Club de Pensadores Universales

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lunes, 21 de noviembre de 2011

Juan Soldado de Olga Vicenta Diaz Castro (Sor Abeja)

       Olga Vicenta Díaz Castro (Sor Abeja) nació en Río Verde, San Luis Potosí, en el año de 1907 y falleció en Tijuana B.C. en el año de 1994, a la edad de 87 años.
          Olga Vicenta, Sor Abeja, fue poeta y declamadora, y llegó a la ciudad de Tijuana en el año de 1949, siendo ya autora de tres libros de poesía: Olvido, Mariposas y Pétalos.
         Su fama mayor se debe a su libro de 8 cuentos, Narraciones y Leyendas de Tijuana (1973), en el que recoge algunos relatos sobre aparecidos y almas en pena.
        Sor Abeja recurre a las leyendas populares y al relato de tradición oral. Su estrategia narrativa, tal como ella lo expone, es simple: “Así lo vio doña Severina, así me lo dijo; y así lo confesó de rodillas antes de morir ante el sacerdote…” En su segundo libro, Leyendas de Tijuana (1990), reproduce los relatos de su primer libro y añade cuatro nuevos relatos a la colección original. (LARC.SDSU.EDU)
       Juan Soldado es el nombre con el que se conoce a un militar mexicano, que se cree se llamaba en realidad Juan Castillo Morales. El soldado raso del ejército fue ejecutado en Tijuana, Baja California, el 17 de febrero de 1938 tras la violación y asesinato de la niña Olga Camacho Martínez.
     Se le venera en la región noroccidental de México y sudoeste de los Estados Unidos como un supuesto santo.
          Aquellos que creen en sus milagros dicen que fue acusado falsamente y que a través de su intercesión espiritual, pueden conseguir ayuda en problemas de salud, familiares o facilitar el cruce fronterizo a los inmigrantes indocumentados.
    Es por ello por lo que se le considera el santo patrón de los indocumentados mexicanos. La imagen que se venera de él es considerada como falsa.
       Poco se sabe de la causa del cierre de empresas, que era la principal fuente de ingresos y dejó sin medio de subsistencia a cientos o miles de tijuanenses. Los más perjudicados fueron quienes laboraban en los negocios clausurados.
     Los trabajadores que de la noche a la mañana se quedaron sin empleo exigieron a sus empleadores una justa indemnización. Al serles negada, obtuvieron del gobierno federal la concesión para explotar los casinos como centro turístico. Sin embargo a espaldas del presidente mexicano los trabajadores del casino, en contubernio con políticos locales y el Secretario de Gobernación, se tomaron la libertad de reinstalar los juegos de apuesta.
      Al enterarse el general Cárdenas de que los juegos de azar estaban nuevamente funcionando, canceló el permiso que había extendido a los trabajadores para explotar el lugar como centro turístico y expropió el casino de Agua Caliente para convertirlo en centro escolar. El decreto fue expedido en diciembre de 1937.
       La expropiación irritó a los líderes sindicales que organizaron un movimiento de protesta contra la expropiación. A su movimiento lo llamaron,"Huelga de los Sentados," y tomaron la presidencia municipal. Los líderes sindicales querían revertir la expropiación a la fuerza, y que se les permitiera operar nuevamente el casino. En ese clima de agitación ocurrió la muerte de la niña Olga Camacho Martínez, hija de uno de los líderes del movimiento.
       Algunos periodistas de habla inglesa que han investigado el suceso han publicado que la muerte de Juan Castillo Morales, alias Juan Soldado, se debió a la presión que los líderes del movimiento, llamado:"Huelga de los Sentados," ejercieron sobre la autoridad para aclarar el crimen y que el gobierno, para calmar los ánimos, aplicó la ley fuga a un inocente. La historia es otra.
       En la tarde-noche del 13 de febrero de 1938, desapareció frente a su casa la menor de ocho años Olga Camacho Martínez. En ese tiempo la ciudad de Tijuana sólo tenía 19,000 habitantes, por lo que todos los vecinos se conocían. Al día siguiente, la pequeña ciudad era un caos, todos los vecinos estaban buscando la niña y hacia las diez de la mañana unos niños encontraron el cuerpecito degollado y ultrajado de la menor.
