Club de Pensadores Universales

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lunes, 7 de noviembre de 2011

El Mercader de Mujeres de Ernest William Hornung

     Ernest William Hornung nació el 7 de junio, de 1866, y murió a la edad de 54 años, el 22 de marzo, de 1921. Conocido como Willie, Hornung era un autor Inglés, más famoso por escribir la serie de novelas sobre Raffles, un ladrón de guante blanco en el Londres victoriano tardío.
       Hornung nació en Middlesbrough, Inglaterra. Él era el tercer hijo y el más joven de ocho hijos de John Peter Hornung, quien nació en Hungría. Ernest Hornung fue educado en la Escuela Uppingham durante algunos de los últimos años de su genial director, Edward Thring. Hornung pasó la mayor parte de su vida en Inglaterra y Francia, pero en diciembre de 1883 levantó rumbo a Australia.
      Hornung llegó en 1884 y permaneció durante dos años en Australia, donde trabajó como profesor en la estación de Mossgiel en el Riverina.
       A pesar que su experiencia en Australia fue breve, la experiencia coloreó la mayoría de su obra literaria, desde A Bridge from the Bush, publicada en  1899, hasta Old Offenders and a few Old Scores (Viejos Delincuentes y Algunas Cuentas Pendientes) el cual apareció después de su muerte. Cerca de dos tercios de sus 30 novelas publicadas hacen referencia a los incidentes de Australia y sus experiencias.
       Hornung regresó a Inglaterra en febrero de 1886, y se casó con Constanza ("Connie") Aimée Monica Doyle (nacida en 1868 y fallecida en 1924), la hermana de su amigo Sir Arthur Conan Doyle, el 27 de septiembre de 1893.
        Hornung trabajó como periodista y publicó también los poemas, Bond and Free y Wooden Crosses en The Times.
       El personaje de John C. Raffles, un “Ladrón de Guante Blanco”, apareció por primera vez en, Cassell's Magazine en 1898 y las historias fueron posteriormente recopiladas como El Ladrón Amateur (1899).
        Otros títulos de la serie incluyen La Máscara de Negro (1901), Un Ladrón en la Noche (1905), y la extensa novela, Raffles, el Sr. Justicia (1909). También co-escribió la Obra de Teatro, Raffles, The Amateur con Eugene Presbrey en 1903.
      
      Después que Hornung pasó tiempo en las trincheras con las tropas en Francia, publicó,  Notes of a Camp-Follower on the Western Front, en 1919, un informe detallado de su tiempo allí.
      El único hijo de Hornung, murió en Ypres el 6 de julio de 1915; Hornung entonces tomó el trabajo de la YMCA en Francia. Hornung murió en Saint-Jean-de-Luz, en el sur de Francia el 22 de marzo de 1921, sobreviviéndole su esposa.
       Además de sus novelas y cuentos Hornung escribió algunos versos de guerra, y una obra de teatro basada en las historias Raffles que fue producida con éxito.
       Hornung estaba muy interesado en el cricket, y era “un hombre de grande naturaleza y generoso, un compañero y conversador encantador.”
       El modelo de Raffles fue George Ives, un criminalista educado en Cambridge y jugador de criquet talentosos de acuerdo con Lycett.(Wikipedia)
Cristianismo Muscular 
       La Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes (comúnmente conocida como YMCA o, simplemente, la Y) es una organización mundial de más de 45 millones de miembros en 125 federaciones nacionales afiliadas a través de la Alianza Mundial de YMCA.
        La YMCA fue fundada el 6 de junio de 1844 en Londres, Inglaterra. El objetivo de la organización es poner en práctica los principios cristianos, logrando el desarrollo de "un espíritu, mente y cuerpo sano".
       La YMCA es una organización federada formada por organizaciones locales y nacionales en voluntaria asociación. Es una de las muchas organizaciones que defiende el Cristianismo Muscular.     
           Cristianismo Muscular es un término utilizado para designar un movimiento que se originó durante la época victoriana, que hizo incapié en la necesidad de un cristianismo actívo y energético en combinación con un ideal de masculinidad vigorosa. 
       Hoy en día, los YMCAs están abiertos a todas las personas, independientemente de su credo, clase social, edad o género. La Alianza Mundial de YMCA tiene su sede en Ginebra, Suiza. (Wikipedia)
George (Cecil) Ives
        George (Cecil) Ives, el modelo en quien se basó Hornung para crear su personaje, nació en Alemania el 1 de octubre de 1867 y murió a los 82 años, el cuatro de junio de 1950. Ives fue un escritor, poeta, reformador del derecho penal, y uno de los primeros defensores de los derecho de los homoxesuales.
        Ives era el hijo ilegítimo de un oficial del ejército inglés y una baronesa española. Fue criado por la abuela paterna, Emma Ives. Vivieron entre Bentworth en Hampshire y el sur de Francia.
       Ives conoció a Oscar Wilde en el Authors' Club en Londres en 1892. Impresionó a Oscar Wilde con su apariencia juvenil, de forma que lo convenció para afeitarse el bigote y una vez incluso lo besó apasionadamente en el Travellers' Club.
        Ives ya estaba trabajando para acabar con la opresión de los homosexuales, lo que llamaba la “Causa”. Ives esperaba que Wilde se uniese a la Causa, pero Wilde lo desilusionó. En 1893, Lord Alfred Douglas, con quien había tenido un breve affaire, le presentó a varios poetas de Oxford que Ives esperaba ganar para la Causa.
       Hacia 1897, Ives creó y fundó la Order of Chaeronea (Orden de Queronea), una sociedad secreta para homosexuales que tomaba su nombre del lugar de la batalla en el que el Batallón Sagrado de Tebas había sido finalmente aniquilado en el 338 A.C.
       Entre sus miembros se encontraban Charles Kains Jackson, Samuel Ellworth Cottam, Montague Summers y John Gambril Nicholson. Se cree que C. R. Ashbee y A. E. Housman también eran miembros.
       En sus numerosos escritos, Ives se refiere a Walt Whitman como “el Profeta” y empleó líneas de la poesía de Whitman en los rituales y ceremonias de la orden.
       En 1914, Ives, junto con Edward Carpenter, Magnus Hirschfeld, Laurence Housman y otros, fundaron la British Society for the Study of Sex Psychology (Sociedad Británica para el Estudio de la Psicología Sexual).
      También se mantuvo en contacto con otros psicólogos progresistas como Havelock Ellis y el profesor Cesare Lombroso. Los temas tratados por la Sociedad en charlas y publicaciones incluían: la promoción del estudio científico del sexo y una actitud más racional hacia el comportamiento sexual; problemas y preguntas relacionadas con la psicología sexual (desde cuestiones médicas y jurídicas, hasta aspectos sociológicos), control de natalidad, aborto, esterilización, enfermedades venéreas y todos los aspectos de la prostitución.
       En 1931, la organización se convirtió en la British Sexological Society (Sociedad Sexológica Británica). Ives era el archivista de la Sociedad y sus escritos se encuentran actualmente (2007) en el Harry Ransom Center en la Universidad de Texas en Austin.
     Ives también visitó prisiones a lo largo y ancho de Europa y se especializó en los métodos penales, particularmente los de Inglaterra. Enseñó y publicó libros sobre el tema.
      Según se fue haciendo mayor, Ives desarrolló una pasión por los melones y llenó su casa en el n° 196 de Adelaide Road, NW3 (donde vivía desde 1906) con ellos. Se negó a creer que la Segunda Guerra Mundial había finalizado y llevó consigo una máscara antigás a todas partes hasta su muerte. También tenía miedo de dormir solo y siempre se preocupaba de tener por lo menos un compañero de cama.
    A lo largo de su vida, Ives tuvo muchos amantes, que llamaba sus "niños." Los cuidaba, les daba dinero y les compraba casas. A menudo vivia con mas de un amante a la vez y algunos se quedaron con él varios años.
 Los Escritos de Ives

       George Ives dejó tras su muerte en 1950 un gran archivo que cubría su vida y su obra entre 1874 y 1949. Los escritos fueron comprados en 1977 por el Harry Ransom Research Center y han sido divididos en cuatro secciones.
I. Correspondencia, 1874-1936
Esta sección contiene las invitaciones y cartas que tratan de los escritos y conferencias de Ives sobre la reforma de las prisiones, la sodomía, la British Society for the Study of Sex Psychology y otros temas. Ives tenía correspondencia con Adolf BrandOscar Browning, Edward Carpenter, Havelock Ellis, Norman GaleAugustus HareErnest Jones, Cesare Lombrose, C.M. NorthReggie TurnerEdward Westermarck.
II. Obra, 1897-1937
Esta sección agrupa ejemplos de la obra publicada de Ives, sus apuntes, notas y muestras de veros, tanto escrito a máquina, como en holografías. Los temas representados incluyen: la reforma de las prisiones, crimen y castigo, puntos de vista históricos sobre la sexualidad y religión.
