Club de Pensadores Universales

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martes, 23 de febrero de 2021

Espectros, de Heinrik Ibsen

      Espectros, en danés: Gengangere, es una obra de teatro del dramaturgo noruego, Henrik Ibsen. Fue escrita en 1881, y presentada por primera vez, en 1882, en Chicago, Illinois, en una producción de una compañía danesa en gira. Como muchas de las obras de Ibsen, Espectros es un comentario mordaz sobre la moral del siglo XIX. Debido a su tema, que incluye religión, enfermedades venéreas, incesto, y eutanasia, generó inmediatamente una fuerte controversia y críticas negativas. Desde entonces, a la obra le ha ido mejor, y se la considera una, "gran obra," que históricamente ocupa una posición de, "inmensa importancia."
     El crítico de teatro, Maurice Valency, escribió en 1963: "Desde el punto de vista de la tragedia moderna, ‘Espectros’ toma una nueva dirección...La tragedia regular se ocupa principalmente de las desdichadas consecuencias negativas de romper el código moral, mientras que, ‘Espectros,’ por el contrario, se ocupa de las consecuencias negativas de no romperlo.”

Personajes

Sra. Helen Alving, viuda.

Osvaldo Alving, su hijo, pintor.

Pastor Manders, un viejo amigo de Helen Alving.

Jacob Engstrand, carpintero.

Regina Engstrand, la doncella de la Sra. Alving y la supuesta hija de Jacob Engstrand, pero en realidad es la hija ilegítima del difunto Capitán Alving.

Trama

    Helen Alving está a punto de inaugurar un orfanato, que ha construido en memoria de su difunto esposo. A pesar de sus asuntos, e infidelidades de su esposo, la Sra. Alving se quedó con él, para proteger a su hijo de la mancha del escándalo, y por temor a que la comunidad la rechazára.

     En el transcurso de la obra, descubre que su hijo Osvaldo, quien ella había enviado lejos, para evitar que su padre lo corrompiera, sufre de sífilis, que cree que heredó de su padre. También descubre que Osvaldo se ha enamorado de su sirvienta, Regina Engstrand, quien al final se revela como la hija ilegítima del Capitán Alving, su esposo, y, por lo tanto, es la media hermana de Osvaldo.

     Una subtrama involucra a un carpintero, Jacob Engstrand, que se casó con la madre de Regina, cuando ya estaba embarazada. Jacob considera a Regina como su propia hija. No sabe, o pretende no estar enterado, que el capitán Alving era el padre de Regina. Habiendo completado recientemente su trabajo en la construcción del orfanato de la Sra. Alving, Engstrand anuncia su ambición de abrir un albergue para gente de mar. Intenta persuadir a Regina, para que deje a la Sra. Alving, y lo ayude a administrar el albergue, pero ella se niega.
     La noche anterior a la inauguración del orfanato, Engstrand le pide al pastor Manders que celebre una reunión de oración allí. Más tarde esa noche, el orfanato se incendia. Anteriormente, Manders había convencido a la Sra. Alving de que no asegurara el orfanato, ya que hacerlo, implicaría una falta de fe en la providencia divina. Engstrand dice que el incendio fue causado por el descuido de Manders con una vela, y se ofrece a asumir la culpa, lo que Manders acepta fácilmente. Manders, a su vez, se ofrece a apoyar el albergue de Engstrand.

     Cuando se revela la relación de parentesco  de hermanos, entre Regina y Osvaldo, Regina se va, dejando a Osvaldo angustiado. Osvaldo le pide a su madre que lo ayude a evitar las últimas etapas de la sífilis, con una sobredosis de morfina fatal. Ella está de acuerdo, pero solo si es necesario. La obra concluye con la Sra. Alving teniendo que enfrentarse a la decisión de sacrificar o no a su hijo de acuerdo con sus deseos.

Escritura

     Al igual que con sus otras obras, Henrik Ibsen escribió, Espectros, en danés, el idioma escrito común de Dinamarca y Noruega, en ese momento. El título original, tanto en danés como en noruego, es Gengangere, que puede traducirse literalmente como, "caminantes de nuevo," "los que regresan" o, "retornados." El título tiene un doble significado, tanto de, “Espectros,” como de, “eventos que se repiten,” por lo que el título en inglés, Ghosts, no capta este doble significado.

     Ibsen escribió, Espectros, durante el otoño de 1881, y lo publicó en diciembre del mismo año. Ya en noviembre de 1880, cuando vivía en Roma, Ibsen estaba meditando en una nueva obra que siguiera, La Casa de Muñecas. Cuando fue a Sorrento, en el verano de 1881, estuvo trabajando duro en ella. La terminó a fines de noviembre de 1881, y la publicó en Copenhague, el 13 de diciembre. Su estreno mundial fue el 20 de mayo de 1882, en noruego, por una compañía danesa en Chicago, Illinois.

Historia de las Presentaciones

     Espectros se estrenó en mayo de 1882 en los Estados Unidos, cuando una compañía de giras danesa, la produjo en Chicago, Illinois, en el, Aurora Turner Hall. A Ibsen no le gustó el uso que hizo el traductor inglés, William Archer, de la palabra, "Ghosts" como título de la obra, ya que el noruego Gengangere se traduciría con mayor precisión como "The Revenants", que literalmente significa, "Los que regresan."

     La obra se representó por primera vez en Suecia, en la ciudad de Helsingborg, el 22 de agosto de 1883.

     La obra se produjo de forma independiente en septiembre de 1889 en, Die Freie Bühne, de Berlín.

     La obra logró una única actuación privada en Londres, el 13 de marzo de 1891, en el Royalty Theatre. El tema de la censura de la Oficina de Lord Chamberlain, debido al tema de los hijos ilegítimos y las enfermedades de transmisión sexual, se evitó mediante la formación de una Sociedad de Teatro Independiente sólo por suscripción para producir la obra. Entre sus miembros se encontraban el dramaturgo, George Bernard Shaw, y los autores, Thomas Hardy, y Henry James.

     Espectros se produjo por primera vez en la ciudad de Nueva York, el 5 de enero de 1894. Fue producido de nuevo en 1899, por el, New York Independent Theatre, con Mary Shaw, como la Sra. Alving. La actriz rusa, Alla Nazimova, junto a Paul Orleneff, ofrecieron una notable producción de Espectros, en una pequeña habitación del Lower East Side. Cuando Nazimova era estudiante en Rusia, quería, “interpretar a Regina para mi pieza de graduación en la escuela de teatro en Moscú, pero no me dejaron. Espectros estaba prohibida en ese momento por la censura, porque reflejaba a la Iglesia.”

     La obra recibió muchas representaciones europeas. En su producción de 1906 en Berlín, el artista noruego, Edvard Munch, recibió el encargo de crear los diseños escénicos originales.

     El 4 de mayo de 1962, la obra se representó en México, en el Teatro Sala Chopin, de la Ciudad de México con la actriz mexicana y estrella de Hollywood, Dolores del Río, en el papel de la Sra. Alving.

     Un resurgimiento en Broadway de, Espectros, se llevó a cabo, del 30 de agosto al 2 de octubre de 1982, en el Brooks Atkinson Theatre de la ciudad de Nueva York, y protagonizó a Kevin Spacey como Osvaldo, en su debut en Broadway. El elenco incluía a Edward Binns, John Neville (quien también dirigió la producción) como Pastor Manders, Liv Ullmann como la Sra. Alving, y Jane Murray como Regina.