       Era tan pequeña la ciudad de Tijuana que fue fácil para la policía detener sospechosos. En el esclarecimiento del crimen contribuyó la ciudad de San Diego (California) enviando a su agente Ed Dieckmann, jefe de dactilografía del condado de San Diego.
         En cuanto Mr. Dieckmann vio la escena del crimen se dio cuenta que era un crimen fácil de resolver ya que el homicida había dejado huellas por doquier. Incluso había huellas del calzado del asesino que tenían una especial particularidad, la huella marcaba un diamante en el centro de la suela del zapato.
       Entre los sospechosos estaba el soldado Juan Castillo Morales, conocido posteriormente como Juan Soldado, un soldado raso quien al ser encarado se desplomó, lloró y pidió perdón, confesó que había cometido el crimen bajo la influencia del alcohol y la marihuana. La mujer de Juan Castillo Morales relató al investigador que una semana antes había sorprendido a su amasio Castillo Morales en el intento de violar a una sobrina suya.
       La noche en que desapareció la niña Olga Camacho, Juan Castillo Morales alias Juan Soldado apareció en la casa de su amasia manchado de sangre, se quitó la ropa y le pidió que la lavara. Al revisar la ropa la policía encontró fibras de tela que se correspondían con las encontradas en las uñitas de la niña asesinada.
      De alguna manera toda esa información se filtró y los vecinos exigieron que se les entregara al soldado para lincharlo. Durante la revuelta fue incendiada la jefatura de policía y la oficina de gobierno de la ciudad. Se habla de que hubo más de cien detenidos que participaron en la turbamulta.
       La policía local se deslindó de los hechos, bajo el argumento de que el asesino era un militar y el crimen estaba fuera de su jurisdicción, la justicia cambió de rango. Fue en el Comandante de la plaza militar, el general Contreras, en quien recayó el hacer justicia. Con las pruebas exhibidas por la policía local, por el jefe de la policía de San Diego (California) y por el personal del naciente FBI a cargo del agente William Menke, la justicia militar optó por hacer un juicio militar sumario al asesino Juan Castillo Morales (a) Juan Soldado. A la vista del grave crimen que cometió y la confesión que hizo sin ningún tipo de presión, fue encontrado culpable y sentenciado a muerte por el tribunal militar.
       La Ley Fuga fue un tipo de ejecución muy utilizado en México durante el periodo de la Revolución Mexicana. Dicha ejecución consiste en juzgar y sentenciar a muerte en forma expedita al reo, llevarlo al lugar de su ejecución, liberarlo de las ataduras y vendas, y darle la oportunidad de huir. Si las balas del pelotón de fusilamiento no lo alcanzan durante la huida, es hombre libre. Las posibilidades de salir con vida son casi nulas.
      En cumplimiento de dicha Ley, el reo fue trasladado la mañana del 17 de febrero de 1938 al panteón municipal conocido como Puerta Blanca (Panteón Municipal N.º 1) y le aplicaron la Ley Fuga. Eso ocurrió a la vista de los vecinos de la ciudad, que se congregaron en las partes altas del panteón para atestiguar la muerte de Juan Soldado.
       Con el paso del tiempo, a algunos vecinos que presenciaron la ejecución les vino un sentimiento de culpa, y bastó que alguien afirmase que Juan Soldado era inocente y que el verdadero culpable era un capitán del ejército para que el sentimiento de muchas personas cambiara.
       El doctor Alejandro F. Lugo Perales, ex presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana, dice que (...) "hay un antiguo rito moro en el que los agresores lanzan piedras a la tumba de la víctima pidiéndole perdón. Eso fue lo que pasó con Juan Soldado, la gente comenzó a lanzar piedras a la tumba y no faltó quien dijera que éstas hacían milagros". Otra versión dice que algunos mirones recogieron las piedras ensangrentadas del lugar donde cayó y las colocaron alrededor de su tumba en un acto de arrepentimiento.
       Actualmente, en el viejo panteón de Puerta Blanca, existen dos pequeñas capillas dedicadas a Juan Soldado. En la primera capilla es en la que se dice que está sepultado; en ambas le rinden culto personas que tienen problemas para ingresar en Estados Unidos o se dedican al tráfico de personas en la frontera. Ambas capillitas están repletas de exvotos y cartas de agradecimiento por supuestos favores y milagros recibidos.
