contra Francia, el 16 de marzo durante la Guerra de la Sexta Coalición, y su viaje estaba lleno de dificultades. Llegaron el 25, sólo para encontrar que Seconda estaba en Leipzig; el día 26, enviaron una carta pidiendo fondos temporales. Ese mismo día Hoffmann se sorprendió al encontrarse con Hippel, a quien no había visto desde hacía nueve años.


     La situación se deterioró, y a principios de mayo, Hoffmann trató en vano de encontrar transporte a Leipzig. El 8 de mayo, los puentes fueron destruidos, y su familia se quedo abandonada en la ciudad. Durante el día, Hoffmann vagaría, observando la lucha con curiosidad. Por último, el 20 de mayo, Hoffman y su esposa dejaron de Leipzig, sólo para involucrarse en un accidente que mató a uno de los pasajeros en su carruaje, y lesionó a su esposa.


     Llegaron a Leipzig el 23 de mayo, y Hoffmann comenzó a trabajar con la orquesta de Seconda, que resultó ser de la mejor calidad. El 4 de junio se inició un armisticio, lo que permitió a la empresa el volver a Dresde. Pero el 22 de agosto, tras el fin del armisticio, la familia se vio obligada a trasladarse de su agradable casa en los suburbios a la ciudad, y durante los próximos días la Batalla de Dresde rabió. La ciudad fue bombardeada; muchas personas murieron por las bombas directamente en frente de Hoffmann. Después de que la batalla principal hubo terminado, Hoffmann visitó el ensangrentado campo de batalla. Su relato puede leerse en, Vision auf dem Schlachtfeld bei Dresden, (Vision sobre el Campo de Batalla de Dresde.) Después de un largo período de continua perturbación, la ciudad se rindió el 11 de noviembre, y el 9 de diciembre la compañía viajó a Leipzig.




     El 25 de febrero, Hoffmann se peleó con Seconda, y al día siguiente se le dio aviso de doce semanas. Cuando Seconda le pidió a Hoffmann que lo acompañára en su viaje a Dresde, en abril, Hoffmann se negó, y se fueron sin él. Pero en julio su amigo Hippel lo visitó, y pronto Hoffmann se encontró siendo aconsejado de nuevo para que ejerciera su antigua carrera como jurista.
Berlín

     A finales de septiembre de 1814, a raíz de la derrota de Napoleón, Hoffmann regresó a Berlín y tuvo éxito en la recuperación de un trabajo en el Kammergericht, el tribunal de la cámara. Su ópera Undine fue realizada por el teatro de Berlín. Su exitosa carrera llegó a su fin, sólo después de un incendio que se desató en la noche de la veinticincoava actuación. Las revistas clamaban las contribuciones literarias de Hoffmann, y después de un tiempo, sus normas y calidad comenzaron a declinar. Sin embargo, muchas obras maestras datan de esta época.


     Durante el período comprendido entre 1819, Hoffmann se involucró en disputas legales, mientras que a la vez luchaba contra su mala salud. El abuso de alcohol y la sífilis finalmente provocaron el debilitamiento de sus miembros durante el año de 1821, y la parálisis desde el comienzo del año de 1822. Sus últimas obras fueron dictadas a su mujer o a un secretario.


     Cruzadas anti-liberales del Príncipe Metternich, comenzaron a poner a Hoffmann en situaciones que pusieron a prueba su conciencia. Miles de personas fueron acusadas ​​de traición, por haber ciertas opiniones políticas, y los profesores universitarios, fueron monitoreados durante sus conferencias.


     El rey Federico Guillermo III de Prusia, nombró una Comisión Inmediata para la investigación de la disidencia política; cuando se dio cuenta de que la observancia del estado de derecho era demasiado frustrante, estableció una Comisión Ministerial para interferir en sus procesos. El rey Federico fue muy influenciado por el Comisario Kamptz. Durante el juicio de Friederich “Turnvater” Jahn, el fundador del movimiento de asociación gimnastica, Hoffmann se encontró molesto con Kamptz, por lo que se convirtió en un objetivo político. 


     Cuando Hoffmann caricaturizó a Kamptz en una historia, Meister Floh, (El Maestro Pulga),Kamptz inició procedimientos legales. Estos terminaron cuando se encontró que la enfermedad de Hoffmann era mortal. El rey pidió sólo una reprimenda, pero ninguna acción jamás fue tomada. Finalmente Meister Floh fue publicado con los pasajes ofensivos eliminados.


     Hoffmann murió en Berlín el 25 de junio 1822 a la edad de 46. Su tumba se conserva en el Cementerio III de las congregaciones de la Iglesia de Jerusalén y la Iglesia Nueva, en el distrito de Kreuzberg, en Berlin, al sur de la estación subterránea del metro Hallesches Tor.



Apreciación

     Hoffmann es uno de los representantes más conocidos del romanticismo alemán, y un pionero del género fantástico, con un gusto por lo macabro combinado con el realismo, que influyó en autores como Edgar Allan Poe (1809-1849), Nikolai Gogol (1809-1852 ), Charles Dickens (1812-1870), Charles Baudelaire (1821-1867), George MacDonald (1824-1905), Fyodor Dostoievski (1821-1881), Vernon Lee (1856-1935), Franz Kafka (1883-1924), y Alfred Hitchcock (1899-1980). La historia de Hoffmann, Das Fräulein von Scuderi, o, La Señorita Scuderi, a veces se cita como la primera historia de detectives y una influencia directa sobre, “Los Crímenes de la Calle Morgue,” de Poe.

     El teórico de la literatura rusa del siglo XX, Mijail Bajtín, caracteriza las obras de Hoffmann como Sátira Menipea, una obra esencialmente satírica y de auto-parodia en la forma, incluyendo así a Hoffmann, en una tradición que incluye a Cervantes, Diderot y Voltaire.

     La Suite para piano de Robert Schumann, Kreisleriana (1838), tiene su título de uno de los libros de Hoffmann, y de acuerdo a el libro de Charles Rosen, “La Generación Romántica,” es, posiblemente, también inspirada en, “La Vida y Opiniones de Tomcat Murr,” en el que aparece el personaje Kreisler. La obra maestra de Jacques Offenbach, la ópera, Les Contes d'Hoffmann, o, “Los Cuentos de Hoffmann,” 1881, se basa en las historias siguientes: Der Sandmann, o “El Hombre de Arena,” de1816, Rat Krespel, o “El Consejero Krespel,” de 1818, y Das Verlorene Spiegelbild, o “La Reflexion Perdida,”  de su libro, Die Abenteuer der Silvester-Nacht, o “Las Aventuras de la Víspera de Año Nuevo,” de 1814. El ballet de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, El Cascanueces ,(1892), se basa en su historia, 
“El Cascanueces y el Rey Ratón.”


     Hoffmann también influyó en la opinión musical del siglo 19, directamente a través de sus críticas a la música. Sus opiniones sobre, Sinfonía nº 5 en Do Menor, Op. 67, de Beethoven, (1808), y otras obras importantes, establecen nuevos estándares literarios para escribir acerca de la música, y anima a escritores posteriores a considerar la música como, “la más romántica de todas las artes.” Las reseñas de Hoffmann se recogieron por primera vez, para los lectores modernos, por Friedrich Schnapp, en 1963, siendo editadas en, E.T.A. Hoffmann: Schriften zur Musik; Nachlese (1963), y se han puesto a disposición en una traducción al Inglés en, Escritos de E.T.A. Hoffmann en Música, recogidos en un volumen único (2004).