     Una producción británica de gira, diseñada por Simon Higlett, e inspirada en los diseños escénicos originales de Edvard Munch para una puesta en escena de 1906 en Berlín, comenzó a presentarse en el, Rose Theatre, de Kingston, en el Reino Unido, el 19 de septiembre de 2013, antes de su inauguración oficial, el 25 de septiembre. Dirigida por Stephen Unwin, el elenco incluyó a, Patrick Drury como Pastor Manders, Florence Hall como Regina, Kelly Hunter como la Sra. Alving y Mark Quartley como Osvaldo.

    Una galardonada producción de Londres, 2013-14, se estrenó en el Almeida Theatre, el 26 de septiembre de 2013, y se transfirió al West End en Trafalgar Studios, del 9 de diciembre, hasta el 22 de marzo de 2014. Adaptada y dirigida por Richard Eyre, contó con Lesley Manville, Jack Lowden, Will Keen, Charlene McKenna y Brian McCardie. Manville y Lowden ganaron premios Olivier por sus actuaciones; Manville también ganó el premio Critics 'Circle Theatre, a la mejor actriz, y Lowden también ganó el premio, Ian Charleson. Eyre ganó el premio Evening Standard, al mejor director. La producción también ganó el premio Olivier, a la mejor reactivación, y recibió nominaciones al premio Olivier, como mejor director, y mejor diseño de iluminación.
     Una actuación filmada en febrero de 2014 de la producción, se proyectó en más de 275 cines del Reino Unido e Irlanda, el 26 de junio de 2014. Toda la actuación filmada se puede ver en línea. La producción también fue adaptada para radio, por el director Richard Eyre, transmitida por BBC Radio 3 el 15 de diciembre 2013, y retransmitida el 26 de abril de 2015.

    En 2014 se produjo una coproducción chino-noruega titulada, Espectros 2.0, en Beijing, encargada por Ibsen International y dirigida por Wang Chong, quien inició el Movimiento de Teatro de la Nueva Ola China. La actuación multimedia utilizó cuatro cámaras en el escenario, dando a la audiencia diferentes perspectivas.

     En 2019, Uma Thurman dirigió un resurgimiento de la obra, en el Festival de Teatro de Williamstown.

Recepción Original

     Los contemporáneos de Ibsen encontraron la obra impactante e indecente, y no les gustó su tratamiento, principalmente por la franqueza del tema prohibido de las enfermedades venéreas. En ese momento, la mera mención de las enfermedades venéreas, era escandalosa, y el mostrar que una persona que seguía los ideales de moralidad de la sociedad, estuviera en riesgo ante su propio esposo, se consideraba algo más allá de los límites.

     Según Richard Eyre, "Hubo un clamor de indignación contra el ataque a la religión, la defensa del amor libre, la mención del incesto, y la sífilis. Grandes montones de ejemplares sin vender, fueron devueltos a la editorial, avergonzando a los libreros, por su presencia en los estantes.”

     Tras ser producida en Inglaterra en 1891, la obra fue vilipendiada en la prensa. En una reseña típica de la época, The Daily Telegraph se refirió a ella como, "la obra positivamente abominable de Ibsen titulada Espectros...un desagüe abierto: una llaga repugnante sin vendajes; un acto sucio hecho públicamente...indecorum asquerosa, casi pútrida...carroña literaria...cosas horribles.”

    Cuando Espectros se produjo en Noruega, escandalizó a la sociedad noruega, e Ibsen fue fuertemente criticado. En 1898, cuando Ibsen fue presentado al rey Oscar II, de Suecia y Noruega, en una cena en honor de Ibsen, el rey le dijo a Ibsen que, Espectros, no era una buena obra. Después de una pausa, Ibsen explotó: “¡Majestad, tenía que escribir Espectros!”

Cine y Televisión

     Espectros ha sido filmada y adaptada para cine y televisión, numerosas veces en varios idiomas. Fue adaptada al menos tres veces para películas mudas. En 1915, George Nichols dirigió una película del mismo nombre, para el productor, D. W. Griffith. Mary Alden y Henry B. Walthall, la protagonizaron. También en 1915, fue filmada en Rusia, dirigida y adaptada por Vladimir Gardin. En 1918, la productora italiana, Milano Films, lanzó una adaptación titulada Gli Spettri, protagonizada por Ermete Zacconi, y su esposa Ines Cristina Zacconi.

     En 1987, Espectros, fue televisada en la BBC, dirigida por Elijah Moshinsky, y con Judi Dench como la Sra. Alving, Kenneth Branagh como Oswald, Michael Gambon como Pastor Manders, y Natasha Richardson como Regina. En 2014, la premiada adaptación teatral de Richard Eyre, en Londres, protagonizada por Lesley Manville, y Jack Lowden, se filmó y proyectó en numerosos cines, y está disponible para su visualización en línea. (Wikipedia inglés.)

Espectros

de Heinrik Ibsen

     Corría el último tercio del siglo XIX, y en la casa de la señora Helen Alving, en el campo de Noruega, un hombre intentaba entrar a casa acosado por las inclemencias del tiempo. La institutriz forcejeaba con la puerta, impidiendo su paso, y diciendo, “¿Qué quieres? Así no puedes entrar.” El hombre era su padrastro, un carpintero cuyo nombre era Jacobo Engstrand, quien dijo, “Es el agua de Dios, hija mía.” La mujer abrió la puerta y le dijo, “¡Dirás que es el agua del diablo!” Jacobo dijo, “¡Por Dios, Regina, no me hables así! Yo solo quiero decirte…”