      Es necesario resaltar que la imagen que se venera en el panteón no corresponde con la fotografía que se conoce de él. En la imagen venerada aparece un militar a un lado de una mesa que sostiene un Cristo crucificado, el mensaje subliminal es "lo mataron por ser creyente", nada más lejos de la realidad, la fotografía que se conoce de Juan Castillo Morales nos muestra el rostro de un individuo distinto.
     En una entrevista que concedió en julio de 1991 José María Camacho, tío de la niña Olga Camacho a la periodista Aída Silva Hernández para un artículo que fue publicado en el semanario Zeta de Tijuana, declaró:
   De rodillas van hasta su tumba ¿Cómo puede ser eso?. (...) La niña salió de su casa en la calle segunda y pasó por la guarnición (militar) de la plaza, no regresaba y no regresaba, así que comenzamos a buscarla por todos lados y nada.

  Seguimos buscando, hasta que por fin la encontraron en el garaje de la guarnición. Estaba casi descuartizada. Fue violada, y encontraron a la niña con cabellos del soldado en la mano; lógicamente había tratado de defenderse. Dimos aviso a la policía y todo, por entonces estaba el general Contreras de jefe de guarnición. Le achacaban el crimen a un capitán. Mentiras. Fue él, fue Juan Soldado. Inclusive llegó a su casa todo sangrado y su esposa lo vio.
      Se levantó el pueblo indignado por el asesinato. Todos se sublevaron. Se quemó el Palacio de Gobierno y la Comandancia de Policía en protesta porque el general andaba indeciso. A Juan Soldado ya lo habían agarrado, pero no sabían si él tenía la culpa.
       (...) Por cierto que en una ocasión me encontré al que trabajaba en la Comandancia de Policía - era cabo - y dijo: "Fíjate Chema, que este hombre (Juan Soldado) yo lo tuve en la comandancia y me confesó que él había sido. Que estimaba mucho a la niñita, sabiendo que vivía a media cuadra de la plaza. Me confesó todo. Que él la había matado y que por el efecto de la marihuana había hecho eso". Así que estaba drogado cuando mató a la niña. Después le achacaron el crimen a un Capitán, pero puras mentiras.
     Mientras que la tumba de Juan Castillo Morales recibe a diario la visita de muchas personas creyentes en sus milagros y que van a orar y rogar por favores, la tumba de la niña Olga Camacho Martínez permanece en el olvido. 
       Por ser el único panteón municipal disponible en esos días, tanto la niña como su victimario fueron sepultados en el panteón municipal "Número Uno," conocido también como panteón de "Puerta Blanca." Posteriormente la familia de la niña Olga cambió su restos al panteón municipal "Número Dos" en donde aún yacen y su tumba se conoce entre quienes conocen la historia de su muerte como la "Tumba Olvidada." (Wikipedia)
       En el año de 2009, la señora Feliza Martínez de Camacho, madre de la niña Olga Consuelo, falleció en Guadalajara. Su última voluntad fue que se depositasen sus restos junto a los de su primogenita. 
   Por esto, las tres hijas de doña Feliza: Alma, Irma y Concepción Camacho Martínez, se reunieron en Tijuana para llevar a cabo el deseo de su madre, cuya partida ha permitido retomar el tema pero esta vez para desmitificar a “Juan Soldado”.

     “El acontecimiento es triste. Recordamos a mi mamá con su tristeza a solas realmente, porque se escondía de nosotras para llorar, pero la observábamos, con mucho amor... escuchábamos de aquí y de allá cosas sueltas. Ya crecimos y nos informamos bien del caso, porque en la casa no se habló de eso, no se habló de odio ni de nada triste, pero sí observábamos a mi mamá, lógicamente”, comparte la señora Consuelo Camacho Martínez, quien -al igual que su hermana Irma- al momento del crimen no había nacido. Alma tenía sólo 3 meses.
