Club de Pensadores Universales

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sábado, 2 de abril de 2011

La Cruz del Diablo de Gustavo Adolfo Bécquer

     Gustavo Adolfo Domínguez Bastida nació en Sevilla,  el 17 de febrero de 1836, y murió a la edad de 34 años en Madrid, el 22 de diciembre de 1870. Bécquer fué más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, y es considerado  un poeta y narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo, aunque escribió en una etapa literaria perteneciente al Realismo. Por ser un romántico tardío, ha sido asociado igualmente con el movimiento Posromántico. Aunque fue moderadamente reconocido mientras vivió, comenzó a ganar prestigio cuando al morir se publicaron muchas de sus obras.
     Sus más conocidos trabajos son sus Rimas y Leyendas. Los poemas e historias incluidos en esta colección son esenciales para el estudio de la Literatura hispana, siendo ámpliamente reconocidas por su influencia posterior.
     Bécquer era hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como José Domínguez Bécquer. Su madre fue Joaquina Bastida de Vargas. Por el lado paterno descendía de una noble familia de comerciantes de origen flamenco, los Becker o Bécquer, establecida en la capital andaluza en el siglo XVI; de su prestigio da testimonio el hecho de que poseyeran capilla y sepultura en la catedral misma desde 1622. Tanto Gustavo Adolfo como su hermano, el pintor Valeriano Bécquer, adoptaron artísticamente Bécquer como primer apellido en la firma de sus obras.
   Bécquer fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo Mártir. Sus antepasados directos, empezando por su mismo padre, José Domínguez Bécquer, fueron pintores de costumbres andaluzas, y tanto Gustavo Adolfo como su hermano Valeriano estuvieron muy dotados para el dibujo. Valeriano, de hecho, se inclinó por la pintura. Sin embargo el padre murió el 26 de enero de 1841, cuando contaba el poeta cinco años y esa vocación pictórica perdió el principal de sus apoyos.
    En 1846, con diez años, Gustavo Adolfo ingresa en el Colegio de Náutica de San Telmo, en Sevilla, donde recibe clases de un discípulo del gran poeta Alberto Lista, Francisco Rodríguez Zapata, y conoce a su gran amigo y compañero de desvelos literarios Narciso Campillo. Pero los hermanos Bécquer quedaron huérfanos también de madre al año siguiente, el 27 de febrero de 1847, y fueron adoptados entonces por su tía María Bastida y Juan de Vargas, que se hizo cargo de sus sobrinos, aunque Valeriano y Gustavo se adoptaron desde entonces cada uno al otro y emprendieron de hecho muchos trabajos y viajes juntos.
  Se suprimió el Colegio de Náutica y Gustavo Adolfo quedó desorientado. Pasó a vivir entonces con su madrina Manuela Monahay, acomodada y de cierta sensibilidad literaria. En su biblioteca el poeta empezó a aficionarse a la lectura. Inició entonces estudios de pintura en los talleres de Antonio Cabral Bejarano y Joaquín Domínguez Bécquer, tío de Gustavo, que pronosticó “Tú no serás nunca un buen pintor, sino mal literato,” aunque le estimuló a que estudiára y le pagó los estudios de latín. Tras ciertos escarceos literarios (escribe en, El Trono y la Nobleza de Madrid y en las revistas sevillanas La Aurora y El Porvenir), marchó a Madrid con el deseo de triunfar en la literatura en 1854. Sufrió una gran decepción y sobrevivió en la bohemia de esos años.

     Para ganar algún dinero, el poeta escribe, en colaboración con sus amigos (Julio Nombela y Luis García Luna), comedias y zarzuelas como, La Novia y el Pantalón (1856), bajo el seudónimo de Gustavo García en que satiríza el ambiente burgués y antiartístico que le rodea. También escribe, La Venta Encantada, basada en Don Quijote de la Mancha. En ese año, fue con su hermano a Toledo, un lugar de amor y de peregrinación para él, a fin de inspirarse para su futuro libro Historia de los templos de España. Le interesan por entonces el Byron de las Hebrew Melodies o el Heine del Intermezzo a través de la traducción que Eulogio Florentino Sanz realiza en 1857 en la revista, El Museo Universal.
    Fue precisamente en ese año, 1857, cuando apareció la cruel tuberculosis que le habría de enviar a la tumba. Tuvo un modesto empleo dentro de la Dirección de Bienes Nacionales y perdió el puesto, según cierta leyenda, por sorprenderlo su jefe dibujando. Su pesimismo va creciendo día a día y sólo los cuidados de su patrona en Madrid, de algunos amigos y de Valeriano le ayudaron a superar la crisis. Ese año empieza un ambicioso proyecto inspirado por El Genio del Cristianismo de Chateaubriand: estudiar el arte cristiano español uniendo el pensamiento religioso, la arquitectura y la historia: “La tradición religiosa es el eje de diamante sobre el que gira nuestro pasado. Estudiar el templo, manifestación visible de la primera, para hacer en un sólo libro la síntesis del segundo: he aquí nuestro propósito.” Pero sólo saldrá el primer tomo de su Historia de los templos de España, con ilustraciones de Valeriano.
  Hacia 1858, conoció a Josefina Espín, una bella señorita de ojos azules, y empezó a cortejarla; pronto, sin embargo, se fijó en la que sería su musa irremediable, la hermana de Josefina y hermosa cantante de ópera Julia Espín, en la tertulia que se desarrollaba en casa de su padre, el músico Joaquín Espín, maestro director de la Universidad Central, profesor de solfeo en el Conservatorio y organista de la Capilla Real, protegido de Narváez. Gustavo se enamoró (decía que el amor era su única felicidad) y empezó a escribir las primeras Rimas, como Tu pupila es azul, pero la relación no llegó a consolidarse porque ella tenía más altas miras y le disgustaba la vida bohemia del escritor, que aún no era famoso; Julia dio nombre a una de las hijas de Valeriano. Durante esta época Bécquer empezó a escuchar a su admirado Chopin. Después (entre 1859 y 1860) amó con pasión a una “dama de rumbo y manejo” de Valladolid: Elisa Guillén, pero la amante se cansó de él y su abandóno lo sumió en la desesperación. Después Bécquer se casaría precipitadamente con Casta Esteban.
  
