La Ciudad Vampiro (La Ville Vampire), en ocasiones también
traducido como, La Ciudad de los Vampiros, es una novela gótica de vampiros, del
escritor Paul Féval, escrita
en 1867.
Ésta obra constituye una parodia y sátira, dirigida al género de la novela gótica, exagerando los elementos habituales hasta el punto del surrealismo. La novela no pretende tanto causar diversión, como hacer una sátira cáustica. La protagonista es Ann Radcliffe, una alusión directa a una de las escritoras de novela gótica, más conocidas de la época.
Existe un lugar poco conocido y extraño. La gente que habita las tierras alrededor de Belgrado, lo llaman, Selene, y en ocasiones la llaman, La Ciudad Vampiro, pero sus habitantes lo llaman, El Sepulcro y El Colegio.
Normalmente, este lugar es invisible para los ojos mortales, y presenta una imagen diferente, a los ojos de quienes consiguen verlo. Algunos hablan de una ciudad negra, con calles y edificios, como cualquier otra ciudad, pero eternamente de luto, envuelta perpetuamente en niebla. Otros han visto inmensos anfiteatros cubiertos por cúpulas y minaretes, más numerosos que los árboles de un bosque. Y otros han visto un circo de colosales proporciones, bajo un eterno crepúsculo, cuando no es día ni noche.
En éste lugar, viven en un extraño orden, los habitantes del mundo a quienes la ira de Dios, ha expulsado de él. Los hijos de esas personas, medio demonios, y medio fantasmas, vivos y muertos al mismo tiempo, son incapaces de reproducirse, pero tampoco pueden conseguir la paz de la muerte. Son criaturas grotescas, cuyas formas se deshacen en contorsiones imposibles, crecen y retroceden en mil variantes y posturas.
Para salvar a sus amigos del terrible señor vampiro, Otto Goëtzi, la escritora gótica, Ann Radcliffe, y sus valientes compañeros caza˗vampiros, Bones Merry, el irlandés, Grey˗Jack, el fiel sirviente, el Doctor Magnus Szegeli, y Polly Bird, una de las primeras víctimas del vampiro, se dirigen a la ciudad de Selene. (Wikipedia Español)
de Paul Féval
La truculenta y terrorífica historia que vamos a contarles ésta vez, comenzó una plácida mañana en otoño, en la finca de los Ward, situada en la campiña inglesa. En el jardín paseaban alegremente, Ana Ward, William Radcliffe, Ned Barton, y Cornelia de Witt. Ana Ward dijo, “El pacto ha sido sellado, señores. Nos casaremos el mismo día, y a la misma hora, ustedes en Holanda, y nosotros aquí, en la pequeña Capilla de la casa.” Ned Barton había sido compañero de juego de Ana Ward, y ambos habían conservado siempre, un profundo sentimiento filial que los hermanaba en toda circunstancia.
Ned Barton dijo, “Ya sabía yo que algo inventaría ésta mujer, para solucionar eso de que no podamos nosotros asistir a su boda, ni ella a la nuestra, Cornelia.” Cornelia de Witt era la rica heredera de una antigua familia europea, los Montefalcone. Cornelia dijo a Ana, “Deberías de escribir todas estas fantásticas ideas que se te ocurren, querida ¡Y hasta podrías hacer una novela!” Ana Ward dijo, “¡Ya lo hago Corny! De hecho, escribo historias tras historia en todos los momentos que mis preparativos de boda, me dejan.” Como el lector quizá haya adivinado, aquella joven era nada menos que Ann Radcliffe, la que sería años más tarde, famosa autora de la novela gótica, “Los Misterios de Udolfo,” que le valiera fama universal. Ned la tomó de las manos y dijo, “Cuando nos casemos, podrás escribir todo el día, si así lo deseas, linda mía.” El preceptor de Ned, un húngaro llamado, Otto Goëtzi, interrumpió aquella charla informal, y dijo, “¡Damas! ¡Caballeros! La señora Ward envía para avisarles que el almuerzo está servido.” Ana Ward dijo, “¡Vaya! Tengo tanta hambre que me comería un León con todo y melena. Síganme los que deseen alcanzar un poco de alimento. Pues el que se retrase, solo comerá las sobras.” La concurrencia dejó escapar una carcajada, “¡Ja, Ja, Ja!” Algunos días después, Cornelia y Ned se despedían de los Ward, pues emprendían el viaje hacia Holanda, donde se celebraría su boda. Les acompañaría el señor Goëtzi y la bella institutriz de la joven, la italiana Letizia Pallánti. Ana Ward se despidió de Ned, antes que éste subiera al carruaje, “¡No te olvides de escribirme, Ned Barton! Prometiste hacerlo por lo menos tres veces por semana.” Ned dijo, “¡Claro que lo haré!” Aquella era la primera vez que Ana Ward se separaba de Ned, para algo tan decisivo como una boda, y aquello no dejaba de ser triste. Al regresar a casa, su madre le dijo, “Vamos Ana te ves preocupada, y nadie debe tener esa expresión temerosa en el rostro, cuando dentro de tres semanas se casa.” Ana dijo, “¡Ay mamá! Es que no sé por qué presiento que algo puede sucederle a Ned en este viaje ¡Y esa sensación no me deja tranquila!” Su madre le dijo, “¡Ven conmigo y abre los regalos que te ha traído William! Además…tienes que probarte otra vez el vestido de novia. La costurera le hizo los arreglos que tú le señalaste, y esperamos que esta vez te quede realmente perfecto.” Al entrar a su cuarto, acompañada por su madre, Ana pensó, “¡Oh! Trataré de disimular frente a William, pero no puedo dejar de preocuparme por la suerte de Ned. Descansaré solo cuando él me escriba.” Su madre le dijo, “¡Nunca podré entenderte, hija mía! Ese muchacho y tú se querían desde niños…yo, como todo el mundo, estaba segura de que algún día se casarían. Y de pronto, eliges tú a William, que es