     Hoffmann se esforzó por la polimatía artística. Creó e hizo mucho más en sus obras, que en el mero comentario político logrado a través de la sátira. Su obra maestra, la  novela, Lebensansichten des Katers Murr, (“La Vida y Opiniones de Tomcat Murr,” 1819-1821) se ocupa de cuestiones como, el estado estético del verdadero arte, y de los modos de auto-trascendencia que acompañan a cualquier esfuerzo genuino para crear. La representación de Hoffmann del personaje Kreisler, un músico genio, es ingeniosamente contrapunteada con el carácter del gato Murr, una virtuosa ilustración  de pretensión artística, algo que muchos de los contemporáneos de Hoffmann consideraron ofensivo y subversivo de los ideales románticos.

      La literatura de Hoffmann indica los fallos de muchos de los llamados artistas, al diferenciar entre lo superficial, y los aspectos auténticos de tales ideales románticos. El esfuerzo consciente de uno mismo para impresionar, debe, según Hoffmann, divorciarse del esfuerzo consciente de uno mismo para crear. Esta dualidad esencial en Kater Murr es transportada estructuralmente, a través de un “empalme unido,” discursivo de dos relatos biográficos. (Wikipedia en Ingles)
     Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, nació en Königsberg, el 24 de enero de 1776, y murió en Berlín, el 25 de junio de 1822 , a la edad de 46 años. Hoffmann fue un escritor, jurista, dibujante y caricaturista, pintor, cantante (tenor) y compositor musical alemán, que participó activamente en el movimiento romántico de la literatura alemana de su tiempo.

     Conocido como E. T. A. Hoffmann, su nombre de nacimiento era Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann, pero adoptó el nombre de Amadeus, en honor del compositor Wolfgang Amadeus Mozart.


Biografia

     Hoffmann nació en Königsberg, en la Prusia Oriental, actualmente Kaliningrado, en Rusia, en una familia de origen polaco y húngaro. Hijo y sobrino de juristas, aunque tras la separación de sus padres en 1778, Hoffmann se crio con la familia de su madre. E.T.A. Hoffmann estudió Derecho en la Universidad de Königsberg, y empezó en Glogau su carrera administrativa, que lo llevó a Berlín, Poznan y Plock. Entre 1804 y 1807 residió en Varsovia, donde vivió una época de intensa actividad profesional y artística con la creación de una orquesta, la organización de conciertos, y la composición musical. 


     La invasión napoleónica, con la consecuente derrota de Reino de Prusia, le obligó a regresar a Berlín, ciudad que abandonó en 1808 para trasladarse a Bamberg, Reino de Baviera, donde residió hasta1813, viviendo en exclusiva de su arte, trabajando en el teatro que dirigía su amigo Franz von Holbein, (1779-1855), y dedicándose a tareas tan diferentes como director de orquesta y arquitecto. 


     Más tarde residió en Leipzig y en Dresde antes de regresar definitivamente a Berlín. En 1814, aceptó el cargo de consejero de justicia del tribunal de la administración prusiana de Berlín, Provincia de Brandeburgo, y ejerció como jurista hasta su muerte, sin que por ello se resintiera su ingente producción literaria de aquellos años.


     La fama de E. T. A. Hoffmann se debe más a su obra como escritor que a sus composiciones musicales, siendo una figura de gran influencia en grandes escritores posteriores, tales como, Edgar Allan Poe, y Théophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de suspenso, que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, se encuentran entre las mejores y más influyentes obras del movimiento romántico.


Inspiración en Otros Autores

     Siendo E. T. A. Hoffmann un magnífico músico, admirado por Beethoven y otros, sus creaciones literarias inspiraron muchas piezas musicales. Algunas de las más famosas son, indudablemente, los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera, Los Cuentos de Hoffmann (1880), donde coloca a E.T.A. Hoffmann, como el protagonista de las historias: “Der Sandmann” (“El Hombre de Arena”), “La Noche de San Silvestre” (o de año viejo), “El Puchero de Oro,” “Kleinzach” y “El Violín de Cremona.” Léo Delibes, el célebre compositor francés, también utilizó “El Hombre de Arena,” para su ballet Copelia (1870).


     Su personaje del Kapellmeister, Johannes Kreisler, también inspiró la obra para piano, Kreisleriana, del compositor alemán, Robert Schumann. Richard Wagner usó un tratamiento de E. T. A. Hoffmann en, Los Maestros Cantores de Núremberg. Vincenzo Bellini usó, “El Dux y la Dogaresa,” para la ópera Marino Faliero. Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de “Signore Formica” para su ópera bufa, Don Pasquale, etc. Así mismo, E.T.A. Hoffmann se inspiró en la ópera, Don Giovanni de su admirado Mozart, para su complejo relato Don Juan. E. T. A. Hoffmann, siempre artista completísimo, imprime un horror deliciosamente elegante en obras magistrales como El Magnetizador, El Mayorazgo, Vampirismo, Los Autómatas, y otros.


     Muchas de sus novelas cortas más famosas fueron reunidas en sus Piezas Fantásticas (2 volúmenes, 1814–1815), que también contienen una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. Una de sus obras, considerada cumbre, es la estupenda novela, Los Elixires del Diablo, (1816), famosa por el uso del doppelgänger, es decir, un doble fantasmal, y está clasificada como una de las grandes glorias del romanticismo alemán, y la literatura universal.


     E. T. A. Hoffmann, además de notable literato, fue dramaturgo y compositor de música religiosa, y música incidental para obras de teatro, sinfonías y ballets. Fruto de tal actividad es la propia ópera, Ondina (Undine), de 1816, con un libreto basado en un cuento que Friedrich de la Motte Fouqué había escrito en 1811, en pleno auge de las narraciones fantásticas o cuentos de hadas. No debemos olvidar que las colecciones de los Hermanos Grimm, aparecieron entre 1812 y 1815. 


     En el libreto de Undine, la realidad y la fantasía se fusionan, se interrelacionan, al menos. Concretamente, Hoffmann narra en Ondina la venganza de los “seres sin alma,” o sea, el mundo fantasmal, que se cierne sobre los “seres con alma,” es decir, el mundo real, al haberse opuesto los segundos al deseo de Ondina, hija de las aguas, de ser aceptada por los hombres, y de acceder en última instancia, al amor humano. 
     Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador, así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana, y más concretamente, de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de E. T. A. Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.


Adaptaciones de su Obra

     A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine no muy a menudo, o sea, esporádicamente, debido probablemente a su dificultad escenográfica, enorme intensidad psicológica, y manejo de matices conductuales. La versión más renombrada es la adaptación de la ópera, Los Cuentos de Hoffmann, realizada por los directores-productores Powell y Pressburger en 1951. El cuento que ha tenido más versiones ha sido su fantasmagórico, El Cascanueces y el Rey de los Ratones, célebre gracias al famosísimo ballet de Tchaikovsky, El Cascanueces, especialmente en series de dibujos animados para la televisión.


     Algunos cineastas como David Lynch, pueden considerarse herederos lejanos del planteamiento psicológico propuesto por Hoffmann, especialmente por ahondar en la situación espectral del “doble.” La última adaptación al cine ha sido llevada a cabo en el cortometraje Don Giovanni, de Ricard Carbonell (2006), en el que se moderniza el cuento Don Juan y se plantean cuestiones relacionadas con el doppelgänger ('doble personal').