III. Diarios, 1886-1949
La mayoría del material consiste en 122 volúmenes de diarios conservados por Ives desde la edad de 19 hasta seis meses antes de su muerte, a la edad de 82. Los diarios tienen anotaciones diarias entre el 20 de diciembre de 1886 hasta el 16 de noviembre de 1949. La visión que da Ives en sus diarios sobre la vida de los homosexuales ingleses de clase media-alta de finales del siglo XIX es especialmente interesante para entender el movimiento homosexual en la Inglaterra de la época.
El contenido varía desde la descripción de impresiones personales de eventos sociales, estudios detallados de sus amigos y conocidos, hasta el análisis del tratamiento de criminales y el funcionamiento de las prisiones. A partir del volumen trece, Ives hizo un índice de sus diarios y los empleó a menudo para preparar una conferencia u otros escritos.
IV. Varios 1888-1949
Esta sección incluye las reglas y los sellos de cera de la Orden de Chaeronea, junto con un catálogo de la biblioteca de la British Society for the Study of Sex Psychology, además de un libro de recortes de críticas y recortes sueltos para tres de los libros de Ives, Eros' Throne (El Trono de Eros, 1900), A History of Penal Methods (Una Historia de los Métodos Penales, 1914) y Obstacles to Human Progress (Obstáculos al Progreso Humano, 1939). También hay una galerada del prefacio de English Prisons Today (La Prisiones Inglesas Hoy, 1922), de George Bernard Shaw, anterior a los cambios. (Wikipedia)
       La Orden de Queronea era una sociedad secreta para el cultivo de una homosexualidad moral, ética, cultural y espiritual. Fue fundada por George Cecil Ives en 1897, como resultado de su comprensión de que los homosexuales no serían aceptados abiertamente en la sociedad y por lo tanto deberían tener un medio de comunicación secreto entre ellos.
      La sociedad debía su nombre a la ubicación de la batalla, Queronea, en la que el Batallón Sagrado de Tebas fue aniquilado por fin, en el 338 antes de Cristo.
       En la década de 1860, un abogado alemán llamado Karl Heinrich Ulrichs pudo haber sido el primer europeo moderno en declarar públicamente su homosexualidad. Ulrichs escribió docenas de libros y folletos donde presentó un argumento crucial: La preferencia por el amor del mismo sexo es hereditario, por lo tanto, no debería ser un delito. Él introdujo la palabra “Urano” como sinónimo de relaciones homosexuales, e incluso exigió que al homosexual se le concediera el derecho a casarse.
       Pensadores un poco menos radicales en Alemania, Austria y Francia comenzaron a argumentar que el sexo entre hombres era un trastorno psicológico que debería ser tratado por los médicos, en lugar de ser considerado un crimen y ser castigado por los tribunales. Como resultado, en 1876 el término, “psicológico,” se había convertido en un término que Wilde y sus colegas utilizaban para describir cualquier cosa referente a las relaciones homosexuales. Al mismo tiempo, McKenna escribe, “la estética parece florecer a la vida, completamente formada, a finales de la década de 1870.” Se trataba de “una embriagadora mezcla de arte, idealismo, y  política, que trata de difundir un nuevo evangelio de la Belleza.”
       Y en 1893, poco después de reunirse con Wilde, George Ives, amigo de Wilde, cuyos diarios contienen muchos nuevos detalles de la vida del escritor Wilde, fundó una sociedad secreta llamada la Orden de Queronea, nombrada, “después de la batalla donde los amantes masculinos de la banda de Tebas fueron sacrificados en el 338 antes de Cristo.” A los nuevos miembros de la Orden se les obligaba jurar, “nunca molestar o perseguir a los amantes” y “Que el amor verdadero sería para vosotros como un santuario.” Ives y otros miembros fechaban las cartas y otros materiales a partir del año de la batalla de Queronea, por lo que 1899 debería ser escrita como C2237. Un elaborado sistema de rituales, ceremonias, servicio de la iniciación, sellos, códigos y contraseñas fueron utilizados por los miembros. La sociedad secreta se convirtió en una organización en todo el mundo, e Ives aprovechó cada oportunidad para difundir la palabra acerca de la “Causa.”
       La Orden, de acuerdo a los cuadernos de Ives, tenía un propósito específico, distintas recetas, una filosofía, su simbolismo particular: “El sello de la corona de dobles,” y el “signo-palabra” AMRRHAO. Los prerrequisitos de afiliación se indicaban que eran, “el celo, el aprendizaje y la disciplina.” El principio del secreto se transmite por la metáfora de, “The Chain” subrayando que uno nunca debe revelar cualquier información sobre el orden o de sus miembros.
En palabras de Ives: 
Creemos en la gloria de la pasión. Creemos en la inspiración de la emoción. Creemos en la santidad del amor. Ahora algunos en el mundo exterior nos han preguntado por nuestra fe y la mayoría de nosotros nos encontramos con que no tenemos una respuesta para ellos. Hay quienes se burlan, a los que no hay que responder, y son locos para quienes nuestras palabras no significan nada. ¿Para qué son las palabras? Símbolos de concepciones afines comprendidas y los similares atraen a los similares." (Wikipedia)
El Batallón Sagrado de Tebas
        El Batallón Sagrado de Tebas era una unidad de élite griega formada por 150 parejas de amantes, todos masculinos. Según Plutarco, fue creado por el comandante tebano Górgidas. Las parejas consistían en un miembro de mayor edad o “heniochoi” (conductor) y uno más joven o “paraibatai” (compañero). La motivación para el uso del "ejército de amantes" en batalla lo expresa Plutarco:
Para hombres de la misma tribu o familia hay poco valor de uno por otro cuando el peligro presiona; pero un batallón cimentado por la amistad basada en el amor nunca se romperá y es invencible; ya que los amantes, avergonzados de no ser dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes, deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros.
        De acuerdo con Plutarco, Górgidas inicialmente distribuyó al Batallón Sagrado de Tebas a lo largo de sus líneas de batalla como un cuerpo de élite para fortalecer la resolución de los demás. Sin embargo, Pelópidas, después de que el Batallón hubo luchado con éxito en la batalla de Tegira, lo usó como una especie de guardia personal. El Batallón Sagrado de Tebas fue una parte importante de la infantería griega durante cerca de 33 años. Participó como punto fuerte de la formación tebana, en las batallas de Leuctra y de Mantinea que humillaron el poderío de los espartanos. De tales golpes nunca se recuperaron, incluso acabaron como fuerza a considerar en Grecia, al disminuido ejército de los Homoioi.
     Su única derrota se produjo en la batalla de Queronea, en el 338 a. C., la cual fue la batalla decisiva en la que Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno terminaron con la independencia de las ciudades-estados griegas. Filipo había estado cautivo en Tebas, donde aprendió sus tácticas militares. El resto del ejército tebano huyó cuando se enfrentó a las abrumadoras fuerzas de Filipo y Alejandro, pero el Batallón Sagrado, rodeado, se mantuvo firme y cayeron donde estaban. Plutarco cuenta que Filipo, ante la visión de los cadáveres amontonados en una pila y entendiendo de quiénes se trataban, exclamó:
“Perezca el hombre que sospeche que estos hombres o sufrieron o hicieron algo inapropiadamente.”
     Aunque Plutarco afirma que los 300 componentes del batallón murieron ese día, otros escritores afirman que 250 perecieron y que el resto sólo fueron heridos. Estos datos fueron verificados en su tumba comunal en Queronea, en la cual fueron hallados 254 esqueletos, alineados en siete filas. (Wikipedia)
El Mercader de Mujeres
de Ernest William Hornung
       Aquella noche de verano londinense, todo el mundo dormía, a excepción de un personaje especialmente entrenado para recorrer techos sin caerse. Era John D. Raffles, alias “Lord Lister,” ladrón de guante blanco, temido y admirado a la vez. Actuaba con sigilio buscando la entrada a una casa. Con ayuda de una pequeña linterna pudo leer la placa en la puerta de entrada: “Alfred Newton Jr. Juez de Distrito.” Raffles se introdujo en el despacho del funcionario judicial. Miro un cuadro en la obscuridad y se dijo a sí mismo, “¡No hay cajas de seguridad a la vista! Así que me interesa ese oleo…” Pero al quitarlo notó que el cuadro escondía una caja de seguridad empotrada en la pared. “¡Lo que supuse! Hasta es interesante que tiene poca imaginación para esconder el éxito de sus hurtos.” Raffles también era experto en combinaciones complicadas. Abrió la caja de seguridad y al ver el contenido, exclamó, “¡Hay una fortuna en joyas que no me vendrán mal! Me interesa este collar de perlas.”
