Juan Ruiz nació en Alcalá
de Henares, Madrid, en
1284 y se cree murió en 1351, conocido como el Arcipreste de Hita, fue el creador de una obra miscelánea (género
literario didáctico), predominantemente
narrativa en verso, que constituye una de las obras literarias más importantes
de la literatura
medieval española, el Libro de Buen
Amor.
Biografía
Juan Ruiz fue clérigo y ejerció de arcipreste en Hita, actual provincia de
Guadalajara. Se conocen muy
pocos datos de su biografía, apenas su nombre y el de uno de los protagonistas
de su libro, Ferrán García, en un documento de un cedulario que se conserva en
la catedral de
Toledo. Los aspectos
pseudobiográficos de su obra hicieron que algunos eruditos tratasen de deducir
ciertos aspectos de la vida del autor. Nació probablemente en Alcalá de Henares, aunque Emilio Sáez y José Trenchs han
postulado la jienense Alcalá la Real, hacia1283. Debió cursar estudios en Toledo, Hita, Alcalá de
Henares o alguna localidad de esta zona y seguramente fue encarcelado por orden
del arzobispo de
Toledo, Gil de Albornoz. Sin embargo,
filólogos como Spitzer, M.R. Lida y Battaglia han cuestionado el rigor de
muchos de estos supuestos. Igualmente fue un gran aficionado a la música, como
lo prueba su conocimiento de la materia a través del léxico muy especializado
que maneja. Escribió, que se conozca, una única obra, el Libro de Buen
Amor, quizá redactada
en la cárcel. Se ha estimado que su muerte ocurrió antes de 1351, pues en ese año ya no era arcipreste de Hita,
cargo que para dicha fecha ocupaba un tal Pedro Fernández.
Controversia Sobre el Lugar de Nacimiento
De un pasaje del Libro de Buen Amor se ha
deducido que Juan Ruiz nació en una
localidad llamada Alcalá. Así lo recoge Ramón Gonzálvez Ruiz en una sesión
plenaria sobre el arcipreste en 2002.
A lo largo de su libro, Juan Ruiz ha
ido sembrando datos de su biografía personal. Él debió nacer en Alcalá, como
sugiere el verso famoso con que Trotaconventos saluda a la mora de parte del
Arcipreste: “Fija, mucho os saluda uno que es de Alcalá” (estrofa 1510a). Esta
afirmación es uno de los hechos que pueden ser aceptados como verídicos, porque
encaja coherentemente con el resto de las noticias personales que aparecen en
el Libro de Buen Amor y
en la sentencia arbitral [donde aparece su nombre como “uenerabilibus Johanne Roderici
archipresbitero de Fita”]. No parece haber motivos fundados para poner en duda
este dato de su biografía.
Ramón
Gonzálvez Ruiz, loc. cit., 2002.
Gonzálvez Ruiz, tras analizar el
recorrido biográfico del Arcipreste de Hita, que está relacionado con Talavera,
Toledo, Alcalá de Henares e Hita, afirma:
En virtud de su cargo ha tenido que viajar a Toledo
con frecuencia, tal vez más de una vez al año, y le son familiares esta ciudad,
Talavera y, por descontado, Alcalá de Henares, la villa que mejor conoce, su
lugar de nacimiento y no alejada de Hita.
Actualmente, dos ciudades se disputan
ser la cuna de este escritor y clérigo castellano: Alcalá de Henares (Madrid)
y Alcalá la Real (Jaén). Ambas esgrimen
diferentes razones de peso (y otras no tanto) para creerlas lugar de nacimiento
del mismo. A menos que se descubra algún tipo de fuente biográfica clara y
concisa sobre esto, es difícil poner de acuerdo a ambas partes bien afianzadas
ya por sus defensores.
La principal razón por la que se
considera a Juan Ruiz oriundo de
Alcalá de Henares es la cercanía geográfica con Hita (Guadalajara), lugar de donde
fue Arcipreste, y por supuesto, cercano a los episodios más conocidos de su
vida: la orden del Arzobispo de Toledo Gil de Albornoz de “fiscalizar la vida de los clérigos de Talavera” y su posterior
encarcelamiento en el convento de San Francisco de Guadalajara, arciprestazgo
de Hita, etc.
Por su parte, la hipótesis de Alcalá
la Real es minoritaria y no acaba de ser demasiado clara. Parte de la hipótesis
de que Juan Ruiz sería un personaje
con nombre y apellidos: Juan Ruiz de Cisneros, hijo bastardo de Arias González,
señor de Cisneros, que estuvo cautivo en dicha ciudad de 1280 a 1305, fecha de
nacimiento del escritor. A partir de ahí, examinando el Libro del Buen
Amor, los autores que postulan esta hipótesis señalan numerosos
paralelismos con la vida de este Juan Ruiz de Cisneros. También se realiza en
ocasiones, un análisis de estilo del libro en el que se hace énfasis en los
rasgos que podrían provenir de la literatura musulmana y andaluza. (Wikipedia)
Menéndez Pelayo fue el primero en señalar el carácter goliardesco de la obra, si bien negó que hubiese ningún ataque contra los dogmas o insurrección contra la autoridad eclesial, como otros vieron después, actitud que es precisamente un rasgo distintivo de la poesía goliardesca.
Pero la mayor parte de los poemas
líricos del libro se dedican a la devoción religiosa, en su mayor parte de
temática mariana, aunque también hay otras a
la crucifixión
de Cristo. Es significativa la presencia de gozos a la
Virgen, un género que consistía en un conjunto de reflexiones de carácter
lírico acerca de los principales acontecimientos de la vida de María, desde
la Anunciación a la Asunción. Los gozos
relataban inicialmente cinco episodios, que posteriormente la poesía
latina franciscana aumenta a siete. Sin embargo,
el número de pasajes fue incrementándose y se conservan en el manuscrito del, Libro de
Miseria de Omne (El Libro de la Miseria del Hombre), un tratado
que aborda el tópico del comptentu
mundi, unos gozos de fines del siglo XIV de doce pasos, pero, a
diferencia de los del Arcipreste de Hita, están escritos en estrofa de cuaderna vía.
El Libro de Buen
Amor (1330 y 1343), también llamado Libro del Arcipreste o Libro
de los Cantares, es una obra del mester de clerecía del siglo XIV. Es una
composición extensa y variada de 1728 estrofas, cuyo hilo
conductor lo constituye el relato de la autobiografía ficticia del autor, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Está considerada
una de las cumbres literarias españolas de cualquier tiempo, y no solo de la Edad Media.
El libro contiene una colección heterogénea de diversos materiales
unidos en torno a una pretendida narración autobiográfica de asuntos amorosos del propio autor, quien es
representado en una parte del libro, por el episódico personaje de don Melón de
la Huerta. En él aparecen representadas a través de sus amantes todas las capas
de la sociedad bajomedieval española.
En el transcurso del argumento principal, se intercalan fábulas y apólogos que constituyen una colección de exempla. Asimismo se pueden hallar alegorías, moralidades, sermones, cantigas de ciegos y de escolares de tipo goliardesco. También se recogen
composiciones líricas profanas: serranillas, muchas veces paródicas,
derivadas de las pastorelas, al lado de otras
religiosas, como himnos y gozos a la Virgen o a Cristo.
Los materiales narrativos están fundados en la parodia de las comedias elegíacas medievales en latín, ámbito escolar pseudo-ovidianas, como De Vetula y Pamphilus, en las que el
autor es protagonista de aventuras amorosas que alterna con poemas vinculados
con ellas. La comedia elegíaca Pamphilus,
la cual llego a ser atribuida a Ovidio, además, es citada en el Libro de Buen Amor como base del episodio de Don Melón y
Doña Endrina. Además de materiales derivados del, Ars Amandi de Ovidio, también se parodia la liturgia de las horas canónicas (oraciones litúrgicas pertenecientes
a esa parte del día) o de los cantares de gesta (epopeyas medievales), así en
el combate de don Carnal con doña Cuaresma.
Otros géneros que se pueden encontrar en el Libro de Buen Amor son los plantos, (elegías donde el poeta lamenta la muerte de un ser querido), como el hecho a la muerte de Trotaconventos, (Doña Urraca), personaje que constituye el precedente más claro de La Celestina o las sátiras, como las dirigidas contra las dueñas chicas o el poder igualador del dinero. Las fábulas, son de la tradición medieval esópica o manuales pedagógicos, como el, Facetus, que considera la educación amorosa como parte del aprendizaje humano. Aunque se han propuesto fuentes árabes, la crítica actual se decanta por considerar que El Libro de Buen Amor desciende de la literatura latina medieval clerical.
Otros géneros que se pueden encontrar en el Libro de Buen Amor son los plantos, (elegías donde el poeta lamenta la muerte de un ser querido), como el hecho a la muerte de Trotaconventos, (Doña Urraca), personaje que constituye el precedente más claro de La Celestina o las sátiras, como las dirigidas contra las dueñas chicas o el poder igualador del dinero. Las fábulas, son de la tradición medieval esópica o manuales pedagógicos, como el, Facetus, que considera la educación amorosa como parte del aprendizaje humano. Aunque se han propuesto fuentes árabes, la crítica actual se decanta por considerar que El Libro de Buen Amor desciende de la literatura latina medieval clerical.
Manuscritos
Del Libro de Buen Amor existen
tres manuscritos, cuyas divergencias hicieron pensar
a Ramón
Menéndez Pidal que podían responder a dos redacciones distintas
hechas por el autor en diversos momentos de su vida:
·
El llamado “Manuscrito S,” por proceder de Salamanca;
concretamente del Colegio Mayor de San Bartolomé. Estuvo un
tiempo en la Real
Biblioteca de Madrid y ahora se conserva en la Biblioteca de la Universidad
de Salamanca. Por su letra, se considera que es de comienzos del siglo XV y es
el más completo, ya que incorpora añadidos que no están en los otros dos. El colofón está
atribuido a Alonso de Paradinas.
·
El “Manuscrito G,” así denominado por pertenecer en su
tiempo a Benito Martínez Gayoso. Hoy se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia
Española. El manuscrito está datado a finales
del siglo XV.