     Jacobo entró, y Regina dijo, “¡Y no hagas tanto ruido con ese pie! El señorito duerme arriba…” Jacobo dijo, “¿Duerme aún?¿En pleno día?” Mientras Jacobo se quitaba su abrigo, Regina dijo, “Eso a ti no te importa.” Jacobo le dijo, “Pues yo ayer trasnoché, sin embargo, bien sabe dios que a mi trabajo llegué las cinco de la mañana.” Regina dijo, “¡Bueno! Vete de una vez, no quiero seguir hablando contigo.” Jacobo dijo, “Solo vine a decirte que al terminar mi trabajo en la construcción, tomaré el vapor para regresar al pueblo.” Regina le dio la espalda y cerrando sus ojos le dijo, “¡Que te vaya bien!” Jacobo dijo, “Gracias, hija mía, ya sabes que mañana se inaugura aquí el asilo. Habrá fiesta, bebida…pero yo no tomaré ninguna gota…” Jacobo Engstrand agregó, “Vendrán muchos personajes importantes. El pastor Manders entre ellos.” Regina dijo, “Él está por llegar.”
    Jacobo le dijo, “Ya lo ves, y no quiero que él tenga la menor queja de mi…” Regina le dijo, “¿Ahora qué nuevo cuento le quieres hacer creer al pastor?” jacobo se enojó, y le dijo, “¿Estas loca? Yo jamás engañaría al pastor. Él siempre ha sido muy bueno conmigo, pero…te decía que esta noche me voy a casa.” Regina le dijo, “¡Cuánto antes mejor!” Jacobo le dijo, “Pero quiero que vengas conmigo, Regina.” Regina dijo, “¿Qué dices?” Jacobo dijo, “¡Quiero tenerte en casa a mi lado!” Regina le dijo, “¡Nunca!” Jacobo dijo, “¡Eso lo veremos!” Regina lo enfrentó, y le dijo, “¡Lo veremos!¿Yo que he crecido en casa de la señora Alving?¿Yo que he sido tratada como la hija de la casa, irme a vivir contigo? ¡Ja!”
    Pero Jacobo le dijo, “¿Vas a rebelarte contra tu padre, hija mía?” Ella le dijo, “Muchas veces dijiste que no eras nada mío. ¡Me has llamado hija de…!” Jacobo le dijo, “Sería cuando estaba ebrio.” Regina dijo, “No sigas.” Jacobo dijo, “Lo hacía para hacer callar a tu madre…siempre presumía que había trabajado tres años en la casa del chambelán…Nunca olvidó que el capitán fue nombrado chambelán del rey en la época de ella servía en ésta casa.” Regina dijo, “¡Pobre mamá!¡Muy poco tiempo te dio molestias!” Regina agregó, “¿Y…a que iría yo a tu pueblo?”
     Jacobo dijo, “Soy tu padre y ahora estoy enfermo y me siento abandonado.” Regina se enojó, y dijo, “¡Déjate de monsergas! Y háblame claro.” Jacobo dijo, “Bien, pienso poner un negocio con el dinero que he ahorrado desde que trabajo en el asilo…” Regina le dijo, “¡Siempre has fracasado en tus negocios!” Jacobo dijo, “Esta vez no. Pondré un asilo para los marinos.” Regina dijo, “¿A si?” Jacobo continuó, “Sera un albergue limpio para los capitanes de barco, pilotos…” Regina le dijo, “¿Y yo que haría ahí?” Jacobo dijo, “Solamente harás lo que te plazca. Me hace falta una mujer en casa para guardar las apariencias.” Jacobo agregó, “Por la noche no faltaría la diversión…no seas tonta, Regina. No me digas que prefieres cuidar niños en el asilo.” Regina le dijo, “¿Has ahorrado mucho?” Jacobo le dijo, “Lo suficiente para montar el negocio.”
     Regina cambio su semblante y le dijo, “¿No piensas darme un poco de dinero para hacerme un traje?” Jacobo dijo, “Vente conmigo y tendrás todos los trajes que quieras.” Regina le dijo, “Nunca iré contigo.” El hombre dijo, “Últimamente te has puesto tan hermosa. Es seguro que pronto conseguirás un capitán o un…” Regina dijo, “¡No quiero casarme con ningún marino!” Jacobo dijo, “No necesariamente te tienes que casar…”
    Jacobo agregó, “¿No sabes que el inglés del yate, dio trescientos escudos? Y ella no era tan bonita como tú.” Regina se encolerizó, y le dijo, “¡Lárgate de aquí!¡Si hablas mal de mi madre, te pego! ¡Fuera! No sabes lo que es la dignidad. Además, no tardará en llegar el pastor.” Jacobo le dio la espalda para retirarse y le dijo, “Consulta con él cuáles son tus deberes como hija.”

     Momentos después, un hombre llegaba a la casa. “¡Buenos días, señorita Regina!” Regina dijo, “¡Muy buenos días, señor pastor!” Era el pastor Manders, quien entró y dijo, “¡Qué lluvia, dios mío!” Regina le quito el saco y le dijo, “Permítame que le ayude. Mire qué mojado está.” El pastor dijo, “¿La señora Alving está en casa?” Regina le dijo, “Sí, señor. Esta preparando el chocolate para el señorito.” El pastor preguntó, “¿Cómo llegó Osvaldo?” Regina dijo, “Muy bien, solo está cansado del viaje. Lo ha hecho directamente desde Paris, así que todavía duerme.” El Pastor dijo, “Entonces no hagamos ruido.”
     Regina dijo, “Sí, es lo mejor. Siéntese usted, por favor.” El pastor se sentó, y dijo, “Díme Regina, ¿Cómo van las relaciones con tu padre?” Regina dijo, “Bien, señor pastor, gracias.” El pastor dijo, “Hace tiempo hable con tu padre y él necesita de tu compañía, de tu cariño. Me lo confeso de modo muy sincero.” Regina dijo, “Algo me ha dicho, pero la señora Alving no me dejaría marchar. Sobre todo ahora que tenemos el asilo.” El pastor dijo, “Pero tú tienes un deber filial, hija mía.” Regina dijo, “Lo sé, pero…” En eso, se escuchó un voz, “Mi querida Regina…” Regina dijo, “¡Oh, me parece que ya viene la señora Alving!”
     El señora Alving saludó de mano al pastor, diciendo, “Sea usted bienvenido, pastor Manders.” El pastor se inclinó, y dando su mano, dijo, “Buenos días señora Alving, se le ve muy feliz el día de hoy.” La señora Alving dijo, “¿Cómo no he de estarlo? Tener a Osvaldo en casa, después de unas larguísima ausencia, me hace muy feliz.” El pastor Manders dijo, “¿Qué tiempo permanecerá su hijo aquí?” La señora Alving dijo, “Pasará conmigo todo el invierno.” Manders abrió un sobre y dijo, “Bien, ahora hablemos del motivo que me tiene aquí.” La señora Alving dijo, “Sí, pastor Manders, hablemos del asilo.”
     Manders entrego unos papeles a la señora Alving, diciendo, “Estos son los documentos, todo está en regla.” La señora Alving dijo, “Estatutos del asilo: ‘A la memoria del capitán Alving…’”  Manders dijo, “Elegí el título de capitán, porque me pareció más humilde que el de chambelán.” La señora Alving dijo, “Sí, haga lo que más crea conveniente…” Manders dijo, “Pienso que el dinero deberíamos dejarlo en la caja de ahorros.” La señora Alving dijo, “Sí, sí, querido pastor, usted entiende más que yo de esto.” Manders dijo, “¡Ah, una pregunta más! ¿Conviene o no, asegurar el asilo?”

