Club de Pensadores Universales

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lunes, 18 de octubre de 2021

Las Aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain


Aventuras de Huckleberry Finn, o como se le conoce en ediciones más recientes, Las Aventuras de Huckleberry Finn, es una novela del autor estadounidense, Mark Twain, que se publicó por primera vez en el Reino Unido, en diciembre de 1884, y en los Estados Unidos, en febrero de 1885.

    Comúnmente nombrada entre las grandes novelas estadounidenses, la obra se encuentra entre las primeras obras de la literatura estadounidense más importante en ser escrita en inglés vernáculo, caracterizada por el regionalismo de color local. La historia la cuenta en primera persona, Huckleberry, "Huck," Finn, el narrador de otras dos novelas de Twain, a saber,  “Tom Sawyer en el Extranjero,” y “Tom Sawyer, Detective,” y amigo de Tom Sawyer. Es una secuela directa de, “Las Aventuras de Tom Sawyer.”

     El libro es conocido por, "cambiar el curso de la literatura infantil" en Estados Unidos por la, "descripción profundamente sensible de la niñez". También es conocido por su colorida descripción de personas y lugares a lo largo del río Mississippi. Ambientada en una sociedad sureña anterior a la guerra, que había dejado de existir más de 20 años antes de que se publicara la obra. “Aventuras de Huckleberry Finn,” es una sátira a menudo mordaz sobre las actitudes y prejuicios arraigados, particularmente el racismo.

     Siempre popular entre los lectores, Aventuras de Huckleberry Finn, también ha sido objeto de estudio continuo, por parte de los críticos literarios desde su publicación. El libro fue ampliamente criticado después de su publicación, debido a su amplio uso de lenguaje vulgar. A lo largo del siglo XX, y a pesar de los argumentos de que el protagonista y el tenor del libro son antirracistas, las críticas al libro continuaron debido tanto a su uso percibido de estereotipos raciales, como a su uso frecuente del insulto racial "nigger".

Caracteres

Tom Sawyer, es el mejor amigo y compañero de Huck, el personaje principal de otras novelas de Twain y el líder de las aventuras de los chicos de la ciudad. Es travieso, de buen corazón y, "el mejor luchador, y el niño más inteligente de la ciudad".

Huckleberry Finn, "Huck" para sus amigos, es un chico de, "trece o catorce o más" años. Ha sido criado por su padre, el borracho de la ciudad, y tiene dificultades para adaptarse a la sociedad. En la novela, la bondad de Huck ofrece un contraste con las deficiencias y desigualdades de la sociedad.

La viuda Douglas, es la mujer amable que acoge a Huck, después de que él la ayudó a salvarla de un violento allanamiento de morada. Ella hace todo lo posible por civilizar a Huck, creyendo que es su deber cristiano.

La señorita Watson, es la hermana de la viuda, una vieja solterona que también vive con ellos. Ella es bastante dura con Huck, lo que hace que él la resienta mucho. Mark Twain puede haberse inspirado para este personaje, en varias personas que conoció en su vida.

Jim, es el esclavo físicamente corpulento pero afable de la señorita Watson. Huck se vuelve muy cercano a Jim, cuando se reúnen después de que Jim huye de la casa de la señorita Watson para buscar refugio de la esclavitud, y Huck y Jim, se convierten en compañeros de viaje en el río Mississippi.

"Pap" Finn, el padre de Huck, un vagabundo alcohólico brutal. Le molesta que Huck reciba cualquier tipo de educación. Su único interés genuino para con su hijo, consiste en hacerlo mendigar, o extorsionar dinero, para alimentar su adicción al alcohol.

Judith Loftus, juega un pequeño papel en la novela, siendo la mujer amable y perspicaz con la que habla Huck para averiguar sobre la búsqueda de Jim, pero muchos críticos creen que es el personaje femenino mejor dibujado de la novela.

Los Grangerford, una aristocrática familia de Kentucky, encabezada por el coronel sexagenario, Saul Grangerford, acogen a Huck, después de que se separa de Jim, en el Mississippi. Huck se hace amigo cercano del varón más joven de la familia, Buck Grangerford, que tiene la edad de Huck. Para cuando Huck se encuentra con ellos, los Grangerford se han involucrado en una antigua enemistad de sangre, con otra familia local, los Shepherdson.

El Duque y el Rey, son dos estafadores sin nombre, que Huck y Jim llevan a bordo de su balsa justo antes del comienzo de sus aventuras en Arkansas. Se hacen pasar por el duque de Bridgewater, perdido hace mucho tiempo, y el Luis XVII de Francia, muerto hace mucho tiempo, en un intento de asombrar a Huck y Jim, quienes rápidamente llegan a reconocerlos por lo que son, pero fingen cínicamente aceptar sus afirmaciones para evitar conflicto.

El Doctor Robinson, es el único hombre que reconoce que el Rey y el Duque son unos farsantes cuando fingen ser británicos. Advierte a la gente del pueblo, pero ellos lo ignoran.

Mary Jane, Joanna y Susan Wilks, son las tres jóvenes sobrinas de su adinerado tutor, Peter Wilks, que ha fallecido recientemente. El duque y el rey intentan robar su herencia, haciéndose pasar por los hermanos separados de Peter de Inglaterra.

La tía Sally y el tío Silas Phelps, le compran a Jim al duque y al rey. Ella es una, "esposa de granjero," cariñosa y nerviosa, y él un anciano laborioso, a la vez granjero y predicador. Huck se hace pasar por su sobrino de ellos, Tom Sawyer, después de que se separa de los estafadores.

Resumen de la Trama

En Missouri

     La historia comienza en la ficticia, San Petersburgo, Missouri, basada en la ciudad real de, Hannibal, Missouri, a orillas del río Mississippi, "hace cuarenta o cincuenta años" (la novela se publicó en 1884). Huckleberry "Huck" Finn, el protagonista y narrador en primera persona, y su amigo, Thomas "Tom" Sawyer, han ganado una considerable suma de dinero como resultado de sus aventuras anteriores, detalladas en, “Las Aventuras de Tom Sawyer.”

     Huck explica cómo está bajo la tutela de la viuda Douglas, quien, junto con su estricta hermana, la señorita Watson, están intentando "civilizarlo" y enseñarle religión. Huck encuentra confinada la vida civilizada. Su ánimo se levanta cuando Tom Sawyer, lo ayuda a pasar al esclavo de la señorita Watson, Jim, para que pueda reunirse con la banda de autoproclamados, "ladrones," de Tom. Justo cuando las actividades de la pandilla comienzan a aburrir a Huck, su padre vagabundo, "Pap", un alcohólico abusivo, reaparece de repente. Huck, que sabe que su padre gastará el dinero en alcohol, logra mantener su fortuna fuera de las manos de su padre. Pap, sin embargo, secuestra a Huck y lo saca de la ciudad.

En Illinois, la Isla de Jackson y Mientras Navega Río Abajo

     Pap traslada a la fuerza a Huck a una cabaña abandonada en el bosque, a lo largo de la costa de Illinois. Para evadir más violencia y escapar del encarcelamiento, Huck finge elaboradamente su propio asesinato, roba las provisiones de su padre, y se embarca río abajo en una canoa de 13/14 pies de largo, que encuentra a la deriva río abajo.

     Pronto, se instala cómodamente en la Isla de Jackson, donde se reúne con Jim, el esclavo de Miss Watson. Jim también se escapó después de escuchar a la señorita Watson planear venderlo, "río abajo," a propietarios presuntamente más brutales. Jim planea dirigirse a la ciudad de Cairo, en Illinois, un estado libre, para luego poder comprar el resto de la libertad de su familia esclavizada.
     Al principio, Huck está en conflicto sobre el pecado y el crimen de mantener a un esclavo fugitivo, pero mientras los dos hablan en profundidad, y se unen sobre sus supersticiones mutuamente sostenidas, Huck se conecta emocionalmente con Jim, quien se convierte cada vez más en el amigo y tutor cercano de Huck. Después de una fuerte inundación en el río, los dos encuentran una balsa, que mantienen, así como una casa entera flotando en el río. Al entrar en la casa en busca de botín, Jim encuentra el cuerpo desnudo de un hombre muerto tirado en el suelo, con un disparo en la espalda. Evita que Huck vea el cadáver.

     Para enterarse de las últimas noticias de la ciudad, Huck se viste de niña, y entra en la casa de Judith Loftus, una mujer nueva en la zona. Huck se entera de la noticia de su propio supuesto asesinato; Inicialmente se culpó a Pap, pero desde que Jim se escapó, también es un sospechoso, y una recompensa de 300 dólares por la captura de Jim, ha iniciado una búsqueda. La Sra. Loftus sospecha cada vez más de que Huck es un niño, y finalmente lo demuestra mediante una serie de pruebas. Huck desarrolla otra historia sobre su huida, y explica su disfraz como la única forma de escapar de una familia de acogida abusiva.
     Una vez que él está expuesto, ella, sin embargo, le permite salir de su casa sin hacer escándalo, sin darse cuenta de que él es el niño presuntamente asesinado del que acaban de hablar. Huck regresa con Jim para contarle la noticia, y que una partida de búsqueda llegará a la Isla de Jackson esa misma noche. Los dos cargan apresuradamente la balsa, y se van.

     Después de un rato, Huck y Jim se encuentran con un barco de vapor, anclado a tierra. Al investigarlo, se topan con dos ladrones llamados Bill y Jake Packard, discutiendo el asesinato de un tercero, llamado Jim Turner, pero Huck y Jim huyen antes de ser notados en el bote de los ladrones, cuando se dan cuenta que su balsa se ha alejado. Vuelven a encontrar su propia balsa, se quedan con el botín de los ladrones, y hunden el bote de los ladrones.
     Huck engaña a un vigilante en un barco de vapor, para que vaya a rescatar a los ladrones varados en el naufragio, para calmar su conciencia. Más tarde, Huck y Jim se separan en una niebla, lo que hace que Jim, en la balsa, se sienta intensamente ansioso, y cuando se reúnen, Huck engaña a Jim, haciéndole creer que soñó todo el incidente. Jim no se deja engañar por mucho tiempo, y está profundamente herido de que su amigo se haya burlado de él sin piedad. Huck se arrepiente y se disculpa con Jim, aunque su conciencia le preocupa, por humillarse ante un hombre negro.

En Kentucky: Los Grangerford y Los Shepherdsons

      Viajando hacia adelante, la balsa de Huck y Jim es golpeada por un barco de vapor que pasa, separando nuevamente a los dos. Huck recibe refugio en el lado del río del estado de Kentucky, de los Grangerford, una familia "aristocrática". Se hace amigo de Buck Grangerford, un chico de su edad, y se entera de que los Grangerford están involucrados en una enemistad de sangre de 30 años contra otra familia, los Shepherdson.

       Aunque Huck le pregunta a Buck por qué comenzó la disputa, le dicen que ya nadie lo sabe. Los Grangerford y los Shepherdson van a la misma iglesia, que irónicamente predica el amor fraternal. La vendetta finalmente llega a un punto crítico, cuando la hermana mayor de Buck, se fuga con un miembro del clan Shepherdson. En el conflicto resultante, todos los machos de Grangerford de esta rama de la familia, son asesinados a tiros por los Shepherdson restantes, incluido Buck, de cuyo horrible asesinato, es testigo Huck. Huck se siente inmensamente aliviado de reunirse con Jim, quien desde entonces recuperó y reparó la balsa.