·
El “Manuscrito T,” llamado así por haber pertenecido a
la Catedral de
Toledo. Hoy está custodiado en la Biblioteca
Nacional de España. Se considera que está escrito a finales del siglo XIV.
Temática y Estructura
El título con que hoy se conoce la
obra fue propuesto por Menéndez Pidal en 1898, basándose en
distintos pasajes del propio libro, especialmente el de la cuaderna 933b, cuyo
primer hemistiquio reza “'Buen Amor' dixe
al libro.”
En cuanto a la fecha de redacción,
varía según el manuscrito: en uno el autor afirma que lo terminó en 1330 y en otro en 1343, esta última fecha sería una
revisión de la versión de 1330 en la que Juan Ruiz añadió nuevas composiciones.
El libro se caracteriza por su
variedad de:
1. Contenido: ejemplos,
narraciones amorosas, serranillas, elementos didácticos, composiciones líricas,
etc.
2. Métrica: además
de la cuaderna vía utiliza estrofas de dieciséis
versos, estrofas zejelescas, etc.)
Los materiales centrales de que
consta esta obra son:
·
La introducción,
donde el autor explica
el sentido e interpretación del libro. Consta de una plegaria en cuaderna vía (estrofa métrica española utilizada
por el Mester de Clerecía) a Dios y a la Virgen en que solicita su ayuda,
un proemio en prosa que adopta el género
de sermón culto (o divisio intra, pero
escrito en castellano) que podría ser paródico y otra oración invocando de
nuevo el favor divino para llevar a cabo el libro, para terminar con dos gozos
líricos a Santa María.
·
Una autobiografía
ficticia del autor, que constituye el hilo conductor de toda la
obra. En ella se relatan sus amores con distintas mujeres, todas de diferente
origen y condición social: una monja, una mora, una dueña que vio estar orando,
una panadera, una mujer de alta posición, varias serranas, etcétera, ayudado
por una tercera o alcahueta, Urraca, más conocida como la Trotaconventos.
·
Una colección
de enxiemplos (apólogos, fábulas y
cuentos), que sirven como enseñanza moral y cierre de los episodios.
·
La disputa
entre el autor y don Amor (un personaje alegórico), donde el
primero acusa al Amor como responsable de los pecados capitales y el
segundo da consideraciones de cómo ha de ser la mujer y el galán.
·
La narración de los amores de don Melón y doña Endrina (adaptación de la comedia
humanística medieval Pamphilus).
·
El relato alegórico de la batalla entre don Carnal y doña Cuaresma, en realidad una parodia
de los cantares de gesta medievales.
·
Sátiras de
tono y contenido goliardesco, como
la parodia de las horas canónicas, la “Cantiga de los clérigos de Talavera,” el
elogio misógino de las dueñas chicas, o la sátira “Contra la propiedad que el dinero ha.”
·
Una serie de composiciones líricas religiosas, casi siempre marianas (Gozos de
Santa María).
·
Un conjunto de diversas composiciones líricas profanas: el planto a la muerte de Trotaconventos,
cantigas de ciego y para escolares.
Interpretación de la Obra
La intención de la obra resulta ambigua a causa de su gran
heterogeneidad. En algunos casos tiene el sentido de amor devoto, pero en otros
se refiere a la habilidad respecto al amor carnal.
Menéndez Pelayo fue el primero en señalar el carácter goliardesco de la obra, si bien negó que hubiese ningún ataque contra los dogmas o insurrección contra la autoridad eclesial, como otros vieron después, actitud que es precisamente un rasgo distintivo de la poesía goliardesca.
También ha sido muy discutido entre los especialistas el posible
carácter didáctico del Libro
de Buen Amor. Mientras autores como José Amador
de los Ríos, Leo Spitzer o María Rosa
Lida de Malkiel, defienden
el didactismo como parte inseparable de la obra, otros como Américo Castro, o Sánchez
Albornoz lo niegan, y
consideran que Juan Ruiz fue más cínico que moralista, más hipócrita que
piadoso. Juan Luis Alborg, por su parte,
hace una analogía con el uso que hizo Cervantes de las novelas de caballerías para verter su
ironía y su visión personal. Además, considera que, “el Arcipreste se instala dentro de las formas didácticas medievales
para disparar desde ellas la ambigua variedad de sus intenciones y su humorística
visión de la realidad.” En general, hoy se tiende a considerar que es más
bien un libro didáctico con propósitos artísticos, que lo contrario.
Su obra refleja el multiculturalismo del Toledo de su época. Entre las
varias mujeres a las que intenta enamorar, hay una mora, que se jacta de su
talento como músico, y que compone música para danzar andalusí, y una judía. El único caso
en que tiene relaciones carnales se produce cuando le asalta la serrana, “La Cha.” Si bien las serranas salvajes
eran personajes de un género literario muy tipificado. También durante la
batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma viaja a la aljama de Toledo, donde
los carniceros y rabinos lo invitan a pasar un “buen día.” María Rosa Lida de Malkiel ha querido ver la influencia
del género de narrativa en prosa rimada, las maqāmat, género literario árabe
de narración corta, cultivado por varios autores peninsulares en árabe y hebreo
durante los siglos XII-XIV.
El libro contiene, además, un pasaje en que se
presenta una protesta de tipo goliardesco frente a la postura de Gil de
Albornoz que pretendía extender a su diócesis la doctrina papal del celibato obligatorio. Esta chocaba con la tradición
hispánica de la barraganía o contrato de convivencia de un sacerdote con
una mujer (concubinato), costumbre más asentada en un territorio multicultural
como era la diócesis de Toledo, antaño fuente de la herejía del adopcionismo del arzobispo Elipando de Toledo,
engendrada por la convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos. Así se
expresa en la “Cántiga de los Clérigos de Talavera” incluida en dicho libro,
donde se protesta airadamente contra las disposiciones del arzobispo contra la
barraganía en la archidiócesis. Tal protesta fue la que pudo acarrearle la
prisión por parte del arzobispo. Esta postura crítica hacia el alto clero, así
como el restante contenido desenfadado y crítico de su libro, le emparenta con
la literatura
goliardesca.
Autoría y Datación
El propio autor revela su nombre y su cargo
eclesiástico en distintos lugares de la obra: “Joan Roíz, Açipreste de Fita” (cuaderna 19b-c) y “Yo Johan Ruiz, el Sobredicho Açipreste de
Hita” (c. 575a), pero no fue hasta 1984 que Francisco J. Hernández encontró
una mención a un “uenerabilibus Johanne
Roderici archipresbitero de Fita,” prueba definitiva de la existencia real
de Juan Ruiz en combinación con el título eclesiástico y en total coincidencia
con la referencia que de sí mismo da él en los lugares citados del Libro de Buen Amor. Por lo
demás, nada se sabe de la biografía de Juan Ruiz, más allá de este testimonio
documental.
La fecha de composición de la obra está
extraída también de la información que proporcionan los códices. El Manuscrito
G transmite que el libro fue terminado en 1330. Sin embargo, en
el Manuscrito S —que contiene material nuevo— aparece fechado en 1343. La crítica mayoritariamente conviene en que
Juan Ruiz utilizó episodios compuestos previamente para hilvanar su libro, y
que su primera versión sería de 1330. Posteriormente el Arcipreste añadiría más
poemas (sobre todo líricos) para configurar el Libro de Buen Amor tal y como se edita en la actualidad.
Fuentes
El principal influjo que revela el Libro de Buen Amor es el de la tradición literaria
eclesiástica de su tiempo, pues Juan Ruiz tenía una formación retórica exigida
por su cargo religioso, adquirida probablemente en alguna escuela catedralicia
de la región de la cuenca del Henares, quizá la de Alcalá. La mayor parte de
sus materiales se relacionan con la estructura del sermón popular (o divisio extra), en la que un
tema moral era expuesto con el complemento de exempla. Además, aparecen
en el libro un tratado de la confesión, catecismos y oraciones e himnos
devotos.
Por otro lado, el tema fundamental del amor
está basado en la literatura pseudo-ovidiana medieval que, en forma de comedias elegíacas o tratados derivados del, Ars Amandi y los Remedia Amoris, circulaban por
toda Europa. También hay huellas de los conceptos del amor cortés provenzal y de la literatura goliardesca.
De este modo, las más importantes fuentes del Libro de Buen Amor pertenecen al ámbito de la literatura
europea occidental. Así, aunque algún exemplum provenga de la cuentística árabe,
estos habían sido casi en su totalidad traducidos al latín o a las lenguas
romances peninsulares en el siglo XIII.
Américo Castro defendió la vinculación del libro con la
literatura árabe, viéndolo como una fusión mudéjar, por la variedad
métrica, la frecuente alternancia de ficción y realidad y, sobre todo, por la
presencia del hilo conductor como una autobiografía amorosa, aspecto que este
crítico relacionaba con El Collar de
la Paloma de Ibn Hazm. Sin embargo, ninguno de
estos rasgos está ausente de la literatura europea, y la autobiografía de tipo
erótico es característica de la materia ovidiana medieval. Por otro lado, es
muy improbable que Juan Ruiz leyera el árabe clásico, y, aunque aparecen
términos léxicos moriscos, estos se deben al árabe coloquial de las comunidades
mudéjares, abundantes en Hita y en otros lugares de sus alrededores.
María Rosa
Lida de Malkiel relaciona la
autobiografía con el género hebreo de las maqāmat, más concretamente
con el, Libro de las Delicias de Yosef ben
Meir ibn Sabarra (n. hacia 1140),
pero se pueden aducir las mismas objeciones que para la literatura árabe: el
desconocimiento del hebreo por parte del arcipreste y que el mismo rasgo puede
ser explicado a partir de obras cristianas.
Gybbon-Monypenny, en la introducción a su
edición del, Libro de Buen Amor de 1984, relaciona la autobiografía ficticia
con el romance francés versificado, en especial con el,Voir-Dit de Guillaume de
Machaut, con los que establece cierta analogía: un poema narrativo que incluye
canciones líricas. Ya a fines del siglo XIII, en el Roman du Châtelain de Coucy et de la Dame de Fayel, se encuentra un
protagonista poeta enamorado que, con ocasión de sus aventuras eróticas,
incluye poemas líricos provenientes de los cancioneros. Otros poetas como Nicole de Margival, en su Dit de la Panthère, dialoga con los dioses del
amor y utiliza para autorizar sus sentimientos, poemas propios y de Adam de la Halle. Incluso cabe citar una autobiografía
amorosa ficticia con canciones líricas intercaladas austríaca, Frauendienst (1255), del minnesänger Ulrich von
Liechtenstein.