bastante mayor que tú, y tan serio y pomposo…” Su madre le dijo, “Tal vez Ned y yo, nos queríamos demasiado para arruinarlo todo casándonos, madre mía.” Su madre le dijo, “¡Ana por Dios! Dices cosas muy raras. ¡Anda! Pruébate el vestido, y acabemos de una vez.” Cuando Ana se miraba complacida al espejo, entró Grey˗Jack, el viejo criado que había visto crecer y quería entrañablemente a la niña de la casa. Mientras Ana se probaba su vestido de novia, Grey˗Jack dijo, “¡Ah señorita! Parece usted una aparición, una hada.” La madre de Ana le dijo, “¡Te he dicho mil veces que no entres a la alcoba de mi hija sin tocar, escocés testarudo! ¡Ella no es ya una nena, sino una recatada y hermosa señorita!” Ana se acercó a Grey˗Jack a enjugarle las lágrimas y exclamó, “¡Oh no lo regañes, mamá! A él, ésta boda no tiene más conmovido que a mí.” Grey˗Jack dijo, “Es cierto y muy cierto, señora. Tal parece que fuera yo el que se casa. ¡Ah en estos días no sé ni de dónde tengo la cabeza! ¡Todo se me cae de las manos! Y hago el reverso de lo que tendría que hacer.” Y para corroborar sus palabras, se sonó la enorme y roja nariz, en el blanco e impecable pañuelito de encaje de su áma. La madre de Ana se enojó, y dijo, “¡Vete de aquí, Grey˗Jack, antes de que te cosa esa impertinente nariz tuya con hilo y aguja!” Grey˗Jack dijo, “P˗pero debo devolver su pañuelo a mi señorita…” Ana rió, “Ji, Ji, Ji” Dos semanas después, Ana recibía la primera misiva de Ned. Ya escribía la respuesta, cuando la señora Ward, su madre, le preguntó, “¿Qué te cuenta nuestro ex˗vecino, querida? ¿Se indigestó con algún pedazo de queso holandés? Tal vez algo así anunciában tus malos presagios.” Ana dijo, “Dicen que todo va bien, que el conde Tiberio, tutor de Cornelia, es una excelente persona; y lo mismo la Condesa Greete, su esposa. Yo le estoy contando sobre las últimas travesuras del buen Grey˗Jack.” A los pocos minutos, llegó el señor Ward, trayendo una carta y dijo, “¡Otra carta de Barton! Oye muchacha, ¿No te parece impropio de una novia en vísperas de matrimonio, recibir correspondencia de un hombre que no sea su propio marido? ¡Ja! Y una carta cada tres o cuatro días, es demasiado.” Ana dijo, “No veo para qué William y yo podríamos escribirnos, papá, si nos vemos a todas las horas, de todos los días. Ned está lejos de casa y se siente solo. Es natural que busque desahogarse con una amiga.” Mientras abría la carta recibida, Ana pensó, “En su última, no noté la alegría que transmitían las otras…¡Y dentro de tres días se casa! ¡Ah! Esta misiva mía le llegará cuando sea ya el esposo de Cornelia, y yo la esposa de William.” Esa tarde, y el ajetreo por su próximo enlace, la tenía realmente agitada. Procuró dormir. Ana pensó, “¡Oh, Ned! ¡Cuánto te extraño! Tal vez debía hacerle caso a mamá y a Grey˗Jack, y casarme contigo.” Ana se levantó a escribir una carta. Al poco tiempo llegó Grey˗Jack, quien le dijo, “Señorita, debe usted dormir o tendrá ojeras mañana.” Ana le dijo, “Enseguida me acuesto, Grey, solo termino esta carta para Ned…la última que le firmo como mi apellido de soltera.” Entonces Grey˗Jack dijo, “¡Ah, que torpe soy! Se me había olvidado entregarle la que le llegó ayer. ¡Y tiene timbres de Holanda!” Ana le dijo, “¡Oh! ¿Cómo pudiste hacer eso?” Cuando Grey le entregó la carta, Ana dijo, “Dios mío, no puede ser! ¡Ned, mi guapo y querido amigo!” Grey˗Jack la notó muy alterada, y dijo, “¿Qué ocurre, señorita? ¡Se ha puesto usted blanca como la cal! Aún con todas las bromas que solía hacerle, el señorito Ned nunca pudo asustarla tanto como ahora.” Entonces ella musitó, “¡Raptaron a Cornelia de Witt! ¡Le raptaron a la novia en vísperas de la boda!” Grey˗Jack dijo, “¡Raptada esa pobre criatura! ¡Ay Dios! ¡Qué fea acción! ¡Qué horror! ¿Y qué vamos a hacer ahora?” Ana dijo, “Irnos inmediatamente a Holanda, Grey˗Jack!” Minutos después, Grey˗Jack preparaba el carruaje, diciendo, “¡Esto es una soberbia locura! Írse a Holanda en víspera de su propia boda. ¡Oh, que dirá el señor William.” Ana le dijo, “Ya les explicaré yo todo a todos, cuando volvamos. ¡Vaya! Pero apúrate Grey˗Jack, o descubrirán mi fuga, y tendremos una anticipada y violenta junta de familia.” Al acudir en ayuda de su amado vecino, Ana Ward emprendía la más loca y terrible de las aventuras; y ella, aunque no se imaginaban las terribles consecuencias del viaje, sí presentía que un peligro, hambriento y negro, como la misma noche, amenazaba a caer sobre el joven Ned. Mientras iba en su carruaje, al pensar en ello, un escalofrío la sacudió y se persignó rápidamente, murmurando para sí, “¡Oh Dios, protégenos a todos!” Después de algunos días de transbordos y recorridos por barco, y carruaje de caballos, llegaron a una lugar lúgubre y frío, situado en la zona más árida y poco poblada de Holanda. Ambos llegaron a la pequeña población holandesa. Entonces, se detuvieron frente a una pequeña taberna, cuyo nombre se veía claramente, el cual era, “La Cerveza y La Amistad.” Ana miró a Grey˗Jack, y dijo, al mirar la taberna, “Ésta es la taberna que Ned menciona en sus cartas.” Ambos tiritaban de frío, sólo que ella lo disimulaba. Grey˗Jack dijo, “¿El señorito Ned le habla de tabernas en sus cartas? ¿Y eso lo sabe el señor Ward? A mí no me parece propio de una señorita.” Ana le dijo, “¡Vamos, viejo amigo! ¡Basta ya de sermones! Entremos.” Aquella realmente era una taberna muy rara…¡Sin un solo parroquiano! Ana dijo, “ Vaya, 'La cerveza y la Amistad' no parece atraer a la gente del rumbo.” Grey˗Jack tuvo entonces uno de sus arrebatos de paternal energía, y dijo, “¡Por Dios, señorita! Volvamos a casa y olvidémonos de todo esto. Una taberna no hay lugar para alguien como usted. Ni siquiera una como ésta, en la que no hay chicas fáciles, ni borrachos.” Inusitadamente una vocecilla salió del fondo del local. “♫ ¡He visto al muerto! ♪ ¡He visto al muerto! ♫” Ana exclamó, “¿Eh?”