               Raffles guardó el botín y dijo, “Ya llevo todo conmigo. Ahora buscaré el dormitorio.” Escuchó tras las puertas hasta que en una de ellas escuchó un ronquido. Raffles abrió la puerta y dijo, “Escandaloso. Ahora se porque eres solterón.” Mientras dormía, Raffles lo amarró con una soga a su cama. Cuando despertó, Raffles le dijo, “Calma estimado juez de distrito. Ante todo acepte el viejo adagio: ‘Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón’” El juez le dijo, “¿Quién es usted?” Raffles le contestó tranquilamente, “El mismo al que cuando usted robó el tesoro Windsor, le atribuyó la operación. ¡Un acto despreciable señor mío!” Raffles continuó, “Que sucia idea la suya, ¡pero la corrijo! Ya que difundió que le ladrón fue Raffles, ¡Raffles mismo debe llevarse el botín! ¿No le parece?” El juez comprendió y empezó a intranquilizarse sin poder desamarrarse.
          Antes de despedirse Raffles le dijo, “¡Ahora me voy! Recuerde, lo conozco, y otra vez que haga algo así, me haré cargo de echarle encima a todo Scotland Yard.” Raffles se acercó a la puerta y dijo, “¡En adelante recuerde que otro juez puede hundirlo si no mide sus pasos! Buenas Noches.”
        Acabada su misión, Raffles salía por una ventana, pensando, “¡Por suerte, tengo amigos en el hampa! Alguien que lo vio huir del lugar del robo, y un día después leyó en la prensa que yo era el acusado, vino y me dijo todo.” Mientras Raffles bajaba escalando por una pared con ayuda de una soga, pensó, “¡Newton la sacó barata! Si mi informante hubiera reconocido al juez que sentenció a tantos amigos suyos, hubiera ido directamente ante el inspector Baxter con el dato…” Raffles continuó corriendo por los tejados, sin hacer un solo ruido, pareciendo como si la misma noche se lo tragara.
      En otra parte de la ciudad, Carlos Brand, su joven secretario, bajaba del tren que lo conducía de regreso de unas vacaciones. Carlos caminó distraído en busca de un coche de alquiler, pensado, “Estuve sentado por horas. Caminaré un rato. Después tendré tiempo para tomar un taxi.” De pronto, al mirar hacia abajo, vio que un hombre se interponía en la vía de un ferrocarril que venía. Carlos gritó, “Hey, retírese de la vía. ¿Está loco? ¿Quiere suicidarse?” Sin pensarlo más, Brand hizo un acto temerario. Mientras daba un salto desde arriba, pensaba, “¡Sí. Sé que lo hará! No me queda más que hacer esto…” Carlos Brand lo derribó en el momento en que el otro se lanzaba a la vía, ante el paso arrollador de un tren. El convoy pasó a centímetros de sus cabezas, y Carlos casi sintió las ruedas acariciando su cuello, diciendo, “Es como una pesadilla.”
         El hombre se levantó y dijo, “¿Por qué intervino? ¡Yo no lo llamé!” Brand le dijo, “Calma. Compañero. Ante todo está vivo, ¿No?”  El hombre le dijo, “¡S-sí, estoy vivo…y siento como si hubiera vuelto a nacer!” Brand le dijo, “Créame. Nada vale más que la vida.” El hombre lo miró tomando los hombros de Brand, y dijo,  “Me arrepiento, si, pero, ¿Qué otra cosa me quedaba?” Brand le dijo, “Siempre queda algo más. ¡Venga por aquí y cuénteme todo!” Carlos recuperó su maleta y anduvieron por la noche como dos amigos bohemios y despreocupados.
       Brand le dijo, “Yo tenía ganas de caminar, ¡Ahora aprovechemos para platicar, amigo…!” El hombre le dijo, “Fuller, me llamo Alfred Fuller.” Carlos contestó, “Y yo Carlos Brand. Una vez presentados, lo escucho.” Fuller le dijo, “Todo se debe a mi gran amor por Elena Clixton. Hasta hace una semana nos amábamos tanto que nadie dudaba que nuestro casamiento estaba próximo.” Fuller continuó, “Éramos el uno para el otro, y nos conocíamos desde niños. Y siempre contamos con el apoyo de Lord Clixton, su padre. Nunca había existido pareja más feliz que la que nosotros formábamos. Así era todo, hasta hace una semana. ¡Fue entonces que aparecieron en escena Minsterhall y Croston y se apropiaron de la situación misteriosamente.” Ambos continuaban hablando mientras avanzaban. Fuller continuó, “¿Cómo no iba a llegar a la idea del suicidio? ¡Ha, pero le seguiré contando mi triste historia!”
      Más tarde, Raffles llegaba a su casa y saludaba a su mayordomo: “¡Hola William! ¿Alguna Novedad?” El mayordomo se llevó el dedo a los labios en señal de silencio. Raffles le peguntó, “¿Y ese misterio?” El mayordomo le dijo, “Un visitante duerme Sir Lister. Baje la voz…” El mayordomo le mostró al huésped a su patrón. Raffles preguntó, “¿De quién se trata?” El mayordomo le dijo, “¡No sé! Llegó el joven Carlos con él. También se fue a dormir y me pidió que usted no lo despertara.” Raffles le dijo, “¡Buena idea, todos estamos cansados y necesitamos dormir! Mañana me hablará de ellos. ¡Buenas Noches!” “Buenas noche Sir” le dijo el mayordomo. Así acabó aquella noche para nuestros héroes, mientras en la ciudad seguía incubándose el delito.
     Al día siguiente, Raffles daba los buenos días a Carlos, “¡Hola socio! Siéntate a desayunar. Ya vi al tipo que trajiste anoche. Se trata de un caso en puerta, supongo, ¿eh?” Carlos le dijo, “En efecto, te contaré. Antes déjame hojear el diario.” Raffles esperó, pues sabía que ese hábito era prioritario para su joven secretario. De pronto, Raffles advirtió una expresión de asombro en Carlos, y dijo, “¡Vaya, parece que viste al diablo en persona!” Carlos dijo, sin dejar de mirar el periódico, “¿Es al-al-algo así. Qué demonios!”
       A continuación, Carlos leyó, “¡Escúcha! ‘Inminente boda de los apellidos Minsterhall y Clixton.’ ¿Sabes lo que significa esto?” Raffles le dijo, “No, a menos que me lo expliques.” Carlos le dijo, “Te lo diré: Pero antes… William, desaparece este diario. Si el pobre Fuller se entera…” Raffles dijo, “Me hago cargo de ello.” Carlos se acercó a Raffles y le dijo, “Hablemos en voz baja, ¡Nuestro huésped es el auténtico novio de Elena Clixton!” Raffles dijo, “Conozco a Sir Clixton muy bien. ¡Continúa!” Carlos Brand continuó en voz baja poniendo al tanto de los antecedentes al impertérrito Lister. De pronto, ambos callaron al escuchar unos pasos. Era Fuller, quien dijo, “¡Bue-Buenos días! Sir Lister…yo…mi presencia aquí…” Raffles lo interrumpió, diciendo, “¡No se diga más! Carlos me contó todo y me satisface tenerlo en esta casa. Siéntese y desayune Fuller.”
       Esperaron que el huésped se alimentara. Cuando terminaron de desayunar, Raffles dijo, “¡Buen provecho! Ahora, quiero que me habilite como defensor de sus intereses en este asunto.” Fuller dijo, “¿Qué? No hay nada que hacer. ¡Ya perdí a Elena!” Raffles dijo, “Si me permite decirlo, nunca creí en el amor a primera vista, al menos no en forma tan fulminante.” Fullerton contestó, “Deberá creerlo…yo tuve que hacerlo.” Raffles le dijo, “¡No me refiero a Elena, cuya reacción también es extraña, sino a Clixton, un buen hombre que conozco bien!”
           Raffles continuó, “Si es verdad que siempre consintió su romance con la hija, Fuller, ¿Cómo pudo, de pronto, volverle a usted la espalda?” Fuller le dijo, “No sé. Es de verdad raro, ahora que lo pienso.” Raffles dijo, “Si no fuera Clixton, podría tratarse de un arreglo de intereses entre él y ese tipo. ¡Pero Clixton es honrado en extremo! Tendré que intervenir, amigos,” Inmediatamente Fuller dijo, “¡Oh, no se moleste, Sir!” Raffles dijo, “Para John C. Raffles, no es molesto un asunto así.” Fuller dijo, “¿Ra-Raffles? ¡Caballero, siempre lo he admirado!”
         Raffles le dijo, “Ahora escuche, ¿Quiénes son los tales Minsterhall y Croston?” Fuller dijo, “Minsterhall es un barón alemán según parece y el otro, un experto en negocios inmobiliarios que se dice pariente suyo…” Raffles se puso su sombrero en señal de retirarse y dijo, “Es suficiente, Fuller, ¡Quédese en mi casa y no salga, haga de cuenta que es suya!” Fuller dijo, “Esta bien, sir, lo haré, ¡Gracias por la hospitalidad!” Raffles, yendo rumbo a la puerta, le dijo a su mayordomo, “William, mantén lejos de él los periódicos.” William dijo, “Enterado Sir. Se hará al pie de la letra.” Nadie hubiera imaginado que aquél despreocupado transeúnte era nada menos que Raffles, el incógnito misterioso elaborando sus planes.