Entre las fuentes concretas de episodios
independientes, cabe citar, además de la cuentística de origen oriental,
introducida por los árabes en la Península, en colecciones como el Calila e Dimna o el Sendebar, a Pedro Alfonso, judeoconverso oscense y a Esopo, al que remiten
algunos de los exempla del Libro
del Buen Amor, como el de la “Disputa
del Pleito que el Lobo y la Raposa Tuvieron Ante Don Gimio [Simio], Alcalde de Buxía.” Por otro lado,
aparecen citas y ecos de los Salmos, las Horas Canónicas, manuscrito
iluminado de la Edad Media, el Libro de Job, así como el, Apocalipsis, además de San Gregorio Magno, las Decretales de Clemente V o el Decreto de
Graciano, probablemente a partir de manuales propios de su
formación clerical de Juan Ruiz.
La crítica concuerda mayoritariamente en que el Libro de Buen Amor constituye la parodia de las comedias elegíacas De Vetula y Pamphilus, en las que el
autor es a su vez protagonista de una historia en la que las aventuras amorosas
se alternan con la inclusión de poesías relacionadas con los episodios que se
representan. Además, el Pamphilus es una fuente reconocida en el propio
texto del Libro de Buen Amor.
El mismo autor reconoce que el episodio de Don Melón y Doña Endrina, reelabora
esta comedia latina pseudo-ovidiana, Pamphilus. Al mismo Ovidio se le atribuyó el De vetula, y aparece, por
tanto, como protagonista de las aventuras eróticas de esta obra. No está de más
señalar que los sacerdotes de la Edad Media predicaban sus sermones en primera
persona, técnica con gran capacidad de atracción para un público que se
requería adoctrinar. La declarada intención didáctica de Juan Ruiz, pese a las
continuas ironías y ambigüedades de interpretación, estaría en correspondencia
con el sermón medieval popular en primera persona.
Poesía Lirica
El Libro del Buen Amor contiene,
además del contenido central narrativo escrito en tetrástrofo
monorrimo (cuaderna vía), una considerable cantidad de
poemas en versos de arte menor de métrica tradicional y contenido lírico, lo que
convierte al Libro de Buen Amor en el primer repertorio
escrito de lírica en lengua castellana en una época (primera mitad
del siglo XIV) en la que la mayor parte de este género poético en Castilla, se
escribía en gallego-portugués.
Ya en el sermón culto en prosa con
que se inicia la obra, Juan Ruiz declara que uno de sus fines al escribir esta
obra era:
[...] dar a
algunos leçión e muestra de metrificar e rrimar e de trobar.
Libro de
Buen Amor, ed. de Gybbon-Monypenny, 1984, págs. 110-111.
Efectivamente, el Libro del
Buen Amor hace gala de la variedad lírica de géneros y formas de la
lírica castellana de la época, e incluye desde lírica religiosa: himnos, gozos,
oraciones, hasta canciones zejelescas (forma poética mozárabe andaluza) de
carácter goliardesco, además de que en las serranas del arcipreste hay
ecos de la pastorela provenzal.
Destaca por su carácter jocoso
la troba cazurra, (cazurros eran juglares de la más marginal condición
social), que inserta en el episodio del joven Ferrand García, que pretende a
una panadera llamada Cruz. Escrita como un zéjel y con importantes huellas mudéjares, todo el
poemita es un juego de equívocos donde la disemia se establece entre los
significados de la imaginería católica y los equívocos sexuales:
Cruz cruzada panadera
tomé por entendedera
tomé senda por carrera
como andaluz.
Cuidando que la habría,
díxielo a Ferrand Garçía
que troxiese la pletesía
e fuese pleités e duz.
Díxome que l' plazía de grado
e fizo se de la cruz privado;
a mí dio rumiar salvado,
él comió el pan más duz.
tomé por entendedera
tomé senda por carrera
como andaluz.
Cuidando que la habría,
díxielo a Ferrand Garçía
que troxiese la pletesía
e fuese pleités e duz.
Díxome que l' plazía de grado
e fizo se de la cruz privado;
a mí dio rumiar salvado,
él comió el pan más duz.
Libro de Buen Amor, est. 116-118.
Por otro lado, no hay ningún
ejemplo, salvo la lírica de Juan Ruiz, de poesía religiosa en castellano
escrita con estructura de estribillo hasta el siglo XV, y es
altamente probable que fuera el primero en componer este tipo de metros en
lengua vernácula. Cobraría así mayor sentido la intención declarada en su
prólogo en prosa de, “dar [...] leçión e muestra de metrificar e rrimar e de
trovar.”
Estilo
Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, se considera
a sí mismo como el primer poeta que versifica en todos los géneros existentes
en castellano. Su libro refleja una cultura propia de los clérigos, usa un
lenguaje rico, creativo, de variados registros (desde el popular y coloquial
hasta el de la oratoria eclesiástica), de extenso léxico, que incluye términos
en árabe andalusí de su época.
Gusta de acumular sinónimos parciales y de ampliar los conceptos, recursos que se relacionan con
las técnicas del sermón.
Al final de su libro declara que cualquiera
podrá añadir o corregirlo, con la única condición de que supiera hacerlo bien,
actitud abierta que se enfrenta a la de otros escritores contemporáneos que
pretendían fijar su texto, como por ejemplo Don Juan Manuel.
Por otra parte, su obra demuestra un profundo
conocimiento de las pasiones humanas y se caracteriza por un portentoso balance
entre la delicadeza y la desvergüenza, logrado por medio de una inteligencia
muy fina, ambigua e irónica, pese a lo cual la obra posee brío y audacia. Por
otra parte, ofrece una panorámica social muy completa de los comienzos del
siglo XIV, que refleja las tensiones sociales entre la naciente burguesía y los
estamentos privilegiados (clero y nobleza) de la sociedad, como en la sátira “De la propiedad que el dinero ha,”
donde es perceptible el papel del dinero como destructor del rígido orden
estamental.
Lengua
El texto presenta las
características típicas del español medieval tardío.
El texto presenta vacilaciones, por ejemplo,ó entre la forma de
diminutivo -illo frente a -iello, o alternancias
verbales como fazía~fazié. También las formas muy~mucho alternan
frente al adjetivo (cuando en español moderno aparece sistemáticamente la
primera muy grande, muy malo, aunque si el adjetivo está en grado
comparatitvo mucho mayor, mucho peor). También se observa la
pérdida incipiente del artículo frente al posesivo: si bien en el español
medieval más antiguo la forma común era como en la mi muger 'mi
mujer', en el Libro del buen amor alternan la forma más
antigua con la forma moderna la mi~mi o la su~su.
También existen multitud de palabras
que muestran diferencias fonéticas respecto al español moderno:
·
Si bien predomina la presencia de /f-/ inicial
aparecen unas cuantas /h-/ (como las del español moderno).
·
Existen ciertas diferencias en la primera vocal del
pretérito simple fezo, veno junta a formas cercanas a las
modernas fizo, vino 'hizo, vino.'
Tras consonante coronal /d, n, l, ll, r, z/ es
frecuente apócope de /-e/ como en pid,
vien, val, quier, faz frente a las formas modernas pìde, viene,
vale, quiere, hace [en español moderno se conservan unos pocos
apócopes, (perdida o desaparición de uno o varios fonemas el final de la
palabra), tras coronal buen, gran derivados de bueno,
grande].
Algunos de los manuscritos muestran
un buen número de leonesismos, aunque estos podrían ser más bien
obra de los copistas posteriores y no del propio autor del texto. Entre estos
están selmana en lugar de semana, vilda en
lugar de viuda, -m final como en tam,
arpom, guardam 'tan, arpón, guardan o vacilaciones en la vocal
pretónica liçión, loxuria, canistillo 'lección, lujuria,
canastillo'.
Influencia
La existencia de tres manuscritos es indicio de que la obra fue conocida y leída
durante la Edad Media, al menos hasta la
invención de la imprenta. Se conserva incluso una versión muy fragmentaria del
siglo XIV en portugués. Pudo servir el Libro
de Buen Amor de repertorio de
poemas de juglares, a juzgar por otros fragmentos hallados al término de un
códice que contiene una crónica y termina con un conjunto de materiales
misceláneos. Pasajes de esta obra pudieron, por tanto, transmitirse oralmente.
Se ha señalado la posible influencia del libro
de Juan Ruiz en la obra de Chaucer; asimismo, cita el
libro del arcipreste en el siglo XV el Arcipreste de
Talavera y el Marqués de
Santillana. Sin embargo, a partir del siglo XVI, las huellas del
libro en la literatura posterior se reducen notablemente. La recepción del Libro de Buen Amor ha sido estudiada por Alan D.
Deyermond en su artículo “La Difusión y Recepción
del Libro de Buen Amor desde Juan Ruiz hasta Tomás Antonio Sánchez: Cronología
Provisional.” (Wikipedia)
El Buen Amor
de Arcipreste de Hita
Alcalá de Henares, año 1360. Aristóteles, el gran sabio, decía que los
hombres solo trabajan por dos cosas: Por la manutención y por la búsqueda de
una pareja. Y la naturaleza comprueba lo dicho, pues aves, alimañas y toda
bestia de cueva, dedican su vida a esas dos labores. Pero el ser que más lucha
por esas dos causas, es el hombre. ¡Y es también el hombre, el que más lucha por
ellas! ¿Cuántas veces habré estado enamorado? Tal vez muchas o tal vez ninguna.
Hace tiempo la hermosa Leonor me tuvo preso entre sus redes. Cada vez que me
encontraba con ella, me regalaba la mejor de sus sonrisas. Yo le decía al
verla, “¡Dios la guarde, linda Leonor!”