     En el año 2000 los hermanos Quay, Stephen Quay y Timothy Quay, codirigen un mediometraje de género musical titulado, “The Sandman,” adaptación libre de la obra de Hoffman, contando con el bailarín y coreógrafo William Tuckett. (Wikipedia Español).
     Hoffmann publicó, “Los Hermanos Serapion” de 1819 a 1821, en cuatro volumenes. El Huesped Misterioso, o Der Unheimliche Gast, fue escrita en 1819 y publicada en el tercer volumen, en 1820, de dicha obra.  
 El Huesped Siniestro
de E.T.A. Hoffmann
    El dolor, el miedo, y la muerte, han tenido a través de los tiempos, la noche como fondo. No es casual pues, que nuestra tétrica historia empiece en una noche tormentosa, entre la lluvia, rayos y relámpagos. Dos sombras abrieron a un portal suntuoso, y los golpes del llamador metálico se confundieron con truenos. La señora de la casa dijo, “¡Llegan nuestros invitados, Margarita!¡Ve a abrir!” Margarita la institutriz le contestó, “Sí, señora. Deben haberse empapado.” Otra señorita, Angélica, hizo su aparición, “¿Son ellos mamá?” La señora dijo, “En efecto Angélica. Seamos dos buenas anfitrionas.” La señora agregó, “Tu padre siempre distraído los invitó a cenar, olvidando que él mismo tiene guardia y llegará tarde." Angélica dijo, “¡Ellos acuden desafiando el temporal! Una locura…” La señora dijo, “No tanto. Ya sabes que ambos tienen sus motivos.”
      La señora dijo, “¡Lo sé! ¡Al abogado Dagoberto le encanta lo dramático!”  Angélica dijo, “¡Un amigo divertido! Y el capitán Moritz aprovecha las oportunidades de andar cerca de mi revoloteando.” La señora dijo, “Siempre lo noté, querida. ¿Acaso le darás la espalda?” Angélica dijo, “No te burles mamá. Ya sabes que yo lo veo con buenos ojos.” Mientras tanto, los visitantes entraban listos para una velada agradable, en la residencia del coronel S. Uno de los hombres recien llegados dijo, “¡Madame Coronela! ¡Angélica! ¡Qué placer verlas” La señora dijo, “No creímos que acudieran con tan fea noche.” El caballero contestó, “¡Me gustan estas noches! Vampiros, Monstros y Fantasmas, tienen en ellas su fiesta. ¿No es formidable?” la señora dijo, “Usted siempre truculento y horripilante…” De pronto, hicieron un silencio de complicidad, pues vieron la ternura con que Moritz besaba la mano de Angélica. 
      También advirtieron el rubor que encendía las mejillas de la muchacha, visiblemente emocionada. La señora dijo, “¡Bueno, dejemos el protocolo, siéntese!” El hombre dijo, “El fuego del hogar nos quitará el frío de la lluvia. ¡Y también inspiran las llamas! De ellas suben diablillos, se agitan, juguetean…y mi cabeza se llena de ideas tremendas y sombrías. ¡Miedos deliciosos! ¡Ah!” Ambos tomaron asiento. Entonces la señora dijo, “Su placer es un poco perverso, Dagoberto.” El hombre dijo, “¡Lo acepto! Hay algo extraordinario en estas cosas!” Dagoberto, quien era un jurisconsulto, se puso de pie y sacó una pipa, diciendo, “Y lo perverso es el miedo mismo, no mi placer. Querida amiga, ¡Déjeme hablarle de ello! ¡Sé de éste tema! La tormenta, el fuego, el alcohol…¡Son solo medios! Todo escalofrío está en la condición humana. Estado incomprensible y misterioso, más fuerte que el espíritu. Hablo del terror, el miedo a fantasmas y vampiros. El siniestro mundo de los aparecidos, esencias de la noche que nos llenan de pavor, como si no surgieran de nosotros mismos.”
    La señora se levantó y dijo, “¡Bah, nuestras nodrizas y viejas sirvientas, nos entretenían en nuestra lejana infancia, asustándonos un poco!” Dagoberto dijo, “Discrépo con eso, Madame. ¡No nos mentían! Sabían que existe el mundo misterioso, lleno de visiones y sonidos extraños. ¡El horror brota de nuestro propio organismo terreno, si! Pero éste requiere ejemplos. ¡Realidades! Y mi amigo Moritz me ha contado cierto caso, muy interesante, que ahora mismo volveré a oírle con gusto.”
       Moritz habló, “Bueno, ya saben que serví en España, bajo el mando de Wellinton, con una división inglesa y española. Estábamos tensos, pues era la vispera de la batalla de Victoria,  y sabíamos que muchos, sino todos, perderíamos ahí la vida. Esa noche, mientras comíamos, nadie hablaba, y para varios se trataba de la última cena. Luego me ofrecí a hacer la guardia a solas. Mientras observaba la fogata, pensé, ‘Como capitán de ésta división, los entiendo, y debo realzar con el ejemplo, el espíritu de sacrificio.’ De pronto, algo cercano, monstruoso, que parecía jadear cerca, heló mi espinazo. Grité, ‘¡Maldición! ¿Quién está ahí?’ 
     Enseguida pensé, ‘¡Debo desvariar! No hay viento. No se mueve ni una hoja de árbol. ¡Pero siento eso! Y si despierto a mis hombres, tal vez me creerán loco.’ Más tarde oí aquello: ¡Un lamento y otras voces quejumbrosas, que parecían lejanas o muy cercanas! Tomé mi fusil y grité, ‘¡Por Dios! ¡Quien sea salga!’Hice de tripas corazón, y me puse a buscar. En mis pensamientos dije, ‘¡Nada! No hay una alma a la redonda, solo mis soldados, cuyos ronquidos salen de las tiendas. Pasé el resto de la noche aguantando aquel tormento.
     Al día siguiente, no les conté a los míos del asunto, y avanzamos dispuestos a matar o morir. Yo había pasado una noche atroz, y estaba pálido y con fiebre. Pero tampoco lo advirtieron. En pleno combate, deje a un lado aquel temblor, y combatí junto con mi tropa, en una arremetida feroz.
     Triunfamos, e inspeccione las bajas enemigas mientras mis soldados auxiliaban a nuestros heridos. Luego que tuve una idea cabal de lo ocurrido, mande números concretos de aquellos resultados al alto mando. Poco después, el pavor me estremeció al escuchar los lamentos de mis soldados heridos. Pensé, ‘¡Dios mío, sufren, se quejan, y yo los oí antes! ¡Son las quejas de anoche, las mismas!’”  
     Al terminar Moritz su relato, Dagoberto dijo, “¿Qué deduces de esos terribles lamentos?” Moritz dijo, “Es inexplicable. ¡Los emitían mis propios soldados después de la batalla…y antes! Creí volverme loco.” Dagoberto dijo, “¿Se dan cuenta? En la noche donde todo cabe, nuestro capitán oyó de antemano las quejas de sus heridos del día siguiente. ¡Con ronquidos se los anunciaban! Algo maravilloso y horrendo a la vez.”
        En ese instante de extrema tensión, se escuchó el sonido de una vajilla caer sobre el piso. Dagoberto dijo, “¿Y ahora que sucede?” Dagoberto se levantó, y vio a Margarita ante la losa tirada, y dijo, “¡Creo que me excedí!¡Esa muchacha está asustada!” Moritz dijo, “¡Pobre! Permítame, la ayudaré.” Moritz la tomó del brazo y dijo, “¡Está helada! Calma amiga…¿Ya pasó?” Margarita dijo, titubeante, “S-s-sí…soy una tonta se-señor Moritz.” Dagoberto dijo, “¡Ja! Nuestro héroe obtiene una nueva victoria.” Moritz dijo, “¡No te burles Dagoberto! Tú la asustaste, recuerda.” Margarita se arrodilló para recoger uno fragmentos, diciendo, “¡Di-discúlpeme, señora, rompí uno de sus vasos!” La señora dijo, “Cristal cortado de Murano. ¡Bah! Calmate y deja de avergonzarte. Ya no hay remedio.” La dama no notó que aquel rubor de Margarita, tenía otra causa. Margarita pensó, “¡Que miedo sentí! Y luego él, me abrazó. ¡Oh!” Mientras llenaba nuevos vasos, la señora dijo, “Brindemos con éste esplendido ponche. ¡Nos hace falta! ¡Y esos cuentos dan frio, amigos!”
     En el silencio previo a la bebida, estallaron rayos y truenos, como convocando en la noche amenazante, a espectros, fantasmas, y almas en pena…¡KAR-BOOOM! Los asistentes a aquel encuentro, bebieron despacio, sintiendo que un raro sortilegio los involucraba más y más, en aquellos temas estremecedores. Dagoberto dijo, “¿Lo sintieron? ¡Las fuerzas del mal se prestan a nuestros comentarios! Adelante, pues, mis amigos. A veces percibimos extraños sonidos de origen indescifrable, que nos causan un profundo terror.”
     Enseguida, Dagoberto inició su narración, “Hace tiempo, estando de viaje con unos amigos, llegue a cierta posada donde decidimos pernoctar. Era un bello lugar, mitad hospedaje, y mitad granja, y en tanto anochecía, nos paseamos con gusto entre sus instalaciones de prosperidad agropecuaria. Más tarde, sentados a la mesa, saqué a relucir con mis dos amigos, mi tema predilecto, mientras cenábamos, y mis amigos oyeron con inquietud. Cuando subíamos a nuestras recamaras, uno de ellos me dijo, ‘¡Dagoberto, eres perverso, me encerraré en mi recamara sin abrirle a nadie!’ El otro acompañante dijo, ‘¡Y yo!’ Yo les dije, ‘¿¡Logré asustarlos por lo visto! Pero recuerden que los fantasmas atraviesan puertas…¡Ja, Ja, Ja!’”
     “A mí me tocó un cuarto limpio y agradable. Me desvestí, pensando, ‘¡Ah, dormiré a mis anchas, por supuesto!’Encendí mi pipa y me recosté a fumarla. De pronto, tras la media noche, me sobresalté, pensando, “¡Oigo algo! Parece un…un gemido que parece a la vez, próximo y remoto. ¡El perro aúlla! Tiene miedo… y tal vez haya percibido las quejas que oigo adentro…’ Me levanté, y temblando al borde del pánico, me pase horas buscando el origen de aquel gemir, que no disminuía. Abrí los armarios, y pensé, ‘¡Tampoco sale de aquí! ¡Parece estar en mi mente, dentro de mí!” Por fin deje la búsqueda, y soporté aquel lamento tétrico, toda la noche, hasta el nuevo día. Fue extraño, pero solo con el sol acabó aquello.”
     “Ya en la mañana, me disgusté con el posadero, y le reclamé, diciéndole, ‘¡Señor!¡Qué pésimo servicio! Alguien se complació en asustarme, imitando un llanto y no pude dormir.’ El posadero dijo, ‘¿De-deveras lo sintió? ¡Dios mío, eso ha regresado!’ Yo le dije, ‘No entiendo, ¿A qué demonios se refiere?’ El posadero dijo, ‘A un demonio, justamente. ¡El año pasado, un huésped del mismo cuarto murió de un infarto, por lo mismo!’Ambos subieron al viejo desván. El posadero apuntó hacia un hoyo en la pared, diciendo, ‘¡Mire ese muro!¿Lo ve? Esta agujerado. Lo rompí yo mismo con un mazo. Antes esto era el granero de un establo. Cuando lo compré, adapté el edificio en posada. 
     El extraño gemido, solo audible en el cuarto de abajo, me había espantado ya varios clientes. Para colmo, ese se infartó. Busque sin resultado hasta que subí aquí. Y golpeando con mis nudos, noté que el muro era hueco. ¡No pensé más y lo derrumbé! ¡Hallé un esqueleto! Alguien mato a una persona y la emparedo aquí, quien sabe cuándo.’ Yo le dije, ‘¡Asombroso! El emparedado clamaba por salir…y ahora que ya no está, vuelve a hacerse audible.’ Entonces, el posadero me dijo, ‘¡Sí! Déjeme su dirección. Le escribiré contando cómo se acabó ésta horrenda historia.’”  
     Dagoberto continuó, “Mis amigos, cuando nos reunimos, ignoraban todo esto, de modo que preferí dejarlos en paz y me lo guardé.” Angélica dijo, intrigada, “¿Llegó a obtener la carta prometida por el posadero?” Dagoberto dijo, “¡Sí, la recibí apenas un mes más tarde! El hombre incendió su posada. ¡Cortó e mal de raíz! Solo yo supe los pormenores. Ante la ley declaró que el siniestro se debió a un descuido…” Las dos muchachas temblaron ante el relato. La Señora dijo, “¡Por Dios, hijita! ¿Te sientes mal? ¿Cambiamos de tema?” Angélica dijo angustiada, “No. Sigamos. Me asustó…pero eso me atrae vivamente.” La señora dijo, “¡Y tú, Margarita, ve a la cocina! ¡Ya demostraste tus nervios, no quiero que quiebres mas vasos!” Margarita se retiró, diciendo, “Muy bien, señora.” Dagoberto dijo, “¡Madame, Coronela! ¿Le desagradaron mis relatos?” La señora le dijo, “Aún me desagradan, pero también sé algo…¡Escuchen! Esto lo contó el Coronel Sanders, amigo de mi esposo, que pasó por ésta ciudad y pernoctó en nuestra casa.”                          
     La señora comenzó su historia con las siguientes palabras, “Hagamos de cuenta que él mismo nos habla a todos.”
     Durante la última campaña, yo conocí a Bogislav, general ruso, con todas las cualidades exigibles. Era valiente e ingenioso, siempre listo para la guerra. Dormía poco. Comía poco, y bebía menos. Pero en los combates se lanzaba como el ariete de los soldados, sin respetar su propia jerarquía, casi un demente. ¿Quería suicidarse? Sin embargo ni una bala ni bayoneta o granada llegaban a tocarlo. Al verlo, yo pensaba, ‘Un poder maligno parece protegerlo.’ Por fin, tras largo asedio, nos lanzamos a tomar una fortaleza enemiga. En medio de la balacera, ordenó a un soldado que lo acompañara, y ambos se lanzaron por los muros trepando, desdeñando el peligro. Arriba mataron a los vigías del portón. Enseguida, Bogislav dijo a su acompañante, ‘¡Bajemos pronto, hay que abrirle a los nuestros!’ Abrieron. Entramos, y dominamos la plaza fuerte. Bogislav, un héroe sin duda, fue condecorado poco después, ahora orgullo de toda la división. Nadie lo notó, pero vi su rostro triste, como si haber triunfado y recibir la medalla lo contrariaran. Luego, juntos buscamos un lugar donde pasar la noche, en cualquier casa de la ciudad tomada. Estando en la mesa cenando con mis compañeros soldados, pensé, ‘Bogislav se acostó temprano. ¡Hizo un esfuerzo mayúsculo, debe reponer energías, lo entiendo!’ Más tarde, llegó a mí un soldado alterado. Yo le dije, ‘¿Qué le pasa soldado?’ El soldado me dijo, ‘¡General, alguien grita como loco, de uno de los cuartos!’ Me guió hacia la puerta de la habitación y pensé, ‘¡Santo Dios… se trata de Bogislav!’ El soldado me dijo, ‘Es en aquella puerta mi general.’ Le dije, ‘¡Retírese, no le cuente a nadie, yo me encargo!’ El soldado obedeció, y dijo, ‘¡Sí, señor, evitaré que los demás se acerquen!’ Entre a la habitación y encontré a Bogislav agazapado en una esquina. Me acerqué y le dije, ‘¡Querido amigo! ¿Qué te sucede?’ Me contestó, ‘¡Oh! ¡Ohhh, qué horror…ayúdame Saunders!’ ¡Fue asombroso! ¡Aquel héroe, aquel valiente ante el enemigo, temblaba y sollozaba allí, solitariamente en su cuarto, inofensivo, con un pavor terrible!’ 
                          
