Club de Pensadores Universales

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lunes, 14 de octubre de 2024

Las Aventuras de Pinocho de Carlo Collodi

     Carlo Lorenzini nació el 24 de noviembre de 1826, y murió el 26 de octubre de 1890, a la edad de 63 años. Carlo Lorenzi, más conocido por el seudónimo de Carlo Collodi, fue un autor, humorista y periodista italiano, ampliamente conocido por su novela de cuento de hadas, Las Aventuras de Pinocho.

Primeros Años de Vida

   Collodi nació en Florencia, el 24 de noviembre de 1826. Su madre, Angiolina Orzali Lorenzini, era costurera de Collodi, ciudad de la que más tarde tomó el seudónimo, y su padre, Domenico Lorenzini, era cocinero. Ambos padres trabajaron para el marqués Ginori Lisci.

   Carlo era el hijo mayor de la familia, y tenía diez hermanos; siete murieron a una edad temprana. Collodi pasó la mayor parte de su infancia en el pueblo de Collodi, donde nació su madre. Collodi vivía allí con su abuela materna. Después de asistir a la escuela primaria, Collodi fue enviado a estudiar en un seminario teológico en, Colle Val d'Elsa.
   Un relato en el seminario muestra que el marqués había ofrecido ayuda financiera, pero el niño descubrió que no quería ser sacerdote, y continuó su educación en el, Colegio de los Padres Scolopi, en Florencia.
    En 1844, Collodi empezó a trabajar en la librería florentina, Libreria Piatti, donde ayudó a Giuseppe Aiazzi, un destacado especialista en manuscritos italianos.

Carrera

   Durante las Guerras de Independencia de Italia, en 1848 y 1860, Collodi sirvió como voluntario en el ejército toscano. Su activo interés por los asuntos políticos, se puede ver en sus primeras obras literarias, así como en la fundación del periódico satírico, Il Lampione, en 1853.

    Este periódico fue censurado, por orden del Gran Duque de Toscana. En 1854, Collodi publicó su segundo periódico, Lo Scaramuccia, o, "La Controversia." Las primeras publicaciones de Lorenzini, fueron en sus revistas. Su debut se produjo en 1856, con la obra, Gli Amici di Casa, y la guía paródica, Un Romanzo in Vapore, ambas en 1856.
   En 1860, publicó su primera obra notable llamada, Il Signor Alberi Ha Ragione! o, ¡El Señor Alberi Tiene Razón! que esbozaba su visión política y cultural de Italia. Este es el texto donde Lorenzini comenzó a utilizar el seudónimo de, Collodi, tomado de la ciudad natal de su madre.

   Collodi también había iniciado una intensa actividad en otros periódicos políticos, como, Il Fanfulla; al mismo tiempo, fue empleado de la Comisión de Censura del Teatro. Durante éste período, compuso varios bocetos e historias satíricas, a veces simplemente recopilando artículos anteriores, entre ellos, Macchiette (1880), Occhi e Nasi (1881) y Storie Allegre (1887).

   Posteriormente, Collodi se desilusionó de la política italiana, por lo que recurrió a la literatura infantil, y sus primeros trabajos consistieron en traducir cuentos de hadas franceses, al italiano. En 1875, por ejemplo, completó, Racconti delle Fatale, una traducción de cuentos de hadas franceses de Charles Perrault.
   En 1876, Collodi escribió, Giannettino, inspirado en, Giannetto, de Alessandro Luigi Parravicini, Minuzzolo y, Il Viaggio per l'Italia di Giannettino, una serie pedagógica que exploraba la unificación de Italia, a través de los pensamientos y acciones irónicas del personaje Giannettino.

    Lorenzini quedó fascinado por la idea de utilizar un personaje amable y pícaro, como medio para expresar sus propias convicciones, a través de la alegoría.
    En 1880, Lorenzini comenzó a escribir, Storia di un Burattino, o, Historia de una Marioneta, también llamada, Le Avventure di Pinocchio, que se publicaba semanalmente en, Piornal per i Bambini.
   Pinochio, fue adaptado a una película de 1940, de Disney, que se considera una de las mejores películas de Disney.

     Collodi murió repentinamente en Florencia, el 26 de octubre de 1890, a la edad de 63 años, y está enterrado en el, Cimitero Monumentale Delle Porte Sante, de Florencia.
    La Fundación Nacional Carlo Collodi, se estableció en 1962, para promover la educación y las obras de Collodi...
   ...y el Parque Pinocho, que se inauguró en 1956, en la ciudad de Collodi, y sigue siendo una atracción popular en la actualidad.

Las Aventuras de Pinocho

    Las Aventuras de Pinocho, o, Le Avventure di Pinocchio. Storia di un Burattino, es decir, "Las Aventuras de Pinocho. Historia de un Títere", comúnmente abreviada como, Pinocho, es una novela de fantasía para niños, del autor italiano, Carlo Collodi. Se trata de las traviesas aventuras de una marioneta animada, llamada Pinocho, y su creador y figura paterna, un pobre tallador de madera llamado Geppetto.

     La historia se publicó originalmente en forma de serie, como, La Historia de un Títere, en italiano: La Storia di un Burattino, en el, Giornale per i Bambini, una de las primeras revistas semanales italianas para niños, a partir del 7 de julio de 1881. La historia se detuvo, después casi 4 meses y 8 episodios, en el Capítulo 15, pero por demanda popular de los lectores, los episodios se reanudaron el 16 de febrero de 1882. En febrero de 1883, la historia se publicó en un solo libro. Desde entonces, Pinocho ha sido uno de los libros infantiles más populares, y ha sido aclamado por la crítica.

    Un ícono universal y una metáfora de la condición humana, el libro se considera una pieza canónica de la literatura infantil, y ha tenido un gran impacto en la cultura mundial. El filósofo Benedetto Croce, la consideró una de las mayores obras de la literatura italiana. Desde su primera publicación, ha inspirado muchas obras de ficción, como la versión animada de Walt Disney, e ideas comunes como la larga nariz de un mentiroso.

     El libro ha sido traducido a 260 idiomas en todo el mundo, lo que lo convierte en uno de los libros más traducidos del mundo. Si bien es probable que sea uno de los libros más vendidos jamás publicado, se desconocen las ventas totales reales desde su primera publicación, debido a las numerosas reducciones y diferentes versiones.
    Según Viero Peroncini: "algunas fuentes hablan de 35 millones [de ejemplares vendidos], otras de 80, pero es sólo una manera, incluso más bien ociosa, de cuantificar un éxito incuantificable". Según Francelia Butler, sigue siendo, "el libro italiano más traducido y, después de la Biblia, el más leído".

Trama

    En Toscana, Italia, un carpintero llamado Maestro Antonio encuentra un tronco que planea tallar para convertirlo en una pata de mesa. Sin embargo, tras asustarse cuando el tronco grita, se lo entrega a su vecino Geppetto, un anciano. Al ver el tronco, planea tallar una marioneta con él, y ganarse la vida como titiritero ambulante.

     Talla el bloque en forma de niño, y lo llama, "Pinocho". Una vez que el títere está terminado, y Geppetto le enseña a caminar, Pinocho sale corriendo por la puerta, y entra al pueblo, donde es atrapado por un carabinero, quien asume que Pinocho ha sido maltratado, y encarcela a Geppetto.

     Al quedarse solo, Pinocho regresa a la casa de Geppetto, para comer algo, donde un grillo parlante le advierte de los peligros de la desobediencia y la pereza. En represalia, Pinocho lanza un martillo al grillo, y lo mata accidentalmente. Pinocho tiene hambre, e intenta freír un huevo, pero del huevo nace un polluelo, y tiene que salir a buscar comida. Llama a la puerta de un vecino, pero temen que le esté gastando una broma, y le echen agua encima.
   Frío y mojado, Pinocho regresa a su casa, se acuesta sobre una estufa y al despertar descubre que se le han quemado los pies. Afortunadamente, Geppetto sale de prisión, y le hace a Pinocho un nuevo par de pies.
   En agradecimiento, promete asistir a la escuela, y Geppetto le confecciona un traje compuesto por un vestido de papel floreado, zapatos de corteza de árbol, y una gorra de masa, y vende su único abrigo para comprarle un libro escolar.

     A la mañana siguiente, de camino a la escuela, Pinocho se encuentra con el Gran Teatro de Marionetas, y vende su libro escolar para comprar una entrada para el espectáculo. Durante la representación, los títeres, Arlequín, Pulcinella y la signora Rosaura, llaman a Pinocho.
    Esto enfurece al titiritero Mangiafuoco, que decide utilizar a Pinocho como leña para cocinar su cena. Sin embargo, después de que Pinocho suplica por su salvación y la de Arlequín, y se entera de la pobreza de Geppetto, Mangiafuoco lo libera y le da cinco piezas de oro.

     De camino a casa, Pinocho se encuentra con un zorro y un gato. El Gato se hace pasar por ciego, y el Zorro se hace pasar por cojo; un mirlo blanco intenta advertir a Pinocho de sus mentiras, pero el Gato se lo come. Los dos convencen a Pinocho de que si planta sus monedas en el Campo de los Milagros, en las afueras de la ciudad de Acchiappacitrulli, se convertirán en un árbol con monedas de oro.
   Se detienen en una posada, donde engañan a Pinocho para que pague sus comidas, y huyen después de decirle al posadero que le diga a Pinocho que se reunirían con él en el Campo de los Milagros por la mañana.

    Cuando Pinocho se dirige a Catchfools, aparece el fantasma del grillo parlante, y le dice que vaya a casa, y le dé las monedas a su padre. Pinocho vuelve a ignorar sus advertencias, y al pasar por un bosque, el Zorro y el Gato, disfrazados de bandidos, le tienden una emboscada y le roban.
   Después de morderle la pata al gato, escapa a una casa blanca, donde es recibido por una joven hada de cabello turquesa, que dice que está muerta, y esperando un coche fúnebre. Desafortunadamente, el Zorro y el Gato atrapan a Pinocho, lo cuelgan de un árbol, y se van después de cansarse de esperar a que se asfixie.

