domingo, 28 de febrero de 2016

Literatura Norteamericana Orígenes de la Literatura Nacional

     Washington Irving (1783-1859), seguido de cerca por James Fenimore Cooper, es el primer escritor norteamericano que logra reputación internacional. Irving, hijo de un próspero comerciante nació en Nueva York. Comenzó a estudiar derecho, pero pronto fue atraído por las letras. Obtuvo el primero de los grandes éxitos con Una Historia de Nueva York, que figura relatada por un tal Diedrick Knickerbocker, un cuento en que la leyenda popular y la invención se combina con rasgos de humor, anunciando ya a Mark Twain. Su, Libro de Apuntes del Caballero Geoffrey Crayon también explora las antiguas leyendas en los famosos cuentos del valle del Hudson: Rip Van Vinkle e Ichabod Crane. Viajó largamente por Europa, donde gozó de la amistad y el aprecio de sus colegas extranjeros. En 1826, nombrado secretario de la legación de su país en Madrid, se interesó en la historia y leyendas de España. Escribió, Vidas y Viajes de Colon y, Crónica de la Conquista de Granada. La Alhambra, conjunto de relatos basados en las leyendas del palacio moro, es también fruto de su estancia en España. 
     James Fenimore Cooper (1789-1851), aunque también desciende, de una familia del estado de Nueva York, por su nacimiento y educación perteneció a la clase de los terratenientes. Ingresó a la Universidad de Yale, pero antes de graduarse, optó por seguir sus estudios como oficial de la Armada norteamericana. Como Irving, vivió varios años en Europa, pero sus viajes no lograron afectar su profundo patriotismo, y en todas sus principales obras usó, como fondo el escenario norteamericano: El Espía, es un cuento histórico de tiempos de la guerra de independencia. El Piloto, tiene por tema las luchas por mar y tierra, sostenidas por Paul Jones a lo largo de la costa inglesa de Yorkshire, durante la guerra de 1812. Sus novelas más conocidas son: Los Pioneros, El Último de los Mohicano, La Pradera, El Explorador, El Cazador de Venados. En estos cuentos, Natty Bumbo, el valiente, bondadoso e ignorante “pelaina de cuero,” y sus amigos los indios Chingachook y Uncas, prototipos del noble piel roja, luchan por conservar su mundo virgen y salvaje ante el inexplorable avance de la civilización. Aunque Cooper tuvo pocos contactos directos con los indios y con el desierto, estos relatos encantaron a sus contemporáneos europeos, como los prueban los elogios de Balzac, y aún siguen encantando a los lectores jóvenes de todos los países. Estas agitadas aventuras del desierto, pueden considerarse como predecesoras de los moderno cuentos de “cowboys” (vaqueros).
     Edgar Allan Poe (1809-1849) no fue tan apreciado en su tiempo, pero su fama resultó más duradera. Hijo de actores ambulantes y huérfano a los dos años, fue prohijado por un comerciante adinerado en Virginia, con el que riñó más tarde. Su educación fue algo errática; estuvo breve tiempo en la Universidad de Virginia, luego fue admitido como cadete en el colegio militar de West Point, donde deliberadamente provocó su expulsión. En lo sucesivo, vivió de su pluma, escribiendo para diversas revistas y llevando una existencia bohemia. La muerte de su esposa, en 1848, lo afectó profundamente, y su desequilibrio mental se hizo cada vez más patente. Murió en Baltimore, donde lo hallaron delirante, echado en la calle.
     El renombre de Poe se funda en lo poemas: Tamerlán, Al Aaraaf, Poemas, y en sus cuentos, que aparecieron primero en los periódicos y en los ensayos de crítica literaria.
     Fue el primer critico de distinción en su país, y mostró una agudeza descubriendo, antes que nadie, la calidad de Hawthorne y Tennyson. Como poeta, Poe se distingue, sobre todo, por la maestría de su versificación.