     Cuando por fin logré que se recuperára, Bogislav me dijo, ‘Muy bien amigo, te contaré lo que atormenta.’ Así Sanders supo que Bogislav iba a casarse con una bella napolitana a quien amaba locamente. El día de la boda apareció un noble siciliano, que nadie conocía, ante quien la joven perdió la cabeza. Bogislav intentó retar a duelo al intruso. Lo llamó asesino, lo echó de su lado. Él, fuera de sí, tiró una estocada al extraño…¡Y el siciliano se desvaneció, quiero decir que solo quedó el estoque, y…nada de él. Durante años, la voz de aquel sombrío agente del mal persiguió a Bogislav. ¡Se jugaba el pellejo en la guerra, buscando que lo eliminaran, con la esperanza de que así callaba la odiosa voz!”     
         Dagoberto la interrumpió y le dijo, “Y por lo visto también la oía en sus sueños.” La señora dijo, “Exacto! De pronto, Bogislav se piso de pie, ayudado por Saunders, y aferró una de sus botas. ¡Entonces lanzó un grito de anatema…!” Dagoberto la interrumpió, y se levantó diciendo, “¡Un momento amiga! Déjeme a mí, esto requiere de cierto drama, soy un buen actor. ¡Muéstrate condenado! Ya verás lo que haré contigo, y todos los espíritus que te rodean.” El exorcista descargó un golpe feroz sobre la mesa, que tronó al unisonó con una tormenta de afuera. Un tercer estallido simultáneo sonó desde afuera. Dagoberto dijo, “¿Qué fue eso?” Una siniestra presencia avanzó en hosco silencio. Un hombre vestido como un caballero hizo acto de presencia entrando por la puerta principal. Todos se pusieron de pie, y la señora dijo, “¡Por Dios! ¿Quién es usted, caballero? ¿Cómo entró?” Margarita llegó y explicó, “Di-dijo que era un invitado…¡No esperó a que yo lo anunciara ama!” La señora dijo, “¡Segunda torpeza de la noche, Margarita! Ya cállate…” La señora se dirigió al visitante, “¿Podría decirnos su nombre, cuando menos? ¡Cielos, ni siquiera me atiende!” La mirada penetrante del hombre se encontró con Angélica. Ella fue sensible a ese influjo poderoso. También la conducta de Margarita cambió drásticamente, y dijo, dirigiéndose al visitante, “¡Señor, Conde! Porque debe ser un conde. ¿No? Siéntase cómo, le prepararé un trago.” Cuando vio aquello, la señora pensó, “¿Qué hace esa insensata? No sabe lo que él preferiría…pero prepara algo y sonríe. ¡Y canta!” Margarita llegó portando una charola y una jarra con licor, y dijo al visitante, “¡Sírvase, no siempre preparo algo así!” El hombre dijo, “Solo para mí. ¡Entiendo! Será mi bebida predilecta…” 
  Moritz se dirigió a Angélica y le dijo, “¿Se siente mal Angélica?” Angélica dijo, “S-si…tal vez los cuentos…o lo que bebí…” Moritz dijo, “¡Mareada! Tal vez le bajó la presión.” La señora dijo, “¡Traeré alcohol, para que respire y reaccione!” Dagoberto se dirigió al visitante, le dijo, “¡Interesante situación, fíjese! Hablábamos antes de ciertos temas…” El hombre dijo, “¡Lo sé! Fantasmas, espectros, animas, temores, locuras.” Dagoberto le dijo, “¿Cómo lo sabe?” El hombre dijo, “Bueno…la señorita se indispuso por los ‘cuentos,’ y así deduje que versarían sobre temas macabros. Y yo, señores, se tanto sobre eso, que sin duda lo que ustedes sepan es inocente, al lado de lo mío. ¡Oigan!” Con elegancia cruel, el hombre narró a veces en alemán, en ingles, o en francés mezclado con español, historias escalofriantes estremecedoras. De pronto, oyeron pasos. Moritz dijo, “¡Santo Cielo!” Al ver quién era, todos suspiraron con alivio. Era el jefe de la casa, el coronel. La señora dijo, “¡Ah, eres tú, querido, qué bueno!” El coronel dijo, “¡Ya están todos aquí! Perfecto. Les presénto al conde Barth, quien veo se me anticipó.” El conde Barth dijo, “¡Es un honor, damas y caballeros!” La coronela dijo, “El conde ya nos ‘entretuvo’ con algunos relatos…” El conde dijo, “¿Horripilantes? Sí, lo sé. Se los oí antes. Cuando nos conocimos en las campañas del norte, hace un año.” El coronel tomó el azadón  e la chimenea, y mientras removía el fuego, dijo, “Lo conocí en Kiel, una noche de tormenta como esta. ¡Luego nos topamos varias veces en Europa! Hoy coincidimos en el club y lo invité a cenar. ¡Pero no divagaré más! Me pondré el frac y volveré para que cenemos. ¡Atiende a los invitados, querida!” La señora dijo, “¡Eso hago desde hace dos horas! En fin, apúrate.”
     Poco a poco la reunión volvió a los cauces normales. Dagoberto dijo a Moritz, “Vaya tipejo. ¿Eh? Y tú pareces un novato.” Moritz dijo, “¿Novato? No entiendo, Dagoberto.” Dagoberto le explicó, “Ella te ama. ¡Ardientemente! Y tú a ella, amigo.” Mortiz le dijo, “No lo niego, pero exageras.” Dagoberto le dijo, “¡Bah! Solo que lo complicas. Abrazaste a Margarita, pero me consta que hacías de cuenta que era Angélica.” Dagoberto dirigió su mirada hacia Margarita, quien hacia sus quehaceres, y dijo, “Mírala, la criada está enfurecida. ¡Le diste una prueba de afecto! Eso enrarece la cosas con Angélica, y ahora sospecho que alguien se puede valer de ello…” Moritz dijo, “¿Quién es ese alguien? ¡Oh! ¿El conde? Bromeas.” Dagoberto dijo, “Ojalá y sea broma, pero ese tipo me intriga, Moritz.” El coronel, ya mudado de ropas, hizo su aparición, diciendo, “Ocupen sus lugares, por favor. Disfrutemos de las ricas viandas que prepara mi cocinero.” Mientras cenaban, la tormenta se abatía furiosa sobre la ciudad, como si se concentrara específicamente, en azotar aquella mansión. 
      Al día siguiente, volvió el buen tiempo, y pareció como si los espectros de la víspera hubiesen sido solo efectos de delirios alcohólicos. Aquel conde que pernoctara en la residencia del coronel y su familia, ahora paseaba con las dos damas. El hombre, disipadas las sospechas primeras, demostró ser un excelente acompañante: Culto, locuaz, y ocurrente. También sabia ser gracioso cuando contaba chistes, que resultaban de un humor irresistible. Otras veces, el huésped acompañaba al anfitrión de la casa en sus habituales tramites administrativos. Un día que el coronel salía de cierto banco, tras cobrar dinero, el coronel le dijo, “Ahora su compañía me es útil, llevo una buena suma.” El conde Barth dijo, “Somos amigos, es lo mínimo que puedo hacer por devolver su hospitalidad.” El coronel le dijo, “¡Oh, nada de protocolos! Amigos, simplemente…” Enseguida, el conde Barth dijo, “¡Atención, no siguen! Venga, tengo una idea.” El coronel le dijo, “¿Esta seguro?” El conde le dijo, “¡Métase ahí, calma, yo me ocupo de todo!” El coronel dijo, “¿Eh? S-si, fuera de mi cuartel, soy muy torpe.” Eran dos hombres a quienes el conde enfrentó, diciendo, “Muy bien patanes, y me ocupo de todo.” Uno de los hombres le dijo, “¡Ante todo, acabaremos contigo!” El filo siniestro de un puñal salió a relucir, por parte de uno de los atacantes. Fue muy extraño, pues si bien el filo parecía hundirse, el agresor sintió como si lo hiciera en el vacío. Estando oculto, mientras veía la pelea, el coronel pensó, “¡Maldición!¿Cómo esquivó la puñalada? ¡Y ahora hace uso de un fuerza descomunal!” El cuerpo desarticulado, como de un muñeco, se estrelló con ruido desagradable contra un muro. Luego el conde avanzó despacio hacia el otro asaltante, mirándolo como si quisiera fulminarlo. Aquellos ojos tenían un poder inhumano. El conde abrazó al otro atacante con una fuerza que parecía asfixiarlo, diciendo, “¡Tu error fue acercarte a nosotros, rata de albañil.” El coronel salió y dijo, “¡Por Dios, ya es suficiente, suelte a ese infeliz!” El conde extrañado dijo, “¿Qué? Sí, coronel, es innecesario ir más allá.” El coronel dijo asombrado, “¡Desmayado! Conde Barth, los neutralizó rápido.” El conde Barth dijo, “Era lo indicado, ¿No? Vámonos de aquí.” Los hombres quedaron tendidos en el suelo. El militar no hizo comprobaciones, pues de ser así, habría sabido que ambos bandidos estaban muertos. 
    También aquel noble invitó a pasear a Angélica, y poco a poco ella se sintió halagada, ante las atenciones sin dudas refinadas de un “auténtico aristócrata.” Desde el otro bote, el coronel y la coronela, los anfitriones, los observaban. El coronel dijo, “Mírales querida, ¿o parecen contentos?” La señora dijo, “Sí, él es un hombre educado, y nuestra hija lo sabe.” El coronel dijo, “Ambos son educados. Parecen tal para cual.” La señora dijo, “¡No digas tonterías, confundes buena educación con otras cosas! Angélica guarda un aprecio especial por el capitán Moritz. Ella misma me lo ha dicho. ¡Se me hace correcto!” El coronel dijo, “¡Bah, un militar pobretón, buen muchacho si acaso!” La señora dijo, “¡Es un buen partido para ella, tiene futuro y lo sabes!” El coronel le dijo, “Pues el conde tiene presente, querida. ¡Es rico y poderoso! La ama…¡Míralos, cada vez se llevan mejor!” Al coronel y su esposa desembarcaron a tierra, y el coronel dijo, “En realidad, él es nuestro huésped, para pedir la mano de Angélica. ¡Además, me salvó la vida y el dinero!” La señora dijo, “No pagues con tu hija las deudas que tengas con él.” Por otra parte, aún en el bote, el conde los miraba como si oyese lo que decían. Caminando por la orilla del lago, la señora decía, “Tómale a ella su parecer. ¡Es la única que cuenta! Y si la acepta, también daré mi aprobación.”
     Al otro día, el coronel ya no titubeó mas. Mientras la veía tocar el piano pensaba, “Es bella, educada, sensible. ¡Amo a mi hija! Dios sabe q solo deseo lo mejor para ella.” Angélica dejó de tocar y dijo, “Bien papá, te conozco, sé que deseas decirme algo importante. ¡Escucho!” El coronel le dijo, “Pensaba que una chica como tú merece lo mejor.” Angélica dijo, “¿Te refieres a mi futuro?” El coronel le dijo, “Ajá. Estos días has sido una magnifica anfitriona del conde nuestro huésped.” Angélica le dijo, “Sí, al principio nos asustó un poco, pero luego ha demostrado inmensa cultura y nobleza.” El coronel le dijo, “¡De acuerdo hijita, tu lo has dicho!” El coronel agregó, “Un hombre así sería el mejor partido para las damas más exigentes.” Angélica dijo, “En efecto papá.” Ambos salieron a caminar. El coronel se detuvo y dijo, “Hija, ahora hablemos de tu futuro tuyo.” Angélica le dijo, “¡Como quieras! Estoy enamorada, y si el hombre pide mi mano, espero que digas que si.” El coronel le dijo, “¡Ya pidió tu mano! ¡Como aceptas, le daré el sí!” Angélica dijo, “¡Qué curioso! No pensé que Moritz se apurara…” El coronel dijo, “¿Moritz?¿Bromeas hijita? ¡Ja! ¡Yo hablo del conde!” Angélica dijo contrariada, “¿E-el conde…te pidió mi mano? ¡Oh!” La joven pálida se desmadejó entre sus brazos.  Su padre la tomó de los hombros y dijo, “Angélica…¡Hija! ¿Qué te pasa? ¡Reacciona!” La joven se recuperó enseguida. Sentados ambos en una banca, Angélica dijo, “E-estoy bien…no te preocupes.” Alguien espiaba cercas, musitando palabras rencorosas. “¡Maldita, me rechaza me rechaza!”
         Poco después, el coronel entro a la sala y vio al conde sentado solo en el sillón. El coronel le dijo, “¡Esto es terrible! ¿Cómo decírselo al conde? ¡De todos modos la decisión de mi hija es sagrada!” El coronel le dijo, “Conde…yo-yo lamento decirle…” El conde le dijo, “Calma coronel, ya veo ella no me acepta.” En silencio, el huésped sirvió otra copa, y dijo, “Brindemos por su hospitalidad, los encantos de su hija…y mi fracaso, al cual ya estoy acostumbrado.” El coronel dijo, “¡Oh!” Y enseguida pensó, “¡Extraña situación! Él es un gran hombre, sí!” El conde añadió, “¡Tengo el mundo en mis manos…menos amor! Bueno, ya no hay nada que justifique mi presencia en esta casa.” El coronel le dijo, “¡Espere, recuerde nuestra amistad! ¡Siga siendo mi huésped, su presencia nos honra!” El conde le dijo, “No, coronel. Ahora todo cambió radicalmente y…” En ese instante, uno de los mayordomos entró diciendo, “¡Señor, señor coronel, ocurre algo grave!” El coronel le dijo, “¡Por Dios, habla claro!” El mayordomo dijo, “¡Es Margarita señor! ¡Desde ayer, no sale de su cuarto, no ha comido, golpeamos y no responde!”  Corrieron hacia las viviendas de la servidumbre. El coronel golpeó la puerta, gritando, “¡Muchacha, abre, te lo ordeno” El conde dijo, “Creo que ni siquiera lo oye…” El coronel le dijo, “¿Sugiere que ella está mal? ¡Puso llave desde adentro!” El conde le dijo, “Permítame, por favor!” El coronel le dijo, “¡No podrá, ya hice la prueba!” El conde lo intentó, y dijo, “Cierto. Es una buena cerradura.” El coronel dijo, “¡Iré por ayuda, entre varios la derribaremos!” El conde dijo, “No será necesario. ¡Apártese y observe!” De un golpe, el conde desquició la puerta con un estrépito. El coronel pensó, “¡Inaudito! ¡Tiene una fuerza descomunal! Recuerdo cómo sometió a aquellos ladrones.”
      Al entrar, encontraron a Margarita tirada en el suelo. El coronel dijo, “¡Parece inconsciente, temo lo peor!” El conde dijo, “¡Silencio, creo que sé de qué se trata!” El conde la levantó con sus brazos para colocarla en la cama, diciendo, “¡Envenenada!” El coronel dijo, “No tenía motivos. Siempre fue una campesina feliz.” El conde la examinó, y dijo, “¡Aún vive! Ha ingerido esto…¡Opio!” El conde agregó, “Algo le sucedió. ¡Problemas del alma! Sé algo de medicina, coronel.” El coronel dijo, “¡Pobrecilla!” El noble conde sacó una especie de pomada y se embarró los dedos con ella. Y luego, poco a poco untó el rostro de la chica. Al mirar aquello, el coronel pensó, “¿Qué hace? ¡El opio ingerido así puede ser mortífero!” Tras escasos segundos de aquel tratamiento, Margarita recuperó la conciencia, y dijo, “¡Oh! ¿Qué pasó? Al-algo poderosos me enciende…” Cuando Margarita se incorporó a la realidad, se acostó en la cama. Entonces dijo, “¿Qué hacen señores? ¿Porqué me siento feliz?” El conde le dijo, “Son los efectos de mi cura, amiguita.” Margarita le dijo, en tono de reclámo, “¿Por qué lo hizo? ¡Deseaba morir y ahora siento una alegría enfermiza que no va con mis pesares!” El coronel comentó, “¡Parece haber enloquecido, pero al menos revivió!” El conde agregó, “Si, me temo que lo hecho no es suficiente!”