     El Hada hace rescatar a Pinocho, y llama a tres médicos para que lo evalúen: el Búho dice que está vivo, el Cuervo dice que está muerto, y el Fantasma del Grillo Parlante, dice que está bien, pero que ha sido desobediente y lastimó a su padre. El Hada le administra medicina a Pinocho, que toma cuando varios conejos del Enterrador, aparecen para recoger su cuerpo.
   Ahora recuperado, Pinocho le miente al Hada, cuando ella le pregunta qué pasó con las monedas de oro y le crece la nariz. El Hada explica que las mentiras de Pinocho están haciendo que le crezca la nariz, y llama a una bandada de pájaros carpinteros, para que la cincelen al tamaño adecuado. Luego, el Hada envía a buscar a Geppetto para que venga a vivir con ellos a la cabaña del bosque.

    Cuando Pinocho se dirige al encuentro de su padre, se encuentra una vez más con el Zorro y el Gato, quienes le recuerdan el Campo de los Milagros, y acepta ir con ellos y plantar su oro. Una vez allí, Pinocho entierra sus monedas, y deja esperar veinte minutos a que crezca; Durante este tiempo, el Zorro y el Gato desentierran las monedas y huyen.

    Una vez que Pinocho regresa, un loro se burla de él por haber caído en los trucos del Zorro y el Gato. Pinocho corre al juzgado de Catchfools, donde denuncia el robo de las monedas a un juez gorila.
   Aunque el alegato de Pinocho lo conmueve, el juez gorila lo condena a cuatro meses de prisión, por el delito de necedad. Afortunadamente, todos los criminales son liberados temprano cuando el Emperador de Catchfools, declara una celebración tras la victoria de su ejército sobre los enemigos de la ciudad.

Cuando Pinocho regresa al bosque, encuentra una enorme serpiente con una cola humeante, bloqueando el camino. Le pide a la serpiente que se mueva, pero ésta permanece completamente quieta, y supone que está muerta. Pinocho comienza a pasar por encima de ella, pero de repente se levanta y le silba, haciéndolo caer de cabeza. Golpeada por el miedo y la posición cómica de Pinocho, la serpiente se ríe tan fuerte que se le revienta una arteria y muere.

   Luego, Pinocho regresa a la casa del Hada en el bosque, donde se cuela en el patio de un granjero para robar algunas uvas. Queda atrapado en una trampa para comadrejas, y se encuentra con una luciérnaga, donde el granjero lo encuentra, y lo ata en su caseta para perros. Cuando Pinocho frustra a las comadrejas que roban pollos, el granjero lo libera como recompensa. Pinocho finalmente regresa a la cabaña, pero allí no encuentra nada más que una lápida, y cree que el Hada ha muerto.

     Una paloma amiga ve a Pinocho llorando la muerte del Hada, y se ofrece a llevarlo a la orilla del mar, donde Geppetto está construyendo un barco para buscar a Pinocho. Pinocho es arrastrado a la orilla, cuando intenta nadar hacia su padre, quien es tragado por El Terrible Cazón. Pinocho acepta que lo lleven en un delfín, hasta la isla más cercana, la Isla de las Abejas Busy.
    Al llegar a la isla, Pinocho se ofrece a llevar la jarra de una dama a casa, a cambio de comida y agua, y al llegar a su casa, reconoce a la dama como el Hada, que ahora tiene edad suficiente para ser su madre. Ella dice que actuará como su madre, y que él empezará a ir a la escuela. Ella insinúa que si le va bien en la escuela, y es bueno durante un año, se convertirá en un niño de verdad.

     Pinocho estudia mucho, y llega a ser el mejor de su clase, lo que pone celosos a los demás chicos. Engañan a Pinocho para que haga novillos, diciéndole que vieron un gran monstruo marino en la playa, el mismo que se tragó a Geppetto. Sin embargo, estaban mintiendo, y estalla una pelea, durante la cual, Pinocho es acusado de herir a otro niño.
   Se escapa, y en el camino, salva a un mastín que se está ahogando llamado Alidoro. A cambio, Alidoro salva a Pinocho del Pescador Verde, que se lo iba a comer. Después de conocer al Caracol que trabaja para el Hada, ella le da otra oportunidad.

    A Pinocho le va excelente en la escuela, y el Hada promete que será un niño de verdad al día siguiente, diciendo que debería invitar a todos sus amigos a una fiesta. Pinocho va a invitar a todos, pero se desvía cuando conoce a Candlewick, uno de sus amigos más cercanos, quien le dice que se dirige a un lugar llamado Toyland, donde los niños juegan todo el día, y nunca trabajan ni estudian. Pinocho lo acompaña, y se lo pasan genial durante los próximos cinco meses.

     Una mañana del quinto mes, Pinocho y Candlewick se despiertan con orejas de burro. Una marmota le dice a Pinocho que ha contraído fiebre del burro, mientras los niños que juegan y nunca estudian ni trabajan, se convierten en burros. Pronto, tanto Pinocho como Candlewick, se transforman por completo, y Pinocho es vendido a un circo donde lo entrenan para hacer trucos, hasta que se cae, y se torce la pierna, después de ver al Hada en uno de los palcos.
    Luego, el maestro de ceremonias vende a Pinocho a un hombre que quiere desollarlo, y usar su piel para hacer un tambor, y lo arroja al mar para ahogarlo. Pero cuando va a recuperar el cadáver, encuentra a Pinocho, quien le explica que el pez se comió toda la piel de burro, y que ahora vuelve a ser un títere.
    Pinocho vuelve a sumergirse en el agua, y nada mar adentro, donde aparece el Terrible Cazón, y se lo traga. Dentro del Cazón, Pinocho encuentra inesperadamente a Geppetto, y escapan con la ayuda de un atún grande, y buscan un nuevo lugar para vivir.

    Pinocho y Geppetto se encuentran con el Zorro y el Gato, que ahora están empobrecidos, y cojos y ciegos, respectivamente. Suplican comida y dinero, pero Pinocho los rechaza, y les dice que se han ganado su desgracia. Geppetto y Pinocho llegan a una pequeña casa, donde vive el grillo parlante. El Grillo Parlante dice que pueden quedarse, y revela que obtuvo su casa de una pequeña cabra con cabello turquesa. Pinocho consigue un trabajo para un granjero, y reconoce que su burro moribundo, es su amigo Candlewick.

    Después de largos meses de trabajar para el granjero, y apoyar al enfermo Geppetto, Pinocho va a la ciudad con los cuarenta centavos que ha ahorrado para comprarse un traje nuevo. Descubre que el Hada está enferma, y necesita dinero, y le da todo su dinero al Caracol que conoció en la Isla de las Abejas Busy.
   Esa noche, Pinocho sueña que lo visita el Hada, que lo besa. Cuando despierta, es un niño de verdad, con su cuerpo de marioneta tirado sin vida sobre una silla. El Hada también le ha dejado un traje nuevo, botas y una bolsa que contiene 40 monedas de oro. Geppetto también recupera la salud.

Personajes

Pinocho: una marioneta que adquiere sabiduría a través de una serie de desventuras que lo llevan a convertirse en un verdadero ser humano como recompensa por sus buenas acciones.

Geppetto: un tallador de madera anciano y empobrecido, creador y figura paterna de Pinocho. Lleva una peluca amarilla que parece papilla de harina de maíz (o polendina), por eso los niños del barrio y algunos adultos lo llaman "Polendina", lo que le molesta mucho. "Geppetto" es una forma sincopada de Giuseppetto, que a su vez es un diminutivo del nombre Giuseppe (en italiano, Joseph).

Candlewick, también conocido como, "Lucignolo": un delincuente juvenil tan alto y delgado, como una mecha. Es el mejor amigo de Pinocho, pero también le sirve de mala influencia. Su apodo se traduce como, "Lampwick" o, "Candlewick" debido a su físico desgarbado.

El Cochero (l'Omino): El dueño del País de los Juguetes, que lleva allí a niños traviesos, desobedientes y perezosos en su diligencia, tirada por veinticuatro burros con zapatos blancos en los cascos. Una vez que los niños que lo visitan se convierten en burros, los vende como mano de obra.

El Hada del Cabello Turquesa (la Fata dai capelli turchini): El espíritu del bosque, que rescata a Pinocho y lo adopta primero como su hermano y luego como su hijo.

El Terrible Cazón (Il terribile Pesce-cane): un pez de una milla de largo y cinco pisos de altura. Pescecane, aunque significa literalmente, "pez perro", generalmente significa, "tiburón" en italiano.

El Grillo Parlante (il Grillo Parlante): un grillo a quien Pinocho mata después de intentar darle un consejo y luego regresa como un fantasma para seguir aconsejándolo.

Mangiafuoco ("Tragafuegos," en inglés): el rico director del Gran Teatro de Marionetas, que tiene ojos rojos y una barba negra que llega hasta el suelo, con una boca, "tan ancha como un horno [con] dientes amarillos como colmillos". A pesar de su apariencia, Mangiafuoco no es malvado.

El Pescador Verde (il Pescatore verde): un ogro de piel verde de la isla de las abejas ocupadas que atrapa a Pinocho en su red de pesca e intenta comérselo.

El Zorro y el Gato (la Volpe e il Gatto): animales antropomórficos codiciosos que se hacen pasar por cojos y ciegos, respectivamente. A lo largo de la historia, desvían a Pinocho, le roban y, finalmente, intentan ahorcarlo.

Mastro Antonio: Un carpintero anciano, que encuentra el tronco que eventualmente se convierte en Pinocho, planea convertirlo en una pata de mesa hasta que grita, "Por favor, ten cuidado". !" Los niños llaman a Antonio, "Mastro Ciliegia (cereza)" por su nariz roja.

Harlequin (Arlecchino), Punch (Pulcinella) y Signora Rosaura: Harlequin, Punch y Signora Rosaura son marionetas en el teatro que abrazan a Pinocho como a su hermano.

El Posadero (l'Oste): un posadero que es engañado por el Zorro y el Gato y, sin saberlo, lleva a Pinocho a una emboscada.

El Halcón (il Falco): un halcón que ayuda al Hada del Cabello Turquesa a rescatar a Pinocho de la horca.

Medoro: un caniche que es el conductor de la diligencia tirado por ratones del Hada del pelo turquesa. Se le describe vestido con librea de la corte. Lleva un tricornio con encaje dorado sobre una peluca de rizos blancos hasta la cintura, un abrigo de terciopelo color chocolate con botones de diamantes y dos enormes bolsillos llenos de huesos, pantalones de terciopelo carmesí, medias de seda y pantuflas con hebillas plateadas.

