Ernesto Teodoro Amadeus Hoffmann nació el 24 de enero de 1776, en
Konisberg, Este de Prusia, en el Reino de Prusia, y murió a los 46 años, el 25
de junio de 1822, en Berlín, Branderburgo, Reino de Prusia. Ernesto Teodoro
Amadeus Wilhem Hoffmann fue un autor romántico alemán de fantasía y horror, así
como jurista, compositor, crítico de música, dibujante y caricaturista. Sus
cuentos cortos forman la base de la famosa opera de Jacques Offbach, titulada, “Los
Cuentos de Hoffmann,” en donde Hoffmann aparece grandemente
ficionalizado, como el héroe. Hoffmann es también autor de la novela, “El
Cascanueces y el Rey Ratón,” de donde el famoso ballet, “El Cascanueces” se
basó.
El ballet, “Coppélia,” se basa en dos de las historias que Hoffmann escribió, mientras que la composición para piano, “Kreisleriana” de Schumann, se basa en el personaje de Hoffmann, Johannes Keisler.
El ballet, “Coppélia,” se basa en dos de las historias que Hoffmann escribió, mientras que la composición para piano, “Kreisleriana” de Schumann, se basa en el personaje de Hoffmann, Johannes Keisler.
Las historias de Hoffmann fueron muy influyentes durante el siglo 19, y
él es uno de los más importantes autores del movimiento romántico.
Su Vida
Su Juventud
Los ancestros de Hoffmann,
tanto por parte de padre como de madre, eran juristas. Su padre, Christoph
Ludwig Hoffmann (1736-1797) fue un abogado en Königsberg, Prusia, ahora
Kaliningrado, Rusia, así como poeta y un músico amateur quien tocó viola da gamba.
En 1767, su padre se casó con su sobrina, Lovisa Albertina Doerffer
(1748-1795). Ernesto Teodoro Wilhem,
nacido el 24 de enero de 1776, fue el más joven de tres hijos, de los cuales el
segundo murió en la infancia.
Cuando sus padres se separaron, en 1778, su padre se fue a Insterburg,
hoy Chernyakhovsk, con su hijo mayor, Johann Ludwig Hoffman (1768-despues de
1822), mientras la madre de Ernesto se quedó en Königsberg con sus familiares:
dos tías, Johanna Sophie Doerffer(1745-1803) y Charlotte Wilhelmine Doerffer
(1754-1779) y su hermano Otto Wilhelm Doerffer (1741-1811), quienes todos nunca
se casaron. Este trió crió al joven.
La familia, dominada por el tío, a quien Ernesto apodaba “O Weh” (Oh
Dear) en un juego de sus iniciales, era pietista e incompatible. Hoffman se arrepentiría
de su alejamiento de su padre. Sin embargo, él recuerda a sus tías con gran
afecto, especialmente la más joven, Charlotte, a quien él apodaba, “Tía pies
pequeños.” Aunque ella murió, cuando él tenía tres años de edad, él atesoró su
memoria, y bordó historias alrededor de ella a tal grado que posteriormente biógrafos
asumieron que ella era imaginaria, hasta que evidencia de su existencia fue
encontrada después de la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1781 y 1792 Hoffmann asistió
a la escuela luterana o Burgshule, donde hizo buenos progresos en sus estudios clásicos.
Se le enseñó dibujo por un saemann y contrapunto por un organista polaco
llamado Podbileski, quien iba a ser el prototipo de Abraham Liscot en Kater Murr. Ernesto mostró un gran talento para tocar el piano, y se ocupó de
la escritura y el dibujo. El entorno provincial no era, sin embargo, conducente
al progreso técnico, ya pesar de sus talentos por todos lados, permaneció más
bien ignorante tanto de las formas clásicas como de las nuevas ideas artísticas,
que se estaban desarrollando en Alemania. Sin embargo había leído Schiller,
Goethe, Swift, Sterne, Rousseau y Jean Paul, y escribió parte de una novela
titulada, Der Geheimnisvolle.
Alrededor de 1787, Hoffmann se
hizo amigo de Theodor Gottlieb von Hippel el Joven (1775-1843), el hijo de un
pastor, y sobrino de Theodor Gottlieb Hippel el Viejo, el bien conocido
escritor amigo de Immanuel Kant. Durante 1792, ambos asistieron a algunas de
las lecturas de Kant, en la Universidad de Königsberg. La amistad de ambos,
aunque puesta a prueba a menudo por una creciente diferencia social, fue de
toda la vida.
En 1794, Hoffmann se enamoró
de Cora Hatt, una mujer casada a quien le daba clases de piano. Ella era diez
años mayor, y en 1765 dio a luz su sexto hijo. En febrero de 1765 su familia de
ella protestó en contra de sus atenciones de él y, con beneplácito dudoso, Hoffmann le pidió a otro de sus tíos,
que le acomodára en un empleo en Glogovia, Silesia Prusiana, hoy Polonia.
Las Provincias
Desde 1796, Hoffmann obtuvo
empleo como secretario de su tío, Johann Ludwig Doerffer, quien vivía en Glogovia con su hija Minna. Después de pasar exámenes adicionales Hoffmann visitó Dresde, donde quedó impresionado por las pinturas
en la galería, en particular las pinturas de los pintore Correggio y Rafael.
Durante el verano de 1798, su tío fue ascendido a un tribunal de Berlín, y los
tres se mudaron allí en agosto, a la primera residencia de Hoffmann en una gran ciudad. Fue allí que Hoffmann primero intentó promocionarse como compositor, escribiendo
una opereta llamada Die Maske y
enviando una copia a la reina Luisa de Prusia. La respuesta oficial le aconsejó
que le escribiera al director del Teatro Real, un hombre llamado Iffland. Por
el tiempo en que llegó la respuesta, Hoffmann
había pasado ya su tercera ronda de exámenes, y ya había dejado Posen (Poznań)
en el sur de Prusia, en compañía de su viejo amigo Hippel, con una breve parada
en Dresde para mostrarle la galería.
Hoffmann se desesperó a causa de su exilio, y dibujó caricaturas de sí
mismo, donde se ahogaba en el lodo junto a aldeanos harapientos. Hizo uso, sin
embargo, de su aislamiento, escribiendo y componiendo. Comenzó su diario el 1
de octubre de 1803. Un ensayo sobre teatro fue publicado en una revista de August
von Kotzebue, Die Freimüthige, y Hoffmann participó en un concurso en la misma revista para escribir una obra de teatro.
Hoffmann fue llamado, Der Preis, (“El
Premio”). Hubo
catorce aspirantes, pero ninguno fue juzgado digno del premio: 100 monedas de
oro. Sin embargo, su obra fue señalada con mención especial. Este fue uno de
los pocos buenos tiempos de un período triste de su vida, que vio la muerte de
su tío J.L. Hoffmann en Berlín, su tía Sophie, y Cora Hatt, en Königsberg .
De junio de 1800 a 1803 trabajo en provincias prusianas en el área de la
región de la Gran Polonia y la región de Mazovia. Esta fue la primera vez que vivió
sin la supervisión de los miembros de su familia, y empezó a convertirse en, “lo que los directores de escuelas, párrocos,
tíos y tías llamaban, un disoluto.” Su primer trabajo en Posen, estuvo en
peligro después del carnaval del martes de ceniza de 1802, cuando caricaturas
de oficiales militares fueron distribuidas en un baile.
Se dedújo inmediatamente
quien los dibujó, y se hicieron quejas hacia las autoridades de Berlín, quienes
se mostraron reacias a castigar al prometedor joven oficial. El problema se resolvió
“promoviendo” a Hoffmann a Plock, en lo que fuera la Nueva Prusia Oriental, la ex capital de Polonia (1079-1138), donde los oficiales
administrativos eran reubicados de Toruń. Él visitó el lugar para arreglar
alojamiento, antes de volver a Posen donde se casó con “Micha” (María o
Marianna Tekla Michalina Rorer) cuyo apellido polaco era Trzcińska. Se mudaron a Plock en 1802.
A principios de 1804 obtuvo una posición de trabajo en Varsovia. En el camino hacia
allá, Hoffmann pasó por su ciudad natal y se encontró con una de las hijas de Cora Hatt.
Y se fue para nunca volver a Königsberg.
Varsovia
Hoffmann se
asimiló bien con la sociedad polaca; los años vividos en la Polonia prusiana los
reconoció como los más felices de su vida. En Varsovia, se encontró con el mismo
ambiente que había disfrutado en Berlín, renovando su amistad con Zacarías
Werner, y conociendo a su futuro biógrafo, un vecino y compañero jurista
llamado Julius Eduard Itzig, quien cambió su nombre por el de Hitzig, después
de su bautismo. Itzig había sido miembro del grupo literario de Berlín llamado
el Nordstern, y le dio a Hoffmann las obras de Novalis, Tieck
Ludwig, Achim von Arnim, Clemens Brentano, Gotthilf Heinrich von Schubert,
Carlo Gozzi, y Calderón. Estas presentaciones relativamente tardías, marcaron
su obra profundamente.
Hoffmann se movia
en los círculos de August Wilhelm Schlegel, Adelbert von Chamisso, Friedrich de
la Motte Fouqué, Rahel Levin, y David Fernando Koreff.
Sin embargo, su posición afortunada no iba a durar: el 28 de noviembre
1806, durante la Guerra de la Cuarta Coalición, las tropas de Napoleón Bonaparte
capturaron Varsovia, y los burócratas prusianos perdieron sus puestos de
trabajo. Las tropas se dividieron el contenido de la tesorería entre ellos, y
huyeron. En enero 1807, su esposa y su hija de dos años de edad, Cäcilia ,
regresaron a Posen, mientras Hoffmann
reflexionaba sobre la posibilidad de trasladarse a Viena o volver a Berlín. Un
retraso de seis meses, fue causado por una enfermedad grave. Finalmente las
autoridades francesas exigieron que todos los ex funcionarios juraran lealtad o
salieran del país. Como se negaron a concederle un pasaporte a Viena, se vio obligado
a regresar a Berlín. Hoffmann visitó
a su familia en Posen antes de llegar a Berlín el 18 de junio de 1807, con la
esperanza de seguir su carrera allí como un artista y escritor.
Berlín y Bamberg
Los próximos quince meses, fueron algunos de los peores en la vida de Hoffmann. La ciudad de Berlín también
fue ocupada por las tropas de Napoleón. Obteniendo solamente magros subsidios,
recurrió con frecuencia a sus amigos, constantemente pidiendo dinero prestado y
aún así pasaba hambre durante días a la vez; se enteró de que su hija había
muerto. Sin embargo, se las arregló para componer sus, Seis Cantares, para un coro a capella: uno de sus mejores
composiciones, que más tarde atribuiría a Kreisler, en Lebensansichten des Katers Murr. (Vida y Opiniones de Kate Murr).
El 1 de septiembre de 1808, Hoffmann
llegó con su esposa a Bamberg, donde comenzó a trabajar como director de
teatro. El director, el Conde Soden, se fue casi inmediatamente, mudandose a
Würzburg, dejando a un hombre llamado Heinrich Cuno a cargo. Hoffmann fue incapaz de mejorar los
niveles de rendimiento, y sus esfuerzos, provocaron intrigas en su contra, lo
que se tradujo en que él perdiera su trabajo por Cuno. Hoffmann comenzó a trabajar como crítico musical del Allgemeine Musikalische Zeitung, un
periódico en Leipzig, y sus artículos sobre Beethoven fueron especialmente bien
recibidos y muy bien considerados por el propio compositor. Fue en sus páginas
que el personaje, “Kapellmeister Johannes
Kreisler” hizo su primera aparición.