      Posteriormente, en una elegante suite, una bella dama se daba un baño de burbujas, cuando…se escuchó el toque de un timbre. La dama le dijo a su sirvienta, “¡No te alarmes Pola. Es el champagne que pedí!” Mientras la sirvienta iba a la puerta, la dama pensó, “¡Lister, mi amor, siempre llegas sorprendiéndome, pero esta vez me adelantaré! Lo estaré esperando con estas chispeantes bebidas.” Afuera en el pasillo, Raffles interceptaba al mesero con las bebidas chispeantes tomándolas y diciendo, “¡Oh, lalá! No pude llegar más a tiempo.”
           Su actitud encantó a la criada y asombró al mesero. Raffles le dijo en voz baja, “Shit. Yo me hago cargo.” Dentro de la habitación se escuchó la voz de la dama, “¿Hiciste lo que te dije Pola?” Pola gritó, “¡Si señora. El champagne! Ahora se lo llevo.” Pola y Raffles eran buenos amigos y ella lo demostró al retirarse discreta y con una sonrisa cómplice. Raffles entró a la habitación sin ser visto por la dama, quien dijo, “Esta bien querida, dame ahora unos masajes.” Mientras Raffles le daba masaje, la dama decía, “¡Ha Pola, hoy tus dedos están más diestros que nunca…tu masaje me relaja…” Raffles pensó, “Bien preciosa. De comedia ya tenemos bastante.” La besó con tanta dulzura que ella no se opuso. Pero al poco tiempo, la dama dijo, “¿Pero qué diablos? ¡Ay eres tú. Me engañaste!”
          Raffles dijo, “Te sorprendí una vez más, ¿eh?” La dama dijo, “¡Tú y Pola se confabulan contra mí! Pero me gustó. Así que ven. Bésame otra vez…” Raffles extendió sus brazos diciendo, “Es una buena idea querida.” Entonces ella lo jaló a la bañera, diciendo, “Ajá, te atrapé. Broma por Broma, ¡Ven aquí!” Raffles cayó en la bañera llena de burbujas. En esas condiciones los besos tuvieron otro sabor.
      Un tiempo más tarde, Raffles preparaba una bebida, diciendo, “Ahora sí, brindemos, ¡Por mi truco!” Ambos bebieron en silencio sintiéndose más felices que nunca. Estuvieron juntos el resto del día y al anochecer salieron muy elegantes del edificio. Raffles llamó un coche de alquiler. Abrió la puerta del coche para que entrara su dama, diciendo, “¡Arriba amiga. Debemos trabajar!”
          Dentro del carro ella le dijo, “Todo el día me has tenido esperando, ¿No vas a decirme de qué se trata?” Él le dijo, “Ahora sí. ¡Antes no lo hice para no distraer nuestro idilio!”  Raffles continuó, “Visitaremos a nuestro común amigo Sir Clixton en la fiesta de compromiso de su hija.” Ella dijo, “Al fin se casara Elenita y su novio Alfred Fuller.” Raffles dijo, “No. Ese es el punto. Se casa con otro. Un alemán.” Ella dijo, “¿Cómo es posible eso? ¡Esos muchachos se han amado desde la niñez!” En aquella plática se trasladaron al lugar de la fiesta. Cuando llegaron, ya habían convenido un plan de acción. Al entrar Raffles y su pareja, la belleza madura de la ex condesa de Dubois fascinó a los mirones. Raffles pensó, “¡Admiran a mi pareja! Es un orgullo para mí…” 
     Durante un rato deambularon entre los invitados, formando así parte del alto mundo. La ex condesa dijo, “¡Ah, ahí viene nuestro amigo!” Raffles dijo, “El dueño de casa. En efecto.” Raffles lo saludó, “¡Hola Sir Clixton, esta es una gran ocasión!” Clixton le dijo, “Sí, amigos míos. La flor y nata de Londres tuvo a bien aceptar mi invitación por los diarios.” Raffles le dijo, “Sin embargo, le veo preocupado, ¿O me equivoco?” Clixton le dijo, “Aciertas, Lister, por momentos no entiendo qué pasa.” Raffles le dijo, “¡Atención amigo! ¿Te preocupa el compromiso?” Clixton le dijo, “¡Bah, no importa. Diviértanse. Debo atender a mis invitados!” Raffles le dijo, “Esta bien. No te inquietes por nosotros.” Clixton se fue, y Raffles le dijo a su dama, “Querida, ¿Podrás hacer lo que te pedí?” Ella le dijo, “Trataré pero no será fácil. ¡Elena es la festejada. Estará en todo momento rodeada y sonriente!”
       De pronto, apareció la bella y frágil figura de una novia muy ovacionada, pero demasiado seria. La ex condesa le dijo a Raffles, “No se muestra muy alegre, ¿eh?” Raffles le dijo, “Igual que su padre ¡Cada vez estoy más intrigado!” Enseguida, Raffles dijo, “¡Y allí llega el feliz agraciado!” Eran el alemán y su acompañante, que también recibieron un aplauso con aire desdeñoso. Raffles le dijo a su dama, “Aquí nos separamos. Recuerda nuestro acuerdo.” Ella dijo, “Así lo haré, y luego vendré sola a casa. Adieu…” Raffles se dedicó a observar a aquellos dos hombres, el novio y su acompañante. Enseguida, una dama chocó con él, y dijo, “¡Ay! Disculpe sir Lister. Venia distraída.” Raffles le dijo, “No importa lady Bee. Yo me atravesé en su camino.” Raffles pensó, “¡Qué bella mujer! Aunque un poco cargada de carnes. ¡Hey! Un momento.” Raffles observó a un hombre que miraba a Lady Bee.
      Raffles pensó, “¡Nunca vi a nadie más prendado de una mujer, como ese Croston! Tengo una idea…” Raffles se acercó al hombre y le dijo, “Disculpe caballero, ¿Conoce a la dama que acaba de tropezar conmigo?”  El hombre le dijo, “¡Oh! ¿Eh? ¡Oh, usted mismo la llamó Lady Bee!” El hombre continuó, “¿Por qué me lo pregunta caballero?” Raffles le dijo. “Lo vi tan interesado que pensé en ayudarlo.” Después se acercó al hombre y le dijo en voz baja, “Ella es soltera, y muy enamorada. ¡Tiene menos edad de la que aparenta! Conozco a su padre.”  El hombre dijo, “¿Aja? ¡Cielos, es justo lo que quería saber!” Raffles le dijo, “Le hice un favor. Hágame otro. ¿Me presenta al caballero que estamos festejando?” El hombre dijo, “Si. Por supuesto. Venga, Mr…Mr…” Raffles le dijo, “Soy el Duque Basil, caballero.”
       El hombre le dijo, “¡Y yo Agnus Croston! Pero venga, acerquémonos.” Croston, procedió a las presentaciones: “El conde Minsterhall, el marqués Basil.” Raffles le dio la mano y dijo, “Soy amigo de esta familia. Me da gusto que la dulce Elena haya encontrado su pareja ideal.” El conde Minsterhall le dijo, “Mas gusto me da a mí. Ahora discúlpeme.”  Ambos le alejaron. Raffles apretó los dientes y pensó, “¡Dos perros de presa! Les daré una lección.” Raffles se paseó entorno a las mesas en donde se cenaría. Mientras lo hacía vio a Croston y pensó, “Croston, el experto en negocios, tiene manos de jugador de cartas, ¡y aspecto de jugador tramposo!” Raffles continuó en su pensamiento, “Pero el otro, el novio, me dio aún más esa impresión. ¡Su mano que estreché, es delicada, ágil, blanda, y felina, ¡Solo un jugador las tiene así! Y todo esto sin contar con su piel blanca de trasnochador…” De repente, una brusca corazonada lo alertó, “Dos estafadores. De eso podría servirme.”
         Raffles seguía observando que un hombre preparaba la mesa de los novios. Enseguida vio a Minsterhall, pero cuando Minsterhall se volvió, Raffles se hizo el distraído. Raffles solo pensó, “¡Te vi, farsante y creo sospechar de tu acción!” Después Raffles miró hacia la mesa, y pensó, “¡Hum! Sir Clixton ocupará la cabecera de la mesa, la novia irá a su derecha. A la izquierda, el novio…” En pocos minutos, los muchos comensales se ubicaron. Raffles observó y pensó, “¡Ajá! Se ubican según indica la tradición.” Al principio todos comieron en silencio. Raffles observando pensó, “¡Sigue esa seriedad casi amarga entre padre e hija!” En ese momento, el novio hizo una invitación a su prometida y a su futuro suegro, “Por favor bebamos…¡Por nuestra cercana dicha conyugal!” Sir Clixton y su hija aceptaron de mala gana.