El Búho (la Civetta) y el Cuervo (il Corvo): dos médicos famosos que diagnostican a Pinocho junto con el grillo parlante.

El Loro (il Pappagallo): un loro que le cuenta a Pinocho sobre los engaños del zorro y el gato y se burla de él por haber sido engañado por ellos.

El Juez (il Giudice): un viejo gorila que trabaja como juez de Catchfools.

La Serpiente (il Serpente): una serpiente grande con piel verde brillante, ojos ardientes y una cola puntiaguda y humeante.

El Granjero (il Contadino): un granjero anónimo cuyas gallinas están plagadas de ataques de comadrejas. Anteriormente tuvo un perro guardián llamado Melampo.

La Luciérnaga (la Lucciola): una luciérnaga que Pinocho encuentra en el campo de uvas del granjero.

La Paloma (il Colombo): una paloma que lleva a Pinocho a la orilla del mar.

El Delfín (il Delfino): un delfín que lleva a Pinocho a la isla de las abejas ocupadas y le informa sobre el terrible cazón.

El Caracol (la Lumaca) – Un caracol que trabaja para el Hada del Pelo Turquesa. Más tarde, Pinocho le da todo su dinero al Caracol en su próximo encuentro.

Alidoro, o "Golden Wings": El viejo mastín de un carabinero en la isla de las abejas ocupadas.

La Marmota (la Marmotta): un lirón que vive en la Tierra de los Juguetes e informa a Pinocho sobre la fiebre del burro.

The Ringmaster (il Direttore): el maestro de ceremonias anónimo de un circo que le compra a Pinocho al cochero.

El Maestro (il Compratore): un hombre que quiere convertir la piel de Pinocho en un tambor después de que el maestro de ceremonias le vendió a un Pinocho herido.

El Atún (il Tonno): un atún del tamaño de, "un caballo de dos años" que ha sido tragado por el tiburón terrible.

Giangio: el granjero que compra a Romeo como un burro y para quien Pinocho trabaja brevemente. En algunas versiones se le llama Farmer John.

Historia

    Las Aventuras de Pinocho, incorpora elementos similares a los de los cuentos de hadas, ya que se trata de una historia sobre un títere animado, y niños que se convierten en burros. La historia se desarrolla en la zona toscana de Italia, y presenta el idioma italiano salpicado de rasgos del dialecto florentino, como el nombre florentino del protagonista.

   De joven, Collodi ingresó al seminario. Sin embargo, la causa de la unificación italiana, o, il Risorgimento, usurpó su vocación, ya que adoptó el periodismo como un medio para apoyar al Risorgimento, en su lucha con el Imperio austríaco. En la década de 1850, Collodi comenzó a publicar una variedad de libros de ficción, y no ficción.
    Una vez tradujo tan bien, algunos cuentos de hadas franceses, que le preguntaron si le gustaría escribir algunos propios. En 1848, Collodi comenzó a publicar, Il Lampione, un periódico de sátira política. Con la fundación del Reino de Italia, en 1861, Collodi cesó sus actividades periodísticas y militaristas, y comenzó a escribir libros para niños.

   Collodi escribió varios cuentos infantiles didácticos, para la Italia recientemente unificada, incluido, Viaggio per l'Italia di Giannettino o, "El Viaje del Pequeño Johnny por Italia"; 1876, una serie sobre un niño rebelde, que sufre experiencias humillantes mientras viaja por el país, y Minuzzolo (1878).
   En 1881, Collodi envió un breve episodio sobre la vida de una marioneta de madera a un amigo, que editaba un periódico en Roma, preguntándose si el editor estaría interesado en publicar ésta, "pequeña tontería" en su sección infantil. El editor lo hizo, y a los niños les encantó.

   Las Aventuras de Pinocho, se publicaron originalmente en forma serial en el, Giornale Per i Bambini, una de las primeras revistas semanales italianas para niños, a partir del 7 de julio de 1881. En la versión original serializada, Pinocho sufre una muerte espantosa: ahorcado por sus innumerables fallas, al final del capítulo 15.
A petición de su editor, Collodi añadió los capítulos 16 a 36, en los que el Hada del Cabello Turquesa, rescata a Pinocho, y finalmente lo transforma en un niño de verdad, cuando adquiere una comprensión más profunda de sí mismo, haciendo que la historia sea más adecuada para los niños.
En la segunda mitad del libro, la figura materna del Hada de pelo azul, es el personaje dominante, frente a la figura paterna de Geppetto, en la primera parte. En febrero de 1883, la historia se publicó en un solo libro con gran éxito.

  La literatura infantil era una idea nueva en la época de Collodi, una innovación en el siglo XIX. Por tanto, en contenido y estilo era nuevo y moderno, abriendo el camino a muchos escritores del siglo siguiente.

Popularidad Internacional

   Las Aventuras de Pinocho, es el tercer libro más traducido del mundo (240-260 idiomas), y fue la primera obra de literatura infantil italiana, en alcanzar fama internacional. El libro ha tenido un gran impacto en la cultura mundial, y recibió críticas entusiastas en todo el mundo.

   El personaje principal, es un ícono cultural, y uno de los personajes más reinventados de la literatura infantil. La popularidad de la historia, se vio reforzada por el poderoso filósofo y crítico, Benedetto Croce, quien admiraba mucho el cuento, y lo consideraba una de las mejores obras de la literatura italiana.

    Carlo Collodi, que murió en 1890, fue respetado durante su vida como un talentoso escritor, y comentarista social, y su fama siguió creciendo, cuando, Pinocho, fue traducido por primera vez al inglés, por Mary Alice Murray, en 1892, cuya traducción se añadió al muy leído, Everyman's Biblioteca, en 1911.

   Otras traducciones al inglés de gran prestigio, incluyen la traducción de 1926, de Carol Della Chiesa, y la edición bilingüe de 1986, de Nicolas J. Perella.
  La primera aparición del libro en los Estados Unidos, fue en 1898, con la publicación de la primera edición estadounidense, en 1901, traducida e ilustrada por Walter S. Cramp, y Charles Copeland.
  A partir de ese momento, la historia fue uno de los libros infantiles más famosos de Estados Unidos, y un paso importante para muchos ilustradores.

Junto con las del Reino Unido, las ediciones americanas contribuyeron a la popularidad de, Pinocho, en países culturalmente más alejados de Italia, como Islandia y los países asiáticos. En 1905, Otto Julius Bierbaum publicó una nueva versión del libro en Alemania, titulada, Zapfelkerns Abenteuer, o, Las Aventuras del Piñón, y la primera edición francesa se publicó en 1902.

   Entre 1911 y 1945, se hicieron traducciones a todos los idiomas europeos, lenguas de Asia, y varias lenguas de África y Oceanía. En 1936, el escritor soviético, Aleksey Nikolayevich Tolstoi, publicó una versión reelaborada de, Pinocho, titulada, La Llave de Oro o Las Aventuras de Buratino, originalmente un personaje de la, commedia dell'arte, que se convirtió en uno de los personajes más populares de la literatura infantil rusa.

   La primera adaptación teatral, se estrenó en 1899, escrita por Gattesco Gatteschi, y Enrico Guidotti, y dirigida por Luigi Rasi. Además, Pinocho, fue adoptado como pionero del cine: en 1911, Giulio Antamoro lo presentó en una película muda, coloreada a mano de 45 minutos protagonizada por Polidor,
   Una versión casi completa de la película, fue restaurada en la década de 1990. En 1932, Noburō Ōfuji dirigió una película japonesa con una técnica experimental utilizando títeres animados, mientras que en la década de 1930, en Italia, se intentó producir un largometraje de dibujos animados del mismo título. La versión de Walt Disney, de 1940, fue un logro innovador en el área de la animación de efectos, dando movimiento realista a vehículos, maquinaria, y elementos naturales como lluvia, relámpagos, humo, sombras, y agua.

Análisis Literario

   Antes de escribir Pinocho, Collodi escribió varios cuentos infantiles didácticos, para la Italia recientemente unificada, incluida una serie sobre un niño rebelde que sufre experiencias humillantes, mientras viaja por el país, titulada, Viaggio Per l'Italia di Giannettino o, "El viaje del pequeño Johnny por Italia". A lo largo de Pinocho, Collodi reprende a Pinocho por su falta de fibra moral, y su persistente rechazo a la responsabilidad, y el deseo de diversión.

   La estructura de la historia de Pinocho, sigue la de los cuentos populares de campesinos que se aventuran en el mundo pero, ingenuamente, no están preparados para lo que encuentran, y se meten en situaciones ridículas.
   En el momento en que se escribió el libro, éste era un problema grave, surgido en parte de la industrialización de Italia, que condujo a una creciente necesidad de mano de obra confiable en las ciudades; El problema se vio exacerbado por demandas similares, más o menos simultáneas, de mano de obra en la industrialización de otros países. Un efecto importante fue la emigración de gran parte del campesinado italiano a ciudades y países extranjeros, a menudo tan lejanos como América del Sur y del Norte.

Algunos analistas literarios, han descrito a Pinocho como un héroe épico. Según Thomas J. Morrissey y Richard Wunderlich, en, Death and Rebirth in Pinocchio (1983), "tales acontecimientos mitológicos probablemente imitan el ciclo anual de nacimiento, muerte y renacimiento vegetativo, y a menudo sirven como paradigmas para las frecuentes muertes y renacimientos simbólicos, que se encuentran en la literatura. Dos de estas representaciones simbólicas son las más destacadas: el resurgimiento de un viaje al infierno, y el renacimiento a través de la metamorfosis.
   Los viajes al inframundo, son una característica común de las epopeyas literarias occidentales: Gilgamesh, Odiseo, Eneas, y Dante, se benefician del conocimiento y el poder que adquieren, después de tales descensos. El renacimiento a través de la metamorfosis, por otro lado, es un motivo generalmente consignado a la literatura fantástica o especulativa
[...] Estas dos manifestaciones figurativas del tropo, muerte-renacimiento, rara vez se combinan; sin embargo, la gran epopeya fantástica de Carlo Collodi,
   Las Aventuras de Pinocho, es una obra en la que un héroe experimenta una muerte y un renacimiento simbólicos, a través de un descenso infernal, y una metamorfosis. Pinocho es verdaderamente un héroe de fantasía de proporciones épicas
[...] Debajo de la textura de fantasía cómica del libro, pero no muy lejos, se encuentra un viaje simbólico al inframundo, del cual Pinocho emerge completo."