En Arkansas: el Duque y el Rey

     Cerca de la frontera Arkansas-Missouri-Tennessee, Jim y Huck suben a la balsa a dos timadores en fuga. El joven, de unos treinta años, se presenta como el hijo perdido de un duque inglés, el duque de Bridgewater. El mayor, de unos setenta años, triunfa sobre esta escandalosa afirmación, alegando que él mismo es el Delfín Perdido, el hijo de Luis XVI, y legítimo rey de Francia. El "duque" y el "rey" pronto se convierten en pasajeros permanentes en la balsa de Jim y Huck, cometiendo una serie de planes de estafas con los locales desprevenidos, a lo largo de su viaje. Para desviar la sospecha pública de Jim, fingen que es un esclavo fugitivo que ha sido recapturado, pero luego lo pintan de azul y lo llaman el "árabe enfermo" para que pueda moverse por la balsa sin ataduras.

     En una ocasión, los estafadores anuncian un compromiso de tres noches de una obra de teatro llamada "The Royal Nonesuch". La obra resulta ser solo un par de minutos de una farsa absurda y obscena. En la tarde de la primera función, un caballero llamado Coronel Sherburn mata a tiros a un borracho llamado Boggs; se forma una turba de linchadores para tomar represalias contra Sherburn; y Sherburn, rodeado en su casa, dispersa a la turba con un discurso desafiante que describe cómo se debe hacer un linchamiento verdadero.
    En la tercera noche de, "The Royal Nonesuch", la gente del pueblo se prepara para vengarse del duque y el rey por su estafa para hacer dinero, pero los dos inteligentemente huyen de la ciudad junto con Huck y Jim, justo antes de que comience la actuación.

     En la siguiente ciudad, los dos estafadores se hacen pasar por hermanos de Peter Wilks, un hombre dueño de propiedades, recientemente fallecido. Para igualar los relatos de los hermanos de Wilks, el rey intenta un acento británico, y el duque finge ser un sordomudo mientras comienza a cobrar la herencia de Wilks. Huck decide que las tres sobrinas huérfanas de Wilks, que tratan a Huck con amabilidad, no merecen ser engañadas, por lo que intenta recuperar para ellas la herencia robada.
     En un momento desesperado, Huck se ve obligado a esconder el dinero en el ataúd de Wilks, que es enterrado abruptamente a la mañana siguiente. La llegada de dos nuevos hombres que parecen ser los verdaderos hermanos lo confunde todo, por lo que la gente del pueblo decide desenterrar el ataúd para determinar cuáles son los verdaderos hermanos, pero, con todos los demás distraídos,
     Huck se va a la balsa, con la esperanza de no volver a ver al duque y al rey. De repente, sin embargo, los dos villanos regresan, para desesperación de Huck. Cuando Huck finalmente puede escapar por segunda vez, descubre con horror que los estafadores han vendido a Jim a una familia que tiene la intención de devolverlo a su dueño apropiado, por la recompensa. Desafiando su conciencia, y aceptando las consecuencias religiosas negativas que le esperan de sus acciones - "¡Está bien, entonces me iré al infierno!" - Huck decide liberar a Jim de una vez por todas.

En la Granja de Phelp

     Huck se entera de que Jim está detenido en la plantación de Silas y Sally Phelps. La familia está esperando la llegada de Tom, que es sobrino de ellos, cuando al mismo tiempo llega Huck, por lo que Huck es confundido con Tom, y se le da la bienvenida a su casa. Huck sigue el juego, esperando encontrar la ubicación de Jim y liberarlo; en un sorprendente giro de la trama, se revela que el sobrino esperado es, de hecho, Tom Sawyer. Cuando Huck intercepta al verdadero Tom Sawyer en el camino y le cuenta todo, Tom decide unirse al plan de Huck, pretendiendo ser su propio medio hermano menor, Sid, mientras Huck sigue fingiendo ser Tom. Mientras tanto, Jim le ha contado a la familia sobre los dos estafadores y el nuevo plan para, "The Royal Nonesuch", por lo que la gente del pueblo captura al duque y al rey, que luego son embreados y emplumados y sacados de la ciudad en un riel.

    En lugar de simplemente sacar a Jim del cobertizo donde está retenido, Tom desarrolla un elaborado plan para liberarlo, que incluye mensajes secretos, un túnel oculto, serpientes en un cobertizo, una escalera de cuerda enviada en la comida de Jim y otros elementos de aventura, sacado de libros que ha leído, incluida una nota anónima a los Phelps, advirtiéndoles de todo el plan. Durante el escape real y la persecución resultante, Tom recibe un disparo en la pierna, mientras que Jim permanece a su lado, arriesgándose a salvarlo, en lugar de completar su escape solo. Aunque un médico local admira la decencia de Jim, lo arresta mientras dormía, y lo devuelve a los Phelps. Después de esto, los eventos se resuelven rápidamente.
La tía de Tom, Polly, llega y revela las verdaderas identidades de Huck y Tom a la familia Phelps. Se revela que Jim es un hombre libre: la señorita Watson murió dos meses antes, y liberó a Jim en su testamento, pero Tom, que ya sabía esto, decidió no revelar esta información a Huck, para que pudiera idear un ingenioso plan de rescate para Jim. Jim le dice a Huck que el padre de Huck, Pap Finn, ha estado muerto durante algún tiempo, pues era el hombre muerto que encontraron antes en la casa flotante, por lo que Huck ahora puede regresar sano y salvo a San Petersburgo. Huck declara que está muy contento de haber terminado de escribir su historia y, a pesar de los planes de Sally de adoptarlo y civilizarlo, tiene la intención de huir hacia el oeste, al territorio indio.

Temas

Aventuras de Huckleberry Finn, explora temas de racismo e identidad. Existe mucha complejidad, con respecto al personaje de Jim. Si bien algunos académicos señalan que Jim es de buen corazón y moral, y que no es poco inteligente, en contraste con varios de los personajes blancos representados de manera más negativa, otros han criticado la novela como racista, citando el uso de la palabra "negro," y enfatizando el tratamiento estereotípicamente, "cómico," de la falta de educación, superstición e ignorancia de Jim.

    A lo largo de la historia, Huck está en conflicto moral con los valores recibidos de la sociedad en la que vive. Huck es incapaz de refutar conscientemente esos valores, incluso en sus pensamientos, pero hace una elección moral basada en su propia valoración de la amistad y el valor humano de Jim, una decisión en oposición directa a las cosas que le han enseñado. Twain, en sus notas de la conferencia, propone que, "un corazón sano es una guía más segura que una conciencia mal entrenada," y continúa describiendo la novela como, "... un libro mío, donde un corazón sano y una conciencia deformada entran en colisión, y la conciencia sufre la derrota.”

    Para resaltar la hipocresía necesaria para condonar la esclavitud dentro de un sistema aparentemente moral, Twain hace que el padre de Huck esclavice a su hijo, lo aísle y lo golpee. Cuando Huck escapa, inmediatamente se encuentra con Jim, quien también huye, "ilegalmente." Los tratamientos que ambos reciben son radicalmente diferentes, especialmente en un encuentro con la Sra. Judith Loftus, quien se compadece de quien presume que es un aprendiz de fugitivo, Huck, pero se jacta de que su esposo, envía a los perros tras un esclavo fugitivo, Jim.

    Algunos académicos discuten el propio personaje de Huck, y la novela en sí, en el contexto de su relación con la cultura afroamericana en su conjunto. John Alberti cita a Shelley Fisher Fishkin, quien escribe en su libro de los noventa, Was Huck Black ?: Mark Twain and African-American Voices, "al limitar su campo de investigación a la periferia,” los eruditos blancos, "han pasado por alto las formas en que las voces afroamericanas, dieron forma a la imaginación creativa de Twain, en su núcleo.” Se sugiere que el personaje de Huckleberry Finn, ilustra la correlación, e incluso la interrelación, entre la cultura blanca y negra en los Estados Unidos.

Illustraciones

     Las ilustraciones originales fueron realizadas por E.W. Kemble, en ese momento un joven artista que trabajaba para la revista Life. Kemble fue elegido por Twain, quien admiraba su trabajo. Hearn sugiere que Twain y Kemble tenían una habilidad similar, escribiendo que:

Lo que sea que le haya faltado en gracia técnica ... Kemble compartió con los más grandes ilustradores la capacidad de dar incluso al individuo menor en un texto su propia personalidad visual distintiva; Así como Twain definió tan hábilmente un personaje completo en unas pocas frases, Kemble también representó con unos pocos trazos de su pluma a ese mismo personaje completo.

Como Kemble solo podía permitirse un modelo, la mayoría de las ilustraciones que produjo para el libro, se realizaron mediante conjeturas. Cuando se publicó la novela, las ilustraciones fueron elogiadas incluso cuando la novela fue duramente criticada. E.W. Kemble produjo otro conjunto de ilustraciones para, Harper's y la American Publishing Company en 1898 y 1899, después de que Twain perdiera los derechos de autor.

Efectos de la Publicación y Clima Literario

Twain inicialmente concibió la obra como una secuela de, Las Aventuras de Tom Sawyer, que seguiría a, Huckleberry Finn hasta la edad adulta. A partir de algunas páginas que había eliminado de la novela anterior, Twain comenzó a trabajar en un manuscrito que originalmente tituló, Autobiografía de Huckleberry Finn. Twain trabajó en el manuscrito de forma intermitente durante los siguientes años, abandonando finalmente su plan original de seguir el desarrollo de Huck, hasta la edad adulta. Parecía haber perdido interés en el manuscrito, mientras estaba en proceso, y lo dejó a un lado durante varios años. Después de hacer un viaje por el río Hudson, Twain volvió a su trabajo en la novela. Una vez finalizada, el título de la novela se asemejó mucho al de su predecesora: Adventures of Huckleberry Finn (El Camarada de Tom Sawyer).

     Mark Twain compuso la historia con lápiz y papel, entre 1876 y 1883. Paul Needham, quien supervisó la autenticación del manuscrito para el departamento de libros y manuscritos de Sotheby's en Nueva York en 1991, declaró: "Lo que ves es un intento [de Clemens] de alejar una escritura literaria pura, hacia una escritura dialectal.” Por ejemplo, Twain revisó la línea de apertura de Huck Finn tres veces. Inicialmente escribió: "No sabrás de mí", que cambió a "No me conoces", antes de decidirse por la versión final, "No sabras de mí, sin haber leído un libro de nombre, 'Las Aventuras de Tom Sawyer'; pero eso no importa.” Las revisiones también muestran cómo Twain reelaboró ​​su material para fortalecer los personajes de Huck y Jim, así como su sensibilidad al debate actual sobre la alfabetización y la votación.

Una versión posterior fue el primer manuscrito mecanografiado entregado a una imprenta.

    La demanda del libro se extendió fuera de Estados Unidos. Adventures of Huckleberry Finn se publicó finalmente el 10 de diciembre de 1884 en Canadá y el Reino Unido, y el 18 de febrero de 1885 en los Estados Unidos. La ilustración de la página 283 se convirtió en un tema de discusión después de que un grabador, cuya identidad nunca se descubrió, hizo una adición de última hora a la plancha de impresión de la imagen de Kemble del viejo Silas Phelps, que llamó la atención sobre la ingle de Phelps. Se habían impreso treinta mil copias del libro antes de que se descubriera la obscenidad. Se realizó una nueva placa para corregir la ilustración y reparar las copias existentes.