El gran éxito de Hoffmann
llegó en 1809, con la publicación de Ritter
Gluck, una historia sobre un hombre que conoce, o cree que ha conocido, el
compositor Christoph Willibald Gluck (1714-1787) más de veinte años después de
la muerte de este último. El tema alude a la obra de Jean Paul, quien habia inventado el término Doppelgänger, o el Doble de
una persona viviente, una década anterior, y continuó para imponer una
poderosa influencia sobre Hoffmann, convirtiéndose Hoffmann en uno de sus primeros admiradores.
Con esta publicación, Hoffmann comenzó a utilizar el
seudónimo de E.T.A. Hoffmann, diciéndole
a la gente que la "A" era por Amadeus, en homenaje al compositor
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Sin embargo, Hoffmann continuó utilizando
Wilhelm en los documentos oficiales durante toda su vida, y las iniciales E.T.W. aparece también en su lápida.
Al año siguiente, Hoffmann fue
contratado en el Teatro de Bamberg como tramoyista, decorador, y dramaturgo,
además de dar clases particulares de música. Se hizo tan enamorado de una joven
estudiante de canto, Julia Marc, que sus sentimientos eran evidentes cuando
estaban juntos, por lo que la madre de Julia, rápidamente le encontraron un partido más
adecuado. Cuando José Seconda le ofreció a Hoffmann
un puesto como director musical de la compañía de ópera (entonces presentándose
en Dresde, Hoffmann aceptó, abandonando Bamberg el 21 de abril 1813.
Dresde y Leipzig
Prusia había declarado la guerra contra Francia, el 16 de marzo durante
la Guerra de la Sexta Coalición, y su viaje estaba lleno de dificultades.
Llegaron el 25, sólo para encontrar que Seconda estaba en Leipzig; el día 26,
enviaron una carta pidiendo fondos temporales. Ese mismo día Hoffmann se sorprendió al encontrarse
con Hippel, a quien no había visto desde hacía nueve años.
La situación se deterioró, y a principios de mayo, Hoffmann trató en vano de encontrar transporte a Leipzig. El 8 de
mayo, los puentes fueron destruidos, y su familia se quedo abandonada en la
ciudad. Durante el día, Hoffmann vagaría,
observando la lucha con curiosidad. Por último, el 20 de mayo, Hoffman y su
esposa dejaron de Leipzig, sólo para involucrarse en un accidente que mató a
uno de los pasajeros en su carruaje, y lesionó a su esposa.
Llegaron a Leipzig el 23 de mayo, y Hoffmann
comenzó a trabajar con la orquesta de Seconda, que resultó ser de la mejor
calidad. El 4 de junio se inició un armisticio, lo que permitió a la empresa el
volver a Dresde. Pero el 22 de agosto, tras el fin del armisticio, la familia
se vio obligada a trasladarse de su agradable casa en los suburbios a la
ciudad, y durante los próximos días la Batalla de Dresde rabió. La ciudad fue
bombardeada; muchas personas murieron por las bombas directamente en frente de
Hoffmann. Después de que la batalla principal hubo terminado, Hoffmann visitó
el ensangrentado campo de batalla. Su relato puede leerse en, Vision auf dem Schlachtfeld bei Dresden, (Vision sobre el Campo de Batalla de Dresde.)
Después de un largo período de continua perturbación, la ciudad se rindió el
11 de noviembre, y el 9 de diciembre la compañía viajó a Leipzig.
El 25 de febrero, Hoffmann se
peleó con Seconda, y al día siguiente se le dio aviso de doce semanas. Cuando Seconda le pidió a Hoffmann que lo acompañára en su viaje a Dresde, en abril, Hoffmann se negó, y se fueron sin él. Pero en julio su amigo Hippel
lo visitó, y pronto Hoffmann se encontró siendo aconsejado de nuevo para que ejerciera su antigua
carrera como jurista.
Berlín
A finales de septiembre de 1814, a raíz de la derrota de Napoleón, Hoffmann regresó a Berlín y tuvo éxito
en la recuperación de un trabajo en el Kammergericht,
el tribunal de la cámara. Su ópera Undine
fue realizada por el teatro de Berlín. Su exitosa carrera llegó a su fin, sólo
después de un incendio que se desató en la noche de la veinticincoava actuación. Las revistas
clamaban las contribuciones literarias de Hoffmann, y después de un tiempo, sus normas y calidad
comenzaron a declinar. Sin embargo, muchas obras maestras datan de esta época.
Durante el período comprendido entre 1819, Hoffmann se involucró en disputas legales, mientras que a la vez
luchaba contra su mala salud. El abuso de alcohol y la sífilis finalmente
provocaron el debilitamiento de sus miembros durante el año de 1821, y la
parálisis desde el comienzo del año de 1822. Sus últimas obras fueron dictadas
a su mujer o a un secretario.
Cruzadas anti-liberales del Príncipe Metternich, comenzaron a poner a Hoffmann en situaciones que pusieron a
prueba su conciencia. Miles de personas fueron acusadas de traición, por
haber ciertas opiniones políticas, y los profesores universitarios, fueron
monitoreados durante sus conferencias.
El rey Federico Guillermo III de Prusia, nombró una Comisión Inmediata
para la investigación de la disidencia política; cuando se dio cuenta de que la
observancia del estado de derecho era demasiado frustrante, estableció una
Comisión Ministerial para interferir en sus procesos. El rey Federico fue muy
influenciado por el Comisario Kamptz. Durante el juicio de Friederich “Turnvater” Jahn, el fundador del
movimiento de asociación gimnastica, Hoffmann
se encontró molesto con Kamptz, por lo que se convirtió en un objetivo político.
Cuando Hoffmann caricaturizó a Kamptz en una
historia, Meister Floh, (El Maestro Pulga),Kamptz inició
procedimientos legales. Estos terminaron cuando se encontró que la enfermedad
de Hoffmann era mortal. El rey pidió sólo una reprimenda, pero ninguna acción
jamás fue tomada. Finalmente Meister Floh
fue publicado con los pasajes ofensivos eliminados.
Hoffmann murió en
Berlín el 25 de junio 1822 a la edad de 46. Su tumba se conserva en el Cementerio
III de las congregaciones de la Iglesia de Jerusalén y la Iglesia Nueva, en el
distrito de Kreuzberg, en Berlin, al sur de la estación subterránea del metro Hallesches
Tor.
Apreciación
Hoffmann es uno
de los representantes más conocidos del romanticismo alemán, y un pionero del
género fantástico, con un gusto por lo macabro combinado con el realismo, que
influyó en autores como Edgar Allan Poe (1809-1849), Nikolai Gogol (1809-1852
), Charles Dickens (1812-1870), Charles Baudelaire (1821-1867), George
MacDonald (1824-1905), Fyodor Dostoievski (1821-1881), Vernon Lee (1856-1935),
Franz Kafka (1883-1924), y Alfred Hitchcock (1899-1980). La historia de Hoffmann, Das Fräulein von Scuderi, o, La
Señorita Scuderi, a veces se cita como la primera historia de detectives y
una influencia directa sobre, “Los
Crímenes de la Calle Morgue,” de Poe.
El teórico de la literatura rusa del siglo XX, Mijail Bajtín,
caracteriza las obras de Hoffmann
como Sátira Menipea, una obra esencialmente satírica y de auto-parodia en la
forma, incluyendo así a Hoffmann, en una tradición que incluye a Cervantes,
Diderot y Voltaire.
La Suite para piano de Robert Schumann, Kreisleriana (1838), tiene su título de uno de los libros de Hoffmann, y de acuerdo a el libro de
Charles Rosen, “La Generación Romántica,”
es, posiblemente, también inspirada en, “La
Vida y Opiniones de Tomcat Murr,” en el que aparece el personaje Kreisler.
La obra maestra de Jacques Offenbach, la ópera, Les Contes d'Hoffmann, o, “Los
Cuentos de Hoffmann,” 1881, se basa en las historias siguientes: Der Sandmann, o “El Hombre de Arena,” de1816, Rat
Krespel, o “El Consejero Krespel,”
de 1818, y Das Verlorene Spiegelbild, o “La
Reflexion Perdida,” de su libro, Die Abenteuer der Silvester-Nacht, o “Las Aventuras de la Víspera de Año Nuevo,”
de 1814. El ballet de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, El Cascanueces ,(1892), se basa en su historia,
“El Cascanueces y el Rey Ratón.”
“El Cascanueces y el Rey Ratón.”
Hoffmann también
influyó en la opinión musical del siglo 19, directamente a través de sus
críticas a la música. Sus opiniones sobre, Sinfonía nº 5 en Do Menor, Op. 67,
de Beethoven, (1808), y otras obras importantes, establecen nuevos estándares
literarios para escribir acerca de la música, y anima a escritores posteriores a
considerar la música como, “la más romántica de todas las artes.” Las reseñas
de Hoffmann se recogieron por
primera vez, para los lectores modernos, por Friedrich Schnapp, en 1963, siendo
editadas en, E.T.A. Hoffmann: Schriften
zur Musik; Nachlese (1963), y se han puesto a disposición en una traducción
al Inglés en, Escritos de E.T.A. Hoffmann
en Música, recogidos en un volumen único (2004).
Hoffmann se
esforzó por la polimatía artística. Creó e hizo mucho más en sus obras, que en
el mero comentario político logrado a través de la sátira. Su obra maestra, la novela, Lebensansichten
des Katers Murr, (“La Vida y Opiniones
de Tomcat Murr,” 1819-1821) se ocupa de cuestiones como, el estado estético
del verdadero arte, y de los modos de auto-trascendencia que acompañan a
cualquier esfuerzo genuino para crear. La representación de Hoffmann del personaje Kreisler, un músico genio, es
ingeniosamente contrapunteada con el carácter del gato Murr, una virtuosa ilustración
de pretensión artística, algo que muchos
de los contemporáneos de Hoffmann
consideraron ofensivo y subversivo de los ideales románticos.
La literatura de Hoffmann indica
los fallos de muchos de los llamados artistas, al diferenciar entre lo
superficial, y los aspectos auténticos de tales ideales románticos. El esfuerzo
consciente de uno mismo para impresionar, debe, según Hoffmann, divorciarse del
esfuerzo consciente de uno mismo para crear. Esta dualidad esencial en Kater Murr es transportada
estructuralmente, a través de un “empalme unido,” discursivo de dos relatos
biográficos. (Wikipedia en Ingles)
Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, nació en Königsberg, el 24 de enero de 1776, y murió en Berlín, el 25 de junio de 1822 , a la
edad de 46 años. Hoffmann fue un escritor, jurista, dibujante y caricaturista, pintor, cantante (tenor) y compositor musical alemán, que participó activamente en el movimiento romántico de la literatura alemana de su tiempo.
Conocido como E. T. A.
Hoffmann, su nombre de nacimiento era Ernst
Theodor Wilhelm Hoffmann, pero
adoptó el nombre de Amadeus, en honor del compositor Wolfgang
Amadeus Mozart.
Biografia
Hoffmann nació en Königsberg, en la Prusia Oriental, actualmente Kaliningrado, en Rusia, en una familia de origen polaco y húngaro. Hijo y sobrino de juristas, aunque tras la separación de sus padres en 1778, Hoffmann se crio con la familia de su
madre. E.T.A. Hoffmann estudió
Derecho en la Universidad de Königsberg, y empezó en Glogau su carrera administrativa, que lo llevó a Berlín, Poznan y Plock. Entre 1804 y 1807 residió en Varsovia, donde vivió una época de intensa
actividad profesional y artística con la creación de una orquesta, la
organización de conciertos, y la composición musical.