   Los principales imperativos que se le exigen a Pinocho, son trabajar, ser bueno, y estudiar. Y al final, la voluntad de Pinocho de mantener a su padre, y dedicarse a estas cosas, lo transforma en un niño real con comodidades modernas. "como héroe de lo que es, en el sentido clásico, una comedia, Pinocho está protegido de la catástrofe final, aunque sufre bastantes calamidades moderadas. Collodi nunca deja que el lector olvide que el desastre es siempre una posibilidad; de hecho, eso es justo lo que los mentores de Pinocho, Geppetto, el grillo parlante, y el Hada, le dicen repetidamente.

    Aunque son parte de una comedia, Las Aventuras de Pinocho, no siempre son divertidas. De hecho, a veces son siniestras. El mundo ficticio del libro, no excluye las lesiones, el dolor, o incluso la muerte, están estilizados, pero no ausentes. [...] Los adapta, utilizando el motivo arquetípico de nacimiento-muerte-renacimiento, como medio para estructurar el crecimiento de su héroe hasta una niñez responsable. Una parte del crecimiento del títere, se expresa en términos de su renacimiento metamórfico, como un ser humano de carne y hueso.

Pinocho

de Carlo Corrodi

    Aquella mañana en el taller de maese Cereza, el carpintero, observaba a una mesa que le faltaba una pata, y pensó, “¡Vaya! Aún le falta una pata. Buscaré un trozo de madera para terminarla.” No tardó en encontrar lo que buscaba, y cargando un tronco cortado, pensó, “¡Éste es perfecto!” Enseguida puso manos a la obra, pensando, “Pronto le daré la forma de la pata que esta mesa requiere.”