    Según comenta la señora Irma Camacho, tijuanense con domicilio en Guadalajara, la intención de hablar con los medios -ahora que el tema ya no podrá lastimar más a su madre- es para informar acerca de los hechos, y así aclarar lo que algunos llaman el “mito forzado.”
      “Nosotras todavía no nacíamos y de niñas empezamos a oír esos rumores, pero nunca nos atrevimos a preguntarle a mi mamá nada porque la lastimábamos y continuamente ella lloraba a un lado del retrato de la niña. Lo hecho, hecho está. Lo que nos duele como familiares es el mito que se ha creado a esta persona, no a la niña y ella fue la que sufrió”.(Blog Notas de Tijuana y Fotos, jueves 20 de agosto de 2009)
Juan Soldado
de Olga Vicenta Diaz Castro

       La vida de Juan Soldado se desconoce y desgraciadamente nadie se ha preocupado de investigar sus antecedentes que, como hombre y como soldado, nos sirvan para emitir un juicio que lo ponga en el lugar que verdaderamente le corresponde. Solo se sabe lo que a  través de los años las gentes cuentan, y con distintas versiones logran infundir en las coincidencias la indignación y mantener perenne el recuerdo de un hecho, que, no siendo el primero en el mundo, debería de haberse olvidado por el oprobio que para Tijuana y para nuestro glorioso ejercito significa el seguirlo propalando.
     Así atendiendo a las opiniones y sugerencias que me fueron hechas, solo voy a exponer mi punto de vista con estas breves consideraciones.
      Debo advertir que ni mi mente ni mi endeble pluma se atreverán a inventar ni escribir detalles de este caso, del que nadie fue testigo y que solo servirían para llenar las paginas de una de tantas inmundas revistas que se dedican a explotar la morbosidad y los salvajes instintos de gente que se solaza con la desgracia de sus semejantes. Pero aunque no sea muy grato, repetiré algo de lo que oí cuando por primera vez visite la tumba de Juan Soldado.
     En el año de 1938 nuestra ciudad se conmovió ante el nefando crimen del que fue víctima una inocente niña de corta edad al ser violada y asesinada, por un miembro del ejercito que después inculpó a un subalterno, un soldado raso llamado Juan.
     Y hasta la fecha nadie puede asegurar quien de los dos fue el responsable, solo se sabe que esta horrible tragedia provocó protestas, manifestaciones y hasta sangrientos motines.
     Personas que aun viven dicen que la misma mujer del soldado Juan, tal vez sin medir las consecuencias, declaró en su contra. Y finalmente fue conducido al Panteón de Puerta Blanca para aplicarle la Ley Fuga.
     Otras aseguran que como no se le permitió hablar para defenderse, cuando corrió huyendo de la muerte iba blasfemando y lanzando improperios en contra de quienes lo acusaron y al darle el tiro de gracia maldijo a los que le dieron muerte.
La Indignación Origina la Credulidad
       Como entre los que protestaban por este hecho unos estaban a favor y otros en contra, siendo en su mayoría los primeros, no tuvieron otra manera de manifestar su condolencia  que después de ser sepultado, cubrir su tumba de flores y luces  y orar pidiendo el descanso de su  alma. Pero tal vez alguien en el exceso de su culto homenaje lo catalogó como mártir,  y encontrándose en apuros le pidió que le ayudara, y al ser solucionado su problema se dio a la tarea de publicar aquello como milagro, empezando así la credulidad de las gentes, bendiciendo en sus apuros el anima de Juan y se olvidaron de la tumba de la niña, que en realidad merece mas consideración, si es que de inocentes victimas se trata. Y ¿qué decir del dolor sin medida y sin término de los padres de esta pequeña?
Nuestro Punto de Vista
     Si nos ponemos en un plano imparcial y aceptando la posibilidad de que este pobre hombre fuera inculpado por un falso testimonio, no por eso vamos a creer que murió en olor a santidad, ni mucho menos se le pueden atribuir poderes milagrosos que lo dignifiquen para elevarlo a los altares.