La invasión napoleónica,
con la consecuente derrota de Reino de Prusia, le obligó a regresar a Berlín, ciudad
que abandonó en 1808 para trasladarse a Bamberg, Reino de Baviera, donde residió hasta1813, viviendo en exclusiva de su arte,
trabajando en el teatro que dirigía su amigo Franz
von Holbein, (1779-1855),
y dedicándose a tareas tan diferentes como director de orquesta y arquitecto.
Más tarde residió en Leipzig y en Dresde antes de regresar definitivamente a Berlín. En 1814, aceptó el cargo de consejero de
justicia del tribunal de la administración prusiana de Berlín, Provincia de
Brandeburgo, y ejerció como jurista hasta su muerte, sin que por ello se resintiera
su ingente producción literaria de aquellos años.
La fama de E. T. A.
Hoffmann se debe más a su obra como escritor que a sus composiciones musicales, siendo una
figura de gran influencia en grandes escritores posteriores, tales como, Edgar Allan Poe, y Théophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de
suspenso, que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo
psicológico, se encuentran entre las mejores y más influyentes obras del
movimiento romántico.
Inspiración en Otros Autores
Siendo E. T. A.
Hoffmann un magnífico músico, admirado por Beethoven y otros, sus creaciones literarias inspiraron
muchas piezas musicales. Algunas de las más famosas son, indudablemente, los cuentos
fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera, Los Cuentos
de Hoffmann (1880), donde coloca a E.T.A. Hoffmann, como el protagonista
de las historias: “Der Sandmann” (“El Hombre de Arena”), “La Noche de San Silvestre” (o de año
viejo), “El Puchero de Oro,” “Kleinzach” y “El Violín de Cremona.” Léo Delibes, el célebre compositor
francés, también utilizó “El Hombre de Arena,” para su ballet Copelia (1870).
Su personaje del Kapellmeister, Johannes Kreisler, también inspiró la obra para
piano, Kreisleriana, del compositor alemán, Robert Schumann. Richard Wagner usó un tratamiento de E. T. A. Hoffmann en, Los
Maestros Cantores de Núremberg. Vincenzo Bellini usó, “El Dux y la Dogaresa,” para la ópera Marino Faliero. Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de “Signore Formica” para su
ópera bufa, Don Pasquale, etc. Así mismo, E.T.A. Hoffmann se inspiró en la ópera, Don Giovanni de su admirado Mozart, para
su complejo relato Don Juan. E. T. A. Hoffmann, siempre
artista completísimo, imprime un horror deliciosamente elegante en obras
magistrales como El Magnetizador, El Mayorazgo, Vampirismo, Los Autómatas, y otros.
Muchas de sus novelas cortas más famosas fueron reunidas en sus Piezas Fantásticas (2 volúmenes, 1814–1815), que también
contienen una colección de crítica
musical y sus propias
ilustraciones. Una de sus obras, considerada cumbre, es la estupenda novela, Los Elixires
del Diablo, (1816), famosa por el
uso del doppelgänger, es decir, un doble fantasmal,
y está clasificada como una de las grandes glorias del romanticismo alemán, y
la literatura universal.
E. T. A. Hoffmann, además de notable
literato, fue dramaturgo y compositor de música religiosa, y música incidental para obras de teatro, sinfonías y ballets.
Fruto de tal actividad es la propia ópera, Ondina (Undine), de 1816, con un libreto basado en un cuento que Friedrich de
la Motte Fouqué había escrito en 1811, en pleno auge de las narraciones fantásticas
o cuentos de hadas. No debemos olvidar que las colecciones de los Hermanos Grimm, aparecieron entre 1812 y 1815.
En el
libreto de Undine, la realidad y la fantasía se fusionan, se
interrelacionan, al menos. Concretamente, Hoffmann narra en Ondina la venganza de los “seres sin alma,” o sea, el mundo fantasmal,
que se cierne sobre los “seres con alma,”
es decir, el mundo real, al haberse opuesto los segundos al deseo de Ondina,
hija de las aguas, de ser aceptada por los hombres, y de acceder en última
instancia, al amor humano.
Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador, así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana, y más concretamente, de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de E. T. A. Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.
Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador, así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana, y más concretamente, de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de E. T. A. Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.
Adaptaciones de su Obra
A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine no
muy a menudo, o sea, esporádicamente, debido probablemente a su dificultad
escenográfica, enorme intensidad psicológica, y manejo de matices conductuales.
La versión más renombrada es la adaptación de la ópera, Los Cuentos
de Hoffmann, realizada por los directores-productores Powell y
Pressburger en 1951. El cuento que ha
tenido más versiones ha sido su fantasmagórico, El Cascanueces y el Rey de los Ratones, célebre gracias
al famosísimo ballet de Tchaikovsky, El Cascanueces, especialmente en series de
dibujos animados para la televisión.
Algunos cineastas como David Lynch, pueden considerarse herederos lejanos
del planteamiento psicológico propuesto por Hoffmann, especialmente por ahondar en la situación espectral del “doble.” La última adaptación al cine ha
sido llevada a cabo en el cortometraje Don Giovanni, de Ricard
Carbonell (2006), en el que se moderniza el cuento “Don Juan” y se plantean cuestiones relacionadas con el doppelgänger ('doble
personal').
En el año 2000 los hermanos Quay, Stephen Quay y Timothy Quay,
codirigen un mediometraje de género musical titulado, “The Sandman,” adaptación libre de la obra de Hoffman, contando con el bailarín y coreógrafo William Tuckett. (Wikipedia
Español).
Hoffmann publicó,
“Los Hermanos Serapion” de 1819 a 1821, en cuatro volumenes. El Huesped Misterioso, o Der
Unheimliche Gast,
fue escrita en 1819 y publicada en el tercer volumen, en 1820, de dicha obra.
El Huesped Siniestro
El dolor, el miedo, y la muerte, han tenido a través de los tiempos, la
noche como fondo. No es casual pues, que nuestra tétrica historia empiece en
una noche tormentosa, entre la lluvia, rayos y relámpagos. Dos sombras abrieron
a un portal suntuoso, y los golpes del llamador metálico se confundieron con
truenos. La señora de la casa dijo, “¡Llegan nuestros invitados, Margarita!¡Ve
a abrir!” Margarita la institutriz le contestó, “Sí, señora. Deben haberse
empapado.” Otra señorita, Angélica, hizo su aparición, “¿Son ellos mamá?” La
señora dijo, “En efecto Angélica. Seamos dos buenas anfitrionas.” La señora
agregó, “Tu padre siempre distraído los invitó a cenar, olvidando que él mismo
tiene guardia y llegará tarde." Angélica dijo, “¡Ellos acuden desafiando el
temporal! Una locura…” La señora dijo, “No tanto. Ya sabes que ambos tienen sus
motivos.”
La señora dijo, “¡Lo sé! ¡Al abogado Dagoberto le encanta lo dramático!” Angélica dijo, “¡Un amigo divertido! Y el capitán Moritz aprovecha las oportunidades de andar cerca de mi revoloteando.” La señora dijo, “Siempre lo noté, querida. ¿Acaso le darás la espalda?” Angélica dijo, “No te burles mamá. Ya sabes que yo lo veo con buenos ojos.” Mientras tanto, los visitantes entraban listos para una velada agradable, en la residencia del coronel S. Uno de los hombres recien llegados dijo, “¡Madame Coronela! ¡Angélica! ¡Qué placer verlas” La señora dijo, “No creímos que acudieran con tan fea noche.” El caballero contestó, “¡Me gustan estas noches! Vampiros, Monstros y Fantasmas, tienen en ellas su fiesta. ¿No es formidable?” la señora dijo, “Usted siempre truculento y horripilante…” De pronto, hicieron un silencio de complicidad, pues vieron la ternura con que Moritz besaba la mano de Angélica.
También advirtieron el rubor que encendía las mejillas de la muchacha, visiblemente emocionada. La señora dijo, “¡Bueno, dejemos el protocolo, siéntese!” El hombre dijo, “El fuego del hogar nos quitará el frío de la lluvia. ¡Y también inspiran las llamas! De ellas suben diablillos, se agitan, juguetean…y mi cabeza se llena de ideas tremendas y sombrías. ¡Miedos deliciosos! ¡Ah!” Ambos tomaron asiento. Entonces la señora dijo, “Su placer es un poco perverso, Dagoberto.” El hombre dijo, “¡Lo acepto! Hay algo extraordinario en estas cosas!” Dagoberto, quien era un jurisconsulto, se puso de pie y sacó una pipa, diciendo, “Y lo perverso es el miedo mismo, no mi placer. Querida amiga, ¡Déjeme hablarle de ello! ¡Sé de éste tema! La tormenta, el fuego, el alcohol…¡Son solo medios! Todo escalofrío está en la condición humana. Estado incomprensible y misterioso, más fuerte que el espíritu. Hablo del terror, el miedo a fantasmas y vampiros. El siniestro mundo de los aparecidos, esencias de la noche que nos llenan de pavor, como si no surgieran de nosotros mismos.”
La señora se levantó y dijo, “¡Bah, nuestras nodrizas y viejas sirvientas, nos entretenían en nuestra lejana infancia, asustándonos un poco!” Dagoberto dijo, “Discrépo con eso, Madame. ¡No nos mentían! Sabían que existe el mundo misterioso, lleno de visiones y sonidos extraños. ¡El horror brota de nuestro propio organismo terreno, si! Pero éste requiere ejemplos. ¡Realidades! Y mi amigo Moritz me ha contado cierto caso, muy interesante, que ahora mismo volveré a oírle con gusto.”
Moritz habló, “Bueno, ya saben que serví en España, bajo el mando de Wellinton, con una división inglesa y española. Estábamos tensos, pues era la vispera de la batalla de Victoria, y sabíamos que muchos, sino todos, perderíamos ahí la vida. Esa noche, mientras comíamos, nadie hablaba, y para varios se trataba de la última cena. Luego me ofrecí a hacer la guardia a solas. Mientras observaba la fogata, pensé, ‘Como capitán de ésta división, los entiendo, y debo realzar con el ejemplo, el espíritu de sacrificio.’ De pronto, algo cercano, monstruoso, que parecía jadear cerca, heló mi espinazo. Grité, ‘¡Maldición! ¿Quién está ahí?’
Enseguida pensé, ‘¡Debo desvariar! No hay viento. No se mueve ni una hoja de árbol. ¡Pero siento eso! Y si despierto a mis hombres, tal vez me creerán loco.’ Más tarde oí aquello: ¡Un lamento y otras voces quejumbrosas, que parecían lejanas o muy cercanas! Tomé mi fusil y grité, ‘¡Por Dios! ¡Quien sea salga!’Hice de tripas corazón, y me puse a buscar. En mis pensamientos dije, ‘¡Nada! No hay una alma a la redonda, solo mis soldados, cuyos ronquidos salen de las tiendas. Pasé el resto de la noche aguantando aquel tormento.