Animado por el reciente encuentro con mi pretendida, mandé llamar a doña Urraca, quien era una buena mensajera que a menudo me hacia diversos servicios. Yo le decía a ella, “Necesito que doña Leonor me reciba en casa.” Ella me dijo, “Se bien que esa dama no gusta de recibir caballeros, pues cuida celosamente su honra.” Yo le dije, “Lo sé muy bien. Ella es una mujer colmada de dones tranquila y de buenas costumbres, de modo tal que no puede compararse ni con la mas valiosa moneda.” Ella me dijo, “Le aconsejo que escriba una carta en la que deberá exaltar sus virtudes. Yo me encargare del resto, señor.” Yo le dije, “¡Tienes razón, mujer! Aguarda un poco y te daré esa misiva” Luego de vencer pequeños obstáculos, mi mensajera logro llegar ante mi dueña, quien le dijo, “¿Dices que esto lo manda Juan Ruiz?”
Mi mensajera le dijo, “Así es, mi señora. Lo escribió con puño y letra. Poco falto para que lo escribiera con tinta de su sangre, pues muere de amor por usted.” Leonor leyó la carta en su mente: “Maravilla igual no han visto mis ojos.” Enseguida Leonor dijo, “Todo lo que dice este papel es una sarta de promesas que el que las escribió jamás cumplirá.” Doña Urraca dijo, “Señora don Juan Ruiz es un caballero que cuanto dice, hace.” Leonor dijo, “Cuando el hombre quiere casarse, con una mujer honrada, promete muchos regalos, pero una vez que la obtiene, de cuanto prometió se olvida inmediatamente. Además, he sabido que Don Juan se alaba de tenerme conquistada, cuando solo hemos cruzado unas dos palabras y una que otra sonrisa de cortesía.” Doña Urraca, mi mensajera dijo, “¡Eso no es verdad!” Leonor dijo, “¡Calla charlatana! He visto como han terminado otras muchas que creyeron en lo que tu les dijiste de los caballeros que las pretendieron y de ellas he aprendido. A esas mujeres tus amos les prometieron trigo y solo les dieron tamo…” Doña Urraca le dijo, “Pe-pero yo n-no le he me-mentido…Don Juan Ruiz le ama señora…” Leonor dijo, “¡Vete!¡Dile a ese hombre que no me quiera, pues yo no lo quiero ni lo querré jamás! ¡Anda, ve a darle mi respuesta!” Doña Urraca le dijo, “¡M-me voy…ya me voy…!” A partir de entonces no volví a ver a la hermosa doña Leonor.
Montado en mi caballo, pensaba, “Entre más la busco, más se me esconde. ¡Ah, cuánto lastima mi corazón con su esquiva actitud! ¡Querer donde no me quieren es una tontería! Ella no me permitió defenderme de la acusación que hizo de mi…yo jamás me he vanagloriado de ninguna mujer, pues eso es cosa de villano. Estoy cierto de que si Dios no hubiera hecho a la mujer con el fin de haber feliz al hombre, no se la habría dado por compañera ni la habría sacado de su costilla. Si el hombre no quisiera bien a la mujer, el amor no tendría tantos prisioneros como tiene. El amor me ha hecho portarme como un tonto y como un necio. Mi mejor amigo me traicionó cuando le pedí su ayuda…”
Animado por el reciente encuentro con mi pretendida, mandé llamar a doña Urraca, quien era una buena mensajera que a menudo me hacia diversos servicios. Yo le decía a ella, “Necesito que doña Leonor me reciba en casa.” Ella me dijo, “Se bien que esa dama no gusta de recibir caballeros, pues cuida celosamente su honra.” Yo le dije, “Lo sé muy bien. Ella es una mujer colmada de dones tranquila y de buenas costumbres, de modo tal que no puede compararse ni con la mas valiosa moneda.” Ella me dijo, “Le aconsejo que escriba una carta en la que deberá exaltar sus virtudes. Yo me encargare del resto, señor.” Yo le dije, “¡Tienes razón, mujer! Aguarda un poco y te daré esa misiva” Luego de vencer pequeños obstáculos, mi mensajera logro llegar ante mi dueña, quien le dijo, “¿Dices que esto lo manda Juan Ruiz?”
Mi mensajera le dijo, “Así es, mi señora. Lo escribió con puño y letra. Poco falto para que lo escribiera con tinta de su sangre, pues muere de amor por usted.” Leonor leyó la carta en su mente: “Maravilla igual no han visto mis ojos.” Enseguida Leonor dijo, “Todo lo que dice este papel es una sarta de promesas que el que las escribió jamás cumplirá.” Doña Urraca dijo, “Señora don Juan Ruiz es un caballero que cuanto dice, hace.” Leonor dijo, “Cuando el hombre quiere casarse, con una mujer honrada, promete muchos regalos, pero una vez que la obtiene, de cuanto prometió se olvida inmediatamente. Además, he sabido que Don Juan se alaba de tenerme conquistada, cuando solo hemos cruzado unas dos palabras y una que otra sonrisa de cortesía.” Doña Urraca, mi mensajera dijo, “¡Eso no es verdad!” Leonor dijo, “¡Calla charlatana! He visto como han terminado otras muchas que creyeron en lo que tu les dijiste de los caballeros que las pretendieron y de ellas he aprendido. A esas mujeres tus amos les prometieron trigo y solo les dieron tamo…” Doña Urraca le dijo, “Pe-pero yo n-no le he me-mentido…Don Juan Ruiz le ama señora…” Leonor dijo, “¡Vete!¡Dile a ese hombre que no me quiera, pues yo no lo quiero ni lo querré jamás! ¡Anda, ve a darle mi respuesta!” Doña Urraca le dijo, “¡M-me voy…ya me voy…!” A partir de entonces no volví a ver a la hermosa doña Leonor.
Montado en mi caballo, pensaba, “Entre más la busco, más se me esconde. ¡Ah, cuánto lastima mi corazón con su esquiva actitud! ¡Querer donde no me quieren es una tontería! Ella no me permitió defenderme de la acusación que hizo de mi…yo jamás me he vanagloriado de ninguna mujer, pues eso es cosa de villano. Estoy cierto de que si Dios no hubiera hecho a la mujer con el fin de haber feliz al hombre, no se la habría dado por compañera ni la habría sacado de su costilla. Si el hombre no quisiera bien a la mujer, el amor no tendría tantos prisioneros como tiene. El amor me ha hecho portarme como un tonto y como un necio. Mi mejor amigo me traicionó cuando le pedí su ayuda…”
Después de sufrir buen tiempo
por Leonora, puse los ojos en una mujer de mala fama, que era linda y pícara;
tenía el oficio de panadera. Cansado de tratar con doña Urraca, pedí a mi buen
amigo, Fernando García, que me ayudara a conseguir a tan llamativa moza, quien
me dijo, “Así que quieres que inicie el
trato con la panadera, te guie y te haga tercero.” Yo le dije, “Sí, me interesa mucho esa cruz.” Cruz
se llamaba la mujer y Fernando se hizo gran amigo de ella…y le dijo, “Si me acompañas te daré la carga de trigo
que tengo en casa de un amigo.” Ella dijo, “No sé qué decirle, don Fernando.” Solo que antes de que ambos fueran
a mi casa por el trigo, ambos se darían un banquete en casa de don Fernando. Al
terminar de comer, ella dijo, “De buena
gana me comería los huesos de este conejo, Ja, Ja, Ja.”
Fernando dijo, “¡Y yo me comería tus labios!” Finalmente, lo que sucedió en otras palabras fue que a mí me toco probar la harina y a mi amigo comer pan dulce. Mientras él la besaba, le decía, “Eres un monumento Crucita.” Nunca antes ni después halle en toda España quien me jugara tan mala partida burlesca. Rompí una ventana, diciendo, “¡Escarnio es todo lo que obtuve!¡Maldita sea, no volveré a confiar mis amores a ningún amigo!” No quise saber más de esos dos, y el tiempo que duró esa aventura lo ignóro también. Solo el amor de Dios es verdad, lo demás es vano y fatuo.
Fernando dijo, “¡Y yo me comería tus labios!” Finalmente, lo que sucedió en otras palabras fue que a mí me toco probar la harina y a mi amigo comer pan dulce. Mientras él la besaba, le decía, “Eres un monumento Crucita.” Nunca antes ni después halle en toda España quien me jugara tan mala partida burlesca. Rompí una ventana, diciendo, “¡Escarnio es todo lo que obtuve!¡Maldita sea, no volveré a confiar mis amores a ningún amigo!” No quise saber más de esos dos, y el tiempo que duró esa aventura lo ignóro también. Solo el amor de Dios es verdad, lo demás es vano y fatuo.
Llegue a mi casa y le dije a
mi ayudante, “¡Lleva el caballo al
establo!” Él me dijo, “Sí, señor.
Dentro lo espera don Pedro Páez…” Poco después, al entrar a mi casa dije, “¡Pedro, viejo amigo…dichosos los ojos que
te pueden ver!” Pedro me dijo, “Estoy
de paso por Alcalá y decidí venir a visitarte.” Le di un abrazo y le dije, “¿Y continuas en tus pronósticos basados en
la astrología?” Pedro dijo, “Sí, y
con todo y los riesgos que estos estudios acarrean.” Yo le dije, “Siéntate, debes tener sed pues hace un
calor bochornoso.” Pedro dijo, “Gracias,
te agradeceré me regales una gran copa de vino.” Al punto apareció un mozo,
quien dijo, “Dígame, señor…” Le dije,
“Trae del mejor vino que hay en la casa.”
Pedro me dijo, “Y tú, joven amigo, ¿A qué
dedicas tus ocios?” Le dije, “A
escribir sobre el amor.” Pedro dijo, “Eso
se escucha muy interesante…” Enseguida dije, “¡Ha llegado ya el refrescante vino! ¿Es verdad lo que han dicho los
antiguos astrólogos, sobre el destino del hombre?”
Pedro dijo, “Muchos maestros, como Platón y Tolomeo están de acuerdo en que el hombre queda sentenciado según el signo que le corresponde al nacer.” Me levante a servirle vino y le dije, “Entonces si alguien se esfuerza en la carrea de las armas, o elige la vida eclesiástica, si su signo, destino o suerte no corresponde a ninguna…¿En qué terminará? Aprenderá lo que su Hado le deparó desde su primer día en la tierra. ¡No lo dudes!” Pedro dijo, “Y para que sepas el curso de tales signos, te contare el juicio de cinco astrólogos que predijeron el destino de un príncipe.”
