Washington Irving (1783-1859), seguido de cerca por James Fenimore Cooper, es el primer
escritor norteamericano que logra reputación internacional. Irving, hijo de un
próspero comerciante nació en Nueva York. Comenzó a estudiar derecho, pero
pronto fue atraído por las letras. Obtuvo el primero de los grandes éxitos con Una Historia de Nueva York, que figura
relatada por un tal Diedrick Knickerbocker, un cuento en que la leyenda popular
y la invención se combina con rasgos de humor, anunciando ya a Mark Twain. Su, Libro de Apuntes del Caballero Geoffrey
Crayon también explora las antiguas leyendas en los famosos cuentos del
valle del Hudson: Rip Van Vinkle e
Ichabod Crane. Viajó largamente por Europa, donde gozó de la amistad y el
aprecio de sus colegas extranjeros. En 1826, nombrado secretario de la legación
de su país en Madrid, se interesó en la historia y leyendas de España. Escribió, Vidas y Viajes de Colon y, Crónica de la Conquista de Granada. La Alhambra, conjunto de relatos basados
en las leyendas del palacio moro, es también fruto de su estancia en
España.
James Fenimore Cooper (1789-1851), aunque también desciende, de una familia del estado de
Nueva York, por su nacimiento y educación perteneció a la clase de los
terratenientes. Ingresó a la Universidad de Yale, pero antes de graduarse, optó
por seguir sus estudios como oficial de la Armada norteamericana. Como Irving,
vivió varios años en Europa, pero sus viajes no lograron afectar su profundo
patriotismo, y en todas sus principales obras usó, como fondo el escenario
norteamericano: El Espía, es un cuento
histórico de tiempos de la guerra de independencia. El Piloto, tiene por tema las luchas por mar y tierra, sostenidas por
Paul Jones a lo largo de la costa inglesa de Yorkshire, durante la guerra de
1812. Sus novelas más conocidas son: Los
Pioneros, El Último de los Mohicano, La Pradera, El Explorador, El Cazador de
Venados. En estos cuentos, Natty Bumbo, el valiente, bondadoso e ignorante
“pelaina de cuero,” y sus amigos los indios Chingachook y Uncas, prototipos del
noble piel roja, luchan por conservar su mundo virgen y salvaje ante el
inexplorable avance de la civilización. Aunque Cooper tuvo pocos contactos
directos con los indios y con el desierto, estos relatos encantaron a sus
contemporáneos europeos, como los prueban los elogios de Balzac, y aún siguen
encantando a los lectores jóvenes de todos los países. Estas agitadas aventuras
del desierto, pueden considerarse como predecesoras de los moderno cuentos de
“cowboys” (vaqueros).
Edgar Allan Poe (1809-1849) no fue tan apreciado en su tiempo, pero su fama resultó más
duradera. Hijo de actores ambulantes y huérfano a los dos años, fue prohijado
por un comerciante adinerado en Virginia, con el que riñó más tarde. Su
educación fue algo errática; estuvo breve tiempo en la Universidad de Virginia,
luego fue admitido como cadete en el colegio militar de West Point, donde
deliberadamente provocó su expulsión. En lo sucesivo, vivió de su pluma,
escribiendo para diversas revistas y llevando una existencia bohemia. La muerte
de su esposa, en 1848, lo afectó profundamente, y su desequilibrio mental se hizo
cada vez más patente. Murió en Baltimore, donde lo hallaron delirante, echado
en la calle.
El renombre de Poe se funda en lo poemas: Tamerlán, Al Aaraaf, Poemas, y en sus cuentos, que
aparecieron primero en los periódicos y en los ensayos de crítica literaria.
Fue el primer critico de
distinción en su país, y mostró una agudeza descubriendo, antes que nadie, la calidad
de Hawthorne y Tennyson. Como poeta, Poe se distingue, sobre todo, por la
maestría de su versificación.
Su fama de cuentista se basa en fundamentos más sólidos. Poe adorna a
menudo sus cuentos con elementos de la novela gótica, tan popular en la Europa
de sus tiempos, pero siempre los eleva por encima del vulgar melodrama, por su
lúcido trato de los caracteres y por la lógica con que desarrolla el tema. Se
concede a Poe el mérito de haber desarrollado la forma original de la novela
policial con, Los Crímenes de la Calle Morgue, y La Carta Robada.
Entre tanto, la ciudad de Boston, y Nueva Inglaterra en general, se
convierten otra vez en el centro cultural del país. La antigua disciplina
puritana, y las preocupaciones teológicas, ceden el paso a muchas corrientes de
horizontes más amplios.