En ese instante de extrema tensión, se escuchó el sonido de una vajilla caer sobre el piso. Dagoberto dijo, “¿Y ahora que sucede?” Dagoberto se levantó, y vio a Margarita ante la losa tirada, y dijo, “¡Creo que me excedí!¡Esa muchacha está asustada!” Moritz dijo, “¡Pobre! Permítame, la ayudaré.” Moritz la tomó del brazo y dijo, “¡Está helada! Calma amiga…¿Ya pasó?” Margarita dijo, titubeante, “S-s-sí…soy una tonta se-señor Moritz.” Dagoberto dijo, “¡Ja! Nuestro héroe obtiene una nueva victoria.” Moritz dijo, “¡No te burles Dagoberto! Tú la asustaste, recuerda.” Margarita se arrodilló para recoger uno fragmentos, diciendo, “¡Di-discúlpeme, señora, rompí uno de sus vasos!” La señora dijo, “Cristal cortado de Murano. ¡Bah! Calmate y deja de avergonzarte. Ya no hay remedio.” La dama no notó que aquel rubor de Margarita, tenía otra causa. Margarita pensó, “¡Que miedo sentí! Y luego él, me abrazó. ¡Oh!” Mientras llenaba nuevos vasos, la señora dijo, “Brindemos con éste esplendido ponche. ¡Nos hace falta! ¡Y esos cuentos dan frio, amigos!”
La señora dijo, “¡Lo sé! ¡Al abogado Dagoberto le encanta lo dramático!” Angélica dijo, “¡Un amigo divertido! Y el capitán Moritz aprovecha las oportunidades de andar cerca de mi revoloteando.” La señora dijo, “Siempre lo noté, querida. ¿Acaso le darás la espalda?” Angélica dijo, “No te burles mamá. Ya sabes que yo lo veo con buenos ojos.” Mientras tanto, los visitantes entraban listos para una velada agradable, en la residencia del coronel S. Uno de los hombres recien llegados dijo, “¡Madame Coronela! ¡Angélica! ¡Qué placer verlas” La señora dijo, “No creímos que acudieran con tan fea noche.” El caballero contestó, “¡Me gustan estas noches! Vampiros, Monstros y Fantasmas, tienen en ellas su fiesta. ¿No es formidable?” la señora dijo, “Usted siempre truculento y horripilante…” De pronto, hicieron un silencio de complicidad, pues vieron la ternura con que Moritz besaba la mano de Angélica.
También advirtieron el rubor que encendía las mejillas de la muchacha, visiblemente emocionada. La señora dijo, “¡Bueno, dejemos el protocolo, siéntese!” El hombre dijo, “El fuego del hogar nos quitará el frío de la lluvia. ¡Y también inspiran las llamas! De ellas suben diablillos, se agitan, juguetean…y mi cabeza se llena de ideas tremendas y sombrías. ¡Miedos deliciosos! ¡Ah!” Ambos tomaron asiento. Entonces la señora dijo, “Su placer es un poco perverso, Dagoberto.” El hombre dijo, “¡Lo acepto! Hay algo extraordinario en estas cosas!” Dagoberto, quien era un jurisconsulto, se puso de pie y sacó una pipa, diciendo, “Y lo perverso es el miedo mismo, no mi placer. Querida amiga, ¡Déjeme hablarle de ello! ¡Sé de éste tema! La tormenta, el fuego, el alcohol…¡Son solo medios! Todo escalofrío está en la condición humana. Estado incomprensible y misterioso, más fuerte que el espíritu. Hablo del terror, el miedo a fantasmas y vampiros. El siniestro mundo de los aparecidos, esencias de la noche que nos llenan de pavor, como si no surgieran de nosotros mismos.”
La señora se levantó y dijo, “¡Bah, nuestras nodrizas y viejas sirvientas, nos entretenían en nuestra lejana infancia, asustándonos un poco!” Dagoberto dijo, “Discrépo con eso, Madame. ¡No nos mentían! Sabían que existe el mundo misterioso, lleno de visiones y sonidos extraños. ¡El horror brota de nuestro propio organismo terreno, si! Pero éste requiere ejemplos. ¡Realidades! Y mi amigo Moritz me ha contado cierto caso, muy interesante, que ahora mismo volveré a oírle con gusto.”
Moritz habló, “Bueno, ya saben que serví en España, bajo el mando de Wellinton, con una división inglesa y española. Estábamos tensos, pues era la vispera de la batalla de Victoria, y sabíamos que muchos, sino todos, perderíamos ahí la vida. Esa noche, mientras comíamos, nadie hablaba, y para varios se trataba de la última cena. Luego me ofrecí a hacer la guardia a solas. Mientras observaba la fogata, pensé, ‘Como capitán de ésta división, los entiendo, y debo realzar con el ejemplo, el espíritu de sacrificio.’ De pronto, algo cercano, monstruoso, que parecía jadear cerca, heló mi espinazo. Grité, ‘¡Maldición! ¿Quién está ahí?’
Enseguida pensé, ‘¡Debo desvariar! No hay viento. No se mueve ni una hoja de árbol. ¡Pero siento eso! Y si despierto a mis hombres, tal vez me creerán loco.’ Más tarde oí aquello: ¡Un lamento y otras voces quejumbrosas, que parecían lejanas o muy cercanas! Tomé mi fusil y grité, ‘¡Por Dios! ¡Quien sea salga!’Hice de tripas corazón, y me puse a buscar. En mis pensamientos dije, ‘¡Nada! No hay una alma a la redonda, solo mis soldados, cuyos ronquidos salen de las tiendas. Pasé el resto de la noche aguantando aquel tormento.
Al día siguiente, no les conté a los míos del
asunto, y avanzamos dispuestos a matar o morir. Yo había pasado una noche atroz, y estaba pálido y con fiebre. Pero tampoco lo advirtieron. En pleno combate, deje a un lado aquel temblor, y combatí junto con mi tropa, en una arremetida
feroz.
Triunfamos,
e inspeccione las bajas enemigas mientras mis soldados auxiliaban a nuestros
heridos. Luego que tuve una idea cabal de lo ocurrido, mande números concretos
de aquellos resultados al alto mando. Poco después, el pavor me estremeció al
escuchar los lamentos de mis soldados heridos. Pensé, ‘¡Dios mío, sufren, se
quejan, y yo los oí antes! ¡Son las quejas de anoche, las mismas!’”
Al terminar Moritz su relato, Dagoberto dijo, “¿Qué deduces de esos terribles lamentos?” Moritz
dijo, “Es inexplicable. ¡Los emitían mis
propios soldados después de la batalla…y antes! Creí volverme loco.”
Dagoberto dijo, “¿Se dan cuenta? En la
noche donde todo cabe, nuestro capitán oyó de antemano las quejas de sus
heridos del día siguiente. ¡Con ronquidos se los anunciaban! Algo maravilloso y
horrendo a la vez.”En ese instante de extrema tensión, se escuchó el sonido de una vajilla caer sobre el piso. Dagoberto dijo, “¿Y ahora que sucede?” Dagoberto se levantó, y vio a Margarita ante la losa tirada, y dijo, “¡Creo que me excedí!¡Esa muchacha está asustada!” Moritz dijo, “¡Pobre! Permítame, la ayudaré.” Moritz la tomó del brazo y dijo, “¡Está helada! Calma amiga…¿Ya pasó?” Margarita dijo, titubeante, “S-s-sí…soy una tonta se-señor Moritz.” Dagoberto dijo, “¡Ja! Nuestro héroe obtiene una nueva victoria.” Moritz dijo, “¡No te burles Dagoberto! Tú la asustaste, recuerda.” Margarita se arrodilló para recoger uno fragmentos, diciendo, “¡Di-discúlpeme, señora, rompí uno de sus vasos!” La señora dijo, “Cristal cortado de Murano. ¡Bah! Calmate y deja de avergonzarte. Ya no hay remedio.” La dama no notó que aquel rubor de Margarita, tenía otra causa. Margarita pensó, “¡Que miedo sentí! Y luego él, me abrazó. ¡Oh!” Mientras llenaba nuevos vasos, la señora dijo, “Brindemos con éste esplendido ponche. ¡Nos hace falta! ¡Y esos cuentos dan frio, amigos!”
En el silencio previo a la
bebida, estallaron rayos y truenos, como convocando en la noche amenazante, a
espectros, fantasmas, y almas en pena…¡KAR-BOOOM! Los asistentes a aquel encuentro,
bebieron despacio, sintiendo que un raro sortilegio los involucraba más y más,
en aquellos temas estremecedores. Dagoberto dijo, “¿Lo sintieron? ¡Las fuerzas del mal se prestan a nuestros
comentarios! Adelante, pues, mis amigos. A veces percibimos extraños sonidos de
origen indescifrable, que nos causan un profundo terror.”
Enseguida, Dagoberto inició
su narración, “Hace tiempo, estando de
viaje con unos amigos, llegue a cierta posada donde decidimos pernoctar. Era un
bello lugar, mitad hospedaje, y mitad granja, y en tanto anochecía, nos
paseamos con gusto entre sus instalaciones de prosperidad agropecuaria. Más
tarde, sentados a la mesa, saqué a relucir con mis dos amigos, mi tema
predilecto, mientras cenábamos, y mis amigos oyeron con inquietud. Cuando subíamos
a nuestras recamaras, uno de ellos me dijo, ‘¡Dagoberto, eres perverso, me
encerraré en mi recamara sin abrirle a nadie!’ El otro acompañante dijo, ‘¡Y yo!’
Yo les dije, ‘¿¡Logré asustarlos por lo visto! Pero recuerden que los fantasmas
atraviesan puertas…¡Ja, Ja, Ja!’”
“A mí me
tocó un cuarto limpio y agradable. Me desvestí, pensando, ‘¡Ah, dormiré a mis
anchas, por supuesto!’Encendí mi pipa y me recosté a fumarla. De pronto, tras
la media noche, me sobresalté, pensando, “¡Oigo algo! Parece un…un gemido que
parece a la vez, próximo y remoto. ¡El perro aúlla! Tiene miedo… y tal vez haya
percibido las quejas que oigo adentro…’ Me levanté, y temblando al borde del
pánico, me pase horas buscando el origen de aquel gemir, que no disminuía. Abrí
los armarios, y pensé, ‘¡Tampoco sale de aquí! ¡Parece estar en mi mente,
dentro de mí!” Por fin deje la búsqueda, y soporté aquel lamento tétrico, toda
la noche, hasta el nuevo día. Fue extraño, pero solo con el sol acabó aquello.”
“Ya en la
mañana, me disgusté con el posadero, y le reclamé, diciéndole, ‘¡Señor!¡Qué
pésimo servicio! Alguien se complació en asustarme, imitando un llanto y no
pude dormir.’ El posadero dijo, ‘¿De-deveras lo sintió? ¡Dios mío, eso ha
regresado!’ Yo le dije, ‘No entiendo, ¿A qué demonios se refiere?’ El posadero
dijo, ‘A un demonio, justamente. ¡El año pasado, un huésped del mismo cuarto murió
de un infarto, por lo mismo!’Ambos subieron al viejo desván. El posadero apuntó
hacia un hoyo en la pared, diciendo, ‘¡Mire ese muro!¿Lo ve? Esta agujerado. Lo
rompí yo mismo con un mazo. Antes esto era el granero de un establo. Cuando lo
compré, adapté el edificio en posada.
El extraño gemido, solo audible en el cuarto de abajo, me había espantado ya varios clientes. Para colmo, ese se infartó. Busque sin resultado hasta que subí aquí. Y golpeando con mis nudos, noté que el muro era hueco. ¡No pensé más y lo derrumbé! ¡Hallé un esqueleto! Alguien mato a una persona y la emparedo aquí, quien sabe cuándo.’ Yo le dije, ‘¡Asombroso! El emparedado clamaba por salir…y ahora que ya no está, vuelve a hacerse audible.’ Entonces, el posadero me dijo, ‘¡Sí! Déjeme su dirección. Le escribiré contando cómo se acabó ésta horrenda historia.’”