   En 1885, el curador de la Biblioteca Pública de Buffalo, James Fraser Gluck, se acercó a Twain, para donar el manuscrito a la biblioteca. Twain así lo hizo. Más tarde se creyó que la impresora había perdido la mitad de las páginas. En 1991, la primera mitad desaparecida, apareció en un baúl de vapor propiedad de descendientes de Gluck. La biblioteca reclamó con éxito la posesión y, en 1994, abrió la, Sala Mark Twain, para exhibir el tesoro.

      En relación con el clima literario en el momento de la publicación del libro, en 1885, Henry Nash Smith describe la importancia de la reputación ya establecida de Mark Twain como, "humorista profesional," habiendo publicado ya más de una docena de obras más. Smith sugiere que si bien el, "desmantelamiento del romanticismo decadente de finales del siglo XIX fue una operación necesaria", Adventures of Huckleberry Finn, ilustró, "recursos previamente inaccesibles del poder imaginativo, pero también hizo el lenguaje vernáculo, con sus nuevas fuentes de placer y nueva energía, disponible para la prosa y la poesía estadounidenses del siglo XX.”

Recepción Crítica y Prohibición

     Si bien está claro que, Adventures of Huckleberry Finn, fue controvertido desde el principio, Norman Mailer, escribiendo en, The New York Times, en 1984, concluyó que la novela de Twain, no fue inicialmente, "considerada demasiado desagradable.” De hecho, escribe Mailer: "el clima crítico difícilmente podría anticipar los encomios de T. S. Eliot, y Ernest Hemingway, 50 años después", reseñas que permanecerían desde hace mucho tiempo en la conciencia estadounidense.

    Alberti sugiere que la comunidad academica, respondió a los desafíos del libro, tanto con desdén, como con confusión. Durante la época de Twain y hoy, los defensores de, Adventures of Huckleberry Finn, "agrupan a todos los críticos no académicos del libro como extremistas y 'censores', por lo tanto, equiparando así las quejas sobre lo 'grosero' del libro de los gentiles administradores burgueses de la Biblioteca Pública de Concord en 1880, con objeciones más recientes basadas en el racismo y los derechos civiles.”

     Tras la publicación de la edición estadounidense en 1885, varias bibliotecas la prohibieron en sus estantes. Las primeras críticas se centraron en lo que se percibía como la crudeza del libro. Un incidente fue relatado en el periódico, Boston Transcript:

El comité de la Biblioteca Pública de Concord, en Massachusetts, ha decidido excluir de la biblioteca el último libro de Mark Twain. Un miembro del comité dice que, si bien no desea calificarlo de inmoral, cree que contiene poco humor y de un tipo muy vulgar. Lo considera la máxima basura. La biblioteca y los demás miembros del comité, tienen puntos de vista similares, caracterizando el libro como áspero, tosco y poco elegante, lidiando con una serie de experiencias que no elevan, siendo todo el libro más adecuado para los barrios marginales, que para personas inteligentes y respetables.

    La escritora, Louisa May Alcott, también criticó la publicación del libro, diciendo que si Twain, "[no podía] pensar en algo mejor, qué decirle a nuestros muchachos y muchachas, quienes tienen una mente pura, sería mejor que dejara de escribir para ellos".

Más tarde, Twain comentó a su editor: "Aparentemente, la biblioteca de Concord ha condenado a Huck como 'basura y solo apto para los barrios marginales'. ¡Seguro que esto nos venderá otras veinticinco mil copias!”

     En 1905, la Biblioteca Pública de Brooklyn, de Nueva York, también prohibió el libro debido a la, "mala elección de palabras" y que Huck "no solo picaba sino que se rascaba" dentro de la novela, lo que se consideraba obsceno. Cuando un bibliotecario de Brooklyn le preguntó sobre la situación, Twain respondió con sarcasmo:

     Estoy muy preocupado por lo que dices. Escribí 'Tom Sawyer' y 'Huck Finn' exclusivamente para adultos, y siempre me angustia saber que a niños y niñas se les ha permitido acceder a ellos. La mente que se ensucia en la juventud, nunca podrá volver a lavarse. Lo sé por mi propia experiencia, y hasta el día de hoy, aprecio una amargura insaciable contra los guardianes infieles de mi joven vida, quienes no solo me permitieron, sino que me obligaron a leer una Biblia inexpugnable, antes de cumplir los 15 años. Nadie puede hacer eso, y volver a respirar un dulce y limpio aliento en este lado de la tumba.

     Muchos críticos posteriores, Ernest Hemingway entre ellos, han desaprobado los capítulos finales, afirmando que el libro, "se convierte en poco más que una sátira de espectáculos de juglares y una comedia general," después de la detención de Jim. Aunque Hemingway declaró: "Toda la literatura estadounidense moderna proviene de Huck Finn,” y lo aclamó como, "el mejor libro que hemos tenido," advirtió: "Si debes leerlo, debes detenerte donde el Nigger Jim es robado a los chicos. Ese es el verdadero final. El resto es solo una trampa.”
      Sin embargo, el destacado escritor afroamericano, Ralph Ellison, sostiene que, "Hemingway pasó completamente por alto la necesidad estructural, simbólica y moral de esa parte de la trama, en la que los niños rescatan a Jim. Sin embargo, es precisamente esta parte, la que le da a la novela su significado." El ganador del premio Pulitzer, Ron Powers, afirma en su biografía de Twain, Mark Twain: A Life, que "Huckleberry Finn perdura como una obra maestra de consenso, a pesar de estos capítulos finales," en los que Tom Sawyer conduce a Huck a través de elaboradas maquinaciones para rescatar a Jim.

Controversia

     En su introducción a, The Annotated Huckleberry Finn, Michael Patrick Hearn escribe que Twain, "podría ser desinhibidamente vulgar", y cita al crítico, William Dean Howells, un contemporáneo de Twain, quien escribió que el, "humor del autor, no era para la mayoría de las mujeres." Sin embargo, Hearn continúa explicando que, "los reticentes Howells no encontraron nada en las pruebas de ‘Huckleberry Finn’ tan ofensivo, que necesitara ser tachado."

     Gran parte de la erudición moderna de, Huckleberry Finn se ha centrado en su tratamiento de la raza. Muchos estudiosos de Twain han argumentado que el libro, al humanizar a Jim y exponer las falacias de los supuestos racistas de la esclavitud, es un ataque al racismo. Otros han argumentado que el libro se queda corto en este aspecto, especialmente en su descripción de Jim. Según el profesor Stephen Railton, de la Universidad de Virginia, Twain no pudo superar por completo los estereotipos de los negros que los lectores blancos de su época esperaban y disfrutaban y, por lo tanto, recurrió a la comedia de estilo juglar, para proporcionar humor a expensas de Jim, y terminó confirmando, en lugar de desafiar, los estereotipos racistas de finales del siglo XIX.

     En un caso, la controversia provocó una interpretación drásticamente alterada del texto: en 1955, CBS trató de evitar material controvertido en una versión televisada del libro, eliminando toda mención a la esclavitud y omitiendo por completo el personaje de Jim.

     Debido a esta controversia sobre si, ‘Huckleberry Finn’ es racista o antirracista, y debido a que la palabra, "negro," se usa con frecuencia en la novela, una palabra de uso común en la época de Twain que desde entonces se ha vuelto vulgar y tabú, muchos han cuestionado la idoneidad de enseñar el libro en el sistema de escuelas públicas de EE. UU. Este cuestionamiento de la palabra "negro," está ilustrado por un administrador escolar de Virginia, en 1982, que califica a la novela como el, "ejemplo más grotesco de racismo que he visto en mi vida." Según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas, “Huckleberry Finn” fue el quinto libro más desafiado en los Estados Unidos, durante la década de 1990.

    Ha habido varios casos más recientes relacionados con protestas por la prohibición de la novela. En 2003, la estudiante de secundaria Calista Phair, y su abuela, Beatrice Clark, en Renton, Washington, propusieron prohibir el libro en el aprendizaje en el aula en el Distrito Escolar de Renton, aunque no en ninguna biblioteca pública, debido a la palabra, "nigger." Los dos comités de currículo que consideraron su solicitud, finalmente decidieron mantener la novela en el currículo de undécimo grado, aunque la suspendieron, hasta que un panel tuvo tiempo de revisar la novela, y establecer un procedimiento de enseñanza específico para los temas controvertidos de la novela.

    En 2009, un profesor de secundaria del estado de Washington, John Foley, pidió reemplazar, Adventures of Huckleberry Finn por una novela más moderna. En una columna de opinión que Foley escribió en el, Seattle Post Intelligencer, afirma que todas, "las novelas que usan la 'palabra N,' repetidamente deben desaparecer." Afirma que enseñar la novela, no solo es innecesario, sino difícil debido al lenguaje ofensivo dentro de la novela, y muchos estudiantes se sienten incómodos al, "escuchar la palabra N."

     En 2016, Adventures of Huckleberry Finn, fue retirado de un distrito escolar público en Virginia, junto con la novela, To Kill a Mockingbird, debido a su uso de insultos raciales.

Ediciones Expurgadas

     Los editores han hecho sus propios intentos de aliviar la controversia, mediante la publicación de ediciones del libro con la palabra, "nigger," reemplazada por palabras menos controvertidas. Una edición de 2011 del libro, publicado por NewSouth Books, empleó la palabra, "esclavo," aunque la palabra no se aplica correctamente a un hombre liberado. Su argumento para hacer el cambio, era ofrecer al lector la opción de leer una versión, "saneada" si no se sentía cómodo con el original. El académico de Mark Twain, Alan Gribben, dijo que esperaba que la edición fuera más amigable para su uso en las aulas, en lugar de que el trabajo se prohibiera por completo en las listas de lectura de las aulas debido a su lenguaje.

     Según la editora, Suzanne La Rosa, "En NewSouth, vimos el valor de una edición que ayudaría a las obras, a encontrar nuevos lectores. Si la publicación genera un buen debate, sobre cómo el lenguaje impacta el aprendizaje, o sobre la naturaleza de la censura, o la forma en que los insultos ejercen su perniciosa influencia, entonces nuestra misión de publicar esta nueva edición de las obras de Twain, se cumplirá más enfáticamente." Otro académico, Thomas Wortham, criticó los cambios, y dijo que la nueva edición, "no desafía a los niños a preguntar: '¿Por qué un niño como Huck usaría un lenguaje tan reprobable?'"

Las Aventuras de Huckleberry Finn

de Mark Twain

     Soy Huckleberry Finn, y ésta es la casa de la viuda Douglas, donde yo vivía al comienzo de esta historia. Aquella buena señora se había encargado de mi educación, y me obligaba a ir vestido de manera decente, con traje cerrado, y zapatos. Lo más divertido que hacía yo, mientras estuve con ella, era leer la Biblia. La viuda era una buena persona, pero como todas las buenas personas, no me permitía hacer nada de lo que a mí me gustaba. “No te atrevas a sacar la pipa y fumar Huck! ¡Eso es pecado y daña tu salud!  ¿Qué haces ahí, perezoso? ¡El trabajo es sagrado! ¡No bosteces en la iglesia, por Dios!”

