Al comenzar el largo reinado de Victoria y aprobarse el Acta de Reforma,
en 1832, que rectificaba las injusticias políticas mas visibles, el
Romanticismo, como movimiento revolucionario, se extingue, aunque su influencia
siguiera manifestándose en el sentido de responsabilidad social. La nueva era
se caracteriza por su prosperidad material y por su progreso científico, así
como por la creencia en la perfectibilidad de la naturaleza humana. La
preocupación moral y la fe en el progreso quedan demostradas por la importancia
que asumen los ensayistas y los historiadores de la vida literaria.
Muy distinto es Thomas Carlyle (1795-1881), que ataca con apasionada violencia el punto de vista mecanicista de la vida. Solo cree en un “gobierno de los mejores” y en las virtudes del trabajo. Escribe en estilo germánico pomposo: Historia de la Revolución Francesa: Los Héroes y el Culto del Héroe.
John Ruskin (1819-1900) se interesa más por el arte que por la literatura, sin embargo, su punto de vista es más ético que estético. Su estilo es muy romántico y ornamental, Piedras de Venecia.
Matthew Arnold (1822-1888), escritor escéptico, contribuye a la crítica literaria, tanto como Ruskin contribuyera a la crítica de arte, protestando contra el materialismo de la época: Ensayos de Critica, Discursos sobre América.
El poeta que mejor representa
la época es Alfred Tennyson
(1809-1892), sucesor de Wordsworth como “poeta laureado,” melódico, elegante,
sentimental, que canta en poemas de rara perfección las virtudes y los anhelos
de su tiempo: In Memoriam, Idilios de Rey, Enoch Arden. Es asombroso el contraste que ofrece con respecto a
ellos la producción de otro gran poeta victoriano,
Robert Browning (1812-1889): Pippa Passes, La Sortija y el Libro. Cerebral e impetuoso, se preocupa más por la claridad de los conceptos que por la perfección de los versos.
Su esposa, Elizabeth Barret Browning (1806-1861), es una excelente poetisa menor, Sonetos Traducidos del Portugués.
Robert Browning (1812-1889): Pippa Passes, La Sortija y el Libro. Cerebral e impetuoso, se preocupa más por la claridad de los conceptos que por la perfección de los versos.
Su esposa, Elizabeth Barret Browning (1806-1861), es una excelente poetisa menor, Sonetos Traducidos del Portugués.
A mediados del siglo, Dante
Gabriel Rossetti (1828-1882), poeta y pintor, La Doncella Bienaventurada, Casa
de la Vida, funda el movimiento prerrafaelista, que promueve en la pintura una
vuelta a los primitivos italianos y en poesía a los isabelinos y a la traición
caballeresca, todo ello adornado con los ideales victorianos.
Algernon Charles Swinburne (1832-1909) surge de este movimiento,
pero el simbolismo francés, y sobre todo Shelley, influyen en él. Su poesía
posee fácil musicalidad verbal: Atalanta
en Calydon y Canciones Antes de
Amanecer. Francis Thompson (1859-1907),
católico ardiente, emplea los ritmos de las canciones litúrgicas: El Sabueso
del Cielo.
La novela, que desde los
tiempos de Scott es el género favorito del público, alcanza en la era
victoriana gran perfección y variedad de formas. Los novelistas abundan. Entre
ellos se destacan Dickens y Thackeray, ambos surgidos de la clase media y ambos
impregnados de hondo sentimiento humanitario.
Charles Dickens (1817-1870) es, en gran parte, autodidacto. A la
edad de doce años debió emplearse en una fábrica, mientras su padre era
recluído en la prisión por deudas, y la familia se debatía en la miseria. Así
llegó a conocer la vida de los barrios bajos de Londres y las injusticias
sociales que después denunció en sus escritos, y cuya supresión se debe, en gran
parte, a las cruzadas de Dickens.
Aspirando a ser autor, entró a
trabajar como taquígrafo en un periódico, y en 1835, comenzó a publicar, bajo el
pseudónimo de Boz, sus primeros artículos. Al año siguiente, aparecieron los, Documentos del Club Picwick, aclamados
por el público como obra maestra del humor ingles. Desde este momento, pudo
dedicarse enteramente a la literatura. Sus numerosas novelas, y las lecturas
públicas de sus obras, le granjearon enorme popularidad y considerable fortuna.