     Ambos salieron del cuarto de Margarita, entonces el conde dijo, “Necesita atención continua, por un par de días para desintoxicarse totalmente.” El coronel le dijo, “¿La atenderá usted? ¡Eso es bueno, amigo!” El conde le dijo, “Tendré que abusar un poco más de su hospitalidad.” El coronel le dijo, “No, al contrario, siéntase en su casa.” El coronel regresó a la mansión. El conde pensó al verlo, “¡Allí va! Un imbécil…Mi triquiñuela funcionó. Todavía no me doy por vencido.” Cuando el conde regresó al cuarto de Margarita, le dijo, “¡Bien muchacha, ahora harás lo que te ordene!” Margarita contestó, “S-sí, amo…como antes obedecí tomando el opio…” El conde le dijo, “¡Mi pomada es real! El maestro me la dio con poderes extraordinarios! Pero nadie lo sabrá, ¿Eh?” Margarita dijo, “Na-nadie, amo. ¡Soy vuestra sierva!” Hipnotizada, ella se durmió, vencida por un raro sopor. El conde pensó, “¡Una mente débil! Lo supe desde la noche en que me abrió la puerta…¡Todo va bien! Si esta gente supiera lo que me juego, no entendería en absoluto. ¡Me desaprobaría, y sería el fin para mí! ¡Angélica es mi última oportunidad…”