     Yo recordaba con  nostalgia los tiempos en que la viuda aún no me adoptaba. Yo recordaba aquellos días en que no tenía que ir a la escuela, ni usar zapatos, ni comer con cubiertos. Al mirar la noche por la ventana de mi recamara, yo pensaba, “¡Ah, la vida del vagabundo era mucho mejor que esto!” Apenas un año antes, yo dormía en barriles vacíos, luego de llenar mi estómago con lo que hallaba en la calle. Mi vida estaba llena de emociones, como las que sentimos Tom Sawyer y yo, cuando hallamos el tesoro del indio Joe, en la gruta. Fue el juez Tatcher quien tomó aquella sabia pero molesta decisión. “¡Desde ahora, la viuda Douglas será tu tutora, Huck. Yo administraré tu parte del tesoro, y con él, costearemos tu educación. Ya no serás un vagabundo, vivirás como un muchacho normal, y tendrás un hogar.” Lo que yo no sabía es que la vida de hogar fuera tan fastidiosa, y que estuviera llena de prohibiciones y horarios para todo.
     Por ejemplo, ahora en este momento yo no tengo sueño, pero ésta, según la viuda, es la hora de dormir, y debo permanecer encerrado cuando podría ir a pescar o contemplar la luna reflejándose en el río. Iba a retirarme de la ventana cuando escuché unos maullidos, y pensé, “¡Caray, caray!” Me asomé muy excitado, y vi que algo se movía entre los árboles, mientras los maullidos se repetían. Pensé, “¡Ja!¡No existe ningún gato que maúlle tan bien y tan parejito!” Me descolgué desde la ventana rápidamente, y, como lo sospechaba, no había ningún gato. El que maullaba era Tom Sawyer, que estaba esperándome abajo.

     Muy cerca, en el patio trasero de la casa de la señorita Watson, el esclavo Jim  dormía. Tom me dijo, “¡No hagas ruido, Huck!¡Vamos a jugarle una mala pasada a ese negro!” Con una rama larga, Tom logró quitarle a Jim el sombrero. Luego colgó el sombrero en el árbol, y nos alejamos de allí, muy divertidos. Tom dijo, “¡La cara que pondrá cuando despierte!¡Ja!” Yo le dije, “Creerá que las brujas le han robado el sombrero.”
Al día siguiente, Jim contaba una historia fantástica. “¡Fue el diablo! El señor Diablo…que se burló de mí, y me tiró el sombrero mientras dormía. ¡Ah, qué susto llevé cuando lo vi con su tenedor de lumbre y su rabo de cabra! El señor diablo es muy feo, y le gusta hace bromas a los negros.” Enseguida, Jim mostraba a los otros una bola de pelo que mantenía dentro de su sombrero. “El diablo me dio esto, y con esto el poder de adivinar el futuro. Pero mi bola de pelo solo hablará, si alguien pone en ella una moneda; puede ser de un centavo, de medio centavo, o de un dólar. ¿Quién se anima de enterarse de lo que le ocurrirá en el futuro?”

     Jim había encontrado una manera efectiva de embabucar a la gente. Muchos de sus oyentes, cayeron en el garlito, y pusieron sus monedas sobre la bola de pelo, solo para oír embustes. “Te casarás, Sam, El Diablo, lo dice. ¡Puedo oírlo claramente! Te casarás y tendrás dos hijos negros. ¡Je! Ese será tu futuro.” Una semana después, mientras almorzaba con mi tutora, la viuda tiré el salero, y dije, “¡Oh, perdón!” y pensé, “La mala suerte caerá sobre mí, si no tómo un poco de sal, y la tíro por encima de mi hombro izquierdo.” E iba a hacerlo cuando, recibí un manotazo de la viuda, diciendo, “¡Deja eso Huckleberry! No se debe poner demasiada sal a los alimentos.”

     Era invierno, la nieve cubría el suelo. Pero yo me empeñé en salir a caminar un poco para espantar el temor, pensando, “Eso del salero no falla. Si tiras sal, algo malo sucederá.” De pronto vi en el suelo algo que confirmaba mis temores, y dije, “¡Huellas! Presiento que tiene que ver con mi mala suerte.” Al examinarlas, vi que tenía una cruz grabada en la suela. Solo había un hombre que llevaba esa marca en sus zapatos, para espantar al Diablo, según decía. Ese hombre era el señor Finn, mi padre.
     Mi corazón latía desaforadamente, y solo pensé en escapar. No sé porque fui hasta la orilla del río. Quizás porque en sus aguas, hacia unos meses, habían hallado el cadáver de un hombre ahogado. Todos aseguraron que se trataba de mi padre. Examine aquel cuerpo. Era pequeño y huesudo…como el del señor Finn; pero los peces le habían comido el rostro, y nunca pude reconocerlo. Cuando más confundido estaba, preguntándome si las huellas que había visto en la nieve serían realmente las de mi madre, llegó Jim, diciendo, “¡Amito Huck! ¿No quieres consultarle algo a mi bola de pelo?”
    Yo le dije, “Pregúntale si los muertos regresan del mas allá a molestar a los vivos.” Jim me dijo, “Mmm…como es cosa del Diablo, esta maldita bola no dice una palabra si no ve dinero amito.” Saqué un billete de mi bolsa, y dije, “Es el único dólar que tengo.” El truhán se pegó la bola al oído, y dijo, “El señor Satanás me informa que tu padre no está muerto. Tan no lo está, que se le ha visto rondar por aquí. Dice además que no te acerques mucho al río, porque está escrito que en él puedes hallar el mal.” Pasé todo el día preocupado y temeroso.
     Después de cenar, pedí a la viuda que me diera permiso de subir a mí recamara, y pensé, “Si es verdad que mi padre está vivo y anda por aquí…” De pronto vi algo que me paralizó de espanto, exclamando “¡Oh, No!” ¡Era precisamente el hombre que más temía en el mundo, mi propio padre! Se arrojó sobre mí, y me zarandeó, diciendo, “¡Ahora si te atrapé, muchacho!” Me amordazó y me llevó a cuestas hasta el río, donde tenía apostada una canoa.

     Navegamos hasta un recodo, donde había levantado su choza. Mientras navegábamos, mi padre dijo, “Volverás a vivir conmigo desde ahora, Huck. ¡Y pobre de ti si no te comportas!” Mientras nos acercábamos a la cabaña, mi padre dijo, “Ese maldito juez Tatcher, no seguirá manejando, ‘nuestro’ dinero. ¡Je! Tendrá que entregármelo, si le demuestro a todo el mundo que estoy encargándome de ti.” Ya dentro de la cabaña, yo le dije, “¡Pero yo no quiero estar contigo! Prefiero volver con la viuda Douglas, aunque tenga que asistir a la escuela, y usar zapatos. ¡Al menos, ella no se emborracha ni me pega!” Mi padre aventó su lámpara y dijo, “¡No vuelvas a hablarle a tu padre de esa manera, hijo indigno, o te pesará! Me obedecerás o te dejaré tullido a golpes, ¿Entiendes?”

     Por las mañanas, mi padre se iba, y me dejaba encerrado en la cabaña. En cuanto lo perdía de vista, me ponía a buscar algún objeto que ayudara a fugarme. Por fin hallé una sierra vieja pero útil. Estuve trabajando durante las horas que mi padre permanecía ausente. En cuanto él llegaba, yo escondía la sierra, y tapaba el boquete con un barril, hasta que, vi pasar una canoa a la deriva y me lancé a ella para retenerla y esconderla entre la maleza, pensando, “Mañana pondré en marcha mi plan de fuga.” No faltaba mucho para que anocheciera. Volví a mi sitio y tapé de nuevo el hueco, luego fingí dormir mientras mi padre se emborrachaba, diciendo, “¡Pronto seré muy rico!¡Hip!¡Brindo por eso!”

     Al día siguiente, robé un cerdito de una granja cercana, después, lo mate, y regué la cabaña con sangre, pensando, “Ahora dejaré marcas hasta la orilla del rio.” Después tiré el cuerpo al agua. Había llenado la canoa con todas las provisiones almacenadas por mi padre; su escopeta, parque suficiente, y una frazada. Al empujar la canoa, pensé, “¡Todo listo!” Remé entonces con gran prisa, alejándome de la maldita cabaña. La corriente fue haciéndose  más y más rápida, conforme la mañana avanzaba, por fin, ví la isla de Jackson, y pensé, “Ahí podré guarecerme.” Pasé la tarde y la noche muy tranquilo. Por la mañana, escuché cañonazos, y me escondí, pensando, “Menos mal que oculté la canoa. Allí van: Mi padre, el juez Tatcher, Tom Sawyer y la viuda Douglas. ¡Je!” Mi plan había resultado, y mientras encendía un cigarrillo, pensé, “Creen que alguien me asesinó, y me tiró al rio. Los cañonazos son para provocar que mi cuerpo salga a flote. Pronto se hartarán de buscarme, y me darán por perdido. ¡Así nadie va a tratar de apoderarse de mí nunca más!”

     Dejé pasar el día entero, sin encender fuego ni hacer ruido, por si alguien pasaba cerca de la isla. Pero, al anochecer, harto de estar quieto, decidí usar mi escopeta, y cobrar alguna pieza de caza. De pronto, vi el resplandor de una hoguera, y volví a agazaparme, pensando, “¿Quién será? ¿Habrán venido hasta ésta parte de la isla buscándome?” El otro habitante de la isla Jackson, era nada menos que Jim, el supuesto adivino ‘Elegido del Diablo.’ Cuando me vio llegar con mi escopeta, Jim se asustó, y dijo gritando, “¡No! ¡No me hagas daño, espíritu de Huck!¡Mentí respecto al sombrero y timé a la gente con la bola de pelo, lo confieso!¡Pero no quiero ir al infierno!” Comprendí enseguida que todo aquel alboroto era porque me creía muerto, y dije, “¡Cálmate Jim! Y no grites tanto, o se escucharán hasta el pueblo tus alaridos. ¿No ves que estoy vivo? La sangre que encontraron en la cabaña de mi padre, era de un cochino.”
     Enseguida traje hasta allí mis provisiones. Jim hizo café y cenamos. Me senté frente a la fogata, y le dije, “Tenia que engañar a mi padre, para que no me buscára. Él quiere mi dinero que tiene en su poder el juez Tatcher, y no me dejará en paz hasta obtenerlo, ¿Comprendes?” Ambos nos preparamos para dormir frente a una fogata, y le dije, “A propósito Jim, ¿Qué haces aquí en la isla?¿No deberías estar en casa de tu ama, la señora Watson?” Jim me dijo, “Es que…¡Me fugue, Huck! Eso es lo que hice. Ahora soy un negro fugitivo. Pronto oirás que hay una recompensa para quien me entregue a las autoridades.” Yo me levanté y le dije, “¡Caramba, Jim! Yo siempre creí que vivías a gusto con tu ama.”

     Jim comenzó a narrar. “Me regañaba de vez en cuando, pero yo la estimaba Huck, sin embargo, una noche, escuché claramente por la ventana al ir llegando a mi amita decir, ‘Esta bien, acepto su oferta señor Ring, le venderé a Jim.’ Lo escuché claramente, Huck, y enseguida agregó, ‘Le suplico que no le diga nada a nadie. Venga por él, pasado mañana, yo se lo entregaré.’ Al ver salir al señor Ring de la casa, yo continuaba haciendo mis actividades y pensé, ‘¡Ella me engañó! Había prometido que no me vendería nunca. Ahora, me alejará de mis hijos y de mi mujer, que viven en este mismo pueblo.’ Me estaba despidiendo de Missi, mi esposa, y contándole mis penas cuando llegó tu padre, corriendo y gritando como un loco. ‘¡Han matado a Huck!¡Alguien asesinó a mi pobrecito niño con su hacha!’ Enseguida todos corrieron a las balsas y a las canoas, para ir a buscarte.
Hasta la señorita Watson y el comerciante de negros partieron. En ese momento, supe que era mi oportunidad. Me despedí de Missi. Le prometí que trabajaría en un estado libre, y ahorraría para comprar su libertad y la de nuestros hijos. Espere a que anocheciera. Me aferré a un tronco, y deje que la corriente me llevara río abajo hasta la isla.”
Enseguida, Jim dijo, “No me entregarás, ¿Verdad Huck?” Yo le dije, “Pues…la gente me llamara abolicionista, me despreciará…¡nada es en esta tierra más castigado que ayudar a un negro fugitivo! Pero yo estoy muerto para ellos. ¡Así que no puedo entregarte, Jim! ¡No te preocupes!” Aquella noticia entusiasmó a mi compañero de isla, y me dijo, “¡Ah, Huck, yo sabía que eras un gran muchacho! ¡No te arrepentirás de ser bueno conmigo, ya lo veras!”