     En 1860 Bécquer publica, Cartas literarias a una mujer en donde explica la esencia de sus Rimas que aluden a lo inefable. En la casa del médico que lo trata de una enfermedad venérea, Francisco Esteban, conocerá a la que será su esposa: Casta Esteban Navarro. Contrajeron matrimonio en el 19 de mayo de 1861. De 1858 a 1863, la Unión Liberal de O'Donnell gobernaba España y en 1860, González Pravo, con el apoyo del financiero Salamanca, funda El Contemporáneo, dirigido por José Luis Albareda, en el que participan redactores de la talla de Juan Valera. El gran amigo de Bécquer, Rodríguez Correa, ya redactor del nuevo diario, consiguió un puesto de redactor para el poeta sevillano. En este periódico, y hasta que desaparezca en 1865, hará crónica de salones, política y literatura; gracias a esta remuneración viven los recién casados. En 1862 nació su primer hijo, Gregorio Gustavo Adolfo, en Noviercas (Soria) donde posee bienes la familia de Casta y donde Bécquer tuvo una casita para su descanso y recreo. Empieza a escribir más para alimentar a su pequeña familia y, fruto de este intenso trabajo, nacieron varias de sus obras.
      Pero en 1863 padeció una grave recaída en su enfermedad, de la que se repuso, sin embargo, para marchar a Sevilla con su familia. De esa época es el retrato hecho por su hermano que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
     Trabaja con su hermano Valeriano, cuya relación con Casta no era buena, debido a que ella no soporta su carácter y su constante presencia en casa. González Pravo, amigo y mecenas de Gustavo, le nombra censor de novelas en 1864 y el escritor vuelve a Madrid, donde desempeña este trabajo hasta 1867 con veinticuatro mil reales de sueldo. En este último año nace su segundo hijo, Jorge Bécquer.
     En 1866, ocupa de nuevo el cargo de censor hasta 1868; es este un año tétrico para Bécquer: Casta le es infiel, su libro de poemas desaparece en los disturbios revolucionarios y para huir de ellos marcha a Toledo, donde permanece un breve tiempo. En diciembre nace en Noviercas su tercer hijo, Emilio Eusebio, dando pábulo a su tragedia conyugal, pues se dice que este último hijo es del amante de Casta. Es más, Valeriano discute con Casta continuamente. Sin embargo, los esposos aún se escriben. Pasa entonces otra temporada en Toledo, de donde sale para Madrid en 1870 a fin de dirigir La Ilustración de Madrid, que acaba de fundar Eduardo Gasset con la intención de que lo dirigiera Gustavo Adolfo y trabajara en él Valeriano como dibujante. En septiembre, la muerte de su inseparable hermano y colaborador le sume en una honda tristeza. En noviembre fue nombrado director de una nueva publicación, El Entreacto, en la que apenas llega a publicar la primera parte de un inconcluso relato.
  Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y muere el 22 de dicho mes, coincidiendo con un eclipse total de sol. En los días de su agonía, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas (“serían mi deshonra”) y que publicasen su obra (“Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo”); pidió también que cuidáran de sus hijos. Sus últimas palabras fueron: “Todo mortal”. Fue enterrado al día siguiente en el nicho nº 470 del Patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo y San José, de Madrid. Más adelante, en 1913, los restos de los dos hermanos fueron trasladados a Sevilla, reposando primero en la antigua capilla de la Universidad, y desde 1972 en el Panteón de Sevillanos Ilustres. Hay un monumento en recuerdo de Gustavo Adolfo en el centro de Sevilla.
     Ferrán y Correa se pusieron de inmediato a preparar la edición de sus Obras completas para ayudar a la familia; salieron en 1871 en dos volúmenes; en sucesivas ediciones fueron añadidos otros escritos. (Wikipedia)
       Bellver de Cerdaña, es un municipio de Cataluña, España. Perteneciente a la provincia de Lérida, en la comarca de la Baja Cerdaña
     El municipio es un conglomerado de diferentes pueblos, masías aisladas y vecindarios diversos que conforman uno de los más grandes municipios de la comarca. Bellver es el principal núcleo de la subcomarca de la Batllia, situada al sudoeste de la Cerdaña, y que también incluye los municipios de Prullans y río de Cerdaña.
       Esta porción sureña de la comarca también es llamada por sus habitantes Pequeña Cerdaña. Administrativamente pertenece a la provincia de Lérida, aunque sus hechos históricos y geográficos la vinculan estrechamente con Puigcerdá, capital de la comarca, con la Seo de Urgel y con Ripoll y Vic, más allá de la Collada de Tosas. Bellver se encuentra a medio camino de Puigcerdá y Seo de Urgel.(Wikipedia)
     La Cruz del Diablo, es uno de los relatos que forman parte de la colección de Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, publicada en 1860. Narra el suceso ocurrido en la Cruz del Diablo de Bellver de Cerdanya en las estribaciones del Pirineo.
       Este relato cuenta el despiadado trato que recibían los ciudadanos por parte del duque, dueño de un gran recinto amurallado que dominaba todas las tierras desde su posición en un entramado de roca. En el relato se funden así mísmo el componente esotérico y folclórico, lo mismo que buena parte de literatura española de la primera mitad del siglo XIX. Otros elementos que conflúyen son el tema del mal del caballero, que el romanticismo unió a menudo a lo diabólico. (Wikipedia)
     El protagonista junto con otros turistas cabalgan por Bellver, a las orillas del río Segre, en los Pirineos que hacen frontera con Francia, población  que abarcó el antiguo condado medieval de Urgel, cerca del principado de Andorra, en la zona de Cataluña. El narrador descubre una cruz de hierro en lo que parecen las ruinas de una Antigua Fortaleza abandonada. Cuando el narrador se apéa para orar frente a la cruz, es reprendido por el guía turístico. Tal guía, es un aldeano originario de esos lugares, quien le advierte al narrador que esa cruz es maldita, por lo que le llaman la Cruz del Diablo.
       Entrada la noche, los turistas y el guía acámpan y cenan frente a una fogata en las mismas ruinas. Una vez terminada la rústica cena, el guía se dispone a contarles la leyenda de la temible Cruz.
    Les cuenta que hace mucho tiempo, cuando los moros ocupaban la mayor parte de España, estas tierras eran patrimonio de un noble barón. Allí donde están ahora acampando, era una Antigua Fortaleza que tal señor levantó en un peñasco que bañan las aguas del río Segre. De ahí que se le llamaba, el señor del Segre. Tal Segre, un hombre despiadado, aburrido de mortificar a sus vecinos y ahorcar cruelmente a sus súbditos, decidió un buen día partir a las cruzadas con el fín de expiar sus culpas dejando a la comarca suspirando de entera liberad.