Pedro dijo, “Muchos maestros, como Platón y Tolomeo están de acuerdo en que el hombre queda sentenciado según el signo que le corresponde al nacer.” Me levante a servirle vino y le dije, “Entonces si alguien se esfuerza en la carrea de las armas, o elige la vida eclesiástica, si su signo, destino o suerte no corresponde a ninguna…¿En qué terminará? Aprenderá lo que su Hado le deparó desde su primer día en la tierra. ¡No lo dudes!” Pedro dijo, “Y para que sepas el curso de tales signos, te contare el juicio de cinco astrólogos que predijeron el destino de un príncipe.”
“Hace
tiempo existió un rey moro llamado Alcaraz, el cual tuvo un hijo muy hermoso.
Al tenerlo en sus brazos dijo, ‘¡Serás un audaz guerrero y un gran rey!’El rey
moro mando llamar a sus sabios para que le dijeran el horóscopo del hijo que
acababa de llegar al mundo. Uno de los guardias dijo, ‘El rey los espera en la
sala contigua a la habitación de la reina.’ Los cinco hombres que habían
llegado a palacio, poseían enorme sabiduría en cuanto a la lectura de las
estrellas. El rey les dijo, ‘Pronto, necesito saber cuál será el sino de mi
hijo primogénito.’ Cuando se enteraron de la hora en que el pequeño había
nacido, los astrólogos comenzaron a hablar. Uno de los adivinos dijo, ‘¡Cuando
este niño llegue a ser joven, morirá apedreado!’ Otro dijo, ‘Las estrellas
indican que este niño será quemado!’El rey exclamó, ‘¡Oh!’ Enseguida el rey
pregunto a otro, ‘¿Qué es lo que ha visto usted?’ El hombre dijo, ‘¡El pequeño
será despeñado cuando llegue a la juventud!’ El rey dijo, ‘¡Todo eso que han dicho
no puede ser verdad!’ Y dirigiéndose a otro, dijo, ‘¡Háble pronto, dígame!
¿Cuál será el destino de mi hijito?’ El otro astrólogo dijo, bajando la mirada,
‘¡El infante será colgado y no podrá ser coronado jamás!’ Aterrado, el rey
Alcaraz escuchó la predicción del último astrólogo, ‘El niño morirá ahogado…’
El rey dijo, ‘¡Nooo!¡Largo de aquiii!’ El rey pasó del miedo a la ira y…dijo,
‘¡Guardias, a mi!’ Mientras, el niño en sus brazos lloraba. Cuando los guardias
llegaron, el rey dio la orden, ‘¡Detengan a esos malditos y enciérrenlos en
calabozos separados!’ Uno de los guardias dijo, ‘¡Enseguida majestad!’Los cinco
sabios quedaron desde entonces presos en lugares separados, al juzgar el rey
que sus pronósticos estaban totalmente equivocados.”
“El tiempo pasó, y los
astrólogos continuaron en su encierro. El rey había olvidado ya las predicciones
y se sentía orgulloso de su hijo, quien ya era un adolecente. Un día, mientras
ambos, padre e hijo, daban un paseo juntos, su hijo le dijo, ‘Padre, deseo ir al
monte de la caza del venado.’ El rey le dijo, ‘En cuanto haya un día claro,
iremos hasta allá.’ Así lo hicieron, el
rey y el príncipe, el día señalado. Una vez en el bosque, el príncipe y su ayo,
se alejaron del resto de la partida de cazadores al ir tras un venado. El verlo
de frente en su caballo, el príncipe dijo, ‘¡Caerás atravesado por mi lanza!’
De improviso, el cielo se cubrió de negras nubes y los relámpagos cruzaban
pavorosamente el espacio. No tardo en caer sobre el campo una fuerte lluvia que
hizo que los cazadores perdieran su presa. El ayo dijo, ‘Señor, será mejor que
busquemos donde guarecernos.’ La lluvia se transformó en granizo, que caía
sobre el príncipe como un aluvión de piedras.
El príncipe dijo, ‘¡Lo mejor será que nos reunamos con mi padre!’ El ayo dijo, ‘¡Dios quiera que no perdamos el rumbo, señor!’ Los dos hombres cabalgaban por la orilla de un barranco, en cuyo fondo corría un caudaloso río, sin lograr llegar al punto de donde habían partido. El ayo gritó, ‘¡Señor, es peligros cabalgar cerca de este precipicio!’ Cuando más fuerte caía la tormenta, un rayo cayó sobre el príncipe. El fuerte impacto quemó y despeñó al joven. El joven príncipe quedó colgado de una rama saliente del barranco. Cuando el rey y sus hombre llegaron hasta el sitio de la tragedia, el rey dijo, ‘¿Dónde está mi hijo. Habla pronto!’ El ayo dijo señalando, ‘A…ahí.’ El rey se llevo las manos a la cabeza y dijo, ‘¡Hijo mío!’ Uno de los ayudantes dijo, ‘¡Pronto, debemos bajar a rescatarlo!’ Pero cuando se disponían a socorrerlo, el príncipe ayo en el rio. El rey grito desde arriba, ‘¡Nooo!’ El cuerpo se hundió en aquellas caudalosas aguas, quedando así cumplidos los cinco pronósticos de los sabios naturalistas. El rey gritó, ‘¡He perdido a mi único hijooo!’”
El príncipe dijo, ‘¡Lo mejor será que nos reunamos con mi padre!’ El ayo dijo, ‘¡Dios quiera que no perdamos el rumbo, señor!’ Los dos hombres cabalgaban por la orilla de un barranco, en cuyo fondo corría un caudaloso río, sin lograr llegar al punto de donde habían partido. El ayo gritó, ‘¡Señor, es peligros cabalgar cerca de este precipicio!’ Cuando más fuerte caía la tormenta, un rayo cayó sobre el príncipe. El fuerte impacto quemó y despeñó al joven. El joven príncipe quedó colgado de una rama saliente del barranco. Cuando el rey y sus hombre llegaron hasta el sitio de la tragedia, el rey dijo, ‘¿Dónde está mi hijo. Habla pronto!’ El ayo dijo señalando, ‘A…ahí.’ El rey se llevo las manos a la cabeza y dijo, ‘¡Hijo mío!’ Uno de los ayudantes dijo, ‘¡Pronto, debemos bajar a rescatarlo!’ Pero cuando se disponían a socorrerlo, el príncipe ayo en el rio. El rey grito desde arriba, ‘¡Nooo!’ El cuerpo se hundió en aquellas caudalosas aguas, quedando así cumplidos los cinco pronósticos de los sabios naturalistas. El rey gritó, ‘¡He perdido a mi único hijooo!’”
“Poco
después de la desafortunada muerte del heredero del rey Alcaraz, éste mando
poner en libertad a los astrólogos. Uno de los guardias dijo a uno de los
astrólogos, ‘El monarca le aguarda en el palacio…’ El astrologo dijo, ‘¿Acaso nos
degollaran en su presencia?’ El rey obsequio regalos a los cinco estrelleros y
les ordeno continuar ejerciendo su astrología con honestidad.”
Después de terminar su relato
le dije, “Yo creo que los astrólogos
dicen la verdad que ven en la naturaleza, pero Dios la creó, y ésta puede
cambiar sus accidentes.” Pedro dijo, “Creer
en la naturaleza no es malo, pero es mejor creer en Dios con firme esperanza.”
Yo le dije, “Cuando Dios creó el cielo
puso en él estrellas y planetas otorgándoles tal vez ciertos poderes, pero es
mayor el poder que él detuvo y que no les dio a los astros.” Yo le dije, “Yo no sé de astrología, ni conozco el astrolabio, pero todo lo puede
cambiar el hombre…ya sea para bien o para mal.” Pedro dijo, “Eso también digo yo, Juan Ruiz.” Yo le
dije, “Estoy cierto que los hombres
nacemos en Venus, ya que la mayor parte de nuestra vida nos la pasamos amando
mujeres.” Pedro dijo, “¡Ja, Ja!
Tienes razón amigo.” Yo le dije, “El
amor hace sutil al rudo, al cobarde lo hace atrevido, lo negro lo convierte en
blanco y hace bello al más feo.” Pedro rió, “¡Ja, Ja, Ja!” Yo le dije, “Sin
embargo, no todo es hermoso, en el amor, pues este miente la mayoría de las
veces.” Pedro dijo, “¿Acaso te ha
tratado mal?” Le dije, “Te contare lo
que me acaeció con una dueña de buen linaje y nobleza…”
“Para allegarla a mi corazón le enviaba casi a diario sortijas, paños,
cintas y muchos obsequios mas. Mientras ella recibía mis regalos, ella pensaba,
viendo los regalos, ‘Don Juan Ruiz es un caballero muy esplendido.’ Mas no
corrían la misma suerte los numerosos poemas que le escribía con gran pasión.’
Ella tomaba los sobres de mis cartas y pensaba, ‘En cuanto a esta basura,
pediré a mi aya que la queme en cuanto pueda.’ Cuando mi emisaria le requirió
una cita conmigo, ella contestó, ‘¡Vaya, apenas los hombres dan un poco,
quieren tomar gran riqueza! Ve con el hombre y dile que lo que me dio, no se lo
devolveré, y que no tengo tampoco seso para aceptarlo como mi dueño.’ El aya
pensó, ‘Ahora si mi amo perdió cuanto creyó ganado.’ Mi servidora trato de
consolarme, diciéndome, ‘Mi señor, por lo perdido no vale la pena estar pensativo.
Por lo menos ha aprendido que no debe creer que alguien le acepta porque recibe
sus regalos, ya que una cosa piensa el caballo y otra el que lo ensilla.’”