Pasamos varios días guarecidos en la isla, esperando la oportunidad de partir a un lugar más seguro, cuando de repente divisé algo en el río, y le dije, “¡Mira Jim!¡Una balsa! Justo lo que necesitamos.” Subimos mi canoa y los víveres a la balsa, y nos alejamos de la Isla de Jackson. Dos o tres horas después, Huck divisó algo, y dijo, “¡Huck!¡Es una casa flotante!” Yo le dije, “Pues, sí está deshabitada, podría ser más cómoda que esta balsa.”
     Nos acercamos, y cuando saltamos de la balsa a la casa flotante, Jim dijo, “No sé por qué, pero algo me huele mal. No parece haber nadie.” Cuando entramos, yo me tuve que tapar la nariz, pues al llegar percibí inmediatamente un hedor nauseabundo, y dije, “¡Puaf!¡Realmente apesta! Podría jurar que hay un cadáver de hombre o bestia allí dentro.” Cuando entré, Jim cubría efectivamente un cuerpo, mientras decía, “¡Que el señor Dios lo tenga en su gloria!” Yo le dije, “Lleva por lo menos tres días de muerto. ¿Quién era?¿Alguien del pueblo?” Pero Jim me empujó hacia afuera, diciendo, “¿De-del pueblo? ¡Oh, no, Huck! No lo conocías. ¡Descuida! Pero, vámonos de aquí.” Y yo le dije, “Oye…es que yo quería ver si hallábamos algo que nos fuera útil.” Jim no quiso escuchar. Realmente Jim tenía prisa por salir de esa casa flotante, y mientras saltaban a la balsa, dijo, “Ya tenemos lo que necesitamos, ¡Anada! ¡Suelta la amarra!”

     Unos metros delante, el río se dividía en dos. Yo le pregunté, “¿De qué crees que haya muerto ese hombre?” Jim me dijo, “No lo sé, Huck. Pero si sé que en esa casa encontró la morada de la muerte, y pagó sus culpas, fueran las que fueran.” Mi compañero perdió sus entusiasmo por partir enseguida, río abajo, y se volvió prudente, y me dijo, “Creo que será mejor que regresemos a Jackson. De ahí tal vez podamos saber que ocurre en el pueblo.” Yo le dije, “¡No te entiendo, Jim! ¡Creí que estabas deseosos de alejarte, y ahora te vuelves atrás!” Jim me dijo, “Es que no se si más abajo hallaremos algún islote, o lugar seguro para acampar y hacernos de víveres. Aquí, sin embargo, podemos cazar.”

A la mañana siguiente, mientras yo mataba conejos, Jim se dedicó a pescar. Me disponía a regresar cuando vi una serpiente de cascabel entre la maleza. Y le disparé con mi arma. Por jugarle una broma al buen Jim, coloqué la víbora muerta bajo su manta, en la cueva que nos servía de refugio, pensando, “¡Je, Je! ¡El salto que dará cuando la vea!” Por la noche, luego de cenar y charlar, Jim me dijo, “Que duermas bien, Huck.”
     Yo le dije, “Tú también, Jim. ¡Ji, Ji, Ji!” En cuanto metió las piernas bajo la manta, dio un alarido. “¡AAYYYY!” Yo me carcajeé, diciendo, “¿Qué te pasa, Jim? ¡No creí que una víbora muerta te asustára!” Aquella broma fue una broma tonta y peligrosa. Había olvidado por completo que las serpientes de cascabel, siempre andan en parejas. ¡Allí estaba la otra alimaña que había mordido a Jim! Jim se levantó cubriéndose la herida, diciendo, “¡Me voy a morir, amito! Ahora sí que me voy a morir.”

     Jim pasó el resto de la noche temblando y aullando de dolor. Yo maté a la víbora, la hace y le hice comer la carne, diciéndole, “¡Vamos! Mi tía Polly dice que es lo mejor contra el veneno. ¡Te curarás!” Fue la noche más larga de toda mi vida, y pensaba, “Si muere, será mi culpa.” Durante el día, Jim comía un poco de carne de víbora y tomaba whisky, pero se debilitaba, y la pierna se le había hinchado terriblemente. Entonces pensé, “No resistirá. Debería ir con un médico, al menos le salvaría la vida, aunque después lo vendieran al negrero.”
   Con determinación salí de la cueva, pensando, “¡Eso es lo que haré! No me importa que mi padre me persiga de nuevo, o que la viuda Douglas, me obligue a ir a la escuela. ¡Debo buscar ayuda para Jim!” Había dado unos cuantos pasos, cuando…¡Jim salió de la cueva y me dijo, quitándose el sombrero! “¡He Huckleberry Finn! ¿A dónde vas? ¿A cazar otra víbora para ponérsela bajo la manta al pobre Jim?” La abrace y le dije, “¡Te bajó la hinchazón! ¡Estas curándote! ¡Ah, qué alegría! Creo que voy a reventar de tanta alegría.” Jim me dijo, “¡Ja, Ja, Ja! El negro Jim tiene el cuero muy duro para que una simple víbora pueda con él.”

     Jim tuvo que descansar algunos días para reponerse. Lo cuide lo mejor que pude, hasta que pudo salir conmigo a cazar y a pescar. Yo le dije, “Ahora que ya estás bien, podemos irnos rio abajo.” Jim me dijo, “Nos iremos, pero antes debemos averiguar qué se dice de ti y de mí en el pueblo.” Yo le dije, “¿Y cómo le haremos? Yo estoy muerto y tu fugitivo. Ninguno de los dos puede ir…” Jim me dijo, “¡Ah, sí! ¡Tú podrás ir sin peligro, si haces lo que yo te diga, Huckleberry Finn!” El plan de Jim era disparatado, pero me gustó.
     Lo que hice fue robar ropa de los tendederos de una granja. Al anochecer del día siguiente, Jim me vistió de mujercita, diciendo, “¡Estas quedando muy lindo, Huck, como toda una señorita!¡Je, Je, Je!” Yo le dije, “Me parece que quieres vengarte por lo de la víbora.” Jim me subió a un bote, diciendo, “¡Nada de eso! ¡Je! Vamos, sube y procura llegar a la orilla antes de que sea completamente de noche. No entres al pueblo, porque allí podría reconocerte. Ve hacia la casita que levantaron hace poco en el recodo del rio.”

    Hice lo que Jim decía. Había oscurecido cuando llamé a la puerta de la cabaña, y me abrió una sonriente y desconocida señora, quien me dijo, “Pero, ¿Qué hace una jovencita sola por el campo a estas horas?” Yo le dije, “Eh…me llámo Sara Williams, vivo en Hookerville, a siete millas de aquí. Vengo a buscar a mi tío Abner Moore, para decirle que mi madre está enferma.” La anciana me dijo, “Pasa, querida. ¡Debes estar muerta de cansancio y hambre! Te daré de merendar. Mi marido vendrá pronto y te llevara al pueblo.” Me dió el pastel de manzana más rico que he comido. Agua de limón y otras cosas.
    Cuando terminé de comer, le dije, “En cuanto descanse un poco, me iré, señora.” Ella me dijo, “¡De ninguna manera! No sea que te topes con ese depravado del viejo Finn.” El pastel de manzana se me atragantó al oír aquel nombre, y dije, “¿E-El viejo Finn?” Ella dijo, “Mató a hachazos a su propio hijo, un mocito de tu edad. La gente quería lincharlo, pero huyó. Sin embargo, hay gente que cree que fue un negro llamado Jim, el que mató a ese niño. Era esclavo de la señorita Watson, y escapó la noche del asesinato.” Yo le dije, “¿Pero, porque un negro iba a mar al chiquillo?” Ella dijo, “Tal vez lo sorprendió cuando pretendía huír. Mi marido y otro hombre fueron a buscar carabinas y a comprar parque para explorar la Isla de Jackson. ¡Estoy segura de que ese tal Jim se esconde ahí!”
     Yo pensé, “¡Dios mío!¡Tengo que avisar a Jim!” Luego ella me pidió que le ayudára a bordar, y tomándome las manos, me dijo, “¡Ayúdame a devanar este hilo, Sara. Mantén las manos firmes. ¡Así!” Y enseguida continuó, “Pues como te decía, yo descubrí que a ratos se ve una leve columnita de humo que viene de la isla. Nadie vive allí, y es posible que se trate del negro. Si mi marido logra capturarlo, cobrará los trescientos dólares que ofrecen como recompensa.” La anciana continuó, “Con trescientos dólares se pueden hacer muchas cosas, como reparar la cabaña.” Yo me levanté asustado, y la anciana me dijo, “¡Oye! ¿A dónde vas muchachita?” Yo le dije, “¡Te-Tengo que partir enseguida, señora! Mi madre está mal, ya se lo dije. ¡Avisaré a mi tío!” Ella se enojó, y dijo, “¡Mira cómo has enredado el hilo!¡Qué niña!”

     Salí corriendo como un gamo. Era bueno saber que mi padre había huído del pueblo, pero muy malo lo de la recompensa de Jim. Al verme correr, la anciana debió haber pensado, “¡Qué niña tan rara! mmm…me parece que Sara no es niña, ¡Es niño! Ninguna muchachita corre de esa manera tan brusca, ni va descalza de noche por ahí.”

Ya en la Isla recogimos todo, y nos dispusimos a huir. Ya con el bote en el rio yo le dije a Jim, “¡Apura! Esos hombres y sus carabinas pueden llegar en cualquier momento!” Navegamos en la balsa, con el bote y la casita arriba, y solo cuando la isla se convirtió en una mancha negra, vista desde lejos, desde nuestra balsa, me sentí más tranquilo. Al día siguiente, Jim levantó una choza con tablones arrancados de la balsa. Yo pasaba el tiempo pescando bagres, haraganeando y extrañando a Tom Sawyer. Y pensaba, “¡Ah, si Tom estuviera aquí, realmente se divertiría! A él le gustan mucho los enredos y las aventuras.”

    A veces visitaba alguna granja de la orilla, y tomaba prestadas unas gallinas, para cambiar el menú. Pero mientras corría con las gallinas, una granjera disparándome con una escopeta, me gritaba, “¡Devuélveme esos animales, pillo!” La vida que llevábamos no era mala, sin obligaciones, sin escuela, sin rezos. Solo comíamos, dormíamos, charlábamos, y contemplábamos de lejos las ciudades que daban a la orilla. Una tarde, mientras navegábamos, le dije a Jim, “¡Mira Jim! ¡Es San Luis Missouri! Sí que es grande, ¿Eh? Tom Sawyer me dijo que tiene unos treinta mil habitantes.” Jim me dijo, mientras se comía una pierna de pollo, “No hay que creerle a ese muchacho. ¡Es un gran mentiroso! Yo no creo que haya un sitio en el mundo donde puedan caber más de dos o tres mil gentes. Son solo inventos de Tom Sawyer.”
    Al anochecer, nos encontramos con un barco de vapor abandonado en el río. Entonces le dije, “Averigüemos qué hay en ese barco abandonado, ¿Eh, Jim?” Jim me dijo, “¿Y si hay alguna persona? ¿Y si me atrapan? ¡Oh, no! Yo no voy a arriesgarme.” Yo le dije, “Pues entonces iré solo, Jim. ¡No creí que un esclavo fugitivo como tu fuera tan cobarde!”