     La señora Alving dijo, “Sí, naturalmente. En mi casa todo lo tengo asegurado.” Manders dijo, “Pero el asilo es un asunto totalmente diferente, ya que esta destinado a un fin superior.” La señora Alving dijo, “Sí, pero esto no impide que…” Manders la interrumpió, “Lo que quiero decir es que si lo hacemos, podríamos allegarnos criticas de parte de gente influyente de la cuidad.” La señora Alving dijo, “Tiene usted razón, podríamos acarrear comentarios malévolos. En los círculos influyentes se habla mucho de la fundación.” Manders dijo, “Entonces debemos tener mucha fe en la providencia…y por ser yo tu consejero, temo ser el primer blanco de las habladurías.”
     La señora Alving dijo, “En efecto, no debe usted exponerse a ello.” Entonces Manders dijo, “¿Cree usted entonces, que no debemos asegurarlo?” La señora Alving dijo, “Sí, no lo aseguraremos.” Manders se sentó, y dijo, “Suponiendo que sucediera un accidente. ¿Repararía usted el desastre?” La señora Alving se sobresaltó, y dijo, “No, definitivamente no.” Manders señaló con su dedo a la señora Alving y le dijo, “En ese caso, ¿Sabe que asumimos una grave responsabilidad?” La señora Alving dijo, “¿Qué otra cosa podemos hacer?” Manders dijo, “Recuerde que para la fundación, contamos con la protección del cielo.”
     La señora Alving dijo, “Así lo esperamos, señor pastor. Aunque ayer, precisamente tuvimos un amago de incendio.” Manders dijo, “¿Cómo sucedió?” La señora Alving se sentó, y explicó, “Unas virutas que se quemaron en el taller de carpintería.” Manders preguntó, “¿En el que trabajaba Engstrand?” La señora Alving dijo, “Sí, dice que ese hombre es muy imprudente con los cerillos.” Manders dijo, “¡Tiene tantas preocupaciones el pobre!” Manders se levantó, y dijo, “Lo que yo sé, es que es un buen obrero.” La señora Alving dijo, “Sí, cuando no bebe.”
     Manders se desesperó, y dijo, “¡Esa maldita debilidad! La última vez que fue a verme, lo hizo para darme las gracias por haberle encontrado trabajo, precisamente aquí. Engstrand necesita que alguien le sujéte cuando llégue la tentación…me confesó que sería muy feliz si tuviera  junto a él a Regina.” La señora Alving se sobresaltó, y dijo, “¡Regina!” Manders dijo, “Usted no debería oponerse.” La señora Alving le dio la espalda y dijo, “Me opondré siempre. Además, Regina es necesaria para el asilo.” Manders dijo, “Pero acuérdese usted que Engstrand es su padre.” La señora Alving se enfureció, y dijo, “¡Un padre como ese! Jamás daré mi consentimiento para que viva con él.” Manders dijo, “Nunca pensé que despreciára tanto al pobre Engstrand…” La señora Alving dijo, “Recogí a Regina en casa y aquí debe seguir.”
     En ese momento, un hombre joven, fumando con una pipa, bajaba de la gran escalera hacia el recibidor, y dijo, “¡Buenos días, señor pastor!” Manders dijo, “Es sorprendente…” El hombre se acercó a Manders y dijo, “¿Qué dice usted?” Manders le dijo, “Digo que con esa pipa es sorprendente el parecido con el difunto…” La mujer lo acarició, y tomando sus cachetes, dijo, “Eso no es verdad, Osvaldo solo se parece a mí.” Tras una pausa, la mujer agregó, “Pero deja de fumar, hijo. No me gusta el humo en ésta habitación.” Osvaldo dijo, “Sólo quise probarla. Siendo muy niño había ya fumado en ella una vez, y hoy la encontré.”
     La señora Alving se sorprendió, y dijo, “¿Tú?” Osvaldo le dijo, “Sí, entonces era muy pequeño. Fue una noche que mi padre estaba muy animado, muy alegre en su habitación…” La mujer dijo, “No es posible que te acuerdes de aquel tiempo.” Osvaldo se disgustó un poco por la respuesta de su madre y dijo, “Me acuerdo perfectamente. Me sentó en sus rodillas, me puso la pipa en la boca, y me dijo, ‘Anímate muchacho, prueba este buen tabaco’” Manders preguntó, “¿Y qué pasó después?”
     Osvaldo dijo, “Fume hasta que el sudor corría por mi frente. Entonces, él estalló en carcajadas.” Manders se llevó la mano al mentó, y dijo, “¿Qué raro!” La señora Alving dijo, “Debes haber soñado, Osvaldo.” Pero Osvaldo dijo, “No madre, no fue un sueño, porque aún recuerdo que entraste por mí, y me llevaste a mi habitación. Allí me sentí mal, y vi que llorabas.” La señora Alving dijo, “Tu padre siempre fue bromista.” Osvaldo dijo, “Sin embargo, realizó muchas cosa buenas y útiles en el poco tiempo que vivó.” Manders dijo, “Es verdad. Lleva usted el apellido de alguien digno. Ojalá esto le sirva de aliento.” Osvaldo dijo, “Así es, en efecto.” Manders agregó, “Por eso es digno de su parte, haber regresado en un día consagrado a su memoria.”
     La señora Alving dijo, “Y lo mejor es que lo tendré mucho tiempo a mi lado.” Su madre lo abrazó, y Osvaldo dijo, “Vine por tiempo indeterminado y estoy feliz de estar en casa.” Su mare dijo, “¡Qué alegría, hijo mío!”  Manders dijo, “Espero que tu carrera de artista no haya corrompido aún tu alma.” La señora Alving dijo, “Mi hijo es un gran pintor. A pesar de ello, conserva su alma pura.” Osvaldo dijo, “Está bien, mamá, mejor hablemos de otra cosa.” Manders dijo, “Los periódicos lo han elogiado mucho, aunque últimamente no hemos leído nada de usted.” Osvaldo dijo, “Los pintores también tiene derecho a descansar, señor pastor.” Manders dijo, “Era usted muy joven cuando empezó a recorrer el mundo, señor Osvaldo.”
      Osvaldo dijo, “A veces pienso que era demasiado joven.” La señora Alving dijo, “Al contrario, siempre es provechoso para un hijo único como él, conocer el mundo, ser independiente.” Manders dijo, “Señora Alving, el hogar es la verdadera patria del niño. Osvaldo tiene 26 años, y no ha conocido hasta ahora la vida de familia. Desde los siete años fue enviado al extranjero. Solo ha frecuentado los círculos artísticos.” Osvaldo dijo, “Eso es exacto.” Manders dijo, “Y los jóvenes de esa clase, no cuentan con los recursos para formar una familia.” Osvaldo dijo, “Nada les impide formar un hogar, vivir con una mujer e hijos en armonía, sin estar casados.” El pastor Manders juntó sus manos y dijo, “Pero…¡Misericordia!” Osvaldo dijo, “¿Por qué…?”
     Manders apuntó con su mano, y dijo, “¡No se puede vivir así a los ojos del mundo! Vivir así es pecado…mientras no se casen ante la ley de Dios.” Osvaldo dijo, “Esas palabras no nos convencen a los jóvenes enamorados.” Manders agregó, “¡Y las autoridades lo permiten! Dese usted cuenta, querida señora, los círculos inmorales que frecuenta su hijo.” Osvaldo le dijo, “Debo decirle algo más: en esos hogares nunca escuché una mala palabra, ni fui testigo de nada inmoral.” La señora Alving dijo, “Osvaldo…por favor.” Osvaldo se puso su sombrero de copa, y dijo, “Bien…lo mejor será dar un paseo antes de almorzar. Perdone usted, señor pastor, si le ofendí.” La señora Alving dijo, “No tardes, hijo.” Cuando Osvaldo se fue, Manders dijo, “¿Qué opina usted de todo esto, querida señora?” La señora Alving dijo, “Estoy totalmente de acuerdo con mi hijo.”
     Manders se molestó, y dijo, “Deme usted una razón para estar de acuerdo con sus opiniones.” La señora Alving dijo, “Aquí en la soledad, he llegado a pensar como él.” Manders dijo, “Realmente la compadezco, señora Alving, pero ahora voy a hablar muy seriamente con usted.” La mujer dijo, “¿Qué tiene usted que decirme?” Manders dijo, “Han pasado diez años desde la muerte de su esposo. Mañana se inaugura el asilo en su memoria y me dirigiré al pueblo…” La señora Alving dijo, “Hable usted, señor pastor.” Manders dijo, “Recuerda que después de un año de casada, abandonó usted a su marido? ¿Qué se negaba a regresar a su hogar a pesar de todas mis suplicas?”
     La señora Alving se enojó, y dijo, “¿Se olvida usted lo desdichada que fui en aquel primer año?” Manders dijo, “Su deber era vivir con el hombre que había elegido, al que le unían lazos sagrados.” La mujer dijo, “Usted sabe la vida desordenada que en aquella época llevaba Alving.” Manders dijo, “Su deber era soportar con humildad la cruz que Dios le impuso, y no convertirse en juez de su marido.” La mujer titubeó, y dijo, “Pero…” Manders continuó, “En lugar de eso, usted arrojó la cruz, y abandonó a ese ser débil al que tenía que sostener. Gracias a Dios tuve la suficiente fuerza para convencerla de volver a casa de su esposo legítimo.”
     La señora Alving dijo, “Sí, pastor Manders, esa fue precisamente su obra.” Manders continuó, “Pronto su marido, con su vida ejemplar, la hizo una mujer muy feliz. Pero ahora le diré cuál ha sido su mayor error en su vida.” La mujer dijo, “¿A qué se refiere usted?” Manders dijo, “Primero renegó usted de sus deberes de esposa, y después lo hizo con sus deberes de madre.” La mujer exclamó, “¡Ah!” Manders continuó, “Usted nunca supo soportar cadenas, y como le molestó ser madre, envió a su hijo al extranjero.” La mujer exclamó, “¡Dios mío!” Manders dijo, “Fue usted culpable del fracaso de su matrimonio, por eso eligió el asilo.”
     La mujer dijo, “Pastor Manders…tengo que decirle algo.” Manders le dijo, “Tal vez para justificar sus actos.” La señora Alving dijo, “No, quiero contarle algunos hechos. Desde el día que volví con mi marido, usted no volvió a frecuentar mi casa, hasta hoy…por cosas del asilo.” Manders dijo, “Usted y su marido se fueron después de la ciudad.” La señora dijo, “¡Juré que algún día usted sabría toda la verdad!” Manders dijo, “¿De qué verdad habla?” La mujer dijo, “La verdad es que mi marido murió en el desenfreno en el que siempre vivió.” Manders dijo, “¿Qué dice usted?”
     La mujer dijo, “La terrible situación que tuve que padecer durante diecinueve años de matrimonio.” Manders dijo, “Esos eran extravíos propios de su juventud...” La señora Alving dijo, “Esa era la expresión que empleaba siempre nuestro médico.” Manders dijo, “No entiendo.” La mujer le dijo, “Es inútil que usted me comprenda.” Manders dijo, “¿A sí que su matrimonio no fue más que un velo que encubría la realidad?” La mujer continuó, “Para que no se conociera el secreto, tuve que sostener una lucha constante pero…cometió una abominación mayor que las demás.” Manders dijo, “¿Mayor que todas?” La mujer dijo, “Sí, y fue aquí en nuestro hogar. Un día vi que la criada entraba por agua, para regar las flores.”
     Manders dijo, “¿Y qué?” La mujer dijo, “Poco después, escuché en el jardín risas de Alving, quien hablaba con la muchacha. El chambelán pronto consiguió el fin que se proponía con la muchacha. Y esa unión, señor pastor, dio sus frutos. Tuve que soportar tantas cosas. Algunas veces por retenerle en casa, tuve que sentarme y beber con él, escuchando sus tonterías. Tenía un hijo, y por él soporte todo. Pero decidí enviar a mi pequeño lejos de este ambiente…” Manders dijo, “¡Qué dura ha sido su vida!”
    La mujer continuó, “¿Piensa usted que un hombre que se pasaba el día entero tendido en un sofá, podría obtener éxitos financieros?” Manders dijo, “¿Entonces usted…?” La mujer dijo, “Yo misma acrecenté la fortuna con mis esfuerzos, además, de levantarlo a él, cada vez que se hundía en el desorden.” Manders dijo, apenado y con tristeza, “¿Y a un hombre así le levanta un monumento?” La mujer dijo, “Para que vea usted, hasta dónde llega una conciencia intranquila.” Manders dijo, “¿Intranquila?” Ella le dijo, “El asilo lo construir en parte para acallar los rumores, y desvanecer cualquier sospecha.” Manders dijo, “¿Y ha logrado su objetivo, señora Alving?”
     Enseguida la señora Alving exclamó, “¿Ya estás de vuelta, querido hijo?” Osvaldo dijo, “Allá afuera no deja de llover, además, es hora del desayuno.” Regina llegó y dijo, “Señora, el almuerzo está servido.” La señora Alving dijo, “Enseguida vamos.” A continuación, Regina preguntó, “¿El señor Alving desea el oporto blanco o tinto?” Osvaldo dijo, “Los dos, señorita  Engstrand.” Mientras Regina se retiraba, Osvaldo dijo a Regina, “Puedo ayudarle a desconchar.” Manders dijo al señora Alving, “No sé si con lo que ahora sé, podre pronunciar mañana el dichosos discurso.” La señora Alving dijo, “Ya se las arreglará.”
     De repente, en la cocina, se escuchó la voz de Regina, “Osvaldo, ¿Te has vuelto loco? ¡Déjame!” Luego se escuchó una risa, “¡Ja, Ja, Ja!” La señora Alving exclamó, “¡Ahh!” Manders dijo, “¿Qué significa esto, señora Alving?” La señora Alving dijo, “Son los espectros…la pareja del jardín que vuelve.” Manders dijo, “¿Qué ha dicho usted? ¿Regina? ¿Acaso ella?” La señora Alving dijo, “Sí…ahora pasemos al comedor.”

