Club de Pensadores Universales

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miércoles, 3 de febrero de 2021

El Pato Salvaje, de Henrik Ibsen


     El Pato Salvaje, cuyo título original en noruego es, Vildanden, es una obra de teatro de 1884, del dramaturgo noruego, Henrik Ibsen. Se considera la primera obra maestra moderna en el género de la tragicomedia. El Pato Salvaje y  La Casa de Rosmer, a menudo se observan en las estimaciones de los críticos, compitiendo entre sí como rivales, por el primer lugar entre las obras de Ibsen.

Personajes de la Obra

Håkon Werle: Comerciante mayorista.

Gregorio Werle: Su hijo.

Viejo Ekdal: Antiguo socio comercial de Håkon Werle.

Hjalmar Ekdal: Hijo del viejo Ekdal, fotógrafo.

Gina Ekdal: Su esposa.

Hedvig: Su hija, catorce años.

Sra. Sørbey: Ama de llaves, y prometida de Håkon Werle.

Relling: Un médico, vive debajo de los Ekdals.

Molvik: anteriormente estudiante de teología, vive debajo de los Ekdals.

Pettersen: Sirviente de Håkon Werle.

Jensen: Un camarero contratado.

Sr. Balle: Invitado a cenar.

Sr. Flor: Invitado a cenar.

Trama

     El primer acto comienza con una cena organizada por Håkon Werle, un rico comerciante e industrial. A la reunión asiste su hijo, Gregorio Werle, que acaba de regresar a la casa de su padre, después de un exilio autoimpuesto. Allí, se entera de la suerte de un ex compañero de clase, Hjalmar Ekdal. Hjalmar se casó con Gina, una joven sirvienta de la casa Werle. Gregorio descubre que su padre, Håkonr Werle, planeó y organizó el matrimonio, proporcionándole a Hjalmar un hogar, y una profesión como fotógrafo. Gregorio, cuya madre murió creyendo que Gina y Håkon habían tenido una relación de adulterio, se enfurece al pensar que su viejo amigo Hjalmar, está viviendo una vida basada en una mentira.

     Los cuatro actos restantes tienen lugar en los apartamentos de Hjalmar Ekdal. Inicialmente, los Ekdals parecen estar viviendo la vida de un acogedor hogar doméstico. El padre de Hjalmar, se gana la vida haciendo trabajos de copias para Werle. Hjalmar dirige un estudio de retratos y fotografias, en el apartamento. Gina lo ayuda a administrar el negocio, además de cuidar la casa. Ambos adoran a su hija Hedvig. Después de la fiesta, Gregorio Werle se traslada directamente a la casa de los Ekdal. Mientras se familiariza con la familia, Hjalmar le confiesa a Gregorio que su hija Hedvig, es su mayor alegría, y su mayor dolor, porque poco a poco está perdiendo la vista.
   La familia le revela con entusiasmo a Gregorio un desván en el apartamento, donde tienen varios animales como conejos y palomas. El más preciado es el pato salvaje que rescataron. El pato fue herido nada menos que por Hakon Werle, cuya vista también está fallando. Su dispáro le dio en las alas al pato, que se zambulló hasta el fondo del lago para ahogarse, aferrándose a las algas. Sin embargo, el perro de Håkon Werle lo recuperó y, a pesar de las heridas causadas por el dispáro, y los dientes del perro, los Ekdals ayudaron al pato a recuperarse.

     Gregorio decide alquilar la habitación disponible, del apartamento de los Ekdals. Al día siguiente, Gregorio comienza a darse cuenta de que hay más mentiras y ocultamientos sobre la familia Ekdal, que solo la aventura sexual de Gina con su padre. Mientras Gregorio habla con Hedvig, ella explica que Hjalmar le impide ir a la escuela, debido a su vista, pero que a la vez, su propio padre, no tiene tiempo para ser su tutor, dejando a la niña escapar a mundos imaginarios, a través de imágenes que ve en los libros.
     Durante su conversación, Gregorio escucha disparos en el ático, y la familia explica que el viejo Ekdal, se entretiene cazando conejos y pájaros en el desván, y Hjalmar a menudo, se une a las cacerías. La actividad ayuda al viejo Ekdal, a aferrarse a su vida anterior como gran cazador. Ademas, Gregorio descubre que Hjalmar siempre habla de un, 'gran invento', que nunca concreta. Ese supuesto 'invento,' está relacionado con la fotografía, y Hjalmar está seguro de que le permitirá saldar sus deudas con Hakon Werle y, finalmente, independizarse él mismo y su familia. Sin embargo, curiosamente, para trabajar en su invento, a menudo Hjalmar necesita recostarse en el sofá, y pensar en ello.

     Durante un almuerzo con Gregorio y los amigos de Hjalmar, Relling y Molvik, Håkon llega para tratar de convencer a Gregorio de que regrese a casa. Sin embargo, Gregorio insiste en que no puede regresar, y que le dirá a Hjalmar la verdad. Pero Håkon le dice que está seguro de que Hjalmar, no agradecerá la intervención de Gregorio. Después de irse Håkon, Gregorio le pide a Hjalmar que lo acompañe a caminar, y es ahí cuando le revela la verdad sobre la aventura sexual de Gina con su padre.

     Al regresar a casa, Hjalmar se aleja de su esposa e hija. Exige manejar todo el futuro negocio de la fotografía por sí mismo, sin la ayuda de Gina. También exige administrar las finanzas de la familia, lo que Gina ha hecho tradicionalmente. Gina le ruega que lo reconsidére, sugiriendo que con todo su tiempo consumido, no podrá trabajar en su invento. Hedvig agrega que tampoco tendrá tiempo para pasar en el desván con el pato salvaje. Amargado por la noticia de Gregorio, Hjalmar se enfurece ante la sugerencia, y confiesa que le gustaría retorcerle el cuello al pato. Complaciendo su estado de ánimo, Hjalmar se enfrenta a Gina, y le reclama sobre su aventura con Håkon. Ella lo confiesa, pero insiste en que áma intensamente a Hjalmar.

     En medio de la discusión, Gregorio regresa, atónito al descubrir que la pareja no está muy contenta de vivir sin una mentira así sobre sus cabezas. La Sra. Søerby llega con una carta para Hedvig y la noticia de que la señora Søerby se va a casar con Håkon. La carta anuncia que Håkon pagará al viejo Ekdal, una pensión de 100 coronas al mes hasta su muerte. También, anuncian que tras su muerte, la asignación se transferirá a Hedvig, por el resto de su vida. La noticia enferma aún más a Hjalmar, y se da cuenta de que Hedvig bien podría ser la hija de Håkon. No soportando más mirar a Hedvig,  Hjalmar se sale de la casa, para ir a beber con Molvik y Relling. Gregorio intenta calmar a la angustiada Hedvig, sugiriendo que sacrifíque el pato salvaje, que es lo que ella mas ama, con el fin de demostrar, convencer y lograr la felicidad de su padre. Hedvig está desesperada por recuperar el amor de su padre, y accede a que su abuelo le dispare al pato por la mañana.

     Al día siguiente, Relling llega para decirle a la familia que Hjalmar se ha quedado con él a dormir. Relling está consternado por lo que ha hecho Gregorio, y confiesa que hace mucho tiempo él mismo, le implantó la idea del invento a Hjalmar, como una "mentira de vida," para evitar que se rindiera a la desesperación. La pareja discute, mientras Hjalmar regresa para reunir sus materiales para trabajar en el invento. Está abrumado por la cantidad de detalles relacionados con la mudanza del apartamento. Hedvig está encantada de verlo, pero Hjalmar exige estar, "libre de intrusos," mientras piensa en su próxima mudanza. Devastada, Hedvig recuerda al pato salvaje, y va al desván con una pistola. Después de escucharse un dispáro, la familia asume que el viejo Ekdal está cazando en el desván. Sin embargo, Gregorio asume que el viejo Ekdal le ha disparado al pato salvaje a petición de Hedvig, y le explica a Hjalmar el sacrificio que le sugirió a Hedvig. Hjalmar queda profúndamente conmovido.
    Cuando el viejo Ekdal sale de su habitación, la familia se da cuenta de que no fué él quien disparó el arma en el desván. Todos se apresuran a ir a ver al desván, y encuentran a Hedvig, tirada en el suelo. Nadie puede encontrar una herida, y Relling tiene que examinar a la niña. Relling encuentra que el dispáro le penetró el esternón, y murió de inmediato. Dadas las quemaduras de pólvora en su camisa, determina que ella se disparó. Hjalmar, desesperado, le ruega Hedvig que vuelva a vivir, para que pueda ver cuánto la ama. La obra termina con Relling y Gregorio discutiendo nuevamente. Gregorio insiste en que Hedvig no murió en vano, porque su suicidio desató una grandeza dentro de Hjalmar. Relling se burla de la idea, e insiste en que Hjalmar estará borracho dentro de un año.

Análisis y Crítica

    Guiado por una ferviente cepa de idealismo, Gregorio se esfuerza por revelar la verdad a Hjalmar, y así liberarlo de la mentira que lo rodea. Con ese fin, Gregorio se instala en la casa de Ekdal.

     Se entromete en los asuntos de una familia extraña, produciendo resultados desastrosos. En sentido figurado, vive en una casa, cuyos armarios están llenos de esqueletos. En el transcurso de la obra, los muchos secretos que se esconden detrás del aparentemente feliz hogar de los Ekdals, son revelados a Gregorio, quien insiste en perseguir la verdad absoluta, o la, "Convocatoria del Ideal".
    Esta familia ha logrado un modus vivendi tolerable, al ignorar los esqueletos, o sea, los secretos, entre los cuales están: el padre de Gregorio pudo haber embarazado a su sirvienta Gina, y luego, la casó con Hjalmar para legitimar al niño, y otro, el cual sería que el padre de Hjalmar, ha sido deshonrado y encarcelado, por un crimen que el anciano Hakøn Werle cometió.
     Este modus vivendi tolerable  ha sido posible, al permitir que cada miembro de la familia, viviera en un mundo de ensueño propio: el irresponsable padre creyéndose un gran inventor, el abuelo pensando en el pasado, cuando era un gran deportista, y la pequeña Hedvig, la niña, cuya vida emocional, está centrada en un ático, donde un pato salvaje herido, lleva una existencia lisiada, en un bosque de fantasía.

     Para Gregorio Werle, el idealista, todo esto parece intolerable. Para él, como para otros admiradores de Ibsen, debe parecerle que toda la familia lleva una vida, "basada en una mentira"; todo tipo de males están, "creciendo en la oscuridad". El remedio es, evidentemente, afrontar los hechos, hablar con franqueza, dejar entrar la luz. Sin embargo, en ésta obra, la revelación de la verdad no es un acontecimiento feliz, porque rompe los cimientos de la familia Ekdal.
     Cuando los esqueletos salen del armario, todo el mundo de  sueños se derrumba; el marido débil, cree que es su deber dejar a su esposa, y la niña, después de intentar sacrificar su precioso pato, se dispara con la misma arma, escuchando las fatales palabras de Hjalmar: "¿Ella daría su vida por mí?" Una de las citas famosas del doctor Relling, que construyó y mantuvo las mentiras en las que se basa la familia es, “Priva, al ser humano promedio, de su mentira de vida, y le robarás su felicidad,”

     Las diferentes traducciones usan diferentes palabras para la, "mentira de la vida". En la traducción de Eva le Gallienne, Relling dice: "Intento descubrir la mentira básica, la ilusión de la mascota, que hace posible la vida, y luego la fomento". También dice, "No, no; eso es lo que dije: la mentira básica que hace posible la vida."

     A nivel simbólico, Gregorio y Relling parecen ser opuestos, la virtud de la verdad frente a la, "mentira básica." Los dos parecen haberse enfrentado en varias encrucijadas, y la obra termina con un intercambio, casi una apuesta entre los dos, sobre las posibilidades de Hjalmar y su futuro. En este sentido, Relling es un cínico que no es capaz de pensar que Hjalmar cambiará alguna vez, mientras que Gregorio todavía cree que hay esperanzas de su eventual "redención."

   Antes de que comenzára la obra, Gregorio trabajó en una planta en las montañas, y Relling, presente allí también en la fábrica, lo acusa de, "intrigar," a los siervos locales, o en realidad, plebeyos. Por lo tanto, hay una crítica social en la obra, en la que Gregorio intenta ponerse en contacto con hombres comunes, mientras que su padre se mezcla con figuras de la alta sociedad, un escenario en el que su amigo Hjalmar Ekdal es un extraño, y su padre, deshonrado por el Hakøn Werle, es ignorado por su hijo entre sus superiores.
    Desde un punto de vista social más que simbólico, Gregorio está tratando de erradicar un sistema malsano, argumentando que, "la verdad los hará libres." En ese sentido, Relling, conspirando con el viejo Hakøn Werle, es un defensor del mismo sistema, e inicialmente lo opuesto a Gregorio, quien, como Hamlet, está tratando de sacar a luz a la verdad.

     Se podría argumentar que Gregorio Werle se sentía responsable de la familia Ekdal y su difícil situación, ya que esto es una consecuencia aparente de las manipulaciones y planes de su padre. Al principio, menciona que su madre obviamente murió por negligencia, o que las acciones de su esposo, o sea su padre, la llevaron al alcoholismo. Como señala el viejo Hakøn Werle: "me ves con los ojos de tu madre." A este respecto, la familia Ekdal es una víctima indefensa, al igual que Hedvig.

Antecedentes

    Como en muchas de las obras de Ibsen, los personajes se basan o refieren a miembros de su propia familia, en mayor o menor medida. El personaje del viejo Ekdal, es considerado por la mayoría de los estudiosos de Ibsen como uno de los retratos literarios más importantes que Ibsen hizo de su propio padre, Knud Ibsen. Ibsen había retratado previamente a su padre en los personajes de, "Jon Gynt" y "Daniel Hejre", donde el juicio del hijo sobre el despilfarro de su padre, fue tanto duro como amargo. Sin embargo, en el personaje del viejo Ekdal, el poeta mira a su padre, "el abandonado Knud Ibsen, de una manera conciliadora y compasiva."

     Según el académico de Ibsen, Jon Nygaard, el personaje Gregorio Werle, representa el espíritu de la familia Paus, quienes eran una elite social en el Oslo del siglo XVI, y Upper Telemark, la región noruega, un tema más amplio que se encuentra en muchas de las obras de Ibsen; Nygaard señala que Høydalsverket, donde Werle vivió durante años, es una referencia obvia a Upper Telemark y especialmente a Høydalsmo, pues el antepasado de Ibsen, Paul Paus, era dueño de la iglesia de madera de Høydalsmo.

     El personaje Hedvig lleva el nombre de la familia Paus, donde el nombre Hedvig se había transmitido durante generaciones, y más específicamente después de la abuela de Ibsen, Hed (e) vig Paus y su hermana Hedvig Ibsen.

     El modelo de Ibsen para Hedvig, especialmente su apariencia exterior, era una niña alemana residente en Italia de 13 años que conoció en Gossensaß en el verano de 1884, Martha Kopf, nacida en 1870, hija del escultor Joseph von Kopf, que vivía en Roma. Ibsen escribió en una carta a su hijo Sigurd Ibsen: "El escultor alemán, el profesor Kopf de Roma, tiene con él una hija de 13 años, que es la modelo más excelente para Hedvig que podría desear; es hermosa, tiene un rostro y una personalidad serios, y es un poco codiciosa." Hay un busto de Martha Kopf por su posterior esposo Hugo Berwald.

     Robert Ferguson señala que El Pato Salvaje no llegó fácilmente a Ibsen. Durante el proceso de escritura, Noruega se caracterizó por la agitación política, y desde su exilio voluntario en Roma, a Ibsen le preocupaba que, "la fuerza de una obra íntima y personal como El Pato Salvaje, pudiera ahogarse en el debate político sobre la introducción del parlamentarismo en Noruega." Después de una visita a Roma, en la primavera de 1884, de un joven pariente, y más tarde Conde, Christopher Paus, de quien estaba ansioso por escuchar noticias sobre la familia, en Skien, Ibsen declaró que, "escribe con toda su fuerza." En el verano de 1884 completó la obra en Gossensaß.

Adaptaciones

En 1926, la obra fue adaptada a una película muda alemana, La Casa de las Mentiras.

En 1963, Tancred Ibsen, nieto de Henrik Ibsen, convirtió la obra en una película.

     El 7 de marzo de 1968, la televisión pública nacional irlandesa, Raidió Teilifís Éireann, emitió una nueva producción protagonizada por Ann Rowan, Marian Richardson, Christopher Casson, T. P. McKenna, Blánaid Irvine, Geoffrey Golden y Maurice Good.

     En 1971, una adaptación televisiva de Max Faber, dirigida por Alan Bridges, fue transmitida en la serie Play of the Month de la BBC.

     En 1976 se estrenó una versión cinematográfica en alemán, escrita y dirigida por Hans W. Geißendörfer.

     Una versión cinematográfica de 1983 en inglés de Tutte Lemkow, dirigida por Henri Safran, con los nombres de los personajes completamente anglosajones, protagonizada por Jeremy Irons y Liv Ullmann.

     En 2015, se estrenó una adaptación cinematográfica australiana, The Daughter, dirigida por Simon Stone. (Wikipedia en inglés.)

El Pato Salvaje

de Enrique Ibsen

     Atardecía en la ciudad de Konsberg, en Noruega, y en la lujosa y confortable mansión del señor  Hakon Werle, se esperaba la llegada de un importante visitante. Jensen, un mayordomo, apareció, diciendo, “Pettersen, parece que acaba de llegar la persona que esperaba el señor Werle.” Pettersen dijo, “Se trata de su hijo Jensen.” El mayordomo Jensen dijo, “¡No sabía que el señor  Hakon Werle tuviera un hijo!”

     Pettersen dijo, “Lo que sucede es que ese joven no se mueve nunca de la fábrica de Hoidal.” Pettersen agregó, “En todos los años que llévo sirviendo aquí, jamás lo he visto venir a ésta casa, ni a la ciudad.” La áma de llaves, la señora Soerby, interrumpió el dialogo, “¡Pronto, tengan todo listo en el comedor! El señor Werle y sus invitados ya están aquí.” Pettersen dijo, “¡En el acto señora Soerby!”

     Poco después de dar la bienvenida a su hijo, el señor  Hakon Werle y un grupo de amigos, pasaron a cenar al comedor. El señor Werle tomó la palabra y dijo, “¡Ésta noche me siento muy contento, y es porque estás nuevamente aquí, Gregorio!” Gregorio dijo, “Bien, sentémonos a probar estas delicias.” Mientras unos saboreaban el banquete, otros, los sirvientes, lo preparaban, y a la vez, ejercitaban la lengua platicando. Pettersen dijo, “¿No oíste, Jensen? El señor Werle se ha levantado para brindar en honor de la señora Soerby.” Jensen dijo, “No, no escuché. Pero…¿Será cierto lo que dicen, de que hay algo entre ellos?”
     Pettersen dijo, “El diablo debe saberlo…” Jensen dijo, “También he escuchado que el señor fue bastante mujeriego en sus buenos tiempos.” Petterson dijo, “¡Puede ser! Con su dinero, las mujeres debieron acosarlo.” Otro de los mayordomos, un hombre más mayor, abrió la puerta de la cocina y dijo, “¡Oiga Pettersen, en la puerta está un viejo que se trae un paquete para el contador Graberg!” Pettersen dijo, “Debe ser el viejo Ekdal. Dile que éntre por la puerta que él ya sabe, y que también salga por ella.” Mientras llevaba la comida a la mesa, Jensen dijo, “¿Es tan desagradable la presencia de ese viejo empleado, para el señor Werle, que se le hace entrar por la puerta de servicio?” Pettersen dijo, “No es un empleado, solo se le dan copias cuando hay mucho trabajo.”
      Mientras avanzaban, ambos continuaron con la conversación, pero en voz baja, “Ese anciano en sus tiempos fue todo un señor teniente…pero parece que le hizo una mala jugada a nuestro señor en un negocio.” Jensen dijo, “¡Caray!” Pettersen continuó, “Los dos eran socios en la fábrica de Hoidal…¡Ahora el anciano Ekdal vive en la pobreza, pues además de que perdió sus negocios de bosques o no sé qué…estuvo en la cárcel.” Jensen dijo, “¡Vaya historia!” Cuando Pettersen llegó a la mesa a servir las viandas, la señora Soerby le dijo, “Pettersen, sirvan el café en el salón de música.” Pettersen le dijo, “Sí, señora.” Enseguida la señora Soerby se dirigió a Gregorio y dijo, “Ahora que has vuelto a Konsberg, causarás sensación entre las jóvenes casaderas, Gregorio.” Gregorio dijo, “¡Ja! No creo ser algo fuera de lo común para que eso suceda.”

    Más tarde, terminaron de comer, y uno de los invitados dijo, “¡Qué deliciosa estuvo la comida!” El señor Hakon Werle dijo, “Aún nos falta degustar los licores en el salón de música.” Cuando salían del comedor, el señor Werle dijo a su hijo, Gregorio, “Parece que nadie se fijó en que éramos trece en la mesa…” Gregorio dijo, “¿Trece? Pues tampoco yo lo noté.” El señor Werle se adelantó al salón de música, diciendo, “Tengan la bondad de pasar, señores…” Gregorio y Halmar Ekdal no entraron al salón. Halmar dijo, “Escuché lo que te comentó tu padre. No debiste haberme invitado, Gregorio.” Gregorio dijo, “¡Cómo! La cena es en mi honor, y en ella no podía faltar mi mejor amigo.”
     Halmar dijo, “Sin embargo, a tu padre le desagradó mi presencia.” Gregorio dijo, “¡Olvídalo! Yo quise verte y hablar contigo, pues por lo menos son 16 años de no hablar ni habernos visto.” Halmar dijo, “¿Tanto tiempo?” Gregorio dijo, “Sí, éramos unos colegiales cuando…yo me fui de aquí.” Se detuvieron en una puerta del pasillo, y Gregorio dijo, “Entremos al despacho de mi padre, aquí podremos platicar a gusto.” Gregorio abrió la puerta y dijo, “Todo en ésta casa sigue igual a como yo lo recordaba.” Enseguida agregó, “Pero cuéntame cómo te ha ido. Tienes buen aspecto.” Halmar dijo, “Sí, físicamente estoy bien, pero mi moral, sí que ha sufrido los estragos de todo lo sucedido.” Ambos se sentaron. Gregorio dijo, “¿Cómo está tu padre?”
     Halmar dijo, “Amigo, vale más no hablar de ello. Sabes cómo se hundió todo para nosotros, desde…¡ Es tan doloroso recordar todo lo que sucedió hace 16 años!” Halmar hizo una pausa, y dijo, “Mejor cuéntame cómo te ha ido a ti, allá en la fábrica de Hoidal.” Gregorio dijo, “Aunque aislado en ese lugar, he vivido en paz y con tiempo suficiente para meditar sobre muchas cosas.” Halmar dijo, “Te agradezco que me hayas invitado a casa de tus padres. Eso significa que ya no tienes nada contra mí.” Gregorio se asombró, y dijo, “¿Qué yo tena algo en tu contra?” Halmar dijo, “Sí, después del desastre, era natural que me odiáras. Faltó muy poco para que tu padre se viera comprometido en esa…historia odiosa.” Gregorio dijo, “Pero, ¿No me explico porqué supones que te odiaba?” Halmar dijo, “Tu mismo padre me lo dijo,” Gregorio dijo, “¿Mi padre?” Gregorio agregó, “¿Esa fue la razón por la que nunca contestaste mis cartas?”
     Halmar dijo, “Sí, pues cuando yo decidí hacerme fotógrafo, le comenté que te escribiría, y él me dijo que más valía que no lo hiciera, pues aún sentías un profundo rencor por mí.” Entonces Gregorio dijo, “Pero dime, Halmar…¿Estas satisfecho con tu trabajo?” Halmar dijo, “No puedo decir otra cosa.” Halmar agregó, “Las circunstancias vergonzosas y la desgracia de mi padre, nos dejaron sin un céntimo. Todo era deudas…con tu padre… Sin embargo, el señor Werle me ayudó a pagar mi aprendizaje de fotógrafo, y también me facilito el dinero para montar mi estudio y para establecerme.” Gregorio dijo, “¿De manera que fue mi padre?”
     Halmar dijo, “Sí, amigo mío. Me sorprende que no lo sepas, pues él me comentó que te lo había escrito.” Gregorio dijo, “Debió olvidarlo. Además, nuestra correspondencia se redujo siempre a cuestiones de negocios.” Halmar dijo, “También gracias a él, pude casarme con una buena mujer.” Gregorio dijo, “Estimado Halmar, no puedes imaginarte lo que me alegra saber todo esto.” Gregorio hizo una pausa, y se acercó a la chimenea para mover algunos leños, y dijo, “Talvez en algunas cosas he sido injusto con mi padre. Porque todo lo que ha hecho por mí, demuestra que tiene algo de conciencia.” Halmar dijo, “¿Cómo?” Gregorio dijo, “¡Bah, No me hagas caso! Mejor cuéntame quien es tu esposa.”
     Halmar le dijo, “Es una mujer trabajadora como la puede desear el hombre más exigente. Además, nos tratamos con gente de talento. Ella se ha educado notablemente. Te aseguro que no reconocieras a Gina, quien sirvió en tu casa por mucho tiempo.” Gregorio se sobresaltó, y dijo, “¿Te refieres a…Gina Hansen? ¿La que administraba la casa durante los dos años de enfermedad de mi madre?” Halmar dijo, “La misma.” Gregorio le preguntó, “¿Y cómo la conociste?” Halmar explicó, “Gina no pudo resistir el trabajo tan pesado de tu casa, y se fue a vivir con su madre. Eso sucedió el año en que tu madre murió, si mal no recuerdo. La madre de Gina era una mujer muy emprendedora. Tenía un restaurante y disponía de una habitación para alquilar.
     Y precisamente fue tu padre quien me sugirió que alquilára esa habitación. Recuerdo que me dijo, ‘Además, la señora Hansen te dará las tres comidas diarias.’ Yo le dije, ‘Gracias por todo, señor Werle.’ Me enamoré de Gina desde el primer momento que la vi. De pronto se inició nuestro noviazgo. El amor me motivó a emprender cualquier cosa que me permitiera formar un hogar lo antes posible. Recuerdo que el señor Werle me dijo, ‘Pues a mí se me ocurre que la fotografía es lo más hacedero.’ Y yo le dije, ‘¡Pondré todo mi empeño en aprender pronto todos los secretos de ese oficio!’ Y Gina dijo, ‘Yo podré ayudarte, pues hace tiempo hice algunos estudios de retoque. ‘Le dije, ‘¡Que no se diga más!’ Poco tiempo después, Gina y yo nos casamos.’”

     Halmar regresó de su narración y dijo a Gregorio, “Tu padre no abandonó al hijo de tu antiguo amigo, en la adversidad. ¡El señor Hakon Werle tiene un gran corazón!” Gregorio dijo, “No cabe duda, mi padre ha sido una providencia para ti.” Gregorio se levantó, y dijo, “Vayamos a reunirnos con los demás.” Pero Halmar dijo, “Tengo la impresión de que estás molesto, Gregorio…” Pero Gregorio dijo, “Son figuraciones tuyas.”
     Al entrar al salón, Petterson dijo, “Ya puede entrar, señor Gregorio. Jensen ha puesto pantallas a todas las luces…” Gregorio dijo, “¿Sucede algo?” La señora Soerby dijo, “El exceso de luz lastima los ojos de su padre, joven.” Enseguida, el doctor Relling dijo, “¡Ah, señor Hakon  Werle, ya lo echábamos de menos!” Hakon Werle dijo, “¿Qué le ha parecido el tokay? Es de una de las mejores cosechas.” La señora Relling dijo, “Tiene un sabor y un aroma francamente delicioso.” Entonces Halmar hizo el siguiente comentario, “¿Existe alguna diferencia entre el vino de un año y de otro?” La respuesta del Dr. Relling no se hizo esperar, “¿Vaya ignorancia! Vera usted, señor Halmar…con el tokay pasa lo mismo que con la fotografía: se necesita sol.”
     Halmar bajó la mirada, y dijo, con voz titubeante, “Co-Comprendo!” Gregorio se interpuso en la conversación, y dijo, “Entonces ocurre lo mismo que con usted, Dr. Rolling porque siempre está al sol que mas calienta.” El Dr. Rolling exclamó, “¡Q-Quéee?” El señor Hakon Werle cambió la conversación y dijo, "Hijo, brindemos juntos. ¿No quiere usted tomar parte, Halmar?” En ese momento, sucedió lo inesperado: el contador Graberg interrumpió la reunión, diciendo, “Disculpe señor Werle, pero no puedo salir.” El señor Werle dijo, “Se ha quedado encerrado otra vez.” El contador le dijo, “Sí, y Flakstad se ha llevado las llaves.” El señor Werle dijo, “Bien, pase por aquí, entonces.” Sin embargo, el contador dijo, “Pero…es que hay alguien más…” El señor Werle dijo, “No se preocupe, y pasen los dos.”
     Entonces el contador Graberg pasó acompañado del anciano Ekdal. Cuando Halmar vio entrar a su padre, se volteó intencionalmente para no verlo, y dijo, “¿Cómo es posible?” El anciano Ekdal solo dijo, “Disculpen, la puerta estaba cerrada…” Los dos hombres desaparecieron por una puerta que había permanecido cerrada. Cuando Gregorio vio la escena, pensó dentro de sí, “Pero…¿Qué es lo que pasa?” Entonces se dirigió a Halmar, quien se hizo el disimulado, y Gregorio le dijo, en tono de reclámo, “No creo estar equivocado, era él…¿Verdad?”
    Halmar dijo, “Sí, era mi padre, Gregorio.” Gregorio dijo, “¿Por qué no te dignaste a mirarlo siquiera?” Halmar dijo, “¡Lo entenderías si estuvieras en mi lugar!” Halmar agregó, “Gregorio, debo marcharme…despídeme de tu padre, por favor.” Gregorio dijo, “Descuida, ¿Mañana estarás en tu casa?” Halmar dijo, “Creo que sí, ¿Por qué?” Gregorio dijo, “Porque me gustaría visitarte.” Halmar dijo, “No lo hagas, Gregorio. Mi hogar es triste…podemos encontrarnos en cualquier parte de la ciudad para platicar.” Al verlo partir, la señora Soreby dijo, “¿Se marcha usted, Halmar?” Halmar dijo, “Sí, señora, le agradezco sus finas atenciones.” La señora Soerby dijo, “Dele mis saludos a Gina, y dígale por favor que pronto iré a verla.” Halmar dijo, “Se lo diré, ¡Gracias por todo, que pasen buenas noches!”

     Cuando por fin los invitados a la cena se retiraron, el señor Hakon Werle se dispuso a dormir, y pensó, “¡Vaya bochorno que me hizo pasar ese tonto de Graberg!” En eso, Gregorio entró a su habitación y dijo, “Padre, necesito hablar contigo.” El señor Werle le dijo, “Hijo, ¿No podrías esperar a mañana?” Gregorio dijo, “No, porque mañana mismo me iré.” Su padre le dijo, “¿Qué dices?” Gregorio explicó, “¿Cómo permitiste que esa familia se hundiera tan miserablemente?” Werle dijo, “¿Te refieres a los Ekdal?¿Debí haber hecho algo por ellos?” Gregorio dijo, “Hubo un tiempo en el que el teniente Ekdal era tu amigo íntimo.” Werle dijo, “Gracias a esa amistad, mi reputación se manchó.” Gregorio dijo, “¿Y él fue el único culpable?”
     Werle dijo, “¿Quién más pudo ser’” Gregorio dijo, “Él y tú hicieron la compra de los bosques…” Werle dijo, “¿Acaso no fue Ekdal el que dibujó el mapa de los falsos terrenos? Él fue el que dirigió la tala ilegal en el terreno del estado. Él era el que estaba al frente de todo aquello. Yo no sabía a qué se dedicaba realmente el teniente Ekdal.” Gregorio agregó, “Y el mismo teniente Ekdal no sabía, seguramente lo que estaba haciendo.” Werle dijo, “Eso es imposible. Pero lo cierto es que a él lo condenaron y a mí me absolvieron.” Gregorio dijo, “Ya sé que no había pruebas en tu contra.”  
     Werle dijo molesto, “Una absolución es una absolución. ¿Por qué remueves esa vieja y siniestra historia? Cuando Ekdal salió libre era un hombre quebrado completamente. Hay personas que se hunden hasta el fondo en cuanto tienen un par de perdigones en el cuerpo, y no vuelven a salir a la superficie…como las aves silvestres…al teniente le he proporcionado trabajo de copias en la oficina, y le pago mucho más de lo que vale…” Gregorio dijo, “Pero aún así debe ser muy poco, si con ello reprimes tus remordimientos.”
     Werle dijo, “No sé por qué debía tener peso alguno en mi conciencia. Es cierto que lo que el págo a Ekdal no figura en mis libros, porque ese tipo de gastos vale más que no figuren.” Entonces Gregorio dijo, “¿Y el aprendizaje de fotógrafo de Halmar si figura?” Werle dijo, “¿De qué hablas Gregorio?” Gregorio dijo, “Ya sé que fuiste tú quien se lo costeó, y que también, en el colmo de la esplendidéz, le proporcionaste los medios para establecerse.”  Hakon Werle dijo, “Y sin embargo dices que no he hecho nada por ellos.” Gregorio continuó, y dijo, “Ahora dime, ¿Cuándo te ocupaste tan fervorosamente del hijo de tu antiguo amigo? ¿No coincidió justamente con su boda?” Werle dijo, “No entiendo qué interés tienes en ese pasado?”
     Gregorio dijo, “Es que resulta extraño que Halmar se haya casado con la señorita Hansen, que era nuestra criada.” Werle dijo, “Francamente, ignoraba que tuvieras tanto interés por nuestra antigua servidora. ¡Ja, Ja!” Gregorio dijo, “No, no lo tenía…pero recuerdo que tú si lo tenías…” Werle dijo, “¿Cómo pudo atreverse ese fotógrafo a insinuar…?” En ese momento Hakon Werle ya estaba sentado en su cama, y al recostarse hacia atrás, dijo, “Halmar, ni siquiera tiene idea de una cosa semejante.”

     Gregorio comenzó a narrar la historia que exponía y desenmascaraba a su padre. “Tenía pocos días de haber entrado a trabajar esa mujer, cuando una tarde, estando sentado en el zacate, escuché unas risas en el patio del jardín y dije, ‘¿Quién andará tras esos arbustos?’ Me levanté y acerqué para averiguarlo. Y gran sorpresa me llevé al verte besar apasionadamente a Gina Hansen. Pensé dentro de mí, ‘¡Dios Mío!’ Mi madre no ignoraba tus relaciones con la criada, y sufría por ello en silencio. Su enfermedad comenzaba a marchitar su serena belleza. Yo llegaba a su cuarto, la abrazaba y le decía, ‘¡Ya debes recostarte, mamita! Te ves cansada.’ Ella me decía, ‘Solo estaba esperando a que vinieras a dame las buenas noches.’ Una vez, cuando una noche se levantó hacia la cocina, pensando ella, ‘Tomaré un vaso de leche en la cocina. Espero que eso me ayude a conciliar el sueño.’ Cuando de repente escuchó, ‘¡Ja, Ja! Bésame…así…’ Y ella pensó, ‘¡Oh Dios! La criada está ahí dentro, con mi marido.’”

     Gregorio terminó su historia ante la mirada caída de su padre, diciendo, “¡Y eso no fue todo lo que mi madre tuvo que soportar, lo que tuvo que sufrir, hasta que murió miserablemente!” Hakon Werle dijo, “Todo eso fueron suposiciones tuyas y de tu madre, que era muy nerviosa y exagerada.” Hakon Werle agregó, “Y por falsas suposiciones has vivido lejos de mí, esclavizado en esa fábrica y sin querer percibir más que tu mísero sueldo.” Gregorio le dijo, “Por lo que veo, el pasado para ti, solo significa absoluciones e infamias.” Werle dijo, “Ahora lo importante es que sepas porque te pedi que vinieras a la ciudad…” Gregorio se desesperó, y dijo, “¡Vamos, dímelo ya!”
     Werle le dijo, “¡Quiero proponerte que entres como socio en el negocio!” Gregorio dijo, “¿Yo…tu socio?” Werle dijo, “Sí, no habría necesidad de que estuviéramos juntos. Tú tomarías posesión de los negocios aquí en la ciudad, y yo me trasladaría a Hoidal.” Gregorio dijo, “¿Cuál es la razón de todo esto?” Werle explicó, “Ya no puedo trabajar como antes. Tengo que cuidar mis ojos, pues mi vista se ha debilitado bastante. Además, en mis circunstancias, creo que me conviene mucho vivir allí, cierto tiempo.” Pero Gregorio dijo, “Aquí hay algo oculto.” Gregorio se levantó de la cama y dijo, “Debes necesitarme para algo. ¡Dímelo ya…!” Werle dijo, “Un padre y un hijo siempre necesitan el uno del otro…” Hakon Werle lo tomó de los hombros y le dijo, “Me gustaría que te quedáras algún tiempo en casa, pues como soy un hombre solo, la gente empieza a murmurar de mí, y de la señora Soerby.” Gregorio dijo, “Lo que ya no debería sorprenderte.” Gregorio agregó, “Dime en pocas palabras que piensas casarte con ella.” Werle le dijo, “Sí, eso he pensado.”
     Gregorio le dijo, “De manera que tuve que venir en honor de la nueva criada, pues hay que arreglar un idilio de familia, lo más honorablemente posible.” Werle le dijo, “¿Cómo te atreves a hablar en ese tono?” Gregorio le dijo, “Indudablemente que sería de muy buena apariencia, decir que el hijo, impulsado por el cariño, acudió de inmediato a casa para asistir a la boda de su padre. ¡Eso ahogaría los rumores de lo que la pobre difunta tuvo que sufrir y soportar!” Werle dijo, “¡Basta ya Gregorio! Tu odio hacia mí, no tiene límite.”
     Gregorio se acercó a su padre y le dijo, “Un hombre que es capaz de cometer las vilezas que tú has cometido, no merece más que odio. ¡A Halmar lo casaste con esa mujerzuela, cuando tú ya…! ¡Cuando miro hacia atrás, y recuerdo tu conducta, me parece contemplar un campo de batalla sembrado de cadáveres, de vidas humanas truncadas por ti!” Werle le dijo, “Veo que entre nosotros dos, hay un abismo infranqueable.” Gregorio dijo, acechándose a la puerta, “Sí, y por eso me voy de la casa en este momento. ¡Jamás volveremos a vernos!” ¡SLAAM! Gregorio cerró la puerta de golpe.

     Esa misma noche, en una modesta casita de la ciudad, una mujer confeccionaba un traje, y decía, “¡Hedvige, ya te dije que no debes leer a ésta hora!¡Cierra ya ese libro, o tu padre se enojará contigo, si te encuentra leyendo!” Hedvige dijo, “¡Oh mamá, con lo que a mí me gusta leer!” Después de unos segundos, la niña dijo, “No te agradó que hayan invitado a mi padre a casa del señor Werle, ¿Verdad?” Gina Hansen dijo, “Es que nosotros no tenemos nada que ver con ese hombre tan rico. Además, quien lo invitó, fue el hijo de ese hombre.” Hedvige dijo, “Mi padre me prometo pedirle algo delicioso para mí, a la señora Soerby, que es tan amable con nosotros.”
     En ese momento, llego el padre de Halmar, y la niña Hedvige dijo, “¡Abuelo, qué tarde has llegado hoy!” El viejo Ekdal dijo, “Es que cerraron la oficina, y tuve que…esperar a que saliera Graberg.” La niña lo recibió con una abrazo y un beso diciendo, “¿Te dieron más trabajo, abuelo?” El viejo Ekdal dijo, “Sí, me dieron éste paquete, ¡Fíjate!” Enseguida el viejo dijo, “Iré a ver si duermen mis amigos…” Hedviges dijo, “Estoy seguro que no pasan frio, abuelo.”  Luego, la niña se dirigió a su mamá, y dijo, “Pobre abuelo. Así tendrá algún dinero para su bolsillo.” Gina dijo, “Sí, ahora solo falta que llegue tu papá.” Hedvige dijo, “¡Figúrate todas las cosas que él habrá cenado! Estoy segura de que volverá a casa muy contento.” Gina dijo, “Mañana debemos pagar el salchichón, el queso y la mantequilla.” Hedvige dijo, “Mamá, sí alquiláramos el cuarto de huéspedes, no nos sería una pesadilla ese pago semanal.”
     La puerta se abrió y Hedvige corrió a dar un abrazo a su padre, y exclamó, “¡Papá, por fin llegas!” Halmar dijo, “Es que Gregorio me acaparó por completo.” Gina se levantó y le quitó el abrigo a Halmar, diciendo, “¿Sigue igual de huraño el tal Gregorio?” Halmar dijo, “Bueno, la verdad es que no me fijé…¿Llegó ya tarde mi padre?” Gina dijo, “Sí, y se retiró a su cuarto.” Halmar preguntó, “¿No dijo nada?” Gina dijo, mientras guardaba el abrigo, “¿Qué iba a decir?” Halmar se sentó en el sofá, y dijo, “¡Mi pobre viejo!” Gina se sentó a cenar y dijo, “¡Cuéntanos cómo estuvo todo!” Halmar dijo, “El banquete delicioso, y doce a catorce invitados en total.” Hedvige dijo, “¡Anda papá, dame ya lo que me prometiste!” Gina dijo, “Hija, no molestes a tu papá.” Enseguida,
     Halmar sacó una hoja escrita, y dijo, “Solo pude traer esto…” Gina dijo, “Mañana deberé entregar ese traje que Molvik te prestó, y que te luce tan bien.” Hedvige dijo, llorando, “¿No tienes más que esto?” Halmar dijo, “Las golosinas que nos sirvieron no valían gran cosa, y los platos principales eran tan deliciosos, que no sobró nada que pudiera traer a mi muñeca.” La niña dijo llorando, “Esta es solo una lista de platillos.” Halmar dijo, “Hija, desde mañana trabajaré duro para poder comprarte algo que compense el olvido de ésta noche. ¡Ya no llores, que esos ojitos no deben sufrir así!” Enseguida Halmar la besó en la frente y dijo, “Anda, trae la flauta que está en el estudio. Con música arrullare tus sueños.” Hedvige dijo, “¡Papá, que bueno eres!”

     Poco después, los Ekdal descansaban, al igual que los demás habitantes de la ciudad. Mientras tanto, Gregorio Werle se había hospedad en uno de los mejores hoteles  de las ciudad. Gregorio pensaba, “Me iré de aquí, cuando cumpla una misión que dejará limpia mi conciencia.” Al día siguiente, alguien tocaba a la puerta de los Ekdal. Gina pensó, “¿Quién podrá ser a ésta hora?” Al abrir la puerta, Gina exclamó, “¡Oh, noo!” Gregorio Werle se quitó su sombreo y dijo, “¿Aquí vive el fotógrafo Halmar Ekdal?” Gina dijo, “Sí, así es.” En segundo llegó Halmar y dijo, “Gregorio, viniste a pesar de todo. ¡Pasa!” Gregorio dijo, “Te dije que te buscaría.”
     Enseguida, Gregorio se dirigió a Gina, y dijo, “Señora Ekdal, no sé si me reconocerá…” Gina dijo, “No es difícil reconocerlo, señor Werle.” Gregorio le dijo, “Tal vez porque me parezco a mi madre, usted seguramente se acordará de ella…” Halmar dijo, “Pero siéntate, Gregorio.” Gregorio dijo, “Así que éste es tu hogar.” Halmar dijo, “Sí, y en la habitación contigua está mi estudio. Al fondo cuatro habitaciones, un baño, y un amplio desván.” Entonces llegó Hedvige, diciendo, “¡Buenos días, Pa…! Perdón…no sabía que tenías visitas…” Gregorio dijo sorprendido, “¿Es tu hija?” Halmar dijo, “Sí…acércate Hedvige…”
     La adolecente dijo, “Soy Hedvige Ekdal. ¡Les traeré una cerveza!” Gregorio dijo, “Me parece buena idea.” Gregorio agregó, “Es hija única, ¿Verdad?” Halmar dijo, “Sí…es nuestra mayor alegría, pero también nuestra mayor preocupación.” Gregorio dijo, “¿Por qué lo dices?” Halmar dijo, “¡Mi nena está en peligro de perder la vista! Y el médico nos ha advertido que no tiene remedio.” Gregorio dijo, “¡Qué desgracia!¿Y qué se lo ha causado?” Halmar dijo, “El problema es hereditario.” Gregorio preguntó, “¿Hereditario?” Gina explicó, “Sí, la madre de Halmar también padecía de la vista.” Halmar dijo, “Eso dijo mi padre pero yo no lo recuerdo.” Gregorio dijo, “Pobre niña. ¿Y qué dice ella de ello?” Halmar dijo, “No lo sabe, y ella no sospecha nada. Vuela alegre e inconsciente hacia la noche eterna.”
     En eso llegó Hedvige con una charola diciendo, “¡Aquí está la cerveza señores!” Halmar dijo, “¡Gracias Hedvige!” Halmar la beso en la frente. Hedvige dijo, “Los dejo platicar. ¡Iré al desván a ver a los amigos del abuelo!” Halmar dijo, “Está bien, linda. Pero no los molestes.” Cuando Hedvige se fue, Gregorio dijo, “Tiene un aspecto muy sano. Y me parece que cuando crezca, se parecerá mucho a su madre.” Halmar dijo, “La próxima semana cumplirá catorce años.” Gregorio dijo, “Está muy alta para su edad. Al ver cómo crecen los niños, es como uno se da cuenta lo viejo que es.” Halmar dijo, “Pronto cumpliremos quince años de casados.”
     En ese momento el abuelo Ekdal bajó a la sala, y dijo, “Bueno, Halmar, ahora sí…” Gregorio dijo, “Padre tenemos visita….” Gregorio se levantó del sofá y dijo, “Soy Gregorio Werle…¿Me recuerda?” El abuelo Ekdal dijo, con voz titubeante, “E-El hijo…¿Qué quiere?” Inmediatamente Halmar dijo, “Vino a verme aquí, no te preocupes.” Entonces Gregorio dijo, “¿Recuerda, teniente Ekdal, cuando su hijo y yo íbamos a visitarlo a los bosques de Hoidal? ¡Era usted un gran cazador!” El viejo Ekdal dijo, “Sí, fui un gran cazador. Maté nada menos que nueve osos.” Gregorio dijo, “¿Y ahora, no va usted de cacería?”

     Los tres se sentaron a la mesa. El abuelo Ekdal dijo, “Aunque no voy al bosque, aún lo hago de cuando en cuando. Pero sé que, que usted ha vivido en Hoidal. ¿Cómo está eso ahora?” Gregorio dijo, “No tan bien como en sus tiempos. Se han cortado muchos árboles.” El anciano dijo, “Eso es una tarea peligrosa que trae consecuencias. ¡El bosque se venga!” Halmar dijo, “Ten padre, bebe un poco de cerveza.” Gregorio dijo, “Cómo  puede vivir en una ciudad entre cuatro paredes?”
     El anciano dijo, “¡No se está tan mal aquí, créame!” Gregorio dijo, “Señor Ekdal, usted vendrá a la fábrica de Hoidal. Allá le daré un empleo, pues un hombre que ama la naturaleza, no tiene nada que hacer aquí.” Gregorio agregó, “Claro, tiene usted a Halmar, pero él por su parte, tiene a los suyos. ¡Y usted ama el bosque!” Enseguida el anciano Ekdal dijo a su hijo, “¡Halmar, hay que enseñarle a mis amigos!” Halmar dijo, “Pero, padre, ¿Tú crees que debemos?” El anciano dijo, “¡Tonterías! Tiene que verlos…sobre todo al…” Entonces Halmar dijo, “Gregorio, acompáñanos al desván.”

     Los tres hombres bajaron al desván que era muy amplio y albergaba a diversos y numerosos animales. Al ir bajando las escaleras, Gregorio dijo, “¡Pero si tiene usted aquí gallinas y pichones!” El anciano dijo, “Y más al fondo, tengo conejos.” Al llegar al desván el anciano dijo, “Pero lo mejor es eso que está allá abajo, sobre el cesto de paja…” Gregorio dijo, “¿Sera posible? E-Es un pato salvaje!” Gregorio lo  observó por un momento, y admirándolo dijo, “¿Y cómo es que vive en esta buhardilla?”
     El anciano dijo, “Le hemos colocado una gran tina con agua limpia, para chapotear.” El anciano agregó, “Pero no hay que ponerlos nerviosos. Otro día volverá a verlos.” Los tres subieron a la sala. Gregorio dijo, “¿Cómo le hizo para cazarlo, teniente Ekdal?” El anciano dijo, “¡Yo no lo capturé! Es a su padre al que le debemos este pato.” Gregorio no comprendía. Entonces el anciano dijo, “Pero no fue el propio señor Hakon Werle el que nos lo regaló.” Gina dijo, “De todas formas, es a él a quien tenemos que agradecérselo.” Gina explicó, mientras los hombres se sentaban a la mesa, “El señor Hakon Werle estaba cazando desde su lancha…disparó, pero como tiene tan mala vista…solo lo inutilizó.” Halmar agregó, “Con dos o tres perdigones en el cuerpo…”
     Hedvige dijo, “En efecto, uno de ellos le dio en el ala, y ya no pudo volar.” Halmar dijo, “Y entonces se zambulló en el agua.” El anciano agregó, “Por supuesto, los patos salvajes, siempre se van lo más hondo que pueden…luego se agarran del pico a las alas, y no vuelven más a la superficie, pero su padre tenía un perro extraordinariamente listo, el cual se zambulló detrás del pato y lo sacó.” Halmar agregó, “El señor Werle lo llevó a su casa, pero como no se adaptó, ordenó a Pettersen que lo matára.” El viejo Ekdal dijo, “Yo me enteré a tiempo, y le pedí a Pettersen que me lo diera…¡Y aquí está!” El viejo Ekdal agregó, “Aquí ha…engordado y todo…” Halmar agregó, “Lleva tanto tiempo encerrado que debe haber olvidado su vida salvaje.” Gina se levantó y dijo, “Debemos llevar a tu padre a su cama, se ha quedado profúndamente dormido.”
     Entonces Gregorio dijo, “Halmar, ¡Podrían alquilarme a mí, la habitación que mencionaste a mi llegada?” Halmar dijo, “Nosotros encantados, pero, ¿Por qué razón?” Gregorio dijo, “¡Yá te contaré!” Gina dijo, “Señor Werle, no es una habitación digna de usted…” Gregorio dijo, “¿Por qué dice eso, Georgina?” Tras una pausa, Gregorio dijo, “Creo que usted no quiere que me quede en su casa, señora Ekdal.” Gina dijo,  “N-No es eso, ¿Cómo puede pensarlo?” Mientras Gregorio y Halmar ayudaban al anciano a caminar a su recamara, Halmar dijo, “¿Acaso discutiste con tu padre?”
   Gregorio dijo, “De tal forma, que me odio por llamarme como él.” Mientras acostaban al anciano Ekdal, Halmar dijo, “¡Ja, Ja! Y si no fueras Gregorio Werle, ¿Qué te gustaría ser?” Gregorio dijo, “Me gustaría ser un perro extraordinariamente listo, capaz de sacar a la superficie a los patos salvajes heridos.” Halmar dijo, “Francamente no entiendo lo que me dices." Gregorio dijo, “¡Bah, ni tiene sentido!” Enseguida Gregorio se preparó para retirarse, y dijo, “Me despido, señora Ekdal. Mañana me instalaré.” Gina dijo, “De acuerdo, señor Werle.”

     Cuando Gregorio se hubo retirado, Halmar dijo, “¿Por qué te molesta que Gregorio nos alquile el cuatro?” Gina dijo, “Es que debe haberse disgustado con su padre, y ese señor puede culparnos de ello, y retirarle el pequeño pago al tuyo.” Halmar dijo, “Pues me alegraría si así fuera. Así mi padre ya no sería humillado. ¡Desde mañana trabajaré con más bríos.” Hedvige agregó, “El alquiler del cuarto nos ayudará mucho.” Halmar beso la frente de Hedvige, y dijo, “En efecto, Hedvige. No olvides salir a pasear por la tarde cuando el sol ya no lastime tus ojos.”

    Una semana después, Gregorio dialogaba con Hedviges, “¿Qué haces Hedviges?” La joven niña, quien trabajaba en un escritorio,  dijo, “Ayúdo a mi padre a retocar éstas fotografías, pues hoy vendrán a recogerlas.” Enseguida, Gregorio escuchó ruidos en el desván, y dijo, “¿Hay obreros en casa?” La niña dijo, “No, son papá y el abuelo, que arreglan cosas en el desván.” Gregorio se acercó y dijo, “¿A ti también te gusta estar con el pato salvaje?” La joven dijo, “Claro, es muy bello, y cambia su aspecto, ya sea en la mañana, en la tarde, cuando llueve y cuando hace sol, además, yo soy su dueña.” Gregorio dijo, “¿A qué hora vas al colegio?”
     Hedvige dijo, “Ya no voy, pues mi padre teme que vaya a perjudicarme la vista.” La pequeña joven agregó, “Sin embargo, a escondidas leo libros que encontré en el desván. En ellos, he podido conocer que hay en otros países.” Gregorio dijo, “¿Y no te gustaría conocerlos de verdad?” Hedvige dijo, “No, me entretengo con lo que tengo aquí. El diván y todo lo que está ahí, me transporta al fondo de los mares.” Gregorio preguntó, “¿Quién te enseñó a retocar las fotografías?” En ese momento llegaba Gina, y Hedvige dijo, “Precisamente ella…mi madre.” Gregorio dijo, “Así que también usted sabe de fotografía, señora Ekdal.” Gina dijo, “Sí, la pobreza obliga a aprender muchas cosas.” Entonces Gregorio dijo, “Pues sí que es una coincidencia muy afortunada.” Gina dijo, “¿Qué coincidencia?” Gregorio dijo, “De que Halmar también se hiciera fotógrafo.”
     Enseguida, Gregorio escuchó ruidos en el desván, y dijo, “¿Qué es todo ese escándalo?” Gina dijo, “Halmar y su padre, están cazando en el desván.” Al tiempo, Halmar y su padre, llegaron un una pistola y un rifle.” Gregorio dijo, “¿Así que andaban de cacería?” Halmar dijo, “Nos entretenemos cazando conejos.” Halmar dijo, “Lo estamos haciendo con esta pistola, pues el viejo fusil de mi padre, tiene el cerrojo estropeado, pero lo sacamos para que él se entretenga.” Gregorio preguntó, “¿Y no temen dañar al pato salvaje?” Halmar dijo, “Lo cuidamos, pues ya bastante tiene con el ala rota, el cuerpo con perdigones, y una pata lastimada por la mordida del perro.” Gina dijo, “Y vaya que hago bastantes filigranas para tener contento a ese pato salvaje. ¡Ya es hora de comer!” Halmar dijo, “Qué buena idea!”

     Por la tarde, Halmar y Gregorio daban un paseo por la ciudad. Halmar dijo, “La pistola que viste hoy, ha jugado un papel importante dentro de la familia.” Gregorio dijo, “No te entiendo.” Halmar explicó, “Cuando dictaron la sentencia a mi padre, él la tenía en la mano…afortunadamente no tuvo el valor…después, cuando en mi casa recordaba a mi padre vestido como presidiario, intenté dispararme en el pecho…Ahora voy a trabajar para devolver al apellido Ekdal, su honor y dignidad. Entonces, mi padre podrá volver a vestir su uniforme de teniente.” Gregorio dijo, “Yo te ayudaré, a sacar del fondo a la superficie a tu padre…y a ti.” Halmar dijo, “¿A mí también?”

     Mientras tanto, en casa de los Ekdal, Gina decía a su hija, “Hedvige, ponte tu sombrero y tu abrigo. Puedes ya salir a pasear.” Hedvige dijo, “Sí, mamá, yo iré a darle una vuelta antes al pato salvaje.” La noche había caído cuando la puerta se abrió, de manera impetuósa. Gina dijo, “¡Halmar!¿Por qué entras así?” Halmar dijo, “¡Ahora sé que tú y el padre de Gregorio fueron amantes!” Gina dijo, “Eso no es cierto. La señora me odiaba, y armó un gran escándalo. ¡Por eso me fui de la casa!” Halmar dijo, “¡No mientas Georgina!” Entonces Gina dijo, “Te diré la verdad. Mi madre me obligó a ello, pues quería que me casára con ese señor cuando quedara viudo.” Halmar dijo, “¡Y ésta es la madre de mi Hedvige!” Halmar agregó, “¡Y pensar que todo lo que me rodea, se lo debo a mi predecesor!” Gina dijo, “¡Perdóname Halmar!” Halmar dijo, “Seguiremos juntos solo por nuestra hija. Mañana cumplirá catorce años, y le haremos una fiesta sencilla. ¡Te odio!”

     Mientras tanto, afuera de la casa. La señora Soerby dialogaba con Gregorio. “¡Buenas noches señor Werle!” Gregorio dijo, “¿Usted aquí?” La señora Soerby dijo, “Su padre lo espera ésta noche para repartirle sus bienes, de acuerdo a como lo estipula la ley cuando un viudo vuelve a casarse.” Gregorio dijo, “¿Eso es todo?” La señora Soerby dijo, “No, también vine a despedirme de los Ekdal, pues mañana partiremos a Hoidal, el señor Werle y yo.”
     Gregorio dijo, “A pesar de todo, mi padre será feliz. ¡Qué paradoja! Un villano logra un final de cuento de hadas.” Al llegar a la casa, Gina abrió la puerta y dijo, “¡Pase, señora Soerby!” La señora Soerby entró y dijo, “Gracias, Gina.” Ambas se sentaron al sofá, mientras Halmar y Gregorio escuchaban la conversación. Después de unos minutos, la señora Soerby dijo, “Y nos vamos, el señor Werle y yo, ahora que todavía puede valerse por sí mismo.” Entonces Halmar dijo, “¿Qué no podrá valerse?” La Señora Soerby dijo, “Es inútil ocultarlo por más tiempo…” Gregorio dijo, “Será mejor que no hable de eso aquí, señora.” 
     Pero la señora Soerby se levantó y dijo, “Sí, señor Halmar, Hakon Werle va a quedarse ciego.” Halmar dijo, “¿Ciego?” La señora Soerby se sentó nuevamente en el sofá y dijo, “Me voy, no sin antes decirles que el señor Hakon Werle les pide que si algo se les ofrece, puedan ir con el contador Graberg.” Halmar dijo, “Dígale a su prometido que no necesitamos nada de él, y que yo le pagaré, todo lo que se le debe y con intereses.” La señora Soerby se levantó, se puso su abrigo, y al llegar a la puerta dijo, “¡Algo ha pasado en ésta casa!” Gregorio dijo, “Sí, ha pasado todo.” Cuando la señora Soerby cerró la puerta, Halmar dijo a Gina, “Desde ahora, yo llevaré todas las cuentas de la casa, pues es raro que el dinero dure tanto en tus manos.” Gina volteó hacia Gregorio, y dijo, “Usted, señor Werle ha venido a labrar la desgracia a mi hogar.” Pero Gregorio dijo, “No señora, la mentira siempre sale a relucir.”
     En eso, la pequeña Hedvige entró, y dijo, “¡Ya estoy aquí, papá! En la puerta me encontré a la señora Soerby, y me dio un sobre para que lo abriera hasta mañana.” Gregorio dijo preocupado, “¿Qué es?” Hedvige mostró la carta diciendo, “Una carta y dice: ‘Señorita Hedvige Ekdal.’” Halmar dijo, “Déjame verla…” Tras revisarla dijo, “Es la letra del señor Werle.” Gina se acercó y dijo, “¡Oh! Yo no entiendo nada.”
     Entonces Halmar dijo, “Hedvige, ¿Puedo abrirla para leerla?” Hedvige dijo, “Sí, si tú quieres.” Pero Gina le dijo, “No, Halmar. Tiene que ser hasta mañana.” Hedvige dijo, “Deja que la lea, debe tratarse de algo agradable.” Halmar la abrió, y leyó, “Y tu abuelito ya no hará copias, pues podrá cobrar cien coronas mensuales en la oficina. Cuando él muera, es donativo pasará a ti, y podrás disfrutar de él mientras vivas.”
     A continuación, Halmar arrugó la carta y dijo, “¿Y por qué dota tan espléndidamente a Hedvige, Gina?” Gina dijo, “Claro está que por su cumpleaños.” Enseguida, Gina dijo, “Hedvige, ve a tú cuarto a quitarte el abrigo y el sombrero.” Hedvige dijo, “Pero, ¿Qué sucede?” Halmar rompió la carta y dijo, “Georgina…quiero saber si Hedvige tiene derecho a vivir bajo mi techo. ¡Contesta!” Gina dijo, “¡N-No lo sé!” Halmar dijo, “¿No lo sabes?¡Ja, Ja!¡Qué mujer tengo por esposa!¡Mañana mismo me iré de esta ‘casa’!” Gina dijo, “¡No puedes irte, Halmar!”

     Al día siguiente, Hedvige lloraba en la mesa, diciendo, “¿Por qué se va a ir de casa mi papá?” Gregorio le dijo, “Tus padres si te quieren, pero él y tu mamá tienen algunos problemas que deberán de resolver solos…y todo volverá a estar como antes…o mejor.” Hedvige dijo, “Él me regaló el pato salvaje., y anoche le oí decir que le retorcería el pescuezo.” Gregorio dijo, “Ese animal vale mucho para ti, ¿Verdad?”
     Hedvige dijo, “Sí, todas las noches rezo por mis padres y por él.” Gregorio dijo, “¿Y si por tu propia voluntad, le sacrificáras ese pato a tu padre?” Hedvige dijo, “¿Cree usted que eso serviría de algo?” Gregorio dijo, “Ya lo creo que sí, Hedvige.” Mientras tanto, en otra habitación, Gina decía, “No puedes abandonarnos. ¿Qué será de tu pádre?” Halmar dijo, “Los tres vivirán con lo que les debe y pagará mensualmente el señor Hakon Werle.”
     Cuando Halmar estuvo frente a la puerta con sus maletas, Gregorio le dijo, “Así que te vas de aquí, Halmar.” Halmar dijo, “Ya nada me retiene aquí. Lo que amaba y creía mío, es de tu propio padre, Gregorio.” Gregorio dijo, “Hedvige te quiere a ti, tú has sido su verdadero padre…” Entonces  Halmar dijo, “No está aquí mi pistola…¡Qué raro!” De pronto. ¡BLAM! Halmar dijo, “Parece que mi padre anda de cacería en el desván.” Gregorio dijo, “Hedvige debió convencer a tu padre de que sacrificáran al pato salvaje.”
     Gregorio agregó, “Es la prueba de que te adora, pues ha sacrificado lo más precioso que poseía, para que volvieras a quererla.” En ese momento llegó el anciano Ekdal y dijo, “Hijo, ¿Por qué entraste al desván a cazar solo?” Gina dijo, “No encuentro a Hedvige por ningún lado…” Gregorio corrió hacia el desván, diciendo, “¡Halmar, ella misma ha matado al pato!” Al llegar al desván, encontraron lo inesperado. Hedvige yacía muerta en el piso, llena de sangre. Halmar dijo, “¡Se ha disparado ella misma!¡Pronto, llamen a un médico!” El anciano Ekdal dijo, “El bosque se venga…”

     Poco después, el medico la revisaba. Y finalmente dijo, “La bala penetró en el pecho…¡Está muerta!” Halmar dijo, “¡Tiene que vivir, al menos para que le pueda decir que la quiero!”

     El pato salvaje encerrado en la buhardilla sería liberado, mientras que Gregorio y Hedvige Werle irían a residir por separado, y en diferente forma.

Tomado de, Novelas Inmortales, Año XV, No. 757. Mayo 20 de 1992. Guión: Víctor Manuel Yáñez. Segunda adaptación: Jose Escobar.                        

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