   Después de tres años de ausencia del mal caballero, las Viejas le relataban a los jovenes las crueldades del malvado hombre ausente, y las madres asustaban a sus pequeñuelos tras sus travesuras diciéndoles, “¡Que Viene el señor del Serge!” Cuando de repénte regresó.
   Si malo se fué el Segre, peor volvió, reclamando los derechos de sus propiedades vendidas. No tuvo mas remedio que hacer justicia por su propia cuenta con ayuda de un grupo de aventureros desalmádos. Se dice que tras pedir tributo en vano, y quemar sus heredades, el fállo de la justicia le fué adverso, por lo que decidió acudir a la ayuda del Diablo, preparándose para la lucha y acantonándose en su Fortaleza. Estos confabulados se dedicaron a llevar una vida de bandoleros afectando al pueblo. Sin embargo, una noche, el pueblo armádo con antorchas, escaló el peñón del Segre, dando muerte a toda la banda.
   El tiempo pasó y nadie osaba merodear por aquel lugar en donde los huesos de los bandoleros caídos yacían iluminados por la luz de la luna. Con el páso del tiempo, se empezaron a escuchar rumores y se vieron luces de noche. Era una nueva banda de malechores que habían aprovechado la soledad de ese lugar para establecer su guarida de operaciones. Los asesinatos se multiplicaban y las muchachas desaparecían, y se decía que los niños eran arrancados de sus cunas para ser ofrecidos en un diabólico festín cuya sangre se servía en copas profanadas y robadas de las mismas Iglesias.
     Se rumoraba entre el pueblo que el jefe de esta nueva banda de malechores había sido visto portando la armadura del malvado y antiguo caballero, el llamado señor del Segre. El pueblo se armó de nuevo y en una de las refriégas capturó a uno de los malechores, quien antes de morir confesó la siguiente historia.
    Narra que él perteneció a una familia noble, pero sus extravíos de juventud le ocasionaron deudas y también el ser desheredado por su padre. Debido a ello, hallándose sin recursos económicos, decidió reunír a un grupo de jovenes, quienes pasaban por su misma situación, con el fín de vivir una vida de libertad y disipasión a costa del peligro. Sin embargo, una noche en la que se decidía quién sería el jefe del clan, alrededor de una hoguera en el abandonado Castillo del señor del Segre, escucharon el crujir de una armadura.
     Cuando todos se levantaron para defenderse, llenos de sorpresa descubrieron que era simplemente un hombre portando una armadura, el cual les dijo, “Si alguno de vosotros se atreve a ser el primero mientras yo habíte en el Castillo del Segre, que tóme esa espada, signo de poder.” Todos guardaron silencio, por lo que tuvieron que juramentar dar el mando al misterioso personaje, quien no bebia vino por no descubrirse la cara. El confesor capturado conclúye que tal personaje es el mismo Diablo en persona, pues gracias a él comenzaron sus crueles correrías nocturnas. El Nuevo líder, les mostraba el modelo a seguir de un ser despiadado e invencible. El prisionero confesor murió, después de narrar lo anterior.
     Con el correr del tiempo, fueron capturados nuevos malechores pertenecientes a la misma banda, sin embargo, el misetrioso líder nunca fué capturado. Para solucionar el problema, el pueblo cansado acudió a un ermitaño que vivía en una pequeña ermita dedicada a San Bartolomé. El ermitaño les propúso emboscar al misterioso caballero y les dijo que tendrían que memorizar una oración, la cual deberían ofrecer frente al caballero, una vez que lo hubiéren capturado. Se dice que el mismo Bartolomé usó tal oración para hacer prisionero al mismo Diablo. El plan se llevó a cabo con un éxito total y el caballero fué llevado atado ante el tribunal, compuesto por los condes de Urgel, no sin antes llevarlo al calabozo.

  El juicio fue en la plaza mayor ante una muchedumbre. Todos reconocieron que el personaje portaba la armadura del señor del Segre. Sin embargo, el misterioso personaje se negó a descubrirse y a exponer su identidad, ante las peticiónes tanto del tribunal como de la muchedúmbre. Cuando todo llegó al colmo, un guárdia se avalanzó sobre el reo, arrebatándole el casco de su armadura. Un gríto de sorpesa general escapó cuando notaron que el casco estaba vacío. La mayoría huyó de la plaza. Se decidió volver al calabozo la formidable armadura.
    El conde de Uriel y el arzobispo resolvieron colgar, en una horca en la misma plaza, la armadura, pensado que si el Diablo retornaba a ella, se ahorcaría.  Pero gran sorpresa fué que al momento de ir por la armadura al calaboso, el alcalde custódio apareció pidiendo perdón por haber dejado escapar la armadura. Cuenta el alcalde que él nunca creyó en el cuento de la armadura, el cual le parecía mas bién una treta tejida en favor de algún noble personaje, a quien talvés altas razones de conveniencia pública no permitían descubrir ni castigar. Quedándole la duda sobre si ese misterioso objeto de terror era verdaderamente sobrenatural, se atrevió una noche a penetrar el calabozo, y a abrir la celda. Misteriosamente la luz de su linterna se apagó y escuchó el ruido de una armadura entre las sombras. Se quizo arrojar a la puerta para detenerle el páso, pero fué arrojádo y sacudído. Después de escuchar la historia, la muchedumbre quizo matar al alcalde pero fué contendida por los guardias.
     Una nueva persecusión capturó de nuevo a la armadura, gracias a la conocida formula mediante la ayuda de San Bartolomé. Ésta vez la colgaron de una horca pero en cualquier descuído de vigilancia, ésta se escapaba y se emprendían nuevas excursiones. Ante la desesperante situación, los vecinos se repartieron entre sí las piezas de la armadura, rogando de nuevo al piadoso eremita les orientára. El santo varón ordenó penitencia general, y después de tres días de ayúno, dispúso que se fundieran las diabólicas armas, y con ella se levantáse una cruz.
     Sin embargo, en tanto las piezas arrojádas al fuego comenzaban a enrojecerse, gemidos parecían escapárse de la hoguera, y saltaban como si estuvieran vivas y sintiésen la acción del fuego. Aún se escuchaban gemidos al golpear de los martillos sobre el metal descansando en el yunque, y al formarse la cruz, el metal se retorcía como convulcionándose. Gracias a las oraciones y el agua bendita, el metal se convirtió en cruz. Por lo tanto, cuenta el guía, ante esa cruz que hoy han visto, nadie le coloca flores en mayo, ni los pastores se descubren al pasar frente a ella, ni los ancianos se le arrodillan, aunque el clero amonesta a los muchachos para que no la apedréen. Por lo tanto Dios ha cerrado sus oídos a cuantos le dirijan plegarias.
Adaptación : José Escobar.