El extraño gemido, solo audible en el cuarto de abajo, me había espantado ya varios clientes. Para colmo, ese se infartó. Busque sin resultado hasta que subí aquí. Y golpeando con mis nudos, noté que el muro era hueco. ¡No pensé más y lo derrumbé! ¡Hallé un esqueleto! Alguien mato a una persona y la emparedo aquí, quien sabe cuándo.’ Yo le dije, ‘¡Asombroso! El emparedado clamaba por salir…y ahora que ya no está, vuelve a hacerse audible.’ Entonces, el posadero me dijo, ‘¡Sí! Déjeme su dirección. Le escribiré contando cómo se acabó ésta horrenda historia.’”
Dagoberto continuó, “Mis amigos,
cuando nos reunimos, ignoraban todo esto, de modo que preferí dejarlos en paz y
me lo guardé.” Angélica dijo, intrigada, “¿Llegó a obtener la carta prometida por el posadero?” Dagoberto
dijo, “¡Sí, la recibí apenas un mes más
tarde! El hombre incendió su posada. ¡Cortó e mal de raíz! Solo yo supe los
pormenores. Ante la ley declaró que el siniestro se debió a un descuido…” Las
dos muchachas temblaron ante el relato. La Señora dijo, “¡Por Dios, hijita! ¿Te sientes mal? ¿Cambiamos de tema?” Angélica
dijo angustiada, “No. Sigamos. Me
asustó…pero eso me atrae vivamente.” La señora dijo, “¡Y tú, Margarita, ve a la cocina! ¡Ya demostraste tus nervios, no quiero
que quiebres mas vasos!” Margarita se retiró, diciendo, “Muy bien, señora.” Dagoberto dijo, “¡Madame, Coronela! ¿Le desagradaron mis
relatos?” La señora le dijo, “Aún me
desagradan, pero también sé algo…¡Escuchen! Esto lo contó el Coronel Sanders,
amigo de mi esposo, que pasó por ésta ciudad y pernoctó en nuestra casa.”
La señora comenzó su historia con las siguientes palabras, “Hagamos de cuenta que él mismo nos habla a
todos.”
Durante la última campaña, yo conocí a Bogislav,
general ruso, con todas las cualidades exigibles. Era valiente e ingenioso,
siempre listo para la guerra. Dormía poco. Comía poco, y bebía menos. Pero en
los combates se lanzaba como el ariete de los soldados, sin respetar su propia
jerarquía, casi un demente. ¿Quería suicidarse? Sin embargo ni una bala ni
bayoneta o granada llegaban a tocarlo. Al verlo, yo pensaba, ‘Un poder maligno
parece protegerlo.’ Por fin, tras largo asedio, nos lanzamos a tomar una
fortaleza enemiga. En medio de la balacera, ordenó a un soldado que lo
acompañara, y ambos se lanzaron por los muros trepando, desdeñando el peligro.
Arriba mataron a los vigías del portón. Enseguida, Bogislav dijo a su
acompañante, ‘¡Bajemos pronto, hay que abrirle a los nuestros!’ Abrieron.
Entramos, y dominamos la plaza fuerte. Bogislav, un héroe sin duda, fue
condecorado poco después, ahora orgullo de toda la división. Nadie lo notó,
pero vi su rostro triste, como si haber triunfado y recibir la medalla lo
contrariaran. Luego, juntos buscamos un lugar donde pasar la noche, en cualquier
casa de la ciudad tomada. Estando en la mesa cenando con mis compañeros
soldados, pensé, ‘Bogislav se acostó temprano. ¡Hizo un esfuerzo mayúsculo,
debe reponer energías, lo entiendo!’ Más tarde, llegó a mí un soldado alterado.
Yo le dije, ‘¿Qué le pasa soldado?’ El soldado me dijo, ‘¡General, alguien
grita como loco, de uno de los cuartos!’ Me guió hacia la puerta de la
habitación y pensé, ‘¡Santo Dios… se trata de Bogislav!’ El soldado me dijo,
‘Es en aquella puerta mi general.’ Le dije, ‘¡Retírese, no le cuente a nadie,
yo me encargo!’ El soldado obedeció, y dijo, ‘¡Sí, señor, evitaré que los demás
se acerquen!’ Entre a la habitación y encontré a Bogislav agazapado en una
esquina. Me acerqué y le dije, ‘¡Querido amigo! ¿Qué te sucede?’ Me contestó, ‘¡Oh!
¡Ohhh, qué horror…ayúdame Saunders!’ ¡Fue asombroso! ¡Aquel héroe, aquel
valiente ante el enemigo, temblaba y sollozaba allí, solitariamente en su
cuarto, inofensivo, con un pavor terrible!’
Cuando por fin logré que se recuperára, Bogislav me dijo, ‘Muy bien amigo, te contaré lo que atormenta.’ Así
Sanders supo que Bogislav iba a casarse
con una bella napolitana a quien amaba locamente. El día de la boda apareció un
noble siciliano, que nadie conocía, ante quien la joven perdió la cabeza. Bogislav
intentó retar a duelo al intruso. Lo llamó asesino, lo echó de su lado. Él,
fuera de sí, tiró una estocada al extraño…¡Y el siciliano se desvaneció, quiero
decir que solo quedó el estoque, y…nada de él. Durante años, la voz de aquel sombrío
agente del mal persiguió a Bogislav. ¡Se jugaba el pellejo en la guerra,
buscando que lo eliminaran, con la esperanza de que así callaba la odiosa voz!”
Dagoberto la interrumpió y le dijo, “Y por lo visto también la oía en sus sueños.” La señora dijo, “Exacto! De pronto, Bogislav se piso de pie, ayudado por Saunders, y aferró una de sus botas. ¡Entonces lanzó un grito de anatema…!” Dagoberto la interrumpió, y se levantó diciendo, “¡Un momento amiga! Déjeme a mí, esto requiere de cierto drama, soy un buen actor. ¡Muéstrate condenado! Ya verás lo que haré contigo, y todos los espíritus que te rodean.” El exorcista descargó un golpe feroz sobre la mesa, que tronó al unisonó con una tormenta de afuera. Un tercer estallido simultáneo sonó desde afuera. Dagoberto dijo, “¿Qué fue eso?” Una siniestra presencia avanzó en hosco silencio. Un hombre vestido como un caballero hizo acto de presencia entrando por la puerta principal. Todos se pusieron de pie, y la señora dijo, “¡Por Dios! ¿Quién es usted, caballero? ¿Cómo entró?” Margarita llegó y explicó, “Di-dijo que era un invitado…¡No esperó a que yo lo anunciara ama!” La señora dijo, “¡Segunda torpeza de la noche, Margarita! Ya cállate…” La señora se dirigió al visitante, “¿Podría decirnos su nombre, cuando menos? ¡Cielos, ni siquiera me atiende!” La mirada penetrante del hombre se encontró con Angélica. Ella fue sensible a ese influjo poderoso. También la conducta de Margarita cambió drásticamente, y dijo, dirigiéndose al visitante, “¡Señor, Conde! Porque debe ser un conde. ¿No? Siéntase cómo, le prepararé un trago.” Cuando vio aquello, la señora pensó, “¿Qué hace esa insensata? No sabe lo que él preferiría…pero prepara algo y sonríe. ¡Y canta!” Margarita llegó portando una charola y una jarra con licor, y dijo al visitante, “¡Sírvase, no siempre preparo algo así!” El hombre dijo, “Solo para mí. ¡Entiendo! Será mi bebida predilecta…”
Moritz se dirigió a Angélica y le dijo, “¿Se siente mal Angélica?” Angélica dijo, “S-si…tal vez los cuentos…o lo que bebí…” Moritz dijo, “¡Mareada! Tal vez le bajó la presión.” La señora dijo, “¡Traeré alcohol, para que respire y reaccione!” Dagoberto se dirigió al visitante, le dijo, “¡Interesante situación, fíjese! Hablábamos antes de ciertos temas…” El hombre dijo, “¡Lo sé! Fantasmas, espectros, animas, temores, locuras.” Dagoberto le dijo, “¿Cómo lo sabe?” El hombre dijo, “Bueno…la señorita se indispuso por los ‘cuentos,’ y así deduje que versarían sobre temas macabros. Y yo, señores, se tanto sobre eso, que sin duda lo que ustedes sepan es inocente, al lado de lo mío. ¡Oigan!” Con elegancia cruel, el hombre narró a veces en alemán, en ingles, o en francés mezclado con español, historias escalofriantes estremecedoras. De pronto, oyeron pasos. Moritz dijo, “¡Santo Cielo!” Al ver quién era, todos suspiraron con alivio. Era el jefe de la casa, el coronel. La señora dijo, “¡Ah, eres tú, querido, qué bueno!” El coronel dijo, “¡Ya están todos aquí! Perfecto. Les presénto al conde Barth, quien veo se me anticipó.” El conde Barth dijo, “¡Es un honor, damas y caballeros!” La coronela dijo, “El conde ya nos ‘entretuvo’ con algunos relatos…” El conde dijo, “¿Horripilantes? Sí, lo sé. Se los oí antes. Cuando nos conocimos en las campañas del norte, hace un año.” El coronel tomó el azadón e la chimenea, y mientras removía el fuego, dijo, “Lo conocí en Kiel, una noche de tormenta como esta. ¡Luego nos topamos varias veces en Europa! Hoy coincidimos en el club y lo invité a cenar. ¡Pero no divagaré más! Me pondré el frac y volveré para que cenemos. ¡Atiende a los invitados, querida!” La señora dijo, “¡Eso hago desde hace dos horas! En fin, apúrate.”
Poco a poco la reunión volvió a los cauces normales. Dagoberto dijo a
Moritz, “Vaya tipejo. ¿Eh? Y tú pareces
un novato.” Moritz dijo, “¿Novato? No
entiendo, Dagoberto.” Dagoberto le explicó, “Ella te ama. ¡Ardientemente! Y tú a
ella, amigo.” Mortiz le dijo, “No lo
niego, pero exageras.” Dagoberto le dijo, “¡Bah!
Solo que lo complicas. Abrazaste a Margarita, pero me consta que hacías de
cuenta que era Angélica.” Dagoberto dirigió su mirada hacia Margarita, quien
hacia sus quehaceres, y dijo, “Mírala, la
criada está enfurecida. ¡Le diste una prueba de afecto! Eso enrarece la cosas
con Angélica, y ahora sospecho que alguien se puede valer de ello…” Moritz
dijo, “¿Quién es ese alguien? ¡Oh! ¿El
conde? Bromeas.” Dagoberto dijo, “Ojalá
y sea broma, pero ese tipo me intriga, Moritz.” El coronel, ya mudado de
ropas, hizo su aparición, diciendo, “Ocupen
sus lugares, por favor. Disfrutemos de las ricas viandas que prepara mi
cocinero.” Mientras cenaban, la tormenta se abatía furiosa sobre la ciudad,
como si se concentrara específicamente, en azotar aquella mansión.
