Sir Arthur Ignatius Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859, en Edimburgo y murió el 7 de julio de 1930, Crowborough a la edad de 71 años. Conan Doyle fue un médico y escritor escocés, creador del célebre detective de ficción Sherlock Holmes. Conan Doyle fue un autor prolífico cuya obra incluye relatos de
ciencia ficción, novela histórica, teatro y poesía.
Biografía
Juventud
Arthur Conan Doyle nació el 22 de mayo 1859 en el número 11 de la calle Picardy Place, en Edimburgo, Escocia. Su padre, Charles Altamont Doyle había nacido en Inglaterra y era hijo del artista John Doyle, perteneciente a una familia católica irlandesa que había proporcionado varios ilustradores y caricaturistas. Charles era un funcionario de obras públicas con gran afición al dibujo, que fue destinado a Edimburgo en 1849 y que a lo largo de su vida padeció un grave alcoholismo y profundas depresiones, que le llevaron a ser internado en una institución sanitaria en diversas ocasiones.
Charles
contrajo matrimonio en 1855 con Mary Foley, perteneciente a una familia
irlandesa residente en la ciudad escocesa. Los detalles del nacimiento de Arthur y sus hermanos son poco claros.
Algunas fuentes manifiestan que eran nueve niños, algunas otras fuentes
sostienen que diez y parece que tres murieron pequeños. En 1864 la familia se dispersó
debido al creciente alcoholismo de Charles y los niños fueron alojados
temporalmente a través de Edimburgo. En 1867, la familia se reunió otra vez, residiendo en
una sórdida vivienda en Sciennes Place. Arthur fue bautizado en la Catedral Metropolitana de Santa
María de la Asunción de Edimburgo. Su madre, viendo cómo su
marido se gastaba todo su sueldo en la bebida, alquiló las habitaciones de la
casa a huéspedes. Uno de ellos huéspedes era el doctor Bryan Waller, al que
algunos historiadores adjudican un romance con la madre del escritor.
En 1868,
Arthur, con el apoyo económico de
sus tíos, ingresó en la Escuela Stonyhurst Saint Mary's Hall de la orden de la Compañía
de Jesús, situada en la comarca de Lancashire. Esta escuela era
un centro preparatorio del Colegio Stonyhurst
College, al que accedería dos años después, en 1870, y donde permaneció hasta
1875. Entre 1875 y 1876, continuó su educación en Austria, en otra escuela de
la Compañía de Jesús, Stella
Matutina en la ciudad de Feldkirch.
En 1876,
comenzó la carrera de medicina en la Universidad de Edimburgo, donde conoció al profesor
que le inspiraría la figura de su famoso personaje, Sherlock Holmes, el médico forense Joseph Bell. Allí Conan Doyle destacó en los deportes,
especialmente rugby, golf y boxeo. En este período también trabajó en Aston, actual distrito de Birmingham, y Sheffield. A principios de 1880 se embarcó para
ejercer como cirujano en sustitución de un amigo suyo, en un ballenero denominado The
Hope que durante seis meses
navegaría hacia el Ártico. A los 22 años, en 1881, se graduó como
médico, aunque recibió el doctorado cuatro años más tarde. Fue en estos años cuando hizo una gran
amistad con el también escritor escocés J. M.
Barrie.
Mientras
Conan Doyle estudiaba la carrera de medicina, comenzó a escribir historias
cortas. La primera de ellas que apareció publicada fue, “The Mystery of the Sasassa Valley,” en 1879 en el Chambers's Edinburgh Journal antes de que Conan Doyle cumpliera los 20 años. Ese mismo año también publicó su
primer artículo médico Gelsemium Como Veneno el la British
Medical Journal.
En 1881,
después de terminar su etapa universitaria volvió a embarcarse como médico del
buque SS Mayumba en su viaje a las costas de África
Occidental. Conan Doyle completó su doctorado sobre
las Tabes
dorsal, o sea, sobre la
degeneración lenta de las neuronas sensoriales, en 1885.
Carrera
Médica y Literaria.
En 1882,
un antiguo compañero de clase, George Turnavine Budd, le ofreció trabajar con
él como médico en Plymouth, pero su relación
con Budd fue difícil y terminó por establecerse por su cuenta en junio de1882, ya con 23 años, en Portsmouth. Debido al poco éxito inicial, mientras
no tenía pacientes, comenzó de nuevo a escribir historias como The Mystery of Cloomber, no
publicada hasta 1888, la inacabada, Narrative
of John Smith. y “The Captain of the Pole-Star” y “J. Habakuk Jephson's Statement,” ambas
inspiradas en las expediciones marinas realizadas por Doyle.
Mientras
vivió allí también jugó al rugby profesionalmente en el Portsmouth Association Football Club. Entre los siete años que
comprenden entre 1900 y 1907, Doyle jugó 10 partidos en total y su
máxima anotación fue de 43, contra London County. Conan Doyle fue también, el primer portero en la historia del
equipo de fútbol de la ciudad, equipo conocido con el diminutivo de Pompey. Asimismo, jugaba golf y
practicaba boxeo.
En 1885 contrajo matrimonio con Louise Hawkins,
más conocida como Touie,
con la que tuvo dos hijos: Mary Louise (1889-1906) y Alleyne Kingsley (1892-1918). Louise murió de tuberculosis el 4 de julio de 1906, tras la estancia de la
familia en Suiza para que la madre se repusiera.
Un año más tarde, después de 20 años de amor
platónico con una mujer llamada Jean Leckie, Arthur y ella se casaron y
tuvieron tres hijos más: Jean Lena Annette, Denis Percy Stewart (1909-1955) y Adrian Malcolm. Su
segunda mujer moriría años después que él, el 27 de junio de 1940.
En 1891 Arthur se mudó a Londres para ejercer de oftalmólogo. En su biografía,
aclaró que ningún paciente entró a su clínica. Por lo tanto, esto le dio más
tiempo para escribir. En noviembre de ese año, le escribió a su madre que
quería “matar a Sherlock Holmes, ya que
estaba gastando su mente,” a lo que su madre respondió: “la gente no lo va a tomar de buena manera.”
Entonces, de esta forma, decidió dedicarle más tiempo a cosas más “importantes,” como sus novelas
históricas.
En 1900,
escribió su libro más largo, La
Guerra de los Bóers. Ese mismo año, se presentó como candidato para la dirigencia de Unión Liberal. Sin embargo, a
pesar de que era un candidato muy respetado, no fue elegido. Tras la Guerra
de los Bóers escribió un
artículo, La Guerra en el Sur
de África: Causas y Desarrollo, justificando la participación de Gran Bretaña, que fue
ampliamente traducido. En su opinión, fue esto lo que provocó que le nombraran Caballero del Imperio Británico en 1902 otorgándole el tratamiento de Sir.
Con el
transcurso de los años, se ha hecho famosa su afirmación acerca de un cuento de Robert
Louis Stevenson , El Pabellón de
los Links, declarando que era la cima misma de la técnica narrativa. Conan Doyle no recibió ningún premio a
lo largo de toda su carrera.
Al estallar la Primera
Guerra Mundial en
1914, Conan Doyle intenta alistarse,
a sus 55 años, como simple soldado raso,
y en su carta argumenta que es fuerte y tiene una voz audible. Lo rechazan,
pero ayuda con la propaganda y con el apoyo de voluntarios civiles desde Reino
Unido.
La muerte de uno de sus hijos, Kingsley, por una
neumonía que contrajo en la guerra, le hace estrechar su vínculo con los
círculos del Espiritismo fundado
por Allan Kardec,
doctrina a la que dedicó mucho tiempo y energías, publicando además en 1926, History of Spiritualism y defendiéndolo en sus numerosas
polémicas, por ejemplo contra su propio amigo Harry Houdini.
Conan Doyle murió el 7 de julio de 1930, a los 71 años de un ataque al corazón, en Crowborough, East Sussex, Inglaterra. Una estatua suya se encuentra
en esa localidad donde residió durante 23 años. Fue enterrado en el cementerio de la iglesia de
Minstead en New Forest, Hampshire. (Wikipedia)
Justiniano I
Justiniano
I el Grande nació en Tauresium, el 11 de mayo de 483 y murió en Constantinopla, el 14 de noviembre de 565, a la edad de 83 años.
Justiniano fue emperador de
los romanos desde el 1 de agosto de 527 hasta su muerte, y el último en hablar latín
como lengua materna.
Justiniano
es célebre por su reforma y compilación de leyes y por la gran expansión
militar que tuvo lugar en Occidente bajo su reinado, sobre todo gracias a las
campañas de Belisario. Todo ello formaba
parte de un magno proyecto de restauración del Imperio Romano (Renovatio Imperii Romanorum), por el
que es recordado como “el último
emperador romano.” Gracias a estas campañas, el imperio pasó a ganar un
millón más de Sólidos bizantinos al año. La Iglesia ortodoxa venera a
Justiniano como santo el día 14 de noviembre.
Justiniano
ha sido considerado tanto como un genio, como un gobernante pusilánime y
celoso. Quitando su personalidad, Justiniano hizo obras magnas como la Iglesia
de Santa Sofía, o el código
romano Digesto, al cual se le
adjudica en general el cúlmine de la legislación romana.
Biografía
Justiniano nació en una pequeña aldea llamada Tauresio (Taoro) en Iliria (cerca de la actual Gradešti, Skopje, República de
Macedonia), en los Balcanes, probablemente el 11 de mayo
de 482 o de 483. Su madre Vigilantia era hermana del famoso general Justino que ascendió desde el ejército a la dignidad
imperial. Su tío le adoptó y se aseguró de que recibiese una buena educación:
Justiniano siguió así el currículo educativo habitual, centrándose en la jurisprudencia y la filosofía. Avanzó en su carrera
militar con gran rapidez, por lo que se abría ante él un gran futuro cuando, en
518, Justino se convirtió en Emperador. Justiniano fue nombrado cónsul en 521,
y posteriormente general del Ejército de Oriente. Mucho antes de que Justino le
hiciese co-Emperador el 26 de septiembre de 526, Justiniano ya participaba en
las actividades de gobierno. Los emperadores bizantinos intentaron, en general,
recuperar el antiguo Imperio
romano de Occidente, pero en el siglo VI uno de ellos consiguió los
mayores logros; ese fue Justiniano.
En
agosto de 527, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de
Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar
a una nueva era en la historia del Imperio Bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Justiniano fue un hombre con
una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable,
moderado y alegre, pero que también podía ser despótico, artero y falto de escrúpulos
cuando le convenía. Justiniano era un hombre que no salía de su despacho
prácticamente, manejando desde allí el Imperio. Por sobre todos los aspectos
personales, Justiniano sobresalía por su falta de carisma, aspecto casi
imprescindible en un soberano absolutista. Además, Justiniano no despertaba
simpatía alguna entre sus súbditos. Fue el último Emperador que intentó
recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin,
puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal
actividad de construcción de edificios, emulando la de los grandes emperadores
romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una
comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, Justiniano prestó
especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por ser el inspirador
del Corpus Iuris
Civilis. La intención de este código era recopilar una serie
de leyes de la jurisdicción romana y armonizarla, todo lo posible, con la cristiana a fin de crear un Imperio homogéneo. Su
pensamiento circundó, durante toda su actividad como emperador, en la idea del
poder imperial sustentado por la gracia divina, es decir, que el emperador era
el representante de Dios sobre la Tierra.
