Club de Pensadores Universales

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martes, 1 de noviembre de 2022

El Mantón Negro, de Luigi Pirandello

    Luigi Pirandello nació en Agrigento, el 28 de junio de 1867 y murió en Roma, el 10 de diciembre de 1936, a la edad de 69 años. Pirandello fue un reconocido dramaturgonovelista y escritor de relatos cortos italiano, ganador en 1934 del Premio Nobel de Literatura.

Pirandello estaba convencido de que, de la vida, nada se concluye, ya que en ella no se puede encontrar ninguna verdad absoluta. Era un relativista total. Según Pirandello, cualquier intento del hombre, de cristalizar el fluir de la vida en una forma para sí mismo, lo llevará necesariamente a fallar, porque tenemos muchas formas para los demás y, en realidad, no somos ninguno, tal como lo expresa en su obra, “Uno, Ninguno, Cienmil.” De hecho, hablaba del hombre como una pequeña linterna que solo consigue iluminar lo que se encuentra a su alrededor y que, de vez en cuando, se encuentra debajo de unas grandes farolas, o sea, las grandes ideologías de la historia, como el cristianismo, pero, aunque sean más grandes, su luz se queda siempre relativa al tiempo y al espacio: nada es para siempre.

Biografía

    Pirandello nació el 28 de junio de 1867, en Villaseta de Càvusu, llamada actualmente Xaos, en todo caso la etimología de tal lugar, según el mismo Pirandello, derivaría de la palabra griega Kaos. En el siglo XX, Càvusu/Xaos, se ha transformado en una "contrada" o suburbio de la ciudad siciliana de Agrigento, motivo por el que es frecuente que en muchos textos se dé como lugar de nacimiento la ciudad de Agrigento, e incluso la ciudad vecina de Porto Empedocle.

     Luigi Pirandello era hijo de Caterina Ricci-Gramitto, y de Stefano Pirandello, comerciante garibaldino de clase media, pero de ascendencia ilustre, inversor en la industria del sulfuro. Tanto los Pirandello como los Ricci-Gramitto, eran fuertemente antiborbónicos, y participaban activamente en el movimiento "Il Risorgimento", destinado a la unificación democrática de Italia. Stefano llegó a participar en la famosa aventura de, Los Mil, siguiendo a Garibaldi a la batalla de Aspromonte, mientras Caterina, que apenas contaba con trece años, debió emigrar junto con su padre a Malta, donde había sido enviado al exilio por la monarquía borbónica reinante.

     De los sentimientos de decepción que sus padres, especialmente Caterina, acuñaron tras el establecimiento de la unificación, y su posterior y traumática realidad, Pirandello extraería buena parte de la atmósfera emocional que caracterizaría sus escritos, especialmente la novela, Los Viejos y los Jóvenes. Es también posible que la sensación de traición y resentimiento, inculcara en el joven Luigi, la desproporción entre ideales y realidad, que subraya en su ensayo, L'Umorismo o, "El Humorismo".

     Como muchos niños acomodados de la época, Pirandello tuvo la enseñanza primaria en su propio hogar. Quedó fascinado por las fábulas y leyendas de tono mágico que su tutora, Maria Stella, solía narrarle. A la precoz edad de doce años, escribió su primera tragedia. A insistencia de su padre, se inscribió en una escuela técnica, educación que complementó con el estudio de humanidades en el gimnasio, por las que sentía mucha mayor afinidad.

     Su infancia transcurrió entre Girgenti, actual Agrigento, cambiado por Mussolini, y Porto Empedocle, a orillas del mar. Luego de ser víctimas de maniobras fraudulentas, la familia se trasladó a Palermo, en 1880. Fue en Palermo donde Pirandello terminó el liceo, se enfrascó en la lectura de poesía italiana del siglo XIX, especialmente de escritores como, Giosuè Carducci, y Graf, empezó a escribir sus primeros poemas, y se enamoró de su prima, Lina. Durante este período, comienzan los primeros signos del serio contraste que lo separaría de su padre, cuando Luigi encontró cierta correspondencia que insinuaba la existencia de una relación extramarital por parte de Stefano. El joven Pirandello empezó a acercarse emocionalmente a su madre, relación que se transformaría en una verdadera veneración que tendría su punto cumbre, tras la muerte de Caterina, en las hondas páginas de la novela, Colloqui con i personaggi, de 1915.

    Su amor por su prima, inicialmente visto con desagrado, fue de pronto tomado con gran seriedad por la familia de Lina, que demandó que Luigi abandonara sus estudios, para dedicarse de lleno a la administración de las inversiones familiares en el negocio del azufre, a fin de que los jóvenes pudieran casarse prontamente. En 1886, durante unas vacaciones, Luigi visitó las minas de azufre de Porto Empedocle, y comenzó a trabajar con su padre: esta experiencia resultó esencial para su obra, y sus impresiones se reflejarían en relatos como Il FumoCiàula scopre la LunaLos Viejos y los Jóvenes.

Trayectoria

     El casamiento, que parecía inminente, fue pospuesto, y Pirandello se inscribió en la Universidad de Palermo, en los departamentos de Leyes y Letras. En el campus de la universidad Pirandello cultivó la amistad de jóvenes ideólogos como Enrico La LoggiaGiuseppe De Felice Giuffrida, y Francesco De Luca.

     De allí pasó en 1887, a la Universidad de Roma, donde protagonizó un serio incidente con un profesor, por lo que se vio obligado a abandonar la Casa de Estudios. Se trasladó a Bonn, donde se doctoró el 21 de marzo de 1891, con una tesis en alemán que versa sobre la lengua siciliana. Al poco tiempo, regresó a Italia.

    El 27 de enero de 1894, en Girgenti, contrae matrimonio con María Antonietta Portulano. Ese mismo año publicó su primer libro de relatosAmores sin amor.

     Desde 1897, Pirandello enseñó literatura italiana, en el Instituto Superior de Magisterio. Un cataclismo provoca daños irreparables en la mina de azufre, en la que su padre tenía invertidos sus bienes, y la dote de Maria Antonietta, lo que le causó graves dificultades económicas, y una fuerte depresión. Publicó en 1904, su novela, El difunto Matías Pascal, posiblemente basada en esa traumática experiencia, que se constituyó en un enorme éxito, siendo traducida rápidamente a varios idiomas.

    Su acercamiento al partido fascista, en los años veinte, fue un hecho extraño, aunque no puede desligarse de su proximidad a cierta vanguardia italiana. Pero pidió la entrada directamente a Mussolini, tras el asesinato de Giacomo Matteotti en 1924, y apoyó al mandatario por ese hecho. Todo ello causó un gran desazón entre sus lectores, y en la ciudadanía italiana sojuzgada; para algunos fue el suyo un modo de ir contra la corriente intelectual, pero lo cierto es que, el Régimen le nombró a continuación presidente de la Academia Italiana recién fundada, lo cual, eso sí, más bien lo alejó de esa compañía política. Y si bien logró tanto el premio Nobel en 1934, como el reconocimiento de su valor como novelista y autor teatral, ese gesto de 1924, no ha dejado de empañar su imagen. Queda el recuerdo de su individualismo a ultranza, de su encierro ascético en una humilde caja, de su original literatura, especialmente de los relatos, y las piezas teatrales.