Pero la asídua búsqueda de un ideal filosófico continúa, especialmente dentro de un movimiento conocido como el “trascendentalismo” y cuyo guía fue Ralph Waldo Emerson (1803-1882). Hijo y nieto de ministros protestantes, también abrazó la carrera eclesiástica; pero pronto renunció a ella y se retiró al pueblo de Concord, para dedicarse a escribir ensayos y algunos poemas. Las conferencias que daba frecuentemente sobre los diferentes aspectos del trascendentalismo, gozaban de gran popularidad. Sostenía que el hombre y su mundo formaban un armonioso universo, y que solo se necesitaba una intuición bien afinada para percibirlo. La vida en conjunto era bella, y el pecado más grande es la indiferencia: El Hombre Pensante.
Pero la asídua búsqueda de un ideal filosófico continúa, especialmente dentro de un movimiento conocido como el “trascendentalismo” y cuyo guía fue Ralph Waldo Emerson (1803-1882). Hijo y nieto de ministros protestantes, también abrazó la carrera eclesiástica; pero pronto renunció a ella y se retiró al pueblo de Concord, para dedicarse a escribir ensayos y algunos poemas. Las conferencias que daba frecuentemente sobre los diferentes aspectos del trascendentalismo, gozaban de gran popularidad. Sostenía que el hombre y su mundo formaban un armonioso universo, y que solo se necesitaba una intuición bien afinada para percibirlo. La vida en conjunto era bella, y el pecado más grande es la indiferencia: El Hombre Pensante.
Las obras de Emerson se leen poco en nuestros días. En cambio, las de su
joven amigo y vecino Henry David Thoreau
(1817-1862) gozan de una nueva ola de popularidad, tanto por su estilo como por
su pensamiento. Como Emerson, Thoreau predicaba el evangelio del individualismo
y de un universo perfecto. Pero la vida de Thoreau, en grado aún mayor, ofrece
un ejemplo de fidelidad a las convicciones que profesaba. Con sus propias manos, construyó una cabaña junto a la laguna de Walden, donde acampó contemplando la
naturaleza y observando la vida salvaje que lo rodeaba: Walden o La Vida en los Bosques, se negó a pagar impuestos a un
gobierno que consideraba injusto, aunque esto le costó la cárcel: Desobediencia Civil, y fue un
antiesclavista militante.
Sin embargo, esa rebelión contra la sociedad nunca tomó forma estridente, ni buscó apoyo popular. Fiel a su doctrina, Thoreau se mantuvo apartado de las
masas, siempre individualista. El estilo de sus obras, sobrio, punzante, y
lleno de tranquila ironía, refleja la personalidad del autor.
El novelista Nathaniel Hawthorne
(1804-1864) fue otro de los vecinos de Emerson en Concord. Pero, preso de
aquellas viejas inquietudes puritanas sobre el pecado, el infierno y la
predestinación, Hawthorne no fue capaz de aceptar la doctrina optimista del
trascendentalismo con sus ideas sobre el hombre y la naturaleza en unísono
perfecto.
Novelista con temperamento reconocido hoy, como uno de los grandes
maestros del género. Para seguir con su vocación, rompe con todas las
tradiciones de Nueva Inglaterra; “¡…un escritor de cuentos!...¡Qué manera de
glorificar a Dios o servir a la humanidad!” escribe en el prefacio de, La Letra Escarlata. Trató pues de
conciliar su afición, con los dictados de la conciencia, escribiendo cuentos y
novelas en los que el pecado y su expiación es el tema dominante, aunque lo
desarrolla e ilumina con reiterado vuelos de fantástica invención, y abundante
uso de símbolos. Sus cuatro novelas más importantes son: La Letra Escarlata, La Casa
de los Siete Tejados, La Aventura de
Blithdale, y El Fauno de Mármol.
Es también autor de numerosos cuentos y algunos ensayos.
Pero el miembro del grupo de Concord, cuyas obras lograron mayor difusión, no fue un filosofo, sino un mujer joven, Luisa May Alcott (1832-1888), cuyas
novelas para muchachas: Mujercitas, Hombrecitos, y Los Chicos de Io, hallan lectores en todas las partes del mundo.
Su padre, Amos Bronson Alcott
(1799-1888), fue también trascendentalista, y hoy se lo recuerda sobre todo por
el fallido intento de fundar una nueva Utopía (Brooke Farm), en el pedregoso suelo de Nueva Inglaterra.