     Pero Jim me dijo, “¿Cobarde yo? ¡Bah! ¡Por el diablo que no lo soy, ya lo veras!” Jim vino conmigo, y apenas habíamos pisado la cubierta del vapor cuando oímos unas voces, dentro de uno de los compartimientos. “¡No, por favor, no me maten amigos!” “Un delator como tú, Jim Turner, debe desaparecer!” Jim se asustó y me dijo, “¡Lo sabía, Huck!¡Tenemos que irnos!” Yo le dije, “¡Sssh!” Yo me agaché y Jim se alejó arrastrándose como una lagartija. Pero yo tenía curiosidad por saber de quienes eran las voces que habíamos escuchado. Me asomé con cuidado y pude ver que en el interior de la cabina había tres sujetos. Uno estaba arrodillado, otro le apuntaba con unan pistola. Jim Turner, el hombre que estaba arrodillado tenia levantada las manos y decía, “¡No dispares! Me portaré bien. ¡Te lo juro!”  El segundo hombre, Jake, dijo, “Espera, Bill. Quiero hablar contigo.”
     Los dos hombres salieron a cubierta pero no me vieron. Estaban demasiado ocupados decidiendo la suerte del tercer hombre. Jake dijo, “No me opongo a que Turner desaparezca. Pero hay otros procedimientos menos ruidosos que un tiro.” Bill le dijo, “¿Cuál tienes en mente? Jake.” Jacke encendió un cigarrillo, y dijo, “No pasaran más de dos horas antes de que los restos de este vapor, sean arrastrados por la corriente y se hagan pedazos contra las rocas. Podríamos atar a Turner en la cabina. ¡Comprendes? ¡Simplemente se ahogaría!” Bill le dijo, “¡Magnífica idea, Jake!¡A nadie podrán echarle la culpa de su desgracia! ¡Je!”

Ambos regresaron a la cabina y aun pude ver como lo ataban y lo dejaban tirado en el suelo. Mientras Bill lo ataba dijo, “Tú mataste al viejo Hatfield para quitarle su parte del botín. Y luego nos delataste al Sheriff para cobrar la recompensa. ¡Pues ahora tendrás tu recompensa, Turner.” Estando yo en la otra parte del vapor, me di cuenta que felizmente, Jim no se había decidido a regresar a la balsa sin mí, y le dije, “¡Hay que buscar la canoa de esos hombres!¡Solo así evitaremos que cometan el crimen!” Me baje del vapor y me subí al bote con Jim, y le dije, “¡Allí está!¡Acércate, yo me encargaré de ella!” Yo me lleve la canoa de los asesinos, y Jim la nuestra, lo único que faltaba ahora era que los asesinos nos vieran y la emprendieran a balazos, contra nosotros. Por ultimo lo oí discutir, Jake dijo, “Oye, ¿su parte del dinero que asaltamos?¿Se lo dejaste encima, tonto?” Bill dijo, “Volvamos los dos a quitárselo, porque no me fío de ti, Jake. Eres capaz de dejarme en este maldito barco.”

Mientras tanto nosotros ya estábamos en la balsa, lejos del vapor, con ambos botes. Le dije, “¡Se quedaron encerrados en el vapor, Jim!¡Je, Je, Je!¡Y todo por codiciosos!” Jim me ayudó a subir a la balsa y me dijo, “Estaba preocupado por ti.” No pensábamos dejarlos morir, por lo que dije, “Bajaré al primer pueblo que veamos, y avisare para que los rescaten y los metan en prisión.”

    Entonces, yo llegué solo con mi bote a un muelle pequeño del río, donde un hombre descansaba, y le grité, “¡Eh, señor!¡Auxilio!¡Mi familia está atrapada en un barco!” Subí al muelle llorando y el hombre me dijo, “¡Caramba, chiquillo!¡No llores, explícate! Yo te ayudaré, si puedo.” Le dije, “¡Snif! Mi padre está herido, mi madre y hermana no han querido dejarlo. Es un vapor que se llama ‘Walter Scott.’ La corriente lo empujó hacia las rocas. ¡Se hundirá de un momento a otro!¡Snif!¡Todos morirán!” Pronto el hombre llamó a otros y tomaron un bote. Los guié hasta el lugar, diciendo, “Por aquí, ya estamos cercas, buenos señores.” Súbitamente lo comprendí todo, y dije, “¡Dios santo!¡El vapor ya no está!”
    Los hombres del bote también lo comprendieron, y uno de ellos dijo, “¡La corriente destruyó el barco!” Otro dijo, “¡Las personas que estaban en él, murieron!” Yo me escabullí llorando, mientras el señor me buscaba con su linterna diciendo, “¡Niño!¿Dónde estás? ¡Ah, pobrecito, se ha quedado sin familia!” Yo pensé, “¡Yo los maté! Quise evitar que asesinaran a ese tal Turner, y les quite la canoa. ¡Dios me perdone! Mis intenciones eran buenas.” Al día siguiente, al amanecer, cuando explique lo que sucedió, Jim no me dijo nada, solo trabajo como loco para que nos alejáramos de aquel lugar.

    Nos turnábamos para montar guardia. Jim durmió casi todo el día, cansado como estaba de su esfuerzo de la noche anterior. Cuando despertó era de noche, y la niebla cubría todo. Y dijo, “¡Válgame, Cristo Señor! Debemos encender dos linternas enseguida, para evitar que otra embarcación choque contra nosotros.” Era demasiado tarde, pues un enorme vapor apareció ante nosotros súbitamente. Yo grité, “¡Alto, deténgase!” Jim exclamó, “¡Oh, no!” El piloto no pudo detener la nave, y nos golpeó. ¡CRAACK! Jim saltó gritando, “¡Cuidado!” Pase horas nadando entre los pedazos de nuestra balsa, gritando, “¡JIIM!” Los del vapor sin prestar atención a sus víctimas, se alejaron. Yo solo exclamé, “¡Malditos!”

La niebla me impedía ver, y mis fuerzas se agotaban. Y apenas tuve la suficiente fuerza para llegar a la orilla, pensando, “¡Oh, pobre Jim, tal vez se ahogó!” De pronto oí un disparo de arma, y una voz, diciendo, “¡Alto!” Reaccioné y vi que alguien me gritó, “Identifícate, pues estas en tierras de los Grangerford!” Era un chico de mi edad, pero con un rifle en las manos y una cara llena de odio. Me dijo, apuntándome, “Eres seguramente un Shepherdson y voy a matarte.” Yo levanté mis manos y le dije, “¡Espera, amigo! Yo soy George Jackson. Mira mis ropas empapadas. Me caí del vapor donde viajaba con mi familia.”
    El muchacho se calmó y me llevó a su casa. Poco después amanecía, y Buck me presentaba a los suyos, diciendo, “Encontré a un náufrago. Y no es un Shepherdson, por eso le perdoné la vida.” Al poco tiempo me senté en la mesa a comer con ellos. El señor Grangerford, pues así se apellidaban mis anfitriones, me acogió con simpatía. Era el padre de Buck, el chico que iba a casarme como un conejo. Mientras servía la mesa, la señora dijo, “Hace tiempo que o tenemos a un invitado. Espero que te guste nuestro almuerzo, pequeño.” Buck dijo, “¡No es un pequeño! Ya es un hombre como yo, y me ayudará a matar a cuantos Shepherdson se crucen en el camino, ¿Verdad George?” No respondí enseguida, porque había olvidado que ahora me llamaba George. Y dije, “¿Eh?¡Ah, sí, claro!”
     Continué comiendo y dije, “Pero…¿Quiénes son los Shepherdson y porque hay que matarlos?” El señor dijo, “Son dueños de las fincas que están al otro lado de valle. En la época de los bisabuelos, uno de los Shepherdson mató a uno de los Grangerford. Los nuestros tomaron venganza y acribillaron a otro de los suyos. Así hemos vivido desde entonces, matándonos como buenos vecinos, ¡Je!” Yo le dije, “No comprendo cómo es posible que luego de tanto tiempo no hayan hecho las paces.” El señor Grangerford me dijo, “La sangre derramada no es fácil de borrar, hijo. Es sencillo abrir la llave de la violencia, pero es casi imposible cerrarla. Este pleito no es tuyo, así que no estás obligado a intervenir. Permanecerás en ésta casa, todo el tiempo que quieras.”

    Los Grangerford me adoptaron. Al principio temí que se repitiera con ellos el fastidio de la escuela, los rezos y los regaños de la viuda Douglas, pero no fue así. Buck era como mi hermano. Salíamos a pescar, a cazar, y a vagabundear juntos. Buck solía decirme, “Recuerda que no debes dejar tu rifle nunca George. Los Shepherdson podrían matarte creyendo que eres uno de nosotros.”
     Los domingos para ir a la iglesia, los Grangerford llevaban sus rifles. Y mientras el pastor se desgañitaba en la prédica, yo observaba con el corazón encogido de miedo a los Shepherdson, del otro lado de la nave de la iglesia, malencarados, armados, y llenos de odio también, mientras el padre decía, “¡Cantemos hermanos, cantemos al Señor de los cielos, al buen Jesús que anida en nuestros corazones!” Aquello era digno de verse. Todos cantando como angelitos, y a punto de tirarse a matar. “♫¡DIOS DE PAZ Y AMOR FRATERNAL. BUEN JESUS, ♪TE AYUDEREMOS A LLEVAR LA CRUZ PARA SALVAR NUESTRAS ALMAS DEL MAL!♫”

     Uno de esos domingos, cuando regresábamos a casa, Sofía, la hermana menor de Buck, me suplicó, “¿Podrías regresar al pueblo, y recoger mi libro de himnos? Lo olvidé en la iglesia. ¡Anda George! Te daré un beso si me complaces.” Corrí, y al llegar a la iglesia, tomé el libro, y al abrirlo, encontré una nota que decía, “A las dos y media.” No le dí importancia.