    Después del almuerzo, Osvaldo dijo, “Saldré a pasear.” Su madre le dijo, “Sí, hijo, antes de que vuelva a llover.” Manders dijo, “Aun estoy consternado. No sé cómo pude tragar bocado.” La señora Alving dijo, “Igual yo, pero ¿Qué hacer? Se ha convertido en un capricho de Osvaldo.” Manders dijo, “Yo entiendo poco de esos asuntos.” La señora Alving dijo, “De lo que estoy convencida es de que ella debe abandonar esta casa cuanto antes.” Manders dijo, “Eso sí…se puede ir a casa de su padre…¿Oh, Dios mío, tampoco! ¿No se equivoca usted con respecto a la chica?”
     La señora Alving dijo, “No, no me equivoqué, Juana lo confesó, y el capitán Alving no lo pudo negar. Ella se fue enseguida de casa. Estuvo conforme con una cantidad que le dimos por su silencio, después se relacionó con el carpintero Engstrand…A él le hizo creer que Regina era hija de un extranjero que había venido de paso. Usted mismo los casó, él lo hizo por dinero.” Manders dijo, “¿Cómo me pudo mentir a mí? Hipócrita. ¿Qué cantidad le ofreció a la muchacha?” La señora Alving dijo, “Trescientos escudos. ¿Sabe? Ahora pienso que fui una cobarde al encubrir los extravíos de Alving.” Manders dijo, “¿Cobarde?”
     La señora Alving dijo, “La gente hubiera pensado que era natural que un hombre se perdiera, teniendo a una mujer que lo abandonaba.” Manders dijo, “Algo de razón hubiera tenido al pensarlo.” La señora Alving dijo, “Debí haber sido valiente, y decirle a Osvaldo: ‘Hijo mío, tu padre es un perdido…’” Manders dijo, “¡Misericordia! Un hijo debe tener siempre respeto y amor a sus padres.” La señora Alving dijo, “¿Osvaldo debe amar y respetar al chambelán?” Manders dijo, “Su deber de madre es conservar el ideal de su hijo.” La señora Alving dijo, “¡Oh, el ideal! ¡Si no fuera yo tan cobarde!” Manders le dijo, “Usted misma con sus cartas no ha hecho otra cosa sino reforzar ese ideal…” La señora Alving dijo, “Sí, tiene razón. Siempre fui esclava del deber y los miramientos. ¡Hay como un mundo de espectros que me rodea de lo que estoy segura, nunca llegare a desprenderme!”
     Manders se sobresaltó, y dijo, “¿Qué dice usted?” La señora Alving explicó, “Al oír reír a Regina y a Osvaldo, fue como si el pasado hubiera surgido de nuevo ante mi…” Manders dijo, “Seguramente la hacen decir eso, las lecturas que acostumbra.” La señora Alving dijo, “No es eso, han sido muchísimos años de soledad y reflexión. Mi alma cambió desde el día en que usted me obligó a volver con mi esposo. Ese fue su crimen contra mi…” Manders le dijo, “¡Nunca nos entenderemos usted y yo!” La señora Alving dijo, “En todo caso, no nos comprendemos ya. Pero Regina no puede permanecer más en ésta casa.”
     Manders dijo, “¿No cree usted que lo mejor sería casarla?” En ese instante, alguien tocó la puerta. La señora Alving dijo, “¿Quién puede ser? ¡Adelante!” Un hombre entró, y dijo, “Perdonen ustedes la interrupción, pero yo…” La señora Alving dijo, “¡Oh, oh!¿Qué desea Engstrand?” Jacobo Engstrand dijo, “Quisiera hablar un momento con el señor pastor.” Manders dijo, “¿Conmigo?” Jacobo dijo, “Allá es la hora de la paga. Los trabajadores y yo pensamos que haríamos bien, si terminamos con una reunión religiosa.” Manders dijo, “¿En el asilo?” Jacobo dijo, “Algunas noches yo mismo organice reuniones piadosas, pero ahora…”
     Manders dijo, “¿Y usted piensa que tiene la conciencia limpia y tranquila?” Jacobo dijo, “¡Que Dios me perdone! No vale la pena hablar de mi conciencia, señor pastor.” Manders le dijo, “Sé todo acerca de Regina.” La señora Alving dijo, “¡Pastor Manders!” Jacobo dijo, “¿Le ha sucedido alguna desgracia a Regina?” Manders dijo, “Me refiero a la situación de usted con Regina. ¿Así que usted no es su padre?”Jacobo dijo, “¡Oh! Usted conoce bien lo que ocurrió entre la difunta Juana y yo…” Manders dijo, “Ella se lo reveló todo a la señora Alving, antes de dejar su servicio.” Jacobo dijo, “¿Qué ella…? ¿De veras lo hizo? Ella que había jurado…”
     El pastor Manders le dijo, “¿Así que usted me ha engañado a mí, de quien tantos favores ha recibido?” Jacobo dijo, “¿No es deber cristiano, señor pastor, levantar a la criatura que tiene la desgracia de caer?” Manders dijo, “Así es.” Jacobo dijo, “¿No debe, un hombre mantener su palaba de honor?” Manders dijo, “Sí, también pero…” Jacobo dijo, “Después de su desgracia con el inglés, Juana volvió a la ciudad. Ella me había rechazado varias veces por mi cojera, que usted ya sabe a qué se debió…” Manders dijo, “Sí, al tratar de apartar unos marinos ebrios.” Jacobo dijo, “Bien, Juana llegó a confirmarse a mí, con gran llanto y me partían el alma sus lamentaciones. Lo que vi ante mí fue una mujer caída ante el mundo, y yo, Jacobo Engstrand, la elevé y me casé con ella.”
     Manders dijo, “Todo lo que ha dicho me parece digno, pero lo que no apruebo, es que lo hiciera todo por dinero.” Jacobo dijo, “¿Dinero? ¡Ni un cuarto!” Manders dijo, “Pero…” Jacobo dijo, “Oh, sí, ahora recuerdo que Juana tenía poco dinero, que yo mismo le propuse le arrojara al americano ese, pero ya se había marchado…Entonces decidimos que ese dinero fuera para la educación de la niña.” Manders dijo, “Así, las cosas son diferentes.” Jacobo dijo, “¡He sido un padre amoroso y viví en amor con la difunta como Dios manda! Ahora soy un pobre hombre enfermo…” Manders extendió su mano y dijo, “Deme su mano, Jacobo, y si algo le puedo ayudar…”
     Jacobo dijo, “A propósito, tengo unos ahorros con los que pienso fundar un refugio para marinos en la ciudad.” La señora Alving dijo, “¡Mira!” Jacobo dijo, “Ya ve usted que a los hombres de mar les asaltan toda clase de tentaciones al pisar tierra. Ese refugio será vigilado como por un padre.” Manders le dijo, “Me parece muy buena idea.” Jacobo dijo, “Bien sabe Dios que no dispongo de mucho dinero, y si me encontrára una mano protectora que me ayudara…” Manders dijo, “Ya veremos, pensaremos en un proyecto. Ahora vaya a sus asuntos, yo lo alcanzaré después.” Mientras Jacobo se retiraba, Manders dijo, “Es un hombre bueno. Ya ve usted que nos equivocamos al juzgarlo.” La señora Alving dijo, “Usted es, y seguirá siendo un ingenuo, Manders.” Manders le dijo, “Hasta la vista señora Alving.” La señora Alving le dijo, “Adiós, señor pastor.”
