Club de Pensadores Universales

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martes, 23 de julio de 2024

El Abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde

    El Abanico de Lady Windermere, Una Obra de Teatro Sobre una Buena Mujer, es una comedia en cuatro actos, de Oscar Wilde, representada por primera vez, el sábado 20 de febrero de 1892, en el, St James's Theatre, de Londres.

   La historia trata sobre Lady Windermere, quien sospecha que su marido está teniendo una aventura con otra mujer; ella lo confronta con eso. Aunque él lo niega, invita a la supuesta mujer, la señora Erlynne, al baile de cumpleaños de su esposa. Enojada por la supuesta infidelidad de su marido, Lady Windermere decide dejar a su marido por otro amante.
  Después de descubrir lo que ha sucedido, la señora Erlynne sigue a Lady Windermere, e intenta persuadirla para que regrese con su marido y, en el transcurso de esto, la señora Erlynne es descubierta en una posición comprometedora. Luego se revela que la Sra. Erlynne, es la madre de Lady Windermere, quien abandonó a su familia veinte años antes de que se desarrollara la obra.
  La señora Erlynne, se sacrifica a sí misma y a su reputación, para salvar el matrimonio de su hija.

Composición

     En el verano de 1891, Wilde ya había escrito tres obras de teatro: Vera; o Los Nihilistas, y La Duquesa de Padua, habían tenido poco éxito, y Salomé, aún no se había escenificado.

   Imperturbable, decidió escribir otra obra, pero pasó de la tragedia a la comedia. Se fue al Distrito de los Lagos, en el norte de Inglaterra, donde se quedó con un amigo, y más tarde conoció a Robert Ross.
   Numerosos personajes de la obra parecen tomar sus nombres del norte de Inglaterra: Lady Windermere, lo toma del lago, y de la cercana ciudad de Windermere, aunque Wilde había usado, "Windermere," anteriormente en, Crimen de Lord Arthur Savile, la duquesa de Berwick, del pueblo de Berwick-upon- Tweed, Lord Darlington, del pueblo industrial de Darlington.
   Wilde comenzó a escribir la obra de teatro, a instancias de George Alexander, el actor director del, St James's Theatre. La obra estuvo terminada en octubre.
   A Alexander le gustó la obra, y le ofreció un anticipo de 1.000 libras esterlinas por ella. Wilde, impresionado por su confianza, optó por tomar un porcentaje, del cual ganaría £7.000 sólo en el primer año, con un valor actual de £809.900.

   Alexander era un director meticuloso, y él y, Wilde, comenzaron revisiones y ensayos exhaustivos de la obra. Ambos eran artistas talentosos con ideas sólidas sobre su arte.
   Wilde, por ejemplo, hizo hincapié en la atención a las minucias estéticas, más que al realismo; se resistió a los amplios movimientos escénicos, sugeridos por Alexander, bromeando, diciendo que, "los detalles no tienen importancia en la vida, pero en el arte, los detalles son vitales".
   
Esto continuó después de la noche del estreno, cuando, por sugerencia de ambos amigos y de Alexander, Wilde hizo cambios para revelar la relación de la señora Erlynne, con Lady Windermere gradualmente a lo largo de la obra, en lugar de reservar el secreto para el acto final. A pesar de éstas diferencias artísticas, ambos fueron profesionales, y su colaboración fue fructífera.

   Existe un manuscrito de la obra, que se conserva en la, Biblioteca Conmemorativa William Andrews Clark, de la, Universidad de California, Los Ángeles.

Personajes y Reparto Original 

• Lord Windermere: George Alexander.

• Lord Darlington: Nutcombe Gould.

• Lord Augustus Lorton: S. H. Vincent.

• Sr. Cecil Graham: Ben Webster.

• Señor Tonto: Adolphus Vane-Tempest.

• Señor Hopper: Alfred Holles.

• Parker (mayordomo): Vernon Sansbury.

• Señora Windermere: Lily Hanbury.

• La duquesa de Berwick: Fanny Coleman.

• Lady Agatha Carlisle: Laura Graves.

• Lady Plymdale: Charlotte Granville.

• Lady Stutfield: Madge Girdlestone.

• Señora Cowper-Cowper: Alice de Winton.

• Sra. Erlynne: Marion Terry.

• Rosalie (criada): Winifred Dolan.

Trama

Acto I

   La obra comienza en el salón de mañana, de la residencia de los Windermere en Londres. Es la hora del té, y Lady Windermere, que se está preparando para su baile de cumpleaños esa noche, recibe la visita de un amigo, Lord Darlington. Muestra su nuevo abanico: un regalo de su marido. Ella le explica a Lord Darlington que está molesta por los elogios que él continúa haciéndole, y le revela que tiene puntos de vista muy particulares sobre lo que es aceptable en la sociedad, debido en parte a su educación, un tanto puritana.

    La duquesa de Berwick llama, y Lord Darlington se marcha poco después. La duquesa informa a Lady Windermere, que su marido puede estar traicionando su matrimonio, al visitar repetidamente a otra mujer, la señora Erlynne, y posiblemente dándole grandes sumas de dinero. Estos rumores, han sido chismes entre la sociedad londinense, durante bastante tiempo, aunque aparentemente, ésta es la primera vez que Lady Windermere se entera de ello.

   Tras la partida de la duquesa, Lady Windermere decide comprobar la libreta bancaria de su marido. Encuentra el libro en un escritorio, y ve que no hay nada extraño, aunque al regresar, descubre una segunda libreta bancaria: una con cerradura. Después de abrir la cerradura, descubre que contiene grandes sumas de dinero entregadas a la señora Erlynne.

   En ese momento, entra Lord Windermere, y ella se enfrenta a él. Aunque no puede negar que ha tenido tratos con la señora Erlynne, afirma que no está traicionando a Lady Windermere. Él le pide a ella, que le envíe a la señora Erlynne una invitación a su baile de cumpleaños esa noche, para ayudarla a regresar a la sociedad. Cuando Lady Windermere se niega, él mismo escribe una invitación. Lady Windermere deja clara su intención de provocar una escena, si aparece la señora Erlynne, a lo que Lord Windermere responde que sería mejor para ella no hacerlo.

   Lady Windermere se va disgustada para prepararse para la fiesta, y Lord Windermere revela en un soliloquio, que está protegiendo la verdadera identidad de la señora Erlynne, para evitarle a su esposa una humillación extrema.

“¿Qué debo hacer? No me atrevo a decirle quién es realmente esta mujer. La vergüenza la mataría.” 

— Señor Windermere

Acto II

El acto II comienza en el salón de los Windermere, durante el baile de cumpleaños de esa noche. Entran varios invitados, y conversan. Lord Windermere entra, y le pide a Lady Windermere que hable con él, pero ella lo ignora.

   Un amigo de Lord Windermere, Lord Augustus Lorton, "Tuppy", lo lleva a un lado para preguntarle sobre la señora Erlynne, de quien Tuppy está enamorado. Lord Windermere revela que no hay nada extraño en su relación con la señora Erlynne y que ella asistirá al baile, lo que supone un gran alivio para Lord Augustus, que estaba preocupado por su posición social.

   Después de un intento fallido de hacer las paces con su esposa, Lord Windermere reúne el coraje para decirle la verdad, pero en ese momento la señora Erlynne llega a la fiesta, donde es recibida fríamente por Lady Windermere, arruinando su plan.

    Solos, Lady Windermere y Lord Darlington discuten la asistencia de la señora Erlynne. Lady Windermere está enfurecida y confundida, y le pide a Lord Darlington que sea su amigo. En lugar de amistad, Lord Darlington se aprovecha del trágico estado de Lady Windermere, y le profesa su amor, ofreciéndole su vida, e invitándola a arriesgarse a una humillación social a corto plazo, por una nueva vida con él.
  Lord Darlington le da un ultimátum para intentar convencerla de que actúe de inmediato, mientras aún se encuentra en estado de shock. Lady Windermere queda impactada por la revelación, y descubre que no tiene el coraje para aceptar la oferta. Con el corazón roto, Lord Darlington anuncia que dejará el país al día siguiente, y que nunca se volverán a encontrar, y se marcha.

   Los invitados comienzan a irse, y le dan las buenas noches a Lady Windermere; algunos hacen comentarios positivos sobre la señora Erlynne. Al otro lado de la habitación, la señora Erlynne está discutiendo sus planes con Lord Windermere; tiene la intención de casarse con Lord Augustus, y necesitará algo de dinero de Lord Windermere.

     Más tarde, Lady Windermere, a pesar de su reluctancia previa, decide dejar la casa de inmediato, para ir con Lord Darlington, y deja una nota en ese sentido para Lord Windermere. La señora Erlynne descubre la nota, y que Lady Windermere se ha ido, y está curiosamente preocupada por ésta revelación. Mientras lee la nota, un breve monólogo revela que ella es, de hecho, la madre de Lady Windermere y que ella misma cometió un error similar veinte años antes. Toma la carta y sale para localizar a Lady Windermere.

“¿Cómo puedo salvarla? ¿Cómo puedo salvar a mi hijo? Un momento puede arruinar una vida. ¿Quién lo sabe mejor que yo?”

— Sra. Erlynne

Acto III

     Lady Windermere está sola en las habitaciones de Lord Darlington, sin estar segura de haber tomado la decisión correcta. Finalmente decide regresar con su marido, pero entonces aparece la señora Erlynne. A pesar de los honestos intentos de la señora Erlynne, de persuadirla para que regrese a casa con su marido, Lady Windermere está convencida de que su aparición, es parte de algún complot concebido por ella y Lord Windermere. La señora Erlynne, finalmente rompe la fuerza de Lady Windermere, implorándole que regrese, por el bien de su hijo pequeño, pero cuando comienzan a salir, oyen entrar a Lord Darlington con sus amigos. Las dos mujeres se esconden.

    Los hombres, entre los que se encuentran Lord Windermere y Lord Augustus, han sido desalojados de su club de caballeros a la hora de cerrar, y hablan de mujeres: principalmente de la señora Erlynne. Uno de ellos se da cuenta de que hay un abanico sobre una mesa, el de Lady Windermere, y supone que Lord Darlington tiene actualmente una visita de una mujer. Cuando Lord Windermere se levanta para irse, el abanico está apuntando hacia él, que reconoce instantáneamente como el de su esposa.
  Exige saber si Lord Darlington la tiene escondida en algún lugar. Lord Darlington se niega a cooperar, creyendo que Lady Windermere ha acudido a él. Justo cuando Lord Windermere está a punto de descubrir el escondite de Lady Windermere, la Sra. Erlynne se revela, sorprendiendo a todos los hombres, y permitiendo que Lady Windermere escape desapercibida.

“Me temo que confundí el abanico de su esposa con el mío cuando salía de su casa ésta noche. Lo siento mucho.”

— Sra. Erlynne

Acto IV

   Al día siguiente, Lady Windermere está tumbada en el sofá de la sala de estar, preocupada por contarle a su marido lo que realmente pasó, o si la señora Erlynne ya habrá traicionado su secreto. Entra su marido. Él se compadece de ella, y sugiere que, como la temporada en Londres casi termina, se dirijan a su finca en el campo, para olvidar el incidente reciente. Lady Windermere se disculpa por sus sospechas previas sobre su marido, y su comportamiento en la fiesta, y Lord Windermere deja claro su nuevo desprecio por la señora Erlynne, advirtiendo a su esposa que se mantenga alejada de ella.

   Se anuncia la llegada de la señora Erlynne, junto con el regreso del abanico y, a pesar de las protestas de su marido, Lady Windermere insiste en verla. La señora Erlynne entra y afirma que irá al extranjero, pero pide que Lady Windermere le dé una fotografía de ella y su hijo.

    Mientras Lady Windermere sale de la habitación para buscar una, se revela la historia: la señora Erlynne dejó a su marido por un amante, poco después del nacimiento de Lady Windermere. Cuando su nuevo amante la abandonó, la señora Erlynne quedó sola, y desprestigiada.
    Más recientemente, utilizando el nombre falso de Sra. Erlynne, ha comenzado a chantajear a Lord Windermere, para recuperar su estilo de vida y su estatus, amenazando con revelar su verdadera identidad como la vergonzosa madre de Lady Windermere, no muerta, como cree Lady Windermere. Su yerno, Lord Windermere, lamenta no haberle contado toda la historia a su esposa de una vez, y decide contarle la verdad ahora. La señora Erlynne le prohíbe hacerlo, amenazando con difundir la vergüenza por todas partes si lo hace.

   Lady Windermere regresa con la fotografía, que le presenta a la señora Erlynne, y solicita que Lord Windermere verifique el regreso del carruaje de la señora Erlynne. Ahora que están solos y se les debe un favor, la señora Erlynne exige que Lady Windermere no revele la verdad sobre los acontecimientos de la noche anterior a Lord Windermere, y Lady Windermere promete guardar el secreto.

   Después del regreso de Lord Windermere, entra Lord Augustus. Se sorprende al ver a la señora Erlynne después de los acontecimientos de la noche anterior, pero ella solicita su compañía mientras se dirige a su carruaje, y pronto regresa a los Windermeres con la noticia de que ella ha explicado satisfactoriamente los acontecimientos de la noche, y que ellos se casarán y vivirán fuera de Inglaterra.

  Lady Windermere, tomando la mano de su marido, a Lord Augustus: "¡Ah, te casas con una muy buena mujer!"

   Su matrimonio se restablece, pero tanto Lord como Lady Windermere guardan sus secretos.

Producciones

Estreno

Al estreno, en el, St James's Theatre, le siguió un famoso discurso de Wilde. Cuando Wilde respondió a las llamadas de, "¡Autor!" y apareció ante el telón después del tercer acto, los críticos se sintieron más ofendidos por el cigarrillo que tenía en la mano, que por su discurso irónicamente egoísta:

  Damas y caballeros. He disfrutado muchísimo esta velada. Los actores nos han brindado una interpretación encantadora de una obra deliciosa, y su agradecimiento ha sido muy inteligente. Les felicito por el gran éxito de su actuación, lo que me convence de que tienen una opinión casi tan alta de la obra, como la mía.

   La Sra. Erlynne fue interpretada por Marion Terry, y Lady Windermere, por Winifred Emery. El estreno de la obra en Broadway, el 5 de febrero de 1893, en el, Palmer's Theatre, fue también la primera representación en Broadway, de la actriz de teatro y cine, Julia Arthur, quien interpretó a Lady Windermere en esa producción.

Temas

   Al exponer en, St. James's, Wilde se dirigía a un público elegante de clase media alta, y Wilde traza la geografía de su mundo, Grosvenor Square, Curzon Street, y el parque, con precisión.

  Peter Raby también ha destacado a, El Abanico de Lady Windermere, como un buen ejemplo de la técnica dramática más exitosa de Wilde: la yuxtaposición de lo cómico y lo serio. "Una vez establecido lo absurdo y lo evidentemente falso, a las emociones e ideas serias que se exploran, se les ha dado un marco que les impide volverse demasiado serias".

   El académico Paul Fortunato describe a, Oscar Wilde como un modernista, que utilizó su estética moderna para dirigirlo al ámbito de la cultura de masas. La enorme popularidad de Wilde como dramaturgo, comenzó con su producción de, El Abanico de Lady Windermere, su actitud rebuscada y su estética personal, se reflejan en sus escritos.
    Fortunato profundiza en las facetas de su esteticismo: un esteticismo que distorsiona, y se encuentra en la superficie, rechaza cualquier noción de un yo auténtico, y se centra en la esteta femenina, y la mujer de moda. Como él mismo describe, comprender a Wilde como un modernista a través de sus escritos sobre, El Abanico de Lady Windermere, puede ayudarnos a comprender la disparidad entre la cultura de masas, y la alta sociedad.
   Wilde tiende un puente sobre esto, teorizando su estética moderna, bajo la superficie ornamental de la moda y la sociedad de élite. El abanico que encadena las escenas de la obra, evoca simultáneamente un símbolo tradicional de modestia, y al mismo tiempo, revela una corriente de infidelidad verdaderamente moderna.

El Abanico de Lady Windermere

de Oscar Wilde

    Uno de los más importantes escritores de la literatura inglesa es, sin lugar a dudas, Oscar Wilde. Wilde fue un autor de enorme talento, un talento que demostró en obras como, la novela de, El Retrato de Dorian Gray, y con cuentos cortos como, El Ruiseñor y la Rosa y, El Príncipe Feliz. La obra que ahora les presentamos, es una de sus más grandes obras de teatro, la cual le dio enorme prestigio como dramaturgo.

   Como todas las tardes las señoritas Seville se disponían a tomar el té. Una de las hermanas se acercó a la ventana, y dijo, “Mary, allí está nuevamente. Es la tercera vez en esta semana.” Mary dijo, “¿No me digas que lord Windermere visita otra vez a esa mujer?” Una mujer llegó al salón, y dijo, “Buenas tardes, queridas. Les prometí que vendría a tomar el té con ustedes y aquí estoy.” La señorita Seville dijo, “Victoria, llegas justo a tiempo.” Victoria dijo, “¿A tiempo de qué?” La señorita Seville la acercó a la ventana, y dijo, “Ven, mira. Dime si conoces ese coche.”  
   Victoria exclamó, “Es el de lord Windermere. ¿Qué hará allí? ¿Quién vive en esa casa?” La señorita Seville dijo, “¡La 'señora' Erlynnel” Victoria se asombró, y exclamó, “¡No me digan! ¿Entonces son verdaderos los rumores que he escuchado.” La señorita Seville dijo, “Lo has visto con tus propios ojos. Y no es la primera vez que la visita. A nosotras nos consta.” Mary Seville dijo, “Es asombroso lo hipócritas qué pueden ser los hombres. Jamás lo hubiera creído de lord Windermere.” Victoria dijo, “¡Pobre Margarita, tan hermosa y tan confiada!¡Windermere engañarla con esa mujer!”
   Mary dijo, “Dicen que llego a Londres hace meses, sin un centavo, y ya viste la casa que rentó. Es una de las más caras del barrio.” La señorita Seville agregó, “Además tiene su propio coche, y ni te imaginas el lujo con qué viste.” Mary dijo, “El otro día en casa de lady Plummel, se hacían comentarios sobre ella. Decían que es muy hermosa. ¡Pobre Margarita!” La señorita Seville dijo, “La esposa es siempre la última en enterarse. Alguien tiene que decírselo.” Victoria dijo, “Va a ser un golpe tremendo para ella. Está tan enamorada, pero sí, tienes razón, debe saberlo.”
    Entretanto, en la casa de enfrente, lord Windermer y la señora Erlynnel dialogaban entre si. La señora Erlynnel dijo, “No se vaya, aún tengo algo que pedirle.” Windermere dijo, “¿Que más desea? Le traje el dinero que quería.” Erlynne le dijo, “Sé que el sábado es el cumpleaños de su esposa, y darán una recepción. Deseo que me envíe una invitación.” Windermere dijo, “¡Esta loca, eso no es posible!” La señora Erlynne dijo, “Lord Windermee, al regresar a Londres después de más de veinte años de ausencia, tengo la intención de enterar nuevamente a la buena sociedad. Si soy recibida en su casa, se me abrirán todas las puertas.”
   Lord Windermere dijo, “Mi esposa es muy estricta en cuanto a las personas que invita. No puedo pedirle lo que desea. ¿Qué le diría?” Madame Erlynne dijo, “Por mi puede decirle lo que quiera, incluso la verdad.” Lord Windermere dijo, “¡Eso no! Comprenda que hay cosas que no puedo hacer. Le he dado todo el dinero que me ha pedido. Ya conoce a varios nobles que la visitan. Debería estar conforme.” Madame Erlynne dijo, “No, los caballeros me visitan, pero sus esposas, sus madres, y sus hermanas, no me aceptan.” Lord Windermere dijo, “Yo no puedo obligarlas a que lo hagan.” Madame Erlynne dijo, “Recibiéndome en su casa, será como indicarles que deben hacer lo mismo.”
    Lord Windermere se acercó a la puerta y dijo, “No voy a enviarle esa invitación.” Madame Erlynne dijo, “Entonces tendré que pedirla yo misma. Estoy segura que después que hable con su esposa, ella no me lo negará.” Lord Windermere dijo, “¿Se atrevería?” Madame Erlynne dijo, “No lo dude, nada tengo que perder, y sí mucho que ganar. Hoy mismo iré a visitarla.” Lord Windermere la enfrentó y dijo, “Usted no se detiene ante nada, ¿Verdad?” Madame Erlynne dijo, “Cuando se trata de conseguir algo que no deseo perder por ninguna causa, no.” Lord Windermere dijo, “Sí…dinero y ser aceptada por la sociedad.”
  Madame Erlynne agregó, “Y casarme. He encontrado al hombre adecuado. Es mi última oportunidad, y no la voy a despreciar.” Madame Erlynne hizo una pausa, y agregó, “Lord Augusto Lorton es el elegido para ser mi futuro esposo.” Lord Windermere dijo, “¡Lord Lorton! Está demasiado pegado a su apellido y a los prejuicios eso no lo logrará.” Madame Erlynne dijo, “Es por ello que deseo ser recibida en su casa. Así se disipará cualquier duda que tenga sobre mí.” Lord Windermere dijo, “Es usted una mujer sin corazón. ¿No piensa en el daño que causa?”
    Lord Windermere se dispuso a retirarse y Madame Erlynne dijo, “Mi querido lord, una vez tuve corazón, y no me sirvió de nada. envíeme la invitación o la iré a buscar.” Tratando de contener su ira, lord Windermere abandonó la casa. Mientras iba en su coche, lord Wirdermere pensó, “Esa maldita mujer no me deja alternativa. Tendré que hacer lo que me pide. No diré nada a Margarita. Esta noche tenemos que asistir al baile de lady Allánby. Mañana volveré donde la señora Erlynne, y trataré de convencerla…¡Dios mío! ¿Cuándo terminará esta pesadilla?”
     A continuación, Lord Windermere llego a su residencia, y saludó al mayordomo, diciendo, “Buenas noches, Parker. ¿Dónde está lady Windermere?” Parker dijo, “En sus habitaciones, mi lord.” Cuando lady Windermere lo vio, dijo, “Querido, por fin llegas. Me dijiste que hoy lo harías temprano.” Lord Windermere dijo, “Sí, pero tuve algunos asuntos que arreglar, y luego regresé al club. Encontré al duque de Chiltern, que no me dejaba marchar.” Lady Windermere acarició la mejilla de lord Windermere, y dijo, “Tienes el tiempo justo para cambiarte. Ya estamos atrasados.”
   Lord Windermere dijo, “Antes vamos a ver a nuestro hijo, dormía cuando salí en la mañana.” Mientras ambos iban juntos al ver al pequeño, lady Windermere dijo, “Últimamente pasas tanto tiempo fuera de casa, que casi no lo ves.” Lord Windermere dijo, “¡Tienes razón! Por suerte está por terminar la temporada social, y nos iremos a nuestra casa de campo.” Tras observarlo en su cuna, lady Windermere dijo, “¿No parece un Ángel?” Lord Windermere dijo, “Es muy hermoso, igual a ti. Soy el hombre más afortunado de la Tierra.”
    Lord Windermere la tomo de la mano y dijo, “Tengo un hijo maravilloso, y una esposa a la que adoro por sobre todo este mundo.” Margarita dijo, “Arturo, solo pido que nunca se empañe la dicha de que hoy gozamos.” Arturo le dijo, “Así será, si confías siempre en mí. Jamás dudes de lo mucho que te amo aun, cuando parezca que no es así.” Margarita dijo, “¿Por qué me dices eso?” Arturo dijo, “Por nada…voy a cambiarme, o llegaremos cuando el baile esté terminado.” Cuando Arturo se fue, Margarita pensó, “¿Qué me quiso dar a entender…? ¿Qué tonta soy…! Me preocupo sin razón.”
   Horas después, Arturo y Margarita llegaban a la reunión social. Al poco tiempo, lord Darlington miró a Margarita, y dijo, “Lady Windermere, está usted tan bella esta noche, que todas las demás mujeres desaparecen ante su presencia.” Margarita dijo, “Como siempre, exagera usted, lord Darlington.” Lord Darlington le dijo, “De ninguna manera. Para mí, es usted perfecta, y si me lo permitiera, pondría mi vida y mi fortuna a sus pies.” Margarita dijo, “Creo que olvida que soy una mujer casada, y madre de un niño.”
    Lord Darlington dijo, “Eso no impide que yo sienta por usted…” Margarita lo interrumpió y dijo enojada, “No siga. No eche a perder la simpatía y aprecio que le tengo, diciendo tonterías.” Lord Darlington dijo, “Es lo que menos desearía. Quiero que seamos amigos. Quizá muy pronto necesite un verdadero amigo.” Margarita le dijo, “¿Por qué lo dice?” Lord Darlington dijo, “Porque a veces tenemos problemas, y deseamos contárselos a alguien.” Margarita dijo, molesta, “Le doy mi amistad, y en nombre de ella le pido que no vuelva a decir nada que me haga retirársela.”
   Lord Darlington dijo, “Lady Windermere, me parece que exagera. En estos tiempos su forma de pensar es un poco…” Margarita dijo, “¿Retrógrada? Sí, soy retrógrada y algo puritana. Así fui educada y me alegro de ello. Mi madre murió cuando yo apenas había nacido. Me crió lady Julia, hermana mayor de mi padre. Fue muy severa, me enseñó la diferencia entre el bien y el mal. Ella nunca transigía, ni yo tampoco.” Lord Darlington dijo, “Creo que usted es de las mujeres que nunca perdonaría un engaño.”
    Margarita dijo, “No, jamás. Ya hemos charlado demasiado. Allá veo a la duquesa de Cheveley, iré a saludarla.” Lord Darlington dijo, “Lamento verme privado de su encantadora compañía. No olvide que tiene en mí un amigo incondicional.” Cuando Margarita llegó con la duquesa Cheveley, la duquesa dijo, “Margarita, siempre tan hermosa y elegante. Justamente hablábamos de ti.” Margarita dijo, “¿Puedo saber qué decían?” Una de las acompañántes de la duquesa dijo, “¡Oh, nada importante! Solo comentábamos tu traje, y sobre lo encantadora que eres.”
  Lady Arbuth, otra de las acompañántes, dijo, “Y pensar que a veces los maridos no saben aquilatar lo que tienen.” Margarita dijo, “Por suerte no es mi caso, lady Magdalena. Arturo es un esposo admirable.” Lady Magdalena dijo, “Querida, todos lo son, hasta que nos demuestran lo contrario.” De repente llegó otra mujer, y dijo, “Margarita, toda la noche he tratado de acercarme a ti, pero me ha sido imposible. Hay un mundo de gente.” Margarita exclamó, “¿Cómo está, condesa?”
   La condesa le dijo, “Recibí tu invitación para la recepción que ofrecerás el sábado. Por supuesto que no faltaré.” Margarita dijo, “No crea que va a ser una gran fiesta. Sólo será una pequeña reunión íntima a hora temprana.” La duquesa de Cheveley dijo, “Intima y selecta, como todo lo que concierne a tu casa, donde se reúne lo mejor de Londres.”
   La condesa agregó, “Margarita siempre ha sido muy cuidadosa en sus invitaciones, y hace bien. La gente más atroz se presenta en todas partes.” Margarita dijo, “Disculpen pero Arturo me está haciendo señas. Creo que ya desea retirarse.” Una de las acompañántes de la duquesa dijo, “Sí, es bastante tarde. Creo que también me marcharé. Éstas últimas semanas han sido agotadoras.”
   Al día siguiente, Parker, el mayordomo de los Windermere, recibió a una visita, y dijo a Margarita, “Mi lady, la duquesa de Arbuth acaba de llegar.” Margarita dijo, “Hágala pasar, Parker.” La duquesa de Arbuth dijo al llegar, “Querida Margarita, pasaba por aquí y decidí visitarte.” Margarita dijo, “Me da gusto que lo haya hecho, duquesa. ¡Tome asiento!” Ambas se sentaron.
    Enseguida, Lady Arbuth dijo,. “¡Qué bien te ves! Llevas un vestido precioso, como siempre. ¡Ay querida…eso me hace compadecerte más!” Margarita dijo, “¡Compadecerme! Pero…¿Por qué duquesa?” Lady Arbuth dijo, “Por esa horrible mujerzuela. También tiene un gusto exquisito para vestir, y es tan hermosa. ¡Una belleza!” Lady Arbuth agregó, “Se dice que lord Lorton ha perdido la cabeza por ella. Es un verdadero escándalo. Estoy realmente horrorizada. Es alguien totalmente inadmisible en nuestra sociedad. Muchas mujeres tienen un pasado, es cierto… Pero ésta según he escuchado, tiene por lo menos una docena y todos entre gente bien. ¡Es espantoso!”
    Margarita dijo, “¿De quién habla? No sé a quién se refiere.” Lady Arbuth dijo, “¿De quién va a ser? De la, 'señora' Erlynne.” Margarita dijo, “¿La señora Erlynne? Es la primera vez que escucho su nombre. ¿Quién es?” Lady Arbuth dijo, “¡Ay querida, todos nos sentimos tan angustiados por lo que sucede! Justamente anoche lady Pummel me decía que entre todos los londinenses, nada menos que lord Windermere fuera capaz de semejante conducta.” Margarita dijo, “¡Mi marido! ¿Qué tiene él que ver con esa mujer?”
   Lady Arbuth dijo, “La visita constantemente las señoritas Saville, primas de la duquesa Chaveley. Viven frente a la casa que rentó esa damisela. Ellas lo ven entrar allí, por lo menos dos o tres veces por semana, y eso no es todo. Todos comentan que está arruinando al pobre Arturo, pues él paga sus caprichos que son bastante caros.” Margarita se levantó, y exclamó, “¡No lo creo!” Lady Arbuth dijo, “Es verdad, querida. Todo Londres lo sabe, por eso pensé que tenía que decírtelo.” Margarita dijo, “¡No, no es posible. Llevamos dos años de casados, tenemos un hijo de seis meses. ¡No, no!”
    Lady Arbuth dijo, “Margarita, no hay que desesperar. Llévate a Arturo fuera de Londres, y se le pasará el entusiasmo por ella.” Lady Arbuth se levantó y dijo, “Tengo que irme, debo asistir a una cena, y aún tengo que cambiarme…¡Ah, no vayas a hacer una escena, los hombres las detestan!” Margarita dijo, “Gracias por haberse tomado la molestia de venir a contarme todo esto, pero no creo que mi marido me sea infiel.” Lady Arbuth dijo, “Preciosa, asi era yo antes, ahora sé que todos los hombres son unos monstruos. ¡Oh, vas a llorar!”
    Margarita dijo, “No, yo nunca lloro.” Lady Arbuth dijo, “Así me gusta. El llanto es el refugio de las feas y acaba con las bonitas. Nos vemos querida.” Margarita dijo, “Hasta pronto, duquesa.” Cuando Lady Arbuth se retiró, Margarita pensó, “Dios mío, no puede ser cierto…Arturo me ama…él no sería capaz de engañarme. Pero…¿Por qué iba a mentir la duquesa? Últimamente la actitud de Arturo es muy extraña. Siempre está fuera de casa. Tengo que cerciorarme. Revisaré sus cuentas. La duquesa dijo que él le daba dinero a esa mujer.” La, “compasiva” dama, había logrado sembrar la duda en Margarita.
    A continuación, Margarita entró al estudio de Arturo y abriendo un cajón de su escritorio, pensó, “Aquí guarda el libro donde anota los gastos…no debería hacer esto, pero si no lo veo, no quedaré tranquila.” Después de revisarlo, Margarita pensó, “Nada. Ya lo sabía yo. No es más que un chisme maligno. Nunca debí dudar de él.” Feliz, Margarita se dispuso a guardarlo, pero al abrir el cajón, pensó, “¡Aquí hay otro! Lo miraré solo para demostrarme que nunca debí sospechar de mi marido.”
    Con asombro y horror, Margarita leyó en sui mente, “Señora Erlynne…600 libras. Señora Erlynne…500 libras. Señora Erlynne…100 libras…¡Oh no, no!” En ese momento llegó Arturo, diciendo, “Margarita, me dijo Parker…¿Qué haces?” Margarita exclamó, “Estaba mirando tus libros de cuentas.” Arturo la enfrentó diciendo, “No tienes derecho. Me parece muy mal que te dediques a espiarme. Esa no es la actitud correcta de una dama.”
   Margarita reaccionó, y dijo, “Sólo quería comprobar si era cierto lo que me dijeron sobre esa despreciable mujer y tú.” Arturo dijo, “No hables así de la señora Erlynne. Eres injusta.” Margarita dijo, “Te muestras muy celoso del honor de esa dama. Ojalá lo fueras también con el mío.” Arturo dijo, “Como puedes decir eso. Yo jamás…” Margarita se llenó de energía, y dijo señalando con su dedo, “¡Tú me has humillado! Ahora comprendo tu actitud de esos últimos meses te veías ausente preocupado. ¡Ya sé la razón!”
    Arturo dijo, “Margarita, te equivocas. Yo solo te amo a ti.” Margarita dijo, “Entonces, ¿Qué tienes que ver con esa mujer? ¿Por qué le das dinero?” Arturo dijo, “Ella es…la viuda de un amigo de mi padre. Está sola en el mundo. Cometió un error en su juventud, y perdió todo. Tenía posición, dinero, ahora nada. Ha cambiado; actualmente lleva una vida correcta. No hay nada de lo que tú crees.” Margarita le dijo, “No me interesa saber detalles de su vida, y me duele que la defiendas con tanto calor.” Arturo trató de tranquilizarla, y dijo, “Está arrepentida. Desea ser aceptada otra vez por la sociedad, y tú podrías ayudarla.” Margarita dijo, “¿Yo? ¿Cómo te atreves a pedírmelo?”
    Arturo dijo, “Te lo ruego. Ella sabe que si tú la recibes, se le abrirán todas las puertas. ¿No le tenderías tu mano a una mujer que quiere redimirse?” Margarita dijo firmemente, “¡No! Si una mujer se arrepiente de veras, nunca pretende regresar a la sociedad que presenció su caída.” Arturo dijo, “No te pido que seas su amiga, solo que le envíes una invitación para la fiesta de mañana.”
   Margarita le dijo, “¡Estás loco! Jamás haré cosa semejante.” Arturo dijo, “Si tú no lo haces, lo haré yo.” Margarita reaccionó y dijo, “Arturo, si esa mujer entra en esta casa, tu vida y la mía quedarán separadas para siempre.” Mientras Margarita daba la vuelta y se retiraba, Arturo pensó, “Margarita…Dios mío, si supiera…” Pero lady Windermere no estaba para recibir explicaciones.
     Margarita entró a su habitación, pensando, “La duquesa no mentía. ¿Cómo ha podido Arturo destruir así mi confianza y mi amor? Jamás le perdonaré este ultraje…si se atreve a invitarla…¡Oh, no será capaz!” Cuando llegó la noche, Margarita aún estaba en su recamara, entonces dijo a su institutriz, “Ana, no voy a bajar a cenar. Tengo un horrible dolor de cabeza; qué Parker le avise a lord Windermere.” Ana dijo, “Está bien, mi lady.” Parker entró al estudio de Artur y dijo, “Mi lord, la señora no cenará, pues se siente un poco indispuesta.” Arturo dijo, preparándose para salir, “Yo tampoco cenaré. Voy al club Parker.”
   Poco después Arturo, fumaba en un salón del club. Entonces, un hombre mayor se acercó a él, y le dijo, “Arturo, qué bueno que te encuentro. Necesito hablar contigo, solo tú puedes ayudarme.” Arturo dijo, “¿De qué se trata, Augusto?” Augusto le dijo, “De la señora Erlynne. Tú la has tratado bastante. ¿Quién es? ¿De dónde procede?” Arturo dijo, “¿Por qué no se lo preguntas a ella? Yo sólo la conozco desde que llegó a Londres, hace seis meses. Antes, ignoraba su existencia. Ella es…la viuda de un hombre al que le debía un gran favor. No sabía que era su esposa. Cuando llegó a Londres, me buscó, y me lo hizo saber. Por eso la visito. Eso es todo.”
    Augusto dijo, “No comprendo por qué le han hecho una fama tan espantosa. No te imaginas la forma como se expresan de ella las mujeres. Estoy enamorado de ella, pero temo que la sociedad no la acepte jamás. Dime, ¿Tú se la presentarías a tu esposa?” Arturo dijo, “La señora Erlynne asistirá mañana a la fiesta de cumpleaños de Margarita.” Augusto dijo, “Eso quiere decir que es una persona respetable, de otro modo, Margarita jamás la invitaría.” Arturo dijo, “Sí, lo es. Todo lo que se dice de ella, son solo comentarios mal intencionados, y sin fundamento.” Augusto dijo, “Gracias, Arturo. No sabía qué hacer, pero ahora nada me impide pedirle que sea mi esposa.”
   Arturo pensó, “Me gustaría decirle la verdad, y así detendría los planes de esa mujer, pero no debo. Si lo hiciera, destruiría para siempre mi matrimonio, ya te han amenazado.” Al día siguiente, Arturo llegó con un detalle para su esposa, y dijo, “Feliz cumpleaños mi amor. Esto es para ti.” Margarita dijo, “Gracias Arturo.” Margarita abrió la caja de regalo y vio que era un abanico. Margarita dijo, “Es muy hermoso.” Arturo dijo, “Le hice grabar tu nombre…mi amor. No permitas que un malentendido se interponga entre nosotros…”
    Margarita dijo, “Ojalá así fuera, pero tu actitud me demuestra lo contrario.” Arturo dijo, “Te juro que entre la señora Erlynne y yo, no hay nada. Ella vendrá esta noche, y verás que…” Margarita se encolerizó y dijo, “Ya te advertí que si entra en esta casa, todo habrá terminado entre nosotros.” Arturo dijo, “Margarita, no arruines nuestras vidas…” Margarita dijo, “Eres tú el que lo hace. No estoy dispuesta a ser humillada públicamente. Ahora, por favor, déjame sola.” Arturo pensó, “Si me atreviera a decirle la verdad, comprendería mi actitud. Pero sé que no podría soportarlo.”
   Esa noche, Parker anunciaba la llegada de los invitados conforme iban llegando. “Sir James Royston…Lord y Lady Pliymdale…” Margarita pensó, agitando su abanico, “Estos son los últimos invitados. Gracias a Diós esta mujer no vino. Sabía que Arturo no la invitaría.”  De repente, Parker anunció, “La señora Erlynne.” Margarita exclamó dejando caer su abanico, “¡Oh, no!” Mientras Lord Darlington recogía el abanico, la señora Erlynne se presentó, “¡Buenas noches! ¡Encantada de conocerla lady Windermere!”
   Margarita se limitó a hacer una fría inclinación de cabeza. A continuación, la señora Erlynne dijo a Arturo, “¡Qué encantadora y linda es su esposa, lord Windermere!” Mientras tanto, Lord Darlington entregaba el abanico a Margarita, diciendo, “Su abanico. ¿Qué le sucede? Está muy pálida.” Mientras tanto, Arturo decía a la señora Erlynne, “No debió haber venido.”
    Por otro lado, Margarita decía a lord Darlington, “Necesito tomar un poco de aire, acompáñeme a la terraza.” Por otra parte, la señora Erlynne, quien aún seguía con Arturo, dijo, “Miren quién está aquí el señor Graham. ¿No es aquella su tía, lady Morset? Me gustaría conocerla, preséntemela.” El señor Graham dijo, “Este…¡Ejem…! Con mucho gusto.” Ambos se acercaron a dos damas sentadas en un sillón. Graham dijo, “Tía Juana, la señora Erlynne.”
   La señora Erlynne dijo, “Es un placer conocerla. Su sobrino y yo somos grandes amigos. Es un conversador admirable y todos sabemos de quién lo heredó.” La señora Erlynne se sentó con ellasó y continuó, “Lord Allandale me decía ayer que el señor Graham, habla casi tan bien como su tía.” Lady Morset dijo, “Es usted muy amable.” Cerca de ahí, Arturo dijo al señor Graham, “¿Te atreviste a presentarle a tu tía, a la señora Erlynne?” Graham dijo, “Tuve que hacerlo. Esa mujer logra que uno haga lo que ella quiere. ¿Cómo? No lo sé.”
   Entre tanto en la terraza, Margarita y lord Darlington dialogaban. Lord Darlington dijo, “Comprendo cómo se siente. Su marido jamás debió haber invitado a esa mujer. Es demasiado descaro.” Margarita dijo, “Estoy desesperada. Usted dijo que era mi amigo. Dígame, ¿Qué debo hacer?” Darlington le dijo, “Entre un hombre y una mujer, no puede haber amistad. Existe la adoración, el amor. Yo la amo, desde que la conocí.” Margarita le dijo, “No, no hable así.”
   Darlington le dijo, “Sí, la amo. Para mí, usted es lo más valioso del mundo. En cambio a su marido no le importa humillarla. Le ofrezco mi vida, abandóne hoy ésta casa. No le preocupe lo que diga la gente, pues ellos no saben de su sufrimiento. Hay momentos en que debemos elegir. Elija el gran amor que le ofrezco, en lugar del engaño de su marido.” Margarita dijo, “Me falta valor, soy cobarde. Debería irme, pero no me atrevo.” Darlington dijo, “No dude, será mi esposa y ocupará el lugar que le corresponde.” A continuación,
   Darlington mostró unas llaves, y dijo, “Tóme, son las llaves de mi casa.” Margarita dijo, “No debo precipitarme, quizá Arturo reaccione. Es el padre de mi hijo.” Darlington dijo, “Decídase. Tiene que ser hoy o nunca. Mañana salgo de Inglaterra, y estaré ausente por mucho tiempo.” Margarita dijo, “Entonces…nunca. Regresemos al salón, por favor.”
   Cuando Margarita regresó con unas damas, una de ellas le dijo, “Margarita, acabo de tener una conversación amenísima con la señora Erlynne. Es encantadora.” Lady Arbuth dijo, “Siento mucho lo que te dije de ella. Desde el momento que tú la has invitado, debe ser una persona bien. No comprendo por qué se habla mal de ella. De todos modos creo que es mejor que te lleves lejos a tu marido. ¡Es tan atractiva!” Margarita apenas escuchaba lo que le decían.
    Miraba con rencor y dolor a la señora Erlynne. La otra dama alimentaba el fuego, diciendo, “¡Que mujer tan preciosa que está con tu marido! Yo en tu lugar me sentiría celosa.” Lady Arbuth dijo, “Es muy agradable, la invité a cenar mañana. ¿No quieres acompañarnos?”  Margarita dijo, “Lo lamento, pero ya tengo otro compromiso.” Lady Arbuth dijo, “Entonces quizá puedas ir a tomar el té a casa de lady Morissette. También invitó a la señora Erlynne.”
   El resto de la velada fue una pesadilla para la joven lady. Por fin los invitados empezaron a despedirse. Una de las damas se despidió de Margarita, “Fue una reunión encantadora y qué gran acierto que recibieras a la señora Erlynne. ¡Qué mujer tan agradable!” Lady Arbuth agregó, “No hay duda que la gente habla por hablar. Es toda una dama.” Y mientras Margarita cumplía sus deberes con el corazón destrozado, la señora Erlynne decía a Arturo, “Venga conmigo a la terraza que tengo que hablarle.”
   Arturo dijo, “¿No podemos dejarlo para otro momento? Mañana…” Mientras Margarita observaba, la señora Erlynne tomó del brazo a Arturo, y dijo, “Debe ser ahora. Mañana debo dar a augusto mi respuesta sobre su petición de matrimonio.” Arturo dijo, “¡Ah, consiguió lo que se proponía!”
   Ya en la terraza, la señora Erlynne dijo a Arturo, “Así es no quise darle el sí, hasta no estar segura de que podré contar con una renta anual importante. No deseo que Augusto piense que soy una persona sin medios económicos propios. Pienso que usted podría darme dos mil libras al año.” Arturo dijo, “Si ése es el precio para que me deje en paz, se las daré. Las pondré en una cuenta, pero no debe volver a molestarme.”
   La señora Erlynne dijo, “Sabía que no me las negarías, la verdad no debí ni siquiera dudar. Usted no me puede negar nada.” Margarita, tras observarlos a la distancia, pensó, “Esto es demasiado. No soportaré más. Voy a aceptar lo que me ofrece lord Darlington que me quiere y respeta.” Llena de indignación, Margarita se dirigió a la biblioteca, y escribiendo una nota, pensó, “Cuando Arturo lea esto, va a comprender perfectamente por qué lo dejo, y me voy con lord Darlington.”
    Margarita terminó de escribir, y sin detenerse a pensar, salió de casa. Entretanto, Arturo decía a la señora Erlynne, “Está bien, le daré las primeras dos mil libras ahora. Espéreme en la biblioteca.” La señora Erlynne dijo, “No demore mucho. Ya deseo marcharme.” Minutos después, la señora Erlynne, se dirigía a la biblioteca, pensando, “Ya nada me impide casarme con Augusto. Jamás creí que me volvería a enamorar. Lo amo como nunca amé antes.” Al acercarse al escritorio, vio la carta y la tomó casi sin darse cuenta.
   La señora Erlynne pensó, “¡Dios mío! Me parece estar leyendo las mismas palabras que escribí hace 23 años. ¿Cómo es posible que en la vida se repitan las tragedias? Tengo que hacer algo ahora mismo. Todo esto es por mi culpa.” Tras una pausa, la señora Erlynne pensó, “Es necesario que lord Windermere salga de esta casa. ¿Cómo podré lograrlo? ¡Augusto me ayudará!” Decidida, la señora Erlynne entró en el salón y allí encontró a Augusto, a quien le dijo, “Necesito que haga algo por mí. Tiene que llevarse a lord Windermere al club, y entretenerle allí el mayor tiempo posible.”
    Augusto dijo, “¿Pero por qué?” La señora Erlynne dijo, “No pregunte mañana le daré todas las explicaciones que quiera, ahora haga lo que le digo.” Augusto dijo, “Yo deseaba acompañarla a su casa, pero bueno, lo haré. Quiero demostrarle que seré un marido complaciente.” La señora Erlynne se despidió rápidamente, y buscó a lord Windermere. Al encontrarlo, Arturo dijo, “Iba en este momento la biblioteca, estaba despidiendo a unos invitados.”
   La señora Erlynne le dijo, “Ya me dará el dinero mañana. Estoy agotada y prefiero marcharme ahora mismo. Me acabo de despedir de su esposa, me dijo que le dolía la cabeza y se retiraba a descansar.” Arturo dijo, “Cuando se vayan todos los invitados, iré a verla. Margarita ha estado muy tensa últimamente.” La señora Erlynne dijo, “Es mejor que la deje descansar, mañana las cosas serán muy diferentes. Creo que mi presencia fue en la causa de su malestar.”
    Arturo dijo, “Efectivamente. Me extraña que Margarita le haya dirigido la palabra.” La señora Erlynne dijo, “Las mujeres somos muy especiales. Por eso les recomiendo que no la moleste ahora. Un buen sueño ayuda a subir el ánimo.” Arturo dijo, “Aunque no quiero nada de usted, y menos un consejo, creo que tiene razón.” Entretanto, Margarita ya habia llegado a la residencia de lord Darlington, y con ayuda de la llave que éste le habia dado, Margarita habia entrado a la residencia.
    Mientras esperaba sentada en un sillón, Margarita pensaba, “¿Dónde está lord Darlington? Pensé que lo encontraría aquí. Se retiró temprano de la fiesta. Quizás mejor…esto es una locura…debo regresar a mi casa…¿Y si Arturo ya leyó la carta…? ¿Qué va a ser de mi vida ahora?...ya no importa…cualquier cosa es mejor que seguir junto a un hombre que me humilla…¡Dios mío, ayúdame…! ¡Me siento tan desesperada! Jamás podré amar a lord Darlington. A pesar de todo, me iré con él. Ya no tengo otra alternativa.” En ese momento, llegó la señora Erlynne, y dijo, “¡Lady Windermere, gracias a Dios llégo a tiempo!” Margarita se levantó y exclamó, “¡Usted! ¿Qué hace aquí? ¿Cómo entró?”
    La señora Erlynne dijo, “La puerta estaba abierta. Es preciso que regrese a su casa. Lord Darlington puede llegar en cualquier momento.” Margarita exclamó llena de furia, “¡No se me acerque! Usted me repugna, mi marido la ha enviado, ¿Verdad?” La señora Erlynne exclamó, “¡No, yo…” Margarita dijo, “¿Quiere que yo le sirva de pantalla, para poder seguir con sus amoríos?” La señora Erlynne exclamó. “¡Oh no! ¿Cómo puede pensar eso? Le aseguro que…” Margarita dijo, “¡Nada! Era muy cómodo para ambos que la abnegada esposa se hiciera la desentendida. ¡Eso se terminó!” La señora Erlynne dijo, “Le juro que está equivocada. Él no me envió. Cree que usted se encuentra durmiendo.” Margarita dijo, “Ya debe haber leído la carta que le dejé, y habrá subido a la recámara.”
    La señora Erlynne dijo, “Yo encontré la carta y la destruí. He venido a salvarla de un error fatal. Por favor regrese a su casa.” Margarita dijo enojada, “¡No! No volveré a pasar por la vergüenza de que Arturo me imponga la presencia de una mujerzuela que mantiene en mi propia casa.” La señora Erlynne palideció ante esas palabras que fueron como una bofetada. Entonces, la señora Erlynne dijo, “Entre su esposo y yo, no hay nada de lo que se imagina. Si me dio dinero, no fue por amor sino por odio.” Margarita dijo, “¡Miente! Ningún hombre expone su hogar por odio.”
    La señora Erlynne le dijo, “Él la ama, y tanto que por ese inmenso amor que le tiene, tuvo que acceder a lo que yo le pedía. Si yo hubiera sabido lo que iba a acarrear con mi actitud, habría preferido morir que interponerme en su camino.” Margarita le dijo, “Habla como si tuviera corazón, pero las mujeres como usted, carecen de él. Solo saben venderse. ¡La desprecio!” La señora Erlynne bajó la cabeza, y dijo, “Merezco lo que me dice. Por un error de juventud, estoy en la situación, no lo cometa usted también. Nunca se termina de pagar. Recuerde a su hijo. ¡Él la necesita! ¿Sería capaz de arruinarle la vida? ¿Qué pasará con él si usted lo abandona?”
   Margarita le dijo, “¡No hable de él! ¡Cállese!” Pero la señora Erlynne no estaba dispuesta a darse por vencida, e insistió tocando el amor maternal, y dijo, “Si yo tuviera algo que ver con su marido, no estaría aquí rogándole. Usted como madre no puede abandonar a su pequeño.” Margarita reflexionó y dijo, “¡Mi hijo! ¿Cómo pude dejarlo? Tengo que regresar a mi casa antes que sea tarde.” La señora Erlynne dijo, “Salgamos rápido. Sería fatal que viniera a alguien.” Entonces Margarita dijo, “¡Escuche…! Alguien viene…estoy perdida.”
    La señora Erlynne le dijo, “Escóndase detrás de esa cortina. En la primera oportunidad salga de aquí.” Margarita dijo, “¿Y usted?” La señora Erlynne dijo, “Por mí no se preocupe. ¡Vamos, a apresúrese!” Afuera de la residencia se escuchaban voces, era Augusto quien decía a Arturo, “Tonterías, aún no puedes irte a tu casa…” La señora Erlynne pensó, “La voz de Augusto. No debe verme aquí. Me esconderé en esa habitación.”
   Cuando los cinco caballeros entraron, Augusto dijo, “Bueno Darlington, a pesar de que casi tuvimos que obligarte a invitarnos, espero que no nos negarás una copa.” Darlington dijo, “No, pero les ruego que en cuanto la tomen se marchen. Ya les he dicho que mañana salgo de viaje.” Mientras Darlington sacaba las botellas, Arturo, dijo, “No te preocupes, yo me los llevaré. Deseo regresar a casa. Margarita no se siente bien.” Augusto dijo, “Vamos, seguro que es una jaqueca, nada de cuidado.”
   Entonces, uno de los caballeros del club, vio un abanico tirado, y dijo, “Ya comprendo por qué Darlington desea que nos marchemos. Tiene una dama esperándolo.” Darlington volteó y dijo, “¿Qué dices?”  El caballero levantó el abanico y dijo, “No te hagas el inocente. Aquí está su abanico.” Arturo explotó y dijo, “¡Es la de Margarita! ¿Porque está aquí?”
  Darlington pensó reflexionando, “Entonces vino…” Arturo se dirigió a Darlington, y le dijo, señalando con el dedo, de forma amenazante, “Darlington, voy a registrar la casa, y si mi esposa está aquí…” Darlington dijo, “Usted no hará nada, se lo prohíbo.” Arturo lo tomó por el cuello y dijo, “¡Canalla! No dejaré este lugar sin haber revisado hasta el último rincón.” Darlington exclamó, “¡Agh!¡Suélteme!”
     En ese momento, la señora Erlynne salió a la vista, y dijo, “Lord Darlington, no me dijo que vendría con amigos.” Augusto exclamó lleno de sorpresa, “¡Señora Erlynne!” Darlington pensó, “¿Qué hace esta mujer aquí?” La señora Erlynne dijo, “Escuché la discusión. Lord Windermere, tomé por equivocación el abanico de su esposa. Lo siento.” Uno de los caballeros del club dijo, “Bien callado te lo tenías Darlington. Es mejor que nos retiremos. Estamos de más aquí.”
    Después de lanzar a la dama una mirada de profundo desprecio, los hombres se retiraron. Entonces Darlington dijo, “Señora, ¿Me podría explicar…?” La señora Erlynne procedió a retirarse, diciendo, “Lo siento, será en otra ocasión. ¡Buenas noches!” Cuando la señora Erlynne estuvo en la calle, se sorprendió de que Augusto estuviera esperándola, y dijo, “Augusto, no creí que me esperarías. Sé que tú creerás lo que te…” Augusto le lanzó una bofetada, diciendo, “¡Mujerzuela!”
    Mientras Augusto se retiraba, la señora Erlynne derramó una lagrima, pensando, “Los pecados se pagan una y otra vez. Cuando creí que había saldado mi deuda, la realidad me demuestra lo contrario.” Entretanto, Margarita ya estaba en su casa, pensando, “Ella me salvó. ¿Por qué lo hizo? Jamás podré comprenderlo. Iba a cometer una locura, y gracias a ella no lo hice. No puedo permitir que cargue con mi culpa. Le diré la verdad Arturo…¿Y si no me perdona…?”
El resto de la noche se debatió desesperada, sin saber qué hacer. Al día siguiente, Arturo la saludó en la mañana, diciendo, “Querida, ¿Cómo te sientes? Ésta mañana no quise molestarte, pues me dijo Ana que dormías. ¡Qué pálida estás!” Margarita le dijo, “Tuve una fuerte jaqueca. Arturo, tengo algo que decirte…no sé si me…” En ese momento, Parker anunciaba la llegada de una visita, “La señora Erlynne desea ver a lady Windermere.” Margarita dijo, “¡Que pase Parker!”
   Pero Arturo dijo, “No. Esa mujer no es digna de hablar contigo. Haré que la echen.” Margarita lo detuvo, y dijo, “Arturo, quiero recibirla no puedes negarte. Tú mismo la invitaste a nuestra casa.” Arturo dijo, “Porque creí que realmente estaba arrepentida y dispuesta a llevar una vida limpia. Anoche comprobé lo contrario.” La señora Erlynne  se presentó y dijo, “Buenos días. Lady Windermere, vengo a traerles su abanico. Lamento habérmelo llevado por equivocación.”
     La señora Erlynne puso el abanico en una mesa, y dijo, “Anoche pasaba por aquí, y decidí regresárselo a la vez que despedirme.” Margarita dijo, “¿Despedirse? ¿Es que se va usted?” La señora Erlynne dijo, “Si, el clima de Inglaterra no me sienta bien. Salgo esta noche.” Margarita dijo, “Entonces, ¿No la volveré a ver?” La señora Erlynne dijo, “No, nuestras vidas marchan por caminos opuestos…yo…quería pedirle algo…pero no sé…” Margarita dijo, “Por favor, señora Erlynne, dígame.” La señora Erlynne dijo, “¿Me daría un retrato suyo?” Margarita dijo, “Con mucho gusto, voy a buscarlo.”
   Cuando Margarita se retiró, Arturo la enfrentó, y dijo, “¿Cómo se atreve a venir aquí? ¿Qué se propone?” La señora Erlynne dijo, “Hablar con mi hija…pero no se preocupe, no voy a romper a llorar y decirle quién soy. Los sentimientos maternales no son para mí. Los experimenté anoche y me hicieron sufrir demasiado.”
   Arturo dijo, “No me fío de usted. Debería haberle contado la verdad a Margarita, evitando así todos los problemas que me ha causado. Pero no quise que supiera que su madre, a la que cree muerta y venera como a una santa, es una mala mujer, una mujer que la abandonó casi recién nacida, para huir con un hombre. Margarita no podría soportar ese dolor. Pero hice mal, puse en peligro nuestro matrimonio y la confianza que me tiene. Ahora le diré quién es usted.”
   La señora Erlynne le dijo, “¡Se lo prohíbo! Si lo hace, cubriré de lodo mi nombre, a tal grado que su vida será un infierno. Es mi secreto y me pertenece a mí.” Arturo dijo, “Entonces salga de aquí ahora mismo, y no vuelva a presentarse en nuestras vidas.” La señora Erlynne dijo, “Lo haré, después que me despida de mi hija.” Arturo dijo, “No tiene derecho a llamarla así. Durante más de veinte años no se acordó de ella. Un día se enteró de que se había casado con un hombre rico, y decidió volver a ver qué podía sacarle. Me buscó, habló conmigo. Se dio cuenta de que yo no le daría a Margarita el dolor de saber quién era su madre y empezó a chantajearme.”
    La señora Erlynne dijo, “No use palabras tan feas, son de mal gusto. Descubrí una oportunidad, eso es todo.” Arturo dijo, “Sí, la aprovechó…y la perdió anoche al ser encontrada en casa de lord Darlington. Ha quedado deshonrada para siempre.” La señora Erlynne dijo, “Tiene razón, lo perdí todo anoche…éste abanico es precioso le diré a Margarita que me lo regale.” Arturo dijo, “Ojalá se lo dé. No deseo que ella lo vuelva a usar. Está sucio.”
   La señora Erlynne dijo, “Es usted decididamente melodramático. Para su tranquilidad le diré que no pienso regresar nunca más a Inglaterra.” En ese momento, llegó Margarita y dijo, “Aquí está la fotografía. Le traje una en donde estoy como mi hijo.” La señora Erlynne dijo, “Se le agradezco tanto, deseaba conocer a su pequeño. Pero no me atreví a pedírselo.” Cuando la señora Erlynne vio el cuadro, dijo, “Es un bebé precioso. ¿Cómo se llama?”
    Margarita dijo, “Gerardo, como mi padre. Si hubiera sido niña, le habría puesto el nombre de mi madre, que se llamaba Margarita, como yo.” La señora Erlynne dijo, “También ese es mi nombre.” Margarita dijo, “¡Qué coincidencia! Yo no conocí a mi madre pero venero su memoria.” La señora Erlynne dijo, “¿Su padre le hablaba de ella?” Margarita dijo, “No, le dolía hacerlo. Me pidió que no la nombrára. Creo que murió de tristeza por haberla perdido.”
   La señora Erlynne dijo, “Comprendo…ya debo marcharme. Lord Windermere, ¿Sería tan amable de ordenar que me pidan un coche?” Margarita dijo, “Por favor, Arturo.” Lord Windermere dudó un momento, luego salió de la estancia. Entonces Margarita dijo, “Tengo tanto que agradecerle. Usted me salvó y…” La señora Erlynne dijo, “Olvide lo sucedido anoche. Será nuestro secreto. Si quiere agradecerme, hágalo prometiendo que jamás lo revelará. ¡Prométamelo! Si habla pondrá en peligro la felicidad de su hijo, y ante todo debe recordar que es madre.”
   Margarita dijo, “Tiene razón. Si anoche hubiera pensado en mi madre, que era una santa, no habría cometido ese disparate.” La señora Erlynne se estremeció al escuchar esas palabras, pero su rostro permaneció impasible. Arturo llegó y dijo, “El coche la espera.” La señora Erlynne se despidió, y dijo, “¡Gracias! Querida lady Windermere, debo decirle adiós…¡Ah, me olvidaba! ¿Me puede regalar el abanico que me llevé anoche?”
     La señora Erlynne tomó el abanico de la mesa, y dijo, “Sé que es un obsequio de su esposo, pero quizá a él no le importe.” Arturo dijo, “En absoluto, por mí puede llevárselo.” Margarita dijo, “Sí, lléveselo. Me dará gusto saber que usted lo usa.” La señora Erlynne dijo, “Gracias. Siempre hará que me recuerde a usted. ¡Adiós, le deseo toda la felicidad del mundo!”
   Poco después, La señora Erlynne iba en el coche, pensando, “¡Adiós hija querida! No creí que yo fuera capaz de sacrificarme por alguien. Pude haber rehecho mi vida, pero el destino quiso que eligiera entre mi felicidad y la tuya.” Y mientras ella se alejaba a vivir su soledad, Arturo decía a Margarita, “Ojalá nunca vuelva a aparecer en nuestras vidas. Esa mujer no es digna ni siquiera de mirarte!”
   Margarita dijo, “Arturo, no es mala. Debí confiar en ti, y no dudar de que la ayudabas porque es la viuda de un amigo de tu padre.” Margarita abrazó a Arturo, y dijo, “Desde ahora siempre creeré en ti, y en tu amor. Perdóname por haber sido desconfiada.” Arturo dijo, “Mi adorada Margarita. Nunca habrá nadie en mi corazón que no seas tú. Por defender nuestra felicidad soy capaz de todo.” Lady Windermere jamás podría imaginar lo que había sacrificado la, “señora Erlynne,” para que ella fuera feliz.

   Tomado de, Joyas de la Literatura. Año 8, No. 144. Diciembre 15 de 1990. Adaptación: Remy Bastien. Guión: Herwigd Comte. Segunda Adaptación: José Escobar.

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