   Entonces algo sorprendente y maravilloso ocurrió. Al golpear el cincel con el martillo para cortar la madera, se escuchó un, “¡Aaaay!” El hombre exclamó, “¡Recórcholis! ¿Quién se ha quejado?” Como no hubiera nadie, decidió continuar su tarea, pensando, “¡Vaya! ¡Debe haber sido mi imaginación!” Y cuando iba a asestar e1 segundo golpe al tronco de madera, éste suplicó, “¡No! ¡No me lastimes! ¡Ten piedad!” Como no podía aceptar que un pedazo de madera hablara, el buen maese Cereza creyó que era una cosa diabólica, y salió despavorido, gritando, “¡Aaaaah!”
    Ya en la calle, no se dio cuenta de que hablaba solo. “¡Fue la manera! ¡Sí! ¡Habla! ¡Yo mismo la oí!” Tras una pausa, maese Cereza se dijo a si mismo, “¿Me estaré volviendo loco? ¿O será una jugarreta del demonio?” Su colega Geppetto, al verlo en aquel estado se preocupó, y le dijo, “¿Le ocurre algo, amigo mío? Está usted pálido y desencajado.” Maese Cereza le dijo, “¡Oh, no es nada, Geppetto! Sólo trataba de recordar qué debo comprar hoy para la cena.” Geppetto dijo, “¡Me alegro de que todo esté en orden!”
   Geppetto agregó, “Precisamente me dirigía a su taller, maese Cereza, pues quiero construir un muñeco de madera, y pensé que usted podría venderme un poco…” Maese Cereza lo interrumpió y le dijo, “¿Madera? ¡No sólo voy a vendérsela, colega! ¡Venga, venga!” Cuando llegaron al taller, maese Cereza dijo, “¿Le gusta este hermoso pedazo de cedro que hay sobre la mesa? Pues, ¡Se lo regalaré! ¡Puede llevárselo ahora mismo! Y espero que sea suficiente para construir su muñeco.”
    Geppetto dijo, lleno de alegría, “¡Es usted muy amable, maese Cereza! ¡Es un trozo magnífico! ¡Enseguida me pondré a trabajar!” Cuando Geppetto se lo llevó, y se retiró, maese Cereza pensó, “¡Menos mal que pude deshacerme de esa cosa endemoniada! ¡Ah! ¡Madera que habla! ¡No hubiera soportado tenerla ni un minuto más en mi taller!”
   Geppetto entretanto era un hombre feliz, pensando mientras cargaba el pedazo de madera, “¡No estaré solo nunca más! ¡Me construiré un hermoso muñeco para que me haga compañía!” Poco a poco, la madera fue tomando la forma que Geppetto quería. Y cuando le pintó los ojos, Geppetto exclamó, “¡Caramba! ¡Se mueven como si tuviera vida!” Le dibujó una bonita boca, y entonces, el muñeco de madera comenzó a reír a saludar. “¡Ji, Ji, Ji! ¡Ja, Ja, Ja! ¡Hola, hola, papá!”
   Geppetto exclamó, “¡Santo cielo! Aún no terminó de construirlo, y ya puede hablar.” Entonces el muñeco dijo, “¡Cuando tenga manos y pies, podré jugar, correr, bailar, y hasta tirar del florete!” Geppetto le dijo, “¡Pronto tendrás todo eso, hijo mío! Yo seré tu papá, y juntos viajaremos por el mundo, sin separarnos jamás.” Pero en cuanto tuvo piernas el muñeco, propinó al buen Geppetto, un tremendo puntapié en la nariz. Geppetto exclamó, “¡Ay! ¿Porqué has pegado a tu padre? ¡Ah, comienzo a pensar que no eres de buena madera!” El muñeco solo rió, “¡Ji, Ji, Ji!”
     Pero Geppetto se armó de paciencia, y le dijo, “Los niños no deben burlarse de las personas mayores, y menos aún pegarles, o desobedecerlas, ¿Entiendes?” Por toda respuesta, el muñeco sacó una enorme lengua a su progenitor. Geppetto fue por más madera para seguir trabajando, y dijo, “Veo que no eres el compañerito dulce y tierno que soñé, pero he comenzado a crearte, y terminaré mi obra, aunque temo que vas a provocarme mil y un dolores de cabeza.”
    Geppetto comenzó a tallar una madera, y dijo, “Tu nariz será grande y hermosa, pues se dice que los hombres de nariz larga, tienen buena suerte en la vida.” Hay que admitir que aún con buena intención, Geppetto exageró un poco. Al ver la nariz del muñeco tan grande, dijo, “¡Oh, no te preocupes si la ves ahora demasiado larga, hijo mío. Con el tiempo, me lo agradecerás.” Acto seguido, le puso nombre, y le enseñó a caminar. “Te llamarás Pinocho, como un afortunado amigo mío.”  
    Pinocho habló y dijo, “¿Es rico y poderoso ese amigo tuyo, papá Geppetto?” Geppetto dijo, “Bueno…en realidad tuvo épocas buenas. Aunque ahora es un pobre viejecito que pide limosna. Entonces, por primera vez, Pinocho se enfrentó a su padre, y le dijo, “¡Vaya! ¡Y ese es un hombre afortunado! ¡Me haces una nariz espantosa, y me das el nombre de un pordiosero! ¡No parece que pueda esperar cosas buenas de ti!”
   Geppetto le dijo, “No debe hablarme así, mi pequeño. Te he construido con todo mi amor, y sólo te pido un poco de cariño y compañía a cambio… ¡Te enviaré a la escuela y haré de ti un hombre de provecho!”  Pinocho dijo, “¿A la escuela? ¡Yo no soy un niño! ¡Soy un muñeco! No necesito ir a la escuela. Además…nunca sería un hombre…y, ¡Menos aún de provecho! ¡Pues eso debe ser muy aburrido!”  Pinocho dijo, “Eres un viejecito loco! y no tengo por qué pasarme la vida aburriéndome a tu lado, cuando hay tantos países maravillosos que visitar, dulces que comer, y riquezas que ganar.”
    Pinocho salió corriendo, y dijo, “Así que iría a correr mundo! ¡Abur, papá!” Geppetto le dijo, “¡No Pinocho, espera! ¡No te vayas! ¡Regresa!” Geppetto salió a la calle gritando, “¡Agárrenlo! ¡Agárrenlo por Dios, que se me escapa!” Un guardia se plantó ante el huidizo muñeco, y le dijo, “¡Alto! ¡De aquí no pasarás!” Pinocho trató de pasar por entre las piernas del guardia, pero éste lo pescó. El guardia le dijo, “No te me escaparás!” El guardia lo cargó y yendo hacia Geppetto le dijo, “Aquí tiene usted a su hijo, carpintero.” Geppetto dijo, “¡Ah, ya le ajustaré cuentas por tantas diabluras, como ha sabido hacer en solo unas horas!”
    Entonces, una mujer que habia visto todo, se acercó al guardia, y le dijo, “No debiera usted dejar a ese pequeño en manos de Geppetto, señor guardia. ¡Cuando el niño ha huido de él, por algo será!” Otra mujer se acercó y le dijo, “¡Seguramente maltrata al pobre chico! Y ahora cuando vuelva a casa, lo matará a palos.” El guardia reflexionó, y dijo a Pinocho, “Tienen razón éstas damas, muchacho. ¡Te dejaré en libertad!”
   Luego, el guardia tomó a Geppetto del brazo, y le dijo, “En cuanto a ti, ¡Mal padre! ¡Irás a la cárcel, donde no podrás maltratar más niños desvalidos!” Geppetto dijo, “¡P˗Pero s˗señor!” Fue así como el pobre Geppetto, fue llevado a prisión, mientras su ingrato hijo de madera, quedaba libre para cometer más diabluras. Pinocho pensó, “¡Vaya! Pues creo que tenía razón ese tonto carpintero, respecto a que el nombre que me puso da suerte. Aunque en lo que se refiere al de él, más le valdría cambiárselo por otro que no fuera tan de mal agüero. ¡Je, Je!”
   Pasaron algunas horas, y Pinocho comenzó a sentir un extraño cosquilleo en sus tripas de madera, y exclamó, “¡Ay! ¡Creo que esto es lo que suelen llamar hambre!” Buscó inútilmente algo que comer, pensando, “¡Ah! ¡Me conformaría con un buen filete papas asadas y un pedazo de pastel en realidad no exijo mucho!” Algunas horas después, Pinocho se sentó y pensó, “¡Ay! En realidad…creo que con las papas y el pastel sería suficiente. ¡Yo no soy un muchacho melindroso!”
   Ya entrada la noche, Pinocho pensó “¡Ay! Ni siquiera el pastel pediría, solo las papas…aunque estuvieran crudas. ¡Yo solo soy un hambriento y desvalido muñequito! ¡Sniff ¡” Pero en ese momento, se abrió la puerta y entró Geppetto. Pinocho exclamó “¡Papá! ¡Has vuelto justo a tiempo!” Enseguida, Pinocho se acercó y le dijo, “Tú me hiciste, y tú debes darme de comer. ¡Mi barriguita está completamente vacía!” Geppetto mostró tres peras, y dijo, “Eso es lo único que puedo darte para la cena, hijo mío.” Pinocho exclamó “¡Oh, en realidad no es mucho!”
   Pinocho entonces señaló despectivamente las peras, diciendo, “¿Y pretendes que me las coma así, con todo y cáscara?” Pinocho se puso estricto, y dijo, “¡Si no las pelas, no las podré masticar!” Y el pobre carpintero, haciendo gala de ejemplar paciencia, se puso a quitarle la cáscara a las peras, diciendo, “No debería ser tan melindroso, hijo mío. Es mejor acostumbrarse a comer de todo. ¡Pues nunca se sabe lo que pueda pasar!”
   Pinocho comía, “¡Crunch! ¡Crunch!” El muñeco devoró la fruta en un santiamén, y cuando terminó, exclamó, “¡Ay papá! ¡Sigo teniendo hambre!” Geppetto le dijo, “¡Pues ya no hay más que comer, hijo mío!” Entonces Pinocho robó con una cascarita, y dijo, “Mmmm, pues realmente no está mal.” Pronto devoró también las cascaritas que antes despreciára, y dijo, “¡Ahora sí estoy satisfecho!” Entonces, Pinocho se acercó a la chimenea, y dijo, “Ahora dormiré cerca del fuego.”
    Tan profundo era su sueño que no advirtió que sus pies de madera se quemaban. Y a la mañana siguiente, Pinocho despertó a Geppeto, gritando, “¡Papá, papacito, ayúdameeee! ¡No puedo caminar!” Geppetto despertó y exclamó “¿Eh?” Pinocho lloraba desconsoladamente. “¡Bu buuu! ¡Mis pies se han chamuscado, ya no podré caminar!” Geppetto le dijo, “Yo podría tallar otros piececitos de madera para ti, hijo mío, pero…¿Quién me asegura que una vez con ellos, no echarás de nuevo a correr como ayer y me abandonarás?”
   Pinocho se arrodilló, y suplicó, “¡Oh, papá! ¡Seré un niño bueno, nunca más me apartaré de ti! ¡Iré a la escuela! Y cuando sea mayor, me convertiré el sostén de tu vejez ¡Haré lo que quieras…pero constrúyeme otros pies!” Geppetto dijo, “¡Está bien querido! ¡Lo haré!” Poco a poco, un pedazo de madera fue adquiriendo forma de pie. Y en sólo dos horas, estaban listos los dos nuevos pies de Pinocho. Cuando los tuvo puestos, Pinocho brincó y gritó de contento. “¡Hurrra! ¡Yiiija! ¡Ya puedo andar y correr otra vez!”  
   Había llegado la hora de cumplir sus promesas. Entonces Geppetto dijo, “Bueno querido, tu primera caminata con los nuevos pies será en dirección a la escuela.” Pinocho dijo, “Pero…¡Necesitaré un libro para aprender el ABC!” Geppetto le dijo, “Pues, ¡Por eso no te preocupes!” Ni tardo ni perezoso, Geppetto salió a la calle para buscar el famoso libro. Poco después regresó, sin abrigo, sombrero, ni corbata, pero con lo que necesitaba su hijo.
   Geppetto entró a su casa, y con un libro en mano, dijo, “¡Aquí está! ¡Ahora podrás ir a la escuela y aprenderás a leer!” Pinocho tomó el libro, y dijo, “Pero papá…¿Dónde has dejado el abrigo, la bufanda, y el sombrero? Hace mucho frío para andar así por la calle.” Geppetto le dijo, “Pues, ¡Los vendí! ¡Era la única manera de adquirir dinero para comprar tu libro!” El muñeco, enternecido por tan bello gesto, cubrió de lágrimas y besos a su bondadoso padre.