Mientras el pueblo de Concord albergaba este austero e idealista grupo,
en Boston y en la cercana Cambridge, en la sombra de la Universidad de Harvard, se reúne y florece otro círculo
de escritores, más refinados y urbanos.
Entre ellos, el poeta, Henry Wadsworth
Longfellow (1807-1882) logró mayor renombre: fue tan conocido y amado en
Inglaterra, que se colocó su busto en el Rincón de los Poetas, en la Abadía de
Westminster en Londres. Su popularidad ha sufrido al pasar de moda el romanticismo, pero su verso fácil y melodioso, y su bondadoso mensaje, hacen aún una lectura amena. Su estilo es el de los poetas románticos ingleses,
pero escribe principalmente sobre temas americanos: Evangeline narra la deportación a Luisiana de los franceses
establecidos en Acadia; Hiawatha es
un poema sobre la vida de los indios norteamericanos (con los que no tuvo
contacto directo); El Cortejo de Miles
Standish, describe el primer asentamiento de los puritanos en
Massachusetts.
Oliver Wendel Holmes (1809-1894) y James Russell
Lowell (1796-1891) eran brillantes y prolíficos miembros del grupo de
escritores de Boston, que llegó a ser conocido como los “Braminos de Boston.”
Poemas, ensayos, y ataques satíricos en contra de la esclavitud, fluyeron de sus
plumas. En 1857, se fundó, The Atlantic
Monthley, una revista literaria que aun se publica, con Lowell como su
primer editor. Por primera vez en su historia, los Estados Unidos tenían un
circulo literario: aún se consideraba Europa como el último el árbitro de
estilo y gusto, pero ya nadie dudaba que
una nueva Atenas podía levantarse a orillas del rio Charles.
Otro miembro del grupo, William
Hickling Prescott (1796-1859), señaló nuevos rumbos, explorando la historia
de la conquista española de América. Aunque su interpretación de los hechos a
la luz de investigaciones modernas sea a veces discutible, las obras, Conquista de México y, Conquista del Perú, siguen siendo
monumentos literarios por el dramatismo que el autor infunde en el relato y la
rítmica fuerza de su prosa.
Sí, con el paso del tiempo, la reputación de estos escritores ha
menguado, la de Herman Melville no
ha dejado de crecer. Al quebrar el negocio de su padre, en Nueva York, Melville
se hizo marinero y después de muchas aventuras por mares y tierras, regresó para
dedicarse a escribir.
Sus primeras novelas: Typee, y Omoo, sobre las islas Marquesas, fueron
bien recibidas. Sus novelas siguientes, Redburn,
La Chaqueta Blanca, y en particular, Moby Dick, es considerada hoy una de las
grandes novelas de la literatura mundial. Aparentemente, es la historia de una
enorme ballena blanca (Moby Dick), perseguida con odio extraño por Ahab, el
enloquecido capitán de una barco ballenero.
Pero abajo la pluma de Melville, esta leyenda del Pacifico adquiere sentido más profundo, y se convierte en una alegoría de la eterna lucha entre el hombre y el mal y el trágico dualismo de todas las cosas. Su estilo tiene extraordinaria fuerza; la acción se desarrolla con vividez y absorbe la atención del lector.
Pero abajo la pluma de Melville, esta leyenda del Pacifico adquiere sentido más profundo, y se convierte en una alegoría de la eterna lucha entre el hombre y el mal y el trágico dualismo de todas las cosas. Su estilo tiene extraordinaria fuerza; la acción se desarrolla con vividez y absorbe la atención del lector.
Otro escritor de esa época, que ha gozado de sostenida fama, es Walt Withman (1819-1892). Nació también
en Nueva York y, como Melville, estuvo dotado de una energía y dinamismo que no
encontramos en los escritores de Nueva Inglaterra. De origen modesto, recibió poca
educación formal, ganándose el sustento como impresor, periodista, carpintero,
maestro de escuela, y durante la guerra civil, como enfermero. En 1855 publicó
su primera colección de poemas, Hojas de
Hierba, que revisará y ampliará en ediciones posteriores. La calidad de su
obra es muy desigual, pero se oye en ella un nuevo acento.
Withman es el iniciador de una forma poética muy personal, que puede
considerarse particularmente norteamericana, y no solo en razón de su ardiente
patriotismo. El ritmo de sus versos, tiene la cadencia del habla norteamericana;
su tema es un nuevo tipo de hombre, producto de los vastos horizontes
americanos, y su mensaje: la libertad.
Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags. 478 y 480.
Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags. 478 y 480.
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