lunes, 28 de marzo de 2011

El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert L. Stevenson

     Robert Louis Balfour Stevenson nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo Escocia, y murió a los 44 años, el 3 de diciembre 1894, en Vailima, cerca de Apia, Samoa.  Stevenson fue un novelista, poeta y ensayista escocés. Robert Louis Stevenson, que padecía de tuberculosis, solo llegó a cumplir 44 años; sin embargo, su legado lo constituye una vasta obra que incluye crónicas de viaje, novelas de aventuras e históricas, así como lírica y ensayos. Se le conoce principalmente por ser el autor de algunas de las historias fantásticas y de aventuras más clásicas de la literatura juvenil: La Isla del Tesoro, la novela histórica La Flecha Negra y la popular novela de horror El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde, dedicada al tema de los fenómenos de la personalidad escindida, y que pueden ser leída como novela psicológica de horror. Varias de sus novelas continúnan siendo muy famosas y algunas de ellas han sido varias veces llevadas al cine en el siglo XX, en parte adaptadas para niños. Fue importante también su obra ensayística, breve pero decisiva en lo que se refiere a la estructura de la moderna novela de peripecias. Fue muy apreciado en su tiempo y siguió siéndolo después de su muerte. Tuvo continuidad en autores como Joseph Conrad, Graham Greene, G. K. Chesterton, H. G. Wells, y en los argentinos Bioy Casares y Jorge Luis Borges.
  Robert Louis Stevenson fue el hijo único del ingeniero y constructor de faros Thomas Stevenson y de Margaret Isabella Stevenson (1829–1897), cuyo apellido anterior era Balfour. Su abuelo y tios fueron todos ingenieros y constructores de faros. La familia de su madre debía su apellido a Alexander Balfour, quien poseía tierras en la región de Fife en el siglo XV. El padre de Margarette, Lewis Balfour (1777–1860), había sido pastor de la Church of Scotland en la localidad aledaña de Colinton, donde Stevenson solía pasar sus vacaciones en la infancia. El escritor Graham Greene era, en la línea materna, un sobrino nieto de Robert Louis Stevenson.
     Los padres de Stevenson también eran presbiterianos de la Church of Scotland. La salud de Margaret Stevenson estaba constitucionalmente debilitada. Padecía de enfermedades respiratorias, debilidad de la cual también Stevenson debió sufrir durante todo el transcurso de su vida. El clima escocés con veranos frescos e inviernos lluviosos y nublados era muy inconveniente, tanto para la madre como para el hijo. Por consejo del médico de la familia, pasaban muchas mañanas en cama. Para aliviar a la madre, la familia contrató a 1852 a la niñera Alison Cunningham (1822–1910), llamada “Cummy”, quien impresionaba tanto al pequeño Louis con su calvinismo austero y sus historias nocturnas truculentas, que comenzó a tener pesadillas por las noches.
     Cuando apenas contaba con dos años, su familia ya llevaba al pequeño Louis a la iglesia. Allí escuchaba las prédicas con historias, por ejemplo, sobre Caín y Abel, el Libro de Daniel o acerca del diluvio universal. Se agregaban a este estímulo, los relatos truculentos de “Cummy” sobre la oscura historia de la iglesia escocesa, lo que asustaban al niño, pero al mismo tiempo le producián gran fascinación. Su obra fue fuertemente influida por las experiencias infantiles tempranas. “Cummy,” su niñera, se preocupaba por él de manera conmovedora cuando yacía enfermo en cama y le leía pasajes de, por ejemplo de Pilgrim’s Progress de John Bunyan y de la Biblia. En su obra A Child’s Garden of Verses, que apareció en 1885 y que hasta hoy sigue siendo un libro favorito en Gran Bretaña, Stevenson a sus 35 años, se acuerda de aquel tiempo y dedica esta obra su niñera Cummy.
     A su primera ocupación favorita de, “jugar a la iglesia” (construyendo con sillas y mesas un púlpito, desde donde recitaba y cantaba como pastor) le siguió la afición por rimar e inventar historias. Según consigna su madre en el diario de vida, el primer quinteto lo escribió en septiembre de 1855, cuando estaba por cumplir los 5 años. Margaret Stevenson llevó un diario de vida sobre su hijo, a quien llamaba familiarmente “Lou” o “Smout” (en escocés: “salmón de un año”) hasta que cumpliera 39 años. Debido a ello, los años tempranos de Stevenson están bien documentados.
     A partir de septiembre de 1857 Stevenson asistió a la Henderson’s Preparatory School', mas por razones de salud, solamente podía participar en clases por dos horas diarias. Tras pocas semanas, una bronquitis acabó con su asistencia regular a la escuela y comenzó a recibir clases particulares privadas durante los años siguientes. Al cabo de cuatro años, ingresó a la Edimburgh Academy, una escuela superior que a su vez abandonó a los 13 años de edad. Luego de una breve estadía en el internado de Spring Grove en las cercanías de Londres, regresó para asistir desde 1864 a una escuela privada de su ciudad natal.
     Durante su infancia, Stevenson escribía constantemente ensayos e historias. Su padre lo comprendía bien, puesto que él mismo había escrito en su tiempo libre. Sin embargo, su propio padre le había dicho que se dejára de esa insensatéz y se dedicara a los negocios. El primer libro histórico del joven Stevenson, Pentland Rising, el cual escribió en la tradición de las novelas de Sir Walter Scott, apareció en el año 1866, editada en Edimburgo por Andrew Elliot. Para los editores no constituía riesgo alguno. El padre de Stevenson se había tenido que comprometer a comprar los ejemplares que hasta una fecha determinada no hubiesen sido vendidos. Esta práctica era por aquél entonces muy frecuente. Y ese fue el caso. La novela era de escaso valor literario. Veinte años más tarde, sin embargo, cuando el autor ya era famoso, la novela llegó a alcanzar “precios de fantasía.”
  En el año 1867 Thomas Stevenson adquirió una casa de campo como residencia de veraneo, el Swanston Cottage, cerca de Edimburgo y ubicada a los pies del área montañosa de Pentland Hills. Con el correr de los años, esta casa se transformó en el refugio frecuente del futuro escritor entre los meses de marzo a octubre.
     En los años de su adolescencia, Robert acompañó a su padre en sus frecuentes viajes, lo que le inspiró en algunas de sus obras.
     Ingresó en la Universidad de Edimburgo como estudiante de Ingeniería Náutica. Sin embargo, la elección de la carrera fue más por la influencia de su padre, que era ingeniero, que por gusto propio. Esto le llevó al abandono de la ingeniería en pos del estudio de las leyes. En 1875 empezó a practicar la abogacía. Tampoco tuvo una carrera brillante en este campo, ya que su interés se concentraba en el estudio de la lengua.
     Enseguida aparecieron en él los primeros síntomas de la tuberculosis e inició una serie de viajes por el continente. En 1876, a los 26 años, en Grez (Francia) conoció a Fanny Osbourne, una norteamericana que estaba separada. Stevenson y Fanny se enamoraron. Publicó su primer libro en 1878. Ella partió a California, para tramitar su divorcio, y Stevenson la siguió, un año después. Se casó con ella en 1880, a los 30 años. La pareja vivió un tiempo en Calistoga, en el Lejano Oeste. Escribió historias de viajes, aventuras y romance. Su obra es muy versátil: ficción y ensayo, entre otras.
     
     A partir de ese año, la salud de Stevenson comenzó a empeorar. El matrimonio se mudó a Edimburgo, luego a Davos, Suiza, y finalmente se instaló en una finca que el viejo Stevenson les regaló, en el balneario de Bournemouth. Tres años más tarde partieron a Nueva York, donde Stevenson hizo amistad con Mark Twain, autor de Las aventuras de Tom Sawyer. Tras una breve estadía en San Francisco, deciden realizar un viaje hacia las islas del Pacífico Sur, donde finalmente se establecen con los hijos de Fanny, la hija de ésta, Belle, y la señora Stevenson (el padre del novelista había muerto para entonces). La relación de Stevenson con los aborígenes —que lo bautizan como Tusitala, ("el que cuenta historias") es cordial, pero política. El escritor toma partido por uno de los jefes locales contra la dominación alemana del archipiélago y escribe en la prensa británica sobre la penosa situación samoana.
     Stevenson murió en 1894 de un ataque cerebral. Un año antes, relató en una carta: "Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos". Era conocida su afición al alcohol, lo que le había acarreado diversos problemas de salud. Su cuerpo fue enterrado en la misma isla, en el monte Vaea.(Wikipedia)
El Extraño Caso del Doctor Jekill y el Señor Hide
     El Extraño Caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde, en inglés Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, a veces titulado simplemente El doctor Jekyll y el señor Hyde, es una novela escrita por Robert Louis Stevenson y publicada por primera vez en inglés en 1886. Trata acerca de un abogado, Gabriel John Utterson, que investiga la extraña relación entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll, y el misántropo Edward Hyde.
     El libro es conocido por ser una representación vívida de la psicopatología correspondiente a un desdoblamiento de personalidad. Fue un éxito inmediato y uno de los libros más vendidos de Stevenson. Las adaptaciones teatrales comenzaron en Boston y Londres un año después de su publicación y aún hoy continúa inspirando películas e interpretaciones interesantes.