¡Era un niño rubio y encantador, que jugaba con un aro! Y seguía cantando, “♪ ¡He visto un muerto!♪ ¡Lo he visto he visto!♫ ¡He visto un muerto!♪” Ana lo miró, y exclamó, “¡Qué pequeñito tan dulce! Dime, nene, ¿Por qué cantas esas horribles palabras? ¿qué muerto has visto?” Entonces, junto al niño apareció una horrenda mujer enorme y calva, quien dijo, “Eso es lo único que él sabe decir. Desde que él era un bebé, lo decía. Pero puede usted estar segura de que no ha visto nada.” Enseguida, la mujer apuntó hacia donde estaba un perico y dijo, “Es como aquel pajarraco, que repite todo el día y toda la noche las mismas estúpidas palabras.” El perico comenzó a repetir, “¿Ya has comido, ducado? Brrrr…brrr… ¿Ya has comido?” Pero a Ana todavía le faltaba conocer a otro de los habitantes de aquel extraño lugar. Un animal parecido a un perro, se acercó, diciendo, “¿En qué puedo servirlos, dama, caballero?” ¡Era un perro con cara humana! Y le sonreía con maliciosa amabilidad. Ana exclamó, “¡Oh!” El animal dijo, “Soy el posadero, señorita.” Disimulando su horror, y dominando sus enormes deseos de salir corriendo, Ana Ward les preguntó, “Perdonen…un amigo mío, el señor Ned Barton, inglés, se hospedó aquí hace unos días. Lo sé porque me escribió…Y he venido en su busca. ¿Saben ustedes dónde podría encontrarlo?” El Niño volvió a jugar con el aro, y repitió su horrorosa cancioncita, “ ♪¡He visto al muerto! ♫ ¡He visto han muerto! ¡Je, Je!” El Niño dejó de cantar cuando la puerta se abrió estruendosamente. Entonces apareció, Merry Bones, quien dijo, señalando hacia el niño, “¡Claro que lo has visto, maldito vampiro! Pues fueron ustedes quienes lo mataron.” Como si no hubiera escuchado, Ana se precipitó a los brazos de aquel basilisco, y le dijo, “¡Merrry Bones, el criado de Ned! ¡Que alegría encontrar aquí alguna cara conocida!” El papagayo pasó en ese momento volando entre ellos, arrancando de un acertado picotazo la cadenita que Ana llevaba en el cuello con una cruz de plata. Ana exclamó, “¡Oh!” Bones exclamó, “¡M˗Maldito pájaro!” Y salió volando por la puerta abierta. Ana exclamó, “¡Era la Cruz de San Jorge! Mi padre me la regaló cuando salí del colegio. ¿Qué le diré cuando vuelva?” Bones dijo, “Esto será si vuelve, señorita. Lo que no resulta muy probable que digamos.” Al volverse, Ana notó con espanto que aquellos extraños seres despedían un extraño fulgor. Eran la señora sin pelo, el niño de pelo largo que cantaba, y el perro. Ana exclamó, “¡Brillan! ¡Qué raros son! ¿Y, por qué me miran así?” Bones dijo, “La miran con hambre, señorita. Usted puede convertirse en el mejor bocado que han tenido en mucho tiempo, con excepción de mi amo. ¡Son vampiros! ¿Que no lo ve? Usted y Grey˗Jack, salgan de aquí enseguida, si no quieren convertirse en la cena de estos monstruos.” Grey ˗Jack no esperó que se lo dijeran dos veces, y dijo a Ana, “Ya deberíamos habernos ido.” Entonces Ana dijo, “P˗Pero, ¿Y tú, Bones?” Bones dijo, “¡Ja! No se preocupen por mí. He nacido y crecido en la calle. Se vérmelas con toda clase de gente, además…¡Soy irlandés!” Y con su cuerpo, cubrió la retirada de sus amigos, y dijo a los monstruos, “¡Je, Je! Ustedes no me conocen aún, chupasangres. Nadie saldrá de aquí hasta que yo lo permita.” Entonces, alguien más salió detrás del mostrador de la taberna, diciendo, “¡Al ataqueee! ¡Sangre y la grandeza para todos, y en doble o triple ración! ¡Vamos!” Bones lo enfrentó, y dijo, “¡Maldito Goëtzi, tú mataste a mi ámo, pero no podrás nada contra mí!” Goëtzi dijo, “¿Y por qué no he de poder nada contra ti, rústico inmundo?” Y para demostrar gráficamente lo que afirmaba, propinó un tremendo cabezazo en el vientre, a la mujer calva. Ella quedó tirada en el suelo. Bones subió de un salto a una mesa, y los demás noctámbulos fueron tras él, vengativos. Goëtzi dijo, “¡No te escaparás cabezón estúpido!” Entonces ocurrió algo más asombroso aún que lo anterior; ¡Y es que la mujer calva se incorporó tomando la forma del propio Otto Goëtzi! Una vez convertido en Otto Goëtzi, dijo, “¡No te escaparás cabezón estúpido!” El Niño del aro y el perro con cara humana, se metáforseáron también, diciendo ambos, “¡No te escaparás, cabezón estúpido!” Y pronto Bones, quien estaba arriba de la mesa, se vio rodeado de una horrible multitud de Goëtzis, que se dividían, o se multiplicaban sin cesar. Bones dijo, “¡Vaya tipo divertido que es usted, señor preceptor!” Una de aquellas horrendas encarnaciones del mal, trató de morder el tobillo izquierdo del irlandés. Pero recibió una tremenda patada en la boca. Bones le dijo, “¡Así aprenderás no morder irlandeses!” Y todos los Goëtzis se pusieron a buscar sus pobres colmillos regados por el suelo, gateando, dando alaridos, lastimeros , diciendo, “Ña no podemoñ moñdeñ más niñas! ¡No! ¡Esto no puede señ!” Bones dejó escapar una sonora carcajada, “¡Ja, Ja, Ja!” El valiente muchacho no desaprovechó aquel momento