Su obra es esencialmente narrativa, y la pintura de las clases populares, llena
casi todos sus libros: Cuentos de Navidad,
Oliverio Twist, Nicolás Nickleby, Tiempos
Difíciles, David Copperfield, en
gran parte novela autobiográfica, e Historia
de Dos Ciudades, que se
desarrolla en los tiempos de la Revolución Francesa.
Es fácil encontrarle a
Dickens defectos como escritor: la intriga es poco coherente, los desenlaces
son artificiosos, las negligencias de estilo abundan, y las situaciones a
menudo se tornan melodramáticas. Pero todas estas deficiencias, están ampliamente
compensadas por su gran talento para crear personajes inolvidables. Los
protagonistas y la figuras secundarias de sus novelas, forman un amplia galería
de tipos, a veces inverosímiles, pero siempre vivos y originales, y en toda su
obra se refleja su atrayente personalidad, con su sano humor, encantadora
naturalidad, y su mensaje de bondad y esperanza.
William
Makepeace Thackeary (1811-1863)
contemporáneo y amigo personal de Dickens, es también humorista, reformador, y
excelente observador, pero su realismo es más sobrio. Nacido en Calcuta, India,
aún niño fue llevado a Inglaterra, donde recibió excelente educación y se
inició en el estudio de derecho, pero optó por el arte y pasó a París, donde
comenzó a trabajar en el periodismo, escribiendo ensayos, críticas literarias y
poesías. Desde 1837, volvió a instalarse en Londres, y se dedicó a escribir
cuentos y novelas; Feria de Vanidades, publicada en 1847, lo coloca entre los
grandes novelistas de la literatura mundial. El libro relata con fino humorismo, las intrigas de una talentosa aventurera en la Inglaterra del siglo XVIII, y
constituye una brillante exposición de los vicios y bajezas de la vida de
sociedad de todos los tiempos: revela a Thackeary como un profundo conocedor de
la naturaleza humana.
A esta obra, siguieron otras no menos famosas; Esmond y los Virginianos, cuya acción también se desarrolla, en la época hannoveriana; Pendennis, que en cierto grado puede considerarse como una autobiografía, etc. Algunos contemporáneos de Thackeary, le han reprochado su tono de sabiduría mundana que adopta a veces como recurso. Sin embargo, en el fondo, Thackeary tiene autentica sensibilidad, y aunque no escatima sus puntos de humorística, tampoco niega a sus caracteres honda comprensión, sin falsedades sentimentales.
A esta obra, siguieron otras no menos famosas; Esmond y los Virginianos, cuya acción también se desarrolla, en la época hannoveriana; Pendennis, que en cierto grado puede considerarse como una autobiografía, etc. Algunos contemporáneos de Thackeary, le han reprochado su tono de sabiduría mundana que adopta a veces como recurso. Sin embargo, en el fondo, Thackeary tiene autentica sensibilidad, y aunque no escatima sus puntos de humorística, tampoco niega a sus caracteres honda comprensión, sin falsedades sentimentales.
Varias mujeres se distinguen en la novela: sin embargo, algunas creen
conveniente presentar al público sus primeras obras con un pseudónimo
masculino, Charlotte Bronte (1816-1855)
publica bajo el nombre de Currer Bell; Jane
Eyre, Shirley, Villette. Le preocupa la injusticia
social, como a Dickens, pero, de carácter sombrío y apasionado, carece del
sentido del humor.
Su hermana, Emily Bronte (1818-1848), produce con Cumbres Borrascosas, una de las importantes novelas románticas.
Mary Ann Evans, conocida como George Eliot (1819-1880), escribe Adam Bede y varias novelas sobre la gente de campo: El Molino Sobre el Floss, Silas Marner. Le interesaban no solo los problemas sociales, sino también los morales y filosóficos, y sus novelas ejercen, en su hora, gran influencia.
Anthony Trollope (1815-1882), Las Torres de Barchester, pinta amablemente a la burguesía campesina y al alto clero.
Elizabeth Cleghorn Gaskell (1810-1865) deja también un cuadro encantador de la vida provinciana en, Granford.
Su hermana, Emily Bronte (1818-1848), produce con Cumbres Borrascosas, una de las importantes novelas románticas.
Mary Ann Evans, conocida como George Eliot (1819-1880), escribe Adam Bede y varias novelas sobre la gente de campo: El Molino Sobre el Floss, Silas Marner. Le interesaban no solo los problemas sociales, sino también los morales y filosóficos, y sus novelas ejercen, en su hora, gran influencia.
Anthony Trollope (1815-1882), Las Torres de Barchester, pinta amablemente a la burguesía campesina y al alto clero.
Elizabeth Cleghorn Gaskell (1810-1865) deja también un cuadro encantador de la vida provinciana en, Granford.
Entre los novelistas menores
que explotan temas especiales deben mencionarse, Wilkie Collings (1824-1889), autor de las primeras novelas
policiales: La Piedra Lunar, La Dama de Blanco, y
Charles L. Dodgson, profesor de matemáticas de Oxford que escribe, con el seudónimo de Lewis Carrol (1832-1898), cuentos fantásticos para niños, Alicia en el País de las Maravillas, A Través del Espejo, en que se advierte cierta amarga sabiduría, escondida entre ingeniosas fantasías.
Charles L. Dodgson, profesor de matemáticas de Oxford que escribe, con el seudónimo de Lewis Carrol (1832-1898), cuentos fantásticos para niños, Alicia en el País de las Maravillas, A Través del Espejo, en que se advierte cierta amarga sabiduría, escondida entre ingeniosas fantasías.
El novelista que domina la
segunda mitad del periodo victoriano es George
Meredith (1828-1909), Las Ordalías de
Ricardo Feverel, Diana de las
Encrucijadas. Su obra se caracteriza por cruel ironía y gran profundidad
psicológica, su estilo es ágil e impresionista.
Thomas Hardy (1840-1928) es, quizá, un novelista aún más importante, pero escandaliza a sus contemporáneos con su pesimismo. Al declinar el siglo, abandona la novela y se dedica a la poesía. Se distingue por la desnudez y fuerza de su estilo, y sus profundos estudios realistas sobre la desamparada campiña inglesa: El Regreso del Vecino, Jud la Oscura.
Samuel Butler (1835-1902) es otro pesimista, que juzga las bases de la sociedad victoriana: Erewhon, El Camino de Toda Carne.
Robert Louis Stevenson (1850-1894), al contrario, aunque inválido, escribe con espíritu romántico, siempre joven. Sus novelas de aventuras son notables por su encantadora imaginación y por su estilo depurado: La Isla del Tesoro, El Dr. Jekill y el Sr. Hide, Kidnapped.
Thomas Hardy (1840-1928) es, quizá, un novelista aún más importante, pero escandaliza a sus contemporáneos con su pesimismo. Al declinar el siglo, abandona la novela y se dedica a la poesía. Se distingue por la desnudez y fuerza de su estilo, y sus profundos estudios realistas sobre la desamparada campiña inglesa: El Regreso del Vecino, Jud la Oscura.
Samuel Butler (1835-1902) es otro pesimista, que juzga las bases de la sociedad victoriana: Erewhon, El Camino de Toda Carne.
Robert Louis Stevenson (1850-1894), al contrario, aunque inválido, escribe con espíritu romántico, siempre joven. Sus novelas de aventuras son notables por su encantadora imaginación y por su estilo depurado: La Isla del Tesoro, El Dr. Jekill y el Sr. Hide, Kidnapped.
El culto a la belleza
degeneró hacia fines del siglo, convirtiéndose en un movimiento de esteticísmo
puro, de hedonísmo, bajo la dirección de Walter
Pater (1839-1894), Mario el Epicúreo.
Oscar Wilde (1856-1900), es un amigo de Pater. Hoy se recuerdan principalmente sus delicadas y deliciosas comedias: El Abanico de Lady Windermere, La Importancia de Llamarse Ernesto, y dos profundos y conmovedores poemas escritos en la cárcel: De Profundis, y Balada de la Cárcel de Reading.
Oscar Wilde (1856-1900), es un amigo de Pater. Hoy se recuerdan principalmente sus delicadas y deliciosas comedias: El Abanico de Lady Windermere, La Importancia de Llamarse Ernesto, y dos profundos y conmovedores poemas escritos en la cárcel: De Profundis, y Balada de la Cárcel de Reading.
Tomado de : Enciclopedia Autodidacta
Quillet, Tomo I. Editorial Cumbre S.A. México 1977. Grolier. Pags. 472 y 473.
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