           De pronto, vino una euforia inexplicable de parte de Sir Clixton, “¡Amigos, amigos todos, estoy dichoso, beban conmigo por el porvenir de esta pareja de recién casados!” La alegría de Clixton contagió el ambiente, y Elena decidió agregar un detalle adicional, miró al conde Minsterhall y le dijo, “¡Ven acá querido, demostremos a papá lo que sentimos!” Ambos se empezaron a besar y Sir Clixton dijo, “¡Ah, miren eso! ¿No es maravilloso? ¡Aplauda, aplaudan todos!”
       Mientras tanto, Raffles comía, y pensó, “Bueno, ¡La reunión se animó! Pero ese alemán es la causa de ello, y yo no creo en brujas…” Más tarde la cena acabó y los comensales dejaron la mesa. Raffles se quedó solo en la mesa y pensó, “Todos salen sin notarme. ¡Antes que los mesero recojan estos restos debo comprobar algo!” Raffles tomó una copa y pensó, “Esta era la copa de Elena, ¡Hum, cierto olorcillo se mezcla al de la sidra!” En ese momento, un mesero lo sorprendió, “¡Oh, oh, debo hacer algo pronto para que no sospeche cosas raras!” Lo único que se le ocurrió a Raffles fue beberse aquel resto en la copa. Algo extraño trastornó por segundos su mente. Raffles solo pensó, “¡Di-Dios mío! ¿Qué me pasa? ¡Estoy…eufórico!” El sirviente miró aquella gesticulación, la forma en que Raffles se sentaba y su risa incoherente.
       Casi enseguida Raffles reaccionó, pensando, “¡Cielos! Esto me mareó, pero también me salvó, ya que el mesero me tomó por un borracho rezagado.” Enseguida, Raffles siguió meditando, “Lo que bebí fue una dosis mínima de algo. ¡Creo entender lo que les pasó a los Clixton, pero haré mis comprobaciones en directo con esos dos tipos!”
       Con discreción Raffles salió entre los últimos invitados. Casi enseguida salieron Minsterhall y Croston. Raffles los abordó, y le dijo, “Disculpen caballeros. ¿Todavía me recuerdan?” Minsterhall le dijo, “¡Claro que sí. Es el conde Basil! ¿Qué desea?” Raffles le dijo, “Le diré algo y si acierto, tendré mi prenda.” Minsterhall dijo, “Hum…ya veremos. ¡Sea breve!” Raffles le dijo, “Soy jugador y lo demuestro pues solo el olfato de gente como yo huele a dos buenos colegas. ¿Me equivoco?” Minsterhall dijo, “Tiene razón, ¿y qué? ¿Cuál es su prenda?” Raffles le dijo, “Algo que a los tres nos favorecerá. ¡A pocas cuadras está un casino clandestino donde se juega fuerte y duro! ¿Me acompañan?” Minsterhall dijo, “¡Un momento! ¿Por qué hace todo esto Basil?” Raffles le contestó, “Caballero, si es usted jugador, como parece, entenderá que en nuestro gremio existe una confraternidad. Un jugador no puede dejar a otro sin el goce de las mesas de juego llenas de dinero. ¡Acompáñenme amigos!” Minsterhall dijo, “Esta bien. Su razonamiento es correcto.” Mientras caminaban, Raffles hizo un juramento silencioso, “¡Maldito, ya te tengo cercas, pronto sufrirás!”
      Una corta caminata los llevó a un casino clandestino que Raffles conocía bien. No tardaron en ocupar una mesa, donde se jugaba al treinta y siete, con apuestas bastante cuantiosas. La balanza se inclinó enseguida hacia el lado del alemán, quien decía, “¡Ja ja ja! Es mi noche de suerte, señores…” Mientras tanto Raffles sentado en la mesa de apuestas pensaba, “¡Hum! El desagraciado hace trampa…¡Se uno por uno los trucos que ha venido aplicando para ganar!” En una jugada fuerte, cuando Minsterhall creyó ganar, Raffles le dijo, “¡Detente Minsterhall, todavía no has visto mis cartas!” Raffles las mostró, diciendo, “¡Vean, gano yo! Lo siento, conde, pero esta vez…” Minsterhall dijo, “¡Una jugada perfecta…o una trampa muy hábil!”
        Raffles preguntó, “¿Alguno de ustedes me vio hacer trampa?” Uno de los apostadores dijo, “Yo no.” Otro agregó, “Tampoco yo.” Raffles agregó, “¿Ve, estimado conde? ¡Solo usted se queja! Lo invito a conversar a solas…” Minsterhall se levantó amenazante y le dijo, “¡Si. Es lo mejor. Sabrá quién soy!” Ambos se retiraron a la terraza, pero Croston iba con ellos. Allí en la terraza, Raffles dijo, “¡Señores, somos amigos y no hay necesidad…!” Minsterhall dijo, “¡Basta, Croston, vete y déjanos solos!” Enseguida, Minsterhall hizo un ademan de pelea, diciendo, “¡En primer término ajustemos cuentas!” Raffles dijo, “¡Ajustémoslas!” Después de un intercambio de golpes, Minsterhall quedó en el suelo. Raffles le dijo, “Bien, mejor hablemos. ¿De qué trampa me acusa?” Minsterhall le dijo, “No sé, pero yo tenía un juego casi perfecto…y sin embargo, usted…usted…” Raffles encendió su pipa, y dijo, “¿Eso es todo? ¡No, no, señor! No le diré las seis formas que usted usó, todas ilegales para ganar…”
       Con precisión Raffles enumeró trampa por trampa ante el estupor del otro. Raffles dijo, “…y así fue la última, ¿Qué le parece?” Minsterhall dijo, “Es verdad. Tiene razón. ¡Diablos, me encontré con un rival demasiado hábil!” Raffles le dijo, “Ya ve y sin embargo, no lo denuncie cuando usted iba ganando…” Minsterhall dijo, “Esta bien, le pido disculpa.” Raffles dijo, “¡No es para tanto colega! ¿Y sabe qué? ¡En efecto también hice trampa cuando cuando usted me acusó!”   Raffles agregó, “Valga una por las seis suyas, ¿amigos?” Minsterhall le dijo, “Oiga, si nos asociamos podemos ganar mucho.” Raffles le dijo, “De acuerdo. En dos noches más nos encontraremos aquí mismo.” Después, Raffles le dijo, refiriéndose a su ojo morado, “¡Y no frote ese ojo, lo irritará más!”  Minsterhall dijo, “Aquí estaré…no lo frotaré, no…”  En ese momento llegó otro invitado y dijo, “Señores…¿Qué le pasó a Minsterhall, Sir Basil?” Raffles le dijo, “Un mosco muy picón, supongo. Buenas Noches Croston.”
       Raffles, el incógnito misterioso, salió lleno de satisfacción, pensando, “!Ha! Nada agrada más que lo que acabo de hacer. ¡Y todavía falta lo más bueno!” Con aquel pensamiento, deambuló por la ciudad nocturna, pues estaba hecho para esas horas, y era un gran observador de las estrellas y de sus constelaciones.
       Al día siguiente, en Scotland Yard, se repetía una escena frecuente y ridícula. Baxter entraba a una oficina, y decía, “¡Marholm! ¡No encuentro ese importante recibo! ¿Dónde lo pusiste?” Mientras tanto, Marholm encendía un cigarrillo con un papel. Baxter insistía, “¡Tú lo tenias! ¡Es un documento importante! ¿Dónde?” Marholm dijo, “No sé. Creí habérselo dado. No lo veo aquí.” De pronto ambos quedaron petrificados. Marholm vio el papel encendido y dijo, “A menos que…¡Oh, no!” Marholm trató de apagar el papel, diciendo, “E-Esta acá. Se quema , pero todavía no…” Baxter dijo, “¡Marholm! Chinche infecto, patán…¡Voy a matarte! Idiota maldito. Eso me costara cien libras. Te aplastaré como una cucaracha…lo prometo!” Marholm huyó diciendo, “¡Perdón…cálmese…cuide su corazón!” Pero Baxton lo tomo del cuello en el suelo, diciendo, “¡Mi corazón es de hierro, si no fuera así, hace años me lo habrías hecho estallar, perro!”
          En ese momento, llegó el secretario de Braxton, quien dijo, “¡Señor inspector, mensaje para usted!” Baxton dijo, “Esto te salva de momento Marholm. Luego seguiremos.” Baxter leyó, y en un segundo olvidó aquel pleito, diciendo, “¡Uh! Marholm, esto puede ser muy interesante.” Marholm preguntó, “¿De qué se trata, inspector?” Baxter le dijo, “¡Toma y lee tu mismo! Pocas veces obedezco a cartas anónimas, pero en esta ocasión valdría la pena.” Marholm leyó en su mente, “ ‘…y será una presa grande entre sus redes, sin duda. ¡Adieu!’ ¡Si no la escribió Raffles me corto la cabeza!”