     Pensé que la misma Sofía había anotado aquello como un recordatorio pero, cuando le entregué el libro y el papel, se puso loca de contenta, y dijo, “¡Ah, George, soy muy feliz!¡Eres un niño muy bueno!” “¡Mua, Mua!” Sofía me dio dos besos y dijo, “No digas nada de esto a Buck, o a mi padre. ¡Será un secreto entre tú y yo!” Y se fue muy feliz. ¡Dios mío!¡Yo la quería! La quería mucho. Sofía era más que una hermana para mí. A la mañana siguiente, sin embargo, aquel bello sueño y mi estancia en el seno de aquella linda y cariñosa familia, terminarían. El primer aviso de la tragedia fue la cama de Buck vacía. Yo pensé, “¿A dónde habrá ido tan temprano?¿Porque no me despertó?”
     Al bajar a mi cuarto, solo encontré a la señora Grangerford, quien decía llorando y afligida, "Sofía huyó con uno de los Shepherdson. Lo supimos al amanecer. Mi marido y mi hijo fueron a perseguirlos. ¡Ah, George!¡Los mataran a los dos!”
     Tome mi revolver y fui a buscarlos, pensando, “Serví de correo entre Sofía y ese Shepherdson. ¡Y ahora mi estupidez hará que maten a Buck y a su padre!¡Oh, Dios mío!” Comencé a llorar, y el llanto no me permitida ver por donde avanzaba, me detuve a escuchar varios tiros. ¡BANG!¡BANG! Y dije, “¡Deben ser ellos!” Lo eran. El señor Grangerford yacía muerto a la orilla de un estanque, y Buck, mi amigo, mi hermano, flotaba sin vida en el agua.
    Los Shepherdson, en sus caballos, se alejaban muy contentos. Me acerque al cuerpo flotando de Buck y dije, “¡Perdóname, Buck!¡Perdóname! Yo tuve la culpa de que esos cerdos te mataran.” La rabia y el dolor me cegaron, y apuntando mi mosquete, dije, “¡Te vengaré!¡Mataré por lo menos a uno de esos malditos Shepherdson!”
     De pronto no sé de dónde, Jim apareció y me detuvo, diciendo, “¡No, Huck!¡No hagas eso! Esta guerra no es tuya. Si te dejas llevar por la ira, atraerás sobre ti la venganza!” Lo abracé y le dije, “¡Jim!¡Estas vivo!¡No te ahogaste! No sé si lloro de dolor o de alegría.” Había perdido a mi familia adoptiva, pero había reencontrado al buen negro.

     Jim había reconstruido la balsa, y continuamos en ella nuestro viaje río abajo. Poco después, decidimos que sería mejor avanzar de noche, y guarecernos durante el día en los bosques para evitar que alguien viera a Jim. Una mañana cazaba yo en la orilla, cuando vi un bote flotando y pensé, “¡Vaya!¡Una canoa abandonada!” Cuando me disponía apropiármela, dos hombres aparecieron de entre la maleza. Uno de ellos gritó, “¡Espera chico!” Y el otro dijo, “¡Llévanos contigo y nos salvarás la vida!” De pronto aparecieron varios lugareños que disparaban furiosos y gritaban improperios. “¡FARSANTES!” ¡BANG!¡BANG! “Si vuelven a nuestro pueblo los lincharemos!” Los hombres subieron a la canoa, y yo comencé a remar. Jim se había quedado en la balsa.
    Le sorprendió que yo llegára con aquellos dos, pero no dijo nada. Les ofreció café y se limitó a escucharlos. Uno de los hombres dijo, “¡La gente no tiene sentido del humor!” El otro hombre dijo, “No había visto nunca un pueblo tan alebrestado y desagradable.” El primer hombre dijo, “Yo les vendí un preparado muy eficaz para quitar el sarro de los dientes. En un día termine los frascos que llevaba.”
    Entonces, el otro hombre que venía huyendo le preguntó al farmacéutico, “¿Y dio resultado?” El farmacéutico dijo, “¡Oh, sí! Lo malo fue que ese fármaco era muy fuerte, y hacía que se cayera, no solo el sarro, sino también los dientes. ¡Por eso me perseguían!” El farmacéutico preguntó, “¿Y a usted porque lo perseguían?” El otro hombre dijo, “Me dediqué varios días a dar sermones contra la bebida. Las mujeres me pagana buen dinero por ello, pero los hombres me odiaban. Una tarde, después de la predica, me emborrache. Pero unos sujetos me hallaron durmiendo la mona. ¡Querían cubrirme de brea y pasearme por toda la región para que sus esposas vieran qué clase de predicador era yo!”

Luego vinieron las presentaciones. El farmacéutico se puso de pie y nos dijo con voz engolada, “Aquí donde me ven cubiertos de oprobio y pasando penurias soy un aristócrata. Desciendo por linaje real del duque de Bridgewater de Inglaterra.” El predicador dijo, “¡Pues ya somos dos de sangre azul en esta balsa, camarada! Si usted es duque, yo soy…¡Nada menos que Delfín de Fracia, el hijo desaparecido de la Reina María Antonieta y el Rey Luis XVI!” Yo le dije, “Está usted muy bien conservado, majestad. Porque lo menos que tiene son cien años de edad y no los representa.” El rey dijo, “Me cuido, hijo, me cuido. Pero no creas, ya mis cabellos comienzan a escasear.”
     No tardaron mucho los pasajeros en advertir nuestro extraño modo de viajar. El rey me dijo, “¿Por qué paran ustedes de día y avanzan de noche, chicos?¿No será porque tu amigo es un esclavo fugitivo?” Iba a responderle algún embuste pero él me dijo, “¡No debes preocuparte, por tan poca cosa!¡Confía en mí! Yo arreglaré todo para que podamos viajar de día.” Hay que reconocer que la idea de su majestad era magnifica.
Sentó a Jim en la balsa, y le colocó un letrero al cuello que espantaría a cualquier curioso. “AFRICANO LOCO. Inofensivo cuando no se le contradice.” Entonces, yo le pregunté, “¿Qué se propone ahora, majestad?” Y me dijo, “Bajaremos tú y yo al primer pueblo que veamos, hijo. Desde ahora llámame reverendo, volveré a predicar contra el alcohol, tal vez así reunamos algún dinero para comprar whisky.”

Nos aproximábamos a la orilla cuando, un hombre en una canoa se nos aproximó, y gritó, “¡Eh, reverendo Wilks!¡Reverendo!¡He venido a recibirlo!” Ya en tierra firme, en el pequeño muelle del poblado, el hombre dijo, “Hace días que lo esperábamos. En el pueblo todos se preguntan porque el hermano y heredero del difunto Peter Wilks no llegaba.” Los ojos de su majestad brillaron, y dijo, “¿Heredero ha dicho?” Entonces el hombre, dijo, “¡Síganme!¡Qué lástima lo de Wilks!Todos pensábamos que viviría más tiempo. Sus hijas Marie Jane, Susan y Joanna, están inconsolables.” Durante el trayecto, aquel hombre nos contó cómo llegó de la Gran Bretaña a la región, el tal Peter Wilks. Hizo fortuna, se casó, y tuvo a sus tres niñas. Luego le dió por buscar contacto con sus hermanos, quienes se habían quedado en la tierra natal. Mientras lo seguíamos, el hombre nos dijo, “¿Le habrá extrañado recibir carta de él después de tantos años, he reverendo? Seguramente Peter presentía que iba a morir, y quiso que usted viniera a hacer el reparto de sus bienes, ya que es su pariente más cercano.”
Al llegar a una mansión, dos señoritas nos vieron llegar, y una de ellas gritó, “¡Usted es el tío Harvey!¿Verdad?¡Ah, qué alegría conocerlo!” El reverendo abrazó a la señorita diciendo, “Tú ere Mary Jane, y tú…¿Susan?¡Vamos queridas, denme un beso! Mi hermano me las describió en su carta.” Cuando vi eso, yo pensé, “¡Pobres muchachas, han caído en manos del peor de los trúhanes! Puedo adivinar que el rey piensa despojarlas de su herencia.” El reverendo caminó con ellas abrazándolas y diciendo, “Siento no haber llegado a tiempo de abrazar por última vez a mi amadísimo hermano. ¡Ah, pero cumpliré su voluntad, y velare por ustedes, niñas!” Se metió en aquella mansión como en su casa. Poco después llegó el albacea y le informó: “El señor Wilkins era propietario de varios edificios y tierras. Además, poseía cuatro mil dólares en dinero contante y sonante.” Enseguida el albacea se dirigió a Mary Jane y dijo, “El efectivo se lo entregaré a usted en cuanto se presente en mi despacho con el señor William Wilkins, que será co-administrador de la herencia.”

     En cuanto el señor albacea se fue, su majestad, disfrazado de reverendo, llenó con más embustes la cabecita de Mary Jane, y le dijo, “El pobre William se quedó en el vapor. Sucedió que yo tuve la nota idea de bajar en San Luis, y me quedé en tierra. Llegué hasta aquí gracias a este muchacho y su canoa.” El rey agregó, poniendo un aspecto de preocupación, “Por cierto, mi dinero y equipaje los conserva William. Yo no llévo encima ni siquiera lo suficiente para pagarle al chico sus servicios.” Mary Jane le dijo, “No te preocupes, tío. Le daré lo que tú digas y te entregaré también a ti algún dinero para que no pases penas mientras llega tío William.”
    En cuanto la chica salió, el rey quién venía vestido de sotana, me tomó por el brazo y con tono de desesperación me dijo, “Ve por el duque. Dile que venga vestido lo más decentemente que pueda, y que aparente ser sordomudo, y llamarse William.” Cuando regresé con el supuesto sordomudo, todos estaban en el velatorio, y el reverendo dijo al vernos, “Mira hijita, ese es nuestro pobre William.” Y allí, junto al ataúd del difunto Peter Wilkins, los dos trúhanes se pusieron de acuerdo, y el reverendo le murmuro al oído, “Nos entregarán una buena cantidad de dinero. Además, venderemos casas y tierras. Una vez hecho esto, nos largaremos.”  

     Al medio día, fuimos al despacho del albacea. Estoy seguro de que ni el supuesto rey, ni el supuesto duque, ni yo, habíamos visto nunca tanto dinero junto. El albacea nos dijo, “Cuatro mil dólares, señores. Es el patrimonio de sus sobrinas. Confío en el criterio de ustedes para administrarlos bien.” En cuanto estuvimos solos en una de las habitaciones de la mansión, el rey dijo, “¡Somos ricos, Bridgewater! Y no hemos hecho nada para merecerlo. ¡Je, Je, Je!”
     Bridgewater, el duque, dijo, “Creo que lo mejor será esconder el dinero, para tenerlo a mano cuando huyamos.” Vi como el duque colocaba las bolsas de dólares bajo su cama. Ya por la noche, Mary Jane dijo, mientras nos repartía en nuestras habitaciones, “¿De verdad no crees que sería mejor para éste pequeño dormir en un colchón, tío Harvey?” Y mientas ponía su mano en mi hombro, el supuesto tío Harvey dijo, “¡Oh, no querida! Un jergón estará bien para un lacayo como el buen Huck.” 

    Así, ya en la noche, mientras dormía en el suelo, pensé, “Lacayo, ¿Eh? Un jergón. En el suelo. ¡Ya verás maldito rey de lo que es capaz en buen Huck!” Subí sin hacer ruido, y saqué de su escondite, el dinero que el difunto había dejado a sus hijas y a sus verdaderos hermanos. Mientras dormían, tomé la bolsa, pensando, “¡No permitiré que roben a esas pobres niñas!” Pensando en un buen escondite, me dije, “Debo esconderlo, y luego pensaré en lo que haré para desenmascarar al rey y al duque, sin correr peligro.”
   Entré a la sala de velación buscando un buen escondite, y pensé, “Creo que ya sé dónde lo pondré.” Haciendo de tripas corazón, levanté la tapa del féretro, y pensé, “Nada más justo. Usted, señor Wilkins, es quien debe conservar su dinero.” Enseguida, fui a la cocina y escribí en un pequeño papel, “La plata está en el ataúd.” Y lo puse en la almohada de Mary Jane.

