Club de Pensadores Universales

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lunes, 31 de diciembre de 2018

El Rey Lear de William Shakespeare

     El Rey Lear es una tragedia escrita por William Shakespeare. Describe el descenso gradual a la locura del personaje del título, después de que él se deshace de su reino, al dar legados a dos de sus tres hijas, quienes lo incitaban, gracias a la continua adulación de ellas, lo que trae consecuencias trágicas para todos. Basada de la leyenda de Leir de Gran Bretaña, un rey mitológico céltico prerromano, la obra ha sido ampliamente adaptada para el escenario teatral y el cine, con el rol de título codiciado por muchos de los actores más destacados del mundo.
     La primera atribución a Shakespeare de esta obra, originalmente redactada en 1605 o 1606 a más tardar, con su primera actuación conocida en el Día de San Esteban en 1606, fue una publicación de 1608 en la cuartilla, libro o panfleto, de procedencia incierta, en la que la obra aparece como una historia; Pudo ser un borrador inicial o simplemente reflejar el primer texto de actuación. La Tragedia del Rey Lear, una revisión más teatral, se incluyó en el primer folio de 1623. Los editores modernos generalmente combinan los dos, aunque algunos insisten en que cada versión tiene su propia integridad individual que debe preservarse.
     Después de la Restauración Inglesa, la obra a menudo se reinterpretaba con un final feliz y no trágico para las audiencias a quienes no les gustaba su tono oscuro y deprimente, pero desde el siglo XIX, la versión original de Shakespeare ha sido considerada como uno de sus logros más importantes. La tragedia es particularmente notable por sus observaciones y exploraciones acerca de la naturaleza del sufrimiento humano, y el parentesco familiar. George Bernard Shaw escribió: “Ningún hombre escribirá una tragedia mejor que Lear.”
Personajes
Lear: Rey de Gran Bretaña.
Gonerilda: Hija mayor de Lear.
Regania: Segunda hija de Lear.
Cordelia: Hija menor de Lear.
Duque de Albania: Esposo de Gonerilda.
Duque de Cornualles: Esposo de Regania.
Conde de Gloucester:
Conde de Kent: Mas tarde disfrazado como Caius.
Edgar: Hijo de Gloucester.
Edmundo: Hijo ilegitimo de Gloucester.
Osvaldo: Fiel  sirviente de Gonerilda.
Bufón: Bufón de Lear.
Rey de Francia: Pretendiente y esposo posterior de Cordelia.
Duque de Borgoña: Pretendiente de Cordelia.
Curan: Cortesano.
Anciano: Inquilino de Gloucester. (Lear)
Oficial: Empleado por Edmundo.
Caballero: Atiende a Cordelia.
Sinopsis
Acto I
     El Rey Lear de Gran Bretaña, anciano y con ganas de retirarse de los deberes de la monarquía, decide dividir su reino entre sus tres hijas, y declara que ofrecerá la mayor parte a la persona que más lo áme. La mayor, Gonerilda, habla primero, declarando su amor por su padre, en términos absurdos y exagerados. Movido por su adulación, Lear procede a concederle a Gonerilda su parte tan pronto como termine su declaración, antes de que Regania y Cordelia tengan la oportunidad de hablar. Luego otorga a Regania su parte tan pronto como ha hablado. Cuando finalmente es el turno de su hija más joven y favorita, Cordelia, al principio ella se niega a decir algo, (“Nada, mi Señor”), y luego declara que no hay nada con que comparar su amor, ni palabras para expresarlo correctamente. Ella habla honestamente pero sin rodeos, que lo ama de acuerdo con su vínculo, ni más ni menos. Enfurecido, Lear deshereda a Cordelia, y divide su parte entre sus hermanas mayores.
     El conde de Gloucester y el conde de Kent observan que, al dividir su reino entre Gonerilda y Regania, Lear ha otorgado su reino en partes iguales a las partes del duque de Albania, o sea, el marido de Gonerilda, y el duque de Cornualles, o sea, el marido de Regania. Kent se opone al trato injusto de Lear hacia Cordelia; Enfurecido por las protestas de Kent, Lear lo expulsa del país. Lear luego convoca al duque de Borgoña y al rey de Francia, quienes han propuesto casarse con Cordelia. Al enterarse de que Cordelia ha sido desheredada, el duque de Borgoña retira su traje, pero el rey de Francia está impresionado por su honestidad y, no obstante, se casa con ella. El rey de Francia está conmocionado por la decisión de Lear porque hasta este momento Lear solo ha elogiado y favorecido a Cordelia (“... ella, a quien incluso, pero ahora era tu mejor objeto, / El argumento de tu alabanza, bálsamo de tu edad, ... “). Mientras tanto, Gloucester ha presentado a su hijo ilegítimo Edmundo a Kent.
     Lear anuncia que vivirá alternativamente con Gonerilda y Regania, y sus esposos. Se reserva para él un séquito de cien caballeros, para ser apoyado por sus hijas. Sin embargo, Gonerilda y Regania hablan en privado, revelando que sus declaraciones de amor eran falsas, y que ven a Lear como un viejo tonto.
El hijo bastardo de Gloucester, Edmundo, se resiente a su estatus ilegítimo, y planea deshacerse de su legítimo hermano mayor, Edgar.
     Engaña a su padre con una carta falsificada, haciéndole pensar que Edgar planea usurpar la finca. Kent regresa del exilio disfrazado, llamándose a sí mismo Caius, y Lear lo contrata como sirviente. En la casa de Albania y Gonerilda, Lear y Kent se pelean con Osvaldo, el administrador de Gonerilda. Lear descubre que ahora que Gonerilda tiene poder, ella ya no lo respeta. Ella le ordena que reduzca el número de su desordenado séquito. Enfurecido, Lear se marcha para irse a la casa de Regania. El Bufón reprocha a Lear su insensatez, al haber dado todo a Regania y Gonerilda, y predice que Regania no lo tratará mejor.
Acto II
     Edmundo se entera por Curan, un cortesano, que es probable que haya una guerra entre Albania y Cornualles, y que Regania y Cornualles llegarán a la casa de Gloucester esa noche. Aprovechando la llegada del duque y Regania, Edmundo simula un ataque de Edgar, y Gloucester es completamente engañado. Él deshereda a Edgar y lo proclama un fugitivo.
     Tras llevar el mensaje de Lear a Regania, Kent se encuentra con Osvaldo de nuevo en la casa de Gloucester, se pelea con él nuevamente y Regania y su esposo Cornualles ponen a Kent en el cepo. Cuando Lear llega, se opone al maltrato de su mensajero Caius, pero Regania es tan irrespetuosa de su padre como lo fue Gonerilda. Lear está enfurecido pero impotente. Gonerilda llega y apoya el argumento de Regania contra él. Lear cede completamente a su furia.
     Lear sale corriendo en plena tormenta, solo para despotricar contra sus desagradecidas hijas, en un monologo, acompañado por el bufón. Kent luego lo sigue para protegerlo. Gloucester protesta contra el maltrato de Lear. Con el séquito de Lear de cien caballeros disueltos, los únicos compañeros que le quedan son su bufón y Kent. Edgar, vagando en el brezal después de la tormenta, disfrazado de un loco llamado Tom o 'Bedlam, se encuentra con Lear. Edgar balbucea como loco, mientras Lear denuncia a sus hijas. Kent los lleva a todos a un refugio.
Acto III
     Edmundo traiciona a Gloucester por Cornualles, Regania y Gonerilda. Revela evidencia de que su padre sabe de una inminente invasión francesa diseñada para restituir a Lear al trono; y de hecho un ejército francés ha desembarcado en Gran Bretaña. Una vez que Edmundo se va con Gonerilda para advertir a Albania sobre la invasión, Gloucester es arrestado, y Regania y Cornualles le sacan los ojos. Mientras lo está haciendo, un sirviente es vencido por la ira por lo que está presenciando, y ataca a Cornualles, hiriéndolo mortalmente. Regania mata al sirviente y le dice a Gloucester que Edmundo lo traicionó; luego ella lo corre para que sea un vagabundo por el brezo, también.
Acto IV
     Edgar, en su disfraz de loco, se encuentra con su padre ciego en el brezal. Gloucester, ciego y sin reconocer la voz de Edgar, su hijo, le ruega que lo lleve a un acantilado en Dover, para que pueda saltar a su muerte. Por otro lado, Gonerilda descubre que encuentra a Edmundo más atractivo que su honesto esposo Albania, a quien ella considera cobarde. Sin embargo, Albania ha desarrollado una conciencia, y un sentido de justicia, pues está disgustado por el trato de las hermanas a Lear, el padre de ellas, y Gloucester, y denuncia a su esposa. Gonerilda envía a Edmundo de vuelta a Regania. Pero después de recibir noticias de la muerte de Cornualles, ella teme que su hermana viuda pueda robarle a Edmundo, y le envíe una carta a través de Osvaldo. Por otro lado, ahora solo con Lear, Kent lo lleva al ejército francés, que es comandado por Cordelia.
     Pero Lear está medio loco, y terriblemente avergonzado por sus locuras anteriores. Por instigación de Regania, Albania une sus fuerzas con las de ella contra los franceses. Las sospechas de Gonerilda sobre los motivos de Regania se confirman, y se devuelven, ya que Regania adivina correctamente el significado de su carta y declara a Osvaldo que ella es la pareja más apropiada para Edmundo. Edgar pretende llevar a Gloucester a un precipicio, luego cambia su voz y le dice a Gloucester que ha sobrevivido milagrosamente a una gran caída. Lear aparece, ahora completamente enojado. Grita que todo el mundo está corrompido y huye.
     Osvaldo aparece, todavía buscando a Edmundo. Por orden de Regania, trata de matar a Gloucester, pero es asesinado por Edgar. En el bolsillo de Osvaldo, Edgar encuentra la carta de Gonerilda, en la que ella alienta a Edmundo a matar a su marido y tomarla como su esposa. Kent y Cordelia se hacen cargo de Lear, cuya locura pasa rápidamente. Regania, Gonerilda, Albania y Edmundo se encuentran con sus fuerzas. Albania insiste en que luchen contra los invasores franceses, pero no dañen a Lear ni a Cordelia.
     Las dos hermanas codician a Edmundo, quien ha hecho promesas a ambas. Edmundo considera el dilema, y planea las muertes de Albania, Lear, y Cordelia. Edgar le da la carta de Gonerilda a Albania. Los ejércitos se encuentran en la batalla, los británicos derrotan a los franceses, y Lear y Cordelia son capturados. Edmundo envía a Lear y Cordelia con órdenes conjuntas secretas de él, representando a Regania y sus fuerzas, y Gonerilda, representando a las fuerzas de su separado marido, Albania, para la ejecución de Cordelia.
Acto V
    Los líderes británicos victoriosos se encuentran, y Regania, ahora viuda recientemente, declara que se casará con Edmundo. Pero Albania expone las intrigas de Edmundo y Gonerilda y proclama a Edmundo un traidor. Regania cae enferma, habiendo sido envenenada por Gonerilda, y es escoltada fuera del escenario, donde ella muere. Edmundo desafía a Albania, quien pide un juicio por combate. Edgar aparece enmascarado y con armadura, y desafía a Edmundo a un duelo. Nadie sabe quién es él. Edgar hiere a Edmundo fatalmente, aunque no muere de inmediato. Albania confronta a Gonerilda con la carta que pretendía ser su sentencia de muerte; Ella huye en vergüenza y rabia. Edgar se revela a sí mismo e informa que Gloucester murió en el escenario por la conmoción y la alegría de saber que Edgar está vivo, después de que Edgar se revelara a su padre.
     Fuera del escenario, Gonerilda, con sus planes frustrados, se suicida. El agonizante Edmundo decide, aunque admite que es contra su propio carácter, intentar salvar a Lear y Cordelia; Sin embargo, su confesión llega demasiado tarde. Poco después, Albania envía a los hombres para anular las órdenes de Edmundo, Lear entra con el cadáver de Cordelia en sus brazos, habiendo sobreviviendo matando al verdugo. Kent aparece y Lear ahora lo reconoce. Albania insta a Lear a reanudar su trono, pero al igual que con Gloucester, las pruebas que ha atravesado, incluido el ahorcamiento de su bufón, finalmente lo han abrumado y muere. Albania luego le pide a Kent y Edgar que se hagan cargo del trono. Kent se niega, explicando que su maestro lo está llamando en un viaje y él debe seguirlo. Finalmente, Albania, en la versión del panfleto, o Edgar en la versión del folio, implica que ahora se convertirá en rey.
Fuentes
     La obra de Shakespeare se basa en varios relatos de la semi-legendaria figura británica Leir de Gran Bretaña, cuyo nombre ha sido vinculado por algunos eruditos al dios brirtánico, Lir / Llŷr, aunque en realidad los nombres no están relacionados etimológicamente. La fuente más importante de Shakespeare es probablemente la segunda edición de, Las Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, de Raphael Holinshed, publicada en 1587. Holinshed mismo, encontró la historia en la anterior Historia de los Reyes de Bretaña, por Geoffrey de Monmouth, escrita en el siglo XII. La Reina Hada, de Edmund Spenser, publicado en 1590, también contiene un personaje llamado Cordelia, que también muere por ahorcamiento, como en King Lear.
     Otras fuentes posibles son la obra anónima, King Leir, publicada en 1605; El Espejo de los Magistrados (1574), de John Higgins; The Malcontent (1604), de John Marston; El Pródigo de Londres (1605); Ensayos de Montaigne, que fueron traducidos al inglés por John Florio en 1603; Una Descripción Histórica de Iland de Britaine (1577), por William Harrison; Remaines Concerning Britaine (1606), de William Camden;
     La Inglaterra de Albión (1589), de William Warner; y Una Declaración de las Enormes Atrocidades Papistas (1603), de Samuel Harsnett, que proporcionó parte del lenguaje utilizado por Edgar mientras finge locura. Rey Lear es también una variante literaria de un cuento de hadas italiano popular común, Agua y Sal, tipo 923, en la clasificación Aarne-Thompson, en el que un padre rechaza a su hija menor por una declaración de su amor que no le agrada.
     La fuente de la trama secundaria, que involucra a Gloucester, Edgar y Edmundo, es un relato de La Condesa de Arcadia de Pembroke (1580–90) de Philip Sidney, con un rey ciego de paflagonia y sus dos hijos, Leonato y Plexitrus.
Cambios del Material de la Fuente
     Además de la trama secundaria que involucraba al conde de Gloucester y sus hijos, la principal innovación que Shakespeare hizo a esta historia fue la muerte de Cordelia y Lear al final; En el registro de Geoffrey de Monmouth, Cordelia devuelve a Lear al trono, y lo sucede como gobernante después de su muerte. Durante el siglo XVII, el trágico final de Shakespeare fue muy criticado, y las versiones alternativas fueron escritas por Nahum Tate, en la que los personajes principales sobrevivieron, y Edgar y Cordelia se casaron, a pesar del hecho de que Cordelia fue previamente prometida al Rey de Francia. Como dice Harold Bloom: “La versión de Tate mantuvo el escenario durante casi 150 años, hasta que Edmund Kean restableció el trágico final de la obra en 1823.”
Fecha y Texto
     Aunque no se puede dar una fecha exacta de composición, muchos editores académicos datan la obra de King Lear entre 1603 y 1606. Lo más tarde que pudo haberse escrito, es 1606, ya que la bitácora de la Honorable Compañía de Imprenteros y Periódicos, observa una presentación el 26 de diciembre de 1606. La fecha de 1603 se origina a partir de las palabras en los discursos de Edgar, que pueden derivarse de Una Declaración de las Enormes Atrocidades Papistas (1603) de Samuel Harsnett’s.
     En su edición de Arden, R. A. Foakes defiende una fecha, de 1605–6, porque una de las fuentes de Shakespeare, La Verdadera Historia de la Crónica del Rey Leir, no se publicó hasta 1605; la estrecha correspondencia entre esa obra y la de Shakespeare, sugiere que pudo haber estado trabajando desde un texto, en lugar de a partir de los recuerdos de una actuación. A la inversa, Frank Kermode, en Riverside Shakespeare, considera que la publicación de Leir, fue una respuesta a las interpretaciones de la obra ya escrita de Shakespeare; señalando un soneto de William Strachey, que pudo haber tenido semejanzas verbales con Lear, Kermode concluye que, “1604-5 parece ser el mejor balance.” El Dr. Naseeb Shaheen, fecha la obra c1605-6 por el verso, 1.2.103, “Estos eclipses tardíos en el sol y la luna,” que se relacionan con el eclipse lunar del 27 de septiembre de 1605 y el eclipse solar del 2 de octubre de 1605.
     El texto moderno de Rey Lear, se deriva de tres fuentes: dos quartos, publicados en 1608 (Q1) y 1619 (Q2), respectivamente, y la versión en el Primer Folio de 1623 (F1). Las diferencias entre estas versiones son significativas. Q1 contiene 285 líneas que no están en F1; F1 contiene alrededor de 100 líneas no están en Q1. Además, al menos mil palabras individuales se cambian entre los dos textos, cada texto tiene un estilo de puntuación completamente diferente, y aproximadamente la mitad de las líneas del verso en la F1 se imprimen como prosa o se dividen de manera diferente en la Q1.
     Los primeros editores, comenzando con Alexander Pope, simplemente combinaron los dos textos, creando la versión moderna que ha permanecido casi universal durante siglos. La versión combinada nace de la hipótesis de que Shakespeare escribió solo un manuscrito original, ahora lamentablemente perdido, y que las versiones Quarto y Folio son distorsiones de ese original. Otros, como Nuttall y Bloom, han identificado al propio Shakespeare, como quien había estado involucrado en la revisión de los pasajes de la obra, para adaptarse a las actuaciones y otros requisitos textuales de la obra.
     Ya en 1931, Madeleine Doran sugirió que los dos textos tenían procedencias básicamente diferentes, y que estas diferencias entre ellos eran sumamente interesantes. Este argumento, sin embargo, no se discutió ampliamente hasta fines de la década de 1970, cuando fue revivido, principalmente por Michael Warren y Gary Taylor. Su tesis, aunque controvertida, ha ganado aceptación significativa. Básicamente, postula que el Quarto se deriva de algo parecido a los borradores de Shakespeare, y que el Folio se extrae de alguna manera de una agenda, preparada para la producción por la compañía de Shakespeare, o por otra persona. En resumen, Q1 es “autoral;” F1 es “teatral.”
     The New Cambridge Shakespeare ha publicado ediciones separadas de Q y F; La edición más reciente de Pelican Shakespeare, contiene ambos  texto, el Quarto de 1608, y el Folio de 1623, así como una versión combinada;
     La Nueva Edición de Arden, editada por R. A. Foakes, es la única edición reciente que ofrece el texto combinado tradicional. Tanto Anthony Nuttall, de la Universidad de Oxford, como Harold Bloom, de la Universidad de Yale, respaldaron la opinión de que Shakespeare había revisado la tragedia al menos una vez durante su vida.
     Como indica Bloom: “Al final de la revisión del Rey Lear de Shakespeare, Edgar, quien se muestra reacio a ser Rey de Bretaña, aceptar su destino, pero con los acentos de la desesperación. Nuttall especula que Edgar, como el propio Shakespeare, usurpa el poder de manipular a la audiencia, engañando al pobre Gloucester.”
Análisis y Critica
     El análisis y la crítica del Rey Lear a lo largo de los siglos, ha sido extenso.
Interpretaciones Historicistas
    John F. Danby, en su, Doctrina de la Naturaleza de Shakespeare - Un Estudio del Rey Lear (1949), argumenta que Lear dramatiza, entre otras cosas, los significados actuales de “Naturaleza.” Las palabras “naturaleza,” “natural,” y “no natural” aparecen más de cuarenta veces en la obra, lo que refleja un debate en el tiempo de Shakespeare sobre cómo era realmente la naturaleza; éste debate impregna la obra, y encuentra una expresión simbólica en la cambiante actitud de Lear hacia el relámpago. Hay dos puntos de vista fuertemente contrastantes de la naturaleza humana en la obra: la del partido Lear, a saber, Lear, Gloucester, Albania, Kent, que ejemplifica la filosofía de Bacon y Hooker, y, por otra parte, la del partido Edmundo, a saber, Edmundo, Cornualles, Gonerilda, Regania, similar a las opiniones formuladas más tarde por Hobbes.
     Junto con los dos puntos de vista de la naturaleza, Lear contiene dos puntos de vista de la razón, presentados en los discursos de Gloucester y Edmundo sobre astrología (1.2). La racionalidad del partido de Edmundo, es aquella con la que se identifica más fácilmente un público moderno. Pero el partido de Edmundo lleva el audaz racionalismo a tales extremos, que se convierte en una locura: una locura en razón, la contraparte irónica de la “razón en locura” de Lear (IV.6.190) y la sabiduría del Bufón, en locura. Esta traición de la razón se encuentra detrás del énfasis posterior de la obra, en los sentimientos.
     Las dos naturalezas, y las dos razones, implican dos sociedades. Edmundo es el Hombre Nuevo, miembro de una era de competencia, sospecha, gloria, en contraste con la sociedad más antigua que ha llegado desde la Edad Media, con su creencia en la cooperación, la decencia razonable, y el respeto al todo, como algo mas importante que el respeto a la parte.
     El Rey Lear es así una alegoría. La sociedad más antigua, la de la visión medieval, con su rey cariñoso, cae en error y está amenazada por el nuevo maquiavelismo; se regenera y se salva por una visión de un nuevo orden, encarnada en la hija rechazada del rey. Cordelia, en el esquema alegórico, es triple: una persona; un principio ético (amor); y una comunidad. Sin embargo, la comprensión de Shakespeare del Hombre Nuevo es tan extensa, que casi equivale a la simpatía.
     Edmundo es la última gran expresión en Shakespeare de ese lado del individualismo renacentista: la energía, la emancipación, el coraje, que ha hecho una contribución positiva a la herencia de Occidente. “Él encarna algo vital que una síntesis final debe reafirmar. Pero establece una afirmación absoluta, que Shakespeare no apoyará. Es justo que el hombre sienta, como lo siente Edmundo, que la sociedad existe para el hombre, y no el hombre para la sociedad. No es correcto imponer el tipo de hombre que Edmundo erigiría, ante esta supremacía.”
     La obra ofrece una alternativa a la polaridad feudal-maquiavélica, una alternativa prefigurada en el discurso de Francia (I.1.245–256), en las oraciones de Lear y Gloucester (III.4. 28–36; IV.1.61–66), y en la Figura de Cordelia. Hasta que se logre la sociedad decente, estamos destinados a tomar como modelo a imitar, (aunque calificado por las ironías de Shakespeare) a Edgar, “el Maquiavelo del bien,” resistencia, valor y “madurez.”
     La obra también contiene referencias a disputas entre el Rey Jacobo I de Inglaterra o VI de Escocia y el Parlamento. En las elecciones de 1604, a la Cámara de los Comunes, Sir John Fortescue, el Canciller de Hacienda, fue derrotado por un miembro de la nobleza de Buckinghamshire, Sir Francis Goodwin.
     Disgustado con el resultado, Jacobo declaró inválido el resultado de la elección de Buckinghhamshire, y juró a favor de Fortescue como el diputado por Buckinghamshire, mientras que la Cámara de los Comunes insistió en jurar a favor de Goodwin, lo que llevó a un enfrentamiento entre el Rey y el Parlamento sobre quién tenía el derecho de decidir, quien se sentaría en la Cámara de los Comunes.
     El parlamentario Thomas Wentworth, hijo de otro parlamentario, Peter Wentworth, a menudo encarcelado bajo el mando de Elizabeth por plantear la cuestión de la sucesión en la Cámara de los Comunes, se mostró más enérgico al protestar por los intentos de Jacobo de reducir los poderes de la Cámara de los Comunes, diciendo que el Rey no podía simplemente declarar inválidos los resultados de una elección si no le gustaba quién ganó el escaño, ya que insistía en que podía hacerlo.
     El personaje de Kent se asemeja a Peter Wentworth en la forma en que no tiene tacto y que es contundente al aconsejar a Lear, pero su argumento es válido para que Lear tenga más cuidado con sus amigos y asesores.
Al igual que la Cámara de los Comunes había argumentado a Jacobo que su lealtad era a la constitución de Inglaterra, y no al Rey personalmente, Kent insiste en que su lealtad es institucional, no personal, ya que es leal al reino del cual el rey es líder, no a Lear mismo, y él le dice a Lear que se comporte mejor por el bien del reino. En contraste, Lear hace un argumento similar al de Jacobo de que como rey, él tiene un poder absoluto y puede ignorar las opiniones de sus súbditos, si le disgustan cada vez que lo desée.
     En la obra, los personajes como el Bufón, Kent, y Cordelia, cuyas lealtades son institucionales, al ver su primera lealtad al reino, son retratados más favorablemente que aquellos como Regania y Gonerilda, quienes insisten en que solo son leales al rey, viendo su lealtades como personales. Del mismo modo, Jacobo era famoso por su estilo de vida desenfrenado y perverso, y su preferencia por los cortesanos aduladores que siempre cantaban sus alabanzas por la esperanza de progresar, aspectos de su corte que se asemejan mucho a la corte del Rey Lear, que comienza en la obra, con un tribunal desenfrenado y pervertido de cortesanos aduladores. Kent critica a Osvaldo como un hombre indigno de su cargo, que solo ha sido promovido por su adulación, y le dice a Lear que debe ser leal a aquellos que están dispuestos a decirle la verdad, una declaración que muchos en Inglaterra deseaban que Jacobo prestara atención.
     Además, Jacobo VI de Escocia, heredó el trono de Inglaterra tras la muerte de Isabel I en 1603, uniendo así todos los reinos de las islas británicas en uno solo, y un tema importante de su reinado fue el intento de forjar una identidad británica común.  Jacobo le había dado a sus hijos Henry y Charles los títulos de Duque de Cornualles y Duque de Albania, los mismos títulos que tenían los hombres casados ​​con Regania y Gonerilda. La obra comienza con Lear gobernando todo Gran Bretaña y termina con él destruyendo su reino;
     El crítico Andrew Hadfield argumentó que la división de Gran Bretaña por Lear era una inversión de la unificación de Gran Bretaña por Jacobo, quien creía que sus políticas darían lugar a un reino unificado bien gobernado y próspero que se transmitiera a su heredero. Hadfield argumentó que la obra era una advertencia para Jacobo, ya que en la obra un monarca pierde todo, al ceder ante sus cortesanos aduladores que solo buscan usarlo mientras descuida a quienes realmente lo aman. Hadfield también argumentó que el mundo de la corte de Lear es “infantil,” donde Lear se presenta a sí mismo como el padre de la nación, y requiere que todos sus súbditos, no solo sus hijos, se dirijan a él en términos paternos, lo que infantiliza a la mayoría de las personas que lo rodean, lo cual hace referencia intencionalmente a la declaración de Jacobo en su libro de 1598, The Trew Law of Free Monarchies, de que el rey es el, “padre de la nación,” para quien todos sus súbditos son sus hijos.
Interpretaciones Psicoanalíticas y Psicosociales
     Rey Lear proporciona una base para, “la representación primaria de la ruptura psíquica en la historia literaria inglesa.” La obra comienza con el “narcisismo de cuento de hadas” de Lear.
     Dada la ausencia de madres legítimas en, Rey Lear, Coppélia Kahn proporciona una interpretación psicoanalítica del “subtexto materno” que se encuentra en la obra. Según Kahn, la vejez de Lear lo obliga a regresar a una disposición infantil, y ahora busca un amor tradicionalmente satisfecho por una madre, pero en ausencia de una madre real, sus hijas se convierten en las figuras maternas. El concurso de amor de Lear, entre Gonerilda, Regania y Cordelia, sirve como acuerdo vinculante; sus hijas obtendrán su herencia siempre que cuiden de él, especialmente Cordelia, a cuyo “ciudado tierno,” él dependerá en gran medida.
     La negativa de Cordelia a dedicarse a él, y amarlo como algo más que un padre, ha sido interpretada por algunos como una resistencia al incesto, pero Kahn también inserta en Cordelia la imagen de una madre rechazadora. La situación es ahora una inversión de los roles de padre e hijo, en la que la locura de Lear, es una rabia infantil debido a su privación de la atención filial / materna. Incluso cuando Lear y Cordelia son capturados juntos, su locura persiste cuando Lear imagina una guardería en prisión, donde la existencia de Cordelia es únicamente para él. Es solo con la muerte de Cordelia, que su fantasía de una madre-hija finalmente disminuye, mientras el Rey Lear concluye con solo los personajes masculinos que sobreviven.
      Sigmund Freud afirmó que Cordelia simboliza la muerte. Por lo tanto, cuando la obra comienza con Lear, rechazando a su hija, puede interpretarse como Lear mismo, pero rechazando a la muerte; Lear no está dispuesto a enfrentar la finitud de su ser. La conmovedora escena final, en la que Lear lleva el cuerpo de su querida Cordelia, fue de gran importancia para Freud. En esta escena, Cordelia obliga a Lear, a darse cuenta de su finitud, o como lo expresó Freud, ella le hace, “hacerse amigo de la necesidad de morir.” Shakespeare tenía intenciones particulares con la muerte de Cordelia, y fue el único escritor que mató a Cordelia, pues en la versión de Nahum Tate, ella continúa viviendo feliz, y en la de Holinshed, ella restaura a su padre, y lo sucede en el trono.
     Alternativamente, un análisis basado en la teoría adleriana, sugiere que la competencia que el Rey establece entre sus hijas en el Acto I, tiene más que ver con su control sobre Cordelia soltera. Esta teoría indica que el “derrocamiento” del Rey, podría haberlo llevado a buscar el control que perdió después de dividir su tierra.
En su estudio de la interpretación del personaje de Edmundo, Harold Bloom se refiere a él como, “el personaje más original de Shakespeare.”
     “Como señaló Hazlitt,” escribe Bloom, “Edmundo no comparte la hipocresía de Gonerilda y Regania: su maquiavelismo es absolutamente puro, y carece de motivos edípicos. La visión de Freud de los romances familiares simplemente no se aplica a Edmundo. Iago es libre de, reinventarse a sí mismo cada minuto, pero Iago tiene pasiones fuertes, por muy negativas que sean. Edmundo no tiene pasiones en absoluto; nunca ha amado a nadie, y nunca lo hará. En ese sentido, es el personaje más original de Shakespeare.”
     La dilema de Lear, sobre su falta de entendimiento acerca de las consecuencias de sus demandas y acciones, a menudo se compara con de dilema de un niño mimado. Sin embargo, tambien se ha observado que es igualmente probable ver el comportamiento de Lear, en padres que nunca se han adaptado a que sus hijos hayan crecido.
Cristianismo
     Los críticos están divididos sobre la cuestión de si el Rey Lear representa o no una afirmación de una doctrina cristiana particular. Los que mantienen esta posición, postulan diferentes argumentos, que incluyen el significado del auto-despojo de Lear. Para algunos críticos, esto refleja los conceptos cristianos de la caída de los poderosos, y la inevitable pérdida de las posesiones mundanas. Para 1569, los sermones pronunciados en la corte, como los de Windsor, declaraban como, “los hombres ricos, son rico polvo, los hombres sabios, sabio polvo…Tanto el que viste de púrpura, y lleva puesta la corona, hasta el que está vestido con la ropa más pobre, hay nada más que confusión, y desorden, y levantamiento, e ira persistente, y miedo a la muerte, y muerte misma, y ​​hambre, y muchos látigos de Dios.”
Algunos ven esto en Cordelia, y lo que ella simboliza: que el cuerpo material es una mera cáscara, que eventualmente será descartada, para poder alcanzar la fruta.
     Entre los que argumentan que Lear se redime, en el sentido cristiano, a través del sufrimiento, están A. C. Bradley, y John Reibetanz, quien escribió: “a través de sus sufrimientos, Lear ha ganado un alma iluminada.” Otros críticos que no encuentran evidencia de redención y enfatizan los horrores del acto final, son, John Holloway, y Marvin Rosenberg. William R. Elton, subraya el escenario pre-cristiano de la obra , escribiendo que, “Lear cumple los criterios para un comportamiento pagano en la vida,” y cae, “en una blasfemia total, en el momento de su pérdida irredimiable.” Esto se relaciona con la forma en que algunas fuentes citan que al final de la narrativa, el rey Lear se enfureció contra el cielo antes de morir, en su desesperación, por la muerte de Cordelia.
Historia de las Presentaciones
     Rey Lear ha sido interpretado por actores estimados desde el siglo XVII, cuando los hombres desempeñaban todos los papeles. Desde el siglo XX, varias mujeres han desempeñado papeles masculinos en la obra; el más común es el del Bufón, que ha sido interpretado, entre otros, por Judy Davis, Emma Thompson, y Robyn Nevin. El propio Lear ha sido interpretado por Marianne Hoppe en 1990, por Janet Wright en 1995, por Kathryn Hunter en 1996–97,  y por Glenda Jackson, en 2016.
Siglo VII
     Shakespeare escribió el papel de Lear para el principal trágico de su compañía, Richard Burbage, para quien Shakespeare estaba escribiendo personajes cada vez más viejos, a medida que avanzaban sus carreras. Se ha especulado que el rol del Bufón, fue escrito para el payaso de la compañía, Robert Armin, o que fue escrito para la actuación de uno de los jóvenes actores de la compañía, duplicando tanto el rol del bufón, como el rol de Cordelia.
     Sólo se conoce una representación específica de la obra durante la vida de Shakespeare: ante el tribunal del rey Jacobo I en Whitehall, el 26 de diciembre de 1606. Sus actuaciones originales habrían sido en, The Globe, donde no había sets en el sentido moderno, y los personajes habrían significado sus roles visualmente con accesorios y disfraces: el traje de Lear, por ejemplo, habría cambiado en el transcurso de la obra como su estado disminuido: comenzando con su corona y regalía; luego como cazador; furioso con la cabeza descubierta en la escena de la tormenta; y finalmente, coronado con flores, en parodia de su estado original.
     Todos los teatros fueron clausurados por el gobierno puritano el 6 de septiembre de 1642. Tras la Restauración de la Monarquía, en 1660, se establecieron dos compañías de patentes: King's Company y Duke's Company, y el repertorio teatral existente, se dividió entre ellas. Y desde la Restauración, hasta mediados del siglo XIX, la historia de las presentaciones en escena de, Rey Lear no es la historia de la versión de Shakespeare, sino la, Historia del Rey Lear, una popular adaptación de Nahum Tate.
     Sus desviaciones más significativas respecto a Shakespeare, fueron omitir por completo al Bufón, presentar un final feliz en el que sobreviven Lear y Cordelia, y desarrollar una historia de amor entre Cordelia y Edgar, que termina con su matrimonio. Sin embargo, estos dos personajes que nunca interactúan en Shakespeare. Como la mayoría de los adaptadores de Shakespeare, de la época de la Restauración, Tate admiraba el genio natural de Shakespeare, pero consideraba adecuado complementar su trabajo con los estándares contemporáneos del arte, que estaban guiados, en gran medida, por las unidades neoclásicas de, tiempo, lugar y acción.
     La lucha de Tate por lograr un equilibrio entre la naturaleza cruda, y el arte refinado, es evidente en su descripción de la tragedia: “un montón de joyas, sin amarrar y sin pulir; pero tan deslumbrantes en su desorden, que pronto percibí que me había apoderado de un tesoro.” Otros cambios incluyeron darle a Cordelia un confidente llamado Arante, acercando la obra a las nociones contemporáneas de justicia poética, y agregando material exitante, como encuentros amorosos entre Edmundo y ambas, Regania y Gonerilda, una escena en donde Edgar rescata a Cordelia del intento de secuestro y violación de Edmundo, y una escena en la que Cordelia usa pantalones de hombre que revelarían los tobillos de la actriz. La obra termina con una celebración de, “la restauración más bendita del rey,” una referencia obvia a Carlos II.
Siglo XVIII
     A principios del siglo XVIII, algunos escritores comenzaron a expresar objeciones a esta, y otras adaptaciones de Shakespeare, de la época de la Restauración. Por ejemplo, en, The Spectator, el 16 de abril de 1711, Joseph Addison escribió: “El Rey Lear es una tragedia admirable…como la escribió Shakespeare; pero como se reformó de acuerdo con la noción quimérica de la justicia poética, en mi humilde opinión, ha perdido la mitad de su Belleza.” Sin embargo, en el escenario, la versión de Tate prevaleció.
     David Garrick fue el primer actor y gerente en comenzar a reducir los elementos de la adaptación de Tate, en favor del original de Shakespeare: retuvo los cambios más importantes de Tate, incluido el final feliz, pero eliminó muchas de las líneas de Tate, incluido el discurso de cierre de Edgar. También redujo la prominencia de la historia de amor de Edgar-Cordelia, para centrarse más en la relación entre Lear y sus hijas. Su versión tuvo un poderoso impacto emocional: Lear, conducido a la locura por sus hijas, era, en palabras de un espectador, Arthur Murphy, “La mejor angustia trágica jamás vista en cualquier escenario,” y, en contraste, la devoción mostrada a Lear por Cordelia, una mezcla de las contribuciones de Shakespeare, Tate y Garrick a la parte, conmovió al público hasta las lágrimas.
     Las primeras actuaciones profesionales del Rey Lear en América del Norte, probablemente fueron las de la Compañía Hallam, conocida más tarde la Compañía Americana, que llegó a Virginia en 1752, y que contó con la obra entre su repertorio, en el momento de su partida a Jamaica en 1774.
Siglo XIX
     Charles Lamb estableció la actitud romántica de Rey Lear, en su ensayo de 1811, “Sobre las Tragedias de Shakespeare, Considerado con Referencia a su Aptitud para la Representación en el Escenario,” donde dice que la obra, “es esencialmente imposible de representar en el escenario,” prefiriendo experimentarla en el estudio. En el teatro, Lamb argumenta: “ver actuar a Lear, ver a un anciano tambaleándose en el escenario con un bastón, que sus hijas le habían dado la espalda a una noche de lluvia, no es algo nada mas que es doloroso y repugnante,” aún, “mientras lo leemos, no vemos a Lear sino que somos Lear, estamos en su mente, nos sostiene una grandeza que es desconcertada por la malicia de las hijas, y las tormentas.”
     El Rey Lear fue políticamente polémico durante el período de locura de Jorge III, y como resultado, no se presentó en absoluto en los dos teatros profesionales de Londres, de 1811 a 1820: pero fue entonces el tema de grandes producciones en ambos, a los tres meses de su muerte. El siglo XIX vio la reintroducción gradual del texto de Shakespeare para desplazar la versión de Tate. Al igual que Garrick antes que él, John Philip Kemble había introducido más textos de Shakespeare, al tiempo que conservaba los tres elementos principales de la versión de Tate: la historia de amor, la omisión del bufón, y el final feliz.
     Edmund Kean presentó al Rey Lear con su trágico final en 1823, pero fracasó y volvió a complacer al público de Tate después de solo tres actuaciones. Finalmente, en 1838, William Macready, en Covent Garden, interpretó la versión de Shakespeare, liberada de las adaptaciones de Tate. El personaje restaurado del Bufón, fue interpretado por una actriz, Priscilla Horton, como, en palabras de un espectador, “un niño frágil, agitado, de rostro hermoso, y medio idiota.”
     Y la última aparición de Helen Faucit como Cordelia, muerta en los brazos de su padre, se convirtió en una de las imágenes victorianas más emblemáticas. John Forster, quien escribió en, The Examiner, el 14 de febrero de 1838, expresó la esperanza de que “el éxito del Sr. Macready ha desterrado esa desgracia [la versión de Tate] del escenario para siempre.” Pero incluso ésta versión no fue cercana a la de Shakespeare: en el siglo 19, los actores y gerentes recortaron en gran medida los guiones de Shakespeare: terminaron las escenas con grandes “efectos de cortina,” y redujeron, o eliminaron los papeles secundarios para dar mayor protagonismo a la estrella.
     Una de las innovaciones de Macready, fue el uso de estructuras similares a Stonehenge en el escenario, para indicar un ambiente antiguo, lo se mantuvo en el escenario hasta el siglo XX, y se puede ver en la versión de televisión de 1983, protagonizada por Laurence Olivier.
     En 1843, entró en vigor la Ley de regulación de los teatros, que puso fin a los monopolios de las dos compañías existentes y, al hacerlo, aumentó el número de teatros en Londres. Al mismo tiempo, la moda en el teatro era “pictórica:” valoraba el espectáculo visual por encima de la trama o la caracterización, y, a menudo, requería cambios de escena prolongados, lo que consumía mucho tiempo. Por ejemplo, el Rey Lear de 1892 de Henry Irving, ofreció espectáculos como la muerte de Lear debajo de un acantilado en Dover, su rostro iluminado por el brillo rojo de un sol poniente; a costa de cortar el 46% del texto, incluido el cegamiento de Gloucester.
     Pero la producción de Irving evocó claramente emociones fuertes: un espectador, Gordon Crosse, escribió acerca de la primera entrada de Lear, “una figura sorprendente con masas de cabello blanco. Está apoyado en una enorme espada con una vaina que levanta con un grito salvaje en respuesta a el saludo gritado de sus guardias. Su marcha, su mirada, sus gestos, todo revelan que la mente noble y imperiosa ya está degenerada en irritabilidad senil, bajo la inminente crisis del dolor y edad.”
     La importancia del pictorialismo para Irving, y para otros profesionales teatrales de la época victoriana, es ejemplificada por el hecho de que Irving había utilizado la pintura de Ford Madox Brown, Cordelia's Portion, como la inspiración para el aspecto de su producción, y que el propio artista fue llevado para proporcionar bocetos para la configuración de otras escenas.
     Una reacción contra el pictorialismo vino con el surgimiento del movimiento reconstructivista, que creía en un estilo simple de escenificación, algo más similar, al los que habrían tenido lugar en los teatros del renacimiento, cuyo principal exponente fue el actor y director William Poel. Poel fue influenciado por una actuación del Rey Lear dirigida por Jocza Savits en el Hoftheater de Múnich en 1890, ambientada en un escenario de plataforma con un teatro de reconstrucción de tres niveles similar al Globo como telón de fondo. Poel usaría esta misma configuración para sus propias actuaciones de Shakespeare en 1893.
Siglo XX
     A mediados de siglo XX, la tradición actor-gerente había declinado, para ser reemplazada por una estructura en la que las principales compañías de teatro, empleaban a directores profesionales como autores. Donald Wolfit, el último de los grandes actores-managers, interpretó a Lear en 1944, en un set parecido al de Stonehenge, y fue elogiado por James Agate como, “la mejor pieza de actuación de Shakespeare desde que tuve el privilegio de escribir para el Sunday Times.” Wolfit supuestamente bebió ocho botellas de Guinness, la cerveza irlandesa, en el curso de cada actuación.
     El personaje de Lear en el siglo XIX, era a menudo el de un anciano frágil de la escena inicial, pero los Lears del siglo XX, a menudo comenzaron la obra como hombres fuertes que exhibían una autoridad real, como John Gielgud, Donald Wolfit y Donald Sinden.
     Cordelia, también, evolucionó en el siglo XX: las Cordelias anteriores a menudo habían sido elogiadas por ser dulces, inocentes y modestas, pero las Cordelias del siglo XX, eran a menudo retratadas como líderes de la guerra. Por ejemplo, Peggy Ashcroft, en la Royal Shakespeare Theatre, en 1950, desempeñó el papel en una coraza, y portaba una espada.  De manera similar, el Bufón evolucionó a lo largo del siglo, con representaciones que a menudo se derivan de la tradición musical o del circo.
     En Stratford-upon-Avon, en 1962, Peter Brook, quien más tarde filmaría la obra con el mismo actor, Paul Scofield, en el papel de Lear, puso la acción de manera simple, contra un enorme escenario blanco y vacío. Se dijo, por el erudito Roger Warren, que el efecto de la escena cuando se encuentran Lear y Gloucester, dos pequeñas figuras con harapos en medio de este vacío, captura, “ambos tanto el pathos humano...como la escala universal...de la escena.”
     Algunas de las líneas, de la transmisión de la obra por radio, fueron usadas por, The Beatles, para agregar a la mezcla grabada de la canción, “I Am the Walrus.” John Lennon se topó con la obra en el programa de radio, Tercer Programa de la BBC, mientras jugaba con la radio, cuando estaba trabajando en la canción. Las voces de los actores de la obra, Mark Dignam, Philip Guard, y John Bryning, se escuchan en la canción.
     Al igual que otras tragedias shakesperianas, el Rey Lear ha demostrado ser susceptible de conversión a otras tradiciones teatrales. En 1989, David McRuvie, e Iyyamkode Sreedharan, adaptaron la obra, y luego la tradujeron al Malayo, para su interpretación, en Kerala, India, en la tradición Kathakali, que se desarrolló alrededor de 1600, contemporánea a la escritura de Shakespeare. Más tarde, la obra salió de gira y, en 2000, actuó en el Shakespeare's Globe, completando, según Anthony Dawson, “una especie de círculo simbólico.”
     Quizás aún más radical fue la adaptación de Rey Lear, de Ong Keng Sen, en 1997, en la que se presentaron seis actores, cada uno actuando en una tradición de actuación asiática por separado, y en sus propios idiomas separados. Ocurrió un momento crucial, cuando el actor de Jingju (de opera china) interpretando a Older Daughter (una combinación de Goneril y Regan) apuñaló a Lear, cuyo Noh (drama japonés), quien cayó en “caída de pino,” falsa, directamente de frente hacia el escenario, asombró al público, en lo que describe Yong Li Lan, como un, “triunfo a través del poder en movimiento de la actuación de noh, en el mismo momento de la derrota de su personaje.”
     En 1974, Buzz Goodbody dirigió Lear, un título deliberadamente abreviado para el texto de Shakespeare, como la producción inaugural del estudio de teatro de la, Royal Shakespeare Company: The Other Place. La presentación fue concebida como una pieza de cámara, el pequeño espacio íntimo, y la proximidad a la audiencia permitieron una actuación psicológica detallada, que se realizó con conjuntos simples y con vestimenta moderna. Peter Holland ha especulado que ésta decisión, de la compañía / directora, es decir, la elección de presentar a Shakespeare en un lugar pequeño por razones artísticas cuando había un lugar más grande disponible, puede que en ese momento no haya tenido precedentes.
     La visión anterior de Brook de la obra, demostró ser influyente, y los directores han ido más lejos al presentar a Lear como, en palabras de R. A. Foakes, “un anciano patético atrapado en un entorno violento y hostil.” Cuando John Wood asumió el papel en 1990, interpretó las últimas escenas con ropas que parecían de pordiosero, invitando a hacer paralelos deliberados, con los padres descuidados en las sociedades occidentales modernas.
     De hecho, las producciones modernas de las obras de Shakespeare a menudo reflejan el mundo en el que se presentan, tanto como el mundo para el que fueron escritas: y la escena teatral de Moscú en 1994, fue un buen ejemplo, cuando dos producciones muy diferentes de la obra, concretamente la produccion de Sergei Zhonovach y la producción de Alexei Borodin, se presentaron en muy diferentes en su estilo y perspectiva entre sí, siendo ambas un reflejo de la ruptura de la Unión Soviética.
Siglo 21
     En 2002 y 2010, la Hudson Shakespeare Company de Nueva Jersey organizó producciones separadas como parte de sus respectivas temporadas de Shakespeare en los parques. La versión de 2002 fue dirigida por Michael Collins, y transpuso la acción a un entorno náutico de las Indias Occidentales. Actores fueron presentados en trajes indicativos de apariencia de varias islas del Caribe. La producción de 2010, dirigida por Jon Ciccarelli, se creó a partir de la atmósfera de la película, The Dark Knight, con una paleta de rojos y negros, y puso la acción en un entorno urbano.
     Lear (Tom Cox) apareció como jefe de un conglomerado multinacional que dividió su fortuna entre su hija socialite Goneril (Brenda Scott), su hija medio autoritaria Regan (Noelle Fair) y la hija universitaria Cordelia (Emily Best).
     En 2012, Peter Hinton dirigió una producción de todas las etnias del Canada del Rey Lear, en el Centro Nacional de las Artes en Ottawa, Ontario, Canadá, con el escenario cambiado a una nación algonquina en el siglo 17. El elenco incluyó a August Schellenberg como Lear, Billy Merasty, como Gloucester, Tantoo Cardinal, como Regan, Kevin Loring, como Edmundo, Jani Lauzon, en un doble papel como Cordelia, y el Bufón, y Craig Lauzon, como Kent. Esta configuración se reproducirá más tarde como parte de la serie de novelas gráficas, Manga Shakespeare, publicada por Self-Made Hero, adaptada por Richard Appignanesi y con las ilustraciones de Ilya.
     En 2015, el Theatre Passe Muraille de Toronto, organizó una producción en el Alto Canadá, en el contexto de la Rebelión del Alto Canadá en 1837. Esta producción fue protagonizada por David Fox como Lear.
      En el verano de 2015-2016, The Sydney Theatre Company, organizó Rey Lear, dirigida por Neil Armfield con Geoffrey Rush en el papel principal y Robyn Nevin como el bufón. Sobre la locura en el corazón de la obra, Rush dijo que para él, “se trata de encontrar el impacto dramático en los momentos de su manía. Lo que parece funcionar mejor es encontrar una vulnerabilidad, o un punto de empatía, donde el público pueda mirar aprender, y pensar, cuán chocante debe ser, el ser tan viejo, y ser expulsado de tu familia, al aire libre, en plena tormenta. Ese es un nivel de empobrecimiento que nunca querrías ver en ningún otro ser humano.”
     En 2016, Talawa Theatre Company, y Royal Exchange Manchester co-produjeron una producción de Rey Lear con Don Warrington en el papel principal.  La producción, con un reparto mayormente afroamericano, fue descrita en, The Guardian como, “lo más cerca posible de lo definitivo.”  The Daily Telegraph dijo que, “el rey Lear de Don Warrington es un desgarradora hazaña.” El Rey Lear también fue organizado por Royal Shakespeare Company, con Antony Sher, en el papel principal. La actuación fue dirigida por Gregory Doran, y se describió por tener, “fuerza y ​​profundidad.”
     En 2017, el Teatro Guthrie, de Minnesota, realizó una producción de Rey Lear con Stephen Yoakam, en el papel principal. Armin Shimerman apareció como el bufón, retratándolo con “una insensatez inusual, pero funcional,”  en una producción que fue aclamada como, “una pieza de teatro devastadora, y una producción que le hace justicia.”
Adaptaciones
Film y Video
     La primera película de Rey Lear fue una versión alemana de cinco minutos, hecha alrededor de 1905, que no ha sobrevivido. La versión más antigua existente, es una versión de diez minutos basada en un estudio de 1909 por Vitagraph, que, según Luke McKernan, tomó la decisión, “mal aconsejada,” de intentar meter la mayor parte posible de la trama.
     Dos versiones mudas, ambas tituladas, Rey Lear, se hicieron en Italia en 1910. De estas, la versión del director, Gerolamo Lo Savio, se filmó en rodaje, y abandonó la trama secundaria de Edgar, y usó el intertitulado frecuente, para que la trama fuera más fácil de seguir, que en el caso de su predecesor Vitagraph.
     Se usó un escenario contemporáneo para la adaptación francesa de Louis Feuillade en 1911, Le Roi Lear Au Village, y en 1914, en Estados Unidos, Ernest Warde expandió la historia a una hora, incluyendo espectáculos como la escena final de una batalla.
La Casa de los Extraños, de Joseph Mankiewicz, (1949) a menudo se considera una adaptación de Lear, pero los paralelos son más notables en Broken Lance (1954), en la cual un barón de la ganadería, interpretado por Spencer Tracy, tiraniza sobre sus tres hijos, de los cuales el menor es Joe, protagonizado por Robert Wagner,  le sigue siendo leal.
     La serie de antología de televisión, “Omnibus” (1952 - 1961) presentó una versión de 73 minutos del Rey Lear, el 18 de octubre de 1953 en CBS-TV. Fue adaptado por Peter Brook, y protagonizado por Orson Welles en su debut en la televisión estadounidense.
     Las dos únicas presentaciones en pantalla significativas del texto de Shakespeare datan de principios de la década de 1970: Grigori Kozintsev estaba trabajando en su, Korol Lir (Rey Lear Drama Sovietico), al mismo tiempo que Peter Brook, filmaba a su Rey Lear. La película de Brook, dividió crudamente a los críticos: Pauline Kael dijo: “No solo me disgustaba esta producción, ¡la odiaba!” y sugirió el título alternativo, “La Noche de los Muertos Vivientes.”
     Sin embargo, Robert Hatch en la revista, The Nation, pensó que era, “una excelente filmación de la obra como uno podia esperar,” y Vincent Canby en, The New York Times, lo calificó como, “un exaltado Lear, lleno de exquisito terror.”  La película se basó en gran medida en las ideas de Jan Kott, en particular su observación de que, Rey Lear, fue el precursor del teatro  de lo absurdo: en particular, la película tiene paralelos con el, Final de Partida, de Beckett.
     Los críticos a quienes no les gusta esta versión fílmica, llaman especialmente la atención sobre su naturaleza sombría desde su apertura: quejándose de que el mundo de la obra, no se deteriora con el sufrimiento de Lear, sino que comienza oscuro, incoloro e invernal, dejando, según Douglas Brode, a, “Lear, la tierra, y nosotros  a ningún lugar a donde ir.” La crueldad impregna la película, que no distingue entre la violencia de los personajes ostensiblemente buenos y malvados, presentando a ambos con salvajismo.
   Paul Scofield, como Lear, evita el sentimentalismo: este anciano exigente con una cuadrilla de caballeros ingobernables, provoca en la audiencia simpatía por las hijas en las primeras escenas, y su presentación rechaza explícitamente la tradición de interpretar a Lear como un, “pobre patriarca de pelo blanco.”
     En contraste, Korol Lir, ha sido elogiada, por ejemplo, por el crítico Alexander Anikst, por el, “enfoque serio, y profúndamente reflexívo,” incluso, “enfoque filosófico,” del director Grigori Kozintsev, y el escritor Boris Pasternak. Haciendo una crítica levemente velada a Brook en el proceso, Anikst elogió el hecho de que, “no hubo intentos de sensacionalismo, ningún esfuerzo por ‘modernizar’ a Shakespeare mediante la introducción de temas freudianos, ideas existencialistas, erotismo, o perversión sexual, [Kozintev] simplemente hizo una película de la tragedia de Shakespeare.”
     Dmitri Shostakovich proporcionó la partitura épica, sus motivos incluían una fanfarria de trompeta, cada vez más irónica, para Lear, y un “Llamado de la Muerte,” de cinco compases, marcando la desaparición de cada personaje. Kozintzev describió su visión de la película, como una pieza de conjunto: con Lear, interpretada por un dinámico Jüri Järvet, como el primero entre iguales en un elenco de personajes completamente desarrollados.
     La película destaca el papel de Lear como rey, incluyendo a sus allegados a lo largo de la película, en una escala que ninguna producción teatral podría imitar, trazando el alejamiento del personaje central, de su dios, hasta sus indefensos iguales; su descenso final a la locura, es marcado por su comprensión de que ha descuidado a los, “pobres miserables desnudos.” A medida que avanza la película, los personajes despiadados, a saber, Gonerilda, Regania, y Edmundo, aparecen cada vez más aislados en tomas, en contraste con el enfoque del director, a lo largo de la película, sobre las masas de seres humanos.
     Jonathan Miller dirigió dos veces a Michael Hordern, en el papel principal para la televisión inglesa, la primera para la, Obra de Teatro del Mes, de la BBC en 1975, y la segunda para la, Shakespeare Televisión BBC, en 1982. Hordern recibió críticas mixtas, y fue considerado una opción audaz debido a su historia de tomar papeles mucho más ligeros. También para la televisión inglesa, Laurence Olivier asumió el papel en una producción de televisión, de 1983 para Granada Television. Fue su última aparición en pantalla en un papel de Shakespeare, su estilo se derivó en parte de la fragilidad física del actor Olivier.
     En 1985 apareció una gran adaptación cinematográfica de la obra: Ran, dirigida por Akira Kurosawa. En su momento, la película japonesa más cara jamás hecha, cuenta la historia de Hidetora, un ficticio guerrero japonés del siglo XVI, cuyo intento de dividir su reino entre sus tres hijos, lleva a un alejamiento con el más joven, y finalmente el más leal, de ellos, y eventualmente a la guerra civil.
     En contraste con los filmes grises, monótonos, y fríos, de Brook y Kozintsev, la película de Kurosawa está llena de colores vibrantes: escenas externas en amarillos, azules y verdes, interiores en marrones y ambers, y los disfraces codificados por colores, de la ganadora del Oscar, Emi Wada, para los soldados de cada miembro de la familia. Hidetora tiene una historia de fondo: un ascenso violento y despiadado al poder, y la película presenta víctimas contrastantes: los personajes virtuosos Sue y Tsurumaru que son capaces de perdonar, y la vengativa Kaede (Mieko Harada), la nuera de Hidetora, y villana de la película, parecida a Lady Macbeth.
     Una escena en la que un personaje es amenazado con cegarse, a la manera de Gloucester, constituye el clímax de la parodia de horror, titulada,  Theatre of Blood, de 1973. Se hace un uso cómico de la incapacidad de Sir para llevar físicamente a cualquier actriz en el papel de Cordelia frente a su Lear, en la película de 1983 de la obra teatral The Dresser.
     Por otro lado, Where The Heart Is, un filme de 1990, de John Boorman, presenta a un padre que deshereda a sus tres hijos mimados.  Francis Ford Coppola incorporó deliberadamente elementos de Lear en su secuela de 1990, The Godfather Part III, incluido el intento de Michael Corleone de retirarse del crimen, aventando su dominio a la anarquía, y muy obviamente, la muerte de su hija en sus brazos.
     También se han dibujado paralelos entre el personaje de Vincent, protagonizado por Andy García, y ambos caracteres tanto Edgar como Edmundo, y entre el personaje de Talia Shire, Connie, y Kaede en Ran.
    En 1997, Jocelyn Moorhouse dirigió A Thousand Acres, basada en la novela ganadora del premio Pulitzer de Jane Smiley, ambientada en la década de 1990 en Iowa. La película es descrita, por el académico Tony Howard, como la primera adaptación para enfrentar las inquietantes dimensiones sexuales de la obra. La historia se cuenta desde el punto de vista de las dos hijas mayores, Ginny, interpretada por Jessica Lange, y Rose interpretada por Michelle Pfeiffer, quienes fueron abusadas sexualmente por su padre cuando eran adolescentes. Su hermana menor, Caroline, interpretada por Jennifer Jason Leigh, se había escapado de este destino y, en última instancia, es la única que permanece leal.
     La obra se adaptó nuevamente al mundo de los gángsters, en el 2001, con la pelicula, My Kingdom, una versión que difiere de todas las demás al comenzar con el personaje de Lear, Sandeman, interpretado por Richard Harris, en una relación amorosa con su esposa. Pero su muerte violenta marca el comienzo de una cadena de eventos cada vez más sombría y violenta, influenciada por el co-escritor del libro documental, Dark Heart, Nick Davies, que a pesar de la negación del director de que la película tenía, “serios paralelos,” con la obra de Shakespeare, en realidad refleja los aspectos de su trama de cerca.
     A diferencia del Lear, de Shakespeare, pero al igual que Hidetora y Sandeman, el personaje central de la adaptación de TV de 2002, de Uli Edel, King of Texas, John Lear, interpretado por Patrick Stewart, tiene una historia de fondo centrada en su violento ascenso al poder como el más rico terrateniente (metafóricamente un ‘rey’), en el Texas independiente del general Sam Houston, a principios de la década de 1840.
    Daniel Rosenthal comenta que la película pudo, por haber sido encargada por el canal de cable TNT, incluir un final más sombrío y más violento de lo que hubiera sido posible en las redes nacionales. La Segunda Generación del Cannel 4, de 2003, comisionada en dos partes, establece la historia en el mundo de la fabricación y la música asiáticas en Inglaterra.
     La película china de 2006, Curse of the Golden Flower, se basa libremente en el Rey Lear, pero la trama se desarrolla en la dinastía Tang de China en lugar de en la Europa medieval.
     Carl Bessai escribió y dirigió una adaptación moderna del Rey Lear titulada, The Lears. Lanzada en 2017, la película fue protagonizada por Bruce Dern, Anthony Michael Hall, y Sean Astin.
     El 28 de mayo de 2018, BBC Two transmitió al Rey Lear, protagonizada por Anthony Hopkins en el papel principal, y Emma Thompson como Gonerilda. Dirigida por Richard Eyre, la obra presentó una ambientación del siglo XXI. Hopkins, a la edad de 80 años, fue considerado ideal para el papel y, “en casa, con la piel de Lear,” por el crítico Sam Wollaston.
Radio y Audio
La primera grabación de Argo Shakespeare para Argo Records fue Rey Lear, en 1957, dirigida y producida por George Rylands, con William Devlin, en el papel principal, Jill Balcon como Gonerilda y Prunella Scales como Cordelia.
     La Shakespeare Recording Society grabó una serie de producciones de audio completas en LP, en 1965, (SRS-M-232) dirigida por Howard Sackler, con Paul Scofield como Lear, y Cyril Cusack, como Gloucester. Robert Stephens como Edmundo, y Rachel Roberts, Pamela Brown y John Stride.
     Rey Lear fue transmitida en vivo por el BBC Third Program el 29 de septiembre de 1967, protagonizado por John Gielgud, Barbara Jefford, Barbara Bolton y Virginia McKenna como Lear y sus hijas. En Abbey Road Studios, John Lennon usó un micrófono sujeto a una radio para sobregrabar fragmentos de la obra (Acto IV, Escena 6) en la canción “I Am the Walrus,” que The Beatles estaban grabando esa noche. Las voces grabadas fueron las de Mark Dignam (Gloucester), Philip Guard (Edgar) y John Bryning (Osvaldo).
     El 10 de abril de 1994, en celebración del cumpleaños número 90 de Sir John Gielgud, la Renaissance Theatre Company de Kenneth Branagh, realizó una adaptación de radio dirigida por Glyn Dearman, protagonizada por Gielgud como Lear, con Keith Michell como Kent, Richard Briers como Gloucester, Dame Judi Dench como Gonerilda, Emma Thompson Cordelia, Eileen Atkins como Regania, Kenneth Branagh como Edmundo, John Shrapnel como Albania, Robert Stephens como Cornualles, Denis Quilley como duque de Borgoña, Sir Derek Jacobi como duque de Francia, Iain Glen como Edgar y Michael Williams como El Bufón.
Opera
     La ópera, Lear del compositor alemán, Aribert Reimann se estrenó el 9 de julio de 1978.
     La ópera, Vision of Lear, del compositor japonés Toshio Hosokawa se estrenó el 18 de abril de 1998 en la Bienal de Munich.
     La ópera, Kuningas Lear del compositor finlandés Aulis Sallinen se estrenó el 15 de septiembre de 2000. (Wikipedia Ingles)
El Rey Lear
de William Shakespeare
La historia que sustenta éste drama, típica obra maestra de William Shakespeare, proviene de una Antigua leyenda medieval. Se basa en la sucesión al trono, que siempre causa avidéz, traición, y abusos de poder, cuyo dramático personaje principal, es universalmente conocido como: El Rey Lear.
     El célebre dramaturgo inglés, volcó su genio en ésta pieza excepcional del teatro de todos los tiempos, como una prueba más de su talento inagotable. Otelo, Hamlet, Romeo y Julieta, Julio Cesar, y otros textos de eterna vigencia y humanidad, fueron momentos felices en los escritos del maestro inglés renacentista, y el Rey Lear ocupa un lugar destacado entre los mismos.
     Éste asunto ocurre en Bretaña, en la época medieval, cuando los muchos reinos, nobles y poderosos reyes magníficos, disputaban a sangre y fuego, sus líneas divisorias. La acción se inicia en el palacio real de Lear, cuando el conde de Kent dijo al duque de Gloucester, “¡Quisiera saber hacia dónde apuntan los afectos del señor!”
     El Conde de Gloucester le dijo, “Conde de Kent, es buena su pregunta, pues cualquiera de los duques puede recibir los favores de la sucesión. Habrá que ver quien predomina, si el duque de Albania, o el duque de Cornualles…” Enseguida, el conde de Kent vio a un joven mirando por una ventana del castillo, y dijo, “¿Ese es su hijo, duque de Gloucester?” El Duque de Gloucester le dijo, “¡Sí! Lo he educado bien. ¡A veces me ruboriza verlo!” El conde de Kent le dijo, “No entiendo…” El conde de Gloucester explicó, “Es sencillo. ¡Su madre lo tuvo antes de casarse conmigo! ¿No cree que cometió una falta? Tengo un hijo legitimo, sin embargo, pero no por ello recházo a mi hijastro. ¡Saluda al conde, muchacho!”
     El conde de Kent se presentó, “Conde de Kent…” Pero inesperadamente los interrumpió una corneta de Fanfarria, y Kent dijo, “¡Ah, corneta de anunciación!” Se retiraron a un lado discretos, pues aquella fanfarria anunciaba la entrada de alguien muy importante. El viejo Rey Lear, arrogante y alegre, avanzó y percibió el callado respeto con que se le acogió. Lear dijo, “¡Ah, amigos! Me da gusto verles…¡Quiero que se lláme a los señores de Francia y de Borgoña!” El conde de Gloucester dijo, “Así lo haré, majestad.”
     El rey dijo, “Bien, bien, trabajemos. ¡Preparen los mapas!” Una vez que los mapas estuvieron dispuestos, el rey dijo, “Observen. ¡Mi reino en tres partes! Dejaré el mando en manos jóvenes…Las de ustedes, duques de Cornualles y de Albania, a quienes aprecio por igual.” En ese momento, llegaron tres hermosas mujeres.
     El Rey Lear dijo, “¡Vaya, justo en ellas pensaba! Regania, Gonerilda, Cordelia…mis amadas hijas. Ellas son mis joyas vitales, claro. ¡Ustedes señores podrán merecerlas, a la vez que sus dotes, para que todo quéde en familia, y evitemos disputa! Ya no habrá dudas en eso. ¡Solo falta saber a quién le corresponderá Cordelia, ni niña más joven, si al príncipe de Francia o al de Borgoña.” El Rey se levantó, y observó a sus hijas, quienes estaban sentadas, y dijo, “Eso se sabrá muy pronto. ¡Mientras tanto me gustaría saber quién de ellas me áma más! Habla Gonerilda…” Gonerilda dijo, “¡Señor, te ámo tanto que no háyo las palabras para decírtelo! Más que a mis ojos, la libertad y el aire. Ninguna hija amó a tal grado, por encima de las riquezas…¡Y te lo digo con emoción sin límites!” Al escuchar ese bello discurso, Cordelia pensó, “Habló mi hermana mayor. ¿Qué diré yo, cuando llegue mi turno? Porque más bien ámo y cállo…”
     Enseguida, el Rey Lear dijo, “¿Y tú, dulce Regania, qué puedes decirme?” Regania dijo, “Solo unirme a las palabras de mi hermana, y agregar que mi gozo más precioso, es el amor por su amada alteza.” El Rey Lear besó en la frente a Regan, y dijo, “Gracias. Preciosa. Ahora oiré a Cordelia. ¡MMMH!” El Rey se acercó a Cordelia y la notó tímida y callada, y dijo, “Me importa mucho lo que digas, niña.” Cordelia dijo, “No digo nada, señor. ¡Te ámo lo debido, eso es todo!” El Rey Lear se extrañó, y dijo, “Un momento. ¿No podrías mejorar tu arte del elogio?”
     Cordelia dijo, “Me temo que no. ¡Me criaste, me amaste, te obedezco y te hónro!¿Para qué se casarán mis hermanas, si solo a ti te adoran? Quien se cáse conmigo, se llevará la mitad de mi amor, mi deber, y mi cuidado. ¡No podré casarme como hacen ellas, amando nada más a mi padre!” Lear le dijo, “¡Eres poco tierna!¿Va tu corazón en lo que dices?” Cordelia le dijo, “Sí, padre. Soy joven y sincera. ¡Compréndeme!” Ante aquello, el monarca se encolerizó, “¡Muy bien, como quieras! No solo soy padre, sino el rey, y tus frases fueron groseras. ¡Por Dios, acépto tu rigidez…y ya no te considero hija mía!”
     En ese momento, Kent se interpuso y dijo, “¡Alteza, no digas eso, interpretas mal…!” El rey le dijo, “¡A callar Kent! ¿También tú te insolentas? ¡Prohíbo que te interpongas entre el dragón y su ira!” Enseguida, el rey se dirigió a Cordelia y dijo, “¡Cordelia, sal de mi vista, tendrás tu merecido!” Con tristeza Kent pensó, “Mi rey no es justo, ella fue la única sincera.” Enseguida, el rey se dirigió a los príncipes de Francia y de Borgoña, y dijo, “¡Príncipes, llegan a tiempo. Esa hija, a quien ahora recházo, es quien pensaba ofrecerles! Ya no la aprécio…” El Rey agregó, “Véanla, dura y orgullosa. ¡Pero va con mi dote!”
     A continuación el Rey dijo, “¡Bueno, volvamos a lo nuestro! Cornualles, Albania; Regania y Cordelia les pertenecen.” El Rey Lear se sentó en su trono y Kent pensó, “¡Estas viejo y cansado! Te duele Cordelia…” El Rey Lear se dirigió a Cornualles  y Albania, a quienes estaba a punto de coronar, “Acabemos con ésto. Los invisto de mis poderes y atributos: Cien caballeros al mando de cada uno, y todo mi poder.  ¡Hagan uso justo y sagaz de ello!” Cornualles y Albania se incaron, y el Rey levantó su corona y dijo, “¡Entre ambos divido ésta corona!” Una vez terminada la ceremonia, Kent dijo, “¡No acabes con una injusticia, Alteza! Te ofendes, porque tu hija menor no halagó falsamente tu orgullo. ¡Retráctate, te áma, pero no es hipócrita! Por favor…”
     El Rey tomó con su puño su espada envainada, y dijo, “¡Por Apolo, que no se cómo me contengo! Ésta vez te excediste, Kent. ¡Blasfemo! Si en seis días no has dejado mi reino, serás muerto…¡Vete, vete!” El joven retrocedió ante la furia de Lear. Cornwall detuvo a Lear, y dijo, “Calma, adorado señor.” Antes de que Kent se retirára, hechó una última mirada a Regania y Cordelia, y dijo, “Que sus palabras aduladoras tengan un mínimo de verdad. ¡Y haya siquiera algo de amor, en su farsa, princesas!” Enseguida se despidió de Cordelia, y dijo, “Los Dioses te protejan, doncella. Has hablado con bien y con justicia. ¡Yo abriré caminos nuevos en países donde la intolerancia siga siendo un defecto, y no una virtud! Adiós Cordelia.”
     El portón levadizo del Castillo del Rey Lear volvió a bajar, para que un caballero trise, saliera hacia el destierro. No lejos de allí, en el castillo de Gloucester, otro actor de ésta trama de intereses, hacía su parte. Edmundo, hijo bastardo de Gloucester, había vuelto a su casa, y alojaba ideas siniestras en su cabeza. Mirando a lo lejos, desde el castillo, las posesiones de su padrastro, no pudo evitar susurrar unas palabras para sí. “¡Edmundo, piénsalo, serás grande y fuerte en breve!”
     En la invención de un plan macabro, Edmundo se paseaba por las laberínticas dependencias del edificio. Tanto el vasallaje, como las doncellas y los soldados, solían contemplar sus solitarios vaivénes, y entonces lo miraban con temor inexplicable. En uno de esos paseos, un soldado intentaba besar a una doncella, quien le dijo, “¡Oye, suéltame, ahí pasa él otra vez!” El soldado la dejó y dijo a ella, “¡Edmundo me cae mal, es de los de arriba, pero de buena gana le hundiría mi espada!” La doncella dijo, “Siempre parece estar tramando algo desagradable.” Edmundo era temido y odiado, pero nunca se daba por aludido.
     Mientras tanto, Lear continuaba sus gestiones, para casar a Cordelia, y dijo, frente a los pretendientes, “Príncipe de Borgoña, recibe mi prioridad. ¿Quieres tener a esa muchacha?¡Solo ella misma es la dote!” El príncipe de Borgoña dijo, “Alteza, Cordelia me agrada, pero en cuanto a la dote…” Lear le dijo, “Ella nos oye, príncipe, se sincero.” El príncipe se dirigió a Cordelia y le dijo, “Princesa, compréndeme, mis necesidades como noble…” Cordelia lo interrumpió, y dijo, “Te comprendo, la paz sea contigo. Puesto que los intereses son tu asunto, tampoco yo aceptaría.”
     Una vez escuchado esto, el príncipe de Borgoña dijo, “Ahora permíteme salir, majestad.” Lear dijo, “Házlo, amigo. ¿Ves Cordelia, cómo te perjudicas?” A continuación, el príncipe de Francia dijo, “Pues yo, princesa, te tómo a ti y tus virtudes. ¡Serás reina de Francia, con o sin dote!” Enseguida, el príncipe de Francia se dirigió a Lear, y dijo, “Ésta doncella inteligente, bella y generosa, es mas amada por mi tras el desprecio de Borgoña.” Lear le dijo, “¡Es tuya, príncipe! Y tú, Cordelia, vete sin mi amor, sin mi bendición.”
     El Rey Lear se retiró, y enseguida, el príncipe de Francia dijo, “Cordelia, nos iremos, despídete de tus hermanas.” Cordelia dijo, “Así lo haré, señor mío.” Mientras se dirigía hacia ellas, la tristeza ocupaba el corazón de la joven. Sus hermanas la vieron acercarse y temblaron. Cordelia les dijo, “Las sé astutas…y despiadadas. ¡Allá ambas! Yo no he podido adular a mi padre, por eso me rechaza. ¡Les deseo prosperidad, aunque las conozco y les temo!”
     Gonerilda le dijo, “¡Lo desobedeces, te has ganado su desprécio!” Cordelia le dijo, “Solo le he dicho la verdad, Gonerilda, aún amándolo. ¡Mis joyas, la dote que tenía, serán de ustedes!” Cordelia se retiró, y Regania dijo a su hermana Gonerilda, “Nuestro padre siempre la amó. ¡Ella hirió su orgullo!” Gonerilda dijo, “Solo porque él está viejo, Regania. ¡No lo olvides! Debemos unirnos para sacar ventaja de ello…” La nueva pareja, Cordelia y el príncipe de Francia, se reunió, sin imaginar que aquellas pérfidas mujeres conspiraban contra su propio padre, en fecha de celebrar rápidas bodas simultáneas.
     Al mismo tiempo, en el bosque, un cazador solitario, a caballo, lograba atrapar una presa, víctima de un flechazo con una ballesta. El animalito caído era un ciervo, y el cazador era Edgar, hijo legítimo del Conde de Gloucester, y de ningún modo imaginaba la traición de que sería victima principal. Edgar era un joven bueno, sagaz, y su anciano padre lo consideraba un poco por encima de Edmundo, hermanastro a quien sin embargo, también guardaba aprecio.
     Por otro lado, la nueva pareja partió al palacio donde vivirían. Cordelia apenada, no ignoró que alguien la miraba, a lo lejos, desde una de las ventanas del castillo. Cordelia pensó, “¡Adiós padre, pese a tu actitud conmigo, te ámo!” Sentimientos semejantes a los de la joven, que él no se permitió revelar, llenaron la mente del anciano. Pero en su soledad Lear sollozó pensando que tal vez ya no volvería a ver más a su hija predilecta. Esa noche, su desconsuelo continuó, irremediable.
     Por otro lado, en un pueblo no alejado, habitado por vasallos, un jinete lento y reflexivo, hizo sonar los cascos de su caballo. Era el conde de Kent, recientemente desterrado. Kent entró a una alquería, y se sentó a dialogar en una mesa. Como amigo de los dueños de aquella alquería, discutió con ellos las acciones de un plan. Poco a poco, aquel plan fue tomando forma.  Hasta que una de los hombres dijo, “¡Muy bien, conde, solo hay que llevarlo a cabo!” Kent dijo, “Por supuesto, será un secreto entre ustedes y yo.”
     Al día siguiente, salió de allí un desconocido, un viejo mendigo, en quien nadie podría reconocer: era el mismo conde de Kent, disfrazado con barbas postizas. Mientras desamarraba su caballo, Kent pensó, diciéndose a sí mismo, “Kent, estás lejos, en el destierro. ¡Usa esa segunda identidad, y trata de aprovecharla bien, ahora!” Los verdaderos pordioseros de la ciudad, se extrañáron al verlo, pues no lo conocían. Uno de ellos dijo a otro, “¡Oye, ahí va un intruso a quitarnos parte de la limosna!¿No deberíamos marcarlo?” Otro dijo, “Bah, es forastero, llegó y se fue, es todo.” El primero le dijo, “Además, tiene un caballo pulguiento. ¡Es rico!” El otro le dijo, “¡Sí, pidámosle ir en ancas, Jo, Jo, Jo!”
     Por su parte, el Rey Lear, el duque de Albania, Gonerilda, y comitiva, se desplazaban hacia el castillo de Albania. Horas más tarde llegaron a su destino. Tiempo después, en la cocina, una sirviente dijo a uno de los sirvientes mayores, “¡Osvaldo, la princesa te manda llamar!” Osvaldo le dijo, “¡Ah, ella sigue confiando en mi! Por algo reclamó que viniera a servir a su nueva residencia.” Pese a que Osvaldo era recién llegado, se le había indicado un recorrido directo hacia las habitaciones de Gonerilda.
     Cuando entró a su habitación, Gonerilda dijo, “Oí tus pasos, entra Osvaldo, hablemos a solas.” Osvaldo dijo, “Señora…” Gonerilda le dijo, “Mi padre reprendió y golpeó a caballeros de mi confianza. ¡Está loco y senil, alardea de la autoridad que ya delegó a otros! Quiero que des a sus consentidos, el peor trato posible. ¿Entiendes? ¡Lo escarmentaremos! Prométo respaldarte, eso es todo.”  Osvaldo dijo, “Por supuesto, lo haré al pie de la letra, señora.” Cuando Osvaldo se fue, Gonerilda se dijo a sí misma, pensando, “Muy bien, Gonerilda, ya échas a rodar tus proyectos , solo piensa en ellos, caiga quien caiga.”
     Al mismo tiempo, lejos, otra persona abrigaba ideas tan oscuras, como las de la primogénita de Lear. Edmundo, escribía en un pergamino, pensando, y diciéndose a sí mismo, “¡Trama, Edmundo, no titubées! Bastardo ninguneado, aceptado de favor…y sin embargo tan cerca del poder, escribe, maquína. Pronto tendrás frutos.” Edmundo era un magnifico falsificador, sabía imitar letras de otros, y acabó por hacerlo a la perfección. Edmundo pensó, “¡Ah, esto se ve bien, es el comienzo!” De inmediato, Edmundo continuó con su torvo plan.
     El pérfido sabía que su padrastro andaba cercas, pues sus pasos sonaban en los corredores vacios. Mientras caminaba, su padre, el conde de Gloucester, pensaba, “¡Kent desterrado!¡Y se fue el príncipe de Francia!¡El Rey delegó sus poderes! Las cosas se ven mal, temo que llegue la anarquía…” Cuando se encontró con su hijo, dijo, “¡Edmundo!¿Qué ocultas a mi vista?” Edmundo dijo, “Na-Nada papá, solo un papel…” Su padre le arrebató el pergamino, y le dijo, “¿Olvidas que nada se me niega en ésta casa? ¡Trae!” Edmundo exclamó, “¡Por todos los cielos!”
    Sin embargo, cuando su padre leyó el pergamino, Edmundo se dijo a sí mismo en su pensamiento, “¡Lee!¡Eso deseo, anciano!¡Siento tu ponzoña!” El conde de Gloucester, arrojó el pergamino, y dijo, “¡Espantoso!¿Cómo te llegó ésto? ¡Una carta de Edgar, mi hijo legítimo…!¡No es posible!” Edmundo le dijo, “Lo es, y como ves… quise evitarte el disgusto.” Edmundo levantó el pergamino, y lo leyó.
     El conde de Gloucester dijo, “¡Habla mal de mí, que lo ámo!¡Habla de la herencia, quiere manipularme, él espera tu ayuda. ¿Se la darás?” Edmundo dijo, “Por cierto que no, señor. Te ámo y lo sabes.” Edmundo agregó, “Acabo de leerla. Me asombra tanto como a ti. Pensaba decírtelo…con suavidad, para aliviar el dolor que te causaría la infidelidad de un ser amado.” Su padre le dijo, “Eres bueno, menos mal que cuento contigo, Edmundo.” Edmundo dijo, “No te apresures, padre, quizás halle una solución.” Ambos se sentaron a comer, y Gloucester dijo, “¡Comamos! Tendré esa solución, sí…¡Oh, es inaudito!”
     Horas más tarde, sobre el crepúsculo, un jinete cansado pero satisfecho, volvía a casa. Era Edgar que había disfrutado días de casa emotiva. Desprevenido, el joven entró a sus dependencias. Pero en el camino, encontró a alguien. “¡Edmund!¿Qué haces aquí tan silencioso?” Edmundo dijo, “Contémplo el cielo, hermano, los astros no predicen tiempos tranquilos.” Edmundo, quien continuaba viendo hacia la noche, por una de las la ventanas del castillo, agregó, “El cielo me señala inquietud en nuestro padre. ¿No lo has visto en las últimas horas?”  Edgar dijo, “No, ya sabes que estuve de caza.” Edmundo dijo, “Anda sentido contigo. ¿Qué le hiciste, por Dios?” Edgar dijo, “Tal vez bromeará, o alguien le habló mal de mi…”
     Edmundo dijo, “Mantente armado, por si la dudas. ¡No tienes los astros muy a tu favor! Claro que yo te ayudaré. Ahora vete a tu recamara, para que nuestro padre no te vea.  Yo le quitaré esas ideas ridículas sobre ti.” Cuando Edgar se retiró, Edmundo pensó, “Todo va perfecto. El muy tonto cae en mi red.” En ese momento, Gloucester llegó, y dijo, “Oí que alguien llegaba. ¿Era ese ingrato de Edgar?” Edmundo le dijo, “¡N-No sé, padre, no lo busques, antes lo haré razonar!”
     Gloucester le dijo, “Sí, inténtalo. Aún me niego a creer en esa perfídia.” Edmundo le dijo, “¡Debe de haber sido una broma suya, estoy seguro!” Edmundo volvió a buscar a su medio hermano, y le dijo, “Confirmado Edgar, nuestro padre anda un poco perturbado. Conviene que te aléjes de aquí, por el momento.” Enseguida, Edmundo hizo algo extraño, y Edgar dijo, “¡Hey!¿Por qué hechas mano a tu espada?” Edmundo le dijo, “¡Nuestro padre te oyó llegar, y me obligo ensartar al intruso, ahora oigo sus pasos!¡Simulemos pelear!”
     Ambos eran buenos esgrimistas, y durante unos momentos cruzaron sus filos, sin tirar estocadas profundas. El simulacro fue un perfecto ballet lleno de pases. Muy cerca de allí, Gloucester escuchó algo, y pensó, “¡Ah, oigo el choque de filos!¡Alguien pelea!” En ese momento, Edmundo se detuvo, y dijo a Edgar, “¡Ahora huye, él viene, le diré que…era un ladrón!” Edgar le contestó, “Sí, eso es, alejemos su sospecha de que yo lo traicióno!”
     Cuando Edgar se fue del castillo, Edmundo, se hizo una herida en su mano, y pensó, “¡Ya salió! Ahora, un pequeño corte…!Así!” Cuando Gloucester llegó, lo primero que dijo fue, “¡Edmundo! Te hirieron esa mano…¿Quién?” Edmundo le dijo, “Edgar. ¡Huyó! Me atacó,  pude defenderme…¡OHHH!” Gloucester dijo, “¡Ese maldito villano!¡Que lo sigan!¡Que lo maten!”
     Enseguida, Gloucester corrió por los pasillos, gritando, “¡Síganlo sirvientes, a él, a él…!” Edmundo pensó, “Mis planes salieron perfectamente. Tanto el viejo como el joven son unos estúpidos!” Fuera del castillo, los guardias vieron y oyeron cosas desconcertantes. Mientras Edgar huía a caballo, su padre tras de él gritaba, “¡A él, es mi enemigo!” Uno de los guardias dijo al otro, “¿Entiendes algo?¡El señor Edgar huyendo!” El otro guardia dijo, “Su padre lo manda seguir…¡Es horripilante, da miedo!” 
     Al día siguiente, en el palacio del príncipe Albania, el Rey Lear llego con su hija, quien estaba en el jardín y le dijo, “¡Hija, supe lo que hiciste, me faltas al respeto!” Gonerilda le dijo, “Hablas de más, padre…¿La senectud te da delirios?” Lear le dijo, “¡Te quejas de mi comitiva, hablas de palurdos sucios y malolientes, olvidas sus rangos de nobleza!” Gonerilda le contestó, “¡Y no retiro lo dicho! Recuerda que ya no tienes mando real, y que en ésta casa mándo yo.”
     Lear le dijo, “¡Por los Dioses, tu lengua es innoble, Gonerilda!” Cuando Gonerilda se retiró, el Rey Lear dijo a Albania, “¿Oíste eso, duque? ¡Castiga a tu esposa, por favor!” El duque de Albania le dijo, “Tenga paciencia señor, se lo suplíco.” Enseguida, el duque agregó, “No alcánzo a comprender que usted se vuelva contra su hija.” Rey Lear dijo, “¡Oh, veo que la proteges, te déjo; esa ingrata me las pagará!¡Oh, por mil demonios!” Cuando el Duque de Albania fue con Gonerilda, le dijo, “Querida mía, ¿A qué obedece la conducta del anciano?” Gonerilda le dijo, “¡A la ancianidad, precisamente! Así es a veces, déjalo.”
     Así, el monarca estando muy molesto, salió caminando de entre las murallas, siendo visto con respeto por vasallos y soldados. De pronto, ante un ruido de hojas pisadas, el rey Lear voletó, y dijo, “¡Alguien se acerca!¿Quién es?” Se acercó un hombre  caballo, y dijo, “¡Hospitalidad para un peregrino, señor! Soy un hombre honrado.” El rey le dijo, “Tienes aspecto de tal…¿Qué buscas aquí?” El hombre bajó del caballo y dijo, “Servirte, claro. ¡Inspiras autoridad!” El Rey Lear dijo, “¡Vaya, por fin aparece alguien que me valora!” El rey agregó, “Me convenciste, amigo. Ven al castillo, todos te conocerán, mantente cercas de mi, y tendrás albergue.”
     El hombre dijo, “Dios te proteja, señor. Tienes la bondad de un rey…” Mientras ambos caminaban jalando la rienda del caballo, el hombre pensó, “¡Pobre viejo, si supieras que soy a quien mandaste al exilio! Te gusta que te adúlen, eso acabo de hacer.” De pronto, al llegar de regreso al castillo, unos soldados detuvieron la entrada de ambos caminantes.
    Uno de los soldados dijo, “D-Disculpe alteza, hay orden de no dejarlo entrar.” El Rey Lear alzó su voz, y mirando hacia lo alto del castillo, dijo, “¡Gonerilda, hija traicionera, diste esa orden, lo sé! Pero todavía queda quien me ayude…” Enseguida el Rey dijo al hombre que lo acompañaba, quien no era otro que Kent, y quien tenía un aspecto de viejo, “¿Deseabas servirme? Házlo, ve al castillo de Gloucester, dile que necesito ser su huésped.” 
     Kent dijo, “Descuide, lo haré tal cual desea.” Cuando Kent se fue, un enanito se acercó al Rey. El Rey dijo, “¡Bufón, otro buen amigo, me sentía solo sin ti.” El bufón le dijo, “Estoy para hacerte reír, y digo: ¿Cómo sabe un asno cuando el carro guía al caballo?” El Rey Lear le dijo, “No estoy para tus bromas. ¡Vamos, andemos! Debemos caminar varias horas.” El Bufón, quien iba detrás de él, le dijo, “Sí, majestad. Yo guío a Asno, Caballo, y Carro…”
     En ese momento, el Rey Lear volteó y se encontró con una caravana, y dijo, “¡Mira esto, Bufón, es mi hija Regania y Cornualles!” Cuando la caravana se acercó, Regania le dijo, “¡Padre, no debieras andar por aquí, corres peligro!” El rey le dijo, “Córro más peligro allá, con Goneridal, vuelta una traidora de su propio padre.” Regania le dijo, “¡No digas eso, pensado que te apoyaré!” El rey Lear se turbó, y dijo, “¿A-Acaso la apoyas a ella?” Regania le dijo, “Sí, padre. Ella tiene razón, tu gente es sucia, y espantas a todos los tuyos: Kent, Cordelia, y ahora a Gonerilda…” El Rey Lear le dijo, “¡Insensata!¿Acaso crees que no puedo hacer igual contigo?” Regania le contestó, “Al contrario. ¡Sabía que lo harías! Y lo has hecho…”
    Poco después, el Rey Lear veía a lo lejos irse a la caravana, y dijo al bufón, “¡También Regania me abandona!¿Lo entiendes Bufón?” El bufón le dijo, “Algo, poco…pareces una vaina sin chicharlos sin granos.” De esa manera, el rey viejo, tras tanto desterrar gente, sintió a su vez, como si acabaran de desterrarlo. Poco después, Lear avanzaba con dificultad, cansado y sucio, apenas estimulado con su fiel bufón inseparable.
      Edmundo, mientras tanto, seguía con su complot. Tomando una bebida caliente, y mirando una hoguera en la chimenea de un castillo, junto a un perro dálmata, pensó, “¡Llegó un sirviente de Gonerilda a informarme! Lear anda errante, le pedirá asilo a mi padre…Gloucester saldrá a auxiliarlo. Será mi pretexto para acusar al viejo estúpido, y sin Edgar, que se me atraviese. ¡Y yo seré Duque de Gloucester! Mi padre y Lear, ¡acabados! Mientras tanto, Gonerilda, Regania, yo, en una coalición contra Francia, y el esposo de Cordelia. ¡Sin duda tendremos el control total de Reino!” Así el bastardo siguió elucubrando su plan maligno. Por otra parte, Kent, disfrazado de mendigo, logró dar su mensaje a Gloucester: “…y él pide asilo, ¡Déselo, es un viejo monarca desdichado!” Gloucester le dijo, “¡Claro que se lo daré!¿Donde está él?” Kent le dijo, “Viene a pie. Avanza despacio. Es un anciano y se cansa. ¡No tardará en llegar a éste sitio!”
     Algunos minutos después, llegaba una abundante comitiva. Gloucester dijo al verlos, “¡Ah, cuanta gente amiga! Los recibo con orgullo.” Sin embargo, la comitiva era comandada por Gonerilda, quien avanzaba en su caballo, y dijo, al detenerse frente a Gloucester, “Mi padre ya no manda, y nos ofende, ¿Lo ayudaras?” Gloucester dijo, “Por supuesto. ¿Crees que no ámo a quien fue mi rey?”  Gonerilda le dijo, “Ya hemos convenido con mi esposo, el duque de Cornualles y mi hermana Reagania, la política de la región. ¡No ocupas una buena posición, cuídate!”
    A continuación, la comitiva se retiró, y Gloucester dijo, “¡Santo Dios, esa mujer…! Se molestó porque le hablé bien de su padre. ¡Le ha vuelto la espalda!” Gloucester agregó, “¡Ven conmigo! Todo va cada vez peor, los hijos traicionan a sus mayores. Lear pierde la confianza de sus hijas, yo de mi Edgar…es terrible.”
     Adentro, siempre astuto, esperaba el siniestro Edmundo, y cuando entraron Kent y Gloucester dijo, “Ah, te esperaba, pero, ¿Quién es ese infeliz?” Gloucester dijo, corrigiéndolo, “Es un buen hombre. Me trajo un mensaje de Lear.” Edmundo dijo, “¡Oh, está bien! Háblame de ese mensaje, entonces.” Gloucester explicó, “Me pide ayuda y asilo el rey. ¡Lo ofenden! Hay una división entre los herederos, pues las dos hijas desean tener la dote de la tercera, y se espera una guerra entre el príncipe de Francia, contra Cornualles y Albania.”
     Tras una pausa, Gloucester continuó, “Sé lo que haré. ¡Apoyaré a Lear! Si muero por esto, al menos me iré con la conciencia tranquila.” Edmundo le dijo, “Eres noble, padre. ¡Cuenta con mi ayuda incondicional!” Mientras esta conversación se daba, aun lado, alguien más importante de lo que se imaginaban los dueños de casa, sacaba sus conclusiones. “¡El pobre viejo sustituye a Edgar por Edmundo! ¡Éste bastardo siempre fue un mal tipo! Hum, no dudaría si me dijeran que indispuso a Gloucester contra el pobre Edgar…” Al salir ambos de ahí, el disfrazado Kent, sintió la mirada desconfiada y turbia del otro joven.
     Un poco más tarde, el Rey y su bufón, llegaban con fatiga al paraje. Nubes anunciadoras de tormenta llenaban el cielo. El Rey Lear dijo, “¡Diablos, qué cansado estoy, me duele la cabeza!” El bufón le dijo, “Majestad, debe descansar…” El rey se recargó en un árbol, y mientras el bufón lo asistía, el rey dijo, “Así está mejor, bufón. No solo sabes hacer chistes.” El bufón le dijo, “Hago chistes. Soy chistoso como una pulga con hipo.” El rey le dijo, “¡Bah, cállate! Aquí estoy, viejo y cansado, harto, sin hijas, sin consideración… ¡Y ahora crece una tempestad sobre mi testa! Me traicionan, bufón.” El bufón dijo, “¡Sí, sí, sí!”
     La tormenta se desencadenó, mientras el ex monarca, fatigado, lloraba sus penas y divagaba un poco. Se durmió y no sintió que la lluvia lo empapaba, ni notó el trabajo de su sirviente improvisando un refugio.
     Mientras tanto, en el castillo Gloucester, Kent entró en acción. Estando escondido, vio pasar un hombre, y pensó, “¡Uno de mis amigos! Él podrá ayudarme.” Al pasar cerca de él, Kent lo tomó del antebrazo, y el hombre asustado dijo, “¡Por Dios!¿Con qué derecho, vil vagabundo…?” Kent le dijo, “Calma, Antón, soy Kent disfrazado.” Antón le dijo, “¡Conde!¿Cómo es posible que estés así?” Kent le dijo, “Pronto te lo contaré, ahora no hay tiempo. ¿Estás dispuesto a hacer algo por mi?” Antón le dijo, “Por supuesto, tienes mi entera confianza.” Kent le dijo, mostrándole un anillo, “¡Gracias, hermano! Quiero que le lleves éste anillo a la princesa Cordelia, en el campamento francés.”
     Antón le dijo, “¿Sabes que habrá guerra y me será difícil?” Kent le dijo, “Lo sé. Pero acaso te sitúes en la buena causa, muéstrale el anillo y ella sabrá quién lo envía. ¡Es todo!” Antón montó en su caballo, y Kent pensó, “La lluvia facilitará su misión, pues acaso llegue a Cordelia sin ser visto, y ella lo protegerá allí.” A continuación, Kent volvió a la recamara que le permitiera usar le duque, tan subrepticiamente como salió de ella, pensado, “Cordelia sabrá que sigo secundándola. ¡Eso es!”
     La noche llegó con la furia de la tormenta sobre el castillo condal. Al amanecer, aún llovía cuando salieron tres hombres a caballo. Eran Kent, Edmundo, y Gloucester, quien dijo, “¡Tardan demasiados en llegar!¿Qué les habrá   pasado?” Kent dijo, “El rey y su bufón son personas indefensas…” Gloucester agregó, “Sí, sabemos que ahora habiendo entregado su cetro, Lear es fácil presa de muchos enemigos.” Kent dijo, “¡No exageremos, señor, quizás no se trate de eso!” Gloucester agregó, “Tienes razón, pero debo asegurarme. Conozco cierta cabaña donde esconderlo y protegerlo de la lluvia.”
     Mientras tanto, rey y bufón no lograban ponerse de acuerdo. El bufón decía, animando a su rey, “¡Arriba majestad, no falta mucho para que lleguemos!” El rey, aun recargado en el tronco del árbol dijo, “¡Fiebre y soledad!¡Tempestad y vejéz!¡Traición, barro, vacío…!¿No soy todo eso, bufón?¡Ja!” El bufón pensó, “Pobre de él, ya desvaría. Está cada vez peor.” Lear deliró un momento, volvió a dormirse y…el bufón advirtió la llegada de tres jinetes viajeros, y dijo, “¡Ah, jinetes! Por fin, ayuda para mi monarca.” Gloucester se dirigió al bufón y le dijo, “¡Lear!¿Que le ocurre?” El bufón le dijo, “¡Fiebre, cansancio, desesperación, Sir Gloucester!” Enseguida, fueron hacia donde estaba Lear y la enramada improvisada que lo protegía. Al verlo, Gloucester dijo, “Tengo donde ocultarlo. Busquen palos fuertes.” Kent dijo, “Enseguida, señor.” Entre todos, improvisaron una parihuela y lo transportaron.
     Luego, bajo la lluvia, la caravana divisó la cabaña, y Gloucester dijo, “¡Ahí está! Usamos esa cabaña en jornadas de cacería.” Los jinetes desmontaron de sus caballo, y al abrir la puerta de la cabaña, Gloucester dijo, “Metámoslo ante todo. Evitemos que se enférme.” Enseguida, Edmundo notó algo, y dijo, “¡Un momento, alguien se esconde aquí!” En ese momento se oyó una voz que dijo, “¡Pie-Piedad, no hagan nada a Tom, Tom es manso!” Gloucester no reconoció a Edgar en aquel deshecho humano, que chillaba y decía locuras.
     Acurrucado en un rincón de la cabaña, Edgar disfrazado en forma de indigente dijo, “¡Tom inofensivo! Dejen una limosna a Tom, y Tom dirá a los hados que hay buena gente…” Edgar, el simulador se acurrucó haciendo muecas. Gloucester dijo, “¡Bah, dejen a ese anormal, en cuanto deje de llover iremos en compañía de su majestad hacia Dover, que está cercas!” De esa forma el Rey Lear, recibía las atenciones de un viejo conde, un bufón y dos falsos pordioseros.
     Dos horas más tarde, se encaminaron hacia Dover. Ya en el camino, Kent preguntó a Gloucester, “¿Por qué a Dover y no a tu casa, conde?” Gloucester dijo, “Me temo que ni allí estará seguro…” Gloucester agregó, “¡Ahora creo haber cometido graves errores! Eché a Edgar como un perro, tal vez lo mío sea peor que lo hecho por mi monarca a su hija.” Al oírlo, aquel Tom sintió lagrimas en sus ojos, quien pensó, “¡Oh, papá, estás viejo y aún te quiero!” Una idea muy clara iluminó la mente del joven Edgar, “¡Si él mismo teme, entonces Edmundo, mi medio hermano, nos engaña a los dos, y habrá tomado las riendas! Si claro, cómo es que no lo pensé antes…” Gloucester, quien iba a la vanguardia de la caravana, dijo, montado en su caballo, “¡Allá está mi castillo! Espérenme, debo hacer algo.”
     El conde picó espuelas. Llegando a su castillo lo recibió su hijo Edmundo, quien dijo, “¡Querido padre, ya temía por ti! ¿Estás bien?” Gloucester le dijo, “¡Ven Edmundo, aún no he regresado, solo quiero dejarte potestades para que defiendas ésta casa!” Edmundo dijo, “¿Po-tes-tades…?” Gloucester se bajó de su caballo y dijo a Edmundo, “Toma mis poderes muchacho. ¡Serás conde! Un titulo que ya no puedo otorgar a Edgar…” Gloucester agregó, “Ahora tú decides, pero estamos con Lear, recuerda que se conspira contra él. Yo mismo lo defiendo.” Edmundo le dijo, “A-Así actuaré, padre…yo…el nuevo duque.” El viejo no habló más, y volvió a montar y a irse. Edmundo pensó, “¡Ya lo conseguí, viejo patán! Ahora, como tú has dicho, yo decidiré…¡Solo que no te agradará!”
     En ese momento, una voz femenina le dijo, “¡Has hecho bien tu papel, Edmundo te augúro poder y astucia, para ser parte importante de nuestra causa!” Edmundo dijo, “Ansío hacerlo con eficacia.” Edmundo agregó, “Ya no haré nada por mi padrastro, no lo necesito.” La mujer dijo, “¡Es un traidor! Protege a Lear, que a su vez dio entrada a los franceses en nuestro territorio. ¡Gloucester debe ser tratado con severidad! Tengo quien puede hacerlo: mi fiel Oswald…” En ese momento llegó Cornwall y dijo, “¡No, de eso me ocupo yo!” Cornwall agregó, “He dudado y quiero probarme. ¡Estimaba al viejo! Me corresponde a mi castigar su traición.” La mujer dijo, “Muy bien, Cornualles, házlo con limpieza y rápido…”
     La coalición para combatir para los franceses, que ocuparían la zona ganada por el casamiento de su príncipe con Cordelia, siguió preparándose. Cerca de allí, la flota francesa se acercaba con tropas, convocadas por su monarca en Bretaña. El contingente desembarcó de prisa, estando bien armado, pero no siendo muy numeroso. Mientras tanto Cornualles y un hombre de confianza cabalgaban, listos para cumplir una sangrienta misión. Tras la cabalgata hasta las cercanías de Dover, Cornualles se detuvo, y al ver desde las alturas la ciudad amurallada de Dover, dijo, “Allí está Lear, tal como se me informó. Esperan que la ciudad autorice su entrada. Espérame aquí, amigo.” Una vez que Cornualles entró a la ciudad, el conde de Gloucester lo recibió, diciendo, “¡Bien Cornualles! Me alegra verte. Te creía enemigo.” Cornualles le dijo, “No es grata la misión que me trae aquí, conde.” Cornualles continuó, y dijo, “Lear y tu han de entregarse, habrá guerra y…”
     El conde de Gloucester lo interrumpió, y dijo, “No, Cornualles. Eres noble, pero defiendes una causa injusta. ¡Solo Lear podría unificar éstas tierras!” Cornualles se alteró, y desenvainando su espada dijo, “Te di oportunidad de razonar, pero no lo hiciste. ¡Cumpliré matándote, pues!” Gloucester le dijo, “¡No lo hagas, siempre te he estimado…!” En ese momento, Kent con una daga en mano se acercó, y dijo, “¡Maldito, no te atrevas a tocar a mi señor!” Cornualles dijo, “¡Ah, un entrometido!” A continuación, la acción fue confusa, con aciertos de ambas partes. Pero la daga alcanzó el abdomen de Cornualles, quien exclamó, “¡Oh, me has herido…!” Perdiendo sangre y fuerzas, Cornualles tiró una estocada definitiva, y traspasó al hombre con su espada. El hombre exclamó, “¡AAARGHH!” y se desplomó agonizante. En ese momento, Gloucester dijo, “¡Me agrediste y aun así te aprecio! Deja me ayudarte. Debo parar esa hemorragia…” Conmovido, Cornualles dijo, “¡O-OH! Viejo! Eres noble…me equivoqué contigo…” En ese momento, Cornualles aprovechó para revelarle una gran verdad a Gloucester, y le dijo, “Edmundo te traicionó, viejo…conspíra junto con nosotros contra tí…Edgar te ha sido fiel…”
     Ante eso, Gloucester comprendió su error, y dijo, “¡Ay ciego de mi, protegí a ese bastardo y perseguí a mi querido hijo! Pero…¿Y tú?” Cornualles dijo, apuntado  a las afueras de la ciudad, “Allá está mi escolta. Él me llevará… Dios quiere.”  Gloucester dijo, “Te arriesgas con esa herida. Cornualles.” Rápidamente llamaron al hombre y montaron al herido. Cuando vieron partir a ambos jinetes, Gloucester dijo, “Ahí van. ¡Quién sabe si no mueran en el camino!” Kent le dijo, “Él se lo buscó señor, ahora paga cara su osadía.”