     Cuando la señora Alving regresó al comedor, encontró a Osvaldo fumando, y dijo, “¡Osvaldo! ¿Todavía estas en la mesa?” Osvaldo dijo, “Quería acabar el cigarro.” Su madre le dijo, “Pensé que habías ido a dar un paseo.” Osvaldo dijo, “¿Con este tiempo?” Enseguida, la mujer notó que estaba bebiendo y le dijo, “Querido hijo. Debes tener cuidado con este licor. Es muy fuerte.” Osvaldo dijo, “Es bueno contra la humedad. Además, aquí no se puede hacer otra cosa. Prefiero estar junto a mamita.” Su madre dijo, “¡Querido hijo!” Osvaldo le dijo, “¿De veras estas feliz de tenerme a tu lado?” La mujer puso sus manos en sus hombros y le dijo, “Sí, es una gran felicidad para mí.” Osvaldo le dijo, “Madre, tengo que confesarte algo terrible que ya no puedo seguir ocultando.” La señora Alving dijo, “Me asustas hijo.”
     Osvaldo dijo, “Tengo algo terrible que no es precisamente una enfermedad: tengo el cerebro destrozado, y ya no podre trabajar jamás.” Su madre le dijo, “¡Osvaldo!¡Eso no es verdad!” Osvaldo se llevó su mano a la cara y dijo, “¡No podré trabajar ya nunca!¡Tendré que ser como un muerto!” Ella le dijo, “Es solamente el exceso de trabajo…” Osvaldo le dijo, “No madre. No es eso…padezco terribles y violentos dolores de cabeza…” Su madre le dijo, “¡Hijo mío!” Osvaldo comenzó a llorar, y dijo, “Aunque lo inténto, no puedo trabajar…y ya visité a uno de los mejores médicos de París…” Su madre dijo, “¿Qué te diagnosticó?” Osvaldo dijo, “Me dijo algo incoherente: ‘Los pecados de los padres caen sobre los hijos.’” La señora Alving dijo, “¡Los pecados de los padres!”
     Osvaldo le dijo, “Quise abofetearlo porque era insistente, hasta que le traduje los párrafos de tus cartas en los que me hablas de mi padre…” La mujer dijo, “¿Entonces?” Osvaldo le dijo, “Entonces reconoció que se había equivocado y que…la culpa era mía. ¡Que se debía a mis excesos de juventud!” Su madre le dijo, “¡No lo creas, Osvaldo!” Osvaldo se desmoronó en el sofá, y dijo, “¡Estoy perdido para siempre! ¡Y la pena que te cáuso, madre!” Su madre le dijo, “No digas eso, ¡Eres lo que más quiero en el mundo!” Osvaldo le dijo, “¡Oh mamá, eres tan comprensiva! No hablemos más de esto, no puedo pensar en ello por mucho tiempo…dame algo de beber.” Su madre le dijo, “¿Beber a estas horas?” 
     Osvaldo le dijo, “Cualquier cosa, ¿Tiene ponche frio en casa?” Su madre le dijo, “Sí, pero querido Osvaldo…” Osvaldo le dijo, “Anda mamá, necesito algo para ahogar los sentimientos que me atormentan…además, ésta lluvias no cesa.” Su madre le dijo, “¿No pensarás marcharte?” En ese momento llegó Regina, diciendo, “¿Me llamó la señora?” la señora Alving dijo, “Regina…tráeme una botella de champagne.” Osvaldo abrazó a su madre y dijo, “Ya sabía que mamita no dejaría a su hijo con sed.” Su madre le dijo, “¡Oh, hijo!¿Cómo puedo negarte algo ahora?” Osvaldo le dijo, “¿Verdad mamá que no vas a negarme nada?” Ella le dijo, “Nada hijo. Pero, ¿Qué es lo que habría de negarte?”
     Regina llegó con una charola y dijo, “¿Hay que descorchar?” Osvaldo dijo, “Gracias Regina, yo mismo lo haré.” Enseguida, mientras se retiraba Regina, Osvaldo dijo, “Oye mamá, ¿No te parece realmente hermosa Regina?” Su madre le dijo, “¿Lo has notado? A Regina la recogí en casa, y sé que tiene grandes y numerosos defectos.” Osvaldo dijo, “¿Pero no es hermosa?” Su madre le dijo, “Si lo es, pero yo soy responsable de sus actos.” Osvaldo le dijo, “¿Sabes mamá? Regina es mi única salvación.” La señora Alving le dijo, “¿Qué quieres decir?” Osvaldo dijo, “No puedo seguir solo soportando éste tormento. Necesito irme lejos de aquí…con ella.” Pero la señora Alving dijo, “Soy tu madre y yo puedo ayudarte.”
    Osvaldo dijo, “Es que no es tan solo la enfermedad…son estos remordimientos, y además, esta gran angustia moral. ¿Esta espantosa angustia!” La señora Alving dijo, “¿De qué angustia hablas?” Osvaldo dijo, “No sé, no puedo describirla.” Regina llegó y dijo, “¿Se le ofrece algo a la señora?” La señora Alving dijo, “Regina, trae otra botella de champagne, mi hijo debe estar feliz.” Osvaldo dijo, “¡Que joven y santa es! Quiere ir a Paris, y yo prometí llevarla.” La señora Alving dijo, “¿Cómo?” Osvaldo dijo, “Desde que llegué y la vi, supe que ella era mi salvación…” Osvaldo dijo, “Siéntese por favor, Regina.” Regina dijo, “¿Cómo?” Regina agregó, “¿Consiente la señora? ¿Está de acuerdo?”
     La señora Alving dijo, “Puedes sentarte, Regina.” Osvaldo se sirvió una copa y dijo, “¡Brindemos por la alegría de vivir! Esa alegría que se vive en otros lugares, y que en este país gris, nuca conocerán. En otros países siempre brilla el sol, y la gente es feliz por el hecho de estar viva…trabajar es un gusto. Me da miedo quedarme aquí.” La señora Alving dijo, “Hijo…hace un momento mientras hablabas, se me aclararon muchas cosas. Ahora ya puedo hablar…” Osvaldo dijo, “Madre, no te comprendo.” Regina dijo, “¿Debo salir, acaso…?” La señora Alving dijo, “No, puedes quedarte, tú también tienes que saberlo.” En ese momento, Manders llegó, “Vengo feliz…acabo de tener una reunión de esas que alegran el alma.” La señora Alving dijo, "Nosotros también.” Después de una pausa, la señora Alving dijo, “Teno la intención de hablar con claridad de unos asuntos con Osvaldo.” Entonces Regina dijo, “¡Señora Alving!¡Señora!¿hay mucha gente allá afuera que grita!” Osvaldo se acercó a la ventana y dijo, “¿Qué pasa?” Regina, quien miraba desde la ventana dijo, “¡Se está incendiando el asilo!” La señora Alving dijo, “¡Mi abrigo Regina! Todo está ardiendo.” Manders dijo, “¡Es espantoso! Señora Alving, es el castigo que cae en este lugar de perdición.”