“Eres la persona más buena del mundo. ¡Yo seré un hijo ejemplar, ya lo verás! ¡Mua mua!” Enseguida, Pinocho decidió demostrar sus buenos propósitos. Se vistió para ir a la escuela, y antes de partir, dijo, “¡Seré el alumno más aplicado! ¡Hasta pronto papá!” Geppetto le dijo, “¡Cuídate mucho, hijo mío!” Antes de llegar a la escuela, tenía que pasar por un parque público, y allí de pronto escuchó unas vocecillas que lo llamaban por su nombre. “¡Miren, allá va! ¡Nuestro hermanito Pinocho!” “¡Eh, Pinocho! ¡Ven a saludarnos!”
    Descubrió que se trataba de un teatrito de títeres. Una de las marionetas dijo, “¡Somos como tú, Pinocho, de madera” “¡Aproxímate hermano!” Pinocho subió al pequeño escenario, y sus nuevos amigos lo abrazaron. La niña marioneta le dijo, “¡Qué alegría encontrar a alguien como nosotros que anda suelto por el mundo!” Pero como los abrazos y la charla se prolongaban, el público comenzó a impacientarse. “¡Eh muñecos! ¡Que continúe en la función!” “¡Queremos que nos hagan reír! ¡Vamos!”
    Entonces, tras las cortinas del pequeño escenario, apareció la terrible cabeza del titiritero, a quien llamaban como, El Fuego, y no precisamente por su dulce manera de ser. El hombre exclamó, “¿Quién diablos se ha atrevido así a interrumpir el trabajo de mis muñecos?” El hombre miró a Pinocho y dijo, “¡Ah! ¡Eres tú el intruso, ridículo muñeco de madera!” Enseguida el hombre tomó a Pinocho por los hombros, y levantándolo, dijo, “¡Te daré un empleo mejor!”
  El hombre acercó a Pinocho a un asado que se estaba cocinando a fuego lento, y dijo, “¡Je, Je, Je! Eres de madera y servirás para aumentar el fuego con que voy a pasar mi cena!” Pinocho suplicó, “¡Oh no! ¡Suélteme señor! ¡Se lo suplico! ¡No volveré a distraer a sus marionetas!” Polichinela, una de las marionetas, abogó por la suerte del desdichado Pinocho, “¡Por favor señor Comefuego, no queme a nuestro nuevo amigo! ¡Él vino solo porque nosotros lo llamamos, no tiene culpa de nada!”
   Pero también, Polichinela fue atrapada por el feroz titiritero, quien le dijo, “¡Ja! ¡Tú también me servirás para atizar la lumbre, por entrometida!” Al ver a su amiga en apuros, Pinocho suplicó a lágrima viva, “¡No lance al fuego a Polichinela, señor Comefuego! Mejor disponga de mí. La madera de que estoy construido es de la más alta calidad. ¡Seré suficiente para asar su cordero!”
   El heroísmo de nuestro amigo, ablandó al titiritero, quien dijo, “¡Vaya! En realidad tu padre debe estar orgulloso de ti, muchacho. Pues eres capaz de ofrecer tu vida por salvar la de otro. Me conformaré con que el cordero esté a medio asar.” Luego, el hombre dijo al títere, “¡Tú, Polichinela, vuelve al escenario.” Luego dijo a Pinocho, “Y tu muchachito narizón, regresa a tu casa, y no vuelvas por aquí. Di a tu papá y a tu mamá que pueden estar contentos de tener un hijo tan valeroso como tú.”
    Pinocho dijo, “Se lo diré a mi papá Geppetto, porque mi madre ni siquiera la conozco, señor.” Por segunda vez, el muñeco logró conmover al ogro. Y tomando unas monedas, se las dio a Pinocho, diciendo, “¡Vaya! ¡Pobrecito de ti, huérfano de madre a tan temprana edad! Toma estas cinco monedas de oro, y dáselas a tu padre de mi parte. Con ellas podrá pagarte una buena educación.”
     Pinocho dijo, “¡Oh, gracias, señor Comefuego!” Feliz con su tesoro, se despidió de sus nuevos amigos. Polichinela dijo, “¡Adiós, Pinocho vuelve con tu papá y no lo abandones más!” Pinocho caminó a su casa, e iba haciendo planes fantásticos, pensando, “Con estas cinco monedas compraré un nuevo gabán a mi papá.” De pronto se encontró con una zorra coja que caminaba apoyándose en un gato ciego, quien a su vez era guiado por la zorra. La zorra dijo, “¡Hola Pinocho! ¿A dónde vas tan apurado?”
   Pinocho se asombró, y dijo, “¿Cómo es que ustedes me conocen?” La zorra dijo, “Conocemos a tu padre, Geppetto, que se pasa la vida en la puerta de su casa esperando que regreses a vivir con él, y seas un buen niño.” Pinocho dijo, “¡Pues no esperaré más! Iré enseguida a su lado.” Imprudentemente pinocho les mostró las monedas, y dijo, “¡Con este dinero que acabo de recibir, le haré a mi papá Geppetto, un buen regalo!” La zorra se acercó para verlas mejor, y dijo, “¡Son de oro puro!”
     El gato que era ciego, pero habia escuchado, dijo, “Déjame tocarlas, muchacho. ¡Hace mucho que mis patitas no sienten el roce del oro!” Después de un tiempo, Pinocho dijo, “¡Ya está bien! Te he permitido tocarlas, gato, y a ti contemplarlas, zorra. Ahora iré a comprar un nuevo abrigo para mi padre.” La zorra dijo, “Si eso es lo que quieres, está bien. ¡A nosotros poco nos importa! Pero…si fueras más listo, podrías hacer que estas cinco piezas doradas se convirtieran en cinco mil.” Pinocho dijo, lleno de asombro, “¿Cinco mil? ¡Caramba eso es toda una fortuna!” Enseguida Pinocho les preguntó, “¿Cómo podría hacer eso zorrita? ¡Dímelo! Y te recompensaré si me hago rico.”
    La zorra dijo, “¡Bueno! En realidad todo el mundo sabe que en el campo de los milagros, si siembras una moneda de oro, y si te vas tranquilamente a dormir, cuando vuelves a retoñado, y de ella nacen muchas, muchas más.” Pinocho preguntó, “¿Y dónde está ese campo de los milagros? ¡Decídmelo por favor!” La zorra dijo, “Bueno…si tienes tanto interés, nosotros podremos llevarte.” El gato ciego dijo, “¡Ven con nosotros niñito de madera, y llegarás al lugar donde todos los sueños se cumplen!”
    Fue así como Pinocho olvidó en un momento sus buenas intenciones de retornar a casa, se marchó al país de las ilusiones, con la zorra coja y el gato ciego. Al anochecer habían caminado tanto que desfallecían de cansancio y de hambre.  Al llegar a una posada, la zorra dijo, “Aquí podremos hallar algo de comida, y una buena cama.”
     Aquellos dos vagabundos comieron opíparamente, mientras que Pinocho desganado por tantas emociones, solo pidió una nuez, y ni aun ésta se sentía con deseos de deglutir. Poco después, todos dormían como lirones en la misma habitación. A la mañana siguiente, Pinocho despertó diciendo, “¡Aaaah! ¡Creo que ya ha salido el Sol!” Pinocho advirtió con estupor que sus dos compañeros de viaje habían desaparecido. Pinocho exclamó, “¡Cómo, se han ido sin mí!”
    Interrogó al mesonero, “Perdone señor…¿Le dijeron la zorra coja y el gato ciego hacia dónde se dirigían?” El mesonero le dijo, “Lo único que me dijeron fue que tú pagarías la cuenta, muchacho.” Pinocho tuvo que pagar con una de sus monedas de oro, el banquete que aquellos truhánes se habían dado la noche anterior, a sus expensas. Partió decidido a hallar por sí mismo el campo de los milagros, pero antes de cruzar el bosque, se encontró con un grillo parlante, quien le previno, “Ten cuidado muchacho, porque en este lugar varios inocentes como tú han sido asaltados por asesinos.”
   Pinocho se asustó, y dijo, “¿A˗asesinos? ¡Gulp!” Sin embargo, Pinocho ignoró la prevención, y continuó su camino, diciendo, “¡Bah! ¡Yo no tengo miedo de nadie, y menos de unos vulgares asesinos!” Ya en el bosque, se cumplió la predicción del grillo, pues dos enmascarados le salieron al camino, y uno de ellos cargando un cuchillo. “¡Alto muchacho!” “¡La bolsa o la vida!” Pero Pinocho les dijo tranquilamente, “Se equivocan conmigo señores asesinos. Realmente no tengo nada que darles. Soy un pobre muñeco sin fortuna.”
    Uno de los encapuchados, lo tomó por la espalda, y dijo, “¡Mientes! ¡Sabemos que tienes aún cuatro monedas de oro!”  El otro encapuchado dijo, “¡Deben estar alguno de tus bolsillos!” Pero Pinocho, que había reconocido en los dos asaltantes a sus antiguos compañeros de viaje, se defendió rudamente, y mordiendo a uno de sus atacantes, dijo, “¡No las tocarás, Gato Ladrón!” El Gato Ciego se quitó la máscara y comenzó a llorar, “¡Buuuuu buuuu, me ha mordido mi patita!”
    La zorra tambien se quitó la máscara y dijo, “¡Calla y ayúdame a atrapar este muñeco! ¡Pensaba robarle tan solo; pero será mejor matarlo también!” Pinocho corrió desesperadamente para salvar no sólo las monedas, sino la vida. Hasta que llegó ante la puerta enorme de un gran palacio azul. Pinocho comenzó a tocar y gritar, “¡Ábran, ábran por favor! ¡Me persiguen dos asesinos!” Un parsimonioso caracol se asomó por la ventana, y dijo, “¡Ya voy! ¡Ya voy muchacho! ¡Ten un poco de paciencia! No tardaré ni dos horas en abrir.”
   Pinocho exclamó, “¿Dos horas? ¡Para entonces…¡Gulp!...ya estaré…m˗muerto!” Pinocho pensó que echándose las monedas a la boca, tal vez podría resguardarlas de la codicia de sus perseguidores. Y antes de engullirlas, Pinocho dijo, “¡No me harán abrir la boca, así me torturen de mil maneras!” Pronto los asaltantes llegaron y comenzaron a zarandearlo. El gato dijo, “¿Dónde tienes el oro?” La zorra dijo, “¡Te obligaremos a hablar!” La zorra quería estrangularlo, y fue entonces que el gato sospechó la verdad, y exclamó, “¡Si se esfuerza por no abrir la boca, es que allí las tiene!”
    Pinocho balbuceó, “¡Mmffdmnf!” El zorro la retorció fuertemente la nariz y Pinocho escupió las monedas, exclamando, “¡Aaaayyy!” El zorro exclamó, “¡Magnífico, ahora son nuestras!” Una vez que la zorra tuvo las monedas. Dijo, “¡Vámonos de aquí! ¡Ya somos ricos!” Pero el gato ciego dijo, “¡Dijiste que lo mataríamos porque mordió mi patita!” Pero un enorme halcón llegó en aquel momento. La zorra gritó, “¡Corre gatito corre!” El gato corrió, gritando, “¡Esperameee!”
   El ave de presa tomó al pobre Pinocho por la camisa, y lo elevó, Pinocho dijo, “¡Oh no, por favor, no me hagas daño!” El muñeco se vio llevado por los aires. Pinocho exclamó, “¡Ay Madre Santísima!” Y fue hasta entonces que el parsimonióso caracol, abrió en la puerta del castillo, diciendo, “¡Vaya, vaya! ¡Ese muchachito tenía mucha prisa! ¡Y me hizo bajar la escalera inútilmente! ¡La próxima vez no seré yo quien atienda su llamado!”
   En una torre del mismo castillo azul, una ventanita se abrió, y una hermosa niña que tenía los cabellos del color de las paredes, llamó a alguien que volaba. Entonces la niña dijo, “¡Ven aquí amiguito querido! ¿Qué es lo que llevas en el pico? ¡Tráelo acá enseguida!” Se trataba precisamente del halcón, que entró con el pobre Pinocho desmayado y colgado de su enorme pico. La niña exclamó, “¡Pero sí es un gracioso muñequito!”
    Dócil como un perrito, el ave de rapiña dejó a Pinocho en brazos de la niña, que en realidad era un hada. La niña cargó a Pinocho en sus brazos y pensó “¡Oh, el pobre se ha desvanecido por el susto!” El halcón se marchó, y el hada se dispuso a atender a su pequeño huésped. Cuando Pinocho despertó, exclamó, “¡Oh!...¿D˗dónde estoy? ¿A˗acaso un muerto y he llegado al cielo?” El hada dijo, “Estás vivo y salvo, muñequito mío. Desde ahora, yo cuidaré de ti. Soy el hada azul, y protejo a los niños que no tiene mamá, ni papá.”
    Pinocho dijo, asombrado, “Mamá es verdad que no tengo, pero papá sí. Se llama Geppetto, y es tan bueno pero tan bueno, que vendió su abrigo, su gorro, y su bufanda, para enviarme a la escuela. Además, me dio tres peritas, quiero al único que tenía para comer.” El hada entonces, suspiró con tristeza, y dijo, “¡Ay Pinochito, siento decirte que ya no tienes papá…porque Geppetto murió!” Pinocho se alarmó, y dijo, “¡No puede ser! ¡Mi papá no puede estar muerto! ¡Lo dices para castigarme por haber sido mal niño y faltar a mis promesas! ¡Pero ya no lo haré más! ¡Seré el niño más bueno del mundo! ¡Dime qué me has engañado, y que mi papá pronto vendrá por mí!”
   El hada dijo, “No pinochito querido. Yo no miento nunca. Las hadas no mentimos. Tu papá Geppeto te buscaba por todas partes, y buscándote fue a la playa; preguntó por ti a un tiburón, y el tiburón se lo tragó. ¡Nadie jamás ha vuelto a verlo!” Pinocho abrazó a su hada, y comenzó a llorar, diciendo, “¡Buuuu Buuuu! ¡Mi querido mi adorado papá muerto por mi culpa! ¡Buu Juuuu! ¡Ahora estoy solo en el mundo! ¡Ya nadie me pedirá que sea niño bueno! ¡Ya nadie querrá enviarme a la escuela, ni venderá su abrigo por mí!¡Buu Juuuu!”
   El hada tomo su carita con sus manos, y dijo, “No estás solo, muñequito bonito. Me tienes a mí, que desde ahora seré tu mamá y velaré por ti.” El hada agregó, en tono de advertencia, “Pero a mí no podrás engañarme, Pinocho. Recuerda que soy hada, y todo lo sé. Desde ahora no debes decir mentiras, ni holgazanear. Porque si dices mentiras, tu nariz crecerá y crecerá, y si holgazaneas, te dejaré solo y no volverás a verme. En cambio, si eres bueno, vas a la escuela, y demuestras nobles y firmes sentimientos, te convertiré por arte de magia en un niño de verdad.”
   Pinocho abrió sus ojos y dijo, “¡En un niño! ¿Quieres decir que ya no sería un muñeco? ¿Que podré crecer ser un señor con bigote y todo?” El hada le dijo, “Eso ocurrirá solamente si me demuestras haberte reformado. ¡Anda! Desde este momento quiero notar el cambio. Aséate y múdate de ropa, pues te inscribiré en el colegio.”
     Al día siguiente comenzó Pinocho su nueva vida, pero ésta no resultaría muy fácil que digamos, pues los niños al ver que era un muñeco, se burlaban de él. Un niño se burlaba, diciendo, “¡Mira la nariz que tiene! ¡Ja Ja Ja!” Otro niño dijo, “¡Y sus piernitas parecen dos palillos! ¡Jo Jo Jo!”
   Hasta que Pinocho explotó y les dijo gritando, dando golpes, “¡Ninguno de ustedes va a ser burlándose de mí!” Un niño exclamó, “¡Aaaay! ¡Que codos tan duros que tiene!” El otro niño dijo, “¡Y qué mano!” Uno de los muchachos, el único que no se había reído de Pinocho, lo felicitó, dándole la mano, “¡Caray, camarada! Les hás dando una buena lección. Soy mecha y considérame desde ahora tu compañero incondicional.”
Por algunos meses, Pinocho fue un alumno atento y aplicado. Y una tarde, el hada le dijo, “Creo que ahora puedo confiar en ti, y cumpliré mi promesa. Desde mañana, en lugar de un muñeco de madera, serás un hermoso niño.” Pinocho nunca había sido tan feliz, y abrazando a el hada, le dijo, “¡Gracias hada querida! ¡Creceré y seré un buen hombre ya lo verás!”
  El hada le dijo, “Ahora ve a invitar a tus amiguitos para que vengan a festejarte, porque éste será tu último día como muñeco.” Pinocho salió a la calle muy contento, cantando, “¡La, la, larí, lará! ¡Qué feliz mi vida será! ¡La, la, larí, lará!” En un camino cercano al bosque, Pinocho encontró a su amigo Mecha, y le dijo, “¡Hola, vengo a invitarte a mi fiesta! ¡El hada nos dará tortas de miel, y café con leche! ¿Vendrás?” Mecha le dijo, “Lo siento, Pinocho no podré asistir a tu fiesta, porque me voy a vivir al país de los juguetes.”
    Pinocho dijo extrañado, “¡País de los juguetes?” Mecha dijo, “Sí, es un lugar donde todos los niños son felices, porque nunca van a la escuela, ni hacen nada que no les guste hacer. Solo juegan y juegan, y lo único que está prohibido, es que los adultos regañen o aconsejen a los pequeños.” Pinocho dijo, “¡Caramba! ¿Debe ser fabuloso vivir ahí!” Entonces Pinocho dijo, “¿Me llevarías contigo al país de los juguetes, Mecha?” Mecha le dijo, “¡Claro que sí, Pinocho!”
   Después de una pausa, Mecha dijo, “¡Oye, pero…¿No ibas a celebrar hoy la fiesta en el castillo de el hada?” Pinocho dijo, “Sí…ella me prometió que. desde mañana. me convertiría en un hermoso niñito, y se pondrá muy triste si me voy…” En ese momento llegó un carruaje, arrastrado por cuatro burritos. El conductor gritó, “¡Aaaahh! ¡Paren jumentos! ¡Que es a estos niños a quienes vengo a buscar!”
   Mecha subió de un salto, y el conductor dijo, “¿Y tu muchachito de madera? ¿No vienes también?” Después de titubear un poco, Pinocho se decidió, y dijo,  “¡Sí, iré con ustedes! ¡Y me dedicaré a jugar y haraganear toda mi vida! ¡Ja, Ja! El cochero dijo, “¡Je, Je, Je! ¡Jugar y a haraganear! ¡Sí!” Fue así como Pinocho abandonó una vez más el buen camino, para ir en busca de un lugar donde todo resultaría fácil y placentero, sin ponerse a pensar que todo aquel que rehúye al trabajo y el estudio, termina mal pero muy mal.
   Después de un largo viaje, llegaron a un país de los juguetes. ¡Y era un más alegre y lleno de niños retozones y traviesos, de los que Pinocho y Mecha se habían imaginado! Pinocho no volvió a pensar siquiera en el hada, ni en su pobre padre Geppeto, devorado por el tiburón.
   Desde el primer momento jugó con los demás chiquillos, y comió caramelos hasta hartarse. Pinocho dijo, “¡Qué vida tan hermosa llevamos, Mecha!” Mecha le dijo, “¿No te lo dije? ¡En este lugar todo el mundo es feliz!¡ Y tú qué ibas a dedicarte a perder el tiempo estudiando para complacer al hada!¡Je! ¡Ven! ¡Vamos a la casita de dulce a tomar un helado!”
  Pinocho dijo, “¡Sí, vamos! ¡Qué bueno que me salvaste de ese destino inútil!” Mientras degustaban su helado, Pinocho dijo, “¡Qué rico helado! ¿Eh Mecha?” En lugar de responderle con palabras, Mecha de pronto lanzó un tremendo rebuzno.
   “¡JAAAA˗YIIII˗JAAA!” Pinocho dijo aterrado, “¡Mecha! ¡Tus orejas!” ¡Sus orejas parecían las de un verdadero borrico! Mecha exclamó al tocarse sus orejas, “¡Oh” ¡Pronto Pinocho también rebuznaba, y sus orejas ay eran tan largas como las de cualquier pollino! Pinocho exclamó, “¡Nos estamos convirtiendo en burros!” Mecha rebuznó, “¡JAAAA˗YIIII˗JAAA!”
   En efecto, los dos amigos que se creían tan felices, habían tenido una triste y vergonzosa transformación, y a ello les había llevado la pereza y el egoísmo. Dos niños que pasaban por ahí, los vieron y uno de ellos dijo, “¡Miren, dos burros más! ¡Ese tiene una nariz larga y un gorro! ¡Aquel tiene el cabello rojo! ¡Ja, Ja, Ja! ¡Qué graciosos son!”
   Algunos días después, para colmo de males, el burro Pinocho fue vendido a un mercader de pieles, quien al tiempo lo llevó a un acantilado junto al mar. Las cosas empeoraban momento a momento, entonces el mercader dijo, “Lo siento borrico pero necesito que te ahogues para despellejarte y convertir tu piel en un hermoso abrigo que venderé a muy, pero muy buen precio en la ciudad.” La caída fue larga y angustiosa.
   Pinocho burro caía con una piedra amarrada al cuello con una cadena. Pinocho pensó, “Así terminan los niños que no quieren estudiar, y que abandonan a sus padres por seguir a tontos y perezosos amigos.” El chapuzón levantó una gran ola. Y una nube de peces, se dispuso a devorar al pobre burro. Cuando solo quedaba el esqueleto, apareció el auténtico Pinocho, con sus largas piernas de madera y su larga nariz.
  Uno de los peces pensó “¡Bah! ¡Ya no se puede uno confiar en lo que arrojan al mar! ¡Un muñeco dentro de lo que parecía un burro!” Y cuando el mercader de la piel jaló la cuerda, se llevó un gran chasco, y exclamó, “¡Mi burro! ¿Dónde está su hermosa piel que yo iba a convertir en abrigo?” Pinocho se puso a salvo de un salto, y echó a correr, diciendo, “¡Pues de mí no hará un abrigo, señor mercader!¡Abur!” Pero por burlarse, no miro donde pisaba, y se cayó, y el mercader lo atrapó. Entonces el mercader le dijo, “¡Ja! ¡Ahora te amarraré y te venderé como leña seca en el mercado, para recuperar algo de lo que pagué por ti, creyendo que eras un burro!” Estando al borde mismo del acantilado, Pinocho se lanzó al vacío. El mercader pensó, “¡Oh! ¡Se me ha escapado otra vez!”
   Ya en el agua, Pinocho nadó como un pez, alejándose rápidamente de la costa. Pinocho comenzaba a fatigarse, y pensó, “¡Ah ya no puedo más!” Cuando de repente, Pinocho divisó en el horizonte y pensó, “¡Una isla! ¡Estoy salvado!” Pero la supuesta isla no era sino el cuerpo de un enorme tiburón. Pinocho exclamó, “¡Oh, no!” El tiburón engulló al pobre muñeco en un santiamén. Y este cayó y cayó y cayó en el oscuro túnel que era la garganta del enorme animal. Hasta que de golpe que se llevó con un gran pez que tambien habia sido tragado, estuvo dormido por más de una hora, y cuando despertó recordó lo sucedido. Pinocho dijo, “¡Oh, qué oscuro es todo esto! ¡Debe ser el estómago del tiburón!” Un atún que había sido deglutido con él, le corrigió, “Es apenas el esófago muñeco, si fuera el estómago, ya habría comenzado la digestión, y todo estaría perdido para nosotros.” Pinocho dijo, “¡Hay que tratar de salir entonces, antes de que esa terrible digestión comience!” El atún dijo, “¡Es inútil! Debemos resignarnos a ser digeridos. ¡No hay escapatoria!” Entonces Pinocho miró hacia el túnel, y dijo, “¡Mira! ¡Al fondo de este túnel hay una lucecita! ¿Qué podría ser?” El pez dijo, “¡Oh, seguramente es alguna víctima del tiburón como nosotros, que espera ser digerida!” Pinocho dijo, “¡Voy hacia allá! Quizás sea un pez menos fatalista que tú, y se le ocurre alguna manera de encontrar la salida.” El pez dijo, “¡Te deseo suerte, muñeco!” Después de caminar con gran cuidado por aquel piso húmedo y grasiento, Pinocho comenzó a distinguir lo que producía el resplandor, y exclamó, “¡Es una vela!” Y pronto pudo verlo claramente. Pinocho pensó, “¡Hay un hombrecito barbado y canoso comiendo pescado sobre una mesa, y es…¡Caracoles! ¡Es él!” Allí, en el estómago del feroz tiburón, estaba nada menos que…¡Geppetto! Pinocho exclamó lleno de alegría, “¡Papá qué alegría me da encontrarte! ¡Soy yo, tu pequeño Pinocho!” Se abrazaron tiernamente. Geppeto exclamó “¡Creí que no te volvería a ver!” Geppeto sentó a la mesa a Pinocho, y les cedió lo que quedaba del pescado que estaba comiendo. Gepeto dijo, “Toma querido, ¡Come! y cuéntame entre tanto cómo llegaste hasta aquí.” En poco tiempo, Pinocho devoró el trozo de pescado, y narró al viejecito las peripecias que le habían ocurrido desde que se escapó del hogar. Pinocho dijo, “¡Nunca debí haberte dejado solo, padre! ¿M˗me perdonas por haber sido un muñeco ingrato y perezoso?” Geppeto dijo, “¡Claro que te perdono, querido Pinocho, y lamento que hayas sufrido tantas penurias!” Entonces Pinocho dijo, “ ¿Y tú, cómo has podido vivir aquí en el estómago de un tiburón tanto tiempo?” Geppeto le dijo, “¡Oh, pues he tenido suerte hasta ahora. El tiburón, al tiempo que me engulló a mí, en una noche de borrasca cuando te buscaba por la playa, se tragó también un barco de pesca con todo y marineros. Masticó apenas, y yo ileso caí por un hondo túnel. Entretanto, el tiburón escupía del barco solo un trozo de palo mayor. Caí en ese lugar, y junto a mí, cayeron cajas y baúles que contenía el barco. Además de estas sillas y esta mesa, en las cajas había velas y provisiones. Gracias a ello, pude comer y alumbrarme todo este tiempo, querido hijo. Pero siento decirte que ésta es la última vela que me queda, así que pronto estaremos a oscuras.” Pinocho dijo, “¡Oh, entonces debemos buscar pronto una salida, papá!” Geppeto dijo, “¿Salida? Tal vez por la boca de tiburón podríamos volver al mar, pero no sé nadar, ¡Y me ahogaría!” Pinocho dijo, “No te preocupes, padre. Yo sé nadar como un pez, y te llevaré sobre mi espalda.” Tomando de la mano a Geppetto, Pinocho subió con él por la garganta del monstruo. Guiándolo, Pinocho dijo, “Ten cuidado al pisar papá, no vayas a resbalarte.” Llegaron a la lengua, y contemplaron espantados la enorme caverna que era la boca del tiburón. Pinocho exclamó, “¡Mira qué dientes tiene, papaíto!” Aquel gran pez aun siendo poderoso tenía una debilidad: era asmático y por ello dormía siempre con la boca entreabierta. Geppetto y Pinocho llegaron por fin a los labios del tiburón, y contemplaron desde allí la mar en calma. Pinocho dijo, “¡Pronto papá! ¡Lancémonos al agua antes de que despierte!” Y así lo hicieron. Y aquel muñeco que parecía tan frágil y delgaducho, nadó kilómetros y kilómetros con su viejo padre sobre las espaldas, hasta que no pudo más. Entonces Pinocho dijo, “¡Oh, lo siento papá! ¡Se me han acabado las fuerzas!” Geppetto dijo, “¡Y aún no se ve más que cielo y mar! ¡Estamos perdidos!” En eso apareció un viejo amigo de Pinocho; era el pez, quien les dijo, “¡Hola señores! ¿Puedo ayudar en algo? Creo que vamos por el mismo camino.” Pinocho le dijo, “¡Estamos a punto de ahogarnos, porque me he cansado de nadar! ¿Querías remolcarnos hasta la playa?” El pez dijo, “¡Encantado compañeros” Y el bondadoso atún, que había escapado del tiburón, siguiendo el ejemplo de Pinocho y su padre, los llevó velozmente hasta el litoral, hasta ponerlos a salvo. Cuando el atún se despidió, dijo, “¡Que tengas suerte, Pinocho!” Pinocho ondeó su mano, y dijo, “¡Adiós, querido amigo!” A continuación, Pinocho dijo a Geppetto, “Ahora apóyate en mi, papá, y busquemos un sitio donde encontrar comida y abrigo.” Después de mucho caminar, Pinocho exclamó, “¡Mira papá! ¡Allí hay una cabaña!” Geppetto dijo, “¡Qué bueno hijo mío! ¡Porque tengo los pies molidos!” Pinocho tocó la puerta, y pensó, “Ojalá quienes habiten esta casa, sean buenas gentes.” ¡Y cuál no sería la sorpresa de Pinocho, al ver que se trataba de aquel grillo parlante que tiempo atrás había conocido! Al verlo, el grillo dijo, “¡Adelante muñeco! ¡Me alegra ver que, a pesar de haber desoído mis consejos, conservas la salud!” Y una vez más, mientras comían Geppetto y Pinocho contaron sus aventuras. El grillo dijo, “¡Pero qué de prodigioso les ha ocurrido! ¡Válgame, Dios!” Al día siguiente, Pinocho salió en busca de trabajo, para sostener a su padre. Al mirar a un hombre trabajando, Pinocho pensó, “Tal vez ese granjero…” Y el hombre le dijo, “Necesito a alguien que reemplace a la mula, que haga girar esta noria. Te pagaré bien si tú logras hacerlo.” Pinocho tuvo que aceptar aquella y noble tarea. Pero una vez que hubo comenzado, pensó, “¡De haberme dedicado a estudiar, como mi padre y él hada me lo aconsejaban, ahora podría tener un trabajo mejor! ¡Uff!” Al final de la semana, el hombre se acercó a Pinocho con unas monedas, y dijo, “Lo has hecho bien muchacho. Toma tu paga.” Pinocho exclamó, “Gracias.” Pinocho tomó las monedas y dio, “Con una de estas monedas, me compraré una camisa, y con las otras, dos pollo y verduras para mi padre.” Entonces se encontró a dos viejos conocidos que pedían limosna en el camino. Era la zorra y el gato ciego. La zorra le dijo, “Pinochito, muñeco bueno…¡Danos una monedita por el amor de Dios que nos morimos de hambre!” Pero esta vez Pinocho no les creyó, y dijo, “¡Ya me habéis engañado en una ocasión! Y hasta me habéis querido matar…” Pinocho hizo una pausa, y dijo, “¡Ahora ni yo ni nadie os creará una palabra de vuestros supuestos males! ¡Rascaos con vuestras propias garras pillos!” La zorra le dijo, “Es que ahora sí estoy coja y enferma, Pinochito.” El gato ciego dijo, “¡Y yo me he quedado ciego de verdad!” Aquellos truhánes habían terminado como era de esperarse, víctimas de sus propios crímenes y embustes. El gato ciego dijo, “¡Oh, no nos abandones! ¡Nadie nos quiere!” Cuando Pinocho iba a entrar al pueblo, otro viejo conocido le salió al paso. Era el caracol, quien dijo, “¡Buenos días muchacho!” Pinocho dijo, “¡Pero si es el caracol que guardaba el castillo del hada azul!” Pinocho dijo, “Dime caracolito, ¿Qué ha sido del hada que tanto me quería?” El caracol dijo, “¡Ay precisamente por quererte mucho, enfermó cuando te fuiste; y se quedó en la miseria! Vendió su castillo, y disfrazada porque le daba vergüenza que la reconozcan. Ahora pide limosna.” Pinocho se entristeció, y dijo, “¿Cómo podría lograr que me perdone? ¡Por mí abandonó lo ha perdido todo! ¡Sniff!” Pinocho entonces tomó entonces dos de las tres monedas, y se las dio al caracol. La restante la guardó para su padre. Pinocho dijo, “Dale este dinero, y dile que desde ahora trabajaré el doble, y haré por ella lo que no le permití hacer por mí: cuidar de que no le falte nada.” Cuando el caracol se fue, Pinocho dijo, “Ven a buscarme todos los días a la cabaña del grillo parlante. Te daré la mitad de mi paga, para mi buena mamá. ¡Dile que su hijo la ama!” Pinocho continuó con su pesada tarea, cuidando fervorosamente a su papá. E inclusive como no tenía tiempo de asistir a la escuela, estudiaba por sí mismo en la noche, robándole horas al sueño, y a pesar de lo cansado que estaba. Además, para reunir dinero que mandarle a su mamá, el hada en desgracia, tejía canastos de mimbre y los vendía los domingos en el mercado del pueblo. Pinocho decía, “¡Pase pase! ¡Aquí están los más bonitos canastitos del mundo! ¿Cuántos va a querer?” Una mañana, Pinocho miró que un burro estaba tirado a la mitad del camino.  Pinocho pensó, “¡Pobre burrito! ¡Se ve que no puede más!” Un hombre aun lado le decía al burro, “¡Maldito animal! ¡Si vas a morirte hazlo de una vez!” Aquel hombre se fue abandonando al pobre jumento agonizante, diciendo, “¡Bah! ¡Ya no me sirves para nada!” Pinocho miró al burrito con infinita compasión, y dijo, “¡Pobrecito de ti! ¡Que ingrata es la gente!” Entonces el burro agonizante habló y dijo, “¡P˗Pinocho! ¿N˗No me recuerdas? S˗Soy Mecha…” Pinocho exclamó, “¡Mecha! ¡Mi mejor amigo!” Y reconociendo en él a su infortunado compañero de desgracias, lo abrazó tiernamente. Pinocho dijo, “¡Qué mal hicimos como huir de la escuela, Mecha! ¡Mira en lo que hemos venido a parar!” El borriquito que había sido un niño travieso y perezoso, apenas podía hablar, y dijo, “¡S˗sé, bueno, Pinochito! ¡S˗Sál˗va˗te…tú…!” Enseguida de musitar esas pocas palabras, murió en brazos del desconsolado Pinocho, quien lo abrazó llorando, “¡Buuu! ¡Buuju! ¡Mecha! ¡Mi pobre amigo!” Pinocho lo enterró a orillas del camino. Como lapida puso una madera, cuyo epitafio se leía, “Aquí ya yace un niño al que su propia pereza, convirtió en jumento murió, pidiendo que nadie siga su ejemplo.” Al regresar a su casa, le esperaba una hermosa sorpresa. El hada estaba junto a su padre Geppetto. Pinocho exclamó, “¡Mamá!” El hada dijo, “¡Mi querido Pinocho!” El hada lo abrazó, y le dijo, “Sé que ahora eres un niño trabajador, estudioso, y bueno. Por eso he regresado. Quise que el caracol te hiciera creer que estaba enferma necesitada, para probar tu buen corazón. ¡Desde ahora estaremos siempre juntos!” El hada le preparó su cama, y antes de acostarlo, lo tapó y le dijo, “Ahora descansa. Te prometo que tendrás muy dulces sueños.”
   La mañana traería para Pinocho la realización de su sueño más anhelado. Al despertar y levantarse, Pinocho exclamó, “¡Me he convertido en un niño!” Y desde aquel momento, vivió muy feliz con su papá, Geppetto, y su mamá, el hada protectora de los niños malcriados. Mientras sus padres lo llevaban de la mano a la escuela, Pinocho dijo, “Hasta pronto grillito!” El grillo parlante dijo, “¡Adiós Pinocho, se bueno y estudioso!”

   Tomado de, Joyas de la Literatura. Año 2. No. 14. Agosto 15 de 1984. Adaptación: Remy Bastien. Guión: Dolores Plaza. Segunda adaptación: José Escobar.