Obras Principales

El Difunto Matias Pascal (1904).

Seis Personajes en Busca de Autor. (1920).

Enrique IV (1922).

Uno Ninguno Cienmil (1936)

El Humorismo (1908)

El Hombre la Bestia y la Virtud (1919)

(Wikipedia en Español)

El Mantón Negro

de Luigi Pirandello

     Año de 1910, en el cementerio de una pequeña ciudad italiana, una mujer lloraba junto a un niño, mientras ambos veían como la tierra caía sobre un ataúd. La mujer pensó, “¡Ah, gran pesar nos ha invadido!” Eleonora Baldi, con los ojos enrojecidos observaba como la tierra cubría el ataúd de su padre. Permanecía apoyada en su pequeño hermano Jorge, como si quisiera que el niño le diera las fuerzas que sentía la abandonaban. Terminada la triste ceremonia, uno a uno fue abandonando el lugar santo. Y el silencio regresó al lugar donde tan solo se quedaban los muertos. Poco después, ya en casa, doña Elisa dialogaba con Eleonora. “Eleonora, ¿Qué va a ser de ustedes ahora? Tú tan jovencita y quedar con la responsabilidad de Jorgito.” Eleonor le dijo, “Saldré adelante, doña Elisa. Se lo prometí a mi padre.”

     Doña Elisa le dijo, “Criatura, no es tan fácil. ¿No tienes parientes que los protejan?” Eleonora le dijo, “Solo unos primos lejanos de mi madre, a quien desde que ella murió, no volvimos a ver.” Doña Elisa le dijo, “¿Y si los buscaras?” Eleonora dijo, “No, yo puedo cuidar y educar a mi hermano. Mi padre tenía algunos ahorros y la casa es nuestra. Además, pienso trabajar.” Doña Elisa dijo, “Pero, ¿En qué?” Eleonor dijo, “Daré clases de música. Gracias a Dios, sé tocar el piano y cantar.”
     Doña Elisa dijo, “Sí. Tu padre trató de educarte como a una princesa. Seguro no te faltarán alumnos…” Tras una pausa, doña Elisa dijo, “Yo, por mi parte, hablaré con mis amigas para que te envíen a sus hijas.” Eleonor dijo, “Gracias, doña Elisa. Aún le falta mucho a Jorgito para salir del colegio y quiero que estudie una carrera.” Eleonor agregó, “Por suerte tengo a Gesa. Al verme tan afligida, me ha jurado jamás separarse de mi lado.” Doña Elisa dijo, “¡Cómo lo iba a hacer, si te crió! Ya quisiera yo tener alguna servidora como ella…”

     Y bien lo sabía Eleonora, pues Eleonora atendía al niño Jorge como si fuera su hijo. Mientras lo arreglaba para ir a la escuela, Eleonora decía, “Jorge, estudia y sé un buen niño. Recuerda que papá y mamá desde el cielo te miran.” Jorge le dijo, “Siempre estudio y por eso soy el primero de la clase…¿Puedo traer a Carlos a comer?” Eleonora le dijo, “Claro que sí. Pobrecito, me da pena verlo tan delgado, tan triste.” Jorge le dijo, “Es que su tío no lo quiere, siempre le dice que es una carga para él.” Eleonora le dijo, “Y es un niño tan bueno, tan estudioso como tú.” Jorge dijo, “Es mi mejor amigo, y siempre nos disputamos el primer lugar.”

     Jorge y Carlos eran inseparables desde que ambos recordaban. Por estar sus casas en la misma cuadra, iban y venían juntos del colegio y compartían los juegos. A ambos les agradaba estudiar, y hacían sus tareas juntos, ayudándose mutuamente. Eleonora trataba a Carlos con tanto cariño como a Jorge. Un día, Eleonora entregó a cada uno una cajita de regalo, mientras estos hacían la tarea, diciendo, “Tomen, es un regalo para cada uno por sus buenas notas.” Carlos dijo, “¡Gracias Eleonora!” y Jorge dijo, “¡Gracias hermana!” Eleonora les dijo, “Estoy orgullosa de ustedes. Son los mejores alumnos de la escuela.” Mientras abrían sus regalos, Carlos dijo, “Yo voy a ser doctor. Por eso tengo que estudiar mucho.” Por su parte, Jorge dijo, “Yo seré abogado. Un día llegaré a ser juez.” Carlos dijo, “Ambos seremos famosos, unos profesionistas importantes.” Jorge dijo, “Y entonces ya no tendrás que trabajar, hermana. Yo lo haré por ti.” Eleonora dijo, “No te preocupes, Jorgito. Me agrada dar clases. Además, sé muy bien administrar lo que nos dejó papá.”

     Los niños crecieron, y Carlos cada día pasaba más tiempo en cada de los Baldi. Y un día, Eleonora le dijo, “¿Qué te sucede, Carlos? Te nóto triste.” Carlos le dijo, “Es que mi tío dice que y no debo estudiar, que tengo que ponerme a trabajar.” Eleonora le dijo, “Pero no es posible, tu eres muy inteligente y no sería justo que te quedáras sin educación.” Jorgito dijo, “Eleonora, habla con su tío, no permitas que lo sáque del colegio.” Al día siguiente, Eleonora fue a hablar con su tío, quien le dijo, “Señorita, yo hago lo que puedo, pero no soy rico como para que Carlos continúe en la escuela.” Eleonora le dijo, “El niño es tan responsable, tan inteligente, merece continuar sus estudios.” El tío le dijo, “Ya cumplí con darle casa y comida. Yo tengo una familia que mantener y Carlos es una boca más. Mi hermano no le dejo un centavo. Asi que es hora de que empiece a ganarse la vista.”
     Eleonora dijo, “Solo tiene 15 años.” El tío dijo, “¿Y qué? Yo con menos empecé a trabajar. Nunca fui a la escuela y ya ve, me mantengo perfectamente.” Eleonora dijo, “Pero eso no justifica que se le niegue a Carlos la posibilidad de ser alguien en la vida.” El tío se enojó, y dijo, “¡Carlos irá a trabajar! No seguiré gastando mi dinero en libros y esas tonterías.” Eleonora dijo, “Señor, D’Andres, ¿Permitiría que Carlos continúe sus estudios si yo me hago cargo de él?” El señor D’Andres dijo enojado, “¿Usted?¿Y por qué?” Eleonora dijo, “Porque es un niño muy inteligente, sueña con ser médico y estoy segura que sería uno muy excelente.” Eleonora agregó, “Además, él y mi hermano son grandes amigos. Siempre han ido juntos a la escuela.” El señor D’Andres dijo, “¡Pero señorita, que yo sepa usted no es rica! ¿Se da cuenta de lo que eso le costaría?” Hubo una pausa. D’Andres agregó, “Porque sepa que no podrá pedirme un centavo.” Eleonora le dijo, “No tendrá que darlo, se lo aseguro. Yo me ocupare de todas las necesidades de Carlos.” D’Andres dijo, “Está bien…usted puede hacer con su dinero lo que quiera…” Eleonora le dijo, “No se preocupe. Estará bien empleado.”

     Desde ese día, la joven no solo fue una madre para Jorge, sino también para Carlos. Un día la visitó una vecina, Doña María, quien le dijo, “Eleonora, me enteré que has tomado la responsabilidad de educar a Carlos D’Andrés.” Eleonora le dijo, “Solo trato de ayudar a ese niño, que mucho se lo merece.” Doña María se preocupó y exclamó, “¡Pero niña…!” Eleonora le dijo, “Gano bastante con mis clases y además, cuento con lo que me dejó mi padre.” Eleonora agregó, “Es increíble pero cada día tengo más alumnos, todos se han portado muy bien conmigo y me envían a sus hijos.” Doña María le dijo, “Te lo mereces sobradamente. Por mi parte no dejo de hablar maravillas de ti.” Eleonora le dijo, “Mucho se lo agradezco. Usted siempre ha sido muy amable conmigo.” Doña María le dijo, “Y como no, si fui tan amiga de tu madre, que en paz descanse.” Hubo una pausa, y enseguida Doña María dijo, “Eleonora, al enterarme de los que estás haciendo, me ha entrado una gran preocupación.”
  Eleonora dijo, “¿Sobre qué, Doña María?” Doña María le dijo, “Ya tienes 23 años. ¿No has pensado en casarte? No es justo que siendo tan hermosa, no…” Eleonora le dijo, “Por favor…yo tengo una responsabilidad que cumplir. Mi hermano es lo primero para mí.” Doña María le dijo, “Hija, eso es muy loable, pero él algún día formará un hogar y te dejará sola.” Eleonora le dijo, “Si asi sucede, será la voluntad de Dios.” Doña María dijo, “Supe que el hijo del boticario te estuvo pretendiendo, y que ahora lo hace el arquitecto Martoni.” Eleonora bajó la mirada, y dijo, “Bueno, sí, pero yo no tengo tiempo para nada que no sean, Jorge y Carlos. Los pretendientes desean que yo salga, que los acompáñe a pasear, y yo debo ocuparme de mis clases, de la casa. Ahora no puedo pensar en esas cosas. Aún hay tiempo…soy joven.” Doña María le dijo, “Eleonora, la juventud es corta y no regresa, piénsalo.”

    Efectivamente, el tiempo parecía volar, y los niños pronto se transformaron en jóvenes. Un día, Eleonora recibió la visita de un caballero, a quien recibió, diciendo, “¡Enrico!¡Qué sorpresa, no esperaba su visita!” Enrico dijo, “Perdone que me presente asi, pero deseo hablarle.” La joven lo hizo pasar, y Enrico dijo, “Eleonora, en muchas ocasiones le he demostrado lo mucho que me agrada, y me atrevo a pensar que no le soy indiferente! Soy un hombre con una posición económica desahogada. Vivo solo, y quiero pedirle que sea mi esposa.” Eleonora le dijo, “Enrico, no esperaba esto…” Enrico le dijo, “Ambos nos conocemos, nos hemos tratado y estoy seguro que podremos ser felices la verdad…yo la amo.” Eleonora le dijo, “Enrico, yo…es verdad, usted me simpatiza mucho…” Enrico dijo, “Entonces, ¿Puedo esperar ser aceptado?” Eleonora le dijo, “¿Olvida que yo tengo una responsabilidad que cumplir? Que mi hermano…”
     Enrico le dijo, “Eso no es problema. Éste año termina el colegio, y puede valerse por sí mismo. Entre tanto, puede vivir con nosotros, luego hará su vida…” Eleonora le dijo, “Enrico, quiero que mi hermano vaya a la universidad. Él será abogado. Además, no es solo él. También está Carlos D’Andrés, de quien también soy responsable.” Enrico se aletró, y dijo, “¡Eleonora, no pretenderá también dar una profesión a ese muchacho!” Eleonora le dijo, “Asi es. Carlos desea más que nada en el mundo, ser médico.” Enrico dijo, “¡Eso es una locura! Que se sacrifique por su hermano, puedo entenderlo, pero por un desconocido…” Eleonora dijo, “Carlos es como un hermano para Jorge, y yo no hago ningun sacrificio, solo cumplo con mi deber.” Enrico dijo, “Entonces, ¿Prefiere seguir dedicada a ellos que casarse conmigo?” Eleonora dijo, “Sí, porque si el precio es dejar a los muchachos a su suerte, entonces no me caso.”
     Enrico dijo, “Entienda, ellos deben luchar por conseguir lo que desean, y no usted trabajar para dárselos, sacrificando su…” Eleonora no lo dejó terminar, e interrumpiéndolo le dijo, “¡Ya le he dicho que no es ningún sacrificio! Es mejor que nos despidamos, Enrico.” Enrico dijo, “Como usted quiera. Ojalá y nunca tenga que arrepentirse por haberles dedicado su vida, y no haber pensado en usted.” Cuando Enrico salía, saludó a ambos jóvenes quienes venían de la escuela. Enrico dijo, “¡Buenas tardes!” Ambos jóvenes contestaron el saludo, “¡Buenas tardes!” Pero lo hicieron con un tono de admiración.

     Cuando los dos jóvenes entraron a casa, Jorge se dirigió a su hermana, y le dijo, “¿Qué hacia ese hombre en nuestra casa?” Eleonora le dijo, “Vino a hablar conmigo.” Entonces Jorge le dijo, “¿Lo has recibido estando sola en la casa? Hoy Gesa va a visitar a su hermana. ¡Eso está muy mal, Eleonora!” Eleonora dijo, “¿Por qué? Yo…” Jorge le dijo, “Está mal porque he escuchado algunos comentarios sobre ti y él. No los quería creer, pero ahora…” Eleonora dijo, “Nada pueden decir. Jamás he dado motivo.”  Jorge dijo, “Dicen que te corteja, que te han visto platicar con él, y compruebo que además te visita.” Eleonora dijo, “Por primera vez ha venido a esta casa. Es verdad que en algunas ocasiones he hablado con el…” Jorge dijo, “No quiero volver a verlo cerca de ti. Hablaré con él.”
     Eleonor dijo, “¡Jorge!¿Qué estas diciendo?” Jorge le dijo, “Aunque soy menor que tú, ya tengo edad para defenderte, al igual que el honor de nuestra casa.” Eleonora dijo extrañada, “Pero…” Jorge le dijo, “¡Nuestro nombre no andará de boca en boca!” Eleonora dijo, “¡Jorge, yo jamás te he faltado!” Jorge dijo, “Lo sé, pero siempre hay una primera vez, y esto ha sucedido hoy.” Entonces Eleonora se dirigió a Carlos y dijo, “Carlos, tu no piensas lo mismo, ¿verdad?” Carlos dijo, “Yo estoy de acuerdo con Jorge, Eleonora.” Jorge dijo, “Ahora dime, ¿qué quería ese tipo?” Eleonora dijo, “Saludarme y…pedirme en matrimonio.” Jorge dijo, “¿Pretende casarte contigo?¡Está loco! Es un tendero, tendrá dinero, pero no te merece.” Eleonora se indignó y dijo, “Jorge, estoy a punto de cumplir 26 años, no soy una jovencita.” Jorge dijo, “¿Y eso qué? No por tu edad te vas a casar con cualquiera. Te habrás negado, ¿Verdad?”
     Eleonora bajó la mirada y dijo, “Sí…lo hice.” Jorge dijo, “Entonces olvidemos este incidente. Ni Carlo ni yo merecemos un mal comportamiento de tu parte. Nosotros cumplimos estudiando día y noche. Jamás te hemos dado motivo de queja.” Eleonora dijo, “Asi es, por eso ustedes son lo primero para mí. Vengan, vamos a merendar. Les hice un pastel.”

     Y Eleonora continuó su misión. Los muchachos terminaron el colegio, y entraron a la universidad. Una tarde, Eleonora platicaba con dos de sus amistades. Tomando el té, una de ellas le dijo, “¡Qué orgullosa te debes sentir, Eleonora! Carlos y Jorge son un ejemplo. Tan estudiosos, tan responsables.” Eleonora dijo, “Debo reconocer que nunca me han dado un disgusto, pero a veces, creo que son demasiado serios.” Eleonora tomó de su té, y dijo, “Por los estudios, han dejado de lado las distracciones propias de sus años.” Su otra amiga le dijo, “No te quejes. Muchas madres quisieran que sus hijos fueran cono ellos.” Su otra amiga le dijo, “Además, tú también olvidaste divertiste, pasear, como lo hacen todas las jovencitas.” Eleonora dijo, “Bueno, yo tenía una gran responsabilidad, y aun no termino con ella.” Las tres se levantaron como para retirarse, y la anfitriona dijo a Eleonora, “Pero te negaste el derecho a tener un marido, una familia.” Eleonora dijo, ya de pie para despedirse, “Jorge y Carlos son mi familia. ¿Qué más puedo pedir?”

     Eleonora decía eso sonriente, como si en realidad fuera feliz, pero cuando quedaba sola, pensaba, “Los dos son muy buenos, pero a veces me gustaría que  fueran más cariñosos, más alegres, siempre están muy serios.” En ese momento llegó la criada, con una charola y un vaso con agua, y le dijo, “¿Qué sucede, niña? ¿Tiene alguna preocupación?” Eleonora le dijo, “No me sucede nada, Gesa, solo pensaba en mis niños. A veces creo que no quieren perder el tiempo en platicar, en sonreír.” Gesa le dijo, “Tiene razón, nuca dicen una palabra amable, y a usted la tratan tan fríamente que a veces me da ira…” Eleonora le dijo, “Gesa, ellos son asi. La verdad es que nada puedo reprocharles. Si no me hacen un gesto cariñoso, tampoco me han dado penas.” Gesa le dijo, “¡Hay mi niña, ese par no sabe aquilatar lo que usted vale!”

     Llegó por fin el ansiado día para Eleonora, y sus dos “hijos.”  Era el día de la ceremonia de graduación en el teatro. Eleonora pensó, “Nuestros padres desde el cielo, deben estar orgullosos al ver a su hijo recibir un diploma de abogado. Y también lo estarán los de Carlos. Señor, te doy gracias por permitirme cumplir mi misión.” Con los diplomas en la mano, los dos jóvenes se pusieron a trabajar con el mismo ahínco que habían puesto en el estudio. Un día, mientras Eleonora hacia el aseo en la sala, Jorge le dijo, “Eleonora, no quiero que des más clases de música. Yo puedo mantener perfectamente esta casa.” Eleonora le dijo, “¡Pero Jorge, me gusta hacerlo! Eso me distrae y…” Jorge le dijo, “Nada, dejarás las clases. Ahora es mi turno de traer el dinero que se necesita.” Eleonora dijo, “Está bien. Como tú digas.” Esa prisa de ambos por liberarla de toda obligación, como si desearan hacerlo lo antes posible, la hería muy hondo. Eleonora pensaba, “Ya no me necesitan. ¿Qué voy a hacer ahora?¿Qué objeto me queda en la vida? Mi juventud está perdida. Tengo casi 36 años, y no puedo aspirar a nada. Los hombres que quisieron casarse conmigo, ahora tienen mujer e hijos. Me he quedado sola. Creí que cundo Jorge se recibiera, se volvería más alegre, pero se ha vuelto más serio que antes. Quizá se imagina que le condenare a sacrificar su vida por lo que hice por él, pero yo jamás le pediré nada.”

      De pronto, Eleonora se encontró sin saber qué hacer con su tiempo, y empezó a dedicarlo a su persona. Junto al espejo, Eleonora pensaba, “¡Es increíble pero me da la impresión de verme mas joven! Ayer me lo dijo Doña María, y no se lo quería creer.” Menos preocupaciones y más tiempo para descansar, le daban un nuevo aspecto a su persona. Eleonora pensó, “Quizá todavía pueda aspirar a encontrar un marido…¡Oh, Dios…es una locura pensarlo siquiera!” Entretanto, Jorge trabajaba sin descanso y ganaba dinero a manos llenas. Un día Jorge llegó a casa y dijo a Eleonora, “Eleonora, compre una propiedad en el campo. El domingo iremos a visitarla.” Eleonora dijo, “¡Oh! ¿Cómo se te ocurrió…? Nada me habías comentado de que pensabas hacer algo asi.” Jorge dijo, “Fue una oportunidad que se presentó. Me la ofreció un cliente. El precio era conveniente y la adquirí.” Eleonora dijo, “¡Ah, comprendo!”

     Fueron a ver la finca, y Eleonora dijo, “Es muy hermosa, Jorge, y tan grande. Tiene olivos, naranjos, hortalizas…y la casa no puede ser mas agradable.” Jorge le dijo, “Aquí puedes venir a pasar el verano, incluso instalarte meses enteros. Total, está muy cerca de la ciudad.” Ella sintió un punzada en el corazón, y un triste pensamiento la embargó, pensando, “Me quiere alejar de él para no tener la molestia de mi compañía.” Jorge dijo, “¡Eleonora, no me estas escuchando!” Eleonora dijo, “Perdona…¿Qué decías?” Jorge le dijo, “Que un matrimonio, Pietro y Enriqueta, están a cargo del cuidado de la finca, asi que cuando vengas tendrás quien te sirva.”

     Ambos regresaron a la ciudad. Asi, cuando llegó el verano, un día, mientras desayunaban, Jorge le dijo a Eleonora, “Eleonora, está haciendo demasiado calor. Debes irte a la finca. Allí estarás junto al mar y al campo a la vez.” Eleonora le dijo, “No quiero dejarte solo. ¿Quién te atenderá? Aunque Carlos ya no vive con nosotros, viene continuamente a comer y…” Jorge le dijo, “Vete, que nos podemos arreglar perfectamente si ti, además se queda Gesa. Debes descansar, ya hiciste mucho por nosotros.” Eleonor bajó la mirada y dijo, “Está bien, si asi lo quiere, partiré mañana.”

     Transcurrió el verano, pero antes de que éste terminára, Eleonora regresó a la ciudad. Un día, Jorge platicaba con Carlos sobre la situación de Eleonora. Carlo dijo a Jorge, “Dices que Eleonora no está bien. ¿Qué tiene?” Jorge le dijo, “Es lo que me gustaría saber. Está pálida, la he descubierto llorando. Definitivamente algo le sucede.” Carlos dijo, “¿Quieres que vaya a verla?” Jorge dijo, “Se lo propuse, pero se negó. Como insistí, estalló en llanto. Ella nunca ha sido asi.” Carlos dijo, “Yo jamás la vi llorar. Creo que debo examinarla.” Jorge dijo, “Vamos a la casa, quiera o no, lo harás.” Ambos serios, rígidos, implacables, se dirigieron a la casa de los Baldi. Al entrar, Jorge dijo, “Le avisaré que estás aquí.” Carlos dijo, “Esta bien.”
     El brillante doctor Carlos D’Andres, quedó solo, mirando a su alrededor, pensando, “Cuantas veces me quede aquí, soñando con tener mí propia casa, y la he obtenido gracias a mi propio esfuerzo.” Al ver que la espera se alargaba, Carlos se dirigió al saloncito en el que Eleonora se refugiaba. Eleonora lloraba. Jorge dijo, “No entiendo porque se obstina, pero no quiere recibirte.” Eleonora dijo, “¡No tengo nada!¡Déjenme en paz!” Jorge dijo, “Algo debes tener. Apenas comes, lloras sin motivo. Te voy a dejar con Carlos.” Jorge salió furioso, dejando a Carlos quien la contempló entre molesto e incómodo, le dijo, “Bueno…yo creo que es mejor que confíes en mí, y me digas que te sucede.” Ella continuó sollozando, y después lo miró llena de desesperación, exclamando, “¡Oh, Carlos!” Carlos dijo, “A ver, ¿Qué te ocurre? Dilo de una vez.”
    Eleonora le dijo, “¡Ayúdame!¡Hazme morir! Por favor, yo no tengo valor, me falta fuerza...” Carlos dijo, “¿Morir?¿Que estas diciendo?” Eleonora le dijo, “¡Salvame de esta agonía!¡Por caridad, hazlo! No hay otra salida, otra solución para mí.” Carlos dijo, “Eleonora, no voy a creer que…” Carlos la miro estupefacto negándose a aceptar lo que imaginaba. Eleonora dijo, “¡Sí, asi es!¡Yo estoy deshonrada, perdida!” Carlos dijo, “No, no es posible.” Eleonora le dijo, con lágrimas en los ojos, “¡Por piedad, no se lo digas a Jorge! Hazme morir. Dame algo que tomare como una medicina.” Eleonora agregó, “Desde hace un mes me debato en esta agonía. No encuentro fuerzas para acabarla. ¡Ayúdame!” Carlos dijo, “¡Estás loca! ¿Pretendes que yo te mate?” Eleonora dijo, “Si no quieres hacerlo…¿No podrías salvarme…salvarme de alguna otra manera…?”
     Ante estas palabras, Carlos frunció el ceño, demostrando todo el desagrado que la situación le producía. Eleonora le dijo, “¡Te lo ruego! Si no por mí, por Jorge…si crees que hice algo por ustedes, ayúdame.” Carlos dijo, “Eleonora, ¿Quién fue?¿Quién?” Eleonora dijo, “No me hagas pensar en ello. Por piedad, evítame esa vergüenza.” Carlos dijo, “¿De qué forma?¿Pretendes que manche mi buen nombre? Hay que arreglar este asunto de otra manera.” Eleonora le dijo, “¡Vete!¡Veo que no puedo esperar nada de ti! Ve a decírselo a Jorge y que haga de mi lo que quiera.” Él la observó un momento con desagrado, condenándola y lego salio. Eleonora pensó, “Dios mío, no sé lo que me aguarda, pero siento un gran alivio por haber confesado.” Tras una pausa, Eleonora pensó, “Si Jorge me mata, mejor. No quiero vivir. No soy capaz de enfrentar esta vergüenza…”

     Eleonora cerró los ojos, y como una película pasó por su mente lo sucedido. Todo habia empezado cuando se fue a la finca. Mientras viajaba en un pescante, con su equipaje, Eleonora dijo al chofer, “Le agradezco mucho, Pietro, que haya ido a buscarme a la ciudad.” Pietro dijo, “Estamos para servirle, señorita.” Pietro agregó, “Enriqueta ya tiene todo preparado en la casa. Aunque sea mi mujer, puedo decir que no hay otra como ella.” Eleonora dijo, “Yo no daré muchas molestias…” Por el camino, el aparcero fue contándole cosas del lugar, de la finca, y de su vida. “Yo he viajado mucho, señorita. Estuve cuando soltero, ocho años en argentina, por eso quiero que mi hijo…”
Eleonora le dijo, “¿Tiene hijos, Pietro?” Pietro le dijo, “Solo uno. Un muchacho de 20 años, para el que deseo mejor vida de la que hemos llevado mi mujer y yo. Por eso he tratado de que estudie. Lo envié a la escuela pero poco ha sacado de ello.” Eleonora dijo, “¿Aun va a la escuela?” Pietro dijo, “Sí, señorita. A ver si por vergüenza se aplica. Imagínese a mi hijo. Ya un hombre entre puros niños.” Eleonora dijo, “Quizá no nació para estudiar.” Pietro le dijo, “Eso dice mi mujer, pero a mí no me importa. Gerlando tiene que obtener su diploma. Asi podre enviarlo a América y será comerciante.” Eleonora dijo, “Ojala las cosas salgan como usted desea, Pietro.” Cuando llegaron a la finca, Pietro gritó, “¡Gerlando, ven acá! Lleva el equipaje de la señorita a su habitación.” El muchacho rustico y rudo se aceró sin levantar la vista. Pietro dijo, “¡Saluda!” Gerlando dijo, bajando la mirada, “Buenas tardes, señorita.”

     Eleonora de inmediato se acomodó a la vida del campo. Daba largos paseos gozando de la naturaleza. Comía con apetito y su aspecto fue adquiriendo una frescura como si regresara a la juventud. Una mañana, desayunando, Enriqueta le dijo a Eleonora, “Señorita perdone que la moleste, pero quiero pedirle un favor.” Eleonora le dijo, “Si puedo ayudarle, Enriqueta, con mucho gusto.” Enriqueta dijo, “Se trata de Gerlando. El pobre no nació para el estudio, y Pietri insiste en mandarlo a la escuela.” Enriqueta hizo una pausa, tras lo cual dijo, “Ya tiene 20 años, ha repetido curso tras curso. Sus compañeros se burlan de él. Mi pobre hijo apenas sabe mal leer y escribir. Por eso le suplico que hable con Pietro. Dígale que lo déje tranquilo. Gerlando quiere trabajar y nada más.” Eleonora le dijo, “Enriqueta, haré lo que pueda, pero no le aseguro poder conseguir mucho.”

     Y Eleonora no se equivocaba, porque, una vez que trató el asunto con Pietro, Pietro le dijo, “Con todo respeto, señorita, le ruego no se meta en este asunto. No me importa la edad que tenga Gerlando. Tiene que sacar su diploma de la escuela. De otra forma no podrá ir a América y hacerse comerciante.” Ante el fracaso, Eleonora decidió ayudar al muchacho. Un día, que Eleonora le ayudaba a hacer la tarea, Eleonora le dijo, “No, Gerlando. Esa suma está  mal.” Entonces Gerlando le dijo, “Señorita, por más que se esfuerce usted en enseñarme, no voy a aprender. Soy un bruto para el estudio.” Enseguida, Gerlando se levantó de la silla y haciendo bíceps, dijo, “Pero si se trata de derribar un árbol, ¿Quién podría ganarle a estos brazos?”

     Por las noches, Eleonora se entregaba a su gran pasión, la música, y tocaba el piano. Una noche, se dio cuenta que alguien la espiaba. Eleonora miro por la ventana y pensó, “¡Es Gerlando! No me gusta que observe lo que hago. No me siento libre.” Inmediatamente Eleonor abandonó, y de repente salio de la casa con precipitación, diciendo, “Gerlando deberías estar en la casa que es damos a tus padres.” Gerlando dijo, “Yo…estaba escuchando…” Eleonora dijo, “¿Te gusta la música?” Gerlando dijo, “Mucho, señorita…me parece estar en el Paraíso.” Eleonora rio y dijo, “¡Ja! Nunca imaginé que alguien como tú, pudiera tener esa sensibilidad.” Gerlando la miró lleno de ira, como si ella lo hubiera abofeteado. Entonces, la abrazó y quiso besarla a la fuerza. Eleonora gritó, “¡Gerlando, déjame!¡Estas loco!” Gerlando continuaba, y Eleonora gritaba, “¡Nooo!¡Sueltameee!” Gerlando la arrastró hasta los arbustos, mientras Eleonora seguía gritando, “¡Déjameee!¡Estás loco!¡Nooo!”

    Asi habia sucedido. Nerviosa al día siguiente, Eleonora decidió regresar a la ciudad. Entonces Jorge llegó precipitado a la sala donde estaba Eleonora, quien al verlo entrar, dijo, “Jorge, hermano…” Jorge lleno de ira le dijo, “¡Solo quiero saber una cosa!¿Quién ha sido?” Eleonora, desesperada sacudió la cabeza negándose a hablar. Jorge le dijo, “¡Me lo dirás! Y quienquiera que sea, te casaras con él.” Eleonora le dijo, “¡No, eso no es posible!¡Créemelo!” Jorge insistió, “¿Quién es?¡Su nombre!” Eleonora bajo la mirada y comenzó a llorar, diciendo, “No puedo decírtelo.” Jorge dijo, “¿A caso esta casado?” Eleonora dijo, “No, pero no puedo casarme con él. ¡No, no puede ser!” Jorge le gritó, “¡Habla o te mato!” Jorge la tomó del cuello y dijo, “¡Dime su nombre, dímelo!” Eleonora exclamó, “¡AGHHH!” Carlos se asustó y dijo, “¡Jorge, suéltala!”  Carlos los separó y dijo a Jorge, “¡Vete, me lo dirá a mí!” Jorge dijo, “¡Si no lo hace…!” Carlos lo hizo salir a la fuerza, y entonces, dijo a Eleonora, “Eleonora, no tienes más alternativa que hablar.” Eleonora dijo, “Sí, lo sé. Jamás imagine que Jorge se transformaría en mi juez.”

     El hermano fue inconmovible, y Eleonora de rodilla le suplicó, “¡Te lo ruego, no me hagas pasar esa vergüenza, ten piedad de mí!” Jorge le dijo, “¡Te casaras!” Pero Eleonora le dijo, “Por piedad, tu no puedes ser mi juez y verdugo…eres mi hermano. Yo te crie, te eduque…” Jorge dijo, “¡He dicho que te casaras! Ahora mismo iré a esa finca a traer a ese hombre.” Pero en la finca, las cosas no se le presentaron fáciles. Pietro dijo a Jorge, “¡Es increíble señor! Voy a patear a ese bruto. Se lo entregaré atado de pies y manos para que usted mismo lo castigue.” Pero cuando el aparcero comprendió lo que el amo quería, dijo, “¿Qué dice, su señoría?¿Una señorita de categoría casarse con mi hijo?¡No, eso no!” Tras una pausa, Pietro dijo, “Usted persone pero la señorita ya tiene juicio y edad, ella es la única culpable. Todos los días llamaba a mi hijo a la casa…a la edad de mi muchacho, no se razona…la señorita ´puede ser su madre.” Jorge le dijo, “Mira Pietro, lo hecho, hecho está. Mi hermana no puede quedarse deshonrada. Como dote, Eleonora tendrá esta finca y además le daré una renta mensual para los gastos.” Pietro dijo, “Bueno, siendo asi…”

     Asi se concertó la boda, que fue el mayor escándalo de la pequeña ciudad. Un grupo de señoras tomaban el té, y platicaban del asunto diciendo, "¿Qué les parece? Una mujer de casi 40 años con un muchacho de 20 y un pobre diablo por añadidura.” Otra de las señoras dijo, “¡El que me da pena es el pobre Jorge! Tan excelente persona ¿Cómo pudo Eleonora hacerle una cosa asi?” Jorge, para prevenirse de las burlas, habia esparcido ferozmente su vergüenza ganándose la consideración de todos. Otra de las señoras dijo, “Buena ´pieza salio Eleonora. Pensar que mi sobrino pretendió casarse con ella y lo rechazó.” Todos parecían encontrar un verdadero placer en hacer escarnio de aquella mujer.
     En el momento en que iban rumbo a la boda civil, un hombre dijo a una mujer, “¿Se van a casar en la iglesia?” Ella le contestó, “Sí, pero primero vendrán a la alcaldía. Esto no me lo pierdo.” Eleonora acompañada en un coche, por el viejo médico de la ciudad, que la conocía desde pequeña, se dirigía a su martirio. Eleonora pensaba, llorando, “Jorge y Carlos me han enviado sola a enfrentarme con las burlas y la vergüenza.” En otro coche iban Gerlando y sus padres. La señora Enriqueta decía a Gerlando, “¡Cambia esa cara, pedazo de bruto! Piensa que te casas con una señora que tiene una magnifica dote.” Por su parte, Pietro le dijo, “Es cierto que es un poco mayor, pero qué importa. Seguro se muere primero y tu quedas rico y libre.”

     Ante las risas de los que habían acudido a observar el espectáculo, Eleonora tuvo que descender del coche en la alcaldía. Entre la multitud se escuchaban risas y burlas, “¡Ja, Ja, Ja!” “¿Qué les parece la novia?¡Y ni qué decir del novio!” En la sala del Registro Civil, al verse junto a aquel muchacho, Eleonora sintió un ímpetu de rebeldía, y pensó, “¡Voy a decir que no!¡Él también lo hará. Los dos nos atreveremos.” Pero solo un “Sí” salio de sus labios, y poco después, se dirigieron a la iglesia donde se efectuó una rápida ceremonia.
    Luego el doctor se despidió y ella partió a la finca, con su marido y sus suegros. Cuando llegaron, un grupo de personas los recibió, gritando, “¡Vivan los Novios!¡Felicidades!” Pero una de las personas presentes dijo a Eleonora, “¿Qué le sucede? Por las caras parece que en lugar de una boda, fuera un funeral.” Eleonora dijo, “Estoy cansada. Voy a retirarme.” Casi corriendo se dirigió a la habitación que habia ocupado durante el verano, y s encerró con llave, pensando, “No puedo creer que Jorge me haya obligado a enfrentar esto.”

     Entre tanto afuera, los parientes y amigos del novio se disponían a celebrar, diciendo, “¡Felicidades Gerlando! Tú si la supiste hacer. Ahora eres dueño de esta finca.” Otro dijo, “No hay duda que solo tienes cara de bobo, porque no es fácil encontrar una esposa como la tuya. ¡Ja, Ja, Ja!” En eso llego Piero, y le dijo, “Gerlando, ve a decirle a tu mujer que ya se va a servir la comida.” Gerlando le dijo, “¡No, yo no voy! Me da vergüenza.” Piero le dijo, “¡Claro que iras, bestia! Primero te enredas y ahora te avergüenzas.”
    Gerlando dijo, “Pero si ni siquiera sé cómo llamarla.” Enriqueta le dijo, “Pues por su nombre. Se llama Eleonora. ¿No? Asi le dirás. Es tu mujer y tienes derecho.” Piero le dijo, “¡Anda, ve por ella!” Asustado, temeroso, llego hasta la puerta de la recamara y llamo con los nudillos. Eleonora dijo, “¿Quién es?” Gerlando le dio, “Yo…Gerlando…ya vamos a comer.” Eleonora dijo, “No me esperen. No deseo nada. Solo quiero descansar.” Gerlando dijo, “Bueno…como desee…” Gerlando regresó al jardín librado de un gran peso, diciendo, “Dice que no viene…” Piero se enojó y le dijo, “¡Eres un bruto!¿Porque no la obligaste? Es tu mujer.”

     Durante la comida, Gerlando estuvo sombrío y taciturno mientras comía, pensando, “Siento vergüenza de haberme cazado con esa señora. Siempre me trató como un tonto y se rio de mí. Mi padre tiene la culpa por obligarme. ¿Cómo voy a vivir desde ahora? Seguro ella me aborrece. Y encima mi padre quiere que regrese al colegio. Mis compañeros se reirán de mi más de lo que ya lo hacen.”

     A media noche termino la fiesta, y a la hora de partir, Gerlando dijo a sus padres, “Yo me voy con ustedes a la casa en que hemos vivido siempre.” Enriqueta le dijo, “¡De ninguna manera! Ahora este es tu hogar y aquí te quedaras. Solo tu padre y yo iremos a la casa que nos dan por cuidar la finca.” Sin saber qué hacer, Gerlando se sentó en el sillón y se quedó dormido. Al día siguiente, Eleonora lo despertó, diciendo, “Gerlando, debo hablarte…”
     Gerlando aún estaba mareado por los efectos del alcohol de anoche, y dijo, “Sí…Eleo…bueno, usted dirá.” Eleonora le dijo, “Quiero decirte que tú eres tan libre como si no te hubieras casado. Puedes hacer lo que quieras. Yo me quedare aquí acompañada de mi fiel Gesa y no molestare a nadie. Asi todos estaremos en paz, ¿Te parece?” Gerlando dijo, “Sí…claro que sí.” Pero el padre y la madre pusieron el grito en el cielo, cuando se enteraron de aquel pacto. Gerlando les dijo, “Yo estoy contento. Es lo mejor.” Piero le dijo, “Bruto más que Bruto. Nada bueno saldrá de este asunto. No quieres estudiar y ahora aceptas algo que te perjudica.”

    Para calmar a sus padres Gerlando tuvo que prometer que volvería al colegio. Enriqueta dijo, “Muy bien. Estudiaras y vivirás aquí. Voy a elegir para ti la mejor habitación.” Enriqueta añadió, “¿Y tú mandaras si no yo hare que te respeten! ¿Qué se ha creído esa melindrosa? Despreciarte asi. Jamás en la vida le dirigiré la palabra. No se merece a un hombre como tú, ni siquiera es digna de mirarte.”

     Desde ese día, el muchacho se puso a estudiar. Entre tanto, Eleonora vivía en su casa. Un día Gesa le dijo, “Mi niña, los días pasan y no ha preparado nada para el bebe. Hay que ocuparse de su ropita.” Eleonora dijo, “Tienes razón, Gesa. Dios es misericordioso conmigo y me envía a alguien a quien cuidar y consagrarme por entero.” Asi transcurrieron los meses, y durante ellos, Gerlando se sentía cada día mas inconforme. Recostado bajo un árbol, Gerlando pensaba, “Esta propiedad es mía, pero es como si no lo fuera. Mi padre dispone y se ocupa de ella. Estoy casado y mi mujer como si no existiera. No es justo. Soy el marido y ella me debe obediencia.” Cuando llego el día de los exámenes, Gerlando regresó furiosos. Habia sido suspendido una vez más.
     Gerlando llego lanzando los libros y dijo a sus padres, “¡Se terminó!¡No más estudios¡¡No más!” Piero le dijo, “¡Gerlando estás loco!¿Qué haces?” Gerlando le dijo, “¡Déjame en paz!¡Soy el amo!” Piero le dijo, “¡Gerlando!” Antes de que pudieran impedírselo, libros cuadernos y papeles, fueron a dar a una hoguera. Su padre le gritaba, “¡Gerlando, eres una bestia!” Gerlando decía, mientras arrojaba los libros a la hoguera, “¡Se terminó!¡Nunca más abriré un libro!” El ruido y los gritos atrajeron la atención de Eleonora, quien al ver el espectáculo desde su ventana, apenas pudo contener la risa. Gerlando decía, “¡No más lecciones, no más tareas!” Piero decía, “¡Bruto animal, eres un asno!” Enseguida
     Enriqueta le dijo, “¡Bobo, la señora salio al balcón y se rio de ti!” Gerlando dijo, “¿Se rio?¡Pues ahora llorará!” De un salto, Gerlando entró a la casa, subió las escaleras, y al abrir la puerta de la habitación de Eleonora, Gerlando le gritó, “¡Desde hoy se cambia de vida! Trabajaré como labrador y tu dejaras tu papel de señora.” Enseguida, Gerlando pateó la ropita de bebe, diciendo, “¡Fuera estas ropas! El que nazca será campesino, por lo tanto, no necesitará nada de esto.” Gerlando se acercó a Eleonora y le dijo, “¡Despide a tu sirvienta! Tu prepararás la comida y limpiaras la casa como lo hace mi madre, ¿Entendido?” Eleonora le dijo, “Tu madre es tu madre. Yo soy yo y no puedo volverme una aldeana de la noche a la mañana.”
     Gerlando le dijo, “¡Eres mi mujer!¡Harás lo que yo quiera! Aquí mando yo, ¿Entendido?” Enseguida, Gerlando se dirigió a Gesa y le dijo, “¡Usted márchese!¡No quiero criadas en mi casa!” Eleonora dijo, “¡Me voy contigo, Gesa!” Gerlando la tomó del brazo y le dijo, “¡Tú te quedas! Por ti he soportado las burlas de la gente! Pero ya no lo hare más.” Eleonora se llenó de terror y dijo, “¿Qué quieres?¿Que te sirva¡ Esta bien, te…” Eleonora, quien estaba ya en avanzado embarazo, se desvaneció, para ser solo sostenida por Gesa, quien dijo a Gerlando, “¡Mi niña!¡Mire lo que ha hecho!” Gerlando reaccionó, y dijo, “Y-Yo no quería…” Asustado, Gerlando salio corriendo. Gesa atendió a Eleonora que paso en la cama el resto del día.
    Pero por la noche Gerlando, Pietro y Enriqueta cenaban cuando Gesa llego y es dijo, “¡La señora necesita un médico, está muy mal!¡Tiene que venir un médico cuanto antes!” Horas después Eleonora perdía a su hijo, y ella se encontraba entre la vida y la muerte. Gerlando tocó la puerta del habitación y Gesa abrió diciendo, “¿Qué quiere?” Gerlando dijo, “¡Permítame entrar a verla, no voy molestar!” Después de un mes triunfó la naturaleza sana de Eleonora, y pudo abandonar la cama. Pero mientras Piero le servía unas flores, y Gerlando le llevaba flores, Eleonora pensaba, “¿Por qué no morí yo también?¿Porque tengo que soportar esta condena?” Gerlando y sus padres, solícitos alrededor de ella, la oprimían. Eleonora pensaba, “Si yo fuera capaz, si tuviera el valor de terminar con este infierno…pero soy cobarde…”

     Poco a poco, Eleonora comenzó a dar algunos pasos y a salir al jardín, ayudada por Gerlando y Gesa. Mientras caminaban, Gesa decía, “Se ve cansada, mi niña. Es mejor entrar.” Eleonora dijo, “No, me sentaré allí, Gesa. Está muy agradable la mañana.” Cuando Eleonora se sintió con fuerzas, tomo la costumbre de ir a contemplar la puesta del sol en los confines de la finca, pensando, “¡Qué hermosos es esto! Mirar este paisaje es como un bálsamo en las heridas.” Entre tanto en casa, los padres de Gerlando no estaban tranquilos.
     Enriqueta le decía, “¿Por qué la dejas que vaya de paseo sola?” Piero le decía, “Acompáñala, procura entrarle cada vez más en el corazón. Quédate tú con ella en la noche, y no la sirvienta.” Gerlando le dijo, “¡Ella no lo permitirá! Me trata como un hijo. Dice que se siente vieja, acabada para este mundo.” Enriqueta le dijo, “Ya no es una jovencita, pero tanto como vieja…no, no lo es.” Piero le dijo, “¡Te van a quitar la tierra! Sin hijos y muerta la mujer, la dote vuelve a los parientes de ella.” Enriqueta dijo, “¡No te tocará nada! Te echarán como a un perro y a nosotros, pobres viejos, contigo.” Piero dijo, “Dile que piense en ti, que la has respetado como ella ha querido.”

     Gerlando veía la dificultad de la empresa. Pero también la urgente necesidad de llevarla a cabo. Una mañana Gerlando y Eleonora estaban sentados en una banca del jardín, entonces Eleonora le dijo, “¿Te sucede algo, Gerlando? Te has sentado sin decir una palabra, pero me parece que quieres hablar.” Gerlando dijo con la mirada al suelo, “Es que mi padre me aflige con mi porvenir. Dice que yo no tengo nada, y que si tu faltas…” Eleonora le dijo, “No te preocupes. Todo lo he previsto. En el segundo cajón de la cómoda de mi habitación, hay un sobre. Si yo llegara a faltar, sácalo de allí. Te aseguro que no tendrás problemas.”

    Aliviado y contento, Gerlando refirió a sus padres lo que le habia dicho Eleonora. Piero dijo, “¡Una carta!¿Y de que sirve? Si es un testamento, y no está en regla, no es válido.” Piero agregó, “¿Te olvidas que el hermano es abogado? La justicia no se ha hecho para los pobres. Haznos caso, nada de cartas, solo un hijo te asegurará la tierra. ¡Es necesario que lo tengan!” Gerlando dijo, “Pero ella no quiere nada conmigo. No va a aceptar.” Enriqueta dijo, “¡Ay hijo!¿Acaso la otra vez le preguntaste? Ahora ella es tu esposa, no debe negarse.” Piero dijo, “Recuerda que no quisiste estudiar. Si te quitan la finca, ¿Que haremos todos?”

     Gerlando se dejó convencer, y una tarde, Gerlando alcanzo a Eleonora mirando al atardecer, en los confines de la finca. Ella estaba recostada bajo un árbol. Gerlando le dijo, “¿En que piensas? Pareces la virgen de los dolores.” Eleonora le dijo, “No pienso en nada, solo miraba. Este paisaje me da paz.” Gerlando se acercó, y le dijo, “Eleonora, te ves muy bien con ese mantón negro…” Eleonora le dijo, “Me lo pongo porque tengo frio.” Gerlando le dijo, “A pesar de ello, te ves bonita. Eres hermosa…” Eleonora le dijo, “¿Bonita? Cuando jovencita si lo fui. Pero mi juventud ya esta perdida.” Enseguida, Eleonora se asustó, y dijo, “¡Gerlando!¿Que haces?” Gerlando le dijo, “Tomar tu mano…me gusta sentirla…es tan suave…”
     Eleonora se levantó y le dijo, “¡Suéltame! Ya es tarde. Volvamos a casa.” Gerlando le dijo, “No, quedémonos aquí. Va a empezar a oscurecer y es tan agradable,…” Eleonora le grito, “¡No, déjame!” Gerlando insistió, diciendo, “Eleonora, te quiero…” Eleonora le dijo, “¡Estas loco!¡Suéltame!” Gerlando le dijo, “Eres mi mujer. Tengo derechos…” Con un esfuerzo supremo, Eleonora se soltó. Gerlando avanzaba, diciendo, “¡Soy tu marido, me debes obediencia!” Eleonora dijo, “¡Si te acercas, me lanzo al vacío!” Gerlando la tomó de los hombros y dijo, “¡Ven acá!¡Desde ahora cumplirás como mi mujer!” Eleonora dijo, “¡Noooo!¡Nuncaaa!” Gerlando gritó, “¡ELEONORAAAA!” Eleonora se lanzó, exclamándo “¡AAAAAGH!” Gerlando gritó, “¡Dios nooo!” Gerlando miro el mantón negro flotando en el mar. Y gritó, “¡ELEONORAAAA!”

   Aterrado se quedó allí, sin poder moverse. Hasta que pronto, salio la luna que parecía acusarlo desde el cielo.”


Tomado de, Novelas Inmortales, Año XV, No. 724. Octubre 2 de 1991. Guión: Herwing Comte. Adaptación: C.M. Lozada. Segunda Adaptación: Jose Escobar.  

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