     Mientras tanto, sin que el conde lo supiera, Dagoberto y Moritz arribaban a la residencia. Madame coronela los recibió, diciendo, “¡Amigos! Me da gusto verlos.” Dagoberto dijo, “Y a mi volver por esta casa. Pero mi compañero trae otras razones.” Madame le dijo, “¿Qué le pasa, capitán? ¡No luce buena cara!” Moritz dijo, “Acaba de ocurrirme algo muy raro, señora. Necesito hablar a solas con su hija.” Madame le dijo, “Ella está en el jardín. Dice mi esposo que tuvo un corto desmayo.” Moritz dijo, “¡Con su permiso, me urge verla!” Mientras Moritz partía, Madame dijo, “Un extraño pedido. Dagoberto, ¿Qué sabe usted?” Dagoberto le dijo, “Estábamos en el club, conversando, cuando enmudeció, se puso pálido y miro un cortina que el viento apenas mecía. Sin dejar de mirar la tela azul, dijo, ‘¡Ya voy, ya voy!’ Me pidió que lo acompañára hasta aquí. Es todo lo que sé.” Madame dijo, “¡Por Dios! Pienso en el tema de aquella horrible noche.” Dagoberto dijo, “¡También yo! Pero ante todo, seamos cuerdos, señora.”