Pedro me dijo, “¡Ja, Ja! Buena lección, aprendiste a través
de esas dos mujeres.” Yo le dije, “Tal
parece que mi sino es de mala índole para el amor, pues nunca he logrado
obtener el amor de las mujeres que he amado. Eso me ha hecho injuriar mil veces
en contra del amor. Conmigo ha sido falso y me ha herido tantas veces, por eso
es que contra sus lances no hay emplastos medicinales, ni bebistrajos que
remedien el daño.” Pedro dijo, “¡De
cómo enflaquece y daña a la gente hay muchos libros escritos!” Yo le dije, “Lo sé, pero yo he querido escribir sobre él
sin rencor, aunque es difícil cuando él me ha dado tan mal trato.” Pedro me
dijo, “¡Ah, amigo…! Quien no lo conoce
clama por conocerlo, y quien de él ha sabido, quisiera no haberlo hecho, como
en tu caso.” Yo le dije, “Pero por
algo Dios lo creo y lo mando a habitar en este mundo.” Pedro dijo, “Por desgracia, debo despedirme ya, buen
amigo. Debo retornar a mi terruño esta misma noche.” Yo le dije, “Vuelve pronto por aquí. Mi techo estará
siempre a tu disposición.” Pedro me abrazó y me dijo, “No busques a Don Amor. Éste llegará hasta ti, cuando menos lo
esperes.” Yo le dije, “La próxima
ocasión en que nos reunamos, te pediré que leas en el cielo, cual es mi destino
en esta vida.”
El tiempo siguió su curso. Un
día me levante, y dije, “Ahh, un nuevo
día que Dios nos da!” Me senté en la cama y dije, “He dejado de escribir por semanas, y hoy me siento inspirado para
hacerlo.” Enseguida, el sirviente llego y me dijo, “¡Buenos días, mi señor!” Yo le dije, “Deja eso sobre la cómoda y ve que el lugar donde escribo esté limpio
de polvo.” El sirviente dijo, “La
mesita está en orden y solo falta que coloque nuevas ceras en el candelabro.”
Yo le dije, “Bien, lleva además
suficiente tinta.”
Más tarde, sentado en mi escritorio pensaba, “¡Ah, Don Amor, eres alevoso y traidor! Con la codicia engañas a los hombres…” Seguí escribiendo, “Por amor muchos hombres prometen y por cumplir lo que ofrecen, codician lo peor. Por codicia hiciste destruir Troya ante la pasión que Helena despertó en Paris. La soberbia también es tu aliada, y con ella haces que se cometan actos malos! A muchas has perdido por tu soberbia: Ángeles como Lucifer, que por soberbio cayó de su sitio celestial. La mayor parte de las batallas y peleas que se han dado, las has provocado amor por tu soberbia. El hombre que es soberano no teme a Dios, ni mira lo que es justo, pero morirá primero perdido en su orgullo. La avaricia es también tu compañera…tomar te alegra, dar no lo acostumbras.
El rico avariento por negarle al pobre Lázaro un pedazo de pan, se perdió en el infierno. ¿Qué harás el día del juicio, cuando Dios te pida cuentas de tus acciones? Donde quiera que tu estas, Don Amor, esta la lujuria. Por la lujuria, Sodoma y Gomorra fueron quemadas y destruidas. ¿Quién podría decir a cuantos mata la lujuria? El que hace caso de ese mal fuego que despiertas, el Diablo se lo llevara consigo si no reflexiona. Cuando la envidia aparece junto a ti, Don Amor…los celos brotan y vuelves triste al hombre…En cuanto los celos arraigan en el que ama, lo ahogas con sospechas y corajes, hasta que el hombre dice, ‘¡No puedo más con esta incertidumbre!’
Por envidia Caín mató a su hermano Abel, y por eso yace en el infierno. Por envidia fue traicionado Jesús, de forma que Jesús dijo, cuando llevaba la cruz, ‘No lloren por mí, hijas de Jerusalén…lloren por ustedes…” Todos los días por codicia lucha el hombre y encuentra tarde o temprano el justo castigo a sus traiciones. La gula es también tu compañera, señor amor…y ella fue quien perdió nuestro padre Adán al comer el fruto prohibido, de forma que Eva dijo, ‘pruébala…sin duda esta deliciosa…’ Ira y vanagloria también te acompañan, ambas dominaron al poderoso señor de Babilonia, el rey Nabucodonosor que no amaba ni temía a Dios. Dalila fingió a Sansón y corto sus cabellos en los que residía su gran fuerza, mientras pensaba al hacerlo, ‘¡Que fácil resulto vencerte!’ Con gran ira, tan portentoso héroe derrumbaría el templo de los filisteos, diciendo, ‘¡Muera yo con todos los filisteos!’”
Más tarde, sentado en mi escritorio pensaba, “¡Ah, Don Amor, eres alevoso y traidor! Con la codicia engañas a los hombres…” Seguí escribiendo, “Por amor muchos hombres prometen y por cumplir lo que ofrecen, codician lo peor. Por codicia hiciste destruir Troya ante la pasión que Helena despertó en Paris. La soberbia también es tu aliada, y con ella haces que se cometan actos malos! A muchas has perdido por tu soberbia: Ángeles como Lucifer, que por soberbio cayó de su sitio celestial. La mayor parte de las batallas y peleas que se han dado, las has provocado amor por tu soberbia. El hombre que es soberano no teme a Dios, ni mira lo que es justo, pero morirá primero perdido en su orgullo. La avaricia es también tu compañera…tomar te alegra, dar no lo acostumbras.
El rico avariento por negarle al pobre Lázaro un pedazo de pan, se perdió en el infierno. ¿Qué harás el día del juicio, cuando Dios te pida cuentas de tus acciones? Donde quiera que tu estas, Don Amor, esta la lujuria. Por la lujuria, Sodoma y Gomorra fueron quemadas y destruidas. ¿Quién podría decir a cuantos mata la lujuria? El que hace caso de ese mal fuego que despiertas, el Diablo se lo llevara consigo si no reflexiona. Cuando la envidia aparece junto a ti, Don Amor…los celos brotan y vuelves triste al hombre…En cuanto los celos arraigan en el que ama, lo ahogas con sospechas y corajes, hasta que el hombre dice, ‘¡No puedo más con esta incertidumbre!’
Por envidia Caín mató a su hermano Abel, y por eso yace en el infierno. Por envidia fue traicionado Jesús, de forma que Jesús dijo, cuando llevaba la cruz, ‘No lloren por mí, hijas de Jerusalén…lloren por ustedes…” Todos los días por codicia lucha el hombre y encuentra tarde o temprano el justo castigo a sus traiciones. La gula es también tu compañera, señor amor…y ella fue quien perdió nuestro padre Adán al comer el fruto prohibido, de forma que Eva dijo, ‘pruébala…sin duda esta deliciosa…’ Ira y vanagloria también te acompañan, ambas dominaron al poderoso señor de Babilonia, el rey Nabucodonosor que no amaba ni temía a Dios. Dalila fingió a Sansón y corto sus cabellos en los que residía su gran fuerza, mientras pensaba al hacerlo, ‘¡Que fácil resulto vencerte!’ Con gran ira, tan portentoso héroe derrumbaría el templo de los filisteos, diciendo, ‘¡Muera yo con todos los filisteos!’”
Acomodé las hojas que había
escrito y pensé, “¡Estoy muy contento de
no deberte nada, y mucho más te diría si no me sintiera tan cansado! ¡No debes
hablar mal del amor ni en broma ni en
verdad! Si no has sido aceptado por ninguna de las mujeres que pretendiste, fue
porque a ellas no les convenía tu amor…” En ese momento, un mensajero celestial
se me presentó y me dijo, “Nadie puede
ser maestro sin haber sido antes discípulo, y has pretendido escribir sobre mi
sin conocerme. Soy el amor y hasta ahora no me has albergado en tu corazón,
pues lo que has sentido es solo pasión.” Yo le dije, “No sé qué pretendes al presentarte ante mí, Don amor…” Él me dijo,
“Decirte que no soy nada de los que has
anotado en esas hojas.” Yo le dije, “Tu
solo te presentas donde hay mezquindad, avaricia y deseo…”
El ángel me dijo, “Eso dices porque solo allí me has buscado… Busca con ahínco y encontraras a la dueña que merezca ser amada por ti, pues el mucho trabajo vence todas las dificultades. No tengas miedo de querer bien, que la vergüenza no exista en ti cuando encuentres el buen amor. ¡No seas perezoso, trilla donde haya lugar para trillar! Porque hay en la pereza miedo, poquedad, vileza y abyección, y por ella muchos perdieron mi compañía y con ello, el amor de una mujer de gran valor. Siéntate, te voy a contar el cuento de dos perezosos que desesperaban por casarse con una misma dama…”
El ángel me dijo, “Eso dices porque solo allí me has buscado… Busca con ahínco y encontraras a la dueña que merezca ser amada por ti, pues el mucho trabajo vence todas las dificultades. No tengas miedo de querer bien, que la vergüenza no exista en ti cuando encuentres el buen amor. ¡No seas perezoso, trilla donde haya lugar para trillar! Porque hay en la pereza miedo, poquedad, vileza y abyección, y por ella muchos perdieron mi compañía y con ello, el amor de una mujer de gran valor. Siéntate, te voy a contar el cuento de dos perezosos que desesperaban por casarse con una misma dama…”
“Uno de
esos dos hombres era tuerto y daba por hecho su casamiento con la dueña, que
era muy hermosa y rica. Y pensaba, ‘Hoy obtendré respuesta de mi dama…’ El otro
era cojo, pero miraba a todos cuantos le rodeaban por encima del hombro, y
decía a la dama, ‘¡Señora mía, ansío saber ya si acepta desposarse conmigo!’
Ella le dijo, ‘No pasará de esta tarde sin que sepa cuál ha sido mi decisión…’
Cuando el tuerto hizo acto de presencia, junto con el cojo, en casa de la bella
joven, ella dijo, ‘Deben saber que estoy dispuesta a casarme con el que sea el
más perezoso de los dos.’ La dama había dicho eso para engañar a sus necios
pretendientes, y estos casi se arrebataron la palabra. El cojo dijo, ‘Señora, escucha primero mi
corazón. Yo soy más perezoso que mi compañero, pues por pereza de levantar el
pie al escalón, caí de la escalera y quede cojo. Además, es tal mi flojera que
cuando hace mucho calor y me siento agobiado por la sed, no bebo agua por no
tener que abrir mi boca.’