Dagoberto la interrumpió y le dijo, “Y por lo visto también la oía en sus sueños.” La señora dijo, “Exacto! De pronto, Bogislav se piso de pie, ayudado por Saunders, y aferró una de sus botas. ¡Entonces lanzó un grito de anatema…!” Dagoberto la interrumpió, y se levantó diciendo, “¡Un momento amiga! Déjeme a mí, esto requiere de cierto drama, soy un buen actor. ¡Muéstrate condenado! Ya verás lo que haré contigo, y todos los espíritus que te rodean.” El exorcista descargó un golpe feroz sobre la mesa, que tronó al unisonó con una tormenta de afuera. Un tercer estallido simultáneo sonó desde afuera. Dagoberto dijo, “¿Qué fue eso?” Una siniestra presencia avanzó en hosco silencio. Un hombre vestido como un caballero hizo acto de presencia entrando por la puerta principal. Todos se pusieron de pie, y la señora dijo, “¡Por Dios! ¿Quién es usted, caballero? ¿Cómo entró?” Margarita llegó y explicó, “Di-dijo que era un invitado…¡No esperó a que yo lo anunciara ama!” La señora dijo, “¡Segunda torpeza de la noche, Margarita! Ya cállate…” La señora se dirigió al visitante, “¿Podría decirnos su nombre, cuando menos? ¡Cielos, ni siquiera me atiende!” La mirada penetrante del hombre se encontró con Angélica. Ella fue sensible a ese influjo poderoso. También la conducta de Margarita cambió drásticamente, y dijo, dirigiéndose al visitante, “¡Señor, Conde! Porque debe ser un conde. ¿No? Siéntase cómo, le prepararé un trago.” Cuando vio aquello, la señora pensó, “¿Qué hace esa insensata? No sabe lo que él preferiría…pero prepara algo y sonríe. ¡Y canta!” Margarita llegó portando una charola y una jarra con licor, y dijo al visitante, “¡Sírvase, no siempre preparo algo así!” El hombre dijo, “Solo para mí. ¡Entiendo! Será mi bebida predilecta…”
Moritz se dirigió a Angélica y le dijo, “¿Se siente mal Angélica?” Angélica dijo, “S-si…tal vez los cuentos…o lo que bebí…” Moritz dijo, “¡Mareada! Tal vez le bajó la presión.” La señora dijo, “¡Traeré alcohol, para que respire y reaccione!” Dagoberto se dirigió al visitante, le dijo, “¡Interesante situación, fíjese! Hablábamos antes de ciertos temas…” El hombre dijo, “¡Lo sé! Fantasmas, espectros, animas, temores, locuras.” Dagoberto le dijo, “¿Cómo lo sabe?” El hombre dijo, “Bueno…la señorita se indispuso por los ‘cuentos,’ y así deduje que versarían sobre temas macabros. Y yo, señores, se tanto sobre eso, que sin duda lo que ustedes sepan es inocente, al lado de lo mío. ¡Oigan!” Con elegancia cruel, el hombre narró a veces en alemán, en ingles, o en francés mezclado con español, historias escalofriantes estremecedoras. De pronto, oyeron pasos. Moritz dijo, “¡Santo Cielo!” Al ver quién era, todos suspiraron con alivio. Era el jefe de la casa, el coronel. La señora dijo, “¡Ah, eres tú, querido, qué bueno!” El coronel dijo, “¡Ya están todos aquí! Perfecto. Les presénto al conde Barth, quien veo se me anticipó.” El conde Barth dijo, “¡Es un honor, damas y caballeros!” La coronela dijo, “El conde ya nos ‘entretuvo’ con algunos relatos…” El conde dijo, “¿Horripilantes? Sí, lo sé. Se los oí antes. Cuando nos conocimos en las campañas del norte, hace un año.” El coronel tomó el azadón e la chimenea, y mientras removía el fuego, dijo, “Lo conocí en Kiel, una noche de tormenta como esta. ¡Luego nos topamos varias veces en Europa! Hoy coincidimos en el club y lo invité a cenar. ¡Pero no divagaré más! Me pondré el frac y volveré para que cenemos. ¡Atiende a los invitados, querida!” La señora dijo, “¡Eso hago desde hace dos horas! En fin, apúrate.”
Al día siguiente, volvió el buen tiempo, y pareció como si los espectros
de la víspera hubiesen sido solo efectos de delirios alcohólicos. Aquel conde
que pernoctara en la residencia del coronel y su familia, ahora paseaba con las
dos damas. El hombre, disipadas las sospechas primeras, demostró ser un
excelente acompañante: Culto, locuaz, y ocurrente. También sabia ser gracioso
cuando contaba chistes, que resultaban de un humor irresistible. Otras veces,
el huésped acompañaba al anfitrión de la casa en sus habituales tramites
administrativos. Un día que el coronel salía de cierto banco, tras cobrar
dinero, el coronel le dijo, “Ahora su
compañía me es útil, llevo una buena suma.” El conde Barth dijo, “Somos amigos, es lo mínimo que puedo hacer
por devolver su hospitalidad.” El coronel le dijo, “¡Oh, nada de protocolos! Amigos, simplemente…” Enseguida, el
conde Barth dijo, “¡Atención, no siguen!
Venga, tengo una idea.” El coronel le dijo, “¿Esta seguro?” El conde le dijo, “¡Métase ahí, calma, yo me ocupo de todo!” El coronel dijo, “¿Eh? S-si, fuera de mi cuartel, soy muy
torpe.” Eran dos hombres a quienes el conde enfrentó, diciendo, “Muy bien patanes, y me ocupo de todo.” Uno
de los hombres le dijo, “¡Ante todo,
acabaremos contigo!” El filo siniestro de un puñal salió a relucir, por
parte de uno de los atacantes. Fue muy extraño, pues si bien el filo parecía hundirse,
el agresor sintió como si lo hiciera en el vacío. Estando oculto, mientras veía
la pelea, el coronel pensó, “¡Maldición!¿Cómo
esquivó la puñalada? ¡Y ahora hace uso de un fuerza descomunal!” El cuerpo
desarticulado, como de un muñeco, se estrelló con ruido desagradable contra un
muro. Luego el conde avanzó despacio hacia el otro asaltante, mirándolo como si
quisiera fulminarlo. Aquellos ojos tenían un poder inhumano. El conde abrazó al
otro atacante con una fuerza que parecía asfixiarlo, diciendo, “¡Tu error fue acercarte a nosotros, rata de
albañil.” El coronel salió y dijo, “¡Por
Dios, ya es suficiente, suelte a ese infeliz!” El conde extrañado dijo, “¿Qué? Sí, coronel, es innecesario ir más
allá.” El coronel dijo asombrado, “¡Desmayado!
Conde Barth, los neutralizó rápido.” El conde Barth dijo, “Era lo indicado, ¿No? Vámonos de aquí.”
Los hombres quedaron tendidos en el suelo. El militar no hizo comprobaciones,
pues de ser así, habría sabido que ambos bandidos estaban muertos.
También aquel noble invitó a pasear a Angélica, y poco a poco ella se sintió halagada, ante las atenciones sin dudas refinadas de un “auténtico aristócrata.” Desde el otro bote, el coronel y la coronela, los anfitriones, los observaban. El coronel dijo, “Mírales querida, ¿o parecen contentos?” La señora dijo, “Sí, él es un hombre educado, y nuestra hija lo sabe.” El coronel dijo, “Ambos son educados. Parecen tal para cual.” La señora dijo, “¡No digas tonterías, confundes buena educación con otras cosas! Angélica guarda un aprecio especial por el capitán Moritz. Ella misma me lo ha dicho. ¡Se me hace correcto!” El coronel dijo, “¡Bah, un militar pobretón, buen muchacho si acaso!” La señora dijo, “¡Es un buen partido para ella, tiene futuro y lo sabes!” El coronel le dijo, “Pues el conde tiene presente, querida. ¡Es rico y poderoso! La ama…¡Míralos, cada vez se llevan mejor!” Al coronel y su esposa desembarcaron a tierra, y el coronel dijo, “En realidad, él es nuestro huésped, para pedir la mano de Angélica. ¡Además, me salvó la vida y el dinero!” La señora dijo, “No pagues con tu hija las deudas que tengas con él.” Por otra parte, aún en el bote, el conde los miraba como si oyese lo que decían. Caminando por la orilla del lago, la señora decía, “Tómale a ella su parecer. ¡Es la única que cuenta! Y si la acepta, también daré mi aprobación.”
Al otro día, el coronel ya no titubeó mas. Mientras la veía tocar el piano pensaba, “Es bella, educada, sensible. ¡Amo a mi hija! Dios sabe q solo deseo lo mejor para ella.” Angélica dejó de tocar y dijo, “Bien papá, te conozco, sé que deseas decirme algo importante. ¡Escucho!” El coronel le dijo, “Pensaba que una chica como tú merece lo mejor.” Angélica dijo, “¿Te refieres a mi futuro?” El coronel le dijo, “Ajá. Estos días has sido una magnifica anfitriona del conde nuestro huésped.” Angélica le dijo, “Sí, al principio nos asustó un poco, pero luego ha demostrado inmensa cultura y nobleza.” El coronel le dijo, “¡De acuerdo hijita, tu lo has dicho!” El coronel agregó, “Un hombre así sería el mejor partido para las damas más exigentes.” Angélica dijo, “En efecto papá.” Ambos salieron a caminar. El coronel se detuvo y dijo, “Hija, ahora hablemos de tu futuro tuyo.” Angélica le dijo, “¡Como quieras! Estoy enamorada, y si el hombre pide mi mano, espero que digas que si.” El coronel le dijo, “¡Ya pidió tu mano! ¡Como aceptas, le daré el sí!” Angélica dijo, “¡Qué curioso! No pensé que Moritz se apurara…” El coronel dijo, “¿Moritz?¿Bromeas hijita? ¡Ja! ¡Yo hablo del conde!” Angélica dijo contrariada, “¿E-el conde…te pidió mi mano? ¡Oh!” La joven pálida se desmadejó entre sus brazos. Su padre la tomó de los hombros y dijo, “Angélica…¡Hija! ¿Qué te pasa? ¡Reacciona!” La joven se recuperó enseguida. Sentados ambos en una banca, Angélica dijo, “E-estoy bien…no te preocupes.” Alguien espiaba cercas, musitando palabras rencorosas. “¡Maldita, me rechaza me rechaza!”
Poco después, el coronel entro a la sala y vio al conde sentado solo en el sillón. El coronel le dijo, “¡Esto es terrible! ¿Cómo decírselo al conde? ¡De todos modos la decisión de mi hija es sagrada!” El coronel le dijo, “Conde…yo-yo lamento decirle…” El conde le dijo, “Calma coronel, ya veo ella no me acepta.” En silencio, el huésped sirvió otra copa, y dijo, “Brindemos por su hospitalidad, los encantos de su hija…y mi fracaso, al cual ya estoy acostumbrado.” El coronel dijo, “¡Oh!” Y enseguida pensó, “¡Extraña situación! Él es un gran hombre, sí!” El conde añadió, “¡Tengo el mundo en mis manos…menos amor! Bueno, ya no hay nada que justifique mi presencia en esta casa.” El coronel le dijo, “¡Espere, recuerde nuestra amistad! ¡Siga siendo mi huésped, su presencia nos honra!” El conde le dijo, “No, coronel. Ahora todo cambió radicalmente y…” En ese instante, uno de los mayordomos entró diciendo, “¡Señor, señor coronel, ocurre algo grave!” El coronel le dijo, “¡Por Dios, habla claro!” El mayordomo dijo, “¡Es Margarita señor! ¡Desde ayer, no sale de su cuarto, no ha comido, golpeamos y no responde!” Corrieron hacia las viviendas de la servidumbre. El coronel golpeó la puerta, gritando, “¡Muchacha, abre, te lo ordeno” El conde dijo, “Creo que ni siquiera lo oye…” El coronel le dijo, “¿Sugiere que ella está mal? ¡Puso llave desde adentro!” El conde le dijo, “Permítame, por favor!” El coronel le dijo, “¡No podrá, ya hice la prueba!” El conde lo intentó, y dijo, “Cierto. Es una buena cerradura.” El coronel dijo, “¡Iré por ayuda, entre varios la derribaremos!” El conde dijo, “No será necesario. ¡Apártese y observe!” De un golpe, el conde desquició la puerta con un estrépito. El coronel pensó, “¡Inaudito! ¡Tiene una fuerza descomunal! Recuerdo cómo sometió a aquellos ladrones.”