     Su fama de cuentista se basa en fundamentos más sólidos. Poe adorna a menudo sus cuentos con elementos de la novela gótica, tan popular en la Europa de sus tiempos, pero siempre los eleva por encima del vulgar melodrama, por su lúcido trato de los caracteres y por la lógica con que desarrolla el tema. Se concede a Poe el mérito de haber desarrollado la forma original de la novela policial con, Los Crímenes de la Calle Morgue, y La Carta Robada.
     Entre tanto, la ciudad de Boston, y Nueva Inglaterra en general, se convierten otra vez en el centro cultural del país. La antigua disciplina puritana, y las preocupaciones teológicas, ceden el paso a muchas corrientes de horizontes más amplios.
     Pero la asídua búsqueda de un ideal filosófico continúa,  especialmente dentro de un movimiento conocido como el “trascendentalismo” y cuyo guía fue Ralph Waldo Emerson (1803-1882). Hijo y nieto de ministros protestantes, también abrazó la carrera eclesiástica; pero pronto renunció a ella y se retiró al pueblo de Concord, para dedicarse a escribir ensayos y algunos poemas. Las conferencias que daba frecuentemente sobre los diferentes aspectos del trascendentalismo, gozaban de gran popularidad. Sostenía que el hombre y su mundo formaban un armonioso universo, y que solo se necesitaba una intuición bien afinada para percibirlo. La vida en conjunto era bella, y el pecado más grande es la indiferencia: El Hombre Pensante.
     Las obras de Emerson se leen poco en nuestros días. En cambio, las de su joven amigo y vecino Henry David Thoreau (1817-1862) gozan de una nueva ola de popularidad, tanto por su estilo como por su pensamiento. Como Emerson, Thoreau predicaba el evangelio del individualismo y de un universo perfecto. Pero la vida de Thoreau, en grado aún mayor, ofrece un ejemplo de fidelidad a las convicciones que profesaba. Con sus propias manos, construyó una cabaña junto a la laguna de Walden, donde acampó contemplando la naturaleza y observando la vida salvaje que lo rodeaba: Walden o La Vida en los Bosques, se negó a pagar impuestos a un gobierno que consideraba injusto, aunque esto le costó la cárcel: Desobediencia Civil, y fue un antiesclavista militante.
     Sin embargo, esa rebelión contra la sociedad nunca tomó forma estridente, ni buscó apoyo popular. Fiel a su doctrina, Thoreau se mantuvo apartado de las masas, siempre individualista. El estilo de sus obras, sobrio, punzante, y lleno de tranquila ironía, refleja la personalidad del autor.
     El novelista Nathaniel Hawthorne (1804-1864) fue otro de los vecinos de Emerson en Concord. Pero, preso de aquellas viejas inquietudes puritanas sobre el pecado, el infierno y la predestinación, Hawthorne no fue capaz de aceptar la doctrina optimista del trascendentalismo con sus ideas sobre el hombre y la naturaleza en unísono perfecto.
     Novelista con temperamento reconocido hoy, como uno de los grandes maestros del género. Para seguir con su vocación, rompe con todas las tradiciones de Nueva Inglaterra; “¡…un escritor de cuentos!...¡Qué manera de glorificar a Dios o servir a la humanidad!” escribe en el prefacio de, La Letra Escarlata. Trató pues de conciliar su afición, con los dictados de la conciencia, escribiendo cuentos y novelas en los que el pecado y su expiación es el tema dominante, aunque lo desarrolla e ilumina con reiterado vuelos de fantástica invención, y abundante uso de símbolos. Sus cuatro novelas más importantes son: La Letra Escarlata, La Casa de los Siete Tejados, La Aventura de Blithdale, y El Fauno de Mármol. Es también autor de numerosos cuentos y algunos ensayos.
     Pero el miembro del grupo de Concord, cuyas obras lograron mayor difusión, no fue un filosofo, sino un mujer joven, Luisa May Alcott (1832-1888), cuyas novelas para muchachas: Mujercitas, Hombrecitos, y Los Chicos de Io, hallan lectores en todas las partes del mundo.
     Su padre, Amos Bronson Alcott (1799-1888), fue también trascendentalista, y hoy se lo recuerda sobre todo por el fallido intento de fundar una nueva Utopía (Brooke Farm), en el pedregoso suelo de Nueva Inglaterra.