     Y hago esta observación porque por muy elemental que sea nuestra instrucción religiosa todos sabemos que, Santo es aquel que llevando una vida de virtud y de pureza se dedica a seguir las huellas de Cristo, poniendo en practica sus divinas enseñanzas. Además de esto, milagro es un hecho sobrenatural en el que solo interviene Dios con su poder divino, y finalmente recordemos que los santos no hacen milagros, ellos solo ruegan por nosotros para que el Todopoderoso escuche nuestras peticiones, concediéndonos lo que en su infinita misericordia cree que merecemos.
     Aunque ahora la Parasicología hace concienzudos estudios sobre estos conceptos.
La Tumba de Juan Soldado
     Sobre la tumba de Juan se construyó un cuartito. Ahora este modesto y ruinoso monumento es el punto donde convergen, el fetichismo, la ignorancia, la inmoralidad, el interés y el histrionismo.
     En mis frecuentes visitas al panteón he presenciado ante esta tumba , incidentes dramáticamente enternecedores, algunos por demás profanos, otros ridículos y hasta chuscos como estos con que termino estas observaciones.
     Una tarde encontré frente a ella a un ancianito de rostro alegre que me saludó amablemente y al entablar conversación con él le pregunté:
      -¿Ha venido usted a pagar alguna “manda”?
      -No, señora, yo vengo a ver que nuevos milagros le han colgado al pobre Juan.
      -¿Es que no cree usted en sus milagros?
      -¡Cómo voy a creer! Señora, venga usted para que vea.
    Entramos a una pequeña capilla atestada de retablos, tarjetas, retratos, imágenes de santos, papeles escritos, trapos, prendas de vestir sucias y otros inmundos objetos dignos de ser quemados, ya que todo esta dando un aspecto deplorable invadiendo la parte exterior. Sobre el techo esta un busto de yeso que representa a un militar que no es Juan, porque de éste no existe ninguna fotografía.
     El viejecito tomó de aquel montón de cosas un papel y me dijo:
       “Señora, lea usted para que vea porqué en mi opinión deberían las autoridades correspondientes haber quitado todo esto.”
     Tomé el papel y leí lo escrito que copié a la letra: “Te doll grasiasjua soldado pot l milagro qe me isiste, de qe Camilo dejara a Mariana y se viniera a bibir conmigo. Tu de bota Anastacia.”
      -Pero esto es una irreverencia-le dije-entregándole el papel que él puso en donde estaba.
      -Pues por el estilo de éste, hay otros que por decencia, más vale que no los lea.
      -Yo pienso que por respeto a las creencias no han mandado quitar todo esto.
       -No, no es por eso, es que ¿ve usted esta ánfora o cepo? Pues aquí se juntan las limosnas.
       -Y que sin lugar a dudas recoge algún sacristán.
       -No señora, ¿Cómo va a ser posible eso? si las autoridades eclesiásticas no han dado su aprobación para que Juan Soldado sea venerado.
          -Entonces ese dinero lo recauda alguien para alguna obra de utilidad pública.
          -Tampoco; porque nunca hemos sabido nada de eso.
       Y sonriendo maliciosamente continuó:
         -Es que Juan Soldado tiene un tesorero y a veces una Tesorera que viene a recoger semanariamente  las limosnas y sin duda se las llevan a depositar al Banco, por lo que yo creo que, sucediendo esto durante mas de treinta años, este Juan ha de tener una respetable suma a su nombre.
        Al oír el gracejo y la ironía del viejecito, hice un esfuerzo para no soltar la risa; y en tanto nos dirigíamos a la puerta para salir, le dije:
     -No me haga usted reír que estamos en un lugar santo.
     -No, señora si esto es cosa seria, fíjese que ya tiene el material para levantar otra capilla en el lugar donde dicen que cayó muerto; y de seguro que van a poner otra alcancía grandota para que se le junte más dinero ¡Ah! Si le digo que este es un muertito muy avariento…Je…Je…muy avariento…Je…Je…Je…
     Asi llegamos a la puerta y al salir no pude más y me puse a reír hasta las lagrimas.
       La gente que pasaba al oír nuestras risotadas debe de haber pensado que estábamos locos porque, ¿quién sale de un panteón hecho mas pascuas, muriéndose de risa?     
     Tomado de Narraciones y Leyendas de Tijuana, por Olga Vicenta Díaz Castro "Sor Abeja" Lito Editorial Fiscal, Segunda Edicion 1981, p.43-48.