También aquel noble invitó a pasear a Angélica, y poco a poco ella se sintió halagada, ante las atenciones sin dudas refinadas de un “auténtico aristócrata.” Desde el otro bote, el coronel y la coronela, los anfitriones, los observaban. El coronel dijo, “Mírales querida, ¿o parecen contentos?” La señora dijo, “Sí, él es un hombre educado, y nuestra hija lo sabe.” El coronel dijo, “Ambos son educados. Parecen tal para cual.” La señora dijo, “¡No digas tonterías, confundes buena educación con otras cosas! Angélica guarda un aprecio especial por el capitán Moritz. Ella misma me lo ha dicho. ¡Se me hace correcto!” El coronel dijo, “¡Bah, un militar pobretón, buen muchacho si acaso!” La señora dijo, “¡Es un buen partido para ella, tiene futuro y lo sabes!” El coronel le dijo, “Pues el conde tiene presente, querida. ¡Es rico y poderoso! La ama…¡Míralos, cada vez se llevan mejor!” Al coronel y su esposa desembarcaron a tierra, y el coronel dijo, “En realidad, él es nuestro huésped, para pedir la mano de Angélica. ¡Además, me salvó la vida y el dinero!” La señora dijo, “No pagues con tu hija las deudas que tengas con él.” Por otra parte, aún en el bote, el conde los miraba como si oyese lo que decían. Caminando por la orilla del lago, la señora decía, “Tómale a ella su parecer. ¡Es la única que cuenta! Y si la acepta, también daré mi aprobación.”
Al otro día, el coronel ya no titubeó mas. Mientras la veía tocar el piano pensaba, “Es bella, educada, sensible. ¡Amo a mi hija! Dios sabe q solo deseo lo mejor para ella.” Angélica dejó de tocar y dijo, “Bien papá, te conozco, sé que deseas decirme algo importante. ¡Escucho!” El coronel le dijo, “Pensaba que una chica como tú merece lo mejor.” Angélica dijo, “¿Te refieres a mi futuro?” El coronel le dijo, “Ajá. Estos días has sido una magnifica anfitriona del conde nuestro huésped.” Angélica le dijo, “Sí, al principio nos asustó un poco, pero luego ha demostrado inmensa cultura y nobleza.” El coronel le dijo, “¡De acuerdo hijita, tu lo has dicho!” El coronel agregó, “Un hombre así sería el mejor partido para las damas más exigentes.” Angélica dijo, “En efecto papá.” Ambos salieron a caminar. El coronel se detuvo y dijo, “Hija, ahora hablemos de tu futuro tuyo.” Angélica le dijo, “¡Como quieras! Estoy enamorada, y si el hombre pide mi mano, espero que digas que si.” El coronel le dijo, “¡Ya pidió tu mano! ¡Como aceptas, le daré el sí!” Angélica dijo, “¡Qué curioso! No pensé que Moritz se apurara…” El coronel dijo, “¿Moritz?¿Bromeas hijita? ¡Ja! ¡Yo hablo del conde!” Angélica dijo contrariada, “¿E-el conde…te pidió mi mano? ¡Oh!” La joven pálida se desmadejó entre sus brazos. Su padre la tomó de los hombros y dijo, “Angélica…¡Hija! ¿Qué te pasa? ¡Reacciona!” La joven se recuperó enseguida. Sentados ambos en una banca, Angélica dijo, “E-estoy bien…no te preocupes.” Alguien espiaba cercas, musitando palabras rencorosas. “¡Maldita, me rechaza me rechaza!”
Poco después, el coronel entro a la sala y vio al conde sentado solo en el sillón. El coronel le dijo, “¡Esto es terrible! ¿Cómo decírselo al conde? ¡De todos modos la decisión de mi hija es sagrada!” El coronel le dijo, “Conde…yo-yo lamento decirle…” El conde le dijo, “Calma coronel, ya veo ella no me acepta.” En silencio, el huésped sirvió otra copa, y dijo, “Brindemos por su hospitalidad, los encantos de su hija…y mi fracaso, al cual ya estoy acostumbrado.” El coronel dijo, “¡Oh!” Y enseguida pensó, “¡Extraña situación! Él es un gran hombre, sí!” El conde añadió, “¡Tengo el mundo en mis manos…menos amor! Bueno, ya no hay nada que justifique mi presencia en esta casa.” El coronel le dijo, “¡Espere, recuerde nuestra amistad! ¡Siga siendo mi huésped, su presencia nos honra!” El conde le dijo, “No, coronel. Ahora todo cambió radicalmente y…” En ese instante, uno de los mayordomos entró diciendo, “¡Señor, señor coronel, ocurre algo grave!” El coronel le dijo, “¡Por Dios, habla claro!” El mayordomo dijo, “¡Es Margarita señor! ¡Desde ayer, no sale de su cuarto, no ha comido, golpeamos y no responde!” Corrieron hacia las viviendas de la servidumbre. El coronel golpeó la puerta, gritando, “¡Muchacha, abre, te lo ordeno” El conde dijo, “Creo que ni siquiera lo oye…” El coronel le dijo, “¿Sugiere que ella está mal? ¡Puso llave desde adentro!” El conde le dijo, “Permítame, por favor!” El coronel le dijo, “¡No podrá, ya hice la prueba!” El conde lo intentó, y dijo, “Cierto. Es una buena cerradura.” El coronel dijo, “¡Iré por ayuda, entre varios la derribaremos!” El conde dijo, “No será necesario. ¡Apártese y observe!” De un golpe, el conde desquició la puerta con un estrépito. El coronel pensó, “¡Inaudito! ¡Tiene una fuerza descomunal! Recuerdo cómo sometió a aquellos ladrones.”
Al entrar, encontraron a
Margarita tirada en el suelo. El coronel dijo, “¡Parece inconsciente, temo lo peor!” El conde dijo, “¡Silencio, creo que sé de qué se trata!”
El conde la levantó con sus brazos para colocarla en la cama, diciendo, “¡Envenenada!” El coronel dijo, “No tenía motivos. Siempre fue una campesina
feliz.” El conde la examinó, y dijo, “¡Aún
vive! Ha ingerido esto…¡Opio!” El conde agregó, “Algo le sucedió. ¡Problemas del alma! Sé algo de medicina, coronel.” El
coronel dijo, “¡Pobrecilla!” El noble
conde sacó una especie de pomada y se embarró los dedos con ella. Y luego, poco
a poco untó el rostro de la chica. Al mirar aquello, el coronel pensó, “¿Qué hace? ¡El opio ingerido así puede ser
mortífero!” Tras escasos segundos de aquel tratamiento, Margarita recuperó
la conciencia, y dijo, “¡Oh! ¿Qué pasó?
Al-algo poderosos me enciende…” Cuando Margarita se incorporó a la
realidad, se acostó en la cama. Entonces dijo, “¿Qué hacen señores? ¿Porqué me siento feliz?” El conde le dijo, “Son los efectos de mi cura, amiguita.” Margarita
le dijo, en tono de reclámo, “¿Por qué lo
hizo? ¡Deseaba morir y ahora siento una alegría enfermiza que no va con mis
pesares!” El coronel comentó, “¡Parece
haber enloquecido, pero al menos revivió!” El conde agregó, “Si, me temo que lo hecho no es suficiente!”
Ambos salieron del cuarto de
Margarita, entonces el conde dijo, “Necesita
atención continua, por un par de días para desintoxicarse totalmente.” El
coronel le dijo, “¿La atenderá usted?
¡Eso es bueno, amigo!” El conde le dijo, “Tendré que abusar un poco más de su hospitalidad.” El coronel le
dijo, “No, al contrario, siéntase en su
casa.” El coronel regresó a la mansión. El conde pensó al verlo, “¡Allí va! Un imbécil…Mi triquiñuela
funcionó. Todavía no me doy por vencido.” Cuando el conde regresó al cuarto
de Margarita, le dijo, “¡Bien muchacha,
ahora harás lo que te ordene!” Margarita contestó, “S-sí, amo…como antes obedecí tomando el opio…” El conde le dijo, “¡Mi pomada es real! El maestro me la dio
con poderes extraordinarios! Pero nadie lo sabrá, ¿Eh?” Margarita dijo, “Na-nadie, amo. ¡Soy vuestra sierva!” Hipnotizada,
ella se durmió, vencida por un raro sopor. El conde pensó, “¡Una mente débil! Lo supe desde la noche en que me abrió la
puerta…¡Todo va bien! Si esta gente supiera lo que me juego, no entendería en
absoluto. ¡Me desaprobaría, y sería el fin para mí! ¡Angélica es mi última
oportunidad…”
Mientras tanto, sin que el conde lo supiera,
Dagoberto y Moritz arribaban a la residencia. Madame coronela los recibió,
diciendo, “¡Amigos! Me da gusto verlos.” Dagoberto
dijo, “Y a mi volver por esta casa. Pero
mi compañero trae otras razones.” Madame le dijo, “¿Qué le pasa, capitán? ¡No luce buena cara!” Moritz dijo, “Acaba de ocurrirme algo muy raro, señora.
Necesito hablar a solas con su hija.” Madame le dijo, “Ella está en el jardín. Dice mi esposo que tuvo un corto desmayo.” Moritz
dijo, “¡Con su permiso, me urge verla!”
Mientras Moritz partía, Madame dijo, “Un
extraño pedido. Dagoberto, ¿Qué sabe usted?” Dagoberto le dijo, “Estábamos en el club, conversando, cuando
enmudeció, se puso pálido y miro un cortina que el viento apenas mecía. Sin
dejar de mirar la tela azul, dijo, ‘¡Ya voy, ya voy!’ Me pidió que lo acompañára
hasta aquí. Es todo lo que sé.” Madame dijo, “¡Por Dios! Pienso en el tema de aquella horrible noche.” Dagoberto
dijo, “¡También yo! Pero ante todo,
seamos cuerdos, señora.”
Mientras tanto, el joven
militar se dio prisa hasta divisar a Angélica. Cuando se acercó le dijo, “¡Señorita, discúlpeme, creí oír su voz y
corrí…” Angélica dijo, “¿Eh?
¡Mo-Moritz…vino, me escuchó!” Moritz dijo, “Era su voz: ‘¡Venga, venga!’ Insistía…” Ambos se sentaron en una
banca. Moritz dijo, “¡No me equivoqué!
¿Cuál sería la causa de esa sensibilidad en el espacio?” Angélica dijo, “U-un inmenso poder trató de abarcar mi
mente. ¡El Conde Barth, le pidió mi mano a papá! Por un minuto, creí caer en un
precipicio hondo y oscuro…y pedí ayuda…¡La suya Moritz!” Ante aquello,
ambos se abrazaron calladamente y con frenesí. Inmóviles sintieron que sus
corazones latían al unísono. Moritz dijo,
“¡Te amo, Angélica!” Y ella le contestó, “¡Y yo a ti!” Entonces se fundieron en un beso definitivo.
Y en ese mismo momento, cerca
de allí, el conde decía, “¡Maldición!
Este dolor punzante…insoportable, n-n-no tengo escape.” El conde dejo a su
paciente y echó a correr entre las frondas del jardín, desesperado, buscando.
Entonces, sin dejarse ver, espió el romance inicial de la pareja. Lleno de
sorpresa y rabia pensó, “¡Todavía
intentaré algo…pese al desastre!”
Poco después, la pareja hablaba con los padres de la novia. El coronel
dijo, “Me da gusto esto, jóvenes. ¡Sabe
que lo estimo Moritz! Por eso puedo confiarle un secreto. El conde también
pretendía a mi hija. ¡Ella escogió, y le tocó a usted, y me parece bien!”
La señora dijo, “También ese hombre
aceptó de buen agrado el fracaso. Un hombre comprensivo. ¡Todo un caballero! Sin
duda es un orgullo tenerlo en nuestra casa. Quiero decir: Permanece aquí ya
solo por ayudar a la pobre Margarita, pero mientras tanto le daremos el mejor
trato.” Enseguida, el coronel dijo, “¡Bueno,
vamos al grano! ¿Cuándo será la boda?” Angélica dijo, “Concertémos esto entre los cuatro, papá.” Sin embargo, tampoco esa
platica fue ignorada por el aristócrata conde, quien pensó, “Necesito ayuda, y debe venir pronto, ¡Hoy
mismo!” Enseguida pensó, “Volveré a
la cabaña. Todavía me duele el pecho…” Pero el conde, a su vez, fue
observado, sin darse cuenta, por Dagoberto, quien pensó, “¡Hum! Esto no me gusta. Ese tipo estaba espiando.” Luego, el
jurisconsulto dejó su breve paseo y volvió a la residencia. Moritz lo recibió
junto a Angélica y dijo, “¡Dagoberto! ¿Dónde
estabas? ¡Te perdiste algo bueno!” Angélica le dijo, “Nos casaremos, amigo. ¡Una buena noticia!” Dagoberto le dijo, “¡Ya lo creo que es buena! Venga Angélica,
la felicitaré haciendo algo, antes de que esté casada y me lo prohíban…” Dagoberto besó la mejilla de la joven, en una
escena a la vez emotiva y graciosa. Moritz dijo, “¡Sí, amigo, hazlo, luego yo lo prohibiré! ¡Ja Ja Ja!”
El coronel hizo acto de
presencia, diciendo, “¡Esperen, jóvenes,
llega una noticia desagradable!” Angélica dijo, “¿Qué ocurre papá?” El coronel observó un documento en sus manos,
diciendo, “¡La guerra empieza de nuevo!
El enemigo rompió la tregua. Debemos incorporarnos al regimiento, Moritz.”
Angélica rodó una lagrima y dijo abrazando a Moritz, “¡No! ¡Hay algo maligno en esto!¡Es una trampa!” Moritz le dijo, “Querida, tu padre y yo somos militares,
recuérdalo. Combatir al enemigo hasta que se firme la paz, es nuestra consigna.
¡No te apenes! ¡Tal vez sea breve!” El coronel dijo, “Sí, las conversaciones continúan. ¡Prepárese teniente, esta misma
noche debemos acuartelarnos!” Angélica lo abrazó, diciendo, “¡No vayas! ¡Siento que es contra nuestro
amor!” Moritz dijo, “Angélica, calma.
Sabes lo que significa deserción.” Dagoberto se quedó solo, pensando, “¡Extraña situación! ¿También ahora ‘oirán’
las ventanas?”
Esa noche, el teniente Moritz
encabezaba una división que se dirigía hacia el frente. Las últimas palabras de
Angélica no se le olvidaban, “ ‘¡Es una
trampa!¡No vayas!’ Santo Cielo…” Mientras tanto, en la mansión familiar,
alguien tocaba la puerta. La señora coronela decía a Angélica, “¿Quién será a esta hora?” Abrió la puerta y dijo, “¡Conde Barth! ¿De qué se trata?” El
conde le dijo, mostrando un papel, “Mi
paciente, señora. ¡No está! Dejó esta nota…” La coronela le dijo, sin
dejarlo pasar, “¡Margarita se ha vuelto
un problema!” El conde dijo, “No sé.
Le traigo el papel que ni siquiera leí.” Apenas volvieron a estar solas, la
coronela leyó la nota que había escrito Margarita, “No me busquen. ¡Me voy para siempre! Oí que Moritz formalizó su
compromiso con la señorita, olvidando las promesas que me hizo. Tengo el
corazón destrozado, adiós. Margarita.” Angélica dijo, “Pe-pe-pero…¿Cómo es posible? ¡Ella y Moritz!” La señora dijo, “Ante todo que arda este maldito papel. ¡No
quisiera haberlo visto nunca!” Angélica abrazó a su madre, diciendo, “¡Me niego a aceptarlo, todo viene mal…y él,
ahora mismo arriesga su vida!” Su madre le dijo, “Calma pequeña, no pienses, ¡No pienses en nada!” Madre e hija no
pudieron dormir, dándose mutuamente ánimo ante el cariz extraño de los
acontecimientos, en aquella noche extraña.
Al día siguiente un cruento choque inició las beligerancias en el campo
de batalla. Se disputaban tierras fronterizas alianzas y poderíos, y los
soldados luchaban sin saber por qué. A veces la lucha mostraba escenas
terribles y absurdas. El teniente Moritz luchó bravamente y a la par de sus
hombres. Mientras hería a un enemigo con su sable, Moritz gritó, “¡Uno menos, vamos ya son nuestros!” Sin
embargo, un moribundo inadvertido, todavía pudo alcanzar su arma y, disparó,
¡BANG! Moritz cayó de su caballo, mientras uno de sus solados gritaba, “¡Teniente!¡Pronto, saquémoslo de aquí!”
Yaciendo en el suelo, Moritz murmuró, “¡A-A-Angélica!”
Lejos de allí, al mismo tiempo, hubo reacciones inauditas. Mientras Angélica
daba un paseo a campo abierto, sintió un dolor en la cabeza y dijo, “¡Ayyyy!¡Amor mío!” Alguien cercano a
ella, también en campo abierto, sintió un golpe de muerte, y llevándose la mano
al corazón pensó, “¡Oh que dolor…E ¿Estoy
perdido…?” Era el conde, quien trastabillando, tomó aire sintiendo que
perdía fuerzas, y dijo, “¡Ohhh, eres una
treta del demonio…!” Cayó sobre un tronco derribado y dijo, “Lo sabía, sabía que… no podía continuar
¡Ayy!” La punzada en el pecho lo estremeció, volvió a boquear de
desesperado…y expiró, apoyado sobre un árbol derribado.
Mientras tanto, la señora reanimaba a su hija asistiéndola. Angélica
dijo, “¿Qué pasó mamá?” La señora
dijo, “Te desmayaste, calma, tus colores
han vuelto!” Angélica se incorporó y dijo, “¡Qué raro, ya no siento esa angustia!” La señora le dijo, “Estas preparada para oírlo, pues.
¡Escucha!” La señora continuó, “Tu
padre me mandó un mensaje con su ordenanza desde el cuartel. ¡Moritz fue herido
superficialmente!” Angélica dijo, “¡Ah,
ya lo sabía!” Su madre le dijo, “¿Cómo
lo supiste muchacha?” Angélica le dijo, “No
sé, solo que lo sentí. ¡Oí su llamado! Por eso me desmayé, mamá.” Ambas
fueron a la casa sintiendo un nueva paz. Poco después, un carricoche atrajo su
atención. Era el coronel, quien dijo, “¡Aquí
estamos, queridas, me acompaña el general Sanders!” El general Sanders
dijo, “Y no solo yo…” Llena de
sorpresa, Angélica exclamó, “¡Querido
mío!” Moritz dijo, “Sí, Angélica,
vuelvo para siempre contigo.” Un beso los unió ante la complacencia
general. Dagoberto dijo, “Y hay alguien
más en éste encuentro. ¡Baja ya, preciosa!” La señora exclamó, “¡Margarita!” Margarita dijo, “Sí, señora. Soy yo. Luego de soportar una
fuerza irresistible, que me tuvo como esclava…” Dagoberto dijo, “Éntren, yo buscaré al verdadero culpable de
éste drama. ¡No creo que dejara los límites de la finca!” Enseguida, el
jurisconsulto buscó metódicamente por el bosquecillo. A continuación, vio algo
que sus ojos no pudieron creer, y pensó, “¡Oh
cielos, no puedo creer lo que estoy viendo!” Dagoberto se acercó y pensó, “¡Muerto y descarnado como si estuviera así
desde años atrás! Un espectáculo desagradable, sin duda…¡Y ahora se desvanece!
En pocos segundos no habrá nada contra el árbol…¡Pobre desgraciado!”
Poco después, Dagoberto narraba a todos en el salón de la mansión, “…y literalmente se borró, ¡Como una
pesadilla!” Enseguida, se dirigió hacia el General Sanders y dijo, “Creo que el General nos dirá algo al
respecto.” El General Sanders dijo, “Sí,
supe que la coronela les contó mi historia de Bogislav. ¡Pues bien! ¡Acábo de
verlo…contento!” El General explicó, “Bogislav,
recuerden, hundió su espada en el pecho de quien pretendiéra a su novia
napolitana. Él investigó el origen de aquella voz. ¡Buscó al hombre que
desapareció ante sus ojos con una herida en el pecho! Y en Sicilia, lo supo
todo. El conde Barth era un noble italiano de apellido, Altieri. ¡Se prendó de
la novia de Bogislav! Fracasó, fue herido, y antes de morir, invocó al maligno.
Cuando caía, le oyeron nombrar al príncipe de las tinieblas…” Dagoberto
agregó, “…quien hizo con él un trato, si
todo concuerda. Él tendría poderes extraordinarios, dinero y fuerza
incalculable, siempre y cuando se ganára el amor de una dama. ¡Y Angélica
estaba enamorada de otro militar! La buscó por todo Europa. Gastó mucho.
Conoció al coronel. ¡Ya estaba, su hija era el fin de la búsqueda!” La
coronela dijo, “¡Triunfó el amor! ¡Dios
es más fuerte que Satanás!” Dagoberto dijo, “¡Exacto! Y ese maldito utilizó a la pobre de Margarita, aunque tampoco
obtuvo resultados.” La coronela dijo, “¡un
momento, esto me suena a truculencia; a broma pesada y cruel. ¿Cómo es
posible?” Dagoberto dijo, “Ah, madame
coronela, acaba de tocar un punto clave. Ahora yo pregúnto, ¿Dónde está el
conde? Lo vimos sí, pero, ¿Y ahora? No va más allá de lo que pudo ser una
pesadilla, un cuento macabro y obsesivo. ¡Recuerden aquella noche! Tormenta,
rayos…¡Y mencionamos miedos, fantasmas, espectros, cuentos de nodrizas…horror
brotado de nuestros organismos! El siniestro mundo de los aparecidos, una parte
de nosotros mismos, señores.” La coronela dijo, “Si me permiten, yo diría que nosotros inventamos todo eso aquella
misma noche. ¡Y ahora es el final! Final feliz, que bueno. Bogislav, Margarita,
todos los que cumplimos un papel…salimos bien librados!” Era el final de
aquel cuento macabro, así como nosotros llegamos al nuestro. Y ellos brindaron
por la salvación, y la felicidad de una boda ya cercana.
Una semana más tarde se celebraban aquellas nupcias. Angélica y el
teniente Moritz, ya no debieron temer nada, pues el amor los protegería de
fuerzas extrañas. Sin embargo, era solo una batalla, pues la guerra entre el
bien y el mal, continuaría librándose a través de los tiempos, en cada uno de
los habitantes del planeta, y no siempre se obtendrían los resultados
apetecidos…
Tomado de Novelas
Inmortales. Año XI No. 559 Agosto 3 de 1988. Guión: Raul Prieto Cab.
Adaptación: R. Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar.
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