    Horas más tarde, las tropas francesas llegaban junto al castillo, donde se hallaban el príncipe y Cordelia, quien decía, “Esposo mío, es triste que la sangre deba derramarse.” El príncipe de Francia dijo, “¡Lo mismo digo! Pero, son ellos quienes lo provocan…Traicionan a tu padre. Estiman que desde nuestro feudo los atacaremos, o solo buscan anexarlo a sus tierras…¡Y usan al traidor Edmundo contra su propio padre!”  El príncipe continuó, “¡Nuestro ejército está únicamente para defender lo nuestro!” Cordelia dijo, “¡Oh, sí, ahora calla!¿Saldremos con vida de esto?”
      A continuación se besaron, pues se amaban, y tal vez si las cosas no resultaban bien, solo vivirían un interludio fugaz. Alguien tocó la puerta, interrumpiendo, y el príncipe dijo, “¡Discúlpame mi amor, iré a abrir!” Un hombre llegó, acompañado de un soldado. Era Antón. El príncipe dijo, “Un desconocido. ¿Cómo vino a dar aquí?” Antón dijo, “Soy hombre de confianza del conde de Kent, majestad.” A continuación, Antón se dirigió a Cordelia, y dijo, “¡Llevo mucho, tratando de llegar a usted! Señora, me envía el conde…”
     Cordelia dijo, “¡Ah, mi amigo, un aliado que pensé muerto!”Antón dijo, mientras mostraba un anillo, “Deseo quedarme con vuestra causa. ¡Él manda esto!” Cordelia dijo asombrada, “¡El anillo que una vez le dio mi padre!” Tras una pausa, Cordelia dijo, “Esto quiere decir que Kent protege al Rey, y que nos ayuda!” El príncipe dijo al soldado, “¡Suficiente! Soldado. Éste caballero es nuestro aliado.” Las cosas estaban claras ahora; y el príncipe de Francia dedicó un momento más a su amada esposa, antes de encarar la defensa inminente del feudo.
     A la mañana siguiente, Osvaldo, el servidor de Gonerilda, iba con su nueva misión en busca del grupo errante. Eran tres caballeros y Osvaldo, quien iba a la vanguardia, dijo, “Recuerden, el plan es sacarle un apoyo a favor de nuestra posición al viejo imbécil, por la buena o por la mala. ¡Conozco sus hábitos y sé como orillarlo!” A continuación, los tres hombres se apearon y se acercaron sigilosos escondiéndose entre matorrales. Era Gloucester quien oraba en campo abierto a solas. Osvaldo dijo, “¿Ven? ¡Lo sabia! Está en su oración matinal. Acostumbra a aislarse y a orar a solas…”
     El ataque fue fulminante y silencioso. Tomando a Gloucester, lo alejaron cargándolo lejos de sus amigos. Una vez alejados, Gloucester fue arrojado al suelo, y Osvaldo dijo, “¡Bueno viejo, confirmarás por escrito tu adhesión a mis señores, o serás cegado de inmediato!” Gloucester dijo, “¡Hazlo, cobarde, no me importa! Traicioné a mi hijo, merezco eso y mucho más…¡Anda!” Osvlado insistió, “¡Solo firma un papel, viejo, no me obligues a…!” Gloucester le escupió, diciendo, “¡Escúpo tu cara, desgraciado!”Amordazado, Gloucester pasó por el criminal tormento.
    Tras dejarlo ciego, Osvaldo dijo, “Ahora vamos, él ya no servirá para nada.” Mientras los jinetes se alejaban, el duque de Gloucester ciego exclamó, “¡Ay desdichado de mi…sin ojos…y siento que ya antes no los tenía pues nada notaba…Oh, Oh…!” Horas después, Lear, el bufón, y Kent, llegaban con sus caballos y encontraban a Gloucester herido. Edgar dijo, “¡Señor, te buscábamos! ¿Quién te atacó?” Gloucester dijo, “¡Tres malditos animales…me arrancaron los ojos!” Edgar, indignado, dijo, “Tras ellos, les haremos probar nuestra furia!” Lear dijo, montado en su caballo, “¡De acuerdo amigo, será lo justo!” La furiosa persecución tuvo resultado, poco a poco. Edgar, en su caballo, alcanzó a Osvaldo, quien iba también en su caballo huyendo. Edgar le dijo, “¡Te tengo rufián!” Una enconada lucha se hizo rodar por el suelo. Mientras lo estrangulaba, Edgar dijo, “¡Él es mi padre, paga sus ojos con tu vida!” Por su parte, Kent disfrazado había acabado su parte, pensando, “¡Mi rival cayó mal y se desnucó, no me dio trabajo…!”
     Mientras un tercer hombre huía, Kent dijo, “¡Allá va ese cobarde, abandonó a sus amigos!” Edgar, disfrazado dijo, “Déjalo, que sus señores sepan lo ocurrido…” En ese instante, por haber hablado con sus voces verdaderas, ambos amigos se reconocieron…pero disimularon, pues aún debían continuar así. De regreso vieron que ya curaban a Gloucester, Lear y el bufón. Enseguida, Lear se paró frente a Gloucester vendado de los ojos, y dijo, “¡Habrá guerra amigo, daré orden de ataque y ganaremos!” Edgar dijo en voz baja a Kent, “Desvaría, se cree imbatible. ¡Pobre Rey Lear!” Kent dijo, también en voz baja, “Y Gloucester ciego…¡Pero pronto tendrán justicia!”
     Horas más tarde, en el campo de batalla, las fuerzas rivales se aprestaban a matar o a morir. Los territorios fueron disputados con fiereza. Muchos de aquellos hombres, ni siquiera sabían las causas por las que acababan con sus vidas. Las fuerzas más nutridas del ejercito de Cornualles y Albania, empezaron a imponerse. Mientras tanto en el palacio, Regania asistía a la muerte de su esposo herido, quien yacía en su lecho. Regania, a su lado, en lagrimas decía, “¡Oh, no me dejes sola, querido…Ohhh!” En otro lugar, en ese instante, Gonerilda secundaba a su marido, en plena comandancia de ataque ya definido. En ese momento, un soldado emisario llegó con Gonerilda, y le dijo, “¡Señora, el duque de Cornualles ha muerto!” Gonerilda dijo, “¡Por Dios, debo acompañar a mi pobre hermana!”
     Cuando Gonerilda llegó con su hermana Regania, ambas no hallaban consuelo por lo que había ocurrido. Pero sin decirlo, Regania culpó de todo, a las intrigas de su hermana por la desgracia, y ésta se dio cuenta de ello, pensando, “¿Así que me lo achacas hermanita? ¡Uf!” Tras meditarlo, Gonerilda dijo en su pensamiento, “¡Está bien, podrías volverte mi peor enemiga. Tendré que pensar también en quitarte de en medio!” Gonerilda era una mujer cruel y no titubeo en su nuevo plan.
    En el campo de batalla ya había un vencedor. Mientras tanto, cerca, junto a Dover, Edgar, por petición de Gloucester, había llevado a éste mismo hasta la orilla de un acantilado. Gloucester le dijo, “¡Pordiosero!¿Ya estoy ante el abismo? ¡Empújame!” El joven, a quien su padre no reconocía, sufría. Edgar le dijo, “No, señor, debes cuidarte, no es tan grave tu culpa.” Gloucester dijo, “¡Reconozco esa voz, te confundo con mi hijo, acabemos!” Edgar dijo, “¡N-No, por favor, calma!” En ese momento, una tercera voz, la del mismo Lear, se escuchó, y dijo, “¡Ciego, obedéceme, ven aquí, te lo ordéno!” Gloucester dijo, “¡El rey! Sí señor…obedezco…” A continuación, Gloucester, ya ciego, puso su mano en el hombro de Lear, quien lo iba guiando. Edgar pensó al verlos, “Ahí van, ¡Acabados! Se apoyan mutuamente, sufren y deliran pensando solo en el pasado…”
     La lucha había terminado, y el príncipe de Francia capitulaba ante el duque de Albania. Albania que era un hombre humanitario, dijo a sus soldados, “¡Recuerden que es un príncipe! Será mi prisionero, pero tratado con respeto acorde a su jerarquía.”
En el castillo de Gloucester, se reunieron por fin triunfadores y perdedores. Teniendo prisioneros a Kent, Edgar y Gloucester, Gonerilda dijo a Albania, “Ellos cayeron. ¡Deben ser eliminados en el acto!” Albania le dijo, “Ah, esposa mía, eres mala y no entiendes. ¡Mi lucha solo persiguió una paz para ambas partes!” Gonerilda enfrentó a Albania y dijo, “¿Estás loco?¡Ya tenemos presa a Cordelia!” El duque de Albania le dijo, “Y pronto haré que la suelten. ¡Ahora pienso dejar que su propio padre la acompáñe!” Albania continuó y dijo a Gonerilda, “Te acúso de conspirar, junto al usurpador, Edmundo, contra ésta buena gente. ¡Vete de aquí, luego ajustaré cuentas contigo!”
     Gonerilda estaba loca de rabia y ansia homicida, y dijo a un soldado, “¡Soldado, orden mía, colgar a la prisionera!” Su maldad no conocía limites, y pensó, “Ya que desbarátan mi sociedad de mándo con el bastardo, les mostraré mi poder destructor…” A continuación, Gonerilda se reunió con su hermana, Regania, y dándole una copa le dijo, “Regania, la muerte de tu esposo te es dura. ¡Bebe esta pócima, te aliviará!” Regania le dijo, “Gra-Gracias hermana, no esperaba esto de ti.”
     Mientras Regania bebía, Gonerilda pensó malignamente, “¡Lo que te ocurrirá tampoco lo habrás esperado! Adiós Regania, te faltó mi astúcia…” Mientras tanto, en la prisión del castillo, el soldado estaba ahorcando a Cordelia, y en ese momento Lear irrumpió con dos soldados y detuvieron al soldado. Lear tomó a su hija Cordelia, moribunda, diciendo, “¡Querida, perdóname, yo estaba embrutecido, yo, yo…”
     Cordelia dijo, antes de expirar, “Pa…Padre…T-Te amé…siempre…Oh…” Kent pensó al verlos, “¡Pobre viejo, recupera la razón solo para verla muerta! Debo ser justo y ecuánime ahora.” En otra recamara, Regania, tomándose la garganta, se daba cuenta que se estaba envenenando, y exclamó, “¡Ay, qué ardor!¡Envenenada!¡Fue Gonerilda…!” Enseguida, Regania tomó una daga, y pensó, “¡Me muero! Pero…todavía…haré…algo…” y fue hacia la habitación de Gonerilda, quien dijo al verla, “¿Quién…? ¡Regania! Espera, ¿Qué te pasa?” Regania le dijo, “¡Odiosa hermana…Cordelia…Tenía razón.” Parecieron fundirse en un abrazo, y un filo helado penetró en el cuerpo de aquella mujer maligna.
     Poco después, Lear, Kent, Albania y soldados, entraron a la recamara de Gonerilda encontrando una escena de muerte. Lear dijo, “¿Qué es esto? ¡Por Dios, ambas expiraron!” Kent dijo a Albania, “Su esposa parece apuñalada, señor, y la otra…” Lear dijo, “¡Muerta por envenenamiento! Quizás fue su hermana, quien la envenenó, y se vengó con el puñal.” Albania dijo, “¡Es horrible! Acabemos con este baño de sangre.” Albania volteó hacia Edmundo, y dijo a los soldados, “¡Llévense a ese maldito a las mazmorras!” Edmundo, siendo sujetado, bajó la mirada y dijo, “A-Acepto mi destino, duque, he perdido…” En ese momento, llegó Edgar y dijo, “¡Señores, Gloucester ha muerto, un ataque al corazón! Ya no esconderé más mi identidad.” Albania dijo, “¿Pero, quién es usted?” Edgar contestó, “Edgar, hijo del duque de Gloucester.” Kent aprovechó el momento y dijo, “Y yo soy Kent. ¡Señor Albania, estamos a su disposición!” Albania les dijo, “Pues ayúdenme a gobernar, amigos, velaremos por la nueva época, un tiempo mejor nos espera.”
     Más tarde, mientras Kent, Edgar, y Albania dialogaban en una mesa, Lear se acercó. Kent lo miró y dijo, “¡Acérquese señor, soy Kent y lo respeto!” Lear, quien se veía sumamente alterado, dijo, “Muchacho, yo…perdí a mis hijas…yo…¡Ohh!” Lear se desplomó. Kent se levantó y dijo, “¡Auxílienlo, por Dios!” Al morir, el rey sonrió, pues los brazos del conde de Kent lo acunaban amorosamente. Sus últimas palabras fueron para Albania, “Gobierna…con…equidad…hijo mío…¡Ohhh!”
     Así culmina este denso drama de Shakespeare, cuya moraleja es acaso que un final feliz siempre se impone sobre todo, sobre todo cuando para llegar a él, los protagonistas debieron pasar por tantas tropelías y pesares.
     Tomado de Novelas Inmortales Año XI No. 566 Septiembre 21 de 1988. Guión: Raúl Prieto Cab. Adaptación: R. Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar.                

1 comentario:

  1. Información muy detallada gracias por este completísimo análisis de esta maravillosa tragedia

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