     Baxter y Marholm salieron de prisa caminando en la calle. Mientras Baxter se acomodaba el sombrero, dijo, “¡Vamos gordo plasta. Apúrate. Debemos estar presentes allí.” Marholm caminando aprisa le dijo, “¡Pero si todavía faltan dos horas!” Baxter le dijo, “No importa. Prepararemos mejor la detención. Imagínate atrapar a quien robó las joyas de  las sobrinas de Windsor sería maravilloso…” Marholm le preguntó, “¿Pero cómo es posible que el mismo ladrón venga a entregarse sin darse cuenta?” Baxter le dijo, “No sé ni me importa. Alguien habrá inventado algún ardid, para traicionarlo…” Baxter agregó, “¡Bah, como sea lo atraparemos! ¡Pero muévete!”
       Más tarde entre céntricas oficinas, Raffles encontraba una oficina inmobiliaria a nombre de Samuel Croston. Raffles pensó, “¡Ajá! Justo lo que buscaba…” Raffles entró a la oficina y la secretaria lo recibió, diciendo, “¡Buenos días caballero! ¿Qué se le ofrece?” Raffles contestó, “Soy el duque Basil, dígaselo a Mr. Croston.” Mr. Croston salió al recibidor diciendo, “¡Estimado Duque Basil, que placer volver a verle! Páse…” Raffles agradeció a la secretaria y pasó a la oficina. Enseguida, Croston le dijo, “¡Siéntese por favor! ¿Algún problema inmobiliario?” Raffles contestó, “No, pero tampoco se trata de nuestro encuentro de anoche, salvo por un detalle, ¿Recuerda a la dulce Lady Bee?”  Croston contestó, “¡Cómo no recordarla! Me enamoré de ella en un segundo. Usted ya sabe.” Raffles le dijo, “¡Sí no noté! Por eso me permití atar algunos cabos para beneficio de usted, claro.” Croston preguntó, “¿Pero, qué le llevó a ello?” Raffles contestó, “Por la sociedad que haremos entre Minsterhall y yo, y espero que con usted contemos también. Si no le interesa el tema, dígalo y olvidémoslo.” Croston contestó, “¡No, no, tratándose de Lady Bee…lo escucho.” Raffles continuó, “Como antes le dijo, conozco al padre de la dama, es un poco raro, pero conociéndolo, uno se gana su voluntad.” Croston le dijo, “¿Quiere decir que accedería a una relación formal entre ella y yo?” Raffles le dijo, “Así es. ¡Se como puede hacerse! ¿Lo toma o lo deja?” Croston le dijo, “¡Lo tomo, por supuesto! Dígame…”  Raffles le dijo, “El hombre es violento y colérico, y le gustan los valientes…y los regalos. ¿Tiene pistola?”  Croston dijo, “Una pequeña. Voy por ella.” Raffles agregó, “También grítele, ¡Si hace todo, él le admirará y le brindará a su hija! Si no hace lo que le digo, lo tomará por un pusilánime y lo rechazará. ¡Ya lo ha hecho con muchos!” Raffles tomo la pistola que trajo Croston y la descargó. Croston le preguntó, “¿Porqué la descarga?” Raffles le dijo, “¡No pretenderá matárlo! ¿Eh? Le dije que solo se trata de una comedia para convencerlo.” Raffles le dio la pistola diciendo, “Tóme. Llévela consigo. ¡Ahora le haré un regalo que acabará por convencer al viejo gruñón!”  
    Raffles sacó un estuche con un collar de perlas y se lo mostró a Croston, quien dijo, “¡Perlas! ¡Perlas auténticas! ¿Son caras?” Raffles ofreció, “Quinientas esterlinas por ser para usted.” Croston tomo el estuche con el collar, y estupefacto dijo, “¿Qui-quinientas? ¡Es mucho para mí!” Raffles dijo, “Pero las tiene. Son perlas auténticas y Mr. Bee también lo notará. Piense en su futuro Croston.”  Croston fue a la caja fuerte empotrada en la pared, diciendo, “Bueno…supongo que no me queda otra…” Raffles le dijo, “¡Así me gusta! ¡Mr. Bee es un hombre de gesto colérico y gran nariz! ¡Estará en la mesa 17 del ‘Maci’s Restaurant’ justo a las doce!” Croston dijo, “¡Cielos, ya son las once y media!” Raffles le dijo, “Tiempo justo para llegar allí, ¡Vaya, dése prisa!” Croston solo le dijo, “¡Gracias Duque! ¡Nunca dejaré de agradecerle!” Raffles le dijo, “¡Bah, no es nada! Actúe bien, ¡Adiós!”
     Afuera un coche esperaba a Raffles. Al entrar al coche Raffles dijo,  “¡El tipo mordió el anzuelo Carlos, vámonos!” Mientras Carlos conducía el coche, Raffles dijo, “¡Croston es un tonto, tendremos una escena cómica!” Carlos dijo, “Sí. Yo reservé mesas. Una a nombre de Baxter, ‘de parte de un amigo’ y otra para nosotros dos.”
        Pronto Raffles y Carlos estaban instalados en el ‘Maci’s Restaurant.’ Mientras tanto, en otra de las mesas, el inspector Baxter dialogaba con Marholm, “En efecto, teníamos lugar reservado. ¡Marholm, estamos casi a la hora!” En ese momento llegaba Croston, mientras se escuchaba en otra mesa hablar a Raffles, diciendo, “¡Mira Carlos, apareció el ‘pretendiente.’ Prepárate para presenciar algo cómico!”  Mientras Croston se sentaba en la mesa donde estaba el inspector Baxter y Marholm, decía, “¿Usted es Bee? ¡No, no me diga nada, aquí el que habla soy yo!”  Croston dio un golpe en la mesa y continuó, “¡Quiero ser su yerno! ¿Me oyó? ¡Quiero casarme con la bola de sebo que tiene por hija! ¡Acéptelo o reviente!” Croston sacó el estuche con el collar de perlas y lo lanzó a la mesa, diciendo, “¡Le regalaré esto…si se porta bien, pedazo de tonto ridículo!” Baxter solo dijo, “Este tipo me está ofendiendo.”
       Croston sacó la pistola y le dijo, “¡No lo ofendo, viejo! ¡Lo amenazo! ¡Manos arriba!” En ese momento, el inspector Baxter dijo, “¡Marholm, es nuestro hombre. Atrápalo!” Marholm se levantó y lo sujetó, diciendo, “¡Lo tengo inspector, lo tengo!” Croston dijo, “¿Inspector? ¡Por Dios! ¿En qué me metí?” El inspector Baxter se levantó diciendo, “¡En el cepo, ahí te metiste! ¡Este es, en efecto, el famoso collar de los Windsor! ¡Date preso!” Así, sacaron al ladrón de allí, mientras Baxter se pavoneaba ante los asombrados comensales, diciendo, “¡Señores! Espero haberles alegrado la digestión.” Mientras tanto en otra mesa, Raffles decía, “¡Ja, ja, ja¡ Pocas veces me he reído con tantas ganas.” Carlos le dijo, “Maravillosa comedia chusca si, ¡Ja, ja, ja!” Raffles y Carlos comieron de primera con parte de lo obtenido con aquel collar. Más tarde se retiraron satisfechos.
     Dos noches más tarde Raffles y le alemán se encontraron en el lugar convenido, y jugaron en forma combinada ante varios apostadores. El alemán solo decía cuando ganaba, “¡Ah, la fortuna está de mi parte!” En poco rato ganaban dinero a manos llenas. Aplicaron varios trucos y a veces intercambiaban entre si un guiño de complicidad. Otras veces era Raffles quien triunfaba, diciendo, “Los siento señores, estoy por encima de sus juegos.” También Raffles reforzó sus arcas con el producto de aquellas trampas hechas a cuatro manos, diciendo, “Con el permiso de ustedes.” En algún momento, el alemán decidió salir, diciendo, “Buenas noches caballeros. Ya tuve mucho por hoy.” Cuando Minsterhall se levantó sonriente, Raffles pensó, “¡Hum! Allí va. ¡El maldito cree tener el mundo en su poder! Pronto tendrá que cambiar de opinión.” Raffles esperó diez minutos para retirarse, diciendo, “¡Buenas noches, amigos! Gracias por haber hecho lo que les pedí a través de Carlos Brand.” Uno de ellos dijo, “¡Bah, no costo nada llamarlo Duque Basil, Sir Lister!” Raffles dijo, “En menos de una semana les será devuelto todo lo que ese tipo y yo les estafamos. ¡Palabra de honor!” Uno de los hombres dijo, “¡El alemán pensó que no lo advertiríamos!” Raffles le dijo, “Gracias por hacerlo creer así. ¡Buenas Noches!”       