     A principios de otoño de 1885, los pensamientos de Stevenson giraban en torno a la idea de la dualidad del hombre y cómo incorporar la dualidad del bien y del mal en una historia. Una noche tuvo un sueño y al despertar tenía la idea para dos o tres escenas que aparecerían en El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. "A altas horas de la mañana" dijo la señora Stevenson "fui despertada por gritos de horror de Louis. Pensando que tenía una pesadilla le desperté. Él me dijo furioso ´¿Por qué me has despertado? Estaba soñando un dulce cuento de terror. Yo le había despertado en la escena de la primera transformación".
     Lloyd Osbourne, el hijastro de Stevenson, recuerda que: "No creo que haya habido antes una hazaña literaria como la escritura de Doctor Jekyll. Recuerdo su primera lectura como si fuera ayer. Louis bajó enfebrecido, leyó casi la mitad del libro en voz alta; y luego, cuando todavía estábamos jadeando, él ya estaba otra vez lejos ocupado en la escritura. Dudo que la primera versión le llevara más de tres días".
    Como de costumbre, la señora Stevenson leyó el esbozo y apuntó sus críticas en los márgenes. Stevenson estaba postrado en la cama entonces por una hemorragia. Ella dejó sus comentarios con el manuscrito estando Stevenson en el dormitorio.
     Ella dijo que la historia realmente era una alegoría aunque Stevenson la escribía como un cuento. Al rato Stevenson la llamó en el dormitorio y señaló a un montón de cenizas: había quemado el manuscrito por miedo a que tratára de utilizarlo, y en el proceso se obligó comenzar desde el principio, con el fín de escribir una historia alegórica como ella había sugerido. El debate académico es si realmente quemó el manuscrito o no. Algunos eruditos sugieren que las críticas de su mujer no fueron sobre la alegoría sino sobre el contenido sexual inadecuado que supuestamente tendría esta versión. No hay ninguna prueba actualmente que indique que se quemó al manuscrito, pero en cualquier caso esto forma parte importante de la historia de la novela.
    Stevenson volvió a escribir la historia otra vez en tres días. Según Osbourne, "la mera hazaña física era enorme; y en vez de dañarle, esto le despertó y entusiasmó de forma inexpresable. Luego siguió refinándola y trabajando en ella durante 4 a 6 semanas". 

     El manuscrito fue al principio vendido como una edición en rústico por un chelín en el Reino Unido y un dólar en los Estados Unidos. Al principio las tiendas no hicieron provisión de la novela hasta que una crítica favorable apareció en The Times (25 de enero de 1886) Dentro de los siguientes seis meses fueron vendidas cerca de cuarenta mil copias. Hacia 1901 se estimó que se habían vendido más de 250.000 copias.(Wikipedia)
El Barrio Soho
     Soho es un área central del West End londinense, en la vecindad de la Ciudad de Westminster. Es un área de aproximadamente una milla cuadrada rodeada por Oxford Street al norte, Regent Street al oeste, Shaftesbury Avenue al sur, y Charing Cross Road al este. El área del oeste es conocida como Mayfair, al norte Fitzrovia, al este Holborn y Covent Garden, y hacia el sur St. James. Chinatown y el área alrededor de Leicester Square pueden ser consideradas como dentro o fuera del límite sur de Soho.
     El área la cual es ahora el Soho fue una explanada de cultivo hasta 1536 cuando fue apropiada por Enrique VIII como un parque real para el Palacio de Whitehall. El nombre Soho aparece por primera vez en el siglo XVII. La mayoría de las autoridades creen que el nombre deriva del antiguo “Soho!”, que era un grito típico en la caza (“¡Soho! Allí va el zorro”, etc.). Algunos sugieren una conexión con el Duque de Monmouth, quien usó “Soho” como grito de llamada a sus hombres en la batalla de Sedgemoor, pero el uso del nombre antecede a esa batalla por lo menos en 50 años. Una alternativa es que el nombre es derivado de un acotamiento de Somerset House, un gran palacio situado al sur, construido en 1547.

     En los 1660 la Corona cede los Campos del Soho a Enrique Jemyn, quien cede 19 de los 22 acres a Joseph Girle, quien tan pronto como ganó el permiso para construir allí, pasó su derecho y licencia a Richard Firith en 1677, quien comenzó su desarrollo. El Soho fue vendido por la Corona en parcelas en los siglos XVI y XVII.
     A pesar de las mejores intenciones de aquellos poseedores de tierras, como por ejemplo los de Earls o Leicester y Portland, para desarrollar la tierra a gran escala de urbanización,  el Soho nunca llegó a ser un área en moda para los ricos. Por el contrario, ha sido el encanto y carácter del Soho lo que ha hecho evitar y permitir un lugar un poco salvaje y cosmopolita. Por la mitad del siglo XVIII, todos los aristócratas quienes habían estado viviendo en Soho Square o en Gerrad Street se mudaron de allí y los artistas comenzaron a establecerse.
     Para la mitad de del siglo XIX todas las familias respetables se habían mudado de allí, y las prostitutas, los salones de música y pequeños teatros se habían asentado. Para los comienzos del siglo XX había una saludable mezcla de comedores de origen extranjero y el Soho se convirtió en un lugar de moda para los intelectuales, escritores y artistas.

     A partir de 1930 hasta el comienzo de la década de los 60, los pubs del Soho fueron llenados cada noche con escritores borrachos, poetas y artistas, muchos de los cuales nunca llegaron a ser famosos. Fue también durante este período cuando los grandes pubs se establecieron.
     El nombre Soho es deliberadamente imitado por el Soho de Hong Kong, una de las mayores áreas turistas en la Isla de Hong Kong. El Soho de Nueva York es nombrado así porque el área está al sur de Houston Street (South of Houston Street), en la parte baja de Manhattan.
     Un suceso primordial en la historia de la sanidad pública fue el estudio de un brote de cólera en el Soho por el doctor John Snow. Snow identificó la causa del brote en la calidad del agua en Broadwick Street (posteriormente llamada Broad Street). Snow eliminó la suciedad, para terminar con el brote. Una réplica del grifo, cerca del grifo original, con una placa memorial recuerda el acontecimiento, al lado del John Snow pub.
     El Soho es actualmente una pequeña y multicultural área del Londres central, la cual es casa de industria, comercio, cultura y entretenimiento, así como un área residencial para ricos y pobres. Durante siglos, el Soho ha sido causa de oleadas de inmigrantes. La Iglesia Francesa en Soho Square fue testigo de su posición como un centro para los Hugonotes franceses en los siglos XVII y XVIII.
     Soho es famoso por sus numerosos clubs, pubs, bares y restaurantes; también por su café nocturno, que da a las calles un sentimiento de “abierto toda la noche” los fines de semana. Además, destaca su ambiente musical, varias tiendas de discos se agrupan en el área alrededor de Berwick Street, donde tiendas como Blackmarket Records y Vinyl Junkies ofertan las últimas novedades.
     Soho es también el principal barrio gay de Londres, alrededor de Old Compton Street se concentran numerosos negocios orientados a este público. El 30 de abril de 1999 el pub Admiral Duncan, un local de ambiente gay, sufrió un ataque neonazi. David Copeland colocó una bomba con metralla que explotó causando tres muertos (dos de ellos heterosexuales) y treinta heridos. (Wikipedia)

El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hide
de Robert Louis Stevenson 
     Una noche de invierno, en las calles nebulosas de Londres, un solitario transeúnte chocaba accidentalmente con una chiquilla distraída. Segundos después estaba golpeándola despiadádamente por su impertinéncia. La chiquilla pidió auxilio y pronto estaba ahí su madre y varios adultos quienes quisieron matar al atrevido transeúnte. Eso hubiése sucedido, de no ser por la oportuna aparición de un policía que alcanzó a evitarlo. La niña después de ver la mirada amenazante del maleante retiró sus acusaciónes. Sin embargo, los adultos queriendo sacarle dinero al maleante, lo obligaron a que les pagára una indemnización. El hombre los llevó a su casa, y al salir entregó un chéque a nombre de Henry Jekyll. Al dar por terminado el asunto, el policía le pidió su nombre. El hombre dijo llamarse Edward Hyde, y se alejó por las nebulosas calles.
     Unos meses después, Enfield, quien fué testigo del incidente, se lo refirió a un primo suyo, quien era un abogado de apellido Utterson, el cual tras conocer al Dr. Jekyll, no podía entender cómo un hombre tan malvado podía estar relacionado con Henry Jekyll. Enfield lo llevó a la casa donde les había dado el chéque, y su primo Utterson pudo ver que era el laboratorio del Dr. Jekyll, y que daba a la parte posterior de su casa. Ambos pensaban que se trataba de un chantaje, y que el Sr. Hyde le pedía dinero al Dr. Jekyll a cambio de no divulgar algún secreto.
     Cuando el Sr. Utterson escuchó el nombre del maleante que había atropellado a la niña, el nombre de Edward Hyde, se quedó atónito. Utterson comprobó que no había error, al ver en el testamento del Dr. Jekyll, que Utterson mismo había redactado, el nombre de Edward Hyde, quien era la persona a quien el Dr. Jekyll legaba toda su fortuna.
     Utterson se dirigió sin perder el tiempo a la casa de su amigo Lanyon, quien era amigo del Dr. Jekyll. Utterson le preguntó si sabía algo de Jekyll o si tenía algún problema, a lo que Lanyon le dijo que hacía mucho tiempo que no lo veía. Lanyon le explicó que había terminado su amistad y colaboración con Jekyll, debido a sus locos experimentos. Utterson preguntó más sobre los detalles de estos experimentos, y el Sr. Lanyon le dijo que se había inclinado por la Química, la Metafísica, y los estudios de la mente. Utterson le hizo la última pregúnta: “¿Conoces a un tal Edward Hyde?” El Sr. Lanyon contestó que no lo conocía.        
    Al salir de ahí pensó que no le quedaba otra alternatíva que ir a interrogar al propio Henry Jekyll, debido a lo cada vez mas obscuro del asunto. Era ya noche cuando se acercaba al parque que estaba ubicado al frente de la casa del Dr. Jekyll, cuando de repente, escuchó unos pasos irregulares con el sonido de un bastón detras de él. Utterson sintió la necesidad de saber quién era el caminante y al volverse descubrió a un hombre algo cojo, que lo miraba con semblante cínico y burlón, y Utterson dijo: “Sr. Hyde,” “¿Cómo saben usted mi nombre señor?” preguntó aquel personaje, y el señor Utterson se presentó: “Soy abogado del Dr. Jekyll, quien me habló de usted.” “¡Miente!-dijo el sr. Hyde-Jekyll jamás le habló de mi.”  En ese momento Utterson le dijo: “¿Cómo puede estar tan seguro? Mejor explíqueme cuál es su relación con mi amigo Henry,” “Eso es algo que a usted no le concierne,” dijo el Sr. Hyde, “Sólo recuérde bién mi rostro y adiós. Debo un encargo del Dr. Jekyll.”
       Utterson comprobó esa exráña sensación de repugnancia de la cual le había hablado Enfield, que sentía cuando uno se encontraba ante la presencia del Sr. Hyde. Utterson pensaba que Hyde era capaz de matar al Dr. Jekyll solo por heredar. Al entrar Utterson a la casa del Dr. Jekyll, Poole, su mayordomo, le indicó a Utterson que no se encontraba y que había avisado que no regresaría a dormir. Utterson le preguntó si conocia a un tal Sr. Edward Hyde. Poole le conestó: “Oh Si. Es un joven protegido de mi amo. Tiene las llaves de la casa y sale por el laboratorio. Tenemos órdenes de respetarle y obedecerle en todo, como si fuera el propio dueño.”
     Algunas semanas después, se celebró una comida en casa del Dr. Jekyll. Cuando los invitados se retiraron, Utterson por fín se quedó solo con el anfitrión. Utterson le hizo directamente la pregúnta: “He esperado la ocasión para preguntarle algo amigo mio. ¿Recuerdas aquel último testamento tuyo que tengo en mi poder, en el que dejas tu fortuna a un tal Sr. Hyde? pues he sabido cosas poco agradables de ese joven y…” Usualmente amable, el doctor se volvió enérgico y dijo: “¡No quiero oír más! ¡He decidido que Hyde sea mi heredero! Y no daré mas explicaciónes” después se tranquilizó y dijo: “Perdóname Utterson. No comprenderías. Solo prométeme, como amigos que somos, que si algo me sucediéra, te ocuparás de Hyde.” Utterson dijo: “Está bien Henry. Te lo prometo.”
     Un año después, ocurrió un terrible percanse. Una sirvienta que regresaba de sus labores fué la único testigo de ello. Ella vió cómo dos hombres discutían, y uno de ellos enfurecido descargaba toda su furia golpeando al otro con un bastón hasta dejarlo muerto. Una hora después, el inspector Newcomen tomaba la declaración de la sirvienta. A la mañana siguiente, después de leer la nota en el periódico, Utterson se presentaba ante el inspector para que le mostrase lo que hallaron junto al cadaver. El fallecido era un miembro del parlamento, por lo que el inspector pensaba habría sido un crimen político. Sin embargo, cuando Utterson vió los objetos, reconoció en el bastón roto ,el mismo que él había regalado al Dr. Jekyll. Fué entonces cuando Utterson le dijo al inspector que lo acompáñara, pues él lo llevaría con el culpable. Utterson tomó la dirección del Sr. Hyde que el Dr. Jekyll le había dado según el testamento. Su casa resulto estar ubicada en un barrio de muy bajo nivel economico: el barrio Soho. Al ir hacia allá, Utterson se preguntaba ¿Cómo el Dr. Jekyll había hecho al Sr. Hyde heredero de un cuarto de millón de libras esterlinas? Ambos arribaron a un edificio viejo y arruinado. Hyde no estaba. La portera les dijo que anoche había estado allí, y por lo regular se desaparecía. Además, agregó que aunque Hyde no parecía gente de fiar, pagaba la renta puntualmente. Utterson y el inspector notaron que el apartamento tenía muebles lujosos. Además, encontraron la otra parte del bastón y una chequera quemada.
    Una hora después, Poole anunciaba al Dr. Jekyll la llegada de Utterson. Al entrar Utterson le dijo: “¿Ya sabes lo que hizo ese hombre?” El Dr. Jekyll nervioso le dijo: “Escuché que los vendedores de periodico gritaban que había sucedido algo terrible.” Utterson le dijo: “No habrás sido tan insensato como para esconderlo, porque ese sería tu fín.”  Dr. Jekyll le contestó: “¡Oh Utterson! Te juro que he terminado con Hyde.” “¿Porqué dices eso?” le preguntó Utterson. Dr. Jekyll le entregó una carta y le dijo: “Lee esto.”  Utterson leyó y le dijo: “Aquí dice que Hyde te agradece por todo, y que cuenta con lo necesario para salir del país.” Utterson continuó diciendo: “¿Y tu testamento?,” “Puedes destruírlo-dijo Jekyll-he recibido una gran lección.”
     Cuando Utterson vió que todo estaba en orden, que guardaría la carta y no le diría nada a policía, decidió retirarse. Al despedirse de Poole, Utterson le preguntó: “¿Recuerda cómo era la carta que le llegó al doctor ésta mañana?” Poole contestó: “Hoy no llegó ninguna carta para el doctor, solo folletos de propaganda. Estoy seguro de ello. Yo mismo retiré todo el buzón.” Al salir, Utterson se fué muy pensatívo, y concluyó que el destino lo había colocado a las puertas de un terrible misterio del cual aún no hallaba una solución.
     Poco después, Utterson se hallaba con Guest, un pasante de abogacía especialísta en grafología, a quien le mostró dos manuscrítos para que los comparase. Uno era del Dr. Jekyll y otro era del Sr. Hyde. El grafólogo conlcuyó que ambos documentos eran escritos por la misma persona, salvo que Hyde escribía un poco inclinado hacia atrás. Utterson quería descubrir el carácter de Hyde pero al conocer éste detalle, se irritó preguntándose porqué Jekyll había falsificado la carta.
     Pasaron varias semanas y a pesar que Utterson había ofrecido una recompensa para localizar a Hyde, parecía que se lo había tragado la tierra. Utterson recibía siempre la misma respuesta de Poole: Que el Dr. Jekyll se había encerrado en su habitación y no quería ver a nadie. Utterson se sentía culpable de no haber entregado la carta falsa al inspector. Utterson desesperado pensó en hablar con Lanyon. Al verlo, lo encontró muy delgado y demacrado. Utterson le preguntó a Lanyon ¿qué le había sucedido? Lanyon le contestó que su estado de ánimo y de salud obedecía al hecho de haber presenciado un evento que había roto el equilibrio de su mente y su organismo.  Utterson le dijo: “El Dr. Jekyll también está enfermo.” Lanyon le contestó: “No me hables de ese hombre; de ese monstruo por favor.”
     Utterson llegó a su casa decaído y confundído, cuando su ama de llaves le entregó una carta, diciéndole: “Trajeron esta carta del Dr. Jekyll para usted señor, hace unos minutos.” Utterson se tranquilizó, fué a su escritorio y se sentó a leer: “Disculpa. Estoy pagando mis culpas por un error cometido. Sigo un obscuro camino en el que no puedes acompañarme. Respeta mi retíro y no te olvídes de mi.”
     Una semana más tarde murió Lanyon, no sin antes entregarle una carta a Utterson. Jekyll no acudió al sepelio. Al día siguiente, Utterson tenía en sus manos la carta de Lanyon que le habían entregado en su casa el día de su muerte. Sin embargo, el sobre decía: “Para el abogado Utterson. Este documento debe ser destruido antes de ser leído.”  Utterson pensó que en esa carta estaba el misterio de la desaparición de Hyde y el encierro de Jekyll. Finalmente decidió respetar la voluntad expresa del muerto, y guardó el sobre en su caja fuerte.
     Tiempo después, un domingo Utterson y su pariente Enfield paseaban de nuevo por aquella callejuela situada detras de la casa de Jekyll, cuando vieron que el mismo Dr. Jekyll, salía arriba en la ventana demacrado y débil. Al verlos, el Dr. Jekyll les dijo desde la ventana: “¡Utterson! ¡Qué alegría me da verte!” Utterson le dijo: “Henry ¿Estas bién? ¿Podemos hacer algo por tí?” En ese precíso instante, la sonrisa de Jekyll se convirtió en ansiedad, y luego en un intenso dolor. Utterson y Enfield salieron de la callejuela consternados.
     Esa noche el mayordomo Poole fué a buscar al Sr. Utterson, pues estaba muy preocupado por lo que sucedía en la casa de Jekyll. Ambos regresaron, y estando de nuevo en casa del Dr. Jekyll,  Poole le refirió a Utterson que desde hacía una semana Jekyll estaba encerrado, y por momentos se escuchaban gritos de animal herido. Además, había visto salir del laboratorio a un hombrecillo cuando éste pensó que nadie lo obserbaba, para retirar un frasquillo de sales que el mismo Poole había ido a comprar a la farmacia. Utterson le preguntó: “¿Cree que ese hombrecillo pudo haber sido Hyde?” “No podría asegurarlo por la obscuridad-dijo Poole-pero si noté que vestía un traje que le quedaba grande, como si alguien se lo hubiera prestado.”
     Utterson pensó que Hyde había regresado y había matado a Jekill cuando éste quiso entregarlo a la policía. Ambos fueron por una hacha para derribar la puerta y escucharon una voz desconocida que les decía que no entráran. Utterson pensó que era Hyde, y al derribar la puerta vieron a un hombre muerto en el suelo. Al voltearlo se dieron cuenta que era el Sr. Hyde con las ropas del Dr. Jekill. Al parecer se había suicidado con arsénico.
     Poole pensaba que Hyde había matado a Jekyll, y que al verse perdido trató de hacerse pasar por él, y finalmente se suicidó al verse acorralado. Cuando revisaron el laboratorio, encontraron una carta para Utterson, escrita por el Dr. Jekyll. Debido a la carta, Utterson estaba seguro que el Dr. Jekyll vivía, ya que si Hyde lo hubiera matado, no habría dejado la carta.
     Poco después, Utterson se encontraba en su escritorio dispuesto a leer las cartas de Lanyon y Jekyll. Utterson sentía miedo, pues sabía que en ellas se encontraba la explicación al misterio que tanto lo había preocupado. Comenzó con la carta de Lanyon. En su carta, Lanyon narraba que una noche de diciembre recibió una carta del Dr. Jekill, a quien no veía desde hace mucho tiempo, en la que le pedía que fuera a su laboratorio, sacára algunas cosas, y las llevára a su consultorio, pues ahí pasaría una persona a recogerlas. Hizo lo que le pidió y a media noche se presentó efectivamente un sujeto extráño. Después, el extráño personaje le preguntó si deseaba ser testigo de una verdad cruel y dolorosa, o prefería seguir sumido en la ignorancia.
         El Dr. Lanyon prefirió enterarse de todo, y cuando el hombrecillo bebió el contenido de la copa dejó escapar un quejido de dolor. A continuación, su cara se volvió negra y sus facciones comenzaron a cambiar, hasta que la transformación se detuvo en los rasgos de la persona de su amigo el Dr. Jekyll. Éste le dijo que se tranquilizára, y que aceptára con valor ésta revelación de una de las verdades más fundamentales de la naturaleza humana. Jekyll continuó y le dijo que lo único que podía decirle es que el hombrecillo que había visto hace un momento, se llamaba Edward Hyde y era buscado por toda Inglaterra por el asesinato del parlamentario Danvers Carew.
     Utterson estaba atónito y seguro de que la explicación a todo éste asunto fantástico estaba en la segunda carta, en la confesión de Jekyll. La abrió y esto es lo que encontró:
    “Nací en 1820. Mis padres eran poseedores de una gran fortuna y soy su hijo único. Desde muy joven fuí inclinado a los estudios científicos y tuve los mejores maestros. Mi única diversion eran los juegos y los placeres simples de la vida, pero al pasar el tiempo, mis diversiones eran cada vez menos inocentes, y mi comportamiento iba bifurcándose. Por unos momentos era un joven normal e irreprochable, y en otros, daba rienda suelta a mi salvaje necesidad de placer. Tras tomar conciencia y reflexionar sobre ello, me dí cuenta que era como si yo fuera dos hombres distintos en uno solo.
     Pensé que seguramente la mayoría de las personas tendríamos dos o más personalidades y que sería maravilloso que se pudieran separar. Así, la parte perversa y destructíva, seguiría su propio camino fatal, dejando libre de culpa y carga a la parte buena y noble.
     Con los años ingresé a la Universidad y estudié medicina, y en las sesiones de disección, al ver los cuerpos humanos, me preguntaba, ¿En qué parte? ¿En qué substancia? ¿En qué sección de éste maravilloso universo que es el cuerpo humano, radica el alma, la personalidad, la manera especial de ser de cada individuo? ¿Qué es lo que decide a un hombre ser bueno o malo, creador o destructor? ¿Hay algo en su sangre, en su cerebro, en sus huesos o nervios, que lo condicionen a ser de una manera o de otra? 
     Decidí encontrarlo, y estaba seguro de que podría hacerlo. Tendría que encontrar esa fórmula organica que decide el destino y el carácter de cada ser humano. Así, como la Anatomía y la Biología no me ayudaban, recurrí a la Química para lograrlo. Fracasé muchas veces. Por momentos me sentía frustrado y con ganas de abandonarlo todo y no perder más mi tiempo y mi vida.
     Con el tiempo me interesaba de nuevo, y pensaba que esos desdichados a quienes la sociedad llama simplemente ‘locos,’ talvéz se encuentran perdidos en esa confusión de sus diversas personalidades. No distinguen el bien del mal porque han perdido la fórmula para diferenciar entre sus actos positivos y negativos. En otras palabras, no saben quienes son. Visité un reclusorio de enfermos mentales donde se me dijo qué substancias les daban a los enfermos, las cuales los calmaban, y les devolvían la cordura por un momento, aunque solo durára un tiempo.
     Para ese entonces había yo comprado ya mi casa frente al parque y había instalado mi laboratorio en la parte posterior  y continué mis investigaciones. Sin embargo con el tiempo se alargáron nuestras diferencias y nuestra separación fué inevitable.
     Una noche por fín, bebí la substancia preparada, y enseguida sentí un dolor terrible en el vientre. Pensé que moriría y de repénte  mis manos empezaron a cambiar. Me dí cuenta que había perdido mi estatura al notar que mi ropa se había aflojado. Al verme en el espejo, me sentí fascinado. Aquel milagro había sucedido. YO YA NO ERA YO, SINO EL SEÑOR HYDE. Aquél ser era la emanación de toda la maldad desde mi niñéz. Seguramente era más pequeño porque mi parte buena se había desarrollado más, y la había mantenido a cubierto, impidiendo que se desarrollára. Me sentía liviano y travieso, con ganas de vivir. Como Edward Hyde renté y amueblé aquél departamento. Dí rienda suelta a mis inclinaciones, pero cuando más gozaba era cuando humillaba y hacía sufrir a quienes se ponían en mi camino. 
     Sabía que volviendo a ingerir la droga, me convertiría de nuevo en el honorable Dr. Jekyll. Mi conciencia maligna quedaba adormecida, pues Hyde se había esfumado. Una noche que maltraté a una niña en la calle, la gente se enfureció tanto que temí por mi seguridad. Un caballero y un policía me exigieron reparar el dáño, y tuve que traerlos a ésta casa para darles un cheque a nombre del Dr. Jekyll. A los pocos días, tuve que abrir una cuenta  en el banco a nombre de Hyde, para evitar en el futuro incidentes parecidos que relacionáran a Hyde conmigo.
    Dos meses antes del asesinato de Sir Carew, regresaba de una de mis andanzas cuando al llegar a mi casa, tome la pócima y me acosté una vez que me cambió a Jekyll. Pero, ¿Cuál no fué mi sorpresa? Que al despertar estaba convertido de nuevo en Hyde, de manera que tuve que atravesar la casa así. Por lo menos, había dado instruciones a mis criados que respetáran a Hyde y no se extrañáran de sus salidas y entradas.
     Tuve que tomar una porción doble de mis dósis debido a la fuerza que había adquirido Hyde antes de que fuera demasiado tarde. Durante semanas me obligué a permanecer en la forma de Jekyll, dedicado a una vida tranquila, ascética, y estrícta. Pero una noche, las ánsias de libertad y góce ganaron la batalla de mi voluntad. Después de preparar la pócima y tomarla, me ví en el espejo y ví a un Hyde más robusto y alto, con más deseo de maldad ocasionado, sin duda, por el tiempo de encierro. Encaminé mis pasos hacia el Soho. Ví a Sir Carew venir hacia mí y preguntarme sobre una dirección a lo cual accedí a guiarlo.  Al llevarlo a un callejón obscuro se asustó y me quiso ofrecer dinero. Después lo golpié hasta dejarlo muerto. Corrí hasta mi departamento en el Soho. Quemé la chequera y destruí la parte del bastón que se rompió. Ya recuperado en casa, quemé las ropas de Hyde y me juré a mi mismo nunca volver a aparecer a Hyde.
     Ya más tranquilo, me paseaba un día por el parque. Disfrutaba ver el juego de los niños cuando sentí un mareo y me senté en un banco a descansar, cuando una corriente helada de horror me invadió al descubrir, unos segundos después, que mi cuerpo era una vez más ¡El de Hyde!
     En aquella ocasión fué necesario triplicar la dósis y había que pedir más provisión de sales a la farmácia, pues la provisión se terminaba. Las transformaciónes eran cada vez más frecuentes y mi forma maligna iba tomando más fuerza. Casi no me atrevía a salir a la calle porque en algunas ocasiones el cámbio fué allí y tuve que ocultarme como un prófugo. Por esa razón, tuve que recurrir a Lanyon, pues temía que en la forma de Hyde, mis criados me entregáran a la policía. Después que Lanyon muriera, por la impresión de observar mi transformación, me dí cuenta que la provisión de sal que él me había dado, se había agotado. Tuve que probar la provisión que Poole acababa de traer de la farmacia. Sin embargo, al poner las sales en la tintura roja y hacerse la ebullición, la substancia siguió siendo roja, y me arriesgué de todas maneras a beberla. Pero tal como lo temía, no surtió ningún efecto. Con ésto, siendo yo aún Jekyll, sabía que estaba a merced de Hyde, y podía transformarme en él en cualquier momento sin provocarlo ya. Mi transformación en Hyde ocurría en los momentos más imprevístos y cada vez con mayor frecuencia. Aún mi gemelo Hyde, temía ser capturado por la policía y apenas dormía yo, me despertába sin saber si era Jekyll o Hyde, hasta que tomé una desesperada desición.
    Me ha costado un gran esfuerzo de concentración escribir ésto. Temo que Hyde lo destrúya. He preparado una dósis de arsenico tan fuerte como para que ponga fín a mi vida y a la de Hyde si es necesario. Sellaré éste sobre con la esperanza de que llégue a tus manos Utterson. Comienzo a sentir a Hyde emergiendo en mi conciencia. Adiós amigo mío.”    
Tomado de Joyas de la Literatura, Año VI, No. 43. Octubre 1, de 1986. Guion: D. Plaza. Adaptacion: R. Bastien. Segunda Adaptacion: Jose Escobar.