     Ya en la recamara, cuando el rey se despertó, se dio cuenta que el dinero no estaba donde lo había dejado, y se fue hacia el duque, diciendo, “¿Dónde está mi dinero?¡Habla maldito canalla!” El duque le dijo, “¿T-Te has vuelto loco, majestad?¡Yo ni siquiera lo toqué!” La trifulca duró un buen rato, mientras yo los miraba por la rendija de una cerradura. “¡Me lo robaste! ¡Estoy seguro!” “No! ¡Suéltame!”
Los gritos del rey y del duque, despertaron a Mary Jane, quien me dijo, “¿Qué escándalo será éste? ¿Quién habrá dejado este papel en mi almohada?” Pero la trifulca continuaba dentro de la habitación. “¡Voy a matarte, eso es lo que voy a hacer!” “Pues yo voy a decirle a todo el mundo que tú no eres el tío de esas muchachas, y que solo pretendes despojarlas de su herencia.” “Hazlo, y te retorceré el pescuezo!” Yo hice un esfuerzo por contener mi risa, y pensé, “¡Milagro!¡El mudo habló!!Ji, Ji!¡Y muy a tiempo para descubrirlo todo!”
     Iba yo a explicarle todo a Mary Jane, pero no fue necesario, porque en ese momento, llegó un caballero, acompañado de otro hombre, diciendo, “Soy el reverendo Harvey, hermano de Peter Wilkins. Este es William, que no puede oír ni hablar.” Mary Jane abrazó a su verdadero tío, y dijo llorando, “¡Oh, tío!¡No sabes qué afligida estoy! Vinieron dos hombres y trataron de robar nuestra herencia.” Y cuando escuché que el tío le dijo, “¡No te angusties, pequeña, yo haré que los cuelgen!” comprendí que era el momento de desaparecer.

     Tome la canoa y al llegar a la balsa, le dije a Jim, “¡Pronto, Jim!¡Ahuequemos el ala! Así  nos libraremos de su majestad y su señoría el duque, por fin.” Navegamos por la corriente del rio y dije a Jim, “Seguramente los lincharán. ¡Allí acabaran las glorias y las realezas de esos dos trúhanes!” De pronto escuchamos varios tiros y la inconfundible voz de su majestad, quien nos gritaba desde el pequeño muelle, “¡ESPEREEEN!¡ESOS SALVAJES QUIEREN ACABAR CON NOSOTROS!”
     Como nuestra balsa iba hacia el muelle, no tuvimos otra alternativa que rescatarlos. Y cuando subieron a bordo, su majestad dijo, “No pensarían abandonarnos a nuestra suerte, ¿Verdad amigos?” Yo le dije, “¡De ninguna manera su majestad!” Jim se notó molesto. Desde aquel momento ambos se la pasaron quejándose y bebiendo. Su majestad decía, “¡Haber tenido tanto dinero en mis manos y haberlo perdido!¡Ha maldita suerte! Hasta el whisky se ha terminado.” Después de un momento, su majestad dijo, “Debo pensar en algo. Debe haber alguna manera de conseguir ms dinero, y por lo tanto más whisky.”

Ya de madrugada sentí frio, y me metí a la choza a descansar. Olía a alcohol y a mugre, pero al menos me abrigaba. Desperté ya avanzada la mañana. Cuando Salí de la choza, pensé, “¡Qué extraño, no están el duque ni el rey!¿A dónde habrán ido?” Luego, me percaté de que Jim no estaba, y pensé, “¡Dios mío, Jim tampoco está!¿Lo habrán convencido estos locos de que entrára al pueblo para ayudarles a alguna de sus tretas?” Baje de la balsa, recorrí la orilla, y luego tome el camino al pueblo. Allí encontré a un muchacho de mi edad, y le pregunté, “¿Has visto a un negro que llevaba sombrero de bombín? Iba con dos tipos blancos.” El muchacho me dijo, “Vi a un negro, pero iba con cadenas en las manos. Lo llevaban a la finca de Silas Phelps.”
     El corazón me dio un vuelco en el pecho, y exclamé, “¿Ca-Cadenas en las Ma-Manos?” El muchacho me dijo, “Un viejo loco que dice ser el Rey de Francia, lo entregó al sheriff para cobrar la recompensa. Va con otro tipo que afirma ser duque de no sé qué.” Comencé a correr y dije, “¡Jim!¡El pobre Jim vendido por unos cuantos dólares! Tengo que encontrarlo y sacarlo de aquí.” El muchacho me dijo, “¡Oye! La finca de Silas Phelps está por el norte. Allí te pueden decir si está el negro que buscas." Mientras corría, yo pensaba, “Te robaré, si es preciso, Jim, y te libraré de la esclavitud. Iremos a los estados libres juntos, como habíamos planeado. Luego nos haremos ricos y compraremos la libertad de tu mujer y tus hijos.” De pronto, escuché gritos de una pequeña pero bonita granja. “¡Allí viene!” “¡Iremos a recibirlo!”

     “¡Cómo has crecido!” Aquella buena señora y sus hijos me abrazaron, y me llenaron de besos, sin que yo entendiera nada. “¡Qué lindo estas! Aunque un poco desastrado, como siempre. Estoy muy contenta de que Polly te haya dejado venir a pasar con nosotros las vacaciones.” Ella dijo entonces algo que aclaró mi confusión. “¡Mira Silas!¡Llegó el querido Tom Sawyer, nuestro sobrino!” Silas dijo, “¡Bienvenido, Tom!¿Dónde dejaste tu equipaje?” Dije, “E-En el camino. ¡Iré por él enseguida!” Lo que me proponía era huir cuando pensé, “Allí viene una carreta.”
    Una voz conocida me detuvo, diciendo, “¡Huckleberry Finn!¡en verdad eres tú?¿No te mató tu padre?” Le dije, “¡Tom Sawyer!” Me subí a la carreta y nos acostamos, y le conté todo lo que había ocurrido, incluso lo de Jim. Tom me dijo, “No debes preocuparte. Rescataremos a ese negro. Pero por lo pronto, debes hacer lo que yo te diga. ¿De acuerdo?” Yo dije, “¡De acuerdo!” Cuando llegamos de nuevo a la granja del tío Silas, Tom me presentó con su tía, y dijo, “¡Mira, tía Sally, quisimos darte una sorpresa! Mi hermano Sidney también ha venido a pasar aquí sus vacaciones.” Ella nos abrazó a los dos, y acompañándonos a entrar nos dijo, “Vamos adentro que estarán muertos de hambre. ¡Ah Sid, estoy feliz de que también hayas venido a verme!”

     Durante los siguientes días, nos dedicamos a investigar el paradero de Jim. Arrastrándonos a hurtadillas, nos acercamos a una cerca que guardaba a un cuartucho de madera. Tom me dijo, “Estoy seguro que el tío Silas lo guarda en este cuartucho de madera.” Yo le dije, “Yo también lo creo. Ese negro lleva comida y bebida.” Robamos de la casa una sierra, un cucharón y otras cosas que no nos sirvieron para nada, pero que Tom consideraba importantes para una fuga. Tom me dijo, “Tú cava con la cuchara, yo trataré de cortar la madera.”
     Hasta que apareció Jim, diciendo, “¡Huck!¡Por todas las ratas del mundo!¡No me olvidaste!” Salimos los tres corriendo a todo lo que daban nuestras piernas. Pero un mozo nos vio, y comenzó a gritar, “¡Se escapa el negro!¡ALERTAAA!” Los Perros ladraban, y cuando estábamos a punto de subir a la balsa, y Jim dijo, “¡Vamos!¡Un poco más!” Tom fue herido en una pierna. Jim lo alzó en brazos, y continuamos en nuestra carrera. Los hombres de la granja seguían disparando a mansalva, y gritando, “¡Deténganse!”

   A pesar de todo, logramos trepar a la balsa, desamarrarla, y avanzar rio abajo. Pero Tom perdió el sentido. Jim dijo, “Si no lo atiende un médico, Jim puede morir.” Y yo dije, “¡Sólo a Tom Sawyer se le ocurre necesitar un médico en estas circunstancias!” Después de una pausa, le dije a Jim, “Ya sé lo que haremos. Vete y déjalo en la balsa, yo iré por el médico. Luego podremos reunirnos contigo.”
    Tardé muy poco en llegar al pueblo, gritando, “¡Doctor, Doctor! ¡Un niño se muere, tiene que venir a verlo!” Ambos subimos a mi canoa, y mientras yo remaba rumbo a la balsa, yo le dije, “Es mi mejor amigo. Estábamos cazando y mi rifle se disparó. Le pegó en la pantorrilla. Tuve que dejarlo solo en la balsa, mientras iba por usted.” El doctor miró hacia la balsa y dijo, “¡Solo? Pues hay un negro con él.”

     Aquel negro era naturalmente Jim. No se había movido de la balsa, por no dejar al garete a Tom Sawyer, perdiendo así su oportunidad de huír. Llevaron de nuevo a Jim al calabozo, pero ésta vez con cadenas. Tom se recuperaba lentamente. Yo ya no sabía qué hacer. Entonces, mientras estábamos en la recamara donde se recuperaba Tom, el doctor me dijo, “No te entristezcas muchacho. Nadie va a castigar a ese negro. Yo diré con qué ternura cuidó a este chico, y eso hablará en su favor.”
     En ese momento, una mujer entró acompañada de una sirviente, a la habitación donde estábamos con Tom y dijo, “No hará falta, doctor. Él ya es libre. Su ama, la señorita Watson, murió, y dejó escrito en su testamento que se liberára a Jim, y se le entregára dinero para liberar a su familia.” Tom exclamó, lleno de sorpresa, “¡Tía Polly!”
   La mujer continuó, “¡Querida Sally, en tu carta decías que Sidney Sawyer estaba herido! Y yo veo a Tom. Vine hasta acá suponiendo que se trataba de un error, puesto que Sid se encuentra a salvo en casa.” Tras la confusión, la sirviente dijo, señalándome, “Entonces…¿Ese no es Sid? Porque Tom…” Traté de esconder mi cara, pero la sirviente me jaló la camisa y dijo, “¡Este es el Tom que yo recibí con innumerables besos!” Y la señora dijo, “Pues se trata de Huckleberry Finn, a quien todos creíamos muerto.”

     En cuanto Tom Sawyer se curó completamente de su herida, nos despedimos. Jim viajaría con nosotros hasta el pueblo. Y mientras íbamos los tres acostados en la carreta, yo dije, “Hay dos  cosas que me preocupan todavía: Una es que mi padre reaparezca, y vuelva a tratar de quitarme dinero; otra es la cara que pondrá la viuda Douglas, cuando me vea vivo de nuevo.” Entonces Jim dijo, “Tu padre no debe preocuparte ya, Huck. ¡Está muerto!”
     Jim continuó y me explicó, “Aquella mañana cuando entré a la casa flotante, vi que el hombre que estaba tirado sin vida en el suelo, era el señor Finn. Murió seguramente a causa de una congestión alcohólica.” Jim puso su mano en mi hombro y dijo, “No quise decírtelo entonces, porque pensé que te angustiaría. Pero ahora debes saberlo, y vivir tranquilo.” Entonces les dije, “¡Bueno! Ya solo quedan los regaños interminables de la viuda para amargarme la vida, sin embargo, los prefiero a todo éste terrible ajetréo.”

     Jim compró la libertad de su mujer y de sus hijos. Se fue de nuestro pueblo a los estados del norte, donde podía vivir como un ciudadano. Tom Sawyer conservó la bala que le extrajeron de la pierna, y la llevó siempre colgada al cuello. ¡Estaba orgulloso de ella! Yo…pues…¡Qué quieren que les diga!...Tuve que ir de nuevo a la escuela, a usar zapatos, vestir limpio, y ser un niño correcto. Aunque la verdad, cualquier día de estos vuelvo a emprender la aventura.

Tomado de Joyas de la Literatura. Año IV, No. 57, primero de mayo de 1987. Adaptación de R. Bastien. Guion: Dolores Plaza. Segunda adaptación: Jose Escobar.         

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