     Al poco tiempo, Raffles entró a un bar, y vio a lo lejos sentado en la barra al alemán. Raffles pensó, “¡Allá está Minsterhall! Suponiendo que se llame así, y que sea alemán, todo muy improbable.” Raffles llego aún lado de Minsterhall quien dijo, “¡Ah, Basil. Eres tú! Siéntate. Bebamos por la suerte.” Raffles dijo, “No fue suerte amigo. Y lo sabes.” Minsterhall le dijo, “¡Ja, ja, ja! ¡Hablo de la suerte de habernos conocido! ¡Bebe, yo pago!” Raffles pidió, “Lo de siempre Bud.” Minsterhall continuó, “Nuestra sociedad debe durar ¿lo oyes? ¡Tenemos todo el futuro por delante!” Raffles le dijo, “Así parece. Pero no hay prisa. ¡Bebamos ante todo!”
           Mientras ambos bebían, Raffles pensó, “Eso es, ‘amigo’ ¡llénate el buche de alcohol. Te necesito bien cargado para que hablemos después.” Las copas desfilaron y fueron vaciadas. Minsterhall solo decía, “¡Salud!” y Raffles pensaba, “Bud procede como ya le he pedido, ‘Cuando alguien se emborracha conmigo, solo dame té frío’ ¡Sí!” Al fin el alemán fue abatido por la bebida, diciendo, “¡Oh, que Borra…cho…estoy! ¡Hic! ¡Hic!” Raffles lo tomó y dijo, “¡Ayúdame a sacarlo!” Mientras Bud y Raffles lo ayudaban a caminar, Bud le preguntaba, “¿Está bien, sir?” Pero Raffles decía, “Perfecto Bud. Y gracias. Este sujeto está totalmente ebrio e inconsciente.” Una vez que llegaron al coche, Bud dijo, “Es todo. Sir.” Y Raffles le dijo, “Gracias Bud. Sirve a los amigos del casino una vuelta de whisky y ¡Cárgalo a mi cuenta!”
      Raffles condujo el coche y enseguida preguntó, “¿A dónde vamos Minsterhall?” El alemán contestó, “Cuarto 12…del hotel Bristol…” En aquel Hotel un dependiente le pasó las llave y entró con el alemán a la habitación donde éste se alojaba. Raffles lo acostó y le aplicó compresas de agua fría. Entonces le dijo, “¿Ya se siente mejor?” Minsterhall contestó, “Si, si…me duele la cabeza pero bebí a gusto.”  Raffles le dijo, “Podemos hablar entonces.” Raffles encendió su pipa y dijo, “¡Hum! Si iremos mitad y mitad en todo, debo saber de que todo se trata.” Minsterhall dijo, “¡Oh! De juego fraguado y contrabando, claro…” Minsterhall continuó, “Si alguien nos paga bien, matamos alguna celebridad. Vamos por diamantes hasta África del Sur, ¿Qué más?” Raffles dijo, “Un amplio repertorio pero…¡No me engañes!” Raffles continuó, “¿Quieres que me trague que te casaras con Elena Claxton por amor?” Minsterhall dijo, “¡Oh, es eso! Claro que no es por amor…Ja, Ja”
       Enseguida Raffles vio que Minsterhall metió la mano en un cajoncillo, y pensó, “¡Mete la mano en un cajoncillo! Estaré listo por su saca un revolver…”  Minsterhall dijo, “Te mostrare cosas muy interesantes, socio.” Enseguida Minsterhall sacó un frasco y fotos y dijo, “¡Examina estas cosas!” Al mirar las fotos, el corazón de Raffles latió de prisa. Raffles pensó, “¡Por dios! Reconozco a varias de estas damas.” Minsterhall le dijo, “¿Te acuerdas de alguna de ellas? ¡Vamos, dime!”
      Raffles dijo, “Si: la viuda del conde Bock, en Holanda; la divorciada del barón de Latour, en Francia…” Raffles agregó, “Todas ellas murieron misteriosamente y estaban casadas en segundas nupcias, ¡Y fue durante los últimos cuatro años!” Minsterhall dijo, “No está mal ¿Eh? ¡Nueve muertas en cuatro años… Je!” Raffles le dijo, “¿Así que…tú lo hiciste?” Minsterhall me contestó, “Sí. ¿Te asombra? ¡Las hechicé, me casé con ellas, las liquidé y me llevé las fortunas como usufructuario por testamento directo!” Raffles encendió tranquilamente su pipa, y preguntó, “¿Y cómo las convenciste de que te aceptaran, y de redactar así los testamentos?” Minsterhall le contestó, “Sencillo, hacían lo que se me antojara, ¡Mi arma infalible está en tus manos ahora mismo!” Raffles dijo, “¿En este frasquito?” Minsterhall le dijo, “No lo destapes, perdería fuerza, ¡Escúchame!”
        Minsterhall continuó, “Un amigo me trajo este líquido de la India. ¡Tiene una rara cualidad! En pequeñas dosis causa euforia en quien sea y obediencia hasta en lo más inverosímil, Eso, en pequeñas dosis tiene efectos momentáneos. ¡Si le aumentamos dos gotitas más, apenas, causa una muerte instantánea sin dejar el menor rastro.” Raffles le dijo, “Primero, conquista; luego, muerte, ¿Eh? ¡Eres un mercader de mujeres!” Minsterhall le contestó, “Sí, lo acepto. ¡Ya ves eso es el todo que podemos compartir, socio!” Raffles disimuló y dijo, “De acuerdo. ¡Por ahora esperare a que te cases y luego haremos algo en equipo! ¿Cuándo es la boda?” “Está fijada para mañana a las ocho, en casa de mi ‘futuro suegro’…” dijo Minsterhall. Raffles agregó, “Muy bien. Esperare a que lo hagas, luego volveremos a reunirnos. ¡Duerme, debes llegar despejado al casamiento!” Minsterhall le dijo, “Tienes razón. Bebí mucho. ¡Buenas Noches Socio!”
     Raffles, el incógnito misterioso salió asqueado de allí, pensado, “¡Terrible! ¡Es un criminal de más importancia de la que pensé! Su caída será estrepitosa…” Fue por su automóvil y se alejó con la cabeza todavía ardiendo por las horripilantes confesiones que acababa de confiarle aquel asesino.    
     Como de costumbre, a la mañana siguiente, Lister y Brand desayunaron junto con Fuller, su huésped. Raffles se dirigió a Carlos diciendo, “Carlos, escucha bien. Quiero que averigües por los diarios quién oficiará la ceremonia, y me consigas para esa tarde, una fotografía suya.” Carlos dijo, “Será fácil hacer ambas cosas.” Raffles agregó, “Cuando sepas de quién se trata, ve y dile que en vez de las ocho, será a las nueve. Dale cualquier pretexto.” Enseguida Raffles se dirigió a Fuller, diciendo, “Y usted Fuller, ¿Realmente quiere casarse con Elena?”  Fuller dijo, “Si ella y su padre me aceptan con mucho gusto.” Raffles continuó, “Entonces oiga: ¡A las nueve, y no antes, espere sin que lo vean cerca de la entrada a la Mansión, y solo cuando llegue un sacerdote únase a él!” Raffles agregó, “Explíquele que está ahí para acompañarlo. Entre con él. El resto déjelo a mi cargo, ¿Ajá?” Fuller dijo, “Muy bien, Sir Lister.” Raffles finalizó, “Mientras tanto no salga de esta casa.” Fuller dijo, “Quiera Dios que así sea, señor…”
      Raffles, el incógnito misterio salió a la calle, y pidió un taxi. Una vez que llegó, le dijo, “¡A Scotland Yard, por favor!” Raffles se instaló en el asiento trasero el coche y empezó a hacer anotaciones, pensado “¡Hum! ‘Baxter esta noche preséntese en la mansión Clixton. ¡Allí estaré y por fin me eche el guante o vuela a burlarlo. Suyo R.’” El taxi que llevaba a Raffles se detuvo frente al cuartel de la policía. Raffles abrió la ventanilla del coche y entregó el recado a un guardia policía, diciendo, “¡Por favor entregue esto al inspector Baxter!” El policía le preguntó, “¿De parte de quien caballero?” pero el auto arrancó, dejando sin respuesta al policía, quien solo pensó, “¡Se fue sin responder! Bueno, haré lo que me pidió.”
     Poco después Raffles entraba por una ventana del departamento de su novia. Cuando ella lo vio entrar, le dijo, “¡Ah, ya te extrañaba querido! Para no perder la costumbre entraste por la ventana, ¿eh?” La dama agregó, “¿Y cómo va el asunto de los Clixton? ¡Esta noche yo hablé con la dama pero nada me dijo!” Raffles le dijo, “No podía decir nada, ya que lo ignoraba.” Ella le dijo, “¿Lo ignoraba? ¿Por aquel aire de sonámbula?” Raffles dijo, “Si, estaba como hipnotizada víctima de una droga.” Ella le dijo, “¿De veras? ¡Pobrecilla!” Raffles le dijo, “No te preocupes. Todo está bajo control, ¡Ven!” Ambos se fundieron en un largo beso. Estando abrazados, ella le dijo, “¿No me dirás más, ahora?” Raffles le dijo, “No. Solo que vayas esta noche a las ocho, hora de esa boda. ¡Seguro que te divertirás!” Raffles la abrazó, y dijo sus últimas palabras por el momento, “Mientras llega la hora, disfrutemos, ¡De aquí hasta la tarde tengo todo mi tiempo ara dedicárselo a mi querida.”

     Al anochecer, varios automóviles llegaron ante la elegante mansión, y entre ellos, el de Raffles. Dijo, “Ya estamos en ‘el lugar del crimen’ buena suerte.” Raffles dijo, “Gracias a la fotografía que me trajiste, era buena”  En ese instante, adentro, el señor Clixton dijo, “¡Ya estamos en la hora. El reverendo Jones no tardará!” En ese momento, Jones entro a la sala, diciendo, “En efecto Sir Clixton, me gusta ser puntual.” El señor Clixton le dijo, “¡Qué bueno reverendo! Denos sus instrucciones.” Reverendo Jones dijo, “Como sacerdote, debo darle algunos consejos en privado, vega por favor.” 
 
        Al anochecer, varios automóviles llegaron ante la elegante mansión, y entre ellos, el de Raffles. Dijo, “Ya estamos en ‘el lugar del crimen’ buena suerte.” Raffles dijo, “Gracias a la fotografía que me trajiste, era buena”  En ese instante, adentro, el señor Clixton dijo, “¡Ya estamos en la hora. El reverendo Jones no tardará!” En ese momento, Jones entro a la sala, diciendo, “En efecto Sir Clixton, me gusta ser puntual.” El señor Clixton le dijo, “¡Qué bueno reverendo! Denos sus instrucciones.” Reverendo Jones dijo, “Como sacerdote, debo darle algunos consejos en privado, vega por favor.”
            El señor Clixton lo acompañó y solo dijo, “¿En privado? ¡Nunca vi esto! En fín…” Una vez estando encerrados en una habitación, el reverendo Jones dijo, “¡Usted no aprecia al alemán, ni tampoco su hija! ¿Cómo es que accede a esta boda?” Clixton le dijo, “¡Tie-tiene razón, no me lo explico!” El reverendo le dijo, “Ese tipo es un farsante  y se lo demostraré, ¡Ayúdeme a desenmascararlo!” Clixton dijo, “¡Lo haré, si, pero ¿Cómo?” Raffles le dijo, “Muy sencillo: Yo propondré un brindis, Minsterhall preparará las copas. Solo beberán usted y él. Usted disimule que bebe, y pase en secreto su copa al inspector Baxter. ¿Le será difícil?” Clixton dijo, “No. Supongo que podré hacerlo.” El reverendo le dijo, “Su hija depende de eso. Volvamos con ellos.”
      Ambos regresaron a la reunión. Una vez todo preparado se procedió a la ceremonia. El reverendo se dirigió a los invitados y dijo, “¡Casaré a estos jóvenes, pero antes, permítame sellar con un sencillo brindis, la relación Suegro-yerno!” Enseguida, el reverendo Jones se dirigió a uno de los meseros, “¿Sería tan amable de servir compas para ambos, joven?” El mesero contestó, “¡Con el mayor gusto, reverendo!” Luego, el alemán le pidió al mesero que lo dejara de su parte. Cuando el alemán sirvió la bebida, depositó una substancia en una de las bebidas, pensando, “¡Mi suegro debe estar contento! No vaya a negar la boda en último momento, le daré de esto…”
    En ese instante, llegaban el inspector Baxter y Marhorn. Mientras entraban Baxter decía, “¡Llegamos con exactitud Marhorn! Esto ya comienza.” Sir Clixon levantó su copa y dijo, “¡Por la alianza de los nobles alemanes e ingleses! Ahora beban hijos míos…” Todo se hizo como estaba planeado. Luego Clixton se dirigió al inspector Baxter, y le dijo, “¡Amigo Baxter, por favor, brinde con nosotros también!”  Baxter dijo, “¿Yo…yo también Sir? ¡Bueno!” Halagado Baxter, vació la copa preparada en su boca. Mientras tanto, el reverendo Jones se disponía a comenzar la ceremonia, diciendo, “Hijos, van a unirse para siempre…pero antes tengo que decir algo a todo este público.”
       El reverendo señaló con la mano al alemán diciendo, “¡Acuso a este criminal por sus horribles crímenes con damas europeas, cometidos en estos últimos cuatro años!” Minsterhall dijo, “¡Demonios! ¿Quién es usted para decirlo?” El reverendo contestó, “Yo soy John C. Raffles y tengo pruebas! ¡Ante todo hay cierto frasco acusador en su bolsillo!” Minsterhall dijo, “¡Bah, es usted un delincuente. Merece la cárcel!” En ese momento se acercó el inspector Baxter mareado, diciendo a Raffles, “¡Me-merece la cárcel…si. Mr. Raffles!” Pero Raffles le dijo, “¡Oh, incertidumbre! ¿Me atrapará a mi dejando escapar a un criminal con acción en toda Europa?” Raffles continuó, “Además, le doy una orden, ¡Prenda a este tipo, Baxter!” Baxter, bajo los efectos de la droga, dijo, “¡A la orden. Si. Lo prenderé!” Baxter se dirigió a Minsterhall y le dijo, “¡Pre-preso…dese preso, a la orden!” Minsterhall sacó un revólver y apuntó al inspector Baxter diciendo, “¡Todo el mundo atrás! ¡Tengo un revólver!” Una vez más los poderosos brazos de Marholm tomaron la óptima decisión, pues sujetando a Minsterhall, Marholm dijo, “¡Dese preso como dijo mi jefe o lo asfixio!”
     Poco después Scotland Yard salía con una presa. Marholm conducía a Minsterhall,  mientras Baxter los seguía aún mareado bajo los efectos de la droga, diciendo, “¡Bue-buenas noches! ¡Ji!...a la orden…preso…va preso¡Ji!”  Raffles se despidió también diciendo, “También debo irme, amigos. ¡Hay más pruebas delatoras en el cuarto 12 del hotel Bristol! ¡Adieu!” Elena le dijo a su padre, “¿Qué ha pasado, papá?” Sir Clixton dijo, “Lo ignoro querida, pero sea lo que fuere, creo que Raffles no ha sacado de la boca del tigre.”  A la distancia se oyó la voz de Raffles diciendo, “¡Buenas Noches Señoras y señores!” En ese instante llegó el verdadero reverendo Jones quien dijo, “Creo que llego a tiempo para la boda, ¿Están presentes los novios?” En ese momento llegó Fuller quien abrazó felizmente a Elena. Sir Clixton solo dijo, “Bueno, reverendo…sí, creo que están presentes.”  Reverendo Jones dijo, “¡Perfecto! Si no hay inconvenientes, procedamos a la ceremonia.”
       Cuando reverendo Jones vio a Fuller junto a Elena, dijo, “¡Bienvenido, y perdón hijo! ¿Qué haré por ti?” Fuller le dijo, “Queremos casarnos Elena y yo.” Después ambos se besaron. Reverendo Jones solo dijo, “Creo que ante la evidencia no puedo negarme, ¡Ja, Ja, Ja!” Por fin se procedió al casamiento y todos disfrutaron de ese justo y reconfortante final. También la ex condesa de Dubois se enternecía con la escena cuando alguien le tocó el hombro. Cuando volteó vio que era Raffles y dijo, “¡Oh tu! ¡Estuviste maravilloso!” Raffles le dijo, “¡Sht, baja la voz! Ven aquí, no interrumpamos.” Ella le dijo, “¿No es un cuadro conmovedor?” Raffles contestó, “¡Sí lo es, pero pensemos en nosotros, querida! Iremos primero al Bristol por dinero mal habido…” Raffles y la ex condesa de Dubois salieron de ahí, y quien los vio pasar con tanta prestancia, sin duda, los consideró la pareja perfecta.
       Al día siguiente, en casa de Lister  Carlos Brand leía el periódico, citando, “…y el criminal confesó sus crímenes, un triunfo resonante de la dupla John C. Raffles y el inspector Baxter.” Brand le dijo, “¡Pobre Baxter, tiene que compartir el crédito contigo!” Raffles le dijo, “Y bueno, al menos ahí no dice que yo le dí ordenes y que las cumplió sin chistar.” Carlos agregó, “Ni dice que para hacerlo, debió dejar escapar al mismo Raffles, su eterno enemigo, Je!” Raffles le dijo “¡De todos modos, ahora lo pensará rabioso! ¡Ja, Ja, Ja!”
     En la calle resonaba la voz de un periodiquéro, gritando, “¡Extra! ¡Extra! ¡Cayó el Mercader de Mujereeees!” Aquel caso fue resonante, y el célebre ladrón de guante blanco, añadió un lauro más a su larga lista de victorias.    
       Tomado de Novelas Inmortales, Año X, No. 503 Julio 8 de 1987, Novedades Editores S.A. de C.V. Guión: Raul Prieto. Adaptación: Remy Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar.