Los Bocetos de ‘Boz,’ Ilustraciones Personas de la
Vida Diaria y Cotidiana, comúnmente
conocidos como Sketches by Boz, es
una colección de escritos cortos de Charles
Dickens publicado en forma de libro en 1836, con ilustraciones de George
Cruikshank. Los 56 dibujos se refieren a escenas de Londres y la gente, y todo
el trabajo se divide en cuatro secciones: “Nuestra
Parroquia”, “Escenas,” “Personajes” y “Cuentos.” El material en las tres primeras secciones consiste en
retratos de lápiz no narrativos, pero la última sección comprende historias de
ficción. Los bocetos fueron originalmente publicados en diversos diarios y
otras publicaciones periódicas entre 1833 y 1836, y luego publicaciones a
destajo bajo su título actual 1837-1839.
La Historia de Boz
El boceto “Sr. Minns y su Primo,”
(originalmente titulado “Una cena en Poplar
Walk”), fue la primera obra de
ficción de Dickens jamás publicada.
Apareció en la Revista Mensual en
diciembre de 1833. Aunque Dickens
continuó colocando las piezas en esa revista, ninguna de ellas llevaba una
firma hasta agosto de 1834, cuando “La
Casa de Huéspedes” apareció bajo el extraño seudónimo “Boz.” Un verso en la revista literaria, Bentley’s Miscellany para marzo 1837, recordó la perplejidad del
público sobre este seudónimo:
“¿Quién diablos 'Boz' podría ser
Desconcertando a muchos un elfo erudito,
Hasta que el tiempo dio a conocer el misterio,
Y 'Boz' apareció como el mismo Dickens.”
Dickens tomó el
seudónimo de un apodo que le había dado su hermano menor Augusto, quien lo llamaba “Moisés” de un personaje de la
novela de Oliver Goldsmith, “El Vicario
de Wakefield.” Esto, “pronunciándose
en forma de burla por la nariz,” se convirtió en “Boses,” que a su vez fue acortado a “Boz.”
El nombre permaneció asociado con la palabra “inimitable” hasta que, “Boz” con el tiempo desapareció y Dickens llegó a ser conocido simplemente como, “El Inimitable.” El nombre era originalmente pronunciado como, / boʊz / pero ahora se pronuncia generalmente /bɒz/.
El nombre permaneció asociado con la palabra “inimitable” hasta que, “Boz” con el tiempo desapareció y Dickens llegó a ser conocido simplemente como, “El Inimitable.” El nombre era originalmente pronunciado como, / boʊz / pero ahora se pronuncia generalmente /bɒz/.
Ilustraciones
La popularidad de los escritos de Dickens, fue reforzada por la inclusión regular de ilustraciones
detalladas, para resaltar las escenas y personajes claves. Cada boceto
típicamente contó con dos ilustraciones en blanco y negro, así como una
ilustración de la envoltura. Las imágenes fueron creadas con xilografías o
grabados metálicos. Dickens trabajó
en estrecha colaboración con varios ilustradores durante su carrera, incluyendo
a George Cruikshank, Hablot Knight Browne (aka “Phiz”), y John Leech. La precisión de las ilustraciones era de la
mayor importancia a Dickens, ya que
los dibujos retratan a los personajes tal como los imaginó, y daban a los
lectores información valiosa sobre las personalidades y las motivaciones de los
personajes, así como la trama.
Publicación
La primera versión de Los Bosquejos
por Boz fue publicada por John Macrone en dos series: la primera como una colección
de dos volúmenes en febrero de 1836, justo un mes antes de la publicación del
primer número de The Pickwick Papers
(1836-1837), y luego una “segunda
colección” en agosto de 1836. Después que la fama de Dickens se disparó, él compró los derechos de su material a
Macrone.
Contenido del Libro
El Alguacil. El Motor de la Parroquia. El Maestro de Escuela.
El Cura. La Señora Mayor. El Capitán Media-Paga.
Hombre del Agente Comercial.
Nuestro Vecino de Al Lado.
Las Calles - mañana.
Las Calles - noche
El Río.
El Último Taxista, y el Primer Granuja Omnibus.
El Primero de Mayo.
Una visita a Newgate.
Pensamientos sobre Gente.
Una Cena de Navidad
La señorita Evans y el Águila.
El Salón del Orador.
El Apego Enfermizo del Sr. John Dounce.
La Camioneta de Los Prisioneros.
Capítulo el primero.
Un pasaje en la vida del Sr. Watkins Tottle.
La Muerte del Borracho.
Los Tuggs en Ramsgate
de Charles Dickens.
1890, en Surrey, uno de los tantos
barrios de Londres, Inglaterra, la familia Tuggs poseía una pequeña tienda de
comestibles. Esa tarde de fines de marzo, cada uno se encontraba ocupado en las
labores que le correspondían. Joseph Tuggs despachaba azúcar, té, arroz…Su
esposa, Emily Tuggs, ocupada en la sección de quesos y jamones. El joven, Simón
Tuggs, ordenando las cuentas, cosa a la que se dedicaba sin mucho ánimo,
diciendo, “Las ganas no son muy buenas.”
Y la señorita Clara Tuggs, que con desagrado ayudaba a su madre en las labores de
la casa, pensando, “Ah, qué vida…¡Ya no
soporto más!” Así estaban las cosas cuando un coche se detuvo frente a la
tienda y descendió un pasajero, diciendo, “Ésta
debe ser…es el número 78.” Decidió entrar y preguntó, “¿El señor Joseph Tuggs?” El hombre tras el mostrador dijo, “Yo soy. ¿En qué puedo servirlo?” El
hombre dijo, “Soy el señor Conrad Hunter,
y vengo de Temple.” Joseph Tuggs dijo, “¿De
Temple?” Esa palabra mágica atrajo la atención de toda la familia quienes
estaban en la tienda, y dijeron al unísono, “¡De
Temple!”
Hunter, el visitante, les dijo, “Así es, señores. Vengo de parte del señor Cover, el abogado que lleva el difícil caso que le encomendaron.” El señor Tuggs dijo, “¿Y qué noticias nos trae?” Hunter dijo, “Tengo la satisfacción de decirles que no pueden ser mejores.” El señor Tuggs dijo, “¿Eso significa que…?” Hunter dijo, “Exactamente lo que está pensando. ¡Ustedes ganaron!” El señor Tuggs dijo, “¿Escucharon?¡Ganamos!” Hunter explicó, “El juicio por la herencia de su tio, el señor Tomas Tuggs, llegó a buen término. Por lo tanto, desde ahora, son dueños de 20 mil libras.” La señora Tuggs dijo, “¡Simón, hijito!¡Clara, trae agua!” Clara llegó diciendo, “¿Qué sucede?” La señora Tuggs dijo, asistiendo a su hijo desmayado, “Mi hijo es muy sensible y la noticia lo impresionó.” Hunter dijo, “Me doy cuenta.” El señor Tuggs dijo, “Simón, hijo, ánimo.” La señora Tuggs le acercó un vaso con agua diciendo, “Hijo, bebe.” Simón se recuperó y dijo, “No se preocupen, ya me siento mejor…” La señora Tuggs dijo, “Hijo, toma las cosas con calma.”
Hunter, el visitante, les dijo, “Así es, señores. Vengo de parte del señor Cover, el abogado que lleva el difícil caso que le encomendaron.” El señor Tuggs dijo, “¿Y qué noticias nos trae?” Hunter dijo, “Tengo la satisfacción de decirles que no pueden ser mejores.” El señor Tuggs dijo, “¿Eso significa que…?” Hunter dijo, “Exactamente lo que está pensando. ¡Ustedes ganaron!” El señor Tuggs dijo, “¿Escucharon?¡Ganamos!” Hunter explicó, “El juicio por la herencia de su tio, el señor Tomas Tuggs, llegó a buen término. Por lo tanto, desde ahora, son dueños de 20 mil libras.” La señora Tuggs dijo, “¡Simón, hijito!¡Clara, trae agua!” Clara llegó diciendo, “¿Qué sucede?” La señora Tuggs dijo, asistiendo a su hijo desmayado, “Mi hijo es muy sensible y la noticia lo impresionó.” Hunter dijo, “Me doy cuenta.” El señor Tuggs dijo, “Simón, hijo, ánimo.” La señora Tuggs le acercó un vaso con agua diciendo, “Hijo, bebe.” Simón se recuperó y dijo, “No se preocupen, ya me siento mejor…” La señora Tuggs dijo, “Hijo, toma las cosas con calma.”
Cuando Simón volvió en sí,
dijo, “¡Qué victoria, padre!¡Hemos
ganado!” Acto seguido, presa de sus emociones, se volvió a desmayar. Su
madre dijo, “¡Se volvió a
desmayar!¡Simón!¡Hijito!” El señor Joseph dijo, “Llevémosle adentro. Clara, cierra la tienda.” Enseguida Joseph dijo al señor Hunter, “Ayúdenos,
por favor. La emoción ha sido demasiado para él.”
Poco después, en la vivienda
de los Tuggs, Simón despertaba, diciendo, “¿Q-que
pasó?¡Ah, la herencia!¡Somos ricos!” Clara, su hermana le dijo, “Sí, querido, así es.” Joseph, su padre dijo, “Aquí están los papeles que lo
confirman. ¡Las 20 mil libras son nuestras!” Clara dijo, “¡Papá, cálmate! Ya sabes que cualquier cosa
impresiona a Simón.” Joseph dijo, “Tienes razón…Hijo hemos recibido algo de dinero.” Simón dijo, “¿Algo?¡Padre, 20 mil libras son una
fortuna!”
Esa noche, durante la cena, la familia deliberó largamente acerca del futuro. El señor Tuggs dijo, “Hay que dejar el negocio. ¡Dejaremos de ser tenderos!” Clara dijo, “Sí, lo venderemos.” La señora Tuggs dijo, “Simón podrá seguir la carrera de Leyes. Sera un brillante abogado. ¡Ah ya lo veo en el parlamento!” Simón dijo, “Mi nombre será Cymón en el futuro.” Clara dijo, “Y yo me llamare Carlota. Clara es demasiado vulgar.” La señora Tuggs dijo, “A mí me dirán mamá y a su padre papá, como lo hace la gente de alcurnia.” Clara dijo, “Y papá abandonará sus costumbres vulgares.” El señor Tuggs dijo, “Procuraré que así sea hija.” Y cumpliéndolo, el señor Tuggs continuó comiendo salmón con el cuchillo. Clara dijo, “Tenemos que mudarnos. Este barrio ya no corresponde a nuestra categoría.” El señor Tuggs dijo, “Tienes razón. Aquí todos nos conocen y nos tratan como iguales.” El señor Tuggs dijo, “Además, de ahora en adelante, debemos rozarnos con gente de nuestra alcurnia.”
Clara dijo, “En Surrey solo hay empleadillos y estudiantes pobres.” La señora Tuggs dijo, “Así es, hija. Joseph, en cuando vendamos la tienda, nos tomaremos unas vacaciones.” Simón dijo, “Fantástico mamá; siempre he soñado con pasar un verano en un balneario de moda.” Clara dijo, “¿A cuál podremos ir?” Simón dijo, “¿Qué tal Grovesend?” Clara dijo, “¡Cymon, a Grovesend solo van obreros! ¡Qué horror estar entre esa gente vulgar!” La señora Tuggs dijo, “¿Y si fuéramos a Margate? Me han dicho que tiene bonitas playas.” Simón dijo, “¿Margate? Ahí solo van tenderos.” Clara dijo, “¿Qué tal Brighton?” El señor Tuggs dijo, “No, dicen que el camino está fatal.” Simón dijo, “Ya tengo el lugar adecuado…¡Ramsgate!” Clara dijo, “¡Ramsgate, el sitio de moda, donde va solo gente bien! ¡Maravilloso, hermano!” Simón, dijo, “Así son siempre mis ideas, Cla…Carlota.” Clara dijo, “¡Cuantas veces soñé con ir allí. Y ahora mi sueño se cumplirá.” La señora Tuggs dijo, “Joseph, quizá allí nuestros hijos hijos encuentren una pareja digna de ellos y nuestra fortuna.” Joseph Tuggs dijo, “¿Por qué no? Ahora nada nos impide emparentar con la nobleza.” La señora Tuggs dijo, “Pues bien. Mañana mismo ponemos en venta la tienda. Sera fácil deshacernos de ella.” Joseph Tuggs dijo, “Carlos Robinson. Más de una vez me ha suplicado que se la venda. A primera hora iré a hablar con él.” La señora Tuggs dijo, “No olvides sacarle el mayor precio posible. Una libra más es una libra.” Clara dijo, “Ay mama, estás hablando como una tendera. La gente bien no se preocupa por una libra más o menos.” La señora Tuggs le dijo, “Hija, mientras más aumentemos nuestra fortuna, mejor.”
Esa noche, durante la cena, la familia deliberó largamente acerca del futuro. El señor Tuggs dijo, “Hay que dejar el negocio. ¡Dejaremos de ser tenderos!” Clara dijo, “Sí, lo venderemos.” La señora Tuggs dijo, “Simón podrá seguir la carrera de Leyes. Sera un brillante abogado. ¡Ah ya lo veo en el parlamento!” Simón dijo, “Mi nombre será Cymón en el futuro.” Clara dijo, “Y yo me llamare Carlota. Clara es demasiado vulgar.” La señora Tuggs dijo, “A mí me dirán mamá y a su padre papá, como lo hace la gente de alcurnia.” Clara dijo, “Y papá abandonará sus costumbres vulgares.” El señor Tuggs dijo, “Procuraré que así sea hija.” Y cumpliéndolo, el señor Tuggs continuó comiendo salmón con el cuchillo. Clara dijo, “Tenemos que mudarnos. Este barrio ya no corresponde a nuestra categoría.” El señor Tuggs dijo, “Tienes razón. Aquí todos nos conocen y nos tratan como iguales.” El señor Tuggs dijo, “Además, de ahora en adelante, debemos rozarnos con gente de nuestra alcurnia.”
Clara dijo, “En Surrey solo hay empleadillos y estudiantes pobres.” La señora Tuggs dijo, “Así es, hija. Joseph, en cuando vendamos la tienda, nos tomaremos unas vacaciones.” Simón dijo, “Fantástico mamá; siempre he soñado con pasar un verano en un balneario de moda.” Clara dijo, “¿A cuál podremos ir?” Simón dijo, “¿Qué tal Grovesend?” Clara dijo, “¡Cymon, a Grovesend solo van obreros! ¡Qué horror estar entre esa gente vulgar!” La señora Tuggs dijo, “¿Y si fuéramos a Margate? Me han dicho que tiene bonitas playas.” Simón dijo, “¿Margate? Ahí solo van tenderos.” Clara dijo, “¿Qué tal Brighton?” El señor Tuggs dijo, “No, dicen que el camino está fatal.” Simón dijo, “Ya tengo el lugar adecuado…¡Ramsgate!” Clara dijo, “¡Ramsgate, el sitio de moda, donde va solo gente bien! ¡Maravilloso, hermano!” Simón, dijo, “Así son siempre mis ideas, Cla…Carlota.” Clara dijo, “¡Cuantas veces soñé con ir allí. Y ahora mi sueño se cumplirá.” La señora Tuggs dijo, “Joseph, quizá allí nuestros hijos hijos encuentren una pareja digna de ellos y nuestra fortuna.” Joseph Tuggs dijo, “¿Por qué no? Ahora nada nos impide emparentar con la nobleza.” La señora Tuggs dijo, “Pues bien. Mañana mismo ponemos en venta la tienda. Sera fácil deshacernos de ella.” Joseph Tuggs dijo, “Carlos Robinson. Más de una vez me ha suplicado que se la venda. A primera hora iré a hablar con él.” La señora Tuggs dijo, “No olvides sacarle el mayor precio posible. Una libra más es una libra.” Clara dijo, “Ay mama, estás hablando como una tendera. La gente bien no se preocupa por una libra más o menos.” La señora Tuggs le dijo, “Hija, mientras más aumentemos nuestra fortuna, mejor.”
Un mes después, en el vaporcito
que los conducía a Ramsgate, Clara decía, “Esto
es verdaderamente el Paraíso.” La señora Tuggs dijo, “Estoy tan feliz. ¡En lugar de estar vendiendo manteca y chorizos, me
encuentro aquí!” Clara dijo, “¡Mamá, no digas esas cosas y menos tan fuertes! Alguien puede oírte.” La señora
Tuggs dijo, “Tienes razón. Lo que pasa es
que aún no me acostúmbro a ser tan rica.” Clara dijo, “Pues es mejor que lo
aceptes y te olvides de esa horrible vida.” La señora Tuggs dijo, “Sí, te aseguro que no vuelvo a decir nada
semejante…¡Que elegante se ver tu padre! ¿Verdad?” Clara dijo, “No está mal, pero el sombrero se ve un poco
viejo.” La señora Tuggs dijo, “Y eso que
le puse una cinta dorada alrededor de la copa. Eso le da mucha categoría.”
Alegres y animosos, los Tuggs se desplazaron entre los demás pasajeros. El
señor Tuggs dijo, “Encantador todo esto,
¿Verdad hijo?” Simón dijo, “Impresiona
el alma…eso es. ¡Impresiona el alma!” Un hombre se acercó en la cubierta a
ellos y les dijo, “Una mañana deliciosa.
¿No es así, caballeros.”
Simón dijo, “Yo diría que celestial.” El hombre dijo, “Veo que es usted un entusiasta de las bellezas naturales.” Simón dijo, “En efecto.” El hombre dijo, “¿Ha viajado mucho?” Simón dijo, “Bueno…algo…” El hombre dijo, “Supongo que ha visitado Francia, Italia, Alemania.” Simón titubeó, diciendo, “Este…no.” Simón habia respondido con un tono como si quisiera dar a entender que había llegado a medio camino, y se había regresado. El señor Tuggs dijo, “Mi hijo pronto hará ese viaje. Visitará muchos países.” El hombre dijo, “¿Es su hijo? Naturalmente usted querrá que haga ‘Le Grand tour’ ¿No es cierto?” Joseph pensó, “¿Qué significará ‘Le grand tour’?¿Donde se comprará?” El hombre agregó, “Le doy toda la razón. Es indispensable para todo joven bien.” Una dama bellísima se acercó, diciendo, “Walter, querido.” El hombre dijo, “Belinda, mi amor. ¿Qué sucede?” La mujer dijo, “¿Por qué me has dejado tanto tiempo sola?” La bellísima joven produjo en Cymon el efecto de un rayo deslumbrante.
El hombre dijo, “Pero mi vida, solo fueron unos minutos. Me puse a platicar con estos distinguidos caballeros y…” Ella dijo, “Y entre tanto unos jóvenes me han molestado con sus miradas impertinentes.” El hombre dijo, “¡Cómo!¿Quién se ha atrevido?” la mujer dijo, “¡Walter, cálmate, te lo suplico!” Walter dijo, “¿Calmarme?¡Yo los máto!” Joseph dijo, “Caballero serénese. Está llamando la atención.” Belinda, su esposa, dijo, “Walter, por favor, escucha a este señor. Todos nos miran.” Walter dijo, “Esta bien. Reconozco que su intervención ha sido muy oportuna caballero.” Walter agregó, “Me ha salvado del delito de homicidio. Le estaré eternamente agradecido señor…” Los Tuggs se presentaron, “Cymon Tuggs. Este es mi padre, Joseph Tuggs.” Walter dijo, “Es un honor conocerlo. Soy Walter Brook y esta dama es mi esposa Belinda.” Belinda dijo, “Ha sido una gran suerte que estuvieran ustedes con mi marido.” Y la bella joven envolvió al joven Cymon con una cálida mirada de sus preciosos ojos. Enseguida se escuchó una voz, “¡Joseph, Cymoon!” Cymon dijo, “¡Oh, mi madre y mi hermana nos buscan!” Cymon fue por ella y se hicieron las presentaciones. Los Tuggs procuraron mostrar el tono más desenvuelto posible. Belinda dijo, “Así que van a Ramsgate…¡Qué casualidad, nosotros también!” La señora Tuggs dijo, “Pensamos pasar allí por lo menos un mes.” Walter dijo, “Nosotros también. Es un capricho de Belinda. Yo prefiero la Costa Azul. Para mí no hay nada como Niza.” La señora Tuggs dijo, “No me dirá que la Costa Azul…¿También tiene arena?” Carlota dijo, “¡Mama!” Walter dijo, “¡Oh, qué sentido del humor de la distinguida señora!” Carlota dijo avergonzada, “Si, mamá es muy bromista. ¡Oh, de pronto me ha dado sed!” Joseph dijo, “Vamos a tomar algo. Nos harían el honor de acompañarnos.”
Simón dijo, “Yo diría que celestial.” El hombre dijo, “Veo que es usted un entusiasta de las bellezas naturales.” Simón dijo, “En efecto.” El hombre dijo, “¿Ha viajado mucho?” Simón dijo, “Bueno…algo…” El hombre dijo, “Supongo que ha visitado Francia, Italia, Alemania.” Simón titubeó, diciendo, “Este…no.” Simón habia respondido con un tono como si quisiera dar a entender que había llegado a medio camino, y se había regresado. El señor Tuggs dijo, “Mi hijo pronto hará ese viaje. Visitará muchos países.” El hombre dijo, “¿Es su hijo? Naturalmente usted querrá que haga ‘Le Grand tour’ ¿No es cierto?” Joseph pensó, “¿Qué significará ‘Le grand tour’?¿Donde se comprará?” El hombre agregó, “Le doy toda la razón. Es indispensable para todo joven bien.” Una dama bellísima se acercó, diciendo, “Walter, querido.” El hombre dijo, “Belinda, mi amor. ¿Qué sucede?” La mujer dijo, “¿Por qué me has dejado tanto tiempo sola?” La bellísima joven produjo en Cymon el efecto de un rayo deslumbrante.
El hombre dijo, “Pero mi vida, solo fueron unos minutos. Me puse a platicar con estos distinguidos caballeros y…” Ella dijo, “Y entre tanto unos jóvenes me han molestado con sus miradas impertinentes.” El hombre dijo, “¡Cómo!¿Quién se ha atrevido?” la mujer dijo, “¡Walter, cálmate, te lo suplico!” Walter dijo, “¿Calmarme?¡Yo los máto!” Joseph dijo, “Caballero serénese. Está llamando la atención.” Belinda, su esposa, dijo, “Walter, por favor, escucha a este señor. Todos nos miran.” Walter dijo, “Esta bien. Reconozco que su intervención ha sido muy oportuna caballero.” Walter agregó, “Me ha salvado del delito de homicidio. Le estaré eternamente agradecido señor…” Los Tuggs se presentaron, “Cymon Tuggs. Este es mi padre, Joseph Tuggs.” Walter dijo, “Es un honor conocerlo. Soy Walter Brook y esta dama es mi esposa Belinda.” Belinda dijo, “Ha sido una gran suerte que estuvieran ustedes con mi marido.” Y la bella joven envolvió al joven Cymon con una cálida mirada de sus preciosos ojos. Enseguida se escuchó una voz, “¡Joseph, Cymoon!” Cymon dijo, “¡Oh, mi madre y mi hermana nos buscan!” Cymon fue por ella y se hicieron las presentaciones. Los Tuggs procuraron mostrar el tono más desenvuelto posible. Belinda dijo, “Así que van a Ramsgate…¡Qué casualidad, nosotros también!” La señora Tuggs dijo, “Pensamos pasar allí por lo menos un mes.” Walter dijo, “Nosotros también. Es un capricho de Belinda. Yo prefiero la Costa Azul. Para mí no hay nada como Niza.” La señora Tuggs dijo, “No me dirá que la Costa Azul…¿También tiene arena?” Carlota dijo, “¡Mama!” Walter dijo, “¡Oh, qué sentido del humor de la distinguida señora!” Carlota dijo avergonzada, “Si, mamá es muy bromista. ¡Oh, de pronto me ha dado sed!” Joseph dijo, “Vamos a tomar algo. Nos harían el honor de acompañarnos.”
Más tarde, Ya en el
restaurante del crucero, ambas familias comian. Entonces Belinda dijo a Walter, “¿No
te parece que éste caballero tiene un extraordinario parecido con el marqués de
Carriwini?” Walter dijo, “Tienes
razón. Desde que lo vi me llamó la atención.” Belinda dijo, “A mí también. Al acercarme, pensé que
platicabas con él. Es un parecido increíble. ¡Obsérvalo! El mismo aire del
marqués. Idéntica forma de pasarse la mano por el cabello.” Walter dijo, “¡Realmente extraordinario!” Cymon dijo,
“¡Bah! Coincidencias.” Walter les
dijo, “¿No conocen al marques?” Joseph
dijo, “Este…No hemos tenido el gusto.”
Belinda dijo, “¡Ah! Es un hombre tan
simpático, y su fama de elegante y distinguido es reconocida en todo Londres.”
Walter dijo, “En efecto, además es un
hombre muy bien parecido. Sí…se diría que usted es su doble.” La señora
Tuggs pensó, “¡Que gente tan fina y
encantadora!”
La plática continuó amable,
simpática y llena de alegre gratitud por parte de la familia Tuggs. Belinda
continuó la conversación, “Ah, si
hubieran asistido al baile de lady Monre. Fue el evento social de la temporada,
¿Verdad querido?” Walter dijo, “Así
es, aunque la recepción que dieron los condes de Hunterhall no se quedo atrás.”
Enseguida Belinda dijo, “¡Walter,
querido, mira a la señora Tuggs! En éste instante, ¿a quien te recuerda?” Walter
dijo, “¡A la duquesa viuda Dobbletton!”
Belinda dijo, “¡Exactamente! Mismo
perfil, sus mismos delicados movimientos, pero sobre todo, su misma distinción y
dignidad.” Walter dijo, “Creo que si
la duquesa estuviera aquí, pensaría que es su alma gemela.” La señora Tuggs
dijo, “¡Oh, quizá ustedes exageran!” Belinda
dijo, “¡Nada de eso! Le asegúro que
conozco muy bien a la duquesa. Es más, tómo con ella el té, todos los viernes.”
La señora Tuggs dijo, “¡Oooh!” Walter
dijo, “Es una dama encantadora. Por
cierto, su hija Lady Marian es una de las jóvenes más solicitadas de la
sociedad.” Belinda dijo, “Quizá usted
Carlota, la conoce. Es de su edad. ¿No la habrá encontrado en algún baile?”
Carlota dijo, “Este…no recuerdo…”
Belinda dijo, “Oh, bueno. Ya tendré
oportunidad de presentársela. Seguramente harán buena amistad.” Carlota
pensó, “Eso significa que nos seguiremos
tratando. ¡Esto es magnífico!”
La amena conversación continuó, hasta que vieron aparecer el muelle de Ramsgate. Entonces la señora Tuggs dijo, “En unos momentos vamos a desembarcar.
Espero que nos veamos a menudo.” Carlota dijo, “Eso sería muy agradable.” Belinda dijo a Cymon, “Es increíble como uno puede simpatizar tanto con personas que no ha
visto antes. Los siento como amigos de toda la vida.” Cymon dijo, “Yo también señora.” Belinda le dijo, “Nada de formulismos. Dime Belinda.”
Cymon dijo, “S-sí, claro.” Ambas
familias bajaron al muelle. Entonces Belinda dijo a Joseph, “Señor Tuggs, ¿Tienen ya alojamiento?” Joseph dijo, “No, pero supongo que no será difícil
encontrar.” Belinda dijo, “En ésta
época el balneario está lleno, pero siempre hay lugar para personas de
categoría como ustedes.” Joseph dijo, “Eso
pensé y por ello no me preocupe de hacer reservaciones.” Belinda dijo, “Cymon, me ha sido grato conocerle…”
Cymon le dio la mano y dijo, “yo…yo…”
Walter dijo, “Belinda, mi amor, debemos
ver nuestro equipaje.”
Tras un apretón de mano, que
dejo a Cymon con sus delicados nervios en tensión, la hermosa señora partió. Su
madre le dijo, “Cymon, ¿Qué miras? Vamos,
ya hay que desembarcar.” Como en trance, Cymon siguió a su familia sin
darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, pensando, “Es la mujer más hermosa, delicada, elegante que han visto mis ojos.” Sin
darse cuenta, Cymon pisó a un hombre, quien le dijo, “¡Auch!¿Es ciego o tonto?¡Fíjese por dónde camina, bobo!” En el muelle,
todo era movimiento y acción. Un hombre decía, “Señor, ¿Le llévo su equipaje?” Otro decía, “Señor, en mi coche cabe
toda la familia y las maletas.” Finalmente eligieron uno de los carruajes.
Cuando estuvieron instalados, el cofer les dijo, “¿A dónde los llevo?” La señora Tuggs dijo, “No tenemos alojamiento. Habrá un buen Hotel, donde…” Joseph la
interrumpió, diciendo, “¿Hotel?¡Ni
soñarlo! Los mejores están llenos y los otros también.” La señora Tuggs
dijo, “Entonces, ¿Qué haremos?” Joseph
dijo, “Podríamos rentar una casa.”
Después dijo mirando al chofer, “¿No sabe de alguna?” El chofer dijo, “Eso sí. Sé de varias.” En ese momento,
se inició el triste peregrinar de la familia Tuggs. Después de preguntar en una
casa disponible, Joseph dijo desanimado, “¡Dicen
que una casa y rentan una pieza!¡Es el colmo!” Cymon dijo, “¡Estoy terriblemente cansado! Creo que me
va a dar…” La señora Tuggs dijo, “¡Cymon,
no es el momento! Espera que estemos instalados para desmayarte.” Cymon
dijo, “¡Madre! Es decir ‘Mamá’…¡Oh que
incomprensión!”
El tiempo pasó y por fin,
cuando empezaba a caer la tarde, la familia eligió finalmente una casa. La
señora Tuggs dijo, “No está mal. Tiene
tres grandes habitaciones y tendremos sirvienta pero piden cinco guineas al
mes.” Joseph dijo, “Con razón está
desocupada. Bueno, qué remedio, aquí nos quedamos.” Una hora después, la
familia se encontraba cenando en su nueva residencia. Cuando Joseph oleó la
cena dijo, “¡Magníficos camerones!”
Carolina corrigió, “¡Camarones, papá!” Joseph
comenzó a degustar la cena y dijo, “Finalmente
camarones o ‘camerones’ da lo mismo.” Cymon miró a su padre con lastima
mezclada con malignidad, y dijo, “¡Qué
diría el señor Brook si oyera semejante vulgaridad!” Carolina dijo, “¿Y qué pensaría la señora Brook si viera a
mamá comiéndoselos con cabeza y todo?” Cymon dijo, “¡No soporto la idea!¡Pensar que la comparó con la duquesa viuda de
Dobbletton!”
La señora Tuggs dijo, “Debo tener más cuidado con mis modales, ¡Ah, siempre dije que algunos de mis antepasados debiéron haber sido nobles! Tú heredaste esa nobleza, Cymon. Por eso eres tan sensible, como todos los grandes hombres. Ya ves…eres igual al marqués…bueno, de lo que sea.” El señor Tuggs dijo, “Debemos conservar la amistad de los Brooks, es gente muy distinguida.” La señora Tuggs dijo, “Nos introducirán en su círculo. Ya ves que ofreció presentarle una Lady a Carlota.” Carolina dijo, “Este invierno pienso tener una temporada social muy importante y te va a costar bastantes libras, papá.” El señor Tuggs dijo, “¡No importa! No voy a permitir que mi hija se presente en la corte como una pordiosera.”
Carolina dijo, “Cymon. ¿Piensas en Belinda? Que belleza de mujer, ¿Verdad?” Cymon dijo, “Un verdadero Ángel, ¡Qué ojos!¡Qué cutis!¡Qué Boca!” El señor Tuggs dijo, “Hijo, no olvides que es una mujer casada.” Cymon se levantó y dijo, “¡Padre, porqué tienes que llevar de nubes mis sueños y hacer ruinas mis remotas esperanzas! ¿Por qué me atormentan?¿No basta con…con…?” Cymon se detuvo. Nunca se supo si por falta de palabras o de aliento. Cymon dijo, “¡Me voy a mi habitación!” La señora Tuggs dijo, “¡Hijo, hijito, cálmate! Nunca ha sido bueno para ti agitarte.” Pero el joven con aire solemne y lleno de dignidad se retiró. La señora Tuggs dijo, “¡Oh, Joseph, no debiste…!” Joseph Tuggs dijo, “Solo le hice una advertencia.” La señora Tuggs le dijo, “Sabes lo sentible que es. Con cualquier cosa excita sus nervios.” Carolina dijo, “Y en este momento lo que más lo pone de nervios es la belleza de Belinda.”
La señora Tuggs dijo, “Debo tener más cuidado con mis modales, ¡Ah, siempre dije que algunos de mis antepasados debiéron haber sido nobles! Tú heredaste esa nobleza, Cymon. Por eso eres tan sensible, como todos los grandes hombres. Ya ves…eres igual al marqués…bueno, de lo que sea.” El señor Tuggs dijo, “Debemos conservar la amistad de los Brooks, es gente muy distinguida.” La señora Tuggs dijo, “Nos introducirán en su círculo. Ya ves que ofreció presentarle una Lady a Carlota.” Carolina dijo, “Este invierno pienso tener una temporada social muy importante y te va a costar bastantes libras, papá.” El señor Tuggs dijo, “¡No importa! No voy a permitir que mi hija se presente en la corte como una pordiosera.”
Carolina dijo, “Cymon. ¿Piensas en Belinda? Que belleza de mujer, ¿Verdad?” Cymon dijo, “Un verdadero Ángel, ¡Qué ojos!¡Qué cutis!¡Qué Boca!” El señor Tuggs dijo, “Hijo, no olvides que es una mujer casada.” Cymon se levantó y dijo, “¡Padre, porqué tienes que llevar de nubes mis sueños y hacer ruinas mis remotas esperanzas! ¿Por qué me atormentan?¿No basta con…con…?” Cymon se detuvo. Nunca se supo si por falta de palabras o de aliento. Cymon dijo, “¡Me voy a mi habitación!” La señora Tuggs dijo, “¡Hijo, hijito, cálmate! Nunca ha sido bueno para ti agitarte.” Pero el joven con aire solemne y lleno de dignidad se retiró. La señora Tuggs dijo, “¡Oh, Joseph, no debiste…!” Joseph Tuggs dijo, “Solo le hice una advertencia.” La señora Tuggs le dijo, “Sabes lo sentible que es. Con cualquier cosa excita sus nervios.” Carolina dijo, “Y en este momento lo que más lo pone de nervios es la belleza de Belinda.”
Al día siguiente, la familia
dió un paseo por la playa del balneario. Joseph dijo, “¡Qué animación. Cuanta vida, cuanto bullicio…!” La señora Tuggs
dijo, “Joseph, rentemos sillas en la
playa.” Momentos después, la señora Tuggs dijo, “En mi vida había estado tan…¡Ayy! Joseph, me hundooo!” La señora Tuggs
solo se había caído en la arena. Carolina dijo, “Mamá, qué escándalo, todos nos miran!” La señora Tuggs dijo, “¡Ay, hija, es que creí que me tragaba la
arena! Bueno, ya pasó.” En ese momento llegaba Walter Brooks y Belinda. Belinda
dijo, “¡Querida Carlota, por fin los
encuentro!” Cymon al ver a Belinda pensó, “¡Oh, está aún más bella que ayer!¡Mi corazón va a estallar…la ámo!” Carolina
dijo, “Belinda, que alegría verte.”
Carolina les dijo, “¿Cómo
están?¿Durmieron bien?” Luego que tuvo lugar el más afectuoso cambio de
saludos, Joseph Tuggs dijo, “Por favor
siéntense. Pediré otras sillas.” Walter Brooks dijo, “Gracias. Muy amable.” Empezó la amena plática y de pronto, Walter
dijo, “Belinda. Amor mío…” Belinda
dijo, “Si, Walter querido…” Walter
dijo, “Allá esta Harry Thomson.” Belinda
dijo, “¿Dónde?” Walter apuntó hacia
la playa y dijo, “Bañándose, mi amor.” Belinda
dijo, “Tienes razón…No nos ha visto, sin
duda.” Walter dijo, “¡Y está
acompañado por la señora Mary Golding!” Belinda dijo, “¡Es cierto! Al que no veo es al señor Golding.”
Walter dijo, “Yo tampoco, míralos. Se toman de las manos. Eso no me parece bien.” Belinda dijo, “Walter, él solo la ayuda a evitar esa fuerte ola. Querido, son personas de la alta sociedad. En nuestro circulo, eso no es mal visto. Nadie va a pensar mal de la señora Golding porque se baña con el señor Thomson. Lo que pasa es que tu eres muy celoso.” Walter dijo, “Sí, soy muy celoso porque te adóro y eres la mujer más hermosa del mundo.” Enseguida Cymon dijo, “¿Escuchaste, papá? Nada de malo hay si platíco o doy un paseo con la señora Brooks. Es privilegio de la aristocracia.” Joseph Tuggs dijo, “No deja de parecerme una costumbre bastante singular.” Enseguida Joseph dijo, “¿Dónde piensan comer hoy?” Walter dijo, “la verdad…aún no hemos decidido nada…” Walter dijo, “¿Qué tal si vamos a Pegwell? Es el lugar de moda.” Joseph dijo, “Sí, es una excelente idea.” Los Tuggs jamás habían oído hablar del lugar pero como si se hubieran puesto de acuerdo, no permitieron que se notára. Enseguida, Walter dijo, “Queda un poco lejos y hace demasiado calor para ir a pie.” Belinda dijo, “Walter, querido. A mí me gustaría ir en borriquillo. ¡Es tan divertido!” Carolina dijo, “Entonces, a mi también.” Walter dijo, “Entonces, para nosotros un coche y para ustedes borriquillos…aunque…no sé si estaría bien…” Belinda dijo, “¿Qué no estaría bien?” Walter dijo, “Que vayan solas. Pero si el joven Cymon tuviera la gentileza de acompañarlas…” Cymon dijo, “Yo no podría. No soy buen jinete…la verdad, no creo que…” Belinda dijo, “¡Oh, claro que puede!¿Se negara a darme ese gusto?” Y las sedosas y largas pestañas aletearon como dos mariposas sobre los verdes ojos clavados en el pobre Cymon, quien dijo, “P-por supuesto que no…”
Walter dijo, “Yo tampoco, míralos. Se toman de las manos. Eso no me parece bien.” Belinda dijo, “Walter, él solo la ayuda a evitar esa fuerte ola. Querido, son personas de la alta sociedad. En nuestro circulo, eso no es mal visto. Nadie va a pensar mal de la señora Golding porque se baña con el señor Thomson. Lo que pasa es que tu eres muy celoso.” Walter dijo, “Sí, soy muy celoso porque te adóro y eres la mujer más hermosa del mundo.” Enseguida Cymon dijo, “¿Escuchaste, papá? Nada de malo hay si platíco o doy un paseo con la señora Brooks. Es privilegio de la aristocracia.” Joseph Tuggs dijo, “No deja de parecerme una costumbre bastante singular.” Enseguida Joseph dijo, “¿Dónde piensan comer hoy?” Walter dijo, “la verdad…aún no hemos decidido nada…” Walter dijo, “¿Qué tal si vamos a Pegwell? Es el lugar de moda.” Joseph dijo, “Sí, es una excelente idea.” Los Tuggs jamás habían oído hablar del lugar pero como si se hubieran puesto de acuerdo, no permitieron que se notára. Enseguida, Walter dijo, “Queda un poco lejos y hace demasiado calor para ir a pie.” Belinda dijo, “Walter, querido. A mí me gustaría ir en borriquillo. ¡Es tan divertido!” Carolina dijo, “Entonces, a mi también.” Walter dijo, “Entonces, para nosotros un coche y para ustedes borriquillos…aunque…no sé si estaría bien…” Belinda dijo, “¿Qué no estaría bien?” Walter dijo, “Que vayan solas. Pero si el joven Cymon tuviera la gentileza de acompañarlas…” Cymon dijo, “Yo no podría. No soy buen jinete…la verdad, no creo que…” Belinda dijo, “¡Oh, claro que puede!¿Se negara a darme ese gusto?” Y las sedosas y largas pestañas aletearon como dos mariposas sobre los verdes ojos clavados en el pobre Cymon, quien dijo, “P-por supuesto que no…”
Una hora después, un carruaje
aguardaba la salida. Cymon, Belinda y Carlota estaban montados en sus asnos,
esperando la salida. Walter dio una instrucción, antes de partir, “Los dos muchachos a pie irán con ustedes
para empujar a los burros en caso de que se nieguen a caminar.” Se pusieron
en marcha y uno de los hombres de a pie dijo, “¡Arre, arre, burro!” Carolina dijo a Belinda, “¡Ay, que valiente es usted!¡No vaya a ir al galope, que me da miedo!” Continuaron
avanzando, y Belinda dijo, “¡Que día tan
hermoso, querida Carlota!” Carlota dijo, “Encantador, todo esto es una belleza, ¿Verdad, Cymon?” Antes de
responder, Cymon miró fijamente a Belinda,
“Sí, nunca vi nada más bello que lo que contemplo ahora.” Belinda bajó los
párpados he hizo que su montura quedara algo rezagada, de inmediato Cymon la
imitó. Enseguida Cymon le dijo, “¡Ay,
Belinda, desde que la conocí ayer, mi corazón ya no me pertenece.” Belinda
le dijo, “Cymon, por favor…¡Yo pertenezco
a otro! ¡Es terrible! Pero ayer al verlo…¡Oh si no estuviera…!” Cymon dijo,
“¡Por favor, no calle!¿Que iba a decir?”
Belinda dijo, “Si no estuviera casada…mi
destino hubiera sido ser amada por un joven de noble aspecto. Con un espíritu
sensible capaz de experimentar y apreciar mis sentimientos.” Cymon dijo, “¡Belinda, será posible! Usted también
experimenta esa atracción divina que nos une.” En ese sublime momento, el
burro de Cymon decidió no caminar. Cymon dijo, “¡Eh, Ale, Ale!...¡Vamos bestia, no te quedes parado, Ale!” Sea
porque el animal se indignó por el tono de la orden o sintiera deseos de
aventajar a su compañero, partió como un rayo. Cymon le gritó, “¡DETENTEEE!” Belinda dijo, “¡Cymon!” Como si supiera que se
encontraba a unos metros del hotel Pegwell, el malvado animal se dirigió
directo a la entrada. Joseph Tuggs gritó, “¡Cymon!”
La señora Tuggs dijo, “¡Hijito!”
Carlota dijo, “¡Hermano!” Mientras
tanto Cymon gritaba, “¡DETENGANLOO!”
Y allí el burro decidió frenar en seco, lanzándolo por el aire, no dando a su
jinete la oportunidad de desmontar con elegancia. Uno de los encargados del
hotel dijo, “¡Qué manera tan singular de
llegar!” Dos empleados del hotel lo levantaron. Al recuperarse, Cymon
exclamó, “¡Aaaay!” La señora Tuggs
dijo alarmada, “¡Hijito, hijito!¡Oh,
puede tener un hueso roto. Tengan cuidado.” Uno de los empleados dijo, “¿Se encuentra bien, señor?” Cymon dijo,
“Sí…creo que sí…”
Después que todo se
restableció, Walter dijo, “No hay que
alarmarse, fue una caída sin importancia.” Belinda dijo, “Salvo éste pequeño incidente, el paseo fue
delicioso, ¿verdad?” Carolina dijo, “Realmente
encantador. Tanto que no me importaría repetirlo.” Walter dijo, “¡Nada de eso! Todos regresaremos en coche.”
Superado el pequeño incidente, pasaron a comer. Ya en la mesa, la señora Tuggs
dijo, “Estos came…camarones están deliciosos.”
Walter dijo, “Y la mantequilla es de la
mejor calidad. Y les aseguro que yo sé muy bien lo que háblo.” Cuando
terminaron de comer y llegó el momento de pagar la cuenta, Walter dijo, “Belinda, mi amor, dame mi billetera.” Belinda
dijo, “¿Tu billetera? Yo no la tengo
Walter querido.” Walter dijo, “¡Cómo!¿No
te la di en la mañana?¡Oh, que olvido!” Joseph Tuggs dijo, “Señor Brooks, ¿No pretenderá usted pagar?,
son ustedes nuestros invitados.” Walter le dijo, “No puedo aceptar. Usted pagó las sillas en la playa, el coche, los
burritos…” El señor Tuggs dijo,
“Señor Brooks, no insista. Como gente bien que somos, no vamos a discutir por
una cuenta. ¡Joseph paga!”
Al separarse ambas familias, quedaron en
verse en la noche, en el casino. Horas después, cuando los Tuggs se vieron con
los Brooks, Cymon dijo, “Belinda, está
usted encantadora…que digo, ¡Maravillosa!” Belinda dijo, “Y usted tan elegante, tan guapo…le aseguro
que el marqués de Carriwini sentirá envidia al verlo.” Ambas familias se
sentaron a la mesa en el salón de baile. Enseguida, Walter dijo, “Belinda, mi amor, ¿Quieres bailar?”
Ella dijo, “¡Oh, sí, Walter querido!”
Cymon los vio deslizarse por la pista y sintió como si una espada traspasara el
corazón, pensando, “Todas las demás
mujeres son insignificantes, desaparecen ante la presencia de ella.”
Los días siguientes fueron
todos similares: Por la mañana, playa, a medio día, comida en Pegwell, y por la
noche, casino. Habían transcurrido tres semanas cuando una noche, Carolina vio a Belinda
en el casino y le dijo, “¡Belinda, vienes
sola!¿Y tu marido?” Belinda dijo, “Tuvo
que partir de urgencia a Londres. Estará ausente tres días.” Carolina dijo,
“¡Oh, qué lástima! Pero supongo que eso
no impedirá que te unas a nosotros.” Belinda dijo, “No. Walter los estima mucho y no le parecerá mal.” Cymon sintió que el
cielo se abría para él, pensando, “¡Diez días! Podré estar cerca de ella sin la
odiosa presencia del marido.” Desde ese momento no se separó del lado de la
beldad, aunque sin atreverse a otra cosa que contemplarla, pero una tarde,
estando ambos en un acantilado frente al mar, Cymon le dijo, “Belinda quería decirle…” Belinda dijo, “¡Por favor, cálle! Déje que hablen nuestros
corazones. Es maravilloso cómo se comprenden.” Cymon le dijo, “Sí, pero sería yo tan feliz si pudiera
tocar sus manos, cubrirlas de besos…” Belinda dijo agresivamente, “¡No Cymon, no! Quizá ya no podríamos
separarnos y, entonces…¿Qué sería de nosotros?” Cymon dijo, “Tiene razón…¡Oh, Belinda, si supiera
cuanto sufro!” Belinda dijo, “Y
yo…pero es nuestro destino y solo nos queda aceptarlo.”
Ya en la residencia, con su
madre y su hermana, Cymon se sentía cada día mas enamorado y trataba de
resignarse a su suerte. Su madre le decía, “Hijo,
me preocupas. ¿Qué tienes? Dímelo.” Cymon le dijo, “¡Ay, madre…si te contára! Pero, para qué…es mejor que cárgue solo con
mi cruz.” Y como haciendo un supremo esfuerzo, se levantó y salió con
actitud de quien va al suicidio. La señora Tuggs dijo, “Carlota, ¿Qué le sucede a tu hermano?” Carlota dijo, “¡Quién sabe, mamá!¡Es tan especial!¡Por
todo se deprime o se desmaya!” La señora Tuggs dijo, “Hija, no hables así del pobre Cymon! Es un joven sensible…”
Carlota dijo, “No le hagas caso a Cymon,
lo que más le agrada es llamar nuestra atención.”
Transcurrieron diez días, y
un día, sentados en una banca al aire libre, Belinda dijo a Cymon, “Walter regresa mañana…” Cymon dijo, “Sí, lo sé…mañana ya estará aquí…” Belinda
le dijo, “¡Oh, Cymon, el casto deleite de
este amor platónico, debe terminar para siempre!” Cymon le dijo, “¡No digas para siempre, Belinda!¡Por
favor!” Belinda dijo, “Es preciso,
Cymon.” Cymon dijo, “¿Porqué? Una
amistad como la nuestra, tan inofensiva, no ofende a nadie. Tu esposo no podría
oponerse a ella.” Belinda dijo alarmada, “¡Cuan poco lo conoces! Es celoso y vengativo. ¡Feroz en la venganza y
loco en los celos!” Cymon dijo, “Pero
nosotros no hemos hecho nada…” Belinda dijo, “Cymon, él no comprende nada. ¿Quieres que te vea asesinado ante mis
propios ojos?” Cymon dijo asombrado, “¡Asesinado!”
El pobre Cymon Tuggs se imaginó ese espantoso espectáculo. Imaginó que Walter
lo traspasaba con una espada diciendo, “¡Muere
canalla traidor!” Y en ese instante, un terrible miedo envolvió su amor.
Cymon dijo, “¡Noooo!¡Asesinado nooo!”
Belinda le dijo, “Entonces déjame ésta
noche para siempre.” Cymon dijo, “¡Belinda,
que cruel puede ser la vida con dos seres que se aman tanto!” Belinda le
dijo enfáticamente, “¡No lo
digas!¡Vámonos, te lo suplico!” Cymon dijo, “Antes quiero que sepas que nunca
te olvidaré.”
Llenos de tristeza, caminaron
hasta la casa donde se alojaban los Brook. Cymon la tomó de las manos y le
dijo, “Buenas Noches, Belinda…” Belinda
dijo, “Buenas noches. Cymon, yo…” La
institutriz abrió la puerta y dijo, “¿El
señor no va a pasar?” Entonces Belinda dijo, “Quizá aun no sea tan tarde y…” El joven no pudo resistir la velada
invitación, pero apenas estuvo en el salón de la casa, dijo, “No debí entrar. Qué caso tiene…Es mejor que
me vaya.” Belinda le dijo, “Cymon,
quiero que sepas que si en cualquier época de mi vida yo…” Entonces se
escuchó la voz de Walter, “¡BELINDAAA!”
Belinda dijo, “¡Mi marido!” Cymon
dijo, “¿Qué?” El más terrible horror
se pintó en la cara de la joven dama. Belinda dijo, “¡La cortina!¡Escóndete tras la cortina!” Cymon dijo, “¿Por qué? No hemos hecho nada malo…”
Belinda insistió, “¡Cymon escóndete!¡Si
te encuentra aquí, te matará!” Cymon dijo, “Pero…” Belinda dijo, “¡Rápido!¡Ya viene! Él no entiende razones.”
Cymon dijo, “No creo que…”
Belinda apenas tuvo tiempo de
ocultar a Cymon cuando Walter apareció, diciendo, “Belinda, amor mío…” Belinda dijo, “Walter, qué sorpresa! No te esperaba hasta mañana…¡Ah, vienes con los
Tuggs!” Walter dijo, “Fui a buscarte
a su casa creyendo que estarías allí.” Belinda dijo, “Oh, no, aquí te aguardaba ansiosa.” Walter dijo, “Los invité a tomar
algo. He extrañado a estos buenos amigos.” Belinda dijo, “Lo imagino Walter querido…por favor,
siéntense.” Walter le dijo, “Belinda,
amor, te tengo otra sorpresa. Espera un minuto.” Walter salió y no tardo en
regresar. Walter regresó acompañado y dijo, “Miren
a quien encontré en el vapor.” Belinda dijo, “¡Capitán Slaughter!¡Qué gusto me da volver a verlo!” Después de
efusivos saludos, Walter dijo, “Sentémonos.
Belinda, mi amor, sírvenos Brandy.” Belinda dijo, “De inmediato Walter querido.” En su escondite, Cymon pensaba, “¡Oh, no!...Hasta que hora van a estar aquí,
y yo sin poder moverme. Apenas me atrevo a respirar.”
Mientras tanto en la sala, Walter decía, “Capitán, ¿Un cigarrillo?” El capitán dijo, “Sí, gracias. ¡No hay nada como un buen brandy y un cigarro!” Walter dijo, “Señor Tuggs, ¿Desea uno?” Joseph Tuggs dijo, “No, gracias. Hace mucho dejé de fumar. Cymon no soporta oler el humo del tabaco.” Carlota dijo, “El pobrecito de inmediato se siente enfermo.” Walter dijo, “Ahora recuerdo que una vez me lo comento.” A continuación, Walter y el capitán prendieron sus cigarros y empezaron a echar humo con la mayor tranquilidad. Walter dijo, “Delicioso, ¿verdad capitán?” El capitán dijo, “Excelente tabaco, realmente excelente.” El humo llenó la habitación, y se abrió paso entre las corinas. Cymon, quien estaba escondido tras ella, pensó, “Ya no puedo más…tengo que aguantarme, tengo que…” Inútil, no pudo, y comenzó a toser, “¡Cof, cof, cof…!” Walter dijo, “¡Oh, perdón señora Tuggs! No sabía que a usted también le molestaba el humo.” La señora Tuggs dijo, “¿Molestarme? No, de ninguna manera.” Walter insistió, “Pero la hace toser.” Ella dijo, “¿A mí? No. No…” Walter dijo, “Señora, acaba usted de toser.” La señora Tuggs dijo, “¿Yo? Por supuesto que no he tosido señor Brooks.” Walter dijo, “Alguien tosió, estoy seguro.” El capitán Slaughter dijo, “A mí también me lo pareció…pero quizá fue solo mi imaginación.”
Mientras tanto en la sala, Walter decía, “Capitán, ¿Un cigarrillo?” El capitán dijo, “Sí, gracias. ¡No hay nada como un buen brandy y un cigarro!” Walter dijo, “Señor Tuggs, ¿Desea uno?” Joseph Tuggs dijo, “No, gracias. Hace mucho dejé de fumar. Cymon no soporta oler el humo del tabaco.” Carlota dijo, “El pobrecito de inmediato se siente enfermo.” Walter dijo, “Ahora recuerdo que una vez me lo comento.” A continuación, Walter y el capitán prendieron sus cigarros y empezaron a echar humo con la mayor tranquilidad. Walter dijo, “Delicioso, ¿verdad capitán?” El capitán dijo, “Excelente tabaco, realmente excelente.” El humo llenó la habitación, y se abrió paso entre las corinas. Cymon, quien estaba escondido tras ella, pensó, “Ya no puedo más…tengo que aguantarme, tengo que…” Inútil, no pudo, y comenzó a toser, “¡Cof, cof, cof…!” Walter dijo, “¡Oh, perdón señora Tuggs! No sabía que a usted también le molestaba el humo.” La señora Tuggs dijo, “¿Molestarme? No, de ninguna manera.” Walter insistió, “Pero la hace toser.” Ella dijo, “¿A mí? No. No…” Walter dijo, “Señora, acaba usted de toser.” La señora Tuggs dijo, “¿Yo? Por supuesto que no he tosido señor Brooks.” Walter dijo, “Alguien tosió, estoy seguro.” El capitán Slaughter dijo, “A mí también me lo pareció…pero quizá fue solo mi imaginación.”
Continuaron fumando. El humo
llenaba la habitación. Entonces Cymon dijo, “¡Ay,
Dios, ya no…! ¡Cof, Cof, Cof!” Walter dijo, “¡Fue una tos, ahora si no hay duda! ¿No fue usted señora?” La
señora Tuggs se impacientó, y dijo, “¡Le
he dicho que no, señor Brook!” Walter continuó interrogando y dijo, “Ni usted señor Tuggs…ni usted señorita
Carlota.” Joseph Tuggs dijo, “Yo no.”
Carlota dijo, “Yo tampoco.” Walter
dijo, “¿Y entonces quién?” El capitán
Slaughter dijo, “Creo que puedo decirlo.”
El capitán se puso de pie y fue hacia las cortinas. De un tirón, el capitán
abrió la cortina y apareció, Cymon. Walter dijo, “¡Qué significa eso!” Joseph Tuggs dijo, “¡Cymon!” Walter se alteró y dijo, “¡Slaughter, deme su sable, yo lo máto!” Belinda se arrodilló a su
lado, diciendo, “¡Walter querido,
perdón!¡Perdón!” Cymon se sentó en el piso lleno de miedo. La señora Tuggs fue
a él, diciendo, “¡Cymon!¡Hijito!”
Walter insistía, “¡Démelo!¡Démelo!” El
capitán decía, “¡Walter, que vas a ser!”
Walter dijo, lleno de cólera, “¡Lo voy a
matar!¡Lo partiré en dos con la espada!” Belinda dijo, “¡Noooo, Walter!”
Slaughter dijo, “Walter, usted es un caballero. Un duelo es lo indicado en estos casos.” Walter dijo, “¡Sí, un duelo! Arregle todo, Slaughter lo encárgo de ello.” Y dando una mirada de olímpico desprecio, Walter se dirigió con aire digno a la puerta. Belinda dijo, “Walter, querido, te juro…” En breve, Belinda despidió a la familia Tuggs, diciendo, “Señor Tuggs, retírese con su familia. Yo iré mañana a visitarle.”
Slaughter dijo, “Walter, usted es un caballero. Un duelo es lo indicado en estos casos.” Walter dijo, “¡Sí, un duelo! Arregle todo, Slaughter lo encárgo de ello.” Y dando una mirada de olímpico desprecio, Walter se dirigió con aire digno a la puerta. Belinda dijo, “Walter, querido, te juro…” En breve, Belinda despidió a la familia Tuggs, diciendo, “Señor Tuggs, retírese con su familia. Yo iré mañana a visitarle.”
Al día siguiente, ya en casa,
ni que decir de la angustia de la familia Tuggs. Joseph Tuggs dijo, “Cymon, ¿Cómo pudiste?” Cymon, quien
estaba en cama dijo, “¡Juro que no hice
nada! Todo fue un malentendido. Soy inocente, padre.” Y casi llorando
contó, cómo habían sucedido las cosas. Su madre dijo, llevándole un té, “¡Ay, hijo, te creemos pero las apariencias
te acusan!¿Cómo convencer al señor Brook?” Carlota dijo, “Jamás lo lograríamos. ¡Pobre de su esposa, es capaz de matarla!” Al
día siguiente, Slaughter se presentó a casa de los Tuggs, y dijo a Joseph, “Vengo para que nombren a sus padrinos.
Espero que el joven sea buen espadachín. El señor Brook es campeón de esgrima.”
La señora Tuggs dijo, “¡Oh, no! Joseph.
Tenemos que hacer algo. Cymon jamás ha tomado una espada.” Joseph dijo al capitán, “¿No habría forma de arreglar este asunto sin
llegar a un duelo?” Slaughter dijo, “Señor
Tuggs, es una cuestión de honor.”
Joseph le respondió, señalando a su hijo, quien se encontraba postrado, “Lo sé, pero mi hijo está con una afección nerviosa.” Slaughter dijo, “Lo lamento mucho, en ese caso, trataré de que se llegue a una solución conveniente para todos…” Y el amable capitán por supuesto que la encontró. Después de unos minutos, la señora Tuggs decía, “Hijo, ya no tienes de que preocuparte. Todo está arreglado.” Joseph le dijo, “Espero que esto te sirva de lección para que no vuelvas a poner los ojos en una mujer casada.”
Joseph le respondió, señalando a su hijo, quien se encontraba postrado, “Lo sé, pero mi hijo está con una afección nerviosa.” Slaughter dijo, “Lo lamento mucho, en ese caso, trataré de que se llegue a una solución conveniente para todos…” Y el amable capitán por supuesto que la encontró. Después de unos minutos, la señora Tuggs decía, “Hijo, ya no tienes de que preocuparte. Todo está arreglado.” Joseph le dijo, “Espero que esto te sirva de lección para que no vuelvas a poner los ojos en una mujer casada.”
Los Tuggs habían perdido una
agradable amistad y 1500 libras de su capital. Carolina dijo, “Lo que más siento es que ya no conoceré a
lady no se qué.” Su madre dijo, “¡Y yo
que ya te veía frecuentando la corte!” Y mientras ellos lamentaban lo
sucedido, Belinda se reía, diciendo, “¡Ja,
Ja, Ja!¡Jamás nos habían tocado unas victimas más fáciles!” Walter reía
también con el dinero en sus manos, diciendo, “¡Ja, Ja, Ja! No imaginé que nos costaría tan poco trabajo obtener 1500
libras.” Slaughter reía también, “¡Ja,
Ja, Ja!” Belinda dijo, “¡Ay Walter,
cómo que no! Desde que los vimos subir al vapor supimos que eran los tontos que
necesitábamos!” Walter dijo, “Belinda,
amor mío, reconozco que tienes razón.” El capitán Slaughter dijo, “Casi se pusieron de rodillas para
agradecerme que me llevara las 1500 libras.” Walter dijo, “Debimos haberles pedido dos mil. También
las habrían pagado.” Belinda dijo, “Yo
estoy contenta de que todo haya terminado. Ya no soportaba a ese bobo de Cymon
ni a la cursi de su hermana. Ni qué decir de la mamá. Desde que la compare con
la duquesa empezó a actuar como si fuera una noble. ¡Ja, Ja, Ja!” Walter
dijo, “Y no sabía ni comer. Son unos
pobres diablos. ¿No es así, Slaughter?” El capitán dijo, “¡Ja!¡Ricos diablos diría yo!” Walter
dijo, “Bueno, mañana dejamos Ramsgate.
Ojalá en el vapor encontremos otra familia Tuggs.”
Por suerte para ellos no es
difícil en este mundo encontrar familias Tuggs. Ya una vez en el vapor, Walter
dijo a Belinda, “Belinda mi amor…”
Belinda le contestó, “Sí, ya sé, Walter
querido: A trabajar…”
Tomado de Novelas Inmortales. Año XV. No. 737.
Enero 1ro. De 1992. Guión: Herwigd Comte. Segunda adaptación: José Escobar.
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