En un largo periodo de gestación, que comienza en el siglo VIII, y concluye
en el siglo XII, se fue formando en Castilla, con la colaboración de otros reinos españoles, un conjunto de palabras
y modos de hablar originarios de la lengua latina que, sedimentándose pausadamente,
añadiendo a su léxico más o menos elementos filológicos de los diversos pueblos
y civilizaciones que dominaron la Península, y animado por un poderoso genio nacional,
vino a constituir una nueva lengua literaria.
El idioma español pertenece pues, al grupo de lenguas neolatinas, y su vocabulario y su fonética conservan los caracteres esenciales de la gramática latina. El latín que sirvió de base a ésta lengua romance, no fue el latín erudito, el sermo nobilis que manejaban las clases cultas de Roma, sino el sermo vulgaris, esto es, el lenguaje popular propio de los soldados y de los mercaderes que predominaron en la España romana.
Además, todos los pueblos y civilizaciones que sucedieron posteriormente a la Península, dejaron huellas y acervos de sus vocabularios. En éste sentido, la influencia de los visigodos fue escasa; pero no así la de los árabes, cuya penetración en la vida y en la lengua española, tuvo una profundidad de ocho siglos; ochocientos años de vecindad, de contacto, de dominación, de guerras, de querellas y también de cruzamientos, y de mezclas.
La lengua española también recibe el nombre de lengua castellana porque, además de haber empezado a hablarse en Castilla, fue ésta la que contribuyó de modo preponderante a formar la unidad española, que hizo que su propia lengua romance prevaleciera sobre los dialectos de análogo origen hablado en los antiguos reinos de León, Aragón, y navarra, asi como en Andalucía, Murcia y Extremadura. Este idioma español se propago a partir del siglo XVI a los inmensos territorios americanos y oceánicos descubiertos y civilizados por los españoles y actualmente se calcula en cera de 260 millones el número de seres que lo hablan.
El idioma español pertenece pues, al grupo de lenguas neolatinas, y su vocabulario y su fonética conservan los caracteres esenciales de la gramática latina. El latín que sirvió de base a ésta lengua romance, no fue el latín erudito, el sermo nobilis que manejaban las clases cultas de Roma, sino el sermo vulgaris, esto es, el lenguaje popular propio de los soldados y de los mercaderes que predominaron en la España romana.
Además, todos los pueblos y civilizaciones que sucedieron posteriormente a la Península, dejaron huellas y acervos de sus vocabularios. En éste sentido, la influencia de los visigodos fue escasa; pero no así la de los árabes, cuya penetración en la vida y en la lengua española, tuvo una profundidad de ocho siglos; ochocientos años de vecindad, de contacto, de dominación, de guerras, de querellas y también de cruzamientos, y de mezclas.
La lengua española también recibe el nombre de lengua castellana porque, además de haber empezado a hablarse en Castilla, fue ésta la que contribuyó de modo preponderante a formar la unidad española, que hizo que su propia lengua romance prevaleciera sobre los dialectos de análogo origen hablado en los antiguos reinos de León, Aragón, y navarra, asi como en Andalucía, Murcia y Extremadura. Este idioma español se propago a partir del siglo XVI a los inmensos territorios americanos y oceánicos descubiertos y civilizados por los españoles y actualmente se calcula en cera de 260 millones el número de seres que lo hablan.
Numerosos son, en verdad, los países que expresan su propio genio en la
lengua de Cervantes, y que añaden a su léxico
otros giros, vocablos, y peculiaridades que la flexibilizan y enriquecen más
aún. Virtualmente, todos los países hispanoamericanos cuentan con literaturas
nacionales, que aunque todavía jóvenes en algunos casos, ya presentan un caudal
de obras y de figuras que dan particular densidad y brillantez al vasto
conjunto de las letras hispánicas.
Literatura Americana en Lengua Castellana.
Además del Español, en España se habla el vasco, vascuence o éuscaro, el
gallego, el catalán y el asturiano. El vascuence, antiquísimo, supervivencia de
las primitivas lenguas ibéricas, es una lengua asiática de aglutinación; el gallego,
en el que tomó sus delicadísimas formas casi toda la poesía lirica de los
primeros siglos literarios españoles, procede del galaico-portugués, de donde
ha derivado también la lengua portugués; el catalán, otra de las lenguas
neolatinas, y el asturiano, que señala el páso del gallego al castellano. Las principales
formas dialectales del español son: el leonés, el aragonés, el murciano y el
andaluz. Literaturas regionales dignas de tal nombre, solamente las han
producido el gallego y el catalán, con un caudal de obras y de escritores que
les dan rango de verdaderas lenguas literarias.
El periodo histórico, que corresponde al nacimiento, y primeras tentativas
de nuestra literatura nacional, es la Edad Media. Resulta sumamente difícil proponer
alguna fecha fija para el principio o el fin de esa edad, que en su conjunto, vino a durar unos mil años. Admítese, sin embargo, que ese vasto periodo se extiende
desde la división del Imperio Romano, año 395 de nuestra era, hasta la Toma de
Constantinopla, por los turcos, en 1453; pero las literaturas medievales solo
alcanzan una extensión aproximada de cuatrocientos años: desde los siglos XI al
XV. Solo a partir del siglo IX, después de la muerte de Carlomagno, concluye
verdaderamente el mundo antiguo, y es entonces cuando se forma y se va
desarrollando el mundo feudal, es decir, una sociedad nueva que las sucesivas dinastías
intentarán después quebrantar, para constituir una unidad política y territorial
que será el fenómeno común y sincrónico de todos los países europeos.
El Medioevo no era un ambiente propicio para el desarróllo de las
literaturas. Las lenguas nacionales, todavía informes, iban a necesitar varios
siglos de pulimiento. Los medios de difusión eran escasísimos, y solo la tradición
oral, o un lento, premioso, y limitado trabajo de copias manuscritas, podía servir
para ir transmitiendo y propagando las
obras del espíritu. El público era tosco o inculto. La única educadora, la Iglesia,
y la única enseñanza, la de los monasterios y conventos, dispensaban una instrucción
casi exclusivamente religiosa.
En tiempos de Fernando
el Santo, (1199-1252), se declaró el idioma oficial de España, a la lengua romance castellana, y
ya aparece formada en la obras de Alfonso X, llamado el sabio, hijo del
anterior, y el literato que domina casi todo el siglo XIII castellano. La época
precedente señala el periodo arcáico de la literatura española, y es en ella
cuando aparece el Poema del Cid, obra poética a la que pronto seguirán: la versión
en romance de Forum Judicum; las
Partidas, de Alfonso el Sabio; los Poemas de Gonzalo de Berceo; etc. Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pag. 327.