En la misma época en que el
Dr. Johnson sostenía la doctrina clásica, se percibían, sin embargo, los inicio
de un próximo cambio.
Tras una indiferencia
multisecular comienza a despertarse el interés por la poesía y la literatura medievales. Se publican
colecciones de antiguas baladas y canciones, y su éxito estimula un de las más
famosas supercherías literarias: el poema épico Fingal, de James MacPherson
(1736-1796), supuestamente obra de un poeta legendario gaélico, llamado Ossian.
Aparece también una nueva afición a lo espeluznante y misterioso, especialmente en la novela: Ann Radclife (1764-1823), Los Misterios de Udolfo, Horace Walpole,
El Castillo de Otranto.
La lengua literaria dejaba
paso a la conversacional y a los temas caseros, incluso en la poesía. Robert Burns (1759-1796), el poeta
labrador siguiendo la tendencia a apartarse de la lengua literaria, llega incluso
a usar su idioma materno, el escocés, y emplea también con mucha gracia los
ritmos de las antiguas baladas. Sus mejores poemas son breves canciones. Su
amor a la naturaleza y su resuelto sentimentalismo anuncian el advenimiento de
los románticos.
La imaginación frenada
durante tanto tiempo por el racionalismo, es todopoderosa en la obra de William Blake (1757-1827), quien
traslada al mismo tiempo sus visiones misticas a la poesía y a a pintura. El verdadero
significado de su producción es un tema que suscita hoy discusiones de eruditos y psiquiatras: Cantos de Inocencia, Cantos de la Experiencia.
Algunos poetas menores también
proporcionan indicios de lo que se avecina: Edward Young (1683-1765), Pensamientos
Nocturnos. Thomas Gray (1716-1771),
Elegía Escrita en un Cementerio Campesino.
Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre
S.A. México 1977. Grolier. Pag 471.
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