Club de Pensadores Universales

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lunes, 15 de febrero de 2016

Literatura Inglesa La Era del Clasicismo

     Cuando Inglaterra logra ordenar su vida política, el Clasicismo esta a la orden del día. Alexander Pope (1688-1744), que domina su época, es el arquetipo del hombre de letras, arbitro del gusto y plasmador de la opinión. Adopta el dístico heroico de Dryden y lo hace, a la vez, más agudo y suave. Es un satírico excelente, y su poesía es cerebral; atrae más por la claridad y agilidad del pensamiento y por la propiedad de la frase, que por la riqueza de la imaginación o por su potencial emotivo: El Hurto del Bucle, Ensayo Sobre el Hombre, The Duciade (poema que podría traducirse como, Poema de los Sotes.)
     Jonathan Swift (1667-1745), primo de Dryden, lleva el espíritu crítico hasta sus últimos limites. A diferencia de sus contemporáneos, escribe con ardiente y amargo apasionamiento. Cuento del Tonel y, La Batalla de los Libros, son sus obras polémicas más conocidas. Pero de fama más perdurable es su despiadada diatriba contra las flaquezas humanas: Los Viajes de Gulliver, que, por una sorprendente paradoja literaria, llego a considerarse una fantasía para los niños. Similar suerte corre el relato de Daniel Defoe (1661-1731), Robinson Crusoe, en que el autor hace uso de la técnica de improvisación periodística para ensalzar los triunfos de la colonización. La civilización llega a la isla desierta con el protagonista, cuya obra educadora culmina en el ingreso del gentil salvaje Viernes, en la iglesia anglicana. Defoe fue un escritor prolífico; entre sus muchas obras se destaca, Molly Flanders, en que describe la peste que azotó a Londres en aquella época.
     El teatro produce pocas obras de interés duradero, excepto la, Opera del Mendigo, de John Gay (1685-1732).
     A medida que avanzaba el siglo, la doctrina clásica es enriquecida por Samuel Johnson (1709-1784), que pone en la explicación de sus principios un fervor casi religioso. Su personalidad es tan dominante, que su obra resulta, en cierto modo, oscurecida por su figura. Su biografía, escrita por un joven admirador, James Boswell (1740-1795), es hoy probablemente más conocida que ninguna de sus obras, entre las que figuran: un Diccionario de la Lengua Inglesa, Diario a un Viaje a las Hebridas, muchos ensayos y estudios críticos, varios poemas satíricos, titulados, La Vanidad de los Deseos Humanos, etc.
     Las obras de Defoe y Swift abren el camino hacia dos grandes realizaciones del siglo XVIII: la creación de la novela y la del ensayo. El ensayo toma forma definitiva en la revista, El Espectador, editada desde 1711 por, Joseph Addison (1672-1719) y Richard Steele (1672-1729), en que ambos autores publican en prosa amables sátiras políticas y literarias.
     En 1740-, Samuel Richardson (1689-1761) publica, Pamela, o la Virtud Recompensada. Esta historia de la modesta sirvienta que entre suspiros y palpitaciones resiste los avances de su maestro, hasta que éste capitula y se casa con ella, tuvo un éxito arrollador.
     Henry Fielding (1707-1754) llego en éste momento a salvar la novela, antes de que degenerara por este sentimentalismo moralizador. Ridiculizó el libro de Richardson en la parodia, Shamela, y reconociendo a Cervantes como su maestro, escribe, Joseph Andrews, y, Tom Jones, en los que crea una multitud de personajes vivos, necesarios para la acción. La imagen de Inglaterra que surge de estas novelas es realista, como en Defoe, pero Fielding las ilumina con un humanismo e ironía verdaderamente cervantinas. 
     Oliver Goldsmith (1728-1774), en El Vicario de Wakefield, continua la línea sentimental, pero desarrolla su relato con tan encantadora sencillez que su fama aún perdura. Lawrence Sterne (1713-1768) es el maestro de la narración caprichosa. En su, Viaje Sentimental, y en, Tristan Shandy casi no hay trama, pero abundan episodios con personajes divertidísimos y veraces. Tobias Smollett (1721-1771) es un realista que a veces exhibe cierto bronco humorismo: La Aventura de Peregrine Pickle.
     La oratoria política clásica también se considera un arte. Sus mejores exponentes son Charles James Fox (1749-1806), William Pitt (1759-1806)  Edmund Bruke (1729-1797). Edward Gibbon (1737-1794), el gran historiador, ilustra el interés existente por los temas clásicos: Declinación y caída del Imperio Romano.
     Las tragedias clásicas preferidas por la época han sido en general olvidadas, pero dos comedias de salón aun deleitan a los espectadores modernos: La Conquistadora se Humilla, de Goldsmith, y Escuela del Escándalo, de Richard Brinsley Sheridan (1751-1816).
     Algunas colecciones epistolares brindan una visión más intima de este periodo: las de lady Mary Wortley Montagu (1689-1762), amiga de Pope y esposa del embajador británico en Constantinopla, y Horace Walpole (1717-1797), hijo del primer ministro y entusiasta anticuario.      
  Tomado de : Enciclopedia Autodidacta Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags 470 al 471.
      

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