propicio para la huida. Entre los arbustos cerca de la taberna, Bones halló a Ana y al buen Grey˗Jack. Ana dijo, “¡Oh, Bones! Creí que te comerían.” Antes de que los engendros del mal salieran a perseguirlos, echaron a andar muy juntos por el bosquecillo. Mientras caminaban, Ana dijo, “Dime Bones, ¿Dónde está Ned?” Bones le dijo, “Si se refiere usted al Ned que yo serví durante los años en que estudió en Rotterdam…al que me trajo de Irlanda…al Ned, en fin, que supongo que ha venido usted tan estúpidamente a buscar aquí…¡Pues, ha muerto! Lo mataron los vampiros.” Ana se desmayó, y Grey˗Jack la sostuvo, y dijo, “¡Oh, Bones! Nunca sabrás tratar a una dama. ¿Lo ves? Mi señorita se ha desmayado. ¡Pobre criatura!” Bones dijo, “¡Bah damas! Para damas estoy; yo sin trabajo, sin familia, y sin cobijo. Y no tengo, si quiera, un buen desmayo que me haga descansar de tanto horror.” Cuando Ana volvió en sí, dijo, “Por favor Bones, dime la verdad…¿Es cierto? ¿Ha matado a mi querido Ned?” Bones le dijo, “¡Por Cristo! ¿Está usted sorda, señorita? Desde que la vi, se lo he repetido no sé cuántas veces.” Ana dijo, “¡Ay! Y ahora…¿Qué haremos? Ya nada tiene tiene sentido.” Bones dijo, “¡Ah! Pero, es que…¿Algo de ésto tuvo sentido alguna vez?” Ignorando las impertinencias del irlandés, y su constante e inefable mal humor, Ana le explicó, “¡Cuéntamelo todo, Bones! Dime cómo y por quién fue raptada la dulce Cornelia. Y hablame de la muerte de Ned.” Bones explicó, “La tal Cornelia fue raptada por su tutor, el tal Tiberio, que a su vez, está enredado con una italiana llamada Letizia. Pero, sin duda todo este enredo lo tramó ese tan, Goëtzi, el disque preceptor de mi pobre amo.” Ana dijo, “P˗Perdona Bones…p˗pero…¡No entendemos nada!” Bones dijo, “¿Qué es lo que no entienden? ¡Pero si está muy claro! El tal Goëtzi mandó al castillo de Witt a su hermana˗vampira Letizia. Endiablaron al tal señor Conde Tiberio, para que les ayudara a matar a la tonta de la Condesa Greete, tía de Cornelia…” Entonces Ana dijo, “¿Qué es lo que consiguen con todos estos horrores?” Bones dijo, “¡Quedarse con la inmensa fortuna de los Montefalcone, eso pretenden! Además, señorita…es lógico que si son vampiros como ya dije y usted lo vio, se dediquen a chupar sangre…Y ¡Si es de doncella mejor! ¿Aún no entiende?” Ana dejó escapar unas lágrimas, y dijo, “¿Y Ned? ¿C˗Cómo murió el pobrecito?” Bones dijo, “¡Como un estúpido! ¡Qué más le puedo decir¡ Goëtzi le avisó malignamente que Tiberio había raptado a Cornelia. Él fue tras ellos, y los vampiros le apuñalaron en el camino. Luego, le llevaron a la taberna, 'La Cerveza y La Amistad.' Trajeron el ataúd de hierro y…” Bones interrumpió su explicación, y dijo, “¡Schit! Escuchen ese aleteo que se acerca. No me parece un buen signo.” Era el papagayo que posándose en la rama más cercana, les gritó, “¿Ya comiste ducado? Prrrrr… ¿Has comido ya?” Bones dijo, “¡Es otra encarnación de Goëtzi! ¡Vamos! ¡Corran o comenzará a multiplicarse y estaremos perdidos!” En efecto, el papagayo comenzó a multiplicarse. Ana exclamó, “¡Dios mío! ¡Ya hay más de mil!” Pronto aquella nube de papagayos proyectó una tétrica sombra sobre los aterrados fugitivos. Bones tomó de la mano a Ana y dijo, corriendo, “¡No! No hay que salir a campo abierto. ¡Síganme!” Llegaron a visualizar una cabaña abandonada. Bones dijo, “¡Vamos! Hay que refugiarse en la cabaña.” Al entrar, Ana gritó más aterrada aún, “¡Dios mío! ¡Un ataúd!” Bones dijo, “Adentro, he dicho. ¡Caramba! Después nos contaremos cuentos.” Bones empujó a ambos hacia adentro de la cabaña. Por el empujón brutal con que Bones se hizo obedecer, la pobre Ana fue a caer a bruces sobre el ataúd, y éste se volcó ruidosamente, dejando ver en su interior, a su inerte ocupante. Como era de esperarse, al ver que el difunto era nada menos que su querido Ned Bartón, Ana se desmayó. Grey˗Jack sostuvo a Ana, para que no cayera al suelo. Bones dijo, “¡Lo hizo de nuevo! Y todo por un inocente cadáver.” El irlandés tomó lo que quedaba de su amo, y volvió a colocarlo en su lugar, sin mostrar la menor sorpresa por lo que allí ocurría. Bones dijo, “Éste es quizá el único muerto incapaz de hacer daño, que tenemos por los alrededores.” Un cuarto de hora más tarde, Ana volvió en sí, ante Grey˗Jack. Ana dijo, “¿D˗Dónde estoy?” Cuando descubrió que se hallaba sentada sobre el pesado ataúd, Ana dio un gran grito. “¡OOOOOH!” A continuación, Ana se dirigió a Grey˗Jack, y le dijo, “Grey˗Jack, nunca te lo perdonaré. ¿Cómo te has atrevido a ponerme sobre el ataúd de Ned? Has cometido un grave sacrilegio, tratándolo como si fuera una simple butaca.” Después de una pausa, Ana dijo, “¿Y Bones? ¿Dónde se ha metido ese diablo de muchacho?” Grey˗Jack dijo, “Salió a buscar a Polly Bird, según me dijo.” Ana dijo, “¿Polly Bird? ¡Imposible! Esa jovencita que fue alguna vez camarera de nuestra casa, murió hace más de tres años.” En ese momento entro Polly Bird y Bones, quien dijo, “Pues nunca lo estuvo de todo. Y viene dispuesta a probárselo.” Polly Bird dijo, “¡Buenos días señorita!” Ana dijo, “¡Es ella! ¡Y p˗parece viva! ¡Esto es un verdadero milagro!” Entonces, la resucitada camarera explicó, “El señor Goëtzi se alimentó de mi sangre durante aquel verano, mientras él y el joven Ned, pasaban en las tierras de Ward las vacaciones.” Ana dijo, “¡Oh, pobrecita criatura!” Polly Bird dijo, “Ustedes me dieron por muerta, y me enterraron, pero