     Mientras el pueblo de Concord albergaba este austero e idealista grupo, en Boston y en la cercana Cambridge, en la sombra de la Universidad  de Harvard, se reúne y florece otro círculo de escritores, más  refinados y urbanos. Entre ellos, el poeta, Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) logró mayor renombre: fue tan conocido y amado en Inglaterra, que se colocó su busto en el Rincón de los Poetas, en la Abadía de Westminster en Londres. Su popularidad ha sufrido al pasar de moda el romanticismo, pero su verso fácil y melodioso, y su bondadoso mensaje, hacen aún una lectura amena. Su estilo es el de los poetas románticos ingleses, pero escribe principalmente sobre temas americanos: Evangeline narra la deportación a Luisiana de los franceses establecidos en Acadia; Hiawatha es un poema sobre la vida de los indios norteamericanos (con los que no tuvo contacto directo); El Cortejo de Miles Standish, describe el primer asentamiento de los puritanos en Massachusetts.
     Oliver Wendel Holmes (1809-1894) y James Russell Lowell (1796-1891) eran brillantes y prolíficos miembros del grupo de escritores de Boston, que llegó a ser conocido como los “Braminos de Boston.” Poemas, ensayos, y ataques satíricos en contra de la esclavitud, fluyeron de sus plumas. En 1857, se fundó, The Atlantic Monthley, una revista literaria que aun se publica, con Lowell como su primer editor. Por primera vez en su historia, los Estados Unidos tenían un circulo literario: aún se consideraba Europa como el último el árbitro de estilo y gusto, pero ya nadie dudaba  que una nueva Atenas podía levantarse a orillas del rio Charles.
     Otro miembro del grupo, William Hickling Prescott (1796-1859), señaló nuevos rumbos, explorando la historia de la conquista española de América. Aunque su interpretación de los hechos a la luz de investigaciones modernas sea a veces discutible, las obras, Conquista de México y, Conquista del Perú, siguen siendo monumentos literarios por el dramatismo que el autor infunde en el relato y la rítmica fuerza de su prosa.
     Sí, con el paso del tiempo, la reputación de estos escritores ha menguado, la de Herman Melville no ha dejado de crecer. Al quebrar el negocio de su padre, en Nueva York, Melville se hizo marinero y después de muchas aventuras por mares y tierras, regresó para dedicarse a escribir.
     Sus primeras novelas: Typee, y Omoo, sobre las islas Marquesas, fueron bien recibidas. Sus novelas siguientes, Redburn, La Chaqueta Blanca, y en particular, Moby Dick, es considerada hoy una de las grandes novelas de la literatura mundial. Aparentemente, es la historia de una enorme ballena blanca (Moby Dick), perseguida con odio extraño por Ahab, el enloquecido capitán de una barco ballenero.
     Pero abajo la pluma de Melville, esta leyenda del Pacifico adquiere sentido más profundo, y se convierte en una alegoría de la eterna lucha entre el hombre y el mal y el trágico dualismo de todas las cosas. Su estilo tiene extraordinaria fuerza; la acción se desarrolla con vividez y absorbe la atención del lector.
     Otro escritor de esa época, que ha gozado de sostenida fama, es Walt Withman (1819-1892). Nació también en Nueva York y, como Melville, estuvo dotado de una energía y dinamismo que no encontramos en los escritores de Nueva Inglaterra. De origen modesto, recibió poca educación formal, ganándose el sustento como impresor, periodista, carpintero, maestro de escuela, y durante la guerra civil, como enfermero. En 1855 publicó su primera colección de poemas, Hojas de Hierba, que revisará y ampliará en ediciones posteriores. La calidad de su obra es muy desigual, pero se oye en ella un nuevo acento.
     Withman es el iniciador de una forma poética muy personal, que puede considerarse particularmente norteamericana, y no solo en razón de su ardiente patriotismo. El ritmo de sus versos, tiene la cadencia del habla norteamericana; su tema es un nuevo tipo de hombre, producto de los vastos horizontes americanos, y su mensaje: la libertad.  
                     Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags. 478 y 480.                                                                       

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