     Mientras tanto, el joven militar se dio prisa hasta divisar a Angélica. Cuando se acercó le dijo, “¡Señorita, discúlpeme, creí oír su voz y corrí…” Angélica dijo, “¿Eh? ¡Mo-Moritz…vino, me escuchó!” Moritz dijo, “Era su voz: ‘¡Venga, venga!’ Insistía…” Ambos se sentaron en una banca. Moritz dijo, “¡No me equivoqué! ¿Cuál sería la causa de esa sensibilidad en el espacio?” Angélica dijo, “U-un inmenso poder trató de abarcar mi mente. ¡El Conde Barth, le pidió mi mano a papá! Por un minuto, creí caer en un precipicio hondo y oscuro…y pedí ayuda…¡La suya Moritz!” Ante aquello, ambos se abrazaron calladamente y con frenesí. Inmóviles sintieron que sus corazones latían al unísono. Moritz dijo, “¡Te amo, Angélica!” Y ella le contestó, “¡Y yo a ti!” Entonces se fundieron en un beso definitivo.

     Y en ese mismo momento, cerca de allí, el conde decía, “¡Maldición! Este dolor punzante…insoportable, n-n-no tengo escape.” El conde dejo a su paciente y echó a correr entre las frondas del jardín, desesperado, buscando. Entonces, sin dejarse ver, espió el romance inicial de la pareja. Lleno de sorpresa y rabia pensó, “¡Todavía intentaré algo…pese al desastre!”  Poco después, la pareja hablaba con los padres de la novia. El coronel dijo, “Me da gusto esto, jóvenes. ¡Sabe que lo estimo Moritz! Por eso puedo confiarle un secreto. El conde también pretendía a mi hija. ¡Ella escogió, y le tocó a usted, y me parece bien!” La señora dijo, “También ese hombre aceptó de buen agrado el fracaso. Un hombre comprensivo. ¡Todo un caballero! Sin duda es un orgullo tenerlo en nuestra casa. Quiero decir: Permanece aquí ya solo por ayudar a la pobre Margarita, pero mientras tanto le daremos el mejor trato.” Enseguida, el coronel dijo, “¡Bueno, vamos al grano! ¿Cuándo será la boda?” Angélica dijo, “Concertémos esto entre los cuatro, papá.” Sin embargo, tampoco esa platica fue ignorada por el aristócrata conde, quien pensó, “Necesito ayuda, y debe venir pronto, ¡Hoy mismo!” Enseguida pensó, “Volveré a la cabaña. Todavía me duele el pecho…” Pero el conde, a su vez, fue observado, sin darse cuenta, por Dagoberto, quien pensó, “¡Hum! Esto no me gusta. Ese tipo estaba espiando.” Luego, el jurisconsulto dejó su breve paseo y volvió a la residencia. Moritz lo recibió junto a Angélica y dijo, “¡Dagoberto! ¿Dónde estabas? ¡Te perdiste algo bueno!” Angélica le dijo, “Nos casaremos, amigo. ¡Una buena noticia!” Dagoberto le dijo, “¡Ya lo creo que es buena! Venga Angélica, la felicitaré haciendo algo, antes de que esté casada y me lo prohíban…”  Dagoberto besó la mejilla de la joven, en una escena a la vez emotiva y graciosa. Moritz dijo, “¡Sí, amigo, hazlo, luego yo lo prohibiré! ¡Ja Ja Ja!”

     El coronel hizo acto de presencia, diciendo, “¡Esperen, jóvenes, llega una noticia desagradable!” Angélica dijo, “¿Qué ocurre papá?” El coronel observó un documento en sus manos, diciendo, “¡La guerra empieza de nuevo! El enemigo rompió la tregua. Debemos incorporarnos al regimiento, Moritz.” Angélica rodó una lagrima y dijo abrazando a Moritz, “¡No! ¡Hay algo maligno en esto!¡Es una trampa!” Moritz le dijo, “Querida, tu padre y yo somos militares, recuérdalo. Combatir al enemigo hasta que se firme la paz, es nuestra consigna. ¡No te apenes! ¡Tal vez sea breve!” El coronel dijo, “Sí, las conversaciones continúan. ¡Prepárese teniente, esta misma noche debemos acuartelarnos!” Angélica lo abrazó, diciendo, “¡No vayas! ¡Siento que es contra nuestro amor!” Moritz dijo, “Angélica, calma. Sabes lo que significa deserción.” Dagoberto se quedó solo, pensando, “¡Extraña situación! ¿También ahora ‘oirán’ las ventanas?”