     Horas después, cuando la noche cayó, la señora Alving llegó a casa, y dijo a Regina, “Todo se ha incendiado. Iré a ver a Osvaldo que no quiere regresar a casa.” Ambas se fueron rumbo al asilo, y cuando llegaron vieron que Manders y Jacobo estaban discutiendo. Manders decía, “¿Me persigue hasta aquí, Jacobo?” Jacobo le dijo, “¡Sí, aunque Dios me castigue! Yo lo vi claramente, señor pastor. Usted despaviló una vela con los dedos, y después arrojó la mecha encendida en la viruta.” Manders le dijo, “Es muy grave su acusación…”
     Jacobo le dijo, “Sí, y usted sabía que el asilo no estaba asegurado.” La señora Alving se acercó, y detuvo la discusión, diciendo, “Osvaldo no quiere apartarse de los escombros.” Manders volteó y dijo, “¡Qué desgracia, señora Alving!” La señora Alving se dirigió a Jacobo y dijo, “Pienso que fue lo mejor. No hubiera resultado nada bueno esto.” Jacobo dijo, “Señora Alving, me despido en este momento, con su permiso.” Cuando Jacobo había avanzado algunos pasos, alejándose, volteó y dijo, “Adiós hija mía. Ya sabes dónde encontrarme. Ahora ya cuento con un bienhechor generoso, ¿Verdad pastor Manders?” La señora Alving dejó escapar una expresión de asombro y dijo, “¿Qué ha dicho?”
     Jacobo agregó, “¡La casa de los marinos se llamará: ¡Asilo del Chambelán Alving,’ y seguramente será digno del difunto.” Manders dijo, “Un hombre singular, Jacobo.” Cuando Jacobo se retiró, Manders dijo, “Yo también me despido, señora Alving, he vivido la peor de mis noches. Regresaré a la ciudad en el primer vapor, mañana…” La señora Alving le dijo, “Hágame el favor de llevarse todos estos papeles, y encargarse de todos los tramites.” Mientras caminaban de regreso a casa, Manders dijo, “La caja de ahorros podría emplearse para algo provechoso para la ciudad.” La señora Alving dijo, “Usted hará lo que guste. Todo eso es indiferente para mí.”

