Thomas Hardy nació en Higher
Bockhampton, Stinsford, cerca de Dorchester, el
2
de junio de 1840, y murió en Max Gate, el
11
de enero de 1928, novelista y poeta inglés, superador del naturalismo de su tiempo.
Biografía
Años de Formación
(1840-1870)
Su padre, Thomas
Hardy, era un constructor de Higher
Bockhampton, localidad inglesa cercana a Dorchester, y su madre,
Jemima Hand, trabajó como cocinera y sirvienta. Ambos contrajeron matrimonio en
Melbury Osmund, el 22 de diciembre de 1839.
El novelista, nacido el 2 de junio de 1840, fue el primogénito de la
pareja. Su madre, una mujer cultivada, le procuró varias lecturas, como la
traducción inglesa de Dryden de las obras completas de Virgilio, y el Rasselas de Samuel
Johnson, que leyó con solo ocho años.
De 1848 a 1856 asistió a la escuela local en Bockhampton, donde aprendió latín, francés y alemán.
A los 16 años, en 1856, comenzó su aprendizaje en Dorchester junto al
arquitecto y restaurador local James Hicks, a cuyas órdenes trabajó hasta el
año 1861. Durante esta etapa estudió a los trágicos griegos, bajo la tutela de
Horace Moule. En 1859, leyó, El Origen de las Especies de Charles Darwin. Ese mismo año
escribió su primer poema, Domicilium.
En 1862 se trasladó a Londres como ayudante del arquitecto eclesiástico Arthur Blomfield, especialista en
restauraciones de iglesias y constructor de otras nuevas en estilo neogótico. Asistió al teatro
y la ópera y visitó casi diariamente la National
Gallery.
En esta etapa leyó a Herbert Spencer, Huxley, John Stuart Mill y los poetas románticos y postrománticos Shelley, Scott, Browning y Swinburne. En 1865 publicó
su primer artículo titulado, How
I Built Myself a House. Envió varios de sus poemas a periódicos, pero
fueron rechazados.
En 1867 regresó a Dorchester para trabajar con
Hicks, y continuará en la construcción a pesar de su mala salud. . Ese mismo
año comenzó su primera novela, hoy perdida, que llevaba el título de, The Poor Man and the Lady. Es
posible que en este año mantuviera un romance con su prima Tryphena Sparks,
modelo de sus personajes Fancy Day y Sue Bridehead. En 1868 concluyó, The Poor Man and the Lady, pero
desestimó publicarla siguiendo los consejos de George Meredith. Tras la muerte de Hicks, se
trasladó a Weymouth para trabajar con su sucesor, Crickmay. En 1870 Crickmay
envió a Hardy a St. Juliot, en Cornualles, para planear la restauración
de la iglesia. Allí conoció a su futura esposa, Emma Lavinia Gifford, la cuñada
del párroco.
Desarróllo de su Obra Narrativa (1871-1897)
En 1871 publicó su novela, Remedios Desesperados, que
había comenzado a escribir dos años antes. A ella siguieron, Bajo el Árbol del Bosque (1872), Unos Ojos Azules (1873) y Lejos del Mundanal Ruido (1874). Esta última, que había
aparecido previamente como folletín en un periódico, alcanzó un éxito
considerable. Contrajo matrimonio ese año con Emma Lavinia Gifford en Paddington y, alentado por ella, abandonó la arquitectura
para dedicarse profesionalmente a escribir. Su unión duraría hasta la muerte de
ella, en 1912, si bien en los últimos años de distanciaron.
En 1876, tras varios cambios de residencia, la
pareja se instaló en Sturminster
Newton. Ese mismo año, Hardy publicó
otra novela, The Hand of
Ethelberta. En 1878 apareció, El
Regreso del Nativo, y Hardy se
mudó con su esposa a Upper Tooting. En esa época, su reputación como novelista, y
su amistad con el biógrafo Leslie
Stephen, le abrieron las
puertas de los cenáculos literarios de la capital.
En 1880
publicó, The Trumpet-Major.
Ese
mismo año cayó seriamente enfermo, y debió guardar cama durante seis meses, que
aprovechó para escribir, The
Laodicean, publicada en 1881. En 1883 se trasladó a Dorchester para
supervisar la construcción de Max Gate, vivienda
proyectada por él mismo, y a la que se trasladó con su esposa en 1885.
En los ochenta Hardy gozó de bastante
prestigio y éxito económico, y conoció en Londres a personajes como Matthew Arnold, Henry James, Tennyson y Robert Browning. En 1886 apareció,
El Alcalde de Casterbridge y al año siguiente, Los Habitantes del Bosque,
ambas de gran interés.
En la primavera de 1887, viajó a Italia, donde visitó Génova, Pisa, Florencia, Roma, Venecia y Milán; en 1887 y, en
1888, a París. Ese año publicó
su primera colección de relatos breves, Wessex
Tales, género en el que volcaría de ahora en adelante.
En 1891 aparecieron dos nuevas novelas suyas, Tess de d'Urbervilles y A
Group of Noble Dames. En 1892 falleció el padre del novelista. Durante los noventa viajó también a Dublín en 1893 y a Bruselas y Waterloo en 1896 para ambientar su poema sobre las
guerras napoleónicas, The
Dynasts.
En 1895 apareció una de sus novelas más
importantes, Jude el Oscuro. Tras su
publicación, recibió duras críticas por ser considerada inmoral (algún crítico
habló absurdamente de “Jude el Obsceno”). Por ello, Hardy tomó la resolución de no escribir más novelas, y dedicarse en
exclusiva a la poesía. No obstante, publicó aún una novela que tuvo gran
resonancia: La Bienamada (escrita diez años antes) en 1897. Ese
mismo año hizo un viaje a Suiza.
Su, Lejos
del Mundanal Ruido fue adaptada
al cine en 1967; también fue llevada al cine su novela, Tess, de Urberville por Polanski en 1979. La novela "Jude el Oscuro" fue llevada al cine en 1996, con el
título de "Jude," siendo
dirigida por Michael Winterbottom.
Regreso a la Poesía. Años finales (1898-1928)
Cansado de que los críticos le reconviniesen
por los temas incisivos de sus libros, Hardy
se consagró, tras publicar, Jude
el Oscuro, a la poesía.
El primer libro de versos de Hardy, Poemas de Wessex, apareció en
1898, cuando el autor contaba 58 años de edad. En 1902 publicó, Poemas del Pasado y del Presente.
Esa fecha comenzó la redacción de su obra más ambiciosa, The Dynasts, cuya primera parte
(de tres) vio la luz en 1904, año en que
falleció la madre del poeta. Las dos partes siguientes aparecieron,
respectivamente, en 1906 y 1908. En 1909 publicó
un nuevo libro de poemas, Risas
del Tiempo. En el año 1910 el rey Eduardo
VII le concedió la
Orden del Mérito.
Su esposa, con la que había compartido su vida
durante tres décadas, murió repentinamente en noviembre de 1912. Hardy escribió sobre su historia de amor uno de sus mejores libros
poéticos, Lo Que Queda de Una
Vieja Llama. En 1913, el poeta realizó
un peregrinaje sentimental a St. Juliot, donde había conocido a su esposa, y a Plymouth, donde ella había nacido.
En febrero de 1914 se casó por segunda vez,
ahora con Florence Emily Dugdale, que había sido su secretaria. Thomas Hardy publicó un total de
catorce novelas. Recibió el doctorado honoris
causa de la Universidad
de Cambridge en 1913, y en 1920
de la de Oxford. En 1914 publicó otro libro
de poesía, Sátiras de Circunstancias.
En 1923 dio a la imprenta una obra de teatro en verso, The Famous Tragedy of the Queen of
Cornwall y, en 1925, Fantasías
Humanas, la última colección de poemas que publicó en vida.
Síntesis Final
Por esta época comenzó a redactar su
autobiografía, que aparecería póstumamente, en 1928, y de la que se sospecha que
fuera en realidad escrita, al menos en parte, por su viuda, Florence Emily
Dugdale.
Su biografía, en gran medida escrita por él
mismo pues, apareció bajo el nombre de su segunda esposa en dos volúmenes desde
1928–30, como The Early Life
of Thomas Hardy, 1840–91 y The Later Years of Thomas Hardy,
1892–1928; hoy están publicadas en una edición crítica de un solo volumen
como The Life and Work of
Thomas Hardy, editada por Michael Millgate (1984).
Falleció en su residencia de Max Gate, en 1928, y recibió sepultura en el llamado Rincón de los
Poetas (Poets' Corner), en la abadía
de Westminster, pero su corazón fue enterrado en la tumba de su
primera esposa, en Stinsford, muy cerca de donde yacen también los padres del
autor.
Obra
A pesar de que publicó su
primer libro pasada la treintena, Hardy
no fue en realidad un escritor tardío. Su primera vocación fue la poesía
lírica. Tras fracasar en sus intentos de publicar poemas, probó fortuna con la
novela, aunque despreciaba el género a causa de su carácter excesivamente
comercial y ostentoso. La narrativa de Hardy obtuvo cierto éxito, si bien la
crítica se encarnizó con él, por la ideología materialista, naturalista y pesimista implícita en
sus tristísimas y deprimentes últimas novelas. Desde 1895 abandonó
definitivamente la novela para dedicarse con tenacidad al desarrollo de su
interesante obra lírica.
Novelas
La acción de todas sus novelas se desarrolla en el campo inglés, en una región
bautizada por el novelista como Wessex y que es en realidad su Dorset natal. Cada ciudad de Wessex tiene su
equivalencia real en la toponimia de Dorset; así, Oxford recibe en las novelas de Hardy el simbólico nombre de Christminster. En este mundo se
producen todos los acontecimientos de sus obras, si bien la obra de Hardy desborda todo posible costumbrismo en tanto que ese paisaje resulta simbólico de
un pensamiento muy definido. Utiliza el dialecto de Dorset como ejemplo de
inglés antiguo y noble en trance de desaparición por el destino de la modernidad.
La cosmovisión de Hardy es atea y de un radical y obsesivo pesimismo, de invasora negrura. Sus
personajes luchan una y otra vez contra un destino hostil; las mediatizaciones
sociales y morales les extravían irremediablemente y, aunque hacen lo que
pueden por sobrevivir, se ven envueltos en el ciego determinismo de un universo dominado por la selección
natural de Charles Darwin y la social de Herbert Spencer y por la filosofía pesimista de Arthur
Schopenhauer.
El destino de los personajes se ve, sin
embargo, alterado a veces por una suerte momentánea que simula una ironía, puesto que funciona de anticlímax para una
hecatombe dramática en la que la voluntad humana resulta vencida al cabo por
una necesidad implacable. Hay intensas descripciones de los campos, montañas,
estaciones y clima de Wessex, que reflejan como un espejo el interior sombrío
de unos personajes sumidos en la desdicha.(Wikipedia)
Los Cuentos de Wessex
Los Cuentos de Wessex es una colección de cuentos de 1888 escrito por Thomas Hardy,
muchos de los cuales se establecen antes del nacimiento de Hardy en 1840.
A través de ellos, Thomas Hardy habla
sobre el matrimonio del siglo XIX, la gramática, la pertenencia de clase, cómo
eran vistos los hombres y las mujeres, las enfermedades médicas y más.
En 1888,Los Cuentos de Wessex contenían
sólo cinco relatos: “Los Tres Extraños,” “El Brazo Marchito,” “Conciudadanos,”
“Intrusos en el Knap,” y “El Predicador Distraído,” todos ellos
publicados por primera vez en publicaciones periódicas.
Para la reimpresión de 1896, Hardy añadió: “Una
Mujer Imaginativa,” pero en 1912
trasladó este cuento a otra colección, “Pequeñas Ironías de la Vida,”
mientras que al mismo tiempo transfirió dos historias, “Una Tradición de Mil
Ochocientos Cuatro” y “El Melancólico Húsar de la Legión Alemana,” de
“Pequeñas Ironías de la Vida” a “Cuentos de Wessex”(Wikipedia).
El Brazo Marchito
de Thomas Hardy
El pueblo de Homstoke, al sur de Inglaterra, era típicamente lechero. Allí preparaban los mejores quesos y deliciosa mantequilla. Esa tarde de 1980, en una de las tantas granjas del lugar, se encontraba trabajando un grupo de ordeñadoras. Una de ellas dijo a la otra, mientras ambas ordeñaban, “Oí decir que el señor Albert Lodge llega mañana con su esposa.” La otra mujer dijo, “¿Cómo será ella?” Su compañera le dijo, “Según escuché muy bonita y mucho más joven que él.” La otra mujer contestó, “El señor Lodge tiene 40 años…ella creo que apenas 20.” Ambas miraron hacia otra compañera que se encontraba como ellas ordeñando a otra vaca. Una de ellas dijo, “Va a ser duro para Rhoda.” La compañera le contestó, “Ni dudarlo. Desde que se supo que él se había casado, está más callada que de costumbre.” Una tercera compañera se les unió y dijo, “Mírenla. Pareciera que no escucha ni le importa lo que sucede a su alrededor.” Otra de ellas contestó, “¡Pobre Rhoda! Aunque ella es la única culpable. Jamás un señor se casa con una servidora.”
La aludida, sin siquiera
mirar a sus compañeras, salió del establo. Una de las ordeñadoras dijo al verla
salir, “¡Cómo ha cambiado! Era tan
hermosa…Tiene 30 años pero parece mayor.” Otra ordeñadora dijo, “Era considerada la moza más bella del
pueblo y los alrededores. No es ni la sombra de lo que fue.” Rhoda entregó
la leche y luego se reunió con un muchachito que la aguardaba, a quien le dijo,
“Acabo de escuchar, mientras ordeñaba,
que tu padre llega mañana con su esposa.” El niño dijo, “Entonces es verdad que se casó.” Ella le dijo, “Y dicen que la mujer es joven y bonita. Mañana te enviaré al mercado
a comprar algunas cosas.” La mujer agregó, “Los encontrarás en el camino. Quiero que te fijes bien en ella, para
que me cuentes cómo es.” El niño dijo, “Así
lo haré madre.” La mujer le dijo,
“Quiero saber si es rubia o morena, alta o baja, si tiene aspecto de haber
trabajado para ganarse la vida, o es una niña rica que no ha hecho nunca nada.” El
niño dijo, “Todo te lo diré madre.”
Cuando ambos llegaron a un
humilde casa de madera, la mujer dijo, “Voy
a preparar una sopa de col con chorizo. Prende el fogón Charles.” Mientras
Rhoda cocinaba, una idea no se apartaba de su mente, “Se casa…algún día tenía que ser…no es justo, yo debería ser su esposa.
Soy la madre de su hijo, todo el mundo lo sabe. Charles es mío y de él. No lo
puede negar.” Después de cenar, el niño se fue a dormir, pero Rhoda se
quedó frente al fogón, pensando, “Yo
también fui joven y todos decían que fui muy
hermosa. ¡Cuántos hombres pretendieron mi amor! Y a todos lo rechacé por él.
¡Cuánto, cuanto lo amaba!”
Sus pensamientos
retrocedieron junto a la época en que conoció a Albert Lodge. Mientras Rhoda
cortaba manzanas, escuchó el retumbar de un caballo. Era un hombre a caballo.
Entonces preguntó a su compañera de labores, “¿Quién es?” Ella le dijo, “El
hijo del patrón. Ha estado en Londres durante mucho tiempo. Ahora regresa para
hacerse cargo de las propiedades de su padre.” Rhoda dijo, “Es muy apuesto.” Ella le dijo, “Lo mismo piensan todas. Claro, tú no lo
conocías porque hace solo un año que llegaste al pueblo.” En los días
siguientes, Rhoda vio varias veces a Albert y cada vez sentía una punzada en el
corazón, pensando, “Soy una tonta. Jamás
se fijará en mí. Es el hijo del hombre más rico de este pueblo y sus
alrededores. Yo soy una de las tantas servidoras que trabajan aquí. Las hijas
de todos los granjeros deben estar esperanzadas en pescarlo.” Pero Rhoda no
había pasado desapercibida al joven apuesto, quien pensaba al verla, “Es una moza muy bella. Tiene unos labios
que piden ser besados y yo deseo hacerlo.”
Una tarde, ambos se conocieron. Mientras ella trabajaba, Albert llegó y le dijo, “Tú eres Rhoda, ¿verdad?” Ella le dijo, “Sí…sí señor…” Albert tomó su cesto de manzanas y le dijo, “Permíteme que te ayude.” Ella le dijo, “¡Oh, no! Usted es el patrón. Yo estoy acostumbrada…” Él le dijo, “Eres demasiado hermosa para hacer estas labores. Te ves cansada. Siéntate y charlemos un poco.” Ella dijo, “Pero…” Albert dijo, “Vamos, haz lo que te digo. Hace mucho que deseo hablarte. Desde que llegue me fijé en ti.” Rhoda dijo, “¡Señor qué cosas dice!¡Yo no soy digna de su atención!” Albert dijo, “Rhoda, tu mereces ser una señora con esa cara, ese cuerpo, ninguna otra mujer se te puede comprar.” Rhoda pensó, “¿Estaré soñando o es verdad lo que escucho?”
Una tarde, ambos se conocieron. Mientras ella trabajaba, Albert llegó y le dijo, “Tú eres Rhoda, ¿verdad?” Ella le dijo, “Sí…sí señor…” Albert tomó su cesto de manzanas y le dijo, “Permíteme que te ayude.” Ella le dijo, “¡Oh, no! Usted es el patrón. Yo estoy acostumbrada…” Él le dijo, “Eres demasiado hermosa para hacer estas labores. Te ves cansada. Siéntate y charlemos un poco.” Ella dijo, “Pero…” Albert dijo, “Vamos, haz lo que te digo. Hace mucho que deseo hablarte. Desde que llegue me fijé en ti.” Rhoda dijo, “¡Señor qué cosas dice!¡Yo no soy digna de su atención!” Albert dijo, “Rhoda, tu mereces ser una señora con esa cara, ese cuerpo, ninguna otra mujer se te puede comprar.” Rhoda pensó, “¿Estaré soñando o es verdad lo que escucho?”
Ambos se sentaron bajo un
árbol. La emoción, la impresión de escuchar tales palabras de un hombre como
ese, no le permitían a Rhoda moverse. Albert dijo, “¿Qué edad tienes, Rhoda?” Rhoda dijo, “Dieciocho años señor.” Albert dijo, “Yo acabo de cumplir 25 y en todo lo que llevo de vida no había
conocido a una mujer como tú.” Rhoda dijo, “Pero si usted debe tratar a damas elegantes, educadas.” Albert
dijo, “Sí, pero no tiene tu frescura, tu
sencillez. Son mujeres artificiales, sin belleza natural.” Albert se sentía
realmente entusiasmado con la enorme belleza de Rhoda, y dijo, “Quiero verte mañana. Te estaré esperando
junto a la cascada a las cinco. No faltarás, ¿verdad?” Ella dijo, “No sé. Tengo que trabajar. Si no cumplo me
veré en problemas.” Albert dijo, “¿Olvidas
que yo soy el dueño? Si alguien te llama la atención o te molesta, dímelo.”
La tentación era demasiado grande y Rhoda acudió al otro día y a los
siguientes.
Un día Albert le dijo, “¡Rhoda, me tienes loco! No puedo dejar de pensar en ti ningún segundo.” Ella le dijo, “Señor…” Albert le dijo, “Te he dicho que me llames Albert. A ver, dilo…” Rhoda dijo, “Al…Albert…” Albert dijo, “Ves qué fácil. Dime, ¿No sientes nada por mi?¿No crees que podrías quererme?” Rhoda le dijo, “¡Pero si yo lo amo desde el primer día que lo vi! Yo…sé que no debo, pero ¿cómo evitarlo?” Albert la tomó de la cintura y le dijo, “Rhoda, me has embrujado. Te necesito como el agua, el aire…” Sin poder contenerse más, la tomó en sus brazos besándola con desesperación. Ella sorprendida quedo un momento estática, pero luego respondió con una pasión avasalladora. Y allí, junto al rio, la joven entrego lo que se había prometido dar solo al que fuera su esposo.
Un día Albert le dijo, “¡Rhoda, me tienes loco! No puedo dejar de pensar en ti ningún segundo.” Ella le dijo, “Señor…” Albert le dijo, “Te he dicho que me llames Albert. A ver, dilo…” Rhoda dijo, “Al…Albert…” Albert dijo, “Ves qué fácil. Dime, ¿No sientes nada por mi?¿No crees que podrías quererme?” Rhoda le dijo, “¡Pero si yo lo amo desde el primer día que lo vi! Yo…sé que no debo, pero ¿cómo evitarlo?” Albert la tomó de la cintura y le dijo, “Rhoda, me has embrujado. Te necesito como el agua, el aire…” Sin poder contenerse más, la tomó en sus brazos besándola con desesperación. Ella sorprendida quedo un momento estática, pero luego respondió con una pasión avasalladora. Y allí, junto al rio, la joven entrego lo que se había prometido dar solo al que fuera su esposo.
Cayó la tarde. Junto con las
sombras volvió la calma a los ardientes espíritus. Albert dijo, “Rhoda, me has hecho el hombre más feliz del
mundo.” Rhoda dijo, “Yo…me siento
mal…no debí…” Albert dijo, “No tienes
de que arrepentirte. Tú y yo nos queremos. ¿O ya no me amas?” Rhoda dijo, “Más que a mi vida, pero no está bien lo que
hicimos…” Albert dijo, “¿Por qué?
Consumamos un amor que a ambos nos quemaba por dentro.” Rhoda dijo, “Que dirá la gente cuando se entere? Tú
estás a salvo, eres el patrón, pero yo…Ya me imagino lo que dirán de mí. Moriré
de vergüenza.” Albert dijo, “Nadie
habla nada porque no se enterarán. Solo tú y yo lo sabemos.” Rhoda dijo, “Ya jamás me podre casar con nadie. Solo
contigo y tú…¿Estás dispuesto a hacerme tu esposa?” Albert dijo, “Ya hablaremos de ello. Ahora solo piensa
en lo mucho que nos queremos y en la felicidad de volver a estar juntos.”
Durante varios meses se
vieron a escondidas. Mientras el amor de ella aumentaba, la pasión de él
declinaba rápidamente. Un día ella le dijo, “Te
aguardé toda la semana y no viniste. ¡Ay Albert no puedo vivir sin ti!¿Porqué
me dejas esperándote?” Albert le dijo, “Tengo
muchas cosas que hacer. Cada día mi padre me da mayores responsabilidades.”
Rhoda le dijo, “Últimamente siempre estas
ocupado y anoche me entere de que fuiste de cacería con tus amigos.” Albert
dijo, “Rhoda, no me gusta que me espíes,
ni menos que me presiones. Tampoco me parece que vayas a la casa y pidas hablar
conmigo.” Rhoda dijo, “Es que
necesitaba decirte algo urgente, y como no habías venido…” Albert le dijo, “¡No vuelvas a hacerlo! La gente puede
pensar que entre tú y yo hay algo más que la relación de patrón y servidora.”
Ella dijo, “¿Y acaso no es así?”
Albert dijo, “Ya te advertí que eso es algo que debe quedar entre tú y yo nada más. Ahora dime, ¿que es eso tan urgente que tenias que comunicarme?” Rhoda dijo, “Estoy esperando un hijo.” Albert dijo, “¿Quéee?” Rhoda dijo, “Vamos a ser padres, Albert, tienes que casarte conmigo.” Albert dijo, “¡Estás loca! ¡Eso es imposible! Yo no puedo casarme con una mujer como tú. Mi padre se moriría de pesar. Él está enfermo y no le daré un disgusto semejante.” Rhoda dijo, “Albert, ¿Qué voy a hacer? Me deshonraste y ahora no quieres cumplir con tus promesas.” Albert dijo, “Exageras. Yo nunca te ofrecí matrimonio. No eres la primera mujer, ni serás la última, que tendrá un hijo sin casarse. Cuídate mucho de no mézclame en este asunto. Lo único que hare por ti es darte algún dinero. Unas cien libras...” Rhoda dijo, “¡No las quiero!” Albert dijo, “¿Qué dices?” Rhoda dijo, “¡Que no necesito tu dinero sino un padre para mi hijo! Yo puedo trabajar y mantenerlo.” Albert dijo, “Si quieres hacerte la digna, no te lo impediré. Pero no te vuelvas a acercar a mí.” Rhoda dijo, “Puede estar tranquilo, señor Lodge, no volveré a mirarlo ni diré nada, pero a pesar de eso todo el mundo lo sabrá.”
Albert la tomó del brazo y le dijo, “¿Me estas amenazando?” Ella le dijo, “No, simplemente presiento que así será.” Albert le dijo, “No quieras pasarte de lista. Recuerda que soy un hombre rico y tengo poder en el pueblo.” Ella le dijo, “Si, lo sé. Es usted dueño de todo, hasta de la honra de las mujeres…” La joven se marchó sin volver ni una vez la cabeza. Albert pensó, “Diablo de mujer. Primero me provoca, luego se entrega a mí, y ahora quiere atarme con el cuento de un hijo. Lo último en que he pensado es en casarme y, de hacerlo alguna vez no sería jamás con ella.”
Albert dijo, “Ya te advertí que eso es algo que debe quedar entre tú y yo nada más. Ahora dime, ¿que es eso tan urgente que tenias que comunicarme?” Rhoda dijo, “Estoy esperando un hijo.” Albert dijo, “¿Quéee?” Rhoda dijo, “Vamos a ser padres, Albert, tienes que casarte conmigo.” Albert dijo, “¡Estás loca! ¡Eso es imposible! Yo no puedo casarme con una mujer como tú. Mi padre se moriría de pesar. Él está enfermo y no le daré un disgusto semejante.” Rhoda dijo, “Albert, ¿Qué voy a hacer? Me deshonraste y ahora no quieres cumplir con tus promesas.” Albert dijo, “Exageras. Yo nunca te ofrecí matrimonio. No eres la primera mujer, ni serás la última, que tendrá un hijo sin casarse. Cuídate mucho de no mézclame en este asunto. Lo único que hare por ti es darte algún dinero. Unas cien libras...” Rhoda dijo, “¡No las quiero!” Albert dijo, “¿Qué dices?” Rhoda dijo, “¡Que no necesito tu dinero sino un padre para mi hijo! Yo puedo trabajar y mantenerlo.” Albert dijo, “Si quieres hacerte la digna, no te lo impediré. Pero no te vuelvas a acercar a mí.” Rhoda dijo, “Puede estar tranquilo, señor Lodge, no volveré a mirarlo ni diré nada, pero a pesar de eso todo el mundo lo sabrá.”
Albert la tomó del brazo y le dijo, “¿Me estas amenazando?” Ella le dijo, “No, simplemente presiento que así será.” Albert le dijo, “No quieras pasarte de lista. Recuerda que soy un hombre rico y tengo poder en el pueblo.” Ella le dijo, “Si, lo sé. Es usted dueño de todo, hasta de la honra de las mujeres…” La joven se marchó sin volver ni una vez la cabeza. Albert pensó, “Diablo de mujer. Primero me provoca, luego se entrega a mí, y ahora quiere atarme con el cuento de un hijo. Lo último en que he pensado es en casarme y, de hacerlo alguna vez no sería jamás con ella.”
Al día siguiente, mientras
las jornaleras cortaban manzanas, una de ellas dijo, “¿Ya saben que Rhoda se fue a trabajar a otro lugar?” La otra
contestó, “Sí, se empleó de ordeñadora en
la granja del señor Colbert.” No tardó en mostrarse el embarazo de la joven
y empezaron los comentarios: “Rhoda está
esperando un hijo. ¿Quién será el padre?” Otra contestó, “Tan remilgosa que se mostraba y mírenla.” Una
de ellas dijo, “Un día yo la vi platicando con el señor Lodge, cerca del rio.” Otra dijo, “Él debe ser el padre. Mientras trabajó en
la granja, se mostró muy considerado a ella.” Todas eran especulaciones
porque a ella no pudieron sacarle una palabra. Mientras ordeñaban, una le dijo, “¿Quién es el padre de tu hijo? Deberías
obligarlo a casarse contigo.” Rhoda
les dijo, “Ese es asunto mío. Nadie tiene
que meterse en mi vida. ¡Déjenme tranquila!”
Transcurrieron los nueves
meses y Rhoda dió a luz un robusto niño. Mientras lo cargaba en sus brazos, Rhoda le
dijo, “Te llamarás Charles, como mi
padre. Hijo, yo se que tú, sin decir nada, gritarás la verdad al mundo.” Y
no se equivocaba porque a medida que la criatura crecía, y la veían pasar con
su hijo, dos mujeres murmuraban. Una de ellas decía,“¿A quién te recuerda el hijo de Rhoda?” La otra contestaba, “Por supuesto que al señor Lodge. Es su vivo
retrato.” La primera dijo, “Siempre
lo sospeché. Tanto que ella guardó el secreto y ahora todos lo saben.” La
segunda dijo, “Algo grande sucedió entre
ellos.” La primera dijo, “Lo que pasa
es que cuando él consiguió lo que quería, ella ya no le interesó.” La
segunda dijo, “Rhoda fue una tonta.
Seguro imaginó que el señor Lodge se casaría con ella.” Estos comentarios
se hacían lo suficientemente altos como para que Rhoda los escuchara, pero ella
permanecía impasible. Y mientras una mujer decía, “¡Qué bonito niño! Claro que tiene a quien salir. Su padre es…” Rhoda
interrumpía diciendo, “¡Charles, ven acá!
Tenemos que regresar a casa, hijo.”
Con el páso de los años, la
belleza de Rhoda que tanto había cautivado a tantos, fue desapareciendo. Dos mujeres
murmuraban al ver pasar a Rhoda. Un día, una de ellas dijo a su compañera, “¡Pobre
Rhoda, cómo ha cambiado! Tiene apenas 25 años y representa muchos más.” La
otra dijo, “No es ni la sombra de lo que
fue.” Los ojos de Rhoda habían perdido el brillo, su cutis la lozanía, y su cara
reflejaba amargura y tristeza. Mientras Rhoda caminaba, dos amigas la veían, y una de
ellas decía, “Jamás platica ni se ríe.
Parece que lo único que le importa en el mundo es su hijo.” La otra dijo, “A mí me da lástima pensar que pudo haberse casado con un buen hombre.”
Así transcurrió el tiempo. Rhoda jamás volvió a hablar con Albert y éste actuaba como si ella y su hijo no
existieran. Y ahora él se había casado y llevaba a su esposa a vivir al pueblo.
Rhoda pensaba, “Algún día tenía que
suceder. No debería importarme pero me importa y me duele. Todo lo que a mí me
negó se lo dará a ella. Yo pude tener una familia, un marido y todo lo perdí
por él.” Su rostro, más que tristeza expresaba odio, frustración, y
pensaba, “Su esposa tendrá hijos que
llevaran su nombre. Heredaran su fortuna, sus posesiones y el mío nada. Mi
pobre Charles sabe, como todos, que él es su padre. ¿Para qué se lo iba a
ocultar? Fue mejor decirle la verdad. Si no se lo hubiera dicho yo, otro lo
habría hecho. Era preferible que lo supiera por mí. Sé que como yo, está
resentido por la indiferencia que le demuestra el hombre que le dio la vida.
Jamás ha tenido un gesto amable con él. Lo ignora como si no existiera. ¡Tú y
tu mujer pagarán por esto Albert!”
Casi toda la noche Rhoda estuvo recordando su amargura. Al día siguiente, Rhoda le dijo a su hijo, “Ve y fíjate bien en ella. Si puedes
observa sus manos. Quiero saber si son de leche como las mías.” Dos horas
después el muchacho aguardaba al pie de una cuesta, sentado bajo un árbol,
pensando, “Cuando aparezca la calesa me
pondré a su lado. Aquí, por la subida, los caballos tienen que ir al paso. Veré
bien a la mujer.” No pasó mucho tiempo cuando Charles la divisó, y pensó, “Allá viene. Es el momento de cargar mi
canasto y ponerme a caminar.” Cuando la calesa empezó a subir la cuesta,
Charles caminó a su lado, pensando, “Es
muy joven y realmente hermosa. Se viste muy elegante.” Charles la miraba de
lleno sin el menor disimulo. Charles pensaba al ver a su esposo, “Él está molesto porque camíno junto al coche, pero no se atreve a
decirme nada.” Efectivamente, Albert apenas podía disimular su desagrádo
pero se contuvo. Charles pensó, “Ésta
mujer jamás ha trabajado. Se nota que es toda una dama adinerada.” Por fin
llegaron a la cima de la cuesta y el caballo empezó a trotar. La mujer dijo, “Que forma de mirarme la de ese muchacho.
Imaíno que es del pueblo.” Albert dijo, “Del vecindario, por lo menos. No te extrañe que te observen, mi
preciosa Susan. Todos desearán conocerte. Tendrás que acostumbrarte a la idea
de que eres la mujer más importante de este lugar por lo que atraerás la
curiosidad.” Susan dijo, “Sí. Así
tiene que ser…pero, algo extraño en ese muchacho atrajo mi atención…no sé qué…”
Albert dijo, “Olvídalo. Piensa solo
que nos falta una milla y estarás en tu nuevo hogar.” Susan dijo, “Querido, me siento tan feliz. Aún me parece
mentira que soy tu esposa.”
Esa tarde, cuando Rhoda
regresó a su casa, encontró a Charles comiendo pan en el comedor, y le dijo, “¿La viste?” Charles dijo, “Sí, con toda claridad. Es joven, muy
hermosa, de cabello claro. Parece una muñeca de porcelana. Tiene los ojos
azules, los labios muy rojos y al reír, muestra unos dientes blancos y
parejos.” Rhoda le dijo, “¿Cómo iba
vestida?” Charles dijo, “Con un traje
color rosa y sombrero blanco. Llevaba guantes. El señor Lodge parecía muy
satisfecho y orgulloso.” Rhoda dijo, “¡Basta,
no quiero saber más! Voy a preparar la cena. Estoy muy cansada y quiero
acostarme después.” Los días siguientes, mientras Rhoda trabajaba ordeñando,
tuvo que escuchar los comentarios que todas hacían sobre la recién llegada: “Es muy amable y tan bonita.” “Se nota que
es una gran dama. ¿Se han fijado en sus manos? Parecen de seda.” Por la
descripción que le diera su hijo, y lo dicho por las otras lecheras, Rhoda se
formó una imagen exacta de Susan Lodge, y pensó, “Es de estatura media. Su cutis es de terciopelo. Sus ojos son grandes
y azules.” Sin haberla visto nunca, podía contemplarla en su imaginación
como si la conociera. Rhoda pensaba, “Usa
trajes de colores claros. Su pelo reluce con destellos de oro.”
Una noche que Rhoda se quedó frente al
fogón, viendo con los ojos de la mente, una y otra vez, a su odiada rival,
pensó, “Es mejor que me vaya a dormir. Ya
son más de las doce. ¡Ya no quiero pensar en ella!” Apenas se acostó, Rhoda
vio a una mujer de pie a un lado de su cama, y dijo, “¡Eh!¿Qué hace usted aquí? ¡No tiene derecho a entrar a mi casa…!” La
mujer trató de tomarla del cuello. Rhoda gritó, “¡Nooo!¡Déjeme!” Antes de que pudiera reaccionar, sintió en su
cuello las manos como tenazas. Rhoda
gritó, “¡Agghhh!¡Basta!¡Suélteme!”
Rhoda desesperada luchó con todas sus fuerzas, pues estaba a punto de
asfixiarse. Rhoda empezó a torcer la mano de su enemiga, quien gritó, “¡Nooo!” Rhoda le dijo, “¡Te maldigo!¡Te odio!¡El resto de tu vida
te arrepentirás de esto!¡Te dejare marcada para siempre!¡Nunca serás feliz!” Al
grito de su enemiga, Rhoda despertó, pensando, “Era un sueño, pero, ¿Porqué siento la garganta adolorida y me parece que
aún estoy apretando el brazo?”
Rhoda no consiguió volver a
dormir, y al día siguiente, al desayunar, Charles le dijo, “Madre, ¿Qué te sucedió anoche? Oí mucho ruido en tu cuarto, tanto que
me desperté. Justo en ese momento el reloj daba las dos.” Rhoda le dijo, “Seguro soñaste Charles. Yo me acosté y me
dormí. No sucedió nada anormal.” Rhoda prefirió no continuar con el tema, y
a media mañana, mientras barría, vio por la ventana a una cales que se
aproximaba, y le dijo a Charles, “¡No es
posible! ¿Qué viene a hacer aquí?” Charles dijo, “¿A qué te refieres madre?” Como no recibiera respuesta, Charles se
acercó a la ventana y observó, diciendo,
“¡Ahhh!¡Es la señora Lodge! Ayer me dijo que vendría.” Rhoda le dijo, “¿Has hablado con ella? Te he dicho ml veces
que no te acerques a esa casa ni platiques con la gente de allí.” Charles
le dijo, “La encontré en el pueblo y ella
me detuvo. Me pregunto s era yo el muchacho que la observó el día de su
llegada. Luego se fijo en mis botas y dijo que me daría unas nuevas. Regala
cosas a todos los pobres.”
Rhoda pensó al mirar por la ventana, “Es tal como la vi en mi sueño. Si no la conocia, ¿Cómo puede ser posible esto? Desearía escapar.” Sonaron unos golpecitos en la puerta y Charles se apresuró a abrir. Susan dijo, “Temía haberme equivocado de casa, ¿Puedo pasar?” Su figura, sus gestos eran los del fantasma. Pero su voz era dulce, su mirada suave, su sonrisa cautivadora. Susan dijo, “Buenos días señora. He traído unas botas para su hijo y algunas cosas para usted.” Rhoda pensó, “Qué agradable es. De toda su persona emana una atracción irresistible.” Susan extendió las botas a Charles y le dijo, “Toma, espero que te queden bien.” Charles las tomó, y dijo, “Muchas gracias señora.” Susan se sentó y dijo, “Su hijo es un muchacho muy simpático y apuesto.” Rhoda pensó, “Es una joven bondadosa y amble. No merece mi maldición. Ella nada me ha hecho.”
Rhoda pensó al mirar por la ventana, “Es tal como la vi en mi sueño. Si no la conocia, ¿Cómo puede ser posible esto? Desearía escapar.” Sonaron unos golpecitos en la puerta y Charles se apresuró a abrir. Susan dijo, “Temía haberme equivocado de casa, ¿Puedo pasar?” Su figura, sus gestos eran los del fantasma. Pero su voz era dulce, su mirada suave, su sonrisa cautivadora. Susan dijo, “Buenos días señora. He traído unas botas para su hijo y algunas cosas para usted.” Rhoda pensó, “Qué agradable es. De toda su persona emana una atracción irresistible.” Susan extendió las botas a Charles y le dijo, “Toma, espero que te queden bien.” Charles las tomó, y dijo, “Muchas gracias señora.” Susan se sentó y dijo, “Su hijo es un muchacho muy simpático y apuesto.” Rhoda pensó, “Es una joven bondadosa y amble. No merece mi maldición. Ella nada me ha hecho.”
Cuando Susan abandonó la casa,
pareció como si la luz se hubiera apagado. Charly dijo, “¿Verdad que es una señora hermosa y agradable, madre?” Rhoda dijo,
“Sí, aunque uno no quiera, no se puede
evitar sentir simpatía por ella.” Dos semanas después, Susan llegó de nuevo
a la casa de Rhoda, y dijo, “Buenas
tardes. Acostúmbro caminar mucho y al pasar cerca de aquí. Decidí pasar a
saludarla.” Rhoda dijo, “Pase,
¿Quiere una taza de té?” Susan aceptó, y poco después, ambas se sentaron a
la mesa del comedor, y entonces Susan dijo,
“¿Se encuentra bien? La nóto algo demacrada” Rhoda dijo, “Gracias por su preocupación. Estoy
perfectamente, solo algo cansada, cuando se tiene que trabajar para poder
vivir…” Ambas platicaron de cosas sin importancia, y cuando Susan se
disponía a marcharse, Rhoda le dijo, “Espero
que el clima de por aquí le siente bien. Generalmente es bastante húmedo y en
invierno hace mucho frio.” Susan le dijo, “No creo tener problemas. Mi salud siempre ha sido magnifica, aunque
últimamente tengo un pequeño malestar. No es nada importante, pero no consigo
explicarme su causa.” Rhoda dijo, “¿De
qué se trata?” La joven Susan descubrió si brazo ante Rhoda quien asombrada
lo observó, pensando, “¡No es posible! En
él se ven marcas que parecen dedos. Es el mismo que yo apreté en mi sueño.”
Rhoda preguntó, “¿Cómo le sucedió eso?”
Susan dijo, “No podría decirlo. Una noche
que estaba profundamente dormida, soñé que me encontraba en un lugar extraño.
De pronto sentí un dolor muy agudo en el brazo, tanto que desperté. Era como si
alguien me tuviera agarrada fuertemente.” Rhoda dijo, “¡Oh!¿Y eso cuando fue?” Susan dijo, “Hace exactamente quince días. Recuerdo que en el momento de despertar,
el reloj daba las dos de la madrugada.”
Rhoda quedó petrificada y
apenas pudo responder a la despedida de la joven señora. Rhoda se quedo sola
pensando, “¿Sera posible que yo posea un
poder maligno sobre la gente? Hacer daño con solo desear el mal.” En ese
momento acudieron a ella una multitud de recuerdos. Era en una ocasión cuando Rhoda cargaba a su hijo en la
calle y una mujer le dijo, “Rhoda,
cuídate de Ágatha. Habla pestes de ti y dice que conquistaste con malas artes
al señor Lodge y que él es el padre de Charles.” Rhoda dijo, “Cuando dejará de meterse conmigo, siempre
me ha odiado. Ojala que se rompa una pierna por chismosa.” Días después,
trabajando en el establo, una de sus compañeras de labor le dijo, “Rhoda, supiste que Ágatha se cayó, y se
quebró un pie? Se quedara coja.” Rhoda dijo, “¡Oh, no! ¡No es posible!” En otra ocasión tuvo una discusión con
otra de las ordeñadoras. Rhoda le dijo, “No
me vuelvas a molestar, Sara, o no respondo de mi.” Sara dijo, “¿Qué me vas a hacer?¿Desear que me rompa
una pierna como Ágatha?¡Ja, no te tengo miedo!” En su furia Rhoda hablo
casi sin pensar, “¡No, no quiero que
quedes coja, pero sí que desaparezcas de aquí! Que no te vuelva a ver.” Una
semana después, tres compañeras de labores hablaban entre sí, y una de ellas
dijo, “Sara está muy enferma. No va a
regresar a trabajar.” Otra sus compañeras le preguntó, “¿Qué tiene?” Ella dijo, “No
se sabe. Esta con mucha fiebre. Le duele todo el cuerpo. Tose constantemente.
No puede estar de pie ningún minuto.” La otra compañera dijo, “¡Es la maldición de Rhoda!” Nadie pensó
en la coincidencia. Desde ese día se tacho de bruja a Rhoda. Una de las mujeres
dijo, “Es cierto. Todas escuchamos como
le deseó a Sara que no regresara.” Otra dijo, “Hay que tener cuidado con ella. Tiene poderes maléficos.”
Con el tiempo el asunto se
fue olvidando, pero ahora Rhoda lo recordaba claramente, y pensaba, “Desde entonces tuve cuidado al hablar y en
lo posible he evitado a la gente. Es cierto que yo sentía odio por ella, que le
deseaba lo peor…pero ahora, no. Espero que su brazo pronto esté bien.” Los
días del veráno fueron transcurriendo. Rhoda hacía lo posible por evitar un
encuentro con Susan Lodge. Pero una tarde no pudo evitarla. Susan le dijo al
verla, “¿Qué tal Rhoda? Me da gusto
verla.” Rhoda dijo, “A mí también señora…se
ve usted muy hermosa con ese vestido.” Susan dijo, “Gracias. Es usted muy amable.”Rhoda dijo, “Espero que su brazo este ya
curado…” Susan le dijo, “Pues no, no
lo tengo muy bien. Ha empeorado. Hay momentos en que me duele terriblemente.”
Rhoda dijo, “En ese caso sería
conveniente que fuera al médico, señora.” Susan le dijo, “Ya lo hice. No supo a que se debe mi mal.
Me recomendó baños de agua caliente que no han servido para nada.”
Rhoda le dijo, “¿Me permite verlo?” Y cuando lo vió, “¡Por todos los santos!¡Es un brazo marchito! Y las marcas de los dedos son muy claras.” Susan dijo, “Verdad que parece como si alguien me hubiera agarrado fuertemente dejando en él sus huellas? Mi marido dice que es como si una bruja o el mismo diablo lo hubieran hecho y al apretarlo lo dejaran podrido.” Rhoda dijo, “Señora, no piense eso. Ya verá como pronto se cura. No se preocupe.” Susan empezó a llorar y dijo, “No lo haría pero tengo la impresión de que a mi marido le cáuso una especie de repulsión. O por lo menos ya no me demuestra el amor de antes. Y yo lo adóro. Los hombres tienen muy en cuenta el aspecto externo.” Rhoda dijo, “Sí, alguno. Quizá él es de esos.” Susan dijo, “Lo es. Cuantas veces me dijo que se sentía orgulloso de mi belleza. Que mi físico era perfecto.” Rhoda le dijo, “Lleve el brazo siempre tapado para que él no lo vea.” Susan dijo, “Lo hago pero él sabe que esta desfigurado. No es preciso que lo esté viendo todo el tiempo.” Rhoda dijo, “Siento mucho lo que le sucede. Créame que deseo de todo corazón que se cure.”
Rhoda le dijo, “¿Me permite verlo?” Y cuando lo vió, “¡Por todos los santos!¡Es un brazo marchito! Y las marcas de los dedos son muy claras.” Susan dijo, “Verdad que parece como si alguien me hubiera agarrado fuertemente dejando en él sus huellas? Mi marido dice que es como si una bruja o el mismo diablo lo hubieran hecho y al apretarlo lo dejaran podrido.” Rhoda dijo, “Señora, no piense eso. Ya verá como pronto se cura. No se preocupe.” Susan empezó a llorar y dijo, “No lo haría pero tengo la impresión de que a mi marido le cáuso una especie de repulsión. O por lo menos ya no me demuestra el amor de antes. Y yo lo adóro. Los hombres tienen muy en cuenta el aspecto externo.” Rhoda dijo, “Sí, alguno. Quizá él es de esos.” Susan dijo, “Lo es. Cuantas veces me dijo que se sentía orgulloso de mi belleza. Que mi físico era perfecto.” Rhoda le dijo, “Lleve el brazo siempre tapado para que él no lo vea.” Susan dijo, “Lo hago pero él sabe que esta desfigurado. No es preciso que lo esté viendo todo el tiempo.” Rhoda dijo, “Siento mucho lo que le sucede. Créame que deseo de todo corazón que se cure.”
Rhoda se despidió y se alejó
con paso presuroso, pensando, “No debo
sentirme culpable. Yo no tuve la intención de hacerle daño. No puede estar así
por mi culpa. Dijo que él ya no la quiere como antes, y eso me alegró. No pude
evitarlo, pero ella no es mala y está sufriendo. Cuando supe que él se iba a
casar, desee cosas horribles a su futura esposa, pedí hacerla sufrir con mis
propias manos. Y ahora hasta la consuelo. Es que ella no tiene ninguna culpa.
El malvado es él. Solo él debe pagar.”
Pasó el verano, el otoño y
llegó el crudo invierno. Ya todo el pueblo se había dado cuenta de que Susan
tenía un problema con el brazo. Dos señoras y un señor platicaban sobre el
asunto, y una de ellas decía, “Su brazo no se
puede mover, me comentó una sirvienta de la casa, que su brazo es como un palo flaco y
seco, algo muy desagradable.” El señor dijo, “¿De qué le habrá venido ese mal?” La otra señora dijo, “Yo no dudaría que Rhoda, de envidia y
celos, le haya hecho un maleficio.” La otra señora dijo, “Seguro así fue. Esa mujer es una bruja.
Acuérdese de Ágatha y Sara. Rhoda amaba al señor Lodge y quizá aún lo quiere…”
El comentario se fue extendiendo hasta llegar a oídos de Rhoda, quien pensó, “Me acusan de algo que si yo provoqué fue en
forma involuntaria, pero jamás me creerán.”
Ese mismo día, Rhoda tomó una
determinación, y dijo a su hijo,
“Charles, mañana nos marcharemos de este lugar.” Charles dijo, “¡Irnos de aquí!¿Porqué, madre?” Ella
dijo, “Porque así lo he decidido y no
quiero que lo comentes con nadie, ¿Entendido?” Charles dijo, “Sí…en fin, es mejor. Aquí todos me miran
raro.” Al amanecer partieron y solo días más tarde, la gente se dio cuenta
de la ausencia de ambos. Dos mujeres le pueblo tomaban el té. Una de ellas
dijo, “Se fue. Mejor. Nunca me fue
simpática. Hasta le tenía miedo.” La otra mujer dijo, “No era mala persona. Cambió desde que tuvo a su hijo. A mí me daba
lástima.”
Al igual que todo el pueblo,
Susana no tardó en enterarse, y dijo a su sirvienta, “¿Porqué se habrá marchado? Y así, tan pronto, y sin despedirse de
nadie.” La sirvienta le dijo, “Señora,
esa mujer esa peligrosa. Usted más que nadie debería estar contenta de que se
fuera.” Susan dijo, “¿Yo?¿Porqué?
Había algo en ella que me hacia querer ayudarle al igual que a su hijo.” La sirvienta
dijo, “¡Ah, señora, qué buena es usted!
En cambio Rhoda la odiaba. Ni lo dude.” Susan dijo, “Te equivocas Melania. Siempre que hable con ella se mostro amable.
Jamás fue desagradable conmigo.” Melania dijo, “Pura hipocresía, ¿Cómo podría estimarla usted si Charles es el hijo
del señor Lodge?” Susan dijo, “¿Qué
dices?” Melania dijo, “Lo que
escuchó. Rhoda era bellísima. Creyó que podía embaucar al señor. No le importó
embarazarse tratando de conseguir sus fines.” Susan dijo, “Ahora comprendo porque algo en el muchacho
me parecía familiar. ¡Qué tonta he sido! Cómo no me di cuenta antes.” Melania
dijo, “Supimos quien era el padre de
Charles porque cuando pequeño era el vivo retrato del señor. Luego fue
cambiando un poco.” Susan dijo, “Melania,
no quiero volver a escuchar una palabra sobre este asunto. Pertenece al pasado
y allí debe quedar.” Melania dijo, “Como
usted diga, señora.”
Trascurrió el tiempo. Seis
largos años durante los cuales el matrimonio Lodge cayó en la rutina por no
decir en la indiferencia. Un día, Susan pensó, “Es horrible. Hasta a mi me da horror mirar mi brazo. ¿Qué hice para
merecer este castigo? Albert cada día se aleja más de mí y no puedo culparlo.
Si pudiera volver a ser la misma de cuando nos conocimos.” Por su parte, Albert
se veía constantemente silencioso y abatido. Un día que iba a caballo por el
monte, Albert pensó, “La mujer de la que
me enamore, perfecta belleza y sentido del humor ya no existe. Su alegría ha
desaparecido. Siempre esta irritable. Dedica todo su tiempo a tratar de curar a
ese espantoso brazo. Ni siquiera ha podido darme un hijo. No habrá un heredero
para mi apellido y mi fortuna. Yo seré el último sobreviviente de una familia
que ha ocupado estas tierras, durante más de doscientos años. Esto debe ser un
castigo del cielo por lo que le hice a Rhoda. ¿Qué habrá sido de ella y de mi
hijo?”
Susan no aceptaba su
desgracia pues sabía que Albert se alejaba cada día mas, y pensaba, “Me hablaron de un hechicero que es capaz de
curar todos los males. Voy a ir a verle. Él tiene que ayudarme.” Ese mismo
día, Susan se dirigió al bosque, y el hombre salió de su humilde cabaña,
diciendo, “¿Qué busca aquí, hermosa
señora?” Susan dijo, “Necesito su
ayuda. Tengo un problema en un brazo, y me he probado todo lo imaginable para
curarlo sin el menor resultado.” Susan le explicó lo que sucedía y después
de mostrárselo, el hombre dijo, “Señora,
esto es obra de un hechizo. No existe ninguna medicina que pueda curarla.”
Susan se alarmó y dijo, “¡Por favor no
diga eso! Debe haber algo capaz de librarme de este martirio.” El hombre
dijo, “Solo una cosa, pero es muy duro
llevarlo a cabo, sobre todo para una mujer.” Susan dijo, “¡Dígame qué puedo hacer! Soy capaz de todo,
se lo aseguro.” El hombre dijo, “Debe
tocar el cuello de un hombre que haya sido ahorcado.” Susan se sobresaltó,
pero de inmediato recobró la compostura. El hombre dijo, “Tiene que ser antes de que el cuerpo se enfríe, justo cuando esté
recién descolgado.” Susan dijo, “¿Y
eso me curará?” El hombre dijo, “Si.
Su sangre será regenerada y su brazo recuperará su lozanía. Todo el que ha
usado este recurso lo ha logrado.”
Susan regresó a su casa,
llena de dudas y temores, pensando, “Si
es verdad que eso puede sanarme, cómo podre llegar junto a un ahorcado y tocarle
el cuello. Las ejecuciones se llevan a cabo en Casterbrige, a quince millas de
aquí.” En aquella época se ahorcaba a los infractores de la ley con
frecuencia, pero eso no simplificaba las dificultades. Susan pensaba, “¿Cómo obtener autorización para acercarme
al ahorcado? Necesitaré la ayuda de alguien. No puedo contar con Albert. Se
pondría furioso si le digo lo que pretendo hacer.” Pasaron los meses y
aunque la idea no la abandonaba, no se atrevía a llevarla a cabo, y pensaba al
verse el brazo, “Cada día es más
horrible. Debo decidirme. Lo que empezó con un hechizo desaparecerá con otro.”
Susan empezó a hacer averiguaciones sobre posibles ejecuciones, tratando de no
llamar la atención. Mientras compraba unas cosas, Susan dialogaba con el hombre
del mostrador, diciendo, “Últimamente no se ha sabido que hayan
ahorcado a nadie. Eso significa que ha disminuido la delincuencia en esta
zona.” El hombre dijo, “Señora,
desgraciadamente no es así. Hace un mes colgaron a un hombre acusado de
asesinar a una anciana rica.” Susan pensó, “¡Oh, si me hubiera enterado antes! Tendré que esperar otra
oportunidad. Permaneceré atenta a los juicios.”
Susan hizo sus pesquisas con
disimúlo. Pero pasaban los meses y no se sabía de ningún candidato a la horca.
Susan pensaba, “Ahora que estoy decidida,
no condenan a muerte a ningún delincuente.” Transcurrió el tiempo y ella
ansiaba ver morir a un semejante. Susan se arrodillaba ante un altar y pensaba,
“Señor, que ahorquen pronto a alguien, sea
culpable o inocente.” Su desesperación aumentaba, pues de pronto notó que
su esposo cada día se tornaba más taciturno y distante. Susan pensaba al verlo, “Recientemente ha hecho dos viajes fuera
del pueblo con pretextos muy vagos.
¿Estará interesado en otra mujer? Si así fuera, creo que moriría. Lo ámo como
el primer día. Casi no me habla. Siempre está pensativo. Cuando me mira, es
como si no me viera. Antes siempre me llevaba cuando debía ausentarse, pero
ahora parte solo y cuando regresa se ve triste y me ignora.” Así estaban
las cosas cuando Susan escuchó una conversación entre dos hombres, estando
escondida detrás de un árbol. Uno de los hombres dijo, “¿Ya sabes que la próxima semana van a ahorcar a un muchacho?” El
otro hombre dijo, “Sí. En una riña mató a
otro. Dicen que fue mala suerte.” El otro hombre dijo, “Peleaban a golpes y uno de ellos cayó golpeándose la cabeza en una
piedra, muriendo instantáneamente.” El otro hombre dijo, “Y el otro pagará como si lo hubiera
asesinado. Yo iré a ver la ejecución. No me lo perdería por nada.” Susan
pensó, “Es mi oportunidad. Tendré que
buscar un buen pretexto para ausentarme, sin tener que decirle el motivo Albert.” Pero la suerte parecía haberse
puesto de su parte. A la hora de comer, Albert le dijo, “Susan, tendré que marcharme por unos días, pues debo arreglar un
negocio en Anglebury.” Susan le dijo,
“¿Cuándo vas a partir?” Albert dijo, “El
lunes. Espero estar de regreso el jueves.” Susan pensó, “Justo el tiempo que necesito. El hombre
será ahorcado el martes. Yo regresaré el antes.” El lunes Albert partió de
madrugada. A media mañana Susan hacía los últimos preparativos para salir.
Susan pensaba, “Cuando esté sana le
explicaré todo a mi esposo. Estoy segura que comprenderá y me perdonará lo que
voy a hacer.”
Por la tarde, Susan llegó a
Casterbrige y se instaló en una posada, pensado, “Lo mejor que puedo hacer es ir a hablar con el verdugo y suplicarle
que me permita tocar el cuello del ahorcado.” Después de averiguar quién
era, se dirigió a buscarlo. Al encontrarlo, Susan dijo, “Buenas tardes. ¿Es usted Davies?” El hombre dijo, “Así es. ¿Qué desea señora?” Ella dijo, “Quiero hablarle de la ejecución de
mañana.” El hombre dijo, “¿Es
pariente suyo el condenado?...o quizá fue su criado…Es usted toda una dama para
ser pariente de ese muchacho.” Susan dijo, “No, no es nada mío. Ni siquiera lo conozco. ¿A qué hora será la
ejecución?” El hombre dijo, “A las
doce en punto. Justo cuando llega la diligencia de Londres. Se espera el correo
por si hay un indulto.” Susan dijo, “¡Oh
no! ¡Confío en que no lo habrá!” El hombre dijo, “A mí tampoco me gustaría, pero la verdad es que si hay alguien que
merezca el perdón es el condenado. Tiene apenas 18 años y no quiso matar. Él
fue agredido por un grupo de pillos y solo se defendía. Pero no lo perdonaran.
Quieren que sirva de ejemplo a otros jóvenes, ¿qué desea usted de él?” Susan
dijo, “Solo deseo tocar el cuello para
deshacer un encantamiento.” Acto seguido Susan le contó lo que le sucedía y lo que
le había dicho el hechicero. El hombre dijo,
“Comprendo. No voy a negarme a ayudarla, señora. Claro que permitiré que toque
el cadáver. Mañana a las once espére junto a la reja del costado de la cárcel.
Yo le abriré antes de ir a ahorcar al preso. Le dejaré aguardando en el cuarto
donde llevaran el cuerpo una vez que el muchacho este muerto.” Susan dijo, “Lo recompensaré por este gran favor. ¡No se
imagina lo que he sufrido por mi brazo! Esta es mi última esperanza.”
Al día siguiente, mientras el
reo era ahorcado, Susan aguardaba temerosa e impaciente, pensando, “Mi brazo sanará y Albert volverá a
quererme. Seremos felices como cuando nos casamos.” Los minutos
transcurrían lentamente y de pronto, el hombre entró, diciendo, “Prepárese. Ya lo traen.” Temblorosa se
quito el guante y empezó a subir la manga de su vestido, pensando, “A pesar del horror que siento, tengo que
hacerlo. No voy a flaquear ahora.” Dos hombres entraron cargando a un
cuerpo envuelto en sabanas. Mientras el verdugo los guiaba dijo, “Ya está aquí.” Susan pensó, “Es solo tocar su cuello, nada más que
tocarlo.” Cuando el cadáver estuvo sobre la mesa, el verdugo dijo, “Ahora
es el momento, ¡Hágalo!” Haciendo un esfuerzo, Susan apoyó su mano en el cuello
el muerto, dejando exclamar un gemido de espanto, “¡Aaaahhh!” La regeneración de
la sangre de la que le había hablado el hechicero, se había efectuado en el instante.
En ese momento se escuchó una voz que gritó, “¡Noooo!” Eran Rhoda y Albert,
quien dijo, “¡Maldita sea!¿Qué haces aquí?” Rhoda dijo, “¿Cómo te atreves a
venir a interponerte en este momento entre nosotros y nuestro hijo?” Susan
volvió su mirada al cuerpo cuya cara estaba cubierta por la sabana, y dijo, “No…no es posible…ese muchacho es…”
Rhoda levantó la sabana para descubrir su cara y dijo, “¡Charles!¡Mi hijo y el de Albert! ¡Tú vienes a arrebatarle a la paz de
la muerte!” Rhoda se abalanzó contra Susan, diciendo, “¡Maldita! No solo tu brazo volverá a estar marchito, toda te secaras, ¡Te
odio, te odio!” Rhoda la tomó de las manos con fuerza. Susan dijo, “¡Perdón…! Yo no sabía…” Albert dijo, “¡Rhoda, déjala…” Rhoda dijo, “¡Maldita,
cien veces maldita!” La pobre Susan cayó desmayada a los pies de su esposo.
Rhoda dijo, “¡Pagarás…!” Albert dijo,
“¡Basta!¿Es que mi castigo no tendrá fin?”
Una hora después Susan descansaba
en cama agotada, y decía a Albert, “Perdóname…Yo
solo quería que mi brazo sanara…no podía saber que…” Albert le dijo, “No sigas, yo soy el único culpable. Rhoda me
avisó del problema en que estaba Charles. Por ello me ausenté varias veces de
casa. Tenía que acudir al juicio, tratar de conseguir el perdón. Era mi hijo…hoy
vine a darle cristiana sepultura…Susan… Él era mi hijo, aunque yo nunca lo
traté como tal. Ahora está muerto.” Susan dijo, "Albert te comprendo…mira…mi brazo. Está
curado pero ya no podría vivir sabiendo a que se debe.” Susan volvió a perder
el conocimiento y ya no lo recuperó. Murió dos días después. Ante su tumba,
Albert depositó unas flores pensando, “Fuiste
la única mujer que amé de verdad, y mi enorme egoísmo no me permitió hacerte
feliz.”
Hundido por el peso del dolor
y el remordimiento, Albert vendió todas sus propiedades y se retiró a una casa
solitaria. Mientras miraba con tristeza por la ventana Albert pensó, “Mi único hijo murió ahorcado. Mi Susan de
dolor. Yo destruí la vida de Rhoda. Merezco este castigo.” Allí Albert vivió
dos años, pues la muerte tuvo piedad de él. Su tumba quedó localizada a un lado
de la tumba de Susan. Dos mujeres hablaban en el pueblo. Una de ellas dijo, “El señor Lodge legó toda su fortuna a un
reformatorio de muchachos.” Las otra mujer dijo, “Pobre, seguramente lo hizo en memoria
su hijo.” La mujer dijo, “La
única condición que puso es que se entregue una cantidad anual a Rhoda, si es
que aparece.” La otra mujer dijo, “¿Qué
habrá sido de ella? Despareció como si se la hubiera tragado la tierra.”
Todos pensaron que también había
muerto pero un día, el propietario de la tienda de abastos dijo a un hombre y una
mujer del pueblo, “¿Ya se enteraron que
Rhoda regresó?” El hombre dijo, “Seguramente
supo de la herencia y viene a reclamarla.” El propietario dijo, “Se equivoca. No quiso aceptar el dinero.”
La mujer dijo, “¡Qué tonta! Podría vivir
con alguna comodidad con lo que le dejo el señor Lodge!” Con el páso de los
años, Rhoda fue encorvándose. Su pelo volvió blanco, y apenas hablaba lo
indispensable. Los que conocían su pasado se preguntaban que lóbregos
pensamientos guardaba esa mente arrugada e impasible. ¿Realmente era Rhoda una bruja,
o la casualidad había intervenido en su vida?
Tomado de Novelas Inmortales,
Año XVI, No. 776, septiembre 30 de 1992.Guión: Herwigo Comte. Segunda
adaptación: José Escobar.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEstoy muy feliz hoy y como tal quiero compartir mi testimonio. Me diagnosticaron herpes simplex virus 1 y 2 hace siete años viví con dolor con el conocimiento
ResponderEliminarque no volvería a estar bien porque mi familia Los médicos y dermatología me dijeron que no había cura, pero que necesitaba ser normal y recuperar mi vida.
Me comuniqué con tantos médicos herbolarios sobre este tema y desperdicié una gran suma de dinero, pero mi condición nunca mejoró. Estaba decidido a recuperar mi vida, así que un día vi a la Sra. Gabrielle publicar en YouTube bajo un video titulado "Cómo deshacerse del virus del herpes rápido ". y cómo el Dr. Obudu salvó a Her de ella de de ella de HSV2 con medicina herbal. Aunque he estado viendo muchos testimonios sobre este mismo médico que recupera a la gente en 48 horas, sentí cómo puede él también curar el herpes, así que me sentí reacia a contactarlo hasta que vi otro testimonio de Xemina Jensen sobre cómo recuperó a su ex marido. a ella después de que se separaron por más de 10 años en solo 2 días me dije a mí mismo un hombre que puede juntar a aquellos que estuvieron separados por más de diez años en solo 2 días necesita arreglar mi problema porque debe ser un hombre poderoso
Entonces, me comuniqué con el Dr. Obudu a través de su correo electrónico: obuduyang@gmail.com hablamos sobre el tema. Le conté todo lo que pasé y me dijo que no me preocupara que todo vuelva a estar bien y que él me ayudará. así que preparó el medicamento y me lo envió a través del servicio de mensajería DHL Express con instrucciones sobre cómo usarlo, después de 8 días de uso por la mañana y por la noche fui a ver al médico para una prueba, los resultados salieron Herpes 1 y 2 negativos, Estoy muy agradecido con él, este testimonio es real, no lo sabrás hasta que lo intentes como yo lo hice después de todo, no tienes nada que perder ... Intenté muchos y casi me frustre hasta que recuerdo que se probó la electricidad muchas veces antes. obtuve resultado, así que no te rindas porque ya probaste muchos antes, el Dr. Obudu no es como ningún otro. Gracias al Dr. Obudu. Su contacto: obuduyang@gmail.com/ +1 (503) 773-9114. Se especializa en recuperar a su ex porque esos fueron los testimonios de él que siempre veo que me hicieron reacio a contactarme porque sentía que solo era bueno para recuperar a su ex