él me desenterró, y me convirtió en su esclava. Lo he sido durante todo este tiempo, y he obedecido ciegamente sus órdenes maléficas, pero se acabó. He decidido ser una mujer libre, y no permitir que un vampiro de tercera, me manipule a su antojo.” A continuación, Bones dijo, “Aquí es donde aparece este guapo e irresistible irlandés. ¡Je, Je!” Polly Bird agregó, “Y yo estaba aquí, custodiando el cuerpo del joven Ned. Pero…al ver a Bones de nuevo…al encontrarme de nuevo con quien fue mi amor en las tierra de Ward…¡Renacieron mis mejores sentimientos!” Polly Bird agregó, “¡Voy a ayudarles a combatir a Goëtzi. Él me hizo muy infeliz; y le haré pagar por sus crímenes. Sé sus secretos y le diré cómo causar su ruina.” Ana dijo, “¿Y para qué querríamos nosotros causar la ruina de ese señor?” Bones dijo, “Pero…¿No lo entiende todavía? ¡Hay que salvar a la señorita Cornelia de manos de su tutor! La han metido en las mazmorras del castillo de Montefalcone. En realidad, ella nunca salió de allí. Lo del rapto fue un engaño de Goëtzi, para desembarazarse del tonto de mi amo Ned.” A continuación, se escuchó una voz salir del ataúd de acero, “¡Más cuidado con lo que dices Merry Bones! O tendré que sacudirte el polvo de los pantalones, de una buena patada.” Bones exclamó, “¿Eh?” ¡Aquella voz salía del ataúd! Bones dijo, “¡Es él, es él quien habla!” A continuación, Bones levantó la pesada tapa, y dijo, “¡Vaya! Así que no estaba usted tan muerto como creíamos.” Ned Bartón, quien estaba dentro del ataúd dijo, “¡Ufff! ¡Qué calor hace allí adentro!” Entonces Bones dijo, señalando a Ana, “Si esa mujer se desmaya de nuevo, la entregaremos a los vampiros.” Grey˗Jack dijo, cuidando que Ana no se desmayára, “¡Ánimo, ánimo señorita! No caiga, o este bruto irlandés, es capaz de cumplir su amenaza.” Ana solo dijo, conteniendo su aliento, “¡Vivo! ¡Ned está vivo!” Ambos se fundieron en un fortísimo abrazo. Ned le dijo, “¡Mi querida Ana!” Ana le dijo, “Vine con Grey˗Jack, porque sabía que algo muy grave te amenazaba.” Bones los interrumpió, y dijo, “Perdón, señor…¿Y sus heridas? ¡Yo mismo vi cómo lo apuñalaban, mientras es esos estúpidos taberneros se arrojaban, multiplicándose sobre mí. ¡Aquí tenía que haber señales del filóso cuchillo que usaron y…¡No las hay!” Ned le dijo, “Me curaron con cenizas de vampiro.” Bones dijo, “¡Entonces es verdad que pueden curarlo todo…una herida mortal…una enfermedad! ¡Incluso volver a la vida a alguien que ha fallecido!” Bones agregó, tras una pausa, “Eso contaban las viejas en Irlanda. Yo pensaba que eran solo cuentos, ¡Y mira, aquí lo he venido a comprobar!” De pronto, Bones advirtió la ausencia de la simpática ex camarera, y ex vampira, y dijo, “¿Y Polly? ¿Dónde está?” Entonces Polly, quien ya estaba recostada en su ataúd, dijo, “¡Aquí, querido! Dormiré unas horas en este agradable lugar; pues no podría descansar en otro, después de tanto tiempo de seguir a Goëtzi, de ataúd en ataúd. El joven Ned, ya no lo necesita…y le sugiero que se acomoden, y traten de descansar. Mañana comenzaremos nuestra guerra contra esas aves noctámbulas y malignas.” Nuestros amigos pensaron que aquella era una buena idea. Al amanecer, Bones se acercó a Grey˗Jack, quien estaba de cuclillas recargado en uno de los muros, y lo despertó, diciendo, “¡Eh tú, escocés inútil, despierta!” Grey˗Jack despertó, y Bones le dijo, “Es hora de emprender la marcha hacia el lugar donde Goëtzi se dirige. Polly nos guiará. Despierta a los demás.” Y cargando el ataúd de hierro a cuestas, echaron a caminar por el bosque, hasta que éste terminó, y vieron una idílica y típicamente holandesa campiña. Bones, quien cargaba el ataúd, dijo, “Polly no puede despertar hasta que anochezca, y me dejó dicho que avanzáramos siempre hacia el oriente.” Después del ocaso, acordaron hacer un alto para alimentarse. Allí hicieron una fogata y Polly salio de su ataúd. Mientras se calentaban alrededor de la fogata, Polly dijo, “¡Creo que aún conservo algunas características vampíricas! Pero, no se preocupen amigos…pronto me curaré del todo.” Ana dijo a Polly, “¿Hacia dónde nos guías?” Polly dijo, “Hacia el lugar a donde los vampiros tienen que ir una vez cada trece meses, para descansar trece días, y volver a adquirir la fuerza necesaria para continuar en acción.” Pronto nuestros arrojados amigos vieron con sus propios ojos a qué se refería Polly. El grupo llegó a un cementerio, y Polly dijo, “¡Allí está! ¡Es Selene, la magnífica ciudad de los vampiros!” Ana dijo, “¡Es increíble! Vayamos a explorarla enseguida.” Pero Polly la detuvo, y dijo, “¡No señorita! Debemos esperar…pronto amanecerá en esta parte del mundo…y por lo tanto, anochecerá en Selene. El reloj de los vampiros marcha al revés del normal. Cuando ellos duerman en sus criptas, podremos recorrer Selene, sin peligro de resultar atacados.” Siguiendo las instrucciones de Polly, entraron en Selene en plena noche vampírica. Al ir caminando por las tumbas, Ana dijo, “¡Solo los sepulcros! ¡Qué maravilla!” Entonces Grey˗Jack dijo a Polly, “¡Eh muchacha! ¿Estás segura de que tus patrones duermen?” Polly solo bostezó, “¡Ajum!” Polly se detuvo y explicó, “Dormirán en sus sepulcros hasta el amanecer. Entonces buscarán las tinieblas del otro lado del mundo. Pero, ¡Escuchen bien! Les diré cuál es la fórmula más simple para acabar con un vampiro.” Y después de recorrer varias tumbas, entraron a una cripta, y cuando Bones abrió el ataúd, dijo, “¡Aquí está! Es nuestro amigo el señor preceptor, y duerme como un niño.” Entonces Polly dijo, “¡Bones! Toma tu instrumental quirúrgico, y haz lo que te he explicado.” Bones tomó una hacha y una estaca. Ana se acercó a Polly y le dijo, “¡Escucha, Polly…¿N˗no hay alguna forma menos…s˗sanguinaria de salvar a la pequeña Corny?” Polly le dijo, “Solo de la manera en que les expliqué, se acaba realmente con un vampiro. ¿Acaso me creen una mentirosa? ¿Acaso creen que yo lo disfruto?¡Oh! Porque si es así me retíro, y ustedes tendrán que arreglárselas como puedan.” Ana dijo, “¡Confiamos en ti…! No podríamos salir nosotros solos, de este laberinto de tumbas.” Bones dijo, “¡Bueno! ¡Basta ya de etcéteras y de remilgos!” Bones procedió a hacer lo que Polly le habia dicho que hiciera. Ana exclamó, “¡Puaf! ¡No puedo resistirlo!” Ante el asombro de Ana y Grey˗Jack, Bones dijo, “¡Vaya!¡No tiene sangre apenas! Es como si estuviera compuesto de corcho… ¿Quién lo diría?” Bones llevaba un corazón en sus manos y dijo, “Deja ya de temblar escocés, y abre bien ese saco.” Bones echo el corazón al saco, y dijo, “Ya le he sacado el corazón..que es realmente lo único que tenía vivo…¿Y ahora qué?” Polly dijo, “Hay que quemarlo deprisa, o tomará vida propia y comenzará a encarnar en los dobles de Goëtzi.” Bones ejecutó enseguida aquella parte del plan y tomando el corazón con un cuchillo, lo quemó. Y al mismo tiempo el corazón del vampiro chisporroteaba en la llama, consumiéndose, el cuerpo de lo que fue alguna vez el señor Goëtzi se convertía en cenizas. A continuación, Polly apareció con una pequeña polvera, y dijo, “¡Rápido, Bones! Pon las cenizas del corazón en esta polvera de plata.” Una vez hecho esto, Polly dijo a Grey˗Jack, “Ahora tú, Grey˗Jack, pon en el saco que tienes en las manos, las cenizas que hay en el ataúd.” Enseguida corrieron hacia la puerta. Bones dijo, “¡Pronto! ¡Vámonos de aquí! Aún debemos encontrar la calle del murciélago, que los conducirá a la salida!” Mientras iban avanzando entre las tumbas, Polly dijo, “Hemos pasado demasiado tiempo allí adentro. Y, si los vampiros despiertan antes de que nos hayamos ido…tomarán venganza de la manera más horrible. Porque, hay solo un delito que se le castiga en Selene…y es la profanación de tumbas.” Unos minutos después, Ana divisaba el anuncio de la Calle del Murciélago. Ned dijo, “¡Allí está!” Ana dijo, “¡La hemos encontrado!” Bones dijo, “¡Esperen! Polly se ha rezagad.” La susodicha apareció enseguida con una polvera, diciendo, “¡Oh, no sufran retrasos por mí, queridos! Solo fui a polvearme la nariz, detrás de ésta tumba.” Por más que se dieron prisa en recorrer aquella interminable calle; los primeros rayos del azuloso sol de Selene, emergieron en él tétrico horizonte. ¡Los muertos mismos comenzaban a salir de sus tumbas! Uno de los vampiros que tenía aspecto de líder, dijo, “¡Aquí, aquí, camaradas! Alguien ha profanado el sepulcro de mi pobre primo. ¡Sacrilegio! ¡Sacrilegio!” Aquella terrorífica multitud encolerizada al máximo, se dispuso a perseguir a los profanadores. Uno de los vampiros dijo, “¡Por aquí! No deben estar muy lejos.” Por su parte, Bones protegía la retaguardia de los profanadores y dijo, “¡Maldición! ¡Ya vienen! Y se mueven mucho más rápido que nosotros.” Polly dijo, “¡Sólo un esfuerzo más, y estaremos salvados! ¡Allí está mi ataúd!” Como aún tenía mucho de vampiresa, Polly voló llegando antes que sus compañeros hasta el féretro. Antes de entrar al ataúd, Polly dijo, “¡Usa las cenizas que trae Grey˗ Jack en el saco, Bones!” Al pobre irlandés los vampiros casi le pisaban, o mejor dicho le mordían, los talones. El vampiro líder, quien iba al frente, gritó, “¡Pagarán! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Muerte a los invasores de Selene!” Una de aquellas fieras demoniacas, logró hacer que Bones tropezára. Al caer, Bones exclamó, “¡Auch! ¡Eh Jack, déjame el saco!” Mientras Grey˗Jack huía, lanzó el saco, y dijo, “Te lo regálo, irlandés.” Los vampiros debieron adivinar, u oler lo que aquel recipiente contenía, pues se quedaron como paralizados, lo que Bones aprovechó para ponerse de pie y apoderarse de él. Bones exclamó, “¡Ya lo tengo!” Estando rodeado de vampiros, Bones abrió el saco, y dijo, “Ahora veremos si la querida Polly, tenía razón.” Bones roció con las cenizas de Goëtzi, al vampiro enano que le quedaba más cerca, quien exclamó, “¡Oh, no!” Y ante la sorpresa del irlandés, aquel pequeño noctámbulo ardió como tea. Bones exclamó, “¡Por Cristo sí que les causa buen efecto!” Los vampiros se asustaron. Bones dijo, “¡Así que…! ¿Deseaban algo de mi, muchachos?” Cuando Bones arrojó al aire aquel otro puñado de cenizas, ya los habitantes de Selene huían despavoridos. Bones se carcajeó, “¡Ja, Ja, Ja!” Mientras huía, uno de los vampiros gritó, “¡Sálvese quien pueda!” Ya sin ningún inconveniente, Bones alcanzó a sus compañeros, fuera del umbral de la ciudad, donde era de noche. Al verlo llegar, Ana dijo, “¡Oh, Bones, estuviste magnífico!” Bones dijo, “Sí, ¿Eh? ¡Ustedes huyeron también magníficamente!” Grey˗Jack dijo señalando al ataúd, “La señorita Polly, dormirá una breve siesta.” Ned dijo, “Dejó dicho que conservarás el saco, como si se tratara de oro molido.” Bones dijo, “¡Sí que es lista, esa pequeña vampiresa! Ahora duerme…¡Je! El cambio contínuo de horario, debe haberla fatigado. Jack, señorito Ned, carguen el féretro.” Grey˗Jack enfrentó a Bones y le dijo, “No tengo por qué recibir órdenes tuyas, mequetrefe…¿Qué te has creído?” Bones le dijo, señalándolo con el dedo, “¡Je! Bien…Entonces, cuando vengan los vampiros, serás tú quien les arroje las cenizas, valiente.” Enseguida, Bones entregó el saco a Ned, y le dijo, “Aquí tienes, señorito Ned…lo que quedó de tu querido Goëtzi.” Ned se asustó, y dijo, “¡N˗No…N˗No…! Prefiero llevar el féretro.” Algunos días después, en el muelle, Ned dijo a sus compañeros, “Quién me iba a decir que, después de tantos estudios, iba a terminar cargando el féretro de una bonita vampiresa, y recibiendo órdenes de un criado, y de una antigua camarera.” Y a propósito de vampiresas, veamos lo que durante un bello atardecer, ocurría en el imponente castillo de Witt. Allí se hallaban cautiva de las fuerzas del mal, la pobre Cornelia. Un hombre se acercó a Cornelia, quien dijo, “¡Usted!” Era su propio tutor, el conde Tiberio, quien la criára desde niña, a la muerte de los padres de la joven. Había sido un padre cariñoso y honorable, hasta que apareció en su camino la hermosa pérfida Letizia. El conde dijo a Cornelia, “¡No debes temerme, criatura! Yo nunca te haría daño.” Cornelia le dijo, “¡No lo sé! Antes eras un hombre digno y generoso, pero ésta mujer te ha convertido en un esclavo; y ya no eres el mismo.” El conde le dijo, “¡Oh, querida! Es verdad que me enamoré locamente de Letizia…pero todo ha terminado entre ella y yo. Ahora es a ti a quien deseo tomar por esposa.” Cornelia le dijo, “¡Estás demente, señor tutor! Jamás consentiré en casarme contigo.” El conde Tiberio la tomó de las muñecas, y le dijo, “¡Estúpida mocosa! Solo vivirás cuando aceptes ser, La Condesa de Montefalcone, y procura decidirlo antes de que agotes mi paciencia, y te arróje de nuevo a las mazmorras, donde te dejaré morir de hambre y frío.” En la ala opuesta del castillo, Letizia estaba recostada en un sofá, toda voluptuosa, y al ver llegar a Tiberio, le dijo, “¡Ah Tiberio! ¿Vienes otra vez de mal humor?” El conde le dijo, “¡Todavía está enamorada de ese estúpido mozalbete inglés! Le he dicho mil veces que huyó aterrorizado, dejándola merced nuestra. La conclusión lógica que ella debería extraer, es que se trata de un cobarde despreciable…¡Ah, pero continúa llorando por él!” Letizia le dijo, “Es natural, Tiberio, muy natural.” Tiberio le dijo, “¡Maldita mujer! ¡Me enfureces! ¿Cómo puede decir que es natural que ésta estúpida pupila mía, prefiera el recuerdo de Ned Barton, a mi honorable deseo de convertirla en mi esposa?” Letizia le dijo, “¡Ay Tiberio! Tienes que aceptar que el pequeño y rubicundo Ned, es mucho más guapo y gentil que tú. Por cierto…ya Goëtzi debería estar aquí con el féretro. Él y tú me prometieron que si chupaba la sangre de la señora condesa, me regalarían a Ned…tú ya tienes a ésta Cornelia, pero yo…” La furia del señor de la casa, se convirtió en disimulado temor, cuando escuchó aquellas tétricas palabras de Letizia. El conde le dijo, “¡No seas impaciente, querida! De un momento a otro ¡Goëtzi traerá envuelto en un sensual sudario a tu prometido!” Tiberio de Montefalcone, sudaba de horror cuando la antigua institutriz mostraba sus perversos y amenazantes colmillos. Letizia dijo, mientras mordía una manzana, “Pues…por tu bien y el de esa jovenzuela, espero que no tarde mucho…¡Ya que estoy muriéndome de hambre!” En ese instante, alguien llamaba al portón principal del castillo. ¡TOC!¡TOC!¡TOC! Minutos después, en el saloncito de Letizia Pallanti, llegaba la comitiva de aventureros. El conde Tiberio los recibió, diciendo, “¡Wow! ¡Pero si es la querida Polly, con el ansiado ataúd!” Polly dijo, “¡Palabra es palabra, señor!” Después de ser colocado el ataúd en el piso, el Conde dijo, “¿Lo ves, Letizia? Todo termina por arreglarse. No hay que desesperar. Goëtzi nos envía lo prometido, por medio de su pequeña y guapísima doble.” El conde agregó, preguntando a Polly, “A propósito, ¿Cómo está nuestro querido vampiro?” Polly le dijo, “Descansando en Selene, para recuperar las fuerzas, Señor.” A continuación, cuando todos se hubieron retirado, Letizia se dispuso a disfrutar a su prometido. Abrió el ataúd, y dijo, “¡Ah, por fin tendré a éste bello querubín conmigo! Lo convertiré pronto en uno más de nosotros, para que no huya…¡Y seremos infinita, eterna, e inmortal mente felices!” Entretanto, el resto de la pandilla trepaba por un muro y llegaba a una terraza del castillo. Ana casi llegaba a la terraza en la escalera exterior, y Bones la ayudaba, diciendo, “¡Muévase señorita! Esto no es un juego de bridge. Hay que ir más rápido, ¡Caramba!” Ana le dijo, “Tenme paciencia, Bones.” Una vez dentro del castillo, Bones miro a través de la ventana hacia otra ventana, donde divisó a Cornelia, y pensó, “Sabía que la tendrían cautiva en su propia recámara. ¡Estos vampiros no tienen imaginación!” Sin pensarlo dos veces, Bones saltó, y al entrar a la habitación de Cornelia, dijo, “Buenas noches señorita Cor…” Pero Bones ocasionó un histérico y nada oportuno grito de Cornelia. ¡AYYY!” Una justificada irritación se apoderó de Bones, y dijo, “¡Maldita estúpida! ¿Cómo se atreve a gritar de ese modo? He venido desde Selene a salvarla, y mire lo que hace. ¡Voy a echarla enseguida por la ventana!” La providencial aparición de Ana Ward, evitó que el irlandés cumpliera su sincera amenaza. Ana exclamó, “¡Bones por Dios! ¡Controlate! La pobre criatura creyó seguramente que se trataba de un vampiro.” Cornelia creyó que Ana Ward insultaba su notable inteligencia, y dijo, “No me creas tan simple, querida. Solo los campesinos irlandeses creen en vampiros. Yo bien sé que no existen, que son un mito corriente y vulgar.” Una vez más, solo Ana pudo evitar que Bones cometiera una imprudencia grave, y lo detuvo cuando Bones exclamaba, “¡Grrrr! ¡Voy a matarla!” Ana le dijo, “¡No, por favor!” La súbita entrada del conde interrumpió aquel cultural coloquio, y al abrir la puerta, dijo, “¡Corny! ¿Porque gritas así? Yo…¡Oh!” El inefable Merry Bones actuó rápidamente arrojando un puño de cenizas a los ojos del tutor, diciendo, “¡Arde miserable!” Tiberio exclamó, “¡Ah!” Pero Tiberio no ardió. Tiberio se llevó las manos a los ojos y empezó a toser, “¡Cof, Cof, Cof! ¡Maldita sanguijuela irlandesa! ¡Cof, Cof! ¡Te haré torturar hasta que mueras! ¡Cof, Cof!” Lleno de asombro, Bones exclamó, “¡No es…uno de ellos!” No tuvieron más salida, que huir. Mientras todos huían en estampida, Tiberio gritó, “¡Abre la puerta palurdo del demonio! ¡Oh! No quedará nada de ti cuando te alcance.” Entonces Bones señaló hacia la ventana de la habitación de Letizia Pallanti, y dijo, “¡Vámonos ahora por la Pallanti. ¡Rápido!” Entre tanto, Letizia y Polly conversaban tomando el té, muy amigablemente, aun lado del ataúd de Goëtzi, que se mantenía abierto. Letizia dijo, “¡Has hecho muy bien, hermanita! Ahora solo nos faltan el irlandés y Tiberio.” Polly dijo, “Déjame a mí al irlandés.” Letizia dijo, “Como quieras, Polly querida. Tiberio me servirá de aperitivo. Después, cuando sea exactamente la medianoche, me beberé al pequeño Ned.” Polly dijo, “¿Qué haremos con el viejo Grey˗Jack?” Letizia dijo, “Se lo regalaremos a nuestros súcubos…porque como habrás imaginado, chupé un poco de sangre de cada uno de los criados de éste castillo, ¡Y ahora me obedecen ciegamente! Sé que Grey˗Jack no es mucho, pero…¡Tendrán que conformarse!” Letizia agregó, “En cuanto yo me haya dado el banquete que espero de Ned…y tú te hayas bebido toda la sangre de Bones…viajaremos a Selene, con Cornelia y Ana. Si ofrecemos como regalo a nuestros congéneres esas dos vírgenes estúpidas, nos perdonarán lo que de Goëtzi. ¡Estoy segura!” Del otro lado del muro, Ana estaba escuchando y dijo, “¿Vírgenes estúpidas?” Bones le suguirió que no hiciera ruido, y le dijo, “¡Scht!” A continuación, Letizia dijo a Polly, “¿Dónde dices que dejaste a tus supuestos amigos?” Polly dijo, “A la orilla del bosque que rodea el castillo, querida.” Polly agregó, “Si llegáran a penetrar en la fortaleza…¡Lo sentiría por ellos! Bones confía en el saco lleno de cenizas; pero ignora que lo cambié por uno falso; y traje conmigo al verdadero. ¡Así que nada podrá contra nosotros!” Tras escuchar eso, Bones dijo, mirando el saquito que tenía en su mano, “Con razón no sirvió de nada con el conde Tiberio.” Ana dijo, “¡Estamos perdidos!” La situación se volvía cada vez más alarmante. Mientras tanto, Letizia saboreaba a su prometido, quien descansaba en el ataúd. Letizia dijo, “¡Hummmm! Creo que no esperaré por el aperitivo, y me comeré enseguida éste jovencito.” Pero el arrebáto de celos de la insigne Cornelia, iba a precipitar todos los acontecimientos. Entonces, Cornelia interrumpió a Letizia y dijo, “¡No te atrevas a tocarlo, bruja!” Y sin delicadeza alguna, Cornelia atrapó por los cabellos a Letizia. Bones intervino, diciendo, “¿Qué haces, Cornelia? Esa no es manera de actuar en una señorita distinguida.” Aquella no era la lucha más pintoresca que se celebraría esa infausta noche, pues Bones, quien llevaba el saquito de polvo falso, enfrentó a Polly, quien llevaba otro saquito. Bones le dijo, “¿Así que yo era de nuevo tu pichoncito, eh, Polly querida?” Polly le dijo, “No te mentí, irlandés, voy a comerte vivo.” A Bones, a pesar de todo, no le faltaban recursos, y le lanzó polvo a Polly. Bones se burló, “¡Je, Je, Je!” Polly exclamó, “¡Aaah! No veo nada. No veo nada.” Bones le arrebató el saco, y dijo, “¡Dame acá, moza traidora!” Un segundo después, en lugar de Polly Bird, sólo había una hoguera, y no muy grande, por cierto. Bones dijo, “Polvo eres, y en polvo te convertirás…¡Así es la vida!” Hay que reconocer que Corny estuvo aquella noche magnífica. Pues cuando los seres espectrales aparecieron, Bones dijo, “¡Ah! Tenemos visitas.” Y ya con el polvo verdadero recuperado, Corny se lo lanzó a Letizia, diciendo, “Arde tú también, bruja.” Ambos se abrazaron. Aquel era un espectáculo digno de dos dulces enamorados. Bones le dijo, “¡No te creí tan fuerte, mi vida!” Ella le dijo, “Cuando la vi cerca de ti…me enfurecí, de veras.” Poco después, encontraron a Ned, quien ya estaba de pie y fuera del ataúd. Al verlos llegar, Ned dijo, “¡Ya era hora!” Pero Bones le lanzó el polvo. Ned dijo, “¡Ouch!” Bones dijo, “Ahora veremos si eres o no eres.” Pero Ned permaneció inmutable, y dijo, “¿Q˗qué ha ocurrido? ¿D˗dónde estoy?” Cornelia dijo, “¡Gracias a Dios! Muertos los vampiros, ha vuelto en sí. Ahora volverá a ser el buen tutor que era antes.” Ned dijo, “¿Vampiros?” Siguiendo el antiguo capricho de Ana, William viajó hasta Holanda, y se celebró allí la doble boda, luego de bendecir y exorcizar el castillo. Finalmente, Bones guiñó su ojo, y dijo, “Yo, por si las dudas, nunca más me separaré de este fúnebre, pero eficaz polvito.”