     Esa noche, el teniente Moritz encabezaba una división que se dirigía hacia el frente. Las últimas palabras de Angélica no se le olvidaban, “ ‘¡Es una trampa!¡No vayas!’ Santo Cielo…” Mientras tanto, en la mansión familiar, alguien tocaba la puerta. La señora coronela decía a Angélica, “¿Quién será a esta hora?” Abrió la puerta y dijo, “¡Conde Barth! ¿De qué se trata?” El conde le dijo, mostrando un papel, “Mi paciente, señora. ¡No está! Dejó esta nota…” La coronela le dijo, sin dejarlo pasar, “¡Margarita se ha vuelto un problema!” El conde dijo, “No sé. Le traigo el papel que ni siquiera leí.” Apenas volvieron a estar solas, la coronela leyó la nota que había escrito Margarita, “No me busquen. ¡Me voy para siempre! Oí que Moritz formalizó su compromiso con la señorita, olvidando las promesas que me hizo. Tengo el corazón destrozado, adiós. Margarita.” Angélica dijo, “Pe-pe-pero…¿Cómo es posible? ¡Ella y Moritz!” La señora dijo, “Ante todo que arda este maldito papel. ¡No quisiera haberlo visto nunca!” Angélica abrazó a su madre, diciendo, “¡Me niego a aceptarlo, todo viene mal…y él, ahora mismo arriesga su vida!” Su madre le dijo, “Calma pequeña, no pienses, ¡No pienses en nada!” Madre e hija no pudieron dormir, dándose mutuamente ánimo ante el cariz extraño de los acontecimientos, en aquella noche extraña.

     Al día siguiente un cruento choque inició las beligerancias en el campo de batalla. Se disputaban tierras fronterizas alianzas y poderíos, y los soldados luchaban sin saber por qué. A veces la lucha mostraba escenas terribles y absurdas. El teniente Moritz luchó bravamente y a la par de sus hombres. Mientras hería a un enemigo con su sable, Moritz gritó, “¡Uno menos, vamos ya son nuestros!” Sin embargo, un moribundo inadvertido, todavía pudo alcanzar su arma y, disparó, ¡BANG! Moritz cayó de su caballo, mientras uno de sus solados gritaba, “¡Teniente!¡Pronto, saquémoslo de aquí!” Yaciendo en el suelo, Moritz murmuró, “¡A-A-Angélica!” Lejos de allí, al mismo tiempo, hubo reacciones inauditas. Mientras Angélica daba un paseo a campo abierto, sintió un dolor en la cabeza y dijo, “¡Ayyyy!¡Amor mío!” Alguien cercano a ella, también en campo abierto, sintió un golpe de muerte, y llevándose la mano al corazón pensó, “¡Oh que dolor…E ¿Estoy perdido…?” Era el conde, quien trastabillando, tomó aire sintiendo que perdía fuerzas, y dijo, “¡Ohhh, eres una treta del demonio…!” Cayó sobre un tronco derribado y dijo, “Lo sabía, sabía que… no podía continuar ¡Ayy!” La punzada en el pecho lo estremeció, volvió a boquear de desesperado…y expiró, apoyado sobre un árbol derribado.
     Mientras tanto, la señora reanimaba a su hija asistiéndola. Angélica dijo, “¿Qué pasó mamá?” La señora dijo, “Te desmayaste, calma, tus colores han vuelto!” Angélica se incorporó y dijo, “¡Qué raro, ya no siento esa angustia!” La señora le dijo, “Estas preparada para oírlo, pues. ¡Escucha!” La señora continuó, “Tu padre me mandó un mensaje con su ordenanza desde el cuartel. ¡Moritz fue herido superficialmente!” Angélica dijo, “¡Ah, ya lo sabía!” Su madre le dijo, “¿Cómo lo supiste muchacha?” Angélica le dijo, “No sé, solo que lo sentí. ¡Oí su llamado! Por eso me desmayé, mamá.” Ambas fueron a la casa sintiendo un nueva paz. Poco después, un carricoche atrajo su atención. Era el coronel, quien dijo, “¡Aquí estamos, queridas, me acompaña el general Sanders!” El general Sanders dijo, “Y no solo yo…” Llena de sorpresa, Angélica exclamó, “¡Querido mío!” Moritz dijo, “Sí, Angélica, vuelvo para siempre contigo.” Un beso los unió ante la complacencia general. Dagoberto dijo, “Y hay alguien más en éste encuentro. ¡Baja ya, preciosa!” La señora exclamó, “¡Margarita!” Margarita dijo, “Sí, señora. Soy yo. Luego de soportar una fuerza irresistible, que me tuvo como esclava…” Dagoberto dijo, “Éntren, yo buscaré al verdadero culpable de éste drama. ¡No creo que dejara los límites de la finca!” Enseguida, el jurisconsulto buscó metódicamente por el bosquecillo. A continuación, vio algo que sus ojos no pudieron creer, y pensó, “¡Oh cielos, no puedo creer lo que estoy viendo!” Dagoberto se acercó y pensó, “¡Muerto y descarnado como si estuviera así desde años atrás! Un espectáculo desagradable, sin duda…¡Y ahora se desvanece! En pocos segundos no habrá nada contra el árbol…¡Pobre desgraciado!”
     Poco después, Dagoberto narraba a todos en el salón de la mansión, “…y literalmente se borró, ¡Como una pesadilla!” Enseguida, se dirigió hacia el General Sanders y dijo, “Creo que el General nos dirá algo al respecto.” El General Sanders dijo, “Sí, supe que la coronela les contó mi historia de Bogislav. ¡Pues bien! ¡Acábo de verlo…contento!” El General explicó, “Bogislav, recuerden, hundió su espada en el pecho de quien pretendiéra a su novia napolitana. Él investigó el origen de aquella voz. ¡Buscó al hombre que desapareció ante sus ojos con una herida en el pecho! Y en Sicilia, lo supo todo. El conde Barth era un noble italiano de apellido, Altieri. ¡Se prendó de la novia de Bogislav! Fracasó, fue herido, y antes de morir, invocó al maligno. Cuando caía, le oyeron nombrar al príncipe de las tinieblas…” Dagoberto agregó, “…quien hizo con él un trato, si todo concuerda. Él tendría poderes extraordinarios, dinero y fuerza incalculable, siempre y cuando se ganára el amor de una dama. ¡Y Angélica estaba enamorada de otro militar! La buscó por todo Europa. Gastó mucho. Conoció al coronel. ¡Ya estaba, su hija era el fin de la búsqueda!” La coronela dijo, “¡Triunfó el amor! ¡Dios es más fuerte que Satanás!” Dagoberto dijo, “¡Exacto! Y ese maldito utilizó a la pobre de Margarita, aunque tampoco obtuvo resultados.” La coronela dijo, “¡un momento, esto me suena a truculencia; a broma pesada y cruel. ¿Cómo es posible?” Dagoberto dijo, “Ah, madame coronela, acaba de tocar un punto clave. Ahora yo pregúnto, ¿Dónde está el conde? Lo vimos sí, pero, ¿Y ahora? No va más allá de lo que pudo ser una pesadilla, un cuento macabro y obsesivo. ¡Recuerden aquella noche! Tormenta, rayos…¡Y mencionamos miedos, fantasmas, espectros, cuentos de nodrizas…horror brotado de nuestros organismos! El siniestro mundo de los aparecidos, una parte de nosotros mismos, señores.” La coronela dijo, “Si me permiten, yo diría que nosotros inventamos todo eso aquella misma noche. ¡Y ahora es el final! Final feliz, que bueno. Bogislav, Margarita, todos los que cumplimos un papel…salimos bien librados!” Era el final de aquel cuento macabro, así como nosotros llegamos al nuestro. Y ellos brindaron por la salvación, y la felicidad de una boda ya cercana.
     Una semana más tarde se celebraban aquellas nupcias. Angélica y el teniente Moritz, ya no debieron temer nada, pues el amor los protegería de fuerzas extrañas. Sin embargo, era solo una batalla, pues la guerra entre el bien y el mal, continuaría librándose a través de los tiempos, en cada uno de los habitantes del planeta, y no siempre se obtendrían los resultados apetecidos…
Tomado de Novelas Inmortales. Año XI No. 559 Agosto 3 de 1988. Guión: Raul Prieto Cab. Adaptación: R. Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar.                                                       

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