En 523
se casó con Teodora, una ex-actriz. Hasta
entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano
le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una
ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el
reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en
la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la
política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente
de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática.
Procopio de Cesárea es la fuente principal para la historia del
reinado de Justiniano. Sin embargo, también contribuye con muchos detalles de
interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como
fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron
comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora. Procopio, además de su
historia, escribió otra Historia
Secreta que recoge varios
escándalos de la corte. Por otro lado, las Historias de Agatías explican todos los sucesos acaecidos desde el
año 552 hasta 558 o 559.
La
segunda mitad del reinado de Justiniano se vio ensombrecida por la epidemia de
peste que se hizo
virulenta a partir del año 542. Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió
casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
Actividad Militar y Campañas de Belisario
Política Exterior Basada en la Recupetario Imperii
La ideología de la Recuperatio
Imperii, el programa militar de
Justiniano, es una formulación que
responde a los sentimientos extendidos entre amplias capas de la población del
imperio romano de occidente, sobre todo entre el elemento senatorial urbano y
sectores vinculados con la administración, y en parte del gobierno del Imperio
de Oriente, que intelectualmente juega con la continuidad
imperial en Occidente. De hecho, en el siglo VI el sentimiento de romanitas se encuentra ampliamente
extendido por todo el Imperio y es correspondido por la ideología oficial del
gobierno imperial, según la cual éste no se hundió en Occidente sino que los
bárbaros gobiernan allí en nombre del emperador de Oriente, y por parte de los
intelectuales de Constantinopla. Por ejemplo, tal es el caso del escritor Juan Lido, contemporáneo de
Justiniano. Estos sentimientos son aprovechados por la administración de
Justiniano para realizar, precisamente, una política en consonancia con ellos
ya sea sincera o interesada. Justiniano era el rey de todo, por así llamarlo;
era el mayor responsable tanto militar como religioso.
Campañas
contra el reino vándalo (533–534)
En mayo
de 530, el monarca probizantino, Hilderico, fue depuesto por su primo Gelimer aduciendo a que su falta de personalidad había
llevado a los vándalos a ser derrotados por las tribus moras. Las protestas de
Justiniano tendientes a que Hilderico pudiera regresar a Constantinopla no fueron escuchadas, por lo que Justiniano preparó
cuidadosamente una campaña que debía combinar la eficacia militar y la
sobriedad de costos. Juan de Capadocia, responsable de las finanzas
del Imperio y opuesto a la guerra, accedió al final a llevar los gastos de la
campaña de una forma rígida. Belisario, el general más
brillante de Oriente fue el encargado de llevar las armas.
La
decisión de atacar el reino vándalo coincidió con la aparición en éste, de una
serie de debilidades. La simbiosis entre invasores e invadidos no llegó nunca a
consolidarse, lo cual generó hostilidades con los últimos. El miedo a revueltas
internas había conducido a la desfortificación de los núcleos urbanos por miedo
a que acogieran revueltas. A su vez, un general godo que regía Cerdeña en
nombre del monarca de Cartago pretendió, con ayuda militar oriental, gobernar
de forma independiente, pero fue detenido por Gelimer antes de que dicha ayuda llegara.
La flota
oriental abandonó los puertos de Constantinopla a mediados de junio de 533 y vía Sicilia alcanzó las costas africanas al cabo de tres meses. Belisario encontró escasa resistencia, y tras un victorioso
encuentro con los vándalos en la batalla de Ad
Decimum, ocuparía Cartago dos días después. Gelimer, temeroso de que
entronizaran al depuesto rey, ejecutó a Hilderico antes de la caída de Cartago
y huyó a los rebordes montañosos. Tres meses después fue nuevamente derrotado
en la batalla de
Tricamerón y se refugió en las
montañas de Túnez, intentando
escapar a España. Finalmente optó por entregarse a finales de
marzo de 534. Belisario lo condujo hasta Constantinopla, donde el general fue
recibido con grandes honores, reservados al emperador. La provincia fue
anexionada al Imperio, a pesar que las tribus periféricas supusieron un peligro
durante más de una década.
Campañas contra el reino ostrogodo (540–554)
A la
muerte de Teodorico
el Grande el control de la
política ostrogoda cayó en manos de su hija Amalasunta, la cual ejerció
el poder en nombre del rey niño Atalarico, hasta que éste falleció en 534. La
regencia se caracterizó por un viraje político hacia Oriente, generando una
fuerte oposición interna. La pronta desaparición de su hijo forzó a la regente
a la búsqueda de un monarca formal tras el cual seguir moviendo los hilos del
gobierno. El elegido fue Teodato, con el que contrajo
matrimonio a fines de 534. Teodato pronto se alejó del palacio de Ravena y
ordenó la eliminación de su mujer en abril de 535, posiblemente a instigación
de Teodora quien buscaba un casus belli, o sea, un motivo de guerra, para la intervención de Justiniano.
Ese
mismo año Justiniano daría dos golpes de mano que le permitieron tomar Sicilia
al mando de Belisario y Dalmacia por Ilírico Mundo. Teodato recurrió
a una embajada papal, pero se envió una embajada Imperial paralela al propio
monarca ostrogodo para establecer un acuerdo secreto de cesión de Italia al
imperio. Los diversos contratiempos que atravesaba el Imperio en ese momento,
como la revuelta de África y la recuperación
de territorios por germanos en Dalmacia indujeron a Teodato a romper el compromiso y a hacer frente a los
ejércitos de Justiniano.
Justiniano
reorganizó la jerarquía militar para poder poner al frente de las campañas
italianas a Belisario, ya que Mundo había fallecido en la ofensiva de Dalmacia. En su lugar se puso a Constantiniano, que recuperó la ofensiva en
Dalmacia, reocupando Salona y expulsando a los ostrogodos de la región.
Belisario ocupó Nápoles y finalmente Roma a comienzos de diciembre. Teodato, antes de la
caída de Roma, fue depuesto por Vitiges, comandante de su
guardia personal que demostró tener gran capacidad para las artes guerreras y
puso sitio a Roma.
El
precio de la conquista del reino
ostrogodo quizá podría
considerarse excesivo. Se provocaron continuas campañas de desgaste, siendo
víctima principal la población itálica que sufrió la destrucción de su tejido
social, productivo, político y fue azotada por la peste. Los veinte años de lucha aceleraron
dramáticamente la transición al mundo medieval. Roma perdió su entidad urbana y
dejó de ser la ciudad por antonomasia del mundo Mediterráneo.
La Pragmática Sanción de 554, mediante la cual Italia era
reintegrada al Imperio romano, ratificaba la situación de facto al otorgar a los obispos el control de diversos
aspectos de la vida civil (como la actividad de los jueces civiles) y la
administración de las ciudades, poniéndolos a cargo del aprovisionamiento, el
suministro de víveres y los
trabajos públicos, al tiempo que quedaban exentos de la autoridad de los
funcionarios imperiales.
Campañas contra el reino visigodo (552)
A finales de 552 Justiniano podía considerar la
campaña itálica como finalizada, accediendo ese mismo año a la petición de
ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja
costera desde Valencia a Cádiz. La colaboración oriental
fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a
favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación
territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania, de
hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas
siguientes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su evaporación en el
624, en que los bizantinos fueron definitivamente expulsados por el rey Suintila.
Frente a los eslavos
Los eslavos ocupaban una zona geográfica
intermedia entre los conjuntos germánicos y esteparios. Esto, sumado a una
variedad de pueblos, hacía que las incursiones fueran habituales en los Balcanes. A pesar de las
contundentes victorias anteriores de Germano y Mundo sobre eslavos y búlgaros, estos últimos penetraron
profundamente en el espacio griego a comienzos de 540 hasta llegar al istmo de Corintio, en la típica incursión de
botín y cautivos, que no produjo daños de cuantía ni la pérdida de puntos de
importancia. Los eslavos por su parte llegaron hasta Dirraquio (Durrës), ciudad costera de
Albania. Las expediciones de los cotrigures fueron más contundentes, llegando a
cruzar el Danubio helado y llegando sin oposición hasta Mesia y Escitia, desde donde llegaron a Tracia y dividieron sus fuerzas en
dos pelotones de saqueo. El mismo Zabergan se presentó en
Constantinopla con 7000 jinetes, Belisario tuvo que salir de su retiro
para liderar una contraofensiva que conjuró la amenaza.
Compilación Justinianea
la majestad
imperial conviene que no sólo esté honrada con las armas sino también
fortalecida por las leyes, para que en uno y otro tiempo, así en la guerra como
el de paz, puedan ser bien gobernados, y el principio romano subsista vencedor
no solamente en los combates con los enemigos (...) Y así después de cincuenta
libros del Digesto o de las Pandectas en que se recopiló todo ese derecho
antiguo y los cuales hicimos valiéndonos del mismo Triboniano (...), mandamos
que las mismas Instituciones se dividiesen en estos cuatro libros, para que
constituyan los primeros elementos de toda la ciencia del derecho...
Instituta de
Justiniano; Proemio; “Imperatoriam
Majestatem”
También era
llamada “corpus iuris civilis.” La
monumental compilación del derecho romano realizada al inicio del reinado del
Emperador Justiniano, en los años 528 a 534, en lengua predominantemente latina,
concluye la evolución jurídica del derecho de Roma.
Sobre
ella se efectuarán los renacidos estudios romanísticos, a partir del siglo XI,
y se fundará la recepción del derecho romano en los países greco-latinos y en
Alemania.
Las Institutas de Justiniano serán la conclusión de
reiterados intentos previos en reunir el derecho vigente en un cuerpo legal,
recogiendo tanto las leges como los iura. Colaborarán en tal
emprendimiento las escuelas de Berito y Constantinopla, a través de juristas
integrantes de ellas.
Código
Por la
constitución Haec Quae
Necessario, del 13 de febrero del 528, el Emperador Justiniano nombra una
comisión a la que le encarga realizar un código, utilizando los anteriores (Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano) así como también
las constituciones posteriores.
Justiniano
tenían la facultad de modificar las constituciones reuniendo varias en una, o
dividiéndolas conforme las materias, según hubieran sido derogadas, o no
respondieran a las necesidades.
La tarea
fue breve y se publicó el Código el 9 de abril del año 529 (constitución Summa Reipublicae) y entrando
en vigencia siete días después. No obstante, cuatro años más tarde fue
modificado, por haber quedado anticuada la primera recopilación de las leyes.