     Cuando Osvaldo llegó a casa, la señora Alving dijo, “Regina, trae por favor una toalla. ¿Estas enfermo, hijo?” Osvaldo dijo, “¡Cierren todas las puertas!¡Esta angustia mortal!” Osvaldo se sentó en el sofá. Mientras su madre lo secaba con una toalla. Osvaldo dijo, “También es necesario que Regina esté cerca de mí. ¿Verdad Regina, que tú me ayudarás?” Regina dijo, “No comprendo.” La señora Alving dijo, “Ven Regina, siéntate junto a nosotros. Hijo, voy a quitarte el peso que angustia tu espíritu.” Osvaldo dijo, “¿Tú mamá?”
     La señora Alving le dijo, “Hace un momento tú hablabas de la alegría de vivir…tu padre era un simple teniente, era la alegría personificada.” Osvaldo dijo, “Lo sé.” La señora Alving continuó, “Al poco tiempo, en lugar de encontrar compañeros que comprendieran esa alegría, solo encontró compañeros de ociosidad y orgia.” Osvaldo dejó escapara una expresión de asombro y dijo, “¡Mamá!” La señora Alving continuó, “Tal vez yo no supe comprenderlo, educada como estaba en solo cumplir deberes…” Osvaldo le dijo, “¿Por qué no me hablaste nunca de ello en tus cartas?” La señora Alving le dijo, “Nunca pensé confesártelo. Además…hay otra cosa…Regina también es hija de tu padre.” Regina dijo, “¿Yo? No puede ser…” La señora Alving le dijo, “Ahora ya lo sabes.”
    Regina se levantó y dijo, “¿Me permite marcharme inmediatamente?” La señora Alving le dijo, “Eres libre, ¿Pero de verdad quieres marcharte?” Regina dijo, “Alcanzaré en el vapor al pastor. Manders. Tal vez termine en el asilo para marinos del Chambelán Alving, mi padre.” La señora Alving dijo, “Si alguna vez necesitas un hogar, ven aquí.” Osvaldo se sentó, y dijo, “Es curioso. Nunca conocí nada de mi padre. Y mi único recuerdo es el de la vez que me hizo vomitar.” La señora Alving dijo, “¡Hijo!” Osvaldo dijo, “Eso de querer a un padre, sin importar lo que éste haya sido, no es más que un prejuicio.” La señora Alving exclamó, “¡LOS ESPECTROS!”
     Tras una pausa, la señora Alving dijo, “Osvaldo…Yo soy muy feliz si tú estás en casa…” Osvaldo dijo, “Pero ésta angustia…solo Regina hubiera podido ayudarme…¿Qué tan avanzada va la noche, mamá?” La señora Alving se asomó a la ventana y dijo, “Ya dentro de poco, podrás ver el sol.” Osvaldo dijo, “Ahora vamos a hablar, cuando el sol haya salido, tú ya lo sabrás todo, madre.” Los dos se sentaron en el sofá. Osvaldo dijo, “¿Recuerdas que ésta noche dijiste que no habría nada en el mundo que tú no hicieras por mí?” La señora Alving dijo, “Aún sigo pensando lo mismo.” Osvaldo dijo, “Aunque sé que eres muy fuerte, quiero que me escuches y que no grites al escuchar lo que te diré.” La señora Alving dijo, “Lo prometo.” Osvaldo dijo, señalando a su mente, “Mi enfermedad que si es hereditaria, está aquí.” Su madre dijo, “¡Osvaldo!”
     Osvaldo dijo, “No grites…está ahí esperando. Ya tuve el primer ataque, por eso es que corrí junto a ti, enloquecido por la angustia…” La señora Alving dijo, “¡Eso no puede ser!” Osvaldo dijo, “¡Es un horror indecible, ojalá se tratara de una enfermedad ordinaria, pero puedo quedar como fardo por muchos años…inútil.” Osvaldo se levantó, y dijo, “¡Y me has quitado a Regina! Ella me hubiera ayudado.” La señora Alving dijo, “¿Qué quieres decir, hijo?” Osvaldo le dijo, en tono de desesperación, “El médico me dijo que si se repetía, ya no habrá esperanza alguna. ¿Ves esto?” Osvaldo mostró un frasco, y su madre le dijo, “¿Qué es esto?” Osvaldo dijo, “Morfina.” Su madre exclamó, “¡Osvaldo, hijo mío!”
     La mujer intentó arrebatárselo y dijo, “¡Dame eso Osvaldo!” Osvaldo dijo, “¡Aún no madre! Si estuviera Regina, le explicaría la situación. Estoy seguro que ella no me negaría el último servicio. Ella no lo hubiera dudado mucho tiempo. Tiene un corazón adorablemente ligero, y fácilmente se hubiera liberado de un enfermo como yo.” Su madre le dio la espalda y le dijo, enojada, “¡Qué bueno que se fue!” Osvaldo dijo, con una mirada de odio, “Pero ahora eres tú la que me tiene que socorrer.” La señora Alving se asustó, y gritó, “¡Osvaldo, hijo! ¡Auxilio, auxilio!” Osvaldo se puso en la puerta y dijo, “¡De aquí no sale ni entra nadie! Eres mi madre y no puedes dejarme con ésta angustia.” La señora Alving dijo, asustada, “¡Osvaldo…Osvaldo…hijo mío!” Osvaldo dijo, “¿Estás de acuerdo?”
     La señora Alving le dijo, “Si fuera necesario, pero no lo será. ¡Ya lo veras, hijo!” Osvaldo dijo, “Esperémoslo así, y vivamos juntos el tiempo que nos sea posible.” A continuación, la señora Alving le dijo, “¿Te encuentras mejor?” Osvaldo se sentó en el sillón y dijo, “Sí.” Su madre le dijo, “No fue más que…un terrible juego de tu imaginación…hoy vamos a tener un sol espléndido, te va a encantar.” Entonces Osvaldo le dijo, “Madre, dame el sol.” Su madre se asustó, y dijo, “¿Qué dices?” Osvaldo reclamó, “¡El sol! ¡El sol!” Su madre se arrodilló frente a él, y le dijo, “Osvaldo, ¿Qué tienes? ¡Osvaldo! ¡Mírame! ¿No me reconoces?” Su madre juntó sus manos en desesperación, diciendo, “¡No puedo, no puedo! ¡Nunca!¡Sí!¡No, no!”

    Tomado de Novelas Inmortales. Año XV. No. 747. Marzo 11 de 1992. Guión: Jose Luis de los Santos. Segunda Adaptación: José Escobar.                                                 

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