El tuerto dijo, Señora, la pereza de este hombre no puede comparase con la mía, pues nunca se ha visto otra igual…’ La dama le dijo, ‘Le escucho con atención caballero.’ El tuerto dijo, ‘Una noche en que se abatió sobre la ciudad una fuerte lluvia, yo me hallaba despierto, acostado en mi lecho…Mi pereza me impidió mover mi cabeza de la gotera, la cual terminó por quebrarme el ojo, dejándome tuerto.’ La dama dijo, ‘No sé en verdad cual de las dos perezas es mayor. Las dos son terriblemente enormes. ¡A usted lo encuentro torpe y flojo…!¡Ahora se de qué pie cojea!’ El cojo dijo, ‘Pero si usted dijo que…’ La dama dijo, ‘¡Retírese de mi casa!’El tuerto dijo, ‘¡Entonces eso significa que usted se casara conmigo!’ La dama dijo, ‘Se equivoca, a usted lo encuentro vil y tuerto, mirando siempre de reojo…¡Jamás me casaría con hombres como ustedes!¡Fuera de aquí podrán encontrar quien acepte sus desvergüenzas!’ La mujer no amará a hombre flojo, sucio y que no tenga respeto por sí mismo.”
El tuerto dijo, Señora, la pereza de este hombre no puede comparase con la mía, pues nunca se ha visto otra igual…’ La dama le dijo, ‘Le escucho con atención caballero.’ El tuerto dijo, ‘Una noche en que se abatió sobre la ciudad una fuerte lluvia, yo me hallaba despierto, acostado en mi lecho…Mi pereza me impidió mover mi cabeza de la gotera, la cual terminó por quebrarme el ojo, dejándome tuerto.’ La dama dijo, ‘No sé en verdad cual de las dos perezas es mayor. Las dos son terriblemente enormes. ¡A usted lo encuentro torpe y flojo…!¡Ahora se de qué pie cojea!’ El cojo dijo, ‘Pero si usted dijo que…’ La dama dijo, ‘¡Retírese de mi casa!’El tuerto dijo, ‘¡Entonces eso significa que usted se casara conmigo!’ La dama dijo, ‘Se equivoca, a usted lo encuentro vil y tuerto, mirando siempre de reojo…¡Jamás me casaría con hombres como ustedes!¡Fuera de aquí podrán encontrar quien acepte sus desvergüenzas!’ La mujer no amará a hombre flojo, sucio y que no tenga respeto por sí mismo.”
Yo le dije al ángel, “Veo que hablas con verdad y amor.” El
ángel dijo, “¡Guárdate también de beber
mucho vino, pues este en demasía hace perder al hombre la dignidad y la
vergüenza!” Yo le dije, “Pero si es
producto del hombre y comunión con el creador.” El ángel dijo, “El exceso es el que conduce a la perdición,
pues su uso moderado nos acerca a Dios. Pero los borrachos cometen mil vilezas,
se secan y enflaquecen y ni se acercan al Todopoderoso ni están con el mundo.
Cuando te encuentres con la mujer amada, no le mientas nunca. Sé siempre veraz
con ella. Calla para que la escuches, que ella guardará silencio cuando quieras
hablarle.” Yo le dije, “Me maravillo de escucharte, pero me precio
de haber actuado siempre como hoy me aconsejas.” El ángel me dijo, “Tal vez sea verdad, pero vuelvo a repetirte
que no me has buscado a mí, sino a la pasión. Muchas más cosas te diría su
tuviera tiempo para ello, pero el mundo reclama mi presencia. ¡Juan Ruiz
aprende y corrígete…así podrás enseñar a otros sobre mí.” Cuando el ángel
se desvaneció, yo dije, “¡E-espera un
poco…!”
Minutos después mi sirviente
me despertaba, diciendo, “Señor…¡Oh se ha
quedado dormido! Mi señor, despierte…debe comer algo pues ya casi es de noche!”
Al despertar dije, “¿E-eh?¿Cómo entró…?
¿A dónde se ha ido?” El sirviente me dijo, “¿De qué habla mi señor?” Yo le dije, “Don Amor, acaba de salir de este lugar…” El sirviente dijo, “¿Se siente mal mi señor? Ninguna persona ha
venido este día a visitarlo…” Yo le dije, “¡Retírate, quiero estar solo!” El sirviente me dijo, “S-sí, mi señor…” Tomé las hojas que
había escrito y pensé, “¿Es que todo fue
un sueño?¿Acaso todo esto que he escrito me esta haciendo perder el seso? Sera
mejor que vaya a descansar o dentro de poco entrara aquí a hablar conmigo la
diosa Venus.”
Un año después, platicaba con
un amigo de juerga, Alonso, diciéndole, “¿Así
que crees estar enamorado?” Él me dijo, “Sí…y
es maravilloso, don Juan.” Le dije, “¡Ah,
mi joven compañero…creo que también me encuentro envuelto en las sutiles redes
del amor! Llegue a pensar que mi corazón no conocería tan bello sentimiento,
pero desde hace cerca de seis meses que róndo a una hermosa dama. Pues Alonso,
si tu lo has encontrado a tan temprana edad, debo felicitarte y desearte la
mejor de las suertes en lid tan peligrosa.” Alonso dijo, “Le devuelvo el mismo parabién y el mismo
anhelo, don Juan.” Le dije, “En este
momento me dirijo a hablar con mi dueña…espero salir con bien, pues en ella he
puesto toda mi esperanza.” Alonso me dijo, “Mucha suerte Don Juan.”
Poco después me encontraba
tocando la puerta de mi dueña, pensando, “¡Tengo
miedo de perder los sueños que he creado en mi imaginación!” Un hombre me
abrió la puerta y le dije, “¡Busco a Doña
Endrina!” El hombre me dijo, “La
señora salió a pasear por la plaza.” Me fui caminando hacia allí, y antes
de llegar a la plaza, pensé al verla, “¡Ah,
que hermosa viene doña Endrina!¡Qué talle, qué donaire!” La bella iba
acompañada de su madre. Me presenté y dije, “Buenas
tardes, hermosas damas.” La madre me dijo, “¡Don Juan, gusto en saludarle!” El saludo fue muy breve. Ellas se
fueron y yo pensé, “Nada pude decirle
hoy…” A la mañana siguiente, estuve muchas horas en el parque, pensando, “Bien, esperaré aquí hasta que aparezca doña
Endrina.” Al medio día vi aparecer a doña Endrina y su madre, y pensé, “Por fin…a herirme con sus hermosos ojos,
cual si fueran saetas.” Cuando la abordé le dije, haciendo una reverencia, “La esperaba desde hace tanto doña Endrina.”
Ella me dijo, “¿A mi don Juan?” Le
dije, “Sí, para hacerle saber la pena de
amor que me aqueja.” Doña Endrina me dijo, “Don Juan baje la voz que la gente puede escucharle y provocar
habladurías.” Le dije, “No hay en el
mundo persona que yo ame más que usted.”
Doña Endrina dijo, “Don Juan, ¿Usted bromea, verdad?” Le dije, “¡Le juro por Dios y por esta tierra, que lo que he dicho es verdad! La amo por bella, por su juventud e inocencia.” Doña Endrina dijo, “¡Por favor, Don Juan, que sus palabras e asustan!” Le dije, “¡Deme su respuesta hermoso ángel de pureza!” Ella me dijo, “Una mujer no debe hablar con un hombre por tanto tiempo, pues pone en juego su honra. Le daré mi respuesta otro día, cuando haya testigos honorables y no aquí en plena calle.”
Le dije, “Mi bien amada, permítame al menos rozar
con mis labios su mejilla.” Ella dijo, “¡Alto
Don Juan! Es cosa muy probada que por los besos se engaña y es vencida la
mujer. Solo le concederé un saludo de mano. Ahora me voy y ya llegará el día en
que tendremos tiempo de hablar.” Besé su mano y le dije, “Pero…¿Cuándo será esa ocasión?” Ella
dijo yéndose, “Tal vez el próximo
verano…” la vi Partir y dije, “No
debo de dejar de insistir a doña Endrina, pues fuego al que no se echa leños se
apaga sin remedio.” Me fui a mi casa, al llegar pensé, “Mañana mandare a traer a mi buena mensajera, doña Urraca. Ella logará
que doña Endrina me tenga presente día a día.” Caí rendido a mi cama y una
vez dormido, llego el sirviente y dijo, “¡Mi
señor se durmió sin probar bocado!”
Doña Endrina dijo, “Don Juan, ¿Usted bromea, verdad?” Le dije, “¡Le juro por Dios y por esta tierra, que lo que he dicho es verdad! La amo por bella, por su juventud e inocencia.” Doña Endrina dijo, “¡Por favor, Don Juan, que sus palabras e asustan!” Le dije, “¡Deme su respuesta hermoso ángel de pureza!” Ella me dijo, “Una mujer no debe hablar con un hombre por tanto tiempo, pues pone en juego su honra. Le daré mi respuesta otro día, cuando haya testigos honorables y no aquí en plena calle.”
A la tarde del otro día,
anunciaron la llegada de doña Urraca, y tras levantarme pensé, “Pronta a mi llamado acudió doña Urraca.”
La recibí y le dije, “Mujer, seas
bienvenida…si no me ayudas con suerte esta vez, mi vida se perderá.” Ella
me dijo, “Haré por usted cuanto pueda, y
como siempre le guardare lealtad.” Yo le dije, “¡Esta vez estoy profunda y realmente enamorado y creo que la dama
también me ama!” Ella me dijo, “Yo
iré a visitarla, le diré muchos encantos y le daré atalvina.” Le dije
emocionado, “La dueña de mi corazón es la
casi niña… Doña Endrina.” Ella dijo, “Pues
yo sé bien que esa joven ya fue casada.” Extrañado le dije, “¿Es posible eso?” Ella me dijo, “¡Bah, que eso no le preocupe! Antes eso
significa que pude aceptarle mas fácilmente…aunque…Usted debe darse prisa, pues
un hombre de buen linaje también pretende casarse con ella.” Le dije, “¿Cómo sabes todo eso?” Ella me dijo. “Porque ese caballero me ha ofrecido muy
buena recompensa si quito los estorbos que hay en su camino.” Le dije, “Pues yo te daré el doble.” Ella me
dijo, “La tendrá, pues esa dama la tengo
en mi poder y nadie, si no es por mí, la puede conseguir.”
Ese mismo día en la tarde,
doña Urraca dialogaba con Doña Endrina, diciendo, “Doña Endrina, he venido hasta su casa a venderle estos manteles que
bordé a mano especialmente para usted.” Al verlos ella me dijo, “¡Son realmente maravillosos!” Doña Urraca le dijo, “Señora linda, para su mano he traído esta sortija…” Ella extrañada
dijo, “¿Eh?” Doña Urraca le dijo, “Recíbala hija, que no pensará en envejecer
encerrada en esta casa, habiendo en esta villa tantos jóvenes apuestos que
admiran su belleza.” Ella la tomó y dijo, “No le entiendo ni sé qué significa esta joya.” Doña Urraca le
dijo, “Se la envía un joven, el mejor y
más noble en linaje y riqueza. Es un hombre educado, de charla agradable, gran
donaire al andar. Créame señora, que cuando usted nació, ya los hados habían
destinado a este joven para usted.” Doña Endrina dijo, “¿Quién es aquel a quien tanto alaba?” Doña Urraca le dijo, “Ese caballero es Don Juan Ruiz, el
caballero que…”
Doña Endrina le interrumpió, “Basta de predicar, que conozco de sobra a ese charlatán…ese tipo me ha querido hacer caer en tentación en plana calle. Déjese ya de ruidos que tengo otros cuidados más importantes que atender.” Doña Urraca le dijo, “A fe mía que desde que los hombres la saben viuda y sola, no es ya tan temida. ¡Con Don Juan estará libre de todos esos pelmazos!” Doña Endrina dijo, “Lo que quiera yo para mi vida solo le toca a mi madre decidir, y no creo que tome en cuenta ella a su señor. No pienso escuchar nada mas, así que…” Doña Urraca le dijo, “¡Olvidemos ambas a Don Juan, linda dama! Para que no perdiera yo su afecto, sería capaz de hacer lo que me mande.” Doña Endrina le dijo, “Nada se me ocurre, mujer.” Doña Urraca le dijo, “Querida niña, entonces tal vez podría aceptar ir alguna vez a mi casa. Allí charlaríamos y probaría de los frutos lozanos y las nueces que dan mis huertos.” Doña Endrina le dijo, “Podría ser que sí. Su casa no está muy lejos de la mía…pero no sé…” Doña Urraca le dijo, “No tema nada, y confíe en esta vieja, y tome cuando quiera posesión de mi casa.” Doña Endrina le dijo, “Lo cierto es que salgo muy poco y me gustaría trotar por sus frutales…Mañana iré a buscarla en cuanto tenga tiempo.” Doña Urraca le dijo, “No se arrepentirá, señora mía.”
Doña Endrina le interrumpió, “Basta de predicar, que conozco de sobra a ese charlatán…ese tipo me ha querido hacer caer en tentación en plana calle. Déjese ya de ruidos que tengo otros cuidados más importantes que atender.” Doña Urraca le dijo, “A fe mía que desde que los hombres la saben viuda y sola, no es ya tan temida. ¡Con Don Juan estará libre de todos esos pelmazos!” Doña Endrina dijo, “Lo que quiera yo para mi vida solo le toca a mi madre decidir, y no creo que tome en cuenta ella a su señor. No pienso escuchar nada mas, así que…” Doña Urraca le dijo, “¡Olvidemos ambas a Don Juan, linda dama! Para que no perdiera yo su afecto, sería capaz de hacer lo que me mande.” Doña Endrina le dijo, “Nada se me ocurre, mujer.” Doña Urraca le dijo, “Querida niña, entonces tal vez podría aceptar ir alguna vez a mi casa. Allí charlaríamos y probaría de los frutos lozanos y las nueces que dan mis huertos.” Doña Endrina le dijo, “Podría ser que sí. Su casa no está muy lejos de la mía…pero no sé…” Doña Urraca le dijo, “No tema nada, y confíe en esta vieja, y tome cuando quiera posesión de mi casa.” Doña Endrina le dijo, “Lo cierto es que salgo muy poco y me gustaría trotar por sus frutales…Mañana iré a buscarla en cuanto tenga tiempo.” Doña Urraca le dijo, “No se arrepentirá, señora mía.”
Más tarde, doña Urraca me decía, “Señor, pierda cuidado, mañana hablara con
usted doña Endrina.” Yo le dije entusiasmado, “¡Qué buena nueva me das, doña Urraca!” Ella me dijo, “Le espero en mi humilde morada al atardecer…allí
tendrá lugar el encuentro.” Yo le dije, “¡Eres
una verdadera zorra, mujer!” Al día siguiente, doña Urraca sentada en la
mesa, dialogaba con doña Endrina, diciendo, “¿No
se ha cansado de tanto juguetear por la huerta, señora?” Doña Endrina le
dijo, “No, y me siento muy contenta…todo
esta delicioso y dulce.” De pronto, se escuchó un ruido, ¡PRAM!, doña
Urraca dijo, “¿Hará tan fuerte viento?
Veré de qué se trata.” Doña Urraca se levantó, abrió la puerta y dijo, “¡Don Juan!¿Qué Hace aquí en mi casa?” Yo
dije, “¡Doña Endrina, mi adorada! ¡Por
fin puedo verla!” Doña Endrina dijo, viendo a doña Urraca, “Pe-pero, ¿Qué es todo esto?” Doña
Urraca le dijo, “¡Hija, a mi no me culpe!”
Cuando me fui hacia doña Endrina, y quise tomarla, doña Urraca dijo, “Señora mía, pasa que en mi casa han estado solos usted y don Juan. ¡Y para que no lo pregone, me parece que será mejor que se case con el caballero que la salvara de la deshonra!” Doña Endrina dijo, “¿QUEEE? ¡Ay, vieja tan pérdida! ¡Me trajiste engañada y ahora me vendes!” Yo le dije, “Dueña mía, me hará el hombre más feliz de este mundo su acepta desposarse conmigo.” Doña Urraca nos dijo, “Por mí el daño ha venido, pero debe olvidar, señora, la ira y la discordia, y unirse en paz y de buen grado a este caballero que será buen marido.”
Cuando me fui hacia doña Endrina, y quise tomarla, doña Urraca dijo, “Señora mía, pasa que en mi casa han estado solos usted y don Juan. ¡Y para que no lo pregone, me parece que será mejor que se case con el caballero que la salvara de la deshonra!” Doña Endrina dijo, “¿QUEEE? ¡Ay, vieja tan pérdida! ¡Me trajiste engañada y ahora me vendes!” Yo le dije, “Dueña mía, me hará el hombre más feliz de este mundo su acepta desposarse conmigo.” Doña Urraca nos dijo, “Por mí el daño ha venido, pero debe olvidar, señora, la ira y la discordia, y unirse en paz y de buen grado a este caballero que será buen marido.”
El matrimonio se efectuaría días
después. Y en la intimidad, doña Endrina me dijo, “La verdad es que te amo…” La abrace y la bese y dije, “¡Endrina mía!” Sin embargo, dos meses después,
le lleve flores a su tumba, pensado, “Dueña
mía, el poco tiempo que estuviste a mi lado me hiciste inmensamente feliz.”
Los años pasaron y la herida había cerrado en mi corazón. Una noche, meditando
en mi escritorio, escribí, “Don amor no
ha vuelto a presentarse ante mí, y solo he logrado obtener de ese amor de piel,
que desconoce el buen amor. Mi fiel alcahueta, doña Urraca, hace tiempo que murió,
y siempre pido por ella en mis diarias oraciones. El hombre siempre luchará
contra tres cosas principales: El mundo, el demonio y la carne. Pero ante la
muerte deberá tener preparadas sus mejores armas, para no caer en esa última
batalla.”
Los años continuaron transcurriendo, y decidí ingresar a un monasterio de monjes cristianos. Un día pensé, “Mi amigo Pedro podría haberme dicho hace tiempo, que mi destino seria vivir en el mundo pero lejos de sus placeres.” Enseguida, entre a la biblioteca del monasterio y sorprendí a un joven monje leyendo mi libro. Le dije, “¡Buenas tardes muchachito!” Él interrumpió su lectura y me dijo, “Señor Arcipreste, enseguida…” Y luego me preguntó, “¿Este libro es el que ha estado escribiendo en sus horas libres?” Yo le dije, “Sí, lo he escrito con el fin de que cualquier hombre que lo vea, pueda quitar o añadir lo que quiera. Puedes leerlo, si gustas, pero estoy seguro que te entretendrá su lectura.” Él me preguntó, “¿No le disgustará que haga uso de este libro?” Yo le dije, “Por supuesto que no, y si te lo pidieran a ti prestado, hazlo, pero no lo alquiles ni vendas, pues no hay grado ni gracia en el buen amor comprado. Busca el amor bueno en una mujer sincera. ¡Yo finalmente he encontrado el buen amor! Todas las cosas del mundo son vanidad, todas son pasajeras y se van con la edad…salvo el amor de Dios.”
Los años continuaron transcurriendo, y decidí ingresar a un monasterio de monjes cristianos. Un día pensé, “Mi amigo Pedro podría haberme dicho hace tiempo, que mi destino seria vivir en el mundo pero lejos de sus placeres.” Enseguida, entre a la biblioteca del monasterio y sorprendí a un joven monje leyendo mi libro. Le dije, “¡Buenas tardes muchachito!” Él interrumpió su lectura y me dijo, “Señor Arcipreste, enseguida…” Y luego me preguntó, “¿Este libro es el que ha estado escribiendo en sus horas libres?” Yo le dije, “Sí, lo he escrito con el fin de que cualquier hombre que lo vea, pueda quitar o añadir lo que quiera. Puedes leerlo, si gustas, pero estoy seguro que te entretendrá su lectura.” Él me preguntó, “¿No le disgustará que haga uso de este libro?” Yo le dije, “Por supuesto que no, y si te lo pidieran a ti prestado, hazlo, pero no lo alquiles ni vendas, pues no hay grado ni gracia en el buen amor comprado. Busca el amor bueno en una mujer sincera. ¡Yo finalmente he encontrado el buen amor! Todas las cosas del mundo son vanidad, todas son pasajeras y se van con la edad…salvo el amor de Dios.”
Tomado de Novelas Inmortales,
Año XVI No. 803, Abril 7 de 1993. Adaptación: Víctor M. Yañez. Segunda
adaptación: José Escobar.