El
código del 529 es conocido como Codex
Verus. El nuevo código (Codex Novis o Codex
Iustinianus Repetitae Praelectionis) está dividido en 12 libros, los que a
su vez, se subdividen en títulos. Algunas constituciones están redactadas en
griego, siendo la más antigua la del emperador Adriano.
El
primer libro trata de derecho eclesiástico y público en general; del segundo al
octavo de derecho privado; el noveno de derecho penal y el procedimiento
correspondiente; los últimos de derecho administrativo.
Al
sancionarse el código del año 529, se dispuso la prohibición de recurrir a
códigos y novelas anteriores. Así en la constitución Códice confirmando, Justiniano
dispone:
Prohibímos a los que pleitéan y a los abogados, bajo pena de hacerse culpables de falsedad, el que citen otras constituciones que las insertas en nuestro código, y que las citen de otra manera que en la que en él se encuentran; la invocación de esas constituciones, añadiendo a ellas las obras de los antiguos intérpretes del derecho, debe bastar para resolver todos los pleitos, aunque carezcan de fecha, o no hayan sido en otro tiempo más que rescriptos particulares.
Digesto o Pandectas
De las
diferentes partes que componen el Corpus
Iuris Civilis, el Digesto resultaría ser la única sin precedentes, como lo
señalaría el propio Justiniano.
Una vez
publicado el primer código, a través de una serie de constituciones, el
Emperador Justiniano ordenó el Digesto.
El 15 de diciembre del 530, por la constitución Deo Auctore se autoriza al
cuestor Triboniano para que organice una comisión para encarar
dicha tarea. La obra monumental fue concluida el 30 de diciembre del 533.
Para
ello debían redactar un cuerpo legal que contuviera la obra de los
jurisprudentes (iura). Surgiría así el Digesto,
palabra latina que significa lo que se haya ubicado metódicamente, o Pandectas,
en etimología griega, que significa lo que comprende todo.
Así al proceder al examen de todo el
material escrito, el Digesto nos comunicó que los antiguos habían escrito casi
2.000 libros, que abarcaban más de 3 millones de líneas que era necesario leer
y atentamente indagar por entero, para elegir lo mejor de todos ellos (...).
Justiniano
La obra
se integra con 50 libros; cada libro está dividido en títulos (salvo los número
30, 31 y 32), subdivididos en fragmentos y a su vez en parágrafos.
Dos
tercios de los fragmentos contenidos en el Digesto
pertenecen a los juristas de la ley de citas (Gayo, Ulpiano, Paulo, Papiniano y Modestino). De éstos, la
mayor parte pertenece a Paulo. De otros siete juristas emanan una cuarta parte
de los Iura, como Cervidio Seavola, Juliano, Marciano, Pomponio, Jaboleno,
Africano y Marcelo. El resto de la obra se reparte en opiniones de otros 27
juristas, como Celso, Florentino,
Labeón, Neracio, Próculo, Sabino, entre otros.
Institutas
Las
institutas son un tratado elemental de derecho destinado a la enseñanza
dirigida a la juventud ávida de estudiar leyes. Esta obra debía allanar las
dificultades que por el volumen y la complejidad del Digesto impedían el
estudio de las instituciones jurídicas. Esto se logró reemplazando al Digesto
por obras utilizadas por entonces, especialmente las Institutas de Gayo.
Antes de
concluirse el Digesto, la comisión
dio término a la tarea que fue publicada el 21 de noviembre de 533, mediante la
constitución Imperatoriam
Maiestatem. Así, gracias a la constitución, junto al Digesto, se estableció
la vigencia de las Institutas a partir del 30 de diciembre de 533.
Para las
creación de las Institutas los juristas se basaron en obras elementales de la
jurídica clásica y postclásica como las Institutas de Gayo, las de Marciano, Ulpiano y Florentino.
Su
contenido era obligatorio para los ciudadanos romanos, lo que resultó ser
fuente real de derecho.
Las
Institutas están divididas en 4 libros, abordando los temas esenciales del arte
jurídico: las personas, las cosas y las acciones.
Novelas
En la Edad Media se comenzó a incluir, como integrando
el Corpus iuris civilis un cuerpo legislativo comprensivo de
una serie de constituciones dictadas con posterioridad a los códigos (Vetus y
Novis) las Quinquaginta decisiones, el Digesto y las
Institutas.
Comprendía la obra legislativa de Justiniano a partir
de 534 hasta su muerte en el año 565, la mayoría en griego y algunas partes en
latín. Abarcaban diferentes materias, siendo escasas las referidas a derecho
privado. Y fueron publicadas con carácter privado por algunos autores con el
nombre de Novelas o Novellae leges (Nuevas
leyes).
Cabe destacar que en vida del Emperador Justiniano, no
hubo recopilación oficial limitándose al Cuestor de palacio a registrarlas para
ser publicadas periódicamente.
·
Alrededor del año 535 aparece una colección conocida
como Epitome Juliani, por ser atribuida a Juliano, profesor
de derecho de Constantinopla. En esta colección se hallan 124
constituciones en latín, reduciéndose a 122 por repetición de dos de ellas. Incluye las constituciones dictadas entre los años 535 y
555.
·
En el año 556 se conoce una segunda colección, con
autor desconocido, de 134 constituciones en latín, conocida como las Auténticas.
·
La Colección Griega, concentra en su
idioma original Novelas tanto griegas
como latinas. Habría sido realizada en el 578 y la integran 158 Novelas de Justiniano y otros
emperadores posteriores como Justino II y Tiberio II. Cuando en
ésta colección aparecen un grupo de 13 Novelas
de Justiniano incorporadas como apéndice son conocidas como Edicta
Justiniani.
·
Otra obra fue conocida por la llegada de juristas
bizantinos y manuscritos griegos, una vez caído el Imperio Oriental. Con 168 constituciones tenía su origen en Constantinopla.
·
Juan
de Antioquía (El Escolástico, patriarca de Constantinopla)
realizó una colección de cánones extraídos de las Sagradas Escrituras, la
patrística, los concilios y sínodos. Luego de la muerte de Justiniano y antes
del 578 correlacionó su obra con las disposiciones de las Novelas de
Justiniano.
Persecución
y Abolición de las Religiones no cristianas.
La
política religiosa de Justiniano reflejó la convicción imperial en que la
unidad del Imperio presuponía necesariamente la unidad de fe. Esto significaba
indudablemente que esta fe sólo podía ser la ortodoxa. Aquéllos que
profesasen una fe distinta, sufrirían directamente el proceso iniciado en la
legislación imperial, que con Constancio
II continuaba ahora
con ferocidad. El Codex recogía dos leyes que decretaban la destrucción total de
la cultura helenista, incluso en la
vida civil, y sus disposiciones serían puestas en práctica con virulencia. Las
fuentes contemporáneas (Juan Malalas, Teófanes y Juan de Éfeso) refieren graves
persecuciones contra los no cristianos, incluso de personas en las altas
esferas.
Quizá el
hecho más lamentable tuvo lugar en 529 cuando la Academia platónica de Atenas, fundada por
Platón, y que funcionaba desde 362 a. C. pasó a estar bajo control
estatal por orden de Justiniano, consiguiendo así la extinción real de esta
escuela de pensamiento helenista. El paganismo sería activamente reprimido: sólo en Asia Menor, Juan de Éfeso afirma haber
convertido a 70.000 paganos. También otros pueblos aceptaron el cristianismo:
los hérulos, los hunos que habitaban junto
al Don, y los abasios en el Cáucaso.
El culto
de Amón en Áwjila un oasis en el desierto libio, fue
prohibido, de igual modo que los restos del culto a Isis en la isla de File, situada junto a la primera catarata del río Nilo. El presbítero Julián y el obispo Longino dirigieron una misión cristiana a la tierra de
los nabateos, y Justiniano trató de reforzar el
cristianismo en Yemen, enviando allí a
un eclesiástico egipcio.
También
los judíos sufrieron estas medidas, pues, no sólo vieron
restringidos sus derechos civiles por parte de las autoridades romanas, que asimismo amenazaron su privilegios
religiosos, sino que, por su
parte, el emperador Justiniano interfirió en los asuntos internos de la sinagoga y prohibió el uso de la lengua hebrea para el culto divino. A aquéllos que se
opusiesen a estas medidas se les amenazaba con castigos corporales, el exilio y
la pérdida de sus propiedades. Los judíos de Borium, cerca de la Gran ciudad
de Sirte, ubicada en el desierto de Libia, que habían opuesto resistencia a
Belisario durante su campaña contra los vándalos, tuvieron que
convertirse al cristianismo y su sinagoga fue transformada en una iglesia.
Justiniano
se encontró con una mayor resistencia entre los samaritanos, que resultaron más
refractarios a la imposición del cristianismo y se rebelaron repetidas veces.
Justiniano les hizo frente con rigurosos edictos, pero no pudo evitar que a
finales de su reinado se produjesen hostilidades contra los cristianos en Samaria. La política de
Justiniano también suponía la persecución de los maniqueos, con el consiguiente exilio y
amenaza de pena de muerte. En Constantinopla, en una ocasión, cierto
número de maniqueos fueron ejecutado en presencia del propio emperador: algunos
quemados y otros ahogados.
Política
Eclesiástica
De igual
modo que en su administración secular, el despotismo estaba presente en la política eclesiástica
imperial. Justiniano trató de regular todo, tanto en la religión como en la
ley.
A
comienzos de su reinado, Justiniano consideró oportuno promulgar por ley su
creencia en la Trinidad y en la Encarnación, y amenazar a
todos los herejes con sanciones; mientras que declaraba a continuación
que a través de la ley pretendía privar a quienes fuesen contrarios a la
ortodoxia de ejercer como tales. Hizo
del credo niceno-constantinopolitano el símbolo único de la Iglesia, y confirió fuerza legal a las
disposiciones canónicas de los cuatro concilios ecuménicos. Los obispos que
asistieron al Segundo Concilio de Constantinopla en 536, reconocieron que en la Iglesia no se
podía hacer nada en contra de la voluntad y de las órdenes imperiales; aunque también es cierto que el
emperador no dejó pasar ninguna oportunidad para reafirmar los privilegios de
la Iglesia y el clero, así como proteger y extender el monacato.
De
hecho, si no fuese por lo evidente del carácter despótico de sus medidas, casi
cabría la tentación de apodarlo “padre de
la Iglesia,” pues, tanto el Codex como las Novellae contienen numerosas normas sobre
donaciones, fundaciones y la administración de la propiedad eclesiástica; la
elección y derechos de los obispos, sacerdotes y abades; la vida monástica; las
obligaciones de residencia del clero; el modo de llevar
a cabo las ceremonias; la jurisdicción episcopal, etc. Justiniano también
reconstruyó la iglesia de Santa Sofía, cuya construcción
original había sido destruida durante la revuelta de Niká. La nueva Santa
Sofía, con sus numerosas capillas y altares, su gran cúpula dorada y sus
extraordinarios mosaicos, se convirtió en el centro y monumento más visible de
la ortodoxia oriental en Constantinopla.
Justiniano
fue conocido por su avaricia, pero también por sus grandes méritos y logros
militares, gracias a él, el Imperio bizantino pudo sobrevivir y perdurar a su
existencia, si bien, sin las glorias militares de su reinado; hasta 1453, cuando Constantinopla cayó bajo el asedio de
los jenízaros del Imperio otomano. (Wikipedia)
El Miafisísmo (en
algunos textos miofisísmo o henofisísmo) es una doctrina cristiana
que afirma que en Jesucristo existe una sola naturaleza
unida, divina y humana junta. Se distingue del:
Monofisismo, en donde en Jesucristo la
naturaleza divina absorbe a la humana, es única. (Wikipedia)
Teodora
Teodora nació en Circa (500-548), emperatriz bizantina esposa de Justiniano I. Gozó de gran popularidad y
poder. Como su marido, es santa en la Iglesia Ortodoxa, y su día se celebra el 14 de noviembre. Teodora es, quizá, la
mujer más influyente y poderosa en la historia del Imperio Romano. Algunas fuentes la
mencionan como emperatriz reinante junto con Justiniano I, siendo corregente.
Historigrafia
Las
fuentes históricas principales de su vida son las obras de Procopio, contemporáneo
suyo, escriba del general Belisario. Sin embargo, el
historiador ofreció tres representaciones contradictorias de la Emperatriz. En
la Historia de las Guerras, la caracteriza
como una emperatriz influyente y llena de coraje.
Después,
escribió la Historia secreta, que no fue
publicada en el momento de acabarla. La obra revela a un autor que devino
profundamente desilusionado con el emperador Justiniano, la Emperatriz, e
incluso con su patrón Belisario. Justiniano es caracterizado como cruel,
corrupto, despilfarrador e incompetente; para Teodora, la lectura se trata de
un retrato detallado y excitante de vulgaridad y lujuria insaciable, combinado
con mal genio y calculada maldad; Procopio incluso clama que ambos eran
demonios cuyas cabezas se vieron abandonar sus cuerpos y deambular por el
palacio por la noche.
Sobre los
edificios, escrito al mismo tiempo que la Historia secreta, es un panegírico que representa a Justiniano y a Teodora como
una pareja pía con tono adulatorio. Además de su piedad, su belleza es
excesivamente alabada. Aunque Teodora ya había muerto a la hora de publicar
esta obra, Justiniano seguía vivo, y probablemente la encargó.
Su
contemporáneo Juan de Éfeso escribe acerca de Teodora en su obra Vidas de los Santos Orientales.
Menciona una hija ilegítima que no nombró Procopio.
Otros
historiadores presentan información adicional de su vida. Teófanes
el Confesor menciona algunas
relaciones familiares de Teodora como otras no mencionadas por Procopio.
Miguel el Sirio, la Crónica de 1234 y Bar-Hebraeus situan su
nacimiento en la ciudad de Daman, en Siria. Contradicen a
Procopio haciendo a Teodora la hija de un sacerdote, entrenado en las pías
prácticas del monofisismo desde su nacimiento. Estas son fuentes miafisitas tardías que recogen su descripción entre
miembros de su credo. Los miafisitas han tendido a considerar a Teodora como
uno de los suyos, y esto puede haber sido inventado como una forma de mejorar
su reputación. También entran en conflicto con lo dicho por Juan de Éfeso,
contemporáneo miafisita. Estas fuentes suelen ser desestimadas en favor de la
versión de Procopius.
Primeros Años
Teodora,
de acuerdo con Michael Grant, era descendiente de chipriotas. Sin embargo, hay varios indicios
acerca de su posible lugar de nacimiento. De acuerdo con Miguel el Sirio, su
origen tuvo lugar en Siria; Nicéforo
Calixto lo sitúa en Chipre, mientras que Jorge Codinos en su "Patria" defiende que nació en Paflagonia. En cuanto a la
fecha, se considera que nació en el 500 a. C.
Su
padre, Acacio, era un entrenador de osos de la facción Azul en el hipódromo de Constantinopla. Su madre, cuyo
nombre no quedó registrado, era bailarina y actriz. Sus padres tuvieron dos hijas más,
nombradas Komito y Anastasia. Después
de la muerte de su padre, su madre hizo llevar a las hijas guirnaldas en el
hipódromo y las presentó como suplicantes en la facción Azul. Desde entonces
Teodora sería seguidora de la mencionada facción.
Juan de
Éfeso y Procopio –en su Historia
secreta- relatan que Teodora siguió desde muy temprana edad el ejemplo de
su hermana Komito y trabajó en un burdel de Constantinopla ofreciéndose a hombres de
baja ralea; después se convirtió en actriz.
Lynda Garland, autora de La Emperatriz Bizantina, (1999) resalta que parecería
haber pocas razones para creer que Teodora trabajó en un burdel, “dirigido por un proxeneta.” Trabajar como actriz en su época, a menudo incluía “indecentes exhibiciones en el escenario”
y otorgar servicios sexuales fuera de él. En lo que Garland llama “sórdido negocio de entretenimiento en la
capital,” Teodora se ganó la vida mediante una combinación de sus
habilidades teatrales y sexuales. Si
uno toma en cuenta a Procopio, Teodora saltó a la fama con su representación de Leda y el Cisne, donde se
desnudaba más allá de lo que la ley permitía, yaciendo en el suelo mientras
algunos asistentes le esparcían grano sobre el cuerpo y después algunas ocas lo
picoteaban, mientras que ella fingía que la violaban.
Durante
este tiempo como actriz conoció a la esposa de Belisario, Antonina, que sería su
amiga durante toda la vida. Con 16 años, viajó hasta el Norte de África, como compañera de
un oficial sirio llamado Hecebolo mientras que él se dirigía hacia la Cirenaica para ser el gobernador. Teodora permaneció con
él al menos cuatro años antes de regresar a Constantinopla. Abandonada y
maltratada por Hecebolo en el camino de vuelta, permaneció por un tiempo en Alejandría, Egipto. Teodora afirmó que en esa
ciudad conoció al patriarca Timoteo III de Alejandría, quien era monofisita, y fue en ese
tiempo cuando ella se convirtió al monofisismo. Desde Alejandría se dirigió a Antioquía, donde conoció a
una bailarina de la facción Azul, Macedonia, quien era, quizá, informante de Justiniano I.
Teodora
regresó a Constantinopla en el 522 y abandonó su antiguo modo de vida,
estableciéndose como hilandera en una casa cerca del palacio. Su belleza,
ingenio y su carácter espontáneo y divertido, atrajeron la atención de
Justiniano, quien quiso casarse con ella. Sin embargo, no podía ser: él era el
heredero del trono de su tío, Justino I, y la Ley Romana
de la época de Constantino I evitaba el matrimonio de actrices con oficiales
gubernamentales. Eufemia, esposa de Justino I, a quien le caía bien Justiniano
y nunca le negaba nada, estuvo en contra de este matrimonio con una actriz. Sin
embargo, Justino le tenía mucho cariño a Teodora. En el 525, cuando Eufemia
murió, Justino eliminó esa ley, y Justiniano pudo casarse con Teodora. En este
momento, ella ya tenía una hija cuyo nombre se ha perdido. Aparentemente,
Justiniano trató a esta hija y al hijo de la misma, Atanasio, como plenamente
legítimos, aunque algunas fuentes
no se ponen de acuerdo acerca de si Justiniano era realmente el padre de la
chica.
Poder en Común
Disturbios de Niká
Teodora
se probó a sí misma como una valiosa y apta gobernante durante los Disturbios
de Niká. Había dos facciones políticas en el Imperio, los Azules y los Verdes,
quienes comenzaron un disturbio en enero de 532 durante una carrera de carros
en el hipódromo. El disturbio provenía de muchas quejas, algunas acerca de las
propias acciones de Justiniano y Teodora. Los agitadores prendieron fuego a muchos
edificios públicos, incluyendo la iglesia de Hagia
Sofia, y proclamaron un nuevo emperador, Hipatio, el sobrino del anterior
emperador Atanasio I. Incapaz de controlar a las masas, Justiniano y sus
oficiales se prepararon para huir. En un encuentro del consejo gubernamental,
Teodora criticó la huida del palacio y subrayó el significado de alguien que
muere como regente a pesar de vivir como exiliado o escondido, diciendo que
"la púrpura es una excelente mortaja", significando esta frase que es
mejor morir como un emperador que lucha para defender y conservar su trono en
lugar de huir asustado y vivir en el exilio.
Su
discurso tajante les convenció a todos, incluyendo al propio Justiniano, quien
había estado preparando sus cosas para huir. Como resultado, Justiniano ordenó
a sus tropas leales, lideradas por dos oficiales, Belisario y Mundus, que atacaran a
los manifestantes en el hipódromo. Sus generales cumplieron las órdenes dadas y
asaltaron el hipódromo, matando –según Procopio- aproximadamente a 30000
rebeldes. A pesar de afirmar que había sido nombrado emperador a regañadientes
y siempre por la masa, Hipatio fue también ajusticiado, aparentemente debido a
la insistencia de Teodora. Los
historiadores están de acuerdo con que fue el coraje de Teodora y su decisión
los que salvaron el reino de Justiniano, que nunca olvidó que fue ella quien
había salvado su trono y su gratitud y aprecio creció enormemente.
Más Allá
de Niká
Después
de la revuelta de Niká, Justiniano y Teodora reconstruyeron y reformaron
Constantinopla y la convirtieron en la ciudad más espléndida que el mundo había
visto en siglos, construyendo o reconstruyendo acueductos, puentes y más de
veinticinco iglesias. La mayor de estas es Hagia
Sofia, considerada la epítome de la arquitectura
bizantina y una de las
maravillas arquitectónicas del mundo.
Teodora
era muy puntillosa en lo que respecta al ceremonial de la corte. De acuerdo con Procopio, la pareja Imperial hizo que
todos los senadores, incluyendo a los patricios, se postraran ante ellos nada
más entrar a su presencia, y dejó claro que sus relaciones con la milicia civil
era la de maestros y esclavos. También supervisaron cuidadosamente a los
magistrados, mucho más que los emperadores previos, posiblemente para reducir
la corrupción burocrática.
También
creó sus propios centros de poder como la Hagia Sofia, la construcción
eclesiástica más elaborada. El eunuco Narsés, que ya era mayor, se convirtió en un brillante
general, siendo su protegido. Juan de Capadocia, el jefe de los
recolectores de impuestos de Justiniano, fue considerado enemigo de Teodora,
debido a su influencia independiente.
Teodora
participó en las reformas legales y espirituales de Justiniano, y se involucró
en el aumento de los derechos de las mujeres. Entre sus leyes destaca la que
prohibía la prostitución forzosa y cerró burdeles que la incumplían. Asimismo,
creó un convento en la parte asiática de los Dardanelos llamado Metanoia,
arrepentimiento, donde exprostitutas podían mantenerse a sí mismas. También
expandió los derechos de la mujer en caso de divorcio y los referentes a la
propiedad. También, Teodora instituyó la pena de muerte por violación, prohibió
que los bebés no deseados fueran expuestos dando a las madres derechos sobre
sus hijos y prohibió el asesinato de las mujeres que hubieran cometido
adulterio. Procopio escribió que ella estaba naturalmente inclinada a ayudar a
las mujeres desafortunadas.
Por
supuesto, la Historia Secreta de Procopio presenta una versión
diferente de los eventos. Por ejemplo, en lugar de prevenir la prostitución
forzosa, Procopio dice que Teodora reunió a unas 500 prostitutas, confinándolas en un
convento como si fuese una suerte de burdel. Esto, según narra, incluso las
llevaría al suicidio o intentarían escapar, ‘al
ser transformadas contra su voluntad.’
Politica
Religiosa
Teodora
trabajó contra el soporte de su marido de la Iglesia calcedonia en las luchas
en curso por la predominancia de cada facción. A pesar de pertenecer Justiniano
a la Iglesia ortodoxa, Teodora fundó un monasterio monofisita en Gálata y
proveyó refugio a los líderes monofisitas que hicieron oposición a la mayoría
cristiana ortodoxa en el propio palacio, como a Severo y al patriarca Antimo I.
Antimo fue designado Patriarca de Constantinopla bajo su influencia y después
de la orden de excomunión, permaneció escondido en los cuartos secretos de
Teodora durante doce años, hasta la muerte de la Emperatriz. Cuando el
Patriarca calcedonio Efraín provocó una violenta revuelta en Antioquía, ocho
obispos monofisitas fueron invitados a Constantinopla y Teodora les dio la
bienvenida y les acogió en el palacio Hormisdas, adyacente al Gran Palacio de
Constantinopla, que había sido la vivienda de Justiniano y Teodora antes de
convertirse en Emperador y Emperatriz respectivamente.
En
Egipto, cuando Timoteo III murió, Teodora consiguió ayuda de Dioscoros, el
Prefecto Augusto y Aristómaco, el duque de Egipto, para facilitar el
entrenamiento de un discípulo de Severo, Teodosio, siendo de ese modo mejor
estratega que su esposo, que estuvo discutiendo acerca de un católico como
sucesor en el patriarcado; pero Teodosio de Alejandría, incluso con la ayuda de
las tropas imperiales, no pudo mantenerse contra los Julianistas y cuando fue
exiliado por Justiniano junto con otros 300 monofisitas una fortaleza en
Tracia, Teodora le rescató y le llevó al palacio Hormisdas, donde vivió bajo su
protección, y después de su muerte en 548, bajo la de Justiniano.
Cuando
el papa Silverio rechazó la demanda de Teodora de revocar la anatema del papa
Agapito I dirigida al Patriarca Antimo I, dio órdenes a Belisario de encontrar
un pretexto para destronar a Silverio. Cuando lo consiguió, Vigilio fue situado
en su trono.
La
política de Teodora en asuntos teológicos fue separatista. Se puede argüir,
como hicieron los calcedonios, que Teodora promovió la herejía y como
consecuencia socavaría la unidad de la cristiandad. Pero es igualmente justo
reconocer que la política de Teodora retrasó la alienación de la Iglesia
ortodoxa.
Otro
incidente, que muestra hasta dónde podría llegar Teodora para burlar a su
marido en materia religiosa, es el caso de Nobatia, en el sur de Egipto, cuyos
habitantes fueron convertidos al monofisismo en el 540. Justiniano había
determinado que ellos debían ser convertidos a la fe calcedonia y Teodora, por
el contrario, que debían ser monofisitas. Justiniano habló con misioneros
calcedonios de Tebaida para que se presentaran con regalos a Silko, el rey de
Nobatia. Pero, al enterarse, Teodora preparó sus propios misioneros y escribió
al duque de Tebaida que debería retrasar a la embajada de su esposo para que
los monofisitas llegaran antes; de lo contrario, lo pagaría con su vida. El
duque fue lo suficientemente astuto para frustrar al despreocupado Justiniano,
a pesar de la implacable Teodora, y consiguió su cometido. Cuando los
calcedonios alcanzaron a Silko, fueron rechazados, porque los de Nobatia ya
habían adoptado el credo monofisita de Teodosio.
Muerte
Teodora
murió de un cáncer sin especificar el 28 de junio de 548, a la edad de 48 años,
y Justiniano la sobrevivió hasta 565. A pesar de que ha sido argüido que la
única fuente de su muerte, Victor de Tonena, no usa la palabra “cáncer” en su sentido moderno, parece
advertirse que esa fue la enfermedad que pudo terminar con ella, y, aunque no
hay documentación que sugiera que murió de cáncer de pecho, algunos estudiosos
lo han sugerido. Justiniano lloró amargamente en su funeral. Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla.
Teodora
y Justiniano son representados en mosaicos que se conservan hoy en la San
Vital de Rávena, Italia, que fueron completados un
año después de su muerte.
Influencia
Duradera
Su
influencia en Justiniano fue tan fuerte que incluso después de su muerte él
trabajó para llevar la armonía entre los monofisitas y los ortodoxos en el
Imperio, y cumplió su promesa de proteger su pequeña comunidad de refugiados
monofisitas en el palacio Hormisdas. Teodora igualmente dio soporte político al
ministerio de Jacob Baradeus, y aparentemente amistad personal también. Charles
Diehl atribuye la existencia moderna de la cristiandad jacobita a ambos.
Teodora
es considerada como una gran figura femenina del Imperio Bizantino, y una
pionera del feminismo, ya que las leyes
que hizo fueron destinadas principalmente a aumentar los derechos de las
mujeres. Como resultado de los esfuerzos de Teodora, los privilegios sociales
de la mujer en el Imperio Bizantino fueron más elevados que los privilegios del
resto de las mujeres en Europa.
La
ciudad de Olbia, en la Cirenaica, en Libia, fue renombrada como Theodorias para
honrarla, evento común entre las ciudades antiguas para honrar a un emperador o
emperatriz. La ciudad, hoy llamada Qasr Libia, es conocida por sus espléndidos
mosaicos del siglo sexto.
Películas,
Representaciones y Cultura.
Victorien Sardou escribió la obra 'Théodora en 1884. Sarah
Bernhardt la interpretó, y
posteriormente se adaptó la obra a la ópera por Xavier Leroux en 1907.
La
película muda de 1910, Justinian
and Theodora fue dirigida por Otis Turner y la protagonizó Betty Harte y Bebe Daniels.
Hubo
otras películas mudas, italianas en este caso llamadas Teodora (1914) y Teodora (o “Teodora,
la princesa esclava,” 1919) fueron dirigidas por Roberto Roberti y Leopoldo Carlucci, respectivamente. La película italiana de 1954 Teodora, Imperatrice di Bisanzio fue dirigida por Riccardo Freda.
La
Emperatriz Teodora es la villana principal de la novela histórica de 1906 Pod Svobodnim Soncem del escritor esloveno Fran
Saleški Finžgar.
Asimismo,
fue la heroína de la novela histórica de 2011, “Theodora: Actress, Empress, Whore,” de Stella Duffy.
El Regreso a Casa (The
Home-Coming) es un cuento corto publicado en 1909, en la revista londinense
semanal, The Strand Magazine, cuya versión
es español apareció en una colección de relatos de Conan Doyle, bajo el título
de: “Historias de la Antigüedad.”
El Regreso al Hogar
de Sir Arthur Conan Doyle
En todas las épocas han
existido casas donde las mujeres tienen como oficio complacer a
los hombres. Así sucedía en la ciudad de Pentápolis, durante el imperio
Bizantino. El lugar era elegante, solo entraban allí los ricos, los poderosos e
importantes de la ciudad. Y todos, sin excepción, iban por Teodora, una mujer
cuya belleza los trastornaba. Aunque no era solo su gran hermosura lo que les
atraía. Su personalidad, su mirada, su voz, eran como un imán. Con solo 20 años
de edad, era una experta en conducir a quienes la admiraban al cielo, o al
infierno según fuera su estado de ánimo. Para Edina, la dueña del lugar, Teodora
era la consentida, pues era quien mantenía el interés de la clientela. Un día,
mientras Teodora se bañaba, la dueña le dijo, “Teodora, esmérate en tu arreglo, hoy vendrá el gobernador.” Teodora
dijo, “¡Otra vez! En las últimas semanas
ha estado muy seguido.” La dueña le dijo, “Lo hace porque te ama. ¿Acaso no te has dado cuenta?” Teodora
dijo, “Sí…sé que viene por mí y eso me da
miedo Edina.” Edina le dijo, “¿Por
qué? Deberías sentirte halagada.” Teodora le dijo, “Es que…es demasiado atractivo…cuando me mira no puedo dejar de
temblar.” Edina dijo, “Teodora,
¿Estas enamorada de él?” Teodora dijo, mientras se cubría con una tela para
secarse, “Yo…no lo se…no quiera
averiguarlo, por eso prefiero que no regrese.” Edina le dijo, “Pero lo hará, y tú no debes olvidar quien
es él y quien eres tú.” Teodora dijo, “Bien
lo sé, ¿Cómo olvidarlo?, pero ¿Porqué no podría amarme…? ¡Oh, no, qué
tontería!”
Horas después, Erébolo, el gobernador se reunía con Teodora, y tomándola
de los hombros le decía, “Ven acá. No
quiero que mires ni hables con nadie mientras yo estoy aquí.” Teodora dijo,
“Como usted mande, señor gobernador.”
Erébolo le dijo, “Para los demás soy el
gobernador, para ti simplemente Erébolo. Ese es mi nombre.” El importante personaje se había encaprichado con la joven y no tardó en decírselo, “Teodora, enloquezco de celos cuando pienso
que estas con alguien que no sea yo. Quiero que dejes este lugar. Te pondré una
casa, y vivirás allí. Quiero que me ames solo a mí.” Teodora dijo, “Haré lo que desees. Yo te quiero más que a
mi vida. Soy tu esclava.” La reacción de sus compañeras y de la dueña del
lugar fue una mezcla de furia y envidia. Edina le dijo, “¡Eres una tonta! Aquí tienes un gran porvenir. Él, muy pronto se
cansará de ti.” Teodora le dijo,
“¡No!¡Él me ama!” Edina le dijo, “¡Pues
vete, pero jamás te atrevas a regresar aquí! Te recogí muerta de hambre, eras
un esqueleto. Yo te eduqué…Aquí aprendiste a arreglarte, a conquistar y
complacer a los hombres y ahora decides marcharte.” Teodora le dijo, “Con creces he pagado lo que hizo por mí.
Mi inteligencia y mi belleza, algo tuvieron que ver con mi éxito, ¿o no?” Edina le dijo, “¡Te arrepentirás!¡Vete y cuando estés en problemas no pretendas venir
a pedir ayuda, para mi has muerto!”
A
Teodora nada le importaron las amenazas ni los malos augurios, y se marchó,
pensando, “Por primera vez en mi vida soy
feliz. Erébolo me ama y yo daría mi vida por él.” Los meses siguientes los
vivió como un encantamiento. En su casa Teodora daba órdenes, “Dense prisa. Todo debe estar perfecto. El
gobernador traerá invitados.” Así trascurrió casi un año, hasta que una
mañana, Teodora meditaba, “Ayer no vino.
Últimamente ni siquiera me avisa y quedo esperándolo. Está extraño, como
molesto por algo. ¿Estará dejando de quererme?¡No, eso no! Menos ahora…cuando
sepa…todo volverá a ser como antes.” Al día siguiente, una de sus
sirvientas entró a su aposento, diciendo,
“El criado del gobernador ha venido a avisar que él vendrá esta noche.” Teodora
se relajó pensando, “¡Qué tonta he sido!
Preocuparme sin motivo. Seguramente ha tenido asuntos importantes que atender.”
Teodora pasó largas horas arreglándose para recibirlo, tratando que su
belleza resplandeciera como nunca. Dio orden de que se hicieran los más
delicados platillos y personalmente superviso todos los detalles, pensado, “A él le agrada la perfección y es lo que he
tratado de darle siempre.”
Esa noche, Teodora lloró todas las lágrimas contenidas desde su
nacimiento y las que podría derramar el resto de su vida. Entonces Teodora
dijo, “Nunca más nadie me humillará así.
Saldré adelante y este hijo no será un obstáculo para ello.” Quince días
después, Teodora se encontraba en una pequeña ciudad, y pensó, “Aquí aguardaré a que nazca mi hijo. En este
lugar nadie sabe quien soy ni lo sabrá.”
Transcurrieron los mese y Teodora dio a luz a un hermoso bebé. Mientras
lo tenía en sus brazos, Teodora pensó, “Es
un hermoso niño. Se llamará León. Quizá ese hombre le de fuerza para enfrentar
la vida.” El pequeño no tenía aún un mes cuando Teodora decidió abandonar
aquel lugar. Mientras amamantaba a niño, Teodora pensó, “Ha
llegado el momento de hacer todo lo que planee durante los largos meses de mi
embarazo.” Con el niño en brazos, fueron días de largas caminatas, de
alejarse más y más del lugar donde tan amargos ratos había pasado. Teodora no
solo puso distancia por tierra sino también por mar y finalmente llegó a
Antioquía, pensando, “No debo flaquear,
solo la fuerza me permitirá salir adelante.”
Decidida Teodora se dirigió a un monasterio. Teodora fue recibida por un
portero, quien le dijo, “¿Qué buscas en
esta casa?” Teodora le dijo, “Deseo
hablar con el abad.” El portero dijo, “Pasa
hija, que nuestro superior a nadie niega su ayuda.” Momentos después,
Teodora se encontraba ante el superior con su hijo en brazos, diciendo, “Padre soy una pecadora y a pesar de ello me
he atrevido a llegar hasta aquí. Sé que no tengo derecho a entrar en este
lugar, pero…” El superior la interrumpió, “No me hables así. Dime qué necesitas y veré como ayudarte.” Teodora
mostró al niño, diciendo, “Este pequeño
es mi hijo. Quiero salvarlo de las maldades del mundo. Deseo que viva entre
hombres de bien y por ello lo he traído aquí.” El superior le dijo, “¿Quieres que tu hijo se crie en este pobre
y humilde claustro?” Teodora dijo, “Si
padre. No soy digna de él. No merezco tenerlo a mi lado. Es fruto de mis
pecados.” El padre le dijo, “Hija,
¿amas a este pequeño?” Teodora dijo, “Sí,
será mi expiación separarme de él. Darle la oportunidad de una vida limpia y
pura.” El superior le dijo, “Estas
siendo muy cruel contigo misma. El reconocer tus faltas te redimes de ellas.”
Teodora dijo, “Padre, se lo suplico,
acéptelo, he hecho un largo viaje para traerlo aquí. Sé que en ningún otro
lugar del mundo estará mejor que con ustedes.” El superior le dijo, “Si crees que eso es lo mejor para el niño, lo recibiré, pero sé que
como madre algún día vendrás por él y se te será entregado.” Teodora dijo, “Si algún día merezco su cariño, volveré
padre.”
El abad hizo sonar una
campanilla y minutos después un hombre apareció, diciendo, “¿Me llamaba padre abad?” El padre dijo, “Padre Lucas, esa criatura quedara en el monasterio y usted cuidará de
él.” El padre Lucas lo vio y dijo, “¡Qué
niño tan hermoso! Es una bendición para esta casa su llegada.” El abad
dijo, “Hija, entregas al pequeño al padre
Lucas.” Teodora dijo, entregando al niño, “Adiós hijo
mío. Sé que esto es lo mejor para ti.” Teodora posó sus labios en la frente
del bebé, como si en ese beso le entregara todo el amor de madre. Y luego lo
puso en los brazos que se extendían hacia ella. Cuando Teodora quedó sola con
el abad dijo, “Señor abad, sé que este
monasterio es pobre, pero rico en cariño, en amor.” Teodora extendió una
bolsa con alhajas, diciendo, “Quiero
entregarle esto, es mi contribución por la caridad que ha hecho conmigo.”
El abad dijo, “¡Hija…pero aquí hay una
gran fortuna! Estas alhajas son muy valiosas.” Teodora dijo, “Lo sé. ¿Qué mejor destino puedo darles que
entregarlas a quienes criarán y educarán a mi hijo.” El abad dijo, “Muchas carencias tenemos y gran necesidad
de ayuda, gracias hija. Aquí estará tu hijo hasta que tu así lo decidas.”
Poco después Teodora se alejaba del monasterio, pensando, “Hice lo correcto. León tendrá una buena vida, una vida digna, y yo…yo
aceptaré mi destino.”
Meses más tarde, Teodora, más hermosa que nunca, se encontraba en
Constantinopla. Un hombre dialogaba con otro, diciendo, “He escuchado que ha llegado a la ciudad una bellísima mujer que tiene
locos a nobles y plebeyos.” El que así hablaba era Justiniano, heredero a
la corona del imperio de Bizancio. Justiniano siguió inquiriendo, “Creo que se llama Teodora, ¿Qué sabes de
ella Cadio?” Cadio dijo, “Que vive en una elegante casa, da grandes
fiestas, recibe importantes regalos pero ningún hombre aún consigue
conquistarla. De su pasado nadie sabe nada. Se rumora que ha llevado una vida
licenciosa y llena de placeres. Pero nadie lo puede asegurar. Es joven, no
tiene más de 23 años y jamás mis ojos vieron a una mujer más perfecta. Tiene un
cutis como seda, el pelo negro y reluciente como azabache, sus ojos son dos
esmeraldas. Su boca roja, al ver sonreír, deja ver dientes como perlas. Su voz
tiene la suavidad del terciopelo.” Justiniano dijo, “¡Tengo que conocerla Cadio!” Cadio dijo, “Mi señor, mis deseos son ordenes. ¿Quiere que la traiga al palacio?” Justiniano
dijo, “Sí, hoy mismo.”
Esa tarde una sirviente de
Teodora entro a la habitación de ella y dijo, “Señora, un enviado del palacio real desea verla.” Teodora dijo, “¡Del palacio! Espero no pretenderán hacerme
salir de la ciudad como sucedió en otras.” Mientras se arreglaba, Teodora
pensó, “Aunque aquí he empezado a
trabajar. Nada pueden reprocharme.” Momentos después Cadio se presentaba, “Señora, soy Cadio, servidor de su majestad,
el príncipe Justiniano, heredero al trono. Mi señor desea conocerla y me ha
pedido que la lleve al palacio.” Teodora dijo, “¡Oh…! Supongo que no puedo negarme a un deseo de su majestad.” Cadio
dijo, “No señora.” Teodora dijo, “Entonces deme tiempo para prepararme y
poder presentarme ante el príncipe como corresponde." Trascurrió una hora y al
verla lista, Cadio pensó, “¡Jamás he visto algo tan maravilloso! Es como una
aparición.” Teodora dijo, “Estoy
lista. Podemos partir.” Cuando ambos llegaron al palacio, Cadio dijo, “Por favor. Aguarde aquí. Iré a avisar al príncipe.”
Teodora pensó, “Las puertas están
adornadas con oro y piedras preciosas. Jamás imaginé que existiera algo igual.
Nada es comparable con esta magnificencia. Quien aquí reina es el dueño del
mundo.” Ante aquella fastuosa habitación su belleza aumentaba, opacando las
maravillas que ahí había. Extasiado, Justiniano la estuvo contemplando, hasta
que la fuerza de su mirada, atrajo la atención de la mujer. No te asustes.
Estaba recreándome en tu belleza. No mintieron los que me hablaron de ti.”
Teodora se inclinó, diciendo, “Majestad…”
Justiniano dijo, “No, no te inclines. Yo
debería hacerlo ante tanta perfección. Ven acá.” Esa noche, aún sin darse
cuenta, Justiniano perdió su corazón, y tomándola de los hombros le dijo, “Ni en mis más caros sueños imagine que
existiera una mujer como tú. Mis ojos solo quieren ver tu rostro. Tu voz es
música a mis oídos.”
Al día siguiente, Justiniano daba las siguientes instrucciones, “Cadio, quiero que Teodora se instale en un
palacio donde yo pueda visitarla.” Cadio le dijo, “Mi señor, ¿Será prudente…? Jamás antes por ninguna otra, usted había
tomado tal decisión.” Justiniano le dijo, “No te preocupes. Es solo un capricho que se pasará como tantos
otros.” Cadio solo pensó, “Espero que
así sea…pero ¿Porqué me temo que no será así?” Cadio tenía razón al
preocuparse, porque Justiniano cada día sentía mayor necesidad de estar junto a
Teodora. Estando ambos juntos en el lecho, Justiniano le decía, “¿Qué me has hecho? Nunca antes había
sentido por nadie lo que siento por ti. Eres la luz de mis días, el agua que
calma la sed de amor que arde en mi corazón.” Cuando Teodora quedaba sola,
en los jardines de su palacio, decía, “Tengo
más de lo que soñé. Esta vez no permitiré ser tratada como lo hizo Erébolo.
Justiniano me ama, de eso estoy segura, yo sabré mantener la llama de ese amor
encendida. Sé que es feliz a mi lado, con una felicidad que no encontrará en
ninguna otra mujer. ¡Esa es mi fuerza! Él no podrá dejarme porque si lo hace,
sufrirá hasta la muerte.” Así estaban las cosas cuando un día, Justiniano
le dijo a Teodora, “Dos reinos que han
sido siempre nuestros enemigos se han unido contra nosotros. La guerra es
inminente. Deberé partir a la cabeza de nuestro ejército.” Teodora dijo, “¡No! Tú eres el príncipe heredero. No debes
exponerte. Si algo te sucede…” Justiniano la interrumpió, “Nada me pasará. Quiero regresar a tu lado
y lo haré. Tu recuerdo me dará fuerzas y me ayudará a vencer.” Teodora le
dijo, “Justiniano, mi vida sin ti no
tiene sentido. Conocerte fue como volver a nacer. Si mueres moriré. No podría
seguir…” El príncipe adivinó lo que quería decir y acalló su triste queja
con ardientes besos.
No
tardó el ejército imperial en partir a enfrentar a los enemigos. Cuando los
ejércitos de Justiniano se encontraron con estos, el choque fue brutal.
Justiniano daba el ejemplo a sus hombres, demostrando un valor sin límites. A
pesar de lo mucho que arriesgaba su vida, parecía como si el destino se
empeñara en que saliera ileso. Larga y cruenta fue la guerra. Cientos de
hombres dejaban sus vidas en el campo de batalla. Pero finalmente el heredero a
la corona salió triunfante, ganando tierras, esclavos, y mayor respeto para su
imperio. Al regreso de los ejércitos, toda Constantinopla se volcó a las calles
para aclamarle. La multitud gritaba,
“¡Viva nuestro príncipe!¡Viva el salvador del imperio!” Teodora le
aguardaba ansiosa, y cuando horas después él se presentó, ella se abalanzó a
sus brazos diciendo, “¡Justiniano!”
Justiniano le dijo, “¡Amor mío,
adorada…!” Al sentir sus labios la mujer supo que él era suyo para siempre.
La boda fue fastuosa. Todo el mundo se inclinó ante la esposa del
heredero. Un año después, murió el emperador y terminadas las ceremonias
fúnebres se llevó a cabo la coronación. Teodora pensó, “…Soy emperatriz. He llegado a la cima a la que puede aspirar una
muer.” Ella se transformó en una gran soberana, más sabia y enérgica que su
esposo. Un día, el consejero Basilio se presentó ante ella y le dijo, “Majestad, me han dicho que desea verme.
Aquí estoy para servirla.” Teodora le dijo, “Basilio, usted es el gran chambelán del palacio, pero eso no le da
derecho a ordenar como si fiera el emperador. Ha hecho castigar a dos
servidores y yo ya le he dicho que son decisiones que tomaré después de
estudiar los casos.” Basilio le dijo, “Majestad,
el antiguo emperador confiaba en mí y también lo hacia el príncipe.”
Teodora le dijo, “Pero ahora tendrá que
consultar conmigo y es mejor que obedezca o perderá su puesto, ¡Retírese!”
Basilio pensó, mientras se retiraba, “¡Maldita,
cuánto la odio! Si pudiera hacerla caer de la gracia del emperador…pero él la
adora. Le ha dado poder en el gobierno igual que a los suyos y ella puede hacer
lo que le plazca. Tengo que ser servil, casi arrastrarme a sus pies, para
mantener mi puesto y prestigio.” Tampoco a Teodora le era agradable
Basilio, y pensaba, “Presiento en él un
gran enemigo. Si pudiera perjudicarme lo haría sin dudarlo. Pero no tiene
motivos. El pueblo me quiere. Soy una gran soberana. Todos lo reconocen,
especialmente Justiniano. Si supiera mi secreto…pero jamás podrá descubrirlo.
León está muy lejos de aquí, encerrado en un monasterio. Los monjes jamás
podrán imaginar que Teodora, la emperatriz, es Teodora, la madre de León. Puedo
estar tranquila.”
Pasaron los años y un día, dos hombres dialogaban en la ciudad. Uno de
ellos preguntó, “¿Qué sucede?¿Porque
todos salen de sus casas?” El otro le contestó, “No eres de aquí, ¿Verdad? Sino sabrías que una vez al mes la
emperatriz sale a salda al pueblo y hoy es el día.” El hombre dijo, “Oh, ya había escuchado eso, pero jamás pude
verla. Dicen que es muy hermosa y que es caritativa con el pueblo.” El otro
dijo, “Creo que es la mujer más hermosa
de la tierra. El emperador la ama más que a su propio vida.” El padre
Lucas, que había ido a Constantinopla por asuntos del monasterio, no daba
crédito a lo que vieron sus ojos, pensando mientras veía pasar a procesión de
la reina, “Debo estar soñando…no, es
ella. Cómo olvidar ese rostro tan hermoso y perfecto. Es ella.” Cuando
regresó a Antioquía, el abad le dijo, “¿Está
seguro de lo que dice padre Lucas?” El padre Lucas le dijo, “Completamente señor abad. Era ella. Llevaba
un traje tejido en oro. Los años no han pasado por esa mujer. Está igual de
bella.” El abad dijo, “Jamás regresó.
Nunca envió a preguntar por su hijo. A pesar de que ella y el emperador no han
tenido descendencia.” El padre Lucas dijo, “Quizá es un castigo de Dios por haber abandonado a León.” El abad
le dijo, “Padre Lucas, creo que debemos
hacer algo. Mi conciencia me lo está diciendo.”
Dos mese después, el padre Lucas y el pequeño León viajaban en un barco,
por el Mediterráneo. León decía, “¡Que
hermoso paisaje padre Lucas!¡Cuantas cosas hemos visto desde que salimos de
Antioquía!” El padre Lucas le dijo,
“Y aún no has visto nada, el mundo es muy grande, León, y tú has pasado todos estos
años entre las paredes del monasterio. Constantinopla te impresionará. Es la
ciudad más fastuosa de la tierra.” El pequeño León dijo, “¿Más grande que Antioquía?” El padre
Lucas dijo, “¡Mucho más! Veras palacios
maravillosos, con pisos de mármol, paredes recubiertas de oro…” León dijo, “¿Y en uno de esos palacios vive mi madre?” El
padre Lucas dijo, “No hables tan alto.
Nadie debe saber a qué vamos a Constantinopla.” León dijo, “Padre Lucas,
¿Cree que ella se alegrará al verme?” Lucas le dijo, “No puedo asegurártelo. Te llevo a su lado porque el abad y yo creemos
que es nuestro deber. Si resulta que en ese palacio no hay sitio para ti,
regresaremos al monasterio, que hasta ahora ha sudo tu hogar.” León dijo, “¿Porqué no avisaron a mi madre de nuestro
viaje? Quizá antes de emprenderlo se debió esperar una orden suya.” El
padre Lucas le dijo, “León, desde lejos
sería fácil rechazarte, pero cuando te vea, cuando mire tus ojos iguales a los
suyos…cuando distinga entre tus rasgos, algunos de los de alguien a quien
seguramente amó, entonces…Si dentro de su pecho queda algo de corazón de mujer,
de madre te apretará contra él mismo. Dicen que el emperador no le niega nada.
No tienen hijos propios. Se te presenta un gran porvenir León. Espero que en el
futuro no te olvidaras de los pobres hermanos de San Nicéforo que te criaron y
dieron cariño.” León dijo,
“¿Olvidarme de ustedes? Son las personas que más amo en el mundo. Quiero
conocer a mi madre…Pero desearía no tener que dejar el monasterio. He sido muy
feliz allí, padre Lucas.” Lucas le dijo, “ya veremos si piensas lo mismo cuando veas el palacio, el lujo, el
futuro que tendrás.”
A media mañana el barco atracó en el puerto de Constantinopla, y
mientras León y el padre Lucas caminaban pos las calles de la ciudad León dijo, “¡Cuánta gente! Padre detengámonos a
mirar.” El padre Lucas dijo, “Después
podrás admirar todo esto. Ahora no hay tiempo que perder. Al llegar a las
puertas del palacio el portero dijo, “¿Qué desean?” El padre Lucas dijo, “Ver al chambelán Basilio.” Bastó aquel
nombre para que los condujeran al interior del palacio. Mientras caminaban por
las salas del palacio, el padre Lucas pensó, “Por suerte me enteré que el chambelán recibe los miércoles a quienes
piden verlo. Y también que nadie se atreve a hacer uso de tal honor sin tener
un motivo suficientemente importante. El mío lo es, por lo tanto, no tengo nada
que temer.” Después de cruzar varios pasillos los introdujeron en un salón
donde los dejaron aguardando. León dijo, “Padre,
¿Es verdad todo lo que he visto? Me parece mentira que existan lugares como
estos.” Ninguno de los dos salía de su asombro ante tanto lujo, de
pronto…Basilio los recibió, diciendo,
“Entraron en palacio, valiéndose de mi nombre. Una de las cosas de las que me
vanaglorio es que cualquier persona del populacho puede llegar a mi presencia
con solo nombrarme, pero quien sin causa realmente justificada se vale de ese
recurso, se arrepiente. ¿Qué desean?” A pesar del aspecto siniestro del
chambelán, y de la amenaza de sus palabras, el padre Lucas no se amedrentó, y
dijo, “Excelencia, le aseguro que la
importancia de la misión que traigo, justifica mi intromisión. Lo único que me
turba es que no puedo decirla a nadie que no sea la emperatriz, pues solo a
ella concierne.” Basilio le dijo, “Soy
el hombre de confianza del emperador, por lo tanto, no hay nada que se me deba
ocultar.” Basilio dijo, “Sea lo que
sea lo que le trae aquí, debe decírmelo a mi antes que a nadie.” El padre
Lucas dijo, “Quisiera hacerlo, señor,
pero insisto que solo la emperatriz debe escuchar mis palabras.” Basilio
dijo, “Si no habla puede estar seguro que
jamás llegará a ella. Nunca la vera.” Lucas dijo, “Pero…” Basilio dijo, “¿Quién
me asegura que no es un asesino que trae escondido un puñal para matarla?”
El padre Lucas le dijo, “¿Acaso mi hábito
no dice claramente quién soy?” Basilio dijo, “No. No es suficiente para mí.” El padre Lucas dijo, “Esta bien. Lo diré y si me equivoco en lo
que voy a hacer, que al castigo caiga sobre el responsable. Este niño León es hijo de la emperatriz. Ella
lo dejó en nuestro monasterio hace diez años. Cuando aún no tenía un mes lo
llevó con nosotros, y nunca más regreso por él.”
Basilio
apenas podía salir de su asombro ante lo que escuchaba, pensando, “El muchacho es la viva imagen de la
emperatriz…pero, ¿Y si es una trampa que me tiende este hombre?” Basilio
dijo, “No será la casualidad del parecido
lo que lo ha hecho maquinar todo un plan?” El padre Lucas dijo, “Solo hay una forma de contestar eso.
Pregunte a la emperatriz si lo que digo es mentira.” El tono seguro del
padre Lucas y los rasgos del niño terminaron de convencer al chambelán, quien
pensó, “Creo que este asunto podrá serme
de gran provecho si sé manejarlo bien.” Basilio permaneció un momento dando
vueltas a la idea en su astuta mente, y enseguida preguntó, “¿Cuántas personas aparte de usted saben
este secreto?” El padre Lucas dijo, “Solamente
el abad del monasterio.” Basilio pensó, “Y
ahora yo. Con él podré dominar a la orgullosa emperatriz. Tendrá que hacer lo
que yo quiera.” Basilio dijo, “Quédense
aquí. Volveré en un momento.” Basilio salió y poco después hizo su
aparición Teodora. Al verla, el padre Lucas pensó, “¡Qué dignidad en su porte! Solo su enorme belleza hace recordar que
es la misma mujer que fue al monasterio.” Sin decir una palabra, Teodora
caminó hacia el niño. Basilio pensó al verla, “Su mirada demuestra horror. No hay duda que ese niño es de ella. ¡Qué
suerte tienes Basilio!” Al principio León se quedó petrificado ante aquella
mirada fría y penetrante de Teodora. Pero, a medida que aquella se fue
suavizando, también la del muchacho respondió con ternura, diciendo, “¡Madre, madre mía!” Ante aquella voz
llena de cariño, la altiva mujer se dejo llevar por la emoción, diciendo, “¡Hijo mío de mi corazón!” Pero su
energía de emperatriz se sobrepuso rápidamente a su pasajera debilidad
maternal. Teodora dijo, “Basilio, llévalo
al salón azul y regresa de inmediato.”
El chambelán se apresuró a obedecer y poco después, Teodora le dijo, “Es preciso que el emperador jamás se entere
de esto, Sé que estoy en tus manos Basilio.” Basilio le dijo, “Soy un esclavo de su majestad. Si su
voluntad es que el emperador lo ignore, así se hará.” Teodora dijo, “Pero…y ellos…¿Qué vamos a hacer con ellos?”
Basilio dijo, “Solo hay un camino: Los
pozos del subterráneo guardan los mayores secretos.” Teodora pensó, “¿Lanzar a mi hijo a las profundidades de
los pozos?¿Quitarle así la vida que yo le di…? Pero, si no lo hago, ¿Qué va a
ser de mí? Justiniano no me perdonara nunca que le haya ocultado a mi hijo.
Menos aún cuando no hemos tenido descendencia. He logrado que olvide mi pasado,
que jamás hable de él. Pero con León de regreso, vivo y latente, será mi ruina,
mi perdición.” Por su parte, Basilio pensaba, “Tendrá que hacer lo que yo digo. No tiene alternativa. Deshacerse de
mi le sería tan fácil como lo fue elevarme al lugar donde estoy ahora. ¿Voy a
arriesgarme a perderlo todo por lago que eta misma mañana no existía para mí?
¿Seré tan insensata como para poner en peligro un realidad tan sólida por lago
que es una simple sombra?” Basilio interrumpió sus pensamientos, “Majestad, deje de mi cuenta arreglar esta
asunto y le aseguro que no quedará la menos huella.” Teodora dijo, “¿No hay otra solución que…la muerte?” Basilio
dijo, “No que ofrezca tanta seguridad.
Pero si su corazón es tan bondadoso, quizás la perdida de la vista o el habla…”
Teodora se llevó las manos a las sienes diciendo, “¡Noooo! La muerte antes que eso.” Basilio dijo, “Habla con sabiduría, gran emperatriz, pues los
muertos jamás pueden decir nada.” Teodora sintió un escalofrío, pero luego
cruzó por su mente la cara de felicidad de sus enemigos si fuera repudiada, y
dijo, “Hazlo…¡Ahora mismo!” El
malvado Basilio con una cruel sonrisa salió de la habitación, pensando, “He ganado. Cuando mueran yo seré el único
que sabré el secreto. La emperatriz se transformará en mi esclava.”
Rápidamente
Basilio se dirigió al salón azul, cuya puerta estaba custodiada por dos
africanos y les hizo una señal. Inmediatamente éstos cumplieron la orden,
tomando a la fuerza al padre Lucas y a León. El padre Lucas exclamó, “¡Esperen, no nos maltraten!” Sus
quejas no fueron escuchadas y prácticamente a rastras los llevaron hasta un
tétrico pasillo, donde los encarcelados se quejaban. Mientras era llevado el
padre Lucas, pensaba, “Esos son
calabozos, y los lamentos son de los infelices que allí se encuentran.”
Cuando llegaron al final del pasillo, entraron en un amplio recinto. El padre
Lucas preguntó, “¿Por qué nos han traído
aquí?¿Qué pretenden hacernos?” Basilio dijo, “Ya lo sabrán.” A una nueva señal, los africanos empezaron a quitar
las tablas que cubrían la boca del pozo. León dijo, “Padre Lucas tengo miedo.” El padre Lucas dijo, “Tranquilo, hijo. Nada te sucederá.” El
padre Lucas se dirigió a Basilio, “No
pretenderá matar a este niño. ¿Qué ha hecho él? Yo lo traje. Yo tengo la culpa.
Castígueme a mí, pero a él, que no ha cometido ninguna falta, déjelo ir. ¡Por
favor permítale salir de aquí! ¡Por piedad se lo suplico! No le haga daño, es
bueno, joven, tiene toda una vida por delante.”
Por toda respuesta el chambelán lanzó una piedra al interior del pozo, diciendo, “Es muy profundo. Los que caen en él mueren. Jamás nadie se ha salvado.” Una vez dicho esto, Basilio hizo otra señal a los guardias africanos, que se lanzaron sobre León, quien dijo, “¡Nooooo!” El padre Lucas, tratando de impedirlo gritó, “¡Déjenlo!¡No lo maten! ¡Suéltenlo!” Basilio dijo, “¡Hombre estúpido, nada sacas con tratar de impedirlo, los dos morirán!” León gritó, “¡Noooo!” El padre Lucas dijo, “¡Por piedad, no lo maten!” Ante el asombro de Basilio, inesperadamente, Teodora hizo acto de presencia, diciendo, “¡Deténganse!¡Suéltenlo!” Los guardias africanos se apresuraron a obedecer. Teodora tomó en sus brazos a León, diciendo, “¡Corazón mío, hijo de mi alma, no te harán daño alguno! Estaba loca cuando lo permití.” Teodora lo miró a los ojos, diciendo, “Querido niño mío. Pensar que pude manchar mis manos con tu sangre.” Basilio pensó al verlos, “Mujer estúpida, no voy a permitir que se frustren mis planes. El emperador podrá perdonar a la madre, pero no a la asesina. El muchacho tiene que morir.” Entonces Basilio le dijo, “Gran señora. No hay que matarlo si con ello sufre su corazón. Basta un cuchillo…y un hierro para marcar al rojo. Quedarán imposibilitados para siempre de hacer daño.” Pero ella no prestaba atención a sus palabras, diciendo, León, hijo mío, bésame. Quiero sentir tus dulces besos en mi cara.”
Después que el niño besó la faz de su madre,
Teodora dijo al padre Lucas, “¿Es cierto
que ha guardado mi secreto todos estos años?” El padre Lucas dijo, “Lo juro. Solo yo y el diácono Bardas lo
sabemos.” Teodora dijo, “Pues que tus
labios sigan sellados. Y tú León, ¿Guardarás el secreto que nada ganas con
publicar y que solo me perjudicaría?” León dijo, “Madre, jamás te haría daño. Nunca diré quién eres para mí.”
Teodora dijo, “Confío en ustedes dos. Me
ocupare de la prosperidad del monasterio a tal punto que bendecirán haber
venido. Ahora deben marcharse. No quiero volver a verlos. Si regresar quizá me
encuentren de un humor más tierno o más severo. Lo primero traería como
consecuencia mi ruina. Lo segundo seria la ruina de ustedes. Si corren rumores
de que me han traicionado, los castigare de tal manera que servirá de lección a
quienes sean desleales a la emperatriz.” El padre Lucas, dijo, “Yo no hablare jamás. Tampoco lo hará el
abad, ni León. Pero, no somos los únicos que sabemos el secreto. El chambelán y
los guardias esclavos africanos pueden hablar y nosotros seriamos castigados
por algo que no hicimos. Eso no ocurrirá. Los esclavos son mudos y no tiene
forma de divulgar los secretos que conocen.” Enseguida, Teodora se volteó y
dio una señal diciendo enérgica, “En
cuanto a Basilio…él, tampoco será problema…” Ante la señal los esclavos se
lanzaron sobre el chambelán Basilio, quien dijo, “¿Qué hacen? Gran emperatriz, ¿Qué significa esto? No es posible que
ordene mi muerte. Yo solo la he servido. Le he sido fiel.” Teodora dijo, “¿Fiel tú? Jamás lo has sido. Te proponías
servirte de mi secreto para perderme. Lo vi en tus ojos, villano cruel y
asesino! Morirás de la misma forma que has matado a tantos. ¡Llegó tu hora de
pagar!”
León
y el padre Lucas vieron impotentes como Basilio era lanzado al pozo. Horas
después, León y el padre Lucas caminaban por la ciudad de Constantinopla. El
padre Lucas dijo a León, “Hijo, lamento
lo sucedido. Si solo me hubiera imaginado…” León dijo, “Padre, a pesar de todo mi madre me demostró cariño. Es hermosa y fue
bueno conocerla, saber quién me dio la vida. Pero no me hubiera gustado
quedarme a vivir en ese palacio. Me siento feliz de regresar a Antioquia. Allí
he vivido siempre. Allí he recibido cariño y cuidados. Allí está mi hogar y
vuelvo a él.”
El
monasterio de San Nicéforo se vio de pronto en medio de un gran auge económico.
El abad dijo a uno de los hermanos, “Parece
como si nos lloviera riqueza del cielo. Éramos los más pobres y ahora no nos
falta.” El hermano dijo, “Yo diría
que nos sobra. Yo diría que nos sobra. ¡Es un milagro!” Al cumplir la edad
requerida, León se ordenó como sacerdote, siendo uno de los más piadosos y
santos de la congregación. Jamás, en sus oraciones olvidó a la mujer que le dio
la vida y en un momento casi le dio la muerte: su madre. Ella a veces pensaba
en aquel hijo al que renunció por el poder y la gloria que significaba ser
emperatriz., pensando, “No debo
recordarlo…pero, ¿qué habrá sido de él?¿Vivirá…?¿Será feliz?”
Tomado de Novelas Inmortales.
Año XV, No. 761, Junio 17 de 1992. Guion: Herwigo Comte. Segunda Adaptación:
